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Intersecciones en antropología

versión On-line ISSN 1850-373X

Intersecciones antropol. vol.12 no.2 Olavarría jul./dic. 2011

 

RESEÑAS DE LIBROS

Un manual básico de sociología sobre la probreza

Las formas elementales de la pobreza, por Serge Paugam. Alianza, Madrid, 2007. ISBN: 978-84-206-4867-5. 302 pp. Reseña de Santiago Bachiller.

Santiago Bachiller

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Universidad Nacional Patagonia Austral (UNPA/UACO). Dirección: Combate Naval Monte Santiago 176, CP 9001, Rada Tilly, Provincia de Chubut, Argentina. E-mail: santiago.bachiller@gmail.com

Las ciencias sociales han producido una extensa bibliografía sobre un fenómeno acuciante como es la pobreza. A pesar de tan vasta literatura, la obra de Serge Paugam posee méritos suficientes para no pasar desapercibida. El objetivo general del libro consiste en analizar qué tiene en común la pobreza en los distintos países que conforman la Unión Europea. Sin duda alguna, el mayor interés del trabajo reside en la perspectiva comparada, en los esfuerzos que el sociólogo realiza por encontrar un hilo conductor que permita hablar de "pobreza" ante realidades sociales tan disímiles.
En cuanto a la organización de la obra, en la Introducción el autor traza los objetivos básicos, así como aclara la perspectiva metodológica que adopta. Dos han sido los modos tradicionales de indagar sobre la pobreza: las perspectivas monetaristas y los enfoques subjetivistas. Paugam revisa las críticas y elogios que ambos modelos han merecido; en su objetivo por indagar el sentido de la pobreza, pretende fusionar las dos perspectivas. Tomando a Simmel como guía, la hipótesis de partida sostiene que es la ayuda pública de la colectividad la que determina el estatus desvalorizado del pobre. De tal modo, el objeto sociológico no son ni "la pobreza" ni los "los pobres" en sí mismos, sino el sentido de la pobreza en tanto fruto de la relación de asistencia. En el apartado metodológico constatamos que la obra es producto de cuatro estudios llevados a cabo entre 1993 y 2001 en los diversos países que conforman la Unión Europea, todos ellos basados en encuestas longitudinales articuladas en torno a las representaciones sociales sobre la pobreza. Uno de los límites que posee la obra es el de haberse centrado en un análisis cuantitativo sin complementarlo con metodologías cualitativas de investigación. Otras críticas se desprenden de un denominador común: se trata de un libro que abarca realidades sociales demasiado amplias. Inevitablemente, la mayoría de los temas planteados son tocados de forma tangencial, sin profundizar en cuestiones que merecerían ser desarrolladas en extenso. Asimismo, las tipologías con las que el sociólogo trabaja representan una caracterización por momentos forzada y estereotipada de la realidad social. En múltiples ocasiones el lector percibe la arbitrariedad de que un tema haya sido incluido en un tipo ideal y esté ausente en los otros -la economía informal, ¿sólo es observable en la pobreza integrada? El estigma, ¿es un fenómeno asociado indefectiblemente a la pobreza marginal?, etcétera-.
El libro se estructura en dos partes, la primera representa un marco teórico que es profundizado detalladamente en la segunda sección. El primer capítulo supone un análisis de la historia de la sociología de la pobreza, cuyos autores destacados son Tocqueville, Marx y Simmel. En el siguiente capítulo se esbozan las tipologías que luego son desarrollas en el resto de la obra. El mérito del autor reside en que, en su afán comparativo, una y otra vez intenta trascender los modelos sociológicos específicos que responden a tradiciones nacionales concretas. Luego de leer a Paugam, es imposible imaginar a la pobreza como un concepto homogéneo. A pesar de ello, se nota la impronta francesa del autor. El título del libro remite a Emile Durkheim, y no es casual el peso que otorga a los problemas de cohesión social. Finalmente, el sociólogo distingue una serie de factores clave en la explicación de los cambios en las representaciones sociales: el grado de desarrollo económico y del mercado de trabajo, la forma e intensidad de los vínculos sociales y la naturaleza del sistema de protección y acción social. Combinando estos factores explicativos, llegamos a los tres tipos ideales de pobreza: a) integrada, b) marginal, y c) descalificadora.
El capítulo 3 analiza la denominada "pobreza integrada", dando comienzo al análisis de cada uno de los tipos ideales. Esta modalidad de pobreza se caracteriza por ser masiva, y consecuentemente, está fuertemente incorporada al sistema social, no escandaliza ni es vivida como algo humillante. En un contexto de precariedad generalizada, expectativas y las necesidades de los pobres son limitadas. En esta tipología, las desventajas sociales se transmiten de generación en generación, lo cual fomenta un abismo entre las clases sociales. A pesar de ello, hay más integración y sensación de interdependencia que en otros modelos, pues entre los pobres no hay ruptura de vínculos y las elites reconocen la función social de los pobres. Los países mediterráneos de Europa son el modelo a partir del cual se construye este tipo ideal. En un contexto de desempleo estructural, con un desarrollo insuficiente del Estado social, la familia ocupa un lugar privilegiado en la vida de los sujetos. De tal modo, asistimos a una lucha colectiva contra la pobreza, la cual se basa en la reciprocidad de parentesco. En este modelo es posible reproducir las críticas que se han formulado a nociones como la de "cultura de la pobreza". Por otra parte, debido a que la familia amortigua las dificultades pero sus esfuerzos no alcanzan, el capítulo también versa sobre los valores religiosos, la economía informal y el clientelismo en tanto fenómenos relacionados con la pobreza integrada.
El siguiente capítulo trata sobre la "Pobreza marginada". Nos hallamos en un contexto de prosperidad económica y pleno empleo, en que el optimismo social se expresa en términos de fe hacia el progreso. La pobreza no es masiva sino puntual, lo cual la convierte en más estigmatizada. Debemos tomar a los países escandinavos como referencia, mientras que la época que mejor cuadra en este modelo es aquella en el cual el Estado social vivió su apogeo. Consecuentemente, para las representaciones sociales la pobreza parece ser un problema secundario o del pasado; dicha suposición de bienestar generalizado es la que torna imposible imaginar a la pobreza en la propia sociedad, y esto genera un proceso de invisibilización. Cuando es reconocida, la pobreza es concebida como "marginal" y la inadaptación social se convierte en metáfora explicativa. Entonces, los criterios de normalidad conducen a pensar sobre los pobres como "casos sociales" de inadaptación, seres incapaces de aprovechar las posibilidades que la sociedad les ofrece. Juzgados sobre la base de parámetros morales, para las representaciones sociales la pobreza está más ligada que nunca con la vagancia, la apatía, los defectos personales. De tal modo, el lenguaje de la inadaptación social desemboca en un discurso cultural psicologizante.
El capítulo 5 se centra en la "Pobreza descalificadora", y es el desempleo el eje conductor. Asistimos a la proliferación de la denominada "nueva pobreza"; sectores sociales que pertenecían a las clases medias se sumergen en un proceso de precariedad social. Se constata la degradación del mercado del trabajo, crisis que tiene repercusiones cuantitativas -pérdida de miles de puestos de trabajo- y cualitativas -proliferación del empleo precario y parcial-. Esta pobreza tiene su correlato en las teorías sobre la exclusión social, por lo cual Francia es el país tomado como paradigma. Esta modalidad de pobreza es sinónimo de angustia colectiva; el riesgo se hace omnipresente, y tiene sus orígenes en la amenaza permanente de desempleo y de la precariedad laboral. Junto con el mercado de trabajo, lo que parece haberse desmoronado son las expectativas de mejora social, la sensación de seguridad propia de los denominados "años gloriosos". La metáfora de la caída es recurrente: los pobres conciben a la pobreza como una crisis disruptora de la normalidad. El modelo está demasiado centrado en la figura de los "nuevos pobres", obturando la posibilidad de analizar qué ocurre con aquellos sujetos que padecen una biografía histórica de pobreza. Por otra parte, la pobreza descalificadora implica la fragilidad y disolución de los vínculos sociales. La exclusión es percibida como una acumulación progresiva de desventajas, en la cual el desempleo debilita la intensidad del intercambio social y rompe con la vida asociativa. Es por ello que la aspiración final consiste en la ansiada cohesión social. Como crítica debemos dejar constancia de que el aislamiento es un elemento que ha sido exagerado: las imágenes de soledad y ruptura del lazo social deberían ser complementadas con un análisis sobre cómo ciertas modalidades alternativas de sociabilidad permiten la subsistencia diaria de "los excluidos". Uno de los puntos fuertes del capítulo pasa por el cuestionamiento que el sociólogo realiza a las "políticas de inserción social" propias de la pobreza descalificadora, en que las acciones apuntan a la inserción social. No obstante, queda la sensación de que Paugam es poco incisivo en su crítica. El autor no indaga en un dato que no es fortuito: las teorías sobre la exclusión social, y su correlato en lo que a la intervención se refiere, han surgido en un contexto de plena expansión de las políticas neoliberales y retroceso del Estado de bienestar; es decir, estas políticas han sido funcionales a una lógica en la cual el Estado se limitó a acatar los mandatos del mercado.
La conclusión supone un resumen general del libro. Si hay algo que queda en claro al leer el trabajo del sociólogo francés es que cada forma elemental de pobreza corresponde a un estado de equilibrio de las relaciones entre individuos desiguales dentro de un sistema social que forma un todo. En resumen, Las formas elementales de la pobreza merece ser considerado como un manual básico e indispensable sobre sociología de la pobreza.

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