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Intersecciones en antropología

versión On-line ISSN 1850-373X

Intersecciones antropol. vol.12 no.2 Olavarría jul./dic. 2011

 

ARTÍCULO

Propuesta metodológica de selección de sitios arqueológicos para elaborar un producto turístico

Juan Martín Dabezies

Juan Martín Dabezies. Universidad de Santiago de Compostela, Laboratorio de Patrimonio (Consejo Superior de Investigaciones Científicas-Santiago de Compostela). Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo. Laboratorio de Patrimonio. Instituto de Estudios Gallegos Padre Sarmiento (IEGPS), CSIC. Calle San Roque, Nº 2. CP: 15704. Santiago de Compostela, España. E-mail: juanmartin.dabezies@rai.usc.es

Recibido 19 de abril 2010

Aceptado 27 de enero 2011.


RESUMEN

En este artículo se presenta un trabajo de selección de sitios arqueológicos prehistóricos (Departamento de Rocha, Uruguay), destinados a formar parte de un producto turístico en el sector privado. Para esto se trabajó con una metodología novedosa para la zona (cadena valorativa) orientada a objetivar y articular distintos valores que tiene el patrimonio arqueológico de acuerdo con los agentes que intervienen en su valoración. Además de presentar los efectos de la aplicación de la metodología, lo que se discute, fundamentalmente, es dicha aplicación en sí. A partir de la selección de estos sitios prehistóricos, fue posible elaborar una serie de itinerarios de turismo cultural que introdujeron nuevas variables en la discusión metodológica.

Palabras clave: Patrimonio; Turismo; Arqueología; Uruguay.

ABSTRACT

Methodological proposal for the selection of archaeological sites to be used in the development of a product for tourism. This article presents the selection of a series of prehistoric archaeological sites from the Rocha area in Uruguay intended to be part of a private sector product for tourism. The work was based on a novel methodology for the area (string value), which aimed to objectify and articulate the different values of archaeological heritage according to the agents involved in the assessment. In addition to presenting the effect of applying the methodology, what is discussed, fundamentally, is the application itself. Based on the selection of these prehistoric sites it was possible to develop a series of cultural tourism itineraries that introduced new variables into the methodological discussion.

Keywords: Heritage; Tourism; Archaeology; Uruguay.


INTRODUCCIÓN

El objetivo de este artículo es presentar los resultados de la selección de sitios arqueológicos prehistóricos del Departamento de Rocha (Uruguay) para ser integrados en un producto turístico por medio de una metodología que no había sido utilizada anteriormente en la zona. Este proyecto implicó la articulación de la academia (Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad de la República, Uruguay) con el sector productivo, articulación que exigió una constante negociación de intereses cuyas consecuencias metodológicas también discutiremos aquí, además de la propia aplicación de la metodología. Una parte importante de la labor se basó en la definición de parámetros que expresan los diversos valores del patrimonio, su cuantificación, la aplicación de procedimientos matemáticos elementales para ordenar estas cuantificaciones y, por último, la presentación de éstas. Pero lo que el lector se encontrará en estas páginas no son números, sino discusiones en torno a los conceptos, las cuantificaciones y los procedimientos empleados. Por lo tanto, no fueron incluidos aquí los valores manejados, ya que nos proponemos mantener la discusión dentro del marco teórico de la propuesta.

PATRIMONIO: AGENTES Y VALORACIONES

La memoria social o colectiva es una memoria compartida, son conjuntos de memorias individuales superpuestas, entretejidas en un marco social de códigos comunes. La relación entre memoria e identidad es espacio-temporal: el núcleo de cualquier identidad individual o grupal está ligado a un sentido de permanencia y pertenencia a lo largo del tiempo y el espacio. Los sujetos seleccionan ciertos hitos de su existencia espacio-temporal, ciertas memorias, que sirven para fijar los parámetros (compuestos por elementos invariantes, que son los organizadores, los referentes) con los cuales alguien se identifica y diferencia respecto de los otros. Así, a diferentes escalas, las memorias establecen los marcos sociales de la identidad (Jelin 2002).
La selección de los elementos que constituirán los referentes de la memoria y de la identidad está dirigida por las estructuras de saber-poder dominantes. Estos referentes pueden ser considerados como el Patrimonio Cultural de un Estado-Nación (Criado-Boado 2001), el cual debería poder ser utilizado por todos por igual. Pero esto no es así, ya que son los grupos hegemónicos los que regulan la selección y el acceso al patrimonio. Esta construcción de una jerarquía de acceso al capital cultural es producto de una concepción de la cultura como algo superior, según la cual vale más el arte que el artesano, la medicina científica que la popular, la cultura escrita que la oral (García Canclini 1993).
Por estas razones, no sólo debe ser considerado patrimonio aquel que está presente, sino también el que está ausente o, como en el caso del Patrimonio Arqueológico (en adelante, PAq), aquel que hace referencia a un ausente. En este artículo, el Patrimonio Cultural (en adelante, PC) es considerado como la huella de la memoria y del olvido, es decir, lo que recordamos de nuestra propia identidad, lo que olvidamos de nosotros, y lo que no recordamos de los otros; mientras que el PAq es la forma material que adoptan la memoria y el olvido, la referencia de lo que se recuerda pero también de lo que se olvida (Criado-Boado 2001). En esta construcción, intervienen diversos actores: el arqueólogo -como encargado de significar al PAq-, pero también diversos agentes sociales que lo pueden reclamar, significar y valorar. El valor del PAq, con su carácter multidimensional, no es algo objetivo ni absoluto, no se trata de algo inmanente que exista per se, sino que es una construcción social producto de diversos intereses y valoraciones que le otorgan, a su vez, diferentes tipos de valores. En general, podemos identificar cuatro tipos de valores del patrimonio: el científico, el económico, el estético y el simbólico. Unos serán más importantes para un sector de la sociedad, y otros lo serán para otros (Ballart 1997; Criado-Boado 2001; González Méndez 1999).
En el caso de este trabajo, existen dos actores valorativos con intereses diferentes y concretos: el arqueólogo y el empresario. Para el primero, el patrimonio tiene1 un valor eminentemente científico, ya que es su fuente de información; mientras que, para el empresario, prima más que nada el valor económico, puesto que con el patrimonio puede elaborar un producto turístico o incluirlo dentro de uno en funcionamiento para lograr mayores ganancias (entre otras cosas). Pero, además de estos valores, debemos considerar otros, como el simbólico y el estético. Este último depende de las cualidades formales y materiales de los bienes (González Méndez 2000). El valor simbólico del PAq se relaciona con la cualidad de servir de vehículo entre presente y pasado, entre las personas que produjeron y/o utilizaron ese bien y sus actuales receptores, un vínculo material entre culturas que viven y vivieron en tiempos diferentes. Pero estos valores no existen de forma aislada, sino que son producto y parte de un proceso valorativo que tiene un fuerte factor relacional, ya que una variación en el valor estético o simbólico puede modificar considerablemente el valor económico y viceversa (Ballart 1997; González Méndez 1999).
Estas valoraciones muchas veces generan tensiones a la hora de tomar decisiones sobre el patrimonio. No hay valoraciones mejores que otras, son simplemente diferentes, consecuencia de la intervención de diferentes actores, que son parte de la complejidad ontológica del patrimonio. Articular estas valoraciones en una propuesta metodológica integral es un trabajo complejo porque, por lo general, las partes involucradas tienen que negociar. Un paso fundamental es poder objetivarlas, hacerlas inteligibles y poder incluirlas en una estrategia de trabajo en la cual intervengan agentes sociales con intereses diferentes sobre el patrimonio, tal como proponemos aquí.

Patrimonio y turismo: coyuntura y demandas en Uruguay

Entre las diversas valoraciones del patrimonio, ocupan un lugar cada vez más importante las vinculadas al sector del turismo. El turismo y el patrimonio se acercan y forman parte de estrategias nacionales e internacionales de discusión sobre desarrollo sostenible, consideradas como un factor económico-estratégico dentro del enfoque general del turismo sostenible2 (De Esteban 2007; Monteserín 2003).
Un elemento fundamental de este acercamiento entre el patrimonio y el turismo se generó luego de que la UNESCO elaborara la Lista del Patrimonio de la Humanidad, debido a estos lugares patrimoniales pasan a tener una importancia cada vez mayor en las agendas turísticas. Esta lista, creada en 1972, estaba dominada por criterios eurocéntricos, estéticos y excepcionalistas; aunque, a medida que nos acercamos a fines del siglo XX, el concepto de patrimonio se amplía plía, para incluir otros minoritarios, lo cual da lugar a una diversidad cultural mucho más amplia, en la cual el eurocentrismo se diluye para dar cada vez más sitio a las acepciones locales (Rodríguez et al. 2003).
De manera concomitante con este movimiento general, en Uruguay ocurre un cambio en el concepto de patrimonio en el ámbito de la administración pública. Hasta la década de 1990, la lista de bienes declarados Monumento Histórico Nacional (Ley Nº 14.040 del 27 de octubre de 1971) estaba compuesta casi exclusivamente por inmuebles pertenecientes a personalidades públicas uruguayas o edificaciones de carácter estético monumental. Este patrimonio era producto y parte de un imaginario nacionalista forjado a fines del siglo XIX y principios del XX, en el cual las minorías eran negadas en pro de una homogeneidad cultural blanca, masculina y occidental (Caetano 1992). A partir de la década de 1990, como parte de un proceso de crisis del imaginario nacionalista uruguayo que comenzó durante la dictadura (Porzecanski 1992), se incluyeron una serie de nuevos patrimonios en el marco legal nacional. Dentro de este proceso se destacan algunas declaraciones de elementos prehistóricos indígenas (pinturas rupestres y cerritos de indios) la conformación del grupo de trabajo en Patrimonio Cultural Inmaterial en el año 2005 dentro de la Comisión del Patrimonio Cultural de la Nación (Ministerio de Educación y Cultura); la presentación de las candidaturas del tango y del candombe a la UNESCO, y la inclusión de saberes y prácticas populares como motivo del Día del Patrimonio (festividad oficial que mueve miles de personas en el Uruguay)3.
Un caso concreto de estos patrimonios minoritarios, en tanto huellas de una negación identitaria (o de una memoria, al decir de Criado-Boado 2001), es el de los cerritos de indios. Se trata de huellas de una memoria indígena silenciada en el Uruguay desde el siglo XVI (Verdesio 1992, 2000) y negada por el imaginario nacionalista hiperintegrado y hegemónico del siglo XIX y principios del XX (Caetano 1992). Estos cerritos son túmulos prehistóricos construidos en tierra, de tamaños variados (desde pequeñas elevaciones de 0,5 metros hasta tamaños monumentales que llegan a los 7 metros de altura y dimensiones de base muy variables), emplazados en su gran mayoría en zonas de tierras bajas. Los más de mil cerritos de indios pueden encontrarse en unidades individuales o en conjuntos. La dimensión geográfica de este fenómeno comprende dos grandes zonas en Uruguay: Departamento de Rocha-Cerro Largo-Treinta y Tres, y Departamento de Tacuarembó (Uruguay) (Bracco et al. 2000; Gianotti 2000b, 2005; López Mazz 2001), aunque también se extienden hacia el suroeste de Río Grande do Sul (Brasil) (Naue et al. 1968; Schmitz 1967a, 1967b, 1976; Schmitz y Baeza 1980; Schmitz y Basile Becker 1970; Schmitz y Brochado 1981). Los cerritos de indios han sido uno de los fenómenos arqueológicos más estudiados en la arqueología uruguaya. Los primeros trabajos datan de fines del siglo XIX y principios del XX (Ferrés 1927; Figueira 1888, 1892), pero es en la década de 1980, con la profesionalización de la arqueología uruguaya, cuando se llevan a cabo un gran número de estudios que generan una gran productividad científica (López Mazz 2000). Si bien el volumen de publicaciones científicas es bastante amplio, no existe un criterio unificado de inventario y valoración de estas entidades patrimoniales en la zona, lo cual dificulta la implementación de propuestas sistemáticas de valoración y selección con fines de puesta en valor4.
La integración entre patrimonio y desarrollo sustentable en Uruguay se puede ver en la elaboración de un Plan Nacional de Ordenamiento Territorial y Desarrollo Sostenible en el año 2008 (promovido por la Ley Nº 18.308 del 30 de junio de 2008). Pero esta integración, junto con el acercamiento ontológico entre cultura y naturaleza, se ve reflejada más concretamente en la conformación del Sistema Nacional de Áreas Protegidas en el año 2005 (Ley Nº 17.234 del 9 de marzo de 2000), en el que se incluye la categoría de Paisaje Protegido, haciendo una clara alusión a la intención de tener en cuenta la dimensión cultural del espacio natural5.
El acercamiento entre el patrimonio y el turismo queda explícitamente reflejado en la puesta en marcha del Plan Nacional de Turismo Sostenible 2009-2020, en el cual se diagnostica como una limitante la falta de aprovechamiento de las expresiones culturales propias, la dificultad en la protección y puesta en valor de los recursos patrimoniales y la alta estacionalidad de determinados destinos de sol y playa (López Gallero et al. 2009:17). En este sentido, el Ministerio de Turismo y Deporte se propone, dentro de su línea estratégica número uno, la integración de los recursos culturales y expresiones patrimoniales como parte de propuestas turísticas orientadas al fomento del desarrollo local de zonas rurales de bajos recursos económicos (López Gallero et al. 2009: 23).

ARTICULANDO AGENTES Y VALORACIONES

En este trabajo se sigue una línea de arqueología aplicada, ya que se contempla de forma explícita la articulación entre los diversos agentes valorativos del PAq. En este sentido, nos basamos en una metodología que entiende el proceso de investigación como un movimiento que comienza con la identificación y significación del patrimonio en tanto objeto que tuvo un significado en un contexto pasado, pero que también tiene otro muy diferente en el contexto contemporáneo. En la actualidad, la entidad arqueológica forma parte de un contexto cultural diferente del original, en el cual entran en juego unos agentes que le otorgan significados y valoraciones muy diversas. Optamos por la propuesta metodológica denominada "cadena valorativa", la cual ordena esas diversas valoraciones del PAq en tres movimientos concatenados (Criado-Boado 1996a; González Méndez 1999, 2000): 1º) valoración arqueológica, 2º) valoración patrimonial y 3º) valoración para la puesta en valor6.
La valoración arqueológica es lo que se entiende tradicionalmente bajo el concepto de investigación. Consiste en intentar comprender el significado de los objetos arqueológicos a partir de la elaboración de un modelo descriptivo-interpretativo que da cuenta de las entidades arqueológicas. Esta etapa, por lo general, involucra solamente a los arqueólogos/as, aunque puede tratarse de un enfoque multidisciplinar, e incluso puede intervenir algún tipo de colectivo interesado en significar un bien arqueológico (Criado-Boado 1996a, 1996b).
La valoración patrimonial es una práctica interpretativa por medio de la cual se intenta abordar el valor actual del registro arqueológico desde un punto de vista patrimonial (Criado-Boado 1996b). De acuerdo con la valoración arqueológica y teniendo en cuenta otros valores, esta práctica está orientada a distinguir aquellos elementos que cuentan con mayor o menor importancia a nivel patrimonial. Por lo general, interviene más de un agente, entre los cuales están los arqueólogos/as y la administración pública (González Méndez 1999).
La valoración para la puesta en valor es una selección de los elementos más aptos para que puedan ser accesibles a un público no experto. Si bien en esta etapa se incluyen diversos tipos de actividades,como la difusión y la musealización, en este caso nos centramos en la aptitud para formar parte de productos turísticos. Además de los agentes sociales anteriores, en esta etapa suele aparecer en escena alguno que representa al sector privado, sobre todo cuando se trata de actividades que generan réditos económicos, como ocurre en este caso (González Méndez 1999).
En cada una de las etapas se realizó una valoración numérica independiente tomando como base una serie de parámetros considerados como conceptualmente relevantes. La definición de los parámetros y la asignación de valores de cada uno es un proceso que fue llevado a cabo teniendo en cuenta los valores del patrimonio en cada etapa de la cadena valorativa, en función de los agentes involucrados en su valoración, tal como se puede ver en la Figura 1.
Estas valoraciones independientes luego fueron cruzadas con las otras (cada una producto de cada etapa) en una valoración final, sobre cuya base se elaboró la lista definitiva de sitios más idóneos para incluir en un producto turístico. Este cruzamiento de valores es una suma del valor numérico de cada parámetro ponderado en cada etapa. Para lograr esta asignación de valor en cada etapa, fue necesario definir los parámetros conceptualmente, cuantificarlos y establecer un procedimiento de valoración.
Si bien la definición conceptual de los parámetros fue realizada siguiendo casi al pie de la letra la propuesta de González Méndez (1999, 2000), existieron una serie de modificaciones que se comentarán en detalle más adelante para cada etapa. Sin embargo, la atribución de valor numérico a los parámetros siguió un procedimiento general a todas las etapas (las excepciones se discuten en cada caso). Esta valoración numérica fue realizada de acuerdo con un procedimiento general en el cual se contemplaba la posibilidad de que cada parámetro tuviera un valor del 1 al 10, según el peso que se desee otorgar a cada uno. Por ejemplo, si estamos en la etapa de puesta en valor y queremos evaluar el criterio "accesibilidad" para el público, es positivo que el sitio esté cerca de caminos en buen estado, de modo que, si esta condición se cumple, la valoración será alta.
Esta operación de asignar valores numéricos a variables conceptuales y luego cruzar los datos realizando operaciones matemáticas es algo muy usual en arqueología, aunque en ocasiones está oculto bajo un procedimiento informático. En cuanto a la valoración arqueológica, todos los trabajos con Sistemas de Información Geográfica (SIG) exigen algún tipo de asignación de valores numéricos a variables o parámetros teóricamente significativos. Ejemplo de esto son los cálculos de visibilidad, los cálculos de caminos óptimos, la elaboración de modelos predictivos o el análisis de captación de recursos (Baena 2003). En cada uno de estos casos es necesario otorgarles un valor numérico a los píxeles y/o a los vectores que forman parte de la zona de trabajo representada, valor que dependerá de los factores que consideremos más o menos relevantes. Simplificando considerablemente el proceso, lo que hace el SIG es cruzar estos datos de forma sencilla utilizando complejos algoritmos, cuyos resultados, además, pueden visualizarse cartográficamente (García Sanjuán 2005). Por ejemplo, si queremos calcular la mejor forma para ir de un lugar a otro, entre los cuales existe una parte donde hay un camino rocoso y otra donde hay una carretera asfaltada, considerando que los valores altos representan facilidad de tránsito y los bajos complejidad de tránsito, debemos darle un valor bajo a la parte rocosa, porque representa una zona difícil de transitar, y un valor alto a la carretera asfaltada, porque representa un lugar fácil de transitar.
En la valoración patrimonial también existen varios casos en los cuales es necesario representar numéricamente parámetros conceptuales (en muchas ocasiones manejando SIG, pero no siempre). Por ejemplo, la elaboración de cartas de riesgo de bienes patrimoniales o la gestión de recursos culturales son casos en los cuales se otorgan valoraciones numéricas a variables conceptuales (Fernández Cacho 2006; Lock 2003). Una gran diferencia entre la cuantificación en el caso de la valoración arqueológica y la patrimonial es que, en la segunda, uno de los objetivos de manejar valoraciones numéricas suele ser la inclusión de otro tipo de agentes, por lo general vinculados a la administración (por ejemplo, en la inclusión de bienes arqueológicos en planes de ordenamiento territorial) (Fernández Cacho 2006). Cuando es necesario tomar decisiones públicas incluyendo variables arqueológicas, la persona que debe tomar la decisión (generalmente poco o nada familiarizada con la arqueología) no está interesada en los porqués de los temas arqueológicos, sino en contar de forma clara y precisa con los criterios y los resultados para tomar las decisiones. En estos casos, las cuantificaciones suelen ser herramientas muy eficaces, que a su vez ayudan al diálogo entre agentes diversos.
En este trabajo, la etapa que nos ocupa de manera fundamental es la selección para la puesta en valor. Pero de acuerdo con la metodología que estamos siguiendo, no podemos considerarla de forma aislada, ya que es parte de un proceso valorativo que contempla tres etapas. Por eso decidimos seguir la propuesta de González Méndez (1999, 2000) quien, además de contemplar las tres etapas con su respectivo proceso de cuantificación, se centra en los aspectos teóricos de la asignación de valor. Considerando que trabajamos con una realidad bastante distinta a la original (el contexto arqueológico gallego) esta metodología fue modificada para que se adecue mejor a nuestra zona de estudio (sitios prehistóricos de las Tierras Bajas y costa atlántica este del Uruguay). Además, como vimos anteriormente, también existió otra línea de fuerza generada por los intereses concretos de la empresa, los cuales nos llevaron a redimensionar algunos parámetros que eran considerados de mayor importancia para ésta. Para poder reflejar este peso diferencial de ciertos parámetros, algunos de ellos fueron ponderados positivamente.

 

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Figura 1. Esquema de articulación de los valores del patrimonio, en relación con los parámetros utilizados y la cadena valorativa. Adaptado de González Méndez (2000: 32).

APLICACIÓN DE LAS VALORACIONES

En la valoración arqueológica se siguieron cuatro pasos: 1) selección del universo de trabajo (zona y sitios arqueológicos), 2) elaboración de categorías, 3) valoración según pertenencia categórica, 4) valoración final.
El primer paso consistió en seleccionar una zona de trabajo de las Tierras Bajas de Rocha, donde se encuentran ubicados varios cerritos de indios sobre los cuales existe algún tipo de producción bibliográfica7. Para esto se revisó exhaustivamente la bibliografía arqueológica de la zona y sobre esta base se seleccionaron aquellos sitios en relación con los cuales existe algún tipo de producción científica publicada que permita caracterizarlos y ubicarlos espacialmente. Por otro lado, la empresa también influyó en la selección de la zona de trabajo, ya que, teniendo en cuenta la cantidad de visitantes potenciales, nos instó a seleccionar los sitios más próximos a las ciudades de veraneo y residencia permanente más importantes del Departamento de Rocha (ciudad de Rocha, Castillos, La Paloma, La Pedrera y Punta del Diablo), (ver Figura 2).
El segundo paso consistió en la elaboración de cuatro categorías, para poder realizar comparaciones entre sitios similares pero, a la vez, para poder considerar la representatividad de cada categoría en la selección final. Como mencionamos anteriormente, el fenómeno arqueológico que predomina en la zona y que ha sido estudiado con mayor profundidad es el de los cerritos de indios. Dentro de este tipo de sitios arqueológicos, existen algunas variantes funcionales (Andrade y López Mazz 1999; Gianotti 2000b, 2005; López Mazz 2001), según las cuales se elaboraron tres de las cuatro categorías: 1) sitios domésticos 2) sitios funerarios y 3) sitios de actividad económica.
En esta zona, además de los cerritos de indios, a nivel prehistórico también han sido estudiados sitios de los pobladores tempranos o primeros pobladores de América (Gascue et al. 2009; López Mazz et al. 2004; López Mazz y Suárez 2003). De modo que en el área hay otro tipo de sitios prehistóricos cronoculturalmente diferentes, los cuales fueron agrupados en una nueva categoría (sitios de pobladores tempranos), con lo cual se constituyó un total de cuatro categorías.
La representatividad a la cual hacíamos referencia líneas arriba fue calculada teniendo en cuenta la cantidad de sitios dentro de la categoría (el criterio concreto fue "cantidad de sitios dentro de la categoría"). Por ejemplo, si de un total de 100 cerritos de indios, 95 corresponden a sitios funerarios, entonces esa categoría debe estar mejor representada que las otras (es decir, debería haber más sitios de esa categoría en la selección final) y esto debe considerarse al momento de hacer la selección.
Para poder plasmar la representatividad de cada categoría en la valoración, se llevó a cabo una ponderación según la pertenencia categórica, la cual debía estar reflejada en los valores numéricos individuales de cada sitio. Por este motivo, tomando como base este criterio de "cantidad de sitios dentro de la categoría", determinamos cuantitativamente cuál de las categorías era más representativa que otra. Esta valoración fue realizada manejando valores absolutos de frecuencia, sumando las cantidades de sitios por categoría. Luego de establecer las categorías más representativas, se aplicó la ponderación a cada sitio de forma individual, otorgando un valor de cero (puntaje que se le otorga por estar en la categoría menos representativa) a tres (puntaje que otorga la categoría más representativa) a cada sitio.
Algunos de los sitios categorizados han tenido una funcionalidad simultánea múltiple, y otros han tenido diversas funciones a lo largo del tiempo (Gianotti 2000a, 2000b, 2005; López Mazz 2001). En estos casos, la categorización se realizó incluyendo a cada sitio en la categoría que le corresponde, aunque estuviera repetido, y luego sumando a la valoración final el valor correspondiente por estar presente en cada una de las categorías. Por ejemplo, si el sitio Los Indios está presente en la categoría "sitios funerarios" (valor 3) y en la de "actividad económica" (valor 2), entonces el sitio tendrá un valor acumulado de 5.
Posteriormente, se llevó a cabo la valoración final de la etapa teniendo en cuenta los criterios "representatividad del sitio" y "documentación sobre el sitio". Es una valoración individual de cada uno de los sitios, que se hace siguiendo el procedimiento general de atribución de valor numérico a los parámetros descrito en el punto anterior ("Articulando agentes y valoraciones"), tomando como base estos dos parámetros definidos en la Tabla 1, y cuyo significado numérico está detallado en la Tabla 2.

Estos valores se sumaron a los de la valoración según pertenencia categórica, de modo que fue posible agrupar y ordenar todos los sitios según sus valores individuales. Esta lista final es la que se genera como producto de esta etapa. Si retomamos el ejemplo de Los Indios, debemos sumar el valor por pertenencia categórica (valor = 5) al de esta última valoración sobre la base de estos criterios supra-categóricos presentados en las Tablas 2 y 3. Luego se realiza lo mismo con todos los sitios y se elabora una lista final para esta etapa, la cual no tiene una relevancia fundamental de forma independiente, sino que la adquiere al cruzarse con las valoraciones de las otras dos etapas.
La evaluación patrimonial se llevó a cabo prospectando los sitios seleccionados en la fase anterior y evaluando los parámetros en campo con una ficha de trabajo. En forma previa a estas salidas, se llevaron a cabo reuniones con la empresa, en las que surgieron algunas discrepancias en torno al parámetro "reconocimiento social", ya que éste se consideraba demasiado costoso de evaluar. El reconocimiento social, según González Méndez (2000: 31), hace referencia a "si se trata de un yacimiento desconocido por el público, reconocido por los vecinos o que goza de un reconocimiento social general", y su relevamiento se realiza con encuestas y entrevistas en los centros poblados próximos a la totalidad de sitios sometidos a valoración. Evidentemente, se trata de un parámetro cuya valoración es bastante más compleja de llevar a cabo que en los otros casos en que se trata de apreciaciones visuales.
Una vez ajustados y conceptualizados los parámetros (ver Tabla 3) fueron sometidos a una valoración numérica sobre la base de los valores presentados en las Tablas 4 y 5. El producto obtenido en esta etapa fue una lista que contempla los sitios con sus respectivas valoraciones numéricas.
Para la puesta en valor se visitaron todos los sitios seleccionados en la valoración arqueológica, aunque también -en función de evaluar otra serie de parámetros- se visitaron otros servicios próximos para valorar su disponibilidad y calidad.
En lo que respecta a la modificación de parámetros en función de los intereses de la empresa, en la puesta en valor se incluyó el ítem "servicios", ya que para la empresa resultaba fundamental saber si era necesario alterar un itinerario en función de la disponibilidad de estos. También fue modificado el parámetro "disponibilidad del sitio", el cual fue cambiado por "accesibilidad", haciendo referencia a la caminería o dificultad de acceso físico al lugar. Con estos nuevos parámetros se apunta a contemplar dimensiones importantes para nuestro caso, que en la propuesta de González Méndez (1999, 2000) estaban vagamente incluidas en otros. Fue durante esta etapa cuando se utilizaron más parámetros en la evaluación (ver Tabla 6), ya que se trataba del interés principal de la empresa.
Una vez realizada la clasificación, se procedió de forma similar que en las otras etapas, calificando y ordenando sobre la base de las valoraciones numéricas (ver Tablas 7 a 10). Aquí se ponderaron ciertos parámetros que, de acuerdo con las reuniones con la empresa, eran más importantes que otros, ya que en ocasiones pueden ser decisivos a la hora de elaborar un producto turístico. La ponderación se llevó a cabo duplicando el valor de aquellos parámetros más relevantes para la empresa, que son todos aquellos resaltados en negrita en la Tabla 6.

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Figura 2. Mapa de la zona de estudio con detalle de la ubicación de los sitios que fueron seleccionados y que forman parte de los itinerarios turísticos. A la izquierda figuran todos los sitios considerados inicialmente; a la derecha, los sitios seleccionados luego de aplicada la metodología.

Tabla 1. Descripción de parámetros utilizados en la valoración arqueológica.

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Tabla 2. Significado de las valoraciones numéricas de los parámetros utilizados en la valoración arqueológica.

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Tabla 3. Descripción de parámetros utilizados en la evaluación patrimonial.

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Tabla 4. Significado de las valoraciones numéricas de los parámetros utilizados en la evaluación patrimonial. Primera parte.

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Tabla 5. Significado de las valoraciones numéricas de los parámetros utilizados en la evaluación patrimonial. Segunda parte.

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Tabla 6. Descripción de parámetros utilizados para la puesta en valor. Los que aparecen en negrita fueron ponderados positivamente.

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Tabla 7. Significado de las valoraciones numéricas de los parámetros utilizados en la puesta en valor. Primera parte

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Tabla 8. Significado de las valoraciones numéricas de los parámetros utilizados en la puesta en valor. Segunda parte.

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Tabla 9. Significado de las valoraciones numéricas de los parámetros utilizados en la puesta en valor. Tercera parte.

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Tabla 10. Significado de las valoraciones numéricas de los parámetros utilizados en la puesta en valor. Cuarta parte.

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LA CADENA EN ACCIÓN: DISCUSIÓN DE LA APLICACIÓN METODOLÓGICA

A partir de la lista obtenida gracias a las tres valoraciones anteriores fue posible establecer una valoración final, que sirvió como orientación para la selección de los sitios que fueron integrados como parte de tres itinerarios turísticos para la empresa (para apreciar el efecto de la selección, ver Figura 2). Para la realización de los itinerarios no se incluyeron simplemente los sitios mejor calificados, sino que fue necesario discutir con la empresa la propuesta de forma integral. Por ejemplo, podían existir una serie de sitios muy bien calificados individualmente, pero muy distantes entre sí, por lo cual incluirlos en un itinerario resultaba muy complejo.
No se estableció una línea de corte para afirmar "estos son los sitios seleccionados", sino que el trabajo sirvió para orientar a la empresa en la elección de los sitios. Para que esta metodología sea más operativa, lo deseable sería contar con las posibilidades de establecer esa línea de corte, o bien establecer significados de rangos de valores finales (por ejemplo, los sitios con un valor numérico entre tanto y tanto están en la categoría de "recomendable para elaborar un producto turístico", o los que están entre tales valores en la categoría "no recomendable", etc.). Pero hacer algo en este sentido simplifica mucho la negociación que existió en relación con varios parámetros. Creemos que es importante contemplar de forma explícita esa vía de diálogo e interacción entre los agentes, lo cual se manifiesta en negociaciones en torno a valoraciones concretadas en parámetros.
Algunos sitios fueron incluidos en los itinerarios y otros no, pero no necesariamente se corresponden con los lugares mejor ubicados en la lista final de la valoración (aunque tienen un muy buen grado de correspondencia).

Esto puede parecer un fallo metodológico, ya que los resultados del trabajo acabaron siendo solamente una orientación para la empresa turística. Pero es importante destacar que el objetivo del trabajo no era diseñar un producto turístico, sino asesorar a la empresa respecto de cuáles son los sitios que conviene incorporar en un producto turístico y por qué. En este sentido, retomamos lo expresado al final del párrafo anterior, en que señalamos que el diálogo entre los agentes es complejo pero fundamental, y mucho más fácil de llevar a cabo si se cuenta con un lenguaje común, que surge de la necesaria definición de los parámetros y del proceso de atribución de valor.
A pesar de esto, nos pareció conveniente analizar la metodología de acuerdo con la conformación final de los itinerarios. Para esto es necesario analizar comparativamente su conformación final y las valoraciones que mencionamos anteriormente. No detallaremos los itinerarios (en donde se incluyen lugares de pernocte, visita de otros tipos de atractivos, etc.) porque no es el objetivo de este trabajo, pero sí mencionaremos los sitios que los integran:
- Itinerario 1: Cabo Polonio, Buena Vista, Potrero Grande y Los Indios.
- Itinerario 2: Cabo Polonio, Buena Vista, Punta La Coronilla, Cerro Verde, Potrero Grande y Los Indios.
- Itinerario 3: Cabo Polonio, Buena Vista, Potrero Grande, Los Indios y Potrerillo.
Por otro lado, los cinco sitios que ocupan los primeros lugares de la lista final de la valoración fueron: 1º) Cabo Polonio, 2º) Los Indios, 3º) Potrerillo, 4º) CH2D01 y 5º) Buena Vista (ver Figura 2). De estos, solamente cuatro fueron incluidos en los itinerarios elaborados para la empresa (Cabo Polonio en los tres casos, Los Indios en los tres casos, Buena Vista en los tres casos, y Potrerillo en un caso), mientras que el sitio Potrero Grande, que ocupa los últimos lugares, también fue incluido en todos. Esto se debió a que, según manifestó la empresa, los sitios no podían ser ofertados como producto turístico aislado, sino que debían formar parte de un itinerario, y en el caso de Potrero Grande, todos ellos pasaban muy cerca del lugar, por lo que fue muy fácil incluirlo. Este factor fue decisivo, debió contemplarse desde el comienzo y estar presente en el proceso valorativo en forma de parámetro. Esto hubiese facilitado el trabajo y lo habría acercado mucho más a los objetivos de la empresa. Por ejemplo, en el caso del sitio Potrero Grande, fue fundamental un criterio subyacente, al que podríamos denominar como parámetro "cercanía a la ruta del itinerario". Pero esto, en el marco de la metodología que se ha manejado, es algo irrealizable, ya que la ruta del itinerario no se determina hasta que no está elaborada la propuesta final. Por esta razón, es conveniente incluir una valoración que contemple la distancia entre los sitios, tal cual se procede en los trabajos de análisis de rutas óptimas en los análisis territoriales (actualmente en su mayoría asistidos por SIG) (Baena 2003; López Romero 2005). Otra posibilidad, para no caer en un círculo vicioso, es incluir una última fase valorativa que contemple la integración de cada sitio en la coherencia y operatividad de la propuesta final.
Un factor más que debe tenerse en cuenta en la metodología a nivel general es que la conceptualización de una valoración concatenada puede generar algún conflicto en valoraciones de etapas diferentes, ya que, por ejemplo, una variable que puede ser muy positiva a la hora de elegir un sitio para su conservación puede tener un efecto contrario si apuntamos a que ese sitio sea visitado por el público. Este caso sucede de forma clara con el parámetro "fragilidad", y en menor grado con el de "vulnerabilidad" (Tabla 3). Por ejemplo, es muy importante implementar estrategias de conservación en sitios que presentan un alto grado de fragilidad y vulnerabilidad, pero es también importante no llevar a cabo actividades que pongan en riesgo su integridad física, como es el caso de las visitas turísticas. De modo que, en este ejemplo, existen dos parámetros que tienen efectos contrarios, y esto debe ser tenido en cuenta de alguna manera, ya sea ponderando, quitando o agregando algún otro.
Este tipo de contradicciones constituyen un elemento muy complejo al momento de la definición de criterios para la salvaguarda del patrimonio, y es un factor con el cual ha chocado la UNESCO en varias ocasiones. Por ejemplo, uno de los criterios de la UNESCO para la designación de obras maestras del Patrimonio Cultural Inmaterial es la vitalidad del fenómeno en cuestión: si goza de plena vitalidad, no necesita ser salvaguardado, pero si está agonizando, los esfuerzos de salvaguardia no serán efectivos (Kirshenblatt-Gimblett 2004).
Por último -pero no menos importante-, es necesario mencionar que la aplicación de metodologías desarrolladas en contextos diferentes a los de la aplicación no está exenta de problemas. No tanto por las características del registro arqueológico sobre cuya base fue elaborada, que son muy diferentes a las de este trabajo, sino a su definición conceptual. La metodología propuesta por González Méndez (1999, 2000) se basa en la arqueología del paisaje, en relación con la cual se definen las entidades que forman parte del registro arqueológico. Y este no es el caso presentado, en el que no se cuenta con un único marco teórico. Con esto no se pretende juzgar esta heterogeneidad en sí misma (que puede ser, incluso, enriquecedora), pero sí mencionar que dificulta la aplicación de metodologías como la expuesta en este artículo.

CONCLUSIONES

El análisis comparativo de las diferentes etapas de valoración nos muestra que el orden de sitios en cada una de ellas es diferente. Es decir, los sitios mejor rankeados en cada etapa no se corresponden exactamente con el orden final, y adquieren la coherencia mencionada anteriormente en el último cruzamiento de datos, que articula las tres fases de la cadena. Esto es esperable y positivo, y vale remarcar su importancia, ya que nos permite observar las claras diferencias entre los criterios de los agentes involucrados y la necesidad de separar los análisis a la hora de la protección o puesta en valor, para poder operar de forma ordenada e inteligible.
La principal línea de críticas a este tipo de metodologías es, paradójicamente, algo que puede ser considerado como su fuerte: implica una serie de valoraciones numéricas que ingenuamente pueden ser entendidas como una forma de ocultar la subjetividad del autor (una "deshumanización de las Humanidades", al decir de Thomas 2000). Esto es una verdad a medias, ya que la forma en la que ésta se exprese no la oculta o explicita, es simplemente una forma. En lo que sí interviene la forma es en la relación de esa subjetividad con otras. Por lo tanto el problema es otro, y es cómo hacer que dicha subjetividad (porque está claro que cada expresión numérica refleja una valoración subjetiva) siga un procedimiento metodológico claro, objetivable y reproducible, para poder alcanzar un buen grado de intersubjetividad entre los diversos agentes involucrados en la valoración del PAq. En este sentido, el manejo de expresiones numéricas resultó muy operativo al momento de alcanzar el nivel de intersubjetividad necesario de articulación de la arqueología con la empresa. Con esto se evitó la dificultad propia del metalenguaje arqueológico, el cual suele verse en aprietos al tener que responder preguntas concretas formuladas desde ámbitos no académicos.
Así como no es posible conservarlo todo, tampoco es posible ponerlo todo en valor. Hay que seleccionar, y para llevar a cabo una selección es necesario tener metodologías y criterios claros, y expresarlos también con claridad. Un valor numérico es la expresión clara de una valoración, pero el significado de esa valoración puede ser muy diferente para dos personas. Por eso creemos que es necesario profundizar en este tipo de metodologías, discutiendo y explicitando las categorías y los criterios.
Creemos también que el problema de la atribución de valor numérico no es el único ni el más importante. Además de analizar cómo se valora, antes hay que reflexionar respecto de qué se valora. La definición de las entidades es un procedimiento muy complejo y con consecuencias muy importantes, ya que está en la base de toda la metodología. Este problema no es nuevo en arqueología, dado que se cuenta con varios antecedentes en el plano internacional, de los cuales debemos aprender para no cometer los mismos errores. Por ejemplo, en el caso de Europa y en el ámbito de la gestión del PAq, las necesidades de definición y estandarización del registro generaron enormes conflictos cuando se digitalizaron las bases de datos de museos o archivos patrimoniales públicos a partir de los años sesenta, aunque fundamentalmente en los años ochenta y noventa (Dabezies 2009). Tal es el caso de Polonia en los años sesenta, con la migración de datos del archivo en papel al digital del Polish Archaeological Record; el de Dinamarca en los años setenta, con la creación del Danish National Record of Sites and Monuments (Lock 2003); el de Holanda en 1989, con la migración de datos del Dutch National Archaeological Record al ARCHIS (de base SIG); el de Inglaterra de los Sites and Monuments Records, archivos provinciales creados en 1969 con categorías de registro ad hoc, que cuando se centralizaron en la década del noventa entraron en conflicto por la falta de estandarización (García Sanjuán y Wheatley 2002).
En el campo de la investigación ocurrió un problema similar cuando se extendió el uso de los SIG (Wheatley y Gillings 2002). Y este problema no se debe a la aplicación de un software o a la cuantificación, sino a inconsistencias teóricas y metodológicas. La utilización de ese tipo de software en investigación y gestión exige una definición estricta de categorías, que deja en evidencia el problema de fondo al cual nos referimos. El hecho de no explicitar el marco teórico ni definir las entidades arqueológicas genera, muchas veces, un efecto "bola de nieve", en que se comienzan a sobrentender las categorías de trabajo a tal punto que su inteligibilidad y comunicabilidad se complejizan al extremo.
Para finalizar, resulta importante mencionar que esta tendencia integradora de las necesidades del patrimonio, el turismo y el desarrollo sostenible constituye un marco muy prometedor para explorar y consolidar este tipo de metodologías que se basan en conceptualizaciones claras, que articulan diversas realidades y valores y que, a la vez, están basadas en procedimientos objetivados y reproducibles. Este camino que acerca la arqueología al patrimonio y a la sociedad retoma las reflexiones de García Canclini (1991, 1993), Criado-Boado (1996b, 2001) y Escobar (1996, 2000, 2001, 2005), y apunta a la apertura de la arqueología, a la democratización del patrimonio y a un mejor desarrollo económico de ciertas zonas rurales.
En el caso del Uruguay, la apertura del concepto de PC y, en concreto, de PAq, en el ámbito de la administración como el agente nominador hegemónico, la inclusión del patrimonio en planes de turismo y ordenamiento territorial, y el reclamo de patrimonios minoritarios por parte de la sociedad civil está generando un acercamiento cada vez mayor entre arqueología, antropología y sociedad, lo cual augura un buen escenario para una práctica aplicada. La propia financiación del proyecto que dio origen a este trabajo por parte de una institución estatal (Dirección de Innovación, Ciencia y Tecnología del Ministerio de Educación y Cultura del Uruguay) es un claro síntoma de esta situación: los recursos destinados al patrimonio están dejando de ser un gasto, para convertirse en una inversión. Integrar estos aspectos en los planes nacionales de un modo multilateral articulando ciencia y tecnología con el turismo como una forma de acercamiento entre el sector productivo y la cultura es un excelente camino hacia el diálogo y el desarrollo de una arqueología aplicada (Dabezies 2008).y tecnología con el turismo como una forma de acercamiento entre el sector productivo y la cultura es un excelente camino hacia el diálogo y el desarrollo de una arqueología aplicada (Dabezies 2008).

Agradecimientos

Agradezco la financiación de este proyecto a la Dirección de Innovación, Ciencia y Tecnología para el Desarrollo. Programa de Jóvenes Investigadores en el Sector Productivo (Ministerio de Educación y Cultura del Uruguay). ID del proyecto: S/PSP/01/02. También agradezco a Nicolás Gazzán por su ayuda en el trabajo de campo. A José María López Mazz por sus consejos y por el préstamo de algunos equipos. A Carlos Otero y Pastor Fábrega por sus comentarios sobre el artículo. A Pedro Fermín, por la traducción del resumen al inglés. En especial, a los propietarios de los campos donde llevamos a cabo los trabajos y a Sergio Bañales por su colaboración, consejos y buena disposición.

NOTAS

1..- Aunque entendemos que el patrimonio, en sentido estricto, no tiene valores, sino que estos se le otorgan, utilizamos esta expresión para ilustrar este presupuesto que oculta el proceso valorativo.


2.- No somos ajenos a las críticas del concepto de desarrollo sostenible (Barreiro 2005; Escobar 2001, 2005), pero consideramos que este no es el sitio de traerlas a colación.


3.- Todo este movimiento debe entenderse en el marco de la ratificación, por parte de Uruguay, de la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial del año 2003 de la UNESCO.


4.- Si bien el Proyecto "El Paisaje Arqueológico de las Tierras Bajas. Un modelo de gestión integral del Patrimonio Arqueológico de Uruguay" (2005-2009) ejecutado en colaboración entre el Laboratorio de Patrimonio (CSIC-España) y la Universidad de la República (Uruguay), dirigido por Camila Gianotti, Felipe Criado y José López Mazz, ha contemplado una etapa de inventario sistemático de Cerritos de Indios que permitiría implementar metodologías de valoración a efectos de la puesta en valor, este proyecto se ha centrado fundamentalmente en el departamento de Tacuarembó (Criado-Boado et al. 2006; Gianotti 2005).


5.- Aquí se podría discutir la propia existencia ontológica de un espacio natural sin una dimensión cultural, ya que la propia nominación es una culturización de lo natural.


6.- Para abreviar la expresión, de aquí en más utilizaremos solamente "puesta en valor".


7.- El trabajo fue llevado a cabo en el año 2005, por lo que la bibliografía tenida en cuenta fue la producida hasta esa fecha. Existieron algunas excepciones, ya que el Dr. José María López Mazz nos cedió algunos artículos que en ese momento estaban en prensa pero que actualmente están publicados.

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