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Intersecciones en antropología

versão On-line ISSN 1850-373X

Intersecciones antropol. v.10 n.2 Olavarría jul./dez. 2009

 

RESEÑAS DE LIBROS

Arqueología de la costa patagónica. Perspectivas para la conservación, editado por Isabel Cruz y Ma. Soledad Caracotche (Editoras). 2006. Universidad Nacional de la Patagonia Austral, Río Gallegos. 296 p. ISBN 987- 1242-07-7.

Reseña de Alfredo Prieto.

Instituto de la Patagonia, Universidad de Magallanes. Avda Bulnes 01890, Casilla 113-D, Punta Arenas, Chile. E-mail: alfredo.prieto@umag.cl

El trabajo desarrollado a lo largo de este libro intenta poner al servicio de los especialistas en conservación y, sobre todo, tal como lo declaran sus editoras, de aquellos organismos interesados y responsables de la gestión territorial, en un lenguaje apropiado, el conjunto de trabajos desarrollados por los distintos equipos que investigan en sitios arqueológicos costeros patagónicos. Previa a la acción se requiere el conocimiento:

Este libro es el resultado del trabajo conjunto de personas interesadas en la protección del registro arqueológico. El propósito que guió su elaboración fue reunir en un único volumen la información de base para que las autoridades (municipales, provinciales, nacionales) tengan un instrumento que permita iniciar acciones tendientes a la conservación y el manejo del patrimonio arqueológico. Pero consideramos que este objetivo sólo estará completo si llega a todas aquellas personas interesadas en la conservación del patrimonio y en la rica y diversa historia de la costa patagónica (Cruz y Caracotche, en este volumen: 16)

Se trata de un gran esfuerzo de sistematización. Para quien quiera tener una visión completa de los trabajos desarrollados hasta ahora en la costa patagónica debiera ser una obra de consulta permanente. Lo primero que llama la atención es que las editoras se comprometen fuertemente con aspectos de conservación que los arqueólogos no siempre avizoran o tratan en sus trabajos. Se trata de una preocupación reciente, sobre todo si se examinan los trabajos previos a los ochenta. Tal preocupación casi no existía y no existía tampoco un compromiso con las comunidades locales en que los trabajos se desarrollaban.

El arqueólogo, con su visión larga del pasado, puede aportar mucho a la comprensión de las dinámicas costeras y de su definición. En tal sentido, basta el solo hecho de plantear que la costa que vemos no ha sido siempre la costa, para que la noción de planes de conservación y manejo asuma una nueva perspectiva.

Tratar acerca de la costa es tratar acerca de una delgada línea entre la masa continental y oceánica, que, vista desde la perspectiva de la larga duración, se ensancha geográficamente y agranda saludablemente nuestro pensamiento sobre ella. Tal como lo señalan las editoras:

El registro arqueológico costero incluye: a) todos aquellos depósitos vinculados a ambientes costeros y marinos actuales, y b) todos los vinculados a ambientes costeros del pasado, es decir, aquellos asociados a geoformas costeras y marinas desde fines del Pleistoceno (los últimos 13.000 años), lapso correspondiente al período de ocupación humana del área (Cruz y Caracotche, en este volumen: 14)

La costa, por definición, es la orilla del mar y sus tierras adyacentes, pero ¿hasta dónde? Varios autores se empeñan en definirla a lo largo de este trabajo desde una perspectiva arqueológica, pero queda la impresión de que tal definición es más bien elusiva. Desde la costa finipleistocénica, que hoy sería el objeto de una arqueología subacuática, a la costa holocénica tierra adentro, median varias costas. La costa es y ha sido un avatar, uno de los rasgos geográficos más dinámicos conocidos.

La "gravedad" de la costa, por otro lado, con su fuerza de atracción, es notable. Ha concentrado fuertemente las ocupaciones humanas y, además, dadas las características ambientales de la costa patagónica, la visibilidad de las mismas es alta: sean las acumulaciones de conchas, talleres líticos o campos de chenques. ¿Mayor visibilidad o mayor permanencia? Los intentos de cuantificar esta relación en varios de los trabajos de este libro son encomiables.

Por otro lado, la costa es sin duda un límite con respecto a un interior que ofrece mayores movimientos. Es un caballo en el ajedrez geográfico, que reduce considerablemente sus movimientos cerca del límite. Y ello debió tener consecuencias para la movilidad territorial. Si, como se establece en algunos de los trabajos de este libro, había una ocupación casi permanente de la costa central patagónica, los desplazamientos a lo largo de ella deben ser muy distintos a las incursiones desde el interior. Los hiatos sin chenques en la costa pueden ser significativos en este sentido. También la distribución de materias primas desde fuentes conocidas como las obsidianas puede ayudar a esclarecer este panorama, al igual que el estudio de las paleodietas, e incluso la demografía o la salud de las poblaciones del interior y la costa.

La costa es igualmente "grave" en lo que respecta a naufragios. Según los registros históricos, debieran ser más frecuentes en la costa que en el mar abierto. El riesgo de las embarcaciones aumenta hacia la costa al igual que la visibilidad o la permanencia de las ocupaciones humanas respecto del interior.

Esta relación parece mucho más clara en el extremo sur, particularmente en lo que dice en relación con los sitios de canoeros en que el interior casi no existe, sea por los ambientes boscosos que no propician la penetración, o sea porque la economía se hallaba basada eminentemente en la costa.

Otra característica notable de este trabajo es el hecho de que se aboca al estudio de uno de los escenarios costeros más complejos del mundo. Efectivamente, en el extremo sur confluyen dos océanos, pero también antiguas vertientes migratorias humanas separadas por la cordillera de los Andes que aportaron diversos elementos culturales cuya influencia debió hacerse sentir, aunque sea débilmente, en el extremo sur. No hay pueblos sin vecinos, y es difícil restarse al influjo de aquellos. Cuáles son estos elementos y cómo detectarlos parece una interesante vía de aproximación a explorar en la costa Fuego-Patagónica en general. Su situación puede ser semejante a la confluencia de las mismas vertientes en el istmo de Panamá, o de otras en el extremo austral de África.

Finalmente, el llamado de atención respecto de los posibles daños al patrimonio arqueológico costero es oportuno, dada la fuerte presión antrópica sobre estos lugares del territorio patagónico de la que dan cuenta los distintos trabajos. Si se pudiera jerarquizar este riesgo, y por lo tanto, centrar la atención sobre algún aspecto, es posible que los enterratorios humanos tipo chenque se ubiquen en primer lugar. Ellos se ubican en espacios restringidos, son altamente visibles y más fáciles de abordar ante un riesgo inminente en que la pérdida de contexto es particularmente dañina en estos casos. En los casos en que sea el propio proceso natural el que genere el riesgo, quizás valga la pena salvar todo lo posible y dejar lo demás como lección acerca de la vida natural de los sitios. Así, del lado pacífi co, los terremotos y maremotos que han hundido la costa tienen y tendrán una envergadura tal que es impensable la salvaguarda de los sitios con vistas a ellos. El episodio reciente del volcán Chaitén en Chile, cerca de una fuente de obsidiana utilizada en el pasado, nos deja una lección acerca de la dinámica de esta fuente en particular y lo que pudo ocurrir con otras en el pasado.

Finalmente, que la costa marítima ha desempeñado un rol signifi cativo para las ocupaciones humanas en general, desde tiempos remotos, es un hecho innegable. Y lo es particularmente en el caso de los seres humanos modernos, convirtiéndose en un límite a sus desplazamientos y un estímulo a su inventiva o en una atractiva fuente de alimentos. Este trabajo posiciona una buena porción de estas costas del mundo y se ofrece como un ejercicio al pensamiento arqueológico.

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