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Intersecciones en antropología

On-line version ISSN 1850-373X

Intersecciones antropol.  no.5 Olavarría Jan./Dec. 2004

 

Tradiciones asociativas, políticas estatales y modalidades de acción colectiva: análisis de una organización piquetera

Virginia Manzano

Virginia Manzano. Instituto de Ciencias Antropológicas - Sección Antropología Social, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Franklin 468 5° "B" (1405). Ciudad Autónoma de Buenos Aires. E-mail: virman@sinectis.com.ar

Recibido 30 de Junio 2003. Aceptado 5 de Febrero 2004

RESUMEN

En este artículo analizamos la incidencia de las tradiciones asociativas y de las políticas estatales en la formación de las organizaciones "piqueteras" y en la configuración de sus modalidades de acción colectiva. Desde un enfoque relacional y contextualizado, que recupera la categoría de hegemonía y conceptos como repertorio, tradición, política estatal y transacción, se redefinen las visiones que explican la emergencia del "movimiento piquetero" como "respuesta" al neoliberalismo; y aquellas que focalizan sobre la protesta sin considerar los procesos organizativos, históricos y cotidianos, que inciden sobre la misma. Nos interesa señalar la articulación contradictoria entre las tradiciones asociativas y las políticas estatales. Las políticas implementadas en los últimos años redefinen tradiciones asociativas centradas en la ayuda a determinados sectores de la población en virtud de la "necesidad" o "carencia"; de esta forma, reconstruyen sujetos y modos de acción. Al mismo tiempo, desde esas mismas tradiciones se generan acciones de resistencia y consentimiento en el marco de correlaciones de fuerzas específicas. Los resultados parciales de investigación que presentamos provienen de un trabajo de campo antropológico en organizaciones piqueteras del partido de La Matanza-Gran Buenos Aires. Combinamos técnicas como la observación, la entrevista en profundidad y el análisis de fuentes secundarias.

Palabras clave: Hegemonía; Acción colectiva; Piqueteros; Programas estatales.

ABSTRACT

This article presents an analysis of the impact of associative traditions and state policies on both the formation of "piqueteras" organisations and the shaping of their modalities of collective action. From a relational and contextualized perspective, and recovering the category of hegemony and concepts such as repertoire, tradition, state policy, and transaction, the views that explain the emergency of "the piquetero movement" as an "answer" to neoliberalism are redefined. Other perspectives that focus on the protests but without considering the organizational processes -both historical and quotidian- that affected them are also re-examined. It is particularly important to emphasize the contradictory articulation between associative traditions and state policies. The policies that were implemented during recent years have redefined associative traditions centred on help to some sectors of the population in virtue of "need" or "shortage". In this vein, they have reconstructed subjects and mode of action. At the same time, actions of resistance and consent are generated from the traditions themselves within the framework of specific correlations of forces. The partial results presented here are the outcome of anthropological fieldwork carried out in piqueteras organisations in La Matanza County, Buenos Aires Province. Techniques such as observation, in-depth interviews, and analysis of secondary sources were combined.

Keywords: Hegemony; Collective action; Piqueteros; State's programs.

INTRODUCCIÓN

 En Argentina, durante los últimos siete años, las organizaciones piqueteras impulsaron acciones colectivas de carácter contencioso, que incentivaron formas específicas de intervención estatal, con el propósito de demandar sobre dimensiones problemáticas de los modos de vida de los sectores subalternos tales como el trabajo, la alimentación, la salud y la educación. Los episodios contenciosos se expresaron a través de formatos de protesta como la ocupación de rutas provinciales y nacionales, el bloqueo de puentes y calles, movilizaciones callejeras y acampadas en lugares públicos. Al mismo tiempo, en los barrios donde estas organizaciones construyeron o redefinieron tramas asociativas se gestaron rutinas cotidianas de tareas comunitarias y productivas.

 La formación de estas organizaciones y sus modalidades de acción guardan relación con la transformación del "trabajo" en tanto regulador de ordenamientos sociales e históricos y en tanto que eje aglutinante de las propias manifestaciones de "resistencia" al orden establecido. La transformación del trabajo se expresa, entre otras cosas, en la fragmentación de la relación salarial y en la emergencia creciente, durante los últimos veinte años, de trabajadores desempleados o subempleados.

 Sin embargo, la fragmentación de la relación salarial y sus consecuencias sobre los modos de protección social, o la presencia creciente de trabajadores desocupados y subocupados, no se traducen de forma mecánica en procesos organizativos y en modalidades específicas de acción colectiva. En el caso que nos ocupa, un desocupado no se transforma necesariamente en "piquetero"; por lo tanto, es preciso investigar qué procesos median en la construcción de organizaciones piqueteras. Al respecto, nos preguntamos cuáles son las relaciones sociales e históricamente construidas que moldean la formación de organizaciones piqueteras y qué incidencia tienen éstas sobre la configuración de campos de disputa y sobre las modalidades de acción colectiva.

 El objetivo de este artículo consiste en indagar las relaciones sociales e históricas que inciden sobre la formación de organizaciones piqueteras y sobre las modalidades de acción colectiva. En tal sentido, presentamos aquí resultados parciales de una investigación en curso sobre modalidades de acción política en el partido de La Matanza-Gran Buenos Aires, en el marco de la cual se sigue la formación del "movimiento piquetero" del distrito. Desde un enfoque relacional y contextualizado, que recupera la categoría de hegemonía y conceptos como repertorio, tradición, policy y transacción, centramos el análisis sobre los siguientes ejes: la reconstrucción de tradiciones asociativas desde las cuales se articularon las organizaciones piqueteras y la incidencia de éstas sobre las modalidades de acción colectiva; las tácticas de las políticas estatales en la reconfiguración de sujetos y modos de acción colectiva; la articulación entre tradiciones asociativas y políticas estatales en procesos de transacción específicos.

 Desde el objetivo y los ejes de análisis propuestos, recortamos como instancia de análisis las interacciones de los "referentes barriales " de una de las organizaciones piqueteras estudiadas. En virtud de las observaciones y del avance de nuestro trabajo de campo, sostenemos que los procesos de interacción de los "referentes barriales" constituyen espacios de producción y reproducción de las relaciones sociales mediante mecanismos que articulan coerción-consenso y resistencia-consentimiento.

 Las preocupaciones de este artículo se inscriben en la línea de los problemas formulados por investigaciones antropológicas recientes sobre la política. El subcampo de la antropología política se constituyó de manera tardía en nuestra disciplina y fue prontamente deconstruido en el marco de las problemáticas políticas expuestas tras los procesos de descolonización que se sucedieron desde la década de 1960. En tal sentido, la ruptura contemporánea más importante con respecto a los cánones clásicos de la antropología política que buscaban el "locus del poder" ha sido la preocupación creciente por las "relaciones de poder" y, más en particular, por mecanismos de dominación y resistencia (Pires do Rio Caldeira 1989). Al respecto, la categoría de hegemonía reemplazó la preocupación de larga data por el orden a partir de capturar lo que es, en efecto, "la lucha por el orden", (Vincent 1998).

Aspectos metodológicos

 Desde el punto de vista metodológico, los resultados que aquí se presentan son el producto de un trabajo de campo antropológico que recupera dos niveles de análisis articulados entre sí: la vida cotidiana y las formas de protesta. En el curso de este trabajo combinamos distintas técnicas: observación, entrevistas en profundidad y el método biográfico para reconstruir y analizar las "trayectorias asociativas" de los miembros de las organizaciones sociopolíticas estudiadas. Con respecto a esto último, es preciso señalar que la reconstrucción de una trayectoria de vida se diferencia de una historia de vida porque "(...) intenta contener-relacionar pasado y presente desde la definición del problema y los objetivos del estudio(...)" (Grimberg et al. 1998: 226). En nuestro caso, se intentan "fijar" momentos que son recuperados como hitos desde los propios sujetos y que refieren a prácticas asociativas y a acciones colectivas. Además, incorporamos el uso de fuentes secundarias con el propósito de reconstruir el contexto histórico/ político/económico/laboral del ámbito local.

 De acuerdo con el avance de nuestro trabajo de campo, en este artículo analizamos una organización piquetera en particular: La Federación de Tierra Vivienda y Hábitat; aunque nuestro trabajo sigue el proceso de formación de otras organizaciones que inciden en la trama asociativa del partido de La Matanza.

 La Matanza es uno de los partidos que forma parte del Gran Buenos Aires y es uno de los últimos en integrarse al área de conurbación de la ciudad. Estudios recientes de consultoras privadas, como Equis, estiman que La Matanza cuenta con 1.327.000 habitantes. En cuanto al tema de investigación que nos ocupa, este distrito presenta una serie de características significativas: en su territorio diferentes organizaciones piqueteras impulsaron y sostuvieron cortes de ruta que se prolongaron por varios días entre los años 2000 y 2001; también se realizaron allí los primeros Encuentros Nacionales de Organizaciones Territoriales y Sociales en el año 2001, donde se definieron estrategias conjuntas de acción y cronogramas específicos de protesta. Estos procesos son interpretados y sintetizados por los actores sociales con el lema "La Matanza: Capital Nacional del Piquete", que se utiliza como recurso discursivo en todas las manifestaciones públicas de las organizaciones piqueteras del lugar.

(RE)DEFINICIÓN DE CATEGORÍAS Y CONCEPTOS DE ANÁLISIS

 Los procesos de movilización social de los últimos años, especialmente la emergencia del movimiento piquetero y los episodios de protesta del 19 y 20 de diciembre de 2001, han puesto de relieve en el campo académico reflexiones en torno a los conceptos de movimiento social y protesta social 1.

 Algunas visiones académicas sostienen que los procesos recientes de movilización social son la "respuesta" de los sectores desfavorecidos por la implementación de políticas neoliberales en la región (Seoane et al. 2001). Aún cuando reconocemos la incidencia de los programas y políticas de orientación neoliberal en la precarización y fragilización de los modos de vida de los conjuntos sociales subalternos, proponemos un abordaje relacional e histórico que permita interpretar estos procesos más allá de su carácter de respuesta y de cuenta de la compleja articulación de los modos de acción colectiva.

 Desde otra línea de análisis (Schuster y Pereyra 2001; Schuster y Scribano 2001), "la protesta social" se define como una forma de acción colectiva de carácter contencioso e intencional que adquiere visibilidad pública y se orienta al sostenimiento de demandas, centralmente, frente al Estado. Esta línea plantea la relevancia del concepto de protesta social para describir y conceptuar la movilización contemporánea frente a la noción de movimiento social. Para los autores de esta línea el concepto de movimiento social se centró sobre el sentido político unívoco de la movilización social, dando cuenta, durante la década de 1980, de la consolidación de movimientos que en general mantenían una matriz identitaria constante en el tiempo y expandida en el espacio (por ejemplo, movimiento vecinal, de derechos humanos, feminista, etc.). La pertinencia del concepto de protesta social, en cambio, estaría en su posibilidad de interpretar el carácter segmentario de la acción colectiva contemporánea en dimensiones como la identidad, la diversidad de temas involucrados en las protestas y los formatos de la misma, al tiempo que enfatizaría el sentido político particular y concreto de cada protesta o ciclos de protesta.

 La protesta, entonces, adquiere sentido en la medida en que se emparienta, desde el punto de vista heurístico, con otros acontecimientos de protesta. Una hipótesis fuerte de esta línea de trabajo es que la protesta social en la Argentina se transformó durante la década del noventa. Básicamente se postula la mutación de identidades: desde las clásicas, asociadas centralmente el sindicalismo, a la aparición de nuevos actores, nuevas formas de lucha y temas involucrados. Aún cuando desde esta visión se analizan las protestas delimitando ciclos que permiten captar especificidades como tipos de conflicto, de actores involucrados, de demandas y de formatos, es posible reconocer que este tipo de conceptualización opaca el análisis de continuidades que remiten a procesos organizativos más amplios, vinculados con la cotidianeidad de los sujetos. Al mismo tiempo, centrarse sobre los acontecimientos de protesta soslaya la incidencia de los modos cotidianos e históricos de organización sobre la propia forma de la protesta.

 Otra línea de investigación (Auyero 2002), cuestiona las explicaciones mecanicistas de la protesta social, que interpreta a esta última como la reacción espontánea frente a la pobreza y el desempleo. Por ello, propone estudiar la protesta a partir de la articulación de niveles estructurales con procesos políticos y con la "cultura" de la acción colectiva beligerante. Al respecto, sostienen que los cambios en la acción colectiva están atravesados por procesos estructurales como la desproletarización, la retirada y desmantelamiento del Estado de bienestar-populista y la descentralización de los servicios educativos y de salud. Sin embargo, estos procesos estructurales no inciden de forma directa sobre la forma y el sentido de la "beligerancia popular", sino que impactan en los intereses, las oportunidades y la organización colectiva. Dentro de esta línea de estudio, el concepto de repertorio se utiliza para analizar los hábitos de lucha adoptados por los distintos actores y las formas en que se expresa la acción colectiva como resultado de expectativas compartidas e improvisadas (Auyero 2002). Así, se concluye que durante la década del noventa emergió una forma de protestar en la Argentina vinculada con dos actores sociales: desocupados y empleados públicos y que se expresa en el corte de ruta.

 Si bien esta línea de análisis aporta elementos de investigación importantes a partir de la redefinición de las explicaciones mecanicistas de la protesta social, expresa límites en cuanto a la interpretación del Estado y de la acción colectiva. Por un lado, el énfasis sobre el retiro del Estado de las funciones de bienestar soslaya el análisis sobre los modos de intervención del Estado durante la década de 1990 y su incidencia sobre la acción colectiva. El Estado no se retiró sino que redefinió sus modos de intervención social, que se expresan en la "protección" de los intereses del sector concentrado del capital y en la relación con los sectores subalternos a partir de políticas y programas guiados por la focalización del gasto social. Por otro lado, se restringe el uso del concepto de repertorio al análisis de la emergencia de formas de protesta y no se toman en cuenta las continuidades en las performances de las acciones colectivas.

 A diferencia de los enfoques centrados en la protesta social, la investigación desarrollada por Svampa y Pereyra (2003) recupera dimensiones organizativas que exceden lo episódico (la protesta) y avanza en demostrar la heterogeneidad de líneas y filiaciones políticas que se expresan en el movimiento piquetero. Esta línea de investigación también analiza el problema de la continuidad y la ruptura en la experiencia de las organizaciones piqueteras. Los investigadores identifican dos vertientes del movimiento piquetero: la primera que estaría representada por los piquetes y puebladas del interior del país en el marco de los procesos de privatización y reforma del Estado durante la década de 1990 y expresaría elementos de novedad y ruptura respecto de la movilización contemporánea en Argentina. Esta vertiente sería indicativa de la emergencia de "un nuevo actor social", porque una nueva identidad (piquetero), un nuevo formato de protesta (el corte de ruta), una nueva modalidad organizativa (la asamblea) y un nuevo tipo de demanda (el trabajo) se asocian y transforman el repertorio de movilización de la sociedad argentina. La segunda vertiente estaría representada por la acción territorial y organizativa de los centros urbanos en el marco de la desindustrialización y el deterioro de las condiciones de vida que atraviesan los sectores populares desde mediados de la década de 1970. Esta segunda vertiente expresaría una línea de continuidad en la experiencia piquetera, cuyo origen se encuentra en la acción reivindicativa territorial con fuerte dependencia del Estado desde la década de 1990 y que durante los años 1997-1998 se apropia y resignifica el repertorio de movilización social surgido en los piquetes y puebladas del interior del país.

 A nuestro entender, el problema central que presenta el trabajo de investigación de Svampa y Pereyra (2003) es la ausencia de un eje teórico sobre la política o la acción política que atraviese la interpretación de la experiencia piquetera. De este modo, los investigadores recortan dos vertientes de manera esquemática y no ofrecen suficiente explicación sobre el proceso mediante el cual la vertiente de acción territorial se apropia y resignifica el repertorio de movilización social de los piquetes y puebladas del interior del país. Con respecto a esto, el análisis minimiza el efecto de organizaciones sindicales y líneas políticas en la articulación contradictoria de la experiencia piquetera; entonces, lo que aparece en esta línea de investigación esquematizado como dos vertientes se podría analizar como parte de un proceso general articulado de manera contradictoria por líneas político-sindicales. Según nuestro punto de vista, la ausencia de este eje teórico también se expresa en el tratamiento de la relación entre las organizaciones piqueteras y el peronismo. De manera tautológica, los investigadores afirman que las posibilidades para la construcción de organizaciones piqueteras devienen de la debilidad del peronismo, pero que una vez constituidas su debilidad también deviene de la presencia del peronismo en los sectores populares. Esta afirmación se sostiene sobre una doble reducción: la del peronismo a un tipo de vínculo clientelar y la de las organizaciones piqueteras a formas de construcción político-social autónomas y democráticas. Frente a esto, suponemos que desde un eje teórico que tienda a conceptuar los procesos políticos contemporáneos cabría preguntarse por las relaciones que inciden en la construcción de modalidades de acción política y en qué medida estas mismas relaciones configuran de manera conjunta tanto el accionar territorial del peronismo como el de las organizaciones piqueteras.

 A diferencia de algunas de las líneas de análisis de la acción colectiva que hemos presentado, en el marco de nuestra investigación el concepto de repertorio se utiliza en articulación con la categoría de hegemonía. Charles Tilly (2000) es quien define y sistematiza el concepto de repertorio. El mismo supone que la acción colectiva ocurre en el marco de interacciones entre grupos y personas; que opera dentro de límites impuestos por las instituciones y las prácticas existentes; que los participantes aprenden, innovan y construyen historias en el propio curso de la acción colectiva; y, por último, que cada forma de acción colectiva tiene una historia que transforma sus usos subsecuentes. Con relación a estos supuestos, argumenta que los actores utilizan performances colectivas flexibles y sujetas a negociación e innovación que constituyen repertorios específicos de acción colectiva. El concepto de repertorio, entonces, "(...) captura la combinación de elaboración de libretos históricos e improvisación que caracteriza generalmente a la acción colectiva" (Tilly 2000: 14). La transformación de las performances, por tanto, obedece a los cambios que se producen por aprendizaje, negociación e innovación en el curso de la acción colectiva y también por alteraciones en el medio institucional.

 Desde nuestra óptica, el concepto de repertorio permite analizar tanto la continuidad como la ruptura en las formas de acción colectiva. Por un lado, la historia de las formas de acción colectiva articula tradiciones que orientan las prácticas sociales en procesos de interacción históricamente situados y en el marco de los cuales se disputan y confrontan los sentidos de la propia acción. Por otro lado, las políticas estatales son constitutivas del medio institucional que incide sobre los cambios y las continuidades en las formas de acción colectiva. Con respecto a esto último, proponemos una visión de las políticas estatales desde la noción de "policy". Esta noción, tal como se presenta en estudios antropológicos recientes, alude a tácticas y tecnologías políticas que construyen a los individuos como sujetos de poder; es decir, herramientas de poder que trabajan sobre el sentido individual del "self" (Shore y Wright 1997).

 Los conceptos que hemos precisado como marco de nuestra investigación se articulan con la categoría de hegemonía. Nos interesa puntualizar aquí algunas dimensiones de esta categoría. La versión gramsciana de hegemonía alude a relaciones entre clases sociales y a procesos de direccionalidad política y de dominación. Al mismo tiempo, expresa el entrelazamiento de fuerzas políticas y económicas, históricas y culturales que se articulan y cobran sentido en la noción de praxis (Grimberg 1997). Una tensión no resuelta en la obra de Gramsci es la oposición entre coerción y consenso que remite de forma más o menos directa a la dificultad para delimitar el espacio del Estado o sociedad política respecto al de la sociedad civil (Anderson 1981). La hegemonía se vincularía con la dirección política y, de manera contrapuesta, la coerción se vincularía con el dominio, cuyo establecimiento depende del uso de la fuerza. Esto último, a su vez, implica una separación entre el espacio de la hegemonía/consentimiento situado en el terreno de la sociedad civil y el del dominio/coerción localizado en el interior de la sociedad política o Estado. En otros escritos de Gramsci, sin embargo, tanto el consenso como la coerción conviven como momentos contradictorios de la hegemonía. Las tensiones no resueltas en la obra de Gramsci permiten pensar la hegemonía en términos de proceso. Al respecto, rescatamos el pensamiento de Williams (1980), quien sugiere pensar en "lo hegemónico" y lo "dominante" como momentos contradictorios del proceso histórico.

LA CONSTRUCCIÓN TEÓRICA Y SOCIAL DE LA CATEGORÍA DE REFERENTE BARRIAL

 Los "referentes barriales" fueron aprehendidos teóricamente en los análisis sobre la relación del peronismo con los sectores populares en el marco de una "maquinaria política" de base territorial. Algunos estudios abordan el clientelismo político y ubican a los referentes barriales o punteros como mediadores en "las redes de resolución de problemas" por donde circulan bienes y favores a cambio de votos (Auyero 2001). En otros casos, se reflexiona sobre la diferencia entre los referentes barriales y los punteros políticos, a estos últimos se los vincula con arreglos clientelares, mientras que a los primeros se los piensa como los herederos de una tradición peronista que se diferencia del justicialismo (Calvo 2002). A nuestro entender, la categoría "referente barrial" asume sentidos precisos durante la década de 1990 que exceden el campo político del peronismo. Esta categoría expresa las relaciones sociopolíticas dentro de un campo concreto e históricamente construido de fuerzas sociales, en el marco del cual las organizaciones impulsan acciones políticas.

 La formación de la Federación de Tierra Vivienda y Hábitat (FTV, de ahora en adelante) se inscribe dentro de la estrategia sindical de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA, de ahora en adelante). La CTA se constituyó en noviembre de 1996 y en las actas fundacionales definió la categoría de trabajador a la que aspiraba representar como así también el espacio de la acción sindical. Según estas actas: "los trabajadores somos los activos, los jubilados y los desocupados".

 Una de las principales propuestas de la CTA consistió en descentrar la acción sindical del espacio productivo laboral hacia el territorial, a partir de asumir la representación de trabajadores desocupados y precarizados. Así, se reelaboraron pautas de afiliación, como es el caso de la afiliación directa y se formaron federaciones como soportes organizativos. Es en este marco, entonces, que se inscribe la fundación de la FTV. Esta Federación se organiza en mesas nacionales, provinciales y distritales integradas por los representantes elegidos mediante el voto de los afiliados. Las organizaciones barriales de La Matanza tuvieron un papel destacado en la fundación de la FTV. Si bien en el siguiente apartado desarrollaremos el análisis sobre las tradiciones asociativas, es preciso señalar aquí que en el año 1995 funcionaba una "Red de Barrios" en el partido de La Matanza que impulsó la junta promotora de la FTV en el año 1997.

 El congreso fundacional de la FTV se realizó el 18 de julio de 1998 con la presencia de 1650 delegados que representaban a 17 provincias argentinas. Esta Federación se propuso articular a las organizaciones que trabajaran sobre los siguientes temas: asentamientos; casas tomadas, falsos inquilinatos y pensiones; villas y barrios urbanos; pueblos originarios; campesinos y trabajadores rurales; adjudicatarios de viviendas sociales (Banco hipotecario o FONAVI); trabajadores deáreas públicas de Tierra y Vivienda; trabajadores usuarios de servicios públicos; ecología y medio ambiente; e inundaciones.

 En las actas del Congreso Fundacional de la FTV se propone desarrollar una trama organizativa a partir de las siguientes iniciativas: apoyo a los conflictos (cobertura jurídica y legal a desalojos, toma de tierras y luchas reivindicativas; intensificación del contacto con los medios de comunicación y formación de delegados); gestión de planes y proyectos (reclamo de políticas públicas y creación de proyectos autogestivos); desarrollo territorial (estructuración en el territorio a partir de colectivos de trabajo); capacitación (cursos de formación de dirigentes en lo que hace a problemática legal, a cuestiones técnicas vinculadas con la gestión de los proyectos y a las herramientas para la autonomía de la organización) 2.

 En el marco de estas coordenadas organizativas, los referentes barriales asumen tareas que discurren entre la gestión de los programas sociales y la coordinación de las acciones de protesta. Esto, a su vez, se vincula con estrategias precisas de la FTV en el campo de fuerza sociales del presente.

 El campo de fuerzas sociales del presente se configuró mediante la articulación de procesos tendientes a la transformación del régimen social de acumulación de capital que se intensificaron desde la última dictadura militar. Entre estos procesos se destaca la concentración de capitales y la desaparición de un importante número de pequeñas y medianas empresas; la puesta en marcha de la reconversión industrial, a partir del criterio de flexibilización del consumo de la fuerza de trabajo; la flexibilización del mercado de trabajo que se inicia hacia la década de 1980 y que se expresa en el aumento de los niveles de desempleo y subempleo; y el ajuste fiscal basado sobre recomendaciones de organismos internacionales de crédito a partir de los niveles de endeudamiento externo de la Argentina. La conjunción de estos procesos alteraron las bases sobre las cuales se asentaban las formas y los modos de intervención social del Estado desde 1940 3 . De este modo, el cambio más significativo en la intervención social del Estado ha sido la focalización del gasto social sobre determinados sectores de la población (Grassi et al. 1994). Este modo de intervención estatal transfiere recursos a programas públicos y no-gubernamentales, que presenten proyectos generados de manera descentralizada por los propios beneficiarios.

 Estos procesos inciden sobre la conformación de las organizaciones sociales, a la vez que imponen límites a su accionar. En este sentido, la organización "piquetera" que estamos analizando centra su estrategia política y sindical en un juego de presión/gestión frente al Estado. Uno de los ejes de la organización es la gestión de los programas sociales que se diseñan a partir de la focalización del gasto social. En el curso de esta estrategia, la figura del "referente barrial" expresa las relaciones con el Estado en el marco del modelo de política social vigente y al mismo tiempo que se impulsa su capacidad de gestión se lo reconstruye como sujeto mediante técnicas de control previstas en los programas sociales.

 La "presión" frente al Estado en este campo de fuerza implica la identificación y la construcción de demandas y de herramientas de acción y de exigencias de cumplimiento de acuerdos elaborados en procesos de demandas previos. En este sentido, la figura del referente no sólo expresa "relaciones de gestión" de programas sociales, sino también "relaciones de confrontación" en el marco de las cuales desempeña un papel central en tanto que nexo político para el sostenimiento de medidas de acción y en la construcción de consenso y sentido de las demandas de la organización frente al Estado.

TRADICIONES ASOCIATIVAS Y POLÍTICAS ESTATALES

 Antes de analizar la articulación contradictoria entre tradiciones asociativas y políticas estatales, que se expresa centralmente en el espacio de interacción de los referentes barriales, en este apartado reconstruimos, en función del avance de nuestra investigación, dos trayectorias asociativas que convergieron en la formación de la FTV de La Matanza: la experiencia organizativa de las Comunidades Eclesiales de Base, por un lado; y la de ocupación de tierras y formación de asentamientos urbanos en un barrio en particular, por el otro. Ambas experiencias comparten la definición de elementos que articulan una tradición de trabajo comunitario centrada en la "ayuda" frente a la "necesidad".

 Las Comunidades Eclesiales de Base (CEB, de ahora en adelante) se conformaron en La Matanza durante la década de 1970 y los primeros años de la década del ochenta. La formación de las CEB se vincula, para algunos autores, con cambios religiosos impulsados desde la propia iglesia católica, aunque éstos reciban la influencia de cambios sociales más amplios que exceden el campo religioso (Levine y Mainwaring 2001). Las orientaciones de estos cambios fueron trazadas en el Segundo Concilio Vaticano (1962-1965) y en la reunión que se celebró en 1968 en el marco de la Conferencia de Obispos Latinoamericanos en Medellín-Colombia. Estas orientaciones se sintetizan en tres puntos: incentivar la participación de los laicos; promover la justicia (y denunciar la injusticia); y lograr una evangelización más eficaz entre las clases populares. La interpretación de estas orientaciones generó un movimiento de identificación de algunos sectores religiosos con lo "popular" a partir de lo cual se desarrollaron prácticas de inserción: sacerdotes, monjas o activistas religiosos plantearon la necesidad de cambiar sus condiciones de vida e identificarse con la condición popular; por lo tanto, se fueron a residir a barrios obreros, villas miserias, o comunidades rurales bajo el lema de "opción por los pobres".

 En el caso de La Matanza, las CEB se desarrollaron en barrios obreros del distrito poblados desde hace aproximadamente cuarenta años. Estas comunidades fueron organizadas por sacerdotes y activistas religiosos pertenecientes a la orden de Don Bosco 5 . De este modo, las acciones colectivas en el marco de las CEB son moldeadas por la vinculación de éstas con la iglesia y, en particular, con la orden mencionada.

 En el plano estrictamente religioso, se organizan, con una frecuencia semanal o quincenal, lecturas grupales de la Biblia y de documentos de divulgación elaborados por activistas católicos; se imparte catequesis y se practican actividades vinculadas con la liturgia y las celebraciones religiosas (representación del pesebre en navidad, viajes al interior del país para visitar santuarios, procesiones religiosas, etc.). El conjunto de estas actividades parecen haber sido, desde el punto de vista de los entrevistados, las que permitieron a las CEB una mayor inserción en el barrio: "Nos juntábamos con los vecinos y leíamos la palabra de Dios. Todos venían a casa. Después dijimos que no, o sea, en mi casa sola no y ahí fuimos casa por casa. O sea, caminamos por el barrio con la palabra de Dios" (Nely 4 , comunicación personal, 2003).

 A la par de las actividades estrictamente religiosas, se desarrollaron otras orientadas desde la concepción cristiana de "caridad" y de "ayuda" frente a la "necesidad". Estas acciones implicaron prácticas de registro e identificación de los problemas de los "vecinos" a partir de un régimen de visitas a los hogares del barrio:"Cuando entras en la iglesia vas y visitas a uno, que vas a ver al otro, que el otro te llama, ya vas conociendo a los vecinos, sabes como se llaman y qué problemas tienen" (Nely, comunicación personal, 2003).

 Si bien las actividades de ayuda consisten en el socorro frente a situaciones como las de enfermedad o muerte; el grueso de las iniciativas se concentra sobre determinadas categorías de la población barrial: niños, jóvenes y ancianos. Con respecto a los niños y jóvenes se recupera la tradición de trabajo de la orden de Don Bosco. En el caso de los ancianos se entiende que se encuentran en situación de "vulnerabilidad" debido a molestias o enfermedades; además, la atención a los ancianos se profundizó en estos últimos años a partir de la política de Cáritas, organismo con el cual las comunidades entraron en relación con el propósito de obtener recursos.

 Las actividades de ayuda frente a la necesidad se sostienen con recursos que las propias comunidades generan a partir de colectas, sorteos o recaudación en las misas. Sin embargo, en coyunturas particulares, como el proceso hiperinflacionario del año 1989 y desde el año 1995 en adelante, se impulsaron relaciones con fuerzas políticas, con otras organizaciones y con dependencias estatales; y también se profundizaron los vínculos con la propia institución eclesial, con el propósito de obtener recursos para sostener emprendimientos como comedores comunitarios y copas de leche.

 La otra trayectoria asociativa que hemos reconstruido es el proceso de ocupación de tierras y formación de asentamientos a fines de la década de 1980 en un barrio en particular. Si bien el origen del barrio se enmarcó en el proceso de toma de tierras del Gran Buenos Aires que se inició a principios de los años ochenta, a diferencia del proceso registrado en otros asentamientos de La Matanza (Merklen 1991) 6 , en este caso la ocupación de tierras no se realizó de acuerdo con una planificación colectiva previa sino que los pobladores llegaron al lugar a través de redes de amigos y parientes y accedieron a los terrenos mediante la operación de compra a un supuesto propietario (Cravino 1998).

 El acceso a la titularidad de los terrenos ocupados y comprados a "falsos dueños" se constituyó en una de las principales demandas de los habitantes del lugar frente a distintas dependencias gubernamentales, este proceso se conoce con el nombre de regularización dominial. A la vez, el acceso a consumos colectivos, entre otros, luz eléctrica, agua, gas, transporte público y escuelas, se constituyó en otra preocupación para los habitantes del barrio que derivó en distintos modos de acción colectiva.

 En el marco de los procesos de demanda se conformaron diversas formas organizativas. En los inicios se sucedieron comisiones de vecinos integradas por delegados nombrados por cada manzana y que se formaban para solucionar temas puntuales como el abastecimiento de luz y agua. Posteriormente, una de estas comisiones se transformó en "sociedad de fomento" en el marco de un proceso de mayor formalización en las organizaciones barriales y de los asentamientos en particular, con el propósito de captar recursos y cumplimentar los requisitos de personería jurídica en tanto que "destinatarios" de políticas estatales.-

 En el marco de los procesos de demanda de mejoramiento del barrio se desarrollaron variados cursos de acción colectiva: tramitaciones, censos y consultas entre los vecinos del barrio para fundamentar las demandas de infraestructura urbana, como la construcción comunitaria del tendido eléctrico. En el curso de las demandas también se generaron acciones de carácter contencioso, por ejemplo los entrevistados recuperan desde la actualidad el enfrentamiento con la empresa de servicio eléctrico. En el marco de privatización de las empresas públicas, más en particular, en el traspaso de Segba a Edenor durante el verano de 1993, la empresa interrumpió el suministro eléctrico del barrio por tratarse de un asentamiento "ilegal", frente a esto se desarrollaron acciones de protesta, como el corte de la ruta Nacional Número Tres y la quema de un camión de Edenor.

 Al mismo tiempo que se desarrollaron acciones colectivas enmarcadas en los procesos de demanda de regularización dominial y de acceso a consumos colectivos, también se generaron otras orientadas desde la concepción de "ayuda" frente a la "necesidad".

 Un conjunto de acciones colectivas que se desarrollaron en este barrio tendientes a enfrentar situaciones de "necesidad" y "carencia" se enmarcaron en las instancias previstas por la implementación del Programa Alimentario Integral y Solidario (PAIS). Este programa se implementó desde el Ministerio de Acción Social de la provincia de Buenos Aires durante los años 1989-1991 y su origen se vinculó con el proceso hiperinflacionario del año 1989 y con la conflictividad asociada al mismo ("saqueos a comercios"). El acceso a productos comestibles con el objetivo del abastecimiento familiar fue el eje organizativo de prácticas colectivas en el marco de este programa.

 El programa preveía la selección de un coordinador cada cinco familias y coordinadores generales del barrio. Los grupos, constituidos mayormente por mujeres, generaron prácticas colectivas con el propósito de acceder al mayor número de mercaderías posible tales como: la planificación de las compras, el recorrido por distintos negocios mayoristas en busca de mejores precios; y el reparto de la mercadería obtenida entre los miembros del grupo en función del tamaño de la familia de cada una de las mujeres.

 Otras acciones colectivas se desarrollaron en función de las carencias y problemas en la construcción de las viviendas. Estas acciones fueron impulsadas por grupos de mujeres a partir de prácticas basadas sobre la ayuda mutua. Las integrantes del grupo debían aportar una suma de dinero y trabajo para la elaboración y comercialización de comidas caseras. Con lo que se recaudaba de la venta de estas comidas se devolvía el dinero inicial que se había aportado y el excedente se destinaba a la compra de materiales de construcción: "Todos hacía muy poquito tiempo que estábamos, que habíamos venido al barrio y algunos tenían las casitas hechas con nylon, todo muy precario, entonces yo les había hablado de qué les parecía la idea, si hacíamos empanadas para poder vender y que se fueran haciendo de a poquito la casa, aunque sea una habitación de material (..)" (Violeta, comunicación personal, 2002).

 Las acciones colectivas que impulsaron las organizaciones constituidas en el proceso de ocupación de tierras y formación de asentamientos se dirigieron a enfrentar dimensiones problemáticas de los modos de vida de los grupos subalternos en lo que respecta a la infraestructura urbana, la vivienda y la alimentación, entre otras. Al mismo tiempo, las acciones colectivas frente a "necesidad" generaron prácticas de registro de vecinos "humildes" y una especial "focalización" de la ayuda sobre mujeres y niños.

 Más allá de las diferencias entre las CEB y las organizaciones generadas en el marco de los procesos de ocupación de tierras y formación de asentamientos, en lo que concierne a orientaciones diferentes y a soportes específicos para la acción, ambas comparten performances de acción colectiva que se basan sobre la ayuda comunitaria frente a la necesidad. En el marco de estas performances se aprenden métodos de focalización de la ayuda, formas de confrontación y de negociación con otras fuerzas sociales y con el propio Estado y modos de organizar tanto las acciones de protesta como las de rutina en los barrios. Estas performances de acción colectiva se encuentran sedimentadas en memorias orales y escritas de las asociaciones comunitarias que se reactualizan en contextos similares y variados a partir de la práctica de dirigentes y activistas formados en la tradición de trabajo comunitario.

 A modo de hipótesis, sostenemos que las políticas estatales, particularmente las de carácter social, que se implementan desde la década de 1990, se apoyan sobre estas tradiciones organizativas, al tiempo que las redefinen técnicamente. En efecto, la noción científico/técnica de "capital social" en su propia definición selecciona e incorpora aspectos de la trama asociativa comunitaria; especialmente, se piensa a las asociaciones comunitarias como agentes en la descentralización de las políticas, en un intento por aportar soluciones no económicas y menos costosas a las intervenciones estatales frente a lo que se define, en términos de Castel (1997), como lucha contra la "exclusión".

 A partir de las políticas estatales vigentes, se reconstruyen las performances de acción colectiva, por ejemplo la transformación de comisiones vecinales en sociedades de fomento para captar recursos implicó la formalización de la acción colectiva que pasó a centrarse en la tramitación de las demandas (audiencias con funcionarios públicos, elaboración de cartas, inicios de expedientes, etc.). Al mismo tiempo, las demandas de recursos y subsidios estatales se sustentan sobre un discurso que enfatiza centralmente las "carencias" y el "sufrimiento": "Un día vinieron los de Acción Social para ver si de verdad necesitábamos fondos para la copa de leche y yo les dije: Hagan algo, a mí me interesa trabajar por los pibes que están muertos de hambre, que están transparentes por el hambre (y el Secretario me miraba y hacia sí con la cabeza). Y yo seguía: Acá hay jóvenes que están solos, abandonados, que están fumando en la esquina, por qué no les dan algo, les enseñan algo, algún oficio (...)" (Nely, comunicación personal, 2003).

La Confluencia en la Red Barrial y la Formación de la Organización Piquetera

 En el año 1995 se conformó una "Red de Barrios" en el partido de La Matanza a partir de la confluencia de experiencias organizativas, entre otras, de dirigentes formados en las CEB y en las asociaciones generadas con la ocupación de tierras y formación de asentamientos. Las iniciativas de algunos activistas religiosos y de militantes políticos y sindicales que provenían de experiencias organizativas similares y, la mayoría de ellos, de una historia política compartida en el peronismo, impulsaron la conformación de esta Red.

 Esta Red recupera las performances de acción colectiva generadas en las tramas asociativas barriales, ya sean las orientadas por las CEB como por los grupos y comisiones vecinales. Al mismo tiempo, se practican innovaciones: se articulan con la idea de "ayuda" frente a la "necesidad": discursos y prácticas centrados en la importancia de la "lucha", la organización y la formación política y, desde ahí, se ordenan modos particulares de acción colectiva. Es preciso señalar que la formación de esta Red coincide temporalmente con el momento en el cual se comienzan a visualizar acciones de protesta, como el bloqueo prolongado de rutas y se generalizan las intervenciones estatales a partir de políticas focalizadas.

 Dieciseis barrios del distrito participaron de la primera asamblea de la "Red de Barrios", en el marco de la cual se discutió y aprobó la realización de una encuesta para sistematizar los principales problemas de los habitantes de los barrios nucleados en la misma. Los resultados de esa encuesta, que recortaron como problemas a la salud, la alimentación y el empleo, se utilizaron como un recurso para fundamentar demandas y cursos de acción, por ejemplo las movilizaciones a dependencias gubernamentales con el objetivo de pedir bolsones de mercadería. La obtención de mercaderías tras la medida de protesta y la negociación con funcionarios estatales, se tradujo como "conquista" de la lucha y como posibilidad para la construcción organizativa: "Bueno con lo que llegaba nosotros logramos ampliar la red: de 16 barrios, pasamos, hoy ya son más de 60, pero de 16 en ese momento pasamos a cerca de 40. Fuimos ampliando porque la gente preguntaba y venía y nosotros decíamos: la idea es que esto sirva para organizarnos, porque si era buscar la comida y nada más en realidad estamos traicionando lo que estamos haciendo, porque la asistencia es por la urgencia de que no te mueras de hambre. Yo siempre defendía esto: la comida es de los que la lucharon" (José, comunicación personal, 2002).

 El discurso sobre la lucha y la organización a partir de la aceptación de la gestión de programas estatales orientados por la focalización del gasto expresa los límites del campo de fuerzas sociales de la actualidad y genera variadas contradicciones hacia el interior de la organización piquetera, algunas de las cuales analizaremos en el próximo apartado. A pesar de esto, las prácticas y discursos en torno a la noción de "lucha" y "organización" generaron innovaciones sobre las performances de acción colectiva. Se conformaron redes asociativas de carácter nacional, como es el caso de la FTV y se generaron espacios de convergencia de diferentes organizaciones sociales y políticas. Además, algunos de los dirigentes formados en las tradiciones asociativas que analizamos previamente viajaron a Brasil para conocer la experiencia del "Movimiento de los Sin Tierra", a partir de lo cual, se adoptaron acciones de protesta similares a las de ese Movimiento, como las marchas a pie desde La Matanza hacia el centro político de la Argentina (tramo de 30 km aproximadamente). Dentro de la organización, se comenzaron a celebrar asambleas periódicas y se organizaron cursos de capacitación destinados a referentes barriales. Del conjunto de todas estas acciones, la más significativa en términos del impacto público que provocó ha sido la ocupación, bloqueo y asentamiento por varios días sobre la Ruta Nacional 3.

LOS REFERENTES BARRIALES: ENTRE LAS TRADICIONES, LAS POLÍTICAS ESTATALES Y LA LUCHA

 Las tradiciones asociativas, las acciones de las políticas estatales y las prácticas de lucha se articulan de manera contradictoria en el espacio de interacción de los "referentes barriales" en tanto que gestores de programas sociales y de empleo y en tanto que nexos en la construcción de estrategias políticas de la FTV.

 El término "cupos", que se emplea en el lenguaje coloquial de los miembros de la organización piquetera, refiere a los recursos que se asignan en el marco de procesos de confrontación-negociación. En el caso de los referentes barriales, la asignación de "cupos" depende, centralmente pero no exclusivamente, del tamaño y las características de los grupos de referencia, como así también de la ubicación de éstos en la historia de la organización.

 La ubicación del referente barrial como gestor de los programas alimentarios y de empleo, sobre la base de asignación de "cupos", moldea el curso y el sentido de sus acciones: "Lo más importante de la tarea de un referente es que la gente cobre. O sea, el referente es el responsable de llevar y traer los papeles y no equivocarse, porque si yo me equivoco en un número la gente al mes siguiente no cobra y ahí está tu responsabilidad (...)" (Ana, comunicación personal, 2002). En este sentido, las tareas de rutina de un referente barrial consisten en completar planillas con los datos de beneficiarios, manejar información sobre días y sedes de cobro de los planes de empleo y buscar la mercadería que le corresponde a su grupo cuando ésta es entregada por dependencias del Estado a la organización. Los lugares físicos donde desarrollan su tarea diaria los referentes barriales (sus domicilios particulares u otros) se asemejan a oficinas administrativas con mesas atiborradas de planillas, listados y rendiciones de cuenta. Además, en el marco de los planes de empleo, el referente barrial controla y coordina los diferentes emprendimientos: organización de la copa de leche, comedores y roperos comunitarios, o el mejoramiento de calles, veredas y desagües, entre otros.

 La relación de gestión de los programas de empleo genera situaciones conflictivas: "El tema del reparto de mercadería también te trae conflicto porque: ¿Cómo sabes quién necesita más? Porque es tan poco lo que te dan, o sea, a nosotros nos dan veinte cupos, entonces vos tenés una lista de cuarenta y tenés que ser juez de la necesidad de los demás y eso jode" (Ana, comunicación personal, 2002). Con relación a este testimonio, observamos que los referentes barriales llevan un registro escrito que oficia como lista de espera de las personas de su barrio que recurrieron a él/ella por un plan de empleo o bolsón de mercadería. El problema es que rara vez se efectiviza la cantidad de "cupos" necesarios, porque ello depende de las intervenciones estatales en el asunto.

 Con respecto a lo que venimos considerando, puntualmente nos interesa señalar que en estas situaciones de redistribución se expresan las contradicciones entre tradiciones asociativas y políticas estatales. Desde las políticas estatales, se utiliza un lenguaje técnico para categorizar a individuos en términos de "beneficiarios" de subsidios estatales en función de reglamentaciones que contemplan, entre otras cosas, la nacionalidad, la cantidad de hijos o ancianos a cargo y la situación laboral. Para los referentes, en cambio, los "beneficiarios" son vecinos y se categorizan desde un conocimiento personal y directo de sus problemas y necesidades. A modo de hipótesis, inspirándonos en la noción de policy y en el uso de la misma en algunos estudios antropológicos como el de Vike (1997), sostenemos que las políticas reconstruyen sujetos de poder en términos de "beneficiarios" a partir de un lenguaje técnico e impersonal, pero esta forma de subjetivación es resistida e interpelada desde las modalidades asociativas locales que se inscriben en la tradición de ayuda comunitaria.

 Para neutralizar niveles de conflicto, es frecuente que los referentes barriales flexibilicen los listados oficiales de "beneficiarios" en función de brindar ayuda frente a la necesidad. Así, cuando se asignan "cupos" de mercadería se realiza una redistribución entre el grupo de referencia que participa en la organización piquetera y entre otros vecinos que aún no fueron incorporados por falta de vacantes. Si bien estas prácticas generan disputas hacia el interior de los grupos, los referentes intentan lograr consenso en torno a la idea de solidaridad frente a la necesidad, aunque esto no resulta fácil.

 En función de la asignación y distribución de "cupos", identificamos otro nudo conflictivo en torno a las prácticas de "lucha". Como dijimos previamente, la gestión de programas derivados del modelo de política social vigente se interpreta como "conquista" de la organización piquetera y se articula en un discurso, de carácter público, que enfatiza la "lucha", como práctica central. Desde ahí, se infiere que los cupos asignados se distribuyan prioritariamente entre quienes participan de las acciones colectivas en el marco de procesos de confrontación con el Estado. Como es de suponer, este énfasis en la ialuchala como criterio a utilizarse en la distribución de los recursos obtenidos también genera niveles de conflictividad en las interacciones de los referentes barriales.

 En principio, el referente barrial debe lograr el consenso de su grupo de referencia con el sentido de las demandas y las medidas que impulsa la organización piquetera. Al respecto, el referente concurre a las asambleas de la organización y participa en los cursos de formación política. Además, organiza reuniones con su grupo porque, según una entrevistada: inTengo la responsabilidad de informarle a la gente por qué vamos a una movida o a un corte. La responsabilidad de un referente es llevar y traer información; o sea, como la traigo para acá la respuesta de la gente se la llevo también a la Secretaría de Organizaciónla (Ana, comunicación personal, 2002). Estas prácticas organizativas forman parte del "trabajo" del referente barrial en la formación de escenarios de disputa política y en el proceso identitario que valoriza la lucha en la definición del "piquetero".

 Sin embargo, los referentes barriales también apelan a las tradiciones asociativas en el marco de las cuales se formaron para flexibilizar el criterio de distribución de recursos en función de la participación en la "lucha". Nuevamente aquí, desde un conocimiento personalizado de los vecinos, se contempla a quienes no pueden participar de las prácticas de lucha por razones de salud o causas similares. En este movimiento, también se intenta obtener el consentimiento de todos aquellos que pueden participar de las medidas de protesta a partir del trabajo con la noción de "solidaridad" con aquellos que por razones "físicas" o de índole similar no pueden asistir al corte de ruta o a movilizaciones callejeras.

 Para finalizar, los referentes barriales en el espacio de interacción en el que se encuentran ubicados producen y reproducen las relaciones sociales. Por un lado, resisten y consienten la gestión de los programas derivados de políticas estatales y el lugar que tienen asignados en el curso de las estrategias políticas de la organización piquetera. Estas prácticas de resistencia y consentimiento se generan y contribuyen a reproducir relaciones de subordinación y mecanismos específicos e históricos de dominación. Por otro lado, las prácticas de resistencia a las políticas estatales o a las formas de construcción política de la organización piquetera se inscriben en tradiciones asociativas previas asentadas sobre la orientación de la ayuda comunitaria en espacios locales.

PALABRAS FINALES

 En función del nivel de avance de nuestra investigación tenemos por delante profundizar el trabajo con otras organizaciones piqueteras para establecer comparaciones en torno a los ejes de análisis propuestos y desarrollados en este artículo: la reconstrucción de tradiciones asociativas desde las cuales se articularon las organizaciones piqueteras y la incidencia de éstas sobre las modalidades de acción colectiva; las tácticas de las políticas estatales en la reconfiguración de sujetos y modos de acción colectiva y, la articulación entre tradiciones asociativas y políticas estatales en procesos de transacción específicos.

 La selección de los ejes de análisis propuestos se deriva de la preocupación de investigación que surgió tras la revisión de la producción académica reciente sobre la "protesta social". En tal sentido, nos preguntamos por qué los estudios actuales enfatizan sobre la emergencia de nuevas formas de acción y nuevas identidades sociales. De esta manera, en función de un trabajo de campo que articula como niveles de análisis la protesta y los modos cotidianos de acción colectiva, pensamos que era más pertinente indagar los procesos de continuidad y ruptura. En este sentido, reflexionamos acerca de la pertinencia de plantear el análisis en términos de redefiniciones de la acción colectiva en el marco de correlaciones de fuerzas históricamente variables, antes que buscar "lo nuevo" o "lo viejo" en las expresiones de la protesta social contemporánea.

 Por último, en este momento del trabajo de investigación comenzamos a preguntarnos por la incidencia de tradiciones laborales sobre los procesos identitarios y sobre el horizonte de las demandas posibles. En el curso del trabajo de campo, específicamente en el marco de entrevistas o de conversaciones informales, la experiencia de trabajo fabril se asocia con momentos de "alegría" y "felicidad", en función de las posibilidades de consumo y con valores como "ascenso social"; "esfuerzo" y "dignidad". De ahí, que una de las reivindicaciones, que con mayor fuerza interpela a la demanda de gestión de los programas de empleo, sea la de "trabajo genuino" en articulación con un programa más global que, en el caso de la FTV, enfatiza la necesidad de incentivar nuevamente el desarrollo de la industria nacional.

NOTAS

1. Un trabajo exhaustivo de revisión bibliográfica sobre estas categorías también puede consultarse en Grimberg et al. (2003)

2. Los datos acerca de los ejes organizativos de la FTV provienen de materiales de difusión de esta organización y de entrevistas propias.

3. A partir de 1940, la intervención del Estado expresaba los procesos de demanda de participación económica, social y política-gremial de los trabajadores y de otros sectores de la población y un proyecto sustentado en un modelo de acumulación de capital que impulsaba el desarrollo del mercado interno (Grimberg 1997). La expansión del empleo formal y el reconocimiento institucional de los trabajadores sindicalizados han sido el sustento y el impulso de las políticas de seguridad social del período.

4. Los nombres que se citan son ficticios para preservar el anonimato de los entrevistados.

5. Se recupera como elemento fundamental de la obra de Don Bosco su tarea hacia los jóvenes humildes en Turín Italia, entre los años 1816-1888, sobre todo la enseñanza de oficios, como el de zapatero y el pago de salarios mayores a los que recibían los jóvenes por la venta de su fuerza de trabajo en las industrias de esa zona de Italia.

6. El trabajo de Merklen (1991) registra de manera pormenorizada el proceso de toma de tierra y formación de tres asentamientos en La Matanza durante el verano de 1986. El investigador analiza la planificación de los objetivos de la ocupación y toma de tierra como producto de la acción de militantes vinculados con las Comunidades Eclesiales de Base y con el Servicio de Paz y Justicia (SERPAJ), quienes contaban con experiencia previa en procesos similares. La planificación de la ocupación y la toma de tierra generó un vínculo específico con el Estado y una marcada diferenciación en el uso del espacio urbano que se expresa en la distinción entre el asentamiento y la villa miseria.

Agradecimientos

 Agradezco profundamente los comentarios y las sugerencias de Pablo Semán y Alejandro Grimson, quienes fueron evaluadores de este artículo. Asimismo, agradezco a la Universidad de Buenos Aires por el apoyo brindado mediante una beca de investigación y a la Directora de mis estudios doctorales, Dra. Mabel Grimberg.

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