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Cuadernos de antropología social

versión On-line ISSN 1850-275X

Cuad. antropol. soc.  no.45 Buenos Aires jul. 2017

 

ARTÍCULOS

Construcción de conocimientos antropológicos y coinvestigación etnográfica. Problemas y desafíos

 

Elena L. Achilli *

 

* Doctora en Antropología. Investigadora del Consejo de Investigaciones de la Universidad Nacional de Rosario (CIUNR). Directora del Centro de Estudios Antropológicos en Contextos Urbanos (CeaCU). Facultad de Humanidades y Artes, Universidad Nacional de Rosario. Rosario, Argentina. Correo electrónico: eachilli@tower.com.ar.
Artículo elaborado especialmente para Cuadernos de Antropología Social a partir de la exposición de la autora en las VII Jornadas de Investigación en Antropología Social Santiago Wallace. Julio de 2016, Buenos Aires, Sección de Antropología Social, Instituto de Ciencias Antropológicas, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires.

 


Resumen
Hablar de los procesos de construcción de conocimientos antropológicos supone abrir un campo reflexivo en el que se cruzan diversas dimensiones que no están aisladas unas de otras. Se entretejen los posicionamientos epistemológicos y teóricometodológicos que conlleva consecuencias de orden político. A su vez, también se traman las condiciones institucionales y el contexto sociohistórico en el que se inscriben determinadas tendencias disciplinares locales y mundiales. Partiendo de esta generalidad, trataré de retomar los propios procesos de investigación socioantropológica en los que me he involucrado durante las últimas décadas con escuelas, docentes, gremios magisteriales, pueblos indígenas y con conjuntos sociales en condiciones de pobreza estructural. Me detendré, particularmente, en las modalidades de coinvestigación etnográfica que hemos implementado en diversos proyectos. Trataré de mostrar algunas de las potencialidades teóricometodológicas que aporta la etnografía a los procesos grupales/colectivos de investigación, así como los límites en su desenvolvimiento. Finalmente, mencionaré algunos desafíos que nuestra contemporaneidad latinoamericana abre al conocimiento antropológico.

Palabras Clave: Conocimientos antropológicos; Debates; Coinvestigación etnográfica; Modalidad grupal; Desafíos contemporáneos

Construction of anthropological knowledge and ethnographic coresearch. Problems and challenges

Abstract
Discussing anthropological knowledge construction processes entails reflecting upon different connected dimensions. Epistemological and theoreticalmethodological positionings with different political consequences are intertwined. In addition, institutional conditions and the sociohistorical context in which certain local and global disciplinary trends are inscribed must be taken into account. This paper looks into the processes of socioanthropological research I have participated in over the last decades with schools, teachers, teacher unions, indigenous peoples and groups in conditions of structural poverty. I will particularly focus on the modalities of ethnographic coresearchthat we have implemented in several projects. I will attempt to show some of the theoreticalmethodological potentialities that ethnography contributes to group/collective processes of research as well as limits in its development. Finally, I will mention some of the contemporary challenges anthropological knowledge faces in present Latin America.

Key words: Anthropological knowledge; Debates; Ethnographic coresearch; Group modality; Contemporary challenges.

Construção e conhecimentos antropológicos e copesquisa etnográfica. Problemas e desafíos.

Resumo
Falar dos processos de construção de conhecimentos antropológicos supõe abrir um campo reflexivo no qual se atravessam diversas dimensões que não estão isoladas umas de outras. Se entremeiam os posicionamentos epistemológicos, teóricos e metodológicos, o que traz consequências de ordem político. Por sua vez, também se tecem as condições institucionais e o contexto social e histórico no qual se inscrevem determinadas tendências disciplinares locais e mundiais. Partindo desta generalidade vou tentar retomar os próprios processos de pesquisa socioantropológica nos quais tenho me envolvido durante as últimas décadas com escolas, professores, sindicatos docentes, povos indígenas e com conjuntos sociais em condições de pobreza estrutural. Vou me deter, particularmente, nas modalidades de copesquisa etnográfica que temos implementado em diversos projetos. Vou tentar mostrar algumas das potencialidades teóricas e metodológicas que aporta a etnografía aos processos grupais/coletivos de pesquisa assim como os limites no seu desenvolvimento. Finalmente, vou mencionar alguns desafios que nossa contemporaneidade latinoamericana abrem ao conhecimento antropológico.

Palavras-chave: Conhecimentos antropológicos; Discussões; Copesquisa etnográfica; Modalidade grupal; Desafios contemporáneos


 

Presentación

Abrir un espacio que permita pensar el quehacer antropológico en estos tiempos resulta necesario como un modo para problematizar posicionamientos y modas en el interior de la disciplina y, al mismo tiempo, imaginar los mejores caminos que puedan aportar al conocimiento de las condiciones capitalistas de desigualdad de la época; particularmente, de aquellas que se están instaurando en el contexto latinoamericano. De hecho, supone generar un campo reflexivo en el que se cruzan distintas dimensiones que no están aisladas unas de otras. En tal sentido, se entretejen desde las opciones epistemológicas -ya sean las que se presentan como "nuevas" u otras-, así como desde las múltiples cuestiones de orden teóricometodológico. Entre estas, quisiera destacar el carácter que otorgamos a los conocimientos y a los saberes de los sujetos, teniendo en cuenta que la antropología, desde muy temprano, ha prestado atención a ello y que, actualmente, se vuelve a presentar con fuerza. Un núcleo que supone prestar atención a la complejidad que implica la interrelación entre los conocimientos y saberes subalternizados, los que se van imponiendo desde el poder y se transforman en hegemónicos, en disímiles procesos y modalidades de apropiación, y aquellos que emergen en contraposición a estos últimos a modo de opciones diferenciadas. Posicionamientos epistemológicos y cuestiones teóricas metodológicas que, siempre, conllevan consecuencias de orden político. A su vez, en cualquier proceso de construcción de conocimientos, no se pueden dejar de considerar las condiciones institucionales locales y el contexto sociohistórico en el que se inscriben determinadas tendencias disciplinares.

Partiendo de estas generalidades, trataré de retomar algunos aspectos de mi experiencia de investigación socioantropológica desplegada en las últimas décadas involucrándome con escuelas, gremios docentes, familias, maestras/os, poblaciones indígenas y conjuntos sociales en condiciones de pobreza estructural. Experiencias en las que he trabajado distintas modalidades de investigación. Desde aquellas que suponen entrar al campo/observar/conversar/escuchar/registrar y, simultáneamente, escribir documentos intermedios y finales, hasta aquellas modalidades que podemos denominar de coinvestigación o coparticipación etnográfica según como las hemos implementado en distintos proyectos. Si bien tal diferenciación puede ser discutida, en tanto en cualquier modalidad de construcción de conocimientos antropológicos podríamos hablar de coparticipación, aquí me detendré en las dinámicas grupales/colectivas de coinvestigación que implementamos, por considerar que pueden generar mayores riesgos y debates. Señalaré las potencialidades teóricometodológicas que brinda la etnografía a estos procesos e intentaré realizar una distinción alrededor de distintos niveles de conocimientos que pueden lograrse. De ahí que trataré de aclarar el uso diferenciado que realizo entre lo socioantropológico y lo etnográfico. Finalmente, mostraré algunos desafíos que nuestra contemporaneidad latinoamericana abre al conocimiento del campo antropológico.

Debates, desplazamientos teóricometodológicos y giros en el campo antropológico

"El análisis de la trayectoria histórica de la antropología social permite observar una constante invención, desgaste, extrapolación, apropiación, desaparición, resurgimiento de conceptos, donde lo fundamental parece radicar en el olvido o directamente en la negación de este proceso" (Menéndez, 2010: 233).

El campo del quehacer antropológico ha sufrido en su recorrido múltiples transformaciones teóricometodológicas. Se trata de un quehacer que ha estado conmovido por permanentes debates. En principio, por la presencia de una autocrítica recurrente que la antropología ha ejercido dado el contexto colonial en el que se desenvolvió y que continúa generando malestar por el uso que actualmente se realiza de la etnografía como instrumento de dominio. También ha estado movida por debates, desplazamientos y diversos giros teóricometodológicos. Menéndez (2010) identifica distintos movimientos de crisis en la disciplina a partir de los cuales se redefinen los problemas, los sujetos de estudio y las modalidades de conocimiento. En tal sentido, ubica tres grandes procesos en los que trata de articular -no mecánicamente- situaciones de crisis a nivel general con movimientos de ruptura de las continuidades teóricas e ideológicas dominantes: la primera, en la década de 1930 y principios de 1940; la segunda, desarrollada durante la década de 1960; y finalmente, el malestar expresado desde mediados de los años setenta y durante los ochenta.

De hecho, a lo largo de mi experiencia formativa y de mi práctica antropológica, he sido contemporánea de diversos debates y giros teóricometodológicos que se han dado en las ciencias sociales en general y en la antropología en particular. Podría decir que he estado atravesada por cuatro o cinco núcleos de debates -si atendemos a las expresiones decoloniales y ontológicas-, los que han sido fundamentales, aunque no únicos. En primer lugar, aquellos que se abrieron a partir de la preponderancia de las perspectivas marxistas en un contexto de incremento de luchas sociales y políticas durante la década de los sesenta del siglo pasado, con continuidad durante parte de los setenta.

En segundo y tercer lugar, por otros dos grandes debates cuya expresión sintomática fue la etnografía, tal como he planteado en otro trabajo (Achilli, 2011b). Por un lado, el que se instaura en las décadas de los setenta y ochenta del siglo pasado, cuando comienza la expansión etnográfica; y por el otro, aquel que se desarrolla durante los años noventa. De modo hipotético -hipótesis que conlleva una carga polémica-, considero que durante los años setenta y ochenta se produjo un conjunto polémico de debates y de desplazamientos epistémicos, conceptuales e ideológicos que no sólo serían la base para la emergencia de las perspectivas o enfoques etnográficos sino, también, el sustrato a partir del cual se abran diferentes tendencias. Unas, desde enfoques que intentan analizar y relacionar en las finas tramas locales aspectos estructurales de una época. Otras, desde tendencias que aprisionarán con una carga empirista y, a veces, fragmentaria, el desarrollo de las investigaciones etnográficas hasta la actualidad. Ese primer núcleo de debates -de los años setenta y ochenta del siglo XX- se enmarca en un momento de profundas reformulaciones teóricometodológicas en el campo de las ciencias sociales que, desde luego, no están aisladas de las reformulaciones políticas, ideológicas y socioeconómicas de la época. Marcan un momento de transfiguración del pensamiento social en un complejo proceso que aún no ha sido analizado en detalle. ¿Cómo se relaciona este proceso de transfiguración del pensamiento social con las transformaciones socioeconómicas y políticas que emergen en esas décadas? ¿Cómo se fue configurando el debilitamiento de las concepciones críticas, por un lado, así como la expansión de otras corrientes? ¿Qué podemos decir acerca de la hipótesis ensayada por Anderson (1986) al considerar que la pérdida de preponderancia del marxismo -especialmente francés desde la década del setenta se debe a la imposición de un oponente teórico como el estructuralismo y, luego, los posestructuralismos a partir de una continuidad de problemas y de temas? ¿Qué características fue asumiendo ese proceso de mutación de los núcleos del pensamiento crítico tras los diversos giros "lingüísticos", "simbólicos", "culturalistas"? ¿Qué consecuencias intelectuales e ideológicas fueron generando estos desplazamientos y debates? En fin, estos son algunos interrogantes que advierten sobre la necesidad de estudios que profundicen en estas mutaciones y en sus implicaciones en distintos contextos locales, regionales, internacionales. Lo cierto es que se trata de un tiempo de crisis de una determinada racionalidad en el terreno de las experiencias científicas y, también, en el terreno de las experiencias sociales, como afirman Gargani y otros (Gargani et. al., 1983 en Achilli, 2011b). Es en este contexto de profundos cuestionamientos a determinadas herencias intelectuales e ideológicas en el que se genera una fuerte convalidación de la etnografía que, como dije, se presenta como una expresión condensadora de controversias mayores y su expansión no resulta neutra.1 En tal sentido, y para reforzar la hipótesis de trabajo ya planteada, habría que señalar que muchas de las apropiaciones que se realizan de "lo etnográfico", a finales de los setenta y los ochenta, se limitan a un dicotómico debate metodológico inscripto en los cuestionamientos a las tradiciones heredades del positivismo. Así, devaluadas las "grandes teorías", y al mismo tiempo exaltado el trabajo de campo etnográfico en sí mismo, se abren caminos hacia tendencias empiristas y fragmentarias que, con contenidos diferentes, perduran hasta hoy.

Estas disímiles tendencias en los enfoques etnográficos -ya sea las versiones más integrales y relacionales o las versiones más reduccionistas del conocimiento social- ingresarán a la década de los noventa con sus divergencias, sus diálogos y, muchas veces, se desarrollarán por circuitos diferenciales. Sin embargo, más allá de estos distintos desarrollos, nos interesa marcar que estamos en un nuevo contexto de época, en el que se abre un tercer núcleo de debates. Se ingresa a los noventa aún con los rumores de los debates de finales de los setenta y los ochenta, pero ahondando en un proceso de cada vez mayores cuestionamientos a la posibilidad de construcciones de "verdades" acerca de los procesos de la vida social. Cuestionamientos a determinadas racionalidades de construcción de las ciencias sociales desde perspectivas situadas en la ficcionalidad de estas construcciones.

De este modo, aquellas tendencias empiristas y fragmentarias se cargan de una circularidad discursiva y, en muchos casos, narcisista, más ligada a las experiencias del investigador/a en el trabajo de campo que a las problemáticas bajo estudio. Una nueva expansión de lo etnográfico alrededor de las polémicas abiertas por las denominadas antropologías "posmodernas" con una acentuada exaltación de lo "híbrido", lo "diferente", lo "relativo", lo "fragmentario". Una tendencia que irá hegemonizando la investigación de las ciencias sociales, en la que, nuevamente, la trayectoria etnográfica se reconfigura como perspectiva metodológica. Empirismos cargados de metáforas y de superposiciones de voces plurales en un proceso cada vez de mayor fragmentación a nivel teóricometodológico y, a su vez, a nivel de las problemáticas y sujetos de la investigación en "especializaciones" que van obligando a la reducción de interlocutores válidos. Una tendencia a la fragmentación no sólo teórica sino también expresada en hiperespecializaciones que, como ya advirtiera hace más de medio siglo Kluckhohn, restringe el campo de interlocutores con los cuales intercambiar y puede llevarnos al absurdo de que sólo podremos dialogar con nosotros mismos (Achilli, 2011b).

En la última década, el llamado "giro decolonial" y, más recientemente, el denominado "giro ontológico", son otros movimientos teóricometodológicos que tornan visibles criterios diferentes sobre los que aquí no me detendré. Solamente quisiera decir que, entre estos debates y giros, he deambulado y deambulo en un quehacer en el que intento conocer problemáticas sociourbanas y aquellas referidas a la educación en el sentido amplio/antropológico, que traspasa lo escolar considerando que se despliegan modalidades pedagógicas en distintas prácticas y relaciones sociales/políticas.

 

Coinvestigación y/o coparticipación etnográfica como modalidad de construcción de conocimientos. Una experiencia

Podría caracterizar someramente a estas experiencias de coinvestigación -en las que, junto con otras y otros colegas, me impliqué durante más de tres décadas- como una modalidad de trabajo grupal en la que se combinan procesos de investigacióny procesos colectivos de coparticipación en acciones con sujetos que están involucrados en determinado problema social con el que se trabaja. A nivel teóricometodológico orientamos estos procesos desde la antropología, específicamente, desde un enfoque etnográfico, dada la potencialidad que brinda a esta modalidad de investigación, centrada en espacios grupales. Por supuesto, se trata de una línea de trabajo que, obviamente, estuvo surcada por las polémicas, los debates y giros que se abrieron en los distintos contextos históricos en que desarrollamos esas experiencias y, por lo tanto, se fue configurando con diferentes matices. A su vez, adquirieron diferenciaciones teniendo en cuenta las características particulares de los campos problemáticos de los distintos proyectos implementados. En un breve recorrido, los proyectos de la década del setenta fueron influenciados por los planteamientos que -derivados tanto del campo de la antropología y la sociología como de la psicología- intentaban interconexiones entre "lo social" y "la subjetividad". Los aportes más significativos, en lo referido a las prácticas grupales y a los procesos de coordinación que realizamos, fueron los vinculados a las investigaciones sobre "grupos operativos" desarrollados por Enrique Pichón Rivière. Para el autor, el "grupo operativo" se transforma en un "laboratorio social" experimental en el que se indagan distintos fenómenos psicosociales. Refiere a un grupo centrado en una determinada tarea que tiene por finalidad aprender a pensar en términos de resolución de las dificultades creadas y manifiestas en el campo grupal y no en el de cada uno de sus integrantes. Plantea que el propósito de los grupos operativos está centrado en la "movilización de estructuras estereotipadas, dificultades de aprendizaje y comunicación. [Los "grupos operativos" son "laboratorios sociales" en la medida que] la acción y la investigación son inseparables" (Pichón Rivière, 1978: 112).

Desde la década del ochenta, sobre la base de esos fundamentos, combinados con opciones teóricometodológicas etnográficas, implementamos diversas modalidades de coparticipación y/o coinvestigación -Taller de Educadores; Taller de Memoria Grupal, Taller Institucional, Taller de Diagnóstico urbano, entre otros- en diferentes procesos de investigación sociourbana y socioeducativa. De hecho, la coparticipación o coinvestigación implica tanto a los sujetos involucrados directamente con el problema social del que se trate como a los sujetos que, aunque "externos" a dicho problema colaboramos en el proceso de su conocimiento y en la organización de las actividades tendientes al logro de las acciones y objetivos acordados. En algunos proyectos, según el tiempo de trabajo conjunto que se acuerda, se logra mayor o menor peso de las actividades de coinvestigación y de escritura compartida. No obstante, todos se configuran como espacios interactivos de investigación sociocultural, tal como mostraremos.

 

Modalidades colectivas/grupales en procesos de coinvestigación etnográfica2

"Cuando la concepción del mundo no es crítica ni coherente, sino ocasional y disgregada, se pertenece simultáneamente a una multiplicidad de hombres masas (…) El comienzo de la elaboración crítica es la conciencia de lo que realmente se es, es decir, un ´conócete a ti mismo´ como producto del proceso histórico desarrollado hasta ahora y que ha dejado en ti una infinidad de huellas recibidas sin beneficio de inventario. Es preciso efectuar, inicialmente, ese inventario"(Gramsci, 1983: 8).

En general, hemos trabajado con modalidades colectivas/grupales3en las que se combinan estrategias de investigación y/o coinvestigación con aquellas que suponen la coparticipación en acciones dirigidas al logro de objetivos previamente consensuados entre los interesados. Se trata de estrategias que se fundan en la tensión entre un modo de generación de conocimientos en relación con determinada problemática social- y un modo de coparticipación colectiva alrededor de algún objetivo de acción que reúne. Una combinación que implica tal complejidad metodológica que, en principio -y teniendo en cuenta mínimas exigencias de rigurosidad- obliga a prestar atención para no confundir los distintos diseños en juego (Achilli, 2011a); es decir, aquellos que bosquejan el proceso de investigación -tendientes a la generación sistemática de conocimientos- y los que refieren a la planificación colectiva -orientados al logro de determinadas acciones/ propósitos grupales-. Diseños que, aunque se complementan mutuamente, se diferencian tanto en las lógicas de implementación como en los objetivos que se plantean. En un caso, orientan la construcción de determinados conocimientos; en el otro, se dirigen a concretar las acciones/actividades previstas conjuntamente, y donde los conocimientos generados se configuran en las bases en las que se sustentan tales acciones.

Desde la perspectiva de la investigación, el espacio grupal se constituye en un campo interactivo de investigación intensiva en tanto permite acceder al conocimiento de determinados procesos socioculturales en profundidad. En tal sentido, los aportes teóricos y metodológicos de la antropología social y, particularmente, de la etnografía, se tornan relevantes para definir y desarrollar dicho campo. Aquí, haré referencia solamente a la posibilidad que abre al conocimiento de las lógicas socioculturales de los sujetos y al proceso de coconstrucción de la cotidianeidad social en que se inscriben los sujetos involucrados.

Un campo interactivo en el que se despliega la lógica sociocultural de los sujetos

Tal como he adelantado, en estos procesos grupales de investigación, tratamos de diferenciar los objetivos de conocimiento que nos planteamos con los propósitos que se acuerda lograr a modo de acción de determinado colectivo. Aun cuando la interacción permanente de las actividades de uno y otro diseño es lo que les da unidad, diferenciarlos resulta sumamente importante en el proceso de implementación de estas estrategias grupales. Tal distinción posibilita no confundir ni perturbar uno u otro de estos procesos y, a su vez, no dejar en segundo lugar la generación de conocimientos, como suele ocurrir. Evidentemente, aquí es fundamental el papel del equipo de investigación que coordina el proceso en su conjunto. Además, cuando la constitución del espacio grupal ha dependido de nosotros en otros, ya están constituidos como grupo o se autoconvocan, hemos optado, para la convocatoria de los sujetos, la presencia de niveles pertinentes de heterogeneidad, por considerar que resulta positiva tanto a nivel del proceso de investigación como del mismo proceso de organización participativa. La expresión de determinada diversidad de prácticas y concepciones al interior del espacio grupal permite el manejo de ciertos criterios de contraste/comparación que enriquecen al proceso de generación de conocimientos y, al mismo tiempo, resulta importante para el conjunto del proceso grupal en tanto facilita objetivaciones de las problemáticas a trabajar. Los procedimientos de contraste de situaciones heterogéneas, de diferentes experiencias con su carga de sentidos diversos, incluso ideológicamente, permite visualizar aspectos que suelen quedar inadvertidos. Es decir, posibilita que lo "distinto" torne visible lo "mismo" y aquello que resulta más difícil aún, como es "ver en lo mismo" aquello que es "lo propio". En otras palabras, incorporar niveles de heterogeneidad que puedan ser contrastados en el proceso colectivo posibilita la desestructuración de los propios esquemas perceptivos y, simultáneamente, facilita un proceso de objetivación más amplio (Achilli, 2011a).

En tal sentido, la investigación antropológica brinda suficientes pistas para acceder al conocimiento de las prácticas, las relaciones, las lógicas sociales que los sujetos despliegan en determinados contextos. De ahí que, en los estudios intensivos, son más comunes las estrategias interactivas desplegadas en tiempos prolongados. Estas se sustentan en algunas características que considero fructífero tener en cuenta en el desarrollo de los procesos de coinvestigación. Entre ellas, destaco las siguientes. En primer lugar, la coinvestigación implica un involucramiento de los/as investigadores/ras en una interacción social con los participantes que es dialécticamente modificante. Desde el punto de vista de la investigación, obliga realizar permanentes "controles epistemológicos" a nivel de esta cotidianeidad de las interacciones en la medida que se van produciendo modificaciones sucesivas de los esquemas cognoscitivos e interpretativos. De ahí la importancia de los registros rigurosos de los encuentros, de sus sistematizaciones y socializaciones grupales. En segundo lugar, las estrategias intensivas se basan en una concepción de sujeto que produce significaciones alrededor de las experiencias que vive y lo circundan como integrante de un conjunto social y de un tiempo histórico. Los sujetos, como sujetos sociales, producen interpretaciones de sus prácticas y relaciones que, desde la investigación, se analizan e interpretan en relación con las condiciones en que aquellas se despliegan y en sus múltiples continuidades y discontinuidades. Los sujetos son conocedores de lo que hacen y, a la vez, poseedores de un sentido común cargado de una multiplicidad de huellas que desconoce. Un sentido común con variadas cristalizaciones en su conciencia práctica, con incorporación de fragmentos del conocimiento científico, con múltiples creencias, con aspectos derivados de las concepciones hegemónicas o de otras concepciones embrionarias, alternativas, diferentes (Gramsci, 1983). Por lo tanto, los espacios colectivos que suponen la implementación de estos procesos de coinvestigación resultan doblemente significativos. Por un lado, por la posibilidad conjunta de objetivación -reflexividad- sobre las propias prácticas y producciones de significaciones, legitimaciones ideológicas, conocimientos. Una posibilidad de crítica sobre la disgregación del sentido común que permite hacer consciente lo que "realmente se es" en tanto posibilita "hacer el inventario" de las huellas que portamos sin saber (Gramsci, 1983). Un incursionar sobre aspectos que hacen a la conciencia práctica, a los aspectos rutinizados/naturalizados/enajenados en la cotidianeidad de la vida social. Por el otro, y como parte del proceso anterior, por la posibilidad de articular sus propias prácticas y experiencias de vida con otras conceptualizaciones y conocimientos sociales sistematizados que hablen de ellas (Achilli, 2011a).

Proceso de coconstrucción de la cotidianeidad social

Como bien lo ha planteado Kosik (1967), cualquier modo de existencia humana posee su propia cotidianeidad, que los sujetos viven como una atmósfera natural. Sostengo que este es otro núcleo teóricometodológico que podemos rastrear de la tradición antropológica (Achilli, 2005) y nos ha resultado de interés para los procesos de coinvestigación. Se trata del entramado de la vida social que, no obstante ser el modo en el que ella se sustenta, suele no ser tematizada públicamente por su obviedad, informalidad o familiaridad (Levi Strauss, 1968). Este campo de lo "no documentado" puede referirse a problemas de distintos órdenes y tipos de complejidad. Forma parte de él lo naturalizado, cristalizado en la conciencia práctica de los sujetos y, a su vez, aquello que refiere a lo oculto, al entramado real de los intereses y poderes que nunca se pone por escrito (Rockwell, 1987). A nivel del campo de interacción que se genera en la dinámica de los procesos de coinvestigación, eso mismo puede implicar un proceso de coconstrucción cotidiana en el sentido de una pluralidad de sujetos que coparticipan en el entramado de prácticas, relaciones y significaciones de distintos órdenes que se ponen en juego. Por ello, más allá de la generación de información registrada mediante observación y entrevistas de la propia cotidianeidad de los sujetos, en el mismo campo de interacción grupal se produce un tipo de información sobre la cotidianeidad al modo de "datos convergentes" (Geertz, 1994). Es decir, una información heterogénea y no estandarizada que, no obstante, permite analizar y explicar diferentes procesos en la medida que los sujetos que la producen se hallan implicados unos con otros. Se trata, como dice el autor, de una "red mutuamente reforzada de comprensiones sociales" (Geertz, 1994: 183184). Metodológicamente, ello nos permite incorporar al análisis las propias categorías y significados que los sujetos producen sobre la cotidianeidad en la que están involucrados. La incorporación del lenguaje de los sujetos posibilita que algunas de sus propias categorías -lo que en la tradición de la investigación socioantropológica se ha denominado "categorías émicas"- puedan transformarse en claves para entender procesos socioculturales/políticos de un modo integral. Abre a los desafíos que implica articular en esa cotidianeidad entramados múltiples entre lo no documentado y lo documentado y explicitado tanto por los conjuntos sociales/políticos como desde las lógicas hegemónicas. De ahí que en estas experiencias de coinvestigación se incorpore el trabajo con distintos tipos de información. Así, en procesos de larga duración, la información generada por los sujetos se va cruzando con el análisis de documentos e información secundaria derivada de otras investigaciones, censos, estadísticas, encuestas. De todos modos, el trabajo se orienta a escala de las expectativas e intereses de los sujetos inmersos en las contradicciones y los conflictos de las problemáticas de su propia cotidianeidad. Y, simultáneamente, se intenta relacionar con otras escalas del contexto histórico general. En ese sentido, es un esfuerzo por afirmar y construir herramientas conceptuales que permitan generar espacios interactivos en el que los sujetos se "encuentren" con sus prácticas e "intereses", los reconozcan, argumenten y demanden colectivamente aquello que disputan o intentan transformar (Achilli, 2011a).

En fin, se trata de modalidades de investigación que venimos realizando desde tendencias políticas y teóricas críticas que retoman largas tradiciones en el campo de la ciencia social latinoamericana. Por eso, interesa diferenciarnos de las interpelaciones a la "participación" que han devenido de los enfoques neoliberales de las últimas décadas. Más allá de la diferenciación políticoideológica que supone una "participación" para llenar los espacios vacíos de modelos que, con mayor o menor fuerza, han profundizado la desigualdad social, nos interesa polemizar con aquellas producciones académicas que realizan una utilización fragmentada y parcializada de cuerpos conceptuales que van perdiendo el sentido que tenían en el interior de determinada concepción teórica. Cuerpos conceptuales que suelen integrarse como "verdades a medias" perdiendo el sentido crítico con que fueron pensados para dar cuenta de determinados procesos sociales. Aquí, por sentido crítico de la teoría entendemos una concepción relacional, no dicotómica de la vida social que pone de manifiesto las contradicciones explícitas e implícitas de las relaciones sociales. En lo específico, polemizamos con aquellos llamados a la "participación" desde concepciones de sujeto descontextualizado, externo a las situaciones que implican las asimetrías de la desigualdad social aun cuando se valore su inserción "territorial".

Ahora bien, ya he adelantado la relevancia que otorgamos a las contribuciones de la etnografía para estos procesos de coinvestigación. Por los aportes teóricometodológicos que he mencionado, se genera un nivel de conocimientos en el que los sujetos se reconocen en tanto se expresan en un lenguaje que resulta cercano y comunicable. Las descripciones explicativas que se construyen dan cuenta de las prácticas y relaciones en las que se involucran, los sentidos e ideologías que circulan en sus cotidianos, así como de las condiciones y límites que van más allá de la propia voluntad de los sujetos. No obstante ello, y apropiándome de determinada tradición etnográfica, he preferido hablar de enfoque socioantropológico por varias razones. En principio, por las múltiples acepciones que conlleva la noción de etnografía en tanto implica una diversidad de orientaciones teóricometodológicas y modos de concretarla en los procesos de investigación. Anteriormente he planteado que, durante las décadas de los ochenta y noventa del siglo pasado, la etnografía en gran parte estuvo teñida por los debates contra el positivismo y limitada a modo de una estrategia de investigación. De ahí que, por lo general, desde otras disciplinas, ha quedado reducida como "método" o, más restringida aún, como "técnica" vinculada al trabajo de campo y la observación participante. Por ello, ya en los ochenta, intentamos plantear la importancia de la direccionalidad teórica en cualquier opción de orden metodológico al discutir el carácter empirista y ateórico con que solía entenderse lo etnográfico (Achilli, 1985). En estos debates, los trabajos de Rockwell de esa época -compilados a posteriori en una publicación del año 2009 (Rockwell, 2009)- nos marcaron con fuerza y fueron la base de la expansión en América Latina de una concepción de la etnografía como enfoque crítico para acceder al conocimiento de la vida social. Otras de las razones que me llevan a plantear la investigación como socioantropológica remiten a la posibilidad de generar distintos niveles de conocimiento, en el sentido de mayor o menor generalidad y abstracción. Entiendo que la investigación etnográfica alude a descripciones explicativas más cercanas a la particularidad copresencial de los sujetos involucrados en determinada problemática social, sin que ello implique descuidar las condiciones y límites sociohistóricos. De ahí que también la etnografía pueda lograr distintos niveles de abstracción. Sin embargo, considero que hablar de investigación socioantropológica posibilita generar conocimientos que aluden a niveles de explicaciones descriptivas en los que, sin neutralizar las relaciones constitutivas de cierta particularidad copresencial, dichas relaciones se inscriben y constituyen al interior de relaciones estructurales que remiten a otras escalas temporales y espaciales. Un camino que nos lleva a los desafíos de articular diferentes escalas con el fin de dar cuenta de las tendencias hegemónicas que puedan explicar los múltiples y variados procesos locales/cotidianos. En otras palabras, supone recorrer distintos niveles en la construcción de conocimientos que van desde aquellos que permitan acceder a los cómo de algún fenómeno o proceso -perspectiva teóricometodológica tan recomendada en las últimas décadas- y, a su vez, alcance los porqué de esos fenómenos o procesos que interesa conocer (Achilli, 2015).

La construcción de conocimientos como desafío contemporáneo. Algunas reflexiones finales

"¿Desde qué proyectos de futuro se construye hoy conocimientos en América Latina?"
"Para ver realidades nuevas hay que necesitarlas"
(Zemelman, 2000: 110).

En este artículo he tratado de retomar una línea de investigación en la que me he involucrado durante más de tres décadas. Específicamente, me detuve en algunas consideraciones teóricas metodológicas de una modalidad de coinvestigación en las que he incursionado a través de estrategias grupales. Destaqué los aportes que brinda la etnografía tanto en los procesos de construcción de conocimiento así como en los que refiere al logro de determinada acción que se acuerda colectivamente con los sujetos. No obstante, aun cuando recuperé el quehacer etnográfico, explicité por qué prefiero hablar de enfoque socioantropológico considerando la posibilidad de alcanzar niveles de conocimientos que permitan acceder a los cómo y a los porqué de la vida en sociedad.

Para finalizar, quisiera destacar algunos interrogantes o preocupaciones que nos permitan continuar reflexionando alrededor de los desafíos que supone la construcción de conocimientos en el contexto de esta contemporaneidad latinoamericana.

En primer lugar, intentaré poner en discusión estos mismos procesos de coinvestigación que he descripto dado los desafíos que suponen y, a la vez, por ciertas concepciones que circulan en torno a ella. En principio, habría que aclarar que estas modalidades no garantizan que estemos aportando a prácticas transformadoras o alternativas. En América Latina, las críticas y autocríticas realizadas han sido múltiples (Fals Borda, 1992, 2013; Zamosc, 1992). También deberíamos poner en debate algunas concepciones en torno a falsas dicotomías entre compromiso/militancia y construcción de conocimientos; entre "disciplinas científicas" y las herramientas que suelen brindar los sujetos subalternizados, entre otras. Además, los procesos de coinvestigación -o como quiera denominarse a estas modalidades- conllevan distintos riesgos. Entre ellos, el de secundarizar la construcción de conocimientos tras los procesos de acción. También, el hecho de quedar prisioneros de cierto empirismo ligado a las circunstancias inmediatas y al sentido común de los sujetos. De ahí la necesidad de generar articulaciones con otras escalas que permitan construir conocimientos descriptivos/explicativos de situaciones y procesos que, desde luego, incluyan las particularidades, saberes e ideología de los sujetos implicados. Es decir, requiere de perspectivas integrales y comparativas que permitan conocer recurrencias y sentidos hegemónicos; pero también contradicciones, tensiones, "gérmenes" de procesos que podrían indicar realidades diferentes a futuro, más allá que en la actualidad no se les pueda atribuir un contenido a priori. Otro reto es el de caer en paternalismos, en una participación ficticia de los sujetos o en las dificultades que se presentan frente a los conflictos o diferencias ideológicas/políticas que se abren en el interior de los movimientos o conjuntos sociales con los que trabajamos.

En segundo lugar, después de tantas transformaciones y giros teóricometodológicos, podríamos preguntarnos ¿desde qué concepciones del mundo social estamos hoy generando conocimientos? Obviamente, es este un interrogante que puede dar lugar a variadas disquisiciones según las múltiples perspectivas desde las cuales partamos, pero que, a mi entender, resulta necesario volver a pensar. Nos provoca detenernos en los criterios de cientificidad (o no) desde los cuales nos orientamos y, simultáneamente, nos impulsa a caracterizar las actuales circunstancias económicas, políticas, sociales, culturales mundiales que atraviesan América Latina a modo de continuidades, transformaciones, particularidades. Así enunciado, conlleva ya un supuesto: el de ubicarnos en la complejidad que implica relacionar particularidades a escala local, nacional o regional con otras escalas planetarias. Un supuesto que parte de entender el intrincado y complejo proceso en el que se expresan, actualmente, las dinámicas transnacionales en cualquier problemática particular. Agregaría que es necesario entender esos intrincados y complejos procesos no sólo en sus manifestaciones recurrentes y tendenciales, sino también en sus modalidades singulares y emergentes.

En tercer lugar, y vinculado a lo anterior, podríamos generar un nuevo interrogante: ¿desde qué antropología/s es posible acceder a esas interconexiones de diferentes escalas? Para muchos, implicará pensar en Antropologías del Sur en tanto pueden contribuir a combatir las muertes injustas y antes de tiempo de tantos seres humanos en América Latina (Krotz, 2015: 15). Si es así, habrá que enfrentar uno de los problemas de la teoría social latinoamericana que, según Svampa (2016), radica en el déficit de su acumulación, que surge de la recurrente desvalorización y el olvido de lo producido y elaborado en estas latitudes. La autora plantea que subsiste un menosprecio por los aportes conceptuales, los debates de ideas y los núcleos temáticos que han recorrido la reflexión teórica y social en América Latina. Considera que, más allá de los cortes impuestos por las dictaduras, hay una gran debilidad en la transmisión académica y extraacadémica en términos regionales y generacionales (Svampa, 2016). A su vez, entiendo que será necesario recuperar las tendencias teóricas y políticas "más novedosas del momento, aunque sin desconocer los aportes de la ciencia social comprometida del pasado, en particular el ímpetu político liberador que ésta tuvo" (Escobar, 2015: 10). De ahí que, como el autor plantea al retomar parte del texto que presenta, la antropología deberá reactivar el "papel subversivo", si pretende reorientarse a la construcción de "mundos y conocimientos de otros modos" (Escobar, 2015: 10). Así, sin dicotomías empobrecedoras, estamos interpelados a imaginar modalidades antropológicas que retomen -creativamente, para el contexto del capitalismo actual- algunos de los debates potenciadores de las ciencias sociales críticas del pasado y del presente. Entre ellos, reconozco que puede vitalizar los procesos de construcción de conocimientos antropológicos aquel núcleo teórico metodológico clásico que remite a las relaciones entre estructura y sujetos en la sociedad y la historia humana (Anderson, 1986). Un núcleo que ha dado lugar a interesantes debates y variados posicionamientos. Un nudo gordiano que el estructuralismo y el posestructuralismo no sólo desligaron/separaron a cada una de las nociones centrales -estructura y sujeto- sino que, también, expulsaron la idea de sujeto. Por lo tanto, queda pendiente teorizar sus relaciones (Anderson, 1986) y concretarlas en análisis específicos sin determinismos absolutos ni voluntarismo o subjetivismo alguno.

En cuarto lugar, si partimos de suponer que cualquier problemática social/histórica va más allá de las especificidades disciplinares, ¿cómo avanzar en la construcción de perspectivas integrales que aporten al mejor conocimiento de los procesos contemporáneos? Distintos autores han planteado que las disciplinas, por mantener sus fronteras, empobrecen el análisis e inhiben el pensamiento creativo (Shore, 2010; Zemelman, 2000). Un planteamiento que encuentra familiaridad con los posicionamientos realizados a fines de la década de los ochenta y en los noventa por Wallerstein (1998) acerca de "impensar las ciencias sociales" como camino para romper las lógicas diferenciadas del siglo XIX entre "lo económico", "lo político" y "lo sociocultural". Se trata de un horizonte teórico y político que, desde mi punto de vista, no supone un debilitamiento de cada disciplina -en nuestro caso, la antropología- sino, al contrario, requiere crear, identificar y fortalecer aquellos núcleos que fomenten los diálogos y las relaciones interdisciplinarias más potentes para el análisis de las problemáticas actuales.

Finalmente, es necesario reflexionar acerca de nuestras condiciones de producción de conocimientos desde las pertenencias institucionales hasta las políticas de investigación que se fueron imponiendo en la región como parte de un encuadre mundial. Criterios de evaluación estandarizados que estimulan la productividad, que ponderan las publicaciones externas -si es en inglés, mejor- y desvalorizan aquellas que se realizan en el propio espacio, que estimulan la búsqueda de financiamiento para cada proyecto, entre otras tantas cuestiones que se viven cotidianamente en nuestro quehacer. Son condiciones que van imponiendo lógicas de investigación que constriñen/limitan las posibilidades de generar conocimientos relacionales, comparativos, integrales de las problemáticas del contexto actual. Cuanto más necesitamos de la construcción de conocimientos desde perspectivas que suponen una mayor complejidad crítica se nos presentan estos desafíos que implican, por lo menos, impedir que se naturalicen en el sentido común académico y, a la vez, que no incidan en una mayor desestructuración de la universidad pública.

En fin, interrogantes y preocupaciones que surgen a partir del interés que, desde el espacio público de nuestras universidades, podamos abrir caminos que nos acerquen a esa promesa de las ciencias sociales que, al decir de Wrigth Mills (1961), nos permitan comprender los tumultos de las experiencias cotidianas de los sujetos en un escenario histórico más amplio. Agregaría, en un escenario contemporáneo de profundización del sufrimiento social y de múltiples amenazas mundiales.

Notas

1. Un planteamiento similar al que formulo lo realizan Bazin y Selim (2005).

2. Una primera versión de algunas partes de este acápite fue desarrollada en Achilli (1997).

3. La utilización de las dos expresiones -grupal y colectivo- no supone su homologación. Entendemos que un trabajo grupal, si bien genera procesos de interacción importantes, no siempre alcanza un nivel de profundidad y de consenso acerca de determinada direccionalidad teórica/política general que sí es posible lograr en lo que entendemos como colectivo.

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