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Intersecciones en antropología

versión On-line ISSN 1850-373X

Intersecciones antropol.  n.7 Olavarría ene./dic. 2006

 

Funcionalidad y complementariedad de los conjuntos líticos y óseos en el humedal del nordeste de la Provincia de Buenos Aires: Anahí, un caso de estudio

Natacha Buc y Romina Silvestre

Natacha Buc. CONICET. Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano. Guemes 117, Avellaneda, Provincia de Buenos Aires, Argentina. E-mail: natachabuc@hotmail.com
Romina Silvestre. Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Aizpurúa 2482, Capital Federal, Provincia de Buenos Aires, Argentina. E-mail: brsilvestre@yahoo.com.ar

Recibido 30 Junio 2005. Aceptado 19 Diciembre 2005

RESUMEN

En trabajos anteriores se ha propuesto, a partir de rasgos morfológicos, la complementariedad funcional entre materias primas líticas y óseas en el humedal del Paraná inferior durante el Holoceno tardío (Loponte y Sacur Silvestre 2002). En esta oportunidad se evalúa dicha hipótesis a partir del análisis funcional microscópico de ambos conjuntos artefactuales del sitio arqueológico Anahí. En un eje metodológico, se observa que en el material lítico y óseo los rastros se desarrollan de manera particular implicando cada uno un abordaje propio. Por otra parte, la comparación entre ambos conjuntos arqueológicos permite discutir la existencia de conductas tendientes al empleo diferencial de materias primas que estarían vinculadas no solo con su disponibilidad sino también con sus propiedades.

Palabras Clave: Análisis funcional; Complementariedad funcional; Tecnología lítica; Tecnología ósea.

ABSTRACT

Function and complementary among lithic and bone artefactual assemblages of parana's wetland: anahí, a case study. In previous work, functional complementarity between lithic and bone materials for the Lower Paraná wetlands during the late Holocene based on morphological traits was proposed (Loponte y Sacur Silvestre 2002). In this paper, this hypothesis by applying microscopic functional analysis to both types of artefactual assemblage from Anahí archaeological site is evaluated. From a methodological perspective, it is evident that traces in lithic and bone material develop in different ways, implying that a distinct approach is needed for each material. Even so, comparison of the archaeological assemblages enables to discuss the existence of behaviors related to the differential exploitation of lithic and bone materials that may be linked not only to their availability but also to their distinct properties.

Keywords: Microwear analysis; Functional complementarity; Lithic technology; Bone technology.

INTRODUCCIÓN

Una de las características de los depósitos arqueológicos del nordeste de la provincia de Buenos Aires es el contraste que existe entre la escasez de artefactos líticos y la abundancia y diversidad morfológica del conjunto de instrumentos óseos. Dicha particularidad definió tradicionalmente el registro de este sector explicado como respuesta directa a la ausencia de afloramientos rocosos locales (Balesta et al. 1997; Lothrop 1932). Sin embargo, en un trabajo reciente, Loponte y Sacur Silvestre (2002) destacan la posible complementariedad entre las materias primas líticas y óseas. De esta manera, en vez de reducir el problema a una cuestión de reemplazo del material lítico por el óseo, se entiende que el desarrollo de las tecnologías estuvo vinculado no sólo con su disponibilidad, sino también con la explotación de las propiedades de cada materia prima. Las características morfológicas de ambos conjuntos artefactuales apoyan dicha idea: mientras el lítico está formado principalmente por lascas de filo natural; el óseo está representado por una gran variedad de grupos morfológicos siendo el más abundante el de "puntas óseas". En este sentido, se propone que mientras los filos de las lascas se orientarían hacia funciones de corte de materiales duros, los artefactos óseos estarían vinculados a actividades de perforación e inducción de materiales blandos (Loponte y Sacur Silvestre 2002). Comenzar a indagar dichos aspectos a través de los análisis funcionales de base microscópica, es el objetivo de este trabajo. En esta oportunidad se presentan los resultados del examen realizado sobre los conjuntos artefactuales líticos y óseos del sitio arqueológico Anahí.

CONTEXTO ARQUEOLÓGICO

El humedal del Paraná inferior se desarrolla entre los 32° 05' y 34° 29' S y entre los 58° 30' y 60° 40' O (Bonfils 1962). En el partido de Escobar, en la margen derecha del río Luján y a unos cuatro km del río Paraná, se encuentra el sitio arqueológico Anahí (Figura 1). Este depósito fue excavado por Lafón, Chiri y Orquera entre 1960 y 1970 (Lafón 1971) y reexcavado en la década del '90 por el equipo que dirigen Acosta y Loponte (Acosta et al. 1991). De ambas excavaciones provienen los materiales analizados.


Figura 1. Mapa de la región pampeana con la ubicación del Humedal del Paraná inferior y de los sitIos bajo estudio.

Un fechado correspondiente al sector medio del horizonte "A" (horizonte arqueológicamente fértil) arrojó una antigüedad de 1020 ± 70 años AP (Beta 177.108); Myocastor Coypus, d13C= -19‰, cal DC 890 a 1180, cal AP 1060 a 780- (Loponte y Acosta 2003) ubicándolo dentro del Holoceno tardío. Según las investigaciones desarrolladas por Loponte y Acosta (2003), Anahí es caracterizado como un sitio de actividades múltiples generado por grupos cazadores-recolectores. El registro arqueológico incluye abundante cerámica (lisa y con decoración incisa), artefactos líticos, óseos y otros confeccionados en valvas. Además, fueron recuperados enterratorios primarios y restos humanos dispersos. De acuerdo a la evidencia arqueofaunística, fue central la explotación de recursos fluviales (peces del orden de los Siluriformes y Characiformes) que estuvo complementada por roedores (Myocastor coypus y Cavia aperea) y dos ungulados: Blastocerus dichotomus (ciervo de los pantanos) y Ozotoceros bezoarticus (venado de las pampas). Un análisis isotópico (UGA 8782) efectuado sobre un individuo recuperado, arrojó una dieta basada en el consumo de plantas y animales con un patrón fotosintético C3. Las diferencias entre las fuentes de carbono obtenidas en este ejemplar de Homo sp. señalan un porcentaje de dieta vegetal de alrededor del 30%, similar a los datos obtenidos para otros cazadores-recolectores del área (Loponte y Acosta 2003).

Conjunto artefactual lítico

En cuanto a los conjuntos aquí analizados, el lítico se caracteriza por lascas de filo natural, núcleos agotados y algunos filos retocados (Loponte y Sacur Silvestre 2002). La colección está compuesta por 256 artefactos obtenidos por talla. La materia prima más abundante, tanto en número de artefactos como en peso, es la "calcedonia"1 seguida en importancia por la cuarcita. También hay una escasa representación de una materia prima aún no identificada, se trata de una roca de grano grueso con una importante presencia de minerales oscuros (Figura 2). Dentro del conjunto, el grupo tipológico más representado son las lascas de filo natural (N= 184) (Figura 3). Las mismas cuentan con un largo medio de 22,32 mm, un ancho medio de 18,88 mm, presentando un espesor medio de 6,14 mm. La longitud media de los filos es de 17,67 mm. Tomando estos datos en conjunto, se ve que se trata de artefactos de módulos pequeños a muy pequeños. De este último grupo, proviene la muestra seleccionada para el análisis funcional.


Figura 2. Materias primas representadas en el sitio arqueológico Anahí.


Figura 3. Grupos tipológicos del conjunto artefactual lítico de Anahí.

Las lascas de filo natural no tienen claras hipótesis de uso. Si bien su morfología las hace aptas para tareas de corte, pueden cumplir con un amplio rango de actividades (Shott y Sillitoe 2005). Por otro lado, se trata de artefactos que tradicionalmente se los ha descartado de los análisis líticos por considerárselos desechos de talla (Bamforth y Bleed 1997). En este sentido, la elección de este conjunto permitirá evaluar el rol que cumplieron dentro de la organización tecnológica de los grupos bajo estudio.

Conjunto artefactual óseo

El conjunto de artefactos óseos de Anahí está formado por aproximadamente 70 piezas formatizadas, la mayoría de las cuales pueden ser incluidas dentro de un amplio grupo de puntas. Además se pueden identificar punzones, alisadores, leznas, arpones, puntas ahuecadas, ganchos de propulsor, puntas de proyectil y pendientes (Figuras 4 y 5) (ver Acosta 2005; Buc 2005a; Buc y Loponte 2004). Debido a las dificultades inherentes al análisis funcional en hueso (ver Lyman 1994; entre otros), se decide encararlo inicialmente con grupos morfológicos bien definidos y con claras hipótesis de uso (Scheinsohn 1997a). Es por ello que este trabajo se concentra en los punzones y alisadores. Ambos grupos morfológicos se corresponden con huesos-soporte determinados: mientras los primeros están formatizados sobre metapodios de O. bezoarticus; los segundos son rayos (espinas) de peces Siluriformes modificados en una de sus caras. Partiendo de la bibliografía, se propone que los punzones podrían haber sido utilizados tanto en la manufactura cestera (Campana 1989; Olsen 1979) como en la perforación de cuero (Campana 1989; Le Moine 1991). En el caso de los alisadores, se han planteado las hipótesis de "alisadores de pieles finas" y "alisadores de superficies cerámicas" (Liesau von Lettow- Vorbeck 1998:145).


Figura 4. Grupos morfológicos del conjunto artefactual óseo de Anahí: (a) punzón; (b) alisador; (c) lezna; (d) punta ahuecada; (e) arpón; (f) gancho de propulsor; (g) punta de proyectil fracturada y (h) pendiente.


Figura 5. Síntesis del conjunto artefactual óseo de Anahí.

METODOLOGÍA: ANÁLISIS FUNCIONAL DE BASE MICROSCÓPICA

Antecedentes

Las investigaciones sobre funcionalidad y rastros de uso se han desarrollado primariamente dentro del marco del análisis lítico. El trabajo pionero de Semenov 1976 [1964] ha derivado en una extensa cantidad de publicaciones sobre funcionalidad de instrumentos líticos a nivel mundial (Anderson-Gerfaud 1981; Keeley 1980; Knutsson 1986; Mansur 1999; Mansur-Franchomme 1983, 1986; Plisson 1985; Vaughan 1985; entre otros). Dichos estudios surgen en respuesta a una problemática específica en el marco de investigaciones sobre artefactos líticos; esto es, alcanzar una aproximación a la funcionalidad que cumplieron dentro de las sociedades prehistóricas. Si bien esta cuestión ha sido abordada de diferentes maneras antes de la expansión del análisis de base microscópica (e.g., Keeley 1980) las ventajas de éste propiciaron su rápido desarrollo dentro de los estudios tecnológicos (Anderson-Gerfaud 1981; Keeley 1980; Mansur- Franchomme 1981; Plisson 1985). Es sobre la base de estos desarrollos metodológicos que se emprendieron las primeras aplicaciones al análisis funcional de instrumentos óseos (Bouchud 1977; Campana 1989; Olsen 1979; Peltier 1986; entre otros). A pesar de ciertas modificaciones, de la misma manera que en el lítico, la base de los programas analíticos es la información actualísitica (tafonómica, etnográfica y/o experimental) como generadora de hipótesis funcionales y el examen de las piezas experimentales y arqueológicas a altos y bajos aumentos.

En Argentina, el análisis funcional de base microscópica en materiales líticos ha tenido un considerable desarrollo (Alvarez 2003; Castro 1994; Leipus 2001, 2004; Mansur 1999; Mansur-Franchomme 1981, 1983, 1986; Politis y Gutierrez, 1998; Politis y Olmo 1986; Sacur Silvestre 2004; entre otros). Sin embargo, en el caso de los instrumentos óseos, no tuvieron la misma intensidad. Scheinsohn (1997a) y Nami y Scheinsohn (1997) incursionaron en estudios funcionales de base microscópica en descortezadores y retocadores arqueológicos de Tierra del Fuego. En Pampa, Johnson et al. (2000) analizaron un instrumento del sitio la Olla 1. Recientemente, una de las autoras (N. B.) ha comenzado a analizar los diferentes grupos morfológicos presentes en las colecciones de sitios cazadores- recolectores del humedal del Paraná inferior (Buc 2005a, 2005b, 2005c; Buc y Loponte 2004).

Los antecedentes sobre análisis funcionales microscópicos señalan la importancia de considerar los procesos de formación del registro arqueológico para comprender las modificaciones tecnológicas y post-depositacionales que pueden llegar a enmascarar, borrar e "imitar" rastros de uso. Según Levi-Sala (1986) la génesis de los PDSM (Post Depositional Surface Modifications) es muy compleja. Comprende tanto factores mecánicos, tales como choque entre piezas en el sustrato, migración vertical y horizontal de las piezas (Levi-Sala 1986), pisoteo humano y animal (Shea y Klenck 1993); como factores químicos, relacionados con la presencia o ausencia de agua en el medio, la alcalinidad o acidez del sustrato y del agua, la presencia de sedimento arenoso o gravoso, entre otros (Levi-Sala 1986). De tal manera, mantener una perspectiva tafonómica en el análisis tanto de los artefactos líticos (Hiscock 1985) como óseos, es indispensable para alcanzar una cabal comprensión de los factores involucrados en el proceso de formación de los micro rastros que permita distinguir el "ruido" post-depositacional.

Los materiales aquí analizados provienen del horizonte húmico "A" correspondiente al suelo actual. La alta tasa de sedimentación del ambiente habría permitido el rápido sepultamiento de los especimenes. En este sentido, los niveles de meteorización son bajos tanto en el conjunto arqueofaunístico (Acosta 2005) como en el de artefactos óseos (Buc 2005a). Asimismo, sólo en dos fragmentos óseos del sitio Anahí se registraron marcas producidas probablemente por pisoteo (Acosta 1997). Las conductas de los agentes potenciales (B. dichotomus y O. bezoarticus) hacen pensar que su contribución habría sido ocasional y poco significativa (Acosta 1997). En cuanto a las alteraciones postdepositacionales, la matriz sedimentaria tiene un pH ligeramente ácido que, junto a la alta humedad (producto de las precipitaciones y el ascenso/ descenso de las napas freáticas), contribuyeron a la buena conservación de los materiales orgánicos (Acosta 1997).

En función de estos datos, se presume que los conjuntos seleccionados están lo suficientemente bien preservados para ser analizados microscópicamente. No obstante, en relación a los artefactos líticos, el examen macroscópico y con lupa binocular permitió realizar una primera selección de las piezas aptas para la observación microscópica. Se descartaron del análisis artefactos que presentaran evidencias de alteraciones post-depositacionales severas (pátinas o lustres, aristas redondeadas). En el caso del material óseo, su naturaleza relativamente blanda permite que las huellas de uso se formen de manera rápida (Le Moine 1991). Pero, al mismo tiempo, tanto el hueso como el asta son fácilmente alterados por agentes naturales. Si bien los procesos más perjudiciales como el pisoteo o los altos niveles de meteorización no parecen haber sido significativos, las marcas de raíces y los hoyos atribuidos a procesos de disolución química representaron ciertas dificultades en las primeras etapas de la investigación. Adicionalmente, se analizó en microscopio los huesos sin modificación antrópica y se observó un brillo o pulido similar al documentado en los artefactos óseos (Buc 2005a). Si bien generalmente los términos brillo y pulido se utilizan como sinónimos, el brillo es consecuencia del reflejo de la luz incidental sobre una superficie pulida, sin asperezas (i.e., es la manera por la cual se reconoce el pulido mediante el uso de un dispositivo microscópico con luz incidental) (Anderson- Gerfaud et al. 1987). En el caso bajo estudio, al hallar este mismo rastro en los instrumentos arqueológicos no se puede determinar que sea una consecuencia exclusiva del uso, como en el caso del lítico (ver más abajo). En cambio, se debe tener en cuenta la acción de los procesos de formación de sitio que afectaron tanto al conjunto arqueofaunístico como al artefactual. De tal manera, el examen requirió no sólo diferenciar las marcas naturales (e.g., de roedores y raíces) sino fundamentalmente considerar patrones de huellas en vez de pulidos, redondeamientos o estrías aislados. A su vez y principalmente en el caso de las estrías, se relevó tanto su morfología (ancho, longitud, profundidad, fondo rugoso/liso, extensión recta/curvilínea) como la disposición respecto del eje de la pieza (transversales/ longitudinales) y entre ellas (paralelas/entrecruzadas, agrupadas/dispersas) (Buc 2005a, 2005b).

No obstante dichas consideraciones, el análisis funcional de base microscópica (Mansur 1999:355) ha probado ser de gran utilidad para el estudio funcional tanto de instrumentos líticos como óseos. En este caso se presenta como una vía metodológica para someter a prueba la hipótesis de complementariedad entre materias primas. El objetivo final es, a partir de estos datos, discutir cuestiones tecnológicas en términos de estrategias y decisiones adoptadas por los grupos cazadores- recolectores del área.

MATERIALES Y MÉTODOS

Programa experimental

Todo análisis funcional necesita de muestras experimentales de referencia para el examen de los materiales arqueológicos donde se controlen las variables que condicionan el desarrollo de los microrastros. Variaciones en el brillo, aspecto de la microtopografía de los sectores activos (rugosidad o redondeamiento) y la presencia o ausencia de ciertos rasgos topográficos como hoyos u ondulaciones pueden vincularse con la acción sobre materiales específicos (Keeley 1980; Le Moine 1991; Mansur-Franchomme 1986). Asimismo, los rasgos se desarrollan progresivamente en relación con el tiempo de utilización de las piezas (Le Moine 1991; Mansur-Franchomme 1986). Entonces, la morfología, extensión y grado de desarrollo de los micro rastros están determinados por diversas variables, entre ellas: el tipo de materia prima soporte, los materiales trabajados y su estado (fresco, seco, húmedo, remojado, etc.), el ángulo de ataque, el ángulo del sector activo, la presencia de sustancias abrasivas, la intensidad y duración de la utilización, las actividades realizadas por los instrumentos, etc. Estas variables fueron controladas en los programas experimentales aquí efectuados.

En el análisis lítico, se manufacturaron mediante talla bipolar lascas de filo natural de cuarcita y ftanita, dos materias primas presentes en el registro arqueológico. Las lascas experimentales cuentan con una longitud media de 38 mm y un ancho medio de 28,54 mm. Asimismo, los filos utilizados cuentan con una longitud media de 28,71 mm.

Las actividades y materiales implicados en la experimentación fueron corte y desarticulación de hueso en estado fresco; corte de asta seca y remojada; corte de carne; corte y raspado de madera y corte y raspado de pieles en estado fresco y seco2 (Tabla 1). Los resultados del trabajo sobre vegetales (gramíneas) se encuentran aún en proceso de análisis y no serán incluidos en este trabajo. Además se separaron dos subconjuntos compuestos por 16 lascas para efectuar procesos de modificación natural sobre sus filos. El primer subconjunto (N= 8) fue sometido a diversos episodios de pisoteo de diferente intensidad. Esta operación fue efectuada sobre un suelo actual, mientras que el segundo (N= 8) fue colocado en un medio líquido en el cual, mediante agitación manual, se produjeron encuentros azarosos entre las lascas, produciendo fracturas y microfracturas en sus aristas.

Tabla 1. Acciones y materiales trabajados con lascas experimentales.

Antes de ser analizadas, las piezas fueron lavadas con agua para remover los restos de sedimento adherido a las mismas. Luego, previo a su análisis en ambos microscopios fueron colocadas en un tanque de ultrasonido. Por último fueron limpiadas con alcohol etílico para remover residuos producto de la manipulación durante el análisis. Todas las piezas fueron analizadas antes y después de su utilización con los tres dispositivos (ver Técnicas).

En el análisis óseo, se replicaron piezas de morfología similar a la de los instrumentos arqueológicos utilizando para ello huesos-soporte equivalentes: huesos largos de ovis aries para los punzones y rayos de armado (Pterodoras granulosus) para los alisadores. Las formas finales se obtuvieron mediante abrasión de la superficie con cuarcita de la formación Sierras Bayas. En el caso de los punzones esto implicó la regularización del ápice; mientras que en los alisadores sólo se rebajaron los dientes de los rayos óseos. De acuerdo a las hipótesis de uso planteadas, al modelo arqueológico del área y a las referencias de crónicas etnohistóricas (Pauke 1944; Schmidl 1948; entre otros) se replicaron para cada grupo morfológico modos de acción particulares sobre diferentes materiales. Los punzones fueron utilizados en la perforación de vegetales y pieles mientras que los alisadores se utilizaron en tareas de alisado de cerámica y pieles. En este último caso se realizó una experiencia en vegetales con el objetivo de obtener un tercer patrón comparativo3 (para más detalle ver Buc 2005a, 2005b). Antes de analizar las piezas en el microscopio, se las limpió en un tanque de ultrasonido con agua. A diferencia de lo que sucede en lítico, el empleo de alcohol deteriora el material óseo.

Técnicas

Para el examen de los instrumentos líticos y óseos se utilizaron tres tipos de dispositivos:

1. Lupa binocular (Arcano XTL 3400), con un alcance de hasta 90x, siendo 40x y 80x los aumentos más utilizados en lítico y 20x en óseo. En el material lítico, la lupa fue utilizada para documentar la integridad de los filos antes de la utilización, ver la modificación macroscópica luego de las experiencias y daños macroscópicos en las piezas arqueológicas. En el caso de los instrumentos óseos, fue usada para relevar las características del material sin modificar y la extensión general de los rastros, tanto en las piezas experimentales como en las arqueológicas.

2. Microscopio metalográfico (Zeiss Axiovert 100 A, de platina invertida) con un alcance de hasta 1000x, siendo 200x y 500x los más empleados en lítico y 50x, 100x y 200x, en óseo. Este microscopio es tradicionalmente elegido por los analistas líticos porque permite ver micropulidos, considerados como los únicos microrastros diagnósticos de uso (Alvarez 2003, Leipus 2001). Sin embargo, como señala Mansur (1999:358) la diferencia importante entre los distintos dispositivos radica en que "permiten obtener imágenes diferentes, apreciando los mismos fenómenos de modos distintos". De tal manera, si bien este microscopio no está ampliamente difundido entre los analistas de artefactos óseos por la limitada profundidad de campo, la polarización permite distinguir con claridad micro superficies en contacto y extensiones de superficies pulidas. En todos los casos, la luz incidental perpendicular a la superficie de la pieza destaca los micropulidos y permite diferenciar claramente estrías, redondeamientos, microlascados y abrasión.

3. Microscopio de barrido electrónico ambiental (ESEM). Si bien los dispositivos ópticos cumplieron básicamente las mismas funciones en lítico y óseo, el ESEM tuvo aplicaciones diferentes. En el caso del análisis lítico fue empleado para explorar la microtopografía de los instrumentos y la existencia de distintos atributos, como la extensión de los micropulidos, presencia de estrías, etc. Dadas las particularidades extensamente descriptas por otros autores (Knutsson 1986; Mansur 1999, Mansur-Franchomme 1981), el microscopio electrónico es utilizado para explorar los procesos de formación de los rastros de uso en lítico, principalmente sobre muestras experimentales (Levi-Sala 1993; Mansur-Franchomme 1983). En el material óseo, en cambio, esta herramienta es utilizada con mayor frecuencia no sólo en el examen de las piezas experimentales sino también en el de las arqueológicas (por ejemplo, Bouchud 1977; Runnings et al. 1989). Dado que la variabilidad de rasgos presentes en el material óseo hace ineficiente la exploración a demasiados aumentos -por lo general 100x es el más utilizado- (ver Griffits 1993) el ESEM actuó como complemento de los dispositivos ópticos. Las ventajas que tiene son la calidad de la imagen y la profundidad de campo, particularmente importante en elementos redondeados como los óseos.

RESULTADOS DEL ANÁLISIS ARQUEOLÓGICO

Artefactos líticos

La muestra analizada está compuesta por 20 lascas de calcedonia y cuarcita, conformando un total de 34 filos, ya que algunos artefactos cuentan con más de un filo potencialmente utilizable. Por lo tanto la unidad de análisis es el filo. Si bien no se analizaron todos los artefactos potencialmente aptos para la observación microscópica, se realizó un muestreo de lascas al azar, teniendo en cuenta las precauciones tafonómicas. El objetivo fue poder identificar tendencias dentro del conjunto analizado. El examen se realizó manteniendo una perspectiva integral que tuviera en cuenta no sólo los aspectos microscópicos sino también otros criterios como el daño macroscópico y microscópico de los filos, la morfología de los filos, y la distribución de los pulidos y sus características.

Como puede apreciarse en la Tabla 2 del total de filos analizados (N= 34), un 70,58% (N= 24) presentan microrastros desarrollados por uso, el 14,71% (N= 5) muestran alteraciones postdepositacionales que no permitieron la observación de rastros de uso, y un 14,71% (N= 5) no presentan micro rastros. Asimismo, existen algunas piezas que presentan alteraciones postdepositacionales no severas (N= 4), las cuales no impidieron su observación. La determinación de los materiales trabajados se efectuó en relación a la dureza relativa y origen de los distintos materiales: material duro/blando, de origen animal/vegetal.

Tabla 2. Comparación entre filos analizados, totales de filos con rastros de uso, filos alterados y sin rastros.

El conjunto más importante es el que corresponde al trabajo de materiales duros de origen animal donde un 38,23% (N= 13) (Tabla 3) de los filos analizados presentan rastros de uso similares a los registrados experimentalmente para el trabajo de hueso (micropulidos chatos, brillantes y craquelamiento de la superficie) (Figuras 6 y 7). Dentro de este conjunto el 32,35% de la muestra total (N= 11) presenta además, estrías longitudinales o de ángulo bajo con respecto a la orientación del filo, casi siempre bifaciales, lo cual es indicador de acciones longitudinales, tales como corte.

Tabla 3. Determinación de modo de acción y material trabajado para las lascas de filo natural arqueológicas.


Figura 6. Micropulido producido experimentalmente por corte de hueso: desarrollo en los puntos más altos de la microtopografía, chato, brillante, en contraste con las zonas no alteradas de la superficie, primeros estadios de desarrollo. Materia prima: calcedonia. Microscopio metalográfico, 200x.


Figura 7. Micropulido registrado en lasca arqueológica (A65): desarrollo en los puntos más altos de la microtopografía, chato, brillante, en contraste con las zonas no alteradas de la superficie, con estrías longitudinales con respecto a la orientación del filo. Materia prima: calcedonia. Microscopio metalográfico, 200x.

Las características de los micro rastros que se presentan son: desarrollo del micropulido en las zonas mas altas de la microtopografía, sin un desarrollo integrado/ homogéneo, resultando en una textura de "micropitting" (sensu Keeley 1980) y brillante en contraste con las zonas no modificadas de la superficie (Figuras 8 y 9). Un dato importante a tener en cuenta, es que una parte del conjunto artefactual óseo (e.g., arpones) se confeccionó sobre asta. Si bien existen diferencias en el desarrollo del micropulido resultado del trabajo de asta en relación con aquél producido por el trabajo de hueso, que están relacionadas con el grado de humedad presente en los materiales trabajados y el tipo de cinemática involucrada (sea transversal o longitudinal) (Mansur-Franchomme 1983), no siempre es posible su diferenciación (Ibáñez Estevez et al. 1993; Keeley 1980). De todas maneras, esto no representa un problema para la hipótesis propuesta, ya que ambos tipos de materiales se utilizaron como hueso-soporte de los instrumentos óseos en el contexto arqueológico bajo estudio.


Figura 8. Micropulido producido experimentalmente por corte de hueso: desarrollo en los puntos más altos de la microtopografía, chato, brillante, en contraste con las zonas no alteradas de la superficie. Materia prima: cuarcita. Microscopio metalográfico, 200x.


Figura 9. Micropulido registrado en lasca arqueológica (A171): desarrollo en los puntos más altos de la microtopografía, chato, brillante, en contraste con las zonas no alteradas de la superficie. Materia prima: cuarcita. Microscopio metalográfico, 200x.

Por otro lado, el conjunto que sigue en importancia del total de la muestra, dejando de lado aquellos filos que no se pudieron determinar por alteraciones o por no presentar microrastros, el 29,41% (N= 10), corresponden al trabajo de materiales blandos de origen animal y representan el 17,64% (N= 6). Dentro de este grupo, el 11,76 % (N= 4) de la muestra total, presentan estrías finas y superficiales paralelas a la orientación del filo, que se vinculan con actividades de corte mientras que el 5,88% (N= 2) son indeterminados (Tabla 3). Los microrastros asociados al trabajo de dichos materiales son: redondeamiento de los filos, micropulidos desarrollados homogéneamente que cubren tanto las zonas altas como bajas de la microtopografía, invasión del pulido sobre las caras de contacto, resultando en el alisamiento de la microtopografía.

Un dato importante es que tal como otros autores han constatado (Keeley 1980; Mansur-Franchomme 1986), se ha relevado experimentalmente diferencias claras en el desarrollo de los micropulidos dentro de la categoría "materiales blandos de origen animal" (como son pieles y carne). Sin embargo, dentro del análisis de las piezas arqueológicas no se pudieron discernir claras diferencias en relación con estos dos tipos de materiales ya que no se encontraban desarrollados claramente todos sus rasgos característicos. Por lo tanto se utilizaron categorías generales de adscripción funcional. Por último se identificaron dos filos con micropulidos reconocidos experimentalmente como el trabajo de materiales duros de origen vegetal (madera) uno de acción longitudinal y uno de acción transversal.

Artefactos óseos

Punzones

El conjunto de artefactos óseos de Anahí incluye dos punzones: A9 y A37. En ambos, las marcas de impacto sugieren que las formas base fueron obtenidas mediante percusión (a partir de experiencias personales) (ver Camps Fabrer y D'Anna 1977). A nivel microscópico A9 y A37 presentan estrías rectas de fondo rugoso (con micro estrías internas) dispuestas de manera longitudinal al eje de las piezas similares a las obtenidas experimentalmente mediante abrasión con cuarcita. Los bordes de estas huellas están redondeados y sobre sus cúspides se disponen estrías transversales que indican un modo de acción de perforación. Estas estrías son de fondo liso, profundas, angostas, rectas y están dispuestas de manera entrecruzada. Dichas características definieron, en base al análisis experimental, el trabajo de pieles en punzones (Figuras 10 y 11). Sin embargo, en el caso de A37 la determinación en el material no es concluyente porque ciertos hoyos, posiblemente consecuencia de alteraciones post-depositacionales, no permiten relevar la superficie de manera continua (Tabla 4) (Buc 2005a).


Figura 10. Estrías producidas experimentalmente en hueso por perforación de piel: transversales al eje de la pieza, de fondo liso, profundas, angostas y rectas. Microscopio metalográfico, 200x.


Figura 11. Estrías transversales registradas en punzón arqueológico (A9): de fondo liso, profundas, angostas y rectas (comparar con Figura 10). Microscopio metalográfico, 200x.

Tabla 4. Determinación de modo de acción y material trabajado en los punzones arqueológicos.

Un patrón microscópico equivalente fue documentado en otros siete punzones provenientes de sitios cazadores- recolectores del área (Garín, La Bellaca 1 y 2). En la gran mayoría de las piezas se documentaron las mismas huellas de manufactura, tanto de percusión como de abrasión (Figuras 12 y 13). En cuanto a la funcionalidad, en todos los casos que pudieron ser analizados (i.e, que no estaban alterados por procesos postdepositacionales) se determinó como modo de acción la perforación. El patrón de desgaste detectado se vincula a las experiencias realizadas en pieles, en algunos casos de manera segura. Cabe aclarar que en ninguna pieza se constató estrías relacionadas con el trabajo de vegetales, más superficiales que las asociadas a las pieles y dispuestas de manera claramente paralelas -Tabla 4- (para más detalle ver Buc 2005a).


Figura 12. Estrías longitudinales y de fondo rugoso producidas experimentalmente en hueso por abrasión con cuarcita. ESEM, 120x.


Figura 13. Estrías registradas en punzón arqueológico (L10): de fondo rugoso, rectas y longitudinales. ESEM, 80x.

Alisadores

El conjunto de artefactos óseos de Anahí incluye tres alisadores: A19, A20 y A74. Solamente en un caso (A19) se observan, en el extremo apical, huellas similares a las obtenidas mediante abrasión con cuarcita: estrías rectas de fondo rugoso.

En el sector pulido a nivel macroscópico, las tres piezas presentan microestrías transversales que borran los surcos naturales óseos sugiriendo un modo de acción de alisado. En cuanto a la determinación del material, las estrías entrecruzadas, finas, rectas y continuas registradas en las piezas A19 y A20 se corresponden con aquellas identificadas experimentalmente en el trabajo de pieles (Figuras 14 y 15). Sin embargo la adscripción no es segura debido a diferencias en la longitud (A19), profundidad y el grado de agrupamiento de las estrías (A20). En el caso de A74 no se logró este grado de determinación del material trabajado dado que las estrías son de morfología similar a las registradas en el alisado de pieles, pero en el caso arqueológico se disponen de manera más espaciada. Esta pieza, además, presenta su extremo apical redondeado y con estrías transversales, lo que sugiere un segundo modo de acción en perforación (Tabla 5).


Figura 14. Estrías producidas experimentalmente en hueso por alisado de piel: transversales al eje de la pieza, entrecruzadas, finas y rectas. Microscopio metalográfico, 200x.


Figura 15. Estrías transversales registradas en alisador arqueológico (A20): finas, rectas y continuas. Son más superficiales y espaciadas que las de la Figura 14. Microscopio metalográfico, 200x.

Tabla 5. Determinación de modo de acción y material trabajado en los alisadores arqueológicos.

Otros ocho alisadores provenientes de sitios de cazadores-recolectores del área (Garín, La Bellaca 1 y Las Vizcacheras) también fueron analizados. En este caso los resultados son más complejos que en los punzones. Solamente dos piezas presentan huellas de manufactura similares a las producidas experimentalmente con cuarcita. En cuanto al uso, con la excepción de dos piezas donde el patrón de microhuellas sugiere diferentes modos de acción superpuestos (LV3 y LB1 3), en todas se identificó una actividad de alisado. Sin embargo, el 50% de ellas presentan también sus extremos apicales redondeados y con estrías transversales lo cual se vincula con tareas de perforación. En los casos de alisado, si bien existen patrones de estrías similares a los obtenidos en el trabajo de pieles; otros son equivalentes a los registrados en el trabajo de arcilla (caracterizados por el cambio de grosor en las estrías a lo largo de su recorrido). En síntesis, la variedad de modos de acción y materiales documentados en los alisadores llevó a caracterizarlos como instrumentos multipropósito (Tabla 5) (Buc 2005a).

DISCUSIÓN

Sobre la metodología

Si bien la determinación funcional de los conjuntos artefactuales líticos y óseos implicó la misma técnica microscópica, las aproximaciones son particulares en cada caso. La diferente naturaleza de los materiales implica que los rasgos que pueden considerarse diagnósticos no sean los mismos. En hueso, se señaló que en el análisis de elementos sin modificación antrópica se documentó un brillo o pulido similar al registrado en los instrumentos arqueológicos (Buc 2005a). Por otra parte, Griffitts (1993:33) señala diferencias entre los pulidos/brillos relevados experimentalmente y aquellos observados en la colección arqueológica. Además, en estos últimos observó un pulido sin estrías en sectores exfoliados del hueso que podría estar respondiendo a procesos de alteración no culturales (Griffitts 1993:84). Por estos motivos, entre los analistas de artefactos óseos, el pulido aislado no es considerado como rasgo diagnóstico del material trabajado. En cambio, son variables centrales la morfología y disposición de las estrías (Griffitts 1993; Le Moine 1991). El caso contrario se da en el material lítico donde el micropulido es diagnóstico del material trabajado mientras las estrías son evidencia de la cinemática involucrada (Gutiérrez Saez 2003; Mansur-Franchomme 1983, 1986). Esto incide directamente en la elección de los dispositivos a utilizar. El ESEM releva la topografía de la muestra a partir de la descarga de electrones en un medio sin reflexión de luz. De tal manera, ofrece imágenes claras de estrías, redondeamientos y cambios en la textura de la superficie (Knutsson 1986; Mansur 1999; Mansur- Franchomme 1981, 1983), centrales en el análisis óseo. Sin embargo, no permite identificar diferencias en los micropulidos, cruciales para el análisis lítico. En este caso, la luz incidental del microscopio metalográfico hace de dicho dispositivo una herramienta indispensable.

Por último, cabe señalar que si bien el control sobre los procesos postdepositacionales es necesario en el análisis microscópico de todos los materiales, en el caso del hueso la tafonomía es un problema central. Hasta el momento, lo poco que se conoce de alteraciones postdepositacionales a escala microscópica advierte sobre la posibilidad de confundir marcas naturales con rastros de uso (Blackwell y D'Errico 2001; D'Errico y Villa 1997; Lyman 1994). Claramente, uno de los principios del análisis funcional de base microscópica es que la actividad identificada es la última, la más intensa o la más abrasiva (Le Moine 1991). Sin embargo, la naturaleza blanda del material óseo hace de este principio un postulado limitante que exige excelentes condiciones de preservación y un desafío extra al análisis de instrumentos sin formatización o con zonas activas poco claras. Podría existir una gran cantidad de "lascas óseas" que hayan sido utilizadas como instrumentos y que estén enmascarados en el conjunto arqueofaunístico. De tal manera una comparación de la misma escala entre los conjuntos aquí analizados requiere del desarrollo de condiciones técnico-metodológicas apropiadas.

Sobre la funcionalidad

A pesar de estas dificultades en la comparación de las muestras analizadas, los resultados permiten discutir tendencias funcionales diferentes en cada materia prima. Profundizando más allá de la inicial distinción morfológica entre puntas y filos, se observa que los artefactos óseos analizados están vinculados a tareas que involucran materiales blandos mientras que, dentro de la muestra analizada, los líticos se orientan al trabajo de materiales duros, tales como hueso y asta. Se ve que en el lítico, el conjunto más importante dentro de los filos analizados (38,23%) presentan rastros de uso vinculados a dichos materiales y un 32,35% son artefactos asociados al trabajo de materiales duros con evidencias de acciones longitudinales como corte. Si bien estos porcentajes parecen bajos, el conjunto de las piezas asociadas al trabajo de materiales duros es el de mayor importancia relativa, seguido por las piezas indeterminadas, ya sea porque no presentan microrastros o porque están demasiado alteradas. Por otra parte, se cuenta con otras líneas de evidencia que guardan los negativos de dichas actividades. La primera, son los rastros de manufactura observados en los instrumentos óseos arqueológicos que están asociados a la abrasión con materiales líticos4. La segunda, es la presencia en el registro arqueofaunístico de un alto número de huesos de diferentes taxa con huellas de corte (Acosta 2005). La tercera, es la existencia de otra gran cantidad de elementos óseos, principalmente de O. bezoarticus y B. dichotomus, con huellas de aserrado perimetral (Acosta 2000, 2005; Loponte y Buc 2005). Estos últimos han sido interpretados como productos descartados durante el proceso de manufactura de algunos artefactos óseos (Acosta 2000; Loponte y Buc 2005). Cabe aclarar que, dada la escasez de materia prima lítica en el área será necesario explorar la posibilidad de que para esto se haya utilizado igualmente otro recurso altamente disponible como las valvas. En este caso, se cuenta con referencias etnográficas sobre su utilización en actividades de corte y raspado (e.g., Pauke 1944), además de varios ejemplares formatizados en el registro arqueológico.

Es evidente que lejos de haber un reemplazo de la roca por el hueso, los resultados muestran tendencias funcionales complementarias. El desarrollo de las estrategias tecnológicas aquí analizadas, deben ser entendidas a la luz de la disponibilidad de ambas materias primas pero también de sus propiedades mecánicas particulares (Knecht 1997; Scheinsohn 1997b). La ausencia de afloramientos rocosos locales y los circuitos de movilidad de los cazadores-recolectores bajo estudio, habrían condicionado la explotación intensiva del material lítico orientado a actividades que no podían ser suplantadas por otros materiales. En este sentido, se encuentra que el 32,35% de las piezas analizadas muestran más de un filo utilizado. Asimismo, es notable por ejemplo, que una pieza que posee cuatro filos, presente rastros de uso en tres de ellos, mientras que el cuarto no puede ser determinado por el efecto de las alteraciones post-depositacionales. Asimismo, dentro del conjunto analizado, no se encontraron artefactos sin evidencias de uso5.

Esto sugiere un cuadro diferente al tradicional donde se considera las lascas de filo natural como artefactos expeditivos que son descartados cuando se finaliza la tarea a la que fue destinada o cuando la pieza completa su potencial de uso (Shott y Sillitoe 2005). Si bien en el contexto bajo estudio las crónicas históricas raras veces hacen alusiones a los artefactos líticos (Pauke 1944, Schmidl 1948); datos etnográficos registrados para otras regiones del mundo (Shott y Sillitoe 2005 y citas allí mencionadas) señalan la utilización de lascas para diferentes tareas y refieren a una corta vida útil (entre 17 y 60 minutos como media en tiempo de uso)6. Tal como plantean Ibañez Estevez et al. (1993) la intensidad de uso de un artefacto se mide en base a la cantidad de filos activos (utilizados) y el desarrollo del micropulido. Mientras se vio que la primera medida se cumple en el conjunto analizado, la consideración de la segunda requiere de un análisis sobre el desarrollo del micropulido. Como se señaló, las características de la roca (su composición mineralógica y estructura) son un factor importante en el desarrollo de los micro rastros (Castro 1987-1988, 1994; Knutsson 1986; Mansur-Franchomme 1983). En términos generales, los micropulidos producto del trabajo de hueso tienen un rápido desarrollo (Alvarez 2003; Mansur-Franchomme 1986), sin embargo las propiedades de la materia prima lítica aquí analizada pueden estar incidiendo en el desarrollo de sus rasgos característicos. En efecto, algunas piezas arqueológicas, sobre todo aquellas confeccionadas sobre calcedonia, presentan estadios de desarrollo incipiente de los micropulidos. Esto fue evaluado durante la experimentación desarrollada: las piezas confeccionadas en ftanita procedente de las Sierras de Tandil utilizadas para tareas de corte sobre hueso presentan micropulidos en los primeros estadios de desarrollo al cumplir una hora de uso (Figura 6), mientras que aquellas utilizadas el doble de tiempo presentan micropulidos netos, con las características tradicionalmente descriptas para el sílex (Mansur 1983, 1986; Keeley 1980). Esta particularidad en el tiempo de desarrollo de los micropulidos podría estar incidiendo en las interpretaciones sobre la medición de la vida útil del artefacto (sensu Shott 1996; Shott y Sillitoe 2005). En este caso, los primeros estadios de desarrollo de los micropulidos de hueso documentados en las lascas arqueológicas estarían vinculados a las propiedades de la materia prima lítica y no a la corta vida útil del artefacto. Precisamente, uno de los aspectos a explorar en el futuro, es el tiempo que se requiere para que se desarrollen los mencionados micropulidos sobre las ftanitas procedentes de las Sierras Centrales Bonaerenses y las sílices procedentes de los guijarros disponibles en el valle fluvial del río Uruguay. Por último, es importante recordar que, si bien no se analizaron todos los artefactos con potencialidades para la observación microscópica, el presente estudio representa una aproximación preliminar a la funcionalidad de las lascas de filo natural. Por lo tanto, debe tomarse como lo que es, el análisis de una muestra que permite ver tendencias dentro de ella. La ampliación del presente trabajo permitirá evaluar el alcance de esta tendencia en el resto del conjunto.

En cuanto al material óseo, su alta disponibilidad está básicamente condicionada por las estrategias de abastecimiento de recursos faunísticos para el consumo7. Sin embargo, existen diferencias de disponibilidad entre especies. Claramente, dadas las características ambientales y las conductas de las sociedades bajo estudio, los huesos de cérvidos habrían sido materiales de menor abundancia que los de peces. De todos modos, el manejo de las propiedades mecánicas y geométricas del hueso en general y de los distintos taxones en particular, explicaría su explotación en términos de materia prima (Scheinsohn 1997b).

Existen claras diferencias entre las propiedades mecánicas del material lítico y el óseo. La estructura isotrópica de las rocas de fractura concoidea como las aquí analizadas (i.e., mismas propiedades mecánicas medidas en diferentes direcciones) las convierten en un material quebradizo del cual se obtienen filos fácilmente (Knecht 1997). En cambio, la orientación unidireccional de los elementos estructurales del hueso (fibras de colágeno y cristales de hidroxiapatita) hacen de éste un material anisotrópico (i.e., diferentes propiedades mecánicas medidas en distintas direcciones) (Johnson 1985). Dichas particularidades implican generalmente técnicas de extracción de formas- base mediante impacto longitudinal al eje del hueso que permiten obtener "puntas" de manera sencilla (el aserrado perimetral es una técnica menos frecuente) (Lyman 1984). En cuanto a las potencialidades funcionales, la composición y disposición particular de elementos hace del óseo un material flexible y resistente apropiado para tareas de impacto (Guthrie 1983; Knecht 1997). Al mismo tiempo, así como existen materias primas líticas de diversas calidades, distintos taxones y elementos óseos tienen propiedades diferentes dado que están diseñados para afrontar requerimientos mecánicos específicos (Currey 1984; Scheinsohn 1997b). En el caso de los artefactos óseos bajo estudio, existió una clara selección de hueso-soporte para cada grupo morfológico. Si se equipara los metapodios de O. bezoarticus utilizados para los punzones con los de L. guanicoe (guanaco), se puede decir que tienen un módulo de elasticidad alto que los hace ideales para actividades de impacto (Scheinsohn 1997b) como las de perforación. La selección de huesos de peces para actividades poco exigentes en términos mecánicos (alisado de pieles o arcilla), estaría vinculada con la mencionada alta disponibilidad y su geometría, dado que la sección plana y carilla articular permiten una adecuada prensión sin necesidad de formatización (Buc 2005a).

En síntesis, la selección y explotación de ambas materias primas en el contexto de estudio dependió tanto de la disponibilidad de cada una de ellas como de los conocimientos implicados en su producción y efectividad. Claramente, esta complejidad exige un abordaje individual para cada material. Sin embargo, si el objetivo es comprender la complejidad de las estrategias tecnológicas, se necesita la integración de ambos conjuntos de datos.

CONCLUSIONES

La problematización conjunta de la explotación de ambas materias primas muestra un panorama complejo y dinámico de las tecnologías del humedal del Paraná inferior durante el Holoceno tardío. Las funciones requeridas y las características de cada materia prima jugaron un rol central en las estrategias y decisiones tecnológicas. La escasa disponibilidad de la materia prima lítica en el área determinó su uso específico e intensivo. Pero esto no condicionó por "reemplazo" el desarrollo de la tecnología ósea, sino que esta última es producto de la valoración de la disponibilidad y propiedades mecánicas particulares del material óseo. En conclusión, la confrontación de los resultados obtenidos a partir del examen de artefactos líticos y óseos permite extender la escala analítica discutiendo otros aspectos más allá de su funcionalidad específica.

NOTAS

1 Si bien la sílice microcristalina del grupo Sierras Bayas ha sido definida como ftantita o chert (Barros y Messineo 2004), los estudios sobre procedencia de materias primas están todavía en desarrollo, por lo cual se optó por utilizar una categoría amplia como calcedonia para los materiales arqueológicos.

2 Para la experimentación se utilizó en todos los casos, subproductos de Ovis aries (oveja), con la excepción de la experimentación con pieles que se utilizaron además, pieles de Myocastor coypus (nutria).

3 En las experiencias en vegetales se utilizó Scirpus californicus (junco) en estado seco y fresco. En el caso de las pieles se usó Myocastor coypus en estado seco, fresco y remojado. La arcilla proviene de bancos del río Paraná y se trabajó en estado semi-húmedo ("estado cuero") usando como antiplástico tiestos cerámicos molidos.

4 Esta conclusión se deriva de la similitud que guardan las huellas arqueológicas con las generadas experimentalmente mediante la abrasión con cuarcita. Si bien queda pendiente incluir abrasión con calcedonia, no se cree que sea posible acceder a tal grado de resolución en el contexto arqueológico. De hecho, las huellas registradas en este caso son similares a las presentadas por otros autores en el trabajo con otras materias primas líticas (e.g., Le Moine 1991; Liesau von Lettow-Vorbeck 1998).

5 Existe una sola pieza (A60) en la cual uno de sus filos no tiene evidencias de uso, y el otro es indeterminable por alteraciones.

6 Es importante tener en cuenta que en los casos analizados por Shott y Sillitoe (2005) para Australia y Nueva Guinea, la disponibilidad de la materia prima lítica es local.

7 Pero no exclusivamente (Scheinsohn 1997a) ya que las astas, además, pueden ser recolectadas en el paisaje (Knecht 1997).

Agradecimientos

Agradecemos a los directores del equipo Daniel Loponte y Alejandro Acosta por la formación teóricometodológica y la confianza indispensables para el desarrollo de ambas investigaciones. A Vivian Scheinsohn por el apoyo y la orientación en tecnología ósea. El soporte financiero e institucional es brindado por CONICET- INAPL. El Departamento de Ciencia y Técnica de Materiales de CITEFA nos brinda el uso de sus instalaciones, indispensable para el desarrollo de este trabajo. Nuestro agradecimiento al Dr. Eduardo Ayllón y su equipo por la asistencia técnica. Nuestros agradecimientos a Myriam Alvarez, Dánae Fiore, Janet Griffitts, Marcela Leipus, Genevieve Le Moine y Estela Mansur, por su colaboración y sugerencias metodológicas. Los evaluadores mejoraron la claridad del trabajo. Y a todos aquellos que colaboraron en ambos programas experimentales. Desde ya, lo vertido en este trabajo es responsabilidad nuestra.

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