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Intersecciones en antropología

On-line version ISSN 1850-373X

Intersecciones antropol. vol.11 no.2 Olavarría July/Dec. 2010

 

RESEÑA DE LIBROS

Los expedientes secretos: la escritura alfabética mapuche en español del siglo XIX. Cartas mapuche: Siglo XIX. Jorge Pavez Ojeda (compilador). CoLibris & Ocho Libros, Santiago de Chile, Chile. 2008. 852 pp. ISBN. 978-956-8018-60-3.

 

Reseña de Julio Esteban Vezub.

Centro Nacional Patagónico (CENPAT), CONICET. Boulevard Almirante Guillermo Brown 2825 (9120). Puerto Madryn, Chubut, Argentina. E-mail: vezub@cenpat.edu.ar

 

Cartas mapuche: Siglo XIX reúne trescientas ochenta y tres piezas epistolares escritas casi exclusivamente en español entre 1803 y 1898 por un total de ciento noventa y tres autores mapuche. Jorge Pavez Ojeda las presenta con un estudio preliminar, "Las Cartas del Wallmapu", y las compila cronológicamente para dar visibilidad a la participación mapuche en la cultura letrada del siglo epistolar por excelencia. Pavez Ojeda atribuye la autoría de cada una a la autoridad política que la rubrica de puño y letra o mediante la colaboración del amanuense, organizando un índice de lonko y ülmen inclusivo de aquellos escribanos mapuche que se instituyeron a sí mismos como autoridades, y por lo tanto en autores de textos que frecuentemente eran dictados, escritos y firmados colectivamente. Varias cartas y notas adjuntan documentación de género diverso: pasaportes, actas parlamentarias, informes y arengas de jefes hispano-criollos, etc., configurando un mapa donde los mapuche se comunicaban con religiosos, autoridades políticas y militares argentinas y chilenas, hacendados, comerciantes, y por supuesto con otros mapuche. Se trata entonces de un corpus informacional de carácter político, bélico, económico y ritual que canaliza conflictos, acuerdos, negocios y pautas de sociabilidad.

La edición de Ocho Libros y CoLibris a cargo de Claudio Cratchley es cuidadosa, destacándose el sistema de referenciación y el criterio paleográfico de mínima intervención en la sintaxis y ortografía, que solamente recurre a las reglas del Alfabeto Mapuche Unificado para establecer el índice de autores, sin alterar la onomástica de los textos mismos. Pavez Ojeda señala que este libro busca "[…] abrir la pregunta y el debate sobre el lugar y el devenir de la escritura alfabética en la sociedad mapuche del siglo XIX", y que representa la punta del iceberg de la correspondencia mapuche decimonónica. Agrega que no se trata de "[…] una compilación que propenda a la exhaustividad, sino más bien del esbozo de un paisaje de escritos que han quedado sumergidos bajo las prosas historiográficas, y desmembrados por los aparatos de captura de los Estados nacionales y las narrativas que ofrecen sus ordenamientos archivísticos" (Pavez Ojeda 2008:12). No obstante las advertencias, la compilación es el resultado de una búsqueda sistemática y no azarosa en los archivos nacionales, regionales, provinciales, eclesiásticos y universitarios de Argentina y Chile, una pesquisa orientada por preguntas y ejes problemáticos que condujeron a los repositorios claves, los que aportan casi la mitad de las cartas del volumen, que se completa con piezas de correspondencia que ya habían sido publicadas por Cox (1863), Barros (1975 [1872]), Zeballos (1961 [1884]), Moreno (1979 [1906-1919]), Archivo del General Mitre (1912, 1913), Copello (1944), Hux (1991, 2004), Durán (2002, 2006a, 2006b) y Pérez Zavala (2004) entre otros, más la adición de las numerosas Cartas de frontera editadas previamente por Tamagnini (1994).

Esta labor de archivo se valoriza por la reunión de las cartas como un corpus único, cuestión obliterada por la mayoría de los antecedentes citados, los que generalmente transcribieron la documentación mapuche de modo fragmentario y la interpretaron como curiosidades o rarezas, sin advertir la proliferación de "polos secretariales" como los de Francisco Inalikang, Pablo Millalikang, Kallfükura, Mariano Rosas, Bernardo y Manuel Namunkura, Llangkitruf y Sayweke que se presentan en el volumen, y que coinciden con el fortalecimiento de nodos y grandes jefaturas que negociaban tratados y dirimían conflictos con el Estado. Será a mediados del siglo XIX cuando adquieran protagonismo las figuras de los secretarios formados en las escuelas para hijos de caciques y las misiones, generalmente al occidente de la cordillera, alfabetización estimulada por las órdenes religiosas y la corona española desde el siglo XVIII. Este dispositivo de control se convertirá a su vez en un instrumento privilegiado por agencias políticas mapuche de condición heteróclita y autónoma, que además lo multiplicaron a través de la enseñanza informal al margen de las instituciones que se practicaba en las tolderías.

Uno de los aciertos principales es la focalización de los problemas de la escritura alfabética mapuche en español y el desarrollo de núcleos burocráticos de caciques, lenguaraces y secretarios, el "malal o toldo letrado". Estos fenómenos eran bien conocidos desde Moreno y Zeballos hasta los antecedentes recientes que repasa Pavez Ojeda, los que reprodujeron algunas de esas cartas pero las caracterizaron como "primitiva documentación" (Durán 2006: 27), o en el mejor de los casos como evidencias de aculturación y crisis en el marco de una sociedad ágrafa y de tradición oral (Pérez Zavala 2004). Esta desatención a la homología del alfabeto con otras formas de trasmisión de significados, más el secuestro de la documentación mapuche y su mezcla entre los archivos estatales y de los persecutores, fortaleció el egocentrismo metodológico de los etnólogos que entronizaron la entrevista como instrumento para conocer el pasado de pueblos a los que consideraron carentes de historia: "Una vez superado el límite temporal por la memoria, y así agotados los testimonios orales, se abordan fuentes escritas. No existe una historia de este carácter elaborada por los indígenas", concluyó Casamiquela (2004:5) para instalar la división de tareas concomitante entre antropólogos e historiadores.

Contra esas prácticas de captura e invisibilización de los sujetos y sus huellas documentales se esgrime el reordenamiento de los archivos mapuche. Desde la plataforma teórica del Laboratorio de Desclasificación Comparada del cual es socio fundador, abrevando en Derrida (1967), Pavez Ojeda despliega una noción de la escritura que excede el reinado del alfabeto y cuestiona la concepción "logo-fonocéntrica" al destacar el diálogo entre cartas, tratados, parlamentos, cuerpos humanos y onomásticas, como formas recíprocamente textuales. Este descentramiento de la relación de la escritura con el Estado recupera la importancia radical de la primera para los proyectos autónomos, y la historicidad de las prácticas burocráticas mapuche que el compilador considera insumisas al "orden notarial", ni plenamente estatales ni plenamente urbanas, lo que se realiza a través de "una multitud que escribe sin voluntad única", como una "forma de colectividad".

Al revisar la etimología, González Echevarría (2000: 60) había destacado "[…] las múltiples conexiones entre el secreto (el saber o conocimiento privativo), el origen y el poder que encierra el concepto de Archivo". En tensión con este planteamiento que recoge pero critica por reducir a mímica las escrituras "fronterizas" como la mapuche, Pavez Ojeda revela verdaderos X-files, y las proximidades entre "secretos", "escritorios", "secretarios" y "secretarías", en este caso "contra-secretos" de corpus, y cuerpos políticos centrífugos donde los nombres propios funcionan "como un índice del archivo histórico mapuche" que enfrenta la homogeneidad del Estado y los regímenes de clasificación desde su condición segmental.

Pavez Ojeda aprovecha la presentación de las Cartas Mapuche para abrir discusiones pendientes en la mapuchología reciente, probablemente la más incisiva sea el cuestionamiento que propone junto con Menard (2007) del marco teórico del mestizaje y la hibridación en la clave que habían planteado Boccara (1998) y Gruzinski (2000), que muchos de nosotros hemos aplicado expeditivamente durante la última década, sin atender a los deslizamientos metafísicos que suprimen la heterogeneidad de sujetos históricos "[…] reducidos a un cuerpo en sentido literal, como propiedad homogénea y autóctona de la identidad" (Pavez Ojeda 2008: 25), donde se reemplaza un indígena puro por un mestizo puro más allá del afán por retirar del análisis las metáforas biológicas. Contra esta génesis o punto de partida primigenio se alzan entonces las Cartas mapuche, que se resisten a ser indexadas como "literatura indígena" bajo el "poder de homogeneización colonial" (Pavez Ojeda 2008: 31).

Desde Chile, Pavez Ojeda dispara otras críticas certeras pero amables a la antropología y la historiografía argentinas (el apego a caracterizar "documentos indígenas", "los historiadores son ahí reacios a usar el término ‘mapuche'", etc.). Al analizar la sinonimia entre corpus y cuerpos, y los procesos de ocultamiento de archivos y exhibición de cadáveres que se produjeron desde 1870, el compilador formula una historia de los documentos y los sujetos que los produjeron. Si la decisión política y epistemológica de dar visibilidad al corpus mapuche en cuanto tal es irreprochable y era perentoria, cabe mencionar los inconvenientes que se desprenden de su etnificación, vale decir, preguntarse por la no inclusión en el corpus de algunas cartas que eran autoría de sujetos que portaban nombres "cristianos" pero el compilador desconoce su condición mapuche, o los nombres tehuelche que no se advierten al interior de los legajos capturados por el Estado y que Pavez Ojeda contribuyó a desclasificar. Como alternativa, una organización por polos secretariales quizás promueva un análisis más contextual de las cambiantes condiciones hegemónicas en que se desenvolvían las prácticas letradas.

Pero esa decisión que había que tomar se legitima en tanto habilita otras formas posibles de organizar los corpus, seguir los intercambios de ida y vuelta entre mapuche e hispano-criollos, reunir secretarías completas con los documentos no mapuche, reconstruir los diálogos y conflictos epistolares que se despliegan en la burocracia de cada lonko conforme al lazo de gestión original de cada texto, todas posibilidades abiertas por una compilación tan expansible como tantas cartas vayan desclasificándose de los archivos estatales o privados. Decisión de Pavez Ojeda que no sustituye ni imposta la voz por un otro que no lo reclama, en tanto asume la crítica de los regímenes clasificatorios que subestimaron los documentos "como ruinas de una nación desaparecida", pero también confronta con "[…] la demagogia esencialista y el cosmovisionismo indigenista con evidencias donde difícilmente encontrarán las huellas de un ‘buen salvaje'" (Pavez Ojeda 2008: 100), en recuperación plena de cada agencia política.

Se inaugura así un verdadero programa de investigaciones para una generación de historiadores, antropólogos y lingüistas a partir del fenómeno de la escritura: la historia de los secretarios y lenguaraces, el análisis de las formas de transmisión y circulación del alfabeto, el influjo de las escuelas y las misiones, las relaciones con otras formas textuales como el arte rupestre o mueble, la variedad ortográfica y gramatical, etc. Todo ello a partir de la documentación de la historia mapuche por sus actores y el problema de la historicidad. En su conjunto, la compilación y el estudio preliminar abren una metodología de ruptura para el campo de la mapuchología histórica, la del registro, combinación e interpretación de corpus documentales heterogéneos que superen las oposiciones entre alfabeto, iconografía y oralidad, además de reinstalar en la agenda "Una de las principales obligaciones del oficio del historiador: publicar masivamente sus fuentes" (Pavez Ojeda 2008: 16), sea de la índole que fueran.

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