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Cuadernos de antropología social

versão On-line ISSN 1850-275X

Cuad. antropol. soc.  no.33 Buenos Aires jan./jul. 2011

 

TRADUCCIONES

Los jóvenes y la imaginación social en África: Introducción

 

Deborah Durham*

Traducción: Paula Isacovich**
y Marina Wagener***

 

* Departamento de Antropología y Arqueología, Sweet Briar College, Virginia, E.U.A. Correo electrónico: durham@sbc.edu. El artículo original en ingles fue publicado con el título "Youth and the Social Imagination in Africa, Part 1" en Anthropological Quarterly, Vol. 73, No. 3: pp. 113-120. Agradecemos especialmente a la autora y a la editorial la autorización para su publicación en castellano.
** Profesora de Ciencias Antropológicas UBA. Becaria doctoral CONICET, SEANSO-ICA, FFyL-UBA.
*** Profesora de Ciencias Antropológicas UBA. Becaria doctoral CONICET, CEIL-PIETTE/ CONICET.

 


Resumen

Los jóvenes son, cada vez más, tema de estudio obligado en África. Se están involucrando en el espacio político en formas muy complejas. Atender a los jóvenes es ocuparse de la topología del paisaje social: el poder y la agencia; los espacios e identidades públicos, nacionales y domésticos, con sus articulaciones y tensiones; la memoria, la historia y el sentido del cambio; la globalización y la gobernabilidad; el género y la clase. En esta introducción destaco que juventud es construida como una categoría problemática, y el modo en que actúa como un "indicador social", participando de la imaginación social. Al mismo tiempo, señalo cómo los jóvenes contribuyen a los debates y construcciones generacionales, y cómo las reflexiones sobre la juventud desafían nuestro pensamiento sobre la agencia.

Palabras clave: Jóvenes; África; Generaciones; Agencia; Poder

Youth and the social imagination in Africa: Introduction

Abstract

Youth are an increasingly compelling subject for study in Africa, entering into political space in highly complex ways. To pay attention to youth is to pay close attention to the topology of the social landscape - to power and agency; public, national and domestic spaces and identities, and their articulation and disjuntures; memory, history, and sense of change; globalization and governance; gender and class. In this introduction I draw attention to how youth is constructed as a problematic category and how it acts as a "social shifter" engaging the social imagination, to how youth contributes to generational debates and constructions, and to how considerations of youth challenges our thinking about agency.

Key words: Youth; Africa; Generations; Agency; Power

Juventude e a imaginaç a o social em África: Introdução

Resumo

Os jovens são um tema cada vez mais necessário de ser estudado na África. Eles estão se envolvendo no espaço político de maneiras altamente complexas. P restar atenção à juventude é prestar atenção à complexidade da topologia da paisagem social , isto é: o poder e a agencia ; as identidades e espaços públicos, nacionais e domésticos , as suas articulações e desencontros ; a memória, a história e o sentido de mudança ; a globalização e o governo ; o gênero e a classe . Nesta introdução chamo a atenção para como juventude é construída como uma categoria problemática , e como ela funciona como um " indicador social " que envolve a imaginaç a o social. Ao mesmo tempo, friso como a juventude contribui para os debates e os modos de construção das gerações e também como estas considerações desafiam nosso pensamento sobre a agência .

Palavras-chave: Juventude; Africa; Gerações; Agência; Poder


 

Recientemente, Jean y John Comaroff escribieron acerca de Sudáfrica que "la generación se ha vuelto aquí la línea dominante de división" (1999: 284) y que los jóvenes, en particular, son el centro de rápidos cambios en la sociedad y la economía global y postcolonial. En las " economías ocultas " de la región, la potencia y el potencial de los jóvenes son aprovechados para mantener el poder de las autoridades, mientras que los propios jóvenes se sienten cada vez más incapaces de alcanzar las promesas de la nueva economía y la sociedad. Del otro lado del continente, en Níger, en mayo de 2000, una sensación similar de crisis de expectativas y frustraciones llevó a estudiantes de enseñanza secundaria a provocar disturbios, quemar neumáticos y armar barricadas en las calles, en protesta por un año escolar más corto y por la perspectiva de reprobar exámenes.1 Esta fue solamente la última de una serie de demostraciones y disturbios juveniles que se remontan a las luchas por la democracia en el África francoparlante en los tardíos años '80 y los tempranos '90, que fueron ampliamente informadas en ediciones del Jeune Afrique Economie . La edición de junio de 2000 del Scientific American ofrece la historia de "Los niños de las armas" (Boothby y Knudson, 2000). Su imagen principal muestra a unos jóvenes del Congo/Zaire vestidos en color caqui y coronados con anillos de hojas de la selva (signos de poder incontenido y de salvajismo indomesticado). Llevan armas automáticas colgando de la espalda. Estas imágenes se ven demasiado a menudo en las representaciones de los medios de comunicación de toda África en los últimos tiempos. En estos informes, se cruzan imágenes de los jóvenes como víctimas de las circunstancias y las manipulaciones de las personas adultas que detentan posiciones de poder, y al mismo tiempo imágenes de los jóvenes como fuerzas indisciplinadas, destructivas y peligrosas que necesitan contención. Por medio de estas nociones, los jóvenes entran al espacio político como saboteadores. Su potencial para el sabotaje2 político proviene de su sometimiento incompleto a los contextos y a los intentos de cooptación, así como a su propio poder para la acción, la respuesta y la subversión, en contextos de definición política.

Para argumentar, como hacen los Comaroff, que los jóvenes son el centro de una división generacional, para examinar su potencial para el sabotaje político o social, y para entenderlos no como actores liberales autónomos ni tampoco como víctimas sobredeterminadas, es necesario examinar muy cuidadosamente tres conjuntos de preguntas. Uno de ellos es un rompecabezas persistente en la antropología y, de hecho, en muchas de las sociedades que estos artículos examinan: ¿qué o quiénes son los jóvenes? Esta pregunta pretende ir más allá de importantes observaciones como que las distintas sociedades definen y demarcan a la juventud de manera diferente, e incluso que dentro de una misma sociedad personas de un amplio rango de edad son usualmente tratadas como jóvenes, y personas de una amplia gama de edades reclaman el espacio de la juventud en momentos y lugares específicos. Mientras analizamos estas preguntas, también tenemos que examinar muy de cerca la noción relacionada de generaciones, utilizada por los Comaroff y otros para hablar sobre los cambios rápidos en la experiencia, que crean cohortes basadas en la conciencia de edad. En los estudios sociológicos, el concepto de generaciones conecta la idea más estática y estructural de grados de edad, con la historia y los procesos que van más allá de los cursos de vida mecánicos y de la reproducción social. El concepto de generaciones también habla de los procesos disciplinarios, hegemónicos, y contrahegemónicos, a través de los cuales las categorías sociales (como "juventud") son presentadas como homogéneas (véase Mannheim, 1952; Wohl, 1979), absorbiendo y borrando todo tipo de diferencias. En tercer lugar, necesitamos preguntarnos en qué tipo de espacio político participan los jóvenes, tanto en ámbitos amplios transculturales, como específicamente en universos locales; cómo esa participación depende de distintos tipos de agencia, y cómo esa participación viene a desafiar, desplazar o, a veces, efectivamente a sabotear otros espacios políticos. Estas preguntas, importantes para los estudios sobre los jóvenes en cualquier lugar, se plantean con especial fuerza en los estudios sobre los jóvenes en África. Aquí el impacto de la globalización, y las tensiones entre cambio y continuidad, son particularmente agudas. Tanto los estados desencantados, como las nuevas instituciones y aquellas en decadencia, producen nuevos espacios para la afirmación política y la creación de identidades. La promesa de modernidad ofrece una gama de contradicciones y desencantos, y las guerras y sus secuelas abren la posibilidad de negociar continuidades y cambios.

La categoría de Juventud como construcción social e histórica, como concepto relacional, y los jóvenes como un grupo de actores, forman una lente especialmente aguda, mediante la cual se pueden enfocar las fuerzas sociales en África, igual que en gran parte del mundo. A través de esa lente, las relaciones y construcciones del poder son refractadas, recombinadas y reproducidas, en tanto las personas reclaman unas contra otras sobre la base de las edades -demandas que son recíprocas, pero asimétricas. Las dimensiones simbólicas de la personalidad y de la agencia adquieren particular relevancia cuando la naturaleza y los roles de los jóvenes son discutidos en situaciones domésticas, en los poblados, o en relación con la sociedad nacional. La juventud figura en el centro de los debates y transformaciones de la composición, la pertenencia, y la hibridación de identidades -en la composición familiar, en los grupos de parentesco, en los grupos étnicos y en el estado. Los jóvenes son especialmente sensibles a las transformaciones en la economía en tanto sus actividades, perspectivas y ambiciones son desplazadas y redirigidas. Nuevas formas de participación política y autoridad excluyen e incluyen a los jóvenes de nuevos modos, y los debates acerca de esas nuevas formas son debates sobre la naturaleza de la ciudadanía, las responsabilidades, y sobre la naturaleza moral, inmoral y amoral de la acción social; cuestiones particularmente agudas para los jóvenes, quienes están cambiando en forma rápida y múltiple. Los cambios en las tecnologías de gobierno, a menudo modeladas por medio de discursos occidentales y de la industria del conocimiento de las ciencias sociales, señalan y redefinen a los jóvenes a través de las escuelas y otras iniciativas educativas; a través de programas de salud y sexualidad, y mediante los intentos de controlar los movimientos poblacionales. Y la circulación de los discursos occidentales sobre la juventud a través de diversas instituciones y personas, para quienes los jóvenes se encuadran como consumidores prototípicos y también como problema social prototípico, condensa muchos de los problemas críticos de la globalización y la coyuntura histórica. Moviéndose a través de esas coyunturas, reconfigurando redes de poder, reinventando la personalidad y la agencia, los jóvenes se sitúan en el centro de la imaginación dinámica del paisaje social africano. Pese a que los antropólogos no han descuidado a los jóvenes en etnografías sobre África, estos con demasiada frecuencia han aparecido en un papel secundario. Rara vez han sido estudiados como el punto central desde el cual examinar estas coyunturas, pese a que los jóvenes, desde numerosos puntos de vista, son fundamentales para negociar la continuidad y el cambio en distintos contextos. Los autores de los articulos reseñados en esta introducción asumieron este reto a partir de las sesiones del encuentro anual de la American Anthropological Association realizado en 1998, y al hacerlo abrieron nuevas perspectivas sobre la sociedad, el poder y la vida política.

Las personas que podrían ser consideradas "jóvenes" conforman una creciente proporción de la población de África. Las tasas de fertilidad siempre parecen haber sido altas (Bledsoe y Cohen, 1993): la Organización de las Naciones Unidas informó en 1998 que la tasa de crecimiento demográfico en África era del 2,4% (en comparación con una tasa mundial del 1,3%), con algunos países muy por encima del 3%. La disminución de la mortalidad de lactantes y niños, combinada con altas tasas de crecimiento, implica que la distribución de la población está fuertemente sesgada hacia los jóvenes. En este informe de 1998, el 43% de la población africana era menor de 15 años, y sólo el 5% tenía 65 años o más, nuevamente con variaciones entre los distintos países.3 Los cambios en la curva de distribución de la población y el incremento de la cantidad de personas muy jóvenes pueden requerir un nuevo examen de las categorías de niños, jóvenes, adultos o ancianos. Este es especialmente el caso de los modernos regímenes estatales, cuyas iniciativas y cuyo control sobre la población se definen a través de categorías como esas (Scott, 1998). De cualquier manera, la misma aparición de este estado "moderno" es parte de una serie de cambios en las condiciones sociales, económicas, políticas y culturales, que han afectado los modos en que las personas piensan las categorías de edad, y la forma en que luchan para reconocerse a sí mismas con relación a la sociedad. Esto afecta a las maneras en que pueden imaginar los contornos de esa sociedad.

Los jóvenes, sin duda, no han estado ausentes de la antropología de África, pero la atención que se les prestó ha sido esporádica y con demasiada frecuencia accesoria. La antropología británica, la cual dominó los estudios africanos durante su período formativo, y cuyo foco de atención se orientó al orden político o al conocimiento de la cultura, a menudo colocó a los jóvenes en un papel secundario. Por ejemplo, la etnografía clásica de Evans-Pritchard, Los Nuer (1940), atiende específicamente a los jóvenes de dos maneras. En primer lugar, las canciones y los nombres de los jóvenes ilustran la elaboración cultural general sobre el ganado en la cultura Nuer como totalidad. Aquí, la creación imaginativa de sí mismos realizada por los jóvenes (principalmente varones) representa las obsesiones culturales de toda la sociedad (puede consultarse Hutchinson, 1996, para abundar sobre los jóvenes Nuer, incluidas las mujeres). En segundo lugar, casi como un apéndice, en el último capítulo Evans-Pritchard describe los grados de edad en los cuales los hombres jóvenes se inician juntos como un ejemplo más de los principios relacionales y estructurales del orden social, que anteriormente había descrito para los linajes y las unidades políticas. Aquí la organización de las personas en grupos vinculados entre sí por relaciones etarias sirve para regular la interacción social mediante una organización relacional de las personas.

Los grupos de edad Nuer, tal como los describe Evans-Pritchard, son característicos de numerosas sociedades pastoriles del este africano. Estas cohortes de edad fueron creadas por medio de ritos comunales y performances que abarcaron diferentes poblados y, a veces, diferentes "tribus" (véase Baxter y Almagor, 1978). Lo mismo puede decirse para algunos casos en el sur de África (las aldeas etarias descritas por Wilson, 1951, donde la edad suplanta otras formas de "esqueleto estructural", son una forma extrema). Meyer Fortes (1945) introdujo el estudio estructural de la edad en el hogar. Su estudio sobre los clanes y linajes Tallensi, que también estableció pautas para el análisis social estructural, enfatizó el papel de los ancianos y de los santuarios que ellos mantenían en el sostenimiento del sistema de grupos corporativos que definían el orden social. Tal como Evans-Pritchard, Fortes escribió un segundo estudio sobre la esfera doméstica (1949). En él enfatizó las orientaciones de los individuos hacia quienes los rodeaban, entre las cuales estaban las importantes relaciones de los hombres con sus padres. Dentro de la estructura de clanes y linajes, estas relaciones se caracterizaban por compartir intereses corporativos e identificaciones mutuas; pero la estructura, desde el interior, también posicionaba al hijo contra el padre y al padre contra el hijo. Los derechos y privilegios de los ancianos se conseguían por la continua subordinación de los hijos, y la posibilidad que tenían los jóvenes de segmentar los linajes amenazaba las prácticas unificadoras de los ancianos. El propio conflicto era producido por la estructura corporativa y segmentaria, pero las disputas entre ancianos y jóvenes eran experimentadas en términos individuales.

La descripción que realizó Evans-Pritchard de la iniciación como el momento en el cual las cohortes de edad eran creadas, las distinciones etarias eran reproducidas culturalmente, y la identidad social y cultural era literalmente inscripta (en forma de escarificación facial) en los iniciados, está en consonancia con muchos otros estudios acerca de cómo las transiciones de edad se constituyen, en África, en ritos de pasaje. Tales ritos son, en la actualidad, frecuentemente suplantados por las migraciones laborales, la escuela o la participación en guerras civiles. Pensemos en el excepcional estudio de Audrey Richards (1956) sobre el género y la edad en las iniciaciones de las niñas Bemba, Chisungu ; en varios trabajos de Victor Turner, o en el más reciente estudio de Corinne Kratz (1994) que hace hincapié en la cualidad performativa del género y la juventud. Numerosos estudios sobre iniciaciones conservan las ambigüedades y contradicciones que aquellos contenían: el ensayo de Jean LaFontaine's (1977), por ejemplo, describe vívidamente los argumentos sobre el poder y el conocimiento de los iniciados contra sus mayores (véase también Comaroff, 1985). El estudio de Marc Schloss (1988) sobre las iniciaciones Ehing, que tienen lugar sólo cada veinticinco años, describe también cómo las categorías de edad están asociadas con ciertas formas de conocimiento, en particular con conocimientos de género que otorgan a los adultos (en tanto categoría) la capacidad de reproducirse. Su estudio también planteó el problema de cómo las categorías de edad pueden incurrir en contradicciones, cuando los hombres de edad más avanzada aún no iniciados en los derechos de la adultez han establecido una suficiente independencia económica. Todos estos estudios afirman el antiguo principio antropológico según el cual las categorías sociales son culturalmente construidas y estas construcciones son a menudo contradictorias. Los estudios más tardíos agregan la dimensión del poder: cómo los jóvenes son creados a través del ejercicio del poder y reclaman los conocimientos de los ancianos. El poder fue también crítico para el análisis marxista de Claude Meillassoux (1981) sobre la reproducción social. Allí, el autor retoma las observaciones de Fortes sobre la subordinación de los jóvenes a los mayores, pero se centra más cercanamente en las relaciones económicas y en las transformaciones socioeconómicas de la economía colonial y postcolonial. En su estudio, los miembros mayores de la sociedad efectivamente creaban grupos subordinados, como los conformados por mujeres o por jóvenes, y controlaban los recursos productivos y reproductivos a través de demandas sobre el trabajo de estos grupos (puede consultarse Reynolds 1991, quien describe la agencia atribuida y los derechos asignados a los niños en el curso de este proceso socioeconómico).

Entonces, si la juventud es a la vez relacional y culturalmente construida, si incluso es posiblemente un efecto social del poder, ¿cómo podemos proponerla como un tema general de investigación? En todas partes parece haber alguna conceptualización relevante de categorías de edad o etapas de la vida. Una solución ha sido definir a la juventud en referencia a etapas biosociales universales del curso de la vida: infancia, niñez, adolescencia, juventud y adultez. Pero otras culturas, en los hechos, no asocian la "juventud" en particular con etapas biosociales; las niñas pueden convertirse en jóvenes mucho antes de la aparición de la pubertad o mucho más tarde, en sus 20 años, y los varones pueden seguir siendo jóvenes hasta sus 30 o 40 años. Schlegel y Barry (1991) distinguieron la niñez como un período de dependencia, subordinación e identidad social asexuada. La adolescencia, vinculada en formas variables a los procesos fisiológicos hormonales, es un período de desarrollo de la identidad sexual, aumento de la independencia y aprendizaje de los roles sociales de adultos, aunque a menudo en contextos liminales. Luego, Schlegel y Barry señalan que la "juventud", el período que en su esquema sigue a la adolescencia, no está presente en todas las sociedades y que es una etapa de adultez temprana, en la cual las personas tienen muchas de las características de los adultos, pero aún no se les otorgan todos sus derechos y responsabilidades. En este enfoque, la juventud se destaca de los períodos anteriores en el sentido de que es una construcción totalmente sociocultural. Pero es una construcción problemática: dos de los aquí reseñados extienden el concepto hasta sus límites. Partamos de una idea esquemática y grosera de "los jóvenes" como si habitualmente fueran (1) aquellos que (ya sea por sus propias reivindicaciones o por imposiciones de los demás) cabalgan entre las relaciones parentales, el espacio domestico y la esfera pública más amplia; (2) quienes han conseguido ciertos niveles de autonomía reconocida y asumen roles públicos, pero son todavía dependientes y no están aún en condiciones de dirigir el trabajo de otros, y (3) aquellos de quienes se puede esperar que actúen sobre su mundo social y no sólo que sean receptores de acciones, pero cuyas acciones a menudo se conceptualizan como oscilantes entre (o conectando) lo social y lo a-social (los dominios biológicos, naturales y exóticos). De nuevo, concluimos con una categoría sumamente dudosa que parece ajustarse a numerosas personas simultáneamente, pero a ninguna consistentemente. Gottlieb (en esta edición) se pregunta cuál podría ser el límite inferior de este concepto, argumentando que incluso los niños pueden demostrar alguna agencia fuera de la esfera doméstica, típicamente asociada con los adultos o al menos con los jóvenes. Rasmussen (en este número), por otra parte, examina el cambiante espacio performativo en el que la juventud y la madurez pueden ser reclamadas; en el cual la manera y el lugar donde se baila o se canta, se vinculan tanto con la historia social de la persona como con su edad real. Además, debemos recordar siempre que la naturaleza local, la definición y la experiencia de la juventud son, en todas partes y en todo momento, notablemente diferentes para los distintos grupos de género, clase u ocupacionales (Ben-Amos, 1994; McRobbie, 1991). Este ha sido un punto central para Bastian (en esta edición).

Si bien uno de los problemas que atañe a la antropología de la juventud es una definición consistente, en esta colección de artículos no hemos intentado definir el concepto como un término universal. Margaret Mead (1928) describió vívidamente cómo la experiencia de la adolescencia -un concepto biosocial- variaba entre EE.UU. y Samoa, y en relación con diferencias de género, clase y condiciones habitacionales en Samoa. Ariès (1962) cuestionó el significado e inclusive la propia existencia de la niñez (y la juventud/adolescencia) en otros tiempos de la historia europea. Si bien ambos estudios han sido cuestionados (Freeman, 1983; Wilson, 1980), sus autores señalaron una agenda que muchos investigadores han seguido de diversos modos durante las décadas siguientes, especialmente en estudios sobre autoadscripción o conciencia juvenil en sociedades occidentales. De hecho, desde el cambio de siglo, sociólogos, antropólogos y psicólogos han estado investigando la experiencia de la adolescencia y la juventud en Occidente. Los historiadores, en particular, han delineado cómo a través de los siglos XVIII y XIX, cambios en las estructuras económicas, familiares, de las comunidades locales y del estado fueron reflejados en la infancia y en la juventud (ver especialmente Gillis, 1974, y Kett, 1977). Al mismo tiempo, mostraron cómo esas categorías se tornaron más ambiguas y, simultáneamente, se situaron en el centro de atención moral, de la comunidad, el estado, e inclusive la atención disciplinaria. Como sugiere Foucault (1979), en la medida en que juventud fue definida como una categoría concreta de análisis social, devino cada vez más una categoría socialmente problemática, y los estudios sobre los jóvenes se formularon, muy a menudo, en términos de desviaciones o problemas que requieren intervenciones programáticas.

En lugar de proporcionar una definición de la juventud, quienes contribuyeron con esta compilación piensan a la juventud no tanto como un grupo de edad específico o una cohorte, sino como un "indicador" social ( social shifter) -un término tomado de la lingüística (puede consultarse Silverstein, 1976; Jakobson, 1971 y también Durham, 1998). Un indicador (o índice) es un tipo especial de deíctico o término indexical que no funciona a través de una referencialidad absoluta a un contexto fijo, sino que refiere al orador a un contexto relacional o indexical ("aquí" o "nosotros" son de esos términos). Un indicador tiene la capacidad de, a veces, ir más allá y poner en la conciencia discursiva las características metalingüísticas de la conversación; es decir, que puede ir más allá de las relaciones inmediatas que se están negociando y llamar la atención sobre la estructura y las categorías que producen o permiten el encuentro. Cuando las personas apelan al concepto de juventud en una situación, se sitúan a sí mismas en un paisaje social de poder, derechos, expectativas y relaciones, indexicalizándose tanto a sí mismas como a la topología de ese paisaje social. Tal como lo ilustran en forma incisiva los siguientes ensayos, esas apelaciones no son necesariamente estáticas, sino que pueden ser realizadas de modos dinámicos, contenciosos e imaginativos. Los indicadores trabajan metalingüísticamente, llamando la atención sobre relaciones específicas dentro de una estructura de relaciones, sobre la estructura misma. Este parece ser particularmente el caso con la movilización de la idea de "juventud" en la vida social. Al reconocer, experimentar o confrontar a la juventud en la vida cotidiana, las personas llaman la atención sobre los modos en que las relaciones están situadas en campos de poder, conocimiento, derechos, y sentidos de agencia y de persona. En las performances musicales, los dramas juveniles, los secuestros de niños para la brujería, la crianza de niños, las curaciones y conversiones de los jóvenes o los recuerdos de una juventud vivida en una zona de guerra, las personas hablan directamente de la cuestión de qué es el poder en sus sociedades, qué es la agencia y de qué tipo es, y cómo los derechos se negocian. Imaginar a los jóvenes, e imaginar el concepto relacionalmente, es imaginar los fundamentos y las fuerzas de la sociabilidad.

Uno de estos fundamentos que ha ocupado mucho a los antropólogos en los últimos tiempos, y ha sido focalizado en estudios sobre los jóvenes (Amit-Talai y Wulff, 1995), es el concepto de agencia. Bajo la influencia de la noción posmoderna de sujeto, la idea de agencia ya no puede referirse simplemente a la capacidad de una persona de actuar en forma autónoma o ejercer directamente el poder sobre otra. Una sugerencia posestructuralista es considerar "agencia" a la acción, ejercida por las personas a través de diversos y contradictorios discursos por los cuales ellas se constituyen, y "autor" a una persona o sujeto posicionado en momentos o encuentros particulares (Davies, 1991). Semejante concepto se adapta a los estudios modernos tardíos o posmodernos sobre los jóvenes, y en particular a los estudios deícticos sobre ellos, y también se entrelaza con algunas conceptualizaciones anteriores. Por ejemplo, Erik Erikson (1968) afirmó que la juventud/adolescencia es un período en el que las personas experimentan con diferentes roles; claramente, en los términos arriba señalados, un acto agentivo4 situado en la intersección de posibles campos de autoría. Hay un fuerte énfasis en el consumo en este enfoque (ver, por ejemplo, Hall y Jefferson, 1976) muy apropiado para un mundo en el que las prácticas consumistas y sus asociadas (liberales) nociones de persona (Lipovetsky, 1994) y tal vez de autoría, se globalizan rápidamente. Y es este espacio del consumo, y una nueva lógica de la persona como agente y autor, lo que da forma a los debates y las prácticas de los jóvenes en el estudio de Stambach sobre los campamentos del movimiento religioso "nacer de nuevo"5 (en la Parte 2). Como ella señala, hay un contrapunto irónico entre los supuestos sobre las posibilidades de agencia para la auto re-creación de los sujetos, que dan lugar a y motivan los movimientos de renacimiento, y cómo estos mismos presupuestos replican las prácticas consumistas y la sobreproducción de nuevos sujetos, que este renacer estaba intentando contrarrestar.

La guerra es uno de los sitios en los que la naturaleza agentiva de los jóvenes es más ambigua (Richards, 1996; Mokwena, 1992). ¿Son los jóvenes víctimas o perpetradores de la violencia? En consonancia con la idea de agencia como algo forjado precariamente entre las distintas posibilidades discursivas, West (en la Parte 2) examina cómo las mujeres jóvenes que lucharon en Mozambique reflexionan sobre sus contribuciones. Ellas se insertan a sí mismas en los discursos ideológicos que dan forma a la guerra, y los utilizan para contrarrestar los intentos de marginarlas de los compromisos activos. Pero West también se opone a la idea de que la agencia tomada de múltiples campos discursivos pueda finalmente resultar en su empoderamiento. Para estas jóvenes mujeres, la excesiva re-creación de sí mismas en contextos de abrumadores cambios e indeterminación, parece haber socavado su capacidad para reclamar la plena madurez y la edad adulta después de la guerra. West también plantea importantes cuestiones sobre la forma en que las ex combatientes imaginan la juventud después de la guerra, y se pregunta: ¿son fácilmente sostenibles las demandas de agencia, de poder para los jóvenes y la conciencia de las nuevas generaciones? ¿Cómo la memoria, y en particular la "memoria postcolonial" (Werbner, 1998), forman parte de la constitución de la conciencia generacional, las ideas sobre la juventud y los deícticos sociales?

Pero hay otros modos de preguntarse por las nociones de agencia y persona. Sería un error considerar la agencia como un fenómeno unitario. La agencia no sólo puede vincularse con distintos campos discursivos, sino que efectivamente toma diferentes formas y es ejercida de modos diversos en distintas esferas. A modo de ejemplo, los tipos de agencia ejercidos en el espacio doméstico pueden diferir significativamente de las posibilidades de su realización y ejercicio en el ámbito nacional o en diferentes espacios institucionales, como las escuelas (Nyamnjoh, 2000). Esto es, de hecho, un hallazgo central de Gottlieb, quien argumentó que los bebés presentan algunas formas de agencia asociadas por nosotros, y por Beng, con la edad adulta. Se trata de una idea y un problema a los que apuntan en forma particularmente aguda, yo creo, West, Bastian y Gable (en la Parte 2). Bastian, por ejemplo, describe las luchas y transformaciones que involucró el establecimiento de escuelas misioneras cristianas en Igboland. Estas escuelas fueron promovidas para crear una categoría de jóvenes, o juventud, que serían "adecuadamente liminales" y estarían sujetos a las iniciativas transformadoras de la cristianización que tuvieron lugar en la intersección de estatus, nuevas formaciones de clase y género. A medida que estas iniciativas tomaron forma, los cristianos reconstruyeron un sentido del género, por medio de la fundación de un grupo de mujeres conversas cuyas vidas estaban organizadas en torno a lo doméstico y a la asistencia a sus maridos evangelistas. Las jóvenes mujeres de Igbo actuaron a través de las contradicciones de los nuevos imaginarios generacionales: entrenadas para la sujeción tanto a sus maridos cristianos como a la nueva moralidad cristiana, ellas eran, simultáneamente y a través de la misma moralidad, alentadas a "ejercer el nuevo poder" anclado en la domesticidad burguesa. Gable, así como Bastian y muchos otros, conecta agencia y moralidad: uno de los actos característicos de los jóvenes manjako en el presente y también en el pasado ha sido cultivar públicamente la moral social local, un ejercicio vinculado con los servicios públicos y económicos que realizan. El egoísmo de los ancianos, y de aquellos que ocupan posiciones de poder o tienen riquezas, es contrapuesto al interés de los jóvenes en la moral social como un todo (ver también Auslander, 1993; Niehaus, 1998; Argenti, 1998). Los jóvenes, parcialmente desvinculados de sus propios ámbitos domésticos, parcialmente en ellos, y aún no establecidos en otros nuevos, están en una posición notablemente ambigua en relación con estas diferentes esferas. En el pasado, en el sur de África y en otros sitios, se esperaba que ellos actuaran en nombre de la sociedad como guerreros, participantes en ceremonias nacionales y colaboradores de las obras públicas (Durham, 1998). Pero también podían representar las no tan socializadas, inmorales, y aún así potentes fuerzas indomesticadas de la naturaleza -fuerzas utilizadas por otros para la brujería, o para rituales de fortalecimiento. Rasmussen escribe sobre eventos en Tuareg en los cuales los jóvenes, como un fenómeno literalmente de representación, se exhiben dramáticamente en formas particulares de música y ceremonial. Así, enfatiza la manera en que los jóvenes trascienden las restricciones y las estructuras sociales locales. Los instrumentos musicales asociados con los jóvenes evocan una variedad de trascendencias como los dibujos de espíritus de la naturaleza, los movimientos de personas hacia el cielo, la promoción de la difuminación de los límites de las castas y las invitaciones a realizar asociaciones entre grupos y localidades. Establecen un puente entre lo local y el estado/nación, y también los conectan con lo transnacional. Esta capacidad de trascender, de penetrar en lo exótico, de forjar relaciones a través de las localidades, se ha vuelto central en la política y la economía rápidamente cambiantes de fin del siglo veinte.

Uno de los campos importantes de poder en el cual tienen lugar estas disputas, debates y deícticos sociales es el conocimiento (puede consultarse, por ejemplo, Murphy, 1980). El discurso sobre el conocimiento y sobre qué tipo de agencia se puede ejercer y dónde, es central para todos los artículos incluidos en las partes 1 y 2. En contraste con el estereotipo de la maduración como un proceso de adquisición de conocimiento, un anciano islámico (en el artículo de Rasmussen) representa su envejecimiento como un proceso de olvido (y aprendizaje): "He olvidado todo lo que hice durante mi juventud". En el siglo veinte las formas de conocimiento han proliferado, y las demandas de conocer y controlar el saber, así como los intentos por legitimar o deslegitimar los conocimientos, son fundamentales en los discursos de poder social, y también para la desestabilización de los espacios en los cuales se realiza la agencia. Burke (en la parte 2), en Botswana, encuentra formas de conocimiento en el corazón de las distinciones y conflictos entre jóvenes y viejos. Los jóvenes reclaman un conocimiento extenso que puede o no ser parte del repertorio de los mayores: conocimiento escolar, de la burocracia, la agricultura científica y los medios para el "progreso". Pero ellos ignoran significativamente los conocimientos sociales que son fundamentales para su propio éxito: se ven a sí mismos demasiado "tontos" como para votar (inclusive cuando tienen la edad para hacerlo), y también incapaces de diagnosticar o tratar enfermedades de origen social (en particular la brujería). Entonces, no resulta sorprendente que los disturbios más severos que sacudieron Botswana recientemente, involucrando extensos motines, se hayan desatado en torno a la muerte de una colegiala. Los acusados estaban persiguiendo el "desarrollo" material por medios ilegítimos. El choque y el compromiso de formas dispares de conocimiento ponen de manifiesto las nuevas divisiones generacionales de la sociedad poscolonial.

Tal como Wohl (1979) ha demostrado para los movimientos políticos y filosóficos posteriores a la Primera Guerra Mundial en Europa, las conceptualizaciones sobre las cohortes y las experiencias generacionales están profundamente inmersas en una política de la historia (Werbner, 1998). Se trata de una política del presente en la cual el pasado se torna una representación moral, contra la cual se contrasta el presente. Las demandas sobre la posición de los jóvenes, sobre la naturaleza de la juventud, y los reclamos morales sobre la juventud, están centralmente involucrados en la reinvención del espacio social y político. Son utilizados para movilizar tipos similares de marcos temporales, así como en las negociaciones acerca de qué tipos de poder están disponibles, en qué espacios pueden ser ejercitados y por quiénes. En el despertar posterior a la Primera Guerra Mundial, los discursos sobre la juventud y sobre la "generación perdida" (una expresión que también ha sido utilizada con frecuencia para los jóvenes africanos a fines del siglo XX, como puede verse en Cruise O'Brien, 1996), formaron parte de los fundamentos del fascismo, del comunismo, y de las luchas políticas que condujeron a la Segunda Guerra Mundial. El discurso sobre la juventud en el África actual es tan crítico como importantes son sus consecuencias -de hecho, la repetición de la expresión "generación perdida" no es insignificante-. Los jóvenes ingresan en el espacio político como saboteadores; como actores políticos cuya política consiste en abrir los discursos sobre la naturaleza de la sociedad en términos más amplios y más específicos. Los artículos en las partes 1 y 2 proponen ampliar la discusión sobre los jóvenes en África, que toma forma en las variadas y complejas coyunturas del poder, el conocimiento, las conceptualizaciones sobre la personalidad y la agencia, y también en la política de la moral y la sociedad.

 

Notas

1 New York Times , 24 de mayo de 2000, "Violent student demonstration in Niger despite union appeal". Puede consultarse también Cruise O'Brien (1996) sobre huelgas estudiantiles.

2 Agradezco a Francis Nyamnjoh por sugerirme este término y presionarme para articular mejor el potencial de los jóvenes para sabotear el espacio político.

3 Las estadísticas fueron tomadas en julio de 2000 de la página web del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, www.undp.org/popin/wdtrends/p98/p98.htm

4 La expresión utilizada por la autora en el original es agentive act . El término agentive no está reconocido en lengua inglesa ni tiene traducción al castellano, por lo que hemos decidido realizar esta adecuación, manteniendo la raíz de la palabra agencia en su forma (N. de la T.).

5 Los movimientos "nacer de nuevo" ( born-again en el original) se insertan en los denominados movimientos neopentecostales (N. de la T).?

 

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