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Intersecciones en antropología

versión On-line ISSN 1850-373X

Intersecciones antropol.  n.2 Olavarría ene./dic. 2001

 

De género a cuerpo: una reconceptualización y sus implicaciones para la interpretación arqueológica

Benjamin Alberti

Benjamin Alberti. INCUAPA, Facultad de Ciencias Sociales, UNCPBA, Avda. del Valle 5737, Olavarría (B7400JWI), Provincia de Buenos Aires, Argentina. E-mail: balberti@soc.unicen.edu.ar

RESUMEN

El presente trabajo resume algunos de los objetivos originales de la arqueología de género y sus influencias, además de su estado actual. Aunque las principales exponentes de la arqueología de género se vincularon conscientemente y claramente con el feminismo y la crítica social, existe otra corriente que propone separar el estudio de género de las metas políticas del feminismo. No obstante, dentro de ambos campos (feministas y no feministas) hay limitaciones con el concepto de género y los objetivos supuestamente 'científicos' adoptados en la mayoría de los trabajos que utilizan al género como parte del análisis. Por lo tanto, hay una necesidad de adoptar teorías feministas alternativas en arqueología. El presente trabajo sirve como una introducción básica a una literatura alternativa - los trabajos de las llamadas feministas de la 'diferencia sexual' y la teoría 'queer' -, en el cual se explora sus ideas acerca de sexo/género y las consecuentes implicaciones para los estudios arqueológicos. Así se concluye que las fuentes teóricas nombradas son necesarias para estudiar la relación entre cultura material, sexo/género y cuerpo, dejando en claro que los objetos materiales que nos rodean no sólo reflejan categorías fijas e innatas, sino que estáníntimamente involucradas en la producción y mantenimiento de categorías e identidades en general que son inherentemente inestables y variables.

ABSTRACT

In this article, some of the original objectives and influences, as well as the current state of the archaeology of gender, are outlined. Although the principal exponents of the archaeology of gender self-consciously established a close link to feminism and social critique, there is another current that would like to separate the study of gender from feminist political goals. Nonetheless, within both camps (feminists and non-feminists) there are limitations with the concept of gender and the supposedly 'scientific' objectives adopted in the majority of work that uses gender as part of the analysis. As a consequence, there is a need to adopt alternative feminist theory in archaeology. This article is a basic introduction to an alternative literature the work of the sexual difference feminists and queer theory - in which their ideas concerning sex/gender and the consequent implications for archaeological studies is explored. It is concluded that these sources of theory are necessary for a critical study of the relationship between material culture, sex/gender and bodies. It becomes clear that the material things that surround us do not merely reflect fixed and innate categories, but rather they are intimately bound up in the production and maintenance of inherently unstable and changeable categories and identities.

INTRODUCCIÓN

     En arqueología el interés por el género surgió en la década de los 80', relacionado con la apertura realizada por la arqueología 'post-procesual' para el estudio de relaciones sociales, ideología y simbolismo, aspectos de la cultura humana que se consideraban, en general, menos tangibles y por este motivo, menos abordables dentro del marco teórico procesual (para introducciones a la arqueología y género ver Gilchrist 1999; Nelson 1 9 9 7 ; Sørensen 2 0 0 0 . Ver también Colomor et al. 1999; Hays-Gilpin y Whitley 1998 para compilaciones de algunos trabajos claves en el desarrollo de una arqueología de género). Este desarrollo tomaba ideas planteadas en otras disciplinas de las ciencias sociales, tales como antropología, sociología y psicología.

     En primer lugar, este trabajo trata la historia de los estudios sobre género en arqueología. Basándose en el contexto histórico y los aportes y principios de los trabajos fundadores (ej., Conkey Spector 1984; Gero 1983; Conkey y Gero 1991) se desarrolla la importancia de una arqueología influida por el feminismo. El feminismo en arqueología fue un componente imprescindible de la crítica al positivismo y a la aproximación procesual en arqueología, sobre todo al supuesto de 'objetividad' (Brumfiel 1992; Wylie 1991, 1992); así también se delimitan los orígenes, fundamentos teóricos y presupuestos analíticos del concepto de género adoptado por esta corriente feminista. Tal concepto tenía su base en trabajos antropológicos (ej., Ortner y Whitehead 1981; Rosaldo y Lamphere 1974; Rubin 1975) y psicológicos (ej., Stoller 1964), los cuales ofrecieron una separación definitiva entre sexo (las características biológicas sexuales universales del cuerpo) y género (la elaboración cultural de tales características). Aunque esta fórmula de la relación entre sexo y género ha sido criticada por los propios pioneros del enfoque (Claassen 1992; Conkey y Gero 1997:417; Joyce 1996) y otros autoras/es (ver contribuciones en Gero y Conkey 1991; Walde y Willows 1991), sus proposiciones originales siguen vigentes en la actualidad y algunos trabajos que se llevan a cabo dentro del marco de la arqueología de género utilizan precisamente dicha distinción (ver contribuciones a Wicker y Arnold 1999). Se plantea aquí que la incapacidad de superar la fórmula original está relacionado con la base filosófica de esta aproximación, la cual es vinculada fuertemente con un determinado entendimiento del cuerpo.

     El desarrollo feminista en disciplinas académicas se caracteriza por tres etapas interrelacionadas: el reconocimiento de sesgos androcéntricos en los trabajos de investigación y en la práctica de la disciplina; la 'investigación remediadora', o la inclusión de mujeres como foco de análisis para equilibrar la investigación; y, por último, la construcción de modelos y el desarrollo de marcos teóricos para la investigación de género en el pasado (Conkey y Spector 1984: 17; Wylie 1991). Es importante destacar que estos tres niveles no implican una división jerárquica ni de validez en los trabajos que se realizan dentro los mismos; y aunque contienen cierta dimensión cronológica, tampoco abarcan un desarrollo progresivo, sino que en la actualidad hay proyectos que pueden ser incluidos dentro de cualquiera de las etapas. La tercer etapa está reconocida por varios autores como la meta u objetivo general de una arqueología de género influida por el feminismo (Conkey y Spector 1984; Wylie 1991). Por lo tanto, existe una apertura plena dentro de los propios objetivos de las pioneras de arqueología de género para el tipo de trabajo que el presente artículo representa. No obstante, parece ser una idea general dentro del campo de discusión de que las temáticas que deberían estar impulsando el desarrollo teórico del tema estén mayormente relacionadas con la crítica feminista de la ciencia (ver Conkey y Gero 1 9 9 7; Marshall et al. 2001; Wylie 1997).

     La segunda parte del artículo discute una serie de trabajos antropológicos como una fuente teórica alternativa que se acercan al cuerpo y sexo/género en una manera distinta y que no involucra una diferenciación entre sexo como natural y género como cultural para cada sociedad. Basado en tales trabajos y algunos otros arqueológicos se desenmascara la supuesta inviolabilidad de la naturaleza del cuerpo y la utilidad de la distinción entre género y sexo. Desde esta base se esquematizan los principios de investigadoras feministas de la 'diferencia sexual'1 y de la teoría 'queer' y sus aproximaciones al cuerpo y sexo/género. Esta fuente revela puntos muy relevantes tanto para la arqueología de género como para la interpretación en arqueología en general. Se puede destacar en especial, que dentro de este enfoque el género no es entendido como una categoría ni esencia del cuerpo, sino que es un proceso cambiante e inestable y más que nada que se encuentra entrelazado inexorablemente con otros marcos de identidad, tales como sexualidad, edad y etnia. Además, la interdependencia entre cuerpo, identidad, agencia humana y cultura material sobresale en este proceso. La reducción de la complejidad de tales teorías y acercamientos por varios autores/as en arqueología (ej. Gilchrist 1997:43; Knapp y Meskell 1997; Meskell 1996) también diminuye significativamente la posibilidad de que se produzcan interpretaciones novedosas del pasado; aunque ya existen estudios que apuntan hacia la posibilidad de lograr aportes importantes basado en estas corrientes feministas y queer (ver más abajo). En este trabajo se destacan aquellas contribuciones a la arqueología que proporcionan elementos relevantes para un entendimiento alternativo de género/ sexo y su relación con la cultura material.

     Basándome en los trabajos ya mencionados esquematizaré las posibilidades de una aproximación a las evidencias arqueológicas que dan importancia a las complejidades de género y su relación con toda forma de cultura material. En este planteamiento se rechaza una concepción y manera determinada de acercarse a las evidencias arqueológicas, así que no se espera ver ni se busca evidencias de categorías de identidades fijas, sino que se plantea la idea de complejos e inestables enlaces de identidades sociales en general, los cuales pueden manifestarse y combinarse tanto a nivel empírico como a nivel simbólico. En este sentido, las categorías 'macho' y 'hembra' -como innatas, ahistóricas y universales- van a estar ausentes de la investigación. A su vez, se enfatiza sobre los signos de diferencias y roles activos de la cultura material en la construcción y reproducción o reiteración de identidades sociales. En este tipo de análisis, no se perciben a los cuerpos y manifestaciones de género como reflejos pasivos de una identidad coherente y fija; ni se entiende a las representaciones y formas de cultura material de la misma manera. Al contrario, tales manifestaciones y formas materiales son concebidas como fundamentales a -y productivas de- las identidades que supuestamente se reflejan.

BREVE HISTORIA DEL ESTUDIO DEL GÉNERO EN ARQUEOLOGÍA. FUENTES FEMINISTAS, ANTROPOLÓGICAS Y PSICOLÓGICAS

     El estudio de género llegó a la arqueología junto con algunos movimientos generales dentro del rumbo teórico de la disciplina que favoreció interpretaciones que enfatizaron la importancia de la teoría social y, en particular, vino vinculado con la introducción de la teoría feminista desarrollada en otros campos de las ciencias sociales, principalmente la antropología. El resultado de esta influencia se vio reflejado en la maduración del aporte feminista en la disciplina y la adopción de un entendimiento conceptual de sexo y género tomado prestado de las ciencias sociales anglo-norteamericanas, lo cual estuvo basado en una idea específica de la materialidad y la naturaleza del cuerpo. En esta sección explico el impacto y la importancia de la introducción de estudios feministas y estudios de género en la arqueología en general, así como los principios filosóficos y conceptuales del concepto de género y el estado actual de este área de investigación en arqueología.

     Los primeros aportes feministas en arqueología tenían un fuerte componente de crítica al rol del contexto socio-político en la arqueología (ej., Bertelsen et al. 1987; Bellelli et al. 1993, 1994; Conkey y Spector 1984; Gero 1983, 1985), así constituyeron un apoyo y un aliado importante para la crítica a la supuesta objetividad de los métodos científicos del procesualismo. Además, la teoría crítica (ver Leone et al. 1987) y las contribuciones de Hodder (ej., 1 9 8 4 , 1 9 9 1 ) al naciente movimiento 'post-procesual' acentuaron dicha crítica. Estos últimos estudios, basados en la realidad práctica de la labor arqueológica, están íntimamente vinculados con el activismo feminista y sus implicaciones para la investigación de las vidas cotidianas de las arqueólogas. En consecuencia, desde el principio del estudio de género en arqueología se puede enfatizar el rol central de las elucidaciones feministas para el perfeccionamiento exitoso y continuo de la corriente. Una aclaración importante del trabajo temprano feminista en la disciplina fue el reconocimiento del efecto de las estructuras laborales y de los sesgos androcéntricos -explícitos e implícitos- en las interpretaciones y representaciones postuladas sobre el pasado. Por lo tanto, la etapa 'siguiente'-reemplazando la mujer o las mujeres en los discursos del pasado, tal como algunos enfoques feministas ya lo habían hecho en antropología- constituyó un paso lógico para ajustar tales sesgos y sus efectos correspondientes. Además, la importancia de enfocar a las mujeres del pasado, haciendo más visibles sus roles, sus obras y acciones, ha sido destacada por varias autoras (ej., Claassen y Joyce 1997; Conkey y Gero 1991) como una entrada a la temática y como una manera de abrir un camino a nuevos logros y modelos teóricos que son los supuestos objetivos de la tercera etapa. Sin embargo, otros autores creen que la crítica del androcentrismo y un foco en las mujeres solamente constituye un acercamiento superficial al problema, porque constituyen manifestaciones conspicuas de una estructura subyacente, vinculadas fuertemente con el lenguaje y una manera de pensar basados en una profunda desigualdad sexual (ver Baker 1997).

     La tercer etapa -y el objetivo final de una arqueología de género para muchos/as autores/as- se entendió originalmente como un problema metodológico relacionado con la falta de modelos para la comprobación de hipótesis contra el registro arqueológico (Conkey y Spector 1984; Spector 1983). No obstante, en poco tiempo los/las investigadores/as se dieron cuenta de que el problema de ubicar mujeres en particular, o el género más generalmente, no fue tanto un problema metodológico como un problema teórico (ver Wylie 1992). Se citaron como una razón importante en las dificultades de aproximarse a la cuestión de mujer y género a través de las evidencias arqueológicas la falta de una adecuada teoría social de la agencia humana y los elementos simbólicos y sociales de la cultura material (Conkey y Gero 1984). Se puede ver entonces una relación entre los trabajos realizados dentro de esta tercera área de investigación y la nombrada corriente 'post-procesual'. La importancia del aspecto social y simbólico de ambos campos ha resultado en numerosos estudios que ligan el género con 'el poder' (ej., Sweely 1999), 'la ideología' o 'el simbolismo'. Sin embargo, el fundamento de tal trabajo es un entendimiento muy específico de lo que significa 'género' y cómo éste puede ser utilizado en análisis o interpretaciones arqueológicas, lo cual conlleva implicaciones importantes por el tipo de estudio y el impacto crítico de los trabajos llevados a cabo. El artículo de Conkey y Spector (1984) fue el primer planteo claro acerca de los posibles objetivos de una arqueología de género influida por el feminismo. Dentro de este trabajo las autoras plantearon sus ideas sobre el concepto 'género' y cómo se lo podría analizar arqueológicamente. Según ellas (Conkey y Spector 1984:1), el género es el comportamiento culturalmente percibido como correspondiente para las mujeres y hombres, la construcción de masculino y femenino como significados, así también es cómo los hombres y las mujeres se relacionan unos con otros.

     Por lo tanto, se podría ampliar la aplicabilidad del concepto en tales conjuntos de palabras y conceptos como: los "roles genéricos", la "identidad genérica" y la "ideología genérica" (Conkey y Spector 1984:5). Desde entonces la gama de combinaciones lingüísticas se han ampliado aún más y ahora incluye conceptos como "complementariedad genérica" y "oposiciones genéricas" (Joyce 1996; Brumfiel 1996) y relaciones de género más generales. Es así como pueden encontrarse trabajos que concentran en las relaciones entre distintos grupos genéricos (mujeres y hombres), la construcción de ideologías basadas en tales relaciones y la simbolización de identidades genéricas más o menos fijas.

     Como señalan Conkey y Spector (1984), la fundamentación teórica de la concepción de 'género' que adoptaron proviene de la antropología. La idea central en el trabajo de Conkey y Spector consistía en una separación radical entre 'sexo' y 'género', en la cual el sexo se compone de las partes físicas y universales de las características sexuales del cuerpo y el género consiste en la elaboración cultural del sexo. De hecho, esta corriente de trabajo en antropología tenía como base el trabajo de un psicoanalista, Robert Stoller (1964:200, 205), quien propuso una separación entre los aspectos físicos de sexo (sexo) y los aspectos culturales (género). Luego, por los trabajos de varios/as antropólogos/as este concepto tuvo mucho éxito en el campo de la antropología feminista porque liberó su trabajo del argumento que dice que 'la biología es el destino'. Los antropólogos podían analizar la conducta de personas en distintas sociedades basándose en el presupuesto de que esta conducta no tenía que estar ligada necesariamente a la identidad sexual del cuerpo, sino que podían observar diferencias entre la conducta humana, la cultura material y el sexo de los cuerpos de los sujetos humanos (para resúmenes de este trabajo sobre el género en antropología ver Moore 1988; di Leonardo 1991).

     Aunque más recientemente este entendimiento de sexo ha sido bastante criticado en antropología (ej., Moore 1994:8-27; Strathern 1988; Yanagisako y Collier 1987), las proposiciones originales de la separación -y su base filosófica- siguen siendo una parte central de la mayoría de los trabajos en la arqueología de género.

LA CRÍTICA A LA SEPARACIÓN ENTRE SEXO Y GÉNERO

     La crítica de la formulación particular de la separación entre sexo y género utilizado en la mayoría de los trabajos arqueológicos sobre género se ha enfocado en el supuesto status natural y por lo tanto universal del cuerpo. Esta crítica, ya naciente en los años setenta en antropología (ej. , Rubin 1 9 7 5 ) , se ha visto con creciente frecuencia en la literatura arqueológica de los últimos años (Alberti 1997, 1999; Claassen 1992; Conkey y Gero 1997; Joyce 1998:147; Marshall et al. 2001; Nordbladh y Yates 1990:222-225; Strassburg 1997, 2000; Yates 1993) y por lo tanto, sólo voy a resumir aquí los principales puntos. Cabe destacar que la crítica se encuentra en otro campo de la antropología que ofrece una perspectiva alternativa de la aculturación del cuerpo y una concomitante comprensión de la naturaleza de la distinción macho/hembra.

     Como anteriormente he dicho, la formulación de género más usada por la arqueología de género está basada en una dicotomización del cuerpo en sexo (natural) y género (cultural). Se puede criticar esta formulación desde varios ángulos incluyendo sus presuposiciones empíricas y su integridad ontológica, las cuales están relacionadas unas con otras. Desde el punto de vista empírico se puede criticar la ciencia de la diferenciación entre los dos sexos. La observación que han hecho autores como Foucault (1979, 1980) es que los aspectos supuestamente naturales del cuerpo son muy variables y no se dividen sencillamente en estrictamente dos suertes de cuerpo (macho y hembra) sino que hay una gran variedad de cuerpos que se pueden definir utilizando los métodos de ciencia (Joyce 2001:8; Nordbladh y Yates 1990; Butler 1990:106-111; Strassburg 2000). De hecho, las ciencias médicas, aunque bien sea en buena fe, han esforzado la división del cuerpo sobre las evidencias corporales. Es decir, las propias evidencias médicas que se han utilizado para substanciar una división fuertemente binaria del cuerpo basado en las características supuestamente sexuales se pueden utilizar para desautorizar sus propios argumentos.

     Desde un nivel ontológico, el argumento de que el concepto del cuerpo — como se lo ha definido desde Descartes y la Ilustración hasta el presente Occidental — no es una idea universal, y por lo tanto, carece del status de 'natural', ha encontrado más adeptos en los últimos años. Este trabajo tiene sus raíces en las obras de Foucault (1979, 1985), pero también en la antropología y en la teoría feminista (ej., Butler 1990, 1993; Grosz 1994), donde el status del cuerpo ha atraído mucho interés. Esta orientación constituye la crítica más contundente a la fundación ontológica del cuerpo y del sexo. Si el dimorfismo sexual no es un universal del cuerpo, cabe señalar que el concepto ontológico del cuerpo puede ser culturalmente e históricamente específico. Herdt (1993a:11) pregunta: '¿Es el dimorfismo sexual inevitable en los asuntos humanos?' Hay un reconocimiento de que el concepto del cuerpo está construido como otro discurso social Occidental (Foucault 1979, 1980; y ver Herdt 1993b) y entonces, que existe la posibilidad de conocer otra manera de concebir al cuerpo humano (Busby 1997; Laqueur 1990; Strathern 1988). El proceso y las gimnásticas filosóficas que se han hecho para otorgarle un status ontológico al concepto médico y moderno del cuerpo ha sido explicado y analizado por varias autoras feministas, que abordan el estudio de la 'diferencia sexual' de alguna forma (ver más abajo).

     Los resultados de esta crítica de la división sexo/ género para la arqueología han sido reconocidos por algunos/as arqueólogos/as. Algunos/as autores/as cuestionan si la categoría de género es abordable en el registro arqueológico, o si en efecto sólo tenemos una arqueología de sexo (ver Alberti 1999; Marshall 1995). La utilidad del concepto fue vinculada al estudio de sujetos vivos en antropología (Domasnes 1996:4; Moore 1988, 1994), donde las discrepancias entre comportamiento y características sexuales fueron más visibles y podían conducir a un análisis mucho más complejo que la diferenciación analítica basada en las categorías de sexo. Otros arqueólogos siguen con la división sexo/género, pero toman en cuenta el status discursivo del cuerpo en esta formulación (ej., Strassburg 2000). Sin embargo, aunque las/los integrantes de la arqueología de género muestran un conocimiento de la crítica del status de sexo como natural y universal, muy a menudo ellos/as no exploran las implicaciones y la mayoría de los trabajos siguen utilizando un concepto de género en oposición a un cuerpo universal y estable, basado en el dimorfismo sexual.

EL FEMINISMO DE LA DIFERENCIA SEXUAL: RECONCIBIENDO LOS CUERPOS

     Se puede caracterizar el concepto previo de género como una categoría, algo estático y estable. Esta categoría puede ser dividida en partes analíticas (como rol, identidad, ideología) y aplicada a la reconstrucción y estructuración de una sociedad del pasado. 'Género', entonces, es algo que alguien posee, o una verdad profunda de la identidad y cuerpo, una esencia. O bien es un principio estructural de la sociedad, una manera de categorizar y dividir el mundo social. Así que no cambia temporalmente y tiene la sustancia de un escudo o emblema. Aunque esta visión categórica ha sido y sigue siendo criticada por arqueólogas (ej., Conkey y Gero 1997:422-423; Roberts 1993), quienes han llamado la atención a la relación de otras formas de identidad en el proceso de negociación e identidad social, como edad, etnia, clase, etc., la fundación filosófica de cómo funciona género y cuál es la base ontológica que le pertenece, no ha sido criticada si no de una manera simple y finalmente ineficaz.

     Esta manera de ver el cuerpo y el género como categorías analíticas o de identidad que se puede sobreponer a cuerpos universales y seres básicamente iguales de naturaleza (la idea occidental de la naturaleza) está relacionado con todo un conjunto de ideas y conceptos occidentales que ven los seres humanos y los objetos o la materialidad del mundo como radicalmente separados entre sujetos y objetos (Boast 1997; Strathern 1988). Por lo tanto, desde esta óptica no podemos pensar en la construcción discursiva de materialidad y cuerpo. La misma está relacionado con una manera de pensar en dualismos, base de la filosofía tradicional occidental (ver Grosz 1994; Lloyd 1993; Moore 1994), en la cual cuerpo y mente habitan dominios totalmente separados.

     El desarrollo de alternativas a esta formulación del cuerpo y materialidad la han realizado sobre todo feministas antropólogas y filósofas trabajando con las ideas de un conjunto de pensadores/as occidentales o con categorías analíticas influidas por conceptos indígenas de sociedades ajenas a la Occidental. Sobre todo los trabajos de Marilyn Strathern (1988), partiendo de investigación antropológica en Melanesia y los trabajos influidos por ella (ver Broch-Due et al. 1993; Gell 1998) sobresalen en antropología. Aunque no se refieren uno a otro hay vínculos bastante fuertes entre su trabajo y los trabajos de algunas teóricas feministas, como Judith Butler (1990, 1993) y Elizabeth Grosz (1994, 1995). Más recientemente ha surgido un campo de estudio que se ha nombrado 'teoría queer' (ver de Lauretis 1991; Weed y Schor 1997; en arqueología ver Dowson 1998, 2000; contribuciones de Schmidt y Voss 2000), dentro de la cual aparecen ideas semejantes sobre los cuerpos, sexualidad y género. Dentro de este área se han incluido trabajos como los de Butler (1990, 1993) y Grosz (1994, 1995), de hecho que la distinción entre teoría queer y varias ramas del feminismo no es muy clara (ver nota 1). Mientras que antropólogas como Strathern pueden ser influidos por el trabajo propio en antropología y el enfrentamiento entre sus propias ideas y las creencias y conceptos de los pueblos que estudian, autoras del feminismo de la diferencia sexual y las/los autoras/es de teoría queer parten de una base de investigadoras/es variadas/os. Desde el trabajo previo feminista, hasta la obra de Foucault y Lacan, se han desarrollado sus ideas acerca del cuerpo y la identidad con, obviamente, un fuerte elemento de género.

     En su mayoría, los teóricos/as mencionados se afanan de la segunda crítica expuesta anteriormente de la división entre sexo y género. Es decir, de alguna manera se creen que los cuerpos son discursivamente constituidos; que lo que nosotros entendemos como la naturaleza del cuerpo (ej., el dimorfismo sexual) no es más que un mito ontológico, o una reificación de un entendimiento biológico de la sociedad capitalista tardía. Hay cuestiones importantes que surgen de tal idea del status no natural del cuerpo. Además, es éste el punto que trae más controversia y suele ser mal entendido tanto por sus críticas como por sus exponentes en arqueología. El resultado es que las implicaciones para la arqueología no han sido reconocidas ni afectada la interpretación arqueológica sino en muy pocos trabajos (ver Alberti 1997; Joyce 1996, 1998; Marshall et al. 2001; Strassburg 2000). Por lo tanto, se necesita una aclaración de los presupuestos básicos de estas escuelas, sobre todo acerca del status del cuerpo, sexo y género en sus trabajos, como así también de sus implicaciones para la interpretación arqueológica. Desde esta corriente el objetivo del estudio deja de ser las variadas manifestaciones genéricas de un cuerpo pre-cultural considerado incuestionable; sino, la interrogación pasa a esta segunda parte, a la supuesta base concreta e inamovible del género, el sexo y por lo tanto del cuerpo en sí. Así, este último está visto como dependiente de los discursos culturales, no como el esclavo de la mente libre y autónoma, sino como una parte inviolable del proceso en el cual identidad, mente y cultura son producidas y mantenidas. Deja de ser el signo de lo natural: "El cuerpo no es contrapuesto a la cultura, un resistente anacronismo de un pasado natural; es en sí un producto -el producto- cultural" (Grosz 1994:23).

     Por lo tanto, una crítica común de este campo de trabajo es que la materialidad del cuerpo desaparece o no está tomada en cuenta. ¿Qué pasa con el cuerpo si todo es discurso? No obstante, esto es un mal entendimiento de los trabajos de estas/os autoras/os. Sin embargo, la crítica servirá para una entrada a cómo ellos conciben el cuerpo. La crítica dice que el cuerpo existe en sí, independiente de la cultura humana, entonces hay una materialidad y verdadera naturaleza de ello que no puede ser alterada ni 'construida' por los discursos humanos. Acusan a los exponentes del enfoque explicado aquí de imaginar que los cuerpos pueden ser manipulados por la voluntad humana o las normas culturales y que ignoran la materialidad y los límites que eso impone a la manipulación discursiva. Pero en realidad estas teóricas no atacan a la base material del cuerpo, ni argumentan que lo biológico es una mentira o una quimera, ni un producto de la imaginación Occidental científica. Sino que toman en serio las diferencias del cuerpo y cómo puede entenderse e involucrarse en la producción, mantenimiento, justificación y contestación de identidades. Poner las diferencias sexuales como centro de sus estudios es reconocer el efecto de las divisiones corporales dominantes sobre nuestro saber, estructuras filosóficas y sociales. El cuerpo no desaparece bajo las manifestaciones discursivas y culturales, sino su lugar en el proceso de crear y sobre todo reglamentar tales sistemas está llevado al frente de la investigación.

     Por lo tanto, no dicen que el cuerpo pre-cultural o natural no existe, sino que es imposible saber lo que es. Podemos conocerlo, pero por lo general solamente dentro de los límites de nuestra manera de explicarlo. En este sentido, no se puede conocer el verdadero cuerpo, sólo se puede conocer el cuerpo 'natural' como una construcción cultural en contra de diferentes ideas culturales (Butler 1990; Grosz 1994; ver Strathern 1988:136). En este sentido, las descripciones médicas corporales son meramente una de una serie de discursos que contribuyen al establecimiento de los límites, circunscripciones y conceptualizaciones del cuerpo (otros en el occidente incluirían creencias populares como las creencias Judeo-Cristiano, el mito de la 'Madre Diosa', el hombre peludo de Robert Bly (1990), etc.). Entonces, las ciencias médicas no descubren las 'verdades naturales', sino que ajustan su información y sus datos dentro de sistemas y esquemas pre-establecidos de cómo entender el cuerpo. No significa que los 'hechos' biológicos existen, solamente que los descubrimientos médicos están enseguida incorporados en un marco y un sistema conceptual y por lo tanto, no son aislables.

     Las/os diferentes autoras/os de la corriente le dan distinta importancia a la existencia o no de un cuerpo pre-cultural. Mientras que Kristeva (ej., 1986) cree claramente en el cuerpo natural o maternal como el sitio de libertad de las cadenas del sistema simbólico patriarcal, Butler (1993) y Grosz (1994) enfatizan el rol de discursos en la creación de la idea de un cuerpo pre-cultural para justificar ciertas creencias y regímenes corporales. Grosz (1995:212) acusa a Butler (debido a su influencia por Foucault; ver Foucault 1980:xiii) de mantener la idea o el espectro del cuerpo pre-cultural como el fundamento de sus ideas acerca de género y sexo. A Cixous (1976) e Irigaray (1993) no les interesa el cuerpo supuestamente 'natural', sino reconocen que los conceptos acerca del cuerpo están metidos en el discurso Occidental actual. Por lo tanto, las mujeres deben encontrar alternativas dentro de aquel discurso. Por ejemplo, Irigaray (1993:29-36) utiliza el cuerpo femenino para combatir el lógico masculino que se basa en las imágenes fálicas del lenguaje (ver Gatens 1992:136).

     Una vez que se entiende al cuerpo como comprensible en una manera radicalmente distinta, la forma de conceptualizar al género ha de cambiar también. Si el sexo no es estable entonces ¿para qué sirve el género? ¿Tiene el género un status separado del sexo? ¿Es meramente un mito de lo académico o de las teorías actuales? ¿A qué se refiere?

     Una primer consecuencia de esta manera de entender el cuerpo es que la comprensión del género se pasa desde el interior del cuerpo hasta su exterior. Es decir, el género deja de ser una esencia que llevamos en un lugar profundo de nuestros seres y que sirve como la justificación para nuestras identidades esenciales. Foucault (1977) analizó los cuerpos de los criminales desde el siglo diecisiete, explorando cómo la identidad de la persona llega a ser inscripta sobre la superficie de su cuerpo. Criticó la doctrina de 'internalización' sosteniendo que la figura del alma interna entendida como 'adentro' del cuerpo se manifiesta por su inscripción sobre el cuerpo (Foucault 1977:30). Butler (1990) y Grosz (1994) utilizan el trabajo de Foucault de entender el género para criticar la idea de que lo mismo es una verdad interna del cuerpo. En sus trabajos pretenden dar al cuerpo un lugar más céntrico, además de destacar su relación con la reificación de género en la sociedad occidental. Grosz (1994) específicamente intenta deshacer los dualismos Occidentales que nos atan a una distinción radical entre cuerpo y mente, objeto y sujeto, mientras también evita los peligros de los monoismos. A su vez, ella utiliza la metáfora de la [banda/cinta/lámina] de Mobius (Grosz 1994:xii-xiii, 209-210) para describir la relación entre mente y cuerpo, en la cual se entiende que cada uno involucra al otro como una superficie aparentemente dividida pero de hecho continua. En este proceso el género y el sexo dejan de ser separables de un modo concreto y Grosz (1995) considera que el concepto de género no tiene lugar en un análisis porque se puede incluir todo analíticamente a través del sexo (ver Strassburg 2000:42).

     Butler (1993:5-6) también reconoce que el género y el sexo son ambos creaciones o ficciones culturales.

     El género funciona para dar al sexo un status 'natural' y 'pre-cultural' a través de las acciones y las prácticas cotidianas, incluso el uso del lenguaje y lo que entendemos como signos del género y que éstos fingen ser las expresiones de una identidad genérica profunda, pero de hecho crean la propia ilusión de tal identidad. Según Butler (1990: 135, énfasis en el original): "En otras palabras, los actos, los gestos y los deseos producen el efecto de un núcleo interno o sustancia, pero lo producen en la superficie del cuerpo ..." Butler no deja de usar la palabra 'género' en su análisis pero entiende su lugar en la reificación de un régimen de conceptualización corporal; lo que entendemos como las manifestaciones de una identidad de género naturalizan las ideas occidentales actuales acerca de lo que es el cuerpo natural.

     Strathern (1988) también critica la supuestamente naturalidad del dimorfismo sexual y las categorías coherentes claramente diferenciadas de 'macho' y 'hembra', 'masculino' y 'femenino', pero reconoce que son conceptos analíticos propios de Occidente y específicamente, de ciertas disciplinas académicas como la antropología; que no debemos rechazar (que, de hecho, no podemos rechazar) sino hay que utilizarlos para enfrentar conceptos ajenos. Lo que todas/os estas/os autoras/os tienen en común es el deseo o el reconocimiento de la necesidad de ir más allá de la división entre sexo y género donde el sexo se considera la planilla vacía sobre la cual cada cultura inscribe su propio género. Esto deja el cuerpo y la materialidad de las diferencias sexuales no analizados, lo que resulta en la reificación del dimorfismo sexual y la idea de una identidad genérica coherente e interna como un hecho ahistórico del cuerpo. Si bien reconocen que los conceptos de sexo y género y sus contenidos analíticos son productos culturales no niegan la materialidad de los cuerpos, sino que ponen el énfasis sobre la apariencia externa del cuerpo y cómo éste organiza en cierta medida la reificación de identidades y relaciones sociales, dándoles formas sólidas mientras de hecho son inestables, continuamente reiterados y re-legitimados.

CONCLUSIONES: IMPLICACIONES PARA LA INTERPRETACIÓN ARQUEOLÓGICA DE GÉNERO, SEXO Y CUERPOS

     Es importante destacar que las teorías previas son históricamente específicas, tratando en su mayoría a los sistemas analizables de la actualidad o de otras culturas. No obstante, hay obvias y fuertes implicaciones que trae esta corriente a la interpretación arqueológica de género, sexo y cuerpos.

     Hay varias/os arqueólogas/os que reconocen las dificultades en el uso de género y sexo como un producto cultural en arqueología; últimamente es bastante común ver la crítica de sexo como algo innato en la literatura. Sin embargo, hay pocas/os que en realidad actúan a través de la crítica y llegan a hacer una interpretación distinta. Entre los que han desarrollado este trabajo más profundamente hay un movimiento hacia el reconocimiento que el género tiene que ver con la regulación de sexualidad (Claassen 1992:4; Claassen y Joyce 2001:4-5; Strassburg 2000:44-46).

     No obstante, este concepto de género, aunque plenamente construido en oposición a las tendencias universalizadas de las ideas normativas, tal vez implementa otra regla universal de lo que género implica. Sin embargo, en contra de la distinción del sentido común de sexo/género, Strassburg (2000) da su concepción de género y sexo el status de conceptos analíticos inestables, que reconocen algún grado de materialidad estable, pero él no fija el despliegue de tales conceptos a sus partes supuestamente 'pre-culturales' o invariables. Asimismo Strathern (1988), en su uso de conceptos occidentales para enfrentar los datos antropológicos, enfatiza la naturaleza provisional y transitoria de los conceptos de género y sexo. Lo que hay que reconocer es que los factores que se utilizan y con los cuales se constituyen identidades no son aislables en la realidad - es un truco analítico. Por lo tanto, siempre hay que ser flexible en el uso de tales conceptos para poder capturar las relaciones entre sexo, género y las otras facetas de la identidad (ver Butler 1993). Hay que reconocer género y sexo como conceptos analíticos que no tienen una existencia fuera de su utilización. También, son conceptos fluidos y flexibles que pueden llegar a referir a distintas facetas de identidad y de relaciones sociales que dependen del contexto en el cual se los utiliza. Aunque obviamente el cuerpo y sus formas están íntimamente relacionados a tales manifestaciones culturales, la parte del cuerpo que es fija e invariable para el saber local del contexto en particular será específica al caso determinado.

     Aparte de los aspectos analíticos hay implicaciones metodológicas. Si aceptamos que el dimorfismo sexual como determinante de identidad es una forma cultural de entender los cuerpos, no podemos prever una división primaria y constituyente de identidad que sea de la forma binaria 'macho/hembra' en todas las sociedades. Por lo tanto, cuando analizamos evidencias como los restos óseos humanos y sus ajuares, o imágenes figurativas hay que tener cuidado de no forzar tales evidencias en dos categorías bien definidas. Si las evidencias no muestran claramente esta división no tiene sentido buscarlo, sino que hay que encontrar otros patrones y maneras de clasificar los datos (ej., Joyce 2001; Yates 1993). Por ejemplo, Yates (1993; ver Alberti 1997:72-73) en un estudio de figuras humanas en el arte rupestre de Gotenburgo en Bohuslän, Suecia, señala que ha ocurrido un error metodológico en la interpretación de las imágenes. La mayoría de las figuras no tienen marcas de características sexuales físicas, mientras algunas pocas sí muestran penes; las que no tienen penes se han interpretado como femeninas aunque hay otras variables que entrecruzan estos dos tipos de figura. Según Yates (1993:47-48) las figuras no representan machos y hembras, sino machos y una categoría a propósito ambigua que pueden ser o macho o hembra. Lo que es importante es la relación entre una identidad macho y otra ambigua, no entre macho y hembra. Investigaciones anteriores habían supuesto que esta ambigüedad era un problema metodológico del arte, pero en realidad es "un aspecto tangible" de su significación (Yates 1993:48).

     Otra implicación de no tener que buscar las categorías invariables de macho y hembra en el registro arqueológico es que los estudios funerarios dejan de ser una búsqueda desesperada de la verdadera identidad sexual de los cadáveres enterrados y pueden explorar otras posibilidades de cómo la gente en el pasado conformaba sus identidades y relaciones a través de sus prácticas fúnebres. Strassburg (1997, 2000:151162) muestra en el caso del mesolítico de Suecia las dificultades en la atribución de sexo y género a los enterramientos; y además que la percibida necesidad de darle un sexo a cada esqueleto (y que esto es implemente un caso de aplicar bien la metodología) frecuentemente tiene que ver con intereses actuales y la idea de que la identidad genérica es igualmente fija y necesaria para la gente en el pasado como en el presente. La carne está reemplazada por estos restos óseos en cuanto al significado de las identidades genéricas internas que se basa en los cuerpos machos y hembras. Se analizan estos restos con técnicas cada vez más sofisticadas para determinar el sexo que 'son'. En efecto, los huesos en sí llegan a tener un género (ver Joyce y Claassen 1997:7; Lucy 1997:154).

     El resultado de concebir macho y hembra como interiores y centrales a la identidad es que la cultura material, los restos de esqueletos y las representaciones figurativas de los cuerpos se entienden simultáneamente como las expresiones de género y como las evidencias para ese género. La implicación más contundente, por lo tanto, es el entendimiento de la relación entre personas y materialidad. En vez de entender la cultura material como un mero reflejo de una realidad externa al mundo humano, o una realidad precultural y extra-discursiva sobre la cual las creencias acerca del sexo se concretizan, se puede entender el rol constituyente de la cultura material en la producción y el mantenimiento de identidades, relaciones y conceptos. Tanto el cuerpo humano como los vestidos, adornos, instrumentos, viviendas y objetos 'naturales' están involucrados en estos procesos.

Agradecimientos

Principalmente, agradezco a las/los editoras/es de la revista Intersecciones en Antropología la posibilidad de publicar este trabajo.

Sin el apoyo de Rafael Curtoni y María A. Gutiérrez, quienes tuvieron la no envidiable tarea de corregir mi español, este trabajo no habría sido publicable. Rosemary Joyce me envió trabajos suyos no editados, por lo cual le agradezco mucho. Además, agradezco las sugerencias e inspiración de Jimmy Strassburg y Ing-Marie Back Danielson y de dos revisores/as anónimas. Sin embargo, los errores son de mi exclusiva responsabilidad. Todas las traducciones son mías.

NOTAS

1 Utilizo la etiqueta 'el feminismo de la diferencia sexual' para denotar la influencia de los trabajos de algunas filósofas y lingüistas feministas francesas, pero cuyos trabajos han influido a otras, como Judith Butler y Elizabeth Grosz, quienes representan una tradición que entrecruza las tradiciones feministas angloamericanas y las francesas. Además, para complicar más el asunto de 'denominación', la teoría queer es un invento bastante reciente (ver de Lauretis 1991), e incluye autores que también se pueden nombrar como feministas de la diferencia sexual o incluso, feministas'post-estructuralistas ' . Así que utilizo tales etiquetas con cautela y sin ningún intento de enmarcar claramente a esas distinguibles escuelas.

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