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Intersecciones en antropología

versión On-line ISSN 1850-373X

Intersecciones antropol.  n.6 Olavarría ene./dic. 2005

 

Caballos fósiles de América del Sur. Una historia de tres millones de años. María Teresa Alberdi y José Luis Prado. 2004. INCUAPA, facultad de Ciencias Sociales (UNCPBA), Olavarría. 269 pp. ISBN 950-658-145-2.

Luis A. Borrero

Luis. A. Borrero. Departamento de Investigaciones Prehistóricas y Arqueológicas. IMHICIHU (CONICET). Saavedra 15, piso 5, (C1083ACA), Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. E-mail: dipa.imhicihu@conicet.gov.ar.

La aparición de este libro es un sueño hecho realidad. Este es un libro muy necesario relacionado con los caballos, uno de los mamíferos más importantes de la fauna del Pleistoceno de América. Se detalla la presencia de los caballos en América del Sur a partir de la formación del istmo de Panamá, con la aparición temprana de Hippidion -endémico de este continente- y la posterior de Equus.

El libro consta de catorce capítulos que cubren una variedad de temas, incluyendo entre otros los antecedentes históricos, asociaciones faunísticas, sistemática, filogenia, paleoecología, extinción y genética molecular. La información es excelente y detallada, aunque quiero destacar que el capítulo V -Nomenclatura de los caracteres esqueléticos y dentarios de los caballosalcanza como justificación del libro. Trece útiles anexos informan sobre las principales colecciones revisadas en distintos repositorios del planeta.

El tratamiento de la información paleontológica, como corresponde a la especialidad de los autores, es exhaustivo y de gran significado, ya que fundamentan una serie de posiciones que han tomado con respecto a diversos aspectos de los caballos sudamericanos.

En el campo de la arqueología, ya fuera de la especialidad de los autores, se arrastran algunos problemas. Por ejemplo, se afirma que el registro arqueológico de las primeras poblaciones de cazadores-recolectores incluye asociaciones con abundantes restos de caballos (p. 17), algo que es difícil de mantener. En realidad los escasos hallazgos de caballos asociados con restos arqueológicos, como los de Tibitó en Colombia, o los de Cueva del Medio y Piedra Museo en la Patagonia, han sido muy citados, creando una imagen algo desproporcionada de la importancia de los caballos. Entiendo que los caballos tuvieron un papel menos crucial para los primeros pobladores que el que muchas veces ha sido sugerido, lo que tiene implicaciones para comprender las causas de su extinción (ver abajo).

Por otro lado, una distorsión que tienen los arqueólogos que se ocupan de las ocupaciones humanas antiguas, es la de -intencionalmente o no- inclinar la balanza hacia las fechas más antiguas. Algo de eso se ha deslizado en este libro al presentar la evidencia de sitios como Cueva Lago Sofía 1, pues sólo hay referencia a la fecha de 12.900 AP (p. 52). Otras fechas para ese sitio ubican la ocupación humana bastante después. Quiero aclarar que estos problemas son creados por los arqueólogos, que no siempre han sido claros acerca de cómo interpretar sus fechados radiocarbónicos.

Resumiendo su interpretación de la evidencia arqueológica Alberdi y Prado sostienen que "existió una presión cazadora importante que podría haber afectado al equilibrio poblacional de estos grupos" (p. 196). Quitaría la palabra "importante", para la que la evidencia existente resulta escasa, y dejaría abierto el tema de los posibles desequilibrios, en particular -como destacan los autores (p. 189)-, para el caso patagónico donde las densidades poblacionales de caballos pudieron ser bajas.

Es importante la presencia de un capítulo sobre genética molecular utilizando muestras fósiles, que incluye la discusión más detallada del caso de los caballos. En los últimos años el análisis de ADN sobre muestras óseas se ha presentado como una fuente de información prometedora (por ejemplo Ludovic et al. 2003), y con el potencial para resolver muchas disputas. Sin embargo, al tratarse de una línea muy atractiva y con todos sus fundamentos en otra disciplina, se corre el peligro de que se encare de manera poco reflexiva, sin tener información sobre la procedencia, edad, anatomía económica (Olsen 2003; Outram y Rowley- Conwy 1998), densitometría ósea (Lam et al. 1998), importancia dietética (Levine 1998) y otras propiedades de las muestras. Sobre esta base insisto en la importancia de incluir activamente componentes tafonómicos en las investigaciones paleontológicas y arqueológicas. Ningún trabajo puede superar la falta de controles sobre las muestras que maneja. La tafonomía está, entre otras cosas, para ayudar en ese proceso de control. Por ejemplo, los autores destacan la necesidad de tratamientos tafonómicos a fin de expedirse acerca de la fuerza explicativa de una hipótesis de desplazamiento competitivo. Estos tratamientos son útiles también para discusiones más elementales, tales como evaluar el carácter de la asociación entre las 30 especies de vertebrados y restos arqueológicos recuperados en seis sitios arqueológicos de Sao Raimundo Nonato, Brasil (pp. 193-194).

En este libro se destaca la discusión acerca de la extinción de los caballos, tema que está expuesto dentro del marco mayor de las extinciones de megamamíferos a fines del Pleistoceno. En primer lugar se muestra que la extinción es un proceso preferencial para animales de talla grande. Se le da lugar tanto a las hipótesis ambientales y climáticas, como la de Coequilibrio Evolutivo, como a las hipótesis de causas antrópicas. La presentación es muy objetiva, pues a pesar de otorgarle importancia a las explicaciones climáticas citan, en la evaluación de modelos antrópicos, a Alroy acerca de que "un escenario de sobrematanza es posible sin necesidad de recurrir a factores climáticos" (p. 185). A esto agregaría que, más allá de los méritos del trabajo de Alroy, hay que mostrar la posibilidad de que el registro arqueológico existente se corresponda con un modelo de sobrematanza, lo que no me parece que sea el caso. También citan la hipótesis de Haynes (2002) de matanza de mamuts, sobre la que conviene recordar que combina factores climáticos y humanos, pues las condiciones de sobrematanza son creadas por una sequía.

En general los autores sugieren que el cambio climático tiene un papel en la explicación, pero otorgan un lugar complementario -regionalmente variable- a los cazadores humanos. Entiendo que esta es, en este momento, la explicación que mejor se ajusta a la evidencia.

Hay alguna confusión en la presentación de algunos fechados radiocarbónicos, en particular para Hippidion saldiasi. Dos fechados asignados a la Cueva Fell (p. 190) -una vértebra fechada en 10710 ± 100 AP (NUTA-181) y una tibia fechada en 10860 ± 160 AP (NUTA-2331)- corresponden en realidad al sitio Cueva del Medio (Nami y Nakamura 1995). Aprovecho para aclarar, por otra parte, que en el caso del sitio Tres Arroyos una de las muestras de caballo citadas en la página 190 -fechada en 10685 ± 70 AP (OxA-9247)- forma parte de una asociación con restos de actividad humana. A pesar del creciente cuerpo de datos que compilan, los autores enfatizan la necesidad de un refinamiento de la cronología de la extinción (p. 195). En un box han destacado la importancia de las fechas-taxón, o sea de los fechados obtenidos sobre los huesos de los animales en lugar de aquellos asignados a los depósitos que contienen a los huesos. Se puede enfatizar que esa necesidad deriva, al menos en parte, de comprender si realmente el proceso de extinción fue sincrónico o, como se ha sugerido para Norte América (Grayson 1989, 2001), las distintas especies desaparecieron en diferentes períodos. Para ello será indispensable la introducción de discusiones tafonómicas. Sólo de esa manera se podrá reconocer si el registro indica casos de sincronismo o de mezcla. Un ejemplo es el caso de Toca dos Ossos. Brasil, donde "se registran en simpatría tres especies de équidos con distintas adaptaciones" (p. 193). Se requieren fechados por acelerador sobre restos de las tres especies para poder mantener esta afirmación. Esta necesidad surge del carácter muchas veces promediado del registro fósil, el que reiteradamente ha llevado a asumir contemporaneidades sostenidas exclusivamente sobre la base de la presencia de los restos en un mismo depósito.

Una obra tan extensa siempre incluirá algunos errores tipográficos. En este caso son muy escasos y a veces -como en el desliz freudiano de poner "Equina Blanca" en lugar de Esquina Blanca (p. 115)- ayudan a mantener la unidad temática del libro. En resumen, los autores deben ser felicitados por el fantástico libro que han escrito. Estoy seguro de que lo utilizaré al menos una vez por mes durante el resto de mi vida.

REFERENCIAS CITADAS

Grayson, D. K. 1989 The Chronology of North American Late Pleistocene Extinctions. Journal of Archaeological Science 16: 153-165.

Grayson, D. K. 2001 The Archaeological Record of Human Impacts on Animal Populations. Journal of World Prehistory 15: 1-68.

Haynes, G. 2002 The Catastrophic Extinction of North American Mammoths and Mastodons. World Archaeology 33: 391-416.

Lam, Y. M., X. Chen, C. Marean y C. J. Frey 1998 Bone Density and Long Bone Representation in Archaeological Faunas: Comparing Results from CT and Photon Densitometry. Journal of Archaeological Science 25: 559-570.

Levine, M. 1998 Eating Horses: the Evolutionary Significance of Hippophagy. Antiquity 275: 90-100.

Ludovic, O., V. Eisenmann, F. Reynier, P. Sondaar y C.

Hänni 2003 Morphological Convergence in Hippidion and Equus (Amerhippus) South American Equids Elucidated by Ancient DNA analysis. Journal of Molecular Evolution 57: S29-S40.

Nami, H. G. y T. Nakamura 1995 Cronología radiocarbónica con AMS sobre muestras de hueso procedentes del sitio Cueva del Medio (Ultima Esperanza, Chile). Anales del Instituto de la Patagonia 23: 125-133.

Olsen, S. 2003 The Exploitation of Horses at Botai, Kazakhstan. En Prehistoric Steppe Adaptation and the Horse, editado por M. Levine, C. Renfrew y K. Boyle, pp. 83-103. McDonald Institute Monographs, Cambridge.

Outram, A. y P. Rowley-Conwy 1998 Meat and Marrow Utility Indices for Horse (Equus). Journal of Archaeological Science 25: 839- 849.

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