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Intersecciones en antropología

versão On-line ISSN 1850-373X

Intersecciones antropol. vol.15 no.2 Olavarría dez. 2014

 

ARTÍCULOS

Paisajes persistentes, temporalidades múltiples y dispersión aldeana en el valle de Tafí (provincia de Tucumán, Argentina)

 

Valeria Franco Salvi, Julián Salazar y Eduardo E. Berberián

Valeria Franco Salvi. Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Centro de Estudios Históricos "Prof. Carlos S. A. Segreti". Miguel del Corro 308 (5000), Córdoba.
E-mail: valeriafrancosalvi@gmail.com
Julián Salazar. UNC. CONICET. Centro de Estudios Históricos "Prof. Carlos S. A. Segreti". Miguel del Corro 308 (5000), Córdoba.
jjsalba@hotmail.com
Eduardo E. Berberián. CONICET. Centro de Estudios Históricos "Prof. Carlos S. A. Segreti". Miguel del Corro 308 (5000), Córdoba.
E-mail: eduardob@ffyh.unc.edu.ar

Recibido 25 de septiembre 2012.
Aceptado 22 de mayo 2013


RESUMEN

El estudio de la construcción del paisaje aldeano del sector norte del valle de Tafí permitió reconocer las múltiples temporalidades que lo atraviesan en contraposición a planteos precedentes que lo han concebido e historizado de forma lineal y unitemporal. Esto ha posibilitado contrastar positivamente la hipótesis que sostiene que los fenómenos vinculados a la conformación de asentamientos concentrados o a la dispersión de núcleos domésticos en el valle de Tafí pueden ser explicados a partir de las prácticas llevadas adelante por personas constituidas como miembros de grupos domésticos extensos con identidades altamente segmentarias y competitivas entre sí. Los fenómenos de dispersión y concentración de asentamientos se produjeron en distintos momentos y como resultado de lógicas sociales que se mantuvieron durante un milenio, las cuales pueden constituirse como el punto de partida para entender los procesos de dispersión aldeana en escalas más amplias.

Palabras clave: Tiempo; Paisaje; Cambio social; Sociedades aldeanas.

ABSTRACT

Persistent landscapes, multiple temporalities, and village dispersion in Tafí valley, Tucumán province, Argentina. The study focused on the construction of the village landscape in the northern sector of Tafí Valley, resulting in the identification of the multiple temporalities that cross-cut it. This contrasts with previous approaches that conceived and historicized such villages in a linear and unitemporal fashion. The following hypothesis was tested: that the concentration of settlements or scattering of household compounds in Tafí valley can be explained on the basis of the practices carried out by persons constituted as members of large domestic groups with segmentary and highly competitive identities. The dispersion and concentration of settlements occurred at different times and as a result of a social logic that persisted for almost a millennium. The study of this logic could be a starting point for understanding the processes of village dispersion at larger spatial scales.

Keywords: Time; Archaeological landscape; Social change; Village societies.


 

INTRODUCCIÓN

La pregunta fundamental de nuestra investigación gira en torno a las maneras en que el mundo social persiste, o cómo persevera en el ser, es decir, cómo se reproducen modos de vivir, modos de hacer y de relacionarse. Específicamente nos preguntamos por las lógicas prácticas reproducidas por los pobladores del sector norte del valle de Tafí a lo largo del primer milenio de la Era, las cuales posibilitaron la formación de grupos humanos de gran escala demográfica, producción agrícola intensiva y alta inversión de tecnología sin la aparición de un sistema político de alta centralización.
En este trabajo se abordan los procesos de dispersión aldeana en el valle considerando determinadas continuidades del registro que permiten interpretar ciertas persistencias en las prácticas humanas a través de un periodo prolongado que se extiende desde unos siglos antes del inicio de la Era hasta el 800 DC. Asimismo, esas continuidades son interpretadas en términos de las lógicas que las originan y les dan sentido, las cuales están atravesadas por conflictos y negociaciones entre agentes humanos y no humanos en relaciones persistentes que constituyeron colectivos (sensu Latour 2005). Mediante el análisis del paisaje aldeano se sostiene la hipótesis que plantea que los fenómenos vinculados a la conformación de asentamientos concentrados o a la dispersión
de núcleos domésticos en el valle de Tafí pueden ser explicados a partir de las prácticas llevadas adelante por personas constituidas como miembros de grupos domésticos extensos con identidades altamente segmentarias y competitivas entre sí (Blanton 1995). Para esto, se aborda el estudio del sector septentrional del valle, específicamente los sectores arqueológicos La Bolsa y Carapunco.

CONSTRUCCIÓN DE LA CRONOLOGÍA DEL VALLE DE TAFÍ

La construcción de una estructura cronológica ha sido objeto de preocupación desde las primeras investigaciones arqueológicas realizadas en el valle. Las secuencias temporales disponibles para el lapso comprendido entre 2500 AP y 1000 AP en este altivalle1, ubicado en la porción noroeste de la provincia de Tucumán, no han permitido constatar en el registro las expectativas de quienes las impulsaron. Son numerosos los contextos con dataciones absolutas, pero los intentos de construir marcos cronológicos que abarquen escalas más amplias que un sitio generalmente han entrado en contradicciones sustanciales, y han generado más datos que se contraponen a los modelos que los que los sostienen. En parte, esto se origina en la extensión de la secuencia del Valle de Hualfín a sectores que pueden haber albergado procesos paralelos y alternativos (Scattolin 2010). Sin embargo, se ha debido también a que la construcción de esas secuencias se realizó desde una perspectiva lineal y esencialista del tiempo, que no ha tenido en cuenta la multiplicidad y particularidad de temporalidades inscriptas en los fenómenos (Thomas 1996; Murray 1999; Olivier 1999; Olsen 2003; Lucas 2005). El proceso englobado dentro de la categoría cultural "Tafí" fue datado inicialmente entre unos pocos siglos antes de la Era y fines del primer milenio (González y Núñez Regueiro 1960). Sin embargo, esa entidad fue asociada principalmente a un momento muy temprano, que podría alcanzar unos 2500 años de antigüedad, en el cual se dio la dispersión de la agricultura, el sedentarismo y la cerámica en el NOA. Esta idea surge en algunos trabajos de González, donde intentó definir un "Horizonte Temprano", sobre la base de fechados procedentes del montículo de El Mollar: 2296 ± 70 AP; 1955 ± 55 AP (carbón vegetal; Lab. Universidad de Yale); 1910 ± 60 AP (carbón; Lab. Groeningen); 1890 ± 60 AP (Hueso carbonizado, Lab. Groeningen); 1880 ± 65 AP (hueso carbonizado, Lab. Groeningen) (González 1960, 1961-1964) y a vinculaciones con entidades tempranas de zonas nucleares del área andina (González y Núñez Regueiro 1960; González 1963).
La asignación cronológica se hizo extensiva a la totalidad de rasgos definidos para Tafí, especialmente la cerámica monocroma roja y las viviendas circulares de piedra, datadas ya en aquel momento en cronologías más tardías. De esta primera aproximación surge un relato sobre la relevancia de la "cultura" Tafí en el NOA, que sería la de constituir uno de los fenómenos más tempranos en los que aparecen los componentes de las sociedades agroalfareras, y que vincularía al NOA con trayectorias más desarrolladas de las áreas nucleares andinas. De alguna manera, surge una imagen asociada a constituir el contexto más antiguo del Agroalfarero temprano, la cual se cristaliza y se reproduce en interpretaciones posteriores. Comparando con las lecturas que se realizan sobre los procesos registrados en otros sectores del área valliserrana, Tafí, al igual que otros espacios como Tebenquiche (Haber 2006), parece congelarse en algunos siglos antes del inicio del primer milenio (González y Núñez Regueiro 1960; González 1963). Núñez Regueiro y Tarragó (1972) propusieron la división del proceso de ocupación del valle en dos fases, La Angostura y Carapunco, realizada con base en la presencia o ausencia de algunas particularidades de la alfarería. Sin embargo, se incluyeron contextos arqueológicos difícilmente comparables, que remitían a diversas prácticas realizadas en múltiples escalas (Berberián y Nielsen 1988).
Más allá de lo discutible de las bases que daban sustento a esta periodificación, la imagen de Tafí quedaba congelada en el tiempo. A lo largo de un milenio esa "cultura" se habría modificado relativamente poco, salvo por la inclusión de un tipo específico de asas de vasijas, o la reducción del modelado como técnica decorativa. Esta misma idea -cargada de lineamientos provenientes del neoevolucionismo- recorre la periodificación de Núñez Regueiro (1974), y según ella, el Formativo superior se define como un modo de vida de sociedades aldeanas que se mantuvieron sin grandes cambios (especialmente sin incorporar la superestructura Aguada). El modelo ecológico cultural de Berberián y Nielsen (1988) invirtió el énfasis dado al carácter temprano de Tafí, para acentuar la trayectoria que había posibilitado el surgimiento de un sistema de complejidad creciente, más tardío en su desarrollo. Dentro de las expectativas de esta propuesta, se suponía la existencia de dos sistemas de asentamiento. El más temprano se caracterizaba por incluir una serie de sitios residenciales dispersos, poco especializados, que daban cuenta de una baja demografía y una producción relativamente extensiva. El más tardío habría respondido a una reconfiguración del uso del espacio a escala del valle que supuso el establecimiento de núcleos aldeanos concentrados y sectores productivos especializados. Este sistema habría caracterizado a una sociedad que había atravesado un proceso de complejización creciente a causa de condicionantes demográficos o ambientales (Berberián y Nielsen 1988).
De esta manera, se construyó una secuencia que adscribía cierto tipo de sitio a un sistema de asentamiento, correspondiente a determinado momento cronológico. El modelo que describía los modos de apropiación y utilización del espacio daba cuenta acertadamente de la variabilidad del registro a nivel superficial, pero la consideración de la unitemporalidad de los sitios restaba poder explicativo. Los fechados obtenidos en los asentamientos supuestamente más tempranos arrojaron edades cercanas al final del primer milenio (783-979 cal DC2 y 723-890 cal DC), lo cual contradice aquel modelo evolutivo. El análisis del sistema cerámico recuperado también ofrecía indicios de la dificultad que supone producir una asignación temporal acotada a cierto rasgo material (Berberián y Argüello 1988). En otros sectores del valle se realizaron interesantes investigaciones arqueológicas a partir del estudio sistemático de áreas específicas, y quedó en un plano secundario la comprensión del proceso histórico general de la cuenca. En los sitios denominados El Tolar (Sampietro Vattuone 2002) y El Rincón (Cuenya y García Azcárate 2004) se obtuvieron fechados radiocarbónicos de una unidad residencial con recintos circulares, y se detectó un evento inhumatorio datado en Cal 431-541 DC (Sampietro Vattuone 2002). Asimismo, en sectores de cultivo se obtuvo un fechado de un paleosuelo en 2480 ± 110 AP (GR.N-21783, materia orgánica) (Sampietro Vattuone 2002) lo que llevó a suponer un mejoramiento climático y, en consecuencia, un fenómeno de expansión aldeana. El sitio El Rincón (RN2) no difiere de otros asentamientos del valle. Los fechados obtenidos de muestras de carbón y restos óseos lo ubican entre el 300 y 400 de la era. Las fechas fueron calibradas en 1700 ± 40 AP, UGA 8364, carbón, d13C = 26,29 y 1440 ± 40 AP, UGA 8365, carbón, d13C = 20,41 (Cuenya y García Azcárate 2004).
En el valle de la Ciénaga, que se ubica en la porción alta de la cuenca de Tafí, se pudo establecer la profundidad temporal de un sitio aldeano concentrado denominado El Pedregal (Cremonte 1988, 1996). Se obtuvieron dataciones procedentes de distintos sondeos que remitían este asentamiento a una larga ocupación a lo largo del primer milenio (desde 133 cal AC - 94 cal DC a 681-890 cal DC). Este interesante aporte, que muestra la duración de estas ocupaciones, se ve fortalecido por el estudio detallado de los estilos cerámicos, que permitió registrar la presencia de numerosas tendencias que se mantienen por un lapso muy amplio, con lo cual se definió una "tradición" (Cremonte y Botto 2000). Recientemente, las investigaciones sistemáticas realizadas en la quebrada de Los Corrales han permitido identificar una secuencia de ocupación de larga duración (Martínez et al. 2012). La profundidad temporal permitió indagar acerca de las diferentes maneras de habitar la microrregión. Los datos obtenidos de Cueva de los Corrales 1 y 2 sugieren la existencia de grupos productores de alimentos desde momentos tempranos que se inician en el 300 AC y se extienden hasta ca. 600 DC. A diferencia de otras áreas, se observan cambios a partir del 250 DC, cuando las estructuras agrícolas y los corrales se apartan de las unidades residenciales (Oliszewski 2011).
Considerando un área más amplia, Scattolin ha deconstruido el esquema de la sucesión cronológica de cierto grupo de materialidades, que era aceptado para la región que comprende a la Selvas Occidentales del sur, el valle de Tafí, la cuenca Tapia-Trancas, el valle del Cajón y el sur del valle Calchaquí (Scattolin 2004). Este modelo propuso la existencia de tres fases distintas, determinadas sobre la base del estudio de un sitio estratificado del valle de Yocavil, El Bañado, y del análisis estilístico de colecciones de cerámicas depositadas en distintos museos del país y del mundo (Scattolin 2010). Este considerable intento por construir un modelo cronológico para un gran espacio del NOA, que siempre había recibido las pautas cronológicas extrapoladas de otros sectores, ha dado el puntapié a diversas reflexiones sobre esta problemática, aunque se mantiene todavía como una propuesta tentativa y requiere de la búsqueda de indicadores más amplios de modificaciones en las prácticas a través de estos distintos momentos. También habría que considerar si estas fases alcanzan a todas las regiones propuestas. En el caso del valle de Tafí, algunos de los indicadores temporales clave, como la cerámica Vaquerías, no tienen una gran presencia salvo en algunos casos puntuales.
Todos estos aportes marcan una clara dificultad para resolver la cronología de los procesos sociales vividos por los pobladores de este valle y de otros espacios aledaños con los que interactuaron. Esta dificultad puede generarse en la falta de trabajos sistemáticos en algunas de esas áreas, como en las yungas o el valle de Yocavil3, o en los escasos análisis de sitios extramuros con estratificaciones de gran profundidad temporal (hasta la actualidad, prácticamente se reduce al montículo de El Mollar y a El Bañado) pero también puede deberse a los modos temporales en los que se han estructurado las prácticas, las cuales no necesariamente hayan respondido al ritmo de cambios registrados en otros sectores. También las lógicas sociales, definidas por las constantes situaciones de conflicto y por las negociaciones entre agentes humanos y no humanos, pueden no responder a las expectativas de nuestras secuencias, que frecuentemente esperan ciclos recurrentes marcados por puntos de quiebre.
Nuestras investigaciones se iniciaron teniendo en cuenta las dificultades y condicionamientos que presentan las secuencias cronológicas o los marcos temporales holistas para la construcción de narrativas acerca del pasado. Se considera que la respuesta no se vincularía a la construcción de una "nueva secuencia cronológica" sino a la aceptación de que el tiempo es multiescalar, variado, y que no es simplemente un contenedor o algo separado de los objetos que estudiamos sino parte de su propia definición (Lucas 2005). La aceptación de una pluralidad de tiempos implica reconocer la trama de temporalidades y de ritmos –inerciales y transformadores, lentos y rápidos, circulares o lineales– que se conjugan en una realidad concreta y que están inscriptos en el registro arqueológico (Olivier 1999). Estas consideraciones acompañaron el proceso de investigación y permitieron descifrar una trayectoria histórica compleja, heterogénea y de múltiples matices.

METODOLOGÍA PARA LA OBTENCIÓN DE CRONOLOGÍA RELATIVA EN ASENTAMIENTOS ALDEANOS DEL SECTOR NORTE DEL VALLE DE TAFÍ

La gran diversidad de rasgos arqueológicos distribuidos en el paisaje pudo ser sistematizada mediante la utilización de la tipología de estructuras arqueológicas propuesta por Berberián y Nielsen (1988) considerando algunas modificaciones mínimas (Salazar 2010; Franco Salvi 2012). Se efectuaron prospecciones pedestres cubriendo un área de 10 km² a través de la realización de transectas separadas por una distancia de 100m, con dirección E-O. Se estableció una cartografía detallada con seis sectores de concentración de evidencias arqueológicas, que fueron levantados topográficamente y nombrados como La Bolsa 1 (LB1), La Bolsa 2 (LB2), La Bolsa 3 (LB3), Carapunco 1 (Ca1), Carapunco 2 (Ca2) y Carapunco 3 (Ca3) (Figura 1). Confeccionadas las planialtimetrías se volvieron a realizar las transectas para identificar el material presente en superficie, que permitiera construir una cronología relativa de las ocupaciones4.


Figura 1.
Sectores arqueológicos identificados en el norte del valle de Tafí.

Los fragmentos cerámicos recuperados fueron 1942 en total. Se analizaron con el fin de identificar la presencia y cuantificar la importancia de los grupos tecnotipológicos asignables a distintos contextos cronológicos. La clasificación tuvo por objetivo separar a los tiestos por grupos tecnotipológicos utilizando como criterios principales las características de la pasta y el acabado de las superficies como fuera propuesto por Berberián y Argüello (1988). Se identificaron diez grupos que pueden ser separados en dos conjuntos tal como se ha propuesto para diversos sitios de áreas aledañas (Bugliani 2008; Duglosz et al. 2009; Scattolin 2010; Spano 2011): conjunto ordinario y conjunto fino.
El conjunto ordinario se conforma en tres grupos: a) Ordinario rojo sin baño: pasta gruesa, cocción oxidante, superficies alisadas sin baño, vasijas grandes frecuentemente de formas globulares o subglobulares, tanto abiertas como cerradas, con decoraciones poco frecuentes, consistentes en aplicaciones al pastillaje con incisiones profundas; b) Ordinario rojo con baño rojo: pasta gruesa, cocción oxidante, superficies alisadas con baños rojos en algunos casos evidenciando líneas pulidas, vasijas grandes frecuentemente de formas globulares o subglobulares, tanto abiertas como cerradas, con decoraciones poco frecuentes. c) Ordinario gris: pasta gruesa con inclusiones laminares que se observan en las superficies, cocción reductora, superficies alisadas y, en ocasiones, con estrías de pulimento, formas aún indeterminadas, sin decoraciones.
El conjunto fino está conformado por siete grupos: d) Rojo fino sin baño: pastas medianas y finas, cocidas en atmósferas oxidantes, de color beige, naranja y rojo, superficies alisadas y pulidas, mayoritariamente vasijas medianas y pequeñas de formas cerradas e inflexionadas. Presentan decoraciones predominantemente mediante incisiones gruesas y delgadas formando motivos en su mayoría geométricos (zig-zags, campos reticulados, líneas paralelas, punteados, etc.); e) Rojo fino con baño rojo: pastas medianas y finas, cocidas en atmósferas oxidantes, de color naranja y rojo, baños rojos, superficies alisadas y pulidas, mayoritariamente formas cerradas e inflexionadas. Presentan decoraciones predominantemente incisas gruesas que forman motivos en su mayoría zoomorfos y geométricos (zigzags, campos reticulados, líneas paralelas, punteados, etc.); f) Rojo fino con baño blanco: pastas medianas y finas, cocidas en atmósferas oxidantes, de color beige y naranja, superficies alisadas que presentan una delgada capa de baño blanco, mayoritariamente vasijas medianas y pequeñas, de formas cerradas e inflexionadas. g) Blanco sobre rojo pulido: pasta fina, compacta, cocida uniformemente en atmósfera oxidante, superficie externa alisada con una gruesa capa de pintura roja pulida sobre la cual se agregó una banda lineal de color blanco; h) Santamariano bicolor: pastas medianas y finas, cocidas en atmósferas oxidantes, de color naranja, superficies alisadas, mayoritariamente vasijas medianas y grandes de formas cerradas e inflexionadas. Presentan decoraciones pintadas en negro sobre blanco o ante, aunque también pueden presentar pequeñas aplicaciones al pastillaje; i) Belén negro sobre rojo: pastas medianas y finas, cocidas en atmósferas oxidantes, de color naranja, superficies alisadas, mayoritariamente vasijas medianas y grandes de formas cerradas e inflexionadas. Presentan decoraciones pintadas en negro sobre fondo rojo; j) Gris fino: pastas finas, cocidas en atmósferas reductoras, de color gris claro y oscuro, superficies alisadas y pulidas, formas cerradas e inflexionadas. Presentan decoraciones predominantemente mediante incisiones gruesas y delgadas, que forman motivos en su mayoría geométricos (zig-zags, campos reticulados, líneas paralelas, punteados, etc.).
Las dataciones absolutas realizadas previamente en contextos excavados donde se han recuperado estos grupos tecnotipológicos (Berberián y Nielsen 1988; Salazar y Franco Salvi 2009), así como múltiples trabajos realizados en áreas aledañas (Cremonte 1988; Piñeiro 1996; Scattolin 2010; Oliszewski 2011; Spano 2011) permiten proponer una asignación cronológica relativa a cada uno de ellos, que en algunos casos es más acotada y, en otros, más amplia, debido a las distintas duraciones que se han podido registrar en su producción y uso. En este sentido, se puede plantear la asociación de estos grupos a dos bloques temporales: primer milenio DC y segundo milenio DC. Los grupos b, c, d, e, f y j se han recuperado de manera recurrente en contextos fechados dentro del primer milenio, mientras que los grupos h e i se asocian al segundo milenio (Piñeiro 1996), más precisamente al período de Desarrollos Regionales (sensu Núñez Regueiro 1974)5.

Sectores de concentración de evidencias arqueológicas
La Bolsa 1. El sector La Bolsa 1 (LB1), de 50 ha, se ubica sobre un glacis cubierto cuya pendiente promedio es del 10%. El asentamiento está conformado por numerosas unidades residenciales y un complejo sistema de estructuras agrícolas entre las cuales se destacan aterrazamientos, montículos de despedre, muros de contención del suelo, cuadros de cultivo, dispositivos para el manejo del agua y áreas de molienda extramuros. La configuración arquitectónica más destacada en el sector superior de esta instalación son los conglomerados residenciales, o unidades Tipo 36. En segundo lugar se aprecia, entre las viviendas, la presencia de parcelas de cultivo consistentes en cuadros, canchones y campos aterrazados. El sector medio e inferior está conformado predominantemente por áreas de producción agrícola. Finalmente se destacan grandes conjuntos estructurales tipo 47, especialmente en las cotas superiores. En el Sector LB1 no se realizaron recolecciones, ya que los sucesivos estudios arqueológicos así como su acondicionamiento como reserva patrimonial con acceso al público redujeron sensiblemente la cantidad de material en superficie. Sin embargo, la cronología del asentamiento, realizada sobre la base de fechados absolutos, se presenta en detalle en la próxima sección. Las excavaciones arqueológicas se realizaron exclusivamente en este sector (Figura 2).


Figura 2.
Planialtimetría Sector La Bolsa 1 (LB1).

La Bolsa 2. El sector La Bolsa 2 (LB2), de 52 ha, se ubica en los faldeos de las Cumbres Calchaquíes en torno a un arroyo que corre en dirección norte sur. El asentamiento está conformado por numerosas concentraciones de estructuras arqueológicas superficiales, especialmente unidades Tipo 3, y un sistema de espacios de producción agrícola formados por aterrazamientos, montículos de despedre, líneas de contención, cuadros de cultivo y áreas de molienda extramuros. Se destaca en esta instalación la presencia de una serie de estructuras de manejo del agua (i.e., represas, canales y muros de contención) y, de manera aislada, un montículo de tierra de grandes dimensiones. En las cinco transectas realizadas en el sector LB2 se recuperaron 291 fragmentos. Las proporciones de grupos tecnotipológicos en la totalidad de ellas es homogénea, y se presenta un alto porcentaje de fragmentos correspondientes a Ordinario rojo sin baño (entre 55,8 y 91,2 %) y, en menor proporción, Rojo fino sin baño (entre 10,6 y 39,6%). Sólo se recuperaron dos tiestos con decoraciones, del primer grupo (Figura 3).


Figura 3.
Planialtimetría Sector La Bolsa 2 (LB2). cuadros de cultivo y áreas de molienda extramuros.

La Bolsa 3. El sector La Bolsa 3 (LB3), de 30 ha, es un asentamiento predominantemente residencial emplazado sobre un glacis cubierto cuya pendiente promedio es menor al 10%. Está conformado por numerosas unidades residenciales Tipo 3, algunas estructuras circulares grandes aisladas, conjuntos compuestos por edificaciones de planta rectangular y, en la porción inferior, espacios de producción agrícola.
En las cuatro transectas realizadas de LB3 se recuperaron 808 fragmentos, con lo cual esta constituye la mayor muestra recuperada. Las proporciones de grupos tecnotipológicos en la totalidad de ellas es homogénea, y se presenta un alto porcentaje de fragmentos correspondientes a Ordinario rojo sin baño (entre 62,5 y 79,1%) y, en menor proporción, Rojo fino sin baño (entre 13,2 y 19,1%). Sin embargo, en la Transecta TD se recuperó una gran variabilidad de grupos: se incorpora, con cierta importancia, el grupo gris fino (9,6%) y, en proporciones menores, Santamariano Bicolor (3,7%), Blanco sobre rojo pulido (0,7%) y Belén Negro sobre rojo (0,7%). Estos grupos correspondientes al segundo milenio fueron recuperados casi exclusivamente en la cuadrata de recolección intensiva ARI1, que fue planteada en la superficie de un conjunto estructural de grandes dimensiones que involucra recintos de plantas rectangulares, los cuales se distinguen del resto de patrones constructivos registrados en el sector. Sin embargo, en esta misma ARI
se recuperaron fragmentos finos tanto oxidantes como reductores con decoraciones aplicadas al pastillaje e incisas, propias del primer milenio, los cuales se presentaron en el resto de transectas de LB2 (Figura 4).


Figura 4.
Planialtimetría Sector La Bolsa 3 (LB3).

Carapunco 1. El sector Carapunco 1 (Ca1), de 46 ha, involucra un área residencial, un espacio de producción agrícola y una concentración de corrales en las cotas más altas. Se emplaza sobre un glacis cubierto cuya pendiente promedio es del 10%. El asentamiento está conformado por numerosas unidades residenciales y un complejo de estructuras agrícolas entre las cuales se destacan aterrazamientos, montículos de despedre, líneas de contención, cuadros de cultivo, estructuras para el manejo del agua (i.e., represas, canales, etc.) y áreas de molienda extramuros.
En las seis transectas realizadas en el sector CA1 se recuperaron 611 fragmentos. Las proporciones de grupos tecnotipológicos en la totalidad de ellas es homogénea, y se presenta un alto porcentaje de fragmentos correspondientes a Ordinario rojo sin baño (entre 70,8 y 89,3%) y, en menor proporción, Rojo fino sin baño (entre 6,7 y 22,2%). Sólo se recuperaron escasos fragmentos con decoraciones, correspondientes a estos dos grupos. La técnica decorativa predominante es la aplicación de bandas al pastillaje sobre las cuales fueron realizadas incisiones profundas, lineales o circulares (Figura 5).


Figura 5.
Planialtimetría Sector Carapunco 1 (Ca1).

En las cuatro transectas realizadas en el sector Ca2 se recuperaron 226 fragmentos. Las proporciones de grupos tecnotipológicos en la totalidad de ellas es homogénea, y se presenta un alto porcentaje de fragmentos correspondientes a Ordinario rojo sin baño (entre 68,9 y 91%) y, en menor proporción, Rojo fino sin baño (entre 6 y 25,7%). Se obtuvieron escasos fragmentos con decoraciones. La técnica decorativa predominante en el grupo ordinario es la aplicación de bandas al pastillaje sobre las cuales fueron realizadas incisiones profundas lineales o circulares. En menor medida se identificó la presencia de fragmentos incisos finos cocidos en atmósfera reductora (Figura 6).


Figura 6.
Planialtimetría Sector Carapunco 2 (Ca2).

Carapunco 3. E l sector Carapunco 3 (Ca3), de 10 ha, comprende una instalación predominantemente agrícola. El asentamiento está conformado por numerosos y grandes montículos de despedres de forma alargada que varían entre unos 40 y 180 m de longitud, dispuestos en la misma dirección de la pendiente. En asociación directa a estas acumulaciones rocosas, generadas durante la limpieza de los campos agrícolas, se construyeron numerosas estructuras de retención del suelo en forma lineal, y distribuidas en forma perpendicular a la pendiente. Complementariamente se reconocieron una serie de recintos simples asociados a las parcelas de cultivo interpretados como puestos de control de la producción o lugares de almacenaje de herramientas y productos. En las dos transectas realizadas en el sector CA3 se recuperaron sólo seis fragmentos de cerámica, todos correspondientes al grupo Ordinario rojo sin baño, sin ninguna decoración. La escasa presencia de fragmentos en superficie puede estar relacionada tanto a la exclusiva funcionalidad agrícola que habría tenido este espacio como a la baja intensidad de ocupación fruto de una colonización parcial (Figura 7).


Figura 7.
Planialtimetría Sector Carapunco 3 (Ca3).

EL PAISAJE ALDEANO. ESPACIO Y TIEMPO

Los trabajos de prospección y relevamiento realizados posibilitaron la obtención de un mayor conocimiento de los asentamientos del área norte del valle de Tafí. El levantamiento planialtimétrico de detalle ha brindado una cartografía arqueológica de una superficie total de 230 ha, sobre la cual hemos comenzado a distinguir los rasgos que se asocian a distintos momentos de la ocupación humana. Los atributos y la cuantificación de los conjuntos cerámicos recuperados en las tareas de recolección permiten proponer una serie de consideraciones acerca de la cronología de los rasgos arqueológicos identificados. La presencia, con predominio casi absoluto, de grupos tecnotipológicos asociados de manera recurrente a contextos fechados en el primer milenio de la Era permite proponer que la ocupación preponderante de los sectores LB2, LB3, CA1, CA2 y CA3 se produjo durante ese lapso. Esta propuesta se ve fortalecida por el diseño de la totalidad de estructuras residenciales relevadas, el cual ha sido datado entre el 200 DC y el 1000 DC en distintos sectores y por equipos de investigación independientes (González y Núñez Regueiro 1960; Berberián y Nielsen 1988; Cremonte 1988, 1996; Sampietro Vattuone 2002; Aschero y Ribotta 2007; Salazar 2010). Otro elemento importante que se debe considerar, más allá de la presencia o ausencia de tipos con asignaciones cronológicas relativamente claras, es la similitud de las relaciones cuantitativas de grupos tecnotipológicos de los conjuntos recuperados en superficie con los de los procedentes de excavaciones y asociados a fechados absolutos del primer milenio. Diversos contextos datados en este lapso (i.e., unidad residencial U14 y sectores de cultivo) (Salazar et al. 2008; Salazar y Franco Salvi 2009; Franco Salvi y Berberián 2011) han permitido ubicar entre 200 y 850 DC conjuntos cerámicos constituidos por una alta presencia del grupo ordinario sin baño y en menor medida del grupo rojo fino. Complementariamente, y en porcentajes menores, se presentan otros grupos como los grises finos o los rojos (ordinarios y finos) con baños. La proporción de fragmentos decorados nunca excede el 5%, en los que se utilizaron exclusivamente las técnicas de aplicación al pastillaje.
Esta consideración no implica que no se hayan producido ocupaciones posteriores, las cuales se evidenciarían en la presencia de algunos fragmentos santamarianos o Belén, que se recuperaron en el Sector LB3, en las transectas TC y TD. Justamente estos fragmentos fueron recuperados en la superficie de un conjunto de estructuras de grandes dimensiones y morfologías rectangulares, que se distancian tipológicamente de las fechadas dentro del primer milenio de la Era. Asimismo se han detectado rasgos arquitectónicos y artefactuales que podrían corresponder a momentos más recientes como los siglos XIX y XX. Sin embargo, la gran mayoría de las evidencias registradas en el sector apunta a que la ocupación de mayor intensidad y durabilidad en el tiempo del área investigada se produjo durante el primer milenio.
No se registra una disgregación clara entre las estructuras y rasgos arqueológicos que permita pensar en una separación entre ellos. Se presentan de manera continua a lo largo del paisaje. En la mayor "periferia" de un asentamiento siempre se tiene cercana proximidad con nuevas estructuras. No se puede definir en ningún caso un espacio interior y otro exterior y tampoco parece haber un acceso restringido o controlado. Asimismo, no se distingue en los asentamientos la existencia de lugares centrales que se constituyan como jalones que ordenan el espacio. No hay plazas o ámbitos públicos que permitan considerar un patrón centrípeto de crecimiento. El hallazgo de un montículo (en el sector LB2), que posiblemente constituyó el escenario para la realización de actividades comunitarias, reforzaría esta idea, dadas las condiciones de su emplazamiento y las características constructivas. Este montículo se encuentra en un lugar externo a todos los asentamientos, es de fácil acceso y no tiene ninguna estructura residencial asociada, ni siquiera en espacios cercanos. Sin embargo, para seguir trabajando con esta hipótesis será necesario efectuar excavaciones arqueológicas.
Las unidades Tipo 3 son las que parecen instalarse como múltiples nodos en torno a los cuales se estructura la vida de los pobladores. Estas edificaciones se destacan visualmente en el paisaje, incluso en la actualidad, debido a sus altos y gruesos paramentos de granitos y por el uso de grandes muros de contención del suelo, construidos en las tareas de nivelación del terreno. También conocidos como viviendas "patrón Tafí", se repiten de manera casi invariable en todos los espacios analizados. Este es el rasgo más recurrente del patrón aldeano registrado en el área de estudio y, podría decirse, de numerosos espacios del área valliserrana a través del primer milenio de la Era.
Dichas unidades se constituyen como conjuntos paisajísticamente aislados de sus vecinos más próximos. Cada uno conforma una célula destacada por sí misma. Distanciados por espacios libres, construidos con muros de piedra que limitan grandes superficies, se constituyen como bloques que marcan el paisaje. Las distancias entre las unidades más próximas varían entre 2 y 100 m. Sin embargo, los compuestos residenciales de este tipo se mantienen, en todos los casos, disgregados entre sí. Cada uno, visto desde el exterior, constituye una unidad distanciada del resto y, hacia el interior, una unidad integrada (Salazar 2010).
La disposición de las construcciones posibilita un tránsito libre dentro de los sitios, el cual no se ve restringido por umbrales que haya que atravesar necesariamente para trasladarse de un lado a otro. La separación entre unidades posibilitaba que cada una tuviera acceso al exterior de manera directa y, de la misma forma, que quien se dirigiera hacia ellas desde fuera no debiera atravesar otros lugares intermediarios. Las unidades residenciales parecen haber sido construidas independientemente, y así configuraron un trazado de crecimiento espontáneo al haber sido acomodadas al espacio disponible manteniendo distancia entre una y otra. Los análisis espaciales realizados nos han permitido denotar la ausencia de algún orden preestablecido en la ocupación del sector (Salazar 2010). El segundo rasgo superficial que se observa como preponderante en el paisaje aldeano son los espacios agrícolas. Las parcelas también evidencian cierta fragmentación: no hay extensos espacios de cultivo, sino parcelas materialmente acotadas, tanto por la presencia de estructuras rectangulares o subcirculares que conforman canchones o cuadros de cultivo, como con la instalación de aterrazamientos y muros de contención perpendiculares a montículos de despedres.
Las parcelas nunca superan los 400 m². Cada una de ellas además sería fácilmente identificable por su visibilidad y por la materialidad que siempre está asociada, ya sea un determinado montículo de despedre, un muro de aterrazamiento o las paredes que encierran un cuadro. Si bien resultaría arriesgado suponer qué agentes o en qué modo se gestionan dichas parcelas, se podría afirmar que sus dimensiones responden a escalas fragmentarias, y su materialidad hace que sean fácilmente distinguibles y diferenciables. Las características hasta aquí reseñadas permiten caracterizar al paisaje aldeano como una construcción fragmentaria, que responde más a la escala doméstica y a la lógica del crecimiento espontáneo de las familias que a la planificación y lógica comunitaria. Todos los lugares fueron colonizados por espacios residenciales de escala doméstica y, en la materialidad, esta fue enfatizada frente a otras escalas sociales posibles como la comunal o la individual.
Hasta aquí se analizó el paisaje aldeano en términos sincrónicos, a partir de una imagen congelada, tomada en el presente, de distintos espacios que fueron habitados a lo largo de miles de años por personas de diversos tiempos cuyas prácticas difirieron considerablemente. Una vez obtenido esto, se procedió al conocimiento del paisaje en profundidad histórica partiendo de la idea de que la comprensión de la secuencia de prácticas requiere de la discriminación de distintos contextos correspondientes a determinados momentos. Dicha tarea implica la realización de intensivos trabajos de relevamiento, recolecciones superficiales y excavaciones, las cuales se han efectuado en el sector La Bolsa 1 (LB1), especialmente en los subsectores LB1-Ss1 y LB1-Ss2. Las intervenciones en una variedad de contextos han permitido generar datos puntuales que se convierten en indicios de distintos momentos de la ocupación de este asentamiento y que, a la vez, muestran la duración de ciertas prácticas.
La ocupación inicial de La Bolsa 1 se remonta al menos a un siglo antes de la Era. En el subsector LB1- Ss2, en la porción media del asentamiento, se identificó una estructura para el manejo del agua8. En una excavación realizada en un sector de ella se detectó una concentración de desechos secundarios o basurero. Se reconoció predominantemente cerámica ordinaria de pasta roja y antiplásticos gruesos (91,2%) y, en menor medida, cerámicas rojas y naranjas con inclusiones finas (7,2%). Los fragmentos decorados fueron muy escasos (sólo el 0,63%), y todos ellos presentan gruesas y profundas incisiones sobre bordes, asas y aplicaciones, lo que genera unos aserrados muy particulares. Entre los restos arqueofaunísticos se reconocieron diferentes especímenes de Camelidae sp., uno de los cuales fue datado en un rango entre el 360 AC-270 AC y entre el 260 AC y 30 DC (Franco Salvi y Berberián 2011).
Las evidencias de esta temprana ocupación resultan aún bastante aisladas pero aseguran de manera fidedigna la presencia de actividad antrópica en ese espacio al menos dos siglos antes del inicio de la era. Por otro lado, permiten pensar que una de las actividades más tempranas de esta instalación fueron principalmente las relacionadas con la producción agrícola. La colonización agrícola temprana de este asentamiento es corroborada por la materialidad de otro evento, cuyas evidencias fueron detectadas en cotas más altas de LB1-Ss1. En un aterrazamiento, en el espacio contiguo al muro de contención, se detectó una concentración de pequeñas rocas que cubrían una serie de restos óseos articulados: las extremidades y el cráneo de un camélido adulto. Este conjunto estaba acompañado de fragmentos de vasijas ordinarias con baño rojo y una pequeña proporción de tiestos cocidos en atmósfera reductora y decorados mediante incisiones, sin registrarse decoraciones con aserrados. El conjunto fue interpretado como el registro generado por un ritual de fertilidad que implicó el sacrificio de un camélido, probablemente en el inicio de la utilización de la parcela de cultivos. Este evento pudo ser fechado en 70-220 cal DC (Franco Salvi y Berberián 2011).
En los inicios de la Era se construyeron las primeras instalaciones residenciales. La Unidad 14 (LB1-U14) presenta una prolongada ocupación. El fechado más temprano corresponde al estrato más profundo de una cista inhumatoria ubicada en el centro del patio central (R1), datado en 130-260 DC (Salazar 2010). El piso ocupacional del patio, que contenía este rasgo inhumatorio, fue fechado en 690-860 cal DC, y los de otros recintos adosados de la unidad, en 680- 775 cal DC (R2), 680-800 cal DC (R4) y 650-770 cal DC (R6) (Salazar 2010). Las vasijas de cerámica asociadas a este contexto presentan, predominantemente, tamaños grandes y paredes gruesas. Los grupos tecnológicos dominantes corresponden a pastas gruesas y no uniformes cocidas en atmósfera oxidante, presumiblemente a bajas temperaturas. En menor medida se presentan pastas finas de color beige, y grupos tecnológicos cocidos en atmósferas reductoras, que constituyen pastas grises y algunas negras, todas correspondientes a fragmentos de vasijas de tamaños pequeños. Las decoraciones se ejecutaron preferentemente sobre estos últimos grupos, en los cuales se realizaron incisiones, que constituyeron motivos geométricos, líneas curvas, campos rellenados por reticulados, etc. Varios motivos son muy similares a las decoraciones asignadas frecuentemente a estilos Candelaria. Sólo en tres casos se reconocieron tiestos que podrían ser asignados a estilos Aguada. Complementariamente, se realizó un sondeo en un espacio no excavado de la Unidad U10, cuyos materiales fueron publicados en otra oportunidad (Salazar et al. 2008) pero que son estilísticamente muy similares a los descriptos para la Unidad U14. Fue fechada en 665-770 cal DC (Figura 8).


Figura 8.
Calibración de fechados realizados en el sector LB1.

En el sector LB1 se puede observar una persistencia en la ocupación del espacio y en la construcción del paisaje, la cual no permite reconocer claramente una diferencia entre los inicios del primer milenio y la segunda mitad de ese lapso. Esta característica de la duración de los paisajes es consecuente con otros trabajos en los que se ha reflexionado sobre la cronología de los conglomerados residenciales del valle de Tafí y áreas aledañas, los cuales se ubican en un largo lapso que abarca casi la totalidad del primer milenio. Los atributos de distintas materialidades características aparecen y reaparecen en dilatados marcos cronológicos, en distintos contextos ambientales y relacionales.

DISCUSIÓN

Las narrativas que dieron cuenta del proceso social vivido por los habitantes del primer milenio en el valle de Tafí presentan algunos elementos en común. Fundamentalmente, se espera la existencia de una ruptura significativa en los modos de organización social, patrones culturales y formas de producir, que se vean reflejadas en el registro material. Pero la observación de esa ruptura en el registro es, al menos, confusa. Los datos presentados en este trabajo (i.e., cerámica, arquitectura, fechados radiocarbónicos, etc.) permiten pensar en que tal ruptura tiene pocos fundamentos empíricos. En principio, podría proponerse que existe cierta dificultad para identificarla en el registro de Tafí a lo largo de todo el primer milenio, al menos comparándolo con el de otros espacios, como Hualfín (González y Cowgill 1975), Campo del Pucará (Núñez y Tartusi 2002) o Ambato (Laguens 2006; Gordillo 2007).
La segunda expectativa que se desprende de dichos modelos es que ciertos rasgos de la materialidad (tipos cerámicos, sitios o tipos de sitios) hayan pertenecido a un momento más o menos acotado del primer milenio y que tales tipologías responden a determinadas entidades culturales, clases de organización social o a ciertas estrategias de explotación económica. De esta manera, se construyeron una suerte de etapas que formaban parte de momentos diferentes. Esas fases, sin embargo, no se presentan en el registro de la manera esperada. Por el contrario, hemos podido explicitar en este trabajo que los paisajes muestran más continuidades y persistencias, a lo largo del primer milenio, que rupturas claras. Por otra parte, en el indicador cronológico predilecto de la arqueología, la cerámica, ningún elemento permite ver cambios sustanciales, y se propuso incluso la existencia de una tradición alfarera (Cremonte y Botto 2000). Los conjuntos cerámicos, marcados por el predominio de grupos de pastas gruesas, con baños rojos, y en menor medida la presencia de pastas más finas naranja y gris, con decoraciones incisas, no cambian significativamente en todo el milenio. Las escasas variaciones son producidas por la mínima presencia o ausencia de algunos estilos, como Vaquerías, Ciénaga o Aguada. Los relevamientos de las estructuras superficiales y las excavaciones han permitido proponer que la expansión de la vida aldeana se dio de manera espontánea, gestionada por grupos que pretendían cierta autonomía. Las excavaciones intensivas realizadas en espacios productivos y domésticos en el sitio LB1 nos permiten reflexionar en escala micro algunos de los aspectos de las prácticas y las condiciones de posibilidad que han configurado dichas continuidades.
En el sitio LB1 se puede observar una persistencia en la ocupación del espacio y en la construcción del paisaje, la cual no permite reconocer claramente una diferencia entre los inicios del primer milenio y la segunda mitad de ese lapso. Sería muy difícil asociar este asentamiento, o incluso a algunas estructuras dentro de este a uno u otro momento. Además aquellas construidas a inicios de la Era siguieron siendo utilizadas a lo largo de todo el milenio, como se ha podido reconocer en la Unidad U14. Las parcelas aterrazadas fueron utilizadas en el tiempo, en convivencia con materiales que remitían a los inicios de su construcción. Las viviendas eran habitadas a lo largo de muchas generaciones, y las prácticas que se daban en su interior referenciaban a rasgos y estructuras que habían estado allí desde tiempos inmemoriales.
Esas configuraciones materiales estaban cargadas de múltiples temporalidades que no remitían a etapas anteriores y posteriores. En ellas convivían y conviven momentos en los cuales las prácticas se reproducían y que remiten a otras prácticas, personas, intenciones y materiales de distintos pasados. Los atributos de las múltiples materialidades características aparecen y reaparecen en dilatados marcos cronológicos en diferentes contextos ambientales y relacionales. Las unidades residenciales compuestas se registran de manera dispersa, como es el caso de LB2- U75A (Berberián y Nielsen 1988), o de El Pedregal (Cremonte 1988) y concentradas, como en el sitio LB1 o el Tolar (Sampietro Vattuone 2002). Los fechados obtenidos por distintos equipos de investigación las remiten al inicio de la Era, a los siglos medios de esta e incluso a sus momentos finales. En este sentido, es muy interesante la datación de la Unidad U75A, en el sector LB2, publicada por Berberián y Nielsen (1988), a partir de una muestra de carbón procedente la cista 4, la cual arrojó 990 ± 30 AP (LP1830, carbón, 1018-1145 cal DC). Aschero y Ribotta (2007) pudieron detectar un contexto similar a este en el sitio El Remate, en la Quebrada de Amaicha, cuyos fechados lo ubican casi a inicios del segundo milenio, entre 900 y 1130 AP. Hemos podido ver distintos indicios de ciertas continuidades en el registro arqueológico del sector norte del valle de Tafí. Los resultados en los patrones espaciales deben ser entendidos a partir de diversas situaciones sociales resueltas con estrategias distintas dentro de un marco de estructuras limitantes mayormente compartidas. Las estrategias de reproducción predominantes a lo largo del primer milenio parecen haber puesto énfasis en la autonomía económica y simbólica de los grupos de personas que habitaron espacios residenciales. La idea central de este planteo implica aceptar que los agentes, en gran medida, vieron limitadas sus acciones, identidades e intenciones por su participación dentro de los grupos domésticos, que pueden haberse constituido como unidades de acción bastante integradas, sin negar posibles conflictos internos y tomas de posición encontradas. Esta posibilidad se ve fortalecida al analizar la configuración y la biografía de los ámbitos domésticos del primer milenio en Tafí. Sin proponer una relación apriorística entre espacios residenciales (unidades espaciales) y unidades domésticas (grupos antropológicos), se propone que estos se constituyeron como unidades espaciales integradas que albergaban grupos corresidentes de tamaños considerables en los que los lazos con ciertos ancestros habrían sido enfatizados materialmente, sobre todo por medio de los enterratorios en cistas.
A través de la cultura doméstica, esos colectivos cristalizarían como grupos extensos con mayores grados de centralización (Blanton 1995). La conformación de la casa, construida, enredada y cargada de significado, constituye un aspecto clave de la reproducción del habitus, mediante el cual se habría reproducido la identidad de sus ocupantes. Ese entorno entonces era un medio material para negociar tensiones dentro de unidades de parentesco amplias. La ruptura con esa materialidad significaba la fisión de la unidad, para establecerse en otro lugar, y se legitimaba por la utilización de dicha unidad: una nueva vivienda, con sus nuevos ámbitos construidos.
Cabría preguntarse si es posible pensar un problema tan amplio como el de la dispersión aldeana desde una mirada tan local como la que proponemos en esta ocasión. Es evidente que la falta de recursos para afrontar este tipo de cuestionamiento es un limitante infranqueable, y que la mayor parte de las propuestas de este análisis pueden caer en un pozo especulativo demasiado pretencioso. Sin embargo, a fin de cuentas, toda cronología en arqueología es local. Quizás uno de los problemas con las secuencias con las que trabajamos es no tener en cuenta ese detalle de nuestra práctica, que la asignación cronológica que podemos realizar en arqueología es siempre sobre un evento (o una sumatoria de eventos) (Carbonari 1994). Aunque parezca demasiado trivial, no hay que olvidar que cuando se datan materiales orgánicos (la fuente predominante de nuestras cronologías absolutas), no se fecha una cultura, una fase o una etapa evolutiva, ni siquiera un sistema social; se fecha el momento en que un ser vivo (o varios) que dio origen a la materia de esa muestra dejó de absorber 14C. Entonces, a fin de cuentas, trabajamos siempre con historias locales y sobre todo con prácticas, las cuales pueden ayudarnos a pensar procesos más generales. Un diálogo entre los fechados obtenidos y las cronologías establecidas, y una relectura de estas analizando los antiguos fechados en esta misma lógica podrían aportar una nueva mirada sobre los fenómenos analizados.

CONCLUSIONES

Las continuidades observadas se habrían generado en las estrategias de reproducción de personas sociales que pusieron énfasis en la autonomía económica y simbólica de los grupos que cultivaban en distintas parcelas y habitaban los espacios residenciales. Los cuerpos, formados y domesticados dentro de configuraciones espaciales muy particulares, llevaban inscriptas en su interior las lógicas que ponían en el centro de la vida a los ancestros familiares.
El resultado final de los asentamientos, hacia el siglo IX o X DC, no procedió de la racionalización del uso del espacio ni de las estrategias de individuos buscadores de prestigio. Fue un complejo proceso de tensiones y negociaciones, en los cuales las soluciones procedieron de principios, incorporados en el pasado, aplicados a situaciones novedosas que los replicaron y, en el mismo acto, los transformaron. Las continuidades espaciales y temporales de estas prácticas habrían contribuido a la continuidad de otro grupo de prácticas, como la manera de habitar, de trabajar campos, hacer cerámica, de vincularse con otras unidades domésticas, etc. La identidad de los grupos domésticos habría sido exaltada, y las decisiones individuales poco escaparían a este nivel social. De la misma manera, la construcción de colectivos mayores también debe haberse enfrentado a esta contradicción, la cual, se postula, estuvo en la base de la permanente fragmentación y dispersión de los asentamientos. Ante el crecimiento demográfico y de los conflictos internos, las negociaciones de los actores sociales parecen haber dado por resultado la configuración de ámbitos sociales y políticos de cierta fragmentación, aunque de escala bastante amplia.

Agradecimientos

A los miembros del Área de Arqueología y Etnohistoria del Centro de Estudios Históricos "Prof. Carlos Segreti" (Córdoba, Argentina). A quienes colaboraron en los trabajos de campo: Verónica Gazi, Rocío Molar, Guillermo Heider, Julio Galo Díaz, Diego Rivero, Gonzalo Moyano y Sergio Clavero. Se agradece también a Benito Cruz y familia, al Laboratorio NSF-Arizona AMS por la realización de los fechados radiocarbónicos. Las investigaciones aquí presentadas han sido financiadas por el CONICET y el MINCyT (Provincia de Córdoba). Finalmente, a los evaluadores del manuscrito, quienes han realizado interesantes aportes y sugerencias.

NOTAS

1 El área de estudio corresponde a la sección norte del valle de Tafí, aunque las problemáticas planteadas deben ser entendidas en un contexto integral, que incluye a la totalidad del valle, a otros espacios aledaños, como los valles de la Ciénega, Yocavil, el Cajón, las yungas, y a lugares más distantes con cuyos pobladores los habitantes de Tafí han estado vinculados por varios siglos (Scattolin 2010).

2 Los fechados que se presentan en este trabajo se han calibrado utilizando el programa OxCal V.3.10 aplicando la curva de calibración de Reimer et al. (2004). En todos ellos se expresa el rango de variación para el 68% de probabilidades.

3 Esta situación se ha venido revirtiendo en los últimos años con la concreción de distintos proyectos de investigación (Caria 2004, 2007; Míguez 2005; Palamarczuk et al. 2007; Lanzelotti 2011), aunque aún se mantienen vacíos de información considerables.

4 En este caso, las recolecciones tuvieron en cuenta un trayecto lineal continuo que abarcaba unos 2 m a cada lado y dos áreas de recolección intensiva (ARI) de 10 m x 10 m, en cada transecta, planteadas aleatoriamente.

5 El grupo a, ordinario rojo sin baño, tiene una larga duración, ya que puede encontrarse en contextos tanto del primero como del segundo milenio. Sin embargo, se presentaron algunos rasgos decorativos y morfológicos que asocian a la gran mayoría de los fragmentos de este grupo al primer milenio (i.e., asas macizas en botón, asas semicirculares paralelas a las paredes, aplicaciones al pastillaje con incisiones, a veces formando motivos antropomorfos en cuellos de botellones, e incisiones profundas formando diseños lineales. Finalmente el grupo g, blanco sobre rojo pulido (representado por un sólo tiesto en toda la recolección) no ha podido ser asociado, hasta la actualidad, a ninguna categoría cronológica.

6 Conjuntos arquitectónicos compuestos por un recinto circular de grandes dimensiones (entre 8 m y 15 m de diámetro), al cual se adosa al menos una habitación de la misma morfología de menor tamaño (entre 2 m y 6 m de diámetro). En muchos casos, la cantidad de estructuras adosadas excede a la decena, y presentan diversidad en su construcción. Conforman espacios residenciales (Berberián y Nielsen 1988).

7 Unidades compuestas por dos o más recintos cuadrangulares grandes adosados. Tienen puertas y pequeños recintos incluidos. Se interpretan como corrales (Berberián y Nielsen 1988).

8 Se los denominó EMA (Estructuras de manejo del agua) debido a que su uso incluiría indistintamente tiempos de abundante o poca agua. Es decir, se habría utilizado tanto para el drenaje del exceso de agua, para su desvío durante las precipitaciones como también para el control de la creciente y/o su almacenaje. Asimismo, su uso también habría sido posiblemente reservado para el manejo de la erosión del suelo cuando las lluvias intensas amenazaban remover la superficie del suelo (Marcus y Stanish 2006).

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