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Intersecciones en antropología

versión On-line ISSN 1850-373X

Intersecciones antropol. vol.15 no.1 Olavarría jun. 2014

 

ARTÍCULOS

Arqueología en espacios fronterizos del sudeste bonaerense (siglo XIX): resultados de las primeras prospecciones

 

Vanesa N. Bagaloni

Vanesa N. Bagaloni. Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Laboratorio 3, División Arqueología, Museo de La Plata. Paseo del Bosque s/n° (1900), La Plata, Buenos Aires, Argentina. E-mail: vbagaloni@yahoo.com.ar

Recibido 29 de marzo 2012.
Aceptado 21 de octubre 2012

 


RESUMEN

En este artículo se presentan los primeros resultados de las prospecciones arqueológicas desarrolladas en una microrregión del sudeste del área Interserrana bonaerense constituida por los partidos de San Cayetano, este de Tres Arroyos y sur de Gonzales Chaves y Benito Juárez. Junto con el registro arqueológico se discute información proveniente de fuentes escritas, a fin de caracterizar las ocupaciones criollas y de aportar nuevos elementos para comprender la dinámica de los espacios fronterizos conformados en esta zona a lo largo del siglo XIX. En este sentido, se realiza una caracterización general del área a partir de la búsqueda de antecedentes ambientales, arqueológicos, etnohistóricos e históricos. Luego, se analizan e interpretan 110 duplicados de mensuras provenientes de Geodesia (provincia de Buenos Aires) que permitieron visualizar las potencialidades arqueológicas de la zona de estudio y orientaron las tareas de campo. A través de recolecciones superficiales y sondeos se detectaron 18 sitios arqueológicos entre asentamientos rurales e instalaciones militares, siete de los cuales son investigados aquí con mayor profundidad. Este trabajo constituye el primer estudio sistemático sobre asentamientos fronterizos en esta microrregión, donde se observa una amplia diversidad de sitios arqueológicos con características y funciones diferentes.

Palabras clave: Arqueología histórica; Asentamientos fronterizos; Prospecciones; Sudeste bonaerense.

ABSTRACT

Archaeology in border areas of the southeast of Buenos aires (xix century): results of the first surveys. In this article there are presented the first results of the archaeological surveys carried out in a micro region of southeastern Buenos Aires Interserrana area constituted by the locations of San Cayetano, located at the east of Tres Arroyos and the south of Gonzáles Cháves and Benito Juárez. The archeological information provided by wroten sources with the objective of distinguish the ocupation of the criollos are discussed, in order to contribute with new elements for understanding the dynamics of the border areas constituted by this micro region throughout the XIX century. In this sense, a general area characterization is made from the search of environmental, archaeological, ethnohistorical and historical records. Then 110 mensurations from Geodesy (Buenos Aires province) were analized which allowed us to visualize the potential archaeological study area and guided field work. By superficial recollections and polls 18 archaeological sites were detected between rural settlements and military installations, only seven were studied more in detail. This work constitutes the first systematic study of border settlements in this micro region in which we can see a big diversity of archaeological sites with different functions and characacteristics.

Keywords: Historical archaeology, Frontiers settlements, Surveys, Southeast of Buenos Aires province.


 

INTRODUCCIÓN

La construcción del espacio fronterizo del sudeste bonaerense a lo largo del XIX implicó la instalación de asentamientos rurales vinculados a actividades agropecuarias desde la década de 1830, la conformación de distintas líneas de fronteras (Sur y Costa Sur) a partir de la instalación de fuertes, fortines, cantones y postas, y la profundización de los cambios en los modos de vida de las sociedades indígenas que culminaron con el proceso de aniquilación de los grupos originarios por parte del Estado-nación. Además, durante este siglo, en la región pampeana se intensificaron las relaciones, conflictos y negociaciones intra e interétnicas y se ampliaron las redes de interacción comercial entre centros locales, regionales y extrarregionales tanto de los grupos aborígenes como de sectores criollos y entre estos. Asimismo, la influencia local y regional de la modernización y el capitalismo industrial, sobre todo desde mediados del siglo XIX, modeló la sociedad rural emergente (Giberti 1961; Sábato 1989; Zebeiro 1998; Mayo 2000; Sesto 2005; Garavaglia y Gelman 2003).
El presente trabajo constituye el primer acercamiento al estudio sistemático de contextos fronterizos poshispánicos en el sudeste del área Interserrana bonaerense. Esta investigación se enmarca dentro del proyecto de tesis doctoral denominado "Arqueología de los asentamientos fronterizos en el Sudeste Bonaerense (siglo XIX)", en el que se busca analizar y discutir información arqueológica y documental a fin de caracterizar las ocupaciones indígenas y criollas de una microrregión y proporcionar nuevos elementos para entender la dinámica de los espacios fronterizos. Este proyecto pretende, a largo plazo, caracterizar y comprender los modos de vida de las primeras instalaciones criollas de la frontera del sudeste bonaerense, tales como fortines, casas de negocios y pulperías, estancias y puestos rurales; examinar el papel de estas en la configuración del territorio rural pampeano e indagar sobre la vida de los grupos indígenas poshispánicos en la zona de estudio considerando los cambios producidos a partir del avance y la ocupación criolla.
Particularmente, los objetivos que delinearon este artículo consistieron en: 1) determinar las características generales de la microrregión conformada por los partidos de San Cayetano, este de Tres Arroyos, y sur de Adolfo Gonzales Chaves y de Benito Juárez (Figura 1); 2) relevar los antecedentes arqueológicos y documentales del área incluyendo las referencias cartográficas (mapas y duplicados de mensuras del siglo XIX); 3) localizar y muestrear sistemáticamente sitios arqueológicos atribuidos a grupos indígenas poshispánicos, asentamientos criollos e instalaciones militares; 4) determinar y cuantificar los conjuntos materiales procedentes de dichos sitios; y 5) analizar y discutir las fuentes escritas éditas e inéditas relacionadas con los asentamientos estudiados. En este sentido, se presenta una síntesis de los sitios arqueológicos más relevantes hallados hasta el momento pero no se realiza un abordaje profundo, cualitativo e interpretativo de cada sitio ya que nuestro propósito en este trabajo es explorar y determinar las potencialidades arqueológicas generales del área.


Figura 1.
Área de estudio, zonas prospectadas y ubicación de los sitios arqueológicos detectados: 1. Cristiano Muerto, 2. Las Toscas 3, 3. La Libertad, 4. Mariano Villalba, 5. Esquina de Zabala, 6. La Gaviota, 7. El Indio, 8. San Pedro, 9. Máximo Ortiz, 10. Chapar, 11. El Lucero, 12. Pescado, 13. Puesto San Pedro, 14. Machado, 15. Tapera de Sabino, 16. Tres Horquetas, 17. La Ballena, 18. Santa Catalina.

Esta microrregión es de especial interés ya que tanto el registro material producido por las sociedades indígenas poshispánicas, como aquel derivado del avance de la población criolla durante el siglo XIX han comenzado a ser abordados en forma sistemática recién a partir del año 2006 (Bagaloni 2008, 2010; Bagaloni et al. 2011). Hasta ese año sólo se contaba con información aislada proveniente de algunos sitios arqueológicos así como de hallazgos puntuales. En contraposición, el estado actual del conocimiento sobre las sociedades indígenas prehispánicas de esta microrregión es mucho más completo, ya que desde la década de 1980 se desarrollan distintos proyectos de investigación centrados, principalmente, en los sitios Arroyo Seco 2 (Politis 1984), Laguna Tres Reyes 1 (Madrid et al. 1991), Cortaderas (Massigoge 2009); y en las localidades El Guanaco (Bayón et al. 2004) y Las Brusquillas (Massigoge 2009), entre muchos otros.

BREVE CARACTERIZACIÓN AMBIENTAL DEL ÁREA DE ESTUDIO

La microrregión en estudio se encuentra dentro del área Interserrana bonaerense, en la cual se distinguen tres zonas: la llanura, una faja periserrana y la costa atlántica (Politis 1984). Fitogeográficamente, constituye un territorio que se incluye dentro de la provincia Pampeana Austral -en el dominio Chaqueño en la región Neotropical- donde la vegetación predominante es la estepa o pseudoestepa de gramíneas (Cabrera 1976). Zoogeográficamente corresponde al dominio Pampásico de la región Guayano-Brasileña (Ringuelet 1955) con presencia de diversas especies entre las que se destacan roedores -vizcachas, carpinchos, coypo, cuis y ratas-, armadillos -peludos y mulitas-, comadreja y zorro pampeano, entre otros. Entre las aves se registran ñandú común, perdiz y lechuza. Asimismo, con relación a la fauna introducida encontramos tanto doméstica -vaca, caballo, oveja, cerdo- como silvestre -e.g., liebre europea-. En general, el clima es templado, con veranos calurosos -temperatura media de 22° C- e inviernos fríos -temperatura media de 8° C- con alternancia de ciclos húmedos y secos. Estas condiciones climáticas se habrían establecido recientemente, ya que distintas fuentes de información -etnohistórica, geológica, paleontológica y sedimentológica- evidencian para el siglo XVIII y hasta principios del XIX el desarrollo de una fase más árida y fría correlacionable con un fenómeno mundial denominado "Pequeña Edad del Hielo" (Politis 1984; Rabassa et al. 1989).
En relación con los ambientes de sedimentación, coexisten diferentes agentes depositacionales que por su propia dinámica suelen superponerse en la estratigrafía. Los ambientes sedimentarios que se reconocieron para los partidos de San Cayetano, Tres Arroyos, Gonzales Chaves y Benito Juárez a través de la bibliografía, del análisis de cartografía, fotos aéreas e imágenes satelitales, junto con el examen pedestre del terreno son tres: 1) ambiente aluvial: los sedimentos son erosionados, transportados y acumulados por los cursos de agua (arroyos sinuosos, con barrancas variables, de segundo orden), por ejemplo, los arroyos Cristiano Muerto, Cortaderas, Pescado Castigado, Claromecó, Quequén Salado, etc.; 2) ambiente eólico: los sedimentos son transportados y acumulados por el viento (dunas, loess), por ejemplo, la faja costera; 3) ambiente lacustre: los sedimentos son depositados en las adyacencias de cuerpos de agua, por ejemplo, las lagunas La Salada, La Gaviota, Querejeta, Las Toscas, etcétera. Por último, el impacto antrópico provocado en esta microregión por la actividad agrícola -principalmente el arado-, el pisoteo de los animales domésticos, el dragado y canalización de varios tramos de los arroyos -e.g., en el Cristiano Muerto- han transformado sustancialmente el drenaje natural y acelerado procesos erosivos y sedimentarios de acumulación (Zárate y Rabassa 2005).

ASPECTOS TEÓRICO-METODOLÓGICOS

Esta investigación contempla una amplia y flexible definición de Arqueología Histórica entendiéndola como aquella disciplina arqueológica que trata del estudio global y comparativo de los procesos sociales del pasado de diversos grupos étnicos sobre los cuales existe algún tipo de registro escrito, ya sea producido por ellos mismos o por otros (Pedrotta 2005). Asimismo, la Arqueología Histórica Rural se concibe en un sentido extenso que incluye tanto una arqueología dirigida hacia las instalaciones productivas criollas como estancias, chacras y puestos rurales (Brittez 2004), así como también hacia los asentamientos militares, tolderías indígenas, casas de negocio y pulperías que se emplazaron en el espacio fronterizo. La frontera, a su vez, constituye un proceso y un espacio dinámico donde diferentes actores -e.g., indígenas, misioneros, militares, tropa, comerciantes, hacendados, trabajadores rurales- se articularon mediante múltiples actividades, funciones y roles dinámicos, y la transformaron en un espacio político, económico y social que conectaba cotidianamente a la sociedad aborigen pampeana y la sociedad hispano-criolla (Cusick 1998; Ratto 2003; Pedrotta 2005). El paisaje rural pampeano se conforma, entonces, como un ámbito en el que diversas personas, relaciones y contextos integran un sistema irreductible que puede ser conocido arqueológicamente y constituye una construcción social tanto tangible como intangible. En este trabajo, se pretende iniciar con una primera construcción de ese paisaje rural mediante la comprensión de los asentamientos rurales estudiados arqueológicamente.
Para comprender e interpretar situaciones de interacción en contextos geográficos específicos -e.g., frontera-, donde intervienen variables determinadas e interactúan personas, el medio ambiente y la cultura material, es necesario integrar las condiciones de desarrollo locales y regionales dentro de un enfoque mayor, que contemple los procesos globales (Cusick 1998). De esta manera, se distinguen tres escalas de análisis espaciotemporales: 1) microrregional, focalizada en el análisis dentro y entre los sitios arqueológicos del área de estudio; 2) macrorregional, centrada en la interacción entre los aspectos naturales y la distribución espacial y temporal de los diferentes asentamientos en el paisaje pampeano; y 3) global, que valora las interacciones e influencias sociopolíticas y económicas que, dentro de un contexto de mundo moderno, afectaron a los distintos asentamientos fronterizos. Además, este estudio se basa en la integración de dos cuerpos conceptuales y metodológicos fundamentales: el arqueológico y el histórico. Las dos clases de datos con las que contamos -fuentes escritas y registro arqueológico- se tratan metodológicamente a un mismo nivel. Ambos pueden ser complementarios y contradictorios, funcionan a distinta escala y generalmente nos informan de aspectos diferentes, y no es posible privilegiar a priori o a posteriori a uno sobre otro (Little 1994). La combinación de estos dos cuerpos conceptuales, tanto para reconstruir contextos y procesos pasados y como fuentes generadoras de hipótesis o de nuevas vías de investigación, posibilita novedosas interpretaciones relacionadas con las distintas problemáticas dadas en el espacio fronterizo bonaerense (Pedrotta 2005). Las fuentes escritas se evaluaron a través de distintos "indicadores críticos" teniendo en cuenta sus sesgos y limitaciones (Lightfoot 1995). De este modo, se siguió una "crítica externa" de la documentación relacionada con la confiabilidad de las fuentes, la autenticidad, procedencia y el estado del documento, etc.; y una, "crítica interna", teniendo en cuenta la confiabilidad de los testimonios, valoración, análisis situacional y procesual del autor, filiación del dato, prejuicios de los autores, motivos y la institución que origina el documento, entre otros. Además, se estimó la compulsa de la información con fuentes coetáneas. El registro escrito posibilitó tener una visión local de los contextos de desarrollo sociocultural específicos y propios de la dinámica social, económica y cultural de la región pampeana, los cuales están vinculados indudablemente con procesos que se dieron en el ámbito nacional y mundial. Se consultaron documentos y expedientes en el Archivo General de la Nación (AGN), en el Servicio Histórico del Ejército (SHE), en el Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires "Dr. Ricardo Levene" (AHPBA) y en el Municipal "José A. Mulazzi" de Tres Arroyos (MTA), así como información inédita de primera y segunda mano (cartas, fotografías, testamento, diario) en posesión de los descendientes de Teófilo C. Gomila (1845-1917). Las fotografías se analizaron con luz natural y artificial con lupas de 8x y 10x por una misma persona, y luego se registró una lista de los rasgos por imagen. Asimismo, se escanearon en una alta resolución para mejorarlas digitalmente, y algunas de ellas fueron examinadas detalladamente por distintos estudiosos de la época como, por ejemplo, el arquitecto Carlos Moreno.
En lo que respecta a la metodología de trabajo arqueológico, cabe señalar el desarrollo de dos etapas. La primera, exploratoria, en la que se elaboró un plan de prospecciones en la zona de estudio que siguió dos líneas de trabajo simultáneas y complementarias a través de muestreos diseñados apoyados en distintos lineamientos metodológico-técnicos (Banning 2002); fundamentalmente: a) se analizó bibliografía sobre la topografía, la geomorfología, la geoarqueología y el paleoambiente de la microrregión, y se examinaron críticamente los primeros duplicados de mensuras y cartografía del siglo XIX, así como las historiografías locales; y b) se diseñó una estrategia de muestreo para la búsqueda y detección de sitios a partir de dos tipos. Uno asistemático, orientado a la localización puntual de determinados potenciales sitios arqueológicos registrados mediante el análisis de los duplicados de mensuras, la cartografía y las historiografías, combinando en el terreno las referencias que estas nos brindan. Y otro, sistemático, basado en prospecciones pedestres en barrancas y zonas aledañas a los arroyos y lagunas a través de transectas de recolección superficial que variaron según el grado de visibilidad del terreno (e.g., campos arados). La segunda etapa consistió en la realización de sondeos y excavaciones de los sitios detectados a través de ambos muestreos. En un caso, se realizaron prospecciones geofísicas basadas en métodos geoeléctricos y magnéticos (Bagaloni et al. 2011) con la finalidad de localizar acumulaciones de materiales arqueológicos y de delimitar cimientos de posibles estructuras. Por último, se hizo una primera caracterización de los conjuntos arqueológicos recuperados, basada en la determinación del tipo de material y cuantificación general de estos.

ANTECEDENTES

El jesuita J. Cardiel ([1748] 1930) fue el primer europeo en recorrer la zona de estudio a mediados del siglo XVIII para documentar a los diversos grupos aborígenes que la habitaban y recoger información ambiental, topográfica y cartográfica. Asimismo, T. Falkner ([1774] 1974), a través de relatos de cautivos españoles, de indígenas y de otros misioneros instalados en Chile, reúne detalladas descripciones sobre suelo, relieve, flora, fauna, clima, topografía, hidrología, caminos, pasos y puertos, así como distintos circuitos comerciales del sur de la región pampeana.
Hacia principios del siglo XIX, el coronel P. García señala la existencia de grupos tehuelches en la costa a la altura del arroyo Claromecó (García [1810] 1969). En la década de 1820, las expediciones militares de M. Rodríguez y J. Estomba circulan por la zona camino hacia Bahía Blanca. También, viajeros como C. Darwin ([1833] 1945), A. d'Orbigny ([1836] 1999) y H. Armaignac ([1869] 1961), y cautivos como T. Gomila ([ca. 1870] en De Jong y Satas 2011) y A. Guinnard ([ca. 1860] 1941) transitaron por el área de estudio y registraron valiosos datos sobre ella. Sin embargo, en general, son escasas las menciones en la literatura etnohistórica y etnográfica (Casamiquela 1982; Mandrini 1985; entre otros) sobre la ubicación de tolderías u otro tipo de asentamientos indígenas.
En relación con los asentamientos criollos, distintos trabajos sobre la historiografía local y regional (e.g., Romeo 1949; Derieul 1975; Girado 1977; Eiras y Vassolo 1981), así como diarios y anuarios consultados en el AHPBA y en el MTA refieren la localización, entre otros, de los fortines Machado y Once de Septiembre o Pescado, la pulpería de Santamarina, la tapera de Sabino, la casa de comercio Chapar, la estancia La Libertad, así como de los combates criolloindígenas Sol de Mayo y Cristiano Muerto, sucedidos en el año 1857. En este sentido, variados contextos y procesos involucraron el avance territorial mediante la militarización de la frontera pampeana (Walther 1974; Thill y Puigdomenech 2003) con la construcción de fortines y el desarrollo de distintas batallas como parte de un sistema defensivo y ofensivo contra las diferentes parcialidades indígenas originarias así como tratados, alianzas y negocios interétnicos (Ratto 2003; De Jong 2007). Paralelamente, el estudio sobre el origen y dinámica de las estancias, puestos rurales y casas de negocios ha sido ampliamente abordado en el marco de la historia agraria del sudeste bonaerense y dentro de un contexto de expansión capitalista (Sábato 1989; Bjerg y Reguera 1995; Mayo 2000; Garavaglia y Gelman 2003; Valencia 2005; Reguera 2006; entre otros). Los antecedentes arqueológicos sobre las sociedades indígenas poshispánicas en la región pampeana se orientaron hacia diversos aspectos como los primeros contactos culturales, los cambios en los modos de subsistencia, la incorporación de objetos y prácticas europeas, entre otros (Pedrotta 2005; Mazzanti 2007, etc.). Específicamente en el área Interserrana, se han registrado hallazgos aislados correspondientes a grupos indígenas poshispánicos cerca de la desembocadura del arroyo Quequén Salado (Aparicio 1925) y en el arroyo El Invierno (Casamiquela y Noseda 1970), y en los sitios Fortín Necochea y Laguna El Trompa (Silveira 1992; Crivelli et al. 1997), Quequén Salado 1 (Madrid et al. 2002) y La Raquel 2 (Eugenio et al. 2007), entre otros.
Sin embargo, en la zona de estudio no se han descubierto sitios de estas características. Solamente contamos con tres contextos arqueológicos que han presentado en sus niveles superiores objetos de procedencia europea y que se atribuyen a la sociedad criolla. En el sitio Arroyo Seco 2 se hallaron materiales vítreos y cerámicos del siglo XIX y XX pertenecientes a un asentamiento rural criollo posiblemente de tipo comercial (Gómez Romero y Pedrotta 2012). Asimismo, en el sitio Claromecó 1, estudiado por M. Bonomo y colaboradores, se encontraron lozas, vidrios y restos de fauna doméstica -Bos taurus, Equs caballus, Ovis aries- que asignan también a un asentamiento criollo del siglo XIX y XX (Bonomo et al. 2008). Por último, en el componente superior de Las Brusquillas 1 se descubrieron fragmentos de gres, de vidrio y un botón correspondientes posiblemente a una ocupación de la segunda mitad del siglo XIX (Massigoge 2009).
Por otro lado, para la región pampeana en general y para el área Interserrana en particular, es evidente la falta de bibliografía arqueológica sobre asentamientos criollos rurales, siendo los estudios de Brittez (2000, 2004, 2006) sobre las estancias bonaerenses y el modo de vida rural uno de los más importantes, tanto por ser pionero como por sus aportes. No sucede lo mismo con el abordaje de la vida cotidiana en los fuertes y fortines de la Frontera Sur, sobre los cuales existe un mayor desarrollo de investigaciones arqueológicas (Gómez Romero 2007; Langiano et al. 2007; entre otros). De este modo, la escasez de antecedentes arqueológicos locales puso en evidencia la necesidad de realizar investigaciones y de generar información de base sobre la microrregión de estudio para el período poshispánico, aún no abordado en forma regional y sistemáticamente. Este ha sido nuestro primer desafío.

EL REGISTRO ESCRITO

Este estudio se centró en el análisis sistemático de 110 duplicados de mensuras pertenecientes a los partidos de Necochea, Tres Arroyos, Gonzales Chaves y Benito Juárez del Departamento de Investigación Histórica y Cartográfica de la Dirección de Geodesia (Ministerio de Infraestructura, provincia de Buenos Aires), que permitieron comenzar a construir un paisaje general de ocupación humana del sudeste bonaerense hacia el segundo cuarto del siglo XIX. El propósito de este análisis consistió en realizar una estimación de la variedad de los potenciales tipos de asentamientos rurales factibles de hallar arqueológicamente en esta microrregión.
De igual modo, se examinaron documentos y expedientes inéditos y éditos hallados en el AGN, sección Sucesiones y Comandancia de Frontera del año 1858; en el SHE, Campaña contra los Indios, expedientes de los años 1858 al 1864; en el AHPBA, Escribanía Mayor de Gobierno, los legajos sobre litigios, enfiteusis, arrendamientos, transferencias, mensuras y escrituras entre los años 1828 y 1880; así como en el MTA, expedientes del Juzgado de Paz y Juzgado Civil, Departamento de Historia Judicial de Tres Arroyos, entre los años 1881-1893. Además de numerosas fotografías tomadas en la estancia "La Libertad" por Teófilo C. Gomila, así como cartas escritas por él del último cuarto del siglo XIX, su testamento registrado en el año 1887 en el Colegio de Escribanos de la provincia de Buenos Aires, sección Tres Arroyos de la Delegación Bahía Blanca y ejemplares del diario El Libre del Sur publicados los días domingo durante los años 1887 hasta 1894, que se encuentran catalogados en la Biblioteca Popular Sarmiento de Tres Arroyos. Por una cuestión de espacio, estas fuentes documentales no se desarrollarán en este artículo, en el que nos limitaremos sólo al estudio de la obtención de las tierras y de las mensuras realizadas para tal fin.
La sanción de la ley de enfiteusis (1826) durante el gobierno de B. Rivadavia permitió el arrendamiento de la tierra pública de la provincia de Buenos Aires, régimen bajo el cual se otorgaron las tierras de los actuales partidos de Tres Arroyos, Necochea, Gonzales Chaves y Benito Juárez entre 1832 y 18401. A pesar de que el objetivo de esta ley era, entre otros, dar respaldo económico y generar recursos para pagar la deuda pública contraída por Rivadavia, principalmente provocó especulaciones inmobiliarias y una escasa recaudación del canon enfitéutico. Otro sistema implementado en aquellos tiempos para obtener y explotar las tierras de los pueblos indígenas era el de las donaciones condicionadas -aquellas tierras concedidas con la obligación de ocuparlas y poblarlas-, e incondicionadas -aquellas obtenidas como premio por haber combatido contra el indio o por fidelidad política como los innumerables casos dados durante el gobierno de Rosas- (Ratto 1998; Gelman 2001; Infesta 2003; Valencia 2005, 2009). Durante el primer tiempo del período rosista, se sancionó la ley de ventas (1836) que daba prioridad a los arrendatarios para la compra de las tierras fiscales sin obligación de adquirirlas, pero la duplicación del canon anual significó que muchos siguieran usufructuando de las tierras sin pagarlo (Infesta 2003; Valencia 2005, 2009; Banzato y Lanteri 2007). Es en este contexto que se realizaron las primeras mensuras de la microrregión de estudio. Las historiadoras C. T. Eiras y M. E. Pérez Vassolo estudiaron sistemáticamente este primer reparto de tierras para el partido de Tres Arroyos desde la década de 1830 (Eiras y Vassolo 1981: 65-72).
Entre los años 1857 y 1858 se amplió el espacio productivo a partir de un nuevo sistema de arrendamiento público y de la regulación de los premios en tierra, es decir, se concertó en qué casos se harían efectivos y en cuáles se anularían (Infesta 2003; Valencia 2005; Banzato 2009). La ley de arrendamientos rurales (1857) autorizó al Poder Ejecutivo a conceder en arrendamiento por un lapso de ocho años las tierras públicas dadas en enfiteusis y las ocupadas, dentro y fuera de la línea de frontera, aunque el Estado tenía el derecho de enajenarlas dando preferencia al arrendatario. Estos arrendatarios del Estado tenían el plazo de un año para establecer una población formada por dos ranchos y un pozo de balde así como 300 cabezas de ganado vacuno o 1000 ovejas y realizar la mensura correspondiente (Allende 1968; Eiras y Vassolo 1981; Valencia 2009). Así se generó una segunda etapa de mensuras. En estos momentos se consideraba como línea de frontera parte de la campaña donde se encontraban las últimas poblaciones que podían ser amparadas por las tropas que la guarnecían que, al sur, era la que se extendía al interior del arroyo Quequén Grande, sierra del Tandil y arroyo Tapalqué, hasta el fortín Esperanza. Esta ley y los decretos que la sucedieron, a pesar de que pretendían dar fin a los abusos e irregularidades en el arrendamiento y reparto de las tierras, para algunos solamente logró acentuar la acción de los especuladores y las dificultades ya existentes, aunque para otros constituyó la base para el movimiento poblador por fuera de la línea de frontera (Valencia 2005, 2009; Banzato 2009).
A partir de las dos décadas siguientes comienzan las transferencias de las tierras arrendadas, ahora por un período más reducido, mediante la venta a manos privadas en el marco legal dado por distintas leyes (1864, 1867, 1871, 1876 y 1878). Este proceso de comercialización de las tierras fiscales se produjo dentro de un contexto de incorporación de Buenos Aires al resto de las provincias (aunque esta continúa con su liderazgo), de la nacionalización de las aduanas, de una suba de las inversiones británicas y de la inserción al mercado mundial, de una mayor producción de ovinos ("el boom lanar"), del ingreso de los ferrocarriles, de la fundación de pueblos y fortines, de una política de créditos a través de los bancos oficiales, entre otros aspectos. Todos estos sucesos incentivaron al poblamiento del sudeste bonaerense. De este modo, a medida que la frontera avanzaba, el acceso a la tierra y a la titularización de esta se desarrolló a través de los campos que ya estaban en enfiteusis y de las donaciones. Luego, entrada la década de 1860, la compra y venta, junto con la herencia, constituyeron las vías para acceder a la tierra (Sábato 1989; Banzato 2009). Para el año 1863, en la provincia, más de 2000 leguas de campos fiscales habían sido conferidas al exterior de la campaña en detrimento de las 759 otorgadas al interior (Allende 1968). Asimismo, en 1864 se realizó el primer catastro rural en la provincia con el objeto de elaborar un inventario de las propiedades y dividir los nuevos partidos creados al sur del Salado (Valencia 2005). No fue sino hasta 1871 que se dispuso mediante ley la venta de estos terrenos fiscales ubicados al exterior de dicha línea.
En la Tabla 1 se presentan los duplicados de mensuras consignadas por partido con un rango cronológico que va desde 1835 a 1940, relevadas en grillas a través de 16 ítems: número de mensura, partido del catálogo, partido que pertenece actualmente, fecha de ejecución, solicitante, motivo, agrimensor, dueño original, arrendatarios anteriores y posteriores, tamaño de terreno, límites, presencia de caminos, datos ambientales, relación con la línea de frontera y mención de asentamientos militares, criollos e indígenas; y se fotografiaron digitalmente los planos. A partir del análisis de dicha tabla, observamos una gran cantidad de asentamientos rurales (n = 424) discriminados en establecimientos criollos -taperas, puestos, casas y poblados, estancias, casas de negocio, almacenes y pulperías- e instalaciones militares -fortines, cantones y postas-, considerados potenciales sitios arqueológicos rurales poshispánicos y ubicados fundamentalmente en las márgenes de los arroyos y lagunas actuales. En este sentido, las taperas, puestos, casas y poblaciones son el tipo de asentamiento rural que se encuentra en mayor número, ya que representan un 79%. Le siguen las estancias, con un 11%, y los fortines, cantones y postas, con un 6%. El menor número se asigna a las casas de negocio y pulperías, que representan un 4%. Asimismo, se destaca la ausencia de asentamientos indígenas permanentes, por lo menos, para mediados del siglo XIX en la microrregión.

Tabla 1. Duplicados de mensuras relevadas en la Dirección de Geodesia, Ministerio de Infraestructura de Buenos Aires (1835-1940).

De esta manera, el alto porcentaje en taperas, puestos y casas se correspondería con las primeras políticas de arrendamiento de tierras que se desarrollaron desde la ley de enfiteusis en adelante y la obligación de los acreedores de las tierras al poblamiento de estas mediante la edificación de una vivienda cada tantas hectáreas, entre otras condiciones. Luego, cuando se instalaron los fortines a partir de 1858 y quedó dentro de la línea de frontera hacia 1863 casi la totalidad de la microrregión estudiada, comenzaron a establecerse las primeras grandes estancias que, a su vez, requerían de una mayor infraestructura y personal para el desarrollo y mantenimiento de la vida cotidiana y de las actividades agroganaderas. Es así como en muchas de estas estancias generalmente se construyeron casas de negocio, almacenes y/o pulperías que abastecían a las poblaciones que se hallaban en ellas o en zonas aledañas. En este sentido, la mayoría de estos asentamientos criollos se instalaron entre las décadas de 1860 y 1890, aunque un 15% de ellos ocupan el territorio antes del avance oficial de la Frontera Sur y Costa Sur (Walther 1974; MOSP 1993).

EL REGISTRO ARQUEOLÓGICO

Teniendo en cuenta las características ambientales anteriormente citadas se elaboró un plan de prospecciones sistemáticas e intensivas a nivel microrregional, con el fin de reconocer las potencialidades arqueológicas del área mediante la búsqueda o detección de sitios arqueológicos superficiales y en estratigrafía siguiendo distintos lineamientos metodológicos. Se consideró como sitio arqueológico, en términos amplios, a lugares discretos donde se presentaran materiales producidos durante las actividades humanas (Cherry y Shennan 1978). Asimismo, se integró en este plan la información recabada del estudio sistemático de los duplicados de mensuras.
Esta primera aproximación comprendió el partido de San Cayetano y parte de los partidos de Gonzales Chaves, Tres Arroyos y Benito Juárez. Se recorrieron en forma pedestre distintos tramos de los arroyos Cristiano Chico, Cristiano Muerto, Cortaderas, Zabala, Pescado Castigado y Claromecó, incluyendo las barrancas y zonas aledañas; y además, algunos sectores de las márgenes de la laguna Querejeta y la totalidad de la laguna Las Toscas. Allí se realizaron sondeos y transectas de recolección superficial que variaron según la naturaleza del material arqueológico (concentración, abundancia, visibilidad, accesibilidad, entre otros), las condiciones del terreno (arado, cultivado, dragado) y del ambiente, y el origen de la muestra (colección pública o privada). Así también la cantidad de personal y tiempo de trabajo. Algunas de las preguntas que guiaron esta primera etapa se relacionaron con la posibilidad de hallar en terreno la diversidad de asentamientos rurales representados en el registro escrito así como su potencial de excavación, las características materiales que tendrían, etcétera. Hasta el momento, mediante las prospecciones intensivas, el análisis de las fuentes escritas y las referencias de pobladores locales, se han localizado 18 sitios arqueológicos (ver Tabla 2 y Figura 1), de los cuales se han logrado estudiar sistemáticamente siete: La Libertad, Máximo Ortiz, Las Toscas 3, Pescado, Machado, Tapera de Sabino y Chapar. Los materiales recuperados en estos sitios se encuentran en proceso de análisis actualmente y sólo se hará una presentación preliminar de ellos. En tal sentido, en la Tabla 3 se cuantifican los conjuntos arqueológicos de cada sitio en forma general según su procedencia (superficial o estratigráfica) y el tipo de material (óseo, vidrio, cerámica, constructivo, metal, etcétera).

Tabla 2. Sitios arqueológicos registrados en la zona estudiada según el orden de hallazgo.

Tabla 3. Determinación y cuantificación de los materiales arqueológicos registrados tanto en superficie (S) como en estratigrafía (E) en los sitios muestreados en la zona de estudio. Dentro de "Construcción" se consignaron ladrillos, baldosas y azulejos.

La estancia y los puestos rurales

Sitio La Libertad
En el partido de San Cayetano se identificó el sitio La Libertad, a unos 100 m de la margen derecha del arroyo Cristiano Muerto, con las coordenadas geográficas 38º 29' 27.1'' de Lat. S y 59º 44' 16.9'' de Long. O. En este se realizaron dos campañas arqueológicas y una geofísica. Las primeras, efectuadas en los años 2007 y 2010, consistieron en la realización de nueve transectas de recolección superficial, en doce sondeos de 40 x 40 cm y en seis cuadrículas de 1 x 1 m. Debido a que este sitio presenta una extensión espacial de 19.000 m2, se desarrollaron estudios geoeléctricos en el año 2009 a fin de detectar acumulaciones diferenciales de materiales arqueológicos y/o cimientos. Para ello se practicaron cinco imágenes eléctricas en un predio de 8.100 m2 y se alcanzó una profundidad de 1,5 m, con el propósito de caracterizar la resistividad del subsuelo en toda el área (Figura 2). Como resultado se detectaron anomalías resistivas que indican la presencia de distintos rasgos, como cuevas, raíces, estructuras de ladrillo y restos arqueológicos. Este método geofísico -que minimiza la invasión y perturbación de los conjuntos arqueológicos, tiene un bajo costo y es realizable en poco tiempo y con reducido personal- permitió definir zonas de interés prospectivo (Bagaloni et al. 2011).


Figura 2.
Prospecciones geofísicas y arqueológicas realizadas en el sitio La Libertad

Los materiales arqueológicos hallados tanto en superficie (N = 1917) como en estratigrafía (N = 3685) corresponden un 50,8% a restos óseos, seguidos por un 18,2% de metales y 14,6% de vidrios. En menores proporciones, el 11,8% de los fragmentos pertenece a materiales constructivos (e.g., ladrillos, baldosas, revoques, azulejos) y el 0,65% a materiales cerámicos (e.g., gres, loza y pipas de caolín). Un tramo de pared derribada que fue localizada en la cuadrícula 2 de la línea 2 (Figura 2), en conjunto con la densidad de los demás hallazgos, indicarían que la zona de emplazamiento de la estancia se encontraba principalmente entre las líneas 1 y 2 (Bagaloni et al. 2011). Según los duplicados de mensuras y las historiografías locales y regionales esta estancia perteneció a Justo de la Lastra en 1865, luego fue ocupada por una de sus hijas con su esposo, Teófilo C. Gomila, y hacia fines de siglo XIX constituyó un gran establecimiento agropecuario y comercial. Este sitio aparece mencionado en los duplicados de mensuras del partido de Tres Arroyos Nº 64 (1875) y N° 136 (1892) como la estancia "La Libertad de Gomila" (Bagaloni 2010). Las fuentes escritas consultadas describen la existencia de una casa fortificada, con un mangrullo y cañón, que estaba rodeada por un foso y desde la cual salía un túnel que se extendía hasta el arroyo Cristiano Muerto como eventual escape ante los malones (Romeo 1949; Eiras y Vassolo 1981; De Jong y Satas 2011, entre otros). También se destaca que, además de la residencia central, existía una casa de ramos generales, una amplia vivienda para peones y otras dependencias. El edificio principal era de una planta, de sólida construcción, sobre una superficie cubierta de 50 x 50 m aproximadamente. Estaba construido en todos sus frentes y en la parte superior de uno de estos había una habitación que tenía la función de mirador orientado hacia el oeste.
Esta instalación funcionó desde mediados de siglo XIX hasta las primeras décadas del siglo XX. Actualmente no hay ninguna evidencia arquitectónica superficial de construcción. En las entrevistas realizadas a dos empleadas de la estancia durante las décadas de 1920 y 1930 (Rosa y María Cayuela), así como a los actuales dueños (Familia Vassolo), nos comentaron que se produjo el desmantelamiento casi total de las estructuras para la construcción de un nuevo establecimiento ubicado a 2 km, y luego, en los años cincuenta, se derrumbó lo último que quedaba en pie: la entrada principal con mangrullo, dos habitaciones y la cocina. Asimismo, a lo largo de las últimas décadas ocurrieron tres episodios importantes de perturbación asociados a la extracción de tierra para el relleno de caminos aledaños por sucesivos eventos de inundación de las aguas del arroyo Cristiano Muerto (Bagaloni et al. 2011).

Sitio Las Toscas 3
Este sitio se encuentra al este del partido de Tres Arroyos y al noroeste de la laguna Las Toscas, a 38º 35' 19'' de Lat. S y a 59º 46' 58'' de Long. O (Figura 3a) y forma parte de la localidad Laguna Las Toscas. Los materiales arqueológicos poshispánicos se recolectaron en el año 2007 siguiendo los lineamientos generales planteados junto con la Dra. A. Massigoge, quien estudia las ocupaciones prehispánicas en la laguna. En la orilla noroeste (Sector C) se relevaron las transectas TC3, TC4 y TC5, que abarcaron un área de 5000 m2 (Figura 3b). Estas transectas generales presentan una longitud de 90 m y distan 10 m una de la otra, y los materiales fueron recogidos en rangos de 10 m. A su vez, se plantearon cuatro subtransectas por cada transecta general, a 2 m de distancia, para cubrir la zona de mayor concentración de materiales. El conjunto arqueológico se encuentra compuesto por un 53,3% de restos vítreos, un 39,3% de fragmentos óseos, un 4,8% de materiales líticos y, en menores proporciones, un 1,1% de ladrillos, un 0,9% de metales y un 0,04% de restos cerámicos entre loza, porcelana y gres. Por otro lado, en el sector Norte y en los perfiles de un cañadón artificial se determinaron hallazgos aislados (N = 155); entre ellos, una botella de ginebra holandesa (Figura 3c) y un fragmento de pared de botella de ginebra de gres de la marca Lucas Bols (Bagaloni 2010).


Figura 3.
Sitio Las Toscas 3. a. Sector donde se registraron los materiales arqueológicos. b. Relevamiento de superficie a través de transectas. c. Limeta de ginebra holandesa de la marca "v Hoytema & C."

Siguiendo la evolución de la tierra pública desde 1834 hasta 1872 entre la zona comprendida por el arroyo Cristiano Muerto y el arroyo Claromecó con base en los duplicados de mensuras del partido de Tres Arroyos, vemos que esta área se encontraba habitada desde 1838 (Duplicado de mensura de Tres Arroyos N° 51 de la testamentaria de Manuel Roseti). Además, en el duplicado de mensura de Tres Arroyos Nº 64 (1875) pedida por Gregorio Soler en terreno de testamentaria de Pedro Rodríguez se registra un asentamiento denominado "puesto Chorroarin" en el sector norte de la laguna Las Toscas. Este terreno donde se ubicaba el puesto se encontraba arrendado desde principios de 1860 por Carlos M. Baigorri (Bagaloni 2010: 224-225).

Sitio Máximo Ortiz
Este sitio se halla a unos 200 m sobre la margen derecha del arroyo Pescado Castigado, sobre una lomada, a 38º 03' 28.13'' de Lat. S y a 59º 33' 38.76'' de Long. O, en el partido de San Cayetano. En un área de 30 m2 en esta lomada se realizaron dos sondeos de 0,20 x 0,20 m, a 3 m de distancia uno del otro de 0,70 m de profundidad, y se hizo una recolección superficial de elementos aislados. Los materiales hallados en ambos sondeos (N = 265) y en la recolección (N = 16) pertenecen en un 92,4% a restos faunísticos, seguidos por un 6,7% de materiales vítreos, un fragmento de loza inglesa tipo pearlware y un clavo de metal. En cuanto al registro escrito en el duplicado de mensura Nº 50 del partido de Gonzáles Cháves correspondiente a la testamentaria de Don Juan Rosa Ortiz del año 1880, aparece consignado el puesto o población Máximo Ortiz. Este se encontraba a 6 km de la población más cercana, a 8,3 km de la casa de negocio Chapar, que se describe a continuación, y a 12,8 km del camino que comunicaba Tandil con el arroyo Cristiano Muerto.

La casa de negocio Chapar (Colección Magret)
Este sitio se localiza en el partido de Gonzales Chaves, a unos 400 m de la margen derecha del arroyo Pescado Castigado, a 38º 01' 44.03'' de Lat. S y a 59º 38' 51.85'' de Long. O. Se encuentra en la intersección de cuatro partidos -Gonzales Chaves, San Cayetano, Benito Juárez y Necochea-, es decir que ocupa una posición estratégica. Aparece registrado como una casa de negocio en el duplicado de mensura Nº 65 del partido de Gonzales Chaves del año 1886, pedida por Juan Chapar. Este establecimiento funcionó desde el 17 de marzo de 1845 hasta el año 2010, cuando falleció su dueña, la Sra. María Estela Libertad de Delaie, manteniendo su estructura edilicia original: techos de madera de forma cóncava con aislante de tierra, tejas francesas de Marsella -Pierre Sacoman St. Henry Marseille-, y paredes de ladrillos con adobe. Un ejemplar de estas tejas se encuentra actualmente en el MSC. Además de la casa de negocio, se registra la presencia de un casco de estancia principal y siete puestos ubicados en los límites de la propiedad, que tenía cuatro leguas cuadradas para la década de 1880. Asimismo, en un documento del año 1893, sobre el juicio testamentario de Juan Chapar, el campo, la hacienda, y útiles y muebles fueron valuados en más de $250.0002. En diciembre de 1997, a partir de la construcción de una balanza para pesar camiones, se descubrieron materiales arqueológicos dentro y fuera de una antigua fosa de 2 x 2 m. La extracción de dichos materiales, a unos 1,5 m de profundidad, fue efectuada por el lugareño sancayetanense Oscar Magret y el cura de la zona, Vicente, quienes fueron filmados por los medios locales (Canal 2 de San Cayetano). La colección privada del Sr. Magret se encuentra conformada por el 97,8% de recipientes de vidrio (Figura 4) y el 2,2% de fragmentos de una tetera de porcelana, huesos de bóvido, una tijera de tusar de metal y una lata de caballa.


Figura 4.
Colección Magret de la casa de negocio Chapar. a. Botellas cuadradas de ginebra holandesa de la marca Hoytema. b. Botellas cilíndricas de vino sopladas en molde c. Picos aplicados de damajuanas.

Los fortines

Pescado u Once de Septiembre
El fortín Pescado se detectó sobre la margen izquierda del arroyo Pescado Castigado, en el partido de Benito Juárez, a 37° 51' 21.7" de Lat. S y a 59° 50' 58.4" de Long. O. Según Thill y Puigdomenech (2003: 104-105), este fortín se instaló en el año 1858. El duplicado de mensura N° 22 del partido de Benito Juárez (1865) indica su emplazamiento primero en la laguna de los Perros y luego a unos 12 km al noroeste a orillas del arroyo Pescado Castigado. En dicho duplicado de mensura también se registra la existencia de 20 poblaciones o puestos, cuatro pulperías y tres campamentos militares más para la época. Además, diversos documentos de la sección "Frontera Sud y Costa Sud contra los Indios" del SHE dan cuenta de la dinámica y distintos sucesos ocurridos en este fortín. El fortín está constituido por un montículo de 22 m de diámetro rodeado por un foso de 3 m de ancho. Las tareas arqueológicas desarrolladas durante las campañas de 2010 y 2011 consistieron en la realización de 15 cuadrículas tanto en el montículo como en el foso (Figura 5a), y recolecciones superficiales en las zonas aledañas. El conjunto recuperado tanto en superficie (N = 797) como en estratigrafía (N = 930) está compuesto por un 80,4% de restos óseos, un 15,1% de materiales vítreos (Figura 5b y 5c) y un 3,3% de fragmentos de gres (Figura 5d), seguidos en menores proporciones por metales, lozas, ladrillos y un fragmento de boleadora.


Figura 5.
Fortín Pescado. a. Cuadrículas excavadas dentro del montículo (arriba) y en el foso (debajo). b. Botella cilíndrica transparente de agua de Florida procedente de Nueva York. c. Fragmento de botella cuadrada de ginebra holandesa con sello en el hombro. d. Base y parte de pared de una botella cilíndrica de gres de ginebra y/o agua mineral.

Machado
El fortín Machado se encuentra emplazado sobre la margen izquierda del tercer brazo del arroyo Claromecó (partido de Tres Arroyos) a 39° 03' 42.2" de Lat. S y a 60° 24' 08.5" de Long. O y está conformado por un montículo de 30 m de diámetro y un leve foso de 3 m de ancho. Según el estudio realizado por Thill y Puigdomenech (2003), esta instalación militar fue establecida en el año 1858 y funcionó hasta fines de la década de 1870. Era de forma circular, estaba rodeado por un foso y en el centro se emplazaba un rancho, alrededor del cual se instalaron otros más sencillos que albergaban a la tropa y corrales para la caballada y la hacienda. En las cercanías se estableció la pulpería de Carlos Bataglia (Thill y Puigdomenech 2003: 680-682). A comienzos del año 2011 se localizó el sitio y se realizó una recolección superficial en un camino interno que cruza el lateral sur del fortín y sectores aledaños a este. El conjunto arqueológico está compuesto mayormente por fragmentos de vidrio (81%) seguidos por un 7% de artefactos líticos, 7% de piezas cerámicas (loza, gres, porcelana y azulejos) y un 5% de restos óseos. Asimismo, en el MTA se registraron distintos elementos cedidos por el Sr. Jorge D'Angelo, dueño del campo, donde se encuentra el fortín: dos boleadoras, un pico de botella cuadrada de ginebra y cinco partes de armas de metal que posiblemente pertenecieron a la guarnición.

Tapera de Sabino
Este sitio se localizó en el año 2011 sobre la margen izquierda del segundo brazo del arroyo Claromecó (partido de Tres Arroyos) a 39° 16' 16.8" de Lat. S y a 60° 16' 38.0" de Long. O. Según Thill y Puigdomenech (2003), este fortín se construyó en el año 1864 sobre la estancia de Manuel Sabino (duplicado de mensura N° 22 de Tres Arroyos, 1864), quien había abandonado la zona en 1861 debido a los constantes enfrentamientos con los grupos indígenas locales. El material utilizado para su construcción fue el ladrillo crudo, y contaba con un zanjeado, corrales y azotea (Thill y Puigdomenech 2003: 684-686). Actualmente está formado por un montículo de 40 m de diámetro rodeado por un foso de 6 m de ancho, es decir, de mayor tamaño que los anteriores. Allí se realizó una recolección superficial, luego de dividir tanto el montículo como el foso en cuatro sectores siguiendo los puntos cardinales. El conjunto arqueológico recuperado consta de un 57,1% de restos óseos, un 20,2% de ladrillos, un 17,6% de materiales vítreos y en menores proporciones metales (3,1%), lozas (1,7%) y fragmentos líticos (0,3%).
En síntesis, estos casos de estudio presentan algunas tendencias generales en relación con los conjuntos arqueológicos consignados. Los materiales óseos (45%) y vítreos (39%) son los que se encuentran en mayor proporción en todos los sitios. A estos les siguen los metales (6,4%) y materiales de constructivos (4,6%), fundamentalmente ladrillos, que son propios de las estructuras de las estancias y puestos. Cabe aclarar que en la colección Chapar existe un sesgo en relación con la no recolección de restos óseos y de materiales de construcción por parte del coleccionista. Los fortines son los únicos que presentan artefactos líticos que posiblemente sean contemporáneos a las poblaciones que las manufacturaron como sucede en los fortines Miñana y Otamendi (Gómez Romero 2007). En el sitio Las Toscas 3 la presencia de gran cantidad de material lítico se debe a las ocupaciones prehispánicas que habitaron la laguna (Massigoge 2009). Por último, las piezas cerámicas (1,3%), aunque en muy bajo porcentaje, se registran en todos los casos y, junto con los conjuntos vítreos, constituyen uno de los indicadores más comunes de cronología relativa, por lo que su hallazgo es de gran importancia. Dicha cronología se pudo estimar en forma preliminar en los sitios estudiados para la segunda mitad del siglo XIX (Bagaloni 2008, 2010; Bagaloni et al. 2011).

CONSIDERACIONES FINALES

A través de los documentos escritos y el registro material logramos establecer la presencia de gran diversidad de asentamientos rurales criollos en el área de estudio. Algunos de ellos (estancias, puestos y comercios), ubicados por fuera de la línea oficial de frontera desde 1840. Recién casi dos décadas después comienzan a erigirse los primeros fortines, siendo el más temprano en la zona de estudio, el fortín Pescado Castigado, construido en 1858. Hasta el momento no se hallaron menciones en la bibliografía, los duplicados de mensuras y la cartografía relevada para la segunda mitad del siglo XIX sobre la existencia de grupos indígenas poshispánicos instalados en forma permanente, así como tampoco se identificaron sus posibles evidencias materiales en las prospecciones sistemáticas desarrolladas en la microrregión. Sí quedaron registrados los malones perpetrados por estos a las estancias y poblados criollos sobre todo a fines de 1850 y en la década de 1870 (Rojas Lagarde 1993). Las fuentes escritas, especialmente los duplicados de mensuras, han sido de vital importancia para el conocimiento de los posibles asentamientos así como su distribución en el espacio. En ellas encontramos referenciados, la mayoría de las veces, los distintos tipos de instalaciones, los mojones y alambrados, los cursos de agua y lagunas así como los cambios en el relieve. Esto las hace de gran ayuda para la orientación y localización de los asentamientos en el terreno. A partir del trabajo de campo se han logrado identificar arqueológicamente todos los tipos de asentamientos rurales registrados históricamente. Además, la totalidad de los sitios hallados se encuentran en relación con dos geoformas y/o ambientes: arroyos y lagunas, lo cual resalta la importancia del recurso hídrico. Esto se puede deber a un sesgo arqueológico producto de las prospecciones en estos ambientes o a una intención por parte de las poblaciones criollas de instalarse cerca de este recurso teniendo en cuenta los antecedentes de sequía y aridez ocurridos durante la "Pequeña Edad de Hielo" mencionada anteriormente.
Las instalaciones rurales que aparecen representadas en mayor número en los duplicados de mensuras -puestos, taperas y casas- constituyeron las más difíciles de ubicar arqueológicamente, ya que son las que presentan un menor grado de visibilidad en el terreno por ser estructuras relativamente pequeñas con un bajo grado de conservación debido a los materiales perecederos que solían utilizarse en su construcción (e.g., los sitios Máximo Ortiz, Las Toscas 3, Mariano Villalba y Puesto San Pedro). Este significativo número de estructuras rurales de menor envergadura, sobre todo en la segunda mitad del siglo XIX y en propiedades que presentan entre 3 y 6 leguas cuadradas, se debería a las características, funcionalidades y requerimientos de los establecimientos agropecuarios pioneros en la microrregión. Estas grandes instalaciones, como las estancias La Libertad, Zabala, La Ballena, Santa Catalina y San Pedro (la mayoría, salvo la última, mencionadas y descriptas tanto en las historiografías locales como en los duplicados de mensuras) fueron fácilmente detectadas arqueológicamente en el terreno. Estas estancias estuvieron en actividad durante décadas desde el tercer cuarto del siglo XIX hasta entrado el siglo XX e incluso algunas de ellas continúan en pie hoy en día (e.g., La Ballena y Santa Catalina).
Según Banzato (2009), las transacciones inmobiliarias se dieron en la campaña bonaerense, dentro de un sistema de mercado de tierras que se fue consolidando con cada avance fronterizo, y generaron ciclos de oferta de tierras, negocios, valorización y revalorización de las propiedades dentro de un capitalismo agrario pampeano. Asimismo, este proceso se vio acompañado por una serie de cambios sociales y económicos de la mano de la modernización, que condujeron a la sociedad fronteriza bonaerense a transformarse, hacia fines de siglo, en una sociedad agroganadera moderna. Estas estancias, en sus inicios, se asociaron con la cría de vacunos y ovinos y, en menor grado, a la agricultura. El desarrollo explosivo de la producción de ovejas ("fiebre del lanar") entre 1840 y 1880 invadió a toda la provincia de Buenos Aires a causa de la creciente demanda internacional de lanas y generó una ganadería intensiva con trabajo a corral (Sábato 1989; Zebeiro 1998; Garavaglia y Gelman 2003; Sesto 2005; Brittez 2006).
Entonces, podríamos atribuir en forma preliminar la gran abundancia de materiales faunísticos en puestos y estancias a este cambio en las prácticas económicas (Bagaloni y Carrascosa Estenoz 2012). Esta naciente lógica industrial y capitalista, junto con una nueva disposición y uso del espacio dado por este reciente tipo de ganadería y la introducción del alambrado, originaron un ordenamiento pautado y sectorizado de las actividades y de las cosas dentro de la estancia, que la convirtió hacia fines de siglo en una empresa rural (Mayo 2000; Brittez 2006; Reguera 2006). En contraposición a los puestos rurales, los asentamientos menos representados en la documentación -las pulperías, casas de negocios y almacenes de ramos generales- fueron aquellos más sencillos de localizar arqueológicamente. Así, fueron detectados los sitios Cristiano Muerto, La Gaviota, El Lucero, El Indio, Chapar y La Esquina de Zabala. Algunos de ellos incluso en funcionamiento hasta hace unos años como, por ejemplo, la casa de negocio Chapar, que cerró sus puertas al público en el año 2010. Hacia mediados de siglo XIX comienza un paulatino descenso de la producción y venta de los productos regionales y mercancías del país en detrimento de la masiva importación de artículos al Río de la Plata, mayormente europeos, que van diversificando cada vez más sus variedades y calidades, y que pasan a formar parte del stock de las casas de negocio y pulperías de las zonas rurales (Mayo 2000). Entre ellos, vajillas de loza inglesa tipo pearlware y whiteware, botellas de vidrio de vino y champagne francés, de ginebra holandesa y cerveza inglesa, botellas de gres de ginebra holandesa, vasos, artículos de perfumería y/o farmacia, tarros y frascos de comestibles, como los que se presentan en los sitios abordados (Bagaloni 2010; Mayo 2010). La importancia de los comercios minoristas rurales no solamente radica en el abastecimiento a los pobladores fronterizos -gauchos, soldados, productores rurales, peones, entre otros- de alimentos y demás elementos necesarios para la subsistencia (herramientas, vestimenta, "vicios"), sino que también eran espacios de entretenimiento y ocio así como importantes centros de comunicación y fuentes de información social y política. Estos asentamientos impactan en la vida cotidiana de los pobladores rurales, ya que los llevan a un refinamiento de sus gustos y una renovación de sus hábitos y costumbres. La diversificación en cantidad y calidad de los artículos ofrecidos asegura el acceso por parte de los diferentes sectores sociales (Mayo 2000).
Por último, los fortines (Pescado, Machado, Tapera de Sabino y Tres Arroyos) fueron el tipo de sitio que se ubicó arqueológicamente más rápidamente en el terreno debido a la gran visibilidad dada por los montículos y fosos que los constituyen. Estos funcionaron fundamentalmente en la década de 1860 y fueron contemporáneos y cercanos espacialmente a los fortines Miñana y Otamendi (Gómez Romero 2007). Estas instalaciones militares de la frontera Sur y Costa Sur tenían como objetivo la apropiación de nuevas tierras y la protección de las poblaciones fronterizas. Para ello era esencial el control de las parcialidades indígenas mediante tratados, alianzas y negocios así como a través de una política de enfrentamiento y aniquilamiento. Por otro lado, Gómez Romero (2007) sostiene, además, que estos asentamientos defensivos constituyeron enclaves de disciplinamiento y control, de dominación y poder por parte del Estado hacia la tropa principalmente constituida por la mano de obra rural.
Este artículo constituye el primer avance del estudio sistemático de asentamientos fronterizos del siglo XIX en el sudeste bonaerense, donde se ha relevado una amplia muestra de sitios arqueológicos que seguirá aumentando a medida que se sigan profundizando los análisis de las fuentes escritas y los estudios de campo. Hasta el momento sólo se contaba con escasa información para la zona, mientras que actualmente, gracias a los nuevos datos arqueológicos de base -cuyo estudio aún está en proceso- y el abordaje de documentos escritos relacionados con ellos, es posible comenzar a reconstruir diversas situaciones y variados contextos que se sucedieron en el espacio fronterizo del sudeste bonaerense desde el segundo cuarto del siglo XIX. Nuestro próximo desafío es profundizar los análisis e interpretaciones de los conjuntos hallados en cada uno de los sitios estudiados para contrastar las ideas y tendencias anteriormente descriptas en este apartado.

Agradecimientos

A los dueños de los establecimientos en los que se encuentran los sitios arqueológicos. A los alumnos de las carreras de Antropología de la UNLP, UNICEN y UBA que participaron en diferentes campañas arqueológicas. Los trabajos de campo fueron financiados por los subsidios de UNLP Nro. 503 dirigido por el Dr. G. Politis, AGENCIA Nro. 1548/2006, dirigido por la Dra. Victoria Pedrotta y por el subsidio de Jóvenes Investigadores de la UNLP (2010) otorgado a la autora. Gracias a las sugerencias de la Dra. V. Pedrotta y de los evaluadores de la revista Intersecciones en Antropología para la corrección de este manuscrito. Todo lo expuesto en este artículo es de mi exclusiva responsabilidad.

NOTAS

1 Cabe aclarar que la formación del partido de San Cayetano sucedió en 1958 con la cesión de tierras de los partidos de Necochea, Tres Arroyos y Gonzales Chaves.

2 Documento N° 5236 (1893), Sucesiones, AGN.

REFERENCIAS CITADAS

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