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Intersecciones en antropología

versión On-line ISSN 1850-373X

Intersecciones antropol. v.10 n.2 Olavarría jul./dic. 2009

 

ARTÍCULOS

Individualización, dilemas de la maternidad y desarrollo laboral: continuidades y cambios

María Victoria Castilla

María Verónica Castilla. Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), sede Distrito Federal. Juarez 222, Col. Tlalpan Centro, Del. Tlalpan, Distrito Federal, México. E-mail: vickycastilla@yahoo.com.ar

Recibido 19 de Octubre 2008.
Aceptado
22 de Mayo 2009

RESUMEN  En este texto, se analizan los procesos de individualización y de reflexividad en relación con los límites entre los espacios público y privado, específicamente, los dilemas que enfrentan las mujeres entre la maternidad y el desarrollo laboral en el marco de las sociedades modernas contemporáneas. Se abordarán las transformaciones en la esfera de la intimidad de las mujeres madres trabajadoras de nivel socioeconómico medio y sus implicaciones en las relaciones familiares. El objetivo, consiste en analizar cuáles son los componentes estructurales (sociales y económicos) que influyen en las experiencias y sentidos que las mujeres madres trabajadoras atribuyen a la maternidad y cómo éstas dan sentido a la maternidad, la familia y el trabajo.

Palabras clave: Maternidad; Desarrollo laboral; Individualización; Reflexividad.

ABSTRACT  INDIVIDUALIZATION, MATERNAL DILEMMAS AND LABOR DEVELOPMENT: CONTINUITIES AND CHANGE. In this paper, the processes of individualization and reflexivity in relation to the social and economics limits between the private and public spheres are analyzed, and specifi cally the emerging dilemmas arising between maternity and labor development in contemporary societies. The transformations in women’s private spheres in working mothers of medium socioeconomic level and the implications for family relations are examined. The objective of the paper is to analyze the structural components that influence the experiences and meanings that working mothers attribute to work, maternity and family.

Keywords: Maternity; Working mothers; Individualization; Reflexivity.

INTRODUCCIÓN

En este texto se analizan los procesos de individualización y de reflexividad en relación con los límites entre los espacios público y privado. Específicamente, los dilemas que enfrentan las mujeres entre la maternidad y el desarrollo laboral en el marco de las sociedades modernas contemporáneas. El objetivo, consiste en analizar cuáles son los componentes estructurales (sociales y económicos) que influyen en las experiencias y sentidos que las mujeres madres trabajadoras atribuyen a la maternidad y cómo éstas deciden acerca la maternidad, la familia y el trabajo. En los últimos años, hemos sido testigos de un creciente debilitamiento de las formas de vida "tradicionales" en el marco de una sociedad cambiante. En este contexto, donde el proceso de individualización es fuerte, el fracaso tiende a adquirir el carácter de una experiencia personal y las crisis económicas y sociales empiezan a ser analizadas como crisis personales perdiendo su dimensión social (Guzmán 2002). La maternidad no escapa a esta última tendencia. Las experiencias de maternidad en la actualidad, se han visto afectadas por el creciente proceso de individualización que caracteriza, según diversos autores, la modernidad tardía, y que permea distintos ámbitos de nuestra vida cotidiana (Bauman 2001; Beck y Beck- Gersheim 2003; Giddens 2001)

Las decisiones, los peligros, las ambivalencias de la maternidad que antes estaban definidas en gran medida por el grupo familiar o la comunidad y que se erigían sobre unas reglas claras, ahora se ven sujetas a una mayor ambigüedad e incertidumbre: las madres tienen mayor margen para cuestionar y, al mismo tiempo, una mayor oferta para escoger. En este proceso, se han transformado en actrices ineludibles en la conformación de sus propias biografías e identidades de maternidad, de sus prácticas, creencias y conocimientos.

Una manera por la que estas mujeres dan coherencia a las experiencias de su maternidad individualizada, tal vez podría respaldarse en la libertad1 que tienen de construir y de reflexionar su propia vida. En el mundo actual, la maternidad se transforma en una experiencia reflexiva, que no por ello es ajena e inmune a los componente estructurales -sean estos sociales, políticos o económicos- que la limitan. En esta etapa de la modernidad, una mujer elige ser madre y eso que elige es algo poco más o menos definitivo pero, a su vez, la maternidad como gran idea de una relación con un hijo se encuentra "desincrustada" (Bauman 2001) de las manos sociales para reincrustarse en prácticas y significados. Se trata de un desarraigo e individualismo que dificulta que la madre tenga tiempo y espacio para reflexionar y que sea capaz de construir una biografía narrativa. Las madres en particular -y los individuos en su mayoría- han pasado a estar desincrustados de la seguridad de "lo normal" estipulado y, para tener que decidir a cada momento, requieren de recursos o activos de diversos tipos.

En este escenario, los cambios en las condiciones laborales y la mayor participación de la mujer en la fuerza laboral, obliga a éstas, si son madres, a tener que recurrir a recursos como la familia o instituciones de cuidado infantil. El incremento del trabajo femenino, en especial en la población correspondiente al nivel socioeconómico medio, es unos de los indicadores más claros del cambio en la posición de las mujeres. La década de 1970 evidencia en Argentina un aumento en el número de mujeres participando de la fuerza laboral que se intensifica en la década de 1990 (Wainerman 2005), conformando nuevas mujeres trabajadoras y nuevas opciones de maternidad.

La información que se presenta, forma parte de una investigación mayor que tiene por objetivo analizar las continuidades y los cambios en las expresiones del ejercicio de la maternidad y los sentidos atribuidos a la misma, en un escenario específico: la ciudad de La Plata.2 Los resultados presentados se basaron en la información recabada y analizada de 29 entrevistas en profundidad a madres platenses de nivel socioeconómico medio de dos generaciones. Se realizaron 14 entrevistas en profundidad a jóvenes mujeres que fueran madres y que cumplieran los siguientes requisitos: tener edades entre los 25 y los 30 años; tener un hijo o hija menor de 5 años y mayor de 1 -que nacieron en la década de 2000-; ser residentes en la ciudad de La Plata (Argentina). Asimismo, se realizaron otras 14 entrevistas en profundidad a mujeres que fueron madres jóvenes durante la década de 1970 y que al momento del nacimiento de su primer hijo compartían las mismas características de residencia y de nivel socioeconómico que las mujeres del grupo anterior.

INDIVIDUALIDAD, MATERNIDAD Y ORGANIZACIÓN FAMILIAR

En este apartado se desarrolla un análisis teórico crítico de la literatura que aborda lo que se considera es uno de los dilemas fundamentales al que se enfrentan la mayoría de las mujeres: tener que elegir entre los intereses laborales y el cuidado de hijos. Todo ello, en el marco de las sociedades modernas contemporáneas, haciendo énfasis en el contexto latinoamericano. Para reconciliar el cuidado hacia otros y los intereses profesionales, las sociedades modernas han intentado dividir al hombre y a la mujer en diferentes categorías morales (hombre-proveedor y mujer-ama de casa). Abordar el tema de la maternidad permite comprender la tensión mencionada debido a que constituye uno de los pilares fundamentales sobre los que se erige la concepción del ser femenino. Actualmente, los cambios sociales han erosionado las estrategias tradicionales -entre ellas las de maternidad- y, a su vez, no ofrecen caminos claros para la creación de otras nuevas.

Lo medular de los nuevos modelos es el distanciamiento de la estabilidad y certeza de la tradición y la apertura a la decisión y a la autoconstrucción en la biografía individual (Beck y Beck-Gernsheim 1990). La familia, la maternidad, el matrimonio y la sexualidad ya no se presentan de manera unívoca, sino que varían de individuo a individuo o de relación a relación, siendo esta tendencia una de las causas de la fragilidad actual de la familia (Flaquer 1998). Sin embargo, considero que no es la única. En el transcurso de las últimas décadas se observan tendencias de cambio significativas asociadas tanto a la estructura familiar, como a los discursos o representaciones sociales que se tejen en torno a la misma.3 Todos estos cambios, son el testimonio de una nueva forma de relación entre individuo y sociedad, de la emergencia de un nuevo tipo de sociabilidad en cuya base está el fenómeno creciente, complejo y sustantivo de la individualización (Esteinou 2004), característico de la modernización reflexiva.

La individualización consiste en la desintegración de formas sociales anteriormente existentes4, reflejado en el colapso de biografías normales, marcos de referencia y modelos o roles estipulados por el Estado (Beck y Beck-Gernsheim 2003: 38-39). Posee un carácter dinámico, que implica que los nuevos arreglos sean contingentes a las relaciones laborales, familiares o sociales establecidas entre los individuos. Más que de un hecho único e inamovible presente en las sociedades contemporáneas, se trata de procesos de individualización en los que confluyen factores de orden socio-económico, político, cultural, e incluso inherentes al propio devenir de la modernidad.

A través de la participación en el mercado laboral, el estado de bienestar e instituciones como la familia, la gente entra en una red hecha de regulaciones que condicionan sus experiencias biográficas. El rasgo distintivo de la sociedad en la modernidad reflexiva (Beck y Beck-Gernsheim 2003), es que ahora estas regulaciones deben ser decididas por los individuos mismos, importadas a sus biografías mediante sus propias acciones. Por ello, se plantean la "desrutinización de lo mundano", que da cuenta del hecho que las certidumbres se han fragmentado y que la biografía normal, se ha convertido en una biografía electiva, en una "biografía reflexiva" (Giddens 2001).5

Llevando estas argumentaciones teóricas a un ejemplo concreto, podemos decir que en Argentina, efectivamente, los individuos hoy tienen mayor libertad sobre sus compromisos tradiconales respecto de las generaciones previas.6 Asimismo, que se encuentran separados de sus redes de apoyo y que (algunos) suplen esta carencia en el mercado u otras instituciones del Estado o no gubernamentales. Sin embargo, en Argentina la respuesta de los individuos no puede pensarse como homogénea debido a las grandes desigualdades socio-económicas presentes en la población, población, acentuadas profundamente en los últimos años. A pesar de que la individualización implica un aumento de la autonomía personal, la existencia privada individualizada cae crecientemente bajo la dependencia de situaciones y condiciones que se hallan completamente fuera de su alcance (Beck y Beck-Gernsheim 1990). Por ello, con casi un 40% de pobres que en su mayoría no terminan los estudios secundarios (los 12 años de educación escolarizada), es preciso considerar las condiciones de vida que permiten a los individuos reflexionar sobre sus propias vidas.

En un análisis sobre los desafíos de un desarrollo humano en América Latina, Lechner (2005) señala que, efectivamente, uno de los cambios más importantes, considerando la tradición comunitaria en la región, es la creciente individualización. Las oportunidades de expandir la libertad individual son notorias por doquier, especialmente entre los jóvenes. No obstante, no todos alcanzan a disfrutarlas. Considerando que no hay individuo al margen de la sociedad, la individualziación depende de las opciones y los recursos que ofrece la sociedad en determinada época histórica7. Para el autor, la transformación del mercado como principio organizativo de la vida social implica no sólo una transformación económica sino un proyecto cultural, en la medida en que propone un cambio deliberado de las prácticas y representaciones de la convivencia. En concreto, se refiere a la expansión del mercado que impone una "individualización" de la responsabilidad y una flexibilización del vínculo social, que modifican drásticamente las formas de "vivir juntos". Así, "libertad de elegir" del consumidor no está restringida a la elección de bienes y servicios; ella se encuentra incorporada a un nuevo imaginario colectivo.

La imagen del individuo consumidor permite la posibilidad de escoger el número de hijos que se desean tener, su religión o sus costumbres sexuales. Esa libertad de elección, es reforzada aún más por la flexibilización en el mercado de trabajo y favorece una "informalización" también en otros campos, como por ejemplo, las relaciones afectivas de pareja o de pertenencia asociativa. De esta forma, la noción de consumo pone el énfasis en las capacidades del individuo, al mismo tiempo que relativiza las normativas tradicionales. Sin embargo, la lógica del costo-beneficio característica de las relaciones mercantiles no abarca a las relaciones familiares. El cálculo frío y confiable de las pérdidas y ganancias permanece con obstinación y contundencia fuera del alcance y comprensión de los padres. Sobre todo los futuros padres, quienes al decidir tener un hijo optan por aceptar la pérdida de la independencia, el compartir los horarios entre el hijo y el trabajo. Las mujeres, incluso escogen trabajos de medio tiempo o dejar de trabajar por cuidar de ellos. Las alegrías de la maternidad y de la paternidad se corresponden con las aflicciones del autosacrificio y el temor a peligros desconocidos (Bauman 2005). Ahora bien, la mercadotecnia desarrollada en torno al cuidado y provisión de bienestar de los niños ha ganado un espacio sin precedentes en el mercado global. Sobre todo las madres, están dispuestas a servirse de sí mismas sacrificando parte de su tiempo, dinero, sueños y esfuerzos en pos del bienestar de sus hijos y, todo ello, sin garantías que las amparen. Detrás de este esquema de cuidados y reproducción, se asientan relaciones de poder. Cuando no hay políticas de estado que permitan conciliar el trabajo y la maternidad o redes de apoyo, las mujeres deben procurarse "soluciones biográficas a problemas producidos socialmente" (Bauman 2005: 66). En Argentina, en la actualidad, el recurrir al mercado es una posibilidad que sólo la poseen aquellos sectores de la sociedad que tienen los recursos suficientes y necesarios para ello. Las madres pobres, no cuentan con ese beneficio y, por ello, el recurso del mercado para proveer bienestar a los hijos (educación, salud, alimentación, vestimenta), se transforma en una quimera.

Lechner (2005) identifi ca dos transformaciones culturales. La primera, consiste en que han cambiado las experiencias que la gente hace de la convivencia en sociedad. Hoy, se establecen relaciones más flexibles y, por lo tanto, se genera una trama social más tenue y frágil. Asimismo, se vivencian ambivalencias y ambigüedades que atraviesan la actividad diaria. Las decisiones sobre "qué hacer" no sólo se hacen más difíciles, sino que se plantean con mucha más frecuencia que en el pasado. La segunda, es que han cambiado las representaciones que la gente suele hacerse de la sociedad. Antaño, ella se la imaginaba como un cuerpo coherente y cohesivo. En comparación con entonces, ahora siente que todo es posible y nada es seguro. Nadie ni nada le ofrece una idea verosímil de la totalidad social y sin ese marco de referencia, no es fácil sentirse parte de un sujeto colectivo.

La conformación y estabilización de las identidades individuales ya no puede descansar sobre las formas anteriores de lo colectivo (la religión, las tradiciones o la nación). Las personas de los estratos económicos más bajos viven la realidad social como un proceso aparentemente todopoderoso que atropella a quien no sepa adaptarse. Asimsimo, si además, carecen de lazos sociales sobre los cuales apoyarse, no queda más que replegarse al mundo de lo privado y a la familia. La individualización sin red (Lechner 1999) tiende a desembocar en una individualización a-social que daña no sólo el tejido social, sino que corroe la imagen que la gente se forma de la sociedad. Es decir, que las profundas desigualdades e inequidades socio-económicas que han caracterizado la historia reciente de las sociedades latinoamericanas, complejizan y añaden nuevas dimensiones y especifi cidades a los procesos de individualización que hoy tienen lugar, y a sus efectos sobre la dinámica que asumen las sociedades contemporáneas en estos contextos (cf. Saraví 2007).

En el caso concreto de Argentina -extensivo al conjunto de la región-, en el transcurso de los últimos 50 años, las características y transformaciones que han experimentado el Estado y el mercado de trabajo, obligan a pensar y analizar el proceso de individualización como un proceso heterogéneo, con distintas velocidades, y que ha traído consigo nuevos (y específicos) dilemas y tensiones. Son aspectos clave que también dan su especificidad a la individualización: un estado de bienestar que entra en crisis y en proceso de disolución antes de haberse consolidado y un mercado de trabajo que sufre un proceso de precarización y flexibilización (sobre un trasfondo de amplia informalidad). En la base de los cambios sociales recientes, se ubica el proceso de maduración y transformación de la sociedad industrial, que no sólo dio lugar a un nuevo modelo de desarrollo económico, a un nuevo rol para el Estado y a una nueva configuración de los mercados laborales sino que también implicó cambios en la división genérica tradicional de roles (productor y reproductor).

Cambios sociales y formas de organización familiar

La globalización económica ha trastocado, sin proponérselo, los referentes básicos de la vida social. Uno de estos referentes involucra a la formación de los procesos de identidad, que a su vez impacta en las relaciones familiares. Otro, atañe a la compresión del tiempo y el espacio y a la intrusión de valores y realidades culturales extrañas, distantes, de la cotidianeidad familiar (Guiddens 1995). Estas realidades culturales ajenas pasan a formar parte de los referentes simbólicos que nutren los procesos de identidad individual generando, en ocasiones, contradicciones con las posibilidades de realización en el espacio familiar (Wainerman 2003).

Señala Wainerman (2003) que aún cuando estas transformaciones son más evidentes en los países de Europa occidental, tiene en América Latina expresiones elocuentes. Y continúa planteando que si bien poseen hoy en día una génesis distinta, los procesos de exclusión y marginalidad que ahora motivan la reflexión en el llamado "primer mundo" han sido desde hace tiempo parte intrínseca de la realidad latinoamericana. En este contexto de aceleradas transformaciones económicas, algunos aspectos de la organización doméstica familiar exhiben señales de cambio. El deterioro de las condiciones de trabajo, el aumento de la vulnerabilidad y la pobreza de los hogares, además de las transformaciones demográficas, han contribuido a alejar a los hogares latinoamericanos del modelo tradicional de organización familiar centrado en el jefe-varón proveedor exclusivo, cuyo salario alcanzaba para solventar los gastos de manutención de la familia, y la mujer-ama de casa recluida en el hogar. Mediante la participación en el mercado de trabajo y en el sustento económico de sus familias, muchos sectores de mujeres latinoamericanas han logrado redefinir su papel social más allá de la domesticidad. No obstante, este incremento no se acompañó por una reorganización de los roles genéricos en el hogar (Ariza y de Oliveira 2007).

Al reconocer que la independencia económica de la mayoría de las personas en la sociedad moderna deriva de la remuneración por algún trabajo, la participación en el mercado laboral sienta las bases para el desarrollo de la autonomía personal y la autodeterminación de muchas personas, sobre todo las mujeres. En el ámbito específico de la maternidad, ésta se entrelaza entre la conformación tradicional de la identidad femenina y la emancipación de la misma, dependiendo de la heterogeneidad asociada a la estructura social y etárea. Diversos indicadores y hallazgos de estudios cualitativos soportan esta impresión. Así por ejemplo, en los sectores populares la maternidad sigue siendo una condición casi inevitable del futuro que ven muchas jóvenes; como han mostrado diversos estudios latinoamericanos, producto de la búsqueda y construcción de una identidad con reconocimiento social (Fernández Kelly y Sassen 1995; cf. Saraví 2007; Valdés 2007).

La preponderancia de la responsabilidad femenina sobre la crianza de los hijos aún se mantiene casi igual que en décadas anteriores. Las madres de las madres, las suegras o hermanas siguen participando activamente e influenciando las decisiones de cómo criar a los hijos. Otro elemento de continuidad en las sociedades latinoamericanas que se deriva de distintos trabajos y que parece trascender a los distintos sectores sociales, es la presencia de un imaginario respecto a lo que significa ser una "buena madre", definida como amorosa, que cuida a sus hijos guiada por una esencia "natural" y que realiza una entrega total (en tiempo, dinero y esfuerzos). Una buena madre, debe demostrar a los hijos su amor por ellos, no debe perder los estribos cuando se ve superada en la cotidianeidad de la crianza, debe ser paciente y tolerante, manifiesta su preocupación y lleva a cabo acciones tendientes a promover el bienestar de su bebé. No debe descuidar a sus hijos o no estar pendiente de sus necesidades o no satisfacerlas (García y de Oliveira 1994; cf. Hays 1998; Wainerman 2005).

Sin embargo, no todo sugiere continuidad. Por otro lado, se observa que hoy, a diferencia de las madres de unas décadas atrás, las mujeres parecen tener un mayor margen de acción para decidir cuáles de las recomendaciones toman y cuáles no. Además, la oferta de sugerencias y opciones de maternidad, parece ser más amplia que en el pasado. A la familia, se agrega el mercado y el Estado, ambos con una fuerte presencia de "propuestas" para vivir la maternidad y organizar la vida privada y la pública. También, es cierto que en muchas ocasiones la elección se restringe a lo posible. En pocas palabras, junto a estos cambios que no han modificado la responsabilidad de las madres con respecto al cuidado y crianza de sus hijos, la mayor presencia/ausencia de la familia o las características del vínculo de la madre con su hijo, se advierten modificaciones en algunos de los modelos tradicionales para lograrlo.

Espin-Andersen (1999) ha hecho notar el modo combinado e interdependiente en el que el bienestar es producido y distribuido entre el Estado, el mercado y la familia. Sobre esta base, el autor sostiene que un modelo de bienestar basado en derechos universales garantizados por el Estado, debe apuntar a lograr la "desmercantilización" del bienestar (es decir, que el bienestar de los individuos no dependa del mercado de trabajo), pero también la "desfamiliarización" del bienestar (es decir, que el bienestar de los individuos no dependa de la familia). La desfamiliarización consiste, precisamente, en la puesta en práctica de políticas que disminuyan la dependencia de los individuos respecto de sus familias y que permitan un mayor y más individualizado control de los recursos económicos, con independencia de las reciprocidades y obligaciones familiares y/o conyugales. Ahora bien, la realidad latinoamericana nos indica que, en general, las mujeres dependen de las redes familiares para la provisión de bienestar de ellas y de sus hijos. Es interesante analizar entonces, esta última situación en relación con los cambios en la estructura y formas de organización de la familia y con el rol productivo de las mujeres y su participación en la esfera pública.

Esta situación nos conduce a una ambivalencia central en la segunda modernidad, sobre todo si la analizamos en un contexto como el latinoamericano. Las personas en nuestros ámbitos culturales tienen que vivir sus vidas cotidianas con actitudes, comportamientos y relaciones individuales e institucionales que aparecen como contradictorias. Lo interesante consiste en develar de qué manera damos arreglo a la difícil tarea de econtrar soluciones biográficas a contradicciones sistémicas en las que tenemos que vivir. Las familias se desarrollan entre tradiciones y respondiendo a las nuevas condiciones de la sociedad moderna reflexiva. Esta doble lógica significa que reproducen formas de vida tradicionales y desarrollan nuevas formas. La presencia de la familia como fuente de recursos para afrontar las contingencias de sus miembros y de relaciones de reciprocidad se presenta yuxtapuesto con nuevos deseos de independencia y con la emergencia de nuevas pautas morales.

Junto a ello, se hallan las contradicciones en la función del Estado para brindar bienestar a los ciudadanos. Si por un lado, otorga efectivamente servicios que permiten cierta "desfamiliarización", por el otro, estos son escasos y se encuentran limitados por las condiciones económicas y/o políticas. Algunas transformaciones que son visibles al considerar la sociedad en su conjunto, no se distribuyen de manera homogénea a través de su estructura social, conformando de esta manera, un mosaico de modernidad. Lo anterior, evidencia una paradoja en la que el dominio creciente del Estado social, al procurar al individuo protecciones colectivas, ha actuado como un poderoso factor de individualización. La seguridad de asistencia dispuesta por el Estado, libera al individuo de su dependencia de las comunidades intermediarias que le procuraban las "protecciones de proximidad" (Castel 2006). El individuo se libera en relación con ellas, mientras que el Estado se tornó su principal sostén, es decir, su principal proveedor de protecciones. Así, en palabras de Castel (2006: 85): "la necesidad de protección forma parte de la ‘naturaleza’ social del hombre contemporáneo, como si el estado de seguridad se hubiera vuelto una segunda naturaleza, e incluso el estado natural del hombre social".

En virtud de lo antes expuesto, la familia nuclear no ha dejado de ser la estructura familiar preponderante, tanto en Argentina como en América Latina (cf. García y Rojas 2002; Jelín 1998). El papel de las redes familiares en el cuidado y crianza de los hijos en relación con las diferentes estrategias empleadas por las mujeres que deben dividirse en el trabajo extradoméstico y su rol de madres, sigue teniendo un lugar destacado (García y de Oliveira 1994). En esta línea de argumentación, en los alrededores de la década de 1990, algunos autores señalaron que muchas familias en las que las madres trabajan asalariadamente, recurrían a la red familiar extensa como estrategia (cf. Blanco 1989; Estrada 1995). No obstante, otras investigaciones más recientes, sin negar lo ante dicho, señalan que las redes basadas en las relaciones consanguíneas, sobre las comprendidas dentro de la familia nuclear, comienzan a debilitarse y emergen nuevas composiciones de familias que además gozan de una creciente aceptación social (Arriagada 2005; cf. Sunkel 2006).

Todos estos son factores que acompañan el desarrollo de una sociedad sobre-familiarizada y, que a su vez, es testigo de una institución fracturada y presionada por nuevas expectativas de sus miembros. Estos cambios ocurridos en la intimidad de la vida familiar se reflejan en el aumento de la frecuencia de disoluciones matrimoniales, la postergación de la edad matrimonial, el incremento de las uniones libres, la disminución de las tasas de fecundidad, y una proporción creciente de niños que nacen fuera del matrimonio.8

Sin embargo, junto a estas tendencias asociadas con los procesos de individualización que caracterizan la modernidad tardía, y que no son extraños en nuestras sociedades, también encontramos fuerzas contrapuestas. Como han notado diversos autores críticos, la individualización no ha significado una desincrustación total de los actores, y en particular de la construcción de sus experiencias biográficas, ni es inmune a las desigualdades sociales, que en el caso de América Latina adquieren dimensiones notables (Rustin y Chamberlyne 2002; Saraví 2007). La familia sigue teniendo peso propio y nuevas esferas intervienen con mayor presencia sobre la experiencia de la maternidad, como lo son el mercado y el Estado. Por otro lado, las posibilidades de decisión y las mismas capacidades reflexivas están fuertemente influenciadas por los recursos, oportunidades y constreñimientos correspondientes con valores morales a que se ven sujetas las madres provenientes de distintos sectores sociales.

EL DESARROLLO LABORAL Y LOS DILEMAS DE LA MATERNIDAD

En la reconciliación del trabajo con la vida familiar, se plantean directamente dos metas importantes, tanto para las madres como para la sociedad: la capacidad de participar plenamente en el mercado laboral generando ingresos, pero también buscando la realización en la vida social moderna; y la posibilidad de procurar lo mejor para los hijos, con el cuidado y la educación que requieren en el marco de una sociedad cada vez más competitiva y orientada al mercado. Principalmente, esto sucede en las madres del nuevo milenio. Al sentir que no es alcanzable el equilibrio deseado entre el trabajo y la familia, las mujeres ajustan su conducta familiar y deciden no tener hijos hasta una edad avanzada9, dejar los trabajos o postergar la dedicación a sus carreras profesionales. Algunas no forman parte de la fuerza laboral aunque tengan oportunidades de empleo, porque prefieren dedicarse de tiempo completo al cuidado de los hijos. Las nuevas madres presentan cambios en las formas en que ejercen su maternidad. Valoran la participación del padre en aquellas actividades indelegables de la crianza y abogan por continuar con sus vidas sociales y proyectos individuales, inter-dependientemente con la maternidad.10

En la mayoría de las madres jóvenes entrevistadas, estos cambios alteran las formas en que se estructuran y organizan las familias, algunos de los cuales, producen nuevos dilemas morales. Por ejemplo, hay mujeres que se encuentran obligadas a ser económicamente autosuficientes incluso cuando continúan teniendo la responsabilidad del cuidado de los hijos/as. Las nuevas madres entrevistadas, cuentan con un gran acervo de información respecto al cuidado y atención de los hijos/as y miran hasta los más mínimos detalles que puedan ser indicadores de aciertos o fracasos en las decisiones que han tomado en el ejercicio de su maternidad. Son pocas las tradiciones o normas que les indiquen qué escoger entre todas las alternativas y, por eso, buscan nuevas formas de definir cómo debe ser el cuidado, a la vez que reproducen aspectos de lo que hicieron con ellas cuando fueron niñas.

Los escenarios sociales de acción que deben enfrentar son definidos por ellas mismas como "dilemas", debido a que presentan opciones que no tienen una solución o respuesta clara. Para ellas, tomar una decisión puede resultar un dilema en el que hay pros y contras en todas las alternativas, lo cual les genera incertidumbre y dificulta en la elección. Se han desvinculado de las instituciones y del rol tradicional del ejercicio de la maternidad11 (clase, familia, género) y, sin embargo, no han logrado vincularse a nuevas estructuras por afinidades electivas. En los relatos, se pone de manifiesto la debilidad de las normas de crianza tradicionales y, por consiguiente, buscan información y realizan prácticas producidas y reproducidas por ellas.

Pero no todo indica cambio en estas madres. La distribución de las responsabilidades al interior del hogar, no ha presentado cambios reveladores entre las décadas de 1970 y del 2000. No obstante, como veremos enseguida, los modelos del ejercicio de la maternidad que funcionaban otrora, hoy no son efectivos o no son los escogidos para las nuevas madres. En general, para las jóvenes madres que participaron de esta investigación, la posibilidad de escoger entre distintos modelos del ejercicio de la maternidad está presente, pero, en ocasiones, estos se perciben como opciones equitativamente deseables (o indeseables) y mutuamente excluyentes. Las decisiones son morales, porque involucran las reglas y la conducta correctas. Los dilemas morales socialmente estructurados, fuerzan a las madres jóvenes a moverse más allá de los hábitos y las rutinas para desarrollar y justificar nuevas acciones y creencias (Gerson 2002).

En suma, para el conjunto de las madres entrevistadas de ambas generaciones en los sectores medios de la sociedad platense, estudiar una profesión y trabajar remuneradamente son prácticamente una continuidad en sus biografías. Desde 1970, comienzan a coexistir distintos discursos respecto a lo que es ser mujer, emergiendo muy fuertemente la valoración hacia "lo profesional" como mecanismo de independencia y de salir adelante cuando se "cayera en desgracia". Esta expresión hace referencia a las separaciones, la viudez o la soltería y da cuenta de la presencia de un modelo de organización familiar tradicional, en el cual la mujer da por sentado la presencia tanto de un hombre cónyuge en el hogar como de sus ingresos como proveedor. La misma, no es ajena a las madres del nuevo milenio entrevistadas. La unión conyugal continúa ostentando su predominancia en la formación de los nuevos hogares y los ingresos del cónyuge hombre siguen siendo el principal aporte. La diferencia en las nuevas madres, consiste en una flexibilización de las pautas morales en torno a las formas en que se logran las uniones, en que se da la formación del hogar y la reproducción de la vida familiar tanto social como biológica.

Lo anterior, se relaciona con que la condición sexual de ser mujer es un acontecimiento que ninguna madre cuestionó. No obstante, no todas coincidían cuando comentaban las acciones que debían realizar al haber llegado a este mundo siendo mujeres. Sobre todo, comenzaron a emerger dilemas cuando se trató el tema del ejercicio de la maternidad y su vinculación con la educación, el trabajo y las relaciones con las parejas y los padres de los hijos. Todas coincidían en que el trabajo que asumían no era poco y que si algo caracteriza a "la madre" es que siempre está ejecutando acciones relacionadas a su maternidad. Incluso, cuando sus cuerpos se encuentran quietos y en tranquilidad, sus mentes permanecen alertas por los hijos o pendientes del hogar. Más allá de saber del cansancio y de una gestión familiar que se nutre de los años de educación formal, las madres de nivel socioeconómico medio también sienten que ese destino de ser las centinelas del hogar y de los hijos, tiene algo que ver con su condición biológica. Para las madres platenses, de clase media y de ambas generaciones, la maternidad tiene un componente de construcción y perfeccionamiento constante y, a la vez, despierta un instinto o un sexto sentido que las hace especiales.

No obstante estas continuidades, para las madres de 1970 el punto de partida, lo que estas mujeres anhelaban cuando adolescentes, se ubicaba en una vida fuera del ámbito doméstico y la orientación que tomaron -al momento del nacimiento de su primer hijo-, sólo les permitió dejar un pedazo de su tiempo para el trabajo. Se presenta una adecuación de las expectativas de desarrollo individual al marco tradicional de división de roles fuertemente presente en esta década.

"Nosotros nos fuimos a estudiar a Francia, teníamos muchas dudas de volver, finalmente volvimos y sorpresivamente apareció el embarazo. Yo no tenía pensado ser madre… totalmente, para nada… yo estaba pensando en otra cosa. Estaba tratando de insertarme laboralmente, de hacer postgrados. El embarazo no estaba en los planes. Pero bueno… ahí estaba. Sabía que tenía que contener a mi hijo, sin ahogar y… empecé a hacerlo como salía. Me dediqué a ser madre de mi hijo, ahí cambiaron muchas cosas, tuve que cambiar… era madre. Me tomé un tiempo cuando nació Julián, dejé el consultorio. Con gusto lo hice. Tenía pacientes y cerré el consultorio hasta que estuviera más grande" (Emilce, madre 1970).

Para ellas, la tradición, sustentada en principios consolidados, era la base de la organización y legitimidad social; y los modelos de maternidad y familia se caracterizaban por seguir pautas, en su mayoría, claras. Sin embargo, no se trataba de un mundo fijo y claramente determinado sin posibilidades para el cambio ya que las mujeres en 1970 rompieron con muchos de los modelos socialmente señalados para ellas. Demostraciones de ello las encontramos en la masiva incorporación de éstas al mercado de trabajo o la política, los cambios ocurridos en las prácticas sexuales y de anticoncepción y las pequeñas transformaciones ocurridas en la esfera doméstica. Un ejemplo de esto último, se expresa en el relato de Graciela, quien manifiesta haber generado algunas modificaciones en sus obligaciones domésticas, no obstante continuar con la total responsabilidad del cuidado y crianza de los hijos.

"Lo único que yo no cumplimentaba es con la madre que lava, que plancha. Los chicos tenían montones de libros, las tareas escolares me las quedaba haciendo hasta las cuatro de la mañana, era exagerado el aporte. Pero iban con los delantales sucios. La cosa clásica del rol: cocinar, mantener la ropa impecable, eso no. Eso que se suponía iba pegado al rol de la madre, eso no. En vez de cumplimentar esa parte del rol, la compensaba con la parte intelectual" (Graciela, madre 1970).

Asimismo, Leticia (madre 1970), comentaba que la combinación entre las actividades referidas a su maternidad y cuidado del hogar junto con las laborales, le generaban la sensación de haberse convertido en in "mujer maravilla" que podía hacer todo. Lo particular que tiene sus palabras, semejantes a las de muchas otras mujeres de su época, es que los reclamos de participación del padre en la crianza y tareas domésticas no eran frecuentes. Si bien, en la actualidad ella como otras madres suelen ser críticas con sus actitudes pasivas frente a la despreocupación de sus parejas, en ese momento sentían que esa era la única forma de poder estar participando del espacio público a partir del desarrollo laboral.

"L: Yo era como la mujer maravilla, hacía todo, lavaba, planchaba los guardapolvos, revisaba los cuadernos, preparaba la comida, hacía las compras y trabajaba desde las 8 hasta las 4 de la tarde. Los dejaba a los chicos en la escuela y de ahí me iba al laboratorio y después me iba para irlos a buscar y llegaba a casa y ahí preparaba la leche, hacían los deberes… y así hasta que se dormían.

E: ¿Y tu marido…?"

L: jajaja, mi marido llegaba de la oficina, preparaba una picadita viendo la tele y cenaba… jajaja, era un dandy…

E: ¿Y te molestaba?

L: y siii… bueno ahora con el tiempo digo ‘¡qué bárbaro!’… pero en ese momento lo hacía todo y era como que así era…" (Leticia, madre 1970).

Combinar trabajo y maternidad en una ecuación que parecía estar en equilibrio, que parecía no entrar en contradicciones. La educación universitaria constituye una herramienta muy preciada, que las posiciona en un cierto lugar de privilegio respecto de otras madres no universitarias en la sociedad. Con ello, es recurrente en los relatos de estas madres que así ellas podían dedicarse a sus carreras profesionales, sin descuidar la crianza de sus hijos. Asimismo, no discutían la escasa participación del padre y tomaban como algo "natural" el pasar una noche sin dormir por atender a los hijos para luego, en la mañana siguiente, salir a trabajar. Es decir, eso era lo que ellas "tenían que hacer" en el marco de una normativa genérica de distribución de roles y lo hacían, independientemente de lo que también anhelaran respecto de sus carreras profesionales. La maternidad en este grupo de madre del setenta se presenta de tal forma naturalizada que pareciera no mediar un proceso reflexivo consciente que explique los motivos por los cuales decidieron tener hijos/as. La experiencia de la maternidad se ve sistemáticamente ligada a emociones, afectos y deseos poco explicitados, por un lado, y a mandatos sociales vinculados a tradiciones, costumbres, normas y creencias igualmente poco explícitos, por el otro, y que forman parte de las prácticas discursivas de género (Palomar 2005). Como relata Liliana: "…el rol de madre va pegado al rol de ama de casa. Yo jamás reflexioné el ser madre, se era madre y se era madre y punto. Se tenía que hacer todo… pero no lo discutía ni lo ponía en duda, sólo lo hacía".

De manera afín, las prácticas masculinas estaban totalmente ajenas a lo doméstico: "ser hombre era trabajar remuneradamente" (Esther). El hombre se ligaba a lo doméstico desde su rol de proveedor y en algunos casos como ayuda en ciertas actividades. Esta postura sin duda recargaba a las mujeres, sin embargo, ellas mencionan que no les producía mayores tensiones. Resulta interesante ver cómo en la década de 1970, las madres no tenían mucha necesidad de justificar sus acciones reproduciendo, en su mayoría, los estereotipos de género.

"Cuando nació Enri dejé de salir, de charlar con amigos, de irme los fines de semana a charlar. Porque era un momento de mucho debate político y lo dejé. Pero no recuerdo haberlo sufrido. Fue como un corte, fue como que "ahora soy madre y soy madre y listo". El vivir para mí desapareció, yo lo único que me permitía era trabajar. Nada de salir con amigas. Tampoco me daban los tiempos. Si yo trabajaba, los fines de semana no los podía dedicar a salir, tenía que estar con los chicos... dejé de salir, dejé de alternar con los amigos las grandes discusiones políticas. Mi desarrollo personal era mi desarrollo laboral" (Liliana, madre 1970).

Las madres de 1970, modificaron sus rutinas sociales sin sentir que ello les representara una decisión difícil ni les molestara. Pudieron escoger y desarrollar una carrera profesional, pero además debieron ser las responsables de todas las actividades domésticas, abandonando la vida social extradoméstica durante los años de crianza de los hijos. Muy diferente son estos relatos respecto de las madres del nuevo milenio. Éstas últimas, procuran organizar sus vidas de tal forma de poder disponer del tiempo, tan anhelado, para reuniones sociales. Las madres del 2000, si por un lado, están felices de ser madres y ocupar un rol tradicional en el esquema de organización doméstica; por el otro y al mismo tiempo, pueden estar desanimadas frente al mismo.

"A: … a veces siento que me agota estar con él todo el día. Trasladé el estudio [ de arquitectura[acá a la casa, pero igual es difícil porque si estoy acá no me da para que M se quede con la chica [ niñera[y entonces sólo trabajo las tres horas que está en el jardín… es que tenés que estar todo el tiempo atenta porque a esta edad [ tres años y un mes[no los podés dejar ni un minuto solos que ya hicieron algo...

V: ¿Extrañás algo de cuando no eras mamá?

A: ehhh, a veces me encantaría poder estar un tiempo sola, haciendo lo que tenga ganas… no se, mirando la tele en la cama o trabajando o… no se, lo que quiera…porque hay veces que me siento como agotada…" (Valeria, madre 2000).

Por su parte, el contexto económico de las madres del nuevo milenio se caracteriza por una acuciante flexibilidad laboral, la competitividad, la precarización y desregulación de las condiciones laborales que tanto aqueja a la sociedad argentina contemporánea. No obstante ello, parece no afectar las formas en que se experiencia la maternidad en el grupo de madres jóvenes del 2000 de nivel socioeconómico medio. A ellas, no les preocupa de manera sustantiva su reinserción en el mercado de trabajo luego de haber decidido realizar una brecha en su tiempo profesional dedicada a la maternidad. Para las nuevas madres, la importancia está en la posesión de un trabajo que les permita vincularse con otros, ajenos a su rol doméstico. En definitiva, se trata de un desarrollo individual, sabiendo que el bienestar económico de la familia no recae en sus hombros. Si bien conservan un discurso entusiasta respecto de sus carreras profesionales, éste se enrostra con la realidad cuando nos sumergimos en las biografías. Desde ahí, se puede comprender la diversidad de conflictos y tensiones que provoca el trabajar remuneradamente o el no hacerlo y surgen las dudas sobre cómo coordinar ambas actividades.

"El gordo viene, me da la plata y yo la separo lo que hay que pagar, si la nena necesita algo, que la plata alcance. Y yo al no trabajar eso me hace sentir mal. Si yo fuera a trabajar el gordo seguiría con este ritmo porque sino no hacés la diferencia. Pero sentís que das una mano más, hay días que digo "pucha qué inútil que soy"… Yo me agoto porque llega un momento que la cabeza ya no… Yo le digo al gordo a mi me gustaría trabajar así le ayudo… o no lo ayude, que mi sueldo sirva para nada, para lo que quiera usarlo" (Jessica, madre 2000).

Saben que ellas son las que norman en lo doméstico y ellos responden en la provisión. Ellas son quienes dicen qué se compra, pero finalmente son ellos quienes lo financian. Esta es una semejanza en las biografías de las mujeres del 2000 con las de 1970. Los ingresos de sus trabajos remunerados y el aporte económico realizado, en general no están ni estaban destinados prioritariamente a cubrir los gastos de la casa; eran para "sus" gastos, la casa es costeada por el jefe de hogar.

No obstante saber que, en general, no necesariamente cuentan con el peso de la provisión, uno de los rasgos que ha caracterizado a las mujeres de clase media es su inserción en el mundo laboral y la profesionalización de sus integrantes.12 Ya en las madres de 1970 emerge un discurso que apunta a una dimensión individual, a un proyecto propio, a que las mujeres trabajen para que se desarrollen, para que sean valoradas e independientes. Podríamos decir entonces que, el trabajo remunerado y el "ser profesional" constituyen un referente importante en la construcción y definición de las identidades de género. En las madres del 2000, esto se continúa y por eso encontramos muestras de disconformidad respecto de "quedarse todo el día en la casa" (Jessica) durante mucho tiempo y manifiestan sus deseos de incorporarse al mercado de trabajo. Como mencionaba Olivia: "…una vez que los chicos estén un poco más grandes, que ya vayan a la escuela, ahí me gustaría salir a trabajar porque si no una se embrutece si está todo el día en la casa…".

La instalación de las mujeres en el mundo público desde el trabajo remunerado ha significado en las jóvenes madres del 2000, a diferencia de las madres de 1970, evitar las prácticas domésticas. Trabajan para "salir de la casa" (Valeria). Ellas han aprendido de sus madres a lavar, asear o cocinar y también cuentan con los activos13 suficientes para desenvolverse en el mundo laboral. No obstante, pareciera vislumbrarse una cierta diferencia generacional en los relatos, debido a que comienza a aparecer la postura de la opción: "soy yo la que decidí estar con mi hijo (de dos años) y, por ahora, no trabajar remuneradamente" (María). En frente, en las madres 1970, se presenta una vía natural, más irreflexiva. El imaginario popular presentaba y presenta como contradictorios el compromiso con el trabajo y con la maternidad.

Las expresiones de las madres de "salir de la casa" o "estar adentro", son formas claras que aluden a que es el interior del hogar, el espacio doméstico, el lugar por excelencia de la mujer. Ninguna pensó en la idea que el marido pudiera dejar parte de su trabajo para quedarse más con los hijos, ni que pudiera mudar parte de su trabajo a la casa. Una diferencia con sus contrapartes generacionales -las madres de 1970-, es que las madres del 2000 deben decidir cómo organizarse asumiendo los éxitos pero también los fracasos de esas elecciones respecto del trabajo.

Florencia, una joven madre, llegó a un arreglo con su jefe de trabajar sólo por las mañanas en su lugar de trabajo, por las tardes llevarse el trabajo a casa y quedarse todos los viernes en su hogar. Ella comentaba: "Puedo seguir con mi trabajo. De todas formas no es tan necesario que esté en mi lugar de trabajo, hay mucho trabajo que lo puedo hacer desde casa. Claro que al no estar acá a veces me pierdo de buenas oportunidades… pero, bueno… son los costos."

La expansión del trabajo de la mujer ha generado nuevas oportunidades para tener compromisos laborales y sociales fuera del hogar. Las madres sienten la necesidad de tener ingresos independientes y un espacio propio que las libere, al menos en parte, de las rutinas domésticas que ellas mismas forjaron. En este escenario hay dos elementos que son claves. Por un lado, la flexibilización de las relaciones laborales que limita el acceso a determinados puestos de trabajo estables y obliga a que las madres se muevan hacia nuevos arreglos que les permitan compatibilizar sus obligaciones domésticas con sus anhelos profesionales. Por el otro, la emergencia en las madres del nuevo milenio de un discurso que comienza a poner en el centro de la atención las "necesidades" de las propias madres.

Respecto de esto último, en los relatos de las nuevas madres, las necesidades son una transformación de los deseos de individualidad en obligaciones casi indelegables. Si bien, la emergencia de los discursos tendientes a la reivindicación del ser individual está presente en estas madres, aún su legitimidad se encuentra en desventaja respecto de las obligaciones propias del rol doméstico. Por ello, es que estas mujeres buscan mecanismos que les permitan sortear esta situación y, la alusión a la necesidad resulta un discurso más propicio que el hacerlo a los deseos de individualidad. Lo complicado para ellas es que no cuentan con marcos normativos estandarizados que les simplifique la resolución de los dilemas que les surgen a la hora de querer compatibilizar el cuidado del hogar y los hijos con los deseos y anhelos profesiones e individuales.

Jessica, mencionaba que eran dos los temas pendientes surgidos a partir del nacimiento de su hija: tener una casa propia y volver a trabajar.

"… yo en realidad siempre trabajé, terminé el secundario, me quise meter en arquitectura, salí disparando… y no sabía qué hacer… mi prima me consiguió para estudiar una carrera terciaria de visitadora médica. Yo ahora quiero trabajar para mí y para tener más dinero. Para tener más plata desde ya que si, pero por mi también. Ya llegó un momento que me estoy agarrando unas locuras bárbaras, de estar acá. Porque te encargás de la nena, la nena está siempre de punta en blanco, tiene su ropita limpia, la casa está limpia, le hago la comida pero llega un momento que ya te pudrís, siempre lo mismo.Me pone más intolerante el estar todo el día acá, en la casa… Pero, también… está el que estás tanto acá que te levantás, te ponés el jogging porque vas a ordenar entonces no te vas a poner un jean, te ponés el jogging y cuando te vas a poner el jean, de tanto comer no te entra. Hasta por eso quiero trabajar, porque necesito hacer algo para mí, cuidarte… yo le digo al gordo, quiero trabajar por el hecho de la plata, de tener aportes, por esas cosas que a mí me gusta también, el sentirte útil. Porque no se valora el trabajo que una hace acá en la casa, no se ve y no se valora. Y por más que tu marido te ame y todo, tampoco lo valora. Inconcientemente no lo valora."

En el relato de Jessica se pone de manifiesto la presencia del rol tradicional de mujer-madre-ama de casa que cuenta con el hombre-marido-trabajador para asegurarse el sustento del grupo familiar. El deseo de trabajar no radica en aportar al gasto doméstico y así alivianar la carga de la manutención que recae en el marido, sino que se construye a partir de la necesidad de poseer un espacio propio distinto al doméstico, un lugar donde la mirada de otro ajeno obligue al cuidado personal, donde los logros de cada día sean menos efímeros que la limpieza o la buena educación. Estos motivos guiados por un interés individual y no por una necesidad o interés económico, introducen una diferencia respecto de las madres del 70.

Por otra parte, es interesante ver cómo las nuevas condiciones sociales llevan a las madres del nuevo milenio a reconsiderar las estrategias tradicionales con el fin de reconciliar el desarrollo individual y el compromiso y cuidado de otros. Es decir, muchas mujeres profesionales quienes desean tener un hijo, deciden organizarse y realizar un intervalo en sus vidas laborales para poder dedicarse de manera exclusiva o casi exclusiva a ellos. La estrategia recurrente consiste en una brecha de maternidad intensiva. Ésta hace alusión a una madre que ha estudiado, que es profesional y que ha optado por ser madre por un período determinado -generalmente hasta que los hijos ingresen al primer grado del sistema educativo-. Trabajan menos y/o trasladan parte del trabajo al hogar para así poder estar más tiempo con los hijos. Cuenta con los activos necesarios en caso de estar mal económicamente o separarse y, sin duda, estos le otorgan un estatus diferenciado en la sociedad. En conjunción con lo anterior, se ha transformado en una estrategia clave, posponer la decisión de unirse y/o tener hijos hasta haberse logrado un desarrollo profesional estable o culminado el período de formación.

Por ejemplo, Agustina decidió con anticipación que dedicaría mucho tiempo y energía a trabajar mientras no fuera madre, para luego mudar el negocio a su casa y así poder seguir trabajando, menos. El objetivo es no perder la continuidad laboral para tener un poco de tiempo para ella y, a su vez, poder pasar más tiempo con su hijo. Esto último, lo más importante.

"Hoy el ser madre ocupa el primer lugar en mi vida. Mi idea es que en unos años vuelva a trabajar con muchísima más fuerza que lo que estoy haciendo ahora que estoy relegando unas cosas para darle más lugar a mi maternidad. Como los primeros años son los más influyentes y los más importantes, creo que en este momento ocupa el primer lugar. Desde luego, que no relego ni a mi marido, ni a mi trabajo ni a todo lo que acompaña. Pero si hay que poner un orden en prioridades hoy, M es el primero… Con el trabajo mudé el negocio a mi casa justamente para estar más tiempo con M y por ahí tomar un período de dos años para estar adentro más tiempo y abocarme un poco más a eso. Antes me dedicaba más al trabajo porque sabía que en un futuro eso iba a frenarse por un período" (Agustina, madre 2000).

La emergencia de los dilemas, justamente, es un resultado del debilitamiento de ciertas pautas tradicionales de organización doméstica (exclusividad de la mujer en el ámbito doméstico), los que a su vez, conviven con la persistencia de algunas de ellas (preponderancia de las obligaciones domésticas). Por ello, las madres del 2000 necesitan mucho más que las madres de 1970 justificar, dar razones de sus decisiones. En la actualidad, socialmente hay una mayor problematización de la relación maternidad-trabajo y esto exige a la madre tomar decisiones y justificarlas incluso con cierto sentimiento de culpa. Esto último, pone de manifiesto la presencia de un dilema moral en torno a la maternidad y los deseos individuales (Beck y Beck-Gersheim 2003; cf. Gerson 1985). En las madres del 2000, no sólo hay necesidad de justificar, sino también de mostrarse seguras de las decisiones tomadas. Si bien es cierto que dicen "yo lo decidí" (Valeria), por momentos se filtran dudas, arrepentimientos, resentimientos sutiles. Los individuos no son monolíticos, y estas jóvenes tampoco lo son, muestran fisuras y fracturas: pueden estar felices de ser madres y deprimidas al mismo tiempo por estar encerrada en la casa, haciendo tareas domésticas o sin tiempo para el cuidado personal y la vida social.

Por último, quisiera señalar que las madres jóvenes del 2000 sienten la presión de tener que decidir muchos aspectos de la crianza de sus hijos (como la educación, la salud, los límites) y para ello exigen más la participación del padre. Por otro lado, la vida social que tenían antes de tener a los hijos ha variado en sus características (de nocturna a diurna, de sólo mujeres o parejas a mujeres o parejas con hijos) pero no se ha visto suspendida. Ellas salen, se juntan entre amigas, a veces con los hijos, otras sin ellos y dedican tiempo al cuidado de su estética.

Para las madres del 2000, la autonomía consiste en poder hacer lo que quieran, en el momento que quieran sin tener que depender del marido -aunque sí de los hijos-. La autosuficiencia, consiste en disponer de dinero para poder gastarlo según sus deseos. La maternidad es más reflexiva, es una maternidad en la que se deben asumir los costos de las decisiones, es más permisiva con la vida social de las madres y busca mayores perspectivas de autonomía y autosuficiencia. Hay nuevas formas de balancear la familia, el cuidado de los hijos, la gratificación individual y el trabajo. Todas ellas sin diluir la importancia del amor al hijo como fundamento de la moral de la maternidad.

REFLEXIONES FINALES

El objetivo de este texto consistió en analizar continuidades y cambios en los significados atribuidos a la maternidad en relación con el desarrollo laboral e individual de las madres, en sectores de nivel socioeconómico medio, considerando dos generaciones de madres: 1970 y 2000. Tras el análisis, se concluye que la mujer no ha abandonado su rol doméstico tradicional a pesar de los cambios producidos en el campo de la educación, el empleo, el ciclo familiar o el sistema jurídico, ya que en la mayoría de los casos las mujeres siguen contando con el hombre para asegurarse el sustento personal y familiar y sus ingresos no constituyen la fuente principal de ingresos del hogar. Se puede señalar que tanto en las madres de 1970 como en las del nuevo milenio la maternidad se erige sobre emociones, deseos, tradiciones, normas y creencias tácitas compartidas que forman parte del sistema de roles de género. Las madres del nuevo milenio siguen planificando su proyecto de vida en torno a la familia y, a la vez, sienten la necesidad de contar con una vida profesional propia y una presencia en el ámbito público a todos los niveles. En consecuencia, la maternidad no ha dejado de ser eje central de las trayectorias biográficas de las mujeres. Ya sea por acción u omisión, la identidad femenina que subyace a estas mujeres se ve fuertemente comprendida por la maternidad o por su ausencia y se la considera como una etapa sustancial en sus biografías. Los relatos de las generaciones de madres de 1970 y 2000 de nivel socioeconómico medio presentan continuidades en lo que respecta a un proyecto que contempla trabajo remunerado/profesión y maternidad/pareja.

Pero no todo sugiere continuidad. En las mujeres de 1970, se comenzaba a promover la profesionalización, ésta no se construía en oposición a la maternidad y a las tareas domésticas. En cambio, en el 2000 podemos señalar que aquellas que continúan con el proyecto de la compatibilización comienzan a sentir a la maternidad y al trabajo como mutuamente excluyentes al desear ser una buena madre y abarcar las demás actividades propias del ser mujer en los sectores medios de la sociedad: como por ejemplo, la vida social, el cuidado personal, la vida familiar. Se trata de una sociedad que permite a las mujeres ampliar sus oportunidades en el campo de la educación y el trabajo, pero sin deslindarse de sus responsabilidades domésticas.

Las de 1970 sabían que si deseaban o necesitaban trabajar, iban a tener que afrontar una doble jornada laboral (conformada por el trabajo extradoméstico y el trabajo en el hogar). Era una condición que las agotaba, pero estaban convencidas del espacio que ganaban y de que la doble jornada constituía el costo frente a esa ganancia tan preciada. Las madres del nuevo milenio, ponen en duda este tipo de organización que las sobrecarga de actividades, pero no tienen claros los caminos y las recetas para solucionar esta situación. Ellas, no quieren asumir la doble jornada laboral sin al menos haber buscado opciones alternativas, porque sienten que la posibilidad del trabajo remunerado no es un logro, sino un derecho adquirido. En ambos escenarios, el ejercicio de la maternidad es el elemento que brinda plasticidad y permite reacomodar las acciones a la disponibilidad de los tiempos de la madre y el hogar.

Los cambios en la esfera de la maternidad ocurridos en nuestro país, resultan de una modernidad y de un proceso de individualización que no ha terminado de concrertar, ya que, si bien acepta las nuevas formas de organización familiar y doméstica, ubica estas medidas en los estrechos márgenes de la familia y en el marco de persistentes asimetrías de género. Y, sobre todo, que no ha modificado sustancialmente el horizonte normativo de la maternidad.

NOTAS

1.- Al respecto, Beck y Beck-Gersheim (2003) plantean que la reflexividad es demandante de recursos y estos recursos están distribuidos desigualmente y, por ende, no todos tenemos la misma capacidad reflexiva. Por su parte -desde una postura más estructuralista y económica-, Castel (2006) propone que con la individualización de las tareas y de las trayectorias profesionales asistimos también a una responsabilización de los agentes. Pero no todos están igualmente armados para afrontar estas exigencias, la movilidad generalizada característica de la sociedad moderna, introduce nuevos clivajes en el mundo del trabajo y en el mundo social. Esto depende fundamentalmente de los recursos objetivos que estos individuos pueden movilizar y de los soportes en los que pueden apoyarse para hacer frente a las situaciones nuevas. La individualización no es inmune a las desigualdades sociales, que en el caso de América Latina adquiere dimensiones notables (Rustin y Chamberlyne 2002; Saraví 2007). Las posibilidades de decisión y de "opción", y las mismas capacidades reflexivas, están fuertemente influenciados por los recursos, oportunidades y constreñimientos a que se ven sujetas las madres provenientes de distintos sectores sociales.

2.- En total se realizaron 57 entrevistas en profundidad distribuidas por nivel socioeconómico y por generación. Este texto es el resultado de una investigación mayor concebida como un estudio de caso, esto es, como un estudio intensivo de una unidad con el propósito de entender una larga clase de casos similares. En específico, la ciudad de La Plata forma parte del conjunto de conglomerados urbanos que albergan a casi la mitad de la población argentina (46,5% en el 2001) junto con Gran Buenos Aires, Gran Córdoba, Gran Rosario, Gran Mendoza y Gran Tucumán (excluyendo Capital). Todos ellos, comparten características sociales, económicas y demográficas (ceteris paribus las especificidades locales y las particularidades culturales).

3.- Me refiero específicamente, a que la familia es una construcción social producto de los discursos dominantes y, de igual forma, es portadora de discursos propios que se retroalimentan con los discursos institucionales. Sobre ella, se forjan un conjunto de mitos como el de la "familia natural" presente en numerosos textos. Este tipo de familia se caracteriza por estar conformada por un hombre y una mujer unidos en matrimonio o, en su defecto -considerado éste literalmente-, por una unión libre pero estable.

4.- Como por ejemplo, la creciente fragilidad de las categorías de clase y estatus social, los roles de género, la familia, la vecindad, entre otras.

5.- El concepto de "reflexividad" presentado por Giddens (2001) hace referencia a la multiplicidad de interpretaciones presentes en la sociedad actual. Para este autor, una de las características de la sociedad moderna actual es el aumento de la refl exividad personal, social e institucional; esto es, de la capacidad (y la necesidad) de distintas entidades de reflexionar sobre el curso y los resultados de las acciones y de reorientarlas en consecuencia. Lo central en su argumentación consiste en que esta mayor reflexividad, es fuente de mayor individuación personal. El análisis de Giddens (2001), parte de la consideración de la modernidad como un proceso de "destradicionalización" de las sociedades, que abandonan la estabilidad emanada del pasado para precipitarse vertiginosamente hacia el futuro.

6.- Ejemplo de ello son: el aumento de la participación femenina en el mercado de trabajo y, sobre todo de las mujeres casadas y con hijos, los nacimientos extramatrimoniales, los divorcios y los hogares unipersonales.

7.- Por ejemplo: el nivel educativo, las normas sociales y morales, los grados de civismo o cinismo.

8.- Como resultado de las separaciones y de la maternidad individual, aumentan los hogares con un solo progenitor con hijos dependientes. Y con la disolución de los matrimonios y el aumento del número de convivencias, se diferencia la familia de la relación de pareja y se multiplican las relaciones parentales -los hijos pueden tener más de un padre o madre- al separarse la paternidad y maternidad biológica de la social. En las sociedades latinoamericanas, y la argentina no es una excepción, algunos de los cambios tienden a acentuarse en sectores de nivel socioeconómico medio y alto, mientras que tienen una presencia menos extendida en los sectores más pobres. Por ejemplo, para los últimos, las uniones consensuales han sido un patrón tradicional (Rodríguez Vignoli 2005).

9.- Respecto de generaciones anteriores. Esto genera un aumento de las solteras e impacta las formas en que se estructura el curso de vida de las mujeres. 10.- Los criterios de clasificación que se tuvieron en consideración para la determinación de los grupos según el nivel socioeconómico fueron: la ubicación en la estructura urbana, los niveles educacionales de el/la jefe/a de hogar y/o sus parejas y el tipo de actividad por el que se percibe el principal ingreso del hogar y la infraestructura del hogar (televisor, computadora, microondas, baño, número de habitaciones, tipo de piso y auto). A continuación, de forma breve una serie de estadísticas cuya finalidad no es mostrar la representatividad de la muestra, o pretender hacer extrapolación a la población general, sino simplemente describir las características de la muestra con que se trabajo, elaborada sin criterios estadísticos sino de corte cualitativo.

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11.- Con este término, me refiero a estos estilos de prácticas maternales como tendencias generales de comportamiento. La multiplicidad de modelos del ejercicio de la maternidad, se pone de manifiesto en las madres del nuevo milenio a diferencia de las madres del setenta, en las que parece no evidenciarse tendencias claramente demarcadas sobre cómo se debe llevar a cabo el cuidado y la atención de los hijos. Éstos, al igual que los tipos ideales, no son verdaderos ni falsos sino que permiten comprender comparativamente las formas en que las madres llevan a cabo las prácticas de cuidado y atención a los hijos. Estos modelos, en estado puro no se encuentra empíricamente en la realidad social, así como tampoco tienen que ver con el "deber ser". No son ejemplares, sino que dan cuenta de las normas prácticas que guían la maternidad.

12.- Su entrada tiene diversos orígenes -ligados fundamentalmente al aparato estatal y al desarrollo nacional-.

13.- Kaztman (2000) entiende por activos al "conjunto de recursos, materiales e inmateriales, sobre los cuales los individuos y los hogares poseen control, y cuya movilización permite mejorar su situación de bienestar, evitar el deterioro de sus condiciones de vida o bien, disminuir su vulnerabilidad. Si bien los recursos que manejan las personas y los hogares son múltiples, desde el punto de vista de este enfoque, sólo aquellos que permiten el aprovechamiento de las estructuras de oportunidades del Estado, del mercado y de la comunidad se constituyen en activos". Espin-Andersen (1999), sugiere que los activos son todos los recursos que los individuos pueden movilizar en una situación dada.

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