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Intersecciones en antropología

versión On-line ISSN 1850-373X

Intersecciones antropol. vol.14 no.1 Olavarría jun. 2013

 

ARTÍCULO

En busca de las festividades del Tawantinsuyu. Análisis de los tiestos de un sector de descarte de El Shincal de Quimivil

 

Marco Giovannetti, Josefina Spina, María Cecilia Páez, Gregoria Cochero, Ariadna Rossi y Paula Espósito

Marco Giovannetti. Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Paseo del Bosque s/n (1900), La Plata, Buenos Aires, Argentina. E-mail: marcogiovannetti@gmail.com
Josefina Spina. UNLP. Paseo del Bosque s/n (1900), La Plata, Buenos Aires, Argentina. E-mail: josefinaspina@gmail.com
María Cecilia Páez. CONICET, Paseo del Bosque s/n (1900), La Plata, Buenos Aires, Argentina. E-mail: ceciliapaez@gmail.com
Gregoria Cochero. UNLP, Paseo del Bosque s/n (1900), La Plata, Buenos Aires, Argentina. E-mail: gregoriac@yahoo.com.ar
Ariadna Rossi. UNLP, Paseo del Bosque s/n (1900), La Plata, Buenos Aires, Argentina. E-mail: ariadnarossi@gmail.com
Paula Espósito. UNLP, Paseo del Bosque s/n (1900), La Plata, Buenos Aires, Argentina. E-mail: pau_espo@yahoo.com.ar

Recibido 19 de mayo 2011.
Aceptado 2 de julio 2011

 


RESUMEN

El Shincal de Quimivil es considerado un sitio inkaico de gran importancia dentro del Kollasuyu, y es distinguible, dadas sus características, de otros sitios inka del NOA. Cuenta con más de un centenar de estructuras arquitectónicas residenciales y públicas, y en sus inmediaciones se hallan numerosas obras de infraestructura de riego y de cultivo, además de morteros múltiples. Estos últimos se han vinculado con la preparación de grandes cantidades de comida y bebida en momentos de ocupación inkaica en la región. La articulación de estos elementos y las grandes dimensiones de la plaza central sugieren la afluencia de personas en momentos festivos. En este trabajo se considera al estudio de la cerámica como factor particularmente significativo para dilucidar este tipo de eventos y las relaciones sociales en las que se estructuran. El análisis minucioso del conjunto cerámico recolectado en un sector definido como "zona de descarte" nos lleva a comprender aspectos de la estructura sociopolítica inkaica en un sitio plenamente articulado al Tawantinsuyu, con una dinámica propia particular que incluye, a través de las festividades, la emergencia de un espacio social para abordar la representación y manipulación de las relaciones políticas.

Palabras clave: Inka; El Shincal; Fiestas; Cerámica.

ABSTRACT

In search of feasting in tawantinsuyu: an analisis of the evidence from a discard Sector at el Shincal de Quimivil. "El Shincal de Quimivil" is considered an Inka site of great importance within the Kollasuyu sector of Tawantinsuyu as it has specific characteristics that distinguish it from other late Imperial sites in Northwest Argentina. It contains over a hundred residential and public structures and, within its surroundings, their exist many irrigation structures for farming and multiple grinding mortars. These components are likely related to the preparation of large quantities of food and drink during the Inka period. The articulation of these elements, as well as the size of the central plaza, suggests that the people involved in the state-related festivities were quite affluent. In this paper the study of the associated ceramics is considered to be particularly important in elucidating such events and social relations at this site. A thorough analysis of the ceramic assemblage recovered from the sector defined as the "discard area" provides insight into various aspects of Inka sociopolitical structure at a site that was fully situated within the imperial fold of Tawantinsuyu. The study suggests that the feasting context created a particular social space and local dynamic within which the representation and manipulation of political relationships took place.

Keywords: Inka; El Shincal; Feasts; Pottery.


 

INTRODUCCIÓN

Han pasado 44 años desde la primera publicación sobre trabajos arqueológicos en El Shincal de Quimivil -sector Casa del Jefe (González 1966)- y 17 años desde el proyecto comenzado por Raffino (una síntesis de ellos en Raffino 2004). Estas investigaciones sacaron a la luz, para la arqueología, un gran sitio de factura completamente inkaica con características muy bien distinguibles de otros sitios inka del NOA e incluso de Chile (Figura 1). Dentro de este sitio se destacan una gran plaza cuadrangular -ihawkaipata- de 175 metros de lado, un ushnu de grandes dimensiones con nueve peldaños de acceso, cinco edificios rectangulares alargados (posiblemente kallankas) y casi un centenar de estructuras a la manera de Rectángulo Perimetral Compuesto (RPC). Pero además de estos edificios levantados sobre roca canteada, sorprende la búsqueda de un paisaje con abundantes componentes sacros y rituales (Farrington 1999; Giovannetti 2009). Dos cerros bajos de 25 metros de altura flanquean la plaza en sentido este-oeste, uno de ellos con un gran afloramiento central que fue rodeado de rocas y cortado irregularmente. Recuerda mucho a lo observado como waka en sitios peruanos como Pueblo Viejo Pucará, en el valle de Lurín (Makowski et al. 2005). Ambas cimas fueron aterrazadas artificialmente a partir de un evidente esfuerzo monumental que significó la remoción de varias toneladas de roca y tierra. En un estudio volcado a las características topográficas y métricas del sitio, Farrington (1999) concluye que sobran elementos para pensar a El Shincal como Otro o Nuevo Cusco, según las traducciones de algunos cronistas. Remarquemos que, según esta idea, varios parámetros -fundamentalmente simbólicos- eran seguidos al momento de erigir los asentamientos de mayor jerarquía de las provincias (Farrington 1998). No necesariamente era una copia fiel de la capital inka en el sentido físico, sino que algunos elementos, tales como la disposición de algunas estructuras arquitectónicas o la presencia de elementos naturales tomados por waka en el Cusco -como pueden ser ciertos picos montañosos o los dos ríos que atravesaban la ciudad-, intentaban ser reproducidos en alguna forma simbólicamente análoga. Saliendo de los actuales límites inmediatos del sitio, es decir, de las ruinas arquitectónicas más importantes, han sido reconocidas sobre la extensión del cono aluvial del río Quimivil una numerosa cantidad de manifestaciones arqueológicas que dan cuenta de múltiples aspectos de la dinámica inkaica de la región. En primera instancia hemos detectado una importante red de canales de riego que se extienden por decenas de kilómetros. Los canales presentan una amplia variabilidad en términos tecnológicos; encontramos desde aquellos muy grandes, primarios, hasta sencillas acequias de pocos centímetros de ancho y profundidad. Dentro de los primeros hemos analizado un caso particular, denominado "complejo Piedra Raja", donde es muy probable que se intersecten esferas cúlticas y sacras a la manera de las conocidas "carved rocks" muy comunes en sitios inka del Perú (Hyslop 1990). El paisaje del cono aluvial ha sido complementado desde el punto de vista agrícola con obras de infraestructura especializada para el cultivo, como canchones y algunas pequenas terrazas (Giovannetti 2009). Pero también aparecen elementos que probablemente se vinculen a marcadores sagrados, como horadaciones en la cima de cerros pequenos, construcción de recintos y muros sobre ellos y alineamientos de rocas a manera de muros en perfecto sentido N-S y coincidentes con la dirección de la hawkaipata principal. Uno de los elementos más llamativos en el cono aluvial es la dispersión de una interesante cantidad de morteros múltiples, algunos de ellos de más de 50 unidades de molienda en su superficie. Son unos 20 conjuntos heterogéneos desde el número de oquedades en su superficie (van desde apenas dos hasta 61) pero homogéneos en cuanto a los tipos morfológicos que presentan (Giovannetti 2009). La excavación de dos de ellos condujo hacia interesantes resultados que podrían vincularlos con la preparación de grandes cantidades de comidas y bebidas en los momentos de ocupación inkaica de la región (Giovannetti et al. 2010). Las grandes dimensiones de la plaza central pueden sugerir, como de alguna forma lo propone Moore (1996) para las plazas inka, una importante afluencia de gente en momentos particularmente festivos. Dado lo anterior y sobre la base de estudios previos, en el sitio se han consolidado una serie de hipótesis relativas al rol de El Shincal como posible nodo neurálgico que estructurara un espacio preparado para desarrollar las importantes festividades que en el mundo inkaico estaban previstas en el calendario estatal (Metraux 1961; Rostworowski 1999). Como veremos a continuación, fundamentalmente a través de los trabajos de Bray (2003a y b, 2004) -enfocados sobre los bienes materiales intervinientes en los sucesos festivos financiados desde el Estado y envueltos en un complejo entramado político, social y sagrado-, el estudio de la cerámica puede volverse un factor importante para desentranar este tipo de eventos. Será el objetivo principal de esta presentación el análisis minucioso de un amplio conjunto cerámico recolectado en un sector espacialmente definido y que hemos reconocido como una zona de descarte de cerámica rota. A partir de esto pretendemos abordar algunos aspectos de la estructura sociopolítica en una geografía que, lejos de tratarse de una región marginal dentro del Tawantinsuyu, se articulaba a éste con una dinámica particular propia quizás de los núcleos de provincia.

Figura 1. Plano del sitio El Shincal de Quimivil (modificado de Raffino 20 04).

PERSPECTIVA TEÓRICA

El rol de las festividades dentro de la estructura política y social de los grupos humanos ha concentrado gran atención de estudios arqueológicos y etnográficos en los últimos años a lo largo de todo el mundo (particularmente, Dietler y Hayden 2001). En el mundo inka pudo establecerse que los mecanismos de las prácticas festivas no constituían un elemento de menor importancia en el calendario anual de prácticas articuladas desde el Estado. Algunos -en general, pocos- de los que han estudiado a los cronistas andinos de los primeros dos siglos de la conquista han puesto de manifiesto la importancia de las fiestas para articular las nociones de reciprocidad y redistribución, y la sólida interrelación con la estructuración de trabajo tributario (Baudín 1955; Rostworoski 1999). La figura de gobernantes dadivosos y generosos para con sus súbditos superaba cualquier noción personalista para introducirse en el esqueleto mismo de las instituciones de gobierno. Sólo a partir de agasajos en un entorno festivo de música, bailes y comidas en abundancia pudieron negociarse innumerables cuestiones relativas al funcionamiento del Tawantinsuyu (Rostworoski 1999; Sternfeld 2007). Pero es mayormente en los trabajos arqueológicos donde se ha hecho mayor énfasis en las instituciones relativas a las fiestas del Estado. Relativamente poco es lo que puede encontrarse desde la etnohistoria más clásica, como por ejemplo la obra de Murra (1978), que muy escasas líneas dedica al tema. Aunque relata muy detalladamente las formas en que se estructuraba el tributo en trabajo y cómo esto se relacionaba con kurakas generosos que abastecían de materias primas, comidas y bebidas a los trabajadores, no se desprende directamente de este análisis cómo serían las fiestas llevadas adelante en los grandes centros estatales. Hay sin embargo, recientemente, algunos trabajos muy interesantes que van más allá del reconocimiento de festividades calendáricas más importantes, como el Inti Rayme o el Sitowa. Sternfeld (2007) establece bajo la categoría de "autoridades locales básicas" un espacio político donde, en reuniones de asambleas celebradas tanto ritual como socialmente, se tomaban las decisiones más importantes en relación con la dinámica del trabajo tributario. Kurakas locales, ancianos respetados y autoridades inka frecuentemente se reunían en estos convites, donde era muy común que circulara mucha cantidad de chicha mientras se negociaban políticamente cuestiones de importancia (Sternfeld 2007). Por otro lado, a partir de la obra de Betanzos, Kaulicke (2005) demuestra la importancia fundamental de las fiestas y convites en el mundo de la política inka. Muchos y muy diferentes tipos de rituales incluían celebraciones ya sea para la construcción de ciudades, obras de regadío, monumentos, depósitos, cacería comunal, entre otros. Estos eventos eran motivo de conmemoración de hazanas del Inka o de sus antepasados, buscando cierta forma de "ancestralización" como meta fundamental para legitimar y consolidar la vida del Estado. Las fiestas funcionarían, por consiguiente, como catalizadores para ordenar tiempo y espacio conectando el paisaje del Cusco con el resto del Tawantinsuyu, algo que Farrington (1998, 1999) deja en claro a través del ejemplo del ritual de Qapak Hucha. Como las "fiestas" han sido definidas como eventos comunales rituales donde se comparte la abundancia de comidas y bebidas -lo que difiere en algún modo de prácticas cotidianas (Dietler 2001)-, en los últimos años, la búsqueda del correlato material de estas celebraciones ha convocado un creciente interés por estos temas en las disciplinas arqueológicas. Particularmente para el fenómeno inka, la producción y consumo de comidas y bebidas en dichos eventos, estudiado a través de la morfología de vasijas cerámicas de carácter estatal, pudo establecer resultados inmejorables para evaluar los modos de intervención política en las provincias y el alto grado de simbolismo, ritual y comensalismo implicado en ellas (Bray 2003, 2004). Desde el análisis arquitectónico también se ha podido estimar que el período de apogeo inka se diferenció de los momentos previos en relación con la apertura comunal de los espacios para dar participación activa a todos los estamentos sociales en las festividades financiadas por el Estado (Moore 1996). Este sería el rol fundamental de las amplias plazas o hawkaipata. Si bien para muchas comunidades andinas preinkaicas estos espacios jugaban roles de integración y congregación comunal, es con la expansión inkaica que adquiere un carácter panandino el discurso de apropiación del pasado y los ancestros y se posiciona al Estado en el centro del esquema jerárquico (Nielsen 2006). Un tema particularmente interesante que se vislumbra detrás de las prácticas festivas es aquel que se enmarca dentro del comensalismo político. Desde la teoría social han surgido numerosas líneas de indagación que apuntan hacia el rol del comensalismo político y la importancia de las festividades en la estructuración de relaciones sociales de poder y los procesos de complejidad social (Dietler 2001; Dietler y Herbich 2001). No sólo porque al parecer han sido prácticas harto repetitivas en la vida de las poblaciones del pasado -aunque, como decíamos, diferenciándose en varios aspectos con las prácticas cotidianas, ya sea desde la perspectiva temporal como espacial o de roles y normas sociales implicados en cada una (Dietler 1996)-, sino porque en su ejecución se desnuda significativamente el entramado social (Dietler 2001). Desde aquí, por supuesto, se introducen en las esferas políticas, económicas y rituales al mismo tiempo. Pero en relación con lo específicamente político, Dietler (2001) ha manifestado de manera acertada que, sin revelarse únicamente como un dominio exclusivo de este campo, son las fiestas, sin embargo, un excelente espacio social para verificar la representación y manipulación de las relaciones políticas. El comensalismo político, como componente fundamental de la estructura festiva, ha podido verificarse muy ampliamente en tiempo y espacio en numerosos grupos sociales de todo el mundo. Fundamental para nuestro caso es el ejemplo que muestran Makowski et al. (2005) en los estudios arqueológicos del sitio Pueblo Viejo Pucará en el valle de Lurín, Perú. La mayor parte de los recintos atribuidos a la elite local articulada al Tawantinsuyu contaba con amplios espacios preparados para agasajar a invitados, quizás parientes o pares en la jerarquía social. Restos cuantitativamente importantes de comidas y bebidas han sido señalados como el resultado de estos convites.

LA CERÁMICA EN EL MUNDO INKA Y LOS APORTES ARQUEOLÓGICOS

Definíamos más arriba la importancia de los objetos, en particular los recipientes cerámicos, para materializar y viabilizar ciertas prácticas que tienen que ver con las reuniones sociales marcando simbólicamente y comunicando esquemas de comportamiento. En el marco de las relaciones sociales del Estado inkaico, este simbolismo reflejado en objetos tuvo un rol muy destacado, y desde la arqueología ha podido consignarse muy fuertemente en los estudios sobre cerámica estatal. Son principalmente los trabajos de Tamara Bray (2003, 2004) los que han arrojado excelentes resultados para la comprensión de las relaciones políticas en el mundo inka y su relación con la cerámica. Al parecer, no todas las formas cerámicas comunes en el corazón del Tawantinsuyu aparecen reflejadas en los contextos de provincia, o las que sí se representan pueden relevarse en proporciones muy distintas (Bray 2004). En este sentido, dentro de su análisis con muestras conservadas en diferentes museos, la frecuencia de aríbalos es siempre mayoritaria, dado que se acerca al 50% de la muestra total en las provincias. En el corazón del imperio se reduce al 40%. Los platos de poca profundidad le siguen en proporción, y luego la olla pie de pedestal (pie de compotera en el NOA) y la jarrita con asa cinta y fondo plano. Los tres primeros siempre se destacan y definen "el conjunto mínimo para cualquier individuo o grupo afiliado al Estado inka viviendo en las regiones interiores" (Bray 2004: 366). Los aríbalos han servido, según evidencia su análisis morfológico, para el transporte y vertido de líquidos, muy probablemente la chicha (Bray 2003). La fuerte recurrencia en sitios importantes de regiones provinciales denotaría una particular importancia en algunos aspectos del proceso de expansión. Según la autora, la diferencia notoria con el corazón del Tawantinsuyu en relación con las provincias se relacionaría con el sistema de trabajo tributario, al cual, como veíamos previamente, además de las materias primas y herramientas, el beneficiario -en este caso el Estado- aportaba grandes cantidades de chicha, destinadas a los trabajadores. Siguiendo con la misma línea, los platos de poca profundidad habrían estado disenados para servir productos cocidos, como carnes u otros alimentos que no requirieran un medio líquido. Esta escasa profundidad y los bajos ángulos de las paredes dan sustento a esta aseveración (Bray 2003b). Esto parece correcto para los platos que provienen del Cusco o de regiones cercanas. Un análisis pormenorizado realizado recientemente por dos de los autores de este trabajo puso de manifiesto diferencias importantes entre las morfologías y la decoración de los platos inka del NOA y aquellos de los Andes centrales (Páez y Giovannetti 2008; Giovannetti y Páez 2011). Una de las más notorias se vincula con la profundidad, que en el caso de los peruanos es marcadamente menor. En el NOA, por el contrario, la morfología se parece más a las formas tipo p'uku, muy típicas del tardío local, en las que los perfiles son más globulares y las profundidades considerables. Una interpretación posible es la apreciación de diferencias de modos culinarios en una y otra región, lo que podría relacionarse, en el caso de los platos del NOA, con el servido de comidas como guisos o potajes. Por otro lado, sería muy interesante indagar sobre los contextos sociales específicos donde habrían circulado este tipo de piezas, y aquí cabría la pregunta de por qué generalmente son minoritarias en relación con los aríbalos. Una hipótesis plausible es que se tratara de instrumentos restringidos para la mayoría de la población, y que habrían sido manipulados con mayor asiduidad por parte de las elites representantes del poder estatal (Bray 2004; Páez y Giovannetti 2008). El tercer elemento recurrente en las colecciones arqueológicas de sitios inka provinciales son los conocidos pie de compotera (Bray 2004). Una característica muy común es que aparezcan con marcas de exposición al fuego en su superficie externa, lo que ha llevado a interpretaciones relacionadas con la cocción de alimentos; aunque su relativamente pequeno volumen interior evidencia que no podían cocinarse allí más de una o dos porciones. Entonces, plato y olla pie de compotera podrían vincularse con la cocción y servido individuales, mientras que la utilización de aríbalos en los que se habría servido la chicha pudo haberse reservado a un contexto colectivo. De cualquier manera, no puede pensarse este panorama en términos absolutos dado que, por ejemplo en el NOA, los pies de compotera también se aplican a ciertas ollas de mayor tamaño. Veremos luego cómo esta información puede orientarnos puesta en correlación y comparación con el caso de El Shincal.

EL SECTOR DE ESTUDIO Y LA RECOLECCIÓN DE MATERIALES ARQUEOLÓGICOS

Lo que hemos definido como "zona de descarte" se correspondería con un espacio natural de 35 x 50 m que se encuentra prácticamente rodeado por un cerro bajo conocido como Divisadero (Figura 2). Como consecuencia de esta característica geomorfológica se presenta como una depresión en medio de las laderas cuya pendiente desciende hacia el norte rumbo al arroyo Simbolar. Dista 490 m de la hawkaipata, en dirección SO desde el ushnu. Hacia el este queda limitada por una estructura construida en la cima de un cerro, que consta de dos recintos cuadrangulares rodeado de un muro perimetral. Raffino (2004) le asigna una funcionalidad defensiva -atalaya-, aunque más bien debería pensarse como posible manifestación arquitectónica ritual, a juzgar por su ubicación precisa. Este espacio no presenta construcción alguna sobre su superficie pero, en cambio, ha exhibido una inusual concentración de fragmentos cerámicos. Sólo por poner un ejemplo, mencionamos que hemos realizado recolecciones superficiales en otros sectores del sitio como "Casa del Kuraka" y constatamos una significativa desigualdad en uno y otro caso. La asignación de una funcionalidad específica para este espacio, vinculada al descarte de materiales utilizados en las ruinas principales, se basa en un conjunto de características que conciernen tanto a los objetos analizados como a la vinculación de este sector con otros inmediatamente próximos. En primer lugar, los tiestos cerámicos recuperados superficialmente aparecían al mismo tiempo que gran cantidad de material lítico, en su gran mayoría lascas de descarte. Por otro lado, en las cimas de los cerros que rodean el espacio no apareció fragmento alguno de cerámica, por lo que estimamos difícil que provenga desde la altura. Además, apuntábamos previamente que en esta hoyada no existe estructura arquitectónica, ni siquiera como restos dispersos producto de la destrucción. Los materiales han aparecido en superficie debido a la constante erosión provocada por las fuertes lluvias veraniegas. Esto también produce importante cantidad de cárcavas en dirección de la pendiente. En los perfiles sedimentarios de estas cárcavas observamos que la concentración cerámica no es puntual, sino que los fragmentos aparecen muy dispersos en el terreno; por otra parte, no hay evidencia de objetos medianamente completos, al igual que lo que se observa en superficie. Un elemento que podemos constatar para relacionarlo con el movimiento tafonómico de material es que el grado de abrasión de los tiestos es prácticamente insignificante (ver más adelante). Además de esto, no ha sido posible detectar material óseo, aunque consideramos que, de haber existido su descarte aquí, hubiera sido muy difícil su preservación entre los elementos superficiales. En esta área trabajada se recolectaron 670 fragmentos cerámicos correspondientes a distintos estilos decorativos y unidades morfológicas. La muestra fue obtenida a partir de la recolección sistemática de tiestos hallados en superficie a lo largo de dos visitas sucesivas al campo. Subrayamos que ha llamado nuestra atención la concentración superficial de restos cerámicos, tanto en número como en calidad y tamaños de fragmentos. En buena parte, consideramos que estas diferencias detectadas por nosotros dan un significado particular a este sector, y en ello radica la importancia de su análisis.

Figura 2. Ubicación de la zona de descarte (punteado) en relación con otr as estructuras del sitio.

ANÁLISIS DE LOS TIESTOS: VARIABLES Y PROCEDIMIENTOS

Una vez en laboratorio, se procedió a trabajar con los tiestos mediante un análisis sistemático y exhaustivo que incluyó atributos morfológicos, tecnológicos y decorativos1. Previamente, el conjunto obtenido fue sometido a tareas de lavado, siglado y remontaje, sin considerar en el análisis aquellos tiestos cuyo tamaño (inferior a 2 cm) representara una limitante para la información requerida. En los casos de dos o más fragmentos que, aun cuando correspondieran a una misma pieza no fuese posible su remontaje, fueron considerados como una sola unidad a fin de no generar una distorsión estadística en el tratamiento del conjunto. De esta manera, se trabajó sobre un N= 610 casos. Para esta presentación fueron utilizadas 14 variables en total, subdivididas en el caso en que fuera necesario sobre las diferentes partes de la pieza (superficies externas, superficies internas y pasta). Hemos usado como patrón de referencia para establecer sus variables y algunos de sus valores lo establecido y consensuado en la Primera Convención Nacional de Antropología del año 1964 (1966). Aun así, algunas variables, e incluso atributos, fueron adaptados a problemáticas específicas de nuestro caso. Las últimas dos variables refieren directamente a un carácter tipológico del fragmento, es decir, a una asignación tipológico-cronológica, por un lado (tomando como eje la clásica periodificación de González (revisada por González y Cowgill [1975] que fuera establecida para el valle de Hualfín, muy próximo a nuestra zona de estudio) y, por otro lado, a una asignación tipológico-estilística basada en los conjuntos cerámicos conocidos para el NOA, en una escala de grano grueso, sin entrar en diferencias regionales específicas. Estos dos últimos productos son el resultado del reconocimiento de los atributos que se presentan para las 12 variables restantes del conjunto. Por ello, en el orden de presentación, la asignación tipológico-cronológica y tipológico-estilística fue el paso final luego de recorrer todos los demás atributos. Es muy importante aclarar que la variable "asignación tipológico-cronológica" quedaría condicionada a la "asignación tipológicoestilística", ya que cuando aludimos a la cronología periódica no estamos diciendo necesariamente que el fragmento hubiera sido manufacturado y usado en un período en particular, sino simplemente que se trata de un tiesto con algunas características afines a estilos definidos para cierto período cronológico. De las variables específicas podemos exponer lo siguiente: Tratamiento superficial: remite a lo establecido en la Convención Nacional de Antropología (1966) para las técnicas con las cuales se trabajó cada superficie. Color: Se establecieron los patrones cromáticos, tanto para cada superficie del fragmento como para el interior de las pastas. Compactación: se expone el grado de compactación que presenta la pasta. Se midió de acuerdo con cómo se comporta al rallarlo con la una. De no sufrir cambio alguno, sería de tipo compacta; de extraer levemente algo de material fino, semicompacta. Deleznable, cuando el material se deshace al rallarlo con la una. Fractura: observada en el corte fresco de la pasta y clasificada a partir de los atributos regular, irregular, cortante y laminar. Estado: remite a la abrasión del fragmento luego de su interacción posdepositacional con agentes naturales y/o antrópicos. Cocción: establece el tipo de atmósfera a la que se sometió la pieza al momento de su cocción para transformarla en cerámica. Parte de la pieza: siempre que es posible se intenta especificar el sector al que habría pertenecido el fragmento dentro de la pieza completa. Las referencias de partes se toman de la Convención (1966). Espesor: obtenido a partir del promedio de varias medidas en distintos sectores del fragmento. Decoración: Se intenta poner en combinación los distintos tratamientos que han sufrido en sus superficies con el objeto de decorar la pieza. Patrón del diseno: en consonancia con la variable anterior, aquí se describen las formas elementales con las cuales se trabajaron iconográficamente las superficies. Rasgos utilitarios: se reserva para cualquier tipo de marca que dé cuenta del uso de la pieza, como por ejemplo exposición al fuego, que consecuentemente puede dejar impregnado hollín, o quemada parte de la pieza, huellas de raspado o abrasión de las superficies. Forma de la pieza: aquí se intenta inferir el tipo de forma original partiendo de categorías amplias como formas abiertas y cerradas (sensu Balfet et al. 1992). Cuando fue posible, se intentó una identificación más precisa a partir de la ocurrencia de rasgos diagnósticos más notables. A partir de observaciones de angulosidad, patrones curvilíneos, patrones decorativos y espesores del fragmento se proyectan morfologías posibles buscando comparativamente correspondencia con las formas ya conocidas para los distintos estilos cerámicos. Asignación tipológico-cronológica: a partir de la sumatoria de los atributos observados en las variables anteriores se clasificó cada fragmento de acuerdo con los períodos clásicos del NOA. Asignación tipológico-estilística: de igual manera, sobre el conjunto de los atributos, los fragmentos fueron adscriptos a un tipo decorativo, de acuerdo con aquellos establecidos para el NOA.

El problema de la tipología inka

Existe un punto particularmente importante que tiene que ver con los fragmentos asignados a los estilos de tipo inka. Entre los investigadores se ha establecido por consenso que muchos elementos estilísticos y morfológicos de la cerámica cusquena se observan a lo largo y ancho del Tawantinsuyu aunque comúnmente la cerámica se fabrique local o regionalmente. Las diferencias suscitadas en este proceso han dado lugar a discusiones importantes en relación con cómo asignar tales estilos para diferenciarlos de los propiamente cusquenos. Rowe (1944) establece los primeros parámetros para clasificar la cerámica inka, pero siempre desde piezas procedentes de los Andes centrales, con seguridad del Cusco. Desde las seis categorías clásicas -Cusco policromo A y B, Cusco monocromo, Cusco rojo sobre blanco, Koripata policromo, Urcusuyu policromo y Cusco ante- se tomaron los primeros parámetros para analizar la cerámica de momento Inka en el NOA y se identificaron sólo los tres primeros (Raffino 1981), pero haciendo una diferenciación respecto de otros estilos que parecían representar mezclas con elementos locales. Así, el epíteto de Inka provincial ha sido ampliamente utilizado. Años más tarde, Calderari y Williams (1991) establecieron cuatro tipos básicos para clasificar la cerámica de este tipo: Cusco policromo (que incluía aquellos establecidos por Rowe), Inka provincial, Inka mixto y Fase Inka. El segundo implicaba copias o imitaciones no exactas de la cerámica cusquena. Recientemente, Bray (2011) discute aquella representación de la cerámica Inka como copia o emulación, dado que por lo general conlleva una carga de sumisión servil en la práctica misma de reproducir los elementos cusquenos. Además, pareciera que los sujetos productores de cerámica fuera del núcleo central eran menos expertos, y de allí las fallas en la búsqueda de la copia exacta. Propone una concepción diferente, que tendría que ver más con una apropiación selectiva de símbolos y formas en una coyuntura de poder limitado. La hibridación, otrora comprendida en categorías aparte como Inka mixto, fue al parecer mucho más común y recurrente aun en objetos que se estimaban como Inka provincial. Así ha quedado demostrado en el estudio sobre un amplio conjunto de platos Inka del NOA en comparación con aquellos originarios del Cusco, como explicáramos en párrafos anteriores. Los platos del NOA presentan grandes diferencias respecto de sus pares cusquenos, tanto en cuanto a forma como a decoración (Páez y Giovannetti 2008). Quizás el concepto menos problemático acerca del "Inka provincial" sea aquel propuesto por Matos (1999), quien incluye en él todas las vasijas producidas como réplica, imitación, hibridación o copia. Mantendremos aquí la categoría de Inka provincial en este sentido, sin pensar en ellas como copias de mala calidad o realizadas por manos menos expertas. Tomamos la iniciativa de nominar como cerámica Inka a toda aquella que presentara un estilo no propiamente local sino que se relacionara con los tipos inkaicos. Pero reconocimos también la existencia de fragmentos, en nuestra zona de análisis como en otros lugares del sitio, que probablemente se relacionen de forma directa con la cerámica propia del Cusco. Para ésta mantuvimos el rótulo de Inka cusqueno.

RESULTADOS DEL ANÁLISIS

Comenzaremos por los resultados desde el punto de vista tipológico estilístico. En la Tabla 1 es posible observar los números totales y porcentajes de los estilos alfareros identificados en el conjunto de la zona de descarte. Un par de categorías merecen aclaración para su mejor comprensión. Consideramos como Pretardíos a todos aquellos que fueron reconocidos en los clásicos tipos de los períodos Medio y Temprano del valle de Hualfín, es decir, Ciénaga, Aguada y Condorhuasi. Decidimos incluirlos en una única categoría para simplificar el esquema general, dado que nuestra tarea está enfocada en el período Inka de la región. Para el rótulo presentado como "Belén o Inka" se trata de fragmentos con engobes rojos solamente y otros con pintura negra sobre engobe rojo, lo cual dificulta la distinción entre un estilo y otro. El resto son los clásicos y conocidos tipos con los cuales se viene trabajando en el NOA desde hace décadas y que por el momento son la mejor herramienta para, tratando de evitar los excesos, distinguir diferentes dinámicas en relación con la cerámica.

Tabla 1. N total y porcentajes de los estilos cerámicos.

Inka provincial e Inka Cusqueno

Uno de los primeros datos que resalta de estos guarismos es el porcentaje relativo de cerámica de tipo Inka provincial. Se trata de fragmentos que representan muy bien aquella simbología inka, volcados en los clásicos íconos de triángulos en hilera, clepsidras, helechos, chevrones, rombos, muchos, en general, trazados en líneas finas de color negro, aunque más raramente en rojo ( Figura 3 y Figura 4). También abundan los engobes rojos, blancos o ante con un muy buen acabado de pulido en su superficie. En relación con la pasta tenemos uno de los mejores elementos para pensar en su manufactura local o regional, dado que es imposible distinguirla de las pastas de la cerámica de tipo Belén, por ejemplo. Hemos reconocido la particularidad de la inclusión de componentes piroclásticos blanquecinos, tanto en los tipos Inka como en los locales Belén e incluso Santamariano2. Lo mismo sucede con la incorporación de tiesto molido. Es muy importante realizar esta distinción general, dado que en El Shincal se ha detectado la presencia de cerámica Inka muy diferente desde la confección de la pasta y aplicación de engobes. Algunos fragmentos con engobes blancos entre tres y cuatro veces más espesos, trazos finos de pintura y pastas totalmente diferentes a las reconocidas en su mayoría en el sitio fueron ubicados en las excavaciones del ushnu y kallanka. También es el caso de uno de estos fragmentos en nuestra zona de descarte. Comparándolo con la cerámica reconocida para Andes centrales, particularmente para el Cusco, encontramos notables similitudes3. El casi 54% de fragmentos correspondientes al tipo Inka provincial supera con claridad otras proporciones cerámicas obtenidas de otros sectores del sitio El Shincal, donde rondan cerca del 39% (Raffino 2004), un número para tener en cuenta si lo ponemos en contexto de las regiones de provincia como veíamos previamente. Además, hay que anadir que varios otros tiestos podrían sumarse como tipos Inka provincial pero, dada la dificultad de trabajar con fragmentos, han quedado bajo el rótulo "Belén o Inka" debido a la imposibilidad de diferenciarlos con certeza. El análisis de estimaciones morfológicas también presentó un panorama interesante (Tabla 2). Los aríbalos o aribaloides (posiblemente mucho más comunes estos últimos, en vistas de su recurrencia en el NOA) mostraron números mucho mayores que el resto de las formas típicas inkaicas (Figura 4). Probablemente sumarían algunos más, pero han quedado en un espacio de incertidumbre, clasificados solamente como formas cerradas indeterminadas. Es interesante resaltar que sólo unos pocos fragmentos de aríbalo/aribaloide (alrededor de diez) presentan restos de quemado y hollín. Dentro de las formas cerradas indeterminadas sucedió lo mismo. En general, como se observa en la Tabla 3, las piezas decoradas en un muy bajo porcentaje fueron expuestas al fuego. Esto es importante al momento de indagar sobre las prácticas en las que se insertarían los aríbalos en el sitio. Dentro de las piezas bien identificadas, los típicos platos con engobes rojos y decoración pintada en su interior representaron poco más del 8%. Otra forma abierta pero diferente en dimensiones como el p'uku solamente pudo reconocerse en un ejemplar. Sumando esto a los casos de formas abiertas indeterminadas, vemos que, en relación con formas cerradas, son marcadamente minoritarios. Luego, se han podido reconocer algunos ejemplares de las típicas jarritas con asa cinta, a partir sobre todo de fragmentos de cuello y boca, dado que son fuertemente evertidos. El único ejemplar de pie de compotera no necesariamente significa que estos tipos de piezas sean cuantitativamente insignificantes. Es probable que, entre los numerosos fragmentos toscos, muchos pertenezcan a estas formas. Por último, el único fragmento identificado con un estilo inka muy similar a aquellos que provienen de los Andes centrales presenta una capa de engobe blanco en la superficie interna y pintura negra sobre engobe rojo en la externa. Expone también un excelente pulido. Una característica adicional que comparte con otros similares hallados en el sitio es la composición y calidad de la pasta. Presenta un núcleo de cocción grueso color gris y una cantidad inusual de agregado de litoclastos redondeados distintos de las arenas de las otras pastas.

Tabla 2. N y proporciones de morfologías inferidas.

Tabla 3. . N y porcentajes comparativos entre tiestos con marcas de uso y sin ellas.

Figura 3. Fragmentos representativos del estilo Inka provincial de El Shincal (zona de descarte).

Figura 4. Fragmentos Inka provincial pertenecientes a cuellos (izquierda) y cuerpos (derecha) de aríbalo o aribaloide.

Conjunto de los tipos tardíos

Volviendo sobre la Tabla 1, vemos una amplia gama de estilos que han sido reconocidos como propios del período Tardío del NOA aunque en plena convivencia con la ocupación inkaica (Figura 5). En total suman un 11,5% pero, discriminado por tipos particulares, la cerámica Belén se presenta mayoritaria, con poco menos del 7%, aunque podría ser superior contabilizando el problema de aquellos que no hemos podido distinguir de lo Inka. En plena zona de dispersión de lo que fuera considerado "Cultura Belén" (Sempé 1999) no debería extranar un predominio de este tipo por sobre los otros tardíos. Los fragmentos de piezas de tipo Santamariano le siguen en cantidad. Llama la atención que correspondan todos a formas cerradas, posiblemente entre los que se han considerado como urnas, aunque este apelativo requiera una discusión conceptual, sobre todo en relación con su función. Lo mismo observamos con los fragmentos Sanagasta, mientras que para el Famabalasto negro sobre rojo encontramos dos fragmentos claramente asignables a la forma p'uku. El único fragmento Yocavil también se asignaría a este tipo de piezas. En relación con la morfología de lo Belén, sí detectamos algunos p'uku más (seis o siete) pero quedan opacados por la presencia mayoritaria de urnas. Dentro de los pocos tiestos decorados que presentan evidencia de exposición al fuego aparecen cuatro de tipo Belén (tres formas cerradas y una abierta) y tres santamarianos. El resto de los tiestos no tiene evidencias claras de uso.

Tabla 1. N total y porcentajes de los estilos cerámicos.

Figura 5. Conjunto de fragmentos pertenecientes a diferentes estilos propios del NOA.

Toscos utilitarios

Los tipos toscos, generalmente de espesores gruesos y componentes cuantitativamente importantes de inclusiones de arena y litoclastos, son los que siguen proporcionalmente a los tiestos Inka. Hemos contabilizado algo más de 140 fragmentos -si incluimos los Caspinchango, que en poco se diferencian de los toscos-, que representan un 23% de la muestra total. No suelen presentar decoración de ningún tipo, a excepción de una decena que muestran un baño o pátina color blanquecino en su superficie externa, bastante rugosa. Sí es común, en cambio, un peinado de gruesas incisiones de manera desordenada y azarosa. Los espesores son variables dentro del rango 0,5-1,2 cm, y la mayoría se concentra en los 0,7-0,9 cm. Solamente se ha podido estimar en un caso el diámetro de boca, en virtud de un fragmento de borde. Correspondería a una olla de 48 cm de diámetro en aquella sección. El dato más relevante para este conjunto quizá provenga de las evidencias de exposición al fuego. La Tabla 3 muestra que más de un 59% de la muestra de toscos contenía hollín o marcas de quemado.

Conjunto de tiestos pretardíos

Bajo este rótulo hemos agrupado a todos aquellos fragmentos identificables como Aguada o Ciénaga. El cono aluvial del Quimivil ha presentado siempre una buena cantidad de restos materiales pertenecientes al período Formativo, y calculamos que a ello se debe su aparición en cualquiera de los contextos trabajados. En la zona de descarte, ha sido minoritaria la proporción en relación con otros espacios incluso recintos excavados (Lema et al. 2009). En estos últimos casos, fueron interpretados como provenientes del barro con el que se rellenaron algunas edificaciones de momento Inka. Representan apenas un 2% del total los doce fragmentos asignables a tipos Aguada y Ciénaga en nuestro espacio de estudio.

Características generales del conjunto

Al visualizar globalmente toda la muestra analizada podemos establecer, entre otras cosas, que se ha presentado una proporción relativamente alta de fragmentos decorados y bien acabados. Asimismo, más allá de la hegemonía de los fragmentos inkaicos vemos una interesante diversidad (Belén, Santamariano, Sanagasta, Famabalasto N/R y Yocavil de tipos procedentes de otras regiones), si hemos de guiarnos por la dispersión tipológica presente en los momentos preinka. Pero un dato importante para correlacionar con los procesos posdepositacionales que sufrieran los tiestos es la focalización sobre los estados de alteración. Esta variable permite establecer algunos parámetros para inferir procesos de movilización natural de los tiestos. La Tabla 4 muestra cómo una gran mayoría de fragmentos no presenta estado alguno de abrasión. Mientras que un exiguo número de cinco fragmentos pudieron reconocerse con una erosión importante, otros 80 (13%) presentaron algunos rasgos que podrían asociarse a una alteración natural, ya sea por retransporte o pasaje de agua, pero siempre hablando de un nivel moderado. Sólo la carbonatación puede reconocerse como un factor natural altamente influenciable sobre el estado original de la cerámica. Este es un problema que se registra en todo el cono aluvial debido a la alta concentración de carbonatos diluidos en el suelo.

Tabla 4. . Estado de conservación de los fragmentos.

LAS FESTIVIDADES, EL COMENSALISMO POLÍTICO Y LA COMIDA: EL ROL DE LA CERÁMICA EN EL CONTEXTO DE EL SHINCAL

En varios pasajes de este artículo hemos hecho referencia breve a un posible rol preponderante de El Shincal como centro neurálgico donde se llevarían a cabo fiestas financiadas por el Estado, algunas posiblemente vinculadas al calendario ritual del Tawantinsuyu. Es una afirmación importante que requiere buena argumentación de varias líneas de evidencia, y el estudio de la cerámica que presentamos aquí contribuye significativamente. Desde las primeras investigaciones en el sitio se pusieron de manifiesto ciertos elementos muy llamativos y distintivos dentro de los asentamientos Inka del Kollasuyu: las dimensiones de sus construcciones arquitectónicas, como la plaza, el ushnu (16 x 16 m) y las kallankas (la más notoria, 33 x 6 m), entre algunas otras de menor porte (Raffino 2004). Todas las edificaciones se realizaron íntegramente con roca canteada, lo cual denota un enorme esfuerzo puesto en la construcción. Otros elementos de alto simbolismo ritual se manifiestan en ambos cerritos aterrazados dispuestos al este y al oeste de la hawkaipata, rodeados por muro y con acceso por largas escaleras, uno de ellos con el gran afloramiento rocoso a manera de wanka. Las excavaciones de ushnu y kallankas dieron cuenta de materiales y contextos vinculados a cultos y ofrendas (Raffino et al. 1997; Raffino 2004); es decir, más allá de lo arquitectónico en sí, están muy bien probadas las prácticas rituales en los espacios circundantes e internos de la plaza. Estos rituales, sumados a las características arquitectónicas notables de El Shincal llevaron a Farrington (1999) a proponerlo como uno de los "Nuevos Cusco", capitales de provincia que simbólicamente emulaban al Cusco central. Se sabe por los cronistas que en estos sitios se llevaban adelante numerosas ceremonias de alto valor religioso y político (Farrington 1998). La conexión entre estas prácticas con eventos festivos comunales puede establecerse a partir de trabajos que combinan indagación etnohistórica y trabajo arqueológico (Morris 1985; Bray 2003; Kaulicke 2005). Vimos en los primeros acápites cómo desde la cerámica es posible establecer vínculos con los patrones de consumo de comidas y bebidas en estos eventos. En El Shincal, es posible establecer estos mismos criterios, pero antes debemos mostrar brevemente otros elementos que recientemente han salido a la luz y que ayudan mucho a entender los pasos de confección y preparación de comidas y bebidas en gran escala. La gran cantidad de morteros comunales dispersos a lo largo del cono aluvial, e incluso dentro del sitio mismo nos han mostrado no sólo que presentan los mismos patrones morfológicos e incluso estilísticos, sino que fueron elaborados para procesar vegetales comestibles en una escala que con creces superó el consumo doméstico (Giovannetti 2009). Apuntábamos en la introducción que se trata de 23 conjuntos en los que se distribuyen heterogéneamente más de 360 unidades de molienda en perfecto estado de uso aún en la actualidad. Modelizamos en cada conjunto, mediante las proximidades de cada oquedad, esquemas cuantitativos en relación con la cantidad de gente que podría haber molido al mismo tiempo sin estorbarse físicamente. El resultado arrojó un sorprendente número de 150 personas que podrían haber trabajado al mismo tiempo (Giovannetti 2009). Casi una factoría, se podría decir. En las excavaciones realizadas en dos de estos conjuntos (los denominados "Ruinas" y "EGP") pudo establecerse un contexto signado por numerosos fogones, a juzgar por la enorme cantidad de restos arqueobotánicos carbonizados, además de sectores con manchones cenicientos (Giovannetti 2009). Si bien una gran cantidad de los restos de carbones correspondían a lenos, subproducto de la producción de fuego, sorprendieron mucho los más de 18.000 restos de plantas, en su gran mayoría comestibles. Aproximadamente la mitad se identificó con especies afines al Prosopis sp. (algarrobo), producto de la recolección, al igual que el chanar (Geoffroea decorticans), que representó un porcentaje menor, cercano al 12%. Sin embargo, diferentes restos del fruto del maíz (Zea mays) representaron un 32% de la muestra; muchos correspondieron a granos fracturados (posiblemente por efecto de la molienda), y otros a cúpulas y pequenos restos de marlo. Cuando se analizó en conjunción con los restos cerámicos y la cantidad de fogones, tuvo muchos factores a favor un panorama relativo a la producción de chicha y comidas. La mayor parte de la cerámica correspondía a fragmentos de ollas toscas con mucha evidencia de exposición al fuego. También a algunos fragmentos de aríbalos o aribaloides, quizás utilizados para el transporte de las bebidas preparadas (Giovannetti et al. 2010). Los restos de maíz se corresponderían con el descarte de lo que en algunos lugares de denomina "afrecho", es decir, los subproductos de la cocción y hervor de la chicha (Vázquez 1967). La molienda del algarrobo y el chanar también podría vincularse a la producción de bebidas alcohólicas, sumamente valoradas por las poblaciones nativas del NOA aún después de la conquista española (Noli 1999). La construcción del relato de este contexto arqueológico tuvo una gran ayuda en el artículo de Hayashida (2008), quien hace un importante trabajo etnoarqueológico de la producción de chicha en el Perú actual. Realizamos la anterior resena de nuestras investigaciones para dar cuenta de los elementos que destacan a El Shincal de la mayor parte de los sitios inkaicos del NOA, tanto a partir de su arquitectura como desde elementos para la producción de comidas y bebidas a gran escala. Después de todo, muy pocos sitios concentran más de 360 morteros en sus inmediaciones. Pero en relación con este trabajo, ?cómo se articula la cerámica de un sector particular como nuestra zona de descarte? En primer lugar, hemos recolectado una amplia muestra, con una notable variedad de fragmentos que representan diferentes piezas cada uno. Esto, sumado a su buen estado de preservación -es decir, a la ausencia de desgastes en una gran mayoría- nos lleva a pensar que piezas que circularon en algún momento de la historia del sitio fueron descartadas, una vez rotas, aquí. Por lo demás, es realmente sorprendente el porcentaje de cerámica de tipo Inka provincial. Aclaramos nuevamente que, al no encontrar diferencias en la factura de las pastas con los estilos locales, consideramos que gran parte de la cerámica Inka se confeccionó local o regionalmente. Un dato a tener presente es que la mayor parte de los sitios Inka provinciales no superan el 12% de cerámica de estilo estatal (Raffino 2004). Siguiendo las interpretaciones formuladas por Bray (2003), podríamos estar ante una situación de festividades financiadas por el Estado que congregaban una gran cantidad de gente. El porcentaje mayoritario de aríbalos apoyaría esto en el sentido de que habrían sido portadores para las grandes cantidades de chicha requeridas4. Los morteros públicos serían una evidencia de espacios de producción de esta bebida, al menos en algunos de sus pasos de elaboración. En relación con los porcentajes, podemos ver que en sitios del Perú con elevado estatus dentro del esquema estatal, como Hatunmarca y Marca, la cantidad de cerámica de estilo Inka fue también muy elevada (D'Altroy 2003). Pero en los espacios residenciales se reducía a menos del 25%, lo cual permite concluir que el privilegio o la obligación de utilizar cerámica estatal se vinculaba más a actividades políticas y ceremoniales que al uso cotidiano aún de los mismos sujetos privilegiados en la escala social. Los restos de platos podrían vincularse a otra idea interesante. Su morfología y tamaños permiten establecer sólidamente su uso para el servido de algún tipo de comida, que pudo haber sido indistintamente una especie de guiso o potaje, o quizás algo más sólido. Dado que el número de fragmentos de platos es significativamente menor que el de aríbalos, podríamos pensar que esta proporción tuvo lugar también en el pasado. Quizá los recipientes de madera o de calabaza habrían cumplido una función parecida, pero siendo los platos inka piezas con un estatus particular, sería factible pensar en cierta restricción respecto de su uso y circulación. Internémonos por un instante en la problemática de los espacios de comensalismo político aunque su estudio sea relativamente reciente dentro de la problemática inkaica. En El Shincal, algunos recintos excavados han presentado algunos platos de buena calidad, pero aún falta un estudio más profundo para corroborar ideas sobre el rol que habrían jugado dentro de estos lugares y quiénes habrían hecho uso de estos. Por el momento, mantenemos como hipótesis que los platos habrían cumplido un papel especial en las ceremonias de comensalismo político, que justamente se caracterizaban por el ofrecimiento de abundante comida y bebida al agasajado visitante5. En relación con la diversidad de estilos locales del NOA, podríamos contextualizarla en la propuesta de El Shincal como nodo que habría congregado personas y objetos desde lugares lejanos en los momentos de reunión festiva, más que como mitimaes o tributo. Para descartar lo último recurrimos a los trabajos etnohistóricos que siempre han considerado la estructuración de la economía del Tawantinsuyu sobre la base del tributo en trabajo más que al de bienes (Murra 1978). Para el caso de los posibles mitimaes, notamos que son frecuencias bajas de estilos, salvo el correspondiente a la cerámica Belén, muy propia de la zona. Encuadraría mejor una interpretación que considerara la circulación más bien circunstancial y de baja escala, quizás como producto del peregrinaje desde regiones distantes del NOA. A esto último podemos agregar, además de lo identificado para la zona de descarte, la identificación de piezas y fragmentos de estilo Yavi, un fragmento Sunchituyoc procedente de Santiago del Estero, Diaguita chileno y unos pocos fragmentos de estilo Pacajes, así como de estilo Famabalasto Negro Grabado. En el campo especulativo podríamos proponer también la llegada de objetos lejanos para ser partícipes de ceremonias y rituales. Desde la excavación del ushnu ha sido identificado un numeroso conjunto de objetos, algunos de ellos de regiones distantes, como moluscos del océano Pacífico, fichas de rodocrosita y cristales de amatista de tamaños importantes, entre varios otros elementos (Raffino et al. 1997), y restos óseos de animales alóctonos, como espátula rosada (Platalea ajaja), ave cuyo hábitat se relaciona con cuerpos de agua lacunares y que en la actualidad se ubica en las zonas punenas de Salta y Jujuy (Igareta et al. 2008). Por último queremos destacar la importancia de las piezas toscas, en su mayoría cargadas de hollín, lo cual evidencia una vida útil de cocción de alimentos. Aún sabiendo que las actividades cotidianas producen una gran cantidad de elementos similares a estos, es legítimo también preguntarse sobre el rol en la preparación de chicha. Varios tipos de cántaros son necesarios en este complejo proceso (Vázquez 1967; Hayashida 2008), aunque uno de los más recurrentes es el conformado por aquellas grandes ollas de boca ancha y paredes gruesas. Muchos fragmentos analizados podrían corresponderse con esto, pero reconocemos que es aún apresurado construir certezas a partir de este tipo de evidencia.

CONCLUSIÓN

Desde la arqueología del NOA poco a poco vamos develando la historia de uno de los estados más extensos y complejos de la América prehispánica. La historia inka en nuestro país sin dudas ha dejado huellas en las prácticas sociales actuales que aún no son bien comprendidas o siquiera estudiadas desde las mismas ciencias sociales. Pero con seguridad, otras formas han desaparecido por completo y difícilmente podemos entenderlas, aunque bien vale el enorme esfuerzo desde la etnohistoria y la arqueología. Quizás entre esto último se encuentre una o unas forma/s particulares de llevar adelante la práctica política que desde nuestro entendimiento actual comprendemos bajo el concepto de dominación. Quizá no sea tan difícil percibir maneras en las que, a través del montaje aparatoso de la congregación festiva y ritual o el mismo comensalismo político -desde la hospitalidad para lograr acuerdos y alianzas entre elites- se pueda llevar adelante un modelo de control sobre poblaciones conquistadas y anexadas al Estado inka. Quizás los restos cerámicos que analizamos en los acápites precedentes representen este tipo de prácticas, y que a ello se deba la ocurrencia diferencial, por ejemplo, entre aríbalos y platos o cerámica de estilo Inka y cerámica de estilos locales. En cierta forma, parece cumplirse sin mayores dificultades lo que ya planteara en sus trabajos Tamara Bray (2003a 2003b 2004) para reconstituir ciertas relaciones sociales en el marco de las provincias. Esto puede ser así, estamos de acuerdo, y la evidencia material parece sustentarlo, al menos para El Shincal. Pero ese mundo de festividades, chicha, tributo en trabajo, jerarquías y objetos comunicantes de dichas relaciones a través de la estampa de símbolos con seguridad iba mucho más lejos que nuestra complaciente dicotomía dominador/dominado. La arquitectura monumental y los amplios espacios, la cerámica morfológica y simbólicamente estatal y la constitución de un paisaje con marcadores sagrados a la manera del Cusco pueden tentarnos en el montaje de una realidad marcadamente inkaica transformando radicalmente la vida de las comunidades previas. Pero aun tomando en cuenta los elementos enumerados previamente, existen otros que no dejan de llamar la atención aunque no hayan sido el objeto específico de esta presentación. Por un lado, la recurrencia, más que la casualidad, de elementos sincréticos tanto en la morfología como en la decoración de la cerámica clásicamente calificada como Inka. En El Shincal se cuenta con algunos ejemplares interesantes (Páez y Giovannetti 2008). En piezas que al parecer cumplían un rol muy importante comunicando códigos del Estado existía un significativo espacio para símbolos que no eran estrictamente inkaicos. Luego, por otro lado, el descubrimiento de elevadas y mayoritarias proporciones de uso de algarrobo en la preparación de comidas y bebidas para las reuniones festivas. Fue el recurso principal en los morteros múltiples (Giovannetti 2009) como en todas las estructuras excavadas como las kallankas, ushnu o kanchas (Capparelli y Raffino 1997). En general persiste la creencia, postulada y defendida principalmente por Murra (2004), de que con el avance inka la frontera del cultivo masivo de maíz se extendió concomitantemente legitimada en creencias acerca de su supremacía alimenticia y sagrada. Aquí, si bien el maíz es importante, el algarrobo se introduce con toda la fuerza del valor, también alimenticio y sagrado, en la cosmovisión de las comunidades locales. ?Negociaciones de prácticas manifiestas en los patrones de consumo? ?Resistencias ante la imposición foránea? ?Esencialismo estratégico a la manera de Laclau (1996)? Es realmente difícil ponerlo en esos términos. Quizás ayude un poco más aquello planteado por Bhaba (1996) en cuanto a que ciertas estrategias de hibridación "revelan un movimiento de extranamiento en la inscripción 'autorizada` y hasta autoritaria del signo cultural. Cuando el precepto intenta objetivarse como un conocimiento generalizado o una práctica normalizadora hegemónica, la estrategia o discurso híbrido abre un espacio de negociación donde el poder es desigual pero su articulación puede ser equívoca. Dicha negociación no es ni asimilación ni colaboración y hace posible el surgimiento de una agencia 'intersticial` que rechaza la representación binaria del antagonismo social. Las agencias híbridas encuentran su voz en una dialéctica que no busca la supremacía o soberanía cultural. Despliegan la cultura parcial de la cual surgen para construir visiones de comunidad y versiones de memoria histórica que dan forma narrativa a las posiciones minoritarias que ocupan; el afuera del adentro: la parte del todo" (Bhaba 1996: 103). Quizás eso haya sido realmente el Tawantinsuyu.

NOTAS

1 El análisis contempló tanto observaciones macroscópicas como submacroscópicas (lupa binocular), aunque en esta oportunidad las características registradas con lupa binocular no serán presentadas dado que son parte de otro trabajo en preparación.

2 Los estudios actuales sobre tecnología cerámica están mostrando una tendencia sobre este tipo de componentes en relación a la cerámica Inka provincial y local de momento inkaico. Por el momento ha sido reconocida con porcentajes altos en sitios del NOA y provincia de Mendoza (Prieto Olavarría et al. 2007; Páez y Arnosio 2009).

3 Las colecciones arqueológicas del Museo de La Plata cuentan con una importante cantidad de piezas provenientes del Cusco, que son las que utilizamos para realizar nuestra comparación.

4 La escasa presencia de marcas de quemado u hollín en los fragmentos de aríbalos sustenta la idea de piezas preparadas para el transporte de líquidos.

5 Más allá del testimonio graficado de Guaman Poma de Ayala (1987 [1615]), que ilustra un encuentro entre un gobernante inka y un español, en el cual el primero ofrece un plato con comida, es muy sugerente la frecuencia con que los platos inka aparecen de a pares gemelos. Bingham (1930) así lo percibió para la enorme cantidad de estas piezas halladas en Machu Pichu, sitio que se asume destinado a las elites. En el NOA existen ejemplos similares de pares repetidos hallados en tumbas (Debenedetti 1917; Páez y Giovannetti 2008). Interesante analogía puede constituirse con los keros, en general fabricados de a pares, que constituyen un símbolo de la alianza que se establece al dar de beber chicha al invitado con un vaso similar al del anfitrión (Mulvany 2004).

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