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Cuadernos de antropología social

versión On-line ISSN 1850-275X

Cuad. antropol. soc.  no.42 Buenos Aires dic. 2015

 

ARTÍCULOS

El origen nacional y la condición migratoria como generadores de conflictos y formas de violencia en un barrio de la periferia urbana de Córdoba

María José Magliano,* María Victoria Perissinotti** y Denise Zenklusen***

 

* Doctora en Historia. Investigadora Adjunta del CONICET con lugar de trabajo en el CIECS (CONICET y UNC), Córdoba. Docente de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba. Coordinadora del Programa de Investigación Multiculturalismo, Migraciones y Desigualdad en América Latina (CIECS-CONICET y UNC). E-mail: majomagliano@gmail.com.
** Candidata a Doctora en Antropología (UNC). Becaria Doctoral del CONICET. Maestranda en Antropología (UNC). Licenciada en Comunicación Social. E-mail: vperissinotti@gmail.com.
*** Candidata a Doctora en Antropología (UBA). Becaria Doctoral del CONICET. Maestranda en Antropología (UNC). Licenciada en Comunicación Social. E-mail: denisezenklusen@gmail.com

Fecha de recepción: agosto de 2014. Fecha de aprobación: mayo de 2015.

 

Resumen

Este artículo analiza las implicancias del origen nacional y de la condición migratoria en los conflictos generadores de violencia en un barrio de relegación urbana (Wacquant, 2007) situado en la periferia este de la ciudad de Córdoba y habitado principalmente por migrantes peruanos. Asimismo reflexiona sobre las formas y los sentidos que adquieren las representaciones de inseguridad en esos conflictos —en contextos de exclusión social— a partir de indagar en las experiencias de los sujetos que los habitan, con sus complejidades y contradicciones. Metodológicamente, el artículo se asienta en una etnografía basada en la observación cercana al terreno, a efectos de dilucidar cómo y por qué los sujetos actúan, piensan y sienten como lo hacen en escenarios socio-históricos específicos. Para ello, explora un tema escasamente problematizado aun dentro del campo de los estudios migratorios como es la articulación entre formas de violencia interpersonal, origen nacional y exclusión social.

Palabras clave: Migración peruana; Marginalidad urbana; Violencia interpersonal; Inseguridad; Córdoba

Nationality and Migration Status Generating Conflicts and Interpersonal Violence in a Neighborhood of the Urban Periphery of Cordoba

Abstract

This paper analyses the implications of national origin and migration status in conflicts that reproduce forms of violence in a neighborhood of urban relegation (Wacquant, 2007), located in the Eastern periphery of Córdoba and mainly inhabited by Peruvian migrants. In addition, it looks into the forms and meanings of insecurity representations in these conflicts —in contexts of social exclusion— through considering the complex and contradictory practices and experiences of the people who live in those spaces. Methodologically, the paper is based on ethnographic research grounded in field observation, which attempts to understand how and why people in particular socio-historical scenarios act, think and feel as they do. It explores a topic scarcely developed yet in migration studies, that is the articulation between interpersonal violence, national origin and urban marginality.

Key words: Peruvian migration; Urban marginality; Interpersonal violence; Insecurity; Córdoba

A origem nacional e condição migratória como geradores de conflitos e de formas de violência num bairro da periferia urbana de Córdoba

Resumo

Este artigo analisa as implicações de origem nacional e de condição migratória em conflitos geradores de violência em um bairro de relegação urbana (Wacquant, 2007) localizado na periferia leste da cidade de Córdoba que é habitada principalmente por imigrantes peruanos. Também se reflete sobre as formas e significados de aquisição das representações de insegurança naqueles conflitos, em contextos de exclusão social, desde a investigação das práticas e experiências dos indivíduos que nelas habitam, com suas complexidades e contradições. Em termos metodológicos, este artigo baseia-se em uma etnografia com base na observação rigorosa no campo, com o intuito de elucidar como e porque, em cenários sócio-históricos específicos, as pessoas agem, pensam e sentem. Para isso, explora um tema ainda pouco problematizado dentro do campo dos estudos migratórios como é a articulação entre as formas de violência interpessoal, a origem nacional e a marginalidade.

Palavras-chave: Migração peruana; Marginalidade urbana; Violência interpessoal; Insegurança; Córdoba

 

 

Introducción

Este artículo se desprende de una preocupación teórico-política surgida a partir de la realización de un trabajo de campo etnográfico colectivo iniciado en el año 2012 en un barrio ubicado en la periferia este de la ciudad de Córdoba. Esa preocupación gira en torno a tres campos problemáticos como son la migración reciente, la marginalidad urbana y las desigualdades sociales.1

En particular se propone dos objetivos principales. En primer lugar, analizar las implicancias del origen nacional y la condición migratoria en los conflictos generadores de violencia en un barrio de relegación urbana (Wacquant, 2007) de la ciudad de Córdoba conocido como Sabattini, donde residen principalmente migrantes peruanos. En segundo lugar, indagar sobre las formas y los sentidos que adquieren las representaciones de inseguridad en esos conflictos en contextos de exclusión social.

A partir de reconstruir las prácticas y experiencias de los sujetos que los habitan, con sus complejidades y contradicciones, busca mostrar de qué manera las acciones desplegadas en torno a resolver la inseguridad se han transformado en uno de los factores generadores de violencia en Sabattini.

Las preguntas que orientan este artículo no formaban parte de nuestras motivaciones iniciales para el acercamiento al barrio. Sin embargo, desde el comienzo la temática de la violencia interpersonal —es decir las acciones de personas contra personas que, de manera intencional, amenazan, intentan infligir o infligen daño físico (Auyero y Berti, 2013)— se nos impuso con relevancia etnográfica. Empezamos entonces a prestar atención a los relatos que los migrantes traían a colación permeando su vida cotidiana.

Así pues, aparecen como parte del repertorio diario de quienes viven en Sabattini disturbios y peleas entre los propios vecinos, robos, allanamientos y tomas de casas (con la consiguiente respuesta de quienes allí residen), percepciones frente a las zonas más inseguras del barrio que condicionan los usos que las personas hacen del espacio y las estrategias colectivas desplegadas en pos de enfrentar esas inseguridades (muchas de las cuales refieren a prácticas importadas desde Perú).

Como sostienen Javier Auyero y María Fernanda Berti: "La violencia se parece a un saber establecido (un know how) para lidiar con las dificultades que surgen en la vida cotidiana" (Auyero y Berti, 2013:144).

En un principio la familiaridad con la que narraban ciertos hechos nos enfrentaba a una serie de concepciones dominantes sobre los comportamientos socialmente aceptados producto de nuestra propia pertenencia de clase. Bajo esta premisa y recuperando a Philippe Bourgois (2010), somos conscientes de nuestros supuestos morales a la hora de reflexionar sobre las formas y los usos de la violencia interpersonal en el barrio.

Los contenidos del concepto de "violencia" no son fáciles de asir y definir. Por el contrario, es comprendiendo sus ambigüedades y complejidades y evitando reproducir visiones dicotómicas (lo legítimo y lo ilegítimo, lo positivo y lo negativo) que es posible indagar críticamente sobre esos contenidos.

Adherimos pues a una definición de "violencia" que contemple el entramado de relaciones sociales de la que forma parte, que se aleje de posicionamientos esencialistas y que reconozca las relaciones de poder y las calificaciones morales que la atraviesan y que siempre están situadas en un marco social, cultural e histórico particular (Garriga Zucal y Noel, 2010).2

El espacio del barrio y sus particularidades así como el peso de las adscripciones nacionales se vuelven centrales para nuestro análisis, en tanto productores de sujetos, identidades y argumentos clasificatorios o moralizantes (Di Virgilio y Perelman, 2014).

En términos metodológicos, este artículo se asienta en una etnografía urbana en el sentido planteado por Loïc Wacquant (2003) de ser una investigación social basada en la observación cercana en el terreno, en tiempo y espacios reales, en la que como investigadoras nos insertamos cerca del fenómeno a estudiar a los efectos de detectar cómo y por qué los sujetos en escenarios socio-históricos específicos actúan, piensan y sienten como lo hacen.

Como sostiene Cynthia Pizarro, el trabajo de campo etnográfico supone "poner el cuerpo (físico, mental y espiritual) para captar las lógicas locales aprendiendo con la gente con la que se interactúa en un proceso de transformación mutua" (Pizarro, 2014:462).

Este trabajo de campo se realizó entre los años 2012 y 2014 en el barrio Sabattini.En las visitas al barrio (al menos dos veces por semana durante ese período) y a partir de nuestros intereses de investigación, comenzamos a entablar relaciones con diferentes personas, especialmente migrantes peruanos. En particular centramos nuestra atención en las condiciones de vida de las familias del barrio, las formas de organización familiar y las relaciones de género, las trayectorias laborales y los modos de vinculación entre los vecinos (entre los propios migrantes y entre migrantes y argentinos) así como entre ellos y distintos movimientos sociales y organismos del Estado.

Dada la composición del barrio, el volumen de información recabada sobre las trayectorias de varones y mujeres migrantes peruanos es mayor que aquella recopilada sobre la población argentina y de otros orígenes.

La migración desde Perú hacia Argentina en general, y hacia Córdoba en particular, está relacionada con la búsqueda de mejores oportunidades socio-económicas. En líneas generales, se trata de un flujo que se magnificó en los años 1990s con un importante componente femenino, joven y con una alta concentración en zonas urbanas (Cerrutti, 2005; Falcón Aybar y Bologna, 2013; Rosas, 2010).

En Córdoba, específicamente, la migración peruana hacia la ciudad comenzó a crecer —en correspondencia con el flujo hacia Argentina— durante la década de 1990 y como resultado de los procesos económicos y políticos transitados por Perú (Falcón Aybar y Bologna, 2013). 3 En el transcurso de la última década, y asociada a las trayectorias laborales fuertemente marcadas por la precarización y la vulnerabilidad, se produce un desplazamiento de estos migrantes hacia zonas periféricas de la ciudad, configurando problemáticas concretas alrededor del acceso al espacio urbano y a la vivienda.

En torno a la temática de la violencia existe una vasta producción científica. Sin embargo en este artículo no pretendemos realizar un exhaustivo recorrido acerca de esa producción. Antes bien, y reconociendo la inspiración de ciertas lecturas vinculadas a este campo de estudios como los trabajos de Wacquant (2007), Bourgois (2010), Auyero y Berti (2013), Álvarez y Auyero (2014) y, para el caso de Córdoba, las investigaciones de Tedesco (2007), Previtali (2008), Bermúdez (2011) y Boito y Michelazzo (2014), buscamos recuperar del modo más fehaciente los relatos de los habitantes de Sabattini como fueron registrados en nuestros diarios de campo para comenzar a explorar un tema escasamente problematizado aún como es la articulación entre formas de violencia interpersonal, origen nacional y marginalidad urbana.

No es nuestra intención que este trabajo aliente la estigmatización de las personas con quienes hemos trabajado ni la naturalización de experiencias a partir del origen étnico-nacional: las historias que aquí se cuentan nada tienen que ver con la naturaleza de los sujetos. Es por ello que las formas de violencia interpersonal que se reconstruyen a lo largo de estas páginas deben ser pensadas en contextos estructurales más amplios pero, al mismo tiempo, en las especificidades del barrio Sabattini.

De este modo, para comprender las maneras en que las personas que viven en contextos migratorios y de marginalidad urbana le dan sentido a esas formas y usos de violencia —es decir, cómo la utilizan, con qué propósitos, cómo la experimentan y la entienden (Auyero y Berti, 2013)— es que decidimos narrar los acontecimientos tal como nos fueron contados, aun cuando muchos de ellos no fueron concebidos ni presentados por las personas estrictamente como formas de violencia.4

El riesgo de que estas palabras sean usadas en su contra está presente pero, como sostiene Bourgois (2010), el problema y la responsabilidad están también del lado del observador y —añadimos nosotras— del lado del lector. En tal sentido, y acordando con José Garriga Zucal y Gabriel Noel (2010), más allá de los riesgos que implica abordar la violencia como objeto de estudio, no debemos renunciar a reflexionar sobre sus implicancias en la vida social.

 

Tensiones y disputas en los orígenes de Sabattini: las identificaciones nacionales como factor de conflicto en la construcción del barrio

El barrio Sabattini se consolida como tal entre los años 2009 y 2010 cuando un grupo de personas, principalmente peruanas, comienzan a tomar los terrenos ya que no podían continuar costeando el alquiler en otros barrios de la ciudad. En la actualidad, y de acuerdo al Censo de Viviendas, Hogares, Población y sus Características Migratorias (2014), el 56% de la totalidad de las personas que residen allí son peruanas, el 34% son argentinas y el 10% restante es oriundo de Bolivia y Paraguay, aunque en el barrio también vive una persona de origen chileno y otra ecuatoriana.5

La población argentina está conformada principalmente por niños, muchos de los cuales son hijos de padres migrantes así como también por migrantes internos, en especial procedentes de la provincia de Buenos Aires, Misiones, Salta y Santiago del Estero. Los peruanos que viven en el barrio, quienes migraron hacia Córdoba en busca de oportunidades laborales, se dedican fundamentalmente a la construcción, la costura y el trabajo doméstico remunerado.

Sabattini está ubicado sobre terrenos fiscales del Estado nacional, rodeado por las vías del ferrocarril y un canal de agua. Lejos de ser una excepcionalidad, la construcción del barrio presenta características similares a la de otros espacios de la ciudad de Córdoba en los que viven migrantes recientes de origen sudamericano. Así, mientras que en la década de 1990 los migrantes peruanos se asentaban en barrios tradicionales del centro de la ciudad, como Alberdi, la imposibilidad de acceder a viviendas o de pagar los alquileres en esos lugares los ha desplazado hacia zonas de relegación urbana.6

Entonces aparecieron espacios ubicados en la periferia de la ciudad —en su mayoría terrenos fiscales— que se presentan como una alternativa frente a la urgencia de conseguir un lugar donde vivir donde son principalmente las redes migratorias las que les facilitan el acceso a ellos,7 ya que, en general, la noticia de que se están ocupando terrenos circula de modo informal entre los vecinos de las pensiones y las casas en las que viven los familiares y los amigos.

Para el caso de Sabattini, específicamente, se fue configurando una red social entre migrantes peruanos que permitió su llegada a estos terrenos. Poco a poco comenzó a poblarse con viviendas precarias que los mismos vecinos fueron construyendo, en principio de madera y, con el paso del tiempo, de material. Sumado a la precariedad de las viviendas, Sabattini cuenta con escasos servicios básicos, sus calles son de tierra y en caso de lluvia la mitad de las viviendas suelen inundarse. En el barrio no hay escuelas, postas policiales ni tampoco Centros de Atención Primaria de Salud. Tampoco hay plazas ni lugares públicos de recreación.

El asentamiento de los primeros migrantes peruanos al barrio no tuvo lugar en un espacio vacío sino que había unas pocas personas que ya habían previamente descubierto el lugar, y que incluso ya residían allí. De acuerdo a lo que hemos podido reconstruir, un grupo de argentinos delimitaron algunos terrenos afirmando que eran los propietarios. Posteriormente comenzaron a venderlos a precios que, comparados con los del mercado formal, resultaban accesibles. Sin embargo, por tratarse de terrenos fiscales, la venta se mantuvo en el plano informal, siendo la propiedad garantizada por la ocupación y no por una escritura que avale la posesión.

La llegada de migrantes peruanos a Sabattini no estuvo exenta de tensiones. Como nos comentó Marta —migrante peruana pionera en llegar al barrio junto con su familia y referente en el proceso de construcción de la Cooperativa Sabattini— en una de nuestras primeras visitas: "los peruanos hemos invadido el barrio" (Marta, migrante peruana, Sabattini, 19 de septiembre de 2012).8

La idea de invasión está presente en las percepciones de muchos de los migrantes peruanos y también de los argentinos, resultando el origen nacional un factor de diferenciación en la conformación del barrio. La presencia migrante no refiere simplemente a una presencia física sino que también viene a disputar un sentido de derecho a la pertenencia y a la permanencia. En nuestros encuentros Marta nos relató las tensiones que había generado esa presencia, configurada en clave de origen nacional:

Hay una persona que se autonombró "presidente de una comisión directiva" y quería formar una cooperativa pero no representa a nadie. Esta persona es argentina, de Misiones. Al comienzo cobraba 1500 pesos a cada familia que se asentaba porque éramos inmigrantes. Había que pagar derecho de piso y la gente del barrio le tenía miedo. Yo no, no le pagué ese dinero (Marta, migrante peruana, Sabattini, 19 de septiembre de 2012).

En líneas generales, el barrio parece tener dos referentes bien definidos: Marta y Fernández, la persona oriunda de Misiones.9 Las diferencias entre ambos han sido una fuente de conflictos entre los vecinos, legitimando formas de violencia que, en el transcurso de los años, se han vuelto cotidianas. Marta nos comentó reiteradamente sobre algunos episodios producto de esa rivalidad, en especial los referidos a una serie de denuncias y allanamientos que había realizado la policía en su casa. Sin embargo, no fue hasta casi dos años después de que la conocimos que nos relató en detalle esa experiencia:

Tantas veces he estado a punto de largar todo y volverme a Perú. Lo he pasado muy mal con Fernández porque él ha hecho de todo para correrme. Me puso tres denuncias: una por drogas, una por taller clandestino y una por trata de blancas. […] En la primera yo justo había salido para el centro y me llama mi hija llorando, diciendo: "mami, ven que han entrado unos hombres a casa y están que revuelven todo". Yo por suerte aún no me había ido, estaba en la parada del colectivo nomás. Salí rápido, corriendo y llegué y vi que estaban en mi casa y les empecé a gritar como una loca que se vayan, que qué hacían en mi casa, que se vayan. Me gritaban y me decían que venían a buscar la cocina. Claro, yo no sabía nada, pero me decían: "¿dónde está la cocina?" y yo los llevé a mi cocina porque no sabía. Se pusieron furiosos: "señora, ¿por qué nos toma de tontos". Pero yo no sabía que cocina le decían a la cocina de la droga. Esa vez me subió la presión y me desmayé […]. Le llamé a mi marido y a la Alicia para decirles y vinieron a buscarme, la Alicia me mandó a su abogado.10 Me rompieron el colchón porque decían que tenían que buscar la droga, porque era parte del procedimiento. […] Vieran… todo roto, no servía más. Y ahí vieron que no tenía nada. Yo les pregunté que por qué habían hecho eso y me dijeron que era porque alguien me había puesto una denuncia anónima. Después, una vecina que está con Fernández me dijo que había sido el "chileno" con Fernández. […] El "chileno" es un señor que […] siempre cuando nosotros pasábamos nos decía: "peruanos vuélvanse a su país, peruanos sucios". Nosotros pensábamos que era argentino, porque si fuese un argentino, bueno, nosotros estamos pisando su tierra. Pero después nos enteramos que era chileno. Entonces, ¿por qué nos dice esas cosas?, ¿cómo va a negar su país de origen? Desde que sabemos que es chileno siempre pasamos y le decimos "bueno, chileno" y le da vergüenza, entonces ya no nos dice nada (Marta, migrante peruana, Sabattini, 25 de abril de 2014).

Este relato expresa la manera en que la presencia migrante en el barrio genera conflictos fundados en la sospecha de ilegitimidad de esa presencia a partir de la condición de extranjeros, recuperando los planteos de Abdelmalek Sayad (1989) en un marco de competencia con otros sujetos (argentinos) con los cuales se comparte la posición de clase, por el acceso y manejo del espacio y de determinados recursos económicos.

Bajo este escenario emergen formas de violencia vinculadas con la coacción y la perpetración de un daño, que contienen una doble dimensión. En primer lugar, la búsqueda de perjuicio que adquiere sentido a partir del fantasma de la expulsión ("ha hecho de todo para correrme" —dirá Marta) en un contexto de conflictividad social en el que los contendientes, en este caso los vecinos de Sabattini, intentan forzar la voluntad de sus rivales en un sentido favorable a sus deseos (Garriga Zucal y Noel, 2010). En segundo lugar, un afán ético (Álvarez y Auyero, 2014) que, al asociar a los migrantes de la región con actividades ilegales, busca deslegitimar su presencia.

Ahora bien, como el testimonio de Marta lo manifiesta, los sectores rivales en Sabattini no están claramente delimitados ni tampoco son estáticos. Así pues, pareciera que en el barrio no sólo no es lo mismo ser argentino que migrante sino que tampoco lo es ser chileno que peruano. Esto puede vincularse con la etnización y racialización de ciertos grupos migratorios en la Argentina contemporánea que habilitan confrontaciones por los recursos y el espacio incluso entre quienes son migrantes y se ubican en una misma posición de clase.

Las clasificaciones en torno al origen étnico-nacional dan forma a un ordenamiento social jerárquico que puede generar formas particulares de violencia. De algún modo ese ordenamiento promueve la producción y la reproducción de alteridades a partir de la consideración de las diferencias de los grupos etnicizados, fomentando su integración en los escalones más bajos de la jerarquía social (Pizarro, 2013).

Las disputas entre los propios migrantes regionales se vinculan fundamentalmente a las distancias trazadas entre cada una de esas poblaciones en relación con el ideario de nación homogéneamente blanca y europea (Briones, 2008). En tal sentido, el acercamiento a ese ideal (en términos socio-históricos) y, al mismo tiempo, el distanciamiento de las marcaciones étnicas que involucran a los aindiados hermanos latinoamericanos (haciendo especialmente referencia a las dinámicas migratorias que provienen de la región andina) contribuyen a la conformación de fronteras al interior de un espacio, en este caso el Barrio Sabattini, y también de sentimientos y lazos de pertenencia y reconocimiento.

De modo que Sabattini, como señalan los vecinos que allí residen, no sólo se constituyó en un barrio de migrantes sino particularmente en un barrio de migrantes peruanos. En este contexto las distintas adscripciones nacionales funcionan como formas identificatorias entre los vecinos, como configuradoras de fronteras al interior del barrio y también como generadoras de formas de violencia interpersonal ("peruanos vuélvanse a su país, peruanos sucios").

Como se desprende del testimonio de Marta, hay algo en la condición de no nacional y de peruanos que los coloca en una situación de desventaja frente a los demás habitantes del barrio, en especial los argentinos. Los tres allanamientos que sufrió en su vivienda son un ejemplo de la polarización existente en el barrio pues esas denuncias se encuentran sustentadas en estereotipos construidos en base a ciertas representaciones sobre las ocupaciones adjudicadas a los migrantes recientes de la región sudamericana en Argentina (en especial procedentes de Bolivia, Colombia, Paraguay y Perú) como es el tráfico de drogas, los talleres clandestinos y la trata de personas.

La versión de Fernández en relación con los procesos de conformación del barrio es un tanto diferente. En este trabajo no nos interesa plantear el análisis en términos de veracidad sino de las prácticas y conflictos generados por las tensiones entre argentinos y migrantes en un espacio de reciente constitución. Su vivienda está ubicada en una de las calles centrales del barrio, maneja un merendero donde "da la copa de leche" a partir de vinculaciones políticas establecidas con el gobierno provincial y trabaja en la construcción. Usualmente, en lo alto de su casa flamea una bandera argentina, en un claro ejemplo por delimitar las pertenencias nacionales. Hace diez años que vive en Sabattini y se presenta como uno de los primeros habitantes del lugar "cuando no era aún barrio" y se adjudica haber traído la luz y colocado el cableado que, aunque irregularmente, resolvió la falta de luz en el barrio.

En un primer momento nos identificaba con el grupo adversario, es decir con el de Marta y su gente. Cuando le explicamos los motivos de nuestra presencia en el barrio y nuestra pertenencia institucional, su actitud frente a nosotras se modificó significativamente. En las conversaciones que mantuvimos reconoció que "la gente de aquel lado (en referencia al sector de Marta) genera conflictos y no tira para el mismo lado" (Fernández, argentino, Sabattini, 5 de abril de 2014). Ese "tirar para el mismo lado" implica la lucha por el acceso a los servicios públicos y, principalmente, a la titularidad de los terrenos sobre los cuales se construyeron las viviendas.

En otra oportunidad señaló que "ellos (por el sector del barrio representado por Marta) no piensan como nosotros" (Fernández, Sabattini, 15 de junio de 2014). Según su relato, las distancias existentes han impedido avanzar más rápido en la obtención de respuestas a los reclamos de quienes allí viven.

Esto alude también a otra tensión entre migrantes y argentinos: la competencia en relación con quiénes son —y quiénes tienen derecho a ser— los principales interlocutores con el Estado. Los vecinos se valen de redes de contacto con organizaciones políticas y con el Estado (nacional, provincial y municipal), que son parte fundamental de los conflictos entre ellos.

Los condicionantes estructurales del barrio se convierten en un factor que recrea formas de violencia a partir de los modos de gestionar las ayudas que llegan desde afuera11 y que, en general, son canalizadas por los referentes del barrio que mantienen relaciones con funcionarios y agrupaciones políticas afines a los diferentes gobiernos de turno.

En los contextos en los que aparece la ayuda emergen también las desconfianzas y los conflictos de poder, lo que justamente ha sido uno de los focos de tensión entre Marta y Fernández: ambos se han disputado la presidencia de la cooperativa del barrio y se han posicionado como los principales gestores de aquello que obtuvieron en el barrio y de las ayudas que arribaron en diversas situaciones. Es en esas disputas que la cuestión nacional emerge como un factor de discriminación y violencia frente a los grupos etnicizados, en este caso los migrantes peruanos.

Hay una necesidad extendida entre los vecinos peruanos de explicar una presencia que se configura como incómoda e ilegítima: "nosotros venimos a trabajar, somos honestos y no molestamos a nadie" —nos dijo por ejemplo Esteban (migrante peruano, Sabattini, 13 de noviembre de 2012).

Los propios migrantes refuerzan aquellas visiones acerca de esa presencia sólo justificada en base al trabajo y a su condición de trabajadores. Esta evidencia remite también al argumento de Sayad sobre la existencia del migrante fundamentalmente como vinculada al trabajo: el migrante "sólo existe por el trabajo, para el trabajo, en el trabajo; fuera del trabajo no hay salvación para él" (Sayad, 1989: 74).

Continuando con Sayad (1989), hay una premisa —política e ideológica— de lo provisorio de la presencia migrante que contradice los sentidos de permanencia que el acceso a la casa propia (en un contexto actual de gran dificultad para poder acceder a ella) le otorga al proyecto migratorio (Magliano, Perissinotti y Zenklusen, 2014).

Los peruanos no sólo invadieron el barrio sino que se quedaron y además se involucraron políticamente, siendo esto una fuente de tensiones y conflictos, como también lo ha sido el hecho de que una de las referentes del barrio sea una mujer migrante.12 Pareciera ser, como bien sugiere Sayad, que:

La sociedad de inmigración —en todos sus estratos sociales, incluso entre aquellos que luchan por los mismos recursos y espacios— sólo tolera al migrante en calidad de extranjero (en derecho), y no le confiere ningún derecho para disfrutar de una presencia que sea indiscutible, irrevocable, reconocida como permanente, que sea otra cosa que una provisionalidad reconducida, una provisionalidad prolongada (Sayad, 1989: 79).

Estas representaciones sobre los migrantes condicionan sus prácticas así como también los comportamientos de quienes interactúan cotidianamente con ellos y transitan por los mismos recorridos en términos de posibilidades socio-económicas.

Las formas de violencia desplegadas en el proceso de construcción del barrio —que se materializan en una serie de agresiones verbales y físicas, denuncias entre los propios vecinos que se traducen en allanamientos, amenazas y robos— encuentran su justificación, entre otros factores, en la legitimidad o ilegitimidad de la presencia migrante en la competencia por un mismo espacio.

Ahora bien, las divisiones que se fueron gestando en el barrio, una de las cuales se expresa en la rivalidad entre Marta y Fernández, no supone que todos los migrantes apoyen a Marta ni que todos los argentinos a Fernández. Afirmar esto contribuiría a la invisibilización de las tensiones y disputas al interior de los propios colectivos migratorios y nacionales. Lo que la conformación de Sabattini expresa es que la identificación nacional actúa como un factor generador y legitimante de conflictos y formas de violencia configurando fronteras y demarcaciones en un contexto de marginalidad urbana. Lo mismo sucede, como veremos a continuación, con las representaciones sobre la inseguridad y las prácticas y acciones que esas representaciones han ocasionado en Sabattini.

 

Las representaciones sobre la inseguridad y las prácticas generadoras de violencia en Sabattini

Las prácticas en torno a las formas de resolver la inseguridad se han transformado en uno de los factores principales generadores de violencia en Sabattini. A lo largo de nuestro trabajo de campo en el barrio hemos oído numerosas referencias acerca de la inseguridad: los vecinos se quejaron por la ausencia de organismos de seguridad, mencionaron el peligro que conlleva dejar la casa sola, nos recomendaron no adentrarnos en ciertas zonas y se quejaron de arrebatos y robos en la parada del colectivo y en algunos descampados.

Uno de los motivos de intranquilidad refiere a la sensación de inseguridad que genera entre los vecinos tener que dejar la vivienda vacía para salir a trabajar. Como planteamos anteriormente, al ser terrenos fiscales, la única garantía de propiedad es ocupar el terreno. Ahora bien, como nos explicó Estela, una migrante peruana que vive en Sabattini junto a su marido y sus hijos, la usurpación es un peligro constante: "lo que pasa es que acá tienes que ocupar el terreno porque si no te lo ocupa otro. Si estás en tu casa no te roban, no se meten, pero si no estás, te ocupan" (Estela, migrante peruana, Sabattini, 17 de octubre de 2012).

"Dejar la casa sola" también conlleva otra preocupación, fundamentalmente para aquellos que trabajan en sus viviendas y cuentan allí con alguna herramienta de valor como, por ejemplo, máquinas de coser. Teniendo en cuenta que una de las ocupaciones principales de los migrantes peruanos en la ciudad de Córdoba es el trabajo textil, aquellas familias que pudieron armar un taller domiciliario han tenido que modificar su organización cotidiana en pos de proteger los bienes adquiridos. Así, nos comentaban que una vez que logran comprar alguna máquina para su taller, deben permanecer trabajando en su hogar y restringir sus salidas fuera del barrio. En caso de salir, deben implementar estrategias para garantizar el cuidado de su vivienda; entre ellas, dejar a sus hijos o solicitarle a algún vecino que se las vigile.

En relación con esto, Estela nos comentó sobre una vez que, cuidando la casa de una vecina también peruana, había tenido que interceder frente a un supuesto ladrón:

Cuando ven que tienes, están más atentos cuando te vas de tu casa para robar. Los otros días estaba cuidando la casa de Silvia porque ella no estaba porque se había ido a trabajar. Y entonces me pareció raro porque vi un chico que se acercaba pero yo sé que él no es muy cercano a Silvia, entonces ¿qué hacía allí? Me dijo que le estaba haciendo un mandado a Silvia pero yo sabía que no, que me dijo eso para disimular, porque yo sé que ellos no se llevan. Así que lo miré un rato y al final se fue (Estela, migrante peruana, Sabattini, 26 de septiembre de 2012).

Otra de las preocupaciones de los vecinos se relaciona con la imposibilidad de circular libremente en algunos horarios, especialmente durante la noche. Según relataron, hay lugares por los cuales es inseguro transitar en soledad después de que oscurece. De este modo, se van constituyendo ciertas zonas a las que se les atribuye peligrosidad y se van trazando espacialidades y modos diferenciados de transitar por Sabattini.

Así, por ejemplo, la zona cercana al canal que sirve de límite entre el barrio y los terrenos baldíos que lo circundan es considerada tan peligrosa por los vecinos que la mayoría evita transitarla solos o en horarios de poca circulación. Son conocidos también los ataques sufridos por mujeres adolescentes que se dirigían hacia la escuela situada en un barrio cercano.

Atendiendo a estas inquietudes, la falta de presencia y acción policial constituye uno de los mayores reclamos de los vecinos. De hecho, de acuerdo a los datos arrojados por el censo llevado a cabo en el barrio en el año 2014, el 71% de ellos se encuentra insatisfecho con la labor de los organismos de seguridad en el barrio. Teniendo en cuenta que se trata de un barrio ubicado en la periferia y construido de manera irregular, no posee aún una seccional de policía asignada, lo que constituye otra fuente de reclamos para los vecinos debido a las largas demoras que deben sufrir frente a una denuncia.

Según lo narrado hasta aquí, las representaciones sobre inseguridad en Sabattini no parecieran tener ninguna especificidad vinculada con las prácticas de violencia y con el contexto migratorio. Sin embargo, las respuestas que los migrantes peruanos dan a estas situaciones, que consideran problemáticas, se encuentran atravesadas por la tensión entre legitimidad e ilegitimidad que, según Garriga Zucal y Noel (2010), caracteriza a las prácticas relacionalmente vividas como violentas. Y es justamente con relación a dicha tensión moral que el origen nacional aparece en los discursos de los migrantes como un factor central para desmarcarse de las acusaciones que los argentinos realizan al concebir sus prácticas como violentas:

Al principio el barrio era muy inseguro y la policía no hacía nada. Entonces nos juntamos un grupo de vecinos y empezamos a hacer rondas para cuidar las casas y correr a los que roban. Es que los peruanos salimos a trabajar, las mujeres y los hombres, y las casas quedan solas, y acá sabemos quiénes son los que roban y molestan. Con esas rondas mejoramos la seguridad, echamos a muchos de ellos del barrio (Esteban, migrante peruano, Sabattini, 26 de abril de 2014).

Los relatos acerca de la organización de los vecinos para correr a quienes roban o usurpan a las familias de Sabattini constituyen una fuente de orgullo para quienes actualmente viven allí, quienes nos comentaron una y otra vez acerca de episodios similares a los que narraba Esteban: "los corrimos a todos, uno por uno" —sentenció Marta cuando la conocimos (Marta, migrante peruana, Sabattini, 13 de noviembre de 2012). Estela, por su parte, se refirió a las usurpaciones:

La semana pasada una familia peruana tuvo que salir y se quedó su casa sola. Entonces unos argentinos se aprovecharon y usurparon la casa. Ahí los vecinos se organizaron y los botaron de la casa, para que sus verdaderos dueños la puedan ocupar de nuevo. Es que los peruanos estamos mucho fuera de casa porque estamos trabajando (Estela, migrante peruana, Sabattini, 26 de septiembre de 2012)

Resulta interesante analizar entonces cómo la adscripción nacional juega un papel importante no sólo en las disputas en torno al acceso y al manejo del espacio y los recursos socio-económicos sino también en el despliegue y la justificación de prácticas que, en el lugar de destino, son calificadas como violentas y negativas.

Lejos de suponer que el origen nacional en sí mismo le imprime características particulares a la forma de actuar (como una especie de naturaleza), aquello que nos interesa poner de relieve aquí es cómo las prácticas de nuestros interlocutores se encuentran constantemente atravesadas, en sus justificaciones, por esa forma de clasificación social.

En primer lugar, aparece la mención al trabajo como la característica definitoria de los peruanos y su proyecto migratorio. Luego de escuchar esta referencia en numerosas ocasiones pudimos notar que no resulta casual. Por el contrario, tiene importancia en tanto la presencia del migrante es permanentemente legitimada a partir de su condición de trabajador; y siendo que sus estrategias para lidiar con la inseguridad son juzgadas moralmente por los argentinos como violentas y negativas tienen que ser de alguna manera justificadas. La alusión al trabajo como categoría legitimadora de la presencia migrante aparece entonces en sus relatos a fin de subvertir la clasificación moralmente enjuiciadora de sus prácticas.

Esta legitimación se torna necesaria porque muchas de las estrategias que realizan los vecinos peruanos constituyen, desde las representaciones de algunos argentinos, actos que suponen una trasgresión —con toda la carga moral del término— a determinadas normas. Así, las agresiones hacia las personas que intentan robarles son frecuentes en Sabattini. Según nos explicaron muchos migrantes, esto se debe a que en Perú las leyes permitirían atrapar a personas sospechosas de actos delictivos y escarmentarlos independientemente de que la policía esté o no presente.13 Con respecto a esto, Pedro, un migrante peruano que vive en Sabattini con su familia, nos comentó:

Ahora no queda ningún chorito, sólo en el fondo […], acá sacamos a todos los choritos. El otro día ataron a uno con soga, lo encontraron en el patio; pero en Argentina es diferente a Perú, la ley es diferente. En Argentina si tú le haces algo a alguien te castigan, si tú agarras a un chorito te castigan. En cambio en Perú, si tú agarras un chorito, la ley no te castiga (Pedro, migrante peruano, Sabattini, 8 de marzo de 2013).

La adscripción nacional aparece entonces jugando un segundo papel en los discursos de los migrantes de Sabattini: como legitimador de formas de violencia importadas desde su país natal. Marta nos explicó en otra ocasión acerca de un episodio similar. Según nos dijo, ingresando al barrio se encontraron con dos choritos que estaban intentando robar a una persona cerca de la parada del colectivo. Cuando los vieron, algunos vecinos se acercaron y los detuvieron por la fuerza mientras que otros tomaron la motocicleta en la que se movilizaba y comenzaron a romperla.

La intención —nos indicó Marta— era asustar al ladrón mientras llegaba la policía. "Ustedes los peruanos…" —contó que le dijo en tono reprobatorio el oficial una vez que arribó, dando a entender que ese tipo de prácticas violentas no sólo no eran permitidas en Argentina sino que además eran comunes entre los migrantes de ese origen nacional. En las palabras del policía se concentra gran parte de las evaluaciones morales que realizan los argentinos en relación con las prácticas descriptas.14Sin embargo, lejos de considerar estas experiencias como violentas y negativas, Marta se sentía orgullosa de su accionar y nos comentó una idea que había surgido entre los migrantes: "queríamos poner un cartel en el que diga que en este barrio así de mal les va a los choritos" (Marta, migrante peruana, Sabattini, 26 de febrero de 2014).

Nuevamente, la intención no es atribuir una conexión natural entre las formas de violencia y el origen nacional. Antes bien, nos interesa poder comprender el lugar que el origen ocupa en los discursos de nuestros interlocutores como un factor legitimador de sus prácticas. Y esto sólo puede comprenderse si analizamos cómo, en un movimiento inverso al que desarrollamos en el apartado anterior, estos migrantes han construido como el otro peligroso a algunos argentinos que viven en el barrio.

Así, en tercer lugar, el clivaje nacional se convierte en un argumento de peso en las experiencias de nuestros entrevistados puesto que son los argentinos quienes les robarían a los peruanos. De hecho, las zonas que son calificadas como "peligrosas" son aquellas en donde, según los migrantes, viven mayor cantidad de argentinos. Tal es el caso de Yolanda, una migrante peruana que llegó a comienzos del año 2012 al barrio con su familia:

No estoy muy contenta con el lugar donde vivo. Mis vecinos me roban. Lo que pasa es que llegué después al barrio y por eso me tocó un terreno de más allá (señalando en dirección al este), la "zona de argentinos". Por eso estoy buscando moverme a otra parte del barrio (Yolanda, migrante peruana, Sabattini, 17 de octubre de 2012).

Vemos entonces que el origen nacional es una dimensión a la que los varones y mujeres peruanos le prestan especial atención en relación con sus experiencias de inseguridad. El ser argentino o peruano se juega en las legitimaciones de las prácticas, en las acusaciones hacia los otros y en las marcaciones y demarcaciones relacionadas con lo seguro y lo inseguro.

En este contexto en particular, las adscripciones nacionales aparecen como categorías morales que permiten legitimar las prácticas propias y deslegitimar las ajenas. Y es en ese proceso de deslegitimación moral del otro a partir del origen nacional que las prácticas propias buscan alejarse de la clasificación de violentas en función de catalogar bajo esta rúbrica a las prácticas ajenas. Este proceso puede comprenderse a partir de la propuesta de Noel quien muestra como "la categoría de violencia constituye un modo de denominar y, aun más, de calificar moralmente prácticas ajenas" (Noel, 2008:102).

Este proceso de auto-asignación y de hetero-asignación de etnicidad por parte de los migrantes peruanos que hemos desarrollado hasta aquí podría ser pensado como una manera de confrontar con los sentidos hegemónicos (Pizarro, 2013) que circulan en el barrio y que los marcan como peligrosos, violentos o transgresores. Así, y recuperando las implicancias de la dimensión productiva de la violencia interpersonal —el afán ético— a la que hacen referencia Álvarez y Auyero (2014), las formas y usos de violencia poseerían un sentido y un significado.

En un contexto signado por la desigualdad y la exclusión social, en donde la seguridad pública brindada por el Estado resulta un servicio de escaso acceso, lo que ante nuestros ojos aparecía en un comienzo únicamente como mera violencia remite en realidad a distintas estrategias que los migrantes y los argentinos despliegan para resolver las tensiones y los conflictos entre sujetos que —perteneciendo a una misma clase social— se disputan el manejo y el control de una serie de recursos socio-económicos y simbólicos en pos de asegurar su reproducción cotidiana.

 

Consideraciones finales

En este artículo exploramos los conflictos generadores de violencia en contextos migratorios y de marginalidad urbana en Córdoba. A lo largo de estas páginas pretendimos, primero, mostrar el modo en que las identificaciones nacionales adquieren centralidad en las disputas por el territorio y el manejo de recursos socio-económicos en escenarios de exclusión social; luego, indagar sobre las representaciones de inseguridad que permean la cotidianeidad del barrio y que promueven conflictos que configuran formas particulares de violencia interpersonal.

Entendiendo que el hecho de que se utilice "o no la etiqueta de violencia a una persona o una práctica determinada dependerá en buena medida de criterios sumamente sensibles a las diferencias y contrastes en las experiencias de socialización" (Noel, 2008:102), nos interesaba particularmente recuperar las especificidades de Sabattini en tanto espacio con alta presencia de población migrante para pensar esas disputas y esas representaciones.

Observamos entonces que, en este espacio social en particular, la adscripción nacional y la condición migratoria funcionan como criterios sensibles a la hora de identificar qué prácticas son consideradas violentas y cuáles no por los diferentes actores que conforman el barrio. En tal sentido buscamos poner de relieve las heterogeneidades y las tensiones que se presentan en estos espacios, usualmente homogeneizados desde afuera a partir de la pertenencia de clase.

El análisis de las tensiones entre los vecinos, atravesadas por el origen nacional, permitió además reconocer las estrategias que despliegan los sujetos —tanto migrantes como argentinos— en pos de sortear las dificultades presentes en escenarios de relegación urbana. Así pues, las prácticas emergentes se legitiman como parte de las estrategias de quienes residen en el barrio para disputar poder en un marco constituido por una presencia activa y conflictiva del Estado y, como sugieren Álvarez y Auyero: "para seguir adelante ante los riesgos que acechan sus vidas y las de sus seres queridos, a pesar de las profundas carencias materiales y simbólicas" (Álvarez y Auyero, 2014:18).

Identificamos de qué manera las distintas prácticas analizadas, más allá del hecho de que sean percibidas y representadas como violentas y negativas, no dejan de ser prácticas que intentan regular las relaciones sociales.

En términos metodológicos, la búsqueda por comprender las prácticas configuradoras de violencia sólo fue posible gracias a un proceso de reflexividad que comenzó cuando pudimos advertir que eran nuestros propios supuestos y valores morales los que habían categorizado, a priori, algunas experiencias como violentas. A partir de desnaturalizar dichos supuestos logramos discernir el modo en que los actores mismos clasificaban, en una trama de relaciones y sentidos contextuales, algunas experiencias como violentas y otras no.

Nuestra misma presencia, en tanto que somos argentinas, desató una serie de explicaciones y justificaciones de nuestros interlocutores en relación con sus prácticas que dan cuenta de las evaluaciones morales que se ponen en juego en estos contextos.

Por último, como planteamos al inicio del texto, no se trata de estigmatizar a las personas que residen en Sabattini sino de contribuir a una reflexión crítica sobre aquello que permea y estructura las formas y usos de la violencia interpersonal en determinados espacios —periféricos, marginales, de relegación— dentro de las ciudades contemporáneas.

 

Notas

1. Los nombres del barrio y de las personas que aparecen en este artículo han sido modificados para preservar el anonimato en el que nos fueron reveladas algunas de las cuestiones que aquí abordamos.

2. Las diversas significaciones del concepto de violencia son ampliamente abordadas en el artículo de Garriga Zucal y Noel (2010). En ese trabajo los autores dan cuenta de las complejidades que supone hablar de violencia y violencias. Atendiendo a esta dificultad, en este artículo retomamos la propuesta de abordar analíticamente dicho concepto a partir de prestar atención a la articulación entre las concepciones nativas de violencia y su contraparte analítica.

3. Nos referimos, por un lado, a la implementación de las políticas neoliberales en Perú que supuso una profunda transformación del Estado en la década de 1990 y se tradujo en la destrucción sistemática de puestos de trabajo; por el otro, a la violencia tanto de grupos armados (por ejemplo de Sendero Luminoso) como del Estado mismo contra la sociedad civil.

4. En este sentido, cabe aclarar que algunas de las situaciones y experiencias narradas fueron explícitamente clasificadas por nuestros interlocutores como "violentas" mientras que otras fueron sólo tangencialmente ubicadas dentro de esta categoría a partir de referencias a las percepciones que otros actores realizaban de esas prácticas. Asimismo, otras situaciones se convirtieron en objeto de disputas para desmarcarse de la calificación de violentas. De cualquier modo, en todos los casos la categoría de "violencia" rondaba los relatos a partir de poner en tensión la relación a la que aluden Garriga Zucal y Noel (2010) entre lo moralmente legitimo e ilegitimo.

5. A comienzos del año 2014 participamos en la organización y realización del Censo de Vivienda, Hogares, Población y sus Características Migratorias en el barrio Sabattini. El mismo se realizó como complemento del trabajo etnográfico que veníamos desarrollando previamente en ese espacio. Este barrio cuenta con catorce manzanas y un total aproximado de doscientas diez viviendas. En el censo se relevaron ciento setenta de ellas, es decir, el 81% del conjunto del barrio, y se recabó información sobre seiscientas setenta y un personas viviendo allí (la tasa de no respuesta entra dentro de la franja aceptable).

6. Alberdi es un barrio tradicional de la ciudad de Córdoba ubicado en su zona central y que reúne a un importante número de migrantes peruanos.

7. Las redes facilitan la llegada de los migrantes peruanos —y no sólo ellos— a la ciudad de Córdoba, ayudando a encontrar un lugar donde vivir en el momento del arribo, a incorporarse al mercado laboral y, posteriormente, también a ciertos espacios en donde pueden comenzar a construir una vivienda que, aunque precaria, sea considerada como propia.

8. Marta llegó por primera vez a la ciudad de Córdoba en el año 2002 para trabajar como empleada doméstica. En aquella oportunidad migró sola dejando en Lima a su hija (Verónica), fruto de una pareja anterior, y a su nuevo marido José. Luego de residir un año en Córdoba volvió a Lima donde permaneció unos dos años para luego volver a Córdoba, esta vez con toda su familia. Para el año 2014 la familia estaba compuesta por sus hijos Verónica, Rosana y el pequeño Roberto, los dos últimos nacidos en Córdoba.

9. A esta división la experimentamos personalmente desde el primer día en que nos acercamos al barrio para conversar con las familias migrantes peruanas que allí viven. Cuando decidimos realizar el censo en el barrio, a comienzos del año 2014, esas diferencias emergieron en su total expresión cuando Fernández nos planteó que debíamos consultarlo a él a la hora de realizar este tipo de actividades en Sabattini. Nosotras fuimos configuradas como las chicas de Marta. Por este motivo, nuestro contacto con los vecinos de origen argentino se vio aun más restringido a lo largo de nuestro trabajo de campo.

10. Alicia milita en el Movimiento Evita (movimiento social y político cuyo surgimiento estuvo vinculado a las luchas de resistencia frente al modelo neoliberal durante la década de 1990s) y ha colaborado con Marta y el sector del barrio que trabaja con ella en la cooperativa que intentan conformar buscando respuestas a las demandas de los vecinos.

11. No es nuestra intención evaluar en términos morales estas prácticas. Sí es importante resaltar que las ayudas que llegan al barrio son configuradoras de violencia no sólo entre aquellos sectores que se constituyeron como rivales sino también entre quienes mantienen fuertes lazos de solidaridad. Así pues, una donación de computadoras, chapas, ropa o colchones puede disparar una serie de conflictos que se traducen en formas de violencia interpersonal que atraviesan la cotidianidad de Sabattini. Estas experiencias podrían ser iluminadas con los aportes de la antropología de la política. Sin embargo, esta perspectiva desborda el objetivo de este artículo.

12. Aunque somos conscientes de la construcción genérica de las relaciones sociales, resultando una dimensión central en la configuración de desigualdades, en este trabajo no profundizaremos sobre las implicancias de esa construcción.

13. No ahondaremos en este artículo sobre las legislaciones y las penalidades establecidas para quienes cometen ciertos hechos en ambos países. Se trata, más bien, de recuperar los sentidos y estrategias de legitimación de formas de violencia atravesadas por el origen nacional.

14. Dados nuestros intereses de investigación, las relaciones e interacciones de campo que entablamos con los vecinos argentinos fueron más acotadas. De allí que en este segundo apartado nos enfocamos en las prácticas y representaciones ligadas a la inseguridad y a la violencia desde la perspectiva de los migrantes peruanos. Sin embargo, las evaluaciones morales que los argentinos hacen de estas prácticas fueron permanentemente traídas a colación por los migrantes peruanos. Asimismo, como analizamos más adelante, nuestra presencia —en tanto argentinas— tornó necesario volver explícita, en reiteradas ocasiones, dicha justificación.

 

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