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Intersecciones en antropología

versión On-line ISSN 1850-373X

Intersecciones antropol. vol.11 no.1 Olavarría ene./jun. 2010

 

ARTÍCULO

Ocupaciones en antiguos ambientes de humedal de las tierras bajas del norte de Mendoza: sitio Tulumaya (PA70)

 

Horacio D. Chiavazza

Horacio D. Chiavazza. Instituto de Arqueología y Etnología, Cátedra Ambiente y Cultura en América Prehispánica. Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Cuyo. Ciudad Universitaria s/n, (5500), Mendoza. E-mail: hchiavazza@gmail.com

 

Recibido 13 de Mayo 2009.
Aceptado 4 de Julio 2009

 


RESUMEN

El trabajo realizado en el sitio arqueológico Tulumaya (PA70) tiene por objetivo estudiar las características de los sistemas de asentamiento-subsistencia en un sector de tierras bajas áridas del noreste de Mendoza, el que fue particularmente sensible a las fluctuaciones ambientales durante el período Holoceno tardío. Mediante trabajos arqueológicos de recolección de superficie y excavaciones sistemáticas, se han recuperado evidencias de continuidad ocupacional de aproximadamente los últimos 1600 a 300 años AP. en un médano ubicado sobre la margen oeste del arroyo Tulumaya. Los resultados del análisis cerámico permiten plantear períodos de uso, que se corroboraron por medio de una datación radiocarbónica. A través del análisis de sistemas de producción lítico se propuso la integración regional del sitio con otros ambientes (e.g., Precordillera), en tanto que los instrumentos recuperados permiten inferir las posibles actividades llevadas a cabo. Los restos zooarqueológicos y arqueobotánicos sugieren aspectos relacionados con la subsistencia en un ambiente árido que habría registrado variaciones en la disponibilidad hídrica. Este cuerpo de información arqueológica se analiza en articulación con datos documentales que señalan grupos cazadores recolectores habitando este sector hacia el siglo XVI y desvinculados de la dominación colonial directa.

Palabras clave: Tierras áridas de Mendoza; Ocupaciones de humedal; Holoceno Tardío; Caza-recolección en tiempos históricos.

ABSTRACT

Occupations Of Ancient Wetland Environments In The Lowlands Of Northern Mendoza: Tulumaya Site. Research carried out atTulumaya site(PA70) aimed to study the characteristics of subsistence-Research carried out at Tulumaya site (aimed to study the characteristics of subsistence-settlement systems in an area of dry lowlands in northeast Mendoza, an area particularly sensitive to environmental fluctuations during the Late Holocene. Evidence was recovered by archaeological excavations and surface collection, showing an occupational continuity between 1600 and 300 BP. Results of ceramic analysis show periods of use, which was corroborated by a radiocarbon dating. Through the analysis of lithic production systems it is proposed that the site be integrated regionally with other environments (e.g., Precordillera), insofar as the tools recovered enable possible activities to be inferred. Archaeobotanical and zooarchaeological evidence suggest information about subsistence in an arid environment where variation in water availability was recorded. This archeological information is analyzed in conjunction with documental data that identify hunter-gatherer groups not under direct colonial domination living in the zone in the sixteenth century.

Keywords: Arid lands of Mendoza; Occupations wetland; Late Holocene; Hunting and gathering of historical times


 

LOCALIZACIÓN Y AMBIENTE

Las investigaciones realizadas en el sitio Tulumaya (PA70), responden al objetivo general de entender el proceso de poblamiento y la adaptación humana en ambientes áridos del noreste de Mendoza durante el Holoceno Tardío. En concreto, se busca interpretar el registro de un sitio que, si bien se localiza en una región árida, manifiesta rasgos de haber formado parte de un ambiente de humedal de extensión variable entre ca. 1600 y 300 años AP. El sitio se ubica en un médano sobre la margen oeste del Arroyo Tulumaya, (Lavalle, Mendoza, 32º42`55,3``S - 68º35`48,6``O). La zona es árida, con índices muy bajos de precipitación, altas temperaturas e insolación, lo que genera un déficit hídrico anual permanente (Álvarez et al. 2006; Bagnouls y Gaussen 1957). El ambiente corresponde al límite occidental de la Llanura de la Travesía en su transición hacia el sector bajo del piedemonte oriental de la precordillera (Figura 1). El área posee una topografía plana de escasa pendiente y bajo escurrimiento superficial, con algunas excepciones de ríos que en época de crecida inundaban la región (antes de la regulación de los cauces dada sobre todo desde la década de 1930 en adelante).

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Figura 1. Localización del sitio arqueológico Tulumaya PA70.

Entre las especies vegetales presentes se encuentran: algarrobo (Prosopis flexuosa; Prosopis alpataco), chañar (Geoffroea decorticans), jarilla (Larrea spp.) y retamo (Bulnesia retama); y entre las animales: ñandú (Rheidae), perdices (Nothura maculosa) y gran variedad de patos; mara (Dolichotis patagonum), armadillos (Zaedyus pichiy, Chaetophractus spp.); roedores como vizcacha (Lagostomus maximus), y gran diversidad de roedores pequeños como cuis chico (Microcavia australis) y coipo (Myocastor coypus). Si bien la vegetación y la fauna dominantes corresponden a la provincia fitogeográfica de monte, por estar próximo a un cauce, en el entorno inmediato al sitio hay elementos propios de ambientes de humedal (Roig et al. 2000). Por otro lado, de acuerdo con las evidencias geomorfológicas, los terrenos experimentaron inundaciones, lo que generó la formación de ambientes pantanosos de relativa constancia, condiciones para la existencia de flora y fauna diferentes al actual (Abraham 1989, Figura 2).

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Figura 2. a: Localización relativa del sitio PA70 y su relación con las condiciones cartografiadas en el siglo XVIII (Plano de Ximenez de Inguanzó 1789; Vignati 1953) en ese mismo sector. b: Vista aérea del sector arqueológico trabajado PA70 Tulumaya (flecha blanca).

Justamente, una pregunta es si estos paisajes de humedal durante tiempos prehispánicos tardíos e históricos eran relativamente constantes y, en ese caso, si se alternaban o no con los médanos que se destacan actualmente en el paisaje (Prieto y Chiavazza 2006). Si esto se hubiera producido, los médanos o "altos" (como son denominados), habrían dando lugar a verdaderos islotes favorables para el asentamiento, por lo que reflejarían en su registro explotaciones de humedal. De hecho, en la cartografía del siglo XVIII se observa que el ambiente donde se encuentra el sitio registraba condiciones de ese tipo, diferentes de las actuales (Figura 2).

El registro se encuentra sobre un médano que, según una escala geológica, corresponde a una acumulación de arena caracterizada por sus movimientos parciales, producto de la acción eólica que la traslada en grandes volúmenes (Abraham 2000). En una escala más detallada tal movilidad no sería significativa como para generar la desestructuración total de los contextos arqueológicos, ya que, aunque mezclados, tenderían a ubicarse en el mismo sector donde se produjeron los eventos de uso, aunque la sucesión ocupacional generó un efecto palimpsesto que dificulta dar precisiones secuenciales (Chiavazza 2007). Al ubicarse en los alrededores de la ciudad de Lavalle, el sitio se encuentra en una situación de riesgo debido a las actividades relacionadas con el avance urbano. La vegetación aparece fuertemente impactada por lo que no reflejaría las características que tuvo en el pasado. El sitio está parcialmente alterado por procesos recientes (desmonte y el trazado de un camino) (Figura 2).

ENFOQUE Y MÉTODOS

El registro arqueológico recuperado se compone de restos cerámicos, líticos, óseos y botánicos adscribibles a los últimos ca. 1600 años. Por tratarse de restos superficiales y subsuperficiales en una matriz arenosa y que indican diferentes etapas, la integridad y la resolución temporal del contexto son a priori bajas (Binford 1982; Martínez 1999). El trabajo apuntó a detectar indicios que permitan caracterizar la ocupación del sitio dentro del patrón de asentamiento planteado en una escala regional, definiendo los atributos del registro en diferentes escalas y apelando a la diversidad para compararlo con el de otros ambientes de la propia llanura noreste y del oeste montañoso (Chiavazza 2001, 2007). De acuerdo con los resultados de un sondeo puede preverse que en sectores altos del médano se conserven niveles enterrados pero sin diferenciación de la matriz arenosa homogénea.

Según el modelo aplicado en el estudio arqueológico de las tierras áridas del norte de Mendoza (Chiavazza 2001, 2007), se estima que la disponibilidad hídrica y la ubicación en el espacio de llanura de las fuentes de agua habrían incidido en las estrategias de subsistencia y los modos de localizar y organizar el asentamiento humano, lo que se expresaría en la variabilidad del registro arqueológico. Las hipótesis a contrastar en el proyecto general son que:

A. El modo de poblamiento humano en la región noreste de Mendoza se adecuó fuertemente a la existencia de fuentes de agua.

B. Las formas de asentamiento variaron temporal y espacialmente, según se tratara de sectores de lagunas, cauces de ríos y arroyos permanentes y/o cauces y charcas efímeras, formados por desvíos en su trazado al variar los caudales o en la estación de lluvias.

Para corroborar de estos planteos, se pueden correlacionar situaciones ambientales entre montaña y llanura durante el Holoceno de tal modo que se transformarían en evidencias indirectas de las condiciones climáticas que dieron el entorno de las ocupaciones (e.g., situaciones neoglaciales como la Pequeña Edad del Hielo). Las expectativas arqueológicas quedan expresadas en la Tabla 1.

Tabla 1. Situaciones ambientales de montaña y planicie y expectativas arqueológicas del asentamiento en la llanura noreste de Mendoza durante el Holoceno medio - tardío (Chiavazza 2007: 17). Se subraya lo inherente a este trabajo.
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De acuerdo con los análisis arqueológicos realizados en una perspectiva regional en la que se compararon registros procedentes de sitios localizados en diferentes unidades ambientales dentro de la propia planicie (lagunas, cauces, paleocauces y campos de médanos), este modelo demostró ser efectivo para explicar las modalidades de ocupación humana (como queda reflejado en la cuarta columna de la Tabla 1 -Chiavazza 2007-), haciéndolo extensible al área de transición entre piedemonte bajo y planicie (Prieto y Chiavazza 2006).

El sitio PA70 está asociado con un cauce activo, que pudo experimentar incrementos o disminuciones, pero difícilmente desecarse durante tiempos prehispánicos unicos tardíos, sobre todo teniendo en cuenta el origen de deshielo de su caudal, el que seguramente debió aumentar con la elevación de temperaturas durante Holoceno Tardío (Prieto et al. 1999). Por lo tanto, comprobado el carácter tardío de sus ocupaciones, como se verá en los apartados de cronología y estudios cerámicos, el objetivo fue evaluar la correspondencia del sitio con usos constantes o muy recurrentes, (incluso dentro de parámetros que podrían incluir la agricultura como opción económica). Las características esperables del registro arqueológico derivarían de un uso intenso y la integridad se vería disminuida por una redundancia ocupacional y posibles actividades múltiples o generalizadas realizadas en un sitio que posee una matriz arenosa (Binford 1982). La resolución temporal sería consecuentemente también baja por los eventos múltiples, repetitivos, de las mismas o diferentes actividades llevadas a cabo a través de un tiempo prolongado en la misma superficie (la resolución temporal aumentaría ante una probable estratificación de ocupaciones, esto de acuerdo a evaluaciones preliminares derivadas de sondeos, ya que no todo el registro presentaría la situación de palimpsesto observada en el sector intervenido y objeto de esta presentación).

A partir de esto, es importante considerar: la posición del registro (superficial, sub-superficial), su distribución (restos aislados, concentraciones), su localización (cumbre o base del médano) y los grados de alteración postdepositacional (meteorización, fragmentación, termoalteración, erosión de materiales) para conocer aspectos vinculados con su integridad. Por otro lado, la posibilidad de llevar a cabo determinaciones temporales dependerá de las dataciones (absolutas o relativas, por medio de tipologías cerámicas y/o líticas y/o presencia de restos faunísticos de origen europeo) y la definición de estacionalidad dependerá de datos ictioarqueológicos (estudio de otolitos: Chiavazza 2007; Chiavazza y Prieto 2008; García Llorca y Cahiza 2007) y arqueobotánicos (Castillo et al. 2007).

El análisis de restos zooarqueológicos permitirá comprender las actividades de subsistencia llevadas a cabo en el sitio y el análisis lítico desde una perspectiva organizacional, expresará los vínculos con el territorio para proponer posibles patrones de movilidad. Por medio de cálculos como índices depositacionales (cantidad de elementos por m2) y de diversidad de clases (Gil 2000) se contará con datos comparativos respecto a sitios de otros ambientes, lo que permitirá postular hipótesis de intensidad de uso en el sitio y estabilidad ocupacional.

Metodología de trabajo de campo

Se llevó a cabo un relevamiento intensivo del sector donde se ubica el sitio, definiendo una superficie de dispersión de forma rectangular de 9000 m2 con eje principal N-S paralelo al curso de agua. El material presenta discontinuidades, por lo que se diferenciaron por lo menos tres sectores de concentraciones, destacándose el punto donde se llevó a cabo la recolección superficial y excavación de un sondeo hasta los 15 cm. En la cumbre del médano se estableció una estación georeferenciada con nivel óptico desde la cual se llevó a cabo el relevamiento topográfico y el levantamiento de elementos aislados por medio de un mapeo sistemático. En el médano donde se observaba la mayor concentración se procedió a establecer un cuadriculado de 25 m2 (URSS: Unidad de Recolección Subsuperficial Sistemática). Allí la recolección se llevó a cabo en una superficie continua y por cada cuarto de cuadrícula de 0,25 m2. Se comprobó que existían materiales enterrados, por lo que se llevaron a cabo excavaciones despejando unidades de 3 cm en la matriz arenosa que se presentaba homogénea y sólo con algunas diferencias en sectores con delgadísimas capas de arena levemente compactada (menores a un cm de espesor) que formaban costras. Un aspecto a destacar es que el sitio poseía rasgos carbonosos y buena conservación de restos arqueobotánicos (aspecto excepcional en sitios de la planicie noreste). Se tamizó el sedimento arenoso en mayas de 1 mm y esta fracción se trató luego en el laboratorio, separando materiales en seco y, parte de la fracción (muestras de sedimento), por medio de lavado y flotación.

RESULTADOS

En el sitio se recuperaron líticos, cerámicas, huesos de fauna y restos botánicos (semillas y carbón, con el cual se realizó una datación). La cantidad y densidad de elementos arqueológicos por m2 es muy alta en el contexto regional (Tabla 2).

Tabla 2. Síntesis de materiales recuperados en la Unidad de Recolección Subsuperficial Sistemática (URSS) y densidad materiales por m2. Código: el = elemento lítico; ec= elemento cerámico; eo= elemento óseo; eb= elemento botánico; ea= elementos arqueológicos (indica la suma de los anteriores).
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La densidad general de materiales por m2 en el sitio Tulumaya supera ampliamente las tendencias promediadas en sitios de diferentes ambientes de la planicie. En todo caso se aproxima a los sitios con mayores densidades trabajados en el ambiente de Lagunas, pero difiere de aquellos correspondientes a entornos de paleocauces o campos de médanos. Esta comparación con sitios de otras zonas de la misma planicie noreste, es útil para entender al sitio y su registro en un contexto regional y postular posibles modos de adaptación y subsistencia dentro diversas unidades ambientales de la planicie (coincidiendo con la expectativa de que el agua fue gravitante en la organización del patrón de asentamiento). Si bien desde el punto de vista cuantitativo estos datos son relevantes; cualitativamente, se considera que las mayores dimensiones de las astillas de huesos y sobre todo la abundancia del registro arqueobotánico (prácticamente ausente en la mayoría de los sitios de los otros ambientes), son elementos que aportan elevando la densidad mencionada y sugieren usos intensos (sostenidos y/o redundantes). Esto podría relacionarse con posibles mejores condiciones de preservación en el sitio PA70, quizá derivación de un sepultamiento y reciente exposición superficial (aspecto que deberá chequearse con estudios tafonómicos específicos y más detallados, los que exceden el presente trabajo). A nivel distribucional, se destacan las concentraciones de astillas (Figura 3, matices de gris) y las variables cantidades de tipos de elementos por cada cuarto de cuadrícula. Se han observado tres sectores con concentraciones significativas separadas por discontinuidades prácticamente sin materiales. Las principales suman aproximadamente 4,5 m2 y 4 m2, y la menor 1,5 m2 (Figura 3).

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Figura 3. Distribuciones de elementos. Los tonos de gris indican frecuencias de astilllas por cuadrante de cada cuadrícula. Los números indican la cantidad de cada tipo de material. Arriba izq. botánico; arriba der. cursiva lítico; abajo izq. óseos y abajo der. recuadrados cerámica. En relación a las concentraciones hemos detectado tres áreas principales (encerradas en líneas gruesas).

Cronología

Las cerámicas recuperadas constituyen el primer indicio de las etapas de ocupación. Las mismas son adscribibles según aspecto, decoración y patrones de pasta, a tipologías de los períodos alfarero medio y tardío (catalogados como tipos Agrelo y Viluco, Bárcena 2001; Lagiglia 2002). Esto posiciona las ocupaciones en un rango temporal con extremos entre los 1600 a 300 años AP. Sin embargo, precisando por medios tipológicos y de datación absoluta se propone acotarlas entre los 1000 años y los 300 años AP, con énfasis en este último lapso si se tiene en cuenta la datación absoluta obtenida sobre madera carbonizada recuperada en excavación y sobre el aparente núcleo ocupacional. La cronología obtenida de una muestra de carbón vegetal recuperada entre los 12 y 15 cm del sondeo, arrojó como resultado una edad convencional de 310 ±40 años AP (edad calibrada en entre los 419, 405 y 315 años AP, respectivamente, según informe Latyr, LP1839 -AD 1531, 1545, 1635-).

Análisis cerámicos

Las cerámicas recuperadas en el sitio fueron catalogadas según su aspecto macroscópico, por color y tratamiento de superficies interna y externa, agrupándolas según espesores y definiendo luego tendencias compartidas en los patrones de pasta, análisis este último, llevado a cabo con lupa binocular (Castillo 2007). A partir de estos atributos se integraron dentro de tipologías propuestas para la región y definidas en estudios previamente desarrollados en otros sitios de la planicie y la región (Cahiza 2003; Chiavazza 2001, 2007; Chiavazza y Prieto 2008; Prieto Olavarría 2005; Prieto Olavarría y Durán 2007; Prieto Olavarría et al. 2008). Los tiestos recuperados en el sitio ascienden a 244 fragmentos. Esto arroja una densidad de 9,7 elementos cerámicos por m2.

Se observó un predominio de fragmentos cerámicos que tradicionalmente se adscriben al período alfarero medio (86%, Agrelo) por encima de los tardíos (11,4% Viluco), Históricos (1,6%) e indeterminados (0,8%). Sin embargo, aun aceptando el contenido cronológico de esta adscripción tipológica, no pretendemos tomarla en exclusivo sentido secuencial, sino plantearla, más allá de la denominación aceptada por el colectivo de arqueólogos de la región, como una alfarería derivada de procesos técnicos específicos y que responde a formas propias de un conjunto que si bien se trata tradicionalmente como previo al siglo XIII, es probable que haya persistido hasta momentos inmediatamente preincaicos (e incluso sincrónicos a tal dominación, como se ha postulado recientemente, García 2008).

La tendencia general es de tiestos sin decoración, alisados y escasos erosionados (7,7%). Los colores varían entre grises, marrones y anaranjados con diferencias en las tonalidades (se interpretan como derivación de las variadas e incluso irregulares atmósferas de cocción). Los patrones de pasta se analizaron y definieron en un 48% de la muestra. Sobre la base de los 210 tiestos adscribibles a Agrelo se definieron 11 patrones de pasta, los patrones para los 28 tiestos Viluco fueron cuatro y sólo uno para los históricos (Figura 4).

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Figura 4. Frecuencias de tiestos por tipos de patrones de pasta (AT= patrón Agrelo, AS= Agrelo sin Patrón; VT= patrón Viluco, VS= Viluco sin patrón; HT= patrón histórico; IS= indiferenciado. Los números que acompañan a las siglas indican el patrón de referencia).

Si bien estas tipificaciones son preliminares, permiten proponer una secuencia continua de uso del sitio, desde etapas prehispánicas a las post-hispánicas. La presencia de material que corresponde a lapsos históricos permite otorgar una coherencia secuencial a las ocupaciones, dadas sucesivamente y con una datación que las acompaña (como se presentó en el apartado de cronología), además de restos de especies faunísticas introducidas hace por lo menos 450 años.

Entre los tiestos Agrelo, un 28,2% de los fragmentos se remontaron, sobre en un total de 17 restauraciones parciales. Los fragmentos Viluco presentaron un 75% de remontajes sobre un total de cuatro restauraciones parciales. Los históricos no remontaron y los dos fragmentos indiferenciados remontaron entre si. Esto representa un número mínimo de piezas de: 17 Agrelo, cuatro Viluco, una Histórica y una indiferenciada; lo que permite suponer la existencia de por lo menos 23 vasijas. Sobre la base de estos análisis se sugiere una cronología de entre 1000 y 300 años AP para el sitio.

De acuerdo con el estudio de los fragmentos con capacidad diagnóstica de formas, 46 indican posibles piezas restringidas y solo tres de los siete fragmentos de bordes permiten inferir formas no restringidas a partir de posibles diámetros de boca (Tabla 3). Si bien estas son observaciones preliminares ya que los estudios dimensionales se encuentran en curso (Castillo 2007) es posible proponer la participación del conjunto alfarero dentro de funciones destinadas a procesar, almacenar y consumir.

Tabla 3. Fragmentos correspondientes a formas de vasijas cerámicas.
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En otro sentido, el predominio de cerámicas atribuibles a tipos Agrelo puede deberse a varios aspectos, no necesariamente vinculados con la mayor intensidad de uso en tal período, aspecto que puede sugerir la mayor presencia de tales fragmentos. En ese caso debe tenerse en consideración que las piezas Agrelo, en general, presentan mayores tamaños que las de tipo Viluco (Michieli 1974; Prieto Olavarría 2005), lo que puede ser una de las causas del sesgo percibido en el registro.

Cerámicas y procesos post-depositacionales

En función al análisis de la resolución e integridad del sitio, el conjunto cerámico ofrece algunas pistas para proponer efectos postdepositacionales que actuaron sobre el registro (Schiffer, 1987; Skibo et al. 1997). La matriz general del sitio corresponde a médanos que están parcialmente edafizados. Este tipo de matrices han resultado ser ácidas en contextos pampeanos, lo que debe tenerse en cuenta como parte del proceso de alteración postdepositacional de la cerámica (Ozán 2010) (aunque no se midió el pH del sedimento en este caso). Las alteraciones tenidas en cuenta en este caso se refieren la elevada fragmentación, erosión y presencia de carbonato observados macroscópicamente. La erosión y tiestos con carbonatos se observó en el 13,5% de la muestra (33 fragmentos). De ese total, un 15,5% (5 fragmentos) corresponde a fragmentos con carbonatos y el 84,5% (26 fragmentos) corresponde a fragmentos con algún grado de erosión. En relación a las posiciones, observamos que los fragmentos con carbonatos se encuentran sin asociación espacial que permitan pensar en un evento de afectación único (son de diferentes etapas y se recuperaron en diferentes cuadrículas). La inclusión de carbonatos, puede ser interpretada como el resultado del sometimiento de los tiestos a una situaciones de saturación de agua (i.e. una charca), por lo cual debe corresponder encharques acotados en el tiempo y el espacio (i.e., pequeñas hoyadas estacionales). La distribución de los mismos tiende a coincidir en las cuadrículas con mayor concentración de material (Figura 3). Esto permite plantearse si tales acumulaciones no se formaron por la misma acción de los posibles encharcamientos localizados que se expresarían en el carbonato de la alfarería.

La erosión, indicada por la destrucción de la superficie de los tiestos (interna y/o externa), aparece representada mayormente en la cerámica Agrelo (82%) y en menor porcentaje en Viluco (18%). Si esta afectación se interpreta como producto de la mayor exposición superficial aparecen algunos datos de relevancia: la tendencia ≥erosión ≥antigüedad es congruente (mayores porcentajes en tiestos Agrelo que en los Viluco); sin embargo, todos los tiestos Viluco erosionados estaban enterrados entre uno y cinco centímetros, en tanto que los Agrelo erosionados enterrados entre uno y cinco centímetros ascienden al 47% y los recogidos en superficie al 52%. Esto va contra lo esperado en los procesos de estratificación sucesiva y constituye un alerta a la consideración secuencial del depósito, confirmando la baja resolución temporal que aporta el registro. Se entiende así que las marcas y erosión de los tiestos se transforman en palimpsestos de historias postdepositacionales como consecuencia de distintas situaciones ambientales que pudieron haber transcurridodiacrónica e incluso sincrónicamente en el microespacio del sitio (Ozán 2010; Skibo et al. 1997).

Análisis de restos óseos

Los análisis, se realizaron discriminando aquellos huesos y dientes identificables en algún nivel (clase, orden, género, especie) de las astillas y cáscaras de huevo. En los dos últimos casos se contabilizaron según longitudes y estados de termoalteración. Los huesos identificados son 806 y muestran un neto predominio de mamíferos (y micromamíferos) sobre huesos de peces, aves y reptiles respectivamente (Tabla 4). Los huesos de aves, que representan el 8% del registro identificado, poseen indicios termoalteración en un 69% de los casos; los de mamíferos que representan el 73% de la muestra están termoalterados en un 68,4%; los de reptiles, que representan el 1% están termoalterados en un 57% de los casos y los de peces, que representan el 18% del total, están termoalterados en un 35,2%.

Tabla 4. Diversidad de taxones representados entre las arqueofaunas del sitio PA70 (n= 806. *indica la cantidad de placas de armadillos).
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Las piezas dentales también permitieron realizar identificaciones (Tabla 5). Se analizaron 123 especimenes que se presentaban fragmentados, enteros e incluso en las mismas mandíbulas y maxilares. El 15,4% de ese total aparece con algún tipo de termoalteración. A los 19 animales identificados según análisis de huesos (Tabla 4), se sumaron cinco identificaciones realizadas por medio del estudio de dientes: Canis sp., Galictis cuja, Leporidae, Mus musculus y Sylvilagus sp. (Tabla 5).

Tabla 5.Piezas dentales estudiadas recuperadas en el sitio PA70 Tulumaya.
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Los restos óseos de prácticamente todas las especies evidencian haber estado sometidos al fuego, y salvo las excepciones dadas por fragmentos pélvicos de Rodentia, aves y guanaco o placas de armadillos, todos los especimenes con señales de exposición al fuego corresponden a extremidades. Si bien no se descarta totalmente la posibilidad de que tal alteración se derive de fuegos producidos naturalmente (ver restos botánicos), los porcentajes sin termoalteración son de todos modos más altos y la discontinuidad distribucional de restos termoalterados debilitan esa posibilidad (esta, sumada a bajas cantidades y dispersiones irregulares de carbones y ausencia de sedimentos termoalterados en gran parte de la superficie trabajada). La conservación ósea se manifiesta sobre diferentes partes esqueletales en todos los casos, aunque en general se observa predominio de especimenes con mayor densidad ósea (como huesos largos y falanges).

Las cantidades de cáscaras de huevo de ñandú están por encima de las de huevos de especies indiferenciadas (Tabla 6). Esto se asimila a lo estudiado en sitios del sector del paleocauce septentrional del río Mendoza en San Miguel, y se diferencia así de las tendencias de sitios de la planicie en los que predominan cáscaras de huevos de aves indeterminadas por sobre las de ñandú, como lo analizado en sitios de humedal (i.e. Lagunas del Rosario y San José, Chiavazza 2007). El consumo evidenciado por los rasgos de termoalteración de los restos, permite postular ocupaciones estivales (lo que no descarta uso invernal del sitio) (Tabla 6). Las astillas recuperadas muestran porcentajes altos de las de longitudes de entre dos y más de dos cm, aspecto no registrado en otros sitios de la planicie y que contribuyen a sostener la noción de un grado bajo a medio de integridad del registro de este sitio (Tabla 6).

Tabla 6. Cáscaras de huevo de ñandú normales (CHÑ n) y termoalteradas (CHÑ Q); cáscaras de huevo de especies no indentificadas normales (CH ni n) y termoalteradas (CH ni Q); astillas óseas según dimensiones: Astillas -0.5 = astillas menores a 0,5cm de longitud, astillas -0,5 Q = astillas menores a 0,5 cm de longitud quemadas. (muestra total = 20.674).
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Estado general de la muestra ósea de fauna

Entre los restos de ñandú predominan huesos de extremidades. En general están fracturados y se recuperaron epífisis que permitieron su reconocimiento. Entre ellos se registran falanges, tarsos, metatarsos, tibiotarsos y articulares. Sólo una vértebra y una costilla corresponden a otras partes del esqueleto. Predominan fracturas transversales irregulares y se registraron, además de un 50% de huesos termoalterados (son de extremidades), un 45% posee marca perimetral en el sector fracturado y una porción de diáfisis de tibia posee marcas de golpe. La meteorización ronda los grados 2 (n= 3), 3 (n= 10) y 4 (n= 7). Tendencia variable, que interpretamos como resultante de la cobertura y exposición alternativa de registros procedentes de médanos. De guanaco, se recuperaron 54 especímenes, de los cuales, un 74% están termoalterados (tostados, quemados y/o calcinados). La meteorización en aquellos especimenes que pudo definirse oscila entre los grados 1 (n= 1), 2 (n= 6), 3 (n= 34) y 4 (n= 13). Sólo nueve especímenes están completos y corresponden a falanges y compactos huesos articulares. El resto de los especimenes presenta fracturas longitudinales, transversales y espiraladas, de los que nueve presentan marcas de corte (predominan los de extremidades sobre los de otras partes del esqueleto).

Los huesos de cerdo aparecen 100% termoalterados (en general son de extremidades, salvo un fragmento de costilla) y sólo un 12% no presentó fracturas. Los huesos de cabra son tres rótulas completas termoalteradas. Entre los micromamíferos en general, se observaron agrietamientos, fracturas transversales, espiraladas y longitudinales, además de marcas perimetrales y un 75,6% de termoalterados distribuidos entre tres especies reconocidas e indiferenciados. La meteorización (grados 1 a 4 según Andrews 1990) de los especimenes oscila entre los grados 1 (n= 4); 2 (n= 168), 3 (n= 169) y 4 (n= 35). Los peces están termoalterados en un 35% y entre las fracturas se observaron sobre todo transversales con un 15% de la muestra. Los restos de aves, con un 69% de termoalterados, presentan huesos con marcas perimetrales y algunos agrietados. La meteorización es proporcional a lo analizado entre micromamíferos, con grados 2 (n= 31), 3 (n= 31) y 4 (n= 9). Los reptiles presentan un 57% de termoalteración y agrietamientos, marcas y fracturas longitudinales. La meteorización oscila entre los grados 2 (n= 3) y 3 (n= 4).

De acuerdo con lo expuesto y sin pensar que la totalidad del registro óseo proceda de actividad antrópica y resulte del consumo, es defendible que gran parte lo sea, si se considera la concentración espacial un de alto porcentaje de diversidad y baja frecuencia por especie, termoalteración en restos de prácticamente todos los taxones, y fracturas e indicios de procesamiento por tipos de fractura (marcas en sectores de fractura) (Kligmann et al. 1999). Los depósitos difieren en el tiempo o al menos en el de su exposición si se consideran las variadas tendencias de meteorización, lo que, sin ser un análisis exhaustivo, resulta coherente con el hecho de que existan evidencias (cerámicas) de diferentes etapas. La gran diversidad y baja frecuencia de una misma especie entre los huesos termoalterados y la baja representación de esqueletos completos, permiten desechar por el momento un incendio o catástrofe natural que explique tal quema (Kligmann et al. 1999: 20-22).

Resultado del análisis óseo

No se considera que los restos faunísticos analizados representen un depósito arqueológico sincrónico, pero se los trata como parte de un bloque temporal de unos 1000 años en promedio. Debe tenerse en cuenta que así como la cerámica permite adscribirla a diferentes etapas de uso del sitio, la incorporación de restos de fauna además de resultar de aportes tanto antrópicos como naturales, seguramente corresponda también a diferentes etapas. En el caso de la fauna introducida esto es claro, ya que permite suponer su ingreso con la conquista, a mediados del siglo XVI circa. Sin embargo la característica de la matriz arenosa del sitio dificulta la percepción secuencial (como se mencionó en los estudios cerámicos). Por lo tanto, los índices de meteorización, tanto de macro como de microfauna (Andrews 1990; Behrensmeyer 1978) permiten considerar tendencias que representan etapas de mayor o menor exposición (sobre cuya interpretación se prefiere no avanzar por considerar que son estudios específicos y que exceden a este trabajo). Sin embargo, abundancia de astillas y cáscaras de huevo, gran variedad de especies en proporciones similares, rasgos de termoalteración diferenciados, marcas de corte, alta densidad y diversidad de especies del contexto en general; aportan a una interpretación de ingreso antrópico de parte del registro óseo. Teniendo esto en cuenta, un dato importante y que permite postular una dieta amplia, la da el hecho de que las proporciones de cada especie son similares en un contexto de gran diversidad (aspecto observado a través del cálculo del NMI). Por lo tanto, desde el sitio se evidencian actividades de captura (armadillos y roedores), caza (guanaco, ñandú), pesca y recolección (huevos) como así también manejo pastoril (cabra y cerdo). A ello se suma un procesamiento intenso, confirmado por la gran cantidad de astillas, representaciones generalizadas de diferentes partes esqueletales, huesos con marcas de corte y fractura, y termoalteración (a lo que se sumarán variados artefactos líticos como se verá a continuación).

El registro manifiesta la explotación de recursos de ambientes de humedal, donde participan un conjunto básico de recursos autóctonos dado por peces, aves y micromamíferos (se destacan armadillos y roedores). Si bien esta tendencia, sumada incluso a la presencia de especies introducidas (Capra hircus, Sus scroffa) son asimilables a las del ambiente de Lagunas (Cahiza 2003; Chiavazza 2001, 2007), presenta también la particularidad de una clara explotación de guanaco y ñandú (poco habitual en los registros del noreste mendocino).

Análisis líticos

Los estudios referidos a contextos líticos y sistemas de producción representados de la planicie son escasos, limitándose a la enumeración de artefactos formatizados (Cahiza 2000; Rusconi 1946, 1961). En este caso, el análisis enfocado desde una perspectiva que considera el proceso de producción de herramientas a partir del concepto de cadena operativa permite entender al sitio dentro de la región y las funciones que pudo cumplir dentro del patrón de asentamiento en un período concreto. Este tipo de enfoque ha sido excepcionalmente considerado hasta ahora en registros del noreste de Mendoza (Chiavazza 2001, 2007, 2009; Chiavazza y Prieto 2008).

De acuerdo con los análisis llevados a cabo para establecer procedencias de las materias primas líticas según la localización de fuentes primarias, secundarias y potencialmente primarias, se ha postulado una segregación en cuatro grandes sectores: Planicie (MPL), Precordillera (MPR), Sierras Centrales (MPS) y Cordillera (que se incluyen como exóticas, MPE). Las materias primas se clasifican en tipos de rocas o minerales con un número (Tabla 7) y subtipos según color, tono, textura, translucidez, que sigue al número con una letra (Chiavazza 1995).

Tabla 7. Clasificación general de materias primas según su procedencia macro regional y distancias (Chiavazza 2001, 2007).
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De acuerdo con este esquema, la definición de localidad de las materias primas se corresponde más con su posición en el ambiente de la misma planicie que con las distancias, puesto que en las adyacencias del sitio, como sucede en gran parte de los de la planicie, no se ha registrado disponibilidad de las rocas que aparecen explotadas (Chiavazza 2007). Para analizar las tendencias en la utilización de las materias primas primero se consideraron comparando frecuencias de productos de talla y peso relativo (Figura 5).

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Figura 5. Frecuencias comparadas de pesos (gris) y cantidades (negro) de productos según procedencias de materias primas.(mp: materias pimas. MPL: materias primas de planicie. MPR: materias primas de precordillera. MPS: materias primas de Sierras Centrales. MPRI: materias primas indeterminadas.

El sistema de producción presenta un claro énfasis en la explotación de materias precordilleranas, las de mejor calidad para la talla, con frecuencias y peso significativamente más alto que las materias primas de Planicie y de Sierras; estas últimas con porcentajes semejantes en cuanto a cantidades pero con diferencias en sus pesos. Los datos señalan el trabajo centrado en materiales de procedencia precordillerana en primer lugar seguidos de los de planicie y sierra casi en igualdad. En tanto, los materiales de sierras muestran una tendencia congruente entre pesos y cantidades de productos. Las materias de planicie, registran diferencias, si bien las frecuencias son semejantes a las de sierras, son mucho más bajos en cuanto a pesos, lo que señalaría un menor énfasis en el trabajo de talla con materiales de planicie, ya que con cantidades similares presentan menor peso de desechos, lo que acompañado a estudios dimensionales corrobora el descarte de rocas de menor tamaño.

Los productos e instrumentos recuperados manifiestan un ingreso de materiales de diferentes procedencias y un intenso trabajo de talla, superando ampliamente la media de lo que se ha registrado en otros sitios de la planicie (Chiavazza 2007).1 En todas las variedades se mantienen las proporciones entre los desechos derivados de las diferentes etapas del proceso de reducción, que en orden decreciente manifiestan mayores indicios en el trabajo de retoque, adelgazamiento secundario, descarte, de adelgazamiento primario y reactivación con porcentajes similares, núcleos y adquisición.

De acuerdo a ello puede interpretarse un énfasis en el trabajo de reducción final y reactivación de instrumentos, gran parte de los cuales fueron trasladados a otros sitios, ello si se considera que sólo el 1,8% (n= 15) del total de los productos líticos recuperados corresponde a instrumentos. De estos a su vez, el 33,3% aparecen fracturados.

Los instrumentos se confeccionaron sobre materiales de todas las procedencias, pero los descartados en el sitio son en orden de importancia los de precordillera, planicie y sierras respectivamente. Los desechos manifiestan trabajos de reactivación y mantenimiento (aspecto vinculado con la estabilidad de ocupación) aplicado a artefactos de materias primas también de las tres procedencias (Figura 6).

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Figura 6. Productos de talla discriminados por tipos y según procedencias de materias primas.

En el sitio están representadas todas las etapas del proceso de reducción lítica. Analizadas según las materias primas explotadas las excepciones se registran para materiales de sierras que no presentan productos derivados de la adquisición, ni núcleos, siendo muy bajas las cantidades de lascas derivadas de la preparación y adelgazamiento primario (sólo una). Las materias primas del mismo ambiente (planicie) registran su ingreso y trabajo en el sitio desde etapas primarias de reducción. En un análisis específico de remontajes entre instrumentos y desechos de materias primas se detectó que todos ellos pudieron ser manufacturados, al menos parcialmente, en el sitio. En ese caso, ninguna de las trayectorias de reducción representadas en los desechos correspondientes a las mismas variedades de materias primas de cada instrumento, se presenta completa (Tabla 8).

Tabla 8. Frecuencias de instrumentos líticos y desechos de los mismos tipos (Nº) y subtipos (letra) de materias primas. Referencias: Adq. : adquisición. Núcl.: núcleo. A1º: Adelgazamiento Primario. A2º: adelgazamiento secundario. Retoq.: retoque. Reactiv. : reactivación. DI.: desecho indiferenciado. Tipos de materias primas: 2: riolitas; 1 Siliceas; 4: cuarcitas; 5: Basaltos; 7. Areniscas.
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Los índices generales de descarte (cantidad de desechos por instrumentos) señalan un manejo menos económico de materias primas precordillera y sierras que presentan índices más bajos, con 0,01 instrumento por desecho en ambos casos, en tanto que las de planicie, presentan un 0,04 instrumento por desecho, también bajo. Al observar en detalle los desechos directamente relacionados con los instrumentos del sitio vemos índices de descarte altos en casos de materias primas de precordillera, pero sobre todo producto del trabajo de retoque y no de los trabajos de adelgazamiento primario. En una escala de mayor detalle observamos que la diversidad de materias primas está dada por ocho variantes de planicie, 13 de sierras y 37 de precordillera (Figura 7).

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Figura 7. Frecuencia de productos de talla líticos según subtipos de materias primas de diferentes procedencias.

De los 58 subtipos de materias primas líticas definidas, 11 variedades (18,9%) fueron soporte de instrumentos que se descartaron en el sitio y las 47 restantes (81,1%) aparecen sólo como productos desechados y los instrumentos elaborados y/o acondicionados aquí sobre las mismas habrían continuado sus trayectorias hasta el descarte en otros puntos no intervenidos del sitio o de la región.

El 53,2% del conjunto de artefactos responde a diseños formales (es decir elaborados según patrones estandarizados para anticipar un uso eficaz bajo circunstancias predecibles). Un 40% de las formas base son de materias primas precordilleranas y un 13,2% son de las sierras. No los hay de materias primas de la planicie, más disponibles pero de menor calidad para la talla). Por otro lado, los instrumentos de diseño informal, de escasa estandarización, manufactura prehispádos en contextos de uso circunstancial e inmediato y que señalan baja inversión de energía (Ebert 1992: 34), suman un 46,6% que se reparte con un 26,6% de materiales precordilleranos y un 20% de planicie (porcentaje congruente con su mayor accesibilidad y menor calidad).

De acuerdo con los tipos de instrumentos definidos en el análisis, cobra fuerza la idea de que en este emplazamiento se llevaron a cabo actividades generalizadas, vinculadas tanto con la obtención como procesamiento de recursos vegetales, animales y minerales (aspecto que se fortalece en el estudio del contexto en general). Las hipotéticas2 actividades que señalan los instrumentos son variadas (Tabla 9):

Tabla 9. Posibles actividades inferidas a partir del análisis de todos los instrumentos líticos registrados.
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Estos restos, comparados con los hallados en contextos sincrónicos del área urbana colonial de Mendoza son muy contrastantes (los instrumentos lítico no superan los 20 ejemplares en varios cientos de metros cuadrados excavados), puesto que indican que en un contexto de asentamiento indígena (PA70), el mantenimiento de la tecnología lítica fue clave en la elaboración del instrumental, aspecto que en la ciudad colonial es radicalmente diferente (Chiavazza 2006: 60). Incluso, en otros sitios de la planicie y el piedemonte las tendencias aquí registradas escapan a la media. Cabe remarcar que las materias primas explotadas, si bien corresponden a diferentes ambientes, son predominantemente de la precordillera.

Análisis arqueobotánicos

El análisis se abocó fundamentalmente a los carporrestos (Mafferra 2007). Prácticamente todas las semillas recuperadas están carbonizadas, excepto dos semillas de vid (Vitis sp.) y un endocarpo de olivo (Olea sp.), que son también las únicas especies de cultígenos presentes (Tabla 10). Su ingreso al registro podría ser consecuencia de procesos recientes, aunque si se tiene en cuenta la existencia de materiales históricos (ver cerámica y restos zooarqueológicos) podría postularse su ingreso durante ocupaciones en tiempos coloniales, aspecto corroborado en registros prehispánicos del siglo XVI en el área fundacional de Mendoza (Chiavazza 2010; Chiavazza y Mafferra 2007) pero su excepcionalidad en el registro no permite asegurarlo. Entre los materiales predominan carporrestos muy fragmentados de algarrobo (Prosopis sp.). Los mismos, fueron hallados en rasgos carbonosos y todos están termoalterados, por lo que son considerados resultantes del descarte de consumo (no solo como alimento, sino también como combustible).3La presencia de este taxón sería un indicador de la ocupación estival del sitio. Si bien esta especie está presente actualmente en los alrededores del sector excavado, creemos debió ser mucho más abundante en la zona antes de los procesos de deforestación que la afectaron desde fines del siglo XIX.

Tabla 10. Taxones de restos arqueobotánicos identificados y estado.
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Entre los restos también se recuperó un posible endocarpo de Chañar (Geoffroea sp.) que se encuentra muy degradado por lo que su identificación es preliminar. Entre los materiales no reconocibles hay también 789 fragmentos de semillas. El taxón predominante es algarrobo (Prosopis sp.), carporrestos que se conservaron muy fragmentados. Aparecen representadas varias partes del fruto, entre ellas: endocarpos con semilla (15,2%), endocarpos externos (25,7%), endocarpo y vaina (0,2%), semillas (56,9%) y fragmentos de vainas (1,7%).

Interesa especialmente el predominio de algarrobo en el registro, su importancia en la economía prehispánica se evidencia en la propiedad de los bosques de algarrobales por parte de algunos caciques. Según estudios documentales se ha postulado la coexistencia de grupos con economías diferentes (agrícola y recolectora, Parisii 1991-1992: 60), destacando menciones de que algunos grupos denominados en la documentación como "algarroberos", se dedicaban especialmente a la recolección, lo que podría indicar una división del trabajo e incipiente trueque (Michieli 1983: 185; Parissi 1991-1992: 59).

Características de la estructura arqueológica

Dentro del contexto regional, el sitio posee un nivel de resolución temporal intermedio. Esto significa que, aún presentándose como superficial, a cielo abierto y sobre un médano, posee rasgos enterrados y, si bien no se detectó estratigrafía, si se aislaron posibles huecos y rasgos de termoalteración con carbón asociado. Es decir, sin corresponder a los niveles más altos de resolución temporal que ofrecen los sitios estratificados de precordillera y valle, no corresponde a los muy bajos niveles observados en gran parte de los sitios de ambientes de Lagunas y de paleocauces (Cahiza 2003; Chiavazza 2007; Chiavazza y Prieto 2008).

DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES

A través del estudio arqueológico del sitio Tulumaya (PA70), se tienden a corroborar algunas tendencias observadas en los contextos prehispánicos medios y tardíos y coloniales tempranos de la región norte de Mendoza y específicamente del noreste. Por un lado, el registro cerámico acompaña una periodización con tres componentes principales, uno de cerámicas grises que de acuerdo con su aspecto de superficie y características de pasta sería adscribible a los conocidos como Agrelo, otro de cerámicas de pasta anaranjada y decoración pintada, propia de los patrones definidos para el conjunto denominado como Viluco y por último cerámicos cuyos aspecto y pastas corresponden a patrones históricos (Prieto Olavarría et al. 2008). Esto nos lleva a proponer una cronología de entre 1000 y 300 años AP. La misma está parcialmente corroborada al datar carbón de excavación entre los 350 y 270 años AP aproximadamente (1600-1680).

Desde esta perspectiva, son significativos los resultados obtenidos en la caracterización de los contextos que dan cuenta de aspectos tecnológicos (líticos) y de subsistencia (arqueobotánicos y zooarqueológicos) para el período prehispánico tardío y colonial temprano de la región, sobre todo al compararlo con otros del mismo período pero que por estar estratificados, poseen mejores niveles de integridad y resolución temporal, como los del Área Fundacional de Mendoza (Chiavazza 2006, 2007).

El registro zooarqueológico y arqueobotánico presenta tendencias que permiten seguir sosteniendo algunas hipótesis planteadas en relación con la subsistencia y modos de producción de las poblaciones indígenas locales por lo menos entre los siglos XV y XVI; los que habrían tenido énfasis en la pesca, recolección, captura y cacería (Chiavazza 2007) no incorporando la agricultura como sistema económico sino hasta entrada la conquista en Chile (1540) y dada fundamentalmente por productos de origen europeo (Chiavazza y Mafferra 2007). Justamente, en lo referido al tema de las prácticas agrícolas discrepamos desde lo evidenciado en el registro (de este sitio y gran parte de los del sector noreste) con la asignación de agricultores de los Huarpes prehispánicos dada por sentada desde datos documentales por otros autores (Bárcena 2001: 64; Cahiza 2000: 114).

Entendemos que los contextos corresponderían a ocupaciones netamente indígenas, sin presencia hispánica, pero dentro de un lapso que comprende momentos inmediatamente prehispánicos e inmediatamente posthispánicos, con un núcleo correspondiente al siglo XVI. Esto se refuerza considerando dos aspectos:

1. Las herramientas son exclusivamente líticas (no hay evidencia alguna de hierro).

2. Los únicos restos históricos corresponden a fragmentos cerámicos de manufactura local propia de tiempos coloniales (Prieto Olavarría et al. 2008).

De esto resulta que las ocupaciones registradas aquí, en un sector aledaño a unos 25 km de la ciudad colonial, corresponderían a grupos referenciados en la documentación como predominantemente adaptados a la recolección, la pesca y la caza (ver Parisii 1991-1992). Según Ovalle (1937) los huarpes "...no son tan curiosos a labrar la tierra y así no tienen la abundancia de comida y regalo de los chilenos...", incluso en la merced de tierras de 1566 Juan de Villegas solicita tierras para chacra "... en atención a que sus indios son algarroberos y por tanto no siembren..." (Espejo 1954 en Herrera de Flores 1997: 18). López de Velazco hacia 1571-74 comenta que los indios de Cuyo: "...se sustentan de algarrobos y carne de ovejas silvestres que cazan, y de pescado que hay en muchas lagunas de esta comarca..." (de Parisii 1991-1992: 60).

El registro del sitio Tulumaya corrobora por el momento estas observaciones, las tipologías de cerámica y los carbones datados otorgan el marco temporal a tales referencias, los restos zooarqueológicos manifiestan esta diversidad de consumos y los materiales arqueobotánicos lo confirmarían a punto tal, que el neto predominio de algarrobo entre los restos carpológicos (más allá de algunas posibles incorporaciones recientes al registro), sería consistente con la observación de los cronistas. Por otro lado, en relación con la conservación del registro, resulta importante para la validación de ausencia de productos cultivados como maíz, la recuperación de vid y olivo, que corresponden a los ingresados desde el siglo XVI (posiblemente en momentos previos a la fundación como se ha planteado para el sitio donde luego se fundó la ciudad de Mendoza, (Chiavazza y Mafferra 2007).

Sitios como PA70 permiten abordar hipótesis vinculadas con el sostenimiento de espacios de uso exclusivamente indígena durante la dominación hispánica en las adyacencias inmediatas a la ciudad colonial y en ambientes de humedal, los que no fueron prioritarios para los conquistadores (Prieto y Chiavazza 2006). En este sitio, las estrategias se habrían complementado con la incorporación de recursos animales exóticos y no vegetales, ya que no hay restos de cultígenos introducidos. En ese caso es contrastante además la clara evidencia de explotaciones recolectoras.

Respecto de las hipótesis de movilidad podemos agregar datos documentales aportados por el misionero Juan Pastor, arribado a Mendoza en 1609: "...en 1611 y en 1612 hizo ... misión en las chacras de los alrrededores de la ciudad..." "...En el invierno de 1612 se trasladó a misionar a los valles de Barranca y Uco, eligiendo este tiempo para encontrar en él más reunidos que en el verano..." (Verdaguer 1931-1932: 103). En este caso se observa una tendencia estacional de ocupación del espacio. Sin embargo la situación experimentada en otros sectores de la planicie Noreste fue diferente, ya que en invierno, en las lagunas, el relato indicaría un asentamiento permanente y disperso: "... a mediados de 1609 fue a misionar ... a las lagunas de Guanacache, con grandes trabajos y privaciones. Tuvo muchas dificultades para reunir a los indios laguneros que estaban dispersos, pero después de conseguir esto, los catequizó durante cuatro meses..." -probablemente entre mayo y agosto- (Verdaguer 1931-1932: 102-103).

La movilidad derivada de sistemas de este tipo es acompañada por la existencia en el sitio de materiales de la región en sentido amplio. Los restos líticos son la clave del análisis de sistemas de movilidad planteados en modelos pero también documentados por misiones que preferían evangelizar en los alrededores de la ciudad en temporadas invernales por encontrarse más reunidas las comunidades que en etapa estival.

Por lo expuesto en este trabajo, consideramos haber aportado al conocimiento de las ocupaciones de tierras bajas del norte de Mendoza, sobre todo de lapsos prehispánicos tardíos y coloniales tempranos. La evidencia documental y arqueológica abogarían a favor de sistemas móviles, centrados en la pesca y la recolección. No hay evidencias que sostengan la existencia de producción agrícola y los elementos materiales vinculados con la invasión europea del territorio podrían resultar más del intercambio temprano que de la ocupación efectiva de colonos en esta porción del territorio. El registro ofrece datos que dan cuenta de un ambiente diferente al actual, caracterizado por ser un humedal, el que aparece constantemente referenciado por los conquistadores a lo largo del siglo XVII, cuando desde la ciudad, comienzan los procesos de integración territorial y poblacional de grupos nativos que se resistían a la encomienda.

Agradecimientos

A la Secretaría de Ciencia, Técnica y Posgrado de la UNCuyo, que otorgó parte de los fondos (proyecto Sectyp N° 06/G451, Facultad de Filosofía y Letras, UNCuyo. Mendoza, 2007-2009). A L. Castillo, L. Mafferra, C. Frías, J. Anzorena, M. Quiroga, M. López y E. Araujo (becarios UNCuyo-CIRSF) que colaboraron con los trabajos de campo y laboratorio. A Alberto Acosta, agente de la Dirección de Recursos Naturales Renovables de la Provincia de Mendoza. A los evaluadores, Dres. Juan B. Belardi y Matías Medina, que contribuyeron a mejorar sustancialmente el texto y precisar muchos datos del manuscrito original.

NOTAS

1.- Las frecuencias del registro lítico en el total de sitios de cada ambiente son: Lagunas: 292 elementos líticos) en 9 sitios (un promedio de 32,4 el./PA= elementos líticos por Punto Arqueológico); Río Mendoza (San José): 278 en tres sitios (92,6 el./PA); Paleocauces meridionales 310 el. en 26 sitios (11,9 el./PA); Campos de médanos: 11 el. en cuatro sitios (1,2 el./PA); Paleocauces septentrionales: 865 el. en 14 sitios (61,7 el./PA); Paleocauce central : 2724 el. en 30 sitios (90,8 el./PA) (en este último caso, tan solo el PA46.4.concentra 1915 y constituye un sitio excepcional) (Datos de Chiavazza 2007). Río Desaguadero: en un sitio se recuperaron 131 el. (Chiavazza y Prieto 2008).

2.- Las actividades son hipotéticas ya que sólo mediante análisis funcional será posible definir concretamente los usos aquí sólo sugeridos.

3.- No hay que descartar un posible evento de incendio, aunque el análisis de dispersiones en la planta no indicaría esto (se esperaría una dispersión regular, más homogénea y una capa más visible carbonosa, de quema, o por lo menos sedimentos termoalterados)

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