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Intersecciones en antropología

versión On-line ISSN 1850-373X

Intersecciones antropol. vol.12 no.2 Olavarría jul./dic. 2011

 

ARTÍCULO

Tuberculosis precolombina en el noroeste argentino (NOA). El cementerio de Rincón Chico 21 (RCH 21), Santa María, Catamarca

Mario A. Arrieta, María de la Asunción Bordach y Osvaldo J. Mendonça

Mario Arrieta. Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Laboratorio de Osteología y Anatomía Funcional Humana (Pabellón "J"). Departamento de Ciencias Naturales. Facultad de Ciencias Exactas, Físico-Químicas y Naturales. Universidad Nacional de Río Cuarto (UNRC). Ag. Postal N° 3 (5800) Río Cuarto, Córdoba. Argentina. E-mail: marrieta@exa.unrc.edu.ar
María de la Asunción Bordach. Laboratorio de Osteología y Anatomía Funcional Humana (Pab. "J"). Departamento de Ciencias Naturales. Facultad de Ciencias Exactas, Físico-Químicas y Naturales. UNRC. Ag. Postal N° 3 (5800) Río Cuarto, Córdoba. Argentina. E-mail: abordach@exa.unrc.edu.ar
Osvaldo J. Mendonça. CONICET. Laboratorio de Osteología y Anatomía Funcional Humana (Pab. "J"). Departamento de Ciencias Naturales. Facultad de Ciencias Exactas, Físico-Químicas y Naturales. UNRC. Ag. Postal N° 3 (5800) Río Cuarto, Córdoba. Argentina. E-mail: omendonca@exa.unrc.edu.ar

Recibido 27 de agosto 2010.

Aceptado 6 de diciembre 2010


RESUMEN

La excavación sistemática de sitios de enterratorio colectivo posibilita la recuperación de conjuntos esqueléticos en los cuales algunos individuos exhiben evidencia ósea indicadora de condiciones patológicas de origen infeccioso. La presencia y distribución de los marcadores óseos pueden reflejar la forma en que los individuos de una población respondieron o reaccionaron ante la ocurrencia de enfermedades y condiciones de morbilidad, como las ocasionadas por infecciones micobacterianas. Presentamos los resultados de una investigación puesta en marcha para aportar al conocimiento de las condiciones paleopatológicas que pudieron haberse desarrollado entre los pueblos aborígenes del NOA. Las patologías observadas en individuos del cementerio de Rincón Chico 21 (RCh21) fueron registradas, descriptas, analizadas, discutidas e interpretadas como ocasionadas por infecciones micobacterianas (Complejo Mycobacterium tuberculosis). En el análisis crítico y la discusión, relacionados con la dinámica de las interacciones bioculturales, se considera información de asociaciones contextuales y cronológicas. Concluimos que una enfermedad de tipo tuberculosis estuvo presente entre las poblaciones aborígenes prehistóricas del NOA. En RCh21, el hallazgo de seis individuos con patologías sobre un total de 70 excavados soporta la existencia de esta enfermedad en el valle santamariano, temporalmente relacionada con momentos finales de Desarrollos Regionales y también con una creciente influencia imperial expansiva incaica.

Palabras clave: Complejo Mycobacterium tuberculosis; Diagnosis diferencial; Osteoarqueología.

ABSTRACT

Precolumbian tuberculosis in Northwest Argentina: Rincón Chico 21 cemetery (rch21), Santa María, Catamarca: Systematic excavations of collective burial sites makes possible the recovery of sets of skeletons in which some skeletons show bony evidence of infectious pathological conditions. The presence and distribution of bone markers may reflect the way in which individuals responded to diseases and states of morbidity, such as those caused by mycobacterial infection. In this paper, the results of ongoing research on pathological conditions in prehistoric peoples of Northwest Argentina are presented. Bone tissue pathologies observed in individuals from Rincón Chico 21 cemetery were recorded, described, analyzed, discussed and, finally, interpreted as caused by mycobacterial infections (Mycobacterium tuberculosis Complex). In the critical analysis and discussion of the dynamics of biocultural interactions information related to contextual associations and chronology was taken into account. It was concluded that a TB like disease was present in prehistoric populations from Northwest Argentina. At Rincón Chico 21, six individuals out of seventy so far excavated provided evidence of the existence of the disease in the Santa María Valley between the end of the Late Ceramic Period and the onset of the expansion of the Inca Empire.

Keywords: Mycobacterium tuberculosis Complex; Differential diagnosis; Osteoarchaeology.


INTRODUCCIÓN

La tuberculosis humana es una infección ocasionada principalmente por Mycobacterium tuberculosis o M. bovis, bacterias miembros del denominado "Complejo M. tuberculosis" que atacan preferentemente las vías respiratorias, siendo los pulmones su blanco habitual. También pueden ingresar al organismo por el consumo de productos contaminados de origen animal, de manera tal que se infecta el sistema gastrointestinal. La enfermedad puede presentar características agudas o crónicas (Aufderheide y Rodríguez-Martín 1998; Ortner 2003; Powell 1992; Steinbock 1976; Zimmerman y Kelley 1982). Generalmente es una enfermedad bifásica (presenta una fase de infección primaria y luego una fase de reinfección y/o reactivación). Durante la segunda fase, la afección puede llegar a comprometer la mayoría de los tejidos, órganos, aparatos y sistemas del cuerpo, incluido el tejido óseo (Aufderheide y Rodríguez-Martín 1998; Ortner 2003; Roberts y Buikstra 2003).

Durante la era preantibiótico, la incidencia de tuberculosis esqueletal promediaba el 5-7% (Cheyne 1911; LaFond 1958; Steinbock 1976). La mayoría de los pacientes eran niños. Los registros clínicos modernos indican que afecta en un 1% el esqueleto de los pacientes con tuberculosis (Davidson y Horowitz 1970; Zimmerman y Kelley 1982). No obstante, Davies et al. (1984), en un estudio sobre pacientes tuberculosos de Inglaterra y Gales, demostraron que el 5% de ellos había desarrollado lesiones óseas. De este modo, es posible inferir que la expresión de la tuberculosis esqueletal no es uniforme entre poblaciones, y que las variaciones en su expresión estarían fuertemente influenciadas, entre otros factores, por los efectos de la nutrición y el estrés sobre el sistema inmune (Roberts y Buikstra 2003; Wilbur et al. 2008).

Según Aufderheide y Rodríguez-Martín (1998), la tuberculosis se caracteriza predominantemente por una actividad destructiva que determina un patrón de lesiones líticas (osteólisis), con pocos cambios proliferativos y/o reactivos. Más del 40% de tales lesiones se observan en la columna. El hueso canceloso de los cuerpos vertebrales puede destruirse hasta alcanzar un punto en el cual dicho tejido colapsa. El derrumbe de los cuerpos vertebrales (generalmente dos o más) no sólo determina un acortamiento de la longitud del tronco, sino que también provoca el característico encorvado de la espina, propio de la enfermedad de Pott (Aufderheide y Rodríguez-Martín 1998; Ortner 2003; Steinbock 1976; Zimmerman y Kelley 1982). La enfermedad de Pott (infección tuberculosa extrapulmonar que afecta a la espina) da cuenta de hasta el 50% de los casos, y se focaliza generalmente en la región más baja de la columna, desde la octava vértebra torácica hasta la cuarta lumbar (Aegerter y Kirkpatrick 1975; 246Jaffe 1972; Manchester 1983; Resnick y Niwayama 1989). Las lesiones costales y espinales son las lesiones tuberculosas más comunes. Cerca del 9% de los individuos con tuberculosis pulmonar también presenta lesiones en las costillas (Kelley y Micozzi 1984). Tales lesiones consisten habitualmente en manifestaciones periostíticas. Sin embargo, estudios realizados sobre individuos de la Coimbra Identified Skeletal Collection (CISC) que padecieron tuberculosis durante la era preantibiótico demostraron una frecuencia de manifestaciones periostíticas en el aspecto visceral de las costillas que va del 85,7 al 90,9% (Santos y Roberts 2001, 2006). En cuanto al resto del esqueleto, Santos y Roberts (2001) observaron que el 44,4% de los individuos de la CISC diagnosticados con TB desplegaban reacciones periostíticas en huesos largos.

Alrededor del 90% de las lesiones esqueléticas también afecta alguna articulación (Aufderheide y Rodríguez-Martín 1998). Frecuentemente, la tuberculosis articular produce una combinación de osteomielitis y artritis (Messner 1987). Las articulaciones de la cadera y la rodilla son las más comúnmente afectadas (Aufderheide y Rodríguez-Martín 1998; Cheyne 1911; LaFond 1958; Rosencrantz et al. 1941), seguidas por las del codo, la muñeca y el hombro (Aufderheide y Rodríguez-Martín 1998).

Tuberculosis en América precolombina: presencia, dispersión, reactivación

Durante décadas, el reconocimiento de la ocurrencia en tiempos precolombinos de manifestaciones óseas indicadoras de infección de tipo tuberculosis constituyó un tema objeto de controversia. Uno de los argumentos esgrimidos para desechar la presencia de TB en América precolombina fue la extrema susceptibilidad de los amerindios hacia la TB después del contacto. Tal susceptibilidad ante el patógeno fue interpretada como indicador de que se trataba de una población inmunológicamente virgen (Aufderheide y Rodríguez-Martín 1998; Buikstra 1981; Clark et al. 1987; Dobyns 1992; Ortner 2003; Roberts y Buikstra 2003; Steinbock 1976). En la actualidad, la presencia de tuberculosis en la América precolombina es un hecho contundentemente demostrado. Su ingreso y posterior evolución independiente respecto de las formas del Viejo Mundo puede explicarse atendiendo a la variación observada entre los distintos tipos de Mycobacterium presentes en el mundo.

El primer antecedente para la presencia de TB prehispánica en Sudamérica es el estudio llevado a cabo por García Frías (1940, citado en Buikstra 1981), en el cual el autor describe una momia del período Inca (1400-1500 DC) que presentaba lesiones patológicas que se correspondían con aquellas provocadas por tuberculosis. No obstante, la efectiva confirmación de TB prehispánica fue realizada por Allison et al. (1973) sobre un niño momificado proveniente de un sitio perteneciente a la cultura Nazca (700 DC). La momia mostraba evidencia radiológica de enfermedad de Pott, un absceso en el músculo psoas, lesiones miliares que se manifestaban en el riñón, pulmón, hígado y corazón, y, más notable aún, la presencia de bacilos ácido-alcohol resistentes. A partir de la exitosa demostración microscópica de la presencia de micobacterias en material bioarqueológico, más materiales precolombinos fueron tenidos en cuenta, siendo posible el diagnóstico efectivo de nuevos casos de tuberculosis en un total de 11 momias provenientes de Chile y Perú (Allison et al. 1981). La muestra más temprana para la presencia de tuberculosis en América consiste en un caso aislado de enfermedad de Pott difusa procedente del Valle de Pisco, Perú, que fue fechado hacia el 160 AC. A este hallazgo le siguió el de otros tres adultos procedentes del desierto de Atacama, norte de Chile, datados hacia el 290 DC (Allison et al. 1981). Posteriormente, Buikstra y Williams (1991) encontraron 37 casos de tuberculosis en sitios de la serie surperuana de Estuquiña, datados aproximadamente en 1350 DC. Estos hallazgos dieron origen a la publicación del primer estudio paleoepidemiológico para esta infección en colecciones de Sudamérica. La diagnosis estrictamente osteopatológica fue adicionalmente confirmada por Salo et al. (1994), con la publicación del primer diagnóstico molecular basado en técnicas de PCR para el ADN de las micobacterias obtenidas en dicho material bioarqueológico. Un nuevo diagnóstico de naturaleza molecular fue publicado por Arriaza et al. (1995) utilizando exitosamente la misma técnica sobre material extraído de una vértebra patológica (enfermedad de Pott) procedente de los restos naturalmente momificados de una adolescente, cuyo fechado radiocarbónico obtenido sobre músculo esquelético arrojó 1040 ± 70 AD. Para nuestro país, un posible antecedente sobre la presencia de tuberculosis precolombina en cazadores recolectores patagónicos está dado por el hallazgo en la cuenca del lago Salitroso (Santa Cruz) de un individuo cuya datación arrojó 728 ± 39 años AP (García Guraieb 2006; Goñi et al. 2003-2005).

Entre otros aspectos, el patrón del comportamiento epidemiológico de la tuberculosis está fuertemente relacionado con la presencia de factores propiciadores o coadyuvantes (condiciones de estrés general, hacinamiento, insalubridad, malnutrición, etc.). La dinámica propia de las poblaciones prehistóricas de tecnología de subsistencia agrícola y pastoril del noroeste argentino (NOA) estuvo acompañada por una serie de transformaciones socioculturales que, a juzgar por los reflejos arqueológicos, desembocaron en procesos crecientes de aglomeración y nucleamiento habitacional a nivel local y regional (Albeck 1992; Nielsen 1997; Tarragó 2000). Sobre este escenario es posible considerar la existencia de situaciones de marcado estrés, tanto por competencia y defensa de recursos considerados limitados, como también por los sostenidos intentos de penetración territorial y sociocultural que caracterizaron a la expansión imperial incaica. En este trabajo nos proponemos aportar nueva evidencia sobre la existencia de tuberculosis precolombina en el continente americano, y proporcionar los primeros datos osteopatológicos sistemáticamente obtenidos relacionados con la presencia de TB entre los aborígenes prehistóricos del NOA. Se busca asimismo demostrar que, por lo menos en el caso específico de las sociedades santamarianas tardías, y con anterioridad a la llegada del conquistador europeo, otro factor de penetración imperial -la expansión incaica- pudo haber determinado situaciones potencialmente desestabilizadoras, cuando no francamente disruptivas, que propiciaron si no la difusión, por lo menos la reactivación de una enfermedad precolombina como la tuberculosis.

MATERIALES Y MÉTODOS

El cementerio Rincón Chico 21

Rincón Chico 21 (SCatSMa RCh21) es un cementerio localizado dentro de la gran localidad arqueológica de Rincón Chico (Figura 1). Esta localidad abarca un área aproximada de 500 ha y está situada sobre la margen izquierda del río Santa María o Yocavil Meridional, aproximadamente a 5 km hacia el oeste de la actual ciudad de Santa María, provincia de Catamarca, Argentina (Tarragó 1998). El cementerio de Rincón Chico 21 consiste en un lugar de entierro de párvulos en urnas, entierros individuales y también colectivos en el interior de cámaras sepulcrales o "cistas" (Croatto 2008; Mendonça et al. 2004; Tarragó 1998; Tarragó et al. 2006). Se encuentra localizado al pie del flanco oriental de la sierra de Quilmes o Cajón y está espacialmente segregado de otros tipos de indicadores arqueológicos de ocupación. Su importancia radica en el hecho de que presenta indicios de complejidad diacrónica y espacial. En efecto, tanto la distribución espacial de las estructuras como la naturaleza de las inclusiones funerarias señalan que este cementerio fue utilizado durante un lapso comprendido entre los Desarrollos Regionales y el Contacto Hispano-Indígena Inicial, mediando una clara separación estratigráfica entre ellos (Mendonça et al. 2010). La diversidad funeraria comprende inhumaciones primarias directas en fosa, entierros de párvulos en urnas santamarianas tricolor, entierros múltiples en cámaras sepulcrales de planta circular (tradicionalmente conocidas en la bibliografía como "cistas") y posibles entierros de ofrendas cerámicas de pequeño porte (pucos, ollitas). Las cistas son de muy buena factura y están construidas mediante el implante subvertical de grandes lajas perimetrales que delimitan el reservorio funerario propiamente dicho (Croatto 2008; Tarragó et al. 2006).
En este estudio se analiza un conjunto compuesto por 70 esqueletos de individuos de ambos sexos provenientes de nueve enterratorios asignados cultural y cronológicamente a los Desarrollos Regionales (850 DC al 1400 DC). En el conjunto están representadas todas las edades. Los esqueletos fueron recuperados durante las excavaciones que se vienen realizando desde hace más de una década en RCh21. Si bien el cementerio fue objeto de depredación parcial en tiempos subactuales, absolutamente todos los enterratorios aquí considerados fueron hallados intactos y poseen asociación contextual inobjetable.
Los individuos que presentan las patologías aquí consideradas corresponden a hallazgos realizados en las cámaras C-1, C-8 y C-11, y en el Entierro Directo II (ED II). Conforman un total de seis individuos, entre los cuales se cuentan tanto inmaduros como maduros. Los esqueletos fueron cuidadosamente excavados y recuperados, de modo tal que presentan un buen estado de conservación e integridad general, pese a procesos diagenéticos que pudieran haber afectado la matriz orgánica. En todos ellos, durante las tareas de excavación y muy particularmente en el laboratorio, se han realizado observaciones y análisis tanto macroscópicos como microscópicos (arquitectura de la compacta cortical, estructura del hueso trabecular y morfología de las respuestas óseas proliferativas), y también radiológicos, a fin de poder descartar la existencia de alteraciones ocasionadas por agentes posdepósito (Aufderheide y Rodríguez-Martín 1998; Micozzi 1991; Ortner 2003). Para la determinación de las categorías de edad y sexo, se tomaron en cuenta tanto los conjuntos anatómicos correspondientes al cráneo y la pelvis, como las dimensiones métricas y morfológicas de otros elementos del esqueleto poscraneano. A fin de lograr una sistematización en las observaciones, se siguieron las recomendaciones de los Standards for Data Collection from Human Skeletal Remains (Buikstra y Ubelaker 1994). Como práctica de rigor se recurrió en todos los casos a la consulta de la bibliografía original citada en dicha publicación. La metodología observada durante la investigación contempló el desarrollo de las siguientes etapas:

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Figura 1. Valle de Santa María o Yocavil Meridional, Catamarca. Ubicación de la localidad arqueológica de Rincón Chico (adaptado de González y Tarragó 2005).

Determinación de patologías óseas

La observación detenida de las manifestaciones osteopatológicas presentes en cada uno de los elementos óseos por conjunto esquelético individual fue realizada mediante inspección ocular simple y subsecuentemente mediante el empleo de un magnificador óptico con luz adosada, y de una lupa estereoscópica Karl Zeiss, modelo Stemi 2000-C. Asimismo, se obtuvieron placas radiográficas de todos los elementos con patologías. La información relacionada con la detección de patologías permitió conformar las planillas para relevamiento proporcionadas por Buikstra y Ubelaker (1994). En todos los casos, los criterios de identificación, descripción, clasificación y análisis osteopatológico fueron efectuados remitiéndonos a la consulta de los trabajos tal y como fueron originalmente publicados (Aufderheide y Rodríguez-Martín 1998; Baxarias y Herrerín 2008; Mann y Hunt 2005; Ortner 2003; entre otros). Se analizó la información recopilada y se evaluó su potencial para la realización de un diagnóstico, particularmente el denominado "diagnóstico diferencial" (Buikstra 1976).

Diagnosis diferencial

Aunque relacionados de manera estrecha con criterios estrictamente clínicos, en paleopatología los criterios para una diagnosis son un tanto diferentes. En el análisis patológico del hueso arqueológico, el énfasis debe ponerse en el establecimiento visual de la morfología ósea, especialmente en la distribución y el tipo de cambios óseos registrados en el esqueleto. El hueso reacciona de un número relativamente restringido de formas, y la apariencia final de las lesiones patológicas, tal y como se expresan y distribuyen en el esqueleto, puede ser utilizada para intentar acotar más específicamente el patrón de su expresión y caracterización. Estas circunstancias hacen factible su evaluación crítica (Rogers y Waldron 1995; Waldron 1994). El diagnóstico diferencial constituye un recurso de gran valor paleopatológico específico al abarcar todas aquellas dimensiones de las variables osteopatológicas que son útiles para la interpretación de una enfermedad prehistórica (Buikstra 1976). Éstas comprenden tanto la consideración inclusiva de la forma y distribución de las lesiones osteológicas, información epidemiológica sobre mortalidad, morbilidad y ecología de la enfermedad, como la comparación entre la distribución de las patologías óseas y las enfermedades epidémicas modernas, a fines de poder determinar el modelo que mejor explica el comportamiento de las patologías observadas. Finalmente, permite discutir la posible diagnosis en relación con la historia cultural y la evolución de la o las posible/s enfermedad/es en la región considerada.

Determinaciones cronológicas

Los materiales recuperados en el cementerio de Rincón Chico 21 han posibilitado estimaciones cronológicas tanto absolutas como relativas. Se enviaron seis muestras para análisis radiocarbónico al laboratorio Beta Analytic Inc. (Florida, EEUU), a saber: cuatro muestras óseas humanas (datación por AMS), y una de madera y una de carbón (por radiometría convencional). En cuanto a las dataciones relativas, un elemento de mayor importancia está dado por las condiciones de hallazgo y excavación. En primer lugar, las estructuras C-8 (carbón) y C-10 (palita de madera) estaban intactas. En segundo lugar, todas las inclusiones cerámicas de la C-8 corresponden a pucos de estilo santamariano bien elaborados y decorados, propios de los Desarrollos Regionales (Marchegiani 2008). En el caso de la C-10 (parcialmente superpuesta a la C-11), la palita de madera sobre la que se realizó el fechado radiométrico proviene, por un lado, de un rasgo que es temporalmente posterior a la C-11, también asignable a los Desarrollos Regionales, y por otro, fue recuperada del interior de una urna Santamaría Tricolor, con su puco tapa del mismo estilo, protegida y sellada por un encistado con lajas. La urna en cuestión también es asignable al período Agroalfarero Tardío o de Desarrollos Regionales.

RESULTADOS

Osteopatologías

En la Tabla 1 se presenta una síntesis de las patologías observadas en el conjunto osteoarqueológico analizado en este trabajo. Asimismo, se proporciona una selección de las ilustraciones fotográficas y radiográficas obtenidas en el conjunto considerado.

Se registró la presencia de periostitis en costillas en los casos 1, 2, 5 y 6. En el primer caso se manifiesta en forma tanto lamelar como entretejida (Figura 2) en la superficie visceral de seis fragmentos costales, tres izquierdos, dos derechos y uno de difícil lateralización. También se registró un pequeño proceso lítico cerca del borde superior de la decimosegunda costilla izquierda. En el extremo vertebral de un fragmento costal derecho se observaron procesos erosivos irregulares en cabeza y cuello.
En los casos 2, 5 y 6 la periostitis se manifiesta de manera sistémica. En el caso 2, dicha patología se observa en el aspecto visceral de las costillas izquierdas 5, 6 y 7; y de las costillas derechas 5, 6, 7 y 8. También se presenta en el ilium de ambos coxales; metáfisis y epífisis proximales de ambos fémures; superficie anterior de la diáfisis de ambas tibias, incluyendo las metáfisis; tercios medial y distal de diáfisis de ambos peronés (Figura 3); cara anterior de la metáfisis distal del húmero derecho; cara anterior de la metáfisis distal del radio izquierdo; detrás de la faceta radial del cúbito derecho; y sobre toda la longitud de la diáfisis del quinto metatarso izquierdo.
En el caso 5 se observa una marcada periostitis en la cara interna de fragmentos de cuatro costillas (dos derechas, una izquierda y una no lateralizada). En una costilla derecha se localiza en el extremo vertebral y en la otra se extiende sobre gran parte de la cara interna del cuerpo costal. En la costilla izquierda se localiza en la cara interna del extremo esternal. En el fragmento restante, la periostitis se localiza en la cara interna del cuerpo costal. Dicha patología también se manifiesta en la cara anterior de los cuerpos de las segunda, tercera y cuarta vértebras del sacro, y en toda la fosa ilíaca y por la tabla externa supra acetabular del coxal derecho. Por último, en el caso 6, la periostitis no sólo se manifiesta en el aspecto visceral del cuello de las costillas derechas 9 y 10, sino también en el húmero derecho, que presenta leve periostitis en la diáfisis.
El caso 3 no evidenciaba periostitis en costillas, pero el ilium del coxal derecho y la fosa ilíaca del izquierdo manifestaron una marcada periostitis, y también en la cara anterior de la diáfisis del fémur derecho y epífisis distales de ambas tibias. Ambos peronés y el cúbito izquierdo presentaron una periostitis moderada.
Los casos 1, 2, 3, 4 y 6 manifiestan la presencia de procesos líticos en los cuerpos vertebrales. En el caso 1 se destaca un claro ejemplo de enfermedad de Pott, en el cual la séptima cervical (C7) y la primera y segunda torácicas (T1 y T2) se encuentran fusionadas. C7 ha perdido gran parte de la superficie inferior del cuerpo y T1 ha perdido altura en su aspecto anterior provocando una clara cifosis angular (Figura 4).
En el caso 2, la cara anterior de la cuarta cervical (C4) presenta una cavidad oval de paredes heterogéneas y porosas de 0,4 x 0,5 cm, con fondo irregular. Los cuerpos de todas las vértebras dorsales están patológicamente erosionados en su cara anterior, con extensión hacia la lateral derecha. En la octava (T8) y decimosegunda (T12) vértebras torácicas se observan sendas cavidades irregulares de paredes heterogéneas y porosas que abarcan aproximadamente dos tercios del volumen del cuerpo vertebral. En la primera lumbar (L1) hay una cavidad multilobulada que abarca toda la superficie superior del cuerpo. En éste, se observa además una disminución en la altura, lo que determina la ocurrencia de cifosis (Figura 5). Dicha cavidad se continúa hacia la segunda lumbar (L2) en forma de una cavidad irregular que se extiende por toda la superficie articular superior del cuerpo. También se observa un proceso lítico en el extremo vertebral de la cuarta costilla.

En el caso 3, la T12 ha perdido la mayor parte del cuerpo, como consecuencia de la formación de un absceso. Se observa una notable cavidad de bordes suaves y superficie porosa en la parte central del cuerpo, donde además se verifica algún remodelado. La vértebra contigua (T11) también presentaba un proceso lítico, pero el cuerpo se desintegró cuando se procedía a su recuperación. Este individuo también presenta una marcada erosión en ambas caras del ilium del coxal izquierdo (Figura 6). Dicha erosión también se ve en ambas caras a nivel supra acetábulo.
El número 4 es un caso destacable. En este individuo, el aspecto anterior y hacia caudal del cuerpo de la C7 se observa una cavidad de 0,9 cm de diámetro que se continúa hacia la T1. En T2 y en la tercera vértebra torácica (T3), se observa una notable cavidad multilobulada que impacta a ambos cuerpos, de modo tal que las dos piezas han perdido más de la mitad de su masa corpórea. Dicha cavidad presenta bordes suaves y paredes homogéneas, y se observa remodelado. En T2 tiene 1,3 cm de diámetro por 1,5 cm de profundidad; y en T3, 1,3 cm de diámetro por 1,6 cm de profundidad (Figura 7). La T8 muestra en la cara anterior del cuerpo la formación de un pequeño proceso lítico de 0,6 cm de diámetro, cuya superficie irregular presenta aspecto de entretejido. La décima (T10) y la decimoprimera (T11) vértebras torácicas también manifiestan la posible formación de un absceso.
Por último, en el caso 6, durante la excavación se observó que T10 y T11 manifestaban múltiples procesos líticos tanto en la cara anterior como en las laterales. Ambas vértebras se desintegraron durante el proceso de excavación. En este individuo también se registró la presencia de múltiples lesiones líticas en el aspecto visceral de manubrio y cuerpo del esternón (Figura 8).

Tabla 1. Distribución de patologías por edad, sexo, estructura funeraria, y cronología.

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F: Femenino; M: Masculino; I: Indeterminado

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Figura 2. Proliferación periostítica en aspecto visceral de dos costillas (caso 1). A: Hueso entretejido (apariencia desestructurada, irregular; porosidad intensa). B: Hueso lamelar (apariencia más homogénea; mayor densidad y menor porosidad).

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Figura 3. Periostitis lamelar (detalle). Aspecto lateral de tercio medial de diáfisis del peroné izquierdo (caso 2).

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Figura 4. Vista lateral derecha de tres cuerpos vertebrales: C7, T1 y T2 (caso 1). C7 y T1 están afectados por procesos líticos. A: Colapso de C7 y fusión con T1 provocando cifosis. El cuerpo de T2 presenta alteraciones post depósito. B: Corte radiológico sagital de C7-T2, que permite observar: colapso de C7, pérdida de altura de T1, condensación irregular del hueso trabecular, fusión de los cuerpos vertebrales de C7 y T1 y de la articulación interapofisiaria entre las tres vértebras.

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Figura 5. Lesiones líticas en columna (caso 2). A: Vista lateral derecha de segmento dorso lumbar de la espina (T11-L3) donde se aprecia la pérdida de altura corporal de L1. B: Radiografía (norma superior) de L1. Se observa región radiolucente correspondiente a una cavidad multilobulada dentro del cuerpo vertebral.

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Figura 6. Procesos erosivos en ilium del coxal izquierdo (caso 3). A: Radiografía. Región radiolucente indicativa de tales lesiones. B: Fotografía con detalle de lesión erosiva rodeada por periostitis lamelar en área de inserción del gluteus medius.

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Figura 7. Lesiones líticas en cuerpos de T2 y T3 (caso 4). A: Vista inferior de T2 donde se aprecia la destrucción de la superficie articular. B: Vista superior de T3 donde se observa la lesión cavitante (que se intercomunica con su similar en T2). En ambas vértebras se aprecia el engrosamiento del trabeculado óseo en las paredes de la lesión.

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Figura 8. Procesos líticos en manubrio. Aspecto visceral (caso 6).

DISCUSIÓN

La diagnosis paleopatológica para la presencia de tuberculosis precolombina se efectúa principalmente sobre la base de tres enfoques: 1) el osteoarqueológico, basado en la diagnosis diferencial; 2) el paleopatológico, que considera principalmente el estudio de tejidos conservados y/o momificados, acompañado por el análisis microscópico; y 3) el paleopatológico de base molecular (i.e., ADN, IS6110). La convergencia de los tres recursos en la diagnosis de TB precolombina es un hecho deseable, aunque poco probable y factible, particularmente por los procesos de formación que actúan tanto sobre tejidos blandos, la matriz orgánica y la matriz mineral. Tales procesos pueden llegar a producir la destrucción total de la evidencia paleopatológica, de ahí el enorme valor documental proporcionado por la recuperación experta de la variable osteoarqueológica. En este sentido, Wilbur et al. (2008) dejan bien en claro su posición respecto del valor potencial y el peso interpretativo de los recursos diagnósticos hasta el momento disponibles.

Diagnosis diferencial

Un análisis crítico y detenido del listado de enfermedades contemporáneas que pueden provocar cambios óseos parcial o totalmente similares a los registrados en nuestros materiales nos permite efectuar las siguientes consideraciones:
Los focos líticos reabsorbidos constituyen un rasgo predominante en los individuos analizados, circunstancia que permite descartar la enfermedad de Scheuermann, la enfermedad de Paget, la artritis traumática, la artritis reumatoide no lítica y la espondilitis reumatoide. En el primer caso, los procesos líticos presentan una morfología rectangular antes que redondeada, y la cifosis, cuando ocurre, no es angular. En el segundo, las lesiones son mayormente reactivas antes que líticas y, según Aufderheide y Rodríguez-Martín (1998), generalmente las lesiones vertebrales son raras, y la cifosis, cuando ocurre, se debe a fracturas por compresión. En la artritis reumatoide no lítica, según Buikstra (1976), los verdaderos cambios osteoartríticos en articulaciones sinoviales se presentan frecuentemente en estrecha asociación con fracturas de compresión. Por último, en la espondilitis reumatoide, aunque el compromiso del aspecto anterior de los cuerpos vertebrales ocurre, la rarefacción es mucho más común que la formación Asimismo, un compromiso vertebral extenso y frecuente como el observado en nuestros materiales no es característico de las fracturas vertebrales curadas, la equinococcosis, la artritis séptica, la actinomicosis, la histiocitosis, la histoplasmosis, la osteomielitis piogénica crónica, la coccidioidomicosis, la blastomicosis, ni de la sarcoidosis. En el caso de las fracturas vertebrales curadas (Ortner 2003), a menudo solamente una vértebra está involucrada y además hay una destrucción del cuerpo vertebral mucho menor. En estos casos, la cifosis no es angular, y la aparición de un gran callo calcificado localizado puede ser un rasgo distintivo (Aufderheide y Rodríguez-Martín 1998). En la equinococcosis, el compromiso esqueletal no es tan común como el observado en nuestros individuos. En la columna, mientras los discos no suelen ser afectados, la lámina y las costillas adyacentes sí están comprometidas (Aufderheide y Rodríguez-Martín 1998). Además, los procesos transversos y espinosos de las vértebras se ven frecuentemente afectados (Ortner 2003). La artritis séptica involucra principalmente las articulaciones de la cadera y de la rodilla (Ortner 2003). Se trata de una enfermedad de rápida evolución, en la que la manifestación articular suele ser unilateral, pero el proceso de compromiso óseo es comparativamente poco destructivo (Aufderheide y Rodríguez-Martín 1998). En la actinomicosis, el compromiso óseo es raro, y es la mandíbula la región más comúnmente afectada. La ocurrencia a nivel vertebral involucra cuerpos y arcos por igual, mientras que el disco intervertebral no se ve afectado (Aufderheide y Rodríguez-Martín 1998). En el caso de la histiocitosis, si bien afecta el cráneo, la pelvis y los huesos largos, el individuo que la padece, generalmente, no sobrevive al año y medio de vida. El promedio de las muertes gira alrededor de los seis meses de edad (Robins y Cotran 1979). En la histoplasmosis, las lesiones esqueletales son raras y el compromiso vertebral es muy poco común (Aufderheide y Rodríguez-Martín 1998). Además, esta enfermedad se da casi exclusivamente en los valles de Mississippi y Ohio, en los Estados Unidos (Ortner 2003). La osteomielitis piogénica crónica es una enfermedad de rápida evolución, acompañada por marcados procesos neoosteogénicos en los que el compromiso vertebral no es frecuente y en los cuales el 75% de los casos sólo una vértebra suele verse afectada (Ortner 2003). La formación de abscesos paravertebrales es rara y hay formación de grandes secuestros óseos (Aufderheide y Rodríguez-Martín 1998). Ninguno de estos factores se condice con el grado de destrucción vertebral observado en nuestros individuos. Tanto la coccidioidomicosis como la blastomicosis, si bien pueden ocasionar focos líticos reabsorbidos y un compromiso vertebral extenso, las lesiones tienen predilección por presentarse en prominencias óseas (e.g., acromion, tuberosidad tibial, etc.). Además, cuando ataca a la espina también afecta a los elementos posteriores de las vértebras y no hay formación de giba (Aufderheide y Rodríguez-Martín 1998; Ortner 2003). Por último, en la sarcoidosis, la enfermedad puede llegar a producir lesiones multifocales de vértebras y de discos intervertebrales, con ocurrencia de masas paraespinales (Resnick et al. 1989). Sin embargo, ésta es una afección extremadamente rara (Buikstra 1976; Ortner 2003) y no presenta un compromiso tan extenso en las vértebras como el que nosotros hemos observado.
En nuestros materiales se registra un claro predominio de las lesiones localizadas en la región torácica. Según Buikstra (1976), esto sugiere que la artritis reumatoide lítica y la espina tifoidea no serían agentes causales potenciales. Asimismo, en la artritis reumatoide lítica, la mayoría de las lesiones se centraliza en la región lumbar y la ocurrencia en las articulaciones es bilateral (Aufderheide y Rodríguez-Martín 1998; Buikstra 1976; Ortner 2003). Además, esta afección compromete principalmente las articulaciones de las manos (Ortner 2003). La espina tifoidea se presenta en costillas, tibias y vértebras lumbares. Además, los secuestros son más grandes que aquellos vistos en tuberculosis y raramente hay formación de abscesos paravertebrales y cifosis (Aufderheide y Rodríguez-Martín 1998). Todas estas circunstancias permiten considerar que estas enfermedades son candidatas poco probables para la realización de una diagnosis.
La osteomielitis brucella se da preferentemente en individuos maduros y seniles. Si bien la proliferación periostítica en huesos largos puede ser prominente, la formación de abscesos paravertebrales y colapso vertebral es muy poco común (Aufderheide y Rodríguez-Martín 1998). Asimismo, en esta enfermedad se presentan simultáneamente procesos destructivos y reparativos (Aufderheide y Rodríguez-Martín 1998), mientras que nosotros hemos observado solamente la presencia de procesos destructivos.
En cuanto a tumores óseos malignos, los carcinomas a menudo se manifiestan en individuos maduros y seniles e involucran más de dos vértebras no continuas, así como también a los arcos neurales y las costillas. Por lo general, despliegan lesiones asociadas a los focos reabsorbidos. Cuando está presente, la cifosis es obtusa. Una alta mortalidad entre adultos jóvenes no es esperada para esta enfermedad (Buikstra 1976).
El conjunto de consideraciones precedentes nos ha permitido evaluar la posibilidad de descartar un cúmulo importante de enfermedades que pueden provocar un impacto en el sistema esqueletal y remedar las afecciones periostíticas y líticas que están presentes en los materiales aquí considerados. Por otro lado, en el comportamiento y la distribución de tales afecciones nos ha sido posible reconocer la existencia de un conjunto de características que señalan fuertemente un patrón vinculado con la ocurrencia de una enfermedad formación de giba (Aufderheide y Rodríguez-Martín 1998; Ortner 2003). Por último, en la sarcoidosis, la enfermedad puede llegar a producir lesiones multifocales de vértebras y de discos intervertebrales, con ocurrencia de masas paraespinales (Resnick et al. 1989). Sin embargo, ésta es una afección extremadamente rara (Buikstra 1976; Ortner 2003) y no presenta un compromiso tan extenso en las vértebras como el que nosotros hemos observado.
En nuestros materiales se registra un claro predominio de las lesiones localizadas en la región torácica. Según Buikstra (1976), esto sugiere que la artritis reumatoide lítica y la espina tifoidea no serían agentes causales potenciales. Asimismo, en la artritis reumatoide lítica, la mayoría de las lesiones se centraliza en la región lumbar y la ocurrencia en las articulaciones es bilateral (Aufderheide y Rodríguez-Martín 1998; Buikstra 1976; Ortner 2003). Además, esta afección compromete principalmente las articulaciones de las manos (Ortner 2003). La espina tifoidea se presenta en costillas, tibias y vértebras lumbares. Además, los secuestros son más grandes que aquellos vistos en tuberculosis y raramente hay formación de abscesos paravertebrales y cifosis (Aufderheide y Rodríguez-Martín 1998). Todas estas circunstancias permiten considerar que estas enfermedades son candidatas poco probables para la realización de una diagnosis.
La osteomielitis brucella se da preferentemente en individuos maduros y seniles. Si bien la proliferación periostítica en huesos largos puede ser prominente, la formación de abscesos paravertebrales y colapso vertebral es muy poco común (Aufderheide y Rodríguez-Martín 1998). Asimismo, en esta enfermedad se presentan simultáneamente procesos destructivos y reparativos (Aufderheide y Rodríguez-Martín 1998), mientras que nosotros hemos observado solamente la presencia de procesos destructivos.
En cuanto a tumores óseos malignos, los carcinomas a menudo se manifiestan en individuos maduros y seniles e involucran más de dos vértebras no continuas, así como también a los arcos neurales y las costillas. Por lo general, despliegan lesiones asociadas a los focos reabsorbidos. Cuando está presente, la cifosis es obtusa. Una alta mortalidad entre adultos jóvenes no es esperada para esta enfermedad (Buikstra 1976).
El conjunto de consideraciones precedentes nos ha permitido evaluar la posibilidad de descartar un cúmulo importante de enfermedades que pueden provocar un impacto en el sistema esqueletal y remedar las afecciones periostíticas y líticas que están presentes en los materiales aquí considerados. Por otro lado, en el comportamiento y la distribución de tales afecciones nos ha sido posible reconocer la existencia de un conjunto de características que señalan fuertemente un patrón vinculado con la ocurrencia de una enfermedad En primer lugar, los procesos líticos que afectan a la columna vertebral son predominantes en la muestra. Como es sabido, la mayoría de las lesiones líticas tuberculosas comprometen a la espina, ya que los cuerpos vertebrales alojan un importante volumen de hueso trabecular, el cual es abastecido con sangre arterial rica en oxígeno, una condición de primer orden para que el bacilo de la tuberculosis prospere. La mayoría de las lesiones vertebrales tienden a localizarse en la parte media a inferior del tramo torácico y primeras lumbares (Aegerter y Kirkpatrick 1975; Hodgson et al. 1969; Jaffe 1972; Manchester 1983; Resnick y Niwayama 1989), lo cual está estrechamente relacionado con lo que actualmente se conoce para la ocurrencia de un patrón espinal infeccioso de tipo tuberculoso. Si bien las lesiones registradas en el caso 1 poseen una localización poco habitual, Kastert y Uehlinger (1964), Aufderheide y Rodríguez-Martín (1998: Tabla 7.2) y Santos y Roberts (2001), entre otros, describen casos con similar distribución. Con excepción del caso 5, todos los individuos que componen el conjunto estudiado despliegan lesiones líticas en los cuerpos vertebrales, las cuales están mayormente localizadas en la cara anterior del cuerpo vertebral. Esto se observa particularmente en el caso 2, en el cual todas las vértebras torácicas están afectadas, posiblemente como consecuencia del desarrollo de abscesos entre el cuerpo vertebral y el ligamento longitudinal anterior, lo que habría posibilitado una expansión hacia caudal de la infección (Aufderheide y Rodríguez-Martín 1998). Otros focos se localizan en el centro del cuerpo vertebral. Estas lesiones han provocado la destrucción de la mayor parte de los cuerpos, posiblemente como consecuencia de sucesivas expansiones de un absceso inicial hacia el interior de ellos. Finalmente, se observa que en ningún caso las lesiones se localizan en los elementos vertebrales posteriores, lo cual constituye otro rasgo característico de una infección de tipo tuberculoso.
En cuanto a las reacciones periostíticas que se observan en el aspecto visceral de varias costillas (en nuestros materiales representa el 66,66% de los casos), Kelley y Micozzi (1984) creen que cuando se encuentra en un esqueleto, esta reacción es lo bastante distintiva como para predecir su causa. Ellos, junto con Poulsson (1937), Davidson y Horowitz (1970), Eyler et al. (1996) y Santos y Roberts (2001, 2006) argumentan que una periostitis leve, localizada en las caras internas de las costillas, en la mayoría de los casos está asociada con tuberculosis pulmonar. No obstante, existe la posibilidad de que la patología observada en las costillas responda a un empiema piogénico no tuberculoso. Este es un fenómeno secundario a la extensión de un caso de neumonía hacia la cavidad pleural que podría inducir una respuesta periostítica de características similares en la costilla. En tal sentido, y tal como lo señalan Aufderheide y Rodríguez-Martín (1998), se debe tener muy en cuenta que en el pasado no se contaba con las modernas técnicas de drenaje. En este contexto, es muy poco probable que los individuos enfermos de neumonía aguda hayan tenido oportunidad alguna para desarrollar empiema. Asimismo, es poco probable que tales individuos hayan resistido lo suficiente como para que se produjera tal reacción periostítica. Del listado de enfermedades que hemos considerado, Kelley y Micozzi (1984: 386) consideran que, por lo general, "ninguna de estas condiciones afecta a las costillas". Según Buikstra (1981), solamente la actinomicosis tendría una mayor probabilidad de producir el tipo de respuesta proliferativa descripto por Kelley y Micozzi. Si bien las lesiones costovertebrales observadas por nosotros podrían haberse desarrollado a partir de vértebras afectadas, no ocurre lo mismo con las lesiones observadas en el cuerpo costal y en el extremo esternal, ya que bien podrían haberse desarrollado por extensión directa de una lesión pulmonar. Además, en aquellos casos en los que fue posible identificar con precisión cuáles eran las costillas afectadas, se pudo observar que las lesiones tendían a localizarse preferentemente en la región media de la caja torácica, un resultado que se corresponde con los obtenidos en el trabajo de Santos y Roberts (2006) a partir del estudio de individuos cuya causa de muerte se atribuye a tuberculosis pulmonar. Es interesante mencionar que el caso 5, si bien es el único que no presenta lesiones en las vértebras, sí las presenta en otros elementos óseos. En este individuo, las costillas manifiestan periostitis tanto en el extremo vertebral como en el cuerpo y en el extremo esternal, lo que evidenciaría la muy probable existencia de una enfermedad infecciosa de origen pulmonar que actuó directamente sobre el sustrato costal. Aunque, como hemos mencionado, las lesiones costales no son exclusivas de la tuberculosis, es posible considerar que su presencia, localización y distribución, en combinación con la coocurrencia de las restantes patologías aquí discutidas, sugeriría que una enfermedad infecciosa de etiología respiratoria se encontraba presente entre los individuos de Rincón Chico 21.
El origen de la lesión encontrada en el esternón (caso 6) puede explicarse como consecuencia de una extensión directa de la infección desde el pulmón por: 1) su asociación con los otros indicadores óseos de lesiones muy posiblemente causadas por una enfermedad infecciosa pulmonar, y 2) porque en esta zona también se verifica una alta tensión de oxígeno en sangre. Baxarías y Herrerín (2008) consideran que, si bien en forma poco frecuente, este tipo de lesión esternal puede ser causada por M. tuberculosis o por alguna micobacteria atípica. Por su parte, Aufderheide y Rodríguez-Martín (1998: 124) estiman que la localización de lesiones en huesos planos tales como las costillas, pelvis, esternón, y aún ocasionalmente en los huesos de la bóveda (Brown et al. 1980; Scoggin et al. 1976) puede ser una consecuencia de su función hematopoiética.
En cuanto a las lesiones observadas en los coxales, si bien éstas pueden deberse a la difusión de la enfermedad a partir de la proximidad relativa de otros órganos afectados, Aufderheide y Rodríguez-Martín (1998) consideran que un absceso vertebral producido por Mycobacterium puede fistular el ligamento longitudinal anterior y canalizar el absceso hacia caudal, logrando alcanzar la musculatura paravertebral y afectar de este modo al músculo psoas. A su vez, la fascia del músculo psoas es lo bastante densa como para redireccionar el absceso hasta que éste alcance la inserción tendinosa del músculo en el trocánter menor del fémur, de modo tal que podría provocar lesiones en la pelvis, especialmente en la ingle o en la misma fosa iliaca. En los coxales aquí considerados, las lesiones presentes, tanto periostíticas como líticas, mayoritariamente se desarrollan en el ilium, lo cual, si tenemos en cuenta la distribución y localización de los otros marcadores osteopatológicos mencionados para el resto del esqueleto, bien puede corresponderse con el origen mencionado por Aufderheide y Rodríguez-Martín (1998). En cuanto a las lesiones periostíticas encontradas en el coxal derecho del caso 5, considerando la distribución de las lesiones periostíticas descriptas para los restantes elementos del esqueleto de este individuo, es posible también suponer que el origen de la patología observada en dicho coxal pudiera explicarse por diseminación hematógena del agente infeccioso.
Por último, si bien las lesiones tuberculosas en los huesos largos son consideradas raras o inusuales, hay que tener presente que en las metáfisis de los huesos largos hay hueso esponjoso abastecido con sangre arterial rica en oxígeno. Esta circunstancia brinda un ambiente potencialmente propicio para que los bacilos tuberculosos puedan prosperar, y por ende provocar una reacción proliferativa del periostio como respuesta a una posible invasión del patógeno, pudiendo por lo tanto ser causal del tipo de lesiones que observamos en el conjunto estudiado.

Aspectos cronológicos

Datación absoluta. Las muestras óseas humanas (fragmentos de una tibia y de tres costillas) no arrojaron presencia de colágeno alguno que posibilitara la obtención de fechados por AMS. Procesos diagenéticos podrían considerarse como la causa más probable para esta circunstancia. Recurrimos entonces a la datación absoluta proporcionada por materiales contextualmente asociados a las inhumaciones. Estos fechados (Tabla 2) ubican los materiales de este estudio en los períodos Agroalfarero Tardío y eventualmente inicios del Incaico.
Correlaciones contextuales. Las asociaciones contextuales de los entierros donde fueron hallados los individuos con TB en ningún caso señalan la presencia de elementos indicadores de intercambio y circulación de bienes de origen europeo (Mendonça et al. 2010). Además, las variaciones observadas en la distribución horizontal y vertical de las cámaras y las urnas santamarianas, y la naturaleza de las inclusiones funerarias sugieren que este cementerio fue utilizado por un lapso de tiempo comprendido entre los Desarrollos Regionales e inicios del dominio e influencia incaicos (Marchegiani 2004, 2008). Todo esto determinó que, sobre un total de 76 individuos analizados, 70 de ellos fueran asignados al período de Desarrollos Regionales, y eventualmente a inicios del Incaico.
Es factible asimismo estimar una posible secuencia temporal en la generación del cementerio, lo cual se expresa en 1) el hallazgo de cámaras superpuestas que evidencia diacronía constructiva (i.e., C-11 y Urna C-10; C-13 y C-13´; C-15 y ED III); 2) en los indicadores de utilización y reutilización del mismo espacio funerario (i.e., C-1 y C-15), que permitieron identificar por lo menos dos momentos cronológicos estratigráficamente clara y absolutamente diferenciables (Bordach y Mendonça 2009; Marchegiani 2008; Mendonça et al. 2010); 3) en la presencia y distribución espacial de urnas cubiertas por pucos-tapa de estilo Santamariano tricolor o Loma Rica bicolor, propios de los Desarrollos Regionales; 4) en la disposición de las inclusiones funerarias tanto incidentales como intencionales (O'Shea 1984), que comprenden una variedad de pucos pequeños y medianos de estilo santamariano bicolor hallados en el interior de algunas cistas, y representantes del estilo Famabalasto Negro Grabado y Loma Rica Negro sobre Rojo en otras; 5) en la cerámica de estilo Caspinchango (C-1 y C-15), encontrada integrando algunos contextos funerarios bien segregados y específicos, interpretados como correspondientes a individuos de importancia social y con acceso preferencial a bienes de prestigio indicadores de mecanismos de circulación e intercambio a larga distancia (Mendonça et al. 2010); y 6) el patrón consistentemente genuflexo en la disposición de los cuerpos de individuos portadores del mismo tipo de deformación intencional del cráneo. Todos estos aspectos denotan la existencia de rituales las inhumaciones. Estos fechados (Tabla 2) ubican los materiales de este estudio en los períodos Agroalfarero Tardío y eventualmente inicios del Incaico.
Correlaciones contextuales. Las asociaciones contextuales de los entierros donde fueron hallados los individuos con TB en ningún caso señalan la presencia de elementos indicadores de intercambio y circulación de bienes de origen europeo (Mendonça et al. 2010). Además, las variaciones observadas en la distribución horizontal y vertical de las cámaras y las urnas santamarianas, y la naturaleza de las inclusiones funerarias sugieren que este cementerio fue utilizado por un lapso de tiempo comprendido entre los Desarrollos Regionales e inicios del dominio e influencia incaicos (Marchegiani 2004, 2008). Todo esto determinó que, sobre un total de 76 individuos analizados, 70 de ellos fueran asignados al período de Desarrollos Regionales, y eventualmente a inicios del Incaico.
Es factible asimismo estimar una posible secuencia temporal en la generación del cementerio, lo cual se expresa en 1) el hallazgo de cámaras superpuestas que evidencia diacronía constructiva (i.e., C-11 y Urna C-10; C-13 y C-13´; C-15 y ED III); 2) en los indicadores de utilización y reutilización del mismo espacio funerario (i.e., C-1 y C-15), que permitieron identificar por lo menos dos momentos cronológicos estratigráficamente clara y absolutamente diferenciables (Bordach y Mendonça 2009; Marchegiani 2008; Mendonça et al. 2010); 3) en la presencia y distribución espacial de urnas cubiertas por pucos-tapa de estilo Santamariano tricolor o Loma Rica bicolor, propios de los Desarrollos Regionales; 4) en la disposición de las inclusiones funerarias tanto incidentales como intencionales (O'Shea 1984), que comprenden una variedad de pucos pequeños y medianos de estilo santamariano bicolor hallados en el interior de algunas cistas, y representantes del estilo Famabalasto Negro Grabado y Loma Rica Negro sobre Rojo en otras; 5) en la cerámica de estilo Caspinchango (C-1 y C-15), encontrada integrando algunos contextos funerarios bien segregados y específicos, interpretados como correspondientes a individuos de importancia social y con acceso preferencial a bienes de prestigio indicadores de mecanismos de circulación e intercambio a larga distancia (Mendonça et al. 2010); y 6) el patrón consistentemente genuflexo en la disposición de los cuerpos de individuos portadores del mismo tipo de deformación intencional del cráneo. Todos estos aspectos denotan la existencia de rituales mortuorios cuya expresión y simbolismo son de indudable naturaleza aborigen. La interpretación temporal y cultural de estas consideraciones ha sido objeto de varias comunicaciones, entre las que caben citarse los trabajos de Marchegiani (2004, 2008); Tarragó et al. (2006); y últimamente Bordach y Mendonça (2009) y Mendonça et al. (2010).
Ninguna de las estructuras donde se encontraron los individuos con tuberculosis contenía elementos indicadores de importancia social. Una aparente excepción estaría dada por la C-1. Sin embargo, la C-1 constituye un claro ejemplo de reutilización funeraria donde, al proceder a su reapertura para hacer lugar a la colocación de un individuo con inclusiones especiales (abundantes ítems cerámicos Caspinchango, collares de cuentas venecianas, puntas cola de golondrina, objetos de bronce, etc.), se perturbaron intencionalmente entierros anteriores con neto contexto santamariano. Una clara separación estratigráfica permite reconocer la diferencia temporal entre uno y otro evento. Tampoco se hallaron individuos con las manifestaciones patológicas aquí consideradas en contextos indicadores de circulación de bienes foráneos ni con modificaciones en la confección de la cerámica o en los modos de inclusión de éstas que pudieran señalar una importante inflexión en la simbología, la función y el comportamiento. Otro punto destacable es que la localización de las estructuras con individuos con las patologías aquí estudiadas sugiere proximidad espacial. La posición de estas tumbas podría estar vinculada con el momento en que se estaba utilizando este sector del cementerio y tal vez con el momento en que se produjo ya una dispersión, ya una reactivación de una enfermedad quizá preexistente en el poblado santamariano. Todas estas circunstancias nos llevan a considerar la posibilidad de que este proceso, que consideramos de características posiblemente epidémicas, podría estar relacionado con situaciones de conflicto, estrés y tensión social, tal como por ejemplo está materializado en la muerte violenta (ejecución) de dos inhumados en la C-13, que fueron encontrados acribillados con por lo menos 11 puntas cola de golondrina halladas en el interior de ambos cuerpos, cuatro de ellas con impacto efectivo en diferentes piezas del esqueleto (Mendonça et al. 2005). Entre otras posibles razones o causas para esta situación de conflicto y/o tensión social y comportamiento epidémico que detectamos, podría encontrarse un escenario de relaciones de dominación-resistencia como las generadas en las poblaciones vallistas frente a la constante y creciente penetración imperial en esta región del Collasuyu (Mendonça et al. 2010).

Tabla 2: Fechados de dos muestras contextualmente asociadas (calibrados a 1 y 2 sigma con el programa INTCAL98 [Stuiver et al. 1998]).

a19t2

 

CONCLUSIONES

La distribución de las manifestaciones osteopatológicas en los materiales estudiados sugiere fuertemente una correspondencia con la dinámica propia de un agente causal cuya vía de ingreso sería la aérea (pulmonar), y una posterior difusión hematógena (miliar) hacia todo el organismo. La primera observación es reforzada por la presencia de manifestaciones periostíticas en costillas. De los seis individuos con las patologías analizadas, cuatro presentan periostitis costal, particularmente en el tercio vertebral de su cara visceral. La segunda observación es reforzada por la localización de procesos periostíticos y líticos en el resto de las piezas esqueletales, lo que sugiere la presencia de una enfermedad facilitada por diseminación miliar. En tercer lugar, el hecho de que la mayoría de los procesos líticos se localice en los cuerpos de las vértebras (especialmente en las dorsales), sin existir un compromiso de los arcos, también sugiere fuertemente que los individuos estudiados padecieron una patología de índole tuberculosa.
El porcentaje de individuos afectados por la enfermedad (6/70) alcanza el 8,57% del total de individuos asignables a los períodos Desarrollos Regionales-Inca inicial hasta ahora recuperados. Esta circunstancia nos lleva a señalar, por un lado, la importancia de la realización de excavaciones sistemáticas mediante procedimientos expertos que maximicen las condiciones de recuperación, observación y registro; y por otro, la importancia puesta de manifiesto por el número de individuos y la intensidad y duración indicadoras de cronicidad de la dolencia tal como se la puede observar en los esqueletos con la patología estudiada. En concordancia con la propuesta teórica de la denominada "paradoja osteológica" (Cohen 1994; Goodman 1993; Wood et al. 1992), es factible considerar la posibilidad de que haya existido un mayor número de individuos que padecieron esta enfermedad pero que, al sucumbir tempranamente, nunca llegaran a desarrollar lesiones óseas. En este contexto, es probable que los materiales aquí considerados constituyan una evidencia efectiva de la presencia de una enfermedad de magnitudes epidémicas, aunque inmunológicamente no desconocida. La presencia de un individuo masculino maduro y de un femenino maduro-senil con lesiones de tipo tuberculoso señalaría resistencia individual en condiciones extremas de morbilidad.
Tanto las dataciones radiométricas sobre materiales contextualmente asociados (fechados sobre madera y carbón), como las estimaciones cronológicas relativas vinculadas con la distribución espacial, el análisis cerámico, y las asociaciones contextuales recuperadas en condiciones fehacientes de observación y registro soportan fuertemente la idea de que el fenómeno observado corresponde efectivamente a tiempos precolombinos.
Todas estas circunstancias nos llevan a considerar que, en Rincón Chico, la expresión de las manifestaciones propias de una enfermedad infecciosa de tipo tuberculosis se produjo en un lapso comprendido entre los Desarrollos Regionales y la efectiva penetración imperial incaica en el valle santamariano. Sobre la base de la hoy por hoy ampliamente confirmada existencia de tuberculosis en América precolombina, y muy particularmente en el área Andina, es factible evaluar el hecho de que el cementerio de Rincón Chico 21 se corresponda con la existencia de una sociedad preestatal del NOA, donde las condiciones de densidad demográfica y de salubridad asociadas podrían muy bien haber propiciado una transmisión conforme al modelo humano-humano. En este escenario, y como consecuencia de procesos derivados de una siempre creciente penetración imperial incaica, una difusión (o, en su defecto, una reactivación) de una enfermedad preexistente debe ser considerada como una posibilidad interpretativa.

Agradecimientos

Este trabajo fue realizado en el marco del desarrollo del proyecto "Bioarqueología y Comportamiento Mortuorio en Sociedades Prehistóricas e Hispano-Indígenas de Contacto y Post Contacto Inicial" dirigido por dos de los autores (OJM y MAB), y ha contado con el apoyo financiero de las siguientes instituciones: CONICET, Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (ANPCyT), Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (MINCyT) de la provincia de Córdoba, y Secretaría de Ciencia y Técnica de la Universidad Nacional de Río Cuarto (CyTUNRC). Agradecemos a las autoridades de la Dirección de Antropología de Catamarca por otorgarnos los permisos correspondientes y al señor Rodolfo Lavaque por permitirnos el ingreso a las tierras de su propiedad a fin de acceder a nuestras fuentes de investigación. Deseamos agradecer muy especialmente al radiólogo Med. Vet. Marcelo Iraci por la toma de radiografías, y al Lic. Matías Ammann por la realización de las ilustraciones. Hacemos expreso nuestro sincero reconocimiento por las observaciones, comentarios y/o sugerencias de los tres revisores internacionales de la revista, las que han contribuido a enriquecer grandemente el contenido y el valor original de nuestro trabajo. A María Gutiérrez y Milena Sesar por su invalorable trabajo durante la corrección del manuscrito original. A Gustavo Politis, por su contagioso entusiasmo y su invalorable estímulo personal y académico. Cualquier error u omisión resultan, obviamente, de exclusiva responsabilidad de los autores.

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