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Intersecciones en antropología

versión On-line ISSN 1850-373X

Intersecciones antropol.  n.8 Olavarría ene./dic. 2007

 

Arqueología del sector central de las Sierras de Córdoba (Argentina). Hacia una definición de los procesos sociales del período prehispánico tardío (900-1573 DC)

Sebastián Pastor y Eduardo Berberián

Sebastián Pastor. CONICET. Cátedra de Prehistoria y Arqueología, Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Nacional de Córdoba, Córdoba, Argentina. Gutemberg 140. 5152 Villa Carlos Paz, Córdoba. E-mail: pastorvcp@yahoo.com.ar
Eduardo Berberián. CONICET. Cátedra de Prehistoria y Arqueología, Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Nacional de Córdoba, Córdoba, Argentina. San Lorenzo 550 11B. 5000 Córdoba. E-mail: eduardob@ffyh.unc.edu.ar

Recibido 29 de Noviembre 2006. Aceptado 20 de Abril 2007

RESUMEN

Se efectúa un breve repaso de la información arqueológica e histórica disponible para los diferentes valles y piedemontes que rodean al cordón central de las Sierras de Córdoba (Argentina), también conocido como Sierras Grandes. A partir de la misma se plantean consideraciones generales sobre los procesos sociales del período prehispánico tardío (ca. 900-1573 DC), así como en relación a algunas persistencias de la organización nativa durante los inicios del régimen colonial español (1573-1620 DC). El período tardío es definido por el advenimiento de la producción agrícola que las sociedades serranas integraron a sus tradicionales prácticas de caza y recolección. La evolución del modo de vida articuló, a partir de esta transformación económica, una serie de innovaciones y permanencias. Se configuró un pequeño sistema productivo, caracterizado por la escasa tecnificación y los elevados niveles de pérdida, cuya reproducción favoreció la dispersión poblacional y el sostenimiento de un escenario de alta fragmentación política. En forma paralela, se registra una marcada intensificación de las prácticas extractivas, a través de la continuidad de mecanismos como la dispersión estacional y el surgimiento de contextos grupales de apropiación y consumo de recursos silvestres. La complejidad de estos procesos advierten sobre las dificultades de algunas categorías y conceptos utilizados para describir y especificar el caso de estudio: sociedades agrícolas de pequeña escala, adaptación formativa, organización tribal, neolitización, etc.

Palabras clave: Sierras de Córdoba; Período Prehispánico Tardío; Expansión agrícola; Economía mixta; Integración/ fragmentación política.

ABSTRACT

Archaeology of the central Sierras de Córdoba, Argentina. Toward a definition of late prehispanic period social processes (900-1573 ad). This paper presents archaeological and historical data obtained from valleys and foot-hills around the central Sierras de Córdoba, Argentina, known as the Sierras Grandes. A preliminary analysis of late pre-Hispanic social processes (ca 900-1573 AD) and continuities in native organization during the early Spanish colonial period (1573-1620) is offered on the basis of these data. The late pre-Hispanic period is defined by the development of processes of agricultural expansion in the region. The mountain societies integrated this agriculture into their traditional hunter-gatherer practices. In relation to this economic transformation, the evolution of the way of life (modo de vida) articulated several innovations and continuities. A small productive system, defined by little use of technology and high levels of loss, was configured. The reproduction of this system permitted population dispersal and the continuity of a period characterized by political fragmentation. At the same time, a significant intensification of extractive practices has been recorded, implying a continuity of mechanisms such as seasonal dispersion and the rise of group contexts for the appropriation and consumption of wild resources. The complexity of these processes is a warning about the limitations of some categories and concepts used to describe the population in the case study area: small agriculturalist societies, formative adaptation, tribal organization, neolithization, etc.

Keywords: Córdoba Mountains; Late Prehispanic Period; Agricultural expansion; Mixed economy; Political integration/ fragmentation.

INTRODUCCIÓN

La reflexión contemporánea sobre el pasado indígena de las Sierras de Córdoba, producida en un campo de estudios arqueológicos de creciente especificación, reconoce -entre otros aspectos- el impacto de dos hechos significativos. Durante las décadas de 1950 y 1960, el establecimiento del esquema básico de la secuencia prehispánica regional (González 1960; Marcellino et al. 1967; Menghin y González 1954) desarticuló el paradigma que utilizaba las fuentes coloniales tempranas y los materiales arqueológicos para la composición de un cuadro carente de profundidad histórica, donde se detallaban aquellos elementos -"rasgos"- que distinguían a la cultura local. El principal ejemplo de estas investigaciones fue la obra de Antonio Serrano titulada "Los Comechingones" (Serrano 1945). La necesidad de tratar con una secuencia de varios milenios, en la que se constataban importantes cambios en la organización de las sociedades prehispánicas, redujo la eventual pertinencia del empleo de las fuentes coloniales a una "etapa agroalfarera", cuyo inicio se estimaba entre el 500 y 1000 DC.

Posteriormente, y en particular durante las décadas de 1980 y 1990, se consolidó el interés por el uso de categorías de tipo neoevolucionista para la interpretación de diversas situaciones arqueológicas -i.e., cazadores- recolectores (igualitarios o complejos), sociedades agrícolas de pequeña escala, organizaciones tribales, adaptaciones de tipo formativo, etc.-. No es éste el lugar para un análisis de las dificultades para representar el pasado que han debido enfrentar estos últimos esfuerzos. Sólo se señala que la tendencia a la composición de unos cuadros sincrónicos de la integración de rasgos culturales fue reemplazada por otra que produjo aproximaciones igualmente sincrónicas, aunque referidas a probables formas de organización de la economía, movilidad o tecnología. Es aquí donde las categorías neoevolucionistas aportaron la justificación teórica para la combinación de imágenes surgidas de las fuentes históricas locales con otras relativas a si mismas, aunque no necesariamente adecuadas para la descripción de las sociedades serranas del período prehispánico. Entre otras, se pueden citar la centralidad económica de la producción agrícola, el carácter complementario de las prácticas extractivas, un marcado sedentarismo o la organización de partidas logísticas para la apropiación de recursos distantes.

En este trabajo se resume brevemente la evidencia arqueológica disponible para los valles y piedemontes que rodean al cordón central de las Sierras de Córdoba y se plantea, con relación a la misma, una evaluación preliminar de los principales procesos sociales del período tardío. En la interpretación de estos datos se ha mantenido una actitud crítica hacia imágenes y nociones relativas a categorías teóricas generales de base etnográfica. Por el contrario, se recurre con frecuencia a las fuentes coloniales tempranas de la región -fines del siglo XVI y principios del XVII- en un esfuerzo orientado hacia la observación de cambios y continuidades en torno a un conjunto de prácticas histórica y culturalmente situadas -i.e., modos de articulación de microambientes locales, contextos de la realización de festejos, costumbres funerarias, etc.-.

CARACTERÍSTICAS GENERALES DEL CASO DE ESTUDIO

La información radiocarbónica disponible (Tabla 1) permite fijar el inicio del período tardío en el sector central de las Sierras de Córdoba hacia el 900 DC. La evidencia arqueológica indica importantes transformaciones en la organización de las sociedades serranas, con la introducción de prácticas agrícolas y una generalización en el empleo de la tecnología cerámica. Estos procesos fueron interrumpidos en 1573 -año de la fundación de Córdoba- cuando la población de las sierras comenzó a ser efectivamente incorporada al régimen colonial español.

El sector central de las Sierras de Córdoba comprende los valles situados a ambas márgenes del cordón central o Sierras Grandes, así como los encadenamientos y piedemontes que los limitan por el este -Sierras Chicas- y oeste -Sierras de Pocho y de Altautina-, más allá de los cuales se extienden las planicies pampeanas (Figura 1). Un rasgo que distingue a este sector de su prolongación septentrional -Sierras del Norte- y meridional -porción sur de la Sierra de Comechingoneses la presencia de grandes altiplanicies cubiertas de pastizales sobre las Sierras Grandes, que abarcan una superficie de más de 5000 km2. Las principales son la pampa de Achala -2200 msnm-, de San Luis -1900 msnm- y de Olaen -1100 msnm- (Figura 2). Aún cuando estos ambientes serranos de altura fueron entornos inapropiados para el desarrollo de prácticas agrícolas o la recolección de frutos silvestres, constituyeron a lo largo de milenios los principales territorios de caza, ya que sostuvieron poblaciones de guanacos (Lama guanicoe) y venados de las pampas (Ozotoceros bezoarticus), ex tinguidas localmente en el pasado reciente -ca. siglos XVIII-XX-.


Figura 1. El sector central de las Sierras de Córdoba y regiones aledañas.


Figura 2. Sitios arqueológicos del sector serrano central.

Los encadenamientos, valles y piedemontes que rodean al pastizal presentan menores altitudes -entre 600 y 1500 msnm- y se distinguen por características ambientales propias del Chaco Serrano (Bucher y Abalos 1979; Demaio et al. 2002; Luti et al. 1979). Los principales valles orientales -entre las Sierras Grandes y Chicas- son los de Punilla, Los Reartes y Calamuchita, mientras que los occidentales -entre las Sierras Grandes y las de Pocho y Altautina- incluyen los de Guasapampa, Salsacate y Tránsito (Figura 2). Se destacan las frondosas formaciones boscosas, con distintas especies de importancia económica: algarrobos (Prosopis spp.), chañar (Geoffroea decorticans), molle de beber (Lithraea ternifolia) y, en algunos sectores, mistol (Zizyphus mistol). Aún cuando las especies faunísticas propias de estos ambientes parecen haber tenido una menor importancia -i.e., corzuelas (Mazama guazoupira), armadillos (Euphractinae), cuises (Caviinae; Medina 2005a; Pastor 2007)- se debe considerar que, además de los variados frutos silvestres, los valles y piedemontes concentraron la casi totalidad de tierras cultivables.

LA EVIDENCIA ARQUEOLÓGICA DE VALLES Y PIEDEMONTES

Poblados o caseríos

La mayor parte de la evidencia arqueológica del período tardío proviene de sitios al aire libre que contienen variados restos en superficie -útiles y desechos líticos, fragmentos cerámicos, instrumentos de molienda, etc.-, con baja o más frecuentemente nula visibilidad de rasgos arquitectónicos. El tamaño de estos sitios puede ser estimado entre 0,5 y 3 ha, según la dispersión de materiales superficiales. En forma invariable se articulan con fuentes de agua y tierras cultivables.

A lo largo de las diferentes etapas de la investigación regional, los mismos fueron identificados con diferentes términos, a menudo indicativos de marcos conceptuales más amplios con los cuales han sido interpretados -i.e., "paraderos", "aldeas", "bases residenciales"-. En todos los casos, han sido entendidos como aquellos espacios donde preferentemente desarrollaban su cotidianeidad las sociedades serranas de fines del período prehispánico.

La baja visibilidad de elementos arquitectónicos impone severas dificultades para estimar los límites de estos poblados o caseríos, así como los principales aspectos de su estructuración. Si bien en diferentes ocasiones se han reconocido indicios concretos de viviendas semi-subterráneas o "casas-pozo" (González 1943; Grils 1951; Serrano 1945), los datos más precisos provienen de Potrero de Garay (Berberián 1984; Berberián et al. 1983).

Este sitio ocupa una suave lomada sobre la margen izquierda del río San Pedro, colector del sector norte del valle de Los Reartes, con una superficie estimada en 2,5 ha (Figura 2). Se identificó un grupo de viviendas semi-subterráneas distantes entre 1 y 5 m. La mayoría de estas unidades tiene unos 6 m de largo por 4,7 m de ancho, aunque existen otras de menores dimensiones. Estos recintos presentan ángulos rectos o ligeramente redondeados y paredes verticales, que alcanzan una profundidad de 0,6 a 1,2 m a partir del nivel actual del terreno. El acceso se efectuaba por una rampa de alrededor de 1,5 m de ancho. Se hallaron agujeros de postes y pisos planos bien consolidados, a los cuales se asociaban concavidades ovaladas que contenían tierra calcinada (Figura 3).


Figura 3. Potrero de Garay. Vivienda semi-subterránea.

Tanto en el relleno como en el piso de estas viviendas, pero con mayor frecuencia en sus adyacencias, se recuperaron abundantes residuos de actividades características de los contextos domésticos. Los artefactos líticos tallados comprenden puntas de proyectil y preformas, perforadores, variados útiles informales, percutores, núcleos y desechos de talla. Se registraron útiles de molienda -morteros, conanas y manos-, azuelas, un cuchillo con filo aserrado, alisadores, adornos y una pequeña estatuilla antropomorfa. Los instrumentos de hueso incluyen puntas de proyectil, perforadores, puñales, retocadores, cuchillos con filo aserrado, agujas, espátulas, tubos, adornos, "torteros" e instrumentos de doble punta. Los restos cerámicos comprenden fragmentos de recipientes, recipientes completos, torteros lisos, fichas, cucharas y estatuillas zoo y antropomorfas, tanto enteras como fragmentadas (Berberián 1984; Martín 1983). El conjunto arqueofaunístico indica el consumo de cérvidos -venados de las pampas y corzuelas-, camélidos (Lama sp.), armadillos, vizcachas (Lagostomus maximus), iguanas (Tupinambis sp.), ñandúes (Rheidae) y huevos de ñandú (Medina 2002).

Los materiales reunidos muestran una clara identidad tecnológica y estilística que se extiende hacia distintos poblados del sector serrano central, donde las intervenciones efectuadas no han logrado detectar unidades de vivienda, en general por su limitada extensión: Los Molinos (Marcellino et al. 1967), Huaycondo (Berberián y Roldán 2001), La Mandinga (Berberián 1969), C. Pun. 39 (Argüello de Dorsch 1983; Medina 2005a), Puesto La Esquina 1 (Medina 2005b), Los Campitos (Crowder 1983). También es el caso del contenido superficial de numerosos sitios donde no se practicaron excavaciones, al menos sistemáticas. Una situación paradigmática es la de los diferentes poblados a orillas del lago San Roque, en el fondo del valle de Punilla, cuyos materiales aportaron una de las bases de la citada obra de Serrano "Los Comechingones".

Además de las variadas actividades de producción, almacenamiento y consumo, estos contextos domésticos fueron el espacio elegido para efectuar las inhumaciones. En Potrero de Garay se ubicaron 17 enterratorios debajo de los pisos de las viviendas, los cuales no tuvieron una localización específica dentro de las mismas. Las fosas tienen planta elíptica, de alrededor de 0,8 m, y en ocasiones se encontraron vacías. A excepción de una tumba doble, se trata de entierros individuales, con el cuerpo colocado en posición flexionada. Hay tres entierros secundarios con ausencia de algunas unidades anatómicas, en particular el cráneo. En un único caso se halló un acompañamiento consistente en un collar formado por 2300 cuentas de caracol y cuatro de malaquita. En tres oportunidades se identificaron indicaciones superficiales, consistentes en tapas abovedadas de piedras, incluyendo algunos útiles de molienda.

Como en otros numerosos aspectos, la documentación colonial temprana contiene importantes referencias, de indudable valor para la interpretación de la evidencia arqueológica regional. Con respecto al carácter semi-subterráneo de las viviendas son conocidas las descripciones de la Relación Anónima "...son las casas bajas e a la mitad de altura que tienen esta debajo de tierra y entran a ellas como a sotanos..." (Berberián 1987: 227), o Pedro Cieza de León "...cavaban la tierra hasta que ahondando en ella quedaban dos paredes, poniendo la madera armaban las casas, cobijandolas de paja a manera de chozas..." (Berberián 1987: 130). Debemos mencionar la elocuente respuesta del testigo Vayamaacan, del pueblo de Casancatich en el valle de Salsacate, ante un requerimiento de la justicia colonial: "...preguntado que asiento y casa vieja segun parecia por el hoyo viejo fue el que le enseño... Dixo que aquella era la casa de su padre y deste declarante y que alli murió su padre donde esta enterrado..." (Archivo Histórico de Córdoba -AHC.-, Escribanía 1 -E1-, Legajo 4 -L4-, Expediente 11 -E11-, citado por Martín de Zurita 1983: 132)

La información obtenida en Arroyo Tala Cañada 1, en el oriente del valle de Salsacate (Figura 2), plantea la posible articulación de los espacios domésticos y productivos, aspecto también mencionado por las fuentes históricas1 y sugerido por la invariable asociación de los poblados tardíos con tierras agrícolas.

Este sitio se localiza en las proximidades del faldeo occidental de las cumbres de Gaspar, en un pequeño fondo de valle rodeado por lomadas, a 1325 msnm (Figura 4a). La dispersión de restos superficiales es apenas superior a la media hectárea. Se excavó un área de 4 m2 donde se detectó un piso consolidado a 0,6 m de profundidad, al que se asociaban restos de carbón, especimenes faunísticos y fragmentos cerámicos en posición horizontal. Se destaca una concentración de tiestos pertenecientes a dos recipientes, que junto a algunos restos faunísticos son considerados desecho de facto (Figura 4b). Se ubicaron dos depresiones circulares, de unos 0,25 m de diámetro por 0,3 m de profundidad, distanciadas por unos 0,8 m, muy similares a los agujeros de postes de Potrero de Garay (Figura 4c). Es probable, en consecuencia, que este contexto corresponda a un espacio interior o próximo a una vivienda. Con carbón concentrado proveniente del piso se obtuvo una datación tardía: 900 ± 70 C14 AP (LP- 1511; 1018-1263 cal AD [ p= 1,00], calibrado a 2 sigma con el programa CALIB 4.3 [ Stuiver y Reimer 2000]).


Figura 4. Sitio Arroyo Tala; a) Cañada 1. Fondo de valle donde se ubica Arroyo Tala Cañada 1. Sitio Arroyo Tala Cañada 1; b)Concentración de fragmentos cerámicos; c) Depresiones circulares; d) Estructura de surcos.

A sólo 8 m al norte se excavaron 6 m2, siguiendo un rasgo detectado entre 0,3 y 0,4 m de profundidad. Se trata de una estructura de surcos sub-paralelos de 0,3 m de ancho, separados por unos 0,2 m, orientados en forma transversal a la pendiente del terreno. La misma es reconocible por un cambio en la consistencia de los sedimentos y parece extenderse en todas las direcciones (Figura 4d). Se hallaron abundantes restos arqueológicos sobre, debajo y en asociación directa con esta estructura. Entre ellos semillas carbonizadas de Phaseolus spp., una de las cuales fue datada en 1028 ± 40 C14 AP (AA-64820; δC13= -22,5‰; 897-922 cal AD [ p= ,07]; 941-1044 cal AD [ p= ,83]; 1090-1121 cal AD [ p = ,06]; 1139-1155 cal AD [ p= ,04], calibrado a 2 sigma con el programa CALIB 4.3 [ Stuiver y Reimer 2000]). Es probable que este segundo contexto corresponda a un área de cultivo, cuya proximidad con espacios domésticos puede dar cuenta de los abundantes restos recuperados. La incorporación de basura doméstica a las parcelas agrícolas es un rasgo frecuente, aún en la agricultura de pequeña escala que se practica actualmente en las sierras.

En relación al descarte de restos alimenticios en este espacio se debe mencionar, además de los porotos (Phaseolus vulgaris y P. lunatus) y la variada arqueofauna, el hallazgo de fitolitos pertenecientes a los frutos de Zea mays (maíz) y Cucurbita sp. (probablemente zapallo). Por otra parte, el reconocimiento de fitolitos correspondientes a las hojas de Zea mays y Phaseolus sp. confirma la relación entre la estructura de surcos y la ejecución de prácticas agrícolas (López 2007).

Muchos poblados contienen dentro de su perímetro o en adyacencias inmediatas agrupamientos de útiles de molienda en grandes soportes rocosos horizontales -morteros y conanas-, en números que oscilan entre 10 y más de 100 ejemplares. Es muy escasa la información estratigráfica asociada a estos contextos, pero la evidencia de sitios de propósitos especiales de características similares -i.e., definidos por la presencia superficial de numerosos útiles de moliendaapunta a considerarlos espacios utilizados en una escala grupal, en relación al procesamiento y consumo de alimentos. En los ejemplos investigados se observó una estrecha vinculación con la ejecución de diferentes prácticas extractivas, como las cacerías de grandes herbívoros en el pastizal de altura o de fauna chaqueña en los valles circundantes -en este caso, junto a una intensa recolección de huevos de ñandú y, seguramente, frutos silvestres- (Pastor 2005a). Es importante destacar, en este sentido, que muchos poblados y áreas de molienda se localizan en zonas de grandes algarrobales. Las notables evidencias del consumo de una variedad de alimentos, tanto obtenidos en los alrededores como trasladados desde considerables distancias, se encuentran en línea con las descripciones históricas de "juntas" y "borracheras", tanto locales como referidas a regiones vecinas (Arana 1999; Castro Olañeta 2002; Noli 1999; Piana de Cuestas 1992; Quiroga 1999).

Aún cuando son evidentes las dificultades surgidas de las condiciones de visibilidad superficial y del carácter preliminar de los estudios, existen elementos para sostener -según lo planteado- la articulación de espacios domésticos, productivos y en ocasiones públicos dentro o en los alrededores inmediatos de los sitios denominados poblados o caseríos.

En 1944, Aníbal Montes -observador agudo y excepcional conocedor de la región- emitía una sentencia, apenas exagerada, que resume gráficamente una parte del patrón de asentamiento tardío: "...he explorado centenares de paraderos indígenas de superficie y puedo asegurar, que no hay chacra cercana al agua en las sierras, que no sea uno de dichos paraderos..." (Montes 1944: 4). Los numerosos poblados tardíos distribuidos a lo largo de valles y piedemontes, a ambas márgenes del cordón central, constituyen indicadores de la importante expansión de las sociedades serranas tras la incorporación de prácticas agrícolas, en particular si se los compara con los sitios de períodos precedentes2.

Se pueden distinguir, al menos, tres situaciones referidas a la distribución de estos sitios. La primera se observa en los fondos de valle, donde existen grandes extensiones de tierras cultivables y una articulación directa con los principales cursos de agua de la región. Aquí los poblados se encuentran a escasa distancia entre sí -ca. 100 a 400 m-, aunque se mantienen como unidades diferenciables. Este patrón se halla, por ejemplo, en el fondo del valle de Calamuchita (González 1943), Los Reartes (Marcellino et al. 1967), Punilla y Salsacate (Figura 5). Indudablemente, se relaciona con algunas descripciones históricas generales para la región "...las poblaciones tienen muy cercanas unas de otras, que por la mayor parte á legua y á media legua y á cuarto y á tiro de arcabuz y á vista una de otra..." (Relación Anónima; citada por Berberián 1987: 227), o de sectores específicos como el valle de Salsacate, donde el cacique Chicanhongolo estaba "...poblado del pueblo de cositonos y de los demas como dos tiros de arcabuz..." (AHC, E1, L1, E5, citado por Martín de Zurita 1983: 122).


Figura 5. Sitio Arqueológico del sur del valle de Punilla (A) y del valle de Salsacate-Pitoba- (B).

Una segunda situación, se observa más allá de los grandes fondos de valle, donde la accidentada topografía serrana determina la discontinuidad y reducida extensión de las tierras cultivables. En las prospecciones efectuadas en el sudoeste o norte del valle de Punilla (Medina y Pastor 2006; Roldán y Pastor 1997), así como en el sector oriental de Salsacate (Figura 6), se ha registrado un mayor distanciamiento entre los poblados, de acuerdo a la distribución de las tierras agrícolas. Es preciso apuntar que en diferentes ocasiones no se hallaron evidencias arqueológicas superficiales, lo cual aconseja no tomar las afirmaciones de Montes (1944) en forma literal.


Figura 6. Sitios arqueológicos en el oriente del Valle de Salsacate -Tala Cañada-.

Por último, se identificaron poblados en sectores aparentemente próximos a los límites ambientales de la expansión territorial de la agricultura prehispánica. En Cañada de Salas se presentan condiciones de marcada aridez comunes a los piedemontes de las Sierras de Pocho, con serias restricciones en cuanto a la disponibilidad de agua superficial, lo cual señala un claro contraste con aquellas zonas que integran cuencas hidrográficas originadas en las Sierras Grandes. Aquí los poblados se encuentran alejados según la distribución de aguadas, antes que de tierras cultivables (Figura 7). Por otra parte, los recientes estudios en la pampa de Olaen -que comprende los entornos más deprimidos de los pastizales de altura, entre 1000 y 1200 msnm-, señalan la apropiación residencial y posiblemente productiva de algunos espacios protegidos de las bajas temperaturas que caracterizan a este microambiente -i.e., sitios Los Algarrobos 1 o Puesto La Esquina 1- (Medina 2005b). El endurecimiento de estas condiciones a mayores alturas -por ejemplo en la pampa de San Luis o de Achala- parece haber constituido un límite efectivo para la expansión de la agricultura serrana.


Figura 7. Sitios arqueológicos del occidente de Salsacate -Cañada de Salas-

Viviendas dispersas

En los últimos años, la concreción de diferentes investigaciones de escala microrregional ha permitido reconocer sistemáticamente diferentes tipos de manifestaciones arqueológicas acerca de las cuales existían escasos antecedentes bibliográficos, en particular sitios pequeños y ocupaciones discretas (Berberián y Roldán 2001, 2003; Medina y Pastor 2006; Pastor 2007; Pautassi 2003; Recalde 2006; Rivero 2003; Roldán y Pastor 1997).

En diferentes sectores del valle de Punilla, piedemonte oriental de las Sierras Chicas y valle de Salsacate se han identificado pequeños sitios al aire libre, generalmente asociados a reducidos espacios cultivables dentro de estrechas quebradas tributarias (Figuras 5, 6 y 7). Su apariencia superficial es similar a la de los poblados o caseríos, con presencia de restos variados -útiles y desechos líticos, fragmentos cerámicos, instrumentos de molienda- y nula visibilidad de elementos arquitectónicos. Sin embargo, la dispersión de estos materiales rara vez alcanza 0,2 ha. Lamentablemente, es muy escasa la evidencia estratigráfica asociada a estos contextos, aunque los residuos de actividades domésticas recuperados en algunos sondeos permiten suponer la existencia de viviendas dispersas.

En otros casos, estos residuos se asocian a abrigos rocosos próximos a los terrenos agrícolas, circunstancia que ha facilitado la recuperación de información estratigráfica de mayor calidad. A modo de ejemplo, se repasan las características de tres de ellos. El Fantasio es un abrigo localizado a orillas del río San Antonio, en el sur del valle de Punilla (Figuras 2 y 5). A unos 100 m en dirección opuesta al río se encuentra un pequeño terreno cultivable ubicado en el tramo final de una quebrada tributaria, mientras que a unos 200 m, a orillas del río, se localiza un "área de molienda" formada por nueve morteros y 20 conanas fijos. Se trata de un alero de 14 m de largo, 2 m de profundidad y 1,6 m de altura máxima con respecto al sedimento actual. El nivel ocupacional se ubicó entre 0,3 y 0,6 m a partir de este punto. En rocas emplazadas dentro del abrigo o en sus proximidades se identificaron tres morteros y una conana fijos (Nielsen y Roldán 1991). Se excavaron 5 m2 en distintos puntos debajo de la línea de goteo. El material cerámico comprende fragmentos de recipientes, de los cuales sólo se pudieron identificar dos formas: una olla y una escudilla. Se halló una ficha y un tortero con decoración incisa en una de sus caras. El conjunto lítico comprende desechos de talla, núcleos, tres puntas de proyectil fragmentadas, una mano de moler fragmentada y una sierra de pizarra. La arqueofauna incluye restos de Lama sp., Ozotoceros bezoarticus, Mazama sp. y Lagostomus maximus (Medina 2002). En uno de los sondeos se identificó un enterratorio correspondiente a un individuo adulto, sumamente deteriorado por el accionar de raíces.

Cueva de los Indios se encuentra en la margen derecha de la quebrada del arroyo Las Cuevas, en el sector noroccidental del valle de Punilla y a escasa distancia de los faldeos que dan acceso a los pastizales de la pampa de Olaen (Figura 2). En este sector del valle los terrenos agrícolas son pequeños y discontinuos. Se trata de un alero de grandes dimensiones: 16 m de frente, 3 m de fondo y 3 m de altura máxima. A nivel superficial se identificó un mortero fijo, mientras que se señala la existencia de otros dos en las proximidades del abrigo (González 1949). En el espesor del sedimento se detectaron numerosos fogones asociados a abundantes huesos de animales, algunos de ellos parcialmente carbonizados. Los más frecuentes se atribuyeron a Lama guanicoe, Ozotoceros bezoarticus, Mazama sp., Chaetophractus villosus, Rhea americana y Tupinambis teguixin. Dentro del conjunto lítico se destacan puntas de proyectil triangulares sin pedúnculo y triangulares con pedúnculo y aletas. Se hallaron varias conanas, manos de conana y un adorno pulido. El instrumental de hueso comprende dos puntas de proyectil enteras, algunos perforadores y diferentes artefactos de uso desconocido. Se identificaron numerosos fragmentos de recipientes cerámicos y cinco torteros, tres de ellos lisos y dos con decoración incisa. Finalmente, se localizó un enterratorio de un individuo adulto en posición flexionada, además de restos dispersos de un individuo adulto y otro infantil.

Por último, el sitio Abrigo de los Chelcos es un alero localizado en el sector oriental del valle de Tránsito, próximo al faldeo occidental de las Sierras Grandes (Figura 2). Se ubica en un sector de quebradas y lomadas bajas, con distribución discontinua de terrenos agrícolas de reducidas dimensiones. Tiene 8,5 m de largo, 1 m de altura desde los sedimentos actuales y 2,8 m de profundidad, con una superficie cubierta de 15 m2. En bloques rocosos ubicados en las proximidades se localizaron cuatro morteros fijos (González y Crivelli 1978). Se efectuaron excavaciones en el interior del abrigo y en el talud exterior, que permitieron a los autores distinguir dos componentes ocupacionales, uno precerámico y otro cerámico. Los conjuntos artefactuales atribuidos al último componente incluyen puntas de proyectil triangulares pequeñas, pedunculadas y apedunculadas, útiles líticos informales, núcleos, desechos de talla, cuchillos elaborados en rocas esquistosas, una cuenta de collar, manos de conana y un fragmento de bola. El material cerámico comprende fragmentos de recipientes, uno de ellos correspondiente a una vasija de forma restringida y contorno compuesto. Se identificó un útil de hueso de uso desconocido. La arqueofauna incluye restos asignados a Lama sp., Cervidae, Ctenomys sp., Microcavia australis, Chaetophractus sp., Tupinambis sp. y cáscaras de huevo de Rheidae. Se identificaron tres enterratorios, dos de ellos muy incompletos por remociones anteriores, que los autores atribuyen por consideraciones estratigráficas al componente precerámico. Sin embargo, y aún cuando no se detectaron fosas, se plantea la posibilidad que correspondan a la ocupación tardía, la cual pudo producir una penetración en los niveles del componente precerámico al remover los sedimentos para efectuar las inhumaciones. Como se ha visto, la presencia de enterratorios es un rasgo frecuente en las ocupaciones tardías de este tipo.

Este conjunto de sitios indica que los poblados no fueron los únicos contextos de actividad doméstica -y seguramente productiva- dentro de los valles y piedemontes serranos. Los mismos registran la apropiación de pequeños espacios cultivables dentro de las quebradas tributarias, seguramente efectivizada por pocos individuos que, con frecuencia, aprovecharon abrigos rocosos con fines habitacionales. Los diferentes restos recuperados se relacionan con la ejecución de actividades características de los espacios domésticos e incluyen rasgos distintivos como la incorporación de enterratorios.

La presencia de sitios que pueden ser considerados poblados o viviendas dispersas, en articulación con tierras agrícolas ubicadas en diferentes situaciones microtopográficas y ambientales -fondos de valle abiertos, piedemontes, quebradas tributarias, etc.-, parece ajustada con las descripciones históricas que mencionan la distribución dispersa de la población serrana y sus parcelas agrícolas. Entre ellas, la que figura en la Relación Anónima:"...son los pueblos chicos, quel mayor terná hasta cuarenta casas y hai muchos de á treinta y á veinte y á quince y á diez y á menos... son grandes labradores, que en ningun cabo hay aguas ó tierra bañada que no la siembren por gozar de las sementeras..." (Berberián 1987: 227).

DISCUSIÓN

De acuerdo al conjunto de información que se presentó en este trabajo interesa analizar, en esta oportunidad, tres fenómenos íntimamente relacionados, intentando mostrar su centralidad para la comprensión de los procesos sociales del período prehispánico tardío.

En primer lugar, la existencia de mecanismos de segmentación asociados al crecimiento de los grupos, los cuales dan cuenta de la distribución dispersa de la población y de cierto equilibrio en el tamaño de los poblados. Se trata, por cierto, de un fenómeno ampliamente extendido, al que se ha apelado con frecuencia para la interpretación de situaciones arqueológicas, en particular relativas a sociedades agrícolas y/o pastoriles de pequeña escala (Flannery 1976; McAndrews 2001; Nielsen 2001; Tarragó 1996; Vargas Arenas 1990, etc.).

En el caso tratado aquí se puede observar la situación de los grandes fondos de valle, donde la concentración de tierras agrícolas no coincidió con la formación de grandes poblados o centros regionales, sino con su ocupación por pequeños caseríos próximos aunque separados. Este patrón se ajusta satisfactoriamente a las expectativas de un modelo de segmentación alcanzado un punto crítico de crecimiento.

Las fuentes históricas locales registran la continuidad de este proceso durante los primeros años del régimen colonial, al mencionar el surgimiento de nuevos poblados por la separación de "parcialidades", en general ante circunstancias de conflicto y tensión internos. Un testigo del valle de Salsacate señalaba en un pleito que Chilahene "...es una parsialidad que estava poblado en el pueblo Niclistaca que todos son de un pueblo con el cacique toniche y questa parsialidad tuvo pesadumbre con toniche y se salieron del dicho pueblo y se fueron a poblar a un sitio que se llama pulmahalon..." (AHC, E1, L6, E5, citado por Martín de Zurita 1983: 118). En la zona de Copacabana, aledaña al sector serrano central, otro testigo declaraba que "...antes solían estar todos juntos con los demás caciques que están divididos agora al presente; que por muchos hechizos con que se mataban, se dividió cada parcialidad a sus chácaras..." (AHC, E1, L3, E3, citado por Cabrera 1931: 108).

La segmentación asociada al crecimiento de los grupos fue inseparable de la reproducción de una agricultura de pequeña escala, a través de la apropiación productiva de nuevas tierras. En años recientes, se han logrado avances en el estudio de la agricultura prehispánica, a pesar de las dificultades surgidas de la ausencia de evidencias arquitectónicas superficiales -i.e., cuadros de cultivo, andenes, represas, canales- o de la escasa o nula recuperación de macrorrestos vegetales en las excavaciones.

La información disponible señala el empleo de diferentes cultígenos como el maíz (Zea mays), dos variedades de poroto (Phaseolus vulgaris y P. lunatus) y zapallo (Cucurbita sp.; López 2007)3. Por su parte, el emplazamiento de los poblados, viviendas dispersas y quizás algunas ocupaciones discretas en tierras potencialmente cultivables (Medina y Pastor 2006; Roldán 1999; Roldán y Pastor 1997), sugiere la instalación de parcelas en distintos tipos de terreno, caracterizados por diferentes condiciones para la producción agrícola. Los pequeños espacios cultivables dentro de las quebradas tributarias, por ejemplo, retienen por más tiempo la humedad en los suelos y son menos afectados por las heladas que los fondos de valle.

La dispersión de parcelas o la ausencia de obras de infraestructura también son rasgos característicos de la agricultura nativa de los primeros años del régimen colonial, así como de la que aún se practica en algunos sectores de las sierras (Berberián y Roldán 2003; Medina y Pastor 2006; Ochoa de Masramón 1977; Piana de Cuestas 1992). Las fuentes históricas de fines del siglo XVI y principios del XVII mencionan el empleo de diferentes cultígenos -"maíz", "frijoles", "zapallos", "quinua", "maní", "camote"-, así como la existencia de chacras dispersas aprovechando diferentes tipos de terreno -"cañadas", "huaycos", "laderas de cerros"-.

El uso de policultivos y la dispersión de parcelas agrícolas pueden ser entendidos como una estrategia para enfrentar numerosos factores de riesgo ambiental, algunos de ellos de acción localizada y otros con potencialidad de afectar diferencialmente a los distintos terrenos -i.e., tormentas de granizo, plagas, heladas, sequías-. Piana de Cuestas (1992) cita el ejemplo de los caciques de Saldán, en el piedemonte oriental de las Sierras Chicas, quienes en un pleito de 1586 debían justificar la posesión de tierras que no cultivaban habitualmente. Ellos declararon que al no contar con regadíos debían ubicar las chacras en diferentes lugares, según "como van los años", para poder obtener cosechas (AHC, E1, L1, E10, citado por Piana de Cuestas 1992: 44).

Los pequeños agricultores actuales enfrentan estos factores de riesgo utilizando variedades de maíz con distintos ritmos de maduración y dispersando los campos de cultivo. La fecha de inicio de la temporada de lluvias determina la cantidad de parcelas roturadas. Si comienza a llover a principios de Septiembre se siembran varias chacras; si las lluvias se retrasan hasta fines de Noviembre, el ciclo agrícola debe ser interrumpido (Medina y Pastor 2006). Sin dudas, los elevados niveles de pérdida caracterizan a estos pequeños sistemas productivos. Piana de Cuestas (1992) ha estimado que durante las primeras décadas del régimen colonial existieron crisis agrícolas en uno de cada tres años, originadas por el accionar aislado o en combinación de algunos de los mencionados factores.

Las definiciones del período tardío han resaltado discontinuidades con el proceso precedente, como la introducción de la agricultura y las técnicas alfareras, o el desarrollo de una vida estable en aldeas. Sin embargo, estas afirmaciones deben ser cuidadosamente evaluadas. La adopción de prácticas agrícolas y la generalización en el empleo de la tecnología cerámica fueron fenómenos contemporáneos en las Sierras Centrales, aunque desde varios siglos antes existieron antecedentes de una limitada utilización de recipientes cerámicos y probablemente de la circulación de cultígenos4.

Los poblados y viviendas dispersas, por su parte, no fueron los únicos contextos de actividad doméstica, ya que se han reconocido numerosas ocupaciones estacionales en entornos inapropiados para el desarrollo de la agricultura prehispánica, como los pastizales de altura. Las mismas pueden ser ligadas a fenómenos de dispersión vinculados a la ejecución de diferentes prácticas extractivas5. La presencia de estos sitios relativiza el alto grado de sedentarismo asociado a la ocupación de los poblados tardíos, así como la centralidad económica de la producción agrícola.

Por el contrario, la agricultura prehispánica parece haber formado parte de una economía mixta, que paralelamente implicó una importante intensificación de las prácticas de caza y recolección, en buena medida inseparables de los fenómenos de dispersión estacional. Se debe considerar que la articulación de los distintos ambientes serranos a través de una alta movilidad y de cambios estacionales en los niveles de agrupamiento comprendería rasgos organizativos persistentes, que favorecieron la especificación del modo de vida serrano (sensu Vargas Arenas 1990), al menos desde fines del Holoceno medio (Pastor 2007). En tal contexto, las actividades productivas constituyeron un complemento económico cuyo desarrollo no demandó ni dio lugar a grandes concentraciones ni movilizaciones de fuerza de trabajo, sino a la dispersión poblacional y la roturación continua de nuevas tierras.

Un tercer fenómeno asociado a la segmentación de poblados y al desarrollo de la agricultura serrana fue el sostenimiento de un escenario de alta fragmentación política, con considerables limitaciones para el surgimiento de jerarquías locales o regionales. Lamentablemente, las dificultades inherentes al estudio del proceso sociopolítico no son menos considerables que las relativas a las actividades agrícolas. Las mismas se relacionan con la falta de estudios específicos y con deficiencias en el registro de evidencias fundamentales para tal evaluación, como la estructura de los poblados y las prácticas mortuorias.

Las características del patrón de asentamiento confirman, no obstante la existencia de pequeñas comunidades similares entre sí, al tiempo que niegan fenómenos de integración multi-comunitaria o de formación de centros políticos regionales. Por su parte, la presencia de adornos de hueso o caracol, usados como collares u ornamentos en las vestimentas, y que sólo ocasionalmente se incorporaron a los enterratorios, no parece consistente con un escenario de surgimiento o consolidación de desigualdades sociales estructurales.

La documentación colonial temprana describe una población serrana dividida en pequeñas comunidades que se apropiaban colectivamente de tierras agrícolas, montes, aguadas y territorios de caza, exhibiendo un alto nivel de autonomía política y económica. Como sintetizaba un testigo en un pleito en la zona de Copacabana: "...ser cosa notoria en esta tierra que ningún pueblo que tenga cacique señalado no es sugeto a otro cacique ni pueblo; de lo qual viene a ser gente de tanta bejetría... que no obedecen un pueblo a otro ni un cacique a otro, sino que teniendo nombre de pueblo e cacique, se apartan unos de otros como cosa distinta y de por sí..." (AHC, E1, L2, E2, citado por Cabrera 1931: 96). Por otro lado, las referencias a uno, dos y hasta tres caciques "principales", junto a varios "secundarios", sugieren que el ejercicio de la autoridad dentro de las comunidades estaba repartido entre diferentes personas (Montes 1950, 1956).

Esta tendencia a la fragmentación no representa, sin embargo, más que un aspecto del proceso sociopolítico, del mismo modo en que la agricultura sólo comprende una parte de la economía tardía. La introducción de prácticas agrícolas en las Sierras Centrales no sólo fue acompañada por la generalización en el uso de la tecnología cerámica o una probable disminución de la movilidad residencial. Este proceso estuvo unido, además, al desarrollo de una esfera de actividad colectiva ligada a la apropiación, procesamiento y consumo de recursos silvestres, tanto en los pastizales de altura como en los entornos chaqueños circundantes, y cuyo testimonio son los ya mencionados sitios de propósitos especiales cuyas ocupaciones pueden ser interpretadas de acuerdo las descripciones históricas de "juntas" y "borracheras" (Pastor 2005a)6.

Con relación a los fenómenos de dispersión estacional a los que se hizo referencia más arriba, estas ocupaciones grupales representan modalidades probablemente alternativas y complementarias de apropiación de los recursos silvestres, al tiempo que sugieren un escenario de intensificación económica a lo largo del período tardío. Por otra parte, y a diferencia de los procesos de segmentación, las "juntas" darían cuenta de fenómenos de integración política que pueden ser vinculados a crecientes relaciones de competencia territorial.

La reproducción del escenario definido por una población dispersa, una economía mixta y una elevada fragmentación política debió depender, en forma progresiva, de la integración de las comunidades en una red de alianzas y colaboraciones, posiblemente expresada en términos de parentesco y reafirmada periódicamente mediante la realización de festejos. Según la ya citada declaración del testigo del valle de Salsacate, una vez que la parcialidad de Chilahene se separó del pueblo de Niclistaca para instalarse en Pulmahalon, dada su "pesadumbre" con el cacique Toniche, "...volvieron a conformarse y siempre se juntaron a sus fiestas de un pueblo con el otro..." (AHC, E1, L6, E5, citado por Martín de Zurita 1983: 118).

CONSIDERACIONES FINALES

El avance de las investigaciones ha fortalecido la imagen del período tardío como un escenario en el que se desplegaron cambios y continuidades socioculturales, cuya percepción resulta obstaculizada por insuficiencias en la documentación arqueológica y dificultades unidas al empleo de categorías como "sociedades cazadoras-recolectoras" o "agricultoras de pequeña escala". Estas últimas favorecieron una representación dicotómica y en buena medida apriorística de las sociedades tardías en relación a las de períodos precedentes, que no practicaban la agricultura ni utilizaban -o utilizaban muy limitadamente- la tecnología cerámica. Sin embargo, y aún cuando resulta innegable que la expansión de la agricultura serrana conllevó una discontinuidad fundamental, ésta no puede ser separada de procesos de mayor escala, que implicaron una sostenida intensificación económica, al menos, desde mediados del Holoceno medio.

La organización de las prácticas extractivas durante el período tardío muestra significativas transformaciones -como la consolidación de los contextos grupales de consumo-, pero se debe considerar que estos fueron inseparables de mecanismos persistentes como los fenómenos de dispersión estacional, que se citan como un rasgo definitorio de la evolución del modo de vida serrano, entre mediados del Holoceno medio y los primeros años del régimen colonial. Ambos contextos de apropiación y consumo de recursos silvestres dan cuenta de la continuidad del referido proceso de intensificación, aunque a partir de este momento en el marco de la conformación de una economía mixta agrícola-cazadora-recolectora.

Este trabajo se limita a un breve repaso de una parte de la información arqueológica e histórica relativa al sector central de las Sierras de Córdoba y a una definición preliminar de los procesos sociales del período prehispánico tardío7. A pesar de la marcada -y por el momento inevitable- generalidad de tales propuestas, se espera que las mismas puedan favorecer mayores profundizaciones en futuros estudios.

NOTAS

1 Haciendo igualmente referencia al carácter semi-subterráneo de las viviendas de los habitantes de las Sierras de Córdoba, Diego Fernández "El Palentino" señalaba que "...viven estos indios en cuevas debajo de tierra, de suerte que, aunque lleguen a los pueblos, no se parecen sino por los maizales..."; citado por Berberián (1987: 53).

2 De acuerdo a los resultados de prospecciones efectuadas en diferentes sectores, un mayor número de sitios tardíos resulta innegable, aún cuando las condiciones que suelen permitir la detección de sitios multi-componentes sugieren una baja visibilidad para muchas ocupaciones pre-tardías, dada la reocupación de los mismos lugares. De todos modos, existen otros sólidos indicadores de la expansión de las sociedades tardías, por ejemplo, en cuanto a los términos de apropiación de los recursos del pastizal de altura.

3 Se identificaron fitolitos de maíz en sustancias adheridas a fragmentos cerámicos y conanas en C.Pun.39 -valle de Punilla-. En Arroyo Tala Cañada 1 -valle de Salsacate-, C.Pun. 39 -Punilla- y Puesto La Esquina 1 -pampa de Olaen- se recuperaron semillas carbonizadas de Phaseolus vulgaris y P. lunatus. En los últimos dos sitios también se registraron macrorrestos pertenecientes a maíz (López 2005, 2007; Medina y López 2005). Como se mencionó anteriormente, se hallaron fitolitos de maíz, poroto y zapallo asociados a surcos enterrados en el sitio Arroyo Tala Cañada 1 (López 2007).

4 Los contextos datados entre ca. 2000 y 1500 AP se caracterizan por la presencia de escasos fragmentos cerámicos (Austral y Rocchietti 1995; Gambier 1998), o bien por la ausencia de este tipo de materiales (Rivero 2007). Los contextos conocidos para el período 1500-1200 AP sugieren una generalización en el empleo de recipientes cerámicos (Gambier 1998; Pastor 2007). Con respecto a la circulación de cultígenos, se reconocieron fitolitos de maíz en asociación al tártaro dental de un individuo inhumado en el sitio Cruz Chiquita 3, en el valle de Salsacate. A partir de la fracción de colágeno de una muestra ósea se obtuvo una datación pre-tardía: 2466 ± 51 C14 AP (AA- 68146; dC13= -16,1‰; 763-676 cal BC [ p= ,27]; 674-410 cal BC [ p= ,73]; calibrado a 2 sigma con el programa CALIB 4.3 [ Stuiver y Reimer 2000]). El valor de dC13 es consistente con una dieta mixta que incluyó plantas de patrón fotosintético C4, probablemente maíz (Novellino et al. 2004). Por otra parte, se conoce el resumen de una presentación en un taller en el que se menciona evidencia radiocarbónica e isotópica obtenida sobre muestras de colágeno de nueve individuos de la región, datados entre ca. 4500 y 300 AP (Fabra et al. 2006). Sintéticamente, se plantea que en el momento más tardío, posterior a ca. 2000 AP, se observa un incremento en el consumo de plantas C4.

5 El patrón de asentamiento en los ambientes serranos de altura difiere con respecto al descrito para los valles y piedemontes circundantes. Algo más del 80% de los sitios identificados, sobre una muestra próxima a los 90 casos, comprende pequeñas ocupaciones en abrigos rocosos, aparentemente efectuadas por pocos individuos. Se han recuperado residuos característicos de actividades de tipo doméstico: útiles de molienda, fragmentos pertenecientes a recipientes cerámicos de distintas formas, instrumentos líticos informales y desechos de talla, puntas de proyectil y preformas y restos faunísticos relacionados con el consumo de grandes herbívoros -guanacos, venados de las pampas- y fauna menor -roedores, armadillos- (Pastor 2005b, 2007).

6 Las juntas y borracheras, también referidas como "convites", "fiestas", "regocijos" o reuniones destinadas a "holgarse", estuvieron estrechamente relacionadas con algunas cacerías y, fundamentalmente, con la recolección de la algarroba. Durante el período colonial temprano fueron el principal contexto de integración comunitaria de la población nativa, lo cual justificó el establecimiento de diversos mecanismos de control por parte de autoridades civiles y eclesiásticas. Las mismas fueron inseparables del consumo ritual y festivo de alimentos y bebidas, así como del establecimiento de alianzas intergrupales para la defensa territorial (Arana 1999; Castro Olañeta 2002; Noli 1999; Piana de Cuestas 1992; Quiroga 1999).

7 Es decir, aquella referida a los valles y piedemontes que circundan a las Sierras Grandes. La información arqueológica proveniente de los ambientes serranos de altura, así como los modelos relativos a su ocupación, no son tratados en detalle en este artículo.

Agradecimientos

Estas investigaciones fueron concretadas gracias al apoyo económico del CONICET (beca doctoral a SP y subsidio PIP N° 02433 a EB). Timothy Jull (NSF Arizona AMS Facility) y National Science Foundation (Grant EAR01-15488) colaboraron en la realización de dataciones radiocarbónicas. Deseamos expresar nuestro reconocimiento a los integrantes de la Cátedra de Prehistoria y Arqueología (Universidad Nacional de Córdoba), quienes participaron en los trabajos de campo y laboratorio, en el análisis y en la discusión de los aspectos interpretativos.

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