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Intersecciones en antropología

versión On-line ISSN 1850-373X

Intersecciones antropol. vol.13 no.2 Olavarría dic. 2012

 

ARTÍCULO

Propiciando el encuentro. La estructuración de los paisajes de cacería en el contexto andino

Enrique Moreno

Enrique Moreno. Escuela de Arqueología, Universidad Nacional de Catamarca. Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Perú 377 (K4700AKI), San Fernando del Valle de Catamarca, Catamarca. E-mail: enalmor@yahoo.com

Recibido Recibido 6 de julio 2010.

Aceptado Aceptado 30 de agosto 2011

 


RESUMEN

La cacería es una práctica social relevante para la reproducción social. Esta actividad sustentada en la apropiación de animales silvestres se basa en la articulación de una diversidad de aspectos, uno de los cuales es el paisaje. Los encuentros entre cazadores y presas se dan en un espacio significativo, donde las relaciones son vividas y experimentadas cotidianamente. Este morar en el paisaje donde se materializan los encuentros genera huellas que podemos identificar y registrar mediante metodologías propias de la arqueología, lo que nos permite de esta manera generar interpretaciones acerca de las prácticas cinegéticas a lo largo de la historia. En este sentido, presentaremos aquí los resultados obtenidos de prospecciones intensivas llevadas a cabo en la quebrada de Antofalla, departamento Antofagasta de la Sierra, provincia de Catamarca, tendientes a evaluar tanto las características del paisaje del área (fuentes de agua, laderas, altitudes sobre el nivel del mar, vegetación, etc.) como las modificaciones realizadas por las poblaciones humanas. De esta manera, estructuras tales como trincheras, refugios o escondites generan, en conjunto con los rasgos topográficos del entorno, un paisaje que anticipa el encuentro entre cazador y presa, basado en los conocimientos y las relaciones entabladas entre los diferentes factores que participan de esta práctica.

Palabras clave: Paisaje; Cacería; Puna; Antofalla; Camélidos silvestres.

ABSTRACT

Propitiating the encounter. The structuration of hunting landscapes in the andean context. Hunting is a relevant social practice for social reproduction. This activity, based on the appropriation of wild animals, articulates a variety of elements, one of which is the landscape. Encounters between hunters and their prey take place in a significant space, where relations are lived and experienced daily. Dwelling in the landscape where the encounters take place generates traces that can be identified and recorded through archaeological methodologies, enabling the generation of interpretations about historical hunting practices. As such, results obtained from intensive surveys in the Quebrada de Antofalla, Departamento Antofagasta de la Sierra, Provincia de Catamarca are presented. The surveys aimed to assess both the characteristics of the landscape of the area (water sources, slopes, elevations above sea level, vegetation, etc.) and changes made by human populations. In this way, structures such as trenches, shelters or hides, together with environmental features, generate a landscape which anticipates the encounter between hunter and prey through the knowledge and relations established among the various elements of the practice.

Keywords: Landscape; Hunting; Puna; Antofalla; Wild camelids.


 

INTRODUCCIÓN

Entre las estrategias de obtención de recursos practicadas por las poblaciones humanas en diferentes contextos históricos y geográficos, la cacería ha implicado una actividad relevante. Las prácticas cinegéticas se basan en la apropiación por parte de las poblaciones humanas de recursos faunísticos silvestres, es decir, de libre acceso (Ingold 1987). La arqueología se ha preocupado por esta práctica evaluando diferentes aspectos tales como su aporte a la dieta, las especies aprovechadas, las estrategias utilizadas, la división del trabajo, etc. Por las características teóricas y metodológicas propias de esta disciplina, centrada en la materialidad de las poblaciones humanas, esta práctica ha sido enfocada desde tres vías principales de análisis: las armas utilizadas para intentar dar muerte a los animales; los registros arqueofaunísticos, por medio de los cuales se interpretan las especies aprovechadas y se profundiza en aspectos tales como el transporte o las partes esqueletarias seleccionadas, y la estructuración del paisaje, a través de la preparación del entorno para promover el encuentro entre cazadores y presas. En el caso que nos interesa tratar aquí, la cacería de camélidos silvestres en los Andes centro-sur ha sido una práctica importante para la reproducción social, desde hace aproximadamente unos 12000 años (Aschero et al. 1991, 1993-1994; Aschero y Martínez 2001; Elkin 1996; Fernández Distel 1986; Haber 2003a y b, 2006, 2007; López 2003, 2006; Martínez 2003; Núnez 1983; Núnez y Santoro 1988; Olivera 1997; Pintar 1996; Ratto 2003; Yacobaccio 1988, 2001; Yacobaccio et al. 1994, 1997-1998; Yacobaccio y Madero 1992; entre otros). Sin embargo, este largo término no implica una homogeneidad de esta práctica, sino que diversas coyunturas sociales, políticas, ambientales, etc., pudieron haber generado cambios en las estrategias de caza. Para evaluar esta práctica se han desarrollado las tres vías analíticas planteadas con anterioridad. Sin embargo, los diferentes tipos de armas utilizadas a lo largo del tiempo y la representación diferencial de los restos faunísticos han sido las dos vías principales de análisis de esta práctica. El primero de estos análisis permite la interpretación de las estrategias de caza teniendo en cuenta la reconstrucción de los tipos de armas (lanzas arrojadizas, lanzadera y arco y flecha para el contexto de los Andes centro-sur), a lo que se suman las características del entorno natural y las relaciones sociales entre los cazadores. De esta manera se construyen estrategias como el acecho o la espera y la posible utilización de azuzadores (Churchill 1993). Estas estrategias se modificaban de acuerdo con el arma utilizada de la mano de cambios en la eficacia, la distancia de vuelo o el poder de daño (Aschero y Martínez 2001; De Souza 2004; Escola 1987, 2000; Hocsman 2006; Martínez 2003; Ratto 2003). La segunda fuente de datos permite 328evaluar la representación de las diferentes especies faunísticas presentes y de esta manera reconstruir las estrategias que aportan en mayor medida a la reproducción social. Pero además, esta vía permite analizar aspectos tales como el aprovechamiento diferencial de partes esqueletarias, el transporte de estas piezas, la depositación, etc.; como así también modificaciones posdepositacionales (Elkin 1996; Haber 2001, 2006, 2007; Izeta 2004; López 2003, 2006; Mondini y Elkin 2006: Moreno y Revuelta 2010; Olivera 1997; Olivera y Grant 2009; Revuelta 2005; Yacobaccio y Madero 1992). La mayoría de las investigaciones para ambas vertientes de los Andes se han centrado en estas dos vías de análisis. Sin embargo, tal como planteamos antes, existe una tercera estrategia de investigación relevante para la evaluación de esta problemática, como son las características de los paisajes cinegéticos. Esta vía analítica ha tenido poco desarrollo, salvo por algunas experiencias, desde diferentes enfoques, pero que centraron el análisis de la prácticas de caza desde la construcción del paisaje cultural. En este sentido, Ratto (2003) plantea un análisis de la cuenca de Chaschuil (departamento Tinogasta, provincia de Catamarca) desde una perspectiva cuantitativa tendiente a evaluar la elección de los paisajes según distintos tipos de geoformas identificadas en dicha zona, con un fuerte énfasis en la reconstrucción paleoambiental. Por otro lado, Haber (2003b, 2007, 2009) propone un análisis de diversos tipos de estructuras registradas en la cuenca de Archibarca (departamento Antofagasta de la Sierra, provincia de Catamarca) que le permiten construir una visión del paisaje en términos de una trampa, donde la anticipación y la interacción de los conocimientos compartidos entre cazadores y presas permiten explicar las características del paisaje cinegético. Teniendo en cuenta estos antecedentes, creemos que esta vía de análisis presenta una serie de particularidades que la vuelven un factor relevante para comprender las prácticas cinegéticas en el contexto puneno. En primera instancia, es justamente allí, en el paisaje, donde los encuentros entre animales y cazadores son vividos, experimentados y realizados. Es allí donde los cazadores interactuaban para que la cacería fuese exitosa. También es en el paisaje donde se negocian y luchan los accesos a los recursos (Ingold 1987; Vicent García 1991), como por ejemplo el trozamiento de los animales cazados y el reparto de partes esqueletarias, así como también qué áreas utilizar para la cacería. Pero además, a lo largo del tiempo, diversos tipos de estructuras y evidencias son construidas, las que, mediante diferentes estrategias de análisis, pueden ser registradas, evaluadas e interpretadas. Además, teniendo en cuenta la alta visibilidad y la baja obstrucción del paisaje puneno, estas modificaciones son visibles y por lo tanto pueden otorgar información para comprender cómo son los encuentros entre cazadores y presas en estos escenarios. De igual manera, las presas dejan huellas en el paisaje, cuando realizan la delimitación de sus territorios, o por la utilización recurrente de caminos demarcados. Por lo tanto, el paisaje es una variable relevante para comprender las características de las prácticas cinegéticas a partir de metodologías disciplinarias específicas. Es por ello que, en este trabajo, pretendemos evaluar las características de las prácticas de caza de camélidos silvestres por medio del análisis de las modificaciones realizadas por las poblaciones humanas, así como también por las posibles presas. Para ello tomaremos como caso de estudio la quebrada de Antofalla, ubicada en el sector noroeste del departamento Antofagasta de la Sierra, provincia de Catamarca, Argentina (Figura 1).

Figura 1. Mapa del departamento Antofagasta de la Sierra, Catamarca, donde se ubica la quebrada de Antofalla y otras localidades nombradas en el texto.

EL PAISAJE CAZADOR. EXPERIENCIAS Y VIVENCIAS

Hemos planteado que un factor relevante para la realización de las prácticas de caza es el paisaje, comprendido como el escenario de encuentros entre presas y cazadores. En este marco, el paisaje se constituye en un factor dinámico, que es construido, aprovechado y modificado por las poblaciones humanas, a la vez que participa en el mantenimiento o transformación de las relaciones sociales (Bender 1993; Curtoni 2007; Ingold 1993; Thomas 1996, 2001; Tilley 1994). El paisaje, por lo tanto, puede ser interpretado como un lugar creado por las personas, es decir que se encuentra impregnado de acciones y significaciones humanas. De esta manera "[.] viviendo en el paisaje, este se vuelve una parte de nosotros como nosotros nos volvemos parte de él" (Ingold 1993: 154, traducción del autor). Es decir que a la vez que vamos estructurando, preparando, viviendo el paisaje, construimos nuestra identidad en relación con el paisaje, con los aspectos que lo conforman y con los demás agentes que lo comparten. Hay un aspecto importante a tener en cuenta en esta perspectiva, que es el cuerpo. En el discurrir cotidiano, las relaciones sociales, así como con el entorno, van inscribiéndose y reproduciéndose en los cuerpos, y de esta manera se incorporan a las experiencias individuales. Así, paisaje y cuerpo son conceptos complementarios que no pueden ser comprendidos independientemente (Ingold 1993). Pero además, las prácticas constituyen los paisajes en su continuo derrotero, ya que cada tarea genera una connotación tanto en el paisaje como en el cuerpo. A estas tareas que conforman y son conformadas por el paisaje, Ingold (1993) les otorga el nombre de taskscape, que es un conjunto de tareas que interactúan. A través de esta interacción, que es llevada a cabo por un agente capacitado, se constituyen los actos de morar el paisaje. Es por ello que las tareas o prácticas son las que conforman el paisaje mediante la repetición de su realización en el tiempo y en el espacio. Teniendo en cuenta esta definición, la materialización de las prácticas en el paisaje deja marcas que pueden ser identificadas mediante estrategias analíticas propias de la arqueología. Un ejemplo de esto son las prácticas de cacería, las que, a lo largo de la historia, dejan huellas, como por ejemplo, ciertas estructuras construidas por los cazadores que, asociadas a las características naturales del entorno y de la estructuración del paisaje por parte de las presas, permiten comprender la forma en que se interrelacionan cazadores, paisajes y presas para la puesta en marcha de la cacería.

PAISAJES CULTURALES EN LA QUEBRADA DE ANTOFALLA

Para evaluar las características del paisaje cinegético, tal como se ha planteado en los apartados anteriores, tomamos como caso de estudio la quebrada de Antofalla, ubicada en el sector noroeste del departamento Antofagasta de la Sierra, provincia de Catamarca, Argentina. Ésta es una de las quebradas que desciende hacia el salar de Antofalla, siguiendo el curso de agua que se origina en un par de ojos de agua ubicados a aproximadamente 4100 y 3900 metros sobre el nivel del mar y que en su parte más baja forma un cono de deyección con una altura aproximada sobre el nivel del mar de 3400 m, donde se pierde en el salar. Esta particularidad del régimen hídrico forma un paisaje de vega alrededor del curso de agua; el resto del paisaje es árido. Las características principales de esta área son: clima árido, fuertes variaciones de temperatura entre el día y la noche, baja cobertura vegetal, topografía quebrada, con fuertes pendientes y alturas elevadas. Las precipitaciones son principalmente nivales, con predominancia de las que ocurren en los picos más elevados. La quebrada de Antofalla presenta dos laderas bien marcadas, cuyas pendientes son muy variables; en algunos sectores son muy abruptas, en otros, bastante suaves. Sobre el sector más bajo de la quebrada se encuentra emplazado el poblado actual, conformado por pobladores de la comunidad indígena kolla-atacamena de Antofalla, quienes han reutilizado algunas áreas de cultivo para cosechar papa, maíz, ajo, y utilizan redes de riego para transportar el agua y regar las parcelas. Además, crían ovejas y llamas manteniendo modos tradicionales de relaciones entre las personas y el entorno.

La prospección sistemática en Antofalla

Para la evaluación de las características del paisaje cinegético en la quebrada de Antofalla se disenó una prospección tendiente a recorrer la totalidad del área. Para ello se realizaron transectas separadas cada 40 m con el objetivo de identificar la distribución y el asentamiento de las evidencias (Criado Boado 1999). La longitud de las transectas y el número de personas que participaron en ellas fue variando de acuerdo con las características del entorno y al área donde se las ejecutaba. Un factor de control de la primera etapa de la prospección fue la realización de muestreos sistemáticos (Binford 1972). En cada transecta, cada 100 m lineales realizamos un muestreo de 1 m2 con el objeto de analizar distribuciones en el paisaje (Haber 1999). Estos muestreos tienen el objetivo de evaluar en detalle, en el área seleccionada, la presencia de materiales arqueológicos que quizá, durante la dinámica de la caminata, pudieran no ser registrados. Durante la prospección, se tuvieron en cuenta tres aspectos centrales: el control de las transectas y los muestreos, el reconocimiento de las unidades de registro arqueológico y las características paisajísticas de las áreas donde se hallaban estas unidades (vegetación, grado de pendientes, recurso hídrico, abras, etc.). Para la evaluación de las unidades de registro tomamos tres tipos principales o macrocategorías: estructuras, dispersiones de material y hallazgos aislados. En el caso particular de este trabajo nos centraremos en la información obtenida de las estructuras construidas para la preparación del escenario de encuentro con las posibles presas. En todas las unidades de registro tomamos las siguientes variables: coordenadas geográficas (punto GPS), dimensiones aproximadas de la unidad de registro, descripción, materiales superficiales, diferenciados según su materia prima (como por ejemplo, óseo, lítico o cerámico)1, ubicación espacial (es decir, su asociación con características del entorno, como pueden ser abras, agua, roquedales, etc.) y sus características visuales (visibilidad, intervisibilidad y visibilización) (Criado Boado 1999). En aquellas unidades donde el material superficial era escaso, éste se recolectó para su procesamiento en gabinete. En caso contrario, se procedía a su descripción in situ, realizando una revisión general de las características del material presente. Esta situación solamente ocurrió con las dispersiones de material lítico, ya que las demás dispersiones (cerámico, vidrio, óseo, madera) pudieron ser recolectadas por la baja cantidad de piezas que las conformaban. La prospección realizada en la quebrada de Antofalla aportó datos relevantes sobre una diversidad de paisajes culturales en el largo término de ocupación (Moreno 2010). Particularmente, se observan evidencias relacionadas con una diversidad de prácticas tales como la cacería, el pastoreo, la producción agrícola, la minería. En este sentido, Quesada (2007) caracterizó el paisaje agrícola de la quebrada de Antofalla, centrado en el sector bajo de la quebrada de Antofalla durante el primero y segundo milenio de la era. Así también, Haber et al. (2002) desarrollaron algunos aspectos acerca del paisaje minero en Antofalla durante el siglo XIX. Teniendo en cuenta esta particularidad y el objetivo planteado aquí, hemos registrado aspectos relevantes para la diferenciación de estos paisajes, aunque en algunos casos podrían manifestarse reocupaciones o modificaciones de estructuras anteriores.En el caso particular de este trabajo, nos enfocamos en aquellos aspectos relacionados con las prácticas de caza, específicamente en lo que se refiere a estructuras que configuran un paisaje tendiente a la propiciación de los encuentros entre cazadores y presas. Para ello, centraremos la caracterización de las estructuras teniendo en cuenta su interpretación y su posible funcionalidad en relación con prácticas de caza. Para cumplimentar dicho objetivo se tuvieron en cuenta aspectos relacionados no sólo con las características arquitectónicas de las estructuras, sino también su ubicación topográfica, la visibilidad y la visibilización (sensu Criado Boado 1999) y los rasgos del entorno, tales como cercanía a fuentes de agua, pasturas, abras, salares, etc. En este sentido, las estructuras que interpretamos como asociadas a cacerías se encuentran ubicadas en sectores elevados, relativamente alejados de las fuentes de agua y con relativa alta visibilidad pero baja visibilización, ya que su objetivo era observar sin ser percibidos.

LAS ESTRUCTURAS Y LA CACERÍA

Sobre la base de los trabajos de campo descriptos arriba, se identificó una serie de estructuras que podrían haber servido como escenarios de prácticas de caza, relacionadas con diferentes objetivos: refugio, escondite, almacenamiento, etc. Para organizar la información, construimos tipos de estructuras asociadas a prácticas de caza basados en trabajos anteriores en la cuenca de Archibarca (Haber 2003b), en las características constructivas, en los materiales superficiales asociados, en la posible funcionalidad interpretada y en los conocimientos aportados por los pobladores de Antofalla, acerca de la relación entre las personas y el paisaje y de los diferentes usos que poseen algunas de las estructuras que pudimos registrar en el campo. A continuación, presentaremos las características principales de estas estructuras.

Trincheras2

Se trata de estructuras conformadas por bloques de piedra, en la mayoría de los casos en forma de arco o de medialuna, que se ubican siempre en sectores elevados en relación con su entorno directo, como por ejemplo, abras, pasos o quiebres de pendientes (Haber 2003a, 2003b, 2007). Están conformadas por un muro simple con una longitud promedio de 1,5 m, siendo la altura máxima promedio de 0,7 m (Figura 2). Se observan diversas formas constructivas, pero que siempre pueden ser confundidas con otras acumulaciones de rocas, por lo que son casi imperceptibles para los animales. La funcionalidad de estas trincheras es otorgar al cazador un escondite de las posibles presas. Por ello, su ubicación elevada en relación con su entorno directo otorga un buen escondite a los cazadores, al sumarse estos pequenos muros. Su asignación funcional se basó tanto en esta característica como también en su forma constructiva, que presenta el escondite hacia el sector más alto, de manera tal que los cazadores allí ubicados se podrían esconder de las presas ubicadas en sectores más bajos. Estructuras semejantes, utilizadas en la actualidad por pastores, presentan la abertura hacia el sector más bajo para poder observar a los rebaños mientras pastan y poder protegerse de las inclemencias climáticas mientras tanto, como por ejemplo el viento y el sol. También, la asociación entre estas estructuras en sectores acotados es un factor que cimenta su interpretación como estructuras de cacería. En el área de Antofalla, logramos identificar un total de 503 trincheras, distribuidas a lo largo de la quebrada (Figura 3). De la totalidad de las trincheras, 370 (73,5%) se ubican en zonas elevadas que presentan buena visibilidad, por lo menos en 180o, hacia las zonas más bajas, donde se ubicarían las presas, de manera tal que se obtendría un buen escondite con referencia a las tropillas.

Figura 2. Ejemplo de trincheras construidas en los quiebres de pendiente de la quebrada de Antofalla.

Figura 3. Distribución de las trincheras en la quebrada de Antofalla. Cada punto identifica una estructura registrada durante las prospecciones intensivas.

Alineaciones

Se trata de alineaciones de grandes dimensiones, desde 25 o 30 m hasta 100 m de longitud ( Figura 4a). Se encuentran construidas por la colocación de rocas medianas (0,30 m de tamaño promedio) separadas cada 5 o 6 m, en cuyo inicio y en el final presentan pequenos mojones. Se ubican atravesando zonas deprimidas y se unen en áreas más altas, donde se ubican mojones. Es importante tener en cuenta que estas alineaciones prácticamente no se observan en el campo cuando uno circula cerca de ellas, pero sí se identifican claramente cuando uno se ubica en sectores más altos, y especialmente en el área donde están los mojones que dan inicio a las alineaciones. Registramos un total de 13 alineaciones, algunas de las cuales presentan material lítico asociado. Estas estructuras podrían haber funcionado como dispositivos para provocar que las vicunas, estando en escape, el relincho mirando hacia abajo, reaccionaran ante la presencia de las alineaciones, las evitaran y cambiaran luego el rumbo, o posiblemente que las siguieran como si se tratara de un sendero hacia el escape, de manera que estas alineaciones las llevaran en realidad hacia las trincheras y los cazadores (Haber y Moreno 2008). Otra posible funcionalidad es que las rocas que forman la alineación hayan sido utilizadas para la ubicación de palos que unieran hilos o sogas para formar de esta manera barreras para los animales. Esta barrera induciría a los animales a no escapar por estos lugares y que tuvieran que dirigirse hacia las zonas donde estarían ubicados los cazadores. Por último, estas estructuras también pueden haber sido utilizadas como marcaciones materiales para los cazadores, como por ejemplo, para saber cuándo comenzar el ataque una vez que los animales pasaran por dicho lugar. Mesadas Se trata de empedrados de aproximadamente 1 m de diámetro conformados por rocas cuyas caras presentan superficies planas que se preparan con el objetivo de carnear sobre ellas a los animales sin danar los cueros (Figura 4b). El nombre de mesada y su funcionalidad es dado por los pobladores locales a este tipo de estructura (Haber 2003b)3. Registramos un total de 19 mesadas en el área de Antofalla. En la mitad de ellas (n= 10) identificamos material lítico cortante, lo que sustentaría la interpretación funcional de estas estructuras. Mojones Se trata de acumulaciones de rocas de tamaños variables que podrían haber servido para senalar hitos en el paisaje (para delimitar territorios, áreas de pastura, etc.), por lo que deberían ser observables desde largas distancias. Identificamos un total de 149 mojones a lo largo de toda la quebrada, y observamos que su distribución era bastante homogénea. La mayoría de estos mojones se encuentran ubicados en sectores elevados y fácilmente visibles, como por ejemplo, quiebres de pendiente o la parte superior de lomadas. El 78% de ellos son visibles a grandes distancias, por lo que llaman la atención de las personas que los observan. En aquellos casos en que no se detectaban desde largas distancias, siempre eran intervisibles, lo que genera una especie de alineación que podría estar demarcando territorios. Hemos diferenciado dos formas básicas de construcción de este tipo de estructuras: una mediante la colocación de dos o tres bloques medianos por encima de uno de mayor tamaño (Figura 4c); mientras que el otro tipo de mojón se construye a partir de la colocación de rocas ubicadas verticalmente y calzadas con pequenos bloques en su base (Figura 4d). Estas estructuras deben haberse articulado con diversos paisajes, ya que en la actualidad son utilizadas para delimitar los terrenos de pastoreo. Sin embargo, los incorporamos aquí por su posible participación en prácticas de caza, dada la asociación que identificamos, en algunos casos, tanto con las alineaciones como con las trincheras.

Figura 4.Estructuras registradas en la quebrada de Antofalla. a) Alineación. La flecha indica la ubicación de esta estructura; b) Mesada; c) Mojón construida mediante la colocación de un bloque en forma vertical calzado en su base; d) Mojón construido mediante la ubicación de pequenos bloques uno encima del otro; e) Refugio; f) Escondite de agua.

Refugios

En este caso, se trata de pequenas estructuras cerradas, en general de planta circular o semicircular, y que podrían aportar un refugio temporal o un escondite. Sus dimensiones son pequenas: alcanzan, en promedio, 1,5 m de diámetro, aunque se encontraron estructuras de hasta 3,5 m de diámetro y una altura máxima promedio de 0,8 m (Figura 4e). Identificamos un total de 254 estructuras caracterizadas como refugios, los cuales se ubican de forma homogénea a lo largo de la quebrada. Estos refugios se encuentran en general asociados a material lítico o cerámico, por lo que posiblemente hayan sido utilizados como áreas de actividades durante la estadía de una persona allí. Dado su pequeno tamaño ?el 92,9% (n= 236) de las estructuras presentan un tamaño menor a 2 m de diámetro? los refugios habrían sido útiles para albergar a una sola persona. En muy pocos casos, solamente 18, el tamaño de estos refugios es mayor, y alcanza hasta 8 x 3 m, lo que habría posibilitado que una mayor cantidad de personas se refugiaran en ellos. En la actualidad se utilizan refugios de este tipo en áreas cercanas a la vega para que una persona, amparada allí del viento y del sol y mientras realiza otras actividades, como por ejemplo, el hilado, cuide a los animales mientras pastan. Hemos tenido en cuenta estas estructuras en relación con la construcción del paisaje cinegético, ya que podrían haber permitido a uno o más cazadores refugiarse y realizar ciertas actividades, como por ejemplo, el tallado de piezas sobre material lítico o la observación de las tropillas. Estas estructuras presentarían una mayor variabilidad en su asociación con prácticas: agrícolas, pastoriles, cinegéticas, etcétera.

Escondites de agua

Son estructuras que aprovechan afloramientos rocosos que conforman una especie de alero, al que se lo suele cerrar con algunas rocas pequenas, generando un espacio interior de aproximadamente 70 cm con sombra prácticamente permanente (Figura 4f). De esta manera, al colocar un recipiente con agua en su interior, ésta se mantendría fresca. Estas estructuras se encuentran en sectores alejados de cursos de agua, de los que los cazadores deberían alejarse por ser lugares donde se encontrarían las posibles presas. Registramos seis estructuras de este tipo, que presentaron en todos los casos fragmentos cerámicos en su interior, que podrían ser resultado de la rotura de vasijas que contuvieron agua. Como vemos, la quebrada de Antofalla presenta una estructuración en la que los cazadores habrían aprovechado prácticamente la totalidad de la quebrada para la realización de cacerías, en un escenario preparado para propiciar el encuentro con las posibles presas y el aprovechamiento posterior de éstas. Pero ahora bien, ?cuál es el motivo que hace necesaria esta estructuración del paisaje? Creemos que dos son los aspectos que responden a dicha pregunta: las presas pretendidas y la tecnología de armas. Con respecto al primer aspecto, debemos tener en cuenta que los camélidos silvestres presentan características etológicas que son relevantes a la hora de comprender la estructuración del paisaje cinegético de Antofalla.

LA ETOLOGÍA DE LAS PRESAS4

La organización social de la vicuna está caracterizada por la existencia de grupos familiares poligínicos, tropillas de solteros y machos solitarios. En este caso, nos centraremos en los grupos familiares, ya que en diversas investigaciones se ha evidenciado el aprovechamiento de animales de ambos sexos y pertenecientes a diferentes grupos etarios, lo que implicaría el aprovechamiento de grupos familiares (Elkin 1996), además de tratarse del tipo de agrupamiento que posee el movimiento diario que complementa la información obtenida acerca del paisaje cinegético en Antofalla (Tomka 1992). Los grupos familiares se encuentran definidos por un macho dominante o relincho, que mantiene y controla el territorio, una cantidad variable de hembras adultas, hembras jóvenes mayores de un año y crías de ambos sexos menores del año (Bonacic 2005; Franklin 1982; Hoffman et al. 1983; Tomka 1992; Wheeler 2006). El relincho se encarga de proteger a la manada, estando alerta frente a posibles peligros, e inicia el escape en caso de ser necesario, mientras las hembras y las crías pastan. Estos animales poseen la capacidad de escapar a gran velocidad y por escarpadas y abruptas laderas, por lo que la cacería por persecución no sería una opción viable. La forma de fijación y delimitación de los territorios se basa en la conformación de "bosteaderos", es decir, lugares comunes de defecación que marcan los límites del territorio (Bonacic 2005; Tomka 1992; Wheeler 2006). Dentro de este territorio se incluyen un área alta utilizada como dormidero ?aprovechando para ello preferentemente roquedales que otorgan cierta protección? y áreas más bajas con pasturas y una fuente de agua. El movimiento diario de estos animales es rutinario: duermen en zonas altas, descienden durante las horas de luz solar a pastar y beber y retornan al crepúsculo a los roquedales utilizados como dormideros (Cajal 1998; Franklin 1982; Haber 2003a; Haber y Moreno 2008; Hoffman et al. 1983; Koford 1957; Tomka 1992). La fisiología de estos animales determina la necesidad de beber agua todos los días, por lo que este movimiento es realizado indefectiblemente de manera diaria. Las características etológicas de las posibles presas muestran la necesidad de la estructuración del paisaje para promover los encuentros y apropiarse de ciertos recursos. Es decir, son animales que poseen un movimiento rutinario, relativamente predecible, pero que a su vez perciben a los predadores mediante diversos sentidos (olfato, vista, oído), y pueden escapar velozmente frente a prácticamente cualquier obstáculo que se les presente. Un aspecto relevante de estos animales es la marcación material que realizan en los bosteaderos y la recurrente utilización de los caminos, que materializan los territorios de las tropillas (Figura 5). Pero esta situación se suma a otra característica de las prácticas de caza, como son las armas que fueron utilizadas por los pobladores de esta región a lo largo del tiempo, por lo menos hasta la incorporación de las armas de fuego en momentos tardíos.

Figura 5. Camino actual de vicunas que comunica, a través de un abra, la vega de Antofalla con los sectores altos utilizados como dormideros.

LAS ARMAS UTILIZADAS PARA LA CACERÍA

En diferentes investigaciones se han analizado las armas utilizadas por las poblaciones humanas para la realización de cacerías de camélidos silvestres en el contexto puneno (De Souza 2004; Escola 1987, 2000; Hocsman 2006; Martínez 2003; Ratto 2003). Las armas utilizadas habrían sido lanzadera, lanzas arrojadizas y arco y flecha cuyas puntas de proyectil habrían sido manufacturadas sobre materias primas líticas. En las prospecciones intensivas de la quebrada de Antofalla, identificamos 192 fragmentos y puntas de proyectil completas. Este conjunto fue analizado a través de variables macroscópicas (Aschero 1975, 1983) tendientes a identificar las técnicas de talla utilizadas para la manufactura, así como también las materias primas aprovechadas y su asignación funcional a distintos tipos de armas (Ratto 1994, 2003; Shott 1997). Dado el objetivo de este trabajo, nos centramos aquí en los tipos de armas utilizadas por los cazadores y en el aporte para una cronología relativa de las puntas de proyectil en relación con su distribución espacial5. Para la manufactura de estas puntas de proyectil se aprovecharon principalmente dos materias primas, el basalto-andesita negro y la obsidiana. La primera de éstas es de una dureza importante y gran calidad. Además, se encuentra ubicada en la desembocadura de la quebrada de Antofalla, es decir que es local y, como consecuencia de ello, de muy sencilla obtención. La gran mayoría de las puntas de proyectil (65,5%, n= 125) fueron manufacturadas sobre esta materia prima. Por su parte, la obsidiana fue utilizada para la manufactura de 48 de ellas, y de éstas, 28 fueron manufacturadas con obsidiana proveniente de la fuente de aprovisionamiento Ona, ubicada a unos 15 km de la quebrada de Antofalla. Las restantes 20 puntas fueron manufacturadas sobre una obsidiana opaca, cuya fuente de aprovisionamiento desconocemos, pero que podría ubicarse en la cuenca de Archibarca, ubicada a unos 60 km de Antofalla (Haber 2003b). El análisis de este conjunto permitió interpretar el aprovechamiento de los distintos tipos de armas propuestas para el área mediante la realización de diversos métodos de asignación funcional, en los cuales se utilizan variables métricas y características de las puntas de proyectil relacionadas con la aerodinámica, la capacidad de vuelo y las propiedades físicas y mecánicas de las materias primas (Ratto 1994, 2003; Shott 1997; Thomas 1978). Mediante estas metodologías pudimos asignar 38 puntas de proyectil a distintos tipos de armas: diez fueron asignadas a arco y flecha, tres a armas de mano, tres a lanza arrojadiza y 22 a dardos de lanzadera (Moreno 2010, 2011). Dado el objetivo de este artículo, centrado en la construcción de los paisajes de cacería, es relevante evaluar la relación existente entre las armas y las estructuras identificadas en la prospección intensiva en la quebrada de Antofalla. Para ello, una vez analizadas las distintas áreas donde se encontraban dispersas las puntas de proyectil, observamos una recurrencia en los espacios donde fueron registrados estos instrumentos, tal como se observa en la Figura 6. De igual manera, las puntas de proyectil asignadas a los distintos tipos de armas se encuentran asociadas, en la mayoría de los casos, a las áreas donde fueron identificadas las trincheras (Moreno 2010, 2011). Por lo tanto, habría existido una reutilización de los espacios e incluso de las mismas estructuras de cacería, aunque usando distintos tipos de armas. También habría variado la logística, de acuerdo con la cantidad de personas que participaban de la cacería y de los momentos en que se realizaban los ataques. Una situación semejante refleja la comparación de los disenos de puntas de proyectil identificados en la quebrada de Antofalla con aquellos procedentes de otras regiones como Antofagasta de la Sierra y el norte chileno (Figura 7) y que cuentan con secuencias cronológicas basadas en fechados radiocarbónicos (De Souza 2004; Hocsman 2006; Martínez 2003). En la Figura 8 presentamos la distribución de las puntas de proyectil que pudieron ser asignadas a una cronología relativa mediante una comparación tecnológica y morfológica. Se nota allí una recurrencia en las unidades de registro donde fueron identificados estos especímenes que nos permite interpretar la utilización recurrente de los mismos espacios construidos para la realización de cacerías a lo largo del tiempo y aprovechando distintos tipos de armas. De esta manera, la información obtenida de las puntas de proyectil recolectadas en la quebrada de Antofalla muestra una posible reutilización de los mismos espacios a lo largo del tiempo e independientemente del tipo de arma utilizado, lo que no implica necesariamente una reproducción de las estrategias de caza implementadas, pero sí la elección por parte de los cazadores de paisajes semejantes para la materialización del encuentro con las presas. Es claro que esta es una primera aproximación al análisis de largo término de las prácticas de cacerías, por lo que resulta necesario continuar con investigaciones sobre este tema para intentar profundizar la temporalidad de la cacería, así como también la articulación con otras prácticas, mediante la realización de análisis de la arquitectura de las estructuras, como también de sondeos y excavaciones estratigráficas para evaluar la funcionalidad y los materiales asociados a las distintas categorías de estructuras. Teniendo en cuenta la tecnología de armas con la que contaban las poblaciones humanas para la apropiación de los animales ?que implicaba la necesidad de obtener blancos relativamente cercanos? y teniendo en cuenta las características etológicas de las posibles presas resenadas más arriba, la estructuración del paisaje resulta una estrategia decisiva para obtener el éxito.

Figura 6. Distribución espacial sobre el sector más bajo de la quebrada de Antofalla de las puntas de proyectil de acuerdo con el tipo de arma.

Figura 7. Ejemplares de puntas de proyectil recuperados en la quebrada de Antofalla. a) Ejemplares asignados a dardo de lanzadera y comparables con ejemplares de QS3 (Antofagasta de la Sierra) y Tuina (Chile), correspondiente al Arcaico Temprano (Martínez 2003; Núnez 1980); b) Ejemplares asignados a lanza arrojadiza, comparables con especímenes ubicados alrededor del 6080 ± 80 AP en QS3 (Hocsman 2006); c) Puntas de proyectil asignadas a dardo de lanzadera comparables con ejemplares recuperados en QS3 nivel 2b4 (3864-4226 AP) (Hocsman 2006); d) Puntas de proyectil asignadas a arco y flecha correspondientes al primer milenio de la era, semejantes a ejemplares recuperados en Tebenquiche Chico 1 para dicho período (Escola 1987, 2000; Hocsman 2006; Moreno 2005).

Figura 8. Distribución espacial sobre el sector más bajo de la quebrada de Antofalla de las puntas de proyectil de acuerdo con su asignación cronológica relativa.

LA ANTICIPACIÓN PARA PROPICIAR EL ENCUENTRO

Tal como se ha desarrollado hasta aquí, en la quebrada de Antofalla hemos registrado una variabilidad de datos que nos han permitido reconstruir las características del paisaje cinegético. Resulta claro que este paisaje ha sido construido a lo largo del tiempo a partir de la preparación de ciertas estructuras y la interacción de cazadores y presas. Desconocemos la secuencia de construcción, así como también si se utilizaron todas las estructuras al mismo tiempo o si fueron utilizadas sólo una vez. El registro obtenido se basa en la obtención de la organización final y de prácticamente una mayor expansión del paisaje cinegético, ya que existe una buena conservación de las estructuras. Sin embargo, el proceso de estructuración de este paisaje debió implicar un largo tiempo de preparación y utilización, pero resalta aquí la reproducción de una misma lógica, la construcción de trincheras en sectores elevados que permiten el escondite de los cazadores. Por supuesto que esta práctica ha ido variando por diferentes razones con el paso del tiempo, como por ejemplo, la articulación con otras prácticas productivas como el pastoreo y la agricultura. Quesada (2007), por medio del estudio de las redes de riego, caracterizó el paisaje agrario de la quebrada de Antofalla para el primero y segundo milenio de la era. El desarrollo agrícola habría tenido un fuerte impacto en las prácticas de cacería, no sólo por la diversificación de la producción de los pobladores locales, sino también porque el área aprovechada para la producción agrícola que abarca desde la desembocadura de la quebrada hasta el área conocida como Encima de la Cuesta habría dejado de ser utilizada como territorio por parte de las tropillas de camélidos, debido al peligro constante que les supondría a éstas la convivencia con los grupos humanos (Figura 9). Es por ello que interpretamos que las trincheras construidas en sectores asociados a las áreas productivas habrían sido utilizadas en momentos anteriores al primer milenio de la era, ya que luego habría sido improbable que por allí circularan animales. De igual manera, en esta área no hemos identificado especímenes de puntas de proyectil correspondientes a los disenos del primer milenio. Una situación semejante pudo haberse suscitado con el pastoreo, ya que el aprovechamiento de pasturas y recursos hídricos por parte de rebaños domésticos habría competido con las tropillas silvestres y habría generado el traslado de estas últimas hacia áreas donde el peligro de ser cazados no fuera constante. El pastoreo incluye además, una lógica de movilidad que habría implicado el posible traslado de los territorios de camélidos silvestres hacia otras áreas, lo que se habría traducido en la utilización de otros paisajes para la realización de las cacerías. Creemos que dos sectores que pudieron haberse aprovechado para este fin serían sectores bajos de la quebrada, como por ejemplo Playa Negra, sobre el que volveremos más adelante, o las áreas más altas cercanas a los ojos de agua. En este sentido, las prácticas de pastoreo construyen un paisaje relacionado con el aprovechamiento de las pasturas en diferentes momentos del ciclo anual y que presenta estructuras construidas con el objetivo de refugiarse de las inclemencias climáticas (Caracotche 1999; Göbel 2002; Yacobaccio y Madero 1999). Estas estructuras, semejantes a refugios, han sido registradas en la quebrada de Antofalla siempre en sectores bajos, protegidos por las laderas y afloramientos rocosos y asociados a fuentes de agua, en sectores semejantes a los aprovechados para la producción agrícola (Figura 10). En este sentido, y tal como fuera planteado más arriba, difieren de las características de las estructuras asociadas a la cacería, ya que éstas no buscan el refugio o protección de las personas, sino el ocultamiento de las presas. Ahora bien, teniendo en cuenta la estructuración del paisaje cinegético para la obtención de camélidos silvestres, Haber (2003b, 2007, 2009) y Haber y Moreno (2008) propusieron para su comprensión el concepto de trampa, entendido como la conjunción de los conocimientos mutuos entre cazadores y presas. Es decir, las presas, organizadas en tropillas y dirigidas por el relincho, poseen ciertos conocimientos de los peligros que los acechan y frente a los que generan una estrategia de escape aprovechando sus ventajas, es decir, la percepción rápida y por diversas vías (vista, olfato, oído) del peligro y la posibilidad de escapar por cualquier área a gran velocidad, imposibilitando así la persecución. Frente a esta situación, los cazadores, conociendo estas características, desarrollan estrategias de caza que propician el encuentro con estas posibles presas. Para ello, la principal estrategia sería la anticipación, es decir, preparar los escenarios de encuentro de forma tal de anticiparse a las reacciones y actitudes de las posibles presas para obtener blancos factibles de ser apropiados, teniendo en cuenta la tecnología disponible. Este rol era cumplido principalmente por las trincheras y su ubicación topográfica. Estas estructuras . Un segundo dispositivo está dado por la agrupación de tres trincheras que se encuentran asociadas en un mismo rasgo paisajístico como puede ser un abra o un quiebre de pendiente. En algunos casos se observa una segunda agrupación de trincheras que se ubican unos metros más atrás de la primera, lo que generaría una segunda oportunidad de atrapar algunas presas. De esta manera se aumenta la posibilidad de alcanzar a uno o más animales en relación con el modelo anterior, pero se incrementaría el número de variables a controlar para evitar la percepción por parte de las tropillas dado por un mayor número de participantes. . El tercer dispositivo que hemos podido registrar está conformado por una importante cantidad de trincheras asociadas, en un número variable que alcanza las 10 estructuras. Como venimos planteando, este dispositivo implicaría una mayor probabilidad de atrapar animales, dado que se podría realizar el ataque por parte de un número mayor de cazadores, pero suponiendo una negociación entre ellos acerca de aspectos tales como dónde cazar, cómo y cuándo realizar el ataque. . Un cuarto dispositivo se encuentra conformado por la agrupación de una gran cantidad de trincheras, que puede alcanzar el número de 30, para aprovechar, tal como en los otros casos, un mismo espacio, al propiciar que cazadores parapetados detrás de cada trinchera realizaran el ataque. Sin embargo, la participación de una gran cantidad de cazadores implicaría a su vez una logística desarrollada y un importante control de las posibles indicaciones de peligro para los relinchos, tales como el movimiento, los ruidos, los olores, etcétera. Estos dispositivos implican la estructuración básica del paisaje tendiente a la anticipación de los movimientos de las tropillas. En este sentido, los escenarios de encuentros son construidos y apropiados de forma tal de poder anticiparse a los movimientos de las tropillas y de poder disminuir las ventajas propias de los animales (Haber 2003b, 2007, 2009; Haber y Moreno 2008). Para ejemplificar la asociación de estas estructuras entre sí y con el entorno, tomaremos un caso de la cuarta modalidad de dispositivo, ubicado en el sector más bajo de la quebrada. En esta área se ubica un abra que conecta una vega con sectores elevados, utilizados por los animales como dormidero (Figura 11). A ambos lados del abra se ubican 30 trincheras y una alineación de bloques que corta el sector más bajo del abra (Figura 12). Este caso muestra la ubicación elevada de las trincheras en relación con el entorno directo y la asociación que presentan estas estructuras en un sector intermedio entre las áreas de vega y los dormideros; y también que puede haber sido el atardecer el horario del encuentro, dada la ubicación de las trincheras hacia el sector más bajo, contrario a la dirección de las tropillas cuando regresan a los dormideros (Haber 2003b, 2007; Haber y Moreno 2008; Moreno 2009). La escala espacial del paisaje cinegético, no obstante, incluye otro tipo de estructuras que desarrollamos más arriba y que tienen por objetivo el refugio de los cazadores, el resguardo de objetos y la marcación material del paisaje, entre otros. Todas estas estructuras constituyen un espacio donde se materializan los encuentros entre cazadores y presas, pero donde también se organizan y desarrollan las estrategias de caza y el reparto de los animales obtenidos. De esta manera, las relaciones entre estos factores dan sentido a un paisaje vivido y experimentado a lo largo del tiempo, que ha dejado huellas y que reproduce así la memoria acerca de la relevancia de la cacería en este contexto.

Figura 9.Distribución de las trincheras en la quebrada de Antofalla. El óvalo blanco marca las estructuras que habrían sido aprovechadas en forma previa al primer milenio de la era, ya que el área era utilizada para la producción agrícola (Quesada 2007)..

Figura 10. Estructura utilizada actualmente para el refugio de los pobladores de Antofalla para el cuidado de los rebaños mientras estos pastan en el área de la vega.

Figura 11. Dispositivo de cacería en Playa Negra. Arriba: Vista del abra aprovechada para la preparación del paisaje de caza, donde se marca la ubicación de las trincheras. Abajo: Vista desde una de las trincheras hacia el sector más bajo del abra. Se pueden observar algunas trincheras y la ubicación de la alineación cortando el abra.

Figura 12. Relevamiento topográfico del dispositivo de cacería de Playa Negra, donde se marca la ubicación de las trincheras en relación con las características topográficas del abra.

Agradecimientos

A Alejandro Haber, ya que en el marco de los proyectos por él dirigidos y financiados por la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica y la Universidad Nacional de Catamarca se realizaron las investigaciones en la quebrada de Antofalla que permitieron obtener los resultados aquí vertidos. A Enzo Acuna, Leandro D'Amore, Patricia Lobo y Cecilia Cuello, por la ayuda en las tareas de campo. A Jorge Martínez, Carlos Aschero y Salomón Hocsman por la mano tendida en el tema de las puntas de proyectil. A los evaluadores por sus valiosos comentarios y al comité editorial por su paciente labor. Por último, a los comuneros de Antofalla por permitirnos trabajar en sus tierras.

NOTAS

1.- En la prospección de la Quebrada de Antofalla se propuso la recolección de todo el material registrado en superficie. Sin embargo, a medida que se avanzaba con las prospecciones intensivas, la cantidad de hallazgos era tan alta que se hacía imposible su recolección total. Por ello recolectamos toda la cerámica (a raíz de su relevancia para el establecimiento de cronologías relativas) y las puntas de proyectil, mientras que el resto se evaluaba en el momento de la prospección.

2.- Este tipo de estructuras ha sido identificada en la literatura arqueológica, siendo definidas como parapetos por Gradin (1962), como estructuras de escondite para la realización de cacerías en Patagonia Septentrional y Meridional. Sin embargo, nuestra designación de trinchera refiere a la denominación que le otorgan los pobladores locales a este tipo de estructuras (Haber 2003b, 2007). Por ejemplo, Martínez (2003: 147) refiere que un poblador de Antofagasta de la Sierra define a estas estructuras como "trincheritas de los antiguos... para cazar vicunas".

3.- En el área del Salar del Hombre Muerto, doña Benita nos habló acerca de la misma denominación para una estructura semejante que registramos en el área de Incahuasi.

4.- Dado el desarrollo de las investigaciones sobre vicunas y la realización de cacerías desde el primer milenio de la era de esta especie, nos centramos en sus características etológicas para los camélidos silvestres.

5.- Dado el objetivo de este artículo, no profundizaremos el análisis del conjunto de puntas de proyectil. Para más información acerca de este conjunto véase Moreno (2010, 2011).

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