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Cuadernos de antropología social

versión On-line ISSN 1850-275X

Cuad. antropol. soc.  no.43 Buenos Aires jul. 2016

 

CONFERENCIAS

La "latourización" de la antropología de la ciencia en Argentina. Presentando a Bruno Latour *

 

Cecilia Hidalgo **

* El presente texto surge a partir de la presentación que precedió la conferencia Si nunca fuimos modernos, ¿qué nos pasó? de Bruno Latour -auspiciada en forma conjunta por la Fundación OSDE y la Editorial PAIDOS- realizada el día 4 de noviembre de 2014 en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (Argentina).
** Profesora Plenaria de la UBA. Investigadora del Instituto de Ciencias Antropológicas, Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires. Investigadora Responsable de un proyecto multinacional sobre la provisión de servicios climáticos en Sudamérica financiado por el Inter-American Institute for Global Change Research. Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Correo electrónico: chidalgo@filo.uba.ar o cecil.hidalgo@gmail.com

 

Bruno Latour ha sido durante varios años profesor del Centre de Sociologie de l'Innovation de la Ecole Nationale Supérieure des Mines en Paris y visitante en prestigiosas universidades tales como la London School of Economics de Gran Bretaña y de Harvard en los EEUU. Actualmente reviste como Professor en Sciences Po de Paris. Las distinciones que ha recibido son muchas, pero entre ellas se destaca el Holberg Memorial Prize de 2013 otorgado por la Universidad de Bergen, Noruega, que es considerado el equivalente más cercano al Premio Nobel de las Humanidades y las Ciencias Sociales.

Es muy difícil caracterizar en términos de adscripción a una disciplina o comunidad intelectual única a autores contemporáneos tan significativos como Bruno Latour. Para quienes nos hemos formado en el campo de la Antropología, ha sido fuente de inspiración y de orgullo profesional constatar la relevancia de sus ensayos y etnografías para la comprensión de procesos e instituciones centrales del mundo contemporáneo y el presente. La labor de Latour ha tenido gran repercusión en el conjunto de las disciplinas científicas y humanísticas, recolocando a la Antropología en un lugar que la asocia no solo a lo social y culturalmente lejano, a lo radicalmente diferente y exótico, sino a las instituciones más emblemáticas de lo cercano, lo propio y el presente como son la ciencia y la tecnología. En su obra se torna aparente la relevancia de la perspectiva casuística y comparatista de la Antropología para la discusión sociopolítica, epistemológica y filosófica más apremiante de la actualidad.

Desde sus primeros trabajos en el campo de la Filosofía y la Hermenéutica, y luego con su inmersión etnográfica en el contexto neocolonial de la Costa de Marfil del África en la década de 1970, Latour advirtió que se debía salir de la encrucijada de una antropología asimétrica, carente de esquemas alternativos que le permitieran superar la dicotomía tradicional/moderno o dar cuenta de racionalidades distintas a la propia. Fueron varios los antropólogos que trataron de desprenderse del exotismo y las categorías forjadas por la antropología de lo primitivo y distante, siendo en nuestro medio muy importantes las enseñanzas de Gerard Althabe. Una antropología que aplicara a sí misma y a quienes llamaba "civilizadores", "modernizadores", los mismos métodos y criterios de investigación desarrollados en el estudio de esos Otros concebidos como lejanos. Al propio tiempo, y tal vez por influjo de la obra de Thomas Kuhn, cuando en la década de 1970 Latour desarrolló sus primeras investigaciones, los enfoques epistemológicos se habían tornado menos apriorísticos y normativos; cada vez más "naturalizados" y atentos a las prácticas científicas efectivas.

Así pues, el aire de la época se respira y condensa en la obra de Latour, pero lo hace con un estilo propio tal que su manera de convertir en objetos legítimos de descripción etnográfica a uno de los segmentos más modernos de nuestra sociedad, el laboratorio científico, conmovería a toda una generación de investigadores. Su trabajo los/ nos llamaría a despertar incómodos ante distinciones dogmáticas puestas en juego corrientemente en la práctica efectiva de la ciencia: entre lo científico y lo político, lo racional y lo no racional, lo humano y lo no humano. Vida de laboratorio, escrito en coautoría con Stephen Woolgar en 1979 promovió muchos debates, hizo pensar y discutir mucho. Sabrán ustedes que su libro Los Microbios: guerra y paz de 1984, donde aborda las relaciones históricas y filosóficas entre Ciencia, Tecnología y Sociedad con centro en la figura de Luis Pasteur y la ciencia francesa del siglo XIX, fue traducido al inglés como The Pasteurization of France. En línea con esta sugerente traducción, podríamos decir que se dio en nuestro medio una "latourización" general entre los estudiosos de la ciencia y la tecnología, ya sea provenientes del campo filosófico como del de las ciencias sociales. Fuimos "latourizados", ríos de tinta corrieron discutiendo su forma peculiar de relativismo, la potencia de sus propuestas metodológicas, y tanta conmoción alentaría a un amplio adentrarse en nuevos campos de indagación etnográfica. Sus trabajos no tardaron en convertirse en modelo de cómo estudiar la cultura científica, la ciencia, la tecnología con herramientas antropológicas. De cómo proveer descripciones realistas y dar cuenta de las diversas maneras de "hacer mundo". Entiéndase bien, de hacer mundo: no de describir el mismo mundo de modos diferentes sino de analizar sosteniendo valores y admitiendo ontologías alternativas.

Latour nos enseñó que lo social no explica por sí mismo sino que es precisamente lo que debe ser explicado y puso a nuestra disposición metodologías orientadas a dar cuenta de cómo se producen composiciones y ensamblajes sociales contingentes y dinámicos. Su teoría del Actor Red, por la que es ampliamente reconocido junto a los nombres de Michael Callon y John Law, recupera lo colectivo a partir del rastreo de las asociaciones entre humanos y no humanos, asociaciones que pueden, pero no siempre lo hacen, construir sociedad. En lugar de una ciencia que toma lo social como a priori, la teoría del Actor Red enseñó cómo optar por una ciencia que analiza las consecuencias de vivir juntos.

Acusado de ser un crítico de la ciencia, Latour es tal vez uno de sus más importantes defensores. Le interesan las formas de producción de verdad, no la ideología universalista de la verdad científica. Su definición de la práctica científica es realista y empírica, asocia el conocimiento a la búsqueda de objetividad y credibilidad, a la generación de nuevos criterios de confianza en las instituciones y sus procedimientos. Es que nuestro tiempo critica a la ciencia, pero deposita en ella un peso excesivo y sobre esa base le atribuye objetivos que no le corresponden ni puede satisfacer, tales como proveer una buena vida, bienestar o certidumbre. Latour identifica muchas prácticas, tipos de razón y modos de existencia (entre ellos, el derecho, la religión, la política, la economía) a las que le competen esos objetivos, cada uno de ellos respondiendo a distintos regímenes de verdad. En el célebre Nunca fuimos modernos. Ensayo de Antropología simétrica  de 1991, muestra que las verdades más "duras", más reconocidas como "objetivas", se encuentran en un continuo con saberes menos consolidados, señalados como ideológicos, dudosos, relativos. La temprana propuesta de dar cuenta etnográficamente de los marcos culturales particulares de pensamiento moderno reconoce el impacto de los seminarios del Instituto de Estudios Avanzados de Princeton (EEUU) organizados por Clifford Geertz desde fines de la década de 1970, donde el aliento de proponer una antropología comparativa de las ontologías y el pluralismo de las representaciones de la aventura moderna tomó forma y se difundió al conjunto de las ciencias humanas. El término "moderno" -que comenzara a emplearse en el siglo XVII como línea de demarcación de una nueva relación entre la naturaleza y la sociedad, lo no humano y lo humano, lo arcaico oscuro y un futuro radiante, lo irracional y lo racional- perdía su capacidad de distinguir el pasado del presente para dar lugar al reconocimiento de un mundo poblado por "híbridos" de ciencia y sociedad abiertos a la indagación antropológica.

Pero la propuesta de hacer una antropología de los modernos sigue siendo en nuestros días un gran desafío. Bruno Latour, que ha logrado articular y dar expresión elocuente a las transformaciones más significativas de la práctica antropológica, nos invita a asumir con él tal desafío. En efecto, su último libro Investigación sobre los modos de existencia. Una antropología de los modernos (2012) retoma los argumentos de 1991 y los articula con la plataforma digital denominada AIME, en la que nos propone ser parte de una investigación colectiva y colaborativa que indague en la multiplicidad de los modos de ser modernos, instándonos a ser co-investigadores de esa pluralidad de modalidades de existencia. Tengo el inmenso honor y la enorme alegría de darle la palabra para que comparta con nosotros su invitación a pensar la modernidad y los llamados a la modernización de una manera distinta.

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