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Intersecciones en antropología

versão On-line ISSN 1850-373X

Intersecciones antropol. vol.15 no.1 Olavarría jun. 2014

 

ARTÍCULOS

Hurgando la vivienda andina a través de la historia: percepción y ocupación del espacio domésticoceremonial en los valles y altiplano en la región de Arica y Parinacota, Chile

 

Iván Muñoz Ovalle

Iván Muñoz Ovalle. Departamento de Antropología. Casilla 6D, Universidad de Tarapacá, Arica. E-mail: imunoz@uta.cl

Recibido 4 de octubre 2012.
Aceptado 2 de mayo 2013

 


RESUMEN

Este estudio reflexiona sobre el rol de la vivienda en la historia andina. Se analiza la persistencia de percepciones espaciales a través del estudio del registro arqueológico y el ceremonial asociado a la construcción de una vivienda en el altiplano de Arica. Se describen y comparan las evidencias respecto del uso del espacio entre sitios arqueológicos y comunidades actuales de la región de Arica y Parinacota (Chile) con el propósito de obtener luces sobre el rol social que la vivienda ha cumplido a lo largo de la historia.

Palabras clave: Vivienda; Espacio doméstico; Comunidades andinas; Vivienda prehispánica; Rito de consagración.

ABSTRACT

Delving andean housing through history: perception and occupation of domesticceremonial space in the valleys and highlands from arica and Parinacota region, Chile. This study reflects on the role of Andean housing. We analyze the persistent spacial perception through a study of the archaeological record and the ceremonial association of the construction of housing in the highlands of Arica. We described and compared the evidence regarding the use of space between archaeological sites and current communities of Arica and the Parinacota region, Chile. The purpose was to shed light onto the social role that housing had played during history.

Keywords: Housing; Domestic space; Andean communities; Intermediate Period; Pre-Hispanic housing; Consecration rites.


 

INTRODUCCIÓN

La casa como un espacio de relaciones afectivas, identitario e histórico, constituye la antítesis de un no lugar o espacio del anonimato como son hoy los espacios públicos de la modernidad que Augé (2002) conceptualiza como una antropología de la sobremodernidad. Adentrarnos en su estudio es entonces introducirnos en la comprensión de la identidad del grupo familiar que la habita; de ese modo, la decoración, la distribución de los enseres, los aromas impregnados en ella se transforman en elementos característicos de sus ocupantes. En este mismo sentido, Bachelard (1957) plantea la casa como una imagen poética que emerge de la conciencia humana, un espacio donde se proyecta la identidad del grupo que la habita, que es, ante todo, un espacio para ser "vivido". En la misma línea, Jung (1995) señala que la casa es un importante instrumento para el análisis del alma humana, que muchas estudio de la casa en cuanto tal, sino que también ha incorporado espacios más amplios como punto de referencia para el análisis de la identidad del grupo (Lévi-Strauss 1970). Para las culturas indígenas, las casas eran percibidas como una extensión más íntima y protegida de un marco vital más amplio, el cual estaba constituido por la aglomeración de viviendas vistas como un todo (Rapoport 1972). Un claro ejemplo de este concepto lo encontramos en ciertas sociedades amazónicas, en las que los niños jamás dibujan una casa aislada, sino un conjunto de ellas formando una aldea (Caiuby Novaes et al. 1983).
En los Andes, los estudios antropológicos han determinado que ciertos lugares, como la casa, se relacionan con acontecimientos del pasado y son usados por la memoria para registrar y mantener el recuerdo de dicho acontecimiento histórico. Tal es su importancia, como lo señala Muñoz (2012), que el mismo Guaman Poma de Ayala en 1615 presenta la evolución de las viviendas como uno de los principales elementos para datar las diferentes edades que caracterizaron al antiguo Perú. En la actualidad, Muñoz (2012) señala que los comuneros quechuas de Coipasa explican su historia a través de los lugares que han habitado, de tal manera que desde la ocupación de una cueva hasta las casas construidas más recientes forman parte de una continuidad cultural construida sobre la base de la identidad y la memoria. En la sociedad andina, la casa se constituye como la síntesis de la vida; cada uno de sus espacios representa un aspecto de la organización familiar y, al mismo tiempo, refleja la interacción de cada uno de sus miembros. La vivienda representa un microuniverso que alberga todas las manifestaciones que la familia y el individuo desarrollan en su diario vivir. Es también un espacio donde se conjugan equilibradamente el universo interior y el exterior. En este contexto, la vivienda andina cobija espacios de eminente connotación social, como por ejemplo la cocina/comedor/ dormitorio, donde se visualiza de mejor forma la interacción de los individuos, pues es el lugar donde se come, se duerme y se descansa. Estudios desarrollados en la provincia de Arica y Parinacota (Muñoz 1988; Muñoz y Chacama 2006) han permitido definir formas y aspectos comunes en la de los dioses; la cosmogonía. Añade que la ejecución de un sacrificio permite la transferencia del alma a la casa, dotándola de vida, con lo que se reproduce la creación del mundo a partir de un espacio sagrado. La antropología ha intentado definir el papel que construcción de viviendas prehispánicas (zona centro sur andina) mediante el análisis del registro arqueológico. Junto con esto, se ha podido determinar la existencia de algunos elementos distintivos ligados a las manifestaciones sociales y mágico-religiosas de las poblaciones que edificaron dichos inmuebles. Estos antecedentes, sumados a la información etnográfica relativa a la compleja actividad social que se desarrolla durante el proceso de construcción de una vivienda andina en la actualidad, nos permiten sugerir que el acto ritual implícito en la construcción de la vivienda ha sido una constante en la historia y en la sociedad andina (Figura 1).


Figura 1.
Mapa ubicación sitios de estudio etnográfico. a.- San Lorenzo (Lat. 18°31'22.35"S, Long. 70°11'3.71"O); b.- Caillama (Lat. 18°23'57.13"S, Long. 69°34'46.15"O); c.- Chucuyo (Lat. 18°12'6.63"S, Long. 69°16'5.09"O); d.- Parinacota (Lat. 18°13'6.38"S, Long. 69°19'17.50"O).

La investigación que se presenta a continuación, no obstante, no pretende adentrarse en el estudio del proceso de continuidad y cambio relativo a la vivienda andina, sino más bien busca desarrollar un análisis comparativo en torno a la percepción del espacio dentro de las unidades habitacionales en determinados periodos de la prehistoria (período Intermedio tardío y Tardío) e historia andina reciente en la región de Arica y Parinacota. Se complementa este análisis con la discusión sobre el rol social que posee la vivienda y cómo éste se ha proyectado desde el pasado hasta la actualidad. En esta perspectiva, se sugiere que el ritual de construcción de una vivienda, junto con las ceremonias de la tierra y el ganado, se constituyen aún como los elementos estructurales sobre los cuales reposa la cultura andina en los altos de Arica.

LA VIVIENDA PREHISPÁNICA, A TRAVÉS DE LAS CRÓNICAS

Este texto describe, en primer lugar, los antecedentes aportados por las tempranas crónicas españolas sobre los poblados y viviendas precolombinas en los Andes meridionales, más específicamente en el altiplano de Perú y Bolivia; estos antecedentes son relevantes pues las poblaciones que habitaron dichos poblados están relacionadas con el desarrollo cultural del norte de Chile. Seguidamente se describe el impacto de las políticas de reducción de los poblados prehispánicos implementadas por el virrey Toledo y cómo esta afectó a los valles de Arica.
Según Canals Frau (1959: 349), quien cita a Cobo (1956 [1653]) y a Garcilaso de la Vega (1943 [1609]), la vivienda andina prehispánica consistía generalmente en una o dos habitaciones rectangulares, formadas por muros de piedra sostenidas mediante una especie de argamasa de barro; las paredes eran levantadas con piedras canteadas que ajustaban con gran precisión. Sobre unos tijerales de madera, muchas veces de cardones, descansaba un techo bastante inclinado recubierto de pasto (ichu), hierbas o paja y barro. La puerta era estrecha, y las ventanas, poco frecuentes, y carecían de cualquier otro método de ventilación. Este tipo básico de vivienda se repite en las construcciones de mayor envergadura, en las que combinaban varias habitaciones o cámaras dentro de un conjunto, con un patrón interno o calle para la intercomunicación. En cuanto a la forma de las viviendas, Vázquez de Espinoza señala: "Las casas de esta provincia de Paria y todas las mas de este Reyno que están en la sierra y tierra fría de los pueblos de los indios, son redondos de hechura de media naranja por causa del frío" (Vázquez de Espinoza 1948: 51 [1628]). En las tierras serranas del Collao, las viviendas agrupadas formaron poblados y, en algunos casos, por razones de seguridad o de defensa, se construyeron en los cerros o elevaciones escarpadas fortalezas denominadas pucaras. Al respecto, Cieza de León (1932 [1554]) indica que "[...] antes que los ingas, los señores [...] por lo alto de los cerros tenían sus pueblos fuertes, de donde se daban guerra [...]". El mismo autor señala también que en el interior de las viviendas dormían todos los miembros de la familia juntos sobre el suelo, cubriéndose con mantas o frazadas, o sobre una baja plataforma de palos o de piedra y barro ubicada en un rincón de la habitación. No usaban silla ni otro mobiliario para sentarse. Describe además que, en ocasiones, el ganado doméstico ocupaba parte de la vivienda, especialmente el patio interior.
Bartolomé Álvarez (1998 [1588]), al describir las costumbres de los indios del altiplano boliviano cercano al lago Poopo, señala que las casas eran de forma redonda y que no tenían más que una puerta angosta. Indica además que, por el bien de las personas que habitaban la nueva casa, se colgaban mazorcas de maíz o a veces estas mismas las enterraban en la entrada. La caída de un rayo implicaba que deshabitaran la vivienda porque era señal de malos augurios o desdicha.

Toledo y la política de reducciones en los pueblos en Arica
La presencia hispana en los valles de Arica se desarrolló de manera muy temprana. La primera encomienda registrada en la región data de 1540 (Trelles 1991), y ya en 1554 se reconoce formalmente el establecimiento de la Iglesia católica en el valle de Lluta. El arribo de población europea fue potenciado tras declararse, hacia 1574, el paso de la remesa de azogue del mineral de Potosí por el puerto de Arica (Chacama et al. 1992).
Los españoles que no se avecindaron en el puerto buscaron territorios más cálidos, como los cursos medios de los valles para establecerse, y compartieron los mismos espacios agrícolas con los campesinos indígenas. Posteriormente, hacia 1570, el Virrey Francisco de Toledo dictó un conjunto de leyes que modificaron profundamente el modo de vida de estas poblaciones (Toledo 1986). De estas medidas, la de mayor impacto fue la política de reducciones. Esta política consistió en el abandono forzoso de los dispersos poblados indígenas y la reubicación de sus habitantes en centros poblacionales españoles. El objetivo principal de esta regulación fue aglutinar la disgregada población indígena en núcleos poblacionales centralizados, donde fuera posible ejercer un mayor control. En 1618, la precordillera de Arica registra el establecimiento pleno de la política de reducciones. En dicho año, el religioso Antonio Vázquez de Espinosa visitó la zona (Vázquez de Espinosa 1948 [1628]), y en su descripción señala que la mayor parte los pueblos están construidos sobre un patrón de damero, cuyas calles en forma de una rejilla ortogonal constituyen el símbolo más claro del esquema español de planificación.
Los pueblos de reducción se emplazaron muy cerca de las cabeceras de los valles precordilleranos buscando, de acuerdo con el paradigma hispano, espacios más abiertos y planos, evitando las quebradas profundas; situación que permite, por un lado, instalar sus pueblos ortogonales en damero y, por otro, facilitar el control de la población. La implantación de este nuevo modelo provocó cambios significativos en la forma de vida de las poblaciones andinas: si bien la economía agrícola siguió siendo en gran medida la misma, la conceptualización ideológica del espacio cambió indefectiblemente. El modo andino prehispánico -cuyo énfasis estuvo dado por la utilización de espacios de naturaleza comunal, como las plazas, cabildos y áreas de trabajo (terrazas agrícolas y tierras de pastoreo)- dio lugar a un modelo según el cual la vivienda familiar concentró mayor protagonismo en el contexto de las actividades de subsistencia, y generó como consecuencia un uso más intensivo de dicho espacio en contraposición del comunal. La política de reducciones fue altamente resistida por la población indígena, no sólo por el hecho en sí de cambiar una ancestral forma de habitar el territorio, sino también porque los alejaba físicamente de sus raíces simbólicas (huacas), sin las cuales les era casi imposible concebir la vida. En ese sentido, no es casualidad que el nuevo trazado español impusiera como eje de los nuevos asentamientos el templo cristiano (Durston 1999).
Ahora bien, poblados indígenas en la cordillera de Arica y Tacna insertos en este nuevo trazado son descriptos por Canales (1925), quien señala que las casas tienen una sola puerta baja y angosta, hay ausencia de ventanas; dentro de un único cuarto, no hay muebles, solamente una suerte de estrada de piedra con barro, la que se ubica frente a la entrada. Por su parte, Cáceres et al. (1977) señalan que los pobladores de San Francisco de Socoroma, ubicado en la precordillera de Arica, aprovecharon los mismos materiales que los que habían sido utilizados en tiempos prehispánicos; sin embargo, a diferencia de los poblados de la cordillera, las casas tienen puertas y ventanas de madera de eucaliptos. Los techos están construidos de paja brava; las paredes exteriores están pintadas de color blanco. Desde el punto de vista social, construir una casa en este poblado implicaba un trabajo comunitario que se pagaba con comida y con una fiesta que se realizaba al término de la construcción.

LA VIVIENDA EN ARQUEOLOGÍA: EL ESTUDIO DE ÁREAS DOMÉSTICAS

A continuación analizamos la importancia del estudio de las áreas domésticas en arqueología en relación con la vida cotidiana de las poblaciones. Seguidamente, analizamos dos casos de estudio sobre viviendas prehispánicas descritas arqueológicamente: San Lorenzo y Caillama. Luego se describen las ofrendas de sacrificio de animales, posiblemente asociadas a rituales de fundación. Por último, se discute la organización y uso del espacio tomando como indicadores viviendas de los sitios arqueológicos anteriormente mencionados.
Según Cerrillo et al. (1986), Sorin (1989) y Kent (1993), es posible determinar el sentido de identidad y pertenencia de una familia o grupo humano a un determinado sistema cultural mediante el análisis del patrón de disposición de los elementos en la unidad doméstica (vivienda). Por su parte, López y Molina (1986: 259) indican que el análisis de la complejidad de una unidad doméstica (o un conjunto de ellas) permite vislumbrar el grado de desarrollo y estratificación de la sociedad a la cual pertenece. En otra línea, Rappaport (1990) plantea que la relación entre el espacio doméstico y las actividades que se desarrollan en él está influenciada por la cultura (o más específicamente, las expresiones sociales de la cultura). El análisis de ese proceso hace hincapié en la forma en la cual un conjunto de acciones son organizadas en "sistemas de actividades". Estos sistemas, a su vez, no hacen énfasis únicamente en las actividades por sí mismas, sino también en la forma en que son ejecutadas, por quiénes, en qué momento, lugar y cómo son combinadas con otras actividades relacionadas, y en qué secuencia ocurren (Blanton 1998). En este contexto, uno de los sistemas de actividades fundamentales y clave en el diagnóstico en terreno del estudio de las unidades habitacionales son las evidencias sobre el consumo y preparación de alimentos (Manzanilla 1986) que, para el caso de nuestro estudio, son las más representativas. En este sentido, estudios desarrollados en Conchopata (Andes centrales, Perú) señalan que el indicador principal de actividad doméstica y consumo de alimentos fue el fogón. Este estuvo constituido generalmente por concentraciones de cenizas, partículas de carbón, piedras ennegrecidas producto de la combustión, elementos asociados a manos y morteros y, en algunos casos, a excrementos de cuy (Cavia porcellus) (Ochotoma 2007).

Descripción de viviendas prehispánicas a través de la arqueología
Los asentamientos de San Lorenzo y Caillama, ubicados en el valle de Azapa, son los sitios arqueológicos más representativos del periodo Intermedio tardío y Tardío en la zona (Muñoz y Focacci 1985; Muñoz 2007). Ambos se caracterizan por presentar buena conservación de los materiales: se observan edificaciones de piedra y cañas y, distribuidos en la superficie, gran cantidad de restos materiales vinculados a las actividades domésticas. Se ubican en distintos microambientes y alturas, lo cual supone la existencia de algunos niveles de especialización de actividades económicas.
El sitio pukara de San Lorenzo, emplazado a 250 msnm, a 14 km de la costa, presenta un modelo habitacional propio de las zonas costeras, con preponderancia en el uso de la caña (Arundo donax sp) para el levantamiento de muros (Figura 2, Tabla 1). Esta materia prima se obtenía fundamentalmente en lugares inundados o en riberas de ríos intermitentes como el San José, cuyo cauce pasa a escasos metros del asentamiento. Los recintos habitacionales fueron construidos sobre un terraplén de 180 m2, con muros de caña empotrados a doble y triple hilada, a una profundidad de 38 cm. La planta de estos recintos es generalmente rectangular, con esquinas semicurvas, con cierta irregularidad en el trazado. Para dar solidez a la cubierta de cañas, se dispusieron cañas en el exterior de manera transversal, a modo de trabas, sujetas con amarras de totora que pasan por entre los tubos. Ello contribuyó a obtener una cubierta densa y compacta que ayudó a evitar la circulación de viento en el interior del recinto. No existen indicios de estucos de barro. El pukara de Caillama se encuentra ubicado a 3000 msnm, a 80 km de la costa en la precordillera, y se emplaza sobre un abrupto montículo. Sus recintos habitacionales se caracterizan por un patrón de plantas arquitectónicas de forma circular y oval (Figura 3, Tabla 2). Por lo estrecho del terreno rocoso, las viviendas tuvieron un crecimiento orgánico, fueron adosadas unas a otras, lo que dio origen, en algunos casos, a pasillos de comunicación. Los cimientos son gruesos, para sostener un pircado de 1,50 cm de altura. Algunos edificios presentan accesos definidos por jambas pircadas o en un sólo bloque. Existe también evidencia de relleno de sedimento entre las hileras de piedra.


Figura 2.
Panorámica pukara San Lorenzo, valle de Azapa. Provincia de Arica, Chile.

Tabla 1. Distribución en el espacio interior de los recintos.


Figura 3.
Panorámica poblado prehispánico de Caillama. Provincia de Putre, Chile.

Tabla 2. Distribución en el espacio interior de los recintos.

Ritos asociados a la construcción de viviendas prehispánicas, a través de los datos arqueológicos
El sitio de San Lorenzo destaca por poseer las evidencias más claras sobre el sacrificio de animales, a manera de ofrenda, asociado a la edificación de una casa. En dos de las viviendas, numeradas como recintos 1 y 13, fueron halladas dos inhumaciones de animales. En la vivienda 1, esquina suroeste y adosada al muro sur, se constató la inhumación de un llamo, un perro y dos cuyes. El entierro del camélido (Figura 4) correspondió a un animal de corta edad (8 meses) al que los ganaderos aymaras en la actualidad llaman "maltón", de color café, depositado con las patas en posición flexionada. El cuerpo del animal está casi completo, sólo fue removida la cabeza. Se observa una cobertura de piedras, tierra y fibras vegetales; el perímetro de la tumba fue a su vez demarcado con piedras y cantos rodados.


Figura 4.
Fotografía entierro de camélido, sitio San Lorenzo. Provincia de Arica, Chile.

La inhumación de los cuyes, en cambio, destaca por haberse ubicado en dos sectores diferenciados de la vivienda; uno en la pared sur y otro en el centro del recinto. Ambos fueron depositados en fosos que alcanzan 20 cm de diámetro por 25 cm de profundidad. No presentan ofrendas, los cuerpos se conservan en buen estado; en ambos casos, los cuyes son de color negro. Evidencian pequeños cortes a la altura del corazón, indicativo de que fueron degollados. El perro fue sepultado adosado a la pared sur, en un foso de 50 cm de diámetro, a 45 cm de profundidad. La longitud del animal es de 45 cm y su color es blanco con manchas negras; las patas están en posición flexionada. Al igual que los cuyes, no presenta ofrendas, sin embargo, es claro que fue depositado con fines ceremoniales. Este tipo de ceremonia está relacionado con la construcción de los primeros cimientos de la vivienda.

Organización y uso del espacio a través de las evidencias arqueológicas
Tomando como referencia los recintos habitacionales 1 y 13 del pukara de San Lorenzo, y gracias al análisis de serie de componentes orgánicos y culturales como áreas de combustión (fogones), basurales internos, lineamientos de postes, morteros, etc., fue posible definir cuatro espacios en el interior de estos recintos habitacionales prehispánicos, a saber: el descanso, la cocina, el área de almacenaje y los corrales. La evidencia más diagnóstica para definir un área residencial fue la existencia de las áreas de combustión o fogones, que en el caso de la vivienda 1 se encuentran situados en los sectores sureste, noreste y noroeste (Figura 5). Estas áreas de combustión, que constituyen ocho en total, presentan un diámetro promedio de 40 cm; a su vez, dos presentan un revestimiento de piedras angulosas y pequeños cantos rodados. La estructura orgánica de estos fogones está formada por dos y tres capas o lentes de cenizas y carboncillos mezclados con sales (carbonato de sodio), que en algunos casos constituyen verdaderos pisos compactos. El estudio de los componentes químicos en los fogones señaló una alta concentración de fosfato, con un valor de pH alto, y la presencia de ácidos grasos y proteínas. Junto a estas áreas de combustión se halló una probable área de preparación de alimentos. Así tenemos que, asociados a cuatro fogones (1, 3, 4 y 6), se hallaron batanes para moler maíz, uno de los cuales presentaba la superficie con evidente marca de haber sido golpeado. Asociados a estos morteros (batanes) se hallaron restos de zuros de maíz (Zea mays) con un promedio que varía entre 15 a 25 cm por unidad; también en este espacio fueron encontrados restos de fragmentos de conchas (Choromythilus chorus y Concholepas concholepas) y aproximadamente 250 gr de semillas de molle (Schinus molle).


Figura 5.
Dibujo de planta, recinto 1, sitio San Lorenzo.

La presencia de artefactos para hilar y confeccionar textiles evidenciaría que parte de las prendas usadas por las poblaciones de San Lorenzo fueron tejidas en las áreas habitacionales del poblado. Junto con esto, existen evidencias de trabajo en fibra vegetal, preferentemente totora (Typha angustifolia) y junquillos (Scirpus sp), destinado a la preparación de hilados, cuerdas para elaborar faldellines, cobertores púbicos, bolsas, cestería, esteras y techumbres, entre otros. Existen evidencias que indican que en dicho espacio también operó como curtiduría: se hallaron 12 fragmentos, de un total de 20, de piel animal con rasgos de curtimiento, posiblemente cuerdas para amarrar sandalias tipo ojotas. Se encontraron, además de cuerdas, dos piezas de sandalias sin terminar. Otra manufactura confeccionada en el interior del recinto habitacional fue la cerámica; los mayores testimonios los tenemos en seis fragmentos de cerámica no cocida, con restos de hollín, ubicados en el sector suroeste de la vivienda. En este mismo sector fueron encontradas dos espátulas de hueso y pequeñas piedras circulares, elementos que tal vez sirvieron para pulir y moldear el alfar.
En la superficie del asentamiento de Caillama se hallan restos cenizales que se desplazan a lo largo de los recintos; asociados a ellos se hallaron morteros de superficie plana tipo batán. Hacia los sectores este y oeste de los recintos se ubican las cocinas, compuestas por dos hileras de piedras. Estas cocinas se hallan asociadas a restos de fogones (carbones y cenizas), fragmentos de cerámicas con restos de hollín en su superficie; también fueron hallados restos de fragmentos de palas líticas y huesos de mamíferos terrestres (camélidos) (Figuras 6 y 7). El análisis químico en los recintos excavados señala actividades alimentarias: la concentración de fosfato y el valor de pH son altos; además, hay presencia de ácidos grasos y restos de proteínas.


Figura 6.
Fotografía recinto excavado, unidad doméstica poblado de Caillama.


Figura 7.
Dibujo de planta recinto excavado poblado de Caillama.

La evidencia física en el interior de las viviendas de San Lorenzo y Caillama reconoce la existencia de un grupo de individuos que usó dichos espacios para desarrollar actividades básicas de subsistencia. Presentan áreas definidas para la preparación y consumo de alimentos; y espacios de almacenaje o despensa, ubicados dentro y fuera de las viviendas. Esto último evidenciaría la existencia de una organización familiar y comunitaria respecto de la distribución de la producción; la presencia de pozos de almacenaje en el interior sugeriría que cada grupo doméstico almacenó sus propios granos, posiblemente de su propia producción. El trabajo artesanal también se desarrolló en el interior de las viviendas, aunque no existen evidencias de especialistas en la elaboración de los objetos, más bien pareciera ser que el artesano hubiera sido un miembro del grupo familiar que habitó dicho recinto. De la misma forma, la arquitectura en general no presenta grandes diferencias entre los grupos de poder y la población común. La homogeneidad de las viviendas pudo ser consecuencia del predominio de aspectos colectivos en la organización política, descansado en el control de los medios de producción local mediante códigos que enfatizaron la solidaridad entre unidades sociales. Tal como lo plantea Nielsen (2006), los espacios en San Lorenzo no se construyeron a partir del engrandecimiento del individuo, sino en función de la solidaridad comunitaria.

LA VIVIENDA EN EL MUNDO ANDINO CONTEMPORÁNEO

En los Andes, los estudios de Kessel (1974), Platt (1976), Ravines (1978), Ossio (1980), Román (1985), Valiente (1986), Urton (1988), Gose (1991) Dransart (1996), Abercrombie (2006), Muñoz (2012), entre otros, indican que la vivienda, los terrenos agrícolas, los ritos de pasaje, los combates rituales, etc., concentran de manera profunda la riqueza de las construcciones ideológicas más sugerentes de la sociedad andina actual. Es así como, desde el punto de vista simbólico, la casa entre los aymara encarna la idea de protección, de refugio, es la representación simbólica del vientre materno (Contreras 1974; Flores Ochoa 1977). Arnold (1992), por su parte, vincula a la casa con el cosmos, y señala que su construcción constituye un arte de la memoria vinculado con el parentesco. Para Joly (1982) e Isbell (1976), esta misma percepción estaría presente en el registro arqueológico, un claro ejemplo sería el de los templos con forma de "U" de Chavín de Huántar; los que no sólo serían representación de una visión cosmogónica, sino también evidencias de la permanencia y continuidad del simbolismo prehispánico en muchas tradiciones andinas.
No obstante lo anterior, la vivienda andina también posee cierta connotación masculina, asociada a los elementos estructurales del inmueble. Así por ejemplo, el tejado representaría el cabello del dueño de casa; y los tijerales, sus costillas (Martínez 1974). Esta concepción binaria y de opuestos complementarios también es posible observarla en los pueblos altoandinos de Arica, donde comúnmente se señala que la cocina es el espacio de la mujer, y el patio, el del hombre. Otro símbolo importante es el que indica la relación con el adobe, el que, en palabras de un comunero aymara de la provincia de Parinacota, "[...] no es más que la misma Pachamama que se deja moldear fácilmente, para proteger al ser humano [...]" (Francisco Chambi, pastor aymara, oriundo de la localidad de Sajama, Bolivia).

Análisis de la vivienda andina en la actualidad
A continuación discutimos los resultados de análisis desarrollados en torno al comportamiento de la vivienda andina en la actualidad, y se enfatizan también aspectos relacionados con tipos de vivienda, emplazamiento y materiales de construcción utilizados, y uso de los espacios interiores. Para reforzar este último aspecto se describe en términos generales la materialidad que arrojaron las excavaciones realizadas en una vivienda andina de mediados del siglo XX en la provincia de Parinacota. Concluimos este capítulo con la discusión en torno al ritual de mayor importancia dentro del contexto de la edificación de una vivienda, cual es la Wasichocouyo Achokallo.

Tipos de vivienda
Para el área nuclear aymara (circumtiticaca y áreas aledañas), Tschopik (1951) ,Loza Balsa (1971), Flores Ochoa (1977) y Šolc (2011), entre otros, señalan que los tipos de vivienda varían de acuerdo con el ambiente geográfico en que se encuentran. Así por ejemplo, los umasuyus poseen tres tipos de viviendas: las emplazadas en las riberas del lago, las que se encuentran fuera de la influencia lacustre y las ubicadas en la cordillera o sitios fríos. Los tres tipos mantienen uniformidad arquitectónica, sin embargo, varían en cuanto a los elementos empleados en la construcción. La diferencia entre los sistemas constructivos estriba en que las viviendas construidas en las zonas lacustres poseen un cimiento más profundo en comparación con las viviendas construidas en terrenos más alejados del lago, donde el cimiento es de menor profundidad. Sobre estos cimientos se ubican adobes, de los cuales existen dos tipos y tamaños diferentes: los que se logran utilizando un molde y los que se obtienen a partir del endurecimiento del barro mezclado con raíces vegetales, para ser cortados y moldeados manualmente. Los tres tipos de vivienda constan de un mínimo de dos habitaciones y un cuarto pequeño que funciona como cocina, y cada cuarto es independiente respecto de los otros. El tamaño de la vivienda dependerá del estatus social o económico del propietario; sin embargo, las dimensiones promedio bordean los seis metros cuadrados. Las puertas en general son pequeñas, alrededor de 120 cm, de una sola hoja, no poseen cerradura, sólo se anudan con una soga. Los materiales empleados para el techo también dependen de la solidez económica del campesino. Los grupos que viven a orillas del Titicaca utilizan para el techado la totora (Melacochacte totora); en las pampas se usa paja (Tiphie ichu); en las cordilleras, "paja brava" (Stipa pungeres). Para los puntakes o tijerales se usa la Keñwa (Polilepsia Tarapacá), la Kiswara (Budleva incona) o, a veces, el eucalipto. Para la trama se usa la socosa (Arunda donax), llamada también "caña hueca". Para atar las trabazones se utilizan unas correas de cuero o unas sogas hechas de paja (Stipa ichu) (Figura 8).


Figura 8.
Fotografía poblado de Parinacota, provincia de Putre, Chile. Destaca el techado hecho de paja.

Construcción de una vivienda andina actual
Según datos entregados por los lugareños de Chucuyo (provincia de Parinacota, Chile) existen cuatro variables fundamentales que definen la ubicación de una vivienda: a) un amplio dominio visual del espacio: el lugar debe poseer una vista amplia que permita ejercer control sobre las actividades de subsistencia (por ejemplo, en el caso de los ganaderos, debe orientarse en dirección de las áreas de pastoreo; para los agricultores, debe permitir la visión amplia de las terrazas de cultivo); b) baja humedad: debe estar alejado de lugares húmedos, para no contraer enfermedades como el reumatismo o neumonía; c) evitar lugares cercanos a volcanes o nevados, dada la posibilidad de erupciones o aludes; d) de acuerdo con la concepción mágico-religiosa se evitan, para la ubicación de la vivienda, lugares con connotación espiritual, como vertientes, lagunas o cerro (Mallku). Desde el punto de vista material, el elemento principal es el adobe, uno de los materiales constructivos fundamentales en el área surandina (Figura 9). El proceso de construcción se inicia con la confección de planchas de adobe; y posteriormente se seleccionan y trasladan las piedras con las que se construirá la planta o base de la vivienda. A continuación, se construye una habitación de forma rectangular, que constituiría el dormitorio, luego la vivienda se amplía edificando la cocina y la despensa. Finalmente se instala el techo, que consiste en un entramado de paja apoyado en una estructura de madera (Figura 10). En términos generales, las viviendas de esta zona son bastante homogéneas, no se encuentran diferencias importantes en cuanto a características arquitectónicas. Los campesinos que tienen mayor poder económico, en lugar de ampliar su vivienda en Chucuyo o Parinacota, privilegian la construcción de una vivienda adicional en las zonas urbanas como Arica, con el propósito de albergar a sus hijos cuando deben iniciar la educación secundaria en la ciudad.


Figura 9.
Construcción de una vivienda en el poblado de Parinacota, 1986.


Figura 10.
Ilustración construcción de techo de una vivienda aymara (Tomado de Contreras 1974: 29, 30 y 32).

Organización y uso del espacio en una vivienda andina actual
Cada uno de los espacios que conforman el hogar posee distintas funciones y concentra aspectos diferenciados de la vida familiar. La cocina es un espacio social eminentemente femenino, es donde la dueña de casa invierte la mayor parte de su tiempo una vez finalizadas las labores de pastoreo; en ella se dedica a la preparación de alimentos; participa de reuniones informales con otras mujeres; se comunica con sus hijos e instruye a sus hijas sobre las labores domésticas; en resumen, es el espacio donde se produce un acercamiento familiar efectivo. El dormitorio-comedor, en cambio, es el lugar de reunión familiar, por lo general, estas reuniones se desarrollan antes de dormir o durante el desayuno. Es allí donde se planifican las faenas de trabajo familiar y se resuelven los problemas domésticos propios de la vida cotidiana. En el centro de la habitación se dispone de una mesa destinada al consumo de alimentos, que en ocasiones es utilizada por el jefe de hogar para conducir las conversaciones e informar las novedades. La despensa es la habitación de menor tamaño, es el sector donde se almacenan las provisiones adquiridas tanto en mercados externos como los productos obtenidos de la agricultura y ganadería familiar. Finalmente, el patio concentra actividades de las que participan todos los miembros del grupo, por ejemplo, la molienda de grano, tejer en telar al piso o la curtimbre de cueros, etc. Todas estas actividades permiten la interacción familiar y el diálogo entre los miembros de la familia. Excavación de una vivienda aymara de mediados del siglo XX En 1986 se excavaron las ruinas de una vivienda aymara ubicada en la localidad de Chucuyo. Según fue informado por los lugareños, el recinto habría sido habitado por una familia de cuatro personas en el década de 1940 (Tabla 3). El inmueble fue construido con piedra, muros a hiladas dobles y techos de doble agua. La vivienda presenta la distribución típica de dos habitaciones, un dormitorio y un comedor, que funcionó también como despensa. Análisis químicos realizados en los pisos ocupacionales indican una alta concentración de sales y restos orgánicos en el dormitorio, posible evidencia de fluidos (orina) y fecas humanas; en el comedor se halló una alta concentración de fosfato, vinculado al consumo de alimentos, pH relacionado con la quema de basura, ácidos grasos vinculados al consumo de carnes rojas y carbonatos relacionados con desechos de basuras de alimentos y fermentaciones.

Tabla 3. Indicadores arqueológicos hallados en excavación de una vivienda aymara.

Ceremonialismo en la construcción de una vivienda
El rito de consagración es, tal vez uno, de los actos ceremoniales más profusamente estudiados en el contexto de la construcción de una vivienda en los Andes. Duviols (1974) entrega uno de los primeros antecedentes, la crónica de Fabián de Ayala, religioso que visitó la localidad de Chincha y cocha (Junín, Perú) en 1603. En ella se describe el ritual de edificación de una vivienda y se destaca la activa colaboración de los familiares del propietario en los trabajos y la participación del pueblo en las festividades posteriores. Para el siglo XX, Bandelier (1910: 94), Paredes (1936) y Le Barre (1948) detallan los rituales de consagración de la vivienda aymara. Morote Best (1956) describe detalladamente las relaciones que se establecen entre los participantes durante las ceremonias del techado en los departamentos de Amazonas, Junín y Ayacucho (Perú). Por su parte, Mayer (1974), Aranguren (1975), Nachtigall (1975) y Ochoa (1976) describen un ritual llamado Wasichocouy (quecha: wasi: casa; chacuy: construcción), ceremonia destinada a la elaboración del techado de viviendas en la sierra central de Perú, puna de Moquegua y Atacama (Argentina), y destacan la cohesión social de los pastores puneños. Allen y Albó (1972) describen un hogar aymara en la zona rural de Achacachi (Bolivia) con base en su construcción, y enfatizan las interacciones sociales producidas entre los miembros de la comunidad durante las celebraciones posteriores a la edificación. Tschopik (1968) describe en detalle el proceso de construcción en las poblaciones indígenas de Chucuito (lago Titicaca), y recalca el papel preponderante de la comunidad en las tareas constructivas y las relaciones de reciprocidad entre el propietario y su colectividad. La mayor parte de los estudios enfatizan las relaciones de cooperación que se generan entre los propietarios de la casa en construcción, la familia nuclear y extendida de estos y la comunidad; tanto en el proceso constructivo mismo, como en las festividades desarrolladas una vez finalizados los trabajos.
En el caso de las poblaciones aymaras de los altos de Arica, un análisis resumido de este ritual señala que la consagración de una casa se inicia con una ceremonia llamada wajjt'ana (ofrendar), la cual es ejecutada por un yatiri; consiste en el vertido de alcohol en el lugar de emplazamiento del inmueble en honor a la pachamama. El ceremonial se inicia cuando el yatiri y el propietario determinan el lugar donde se celebrará el rito. Este se define en virtud de la orientación de la puerta principal: cuando la puerta se ubica en dirección poniente, el ritual se desarrolla en la esquina este del inmueble, e inversamente si la disposición de la puerta es hacia el oriente. Concluida la wajjt'ana, se procede con la ceremonia de techado, esta comienza al alba y debe finalizar antes del ocaso. Al inicio, los participantes hacen entrega de algunas especies a manera de contribución, otros indican que su cooperación será a través del trabajo, esto a manera de retribución de favores previamente otorgados (reciprocidad). Seguidamente se ausculta el cielo en búsqueda de Venus, Hidra y la constelación del Cochero. Cuando se ha acabado la operación del techado se queman petardos y cohetes. Esta ceremonia debe realizarse por la noche y cuando las estrellas citadas aparecen en el firmamento. Antes de terminar el ceremonial se instala la cruz cristiana en el mojinete de la casa para ahuyentar los malos espíritus.
La permanencia de ciertos rituales asociados a la construcción de una vivienda, como por ejemplo el sacrificio de animales (wilancha), es un indicador claro de que ciertos mecanismos vinculados con la estructura ideológica del mundo andino prehispánico han perdurado a pesar de las transformaciones que ha sufrido la estructura del ceremonial. En este sentido, y como se comentó para el caso del sitio San Lorenzo, el sacrificio de animales se presenta como uno de los elementos fundamentales de la ritualidad aymara. En la localidad de Chucuyo y Parinacota, una vez finalizada la construcción de la vivienda se desarrolla la ceremonia de Achokallo. Una ceremonia plena de algarabía, humor, cánticos y comida ceremonial. Para tal efecto se ejecuta una wilancha o sacrificio de sangre. El rito consiste en la selección de una llama de color blanco (u otro color, exceptuando el negro), la cual es atada en sus extremidades y dispuesta frente a la iglesia, mientras miembros de la comunidad la adornan con flores (Figura 11). Una vez finalizados los preparativos y otras rogativas, un anciano ganadero, seleccionado por el yatiri, procede a degollar al animal, no sin antes pedir perdón por el sacrificio a los malkus. Mientras brota la sangre, el sacrificador direcciona la cabeza del animal hacia el poniente como señal de buen augurio. La sangre es depositada en recipientes, luego es vertida en las cuatro esquinas de la vivienda, además de la iglesia y el campanario. Es requerimiento que la muerte del animal sea rápida, evitando el sufrimiento excesivo. El ritual finaliza con el despostado del animal y la quema de la mesa donde se llevó a cabo el sacrificio, sólo entonces están en condiciones para preparar el alimento.


Figura 11.
Preparativos para sacrificio de animal. Poblado de Parinacota, 1986.

CONSIDERACIONES FINALES

La casa, a lo largo de la historia andina (Figuras 12a y 12b), particularmente en la sierra y puna de Arica, ha desempeñado un rol fundamental por su función simbólica. Es y ha sido percibida como un refugio, como el microcosmos del individuo, vinculada simbióticamente con la aldea, representación del macrocosmos, espacio donde converge la comunidad. Ambas esferas constituyen una dualidad en la vida de los comuneros andinos, situación que ha ayudado, junto con otros aspectos de la vida cotidiana como los rituales del agua, montañas y floreo, a la permanencia de algunas tradiciones andinas de larga data. Estos elementos, sumados a los conceptos y valores como solidaridad y reciprocidad permiten visualizar los componentes que dieron origen y desarrollo a la identidad andina.


Figura 12a.
Desarrollo de sistemas constructivos en viviendas aymara en el norte de Chile. Formas de viviendas y techos. Viviendas de piedra.


Figura 12b.
Desarrollo de sistemas constructivos en viviendas aymara en el norte de Chile. Formas de viviendas y techos. Viviendas de caña.

Si bien es cierto que nuestra intención no ha sido constatar el proceso de continuidad y cambio en torno a la vivienda andina desde el siglo X al XX -puesto que, como ya lo señala Wolf (1984), las culturas no son identidades estáticas, cambian a lo largo de la historia o, como lo indica Politis (2004), el significado de los objetos y de los elementos naturales varía de una cultura a otra por la transformaciones que sufren las sociedades-, sin embargo, como resultado de nuestro estudio no podemos dejar de reflexionar sobre dos aspectos que llamaron profundamente nuestra atención: por un lado, la permanencia en el tiempo de ciertas estructuras mentales vinculadas a la devoción que la comunidad profesa por sus deidades tutelares, y por otro, la ceremonialidad y ritualización celebradas en torno a la vivienda, en las que el sacrificio de animales se constituyó como el elemento de mayor importancia en el proceso de consagración de una nueva casa. El primero de los aspectos se manifiesta de manera explícita en la selección del lugar donde se emplazará la nueva construcción. La devoción, el respeto y, muchas veces, el temor que siente la comunidad por los distintos hitos geográficos de su entorno (cerros, vertientes, bofedales) se revela constantemente. Por ejemplo, los pastores del departamento de Lípez (sur de Bolivia), como también en otros lugares del altiplano, ordenan el espacio en relación con sus referentes naturales y simbólicos. Estas concepciones se ponen de manifiesto en múltiples contextos, como la disposición de los edificios y altares en el espacio doméstico, la organización de las ceremonias y las ceremonias en sí (Nielsen 1998). El paisaje vivo se asocia al mundo mágico religioso; en muchos casos, los cerros y vertientes se consideran lugares sagrados, pues ahí está el origen de la vida, aunque muchos de ellos pueden tener connotación positiva o negativa, según las fuerzas que emanen. Dadas estas características es central, en el proceso de construcción, contar con la aprobación de las deidades (pachamama) respecto de la idoneidad del lugar donde se construirá la vivienda; es a esas deidades a las que se les invoca, agradece y ofrenda. Es en este sentido que los asentamientos prehispánicos ubicados sobre cerros debieron tener una connotación simbólica muy fuerte. Son poblados de amplia visibilidad, cercanos a cerros tutelares y a fuentes naturales de agua. Respecto del segundo de los aspectos relevantes, esto es, la relación con el ceremonial, vemos una ritualización de los espacios construidos mediante el sacrificio de animales. Estas ceremonias se constituyen como ritos fundacionales importantes en el contexto del equilibrio emocional de las familias que lo realizan. En el período prehispánico, esta ceremonia quedó atestiguada por ofrendas de camélidos y otros animales menores, los cuales fueron depositados sobre una hondonada hecha especialmente para ese objetivo. En la actualidad, en cambio, es la sangre del animal (camélido) la que toma el papel preponderante: esta es vertida en el piso, preferentemente en las esquinas de la vivienda y en la entrada a la casa. Actualmente, este ritual tiene entre otras funciones: agradecer y evocar deseos de prosperidad a los ocupantes de la vivienda; por lo tanto, la casa debe ser ocupada una vez que se hayan ritualizado los cimientos y el techo. El análisis de estos dos aspectos nos hace reflexionar sobre el simbolismo asociado a ciertos objetos e íconos que han sobrevivido hasta nuestros días: la organización de ciertos elementos, como el lugar donde se levantará una nueva casa, o el sacrificio de una llama y el posterior vertimiento de la sangre de este animal en las esquinas y el piso de la casa nos dan pistas acerca de cómo abordar sus múltiples significados en el pasado.
Las páginas precedentes nos permiten esbozar algunas conclusiones respecto de la concepción y construcción del espacio habitacional entre las poblaciones residentes en los valles y altiplano de la región de Arica y Parinacota, y en las poblaciones andinas urbanas vinculadas al mundo occidental. Ambas poblaciones, pese a concebir el espacio habitacional de manera diferenciada, han generando una serie de referentes simbólicos que tendrían sus orígenes en tradiciones prehispánicas. En coincidencia con lo planteado por Politis (2004), el estudio de las viviendas nos ha permitido definir algunas representaciones icónicas vinculadas con la tradición oral, la historia y la mitología indígena, lo cual nos lleva a sugerir que en la historia de una vivienda se han preservado y comunicado patrones cognitivos y simbólicos que dan cuenta de algunas ideas centrales y principios dominantes de las sociedades precolombinas.
Ahora bien, el trabajo que se ha presentado es una aproximación al estudio de la materialidad y su relación con ciertos patrones de conducta de las poblaciones que habitaron y habitan una región con un pasado milenario y con una manifiesta presencia multiétnica. No obstante, se hace necesario el desarrollo de un programa de investigación orientado desde la óptica de la etnoarqueología que pueda analizar y rescatar ciertas materialidades encontradas en los asentamientos precolombinos y vincularlos con comportamientos sociales presentes hasta la actualidad en el mundo andino, sin caer en estudios de analogías sin fundamentos, como lo señala Robrahn-González (2004). Desde esta óptica, se puede abordar cómo las sociedades precolombinas usaron y jerarquizaron el espacio no sólo en función de la estructura de los recursos sino también en relación con la percepción simbólica del paisaje, de la cosmovisión y la trama social del territorio.

Agradecimientos

Este artículo es resultado del proyecto Fondecyt Nº 1130249 y UTA- 1830-3740-12. Se agradece el apoyo del Convenio de Desempeño Universidad de Tarapacá-Mineduc. Agradecimientos especiales a Octavio Lagos Flores por la edición del manuscrito y sus comentarios en la formulación del texto final de este artículo. A Christine Boston por la traducción del resumen. Finalmente, el autor agradece los aportes y sugerencias emitidas por lo evaluadores del presente artículo.

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