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Intersecciones en antropología

On-line version ISSN 1850-373X

Intersecciones antropol. vol.13 no.1 Olavarría Jan./July 2012

 

ARTÍCULO

Aportes al conocimiento de las sociedades aldeanas del período Temprano en la Quebrada de Humahuaca: una visión desde Antumpa

 

Juan B. Leoni, Julieta Sartori, Giorgina Fabron, Anahí Hernández y Graciela Scarafia

Juan B. Leoni. Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Instituto de Arqueología, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. 25 de Mayo 217, 3er piso (C1002ABE), Ciudad Autónoma de Buenos Aires. E-mail: jbleoni@hotmail.com
Julieta Sartori. CONICET. Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano (INAPL). 3 de Febrero 1378 (C1426BJN), Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Fundación Arqueológica del Litoral (FUNDARQ). E-mail: julisartori@gmail.com
Giorgina Fabron. Escuela de Antropología. Facultad de Humanidades y Artes. Universidad Nacional de Rosario. Entre Ríos 758 (2000), Rosario. E-mail: giorgina_fabron@hotmail.com
Anahí Hernández. Escuela de Antropología. Facultad de Humanidades y Artes. Universidad Nacional de Rosario. Entre Ríos 758 (2000), Rosario. E-mail: anahihernandez87@hotmail.com
Graciela Scarafia. Escuela de Antropología. Facultad de Humanidades y Artes. Universidad Nacional de Rosario. Entre Ríos 758 (2000), Rosario. E-mail: grscarafia@hotmail.com

Recibido 18 de diciembre 2010
Aceptado 22 de junio 2011

 


RESUMEN

En este trabajo se presenta información acerca del componente Temprano o Formativo de Antumpa (departamento de Humahuaca, Jujuy). Este sitio es uno de los pocos conocidos para este rango temporal en la zona y, por ende, la información aquí aportada contribuye a profundizar el conocimiento disponible de las sociedades aldeanas que habitaron la región hacia el primer milenio de la era cristiana. En particular, se describen las excavaciones efectuadas en un montículo de origen cultural, en cuya base se identificó arquitectura temprana asociada a un nivel de ocupación. Se presenta una descripción de los materiales hallados en él, así como de los fechados radiocarbónicos obtenidos, que sitúan a la ocupación estudiada en la parte final del Período Temprano o Formativo. El conjunto artefactual presenta similitudes con los de otros sitios contemporáneos de la zona (e.g., cerámicas pulidas rojas y marrones, pipas cerámicas, puntas de proyectil pedunculadas pequenas, palas/azadas líticas), pero muestra también algunas peculiaridades (e.g., ausencia de la típica cerámica Gris Pulida; presencia de cerámica similar a la de tierras bajas saltenas) que podrían indicar modalidades culturales específicas del sector norte de la Quebrada de Humahuaca.

Palabras clave: Período Temprano o Formativo; Quebrada de Humahuaca; Antumpa; Montículo

ABSTRACT

Contributions to the characterization of early ceramic period village societies in the Quebrada de Humahuaca: a view from AntumpaIn this paper information about the Early Ceramic or Formative component of the Antumpa site, Department of Humahuaca, Jujuy, is presented. This site is one of the few currently known in the area from that period. As such, the information discussed here enhances available knowledge about the village societies that inhabited the area during the first millennium A.D. In particular, we describe the excavations of a mound, which uncovered early architecture associated with a floor or occupation level. We present a description of the materials recovered as well as the radiocarbon dates obtained, which place this occupation in the final part of the local Early Ceramic or Formative Period. The artifact assemblage recovered shows similarities with contemporary sites (e.g. red and brown polished pottery, ceramic smoking pipes, small triangular projectile points, lithic hoes) but also shows some peculiarities (e.g. absence of the typical Polished Gray pottery, presence of ceramics similar to styles from the eastern lowlands) that could be indicative of a cultural modality specific to the northern sector of the Quebrada de Humahuaca.

Keywords: Early or Formative Period; Humahuaca Quebrada; Antumpa; Mound.


 

INTRODUCCIÓN

En este trabajo se presenta información sobre hallazgos y materiales arqueológicos del componente Temprano o Formativo1 (ca. 1000 AC-900 DC) del sitio Antumpa, ubicado en el sector norte de la Quebrada de Humahuaca. Este momento cronológico de la historia prehispánica de la zona es poco conocido, con escasos sitios investigados sistemáticamente. Si bien Antumpa se conoce desde hace varias décadas y ha sido caracterizado como uno de los pocos pertenecientes al Temprano en el ámbito de la Quebrada de Humahuaca, sólo recientemente se han comenzado a desarrollar investigaciones sistemáticas, que empezaron a rendir frutos en la forma de información valiosa para profundizar los conocimientos actuales de las sociedades aldeanas que habitaron la región en el lapso temporal considerado. A continuación discutimos las características generales del sitio, concentrándonos en su componente Temprano. En particular, se presentan las excavaciones y hallazgos efectuados en un sector específico, el Montículo 1, en cuya base se identificó la existencia de un recinto circular y de un nivel estratigráfico correspondiente a la ocupación y uso de dicha estructura. Se describen las características del material hallado en este nivel de ocupación y, con el fin de situar a Antumpa en su contexto regional, se lo compara con el de otros sitios contemporáneos conocidos.

EL PERÍODO TEMPRANO EN LA QUEBRADA DE HUMAHUACA

El registro arqueológico para el período Temprano o Formativo en la Quebrada de Humahuaca es escaso, especialmente si se lo compara con el de momentos posteriores. Sin embargo, la evidencia disponible parece indicar que, al igual que en el resto del noroeste argentino (NOA), este momento se caracterizó por el desarrollo de sociedades aldeanas centradas en torno a poblados estables o semiestables, basadas en economías de tipo productivo (agricultura en pequena escala, pastoreo de camélidos) y con una organización sociopolítica mayormente igualitaria, con escasa diferenciación interna y baja o nula centralización e institucionalización de la autoridad política (Albeck 2000; González y Pérez 1972; Nielsen 2001; Olivera y Palma 1997). Sólo unos pocos sitios, aparte de Antumpa, se conocen para el área de la Quebrada de Humahuaca para este momento, e incluyen Estancia Grande (Palma y Olivera 1992-1993; Salas 1948), El Alfarcito (Debenedetti 1918; Madrazo 1969; Zaburlín et al. 1996), Vizcarra (Nielsen 2001: 187-189) y la serie de hallazgos accidentales que han venido ocurriendo a lo largo de los anos en el casco urbano de la localidad de Tilcara (Madrazo 1967; Mendonça et al. 1991; Nielsen 2001:187-188; Rivolta 1996; Rivolta y Albeck 1992) (Figura 1, recuadro). Se trataría típicamente de aldeas dispersas conformadas por recintos individuales o en grupos directamente asociados con estructuras de cultivo y corrales. En su gran mayoría, los hallazgos vinculados con este momento temporal son fragmentarios, al encontrarse en las capas inferiores de excavaciones en sitios con importante reocupación en períodos posteriores, sepultados bajo gruesas capas de sedimentos y/o construcciones modernas o en perfiles expuestos accidentalmente por factores naturales o antrópicos. Debido a esto, no se dispone de plantas de sitios Tempranos detalladas (excepto en el caso de Vizcarra [Nielsen 2001: Figura 2] y no se conoce con precisión la traza espacial y extensión típicas de estos asentamientos aldeanos. Asimismo, se han hallado evidencias de ocupaciones Tempranas en cuevas y aleros ubicados en quebradas altas y en la Puna. Así, en sitios como Inca Cueva Alero 1 (García y Carrión 1992), Alero Tomayoc (Lavallée et al. 1997), Cueva de Cristóbal (Fernández 1988-1989), Huachichocana Capa E1 (Fernández Distel 1980), Aleros Pintoscayoc I y Media Agua I (Hernández Llosas 1998), entre otros, se han hallado variadas evidencias de eventos de ocupación específicos y de corta duración, focalizados en torno a prácticas tales como el pastoreo de altura, la caza de camélidos salvajes, el aprovisionamiento de ciertas materias primas y la ejecución de pinturas rupestres y prácticas funerarias. Se asume en general que estos sitios funcionaron de manera complementaria con los sitios aldeanos ubicados en los sectores más bajos de la Quebrada de Humahuaca y sus tributarias (García 2003; García y Carrión 1992; Hernández Llosas 1998), aunque la correlación cronológica no está aún del todo resuelta, ya que varias de estas cuevas y aleros tienen fechados radiocarbónicos notoriamente más antiguos que la mayoría de los sitios aldeanos conocidos hasta el momento.

Figura 1. Plano general del sitio Antumpa. Recuadro: Quebrada de Humahuaca con ubicación de Antumpa y otros sitios mencionados en el texto.

EL SITIO ANTUMPA Investigaciones previas

Antumpa es conocido en la literatura arqueológica como uno de los escasos sitios asignables al período Temprano en el ámbito de la Quebrada de Humahuaca. Fue mencionado por primera vez por Alberto R. González (González 1960: 316-317, 1977: 355-356; González y Pérez 1972: 60), quien originalmente lo denominó Otumpa. Si bien no realizó investigaciones sistemáticas en el lugar ni publicó un trabajo específico sobre el sitio, fue este autor quien lo asignó tentativamente al período Agroalfarero Temprano, sobre la base de las diferencias y similitudes observadas con otros sitios de la Quebrada de Humahuaca y la región Valliserrana del NOA. En 1981, María I. Hernández Llosas, Susana Renard de Coquet y Mercedes Podestá (Hernández Llosas et al. 1981, 1983-1985) condujeron investigaciones en el sitio, y efectuaron una prospección sistemática y excavaciones exploratorias en dos recintos. Como resultado de ello obtuvieron un fechado radiocarbónico que apoyó la caracterización cronológica de González (1360 ?70 AP; LP-105; hueso de camélido; ?13C= -20? ? 2; Tabla 1). Alicia Fernández Distel (1983), María E. Albeck (2000) y Lidia García (2003) realizaron nuevas descripciones de los restos arqueológicos de Antumpa en anos posteriores, aunque sin desarrollar investigaciones sistemáticas en el sitio. Las actividades de investigación sistemática en Antumpa se retomaron en 2006, en el marco del Proyecto Arqueológico Antumpa/Chaupi Rodeo (Leoni 2007, 2007-2008; Leoni et al. 2010). Hasta el momento han incluido prospección, mapeo, excavaciones y recolecciones superficiales sistemáticas en Antumpa, así como la prospección del tramo inferior de la Quebrada de Chaupi Rodeo, entorno inmediato del sitio.

Tabla 1. Fechados radiocarbónicos de Antumpa (Jujuy, Argentina).

Ubicación y características generales

Antumpa se ubica en el sector norte de la Quebrada de Humahuaca, en el ángulo que forma la confluencia del río Grande con su afluente el Chaupi Rodeo, a unos 2,5 km al sureste de la actual población de Hipólito Yrigoyen o Iturbe, y a unos 3 km al sur de la pequena población de Chaupi Rodeo. El núcleo del sitio se ubica sobre la terraza de la margen izquierda del río Chaupi Rodeo y gran parte del faldeo adyacente, y ocupa una extensa área de forma más o menos romboidal (Figura 1). Se encuentra limitado al norte por una quebrada sin nombre que desemboca en el río Chaupi Rodeo; al oeste por el curso de los ríos Chaupi Rodeo y Grande; y al sur por la quebrada del arroyo Charcomayoc. Sin embargo, evidencias arqueológicas en la forma de canchones, corrales y/o despedres se extienden hacia el norte y el este más allá de estos límites, aunque no con la misma densidad y patrón regular con que se encuentran en Antumpa. Los restos arqueológicos se distribuyen entre los 3300 y 3600 msnm, y ocupan una vasta área de unas 160 hectáreas de extensión. Sin embargo, la mayor densidad de ocupación se ubica en las cotas más bajas, sobre la terraza del río Chaupi Rodeo, en lo que parece haber constituido el núcleo de la ocupación humana del lugar, desde tiempos prehispánicos hasta el presente. La ocupación posthispánica ha sido más intensa en este sector, por lo cual las paredes antiguas han sido utilizadas como cimiento de pircas posteriores o como fuente de piedras para la construcción de nuevas estructuras. Las construcciones modernas incluyen viviendas, corrales, canchones y un cementerio. En el resto del sitio, los restos arqueológicos parecen encontrarse menos perturbados por factores antrópicos. El sitio destaca por su ubicación geográfica clave, en un área de transición ambiental entre la Puna hacia el oeste y noroeste, el sector central de la Quebrada de Humahuaca hacia el sur, y los valles orientales y yungas hacia el este, ocupando lo que Albeck (1992: 101) denomina un nudo o punto de entrecruzamiento de redes de comunicación entre ambientes y regiones diferentes. Según Albeck (1992: 100), hasta la década de 1940 los pobladores punenos de la zona de Casabindo llegaban hasta Iruya y Colanzulí (provincia de Salta) a través de Iturbe a intercambiar sal y productos ganaderos por productos agrícolas y objetos de madera. Es posible conjeturar que en el pasado prehispánico la zona jugara un rol similar y que los grupos humanos asentados en ella habrían contado con un acceso relativamente fácil a los recursos que presentan estos ambientes cercanos y a las vías de comunicación que los conectaban.

Instalaciones agrícolas

Un aspecto que caracteriza al sitio es la marcada presencia de instalaciones agrícolas prehispánicas. Éstas se extienden desde el borde de la terraza del Chaupi Rodeo hacia las partes más altas al este, cubriendo el amplio faldeo adyacente, y muestran diferencias en su forma y tamano (Figura 1). Aquellas ubicadas en la parte más baja del sitio se agrupan formando conjuntos regulares de estructuras de forma rectangular, trapezoidal y cuadrangular, de entre 20 y 30 m de lado. Corresponden a lo que se suele denominar "canchones" o "bancales" de cultivo (Albeck 2003-2005: Nota 1; Raffino 1975: Nota 8), una de las formas más simples de instalaciones agrícolas prehispánicas. Recintos circulares y rectangulares, de posible función residencial, se ubican dentro de algunos estos canchones. En la parte más alta del sitio, hacia el este, se encuentran estructuras rectangulares y cuadrangulares de gran tamano, estructuras con paredes curvadas y extensas acumulaciones lineales de piedras, a veces sinuosas, que se extienden en sentido longitudinal a la pendiente. En este sector no se han observado recintos circulares o de otras formas asociados con estas estructuras, y el material arqueológico superficial es extremadamente escaso (para una descripción más detallada véase Leoni 2007, 2007-2008; Leoni 2010; Leoni et al. 2010). La cronología de la construcción y uso de estas estructuras es incierta, y es razonable suponer que la amplia extensión de vestigios que vemos hoy en el sitio es un palimpsesto resultante de la ocupación humana del lugar desde tiempos prehispánicos hasta el presente. En este sentido, es posible suponer que buena parte de estas estructuras sean posteriores al período Temprano. Sin embargo, algunos aspectos nos inclinan a pensar que al menos parte de estos conjuntos de canchones puedan haberse construido y utilizado en el Temprano, aunque esto no obsta que hayan sido reutilizados y modificados con posterioridad. En efecto, la simplicidad de su construcción y su diseno, notoria al compararlos con las instalaciones agrícolas de los períodos Tardío e Inca en la Quebrada de Humahuaca, la ausencia de redes elaboradas de riego2 y la asociación directa con recintos y áreas de ocupación correspondientes al componente Temprano del sitio, en las cuales aparecen artefactos líticos de posible uso agrícola, podrían indicar que, al menos, parte de estas estructuras de cultivo datan efectivamente del Temprano.

Recintos y áreas de ocupación.

Las áreas de habitación y residencia correspondientes al Temprano se habrían concentrado en el sector bajo del sitio y estarían representadas en parte por los recintos circulares, cuya presencia fue uno de los aspectos del sitio que llevó a González a caracterizarlo como Temprano. Estos recintos se hallan dispersos entre los cuadros de cultivo, aunque su visibilidad arqueológica es, en general, baja, ya que han sido perturbados por factores tanto naturales (erosión) como antrópicos (reutilización, agricultura). Su distribución haría pensar en un trazado espacial de aldea dispersa, similar a las que existían en la misma época en otras partes del NOA. Sin embargo, la excavación de algunos de estos recintos ha producido resultados dispares. Por ejemplo, el Recinto 2, cuya excavación iniciaron Hernández Llosas y colaboradoras (Hernández Llosas et al. 1981, 1983-1985), produjo variadas evidencias contextuales y artefactuales de ocupación Temprana. Por el contrario, la excavación exploratoria del Recinto 5 no produjo evidencias significativas de ocupación. Algo similar ocurrió con el Recinto 7, de forma rectangular y ubicado en la esquina de un canchón. Esto haría pensar que algunos de estos recintos fueron usados de manera muy breve como para no generar correlatos materiales significativos, y que tal vez funcionaron como puestos temporarios relacionados con la práctica de la agricultura, más que como viviendas permanentes. Por otra parte, las investigaciones permitieron identificar la presencia de, al menos, dos montículos que destacan claramente de su entorno inmediato. Uno de ellos, el Montículo 1, se sitúa sobre la terraza del Chaupi Rodeo y tiene una estructura circular en su parte más alta, así como gran densidad de material arqueológico en superficie. El otro se ubica a unos 100 m al este del primero y se halla cubierto por piedras del despedre de campos cercanos, aunque perfiles expuestos en sus lados permiten observar depósitos estratigráficos de posible origen cultural por debajo de las piedras. Las investigaciones en el primero de estos montículos han producido variada información material, así como fechados radiocarbónicos que indican que esta parte del sitio constituyó uno de los núcleos de la ocupación Temprana de Antumpa.

EL MONTÍCULO 1 Ubicación y características generales

El Montículo 1 se sitúa próximo al borde de la terraza del río Chaupi Rodeo y tiene una estructura circular (denominada por nosotros Recinto 3) en su parte más alta (Figura 2). Según pobladores locales, esta estructura fue utilizada hasta tiempos recientes como una "era" o estructura para trillar el trigo, en la que se separaba el grano de la paja con ayuda del pisoteo de un burro atado a un poste central. Sin embargo, por sus dimensiones y características constructivas ?muy similares a las de otros recintos circulares arqueológicos en el sitio?, nos inclinamos a pensar que se trata de un recinto temprano reutilizado a tal fin. Como resultado, el recinto está muy perturbado, y no se conserva el perímetro completo del círculo. De hecho, sólo sobreviven las rocas basales del muro circular, que forman una hilera doble de piedras grandes con un diámetro aproximado de 7,70 m. El recinto se ubica dentro de una estructura rectangular que delimita gran parte de la cima de este pequeno montículo. El abundante material arqueológico en superficie hacía sospechar la presencia de importantes depósitos culturales subsuperficiales. Entonces, una meta básica de las investigaciones pasó a ser determinar si el montículo era de origen cultural y, en caso de serlo, si su formación se debía a la existencia de sucesivas ocupaciones humanas; si se trataba de un basural; si respondía a una acumulación intencional de material para elevar el terreno con fines no determinados; o si su existencia se debía a una combinación de estos y otros procesos. A tal fin, desarrollamos excavaciones exploratorias y en área en la cima y lados del montículo. Éstas permitieron determinar con certeza que el origen del montículo es claramente cultural, aunque aún resta comprender la variedad de procesos que originaron su compleja estratigrafía. Por otra parte, las excavaciones revelaron también que en la base del montículo existe arquitectura Temprana bien conservada, correspondiente a por lo menos dos o tres recintos, que habrían formado uno de los núcleos de la ocupación Temprana del sitio.

Figura 2. Plano del montículo con ubicación de las excavaciones desarrolladas.

Excavaciones y estratigrafía

Las investigaciones en el Montículo 1 incluyeron varias unidades de excavación (UE). Para la realización de este trabajo nos concentramos en aquellas designadas 1 y 4, que se ubican en la cima del montículo y dentro del área delimitada por el Recinto 3 (Figura 2). La UE 1 fue la primera planteada. Al hallarse evidencias de un muro curvo en la base del montículo, se amplió el área de excavación mediante la UE 4, buscando obtener más información acerca del tamano, forma y contenidos de este posible recinto circular Temprano. Ambas unidades abarcan una superficie aproximada de 5 m2 en total3. La excavación de ambas unidades brindó una estratigrafía compuesta por capas con muy alto contenido de material cultural (Figura 3). Brevemente, se compone de: Capa A: es un estrato de arena fina poco compacta con presencia de pedregullo, de tonalidad marrón claro (7,5YR 4/2 y 5/3, según tabla Munsell). Su espesor promedio es de entre 5 y 8 cm y contenía material cultural (cerámica, óseo animal, lítico) en baja densidad. Las piedras basales del muro circular del Recinto 3 apoyan sobre este estrato. Capa B: se trata de un sedimento arenoso muy fino, color marrón grisáceo muy oscuro (10YR 3/2, según tabla Munsell), que alcanza un espesor que oscila entre 35 y 45 cm. Registra muy baja presencia de piedras pequenas y medianas, pero una muy alta densidad de materiales culturales, en mayor medida cerámica (incluyendo algunos pocos tiestos con decoración aplicada de tipo reticulada) y restos óseos de fauna, algunos de ellos quemados y calcinados, así como pequenos terrones de tierra quemada, arcilla, cuentas de collar manufacturadas en diversos materiales y puntas de proyectil triangulares pedunculadas pequenas, en general de obsidiana y sílice gris. Estos materiales se encontraban distribuidos de forma más o menos homogénea por toda la extensión de la capa, sin formar patrones o asociaciones especiales. El color grisáceo del sedimento podría provenir tanto de la descomposición de materia orgánica como ser el resultado de quemazón, existiendo una alta proporción de espículas de carbón en esta capa. Capa C: consiste en un sedimento fino y suelto, con presencia variable de fragmentos de carbón, piedras medianas y pequenas, y algunas grandes. Su espesor promedio varía entre 35 y 40 cm. Su color corresponde mayormente a marrón grisáceo (10YR 4/2 y 3/2, según tabla Munsell), aunque presenta también lentes bien definidos de sedimento arenoso color amarillo rojizo (7,5YR 6/6, según tabla Munsell). Los materiales culturales son abundantes y se presentan distribuidos de manera más o menos homogénea por toda la capa, sin formar concentraciones o asociaciones bien definidas. Se encontraron abundantes fragmentos cerámicos, en general ordinarios, con pasta con abundante mica, pero también se registró la presencia de tiestos negros, rojos y marrones pulidos, así como dos fragmentos de la rama horizontal de pipas cerámicas. Se encontró también parte de una vasija restringida pequena con engobe rojo y decoración aplicada en forma de reticulado en el borde. Los restos de fauna son también abundantes y se recuperaron dos puntas líticas triangulares con pedúnculo pequenas, un "anillo" de cobre (determinación metalográfica efectuada por el Ing. Horacio De Rosa, Facultad de Ingeniería, Universidad de Buenos Aires), cinco cuentas de collar y/o brazalete de diversos materiales y varias palas/azadas líticas enteras, así como varios fragmentos de estos implementos de probable uso agrícola. Asimismo, se hallaron dos fragmentos de laja con borde dentado cuya función es aún desconocida. En la parte sur y central de la UE 4 se identificó una compactación de un espesor de entre 5 y 10 cm, que se rompía en bloques que contenían fragmentos pequenos de carbón y tiestos medianos en posición horizontal, en general muy degradados o carcomidos. Suponemos que podría tratarse de una estructura de combustión tal vez vinculada con un piso o nivel de ocupación posterior al abandono y relleno del recinto más temprano que se encuentra debajo de esta capa. Capa D: se caracteriza por un cambio más oscuro (marrón oscuro, 7,5.YR 3/2, según tabla Munsell), aunque manteniéndose fino y suelto en general. Se registra una gran presencia de fragmentos de carbón, que forma en algunos casos manchas o concentraciones bien definidas, sobre todo en la parte sur y este de las unidades de excavación. Se comprobó que estas concentraciones representan fogones o áreas de combustión y que por debajo de la tierra carbonosa se encontraban lentes de tierra blanquecina muy compactada que habrían constituido la base de los fogones. Esta capa se relaciona directamente con un muro temprano curvo, y representa el nivel de ocupación del recinto al que pertenece dicho muro. Su espesor es considerable, 35 cm en promedio, lo que indicaría que habría estado compuesto de varios niveles o superficies de ocupación superpuestos, aunque resultó imposible discernirlos con claridad. El material cultural se presenta en menor densidad que en las capas anteriores, y se discute en detalle en las páginas siguientes. Por debajo de la Capa D, se identificó la Capa E, un estrato delgado de sedimento fino amarillento con declive marcado hacia el sur, que parecería constituir un relleno relacionado con la construcción de los cimientos del recinto. Por debajo de éste se identificó un estrato de pedregullo y arena fina estéril que, presumimos, sería el nivel de suelo original sobre el que se construyó el recinto Temprano.

Figura 3. Perfiles sur y oeste de las UE 1 y 4.

Arquitectura Temprana: el Recinto 4

Como se mencionó más arriba, en la base de la excavación se encontró un muro curvo bien definido. A raíz de esto se amplió la excavación original para poder exponer una parte mayor del recinto al que pertenecía este muro, que se designó Recinto 4. El muro hallado tiene un ancho promedio de 45 cm y alcanza una altura preservada de entre 72 y 90 cm. Es claramente curvo, aunque resulta difícil proyectar el diámetro que habría tenido este recinto, que tal vez habría oscilado entre 5 y 7 m. La apariencia general del muro es de una construcción cuidada, dado que presenta una cara interna muy prolija. Está construido con dos hileras paralelas de piedras grandes, alargadas y con caras planas. Sólo una de las piedras parece estar canteada intencionalmente. Piedras medianas y pequenas encajan entre las más grandes. Las piedras basales del muro, por su parte, son de mayor tamano y se ubican en general de manera vertical. No es claro si el muro tuvo originalmente mortero o argamasa; si bien hay tierra entre las piedras, ésta no tiene el grado de compactación que sería esperable si se tratara de argamasa. En la parte superior del muro, entre y sobre las piedras más altas, se encontró pedregullo fino que podría ser parte de la argamasa original disuelta, o bien parte de bloques de adobe disgregados que se habrían colocado por encima de las piedras para formar la parte superior del muro. Por debajo de las piedras basales se encuentran algunas piedras más pequenas que parecen formar parte del relleno colocado para asentarlas, tal vez como parte de una trinchera de cimentación. Dado que la excavación de las UE 5 y 6, a corta distancia al norte y este respectivamente (Figura 2), identificó también secciones de muros y evidencias de áreas de combustión y niveles de ocupación a profundidades equivalentes, suponemos que el Recinto 4 habría formado parte de un conjunto mayor de recintos, aunque por supuesto, su traza completa sólo podría determinarse con una extensa excavación en área de todo el montículo.

Fechados radiocarbónicos

Se consideró de primordial importancia obtener fechados absolutos para la Capa D, pues esto permitiría determinar no sólo cuándo se construyó y utilizó aproximadamente el Recinto 4, sino también proporcionar un terminus post quem para la acumulación de material y sedimento que formó el montículo. El fechado de dos muestras de carbón procedentes de las concentraciones que se identificaron como áreas de combustión arriba descritas produjo resultados de 1330 ? 70 AP (LP-1996; carbón; ?13C= -24? ? 2) y 1360 ? 80 AP (LP-2122; carbón; ?13C= -24? ? 2) respectivamente. Es decir, fechados muy similares al reportado anteriormente por Hernández Llosas y colaboradoras para el Recinto 2 (Hernández Llosas et al. 1983-1985) (véase Tabla 1), lo cual indica una contemporaneidad entre la ocupación identificada en la base del montículo y la de aquel recinto. Asimismo, los fechados son consistentes con otros obtenidos de los niveles inferiores de otras unidades de excavación en el montículo (Tabla 1). En conjunto, nos llevan a pensar que la ocupación principal de esta parte del sitio tuvo lugar entre los siglos IV y IX de nuestra era, es decir la parte final del período Temprano o Formativo, aunque todavía no han podido discernirse fases de ocupación más discretas dentro de este lapso general4.

El conjunto artefactual

La cerámica es el material más abundante recuperado en la excavación de las UE 1 y 4, donde se contabilizó un total de 6192 tiestos. De este total, el 16,2% (n= 1005) de los fragmentos cerámicos corresponde a la Capa D o nivel de piso asociado al muro curvo5. El análisis preliminar indica que, si bien no se han encontrado vasijas enteras ni se ha conseguido remontar ninguna vasija completamente, se registra un índice significativo de remontaje y de presencia de tiestos que, aunque no remontan directamente, pueden asignarse con bastante seguridad a las mismas vasijas, lo que indicaría tal vez rotura in situ de éstas. En este conjunto específico predominan ampliamente los fragmentos pertenecientes al grupo ordinario con un 78% (n= 783) del total (Tabla 2). Se trata en general de fragmentos de vasijas de pasta gruesa, con abundante presencia de mica dorada y cocción predominantemente oxidante, aunque con un control irregular de la temperatura de cocción, a juzgar por la alternancia de colores claros y oscuros observables en los cortes de los tiestos, incluso en los pertenecientes a una misma vasija. Presentan gran variación en la coloración externa (negro, marrón, marrón rojizo, naranja) y suelen mostrar un acabado superficial por alisado con desigual calidad de ejecución. El espesor de los fragmentos de cerámica ordinaria oscila entre 4,6 mm y 12,1 mm. La reconstrucción preliminar de formas de vasijas según los bordes ordinarios hallados (n= 31) indica que se encuentran presentes tanto vasijas abiertas como restringidas, aunque los bordes son, en general, notoriamente irregulares, lo que dificulta tanto su orientación exacta como el cálculo preciso del diámetro de la boca. Entre las vasijas abiertas (n= 13) predominan las vasijas de lados curvos convexos y, en menor medida, las escudillas de paredes rectas divergentes. Las vasijas restringidas (n= 13) corresponderían a cántaros u ollas con cuellos con bordes rectos divergentes y bordes curvos evertidos. Los restantes bordes (n= 5) no pueden asignarse con certeza a ninguna forma definida por su estado de fragmentación. Los diámetros de boca de estas vasijas ordinarias oscilan entre 15 y 41 cm para las vasijas abiertas, y entre 15 y 54 cm para las restringidas. La forma de los labios incluye redondeados (38,7%), aplanados (32,2%), con engrosamiento externo (16,1%) o interno (6,4%). Las bases recuperadas son tanto planas (n= 5) como redondeadas (n= 3); las asas son acintadas y mayoritariamente colocadas en posición vertical. El restante 22% (n= 222) del conjunto se compone de fragmentos correspondientes al grupo de alfarerías finas, que incluye fragmentos pulidos, ya sea en ambas superficies (en el caso de las vasijas abiertas) o sólo en la superficie externa (en el caso de las vasijas restringidas). Se trata, en general, de pastas de textura más fina, aunque con un contenido de mica similar al del grupo ordinario. Se pueden distinguir dos variantes principales en el grupo fino, denominadas rojo pulido (117 fragmentos; 11,6% del total) y marrón/negro pulido (104 fragmentos; 10,3% del total) (Tabla 2). El grupo de fragmentos rojos pulidos incluye tiestos pertenecientes fundamentalmente a vasijas abiertas (escudillas de lados rectos verticales y divergentes) y semirrestringidas (vasijas de contorno compuesto con bordes evertidos) de pequeno tamano (diámetros de boca que oscilan entre 14 y 24 cm) (Figura 4). Presentan una superficie exterior e interior engobada color rojo uniforme (5R 4/4; 7,5R 4/4 y 4/6; 10R 4/4, 4/6, 4/8 y 5/6, según tabla Munsell) que ha sido pulida. El sentido del pulido es muchas veces horizontal en el interior y vertical u horizontal en la cara externa, aunque muchas vasijas presentan también pulido horizontal en ambas caras. La pasta es fina y homogénea, con inclusión de arena fina con gran contenido de mica. La cocción es oxidante, aunque, como en el caso anterior, se percibe una gran variación de colores en la sección de los tiestos observados: algunos ejemplares presentan núcleos oscuros y se evidencia en ellos una gran variación en el color de la pasta, incluso en tiestos procedentes de una misma vasija. El espesor de los fragmentos varía entre 4,1 y 12,7 mm (6,4 mm de promedio). La forma de los labios varía entre redondeada (38,9%), aplanada (33,3%) y con engrosamiento externo (27,8%). Las bases son siempre planas, aunque la unión con las paredes es de forma curvada y no angular. Cabe destacar que dos tiestos con superficies rojas pulidas presentaron decoración pintada negra. Uno corresponde a una banda negra de entre 2 y 4 mm de espesor en el borde interno de una escudilla de lados rectos divergentes, y el otro a una banda negra en la superficie exterior de un tiesto de una vasija de forma no determinada. El conjunto de fragmentos marrón/negro pulidos corresponde a una cerámica de pasta similar a la roja pulida, aunque contrasta marcadamente en cuanto a la cocción, que en este caso es mayormente reductora. Debido a esto, los tiestos presentan una sección negra uniforme, aunque en muchos casos, uno o ambos márgenes presentan un color marrón, tal vez producto de un enfriamiento rápido, intencional o accidental. Debido a esto, la coloración superficial de estas piezas oscila entre marrón (7,5YR 5/2; 10YR 5/2 y 5/3, según tabla Munsell) y negro, con secciones de ambas tonalidades alternando en una misma vasija. El tratamiento de superficie es un pulido similar al del caso anterior, aunque se detectó un mayor número de tiestos correspondientes a vasijas restringidas que presentan pulido externo y alisado al interior. A diferencia del grupo anterior, éste presenta una mayor diversidad de formas (Figura 4). Así, se han identificado bordes pertenecientes a vasijas restringidas y semirrestringidas (e.g., una jarra o botella y cántaros u ollas con cuello curvo evertido) y vasijas abiertas (escudillas). Finalmente, entre la cerámica fina se incluye un fragmento de una vasija abierta de lados convexos con decoración aplicada reticulada (Figura 4). Presenta engobe rojo y pulido incompleto tanto externo (por debajo y por encima del aplicado) como interno. Se han hallado varios tiestos con similar decoración, tanto en los niveles superiores de las UE 1 y 4 como en las otras excavaciones desarrolladas en el montículo. Su similitud con la cerámica denominada "Complejo Arasayal" identificada en las tierras bajas de Salta y Tarija (Dougherty et al. 1978; Ventura 1999: 54-61) es notable, aunque no podemos determinar con certeza aún si se trata de una pieza local o alóctona. La incidencia de este tipo de cerámica es muy baja en el total del conjunto cerámico del sitio, aunque su presencia podría ser indicadora de interacciones de una naturaleza no determinada con las yungas y tierras bajas de la vertiente oriental de los Andes6. Dentro del conjunto cerámico destaca el hallazgo de dos artefactos específicos. El primero corresponde a un fragmento de cuchara (incluye parte del mango y la parte proximal del cuenco), de pasta de textura muy fina, color externo marrón claro con tratamiento de superficie pulido (Figura 4). Hasta ahora, no han sido reportados artefactos similares en otros sitios Tempranos de la Quebrada de Humahuaca. El otro hallazgo significativo está dado por dos fragmentos de la rama horizontal de una pipa cerámica (Figura 5). Los fragmentos remontan entre sí y alcanzan un largo de 13,6 cm. El diámetro promedio de la pieza es de 4 cm, con un ligero ensanchamiento en el extremo proximal que constituía la boquilla de la pipa. El conducto interno, sin embargo, es muy estrecho (0,9 cm) y se encuentra descentrado con respecto al eje de la pieza. Este artefacto está manufacturado con una pasta compacta y homogénea, con inclusiones muy pequenas y, a diferencia del resto de la cerámica hallada, presenta escasa o nula presencia de mica. La superficie exterior es de color gris oscuro y está cuidadosamente pulida. Las excavaciones en Antumpa han producido otros ocho fragmentos de rama horizontal de pipas, seis de ellos en el nivel de ocupación del Recinto 2 y los restantes en la Capa C de las unidades de excavación del montículo que se discuten en este trabajo. Asimismo, un fragmento de hornillo fue hallado en la UE 3 del montículo. Como es bien sabido, este tipo de artefactos suele considerarse diagnóstico del Temprano (González y Pérez 1972: 60; Rivolta y Albeck 1992: 89; Salas 1948: 646), y desaparecen en momentos posteriores de la secuencia cultural prehispánica de la Quebrada de Humahuaca. Su uso suele relacionarse con la práctica de fumar cebil, tabaco u otras sustancias vegetales en contextos rituales (Dougherty 1972; Rosso y Spano 2005-2006), aunque no contamos con información específica que permita confirmar este uso para los ejemplares hallados en Antumpa. Los materiales líticos son escasos, y confirman una tendencia que ya habían notado Hernández Llosas y colaboradoras al excavar el Recinto 2 (Hernández Llosas et al. 1981, 1983-1985). En el conjunto lítico destacan los implementos de posible uso agrícola, generalmente denominados indistintamente "palas/azadas", de las cuales se hallaron seis piezas enteras, seis fragmentos de limbo o cuerpo, tres fragmentos de pedúnculos y cuatro fragmentos indeterminados (Figura 5). Fueron manufacturados por talla y percusión, sobre un esquisto laminar metamórfico de color verde-grisáceo, aunque un ejemplar corresponde a una laja rosada delgada y otro a pizarra. Predominan los ejemplares con cuerpos de forma circular y elíptica, aunque también se hallan ejemplares con cuerpo de forma triangular y de hoz. Prácticamente todos los ejemplares hallados, tanto piezas enteras como fragmentos, tienen huellas de desgastes de distinto tipo (pulido, abrasión, astillado, estrías) compatibles con actividades vinculadas con el trabajo de la tierra (cavar, zapar, roturar). La mitad de los ejemplares presenta un grado de desgaste alto, lo cual indica un uso intenso antes de su ingreso al registro arqueológico. La posible función agrícola de los artefactos de este tipo ha sido sugerida por diversos autores (Ávalos 1998; Haber y Gastaldi 2006; Pérez 2004; Yacobaccio 1983) y se encuentra apoyada, en el caso de Antumpa, en su ubicuidad, ya que fueron hallados tanto en otras partes excavadas del sitio como en las recolecciones superficiales sistemáticas efectuadas en varios conjuntos de canchones. No es sorprendente que, en un sitio caracterizado por la extensiva modificación del paisaje en función de actividades agrícolas, éste sea el artefacto predominante en el conjunto lítico. El resto del conjunto lítico hallado en el nivel de ocupación del Recinto 4 es extremadamente reducido. Se limita a dos artefactos pulidos (una mano de moler fracturada y una entera); un pequeno artefacto (19,8 mm de largo, 14,6 mm de ancho, 1,5 mm de espesor) de forma rectangular con sus esquinas redondeadas, superficie pulida y muescas en sus lados, cuya función resulta desconocida; y una punta triangular pedunculada de limbo convexo con aletas entrantes, muy pequena (14,5 mm de largo, 9,7 mm de ancho máximo, 3 mm de espesor máximo), manufacturada sobre sílice rojizo-rosado (Figura 5). En relación con las puntas, prácticamente todos los ejemplares hallados en las excavaciones en Antumpa son, aunque con pequenas variaciones, similares a la arriba descrita, aunque suele predominar la obsidiana como materia prima empleada. Puntas de estas características han sido descritas como típicas del período Temprano y se encuentran presentes en diversas partes del NOA como parte de un patrón bastante homogéneo y extendido (Escola 1991), aunque en el área de la Quebrada de Humahuaca persisten hasta momentos algo más tardíos también (Nielsen 1997: 100). Es llamativa la total ausencia de otros artefactos formatizados por talla, así como de desechos líticos de talla (excepto microlascas e hípermicrolascas de obsidiana), pero se trata de una tendencia general observada en las excavaciones desarrolladas en el sitio tanto por nosotros como anteriormente por Hernández Llosas et al. (1981, 1983-1985). Se hallaron cinco cuentas de collar y/o brazalete (Figura 5). Tres de ellas son de forma circular con orificio central, muy pequenas (entre 4,3 y 4,5 mm de diámetro; 1,6 y 2,5 mm de espesor). Dos de ellas parecen manufacturadas sobre material malacológico (se halló también un pequeno fragmento de valva de especie indeterminada), mientras que la restante es de mineral, tal vez turquesa o malaquita, a juzgar por su color verdoso claro. Las dos cuentas restantes son muy diferentes, alargadas (15,4 y 17,3 mm de largo; 3,7 y 3,8 mm de diámetro) y compuestas por cinco bandas o anillos de unos 2 mm de espesor, separadas por ranuras finas, con orificio central muy estrecho. La observación macroscópica indica que están hechas sobre una cerámica muy fina, y no tenemos noticia de cuentas similares en otros sitios contemporáneos de la zona. El conjunto arqueofaunístico se compone de un NISP de 754 especímenes (Tabla 3), de los cuales los camélidos representan el taxón más abundante, con un 52,9% del total. El NISP para el subconjunto de camélidos adultos (> 36 meses, sensu Kent 1982) es de 99 especímenes, y se encuentran representadas prácticamente todas las partes del esqueleto, con un ligero predominio de aquellos elementos correspondientes al esqueleto apendicular. Para los camélidos subadultos (< 36 meses) se observó un NISP de 88 elementos, y seis especímenes fueron adjudicados a la categoría de neonatos (< 3 meses). Al igual que con los camélidos adultos, se hallan presentes todas las partes anatómicas. En el caso de los camélidos indeterminados con respecto a la clase de edad (constituidos por elementos que, por no poseer los sectores de fusión o por estar fragmentados no pudieron ser asignados a los otros subconjuntos de edad), están representados por un NISP de 212 especímenes correspondientes principalmente a costillas (n= 71), vértebras (n= 24) y fragmentos de hueso largo (n= 34). En todos los subconjuntos se hallaron huellas de corte (n= 15 para los adultos, n= 10 para los subadultos y n= 21 para los indeterminados) y negativos de impacto (n= 4 para los adultos, n= 3 para los subadultos, y n= 13 para los indeterminados). Cabe destacar que para el subconjunto de camélidos adultos se han identificado camélidos grandes y camélidos pequenos. Dentro de los primeros no se ha logrado discernir la especie (Lama glama y/o Lama guanicoe); mientras que, en el caso de los pequenos, se han identificado dos elementos (astrágalo y primera falange) como correspondientes posiblemente a Vicugna vicugna. En relación con el resto de los taxa presentes en el sitio, cabe destacar la baja representación de roedores (NISP= 5), aves (NISP= 4), Rhea americana (NISP= 1) e Hippocamelus sp. (NISP= 2) (Tabla 3)7. En relación con los roedores, se observa la ausencia de huellas que indiquen algún tipo de aprovechamiento de dicho taxón, a diferencia del espécimen identificado como Rhea americana, que presenta fractura antrópica. Por su parte, el taxón Hippocamelus sp. sólo está representado anatómicamente por dos fragmentos de asta muy meteorizados. No presentan ningún tipo de huella que permita inferir que fueron empleados como artefactos. Finalmente, el análisis tafonómico indica que solo el 7,6% del conjunto arqueofaunístico presenta grados de meteorización de 3 o más según la escala de Behrensmeyer (1978). La acción de roedores y carnívoros es, por su parte, extremadamente baja (2,4% y 0,9% respectivamente). Esto parece indicar que el conjunto permaneció expuesto durante un lapso relativamente corto y que la muestra presenta una alta integridad. En suma, el análisis del conjunto arqueofaunísitico del nivel de ocupación del Recinto 4 muestra que hubo un aprovechamiento casi exclusivo de camélidos, algo que se repite en casi todos los sitios contemporáneos conocidos (Olivera y Palma 1997: 84-86). Esto tal vez refleja una estrategia que combinaba el pastoreo con la caza, esta última orientada hacia la explotación preferencial de los camélidos (guanacos y vicunas) por sobre otros taxa (nandú, huemul y roedores).

Figura 4: Cerámicas finas pulidas: formas identificadas.

Figura 5: Artefactos hallados en Capa D, UE 1 y 4. Izquierda: palas/azadas líticas. Derecha arriba: rama horizontal de pipa cerámica. Derecha abajo: artefacto lítico no determinado, punta pedunculada y cuentas.

Tabla 2. Tipos cerámicos presentes en Capa D, UE 1 y 4, Antumpa..

Tabla 3. . Conjunto arqueofaunístico de Capa D, UE 1 y 4, Antumpa.

DISCUSIÓN

Si bien sólo se pudo exponer una parte pequena del recinto 4, la identificación de un nivel de ocupación asociado a él (Capa D) resulta importante para interpretar el posible uso de esta estructura. La presencia de fogones, así como de los materiales arriba descritos permite inferir al menos provisionalmente que el recinto 4 podría haber sido un área de habitación o vivienda, y que los materiales hallados representan algunas de las actividades desarrolladas por sus ocupantes en este espacio doméstico. El gran espesor del nivel de ocupación posiblemente se deba a que está constituido por sucesivos pisos o superficies de uso, que no pudieron ser discriminados con mayor precisión en la excavación. Esto indicaría un uso prolongado a lo largo del tiempo, así como una tendencia a descartar diversos materiales dentro de la estructura; aunque por supuesto, no es esperable que el material hallado en ella sea el correlato completo de las actividades allí desarrolladas, sino más bien el remanente de un barrido o limpieza incompleta acumulado a lo largo de un extenso lapso temporal8. Tras el abandono del Recinto 4, se acumuló sobre él una importante cantidad de sedimento y material cultural (Capas B y C), que cubrió los muros originales y elevó la altura del montículo. Los procesos responsables de esta acumulación aún no están determinados con certeza, pero podrían hipotéticamente incluir el uso de la zona como lugar de descarte o basural, la presencia de ocupaciones posteriores directamente sobre el lugar, y/o eventos de rellenado, elevación o nivelación artificial del terreno para construcción u otros fines. Finalmente, la Capa A y el Recinto 3 representarían el momento final de la historia de formación y uso de este montículo, aunque muy afectados por la erosión y la reutilización del lugar hasta el presente. Los materiales hallados en el nivel de ocupación analizado en este trabajo presentan tanto similitudes como diferencias con otros sitios contemporáneos del área de la Quebrada de Humahuaca. En su síntesis y evaluación del registro arqueológico Temprano de esta zona, Olivera y Palma (1997) notaron una gran variación en los materiales, aun cuando la muestra de que disponían entonces era extremadamente reducida. Así, afirmaron que "es posible estimar que la variabilidad tecnológica era sumamente alta durante el lapso considerado, tanto inter como intra categorías" (Olivera y Palma 1997: 84). Los materiales hallados en Antumpa parecen apoyar esta interpretación y suman variabilidad a un cuadro ya de por sí complejo. En relación con las similitudes, artefactos como las puntas de proyectil triangulares pedunculadas son comunes en casi todos los sitios Tempranos de la zona y perdurarían por varios siglos más, hasta ser reemplazadas por puntas de diseno diferente durante el período Tardío (Nielsen 1997, 2001). Las palas/azadas, por su parte, se han registrado hasta ahora sólo en un sitio contemporáneo, Estancia Grande (Olivera y Palma 1997: 83). Es interesante que ejemplares similares se han hallado en sitios cronológicamente posteriores como Pueblo Viejo de La Cueva (Olivera y Palma 1997: 83), Putuquito y Juire (Nielsen 1997); en estos dos últimos como parte de ocupaciones correspondientes a los períodos Tardío e Inca, lo cual indica que este tipo de tecnología persistió con pocos cambios a lo largo del tiempo en el sector norte de la Quebrada de Humahuaca. Las pipas cerámicas han aparecido en otros sitios contemporáneos también (e.g., Til 22, El Alfarcito, Estancia Grande) (Olivera y Palma 1997; Rivolta y Albeck 1992; Salas 1948; Zaburlín et al. 1996), en general en contextos de tipo doméstico, lo que tal vez reflejaría su uso en rituales familiares íntimos. La aparición de cuentas de collar o brazalete es más discontinua; un gran número de ellas se recuperaron en los enterratorios de Til 20 (Mendonça et al. 1991). Antumpa parece ser uno de los sitios en que estos artefactos se han recuperado en mayor número en contextos no funerarios. Asimismo, la composición del conjunto arqueofaunístico es también similar a la de otros sitios contemporáneos, con el amplio predominio de los camélidos, lo cual indicaría la implementación de estrategias de subsistencia que combinaban el pastoreo y la caza. Por otra parte, no contamos aún con evidencias directas de especies vegetales cultivadas, aunque tanto los implementos líticos agrícolas como los extensos conjuntos de canchones presentes en Antumpa permiten inferir la centralidad de esta práctica económica para los antiguos habitantes del sitio. Esperamos que diversos análisis en curso (polen, fitolitos) contribuyan a confirmar esta presunción indirecta. Otros aspectos del conjunto artefactual de Antumpa muestran peculiaridades que lo diferencian de otros sitios. En el caso de la cerámica, el predominio de la cerámica ordinaria y la presencia de variantes rojas y marrón-negro pulidas son aspectos comunes que Antumpa comparte con otros sitios. Sin embargo, destaca la conspicua ausencia de la cerámica gris pulida (denominado generalmente "Alfarcito Gris Pulido"), muy común en sitios como El Alfarcito, Estancia Grande y Tilcara (Madrazo 1967; Mendonça et al. 1991; Olivera y Palma 1997; Palma y Olivera 1992-1993; Rivolta y Albeck 1992; Salas 1948; Zaburlín et al. 1996). No se han hallado tampoco evidencias de las grandes ollas tubulares, consideradas diagnósticas del Temprano en la Quebrada de Humahuaca, comunes también en los sitios mencionados, así como en la zona de Iruya (González 1977: 355; Olivera y Palma 1997: 88). Destaca también la ausencia de variantes pintadas bicolores o tricolores, así como la presencia -si bien escasa- de la cerámica con decoración aplicada reticulada, similar al Complejo Arasayal de las tierras bajas (Dougherty et al. 1978; Ventura 1999: 54-61), no registrada en otros sitios Tempranos hasta la fecha. Si bien algunas de estas diferencias pueden tal vez explicarse por sesgos debidos al tamano de las muestras comparadas, aspectos como la ausencia de la característica cerámica gris pulida y la presencia de la cerámica con aplicación reticulada podrían indicar variaciones en los conjuntos materiales específicas al sector norte de la quebrada de Humahuaca, lo cual muestra diferencias respecto de los sitios ubicados más al sur.

COMENTARIOS FINALES

El propósito de este trabajo ha sido el de dar a conocer nueva información empírica que contribuya a ampliar el escaso conocimiento actual disponible para el período Temprano o Formativo en la Quebrada de Humahuaca. Es obvio que la información presentada deberá ampliarse, completando el análisis de los materiales recuperados en otros sectores del sitio y continuando con las excavaciones en el montículo. Esto es esencial para comprender la historia de ocupación del sitio así como una variedad de cuestiones la organización de las actividades de subsistencia, el carácter de la ritualidad, la existencia de diferencias sociales dentro de la comunidad, las relaciones de sus habitantes con grupos de otras regiones y con otras ecozonas, entre muchas otras. Presentando nueva información arquitectónica y artefactual asociada con determinaciones radiocarbónicas, creemos haber dado un paso importante en este camino y contribuido a profundizar el conocimiento de este crucial y poco conocido momento de la historia prehispánica de la Quebrada de Humahuaca.

Agradecimientos

Las investigaciones aquí descritas se iniciaron bajo una Beca Posdoctoral de Reinserción de CONICET (Resolución D No 1310 18/8/2005) y se continuaron bajo un subsidio de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (PICT 2005 Jóvenes Investigadores #34424). Actualmente se continúan en el marco del Proyecto de Investigación Plurianual (PIP)-CONICET (2010-2012), "Variaciones temporales en la ocupación humana del umbral entre tierras altas y bajas. Arqueología de las nacientes de la Quebrada de Humahuaca", dirigido por la Dra. María I. Hernández Llosas. Agradecemos a la Comunidad Aborigen de Negra Muerta y a su presidente, Sr. Primo Guanuco, por su autorización y apoyo en la realización de las investigaciones. También agradecemos al Sr. Miguel Castro, comisionado municipal de Hipólito Yrigoyen al momento de los trabajos, así como a la anterior comisionada municipal, Sra. Sara Guzmán. A la Sra. Olga Toconás y su familia por su colaboración en Iturbe. A la Dra. María I. Hernández Llosas por su apoyo constante. A Humberto Mamaní por su apoyo y asesoramiento permanentes. A los Lic. Ramón Quinteros, Diana Tamburini, y Mora Castro, y a Gabriel Cortés, Claus Freiberg, Anahí Macanuso, Sofía Fernández, María Luz Sánchez, Leandro Sartini, Alejandra Raies, Giuliana Fabron, Noelia Martínez, Andrés Jackel, Elisa Oitana y Micaela Corletta por su participación en los trabajos de campo desarrollados en Antumpa.

NOTAS

1.- Si bien reconocemos que estas dos denominaciones no son exactamente equivalentes y que se originan en concepciones teóricas diferentes, se las emplea en este trabajo de una manera laxa para referir a un momento cronológico de la historia prehispánica de la Quebrada de Humahuaca comprendido entre ca. 1000 AC y 900 DC.

2.- Es factible que en el pasado se hubieran empleado acequias y canales cavados en la tierra, similares a los que usan en la zona en la actualidad y que no dejarían rastros visibles varios siglos después. Otra posibilidad es que se hayan aprovechado líneas de escurrimiento y drenaje naturales, manipulándose el flujo de agua en función de las necesidades de irrigación de los cultivos.

3 La superficie excavada es ligeramente mayor, dado que el lado oeste de la UE 1 es irregular, al estar definido por el muro curvo del Recinto 3.

4.- Es necesario senalar que dos fechados obtenidos de las capas B y C de la excavación produjeron resultados de 2860 ? 50 AP (LP-1897; carbón; δ13C = -24 ? ? 2) y 2900 ? 80 AP (LP-1899; carbón; ?13C = -24 ? ? 2) respectivamente (Tabla 1). Esto plantea un problema cronológico y estratigráfico significativo, aunque en este punto sólo podemos ofrecer algunas interpretaciones alternativas para explicar esta situación. Varios procesos podrían dar cuenta de esta anomalía: en primer lugar, podría ser el resultado de contaminación de las muestras; en segundo lugar, podría indicar que algunos materiales de mayor antigüedad fueron redepositados en este lugar, tal vez como parte de un rellenado del terreno para construir estructuras u otros fines; en tercer lugar, podría indicar la actuación de otros procesos de transformación posdepositacionales naturales y/o antrópicos, responsables del desplazamiento vertical y horizontal de materiales y la alteración de la estratigrafía del montículo. El análisis de los materiales arqueológicos recuperados en las capas B y C se encuentra en proceso, por lo tanto no se puede aún determinar con certeza si existen diferencias significativas con los materiales descriptos en este trabajo para la Capa D. Sin embargo, la observación preliminar no ha permitido determinar diferencias marcadas en las variantes cerámicas y los materiales líticos presentes. Para poder resolver este problema de manera concluyente, en definitiva, se requiere tanto completar el análisis de los materiales recuperados en la excavación, como ampliar las excavaciones para obtener un panorama más amplio de la estratigrafía de este sector del montículo y comprender mejor los procesos depositacionales que le dieron forma.

5.- El número de fragmentos cerámicos por capas en las UE 1y 4 es el siguiente: capa A, n= 298; capa B, n= 2909; capa C, n= 1976; capa D, n= 1005; capa E, n= 4.

6.- El análisis macroscópico preliminar de la pasta de los tiestos de este tipo no muestra diferencias significativas respecto de la pasta de los tiestos rojos pulidos, lo que indicaría tal vez una manufactura local aunque la decoración aplicada evoque a la de las yungas y tierras bajas.

7.- Esta escasa representación no está vinculada con un sesgo de muestreo, ya que se ha tamizado todo el material con una malla de 0,2 cm.

8.- Palamarczuk y colaboradores (2006: 130-131) reportan una situación similar, tanto en relación con el espesor del piso como al descarte de materiales dentro de recintos domésticos, en el sitio Formativo de Soria 2 (Valle de Yocavil, Catamarca).

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