SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
 issue43La "latourización" de la antropología de la ciencia en Argentina: Presentando a Bruno LatourPost-normal anthropology author indexsubject indexarticles search
Home Pagealphabetic serial listing  

Services on Demand

Journal

Article

Indicators

  • Have no cited articlesCited by SciELO

Related links

  • Have no similar articlesSimilars in SciELO

Share


Cuadernos de antropología social

On-line version ISSN 1850-275X

Cuad. antropol. soc.  no.43 Buenos Aires July 2016

 

CONFERENCIAS

Si nunca fuimos modernos, ¿qué nos pasó? *

 

Bruno Latour **

* El presente texto surge a partir de la conferencia Si nunca fuimos modernos, ¿qué nos pasó? de Bruno Latour, -uspiciada en forma conjunta por la Fundación OSDE y la Editorial PAIDOS- el día 4 de noviembre de 2014 en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (Argentina).
** Profesor emerito en el Institut d'Etudes Politiques de Paris, Director de Médialab Sciences Po. Paris, Francia. Correo electrónico: bruno.latour@sciences-po.fr.

 

"Modernizar" es un término un tanto curioso. Retomando a Gilles Deleuze, podemos decir que es una orden, esto es, un término que no viene a describir una situación, que no cumple un objetivo empírico sino un objetivo de movilización: es una suerte de grito desgarrado que vocifera "no hay alternativa, debemos modernizarnos".

La historia francesa, al igual que la historia argentina, está colmada de efectos de este tipo de grito. El término modernización impide tener dudas. Bajo ningún concepto aparece, por ejemplo, la consigna: compongamos un modus vivendi, o exploremos alternativas, o bien, adaptémonos innovando con precaución. "Moderno" viene a definir algo así como el vínculo de todo un conjunto de propiedades y bienes, pero también de posturas, con respecto a la religión, las costumbres, la naturaleza, etc. Esto en teoría, obviamente, porque las cosas nunca funcionan así; no es posible alinear a todos estos elementos de esta manera. Sin embargo, eso es lo que se intenta: el punto de la modernización consiste en afirmar que hay un orden congruente entre ellos. Esto es lo que significa y se pretende lograr cuando se grita ¡modernícense!: un movimiento entre el pasado y el futuro, una distinción entre la creencia, de un lado, y la esperanza de exactitud, de otro, y por fin y lo más importante, la congruencia. Porque si los objetos avanzan a la par desaparece por completo la congruencia que aliena todo detrás de un frente pionero. Todo el mundo utiliza el término modernícense, pero en realidad el proceso nunca se detiene. Así, París es la capital de la modernización que, en un proceso continuo de modernización manda una pésima señal hacia afuera. ¿Qué es hacia afuera? Y bien son los lugares a los que llega siempre el pedido de que se modernicen. Y eso lo conocen bien en la Argentina también, es decir, el reclamo de las potencias de aguas afuera que puede estar vinculado a cuestiones económicas y no interesados en lo que ocurre en la ciudad de París. Es decir, modernizarse, es un término totalmente inútil para describir una situación, no importa si se trata de una torre que se va a construir en París o de la transformación de la economía. Con lo cual no se sabe si "modernizar" significa norteamericanizarse u occidentalizarse. Es un término que carece totalmente de significado, que perdió el escaso significado que sí llegó a tener con lo que llamo la mutación ecológica, en la medida en que en la actualidad, la mayoría de los especialistas que vienen de la geología o de las ciencias del clima, sobre las que trabaja Cecilia Hidalgo, dudan bastante fuertemente, de la posibilidad de proseguir este movimiento que no anuncia un fin o, por lo menos, no cuenta con una definición de su propio fin.

¡Modernícense! significa calculen las relaciones entre los seres humanos, y entre los seres humanos y las cosas, de acuerdo con un modo muy particular inventado -para retomar la expresión de Foucault- por la economía. Es complicado porque, como decía, dentro del argumento que insta a la modernización aparece una relación con lo religioso, definido por el término absolutamente clásico y controvertido de se-cula-ri-za-ción. En una primera capa de sentido, para el sentido común, modernícense significa avanzar en una vía cada vez más secular. La idea corriente que corresponde a los primeros rasgos del formato del argumento moderno consiste en decir que en el pasado arcaico todavía se podía ser religioso. Ahora bien, a medida que vamos avanzando en el frente de modernización la religión desaparece y pasa a ser creencia. La ciencia es colocada fuera de ese campo y deja de tener una relación con esta creencia. El gran filósofo alemán Hans Blumenberg, estudió muy de cerca esta cuestión de la secularización. ¿Acaso significa que dejamos lo religioso atrás? O significa que traducimos lo religioso de una manera equis sin que el aparato de creencias, sin que el modo de existencia, haya sido conservado. Por cierto hay una controversia o una "trifulca" si lo prefieren, bien conocida acerca de esta noción de secularización, en la que personas como Eric Voegelin sostienen que hay una verdadera ruptura entre las ideas religiosas tal como regían antes del siglo XVIII y el invento de la modernidad. En la expresión modernícense aparece una teología política. Es decir, no se trata, únicamente de ciencias, de obedecer a las leyes de la economía. No, no, es mucho más fuerte, casi perverso en esta configuración, pues sin esta segunda capa de sentido, la expresión modernización vendría a manifestar su debilidad, dado que jamás se logra alinear un frente de modernización. Eso no funciona, nunca hemos sido modernos, nunca hemos podido producir esa unidad, ni la diferencia entre tiempo pasado y tiempo futuro. Y por eso nos encontramos en una mecánica que yo llamo de composición, pero no, de modernización

Modernizar es hacer política prescindiendo de la política, del trabajo que hace la política. La política va a dejar de existir en tanto mundana. O mejor, cotidiana, en el sentido de modern en inglés. La modernización siempre va a estar marcada por la idea de que tiene que ser trascendente, sólo que no hay trascendencia. La trascendencia deja por completo de tener sentido porque secularizar significa: ustedes tienen todo lo malo de la religión, pero no lo que tiene de bueno, y se perdieron la oportunidad de hacer política. En la perspectiva de Voegelin en su libro La nueva ciencia política, cuando se habla de secularización siempre encontramos una teología política. Es decir, el veneno de la noción de secularización es que no hace falta hablar de religión cuando se habla de modernización, puesto que la modernización consiste en dejar la religión atrás. Pero aparece otro problema, a saber, que el diagnóstico de ese veneno, a su vez, también se pierde. No se puede hacer un diagnóstico, puesto que nos lo hemos sacado de encima en ese mismo movimiento. La consigan "modernizar" nos enloquece. Es un término que impide el análisis, nos vuelve locos. Fíjense si no, no se puede recurrir a las leyes de la naturaleza para poner orden, para hacer un orden común, porque las verdaderas ciencias, es decir, las ciencias que producen la objetividad, las instituciones con mucho equipamiento que permiten tener certidumbres están fuera del campo focal, no las vemos. Lo que se pretende enfocar es "la Ciencia" con C mayúscula, pero no "las ciencias", con c minúscula, y los científicos detrás. Tenemos el poder del Estado, el monstruo, pero dejamos de tener la política; es decir, ya no tenemos la capacidad de composición, la pequeña, humilde, y mundana, capacidad de lo político, del político, de producir modus vivendi.

La dificultad estriba en que la noción de modernización no solamente torna incomprensible la noción de secularización sino que también torna incomprensible el análisis de los enemigos. Porque ni bien decimos que un movimiento es un regreso a lo arcaico, todas las "innovaciones" que hacen esos mismos arcaicos para reinventar su postura y el retorno a una identidad se tornan invisibles. ¿A dónde vamos cuando nos modernizamos? Vamos a un lugar que es una utopía. Una utopía es un lugar inexistente, un lugar que no está en ningún lado, pero como sabemos -y es uno de los grandes argumentos de Carl Schmitt- la utopía siempre ocupó un lugar, siempre tuvo su topos: América. América del norte y América del sur. El tremendo continente vaciado de sus habitantes, en el cual, la idea utópica de expansión infinita, de avance, de modernización parece imaginable. Por eso no es inadecuado hacer una asociación entre modernización y americanización. Es cierto que desde el punto de vista territorial hablamos de un fenómeno, o dos fenómenos, similares: sin tierra para colonizar no tiene mucho sentido hablar de modernización, de manera que la cuestión de la modernización siempre está vinculada a un territorio. Y lo que la crisis ecológica hace ante la consigna ¡modernícense! es responder que este territorio no existe, mejor dicho, ya no existe más.

Para concluir. ¿Podemos encontrar una alternativa a "modernicémonos"? Deberíamos ser capaces de ser contemporáneos. Pero contemporáneo no es lo mismo que moderno. Diría que es lo contrario: ser contemporáneo es ser de su época, pertenecer a su tiempo. En francés la expresión "ser de su tiempo" también significa ser moderno, pero acá la estoy tomando en su sentido lato. En el sentido epistemológico y religioso "ser de su época", "ser de su tiempo", es sumamente difícil y trae a colación una definición que hay que desarmar. Hay que desatar el nudo de la modernización pues, una vez más, nunca se sabe exactamente qué significaría dar por acabada una modernización. Es muy raro pensar que hay tanta gente en el mundo que hoy vive con la consigna modernícense a la que, si de pronto se le preguntara qué significa poner un término a la modernización, contestaría que no se sabe.

La cuestión antropológica por antonomasia, y es justamente la parte que nos interesa, radica en tratar de entender qué ocurre con las personas que adhieren a una consigna tan contradictoria, tan desdibujada, y que sin embargo define en qué tiempo vive, y sobre todo, en qué espacio lo hace. Desatar el nudo es lo que traté de hacer con la investigación sobre los modos de existencia. Para ello, la primera que ya fue mencionada concierne a la definición de las ciencias: el paso de "la Ciencia" con ce mayúscula, a "las ciencias" con ce minúscula. Aquí aparece un caso muy interesante sobre el cual está trabajando Cecilia, y yo también estoy trabajando en el tema, que es el de las ciencias del clima. Atacados con argumentos de índole epistemológica, poco a poco los climatólogos se han dado cuenta de que si uno quiere lograr la objetividad, pero no la modernización, no hay que recargar las tintas ni cargar con tanto peso. Los dos términos son totalmente distintos. No se puede cargar la mochila de la producción de objetividad de un proyecto tan ambicioso como es la modernización que, en cierto sentido, es algo que viene a pervertir un orden. Es preciso entender ya no el mundo secular sino el mundo terrestre, terreno o terrenal. Es decir, ir a buscar las tradiciones, que son tradiciones cristianas, analizar su vínculo con lo religioso -no ya lo espiritual, que es una suerte de error de maniobra- sino lo terrenal. Si nunca fuimos modernos, la idea de que vamos a poder construir un frente de modernización, con lo arcaico atrás y lo progresivo adelante, carece totalmente de sentido. Por eso he tratado de utilizar otro término, que es composición y no modernización. Modernizar presupone poner una serie de elementos en línea, decir "si esto, entonces aquello", y todo de manera coherente para el avance. Mientras que componer supone tener partes en relación al espacio. Esta relación con el espacio, es -creo- el rasgo más fácil de entender. En el fondo, nos encontramos ante una situación que no difiere mucho de la del Renacimiento. Todos los términos que evoqué instan a que miren lo que pasaba en el siglo XVI; porque estamos muy próximos al siglo XVI, mucho más que al siglo XX. Es decir, el siglo XXI está mucho más próximo al siglo XVI que al siglo XX, que nos parece tan remoto. ¿Por qué? Porque el siglo XVI está marcado por el descubrimiento de un nuevo mundo. En aquél entonces era el mundo de ustedes, el continente de ustedes; bueno, no su continente sino el continente en el cual se encuentran. Es que en este momento nos encontramos ante otro continente, que no se encuentra en los confines de nuestra pequeña Europa, que es el mismo continente, la misma Tierra, aunque totalmente habitada de manera diferente.

Creative Commons License All the contents of this journal, except where otherwise noted, is licensed under a Creative Commons Attribution License