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Intersecciones en antropología

On-line version ISSN 1850-373X

Intersecciones antropol. vol.12 no.1 Olavarría Jan./July 2011

 

ARTÍCULO

Lesiones traumáticas en cráneos del sitio Paso Alsina 1. Explorando indicadores de violencia interpersonal en la transición Pampeano-Patagónica Oriental (Argentina)

 

Gustavo Flensborg

Gustavo Flensborg. Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Investigaciones Arqueológicas y Paleontológicas del Cuaternario Pampeano (INCUAPA). Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (UNCPBA), Av. del Valle 5737, Olavarría (B7400JWI), Argentina. E-mail: gflensbo@soc.unicen.edu.ar

Recibido 11 de mayo 2010.
Aceptado 15 de junio 2010.

 


RESUMEN

En el presente trabajo se brinda información sobre lesiones traumáticas registradas en los cráneos de la colección osteológica proveniente del sitio arqueológico Paso Alsina 1 (partido de Patagones, provincia de Buenos Aires, Argentina), con el propósito de aportar nuevos datos que permitan discutir el rol de la violencia interpersonal en el área de transición pampeano-patagónica oriental. El sitio es un área exclusiva de inhumación, conformado por diez entierros secundarios múltiples cuya cronología se ubica en el Holoceno tardío final (ca. 500 años AP). La muestra está integrada por 56 individuos correspondientes a diferentes categorías sexo-etarias. Se describen los casos traumáticos relevados por cráneo y se discuten los resultados con aquellos provenientes de regiones aledañas (e.g., cuencas inferiores de los ríos Negro y Chubut y subregión Pampa Seca). Los resultados indicaron un bajo-moderado porcentaje de lesiones traumáticas, atribuidas a hechos de violencia interpersonal y/o accidentes en el ámbito doméstico y, en ocasiones, entre grupos corresidentes.

Palabras clave: Violencia interpersonal; Cráneo; Noreste de Patagonia; Holoceno tardío final.

ABSTRACT

Cranial traumatic lesions from Paso Alsina 1 site: Exploring indicators of interpersonal violence in the Eastern Pampean-Patagonian Transition, Argentina. This paper presents information about traumatic lesions recorded on crania from Paso Alsina 1 site, district of Patagones, Buenos Aires province, Argentina. The aim of the paper is to discuss the role of interpersonal violence in the eastern Pampean-Patagonian transition. The site is a clearly bounded area of inhumation made up of ten secondary multiple burials that belong to the final Late Holocene (ca. 500 BP). The sample consists of 56 individuals corresponding to different sex-age categories. The traumatic cases recorded on each cranium are described, and the results compared with those from neighboring regions (e.g., the lower basins of the Negro and Chubut rivers and the Dry Pampa subregion). The results indicate a low-moderate rate of traumatic lesions, the product of interpersonal violence and/or accidents in the domestic context, and, occasionally, violence between co-resident groups.

Keywords: Interpersonal violence; Cranium; Northeastern Patagonia; Final Late Holocene.


 

INTRODUCCIÓN

Desde hace más de 30 años, los bioarqueólogos rompieron con la postura romanticista sobre la inexistencia de violencia interpersonal en sociedades prehispánicas, especialmente entre cazadores-recolectores (Walker 2001). En este sentido, el estudio de lesiones traumáticas sobre muestras esqueletales constituye un indicador paleopatológico importante para analizar aspectos referidos a la violencia interpersonal, guerra y eventos accidentales ocurridos en sociedades humanas del pasado (Barrientos y Gordón 2004; Gordón y Ghidini 2007; Grauer y Roberts 1996; Jurmain 2001; Lovejoy y Heiple 1981; Milner 1999; Rodes et al. 2006; Roksandic et al. 2006; Walker 1989, 2001, entre otros).En la Argentina, en los últimos años se ha incrementado la producción científica de índole arqueológica, biológica, cronológica y de dinámicas poblacionales de los grupos humanos que habitaron en el noreste de Patagonia y sudeste de la Región Pampeana (Barrientos 2001; Martínez 2008-2009; Politis y Madrid 2001, entre otros). La información generada hasta el momento apoya la idea de que a partir de los ca. 1000 años AP habría existido un cambio a nivel organizacional en las poblaciones cazadoras-recolectoras, evidenciado por patrones de asentamiento más estables, movilidad de tipo logística, aumento demográfico, circunscripción espacial, explotación de nuevos recursos, intensificación de otros, especialización en la confección de instrumentos, etc. (Barrientos y Pérez 2004; Berón 2004, 2007; Martínez 2004, 2008-2009; Politis y Madrid 2001; Prates 2008, entre otros). Sin embargo, dentro de este marco general, existen dos posturas claramente distintas en lo que respecta a la dinámica poblacional que tuvo lugar durante el Holoceno tardío final en el noreste de Patagonia. Por un lado, se encuentra aquella que sostiene que durante este período se habría producido una expansión geográfica de poblaciones nordpatagónicas, caracterizadas por una estrategia processor, desde la zona del río Chubut hacia el norte, donde habitaban grupos con una estrategia travelers (Barrientos y Pérez 2004; Pérez 2006; ver también Barrientos 1997, 2001). Según el modelo de continuum travelers-processors (sensu Bettinger y Baumhoff 1982; ver también Bettinger 1991: 100-103), los grupos processors presentan claras ventajas competitivas en relación con los travelers en lo que respecta a los costos y recursos explotados. El resultado esperado ante el contacto de grupos con estas dos estrategias es la expansión geográfica de los primeros y una retracción o asimilación de los segundos (Bettinger y Baumhoff 1982). Dicho fenómeno habría tenido lugar cuando las condiciones demográficas, ambientales y sociales fueron alteradas por anomalías hidrológicas, en especial la denominada Anomalía Climática Medieval (ca. 1350-800 años cal AP; Stine 1994, 2000). El efecto de este proceso habría generado un cambio en las organizaciones sociales que significó la movilización de los grupos humanos hacia cursos de agua más estables y recursos predecibles. Esto, asociado con un aumento demográfico y una mayor circunscripción espacial, habría sentado las bases para que se incrementaran las situaciones de tensión social y, en consecuencia, de violencia interpersonal (Barrientos 2001; Barrientos y Pérez 2002, 2004; Barrientos y Gordón 2004; Gordón 2009a, 2009b, Gordón 2011; Gordón y Ghidini 2007).
Por otro lado, dentro de este escenario geográfico, se sostiene que en el curso inferior del río Colorado, la información paleoclimática es aún insuficiente para demostrar la existencia de eventos relacionados con la Anomalía Climática Medieval (ver discusión en Stoessel et al. 2008). En lo que respecta a la dinámica poblacional, Martínez (2008-2009) propone que los grupos humanos poseyeron, durante las ocupaciones iniciales del Holoceno tardío (ca. 3000-1000 años AP), una fisonomía propia en términos de su organización tecnológica, subsistencia, movilidad y asentamiento, producto de adaptaciones específicas a ambientes ribereños y ecotonales, árido-semiáridos. Los cambios organizacionales observados para la parte final del Holoceno tardío (ca. 1000-250 años AP) no habrían sido producto de expansiones de grupos con estrategias processor desde Patagonia, sino de una reorganización conductual experimentada por los grupos residentes en el área, desde las ocupaciones iniciales. Además, Martínez (2008-2009) propone que durante los últimos ca. 1000 años AP se habría producido una constate interacción, coexistencia y complementariedad social entre los grupos residentes y aquellos de otras áreas geográficas (e. g., Patagonia, subregiones Pampa Húmeda y Seca) (Martínez 2008-2009).

Ambos modelos deberían manifestar consecuencias diferentes en lo que respecta a la violencia interpersonal. En el primero, se esperaría una frecuencia mayor de traumas vinculados con hechos acentuados de violencia a través de diversos indicadores directos (e.g., puntas de proyectiles incrustadas en los huesos) e indirectos (e.g., fracturas estrelladas y lineales). En el segundo, se esperaría hallar una frecuencia moderada o baja de lesiones traumáticas correspondientes, principalmente, a eventos accidentales en la vida cotidiana y/o violencia interpersonal de índole doméstica, ya que la tensión y confrontación entre diversos grupos humanos habría tenido una menor escala.

El objetivo de este trabajo es dar a conocer información sobre lesiones traumáticas en los cráneos de la colección osteológica proveniente del sitio arqueológico Paso Alsina 1 (partido de Patagones, provincia de Buenos Aires). El mismo tiene como propósito aportar nuevos datos que permitan discutir el rol de la violencia interpersonal en la transición pampeano-patagónica oriental e indagar sobre los modelos previamente mencionados. Dicha información será comparada con los resultados obtenidos en regiones aledañas como las cuencas de los ríos Negro y Chubut (Barrientos y Gordón 2004; Gordón 2011; Gordón y Ghidini 2007) y la subregión Pampa Seca (Berón 2007; Luna 2008).

Paso Alsina 1 es un área exclusiva de inhumación ubicada en la margen sur del río Colorado a ca. 100 km de la costa Atlántica (Figura 1). Allí se recuperaron diez entierros secundarios múltiples y un número mínimo de 56 individuos de acuerdo con los cráneos hallados. Con respecto a la cronología, 13 fechados radiocarbónicos indican valores semejantes entre sí, obteniendo una media ponderada de 483 ± 43 años AP (Martínez et al. 2007: Tabla 1). Las características contextuales del sitio, tales como la disposición formal de los fardos funerarios, la cercanía entre sí, en algunos casos yuxtapuestos, la ausencia de evidencia de remoción antrópica para la depositación de entierros posteriores y la sincronía de los fechados radiocarbónicos hacensuponer que dichos entierros fueron inhumados en un mismo evento (ver características, detalles y discusión en Martínez et al. 2006, 2007).

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Figura 1.Ubicación geográfica del sitio Paso Alsina 1 y características del contexto del área exclusiva de inhumación.

ASPECTOS CONCEPTUALES Y METODOLÓGICOS

Un trauma puede ser definido como la condición resultante de un impacto accidental o intencional que incide sobre un organismo y que puede lesionar distintos tejidos. El estudio de lesiones traumáticas a nivel óseo puede proporcionar importante información acerca de las prácticas llevadas a cabo por las poblaciones, tales como guerra, violencia interpersonal u otros aspectos de la vida cotidiana (Barrientos y Gordón 2004; Milner 1995). Además, se puede establecer la magnitud de la fuerza aplicada en el objeto, la dirección en que éste fue arrojado, el tipo de arma utilizada, la naturaleza del ataque, etcétera (Lovell 1997).

Las interpretaciones respecto de las lesiones observadas en los esqueletos pueden ser múltiples, dado que pueden corresponder a una acción violenta (e.g., pelea, lucha interpersonal, guerras, etc.) o accidental (e.g., caídas, golpes, etc.). Por lo tanto, en el tratamiento de los datos resulta necesario tener en cuenta el contexto temporal, espacial y cultural de la muestra osteológica analizada para discriminar con mayor precisión las posibles situaciones que podrían haber originado el trauma. Asimismo, es de importancia considerar la información del sexo y la edad para observar patrones y tendencias en la distribución de las lesiones (Larsen 1997; Walker 2001).

En este trabajo se analizaron los cráneos recuperados del sitio arqueológico Paso Alsina 1. Considerando las características de los entierros secundarios múltiples (ausencia de correspondencia anatómica), estos ítems son uno de los pocos elementos óseos individuales por medio de los cuales mejor se diagnostican el sexo y la edad, dos variables esenciales para realizar estudios paleopatológicos.

De los 56 cráneos analizados se determinó el sexo sólo para adultos, adoptando criterios morfológicos como el de la cresta nucal, de la margen supraorbital, de la glabela y del proceso mastoideo. Para la mandíbula se consideró el desarrollo de la eminencia mentoniana, como así también la robustez (Bass 1995; Buikstra y Ubelaker 1994; Steele y Bramblett 1988; White y Folkens 2000). Los resultados fueron agrupados dentro de las categorías definidas por Buikstra y Ubelaker (1994) (Tabla 1).

Tabla 1. Cantidad y porcentaje de individuos según la categoría de sexo y edad

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La edad fue determinada observando el aspecto de las suturas para los individuos adultos (Buikstra y Ubelaker 1994) y, en el caso de los subadultos, las medidas de los huesos que conforman el cráneo y el estado de las suturas de acuerdo con los criterios propuestos por Fazekas y Kósa (1978) y Scheuer y Black (2000). Los resultados se agruparon según las categorías etarias definidas por Buikstra y Ubelaker (1994) (Tabla 1).

El análisis paleopatológico se realizó a través de una observación macroscópica y con lupa binocular (40X) de toda la superficie ósea de los cráneos disponibles; es decir que, independientemente del estado de preservación, todos fueron registrados. Para lograr discriminar entre rasgos y/o alteraciones óseas producidas por procesos posdepositacionales de aquellos de origen patológico, se clasificaron los defectos óseos en antemortem, perimortem y postmortem (Aufderheide y Rodríguez-Martín 1998; Buikstra y Ubelaker 1994). Aquellos de origen tafonómico fueron descartados del análisis.

Con el fin de considerar la variabilidad en que se presentaron los traumas a nivel óseo, estos fueron descritos y medidos con calibre. Para esto se tomaron tres medidas: longitud, ancho y profundidad, en una escala de milímetros. La última variable fue clasificada en escaso (≤ 0,5 mm), moderado (0,6-1 mm) y severo (≥ 1,5 mm). A partir de los criterios propuestos por varios autores (Aufderheide y Rodríguez-Martín 1998; Campillo 2001; Lovell 1997; Steinbock 1976, entre otros) las lesiones fueron clasificadas en: a) fracturas (lineales y estrelladas); b) perforaciones (con inclusión y sin inclusión); c) depresiones o erosiones (circulares y ovoides); y d) abultamientos óseos (circulares y ovoides). Para el tratamiento de los datos se utilizó estadística descriptiva, mediante la aplicación de un test no paramétrico como tablas de 2 x 2 (χ2).

ESTADO DE LA MUESTRA

El estado de preservación de los cráneos es diferencial (Martínez et al. 2009). Para dar cuenta de su grado de integridad se decidió cuantificar cada uno de los huesos que conforman el cráneo y así estimar la representación de partes esqueletarias. Los resultados indican que aquellos correspondientes a individuos adultos se encuentran mejor preservados que los pertenecientes a infantes. Además, se observó en los individuos adultos que los huesos mejor representados son los que forman parte de la calvaria, tales como frontal, parietales, occipital, temporales y esfenoides, seguidos por etmoides, palatinos y maxilares (por encima del 50%), en comparación con los huesos faciales. Esto tiene estrecha relación con las propiedades intrínsecas del hueso (e.g., densidad mineral ósea, estructura ósea) y con factores extrínsecos como la desintegración del tejido óseo por la acción de las raíces, las fracturas ocasionadas por el peso de la maquinaria agrícola y las tareas de extracción y limpieza en el laboratorio (Martínez et al. 2009).

Se analizó la integridad de los cráneos adultos masculinos vs. femeninos con el fin de evaluar el posible sesgo en cuanto a la robustez de este ítem óseo ante diversos procesos posdepositacionales y/o producto de la confección de los fardos funerarios. Los resultados indicaron que no hay relación entre la representación de porciones óseas y el sexo (Tabla 2). Asimismo, se compararon adultos jóvenes vs. medios, cuyo resultado es una dependencia nula entre la representación ósea y la edad (Tabla 2).

Tabla 2. Representación de partes esqueletarias del cráneo por edad y sexo en individuos adultos. Valores estadísticos de χ2 derivado del conteo de los huesos. Nota: AJ= adulto joven; AM= adulto medio; F/PF= femenino/probablemente femenino; M/PM= masculino/probablemente masculino.

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LESIONES TRAUMÁTICAS EN EL SITIO PASO ALSINA 1

Descripción de los traumas

El cráneo Nº 3 corresponde a un individuo masculino, adulto medio (35-49 años). Se registraron numerosas fracturas lineales no remodeladas sobre la cresta externa del occipital. Una de ellas, en forma de "V", se ubicó en el lado izquierdo (20,8 x 2,79 mm) y se caracterizó por pérdida de tejido cortical en momentos perimortem. Por encima de esta lesión se encuentra otra de tamaño más pequeño (6,48 x 1,04 mm) (Figura 2). Hacia el centro de la cresta nucal se observan tres fracturas en forma de "U", paralelas y de menores longitudes (5,21 x 0,65 mm, 3,99 x 0,66 mm y 5,7 x 0,67 mm). Los tres rasgos son similares entre sí y los bordes de los extremos son graduales, siendo más profundos en el centro de la lesión. Finalmente, hacia el lado derecho se localizaron otras dos fracturas, paralelas entre sí, con pérdida postmortem en el tejido cortical aledaño. Son de distintas dimensiones (8,38 x 1,66 mm y 9,37 x 0,88 mm), pero con las mismas características que las anteriores (Figura 2). En todos los casos, el impacto debió haberse producido por la espalda del individuo con algún artefacto pesado, sin filo cortante pero con borde delgado.

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Figura 2. Representació Fracturas lineales en la protuberancia externa del occipital del cráneo Nº3.A)foto de las lesiones y B) esquema de distribución en el hueso.

El cráneo Nº 2 corresponde a un individuo probablemente femenino, adulto medio (35-49 años). Se registró en la mitad derecha del hueso occipital, cercana a la sutura planolámbdica, una fractura remodelada (30,2 x 6,85 mm) de escasa profundidad, caracterizada por un adelgazamiento óseo en el lado infero-medial. De acuerdo con la morfología de la lesión, ésta pudo haber ocurrido por el impacto de algún objeto poco filoso y en forma oblicua, en dirección infero-medial a supero-lateral (Figura 3A).

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Figura 3. Lesiones traumáticas. A) fractura en el occipital del cráneo Nº 2, B) erosión ovoide en el parietal izquierdo del cráneo Nº 8, C) erosiones ovoides en ambos parietales del cráneo Nº 12 y D) fractura en el hueso nasal del cráneo.

El cráneo Nº 8 corresponde a un individuo masculino, adulto joven (20-35 años). En la parte superior del parietal izquierdo, cercano a la sutura sagital, se registró una erosión ovoide (19,68 x 13,95 mm) de escasa profundidad, caracterizada por una depresión suave, homogénea y en estado remodelado. La ubicación del trauma sugiere un golpe en dirección vertical (supero-inferior) de algún objeto con filo romo (Figura 3B).

El cráneo Nº 9 corresponde a un individuo masculino, adulto joven (20-35 años). Se registró una erosión ovoide (6,18 x 4,02 mm), remodelada y de escasa profundidad en la porción superior del parietal derecho, cercana a la sutura sagital. De acuerdo con la ubicación del trauma, éste se originó como producto de un golpe en dirección supero-inferior de algún objeto pequeño con filo romo.

El cráneo Nº 12 corresponde a un individuo probablemente femenino, adulto joven (20-35 años). Se registraron varias erosiones craneales remodeladas, pequeñas y de escasa profundidad en la parte posterior de ambos parietales y en el centro del frontal. Una, de tipo ovoide (1,34 x 3,29 mm), se ubicó en el parietal derecho cercana a la sutura lambdoide; otra se localizó en el parietal izquierdo (2,4 x 3,12 mm), cercana al ángulo de la intersección entre las suturas lambdoide y sagital (Figura 3C). Junto a esta se registró una de tipo circular (0,89 x 0,89 mm). En el centro del mismo parietal se observó otra erosión de tipo ovoide (2,7 x 1,59 mm). En el caso del frontal, se halló una erosión ovoide (2,46 x 0,69 mm) en cuyo interior se observaron dos orificios más profundos. Los impactos fueron realizados por objetos pequeños y sin filo, desde diversos ángulos, en especial en vista posterior.

El cráneo Nº 16 corresponde a un individuo probablemente masculino, adulto medio (35-49 años). En el hueso nasal izquierdo se registró una fractura incompleta remodelada, la cual causó deformación y desplazamiento del hueso nasal y del vómer.

"L" invertida (7,97 x 13,26 mm) (Figura 3D). La dirección del golpe fue frontal, y éste pudo haber sido producido por el impacto de algún objeto o una lucha cara a cara entre individuos.

El cráneo Nº 18 corresponde a un individuo probablemente femenino, adulto joven (20-35 años). Se registró, en la porción superior del parietal izquierdo, una fractura lineal remodelada en forma de "U" (4,64 x 1,03 mm), de escasa profundidad. Asimismo, se observó otra fractura lineal remodelada (1,95 x 0,93 mm) en forma de "U" en la porción superior del parietal derecho. Es posible que un objeto delgado con poco filo haya impactado en dirección postero-superior.

El cráneo Nº 23 corresponde a un individuo probablemente masculino, adulto medio (35-49 años). Se registró, en la porción postero-inferior del parietal izquierdo, una perforación sin inclusión (9,80 x 6,74 mm). El objeto que provocó el trauma generó remoción de tejido óseo desde una dirección infero-medial hacia supero-lateral (sentido oblicuo). De acuerdo con su forma, es posible que sea parte del negativo de impacto de una punta de proyectil (Figura 4A).

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Figura 4. Lesiones traumáticas. A) fractura en el occipital del cráneo Nº 2, B) erosión ovoide en el parietal izquierdo del cráneo Nº 8, C) erosiones ovoides en ambos parietales del cráneo Nº 12 y D) fractura en el hueso nasal del cráneo.

El cráneo Nº 29 corresponde a un individuo probablemente masculino, adulto medio (35-49 años). Se registró en la porción infero-posterior del parietal derecho una erosión de forma semicircular (14,90 x 2,74 mm) y en estado remodelada. De acuerdo con las características de la lesión, se puede inferir que el objeto que la provocó impactó en sentido semi-paralelo al hueso y removió tejido óseo en dirección infero-superior.

El cráneo Nº 30 corresponde a un individuo probablemente masculino, adulto medio (35-49 años). Se registró en él una fractura lineal (9,89 x 2,49 mm) en el arco supraorbitario derecho (Figura 4B), caracterizada por una depresión en el hueso con bordes remodelados. De acuerdo con sus características, se podría inferir que un objeto de escaso espesor y filo impactó frontalmente en el hueso.

El cráneo Nº 35 corresponde a un individuo masculino, adulto joven (20-35 años). En la porción posterior del parietal izquierdo se registró una erosión ovoide (12,84 x 9,19 mm) de escasa profundidad, caracterizada por el fondo rugoso y remodelado. En la parte posterior del parietal derecho se observó una erosión circular (3,56 x 3,56 mm) de poca profundidad y, cercana a esta última, una fractura lineal (2,49 x 0,73 mm) en forma de "U". Ambas presentan características similares a la lesión del parietal opuesto. Finalmente, en el sector derecho del hueso frontal se registró una fractura lineal (13,39 x 0,93 mm) en forma de "U", poco profunda y escasamente remodelada (Figura 4C), que pudo haber sido ocasionada por el golpe de algún objeto delgado y sin filo desde el sector lateral.

El cráneo Nº 37 corresponde a un individuo probablemente masculino, adulto joven (20-35 años). Se registraron, en la porción posterior del parietal izquierdo, dos erosiones ovoides en estado remodelado y con escasa profundidad, muy cercanas entre sí(Figura 4D). Una de ellas (1,78 x 3,56 mm) presenta dos círculos pequeños puntiformes en su interior; y la restante (2,93 x 2,75 mm), un fondo suave y uniforme. En este caso, el objeto pudo haber sido pequeño y (Figura 4D). Una de ellas (1,78 x 3,56 mm) presenta dos círculos pequeños puntiformes en su interior; y la restante (2,93 x 2,75 mm), un fondo suave y uniforme. En este caso, el objeto pudo haber sido pequeño y con filo romo. En la parte superior del mismo parietal se observó una fractura lineal (5,09 x 1,5 mm) en forma de "U", remodelada y poco profunda. Cercana a ésta, se registró otra fractura lineal remodelada (3,14 x 1,27 mm) en forma de "U", cuyo aspecto morfológico se asemeja a la anterior. En ambos casos, el objeto que impactó en el cráneo tendría forma delgada y sin filo, cuyo golpe habría sido en dirección supero-inferior.

El cráneo Nº 40 corresponde a un individuo probablemente femenino, adulto medio (35-49 años). Se registró una erosión ovoide (6,99 x 4,27 mm) de escasa profundidad en la superficie cortical del parietal derecho, cercana a las suturas sagital y fronto-parietal. El fondo y los bordes de la lesión se encuentran en estado remodelado. El objeto se habría caracterizado por una forma redonda y sin filo, el cual impactó en dirección frontal o lateral.

El cráneo Nº 43 corresponde a un individuo probablemente masculino, adulto joven (20-35 años). Se registró, por debajo de la cresta externa del occipital, un abultamiento óseo circular (19,5 x 15,84 mm) de poco espesor, que pudo haber sido provocado por el impacto de algún objeto romo.

El cráneo Nº 51 corresponde a un individuo probablemente masculino, adulto joven (20-35 años). Se registró, en la porción superior y central del hueso frontal, una fractura lineal (8,86 x 1,82 mm) en forma de "V", de escasa profundidad y bordes remodelados. El objeto que causó la lesión debió ser delgado, pequeño y con poco filo, e impactó bruscamente en el hueso desde la dirección frontal.

El cráneo Nº 53 corresponde a un individuo probablemente femenino, adulto joven (20-35 años). Se registró, en la porción media del parietal izquierdo, un abultamiento óseo circular (5,53 x 5,54 mm), homogéneo y escasamente elevado, que puede ser producto del impacto de un objeto redondo, sin filo, desde la dirección lateral.

Integración de los resultados

De los 56 cráneos analizados, el 28,6% (16/56) presentó algún tipo de trauma. Se cuantificaron 33 lesiones que afectaron a ambos sexos y diferentes edades dentro de la categoría adulto. Las lesiones predominaron en los masculinos/probablemente masculinos (68,7%; 11/16) por sobre los femeninos/probablemente femeninos (31,2%; 5/16). Esta misma tendencia se observó entre la frecuencia de cráneos afectados para cada uno de los sexos (Tabla 3) y entre la distribución de las lesiones en ambos sexos. Ninguna de las diferencias fue estadísticamente significativa (Tabla 3).

Tabla 3.Lesiones traumáticas. A) fractura en el occipital del cráneo Nº 2, B) erosión ovoide en el parietal izquierdo del cráneo Nº 8, C) erosiones ovoides en ambos parietales del cráneo Nº 12 y D) fractura en el hueso nasal del cráneo.

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Respecto de la edad, la distribución fue relativamente equitativa, aunque se registró una leve supremacía de los adultos jóvenes (56,2%; 9/16) por sobre los adultos medios (43,7%; 7/16). Si se tiene en cuenta la frecuencia de individuos con presencia de signos traumáticos para cada grupo de edad, se observan valores semejantes entre sí (Tabla 4). Por último, las lesiones se distribuyeron preferentemente en los adultos jóvenes (60,6%; 20/33), respecto de los adultos medios (39,4%; 13/33) (Tabla 4). Las diferencias registradas no fueron estadísticamente significativas.

 

Tabla 4. Distribución de las lesiones por edad. Frecuencias y valores del estadísticoχ2

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De acuerdo con el tipo y la forma de las lesiones se observó que las fracturas lineales rectas (51,5%) predominan por sobre las erosiones ovoides (30,3%), erosiones circulares (6,1%), abultamientos circulares (6,1%), erosión semicircular (3%) y perforación sin inclusión (3%) (Tabla 5).

 

Tabla 5.Cantidad y porcentajes para cada tipo de lesiones craneales.

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Teniendo en cuenta la distribución de las lesiones entre los individuos (Figura 5) se observó que los femeninos/probablemente femeninos, independientemente de la edad, presentan bajos porcentajes y variedad en los tipos de lesiones, mientras que los masculinos/probablemente masculinos registran el mayor porcentaje de fracturas lineales, en especial en los adultos medios (Figura 5). Asimismo, como se observa en la Figura 5, las dos variables con mayor representación son las erosiones ovoides y las fracturas lineales. El cálculo de las proporciones sugiere que, en las primeras, la manifestación entre ambos sexos es semejante, independientemente de la edad (50%). En cambio, las segundas predominan en los masculinos/probablemente masculinos (42,4%; 14/33) por sobre los femeninos/probablemente femeninos (9,1%; 3/33).

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Figura 5. Cantidad y Frecuencia de tipos de lesiones traumáticas según sexo y edad. Nota: F/PF= femenino/probablemente femenino; M/PM= masculino/probablemente masculino; AJ= adulto joven; AM= adulto medio

Las lesiones se distribuyeron preferentemente en ambos parietales (57,6%; 19/33), en menor medida en el occipital (27,3%; 9/33), el frontal (12,1%; 4/33) y el nasal (3%; 1/33). Con respecto a los parietales, el lado izquierdo fue el que presentó mayor frecuencia de lesiones (63,2%; 12/19) en relación con el derecho (36,8%; 7/19), y éstas se distribuyeron equitativamente en los sectores anteriores y posteriores. En cuanto al occipital, las lesiones se registraron en mayor proporción en el centro (88,9%; 8/9) en relación con la porción superior (11,1%; 1/9), preferentemente cercanas a la protuberancia externa del occipital. Por su parte, en el hueso frontal no se observó un patrón homogéneo de distribución de las lesiones, ya que éstas fueron registradas en el arco supraorbitario y centro-posterior del hueso. Finalmente, la única lesión en el nasal se registró en el lado izquierdo.

La distribución y cantidad de lesiones fue variable entre los individuos. En este sentido, cuatro cráneos presentaron entre cuatro y siete lesiones cada uno, mientras que en los restantes tan sólo se observó un rasgo traumático por cráneo. El individuo con más lesiones es un masculino (30-40 años; cráneo 3) con siete fracturas (localizadas en el occipital; Figura 3), seguido por un probablemente femenino (20-30 años; cráneo 12) con cinco traumas; y un masculino y un probablemente masculino (20-30 años; cráneos 35 y 37) con cuatro lesiones cada uno.

DISCUSIÓN

En sociedades cazadoras-recolectoras se han discutido numerosas evidencias para evaluar el rol de la violencia interpersonal, tales como fracturas en los huesos, puntas de proyectil alojadas en ellos, señales de scalping en los cráneos, etc. (Barrientos y Gordón 2004; Gordón y Ghidini 2007; Gordón 2011; Judd 2006; Lambert 1997; Ryan y Milner 2006; Walker 1989, 2001, entre otros). Diferentes contribuciones en diversos contextos culturales han demostrado que estas sociedades no eran pacíficas (ver citas y casos de estudio en Larsen 1997). En este sentido, practicaban la violencia interpersonal tanto en el ámbito doméstico (e.g., entre individuos de ambos sexos, luchas entre hombres, peleas ritualizadas, etc.), como entre grupos corresidentes (e.g., emboscadas, ataques sorpresivos, etc.) (ver citas y ejemplos en Gat 1999; Larsen 1997; Lee y Daly 1999).

En los individuos analizados en este trabajo se observó la presencia de numerosos traumatismos ubicados en el cráneo. Sin embargo, resulta problemático discriminar entre aquellos que pudieron haber formado parte de eventos de violencia interpersonal y aquellos ocurridos por accidentes. En los siguientes párrafos se discutirán diversas evidencias que ayudan a clarificar este problema (e.g., distribución de las lesiones, ubicación, etc.).

La presencia de lesiones en mayor frecuencia en individuos masculinos respecto de los femeninos es esperable de acuerdo con lo registrado en diversos contextos y organizaciones sociales de cazadores-recolectores, horticultores y agricultores (Gordón y Ghidini 2007; Larsen 1997; Luna 2008; Walker 1989, 2001; Webb 1995). El hombre es el que se expone más frecuentemente a situaciones de violencia, peleas y accidentes. En cambio, las frecuencias obtenidas en las mujeres generalmente son atribuidas a accidentes cotidianos o a la violencia doméstica (ver casos etnográficos en Larsen 1997). No obstante, es importante tener en cuenta que la diferencia registrada en este trabajo no es estadísticamente significativa. En este sentido, y considerando que individuos probablemente femeninos fueron afectados por eventos traumáticos, es probable que ambos sexos tuvieran la misma posibilidad de sufrir diversos traumas en el transcurso de su vida, tanto de índole accidental como inducidos por violencia.

Respecto de la distribución de las lesiones, aquellas que afectaron el lado izquierdo pudieron generarse en contextos de peleas cara a cara con un oponente diestro (Aufderheide y Rodríguez-Martín 1998; Campillo 2001; Larsen 1997). Sin embargo, esta tendencia no es tan clara, ya que en el lado derecho también fueron registrados traumas, lo que podría indicar que algunos de los impactos de objetos en el cráneo no fueron intencionales, sino que pudieron tener un rol importante diversas situaciones accidentales. No obstante, no debe descartarse la posibilidad de ataques por la espalda del individuo, situación que podría ser explicada, en parte, por la moderada frecuencia de lesiones en la norma posterior del cráneo.

Las lesiones de tipo erosiones demuestran que fueron realizadas en momentos antemortem. El estado remodelado de los traumas indica que estos no fueron letales, y también sugiere la supervivencia de los individuos a los diferentes eventos y/o hechos ocasionados por accidentes, caídas o violencia interpersonal.

La diversidad de formas y los tamaños pequeños que presentan las lesiones de tipo erosiones indican que no fue utilizado un arma u objeto específico sobre los cráneos (Walker 1989). La ubicación de las lesiones, la mayoría de ellas en la porción posterior de los parietales y occipital, podría ser producto de caídas accidentales o peleas/luchas entre dos o más individuos (ver ejemplos de luchas a distancia a través de objetos arrojados en Gat 1999). Es destacable la recurrencia de este tipo de lesiones en la porción anterior de los parietales y posterior del frontal, ya que aquellas debieron haber ocurrido por el impacto de algún objeto en dirección supero-inferior. En este caso, la posibilidad de accidentes resulta menor, y adquiere mayor relevancia la de violencia interpersonal. Roksandic et al. (2006) observaron fracturas por depresión en estado remodeladas en el hueso frontal de cráneos procedentes del Complejo Iron Gates (Servia-Rumania). Sugieren que las lesiones serían concordantes con violencia interpersonal, y que la fuerza aplicada habría sido desde una dirección antero-superior con algún instrumento sin filo y redondo.

Para el caso de las lesiones de tipo erosiones, en la ergología del área de estudio se conocen pocos objetos con morfología de tipo romo, sin filo, redondeado; entre ellos se encuentran las bolas de boleadoras de formas y tamaños varios y los rodados naturales que están disponibles en la superficie del terreno. Respecto del primer tipo de objeto, sus dimensiones son generalmente grandes y pesadas, con lo cual se esperaría que el impacto sobre el cráneo produjera fracturas estrelladas y daños más severos que depresiones/erosiones suaves y homogéneas, incluyendo la posible muerte del individuo (Berryman y Jones Haun 1996). Respecto del segundo tipo de objeto, sus formas son variadas y generalmente de tamaño pequeño. Estos se encuentran depositados en el área de estudio, cercanos al paisaje circundante del río y a los paleocanales, donde los grupos humanos habitaron y utilizaron las rocas con fines tecnológicos (e.g., confección de raspadores, cuchillos, puntas de proyectil, etc.). En este sentido, es probable que el uso de rodados locales haya jugado un papel importante en las disputas o confrontaciones de los individuos (ver un ejemplo en Standen y Arriaza 2000).

Las lesiones que se caracterizan por un abultamiento en el tejido cortical (cráneos Nº 43 y 53) pudieron haber sido generadas por diferentes tipos de fuerzas, producto de accidentes o violencia. Algunos autores sostienen que es necesario golpear el cráneo con algún objeto duro, liso y sin filo (Campillo 2001; Roksandic et al. 2006). Este tipo de trauma pudo haber sido el resultado de algún golpe que causó inflamación en el tejido blando y óseo, dando origen a un hematoma epicraneano. Varios autores sostienen que si éste no se reabsorbe en un corto plazo puede osificarse y formar un hematoma intraóseo calcificado postraumático (Campillo 2001; Rodes et al. 2006). En este caso, el impacto de rodados naturales sobre el hueso también puede ser uno de los principales responsables en el origen de dichos traumas.

Las fracturas lineales fueron registradas en varios individuos (14,3%; 8/56); la mayor recurrencia se concentró en un cráneo masculino (cráneo Nº 3; ver discusión más adelante). En el caso de la fractura nasal, es posible proponer que se haya generado como producto de una pelea cara a cara entre dos o más individuos. El estado remodelado de la lesión indica que dicho golpe no fue letal, a pesar de que provocó el desplazamiento del hueso nasal y el vómer. El resto de las fracturas ubicadas en los frontales, parietales y occipitales, así como la perforación sin inclusión, pudieron ser ocasionadas por el impacto de diversos objetos filosos y delgados tanto en sentido vertical como oblicuo (e.g., cráneo Nº 23). Las características de todas las lesiones no sugieren el uso de armas de metal y/o blancas (ver un caso en Barrientos y Gordón 2004). Los análisis realizados por Armentano (2004, 2007) sobre la tecnología lítica, que componen parte de la ergología que caracteriza a los grupos cazadores-recolectores en el área de estudio, indican que confeccionaron diversos tipos de artefactos sobre rodados, como cuchillos, raspadores, puntas de proyectil de tamaños pequeños y formas variadas, entre otros (Armentano 2007: Figuras 6.2a y 6.2b; Martínez 2008-2009: Figuras 3 y 4). Estos tipos de artefactos pudieron ocasionar las lesiones en los cráneos.

En este trabajo también fueron relevadas las huellas de corte. Sin embargo, no se tuvieron en cuenta en el análisis, ya que son consideradas como producto de prácticas culturales realizadas en momentos postmortem con el objetivo de remover partes blandas para la confección de paquetes funerarios (ver un caso específico en González 2010; Martínez et al. 2007). González (2010) propone que las huellas de corte se realizaron con la intención de descarnar y limpiar el hueso. Asimismo, la autora sugiere, para un caso en particular (cráneo Nº 3; González 2010: Figura 3), que el corte habría tenido el objetivo de desarticular el cráneo del esqueleto axial restante. Sin embargo, la ubicación de la huella (protuberancia externa del occipital) se encuentra distante de la zona de articulación y perpendicular a ella. En este sentido, y considerando que esta lesión está relacionada con seis traumas más en la misma porción del hueso (Figura 2), se propone que dichas marcas serían producidas en momentos inmediatos a la muerte del individuo, y generadas por algún elemento pesado, filoso y de moderadas dimensiones. Dentro de la ergología del área de estudio no se han registrado artefactos que pudieran causar este tipo de trauma. Sin embargo, en el valle medio del río Negro hay presencia de hachas en piedra (e.g., sitio arqueológico San José 2) cuya morfología podría corresponderse con él (Prates 2007: Figura 5.11). Este caso correspondería, sin dudas, a un hecho de violencia dada la recurrencia e intensidad con que se manifestaron las lesiones.

Excepto por las fracturas lineales, perforación sin inclusión y las erosiones localizadas en la porción superior del cráneo (69,7%; 23/33), el resto de los traumas son considerados poco confiables para poder discriminar entre accidentes y hechos de violencia. Sin embargo, para aquellos que sí se relacionan con violencia, se propone que los posibles escenarios en que pudieron tener lugar los traumas fueron las peleas y luchas dentro del ámbito cotidiano/doméstico y, en menor medida, entre grupos corresidentes. Teniendo en cuenta la alta frecuencia de lesiones remodeladas, quizás una costumbre de estos grupos cazadores-recolectores fuera la de resolver disputas por medio de duelos, en que los oponentes atacaban pero no mataban (Walker 1989; ver varios ejemplos en Gat 1999). En este trabajo se descarta la idea de guerra, es decir, agresiones violentas, armadas y organizadas entre miembros de grupos sociales políticamente autónomos (Smith 2003). El contexto arqueológico-cronológico en el que se inserta la muestra no se caracteriza por un patrón de construcciones defensivas, uso de armamentos para tal fin, prácticas de mutilaciones, scalping en los cráneos, etc. Además, el perfil sexo-etario de la muestra no es el esperado en situaciones de esta naturaleza. Respecto de esta última variable, tampoco es posible sostener la idea de infanticidio, como se propone en otros contextos bioarqueológicos cercanos al área de estudio (e.g., Chenque I de Lihué Calel; Aranda 2007; Luna 2008). No obstante, en muchas sociedades cazadoras-recolectoras se han registrado antecedentes relacionados con emboscadas, preferentemente ataques sorpresivos durante la noche o antes del amanecer (ver ejemplos en Gat 1999; Keeley 1996), en los cuales mataban o causaban daños sin discriminar entre sexo y edad. Hasta el momento, esto no puede ser evaluado a partir de los resultados generados en este trabajo.

Como se observó, los traumas registrados en los cráneos tienen un potencial de información importante debido a que es una unidad anatómica propensa a recibir golpes, ya sea por accidentes o actos deliberados e intencionales (Lovell 1997). Ortner (2003) sostiene que los traumas en este ítem óseo se encuentran vinculados con violencia interpersonal más que con accidentes. Sin embargo, en este trabajo se propone que ambas situaciones tuvieron lugar en estas sociedades cazadoras-recolectoras. En trabajos anteriores, se sostuvo esta misma idea sobre la base del análisis del sector poscraneal de 30 individuos en Paso Alsina 1 (Flensborg 2008, 2010). En este sentido, se registraron indicadores de violencia interpersonal mediante la presencia de puntas de proyectil incrustadas en el cuerpo de una vértebra dorsal de un individuo adolescente y en el acromion de una escápula derecha de un adulto, y de accidentes como producto de caídas y golpes (e.g., fracturas en radio, cúbito y peroné; Flensborg 2010).

En un nivel de análisis comparativo extra-areal, se observaron diferencias con respecto al contexto mortuorio del sitio Chenque I de Lihue Calel. En este caso, se registraron con mayor frecuencia indicadores de violencia interpersonal entre el ca. 400-300 años AP en varios entierros, de acuerdo con la presencia de puntas de proyectil alojadas en diversas unidades anatómicas (Luna 2008: Tabla I.1, Apéndice I; Berón et al. 2007: Figura 1 y Tabla 1). Dicho registro es interpretado como una respuesta ante ciertos cambios organizacionales de los cazadores-recolectores entre el 1050-300 años AP, tales como una reducción de la movilidad producto del deterioro ambiental, que habrían generado situaciones de competencia por el acceso de los recursos (Berón 2004, 2007). Asimismo, el aumento de indicadores de violencia observado en el sector centro-sur de La Pampa para momentos tardíos podría haber sido motivado por el control de los circuitos de intercambios, propiciando escenarios de conflictos (Berón 2007). En el valle inferior del río Colorado, las líneas de evidencias exploradas desde la arqueología y bioarqueología no sugieren cambios socio-ambientales significativos para el Holoceno tardío final, en los cuales se crearan escenarios de conflictos sociales.

Las investigaciones sistemáticas sobre traumas en cráneos llevadas a cabo en muestras de colección de museo procedentes de los cursos inferiores de los ríos Chubut y Negro (Gordón 2009a, 2009b, 2011; Gordón y Ghidini 2007) parten de un modelo propuesto por Barrientos (1997, 2001; Barrientos y Pérez 2002) que sostiene:

[...] como consecuencia de las modificaciones ambientales acontecidas durante la Anomalía Climática Medieval (1500-600 años calendáricos AP), se habrían creado las condiciones para un aumento regional y local de la densidad demográfica y un aumento de la circunscripción espacial en el NE de la Patagonia (República Argentina). Nucleamientos poblacionales de este tipo tenderían a promover, en sociedades de pequeñas escala, un aumento en los niveles de conflicto y violencia interpersonal dentro y entre grupos (Barrientos y Gordón 2004: 53).

Sin embrago, los resultados obtenidos por Barrientos y Gordón (2004), Gordón (2011) y Gordón y Ghidini (2007) indican que no existe una base estadística para sustentar esta hipótesis. No obstante, los autores proponen la existencia de violencia interpersonal durante todo el Holoceno tardío, aunque en porcentajes bajo-moderados en relación con lo registrado para momentos de contacto hispano-indígena, cuando predominó el uso de armas blancas durante las luchas y peleas (Barrientos y Gordón 2004; Gordón 2011; Gordón y Ghidini 2007).

Los resultados alcanzados en este trabajo a partir del análisis del sitio Paso Alsina 1 permiten sostener la idea de una práctica de violencia interpersonal en baja-moderada frecuencia (17,86%, 10/56) durante la parte final del Holoceno tardío, previo al contacto hispano-indígena. Si bien se han registrado similares porcentajes en grupos etnográficos que practicaban emboscadas o ataques sorpresivos, es importante dejar en claro que la muestra analizada no es el resultado de un único evento de violencia. En este sentido, existe un rango de décadas y/o cientos de años que separan los episodios de muerte de estos individuos, con lo cual el porcentaje reportado representa la sumatoria de eventos de violencia producidos en un lapso temporal que no es asimilable a la escala etnográfica.

Teniendo en cuenta el contexto cronológico acotado de la muestra analizada, resulta dificultoso poder evaluar las expectativas formuladas en la introducción para cada uno de los modelos (Barrientos 2001; Martínez 2008-2009). No obstante, los resultados obtenidos en este trabajo, sumados a los de otras investigaciones en áreas aledañas (Barrientos y Gordón 2004; Gordón 2011; Gordón y Ghidini 2007) permiten sostener, en principio, que en el NE de Patagonia no habrían existido elevados niveles de violencia interpersonal durante los últimos 1000 años AP. Si bien la estructura del registro arqueológico permite proponer, hacia el Holoceno tardío final, condiciones de constreñimiento espacial, aumento demográfico y nucleamientos poblacionales, los resultados aquí presentados sugieren que tales fenómenos socio-ambientales no habrían sido suficientes para incrementar las relaciones de conflicto y violencia entre los grupos humanos que habitaron el valle inferior del río Colorado y, posiblemente, el NE de Patagonia.

CONCLUSIÓN

El análisis de lesiones traumáticas en cráneos humanos en un sitio específico del valle inferior del río Colorado resultó de suma importancia para sentar los primeros antecedentes de violencia interpersonal y/o accidentes ocurridos en la vida cotidiana de los cazadores-recolectores que habitaron dicha área durante el Holoceno tardío final. La información registrada y discutida en este trabajo no sustenta la idea de presiones socioecológicas que pudieran causar tensión social y conflictos entre los grupos. En este sentido, los estudios realizados indican que la violencia habría sido practicada en una escala doméstica o con grupos corresidentes en baja-moderada frecuencia. No obstante, los resultados e interpretaciones serán evaluados a través de futuros análisis que contemplen otras muestras, tanto craneales como poscraneales, provenientes de otros sitios arqueológicos con cronologías que representen a todo el Holoceno tardío.

Agradecimientos

Este trabajo fue posible gracias a los subsidios otorgados por el CONICET (PIP-CONICET Nº 6147/05) y ANPCyT (PICT Nº 264). Al INCUAPA (FACSO-UNICEN) por las facilidades y el apoyo brindado para llevar a cabo este análisis. Al Dr. Iván Pérez por su ayuda con el análisis estadístico de los resultados. Al Dr. Luis Bosio y la Lic. Florencia Gordón, por su ayuda en la interpretación de algunas lesiones. Al Dr. Gustavo Martínez y la Lic. Luciana Stoessel por los comentarios valiosos realizados al manuscrito. A la Dra. Natalia Carden por la corrección del abstract en inglés. A los evaluadores, por las sugerencias realizadas que mejoraron sustancialmente el manuscrito.

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