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Intersecciones en antropología

On-line version ISSN 1850-373X

Intersecciones antropol.  no.5 Olavarría Jan./Dec. 2004

 

Identidades urbanas y relocalización de la pobreza

Soledad A. Pérez

Soledad A. Pérez. CONICET, Fundación Bariloche. Casilla de correo 138 (8400), San Carlos de Bariloche, Río Negro. E-mail: sole@bariloche.com.ar.

Recibido 30 de Junio 2003. Aceptado 26 de Diciembre 2003

RESUMEN

Este trabajo constituye una reflexión respecto del modo en que se configuran las identidades urbanas en la lucha por la apropiación del territorio. Se trata de un estudio de caso realizado en la ciudad de San Carlos de Bariloche, en el noroeste de la Patagonia en un barrio ubicado tras el cerro Otto, a aproximadamente 6 km del centro de la ciudad, que fue construido a partir del traslado de 400 familias provenientes de 7 asentamientos que estaban cercanos al casco urbano.

Teniendo como premisa que toda representación es indisociable de la intervención, reconstruimos el proceso que generó esta política de ocultamiento del fenómeno de la pobreza, intentando captar las representaciones que operaron en la definición y desarrollo del proyecto. El presupuesto orientador fue que lo territorial podía determinar lo social, de manera que al sumar individuos percibidos como indiferenciados, se generaría un barrio. En la práctica, el traslado significó la fragmentación de las identidades al alterar la cotidianeidad y disolver las rutinas. Asimismo, generó conflictos, estigmatizó a los sujetos y al espacio, produciendo aislamiento tanto respecto del centro de la ciudad como al interior de las viviendas, ya que los vecinos evitan relacionarse con los "otros" con quienes fueron obligados a compartir el lugar.

Palabras clave: Pobreza urbana; Identidades; Relocalización; Espacio; Segregación.

ABSTRACT

This article reflects on the way in which urban identities are configured in the fight for the appropriation of territory. The case study was developed in the city of San Carlos de Bariloche, in the northwest of Patagonia, in a neighborhood located behind Otto hill 6 km from the centre of the city, which was constructed following the relocation of four hundred families from seven different settlements close to the urban center.

The premise of this work is that all representations imply interventions, so we tried to reconstruct the process that generated this policy of concealment of poverty, trying to catch the presumptions and representations that were used in the definition and development of the project. The presupposition that guided the relocation project was that the territorial aspect could determine the social aspect, in such a way that if you add individuals (seen as undifferentiated) together you get a neighborhood. In practice, the relocation of people from different places meant the fragmentation of identities as a result of the alteration of their everyday lives and the disolution of their routines. In the same way, this project generated conflicts, stigmatized the subjects and the space, producing isolation in both the city center and within the dwellings, as neighbors avoid interacting with "the others" with whom they are obliged to share their space.

Keywords: Urban poverty; Identities; Relocation; Space; Segregation.

INTRODUCCIÓN

 En este trabajo intentaremos analizar cómo se fue zonificando la pobreza y el impacto de este proceso en la configuración de las identidades urbanas en San Carlos de Bariloche 1 . En principio indagamos acerca del proceso de formación de los barrios Unión y 2 de Abril, conocidos como las 34 hectáreas, partiendo de la reconstrucción de los relatos de sus pobladores y de personal municipal que participó del proyecto. La selección del barrio no es casual y se liga a ciertos rasgos del mismo que lo distinguen de otros hábitats de la pobreza. Se trata de un barrio ubicado aproximadamente a 6 km del centro de la ciudad sobre la ruta nacional 258 camino a El Bolsón junto al basural. La constitución de este barrio tiene como antecedente el desalojo y traslado a un mismo predio de 7 asentamientos habitados por alrededor de 400 familias que vivían y siguen viviendo en condiciones de extrema pobreza. La ubicación de estos barrios era cercana al casco urbano y por ende visible, mientras que el actual emplazamiento está en una zona periférica y escondida, se podría decir, "estratégicamente" tras el cerro Otto. Con esta última afirmación no queremos caer en una visión conspirativa, sino dejar en claro que tampoco adoptaremos una postura ingenua.

 Nuestro interés apunta por un lado, a indagar en las percepciones de los habitantes del lugar respecto al proceso vivido, a las situaciones que los llevaron a habitar ese espacio, las implicancias que el traslado tuvo para el desarrollo de su cotidianeidad y su relación con los otros con quienes fueron obligados a compartir este espacio. Asimismo nos interrogamos acerca de los presupuestos respecto de los sujetos de la pobreza que orientaron el proyecto y analizamos qué tipo de identidades se forjan a partir de estas nociones.

Consideraciones no metodológicas

 Los problemas ligados al conocimiento en ciencias sociales no escapan a las inquietudes de este trabajo, sino que lo atraviesan y le dan forma. Por esa razón consideramos crucial establecer desde dónde pensamos lo social y no cual es nuestro método para abordarlo.

 Creemos con Habermas (1989), que la objetividad sólo puede lograrse mediante la capacidad de juzgar, es decir, tomando partido. La generación de descripciones de actos por los actores cotidianos no es un apéndice de la vida social sino que es una parte esencial de la producción de esa vida e inseparable de ella, dado que la caracterización de lo que los otros hacen, o más exactamente, de sus intenciones, de sus motivaciones, de las razones que tienen para hacerlo es lo que posibilita la intersubjetividad, por medio de la cual tiene lugar la transmisión del propósito de comunicarse (Schuster 2002). "Y es en estos términos en cómo hay que entender el Verstehen: no como un método especial de acceso al mundo social, que fuera peculiar a las ciencias sociales, sino como una condición ontológica de la sociedad humana en tanto que producida y reproducida por sus miembros" (Habermas 1989: 153-154).

 Esto implica entendernos en el discurso del otro, asumiendo una actitud receptiva, dejándonos decir cosas por esos otros, procurando despojarnos de recetas metodológicas que apunten a una paradójica medición de ausencias e induzcan a la corroboración de falsas hipótesis. La tarea de la hermenéutica 2 es iluminar las condiciones bajo las que se comprende. Dando luz a estas situaciones, puede entenderse que el sentido de un texto supera siempre a su autor porque la comprensión nunca es un comportamiento meramente reproductivo, sino que es siempre comportamiento productivo.

 Esta instancia de producción está asimismo asociada a que la comprensión es indisociable de la aplicación, pues a toda representación le es inherente una intervención; en el representar está implícita una descripción de cómo es el mundo que ejerce un poder transformador sobre los fenómenos (Hacking 1996). Por todo esto, consideramos crucial descubrir desde qué representaciones respecto de los pobres se llevó a cabo este proyecto. Cabe aclarar que la comprensión de este proceso, no debe entenderse como un lugar de llegada o el fin de un camino recorrido, sino que se trata de un proceso encadenado inacabado e inacabable del cual este trabajo constituye sólo un eslabón.

El lugar de los pobres: un pobre lugar

 Conceptualizar la ciudad implica involucrar elementos tanto territoriales como políticos, culturales, sociales y económicos. El espacio urbano contiene infinitas significaciones y en él se dan un conjunto de relaciones sociales. La apropiación del espacio, en tanto bien escaso, implica conflictos que se dirimen en función de relaciones de poder porque el espacio urbano es motivo y terreno de disputa (Nuñez 2000).

 Concebido en sentido amplio el concepto de espacio urbano, alude al conjunto de elementos interrelacionados y espacialmente definidos que constituyen la ciudad. En ésta, la localización del hábitat de los sectores sociales aparece asociada con su ubicación en la estructura social del poder. Así, junto a la zonificación de la ciudad que se corresponde con las distintas actividades económicas y sociales, coexiste una segregación urbana de los sectores sociales que genera una "distancia" social muy evidente (Merklen 1991, 1997).

 El proceso de zonificación de la ciudad de San Carlos de Bariloche, es más complejo aún por tratarse de una ciudad turística, ya que el hábitat de los sectores desfavorecidos ha de guardar distancia no sólo de quienes disponen de más poder dentro de la estructura social local, sino también de los lugares transitados por los turistas. La configuración de esta ciudad ha estado indisolublemente ligada a la actividad turística 3 estableciéndose una relación conflictiva entre el aumento de esta actividad y el crecimiento de los asentamientos ilegales que comenzaban a formar parte del paisaje urbano.

 Retrotrayéndonos en el tiempo encontramos que en el contexto signado por la dictadura y, concordando con las políticas de erradicación o "topadora" aplicadas a la población villera en todo el país, en 1979 se erradicó un asentamiento en la ladera del arroyo Ñireco o Barda del Ñireco que dio lugar a la formación del barrio Arrayanes. Este desplazamiento de la pobreza determinado por el gobierno dictatorial no impidió que el lugar volviera a poblarse 4 ; los pobres seguían construyendo su hábitat y encontrando en ese lugar importantes ventajas comparativas, dada la cercanía con el centro de la ciudad, es decir, con el trabajo, los comercios, las escuelas, etc. Con lo cual lo indeseable volvía a ser visible y amenazante para unos y riesgoso para esos otros que lo habitaban, dadas las características de inestabilidad del terreno.

 Estas manifestaciones de la pobreza dispersas pero cercanas a la ciudad, desafiaban cualquier imagen de progreso o bienestar que un gobierno quisiera mostrar o peor aún, conspiraban contra la imagen de un Bariloche digno de ser expuesto, ya que sus bellezas naturales contrastaban con el nivel de vida de una importante parte de su población. De este modo, el problema de la pobreza se trasformó en preocupación de los no pobres, ya que constituían un riesgo y a la vez, perjudicaban la imagen que se pretendía mostrar. Ahora bien, qué significan o significaban estas disrupciones en el paisaje urbano; por qué molestaban, cuál es el fundamento del disgusto que generan o generaban los asentamientos. ¿Era compasión por el modo de vida que llevaban quienes los habitaban o el disgusto residía en que los mismos manifestaban una reacción contra la tendencia a naturalizar el proceso de urbanización, (dado que los asentamientos son el modo de acceder a una parte de la ciudad de la que estaban exceptuados quienes se instalan en ella)?

 Los asentamientos constituyen estrategias de ocupación de los espacios urbanos a través de las cuales los pobres van construyendo su propio hábitat. Son formas habitacionales de la pobreza que consisten en la toma de tierras y posterior instalación de las viviendas. Si bien comparten las características generales de asentamientos de otras ciudades, los que al ser trasladados dieron origen al barrio que estamos analizando, fueron ocupados paulatinamente y no respondieron a una estrategia colectiva de ocupación (Grillo et al. 1995; Merklen 1991; Ozslack 1991; Svampa 2000; Tenti Fanfani et al. 1992) 5 .

 A fines de los '80 sobrevinieron los juicios por desalojo y los vecinos comenzaron a organizarse con el objetivo de no perder su lugar dentro de la ciudad. La apertura del proceso participativo que se inauguró con el advenimiento de la democracia, modificó la situación coyuntural de los asentamientos, generando un terreno apto para resistir los desalojos y revertir de algún modo la tendencia del proceso de urbanización vigente.

 "Nos organizamos con los vecinos para ver qué hacer con los terrenos, como no eran nuestros, empezamos a hablar y a conversar porque va a llegar un día que nos van a sacar, y vamos a andar dando vueltas"

 "Empujamos a la municipalidad para que nos den"

 Tal como se desprende de ambos testimonios, los vecinos se organizaron a fin de gestionar ante el ejeutivo municipal la obtención de un lugar en la ciudad, por el temor y la incertidumbre generada dada la situación de ilegalidad. Luego de intensas controversias con los vecinos, en 1990 el gobierno municipal "...considerando:

 - Que este municipio se hace un deber ineludible en proporcionar una solución a dicho sector carenciado, promoviendo la relocalización de por lo menos 300 familias en verdadero estado de indigencia.

 - Que para ello es menester adquirir tierras aptas para tal finalidad en el sector sudoeste de nuestra ciudad..."

 sancionó con fuerza de ordenanza la compra de la fracción conocida como 34 hectáreas, considerada la oferta más conveniente.

 La zona elegida se extiende hacia el sur y sudoeste de la ciudad, pertenece al área conocida como "el alto", una zona que desde el aspecto climático, entre otros, es la más desfavorecida por estar alejada del lago Nahuel Huapi. El agua, como se sabe, atenúa los cambios de temperatura, y allí la altura y la lejanía del lago juegan en contra, registrándose mayores precipitaciones, temperaturas más bajas, nevadas más intensas y vientos más fuertes (Abaleron et al. 1996). A este respecto, ya en el anteproyecto de forestación se recomendaba especialmente la plantación de cortinas rompevientos para brindar reparo a las viviendas y "no pasar ningún tipo de máquina que nivele o empareje el suelo, que en esa zona tiene poca profundidad" 7 .

 Según el relato de una de nuestras entrevistadas: "Se nos hizo muy difícil cuando vino el tiempo del viento, de ventarrones porque no tenemos un reparo ni de árboles ni de nada.... Nosotros teníamos un búngalo, recién lo habíamos terminado y lo vinimos a inaugurar acá. Lo tiró 4 veces... Una noche se levantó un viento terrible y al otro día nos levantamos y cuando nos levantamos el búngalo estaba en lo del vecino, había tirado los tirantes...".

 Los asentamientos erradicados fueron siete: La Barda, Unión, Tres ojos de agua, Tres de Julio, Ushuaia, Bella vista II y un remanente de la Cooperativa Quimei Hue que ya había sido trasladado. Los rasgos centrales de estos asentamientos eran el hacinamiento, la precariedad de las viviendas y los materiales utilizados en la construcción: chapas, cartones, materiales de desecho y maderas. La Barda y Ushuaia ocupaban tierras fiscales mientras que los restantes estaban asentados en terrenos particulares y tenían demandas por desalojo. Los suelos de la ladera del arroyo Ñireco, es decir, los de la Barda, eran inestables dada la pendiente del terreno y se habían producido accidentes que llegaron a ocasionar la muerte de vecinos.

 "Casi pierdo a mi familia completa, en un derrumbe cuando yo me trasladé del otro barrio".

 "En el Ñireco se nos desmoronó todo y quedamos casi sin casa... entonces nos fuimos al otro lado del Ñireco, a lo de una familia... de mi tía, tia de mi marido no mía, ahí estuvimos y después fuimos al Ñireco, no había agua, no había luz, no había nada. Yo tenía que ir a buscar agua al río para tomar...".

 Con el objetivo explícito 8 de evitar este tipo de accidentes el municipio decidió comprar tierras para reubicar a quienes vivían en esta zona tan inestable y a personas que habitaban otros asentamientos. Cabe destacar que la compra de los terrenos se hizo al propietario de uno de los lotes ocupados que había iniciado juicio para desalojar a uno de los asentamientos, lo cual no deja de llamar la atención. Este predio estaba provisto de todos los servicios y tal vez se podría haber negociado la compra de ese terreno al menos para el asentamiento que está allí en lugar de las 34 hectáreas.

 Otra curiosidad está dada porque el código de planeamiento de principios de los '80 consideraba esas tierras como iono aptas para la vida humanalr por sus características geomorfológicas y climáticas. Según expresó una vecina entrevistada: "Fuimos de los primeros que vinimos porque no se podía construir nada".

 Asimismo, desde el punto de vista económico tampoco era una opción pertinente, ya que los costos ascienden considerablemente al tener que extender los servicios esenciales y expandir la trama urbana. Aquí se ve claramente cómo la organización territorial fue producto no sólo de las contradicciones propias del proceso de urbanización, que trazaron una línea de continuidad respecto a las condiciones de privación de quienes vivían en los asentamientos, sino también encubriría una cierta intención de ocultar la pobreza, pues si bien el precio de estos terrenos tan alejados era conveniente, dicha ventaja queda relativizada al plantearse los costos de la extensión de servicios. Por otra parte, existían terrenos vacantes, propiedad de la municipalidad que podrían haberse afectado a fines sociales, en lugares más cercanos, que podrían resolver parcialmente la situación de cada uno de estos asentamientos en lugar de realizar una compra de un predio de dimensiones mayores que albergara a esos "otros" homogeneizados por el velo de la pobreza. Según la percepción de los mismos vecinos:

 "Vinieron y nos escondieron... vinieron y dijeron todo esto no pertenece a Bariloche, esto es un grupo de gente que no tiene trabajo, no tiene ganas de salir adelante. ...nos tiraron acá".

 Habiendo leído este testimonio: Qué queda para agregar de la segregación espacial? ¿Qué es, sino carecer hasta de la capacidad y legitimidad como para pertenecer a la ciudad y ser visto en ella? La calidad de vida que alcanza una persona, como advierten Sen y Nussbaun (1996) depende de la capacidad para elegir el modo de vida y esto está indisolublemente ligado con la libertad.

 Si nos atenemos a las preocupaciones expresadas en la ordenanza que aluden al "deber ineludible de proporcionar una solución a este importante sector de la comunidad", se nos hace difícil comprender que el proyecto haya quedado simplemente en la relocalización de estos sectores; las ventajas que se tuvieron en cuenta pasaron exclusivamente por la regularización de la tenencia, como si todos los conflictos de estas personas pudiesen resolverse con la posesión del título de propiedad.

 Cabe interrogarse entonces, a qué importante sector de la comunidad aludía la pretendida solución. Tal como argumentaban los trasladados:

 "Me da mucha bronca... A nosotros nos dejaron prácticamente como a un perro. Nos dejaron acá tirados, prometieron que nos iban a dar madera, no nos dieron nada. Nos encargamos nosotros de desarmar, de cargar, nos dejaron tirados como perros".

 "La verdad que no se hizo lo prometido, si se hubiera hecho lo prometido estaríamos mucho mejor. Nos habían prometido que nos iban a dar material, toda la calle enripiada, todo... prácticamente hasta el día de hoy estamos... muy mal. Las calles se inundan en invierno no se puede andar. Estamos aislados... El barrio hay que verlo de adentro, nosotros acá vivimos aislados, yo le tengo que decir que vivimos aislados y con la nevada quedamos más aislados".

Espacio, relato e identidades

 En consonancia con lo dicho anteriormente, planteamos siguiendo a De Certeau (1996), la necesidad de pensar al espacio como lugar practicado, no como algo inmutable y estático que puede describirse desde una visión panóptica o cartográfica. El espacio está estructurado en el movimiento, en el dinamismo que le confieren las prácticas y es ese movimiento el que intentamos captar a través del discurso de los actores. Tener la posibilidad de caminar, recorrer, transitar y mirar constituyen modos de apropiarse del espacio, de dotarlo de significados. No es lo mismo ver un mapa de un lugar habitado por pobres, que reconstruir el relato de quienes lo recorren con los pies húmedos en su tránsito hacia algún comedor, de quienes sienten el frío y el viento agrietando sus caras, de quienes no sólo tienen la ropa y el cuerpo impregnados del humos de los "tachos" que usan para calentar sus viviendas, sino que lo respiran. Tal como señalamos en otra ocasión: "Ser pobre es mucho más que ser fotografiado en una escenografía de carencias" (Pérez 2002).

 Así, la situación de segregación experimentada por estos hombres y mujeres interfirió en su cotidianeidad, en sus trayectorias diarias, en los recorridos, en los lugares donde hacer compras, en la escuela a la que asistían sus hijos, en la cercanía del trabajo, o en el acceso al transporte público.

 "La diferencia la noto por la lejanura (sic), pero no me queda otra, nadie le queda otra cosa, porque no tenemos dinero para poder conseguir otra cosa".

 "Yo me vine acá, con mi hija, no se quería venir, decía que era muy lejos".

 Algunos de los asentamientos erradicados, estaban cerca de la terminal de ómnibus de larga distancia y de transporte urbano, lo cual les posibilitaba llegar a cualquier punto de la ciudad, pues todas las líneas pasaban cerca de este lugar. Asimismo, estaban próximos a una zona de galpones, que solía emplear a hombres en la descarga de camiones. Otro punto importante dentro de sus rutinas, estaba dado por la parada sita en la mueblería Bariloche, allí, como era de público conocimiento, se reunían hombres dispuestos a hacer changas y donde quienes necesitaban esta mano de obra pasaban a buscarla.

 "Nosotros vivíamos ponele que en el centro, porque era San Francisco 1 y tenías todas las comodidades, caminaban 2 cuadras y estabas en el centro, por ahí las familias que no tenían trabajo, el marido iba, se paraba en la esquina en la mueblería Bariloche y era la parada que tenía para trabajar y por lo menos traían un pesito para la casa. Pero acá imaginate, a qué hora tienen que salir caminando para agarrar un trabajo abajo? Tienen que irse a las 5 de la mañana. Mi marido sale a las 5.20 de la mañana".

 El aislamiento, y la disolución de las prácticas rutinizadas, da cuenta del proceso de desafiliación (Castel 2001) que sufrieron estos sujetos. No sólo experimentaron el resquebrajamiento de la contención brindada por instituciones como el trabajo, entre otras, sino que confirmaron el desplazamiento social en el plano espacial.

 En este sentido, creemos que el hábitat, posee un significado cultural y, en la configuración de la identidad urbana se articulan la ciudad, el barrio y las viviendas. Por lo tanto, el lugar donde es posible ser propietario del terreno donde vivir, no da cuenta solamente del espacio físico para instalar la vivienda, sino que ésta se localiza en un espacio geográfico específico, sus habitantes se imaginan en un cierto barrio y con un horizonte de interacciones posibles, es decir, en presencia de unos y en ausencia de otros. De manera que, el hábitat se configura a partir en la interacción de las percepciones y expectativas de quienes lo habitan con las de los otros.

 "Yo estaba en la comisión del barrio que era el barrio Austral. Nos entregaban el mapa, cómo estaban los terrenos. Entonces nosotros hicimos una encuesta y le preguntamos a los vecinos si querían vivir juntos como estábamos, o si alguno quería otro terreno más alejado. Queríamos vivir todos como estábamos porque ya nos conocíamos, entonces fuimos entregando los lotes todos seguiditos".

 Tal como se desprende de este testimonio, los vecinos de los distintos asentamientos trataron de preservar la cercanía geográfica con quienes tenían una historia y un relato en común, con quienes tenían un contacto cotidiano.

 "Acá hubo problemas por juntar gente de distintos barrios porque nadie se conocía (...) al no conocerse las personas, qué clase de personas son... Se peleaban, cuantos muertos hubo! Y sino se quemaban las casas...".

 Esta cita nos introduce en los procesos mediante los cuales los sujetos construyen su visión del mundo, cómo construyen el nosotros, quiénes lo constituyen y cómo se distinguen y vinculan con "los otros". Así, al hablar de clases de personas, la entrevistada manifiesta una suerte de jerarquización entre unos y otros, de la que es posible desprender una categorización de tipo moral. Siguiendo a García Canclini (1993): "La identidad es una construcción que se relata. Se establecen acontecimientos fundadores, casi siempre referidos a la apropiación de un territorio por un pueblo o a la independencia lograda enfrentando a los extraños. Se van sumando las hazañas en que los habitantes defienden ese territorio, ordenan sus conflictos internos y fijan los modos legítimos de vivir en él para diferenciarse de los otros" (García Canclini 1993: 23). En este sentido, las identidades urbanas se van configurando en una lucha por la apropiación del espacio urbano en la cual se disputan bienes materiales y simbólicos.

 La existencia de un relato es decisiva, pues cuenta con poder performativo, es decir, hace lo que dice. El relato es fundador y luego fundamento. El proceso que estamos analizando implicó una pérdida de espacio (en tanto lugar practicado), una desaparición de relatos y en estas situaciones: "el grupo o individuo sufre una regresión hacia la experiencia, inquietante, fatalista, de un totalidad sin forma, indistinta, nocturna" (De Certeau 1996: 136).

 Quienes planificaron el proyecto de las 34 hectáreas consideraron a lo territorial como determinante de lo social, presuponiendo que al aglutinar grupos provenientes de distintos asentamientos conformarían un barrio. Pero, como pudo constatarse, los requisitos para hacer cosas en común van más allá de sumar matemáticamente individuos. No basta con que las personas compartan un mismo hábitat para que se conviertan en actor social. Este problema nos reenvía a la relación indisoluble planteada inicialmente entre representar e intervenir, pues los resultados de este proceso no son ajenos a las representaciones respecto del espacio y los sujetos que lo orientaron.

 Según uno de nuestros entrevistados que trabajó en el proyecto de traslado:

 ".... Fueron ocupados territorialmente manteniendo sus identidades. Ahí vimos ...que iba a ser muy difícil el laburo de integrarlos, y conformar, que era nuestra idea, una sola junta".

 La noción de "laburo de integrarlos" presupone no sólo un conjunto de pobres percibidos como indiferenciados, sino sujetos flexibles, dóciles y manipulables que deben relacionarse con otros iguales a ellos a los ojos de quien implementa estas acciones. Conviene entonces cuestionarnos acerca de las premisas implícitas en ciertas políticas públicas respecto de los sujetos o actores sociales y al modo en que operan los mismos en el diseño y desarrollo de los proyectos. Al parecer, se impone una lógica en la cual el ciudadano emerge como sujeto "tutelado" (Cardarelli y Rosenfeld 2000; Duschavsky 2000) 9 , más que como portador de derechos políticos y sociales, convirtiéndose en consumidor de los beneficios que los programas ofertan. Sin embargo, el desarrollo de esta relación no es unilateral, ni se define netamente a partir de la intención de quien efectúa la oferta de la asistencia, empíricamente "la dinámica del asistencialismo supone cierta complicidad entre la oferta y la demanda" (Tenti Fanfani et al. 1992: 11) Haber señalado esto no implica restar responsabilidades al Estado sino pensar dialécticamente, entendiendo que las cosas no son de uno modo o de otro, sino que tienen matices, que pueden ser lo uno y lo otro a la vez.

 Como advierte Wacquant (2001), los Estados no sólo despliegan programas y políticas destinados a paliar las consecuencias más evidentes de la pobreza y aminorar (o no) el impacto social y espacial, sino que también contribuyen a definir quiénes quedan relegados, cómo, dónde y durante cuánto tiempo. En tal sentido, "los estados son grandes motores de estratificación por propio derecho y en ningún lado lo son tanto como en la base del orden socioespacial: proporcionan o impiden el acceso a una escolarización y un formación laboral adecuadas; fijan las condiciones para ingresar en el mercado laboral y salir de él (-) distribuyen (u omiten distribuir) bienes básicos de subsistencia, como la vivienda e ingresos complementarios (-) y codeterminan tanto la intensidad material como la exclusividad y densidad geográficas de la miseria mediante una multitud de programas administrativos y fiscales" (Wacquant 2001: 175-6).

 Las configuraciones que expresan las condiciones objetivas de vida en la subjetividad de los agentes condicionan tanto las prácticas individuales como las colectivas (Tenti Fanfani et al. 1992). El testimonio de una vecina respecto a un frustrado proyecto de microemprendimiento de talleres de costura brinda varios elementos que contribuyen a la comprensión del problema:

 "El proyecto era de seguir nosotros mismos, pero todo el mundo estaba por el sueldo, no por el amor al trabajo que vos querés hacer. Cuando se terminó el sueldo se terminó todo. Este... era porque estabámos pagados, no por trabajar juntos y salir adelante por sí solos".

 Este comentario es sumamente interesante porque muestra que el "nosotros mismos" al que alude la entrevistada se desvaneció al desaparecer los sueldos. Como decíamos anteriormente, la convivencia forzada en un mismo hábitat no implica la aparición repentina de una identidad común, ni la aparición de un "nosotros". Retomando sus palabras vemos que ella adjudica el fracaso del proyecto a la falta de voluntad para trabajar juntos y salir adelante por si mismos, que podría vincularse a la inexistencia de una identidad común.

 Esto nos conduce a reflexionar acerca de las particularidades de la acción colectiva, pues se trata de múltiples acciones individuales al tiempo que es una acción única. Su alcance empírico va más allá de los actores que la protagonizan y a su vez, es producto de la acción de estos y por ende surge una responsabilidad común. La acción colectiva requiere de un tipo de identidad particular, que surge a partir del nosotros y ese nosotros no puede construirse desde afuera. El nosotros sólo puede surgir en el espacio público o en el espacio de aparición utilizando la expresión de Arendt (1993). Se trata de un espacio de lo plural, en el cual es posible actuar, pues los individuos distintos entre sí son iguales en su libertad. De esto se desprende que el espacio para que emerja un nosotros, no se resuelve geográfica ni territorialmente.

Estigmatización territorial

 En las 34 hectáreas, al igual que en la ciudad la distribución espacial expresa las distintas identidades y jerarquías sociales:

 "Para donde yo estoy, saliendo del comedor hacia abajo, son personas, pero para arriba...".

 "En la parte que nosotros vivimos para allá es muy tranquilo, no hay problema. En donde hay problemas es más al medio".

 "Lo primero de donde empieza hasta donde termina eran terribles...".

 La necesidad de ganar cierto posicionamiento social lleva a esta entrevistada a reproducir el discurso dominante, denunciando a sus vecinos, estableciendo una distinción con esos otros, autodefiniéndose como ser moral, como si la depreciación del otro implicara automáticamente el mejoramiento de su posición.

 Tal como se desprende de los distintos testimonios, la convivencia forzosa no hizo más que exacerbar los conflictos y aumentar la violencia.

 "Estaban discutiendo afuera, y entro para adentro de mi casa y sentimos un balazo, sentí un sólo tiro,¡Pero un tiro!, Dije, -algo pasó-. Y ya empezaron a correr uno pa´ allá, uno, pa´ acá otro, los que estaban ahí de a caballo, y era que lo habían matado al chico Rojas. Yo lo fui a ver... tenía el tiro acá (debajo de la oreja), como que respiraba por acá, por esta parte... Y yo dije: Me voy; porque iba a venir la policía, para evitar..., así que me fui para abajo, me fui para la iglesia".

 "De ahí los primer tiempo, se peleaban uno con otro, era famoso el barrio por eso, que muchas veces era famoso el 34 hectáreas, le tenían miedo".

 "Acá hay muchos vecinos que se putean, se retan... se insultan se sacan con la madre, yo no, con hablar uno se entiende. O por ahí los chicos me tiraban piedras".

 Estos relatos son asimilables a lo sostenido por Wacquant (2001), quien refiriéndose a los residentes de la cité francesa y al gueto norteamericano señaló: "forman una comunidad imposible, perpetuamente divididos entre sí: no pueden sino negarse a reconocer la naturaleza colectiva de sus aprietos y en consecuencia, se inclinan a desplegar estrategias de distanciamiento y "salidas" que tienden a confirmar las percepciones exteriores negativas y alimentan una mortal profecía autocumplida gracias a la cual la mansilla pública y el oprobio colectivo producen en definitiva, lo que afirman simplemente registrar: atomismo social, desorganización comunitaria y anomia cultural" (Wacquant 2001: 144). Una mujer al ser interrogada respecto a los problemas entre vecinos o la violencia en el barrio, en principio negó rotundamente que existiesen fundamentado su argumento en que ella tiene muy poco contacto con ellos y que iuno se mete con nadie".

 "Hasta ahora no, una que yo no me meto con nadie. Mis vecinos que tengo: -Hola, buenas tardes y nada más-. De mi casa a lo que tengo que hacer y no me meto con nadie".

 Sin embargo, al ser replanteada la pregunta un tiempo más tarde comentaba:

 "...Se juntan muchas barritas para el centro del barrio, se juntaban muchos chicos menor de edad a tomar, a drogarse, pelean entre ellos mismos..."

 "...Yo digo lo que he escuchado, yo no lo he visto, pero por ahí yo cosas me he enterado por otras personas, de afuera, por ahí me dicen: Te enteraste de tal cosa? No ¿En donde vivís? En mi barrio, en mi casa... Por ejemplo: una vuelta mataron a un chico allá abajo yo no me enteré, es en el centro del barrio. Hubo una muerte, un tiroteo entre la policía y entre ellos".

 "...También yo por ejemplo yo cuando hay cosas del barrio no voy a ninguna para evitar problemas. Porque no faltan chicos o no sólo chicos, tipos grandes que se ponen a tomar y/o tiene deudas con alguno. Eso es supuestamente lo que pasó con la famosa domada que es la primera que hacían. Una domada y salió uno muerto entre ellos mismos. Yo trato de no... cosas que se hace en el barrio no voy a miedo que te pase algo, por ir a mirar ligás cualquier cosa aunque no tengas nada que ver".

 La alusión al centro del barrio como el lugar conflictivo, al no haber visto actos de violencia o a enterarse de los mismos por terceros, muestra la necesidad de distinguirse de esos isotrosli, con quienes no se tiene otra cosa en común que el lugar que se habita. Reconstruyendo el relato vemos que si en un principio la entrevistada manifestó la inexistencia de problemas entre los vecinos, más tarde, argumentaba que evita compartir actividades con la gente del barrio por temor. Aquí constatamos la existencia de un doble aislamiento, por un lado, respecto al centro de la ciudad, con todo lo que ello implica:

 "Es fácil venir y mirar de afuera y decir la gente de 34, pero vos tenés que vivir, vivir como vivimos nosotros aislados, yo por eso le digo que a alguien le duela, que lo entienda...". Y por otro, un aislamiento que se manifiesta en la reclusión al interior de la vivienda. Esta situación nos remite a la noción de "individualismo negativo" que "afecta a los grupos más vulnerables y desafiliados, caracterizado por el déficit de marcos colectivos, cuyo horizonte es la atomización, el aislamiento y la desconexión" (Svampa 2000: 13).

 En el caso de Bariloche el proceso de zonificación evidencia el contraste entre zonas anteriores dignas de ser mostradas y zonas posteriores, no visibles, es decir, consideradas como regiones que es necesario ocultar (Giddens 1995).

 Vivir en una zona posterior como el barrio que analizamos es convivir con un estigma. Prueba de ello es que al ser interrogados respecto a su domicilio muchos responden el nombre del barrio del que fueron desalojados. Esta respuesta obedece por un lado a la necesidad de ocultar que proceden de las 34 hectáreas, ya que el barrio es símbolo de pobreza, marginalidad, violencia y delincuencia. Y por otro, para distinguirse de "los otros" con quienes comparten el lugar. Vivir en las 34 hectáreas, significa para los de afuera y para ellos mismos, tener las características de quienes que allí viven y eso es lo que es necesario esconder, como que la cercanía del basural definiera los atributos de los vecinos del barrio.

 "En el '98, '99 había los incendios, a quién le echaban la culpa, a nosotros...Yo me siento mal porque siempre nos culpan a nosotros".

 Así los pobladores del barrio deben asumir los costos, no sólo de la segregación, sino también de la discriminación residencial, que dificulta la búsqueda de trabajo e influye en la profundización de la desocupación local pues los vecinos del lugar encuentran mayor recelo y desconfianza entre los empleadores al imnombrarls su lugar de procedencia.

 "Yo me he peleado con muchos patrones, con jefes míos, que me decían: vos no conseguís trabajo porque vivís allá".

 El rótulo que impone el lugar donde uno vive traducido en estigmatización territorial constituye la matriz a través de la cual los otros, llámese Estado, policía, municipio, empleadores construyen su modo de relación.

v"Acá muchos van y se ríen de la gente que está en el basurero, se ríen de la gente, que no tiene alimento". "La policía viene y te garrotea".

 Como consecuencia de la estigmatización territorial ciertas prácticas de diferenciación y distanciamientos sociales internos se ven estimulados lo cual conlleva a la reducción de la confianza entre las personas y al debilitamiento de la solidaridad social local.

CONSIDERACIONES FINALES

 Habiendo reconstruido a través de distintos relatos el proceso que dio origen a este barrio, nos preguntamos qué significa re-localizar. Localizar, es sinónimo de ubicar en un mapa, de situar desde una perspectiva panóptica, siguiendo a De Certeau (1996), desde arriba, es decir, inscripto en una lógica del orden. ¿Qué significa entonces re-localizar, es volver a poner en su lugar algo que ha subvertido ese orden? ¿O es el orden el que ha cambiado? y en función de esta mutación es necesario hallar un nuevo lugar para cada pieza, luego del "desencastramiento de los marcos de regulación colectiva"? (Svampa 2000: 9).

 Frente a esta configuración del lugar, como propone De Certeau (1996), se opone la mirada desde abajo, desde los sujetos, es decir, desde los hombres y mujeres, que no pueden ser visualizados en un mapa, como tampoco pueden verse, los cambios de rutinas, de tácticas de supervivencia, de recorridos de la vida cotidiana que afectaron sus propias identidades. Estas contradicciones permanecen tan ocultas tras esa noción de mapa, como tras el cerro que disimula el modo en que se ha configurado este espacio.

 Ambas miradas sobre el espacio llevan implícita una disputa de significados, luchas por la obtención de legitimidad y poder, procesos que no sólo adquieren forma en lo material, sino también en lo simbólico. Así para la visión panóptica que orienta estas políticas, ser pobre y más aún en una ciudad que vive de ser mostrada, es carecer de los medios que brindan legitimidad para ser visto. Desde esta lógica se habrá logrado desplazar el hábitat de la pobreza y ocultar lo indeseable, pero no se ha conjurado a los sujetos de la pobreza que desde el silencioso anonimato del "alto" sobreviven con sus tácticas de ocasión, procurando generar un espacio en un lugar que en principio se apropió de ellos.

NOTAS

1. San Carlos de Bariloche es una ciudad turística ubicada al pie de la Cordillera de los Andes, en la provincia de Río Negro, en la Patagonia argentina.

2. En el proceso de comprensión hermenéutica está implícita una relación circular. La regla hermenéutica del comprender aconseja orientar la comprensión del todo desde lo individual y lo individual desde el todo. El movimiento de la comprensión va constantemente del todo a la parte y de la parte al todo. Como señala Gadamer: "La anticipación de sentido que hace referencia al todo sólo llega a una comprensión explícita a través del hecho de que las partes que se determinan desde el todo, determinan a su vez a este todo (Gadamer 1991: 360)".

3. Si bien hasta los años '40 el turismo era una actividad de élites, con el primer gobierno de Perón, los sectores medios comenzaron a tener acceso a esta ciudad y los hoteles sindicales adquirieron una presencia importante en la misma resignificando tanto a Bariloche, como a la actividad turística en su totalidad. En los '60, con la pavimentación de la ruta 237 que conecta con Buenos Aires el turismo se masificó y con la inauguración del aeropuerto se internacionalizó.

4. En la actualidad el lugar está nuevamente poblado y está en marcha un nuevo proceso de relocalización.

5. La especificidad de los asentamientos está ligada a la forma de utilización del espacio y a los mecanismos de organización y vinculación vecinal y al hecho inicial de la ocupación (que podría describirse como un fenómeno de "shock") (Tenti Fanfani et al. 1992).

6. Ordenanza N° 401 Concejo Municipal San Carlos de Bariloche, 25 de julio 1990.

7. Anteproyecto forestación (informe ingeniero agrónomo G. Giordana).

8. Al hablar de explícito debe interpretarse que decimos declarado, no desconociendo otros objetivos que intervinieron en el proceso.

9. El traslado o la convivencia forzada cobraron más vidas que los deslizamientos de la ladera del arroyo Ñireco que supuestamente pretendían evitarse. 

Agradecimientos

 En principio agradezco a CONICET que financia esta investigación a través de una beca y a Fundación Bariloche que es la institución en la cual desarrollo mi actividad. A los vecinos de las 34 hectáreas que abrieron sus puertas e hicieron posible este relato; a Gustavo Genusso de la Fundación Gente Nueva que me facilitó el ingreso al barrio. Mi agradecimiento a Mariana, con quien comparto mates, el trabajo, la incertidumbre y el desafío que esta actividad implica, a Rivas porque reconozco su presencia, entre otras cosas, en este texto y a Alejo, por compartir día a día la construcción de mi propio relato.

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