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Intersecciones en antropología

versión On-line ISSN 1850-373X

Intersecciones antropol.  n.5 Olavarría ene./dic. 2004

 

Huellas del pasado, miradas del presente: la construcción social del patrimonio arqueológico del Neuquén

Estela Mónica Cúneo

Estela M. Cúneo. Dirección de Investigaciones y Preservación Patrimonial, Dirección Provincial de Cultura, Provincia del Neuquén, República Argentina. Vuelta de Obligado 50 (8300) Neuquén, Provincia del Neuquén. E-mail: ecuneo@infovia.com.ar

Recibido 24 de Junio 2003. Aceptado 26 de Diciembre 2003

RESUMEN

El objetivo de este trabajo es analizar la relación entre aspectos teóricos pertinentes a la gestión del patrimonio arqueológico, la praxis profesional y el papel de las comunidades aborígenes y criollas, a partir de tres experiencias de arqueología de rescate en cementerios indígenas ubicados en la Provincia del Neuquén, República Argentina. En todas las ocasiones las comunidades locales manifestaron ser las propietarias de los materiales arqueológicos, por lo que estos casos constituyen un punto de partida para reflexionar acerca de "la construcción social del patrimonio arqueológico". Se plantea que la práctica profesional y la gestión del patrimonio arqueológico deben tener en cuenta los contextos socio-culturales y las percepciones simbólicas de las comunidades.

Palabras clave: Gestión del patrimonio arqueológico; Arqueología de rescate; Cementerios indígenas; Comunidades indígenas y criollas; Provincia del Neuquén (Patagonia argentina).

ABSTRACT

The aim of this paper is to analyze theoretical issues related to the management of archaeological heritage, archaeological praxis, and the role of aboriginal and Creole communities. Three experiences of rescue archaeology conducted at indigenous cemeteries located in Neuquen Province, Argentina, form the basis of this analysis. In all cases local communities claimed to be the owners of the archaeological materials. These experiences are a starting point for thinking about "the social construction of cultural heritage". It is argued that archaeological praxis and the management of the archaeological heritage should take into account sociocultural contexts and the symbolic perceptions of communities.

Keywords: Management of archaeological resources; Archaeological rescue; Indigenous cemeteries; Indigenous and creoles communities; Neuquén province (Argentine Patagonia).

RENOVACIONES TEÓRICAS EN LOS CONCEPTOS DE IDENTIDAD, CULTURA Y PATRIMONIO

 La crisis de la modernidad impulsó en el campo de las Ciencias Sociales un profundo debate y reconceptualización de las nociones de identidad y cultura. Uno de los principales aportes fue despojarlas de su carácter entitativo y categorizarlas como instrumentos conceptuales vinculados con procesos de construcción social e histórica, aspectos simbólicos y relaciones de poder 2 (Briones de Lanata 1988; Briones et al. 1990-92; Grimson 2000; Tamagno 1988). Estas transformaciones teóricas, que produjeron una ruptura con los esquemas esencialistas/sustancialistas, se reflejaron en investigaciones relativas al patrimonio cultural. Comenzaron a analizarse los factores que incidieron en la constitución de los "patrimonios culturales nacionales" -a partir de la consolidación de los estados latinoamericanos en los siglos XIX y XX- y se revisaron críticamente los paradigmas político-culturales tradicionalistas-sustancialistas, mercantilistas y conservacionistas que guiaron estos procesos (García Canclini 1994). Numerosos trabajos dan cuenta de que el patrimonio cultural es una construcción social realizada por los sectores hegemónicos, a través de una selección de elementos del pasado, en función de los intereses del presente. Esta actitud intentó, en teoría, suprimir la diversidad étnica y las diferentes trayectorias históricas de los grupos que habitaban el territorio de la Nación, subsumiéndolas en categorías de objetos y discursos que se consideraron emblemáticas.

 Las instituciones oficiales, principalmente museos y escuelas, fueron y son los ámbitos ideales para perpetuar ritualmente el reconocimiento de la representatividad de determinados símbolos. De hecho, no todos los grupos se sintieron igualmente identificados con la cultura consagrada como nacional, por lo que fue y es inevitable que existan diferentes modos de apropiarse del patrimonio (Bonfil Batalla 1993; Florescano 1994; García Canclini 1996; Varese 1994).

 En relación a las formas de exposición comenzó a concebirse a los museos como ámbitos de educación permanente, donde los objetos debieran exhibirse en forma crítica y contextualizada de modo que el público pueda aprehender procesos de cambio cultural (Cousillas 2000; Laumonier 1993). Incluso se plantean rupturas con el modelo tradicional de la institución subrayando la importancia que los museos comunitarios, de sitio, ecomuseos, etc., pueden alcanzar en algunas localidades (Barretto 1998).

Patrimonio arqueológico

 En nuestro país el debate acerca de los usos sociales del patrimonio y de la necesidad de incentivar políticas de participación social cobró notable impulso a partir de la restauración de la democracia en 1983. En relación con la arqueología constituyó un importante estímulo que se reconociera oficialmente la profundidad temporal del poblamiento americano, la diversidad cultural e historia particular de las sociedades indígenas y el reconocimiento de la ciencia arqueológica como medio para la recuperación de la historia no escrita. De este modo se adoptaba oficialmente la definición de un modelo de país pluricultural, plurilingüe y de filiación latinoamericana (Podgorny 1999: 7). En los ámbitos académicos surgió la preocupación por aspectos relativos a la gestión del patrimonio arqueológico y a los vínculos entre investigación y usos sociales del pasado (e.g., Primeras Jornadas-Taller sobre El uso del pasado, Simposio Administración de Bienes Culturales 1989; Segundas Jornadas-Taller sobre El uso del pasado, Simposio ¿Pasado=identidad? 1992).

La protección jurídica del patrimonio arqueológico

 La arqueología es una disciplina a la que se le atribuye un importante papel en la conceptualización del patrimonio cultural. Expresiones como: investigación, preservación, conservación, defensa, administración y difusión del patrimonio arqueológico siempre aparecen en la formulación de los planes y programas de las áreas estatales de cultura y en las normas legales que regulan las acciones referidas a estos bienes.

 La reforma de la Constitución Nacional sancionada en 1994 abrió nuevas perspectivas en materia de preservación del patrimonio natural y cultural. El artículo 41° establece las responsabilidades del Estado Nacional y de las provincias sin modificación de las jurisdicciones locales. En el artículo 75° inc. 17 se re conoce la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas argentinos y se establecen una serie de derechos, entre los que cabe destacar la participación de las comunidades en la gestión de sus recursos naturales y demás intereses que las afecten. Esto último abre la posibilidad de que intervengan también en el manejo de aquellos bienes con los que están vinculados por prácticas culturales, residencia, filiación, etc. (Berberián 2000: 558-559; Endere 2000a: 55-56).

 En el año 2001 se sancionó la ley nacional 25.517 que en su artículo 1° establece que deberán ser puestos a disposición de los pueblos indígenas y/o comunidades de pertenencia que lo reclamen, los restos mortales de aborígenes, que formen parte de museos y/o colecciones públicas o privadas. En el artículo 3° se especifica que las comunidades aborígenes deberán otorgar su consentimiento para la realización de todo emprendimiento científico que las tenga por objeto, incluyendo su patrimonio histórico y cultural.

 Desde junio del año 2003 está vigente la ley nacional 25.743 de "Protección del Patrimonio Arqueológico y Paleontológico", que reemplaza a la ley 9080. Esta última había sido sancionada en 1913 y reglamentada en 1921, pero nunca tuvo aplicación efectiva por una serie de deficiencias en su articulado.

 En la provincia del Neuquén rige la ley 2184 "Del patrimonio histórico, arqueológico y paleontológico", sancionada en 1996 y reglamentada en 1997 3 . El anteproyecto fue elaborado por arqueólogos, paleontólogos y especialistas en patrimonio del área de Cultura Provincial. Esto permitió que la norma tuviese como marco de referencia las experiencias previas de los integrantes del equipo de investigación y las dificultades que se habían planteado en la aplicación de la legislación existente hasta ese momento 4 . De hecho, los tres casos que se reseñarán son previos a la sanción de esta norma, por lo que se constituyeron en antecedentes para su redacción.

 La ley 2184 establece claramente no sólo las obligaciones de particulares y empresas, sino también las responsabilidades del Estado Provincial. Entre sus principales aspectos cabe destacar: se designa Autoridad de Aplicación de la norma al área de Cultura provincial, se garantiza la existencia permanente de un equipo de especialistas en los temas específicos de investigación, se prevé la organización de campañas de concientización y la elaboración de proyectos de educación específicamente referidos al patrimonio cultural.

 Uno de los artículos más importantes es el relativo a la atención de denuncias de sitios arqueológicos, paleontológicos e históricos en riesgo de destrucción 5 . En una provincia caracterizada por el desarrollo de trabajos de infraestructura vinculados a grandes avances de la obra pública y a exploraciones y explotaciones petroleras y gasíferas, es altamente probable que se realicen hallazgos casuales durante la construcción de redes viales, canales de riego, gasoductos, oleoductos, etc. En tal sentido, han sido y son frecuentes las denuncias de sitios en peligro de destrucción, que requieren inmediatas tareas de rescate. Esto es, en principio, lo contrario de una investigación sistemática, ya que no da lugar a una planificación previa.

 La información referida a descubrimientos casuales procede de lugareños o de empresas que realizan remociones de terrenos; cabe destacar que en Neuquén una gran parte de las denuncias corresponden a hallazgos de restos óseos humanos. Las tres experiencias que se reseñarán reúnen estas características.

ARQUEÓLOGOS Y POBLADORES: RESPUESTAS TÉCNICAS A DEMANDAS SOCIALES. RESCATES ARQUEOLÓGICOS EN LOMA DE LA LATA, CAEPE MALAL Y SAN MARTÍN DE LOS ANDES

"Lo universal es el horizonte de armonía entre dos particulares; quizás jamás se llegue a él, pero sigue existiendo la necesidad de postularlo, para hacer inteligibles los particulares existentes" Tzvetan Todorov. Nosotros y los otros.

Rescate arqueológico en Loma de la Lata

 El sitio arqueológico Loma de la Lata (Figura 1) está ubicado en el paraje homónimo, en tierras de la Comunidad Mapuche Paynemil (departamento Confluencia) 6 . En julio de 1988, operarios de YPF descubrieron fortuitamente restos óseos humanos en la cumbre de una barda de arenisca. El hallazgo fue informado a la entonces Subsecretaría de Educación y Cultura, que, a través del área de Investigaciones Arqueológicas, intervino inmediatamente 7 .


Figura 1. Localización de los sitios de Loma de la Lata, Caepe Malal y San Martín de los Andes en la prov. de Neuquén.

 Se determinó que el sitio era un cementerio correspondiente a un grupo de cazadores-recolectores prehispánicos. Los entierros de veintisiete individuos de ambos sexos y diferentes edades -señalizados por piedras lajas y acompañados por escaso, pero significativo ajuar 8 -, la evidencia de superposición de tumbas y de entierros secundarios hacían de este hallazgo un hecho excepcional para la provincia del Neuquén y la Patagonia (Biset y Font 1993).

 Pese a la rápida intervención, en el lapso que medió entre la denuncia y el inicio del rescate, el sitio sufrió deterioros por pisoteo de visitantes y sustracciones por parte de "coleccionistas" 9 . Los integrantes de la Comunidad Paynemil al ver los daños causados por los furtivos, entendieron que la intervención de un arqueólogo podría frenar el deterioro y se convirtieron en activos cuidadores y ayudantes de campo.

 Los trabajos de rescate duraron más de tres meses durante los cuales la Lic. Biset construyó un sólido vínculo con la Comunidad sobre la base del diálogo y el respeto mutuo. Don Venancio Paynemil, de 74 años, decidió dormir al lado de las tumbas para evitar posteriores saqueos; por las mañanas relataba que durante la noche veía luces y escuchaba ruidos, voces y llantos. Dada las características del hallazgo, de algún modo, esto era irlo esperablelt por parte de los lugareños, aunque posteriormente se supo que algunos muchachos de la comunidad habían decidido gastarle una broma a Don Venancio.

 Durante las tareas de rescate, en una ocasión se encontró en cada uno de los grupos esqueletarios un ramito de flores silvestres. Una de las mujeres manifestó "...hace tiempo que nadie se ocupa de estos muertitos, por algo aparecieron...". Desde el momento en que se produjo el hallazgo la versión de los Paynemil con respecto a los restos humanos, vigente hasta el día de hoy, es que no se trata de un cementerio sino de una batalla (Luz María Font, comunicaciones personales, 1999).

La creación del Museo de Sitio (conocido como Museo de sitio de Añelo)

 Con respecto al destino de los materiales en la Comunidad surgieron dos propuestas diferentes. El entonces cacique, Maximino Paynemil, planteó que se podían retirar los restos "...para algún estudio, pero luego debían enterrarse en el actual cementerio de la Comunidad". Las mujeres, encabezadas por Sofía Paynemil 10 tuvieron otra idea: pidieron la construcción de un museo alegando: "Queremos que las cosas queden acá, para que nuestros chicos puedan conocer la historia de la gente de antes" (Font 1994: 31). Cuando la Lic. Biset señaló que los restos óseos humanos en realidad no correspondían a los antepasados de la Comunidad actual, los Paynemil respondieron con un interrogante: "...¿Pero, son o no son indígenas?", Ante la respuesta afirmativa, plantearon: "...entonces ellos también son mapuche, porque todos somos gente de la tierra", (Biset 1989).

 La solución técnica a esta demanda debía conciliar los aspectos científicos y de preservación. Cabe destacar que el primer proyecto arquitectónico -elaborado por profesionales de la Dirección de Arquitectura del Ministerio de Obras y Servicios Públicos de la Provincia del Neuquén- era de líneas muy sofisticadas, por lo que la Lic. Biset sugirió que los Paynemil opinaran acerca de las características del edificio que albergaría el cementerio. Los arquitectos hicieron una enuesta en la Comunidad cuyo resultado fue: "...nos gustaría una casita como las nuestras" (Luz María Font, comunicación personal 1999). Finalmente se construyó un edificio de líneas muy simples que se constituyó en el primer Museo de Sitio de la provincia del Neuquén y de la Patagonia. Fue inaugurado en noviembre de 1989 y desde entonces hasta la actualidad su cuidadora es Sofía Paynemil. Esta experiencia constituye uno de los pocos casos en Argentina en que una comunidad indígena participa en el manejo de un sitio arqueológico (Endere 2001: 151).

 En los años posteriores a la inauguración se observaron algunos cambios significativos en la Comunidad. Los caciques comenzaron a ser elegidos mediante el voto directo, alternándose hombres y mujeres en el cargo. Empezaron a preocuparse activamente por la situación ambiental, denunciando los daños que estaba produciendo la empresa YPF en la zona, y a reunirse con otras agrupaciones indígenas para intercambiar información y participar en ceremonias mapuche tales como rogativas (Nguillatun) y la celebración del Año Nuevo (Guiñoy Tripantu).

 Si bien los Paynemil son mencionados en documentos oficiales desde fines del siglo XIX, hasta hace unos años sus integrantes no compartían un relato homogéneo sobre su propio origen, incluso algunos comentaban que sus abuelos ib...habían llegado desde Brasillb (Comunicación personal de la autora). En 1993 expresaron su deseo de trabajar en el rescate de su historia, en función de ello se formuló un proyecto conjunto entre el área de Cultura provincial y el departamento de Historia de la Universidad Nacional del Comanue que, por razones diversas, no llegó a concretarse. Sin duda la causa de estos cambios se debió a variados factores, entre los que no debe dejar de considerarse el proceso de creación del Museo (Luz María Font, comunicación personal, 1999). La voluntad de intervenir en la decisión sobre el destino final de los materiales arqueológicos localizados en sus tierras, la demanda de participación activa en lo referido a cuestiones ambientales, el interés por intercambiar experiencias con otras agrupaciones y la consideración de que su propia historia merecía ser rescatada se constituyeron en instancias de reafirmación de la identidad comunitaria.

El contexto socio-económico

 La Comunidad Mapuche Paynemil fue incorporada al sistema de Reservas de la Provincia del Neuquén en 1964 (Decreto 737) en función de lo cual se le concedieron 5000 ha de tierra. Es una de las agrupaciones con menor número de habitantes, aproximadamente unas 30 familias. La población estable está conformada básicamente por niños y adultos maduros, la mayoría de estos últimos son analfabetos. Los jóvenes buscan empleo en los núcleos urbanos más próximos, o en las explotaciones hidrocarburíferas de la zona. Las principales actividades económicas son la ganadería en pequeña escala (con predominio de lanares y caprinos) y una agricultura menor (huertas familiares). La mayoría de las mujeres practican el hilado y el tejido a dos agujas, en general producen prendas de uso doméstico y también venden por encargo (Subsecretaría de Acción Social y Asuntos Indígenas 1988: 127).

 A pesar de su cercanía a centros poblados, -está localizada a 4 km de la localidad de Añelo y a 100 km de la capital neuquina-, hasta hace unos quince años sus miembros vivían en un gran aislamiento y desvinculados de las demás agrupaciones; casi no se hablaba la lengua mapuche ni se practicaba el nguillatun. Las tierras de los Paynemil están sobre el núcleo central de una cuenca de gas, descubierta en 1977, que constituye uno de los más importantes yacimientos gasíferos del país y de América Latina. En función de la instalación de una planta de extracción del fluido y de la explotación de pozos petroleros se colocaron redes de cañerías y se abrieron numerosas picadas. Varios derrames de petróleo produjeron la contaminación del suelo y las aguadas, y la aceleración de procesos erosivos, en una zona que desde el punto de vista climático ya es notablemente árida.

 Desde hace varios años la relación entre la Comunidad y las empresas que trabajan en la zona es altamente conflictiva. A través de un grupo de abogados patrocinantes, los Paynemil han efectuado numerosas presentaciones -de gran repercusión mediática- en las que denuncian el incremento de graves problemas de salud causados por altos niveles de contaminación; y los serios deterioros que produjo en su economía la disminución de animales, como consecuencia de la escasez de pasturas, la ingestión de aguas envenenadas y el aumento de la circulación de vehículos (Latorraca y Montero 2003).

Rescate arqueológico en Caepe Malal

 El sitio arqueológico Caepe Malal está ubicado en el paraje homónimo, en el valle del río Curi Leuvú, departamento Chos Malal, a unos 400 km de la capital provincial (Figura 1). Fue descubierto casualmente en el mes de noviembre de 1984 durante las excavaciones correspondientes a la apertura de un canal de riego. Inmediatamente se dio intervención a la entonces Dirección de Museos de Neuquén, de este modo se efectuaron las tareas de rescate y el primer diagnóstico de los materiales.

 Las singulares características de los hallazgos determinaron la formulación de un proyecto de investigación que incluyó el sitio y el área de la cuenca del Curi Leuvú. En 1986 comenzaron las excavaciones sistemáticas que, con algunas interrupciones, se han desarrollado hasta la actualidad.

 Caepe Malal es uno de los sitios arqueológicos de contacto hispano-indígena más relevantes que se hayan descubierto en la Patagonia Argentina. Corresponde a un cementerio indígena pehuenche que fue utilizado durante los siglos XVIII y XIX. Las tumbas excavadas presentaron una excepcional variedad y cantidad de materiales de factura indígena y de origen europeo que constituyen indicadores de la dinámica social, cultural y económica que operaba en la región.

 Los ajuares mortuorios incluian recipientes cerámicos de variada forma y decoración, armas de hierro, collares y adornos cefálicos confeccionados con cuentas vítreas, brazaletes metálicos, cascabeles de bronce, hebillas, agujas y botones europeos. Un hallazgo notable fue un conjunto de láminas y casquetes de metal correspondientes a una coraza, y partes de un yelmo o casco de cuero. También aparecieron numerosos elementos asociados a la vida ecuestre tales como estribos, espuelas de hierro, frenos muleros y restos esqueletarios de equinos y ovicápridos, que sugieren la integración de la fauna europea a la economía, la cosmovisión y las prácticas rituales del mundo indígena (Hajduk 1991; Hajduk y Biset 1991, 1996; Hajduk et al. 2000). La confrontación de hipótesis generadas a partir del estudio del registro arqueológico con fuentes documentales, permitió explorar diferentes aspectos del intenso mestizaje e hibridación cultural que se produjeron en esa época entre las parcialidades aborígenes del noroeste neuquino y las sociedades hispano-criollas de Cuyo y Chile (Biset y Varela 1991; Varela y Biset 1990, 1992, 1993; Varela et al. 1997, 1998).

La creación del Museo Comunal de la Cuenca

 del Curi Leuvú "Lic. Ana María Biset" 11 El origen y proceso de creación de este museo tiene varios puntos en común con el de Loma de la Lata. Producido el hallazgo el principal riesgo era la destrucción del sitio por los "coleccionistas". Afortunadamente esto nunca ocurrió, ya que la comunidad del paraje, constituida por familias de crianceros transhumantes que ocupan viviendas dispersas (puestos), actuó permanentemente como control. La escuela albergue del lugar, ubicada a menos de 1 km del sitio arqueológio, es el centro de numerosas actividades de la zona y se transformó en permanente colaboradora, receptora y transmisora de información.

 A partir del hallazgo los pobladores solicitaron que los materiales, luego de ser estudiados, "...retornaran a su lugar de origen" (Luz María Font, comunicación personal, 2000). Al mismo tiempo surgieron otras demandas, que en realidad eran parte de proyectos comunitarios que aún no se habían concretado. De este modo se creó una Biblioteca Popular y se instrumentó el Plan Provincial de Lectura, que luego se integró al Plan Nacional de Lectura en Areas de Frontera (Font 1994: 31).

 Con respecto a los hallazgos arqueológicos los investigadores plantearon que la comunidad debía decidir donde exponerlos. Consideraron que el lugar más adecuado era el edificio en el que había funcionado, en las primeras décadas del siglo XX, la primera escuela del paraje. Se procedió a su restauración manteniendo las características de la arquitectura rural, de este modo se reconstruyó con mano de obra local la pequeña casa de adobes y techo de paja.

 El museo se inauguró en 1995 y alberga las piezas más importantes de la colección arqueológica, lleva el nombre de la Lic. Ana María Biset en homenaje a su trayectoria y sus prolongadas investigaciones en la zona. Para la atención de los visitantes se preparó a integrantes de la comunidad, quienes pasaron a ser empleados de la Comisión de Fomento local.

 Con posterioridad a la inauguración del Museo se realizaron nuevas excavaciones arqueológicas en el sitio, cuyo desarrollo, al igual que las anteriores, fue presenciado por pobladores, maestros y alumnos de la escuela. Ante la aparición de piezas cerámicas con frecuencia comentaban que, en el pasado, los indígenas las utilizaban para guardar monedas de oro y plata (comunicación personal de la autora, 1997). En cada ocasión pedíamos que observaran el interior de cántaros y ollas para demostrarles que sólo contenían tierra y, eventualmente, algunos huesos de animales.

 Los lugareños manifestaban preocupación por el destino de los nuevos materiales. Durante las conversaciones surgieron comentarios sobre personas procedentes de otras provincias y/o enviados por algunas universidades, que se habrían llevado muchas cosas de la zona que nunca más fueron devueltas. En los últimos años la comunidad y el Comisionado de Fomento local han manifestado el deseo de contar con un museo de sitio que serviría como complemento del Museo Comunal (comunicaciones personales de la autora, 1997).

El contexto socio-económico

 Cuando a fines del siglo XIX llegaron las fuerzas expedicionarias de la iaconquista del desiertolt al norte neuquino observaron que no sólo varios hacendados chilenos alquilaban tierras a los pehuenches, sino que además existía un asentamiento de agricultores criollos trasandinos que subarrendaban terrenos indígenas (Varela y Biset 1993: 91). Durante los enfrentamientos armados algunos pehuenches lograron huir a Chile, pero la mayoría fue capturada o asesinada. En pocos años el norte neuquino fue repoblado por inmigrantes criollos de origen chileno y cuyano, que ocuparon los valles cordilleranos en calidad de pequeños crianceros (Varela y Font 1995: 177). De hecho, los habitantes de la región y de la cuenca del Curi Leuvú no se autoadscriben a ninguna comunidad indígena.

 El aislamiento administrativo, social y económico imperante en la zona determinó que Chile siguiera actuando como mercado de la sal y de los animales de los crianceros y como centro proveedor de mercaderías. Incluso los trámites vinculados a nacimientos, casamientos y defunciones, hasta hace pocos años, se realizaban en el vecino país. A partir de 1930 se cerró la frontera y comenzó la crisis de la actividad ganadera. Actualmente, el sobrepastoreo es un grave problema en todo el noroeste de la provincia, lo que se traduce en un progresivo empobrecimiento de los crianceros.

 Estos antecedentes dieron lugar a la formación de una sociedad campesina con desarrollos culturales idiosincráticos que se sustentan en la confluencia de elementos de raíz indígena e hispánica -rastreables por lo menos desde el siglo XVII- entre los que cabe mencionar: el mismo patrón de movilidad estacional consistente en ganadería transhumante con campos de invernada-veranada, la comercialización del ganado en los mercados chilenos, la práctica de la agricultura con riego por acequias y la utilización de rutas y pasos históricos (Varela y Font 1996: 210). Asimismo, la toponimia de la zona, la práctica del tejido en telar y de la medicina aborigen son elementos de la tradición indígena que conviven con costumbres de raíz europea, tales como la celebración de algunas festividades cristianas y las canciones y cuentos populares de origen español (Alvarez 1991: 14).

Rescate arqueológico en San Martín de los Andes

 En febrero de 1994 se efectuó un rescate arqueológico en el ejido municipal de San Martín de los Andes, a unos 2 km del casco urbano (Figura 1). Durante los trabajos de construcción edilicia de una Estación Transformadora para el Ente Provincial de Energía del Neuquén (E.P.E.N.) se produjo el hallazgo fortuito de restos óseos humanos y materiales cerámicos (Cúneo 1998; Hajduk y Cúneo 1997-1998). Los responsables de la obra efectuaron la denuncia ante la entonces Subsecretaría de Cultura de la Provincia del Neuquén.

 La repercusión mediática de los acontecimientos fue instantánea (Diario La Mañana del Sur, 23/02/94). En las mismas páginas de un periódico en que aparecía una nota referida a las tareas de campo, desarrolladas por el Lic. Adan Hajduk y la autora de este trabajo, se publicaba el pedido de devolución de los materiales por parte de representantes de la Coordinadora de Organizaciones Mapuche Taiñ Kinegetuam y de las Comunidades Curruhuinca, Vera y Cayún quienes manifestaban que: "Debido a este hallazgo, surgió la preocupación por parte de las Comunidades Mapuche de la localidad, y en el marco de lo que es la recuperación de nuestros derechos fundamentales, nos reunimos inmediatamente con el convencimiento que ésta vez no va a suceder lo que siempre ha sucedido con los hallazgos llamados arqueológicos. Estos hallazgos son encarados desde la ciencia y son los científicos los que determinan lo que se hace y lo que no se hace. La intención es mostrar que aquí hay un pueblo que está vivo y los restos encontrados, precisamente son de nuestros mayores..." (Diario Río Negro, 24/02/94).

 Más adelante, integrantes de las tres Comunidades opinaban sobre la posible identidad de los individuos encontrados, uno de los jefes de la Comunidad Curruhuinca manifestaba: iaSi no son los restos de [nuestro bisabuelo] Bartolomé Curruhuinca son de algún otro itpeñili de alguna de las comunidades que desde otras épocas vivieron acá. Puede ser de cualquiera, pero la importancia es que son de nuestro pueblo originariol:. En la misma nota una representante de la Comunidad Cayún decía: "Yo me crié con mis abuelos, ...y ellos vivían por acá. Por eso, pensamos que también podría ser algún pariente de nosotros el que se encontró. Mi abuela... siempre me contaba que ellos vivieron en esa parte. Nosotros también reclamamos que nos devuelvan lo que encontraron". Asimismo una representante de la Comunidad Vera manifestaba: "Mi padre me decía que ahí... se hacían las rogativas. En ese lugar se juntaban las agrupaciones... Y yo hallo muy injusto que se tomen lo que es nuestro. Porque lo que se encontró ahí es nuestro. Somos un pueblo y entonces, nosotros tenemos el derecho de llevarnos lo que encontraron".

 También se planteaban cuestiones relativas a los materiales hallados, una integrante de la Comunidad Curruhuinca decía: "... cuando un paisano moría, según contaban los viejos, enterraban todo lo que era de él junto a su cuerpo. No tan sólo los huesos queremos que nos entreguen, sino todo lo que hallaron ahí... el cántaro que se encontró es muy grande para que sólo en él hubiese una pipa. No se encontró todo, faltan cosas".

 Al día siguiente el mismo medio publicó un extenso documento por el que las Comunidades reclamaban la devolución de los restos, concluía afirmando que "la legalidad establecida ha sido siempre un obstáculo en la consecución de la Justicia para los Mapuche, hacemos un llamado al poder ejecutivo y legislativo local y provincial...y diversos sectores políticos, sociales, religiosos y culturales de la sociedad en general a pronunciarse a favor de la justicia humana que conlleva el acto de devolución que demandamos..." (Diario Río Negro, 25/02/94). Ese mismo día tuve una larga reunión con los representantes mapuche en la que reiteraron los conceptos vertidos en las notas mencionadas y manifestaron su preocupación por el destino de los materiales. Asimismo, comentaron que se rumoreaba que habían aparecido elementos de oro y plata. Describí los hallazgos realizados, los invité a que los viéramos y explicité los alcances y las limitaciones de un trabajo de rescate arqueológico, luego les solicité que consideraran la posibilidad de autorizar que los materiales fueran trasladados a Neuquén para realizar los trabajos de gabinete, con el compromiso de tener en cuenta sus decisiones sobre el destino final de los elementos y de publicar los avances de la investigación en medios de difusión escrita. Unos días después respondieron afirmativamente con respecto a mi propuesta.

 Tiempo después recibí en Neuquén la visita de representantes de la Coordinadora de Organizaciones Mapuche Taiñ Kinegetuam que deseaban observar el trabajo que estábamos realizando. De acuerdo a lo acordado en la primer entrevista se publicaron los avances de investigación relatando diferentes aspectos del rescate y del estudio de los materiales (Cúneo 1994: 5, 1995; Diario Río Negro, 10/04/94).

 Las Comunidades Mapuche aceptaron que los materiales fueran expuestos en el Museo de San Martín de los Andes, que en ese entonces permanecía cerrado. Entre la Municipalidad y el área de Cultura de la Provincia del Neuquén se realizaron gestiones tendientes a la reapertura del Museo Primeros Pobladores, que se concretó en agosto de 1996 con una muestra cuyo eje central fueron los materiales -restaurados y contextualizados- rescatados dos años antes (Diario La Mañana del Sur, 3/09/96; Diario Río Negro, 18/08/96).

El contexto socio-económico

 Las Agrupaciones Mapuche Curruhuinca y Cayún están ubicadas en las márgenes del lago Lácar en predio del Parque Nacional Lanín, en terrenos que han sido cedidos en forma precaria por Parques Nacionales. La primera está localizada en los parajes Quila Quina y Pil Pil; la segunda, en el paraje Trompul (Subsecretaría de Acción Social y Asuntos Indígenas 1988:159, 170). La Comunidad Vera, asentada sobre el valle del arroyo Trabunco, al pie del Cordón Chapelco, se autoproclamó en 1936 y obtuvo un permiso de tenencia precaria sobre tierras que llegaban hasta la misma base del cerro Chapelco. Las tres agrupaciones practican una economía de subsistencia basada en la cría de ganado menor y la confección de artesanías.

 Los conflictos territoriales de las Comunidades del Departamento Lácar con las instituciones nacionales, provinciales y municipales tienen larga data. Hassler (1963) ha señalado los problemas burocráticos que afectan la economía de las agrupaciones asentadas en jurisdicción de Parques Nacionales. La comunidad Vera, por su localización inmediata al centro de esquí más importante de la provincia del Neuquén y en un área de alta cotización inmobiliaria, ha protagonizado varios conflictos que continúan hasta la actualidad (Diario Río Negro, 13/08/2000).

LA SIGNIFICACIÓN DEL TRABAJO DEL ARQUEÓLOGO EN DIFERENTES CONTEXTOS SOCIOCULTURALES. PASADO Y PRESENTE COMO ESCENARIOS DE INTERACCIÓN Y DEBATE

 Las experiencias reseñadas se desarrollaron en y con comunidades que reflejan la articulación de tradiciones y la diversidad de modernidades que caracterizan a nuestros países de América Latina, se reproduce así a escala provincial y regional la coexistencia de múltiples lógicas de desarrollo (García Canclini 1996: 23). En este complejo contexto de interacciones sociales, culturales, políticas y económicas, las investigaciones arqueológicas contribuyeron a generan condiciones de recreación identitaria que se tradujeron en debates, interpretaciones, y disputas simbólicas tendientes a la apropiación de los materiales. Las posiciones sustentadas reflejaban tensiones sociales que obedecían a distintas causas, entre las que cabe señalar: la asimetría en relación a los factores de poder y el acceso diferencial a diferentes bienes y recursos 12 .

 Las comunidades involucradas en los casos reseñados tienen dificultades para realizar gestiones en los centros urbanos y acceder a servicios y prestaciones. Asimismo mantienen relaciones fluctuantes con la administración estatal en función de la satisfacción o no de demandas sociales, económicas, educativas, etc.

 Los arqueólogos procedemos de la capital provincial y somos percibidos como representantes "del Gobierno" que centraliza las decisiones y, en ocasiones, no ha proporcionado respuestas o soluciones relativas a una diversidad de temas, por lo tanto nuestra labor estuvo y estará condicionada por acontecimientos o situaciones de variada índole. Debe tenerse en cuenta que, en general, no se realiza una diferenciación entre empleados o funcionarios, "trabajar en el Estado" es una suerte de categoría que homogeiniza a todos aquellos que perciben un sueldo a partir de esta pertenencia institucional, por lo que en ocasiones recibimos reclamos o críticas referidos a circunstancias ajenas a nuestra labor.

 La reapropiación simbólica se expresó de variadas maneras. Desde el comienzo de los trabajos los pobladores locales manifiestaron sentirse los iodueñosla de los materiales bajo el argumento de que aparecieron en territorios que les pertenecen y/o que ocupaban sus antepasados. Aún antes de iniciarse los trabajos de rescate, y a pesar de algunas ambigüedades, los lugareños intentaban demostrar que las personas allí enterradas tenían algún grado de filiación con ellos. De alguna manera, la certeza era anterior a la experiencia. Al reivindicar la propiedad de los materiales, también se intentaba que comprendiéramos que el desarrollo de nuestro trabajo dependía de que nos otorgaran "su" autorización.

 Como arqueólogos debemos comprender que al existir un contexto propicio para la recreación identitaria los planteos discurren por canales independientes de nuestros propios parámetros científicos (el caso de Loma de la Lata es paradigmático al respecto). En consecuencia, sus interpretaciones no tienen que ver con la cantidad concreta de años de residencia en un sitio sino con aspectos relacionales de poder que constituyen el marco de disputa por espacios materiales y simbólicos (Briones 1998: 192). Al respecto son ilustrativas las palabras de Jorge Nahuel, integrante de la Coordinación de Organizaciones Mapuche:

 "El mapuche no puede ser separado del elemento que le da vida que es su wajmapu (territorio)...y por eso es que sólo se los quiere reconocer a los pueblos indígenas en los aspectos culturales, como ellos [los blancos] dicen. Para ellos cultura es sinónimo de folklore (...) ellos han reducido lo que es el ámbito de la cultura a los instrumentos musicales, al idioma como parte de la tradición, pero nunca como un elemento de la vida (...) el estado es una realidad que nadie puede negar. Lo reconocemos, tanto que es a él a quien le pedimos el reconocimiento, a él le pedimos la transformación. Si no, pelearíamos por la independencia, y eso no es un planteo indígena. Lo que nosotros le pedimos al estado argentino es que así como nosotros lo reconocemos, él reconozca que nosotros existimos. Ese reconocimiento mutuo es el que se plantea...." (Winderbaum 1999: 70-71).

 La posibilidad de que los elementos fueran llevados a Neuquén para ser estudiados en un principio generaba sospechas, por ello, aunque esta situación siempre se resolvió positivamente, en todos los casos se solicitó explícitamente la devolución. Invariablemente surgieron comentarios acerca de situaciones que fueron vividas como despojos: gente que se llevó elementos de la zona y de los que nunca más se supo. Cuando se pidieron precisiones acerca de quienes eran esas personas y qué se llevaron, difícilmente se logró una respuesta concreta. Si bien no es improbable que estas situaciones hayan ocurrido, la recurrencia del comentario implicaba una censura concreta y generalizada ante la posibilidad de una instancia que sería percibida como una nueva expoliación.

 Cabe preguntarse por qué las comunidades piden la construcción de museos, cuando es probable que la mayoría de nuestros interlocutores nunca haya entrado a uno. En este sentido sostengo que la posibilidad de tomar decisiones con respecto al destino de los materiales, apunta a producir la visibilidad del grupo. Un hallazgo y la gestión de un museo -que además son temas que reciben tratamiento mediático- son situaciones que brindan una nueva posibilidad de ieser escuchadosli, ihde ser vistosli; iide ser reconocidosle (como expresa Jorge Nahuel). Desde esta perspectiva un descubrimiento inaugura una instancia de negociación.

 Uno de los conceptos más complejos de transmitir a nuestros interlocutores ha sido el de proceso (histórico y cultural). En general es muy difícil ser convincente a la hora de explicar la profundidad temporal del poblamiento, el hecho de que los grupos aborígenes no siempre fueron ecuestres y que las evidencias materiales del pasado indígena de la región no deben englobarse automáticamente bajo el rótulo de "mapuche".

 Las investigaciones desarrolladas en Caepe Malal proporcionan un ejemplo muy interesante para destacar el carácter procesual del concepto de cultura caracterizado por el dinamismo y la permanente apropiación, interrelación y reelaboración de elementos de variados orígenes. Sin embargo, al mencionar la presencia hispánica nuestros interlocutores tendían a percibir una dominación temporo-espacial homogénea sobre todos los grupos nativos americanos, les costaba mucho imaginar indígenas, cuyos territorios eran reconocidos como independientes, negociando con los españoles de los centros coloniales de Cuyo y Chile. También se plantearon dificultades para aprehender la continuidad entre prácticas actualmente vigentes y las de la época del contacto hispano-indígena.

 En los casos de Loma de la Lata y San Martín de los Andes, el concepto que se retenía con más claridad era que los materiales esqueletarios no pertenecían a blancos (winkas), razón por la cual serían parte de los Pueblos Originarios, importando mucho menos las diferencias existentes al interior de la categoría de indígena, que es justamente lo que como arqueólogos, tratamos de investigar y transmitir 13 . Esta mirada esencialista, abroquelada en anclajes conceptuales previos (inlolt indígena, inlosln Pueblos Originarios, irloln winka) inmoviliza el pasado y produce serias dificultades para la comprensión de contextos y procesos de cambio cultural. Las situaciones reseñadas se han replicado en numerosas reuniones mantenidas con docentes de las escuelas más cercanas a las localidades en que fueron realizados los rescates. Todas estas experiencias deben alertarnos acerca de cuanta vigencia tiene el modelo tradicionalista y sustancialista.

 Por último, cabe mencionar que las excavaciones generan expectativas y temores. En todo el territorio provincial, tanto en medios rurales como urbanos, circulan leyendas referidas a la existencia de piezas de oro y plata que permanecen enterradas. En algunos casos se trataría de ofrendas mortuorias depositadas en las tumbas de algunos caciques y, en otros, de "tesoros" que habrían sido apresuradamente sepultados por los indígenas que huían ante la invasión militar de 1879. Paralelamente, está muy difundida la idea de que "las cosas de indios" son cuidadas celosamente por espíritus capaces de cambiar los objetos de lugar y hasta de asustar hasta llevar a la muerte -por medio de visiones, ruidos y fuego- a aquellos que pretenden desenterrarlos (Alvarez: 152-154).

 Las especulaciones relativas a la existencia de metales preciosos tienen su origen en el imaginario español de la época de la Conquista. Las primeras entradas militares realizadas en Neuquén en el siglo XVI tuvieron, entre otros objetivos, la búsqueda del oro y la plata. En esa época comenzó a difundirse la leyenda de la ciudad de los Césares que se mantuvo en vigencia hasta fines del siglo XVIII. Los relatos referidos a la existencia de ietesoroslo tienen plena vigencia en la actualidad y han estimulado, en gran medida, la depredación de sitios arqueológicos, principalmente por parte de los "coleccionistas".

REFLEXIONES FINALES

 Debemos ser conscientes que mientras nuestro discurso tiene como eje la importancia de estudiar los materiales para aproximarnos a los diversos modos de vida del pasado, para los lugareños (se autoperciban no como parte de los Pueblos Originarios) nuestro trabajo ofrece la posibilidad de reafirmar la identidad grupal. Las crecientes demandas de participación por parte de las comunidades en nuestro país y en el mundo en relación a los materiales y sitios arqueológicos (Endere 2000a: 32-38; Endere y Curtoni 2003; Podgorny y Miotti 1994; Politis 2001) frente a las escasas, pero orientadoras, experiencias de trabajos conjuntos entre arqueólogos y comunidades desarrolladas en la Argentina (Endere 2001: 151) nos enseñan que es imperioso generar un modelo de gestión cultural que incluya la participación de los diferentes actores sociales involucrados. Asimismo los intereses científicos, que han sido hasta la actualidad el eje de la legislación protectora en materia de patrimonio arqueológico a nivel nacional y provincial (Endere 2000a, 2000b), deberán conciliarse con las normativas que establecen la participación de las comunidades en el manejo de sus recursos culturales, tales como el artículo 75° inc. 17 de la Constitución Nacional reformada en 1994, y la ley nacional 25.517 (aún no reglamentada).

 La necesidad de incorporar perspectivas y valores que no habían sido tenidos en cuenta en la conceptualización de los sitios arqueológicos ha generado replanteos acerca del papel de los profesionales y la práctica de la disciplina (Endere y Curtoni 2003). Como arqueólogos hemos intentado transmitir lo que García Canclini denomina "...la forma de legitimación más consistente que ofrece la cultura moderna: el saber científico" (García Canclini 1996: 167), ahora el desafío es cómo lograr a lo largo del tiempo esa legitimación con la gente, sin obliterar sus experiencias.

 Desde el punto de vista teórico la gestión del patrimonio consiste en un conjunto de acciones destinadas a efectivizar su conocimiento, conservación y difusión, organizando y facilitando las intervenciones que se realicen en relación al mismo (Querol y Martínez 1996: 25). Cabe preguntarse entonces cómo gestionar el patrimonio arqueológico conjuntamente con las comunidades sin desestimar esa multiplicidad de miradas y valoraciones.

 En este marco cobra especial relevancia definir y acordar el campo de intervención de la gestión cultural pública, nuestra postura al respecto adhiere plenamente a los conceptos manifestados por Velleggia (2000: 17) cuando afirma que: "...debe impulsar el intercambio de sentidos integradores -que no unificadores- emergentes del acto de poner en común experiencias distintas, las cuales contienen ciertos valores que pueden compartirse". En este sentido, los tres casos aquí reseñados se resolvieron auspiciosamente en la medida que se propiciaron espacios de diálogo que alentaron a compartir vivencias, y se respetaron los discursos y las propuestas de las comunidades en cuanto al destino de los materiales.

 En función de futuros trabajos a desarrollar en la provincia del Neuquén, de las experiencias presentadas se desprende que poner en acto la aceptación de la pluralidad significa estar dispuestos a escuchar a nuestros interlocutores y comprender que la disputa sobre el sentido del pasado no estará desligada de los contextos del presente. Esta doble voluntad de conocimiento y reconocimiento del ieotroli no puede estar ausente en la gestión de los bienes culturales, en tanto estemos convencidos que la construcción social del patrimonio es un proceso que debiera cimentarse sobre la creación de espacios de participación activa abiertos a los más diversos sectores.

NOTAS

1. Una primera versión de este trabajo fue presentada en el año 2002 a la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), Sede Académica Argentina en el marco de los estudios del Diploma de Posgrado en Gestión en Cultura y Comunicación.

2. Numerosísimos trabajos dan cuenta de las renovaciones teóricas producidas en el campo de la antropología, sólo se mencionan algunas contribuciones de investigadores argentinos que fueron utilizadas para este trabajo.

3. Cabe efectuar una observación a lo mencionado por Endere sobre la legislación neuquina a efectos de aclarar que la ley 2184 fue reglamentada en 1997 (cf. Endere 2000b: 167).

4. Desde 1959 en la Provincia del Neuquén existió legislación referida al Patrimonio Histórico, Arqueológico y Paleontológico: leyes 107 (1959-1973), 791 (1973-1991) y 1923 (1991-1996).

5. Sólo las leyes de Neuquén y de Tierra del Fuego prevén la obligación de efectuar estudios de impacto arqueológico y el rescate de los materiales en peligro (Endere 2000b: 167).

6. Paynemil es una de las tres Comunidades que se encuentran en el departamento Confluencia, -el de mayor densidad poblacional de la provincia- las otras son Ragin-Co y Kaxipayiñ, de formación mucho más reciente.

7. En ese momento el área contaba con una sola arqueóloga, la Lic. Ana María Biset quien efectuó las tareas de rescate y participó en el desarollo del proyecto solicitado por la comunidad. Esta profesional falleció en 1994.

8. Colgantes de valvas, collares de caracoles y de cuentas confeccionadas con malaquita y caparazones de moluscos, adornos labiales y puntas de proyectil.

9. Los lugareños suelen denominar así a las personas residentes en centros urbanos que recorren zonas rurales en búsqueda de objetos arqueológicos.

10. Sofía Paynemil participó activamente desde que se iniciaron los trabajos de rescate, posteriormente llegó a ser lonko (cacique) de la Comunidad. Con su propuesta, las mujeres de alguna manera se atrevieron a oponerse al cacique con el que hacía tiempo tenían discrepancias (Luz María Font, comunicación personal, 1999).

11. Entre 1986 y 1991 la Lic. Ana María Biset desarrolló investigaciones de campo en la cuenca del Curi Leuvú. Asimismo realizó numerosas gestiones tendientes a materializar la solicitud de creación del Museo Comunal.

12. Como sostienen Briones et al. (1990/92:56-57) el poder es un factor que da cuenta de toda interacción, en función de lo cual los grupos que perfilan su continuidad a lo largo de su transformación (etnicidades) "...participan diferenciadamente en relaciones de poder y se vinculan - según las alternativas de sus historias- distintivamente o no con diversos bienes, prestaciones y significados".

13. El concepto de "esencialismo estratégico" ha sido analizado por Briones (1998:235).

Agradecimientos

 La Lic. Ana María Biset ya no está entre nosotros, por ello cabe recordar aquí que fue la primera arqueóloga con que contó el área de patrimonio cultural de la Provincia del Neuquén. Desde ese lugar y con no pocas dificultades, abrió los caminos que luego otros transitaríamos. Su don de gente, paciencia y pasión por su profesión se reflejaron en los trabajos que realizó en Loma de la Lata y en Caepe Malal que, más allá de los méritos relativos a la investigación, constituyen, desde mi perspectiva, aleccionadoras experiencias sobre lo que debiera ser el desempeño de un arqueólogo en relación con las comunidades.

 En el año 2001 la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), Sede Académica Argentina, me eligió como una de las candidatas a cursar el Diploma de Posgrado en Gestión en Cultura y Comunicación. La Secretaría de Cultura de la Nación y la Dirección Provincial de Cultura del Neuquén otorgaron su apoyo para poder materializar los estudios. El prestigioso cuerpo docente me brindó invalorables elementos de reflexión acerca de los alcances de la gestión cultural y su relación con la práctica de la arqueología en una provincia patagónica. La Prof. Luz María Font me proporcionó con su habitual generosidad, valiosa información inédita. El Sr. Octavio Mastracci, de la Dirección Provincial de Cultura de Neuquén, confeccionó el mapa. Coincidencias y disensos con todos aquellos que de diferentes maneras están vinculados con este trabajo, me ayudaron a crecer y confirmar la enorme responsabilidad que nos cabe a quienes trabajamos en la temática del patrimonio cultural.

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