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Intersecciones en antropología

On-line version ISSN 1850-373X

Intersecciones antropol. vol.16 no.2 Olavarría Sept. 2015

 

ARTÍCULOS

Paisaje y prácticas sociales en Cruz Vinto: una interpretación sobre la relación práctica-estructura en un pukara del periodo de Desarrollos Regionales Tardío (1200-1450 DC)

 

José María Vaquer, María Laura Pey e Ignacio Gerona

José María Vaquer. Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Instituto de Arqueología, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. 25 de Mayo 217 (1002ABE), Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. E-mail: jmvaquer@yahoo.com
María Laura Pey. Instituto de Arqueología, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. 25 de Mayo 217 (1002ABE), Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. E-mail: laurapey@hotmail.com
Ignacio Gerola. Instituto de Arqueología, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. 25 de Mayo 217 (1002ABE), Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. E-mail: ignaciogerola@gmail.com

Recibido 22 de octubre 2013.
Aceptado 21 de mayo 2014


RESUMEN

En el presente trabajo abordamos la relación entre la estructura y las prácticas sociales a partir del análisis de Cruz Vinto, un pukara del periodo de Desarrollos Regionales Tardío (1200-1450 DC) del Norte de Lípez (Bolivia). Ya que consideramos que la relación entre ambas instancias es recursiva, para su interpretación tenemos en cuenta, por un lado, la estructuración del paisaje, en tanto horizonte de inteligibilidad que provee de recursos para la acción de los agentes; y por el otro, las actividades llevadas a cabo en el espacio doméstico. Por este motivo, cruzamos tres líneas de evidencia -análisis de espacialidad, arquitectura y cerámica- procedentes del sitio en cuestión. A partir de los resultados obtenidos construimos un modelo en el cual las actividades cotidianas de los habitantes del pukara se proponen como enmarcadas en un paisaje corporativo, en el que los ancestros, presentes como torres-chullpas, junto con otras materialidades, formaban parte de la estructura recursiva de las prácticas. Así, y considerando que gran parte de la muestra cerámica se asocia a prácticas de consumo, planteamos que la relación práctica-estructura giraba alrededor de la ancestralidad, y la incorporación de un habitus corporativo en los agentes a partir de compartir bebidas y alimentos.

Palabras clave: Prácticas; Paisaje; Corporativismo; Espacio Doméstico; Cruz Vinto.

ABSTRACT

Landscape and social practices in Cruz Vinto: an interpretation on the relationship between practices and structure at a late regional developments period (AD 1200-1450) Pukara.

This paper examines the relationship between structure and social practices through an analysis of Cruz Vinto, a pukara from the Late Regional Developments Period (1200-1450 AD) in Northern Lípez (Bolivia). Given the recursive nature of the relationship, the interpretation encompasses both the structuration of landscape, considered a horizon of intelligibility that provides resources for people's action, and activities carried out in domestic space. Three lines of evidence from the site are included: spatiality, architecture, and ceramics. A model is proposed in which the daily activities of the inhabitants of the pukara were framed by a corporate landscape, where ancestors present as tower-chullpas, along with other materialities, formed part of the recursive structure of practice. As most of the ceramic assemblage was associated with consumption, it is proposed that the relationship between practice and structure revolved around ancestrality and the incorporation of a corporate habitus through food and drink sharing.

Keywords: Practices; Landscape; Corporate Societies; Domestic Space; Cruz Vinto.


 

INTRODUCCIÓN

Una de las preguntas que surgieron a partir de la incorporación de la Teoría de la Práctica en la arqueología es la relación entre la estructura social y las prácticas. ¿En qué medida las prácticas constituyen o estructuran a las sociedades? Desde una óptica sociológica, tanto Giddens (1998) como Bourdieu (1977) nos ofrecen respuestas al respecto. ¿Pero qué sucede cuando pretendemos hacernos la misma pregunta en un contexto arqueológico? Lo que proponemos es un intento de abordarla a partir de trabajos sistemáticos realizados en Cruz Vinto, un pukara del periodo de Desarrollos Regionales Tardío (1200-1450 DC) en la Península de Colcha "K", Norte de Lípez, Bolivia. La postura teórica desde donde abordaremos la pregunta proviene de la Arqueología del Paisaje en su vertiente hermenéutica (Bradley 1998; Barrett 1999). Uno de los postulados fundamentales de dicha teoría es que el paisaje es una estructura de recursividad: es estructurado por las prácticas y a su vez es estructurante de ellas. Esto implica que existe un juego entre prácticas y estructuras, en que las prácticas son el ámbito en el cual se produce y se reproduce la estructura social. Por lo tanto, el paisaje provee a las prácticas de una serie de recursos que son puestos en juego en las interacciones sociales. Dentro de este proceso, uno de los más destacados es la relación entre el paisaje y el cuerpo humano. La estructuración del espacio a través de las actividades donde se interactúa con el mundo material hace corporales esos principios y los reproducen a un nivel no discursivo. Este mecanismo o hexis corporal es, para Bourdieu (1977), uno de los principales elementos estructuradores del habitus, en tanto conjunto de disposiciones que son el producto de la pertenencia a un grupo o clase determinado y que disponen al agente a actuar y juzgar de una manera determinada. En consecuencia, la estructuración del espacio en general y, en nuestro caso, del espacio doméstico en particular, es una de las posibles vías para investigar la relación práctica-estructura (Bourdieu 1977; Vaquer 2007). Sin embargo, abordar la estructuración del paisaje desde la postura explicitada implica, a nuestro entender, una perspectiva doble. Por un lado, es necesario interpretar las prácticas sociales que se desarrollaron en el paisaje estudiado. Por el otro, también analizaremos los posibles significados asociados a este último; es decir, consideraremos la estructuración del paisaje en tanto estructura de recursividad. Finalmente, debemos relacionar ambas interpretaciones en una sola para caracterizar la relación entre las prácticas y el paisaje.
En lo que respecta a nuestro caso de aplicación en concreto, la premisa que nos guiará sostiene que las sociedades tardías del Norte de Lípez eran sociedades corporativas donde el grupo de parentesco o ayllu se constituyó en la unidad de apropiación de recursos (Nielsen 2006a, 2006b). Por lo tanto, la ancestralidad -como lógica articuladora de las relaciones de parentesco- operó como un horizonte interpretativo en el que obtenían significado las prácticas sociales. A su vez, dichas prácticas -en particular las realizadas en el ámbito doméstico- se encontraban estructuradas de acuerdo con la lógica del parentesco, actuando de manera corporal y no discursiva en los agentes. Este último punto permite generar una serie de expectativas con respecto a la materialidad: si las sociedades corporativas se articulan en el grupo antes que en el individuo, el espacio doméstico debería estar estructurado de manera tal que se enfatice la construcción grupal antes que la individual. Esto último se apreciará en una arquitectura homogénea, patrones de circulación irrestrictos, y una facilidad para percibir las diferentes actividades llevadas a cabo por los grupos familiares que habitaron Cruz Vinto. A su vez, las actividades de consumo de alimentos y bebidas serían realizadas en espacios fácilmente perceptibles, por lo que habría una suerte de inclusión de los habitantes del sitio en las comidas y bebidas, así como de los ancestros materializados en las torres-chullpas. De esta manera, se produce una homología entre el espacio doméstico y el espacio público, que enfatiza la preeminencia del grupo sobre el individuo.

Lípez: antecedentes de investigación
Lípez es un área de forma triangular delimitada al norte por el Salar de Uyuni, al este por el río Grande de Lípez y al oeste por la cota de los 4500 m de la Cordillera (Nielsen 1998) (Figura 1). Esta región habría conformado en épocas prehispánicas tardías una frontera social y cultural ya que los estilos cerámicos característicos (Mallku en particular, ver más adelante) presentan una distribución centralizada. Según Nielsen (2007), el norte de Lípez constituyó -junto con la región Yavi-Chicha, la Quebrada de Humahuaca y la cuenca Doncellas-Casabindo- una esfera de interacción restringida que podría vincularse con procesos sociales locales, que a su vez estuvo inmersa en redes de intercambio regionales. Siguiendo esta línea, se ha propuesto al norte de Lípez como el ámbito de dispersión del "Señorío Mallku" durante el periodo de Desarrollos Regionales (PDR). A partir de relevamientos, recolecciones superficiales y algunos sondeos exploratorios, Arellano y Berberián (1981) sugirieron la existencia de un señorío Aymara pos Tiwanaku que denominan Mallku por el nombre del "sitio tipo" analizado. Posteriormente, Nielsen y Berberián (2008) esbozaron una redefinición del "Señorío Mallku". La primera observación de los autores es que los asentamientos más importantes del PDR se encuentran localizados entre los salares de Chiguana, al sur; y de Uyuni, al norte. Esta zona es la más húmeda y apta para la agricultura. Sus poblados presentan ocupaciones densas, con asentamientos de más de 200 unidades habitacionales (Bajo Laqaya) y pukaras de más de 100 unidades habitacionales (Alto Laqaya y Cruz Vinto). A su vez, y para una mejor comprensión del PDR, Nielsen (2001) lo ha dividido en dos momentos, siendo el primero Desarrollos Regionales Temprano -900/1200 AD y, el segundo, Desarrollos Regionales Tardío 1200/1450 AD. Para ello tuvo en cuenta tres cambios fundamentales en el registro arqueológico: surge la cerámica del grupo Mallku/Hedionda, prolifera la construcción de torres-chullpas y se edifican numerosos asentamientos fortificados o pukaras.


Figura 1.
Mapa del norte de Lípez, que muestra la ubicación de Cruz Vinto.

De acuerdo con las características arquitectónicas de la región, para el primer momento, la estructura más frecuente es una habitación simple circular o elíptica con un vano de acceso orientado hacia el este y un diámetro interno entre los 3 y 5 m. Nielsen (2001) identifica en dichas viviendas deflectores de aire, tabiques y hornacinas, y plantea que el espacio doméstico incluiría el área abierta adyacente a las estructuras, que carece de demarcación arquitectónica. El espacio exterior de la vivienda, entonces, se fundiría con el espacio común del poblado, donde se conjugan las actividades domésticas con la circulación y el descarte de residuos. Dos, tres y hasta cuatro viviendas se encuentran adosadas entre sí, pero la orientación de los vanos, la ausencia de patios u otras habitaciones compartidas le sugieren a Nielsen (2001) que cada estructura techada junto con su área externa adyacente se comporta como unidad de vivienda independiente. En lo que respecta al PDR Tardío, se reconocen tres tipos de asentamientos habitacionales: poblados bajos con recintos circulares o elípticos, poblados bajos con recintos rectangulares y pukaras que cuentan con ambos tipos de recinto (Nielsen 2001: 49). Con respecto a las diferencias arquitectónicas entre los poblados bajos, el autor propone que representan momentos sucesivos en las ocupaciones, y ubica los sitios con recintos circulares en el siglo XIII; mientras que las viviendas rectangulares son construidas a partir del siglo XIV y continúan hasta el periodo Hispano-Indígena. Dentro de este modelo, los pukaras corresponden a la época de transición entre el uso de las viviendas circulares y rectangulares alrededor del siglo XIV. Estos asentamientos pueden haber sido utilizados como asentamientos permanentes durante un lapso breve, o como reductos defensivos por los habitantes de los poblados bajos asociados. Una tercera propuesta es que algunas viviendas podrían haber estado ocupadas permanentemente; mientras que otras lo estuvieron en forma ocasional, en caso de conflicto. En síntesis, para el espacio doméstico de los pukara se identifican dos tipos de viviendas: circulares/ elípticas y rectangulares. El primer tipo muestra una continuidad con las viviendas del periodo anterior con respecto a las dimensiones, la orientación de los vanos de acceso y el ancho, y las técnicas constructivas de los muros. Continúa también la presencia hornacinas y deflectores protegiendo los fogones. Otra característica que se destaca es la presencia de hastiales en cada extremo de la elipse, empleados para sostener un techo a dos aguas. En cuanto al espacio no techado, este se encuentra estructurado por pequeños parapetos semicirculares adosados al exterior de las viviendas. Nielsen interpreta estas estructuras como áreas exteriores de actividad asociadas a fogones. Un detalle a mencionar es el hecho de que, más allá de los mencionados parapetos, dichas áreas externas no muestran una formalización arquitectónica consistente ni una separación del espacio público. Otro rasgo destacable es que en los sitios de mayor tamaño -sean poblados bajos o pukaras- aparecen las plazas como espacios definidos dentro del asentamiento. Estas plazas, en Laqaya y Churupata, por ejemplo, se encuentran flanqueadas por tres torres-chullpas en su lado oriental.
Finalmente, deseamos reparar en un elemento clave para la comprensión de este período, que es la construcción generalizada de torres-chullpas de piedra. A partir del análisis de fuentes etnohistóricas, las sociedades tardías del norte de Lípez fueron caracterizadas por Nielsen como sociedades corporativas en las que el grupo de parentesco o ayllu se constituyó en la unidad de apropiación de recursos (Blanton et al. 1996; Nielsen 2001, 2006a, 2006b). Teniendo en cuenta esta idea, y más allá de los usos a los que estuvieran destinadas estas estructuras (sepulcros abiertos, depósitos de granos, marcadores territoriales), una de las funciones principales pudo haber sido representar por metonimia a los ancestros y hacerlos presentes en diversos contextos de la práctica (Nielsen 2008). Para caracterizar la cerámica del Norte de Lípez, nos basamos en primera instancia en el trabajo de Arellano y Berberián (1981). Los autores dividen la cerámica no decorada en los siguientes tipos: Alisado Tosco, Alisado Liso, Alisado con Estrías, Pulido Liso y Engobado. La mayoría de los fragmentos no decorados recolectados por los autores en el sitio Mallku corresponden al tipo Alisado Liso. Con respecto a los tipos decorados, distinguen varios en función de los colores de pintura utilizados en la decoración: Marrón sobre Crema, Marrón sobre Rojo, Marrón sobre Gris, Marrón sobre Fondo Natural y Negro sobre Rojo. Sin embargo, reconocen que los motivos de la decoración son iguales en todos los tipos. La decoración se encuentra sobre el borde de las piezas, tanto en la cara interna como en la externa. Forma líneas onduladas o quebradas que pueden estar unidas a una recta horizontal o entre dos bandas rectas horizontales. Las formas corresponden a escudillas o pucos con bases planas y contornos diferenciados a veces con impresiones de cestería. Las dimensiones son similares a los tipos no decorados, con la diferencia de que las paredes son más finas. Nielsen y Berberián (2008) también mencionan la cerámica, particularmente la decorada del grupo "Mallku-Hedionda". Este grupo reúne todos los grupos pintados propuestos por Arellano y Berberián (1981) descriptos anteriormente. Incluyen dentro de este tipo al estilo "Cruz Vinto", que consiste en escudillas con diseños de chevrones concéntricos o semicircunferencias concéntricas pintadas en el borde de las piezas, definido por Nielsen (2004) como estilo "Colla"; y por Arellano (2000), como estilo "Colcha K". La cerámica "Mallku-Hedionda" se encuentra representada de manera homogénea en Lípez durante el periodo de Desarrollos Regionales Tardío, y sólo varía su frecuencia en los conjuntos. Fuera de Lípez, Nielsen y Berberián (2008) reportan hallazgos en la región Intersalar (hacia el norte del Salar de Uyuni), en el norte de Chile, formando parte del complejo "Toconce- Mallku", y en menor frecuencia hacia el sur en la Laguna de Vilama y Pozuelos (Argentina). En síntesis, en el norte de Lípez, la cerámica Mallku constituye el grupo decorado mayoritario, tanto en asentamientos habitacionales principales como en los sitios más pequeños. Como mencionamos anteriormente, este grupo cerámico surge alrededor del 1200 DC y se encuentra presente hasta la época Colonial.

Cruz Vinto
Cruz Vinto (desde ahora, CV) se encuentra localizado en la Península de Colcha "K", Norte de Lípez, Bolivia, sobre la margen sur del Salar de Uyuni (Nielsen 2001, 2002; Vaquer 2009, 2010, 2011; Vaquer et al. 2010). El sitio se ubica sobre el Salar, al pie del cerro Wawali y junto a una quebrada en la que desemboca un cauce estacional, hoy seco. Dentro de la clasificación propuesta por Nielsen (2001) que ya hemos mencionado, Cruz Vinto es un pukara que combina recintos circulares/elípticos y rectangulares (Figura 2). Está emplazado en una meseta rodeada de acantilados rocosos que se eleva aproximadamente 100 m del terreno que lo circunda. Esta localización defensiva determina que solamente se puede acceder al asentamiento por los extremos noroeste y suroeste de la meseta, los cuales se encuentran protegidos por murallas con accesos definidos y vanos semejantes a troneras (Nielsen 2002). La arquitectura se encuentra emplazada en dos terrazas. La primera de ellas presenta principalmente torres-chullpas, un muro defensivo y recintos de gran tamaño, posiblemente sin techar. La segunda terraza es la que presenta la ocupación más densa, compuesta por recintos de planta circular, planta "herradura", rectangular y mixta. También se encuentran presentes torres-chullpas, adosadas a los recintos o separadas. En cuanto a los recintos, estos se encuentran aislados o en grupos de hasta seis unidades conformando Unidades Arquitectónicas (UA), definidas como un conjunto de recintos que comparten al menos un muro. El total de UA relevadas fue de 80, compuestas por 140 recintos. La clasificación de la arquitectura responde a dos números: por un lado, el número de UA; y por el otro, el número de recinto. Queremos destacar que la categoría de UA no presupone integración funcional; solamente enfatiza la conexión entre varios recintos. En las dos terrazas, y en el terreno circundante de la meseta relevamos 101 torres-chullpas. Otro componente del sitio es un espacio central a modo de plaza localizado hacia el suroeste del sitio, rasgo asociado al PDR Tardío. A diferencia de otros sitios de la región, la plaza de CV no presenta una estructura regular. Otra de las particularidades es que se trata de un pukara sin poblado bajo asociado.


Figura 2.
Plano de Cruz Vinto, con los sectores excavados, las vías de circulación y la localización de las torres-chullpa.

En cuanto a su datación, obtuvimos cuatro fechados radiocarbónicos (Tabla 1) que lo ubican en el PDR Tardío (1200-1450 DC) o periodo Intermedio Tardío en la cronología de la región Andina. Basándonos en el predominio de recintos de planta circular, correspondientes al PDR Temprano, las características de la arquitectura de las unidades residenciales propuestas por Nielsen (2001) y del material recuperado (ausencia o baja frecuencia de estilos emblemáticos posteriores como Mallku o variantes de los estilos Inka), junto con la falta de estructuración de la plaza, podemos considerar que el sitio fue ocupado en los momentos iniciales del PDR Tardío o en la transición entre el PDR Temprano y el PDR Tardío, alrededor del año 1200 DC, sin presentar reocupaciones sustanciales en los momentos posteriores. Si consideramos que el centro de las sociedades del período se encontraba en la península de Colcha "K" y alrededores, CV sería uno de los primeros pukaras construidos que, luego de la expansión hacia el sur interpretada a partir de la difusión de la cerámica Mallku, habría sido abandonado por no cumplir ya una función de guarnición de frontera (Vaquer 2011).

Tabla 1. Fechados radiocarbónicos obtenidos en Cruz Vinto.

DESARROLLO

Análisis de las condiciones estructurales
La problemática que guió las tareas en el campo y en laboratorio fue interpretar la manera en que se produjo un habitus corporativo a partir de habitar el paisaje. En particular, la pregunta apuntó a la estructuración del espacio doméstico, la relación entre las prácticas desarrolladas por los agentes en los espacios externos y la ancestralidad como lógica de las sociedades corporativas. La primera tarea realizada consistió en un análisis de sintaxis espacial siguiendo los planos (Hillier y Hanson 1989; Vaquer 2009; Vaquer y Nielsen 2011). Propusimos un modelo de uso de los espacios externos en términos de axialidad y convexidad, para lo cual empleamos las categorías de nodo (lugar de realización de actividades) versus internodos (lugares de circulación). Como resultado observamos que dichos espacios no presentaban restricciones significativas en la circulación y no presentaban jerarquización. En cuanto al índice de unión axial, este contempla la articulación también en términos perceptivos, es decir, la cantidad de espacios convexos que pueden percibirse visualmente desde un punto. En este sentido, el asentamiento en general presenta un alto índice de unión axial, por lo cual no existen espacios exteriores segregados a la circulación. La plaza se conforma como el espacio central del asentamiento, ya que por un lado estaría articulando varias rutas de circulación, y por el otro, tiene un alto índice de recintos directamente permeables. En el resto del asentamiento, los espacios convexos con mayor grado de permeabilidad y axialidad no coinciden. Por lo tanto, podemos sostener que la organización del espacio externo en CV es coherente con una sociedad que no se encuentra ni dividida ni jerarquizada. Todos los espacios son accesibles tanto para la circulación como para la percepción. En el sitio se relevaron tanto el material superficial como la arquitectura presente. Respecto de esta última, la primera observación es que la distribución de las plantas se inclina hacia los recintos de planta circular por amplia mayoría, seguidos por los recintos de planta "herradura" (ver Vaquer et al. 2010 para un detalle de la tipología de los recintos). Con respecto al aparejo, que determina las características visuales de los recintos, la tendencia mayoritaria (84%; 252: 299) del total de la muestra es hacia el aparejo celular (ver Castro et al. 1991 para la descripción de los tipos de aparejos). Dentro de los recintos de planta circular, el aparejo celular representa el 82% de la muestra (96: 117). Por lo tanto, las características visuales de los recintos también son similares. El 22% de los recintos circulares (26: 117) presentó deflector; mientras que el 78% restante (91: 117) no. En términos del modelo planteado por Nielsen (2001), 30 recintos del asentamiento habrían funcionado como viviendas. El único rasgo que diferencia a los recintos es la presencia de hornacinas y banquetas. Por todo esto, consideramos a la arquitectura de CV homogénea tanto en las plantas como en las características visuales de los recintos. Con respecto a la funcionalidad, el único rasgo que los diferencia es la presencia del deflector, asociado a estructuras de combustión. Sin embargo, este rasgo tampoco es perceptible desde el exterior. Espacialmente, los recintos con deflector se distribuyen por todo el asentamiento.
En una segunda instancia, y en función de los datos obtenidos con la sintaxis espacial y el relevamiento de la arquitectura, se propuso un análisis de performance del espacio construido. Para ello se construyeron mediante SIG cuencas que delimitaban el alcance de cada uno de los sentidos en una situación perceptiva óptima, y propusimos uno de los posibles hilos perceptivos relacionados con aquellos espacios convexos caracterizados en términos de nodos (ver Mañana Borrazás et al. 2002 para una descripción y justificación de los "hilos perceptivos"). En dicho modelo determinamos la existencia de umbrales, conformados tanto por la arquitectura como por la topografía del terreno donde se emplaza el asentamiento. Los umbrales determinan puntos en el hilo perceptivo donde la visión se restringe, y la posibilidad de percepción de las actividades que están siendo llevadas a cabo en los alrededores disminuye. Para el caso de CV, dichos umbrales se relacionan con momentos de visión más abierta o más restringida. Podemos argumentar que el hilo perceptivo marcado, al atravesar espacios convexos con un valor alto del índice de unión axial, favorece la percepción del espacio como continuo, con la existencia de pocos límites y umbrales en el recorrido. En una tercera instancia, se llevaron a cabo excavaciones en el sitio. En un primer momento (año 2007), se realizaron 36 sondeos de 1 m × 1 m en los espacios externos para determinar si se realizaban actividades en ellos y relacionarlos con las categorías de nodo/internodo propuestas en la sintaxis espacial. El material recuperado no permitió interpretar actividades relacionadas con la reproducción de la unidad doméstica in situ, sino que fue el producto de acumulaciones secundarias de materiales provenientes de recintos localizados pendiente arriba de los sondeos. En consecuencia, en una segunda campaña (año 2008), excavamos cinco recintos que potencialmente podían ser la fuente del material. La elección estuvo fundamentada en que dichos recintos poseían características arquitectónicas distintivas con respecto a las viviendas descriptas por Nielsen (2001): los muros perimetrales eran inferiores a 1 m, y no presentaban hastiales de apoyo del techo, y noposeían deflector. Una excepción a esta tendencia fue la UA 68 R 1, que presentó muros superiores a 1 m, pero sin hastial ni deflector. De acuerdo con este conjunto de características arquitectónicas, los cinco recintos elegidos no poseían techo, por lo que también eran potenciales lugares de actividad al aire libre, delimitados por la presencia de los muros, que en cuatro de los casos eran inferiores a 1 metro. Cabe destacar que el sitio presenta una excelente conservación de la arquitectura, a tal punto que en algunos recintos solamente falta el techo, los postes y las vigas, reutilizadas por los habitantes actuales.

Cruz Vinto como paisaje corporativo
Al conjugar los resultados de las distintas etapas, propusimos que CV podría considerarse un "paisaje corporativo", donde desde la organización del espacio se enfatizaba la igualdad entre los grupos sociales. Los elementos constituyentes de este paisaje son la arquitectura homogénea (tanto formal como perceptivamente), los patrones de circulación y percepción irrestrictos. El análisis de las cuencas perceptivas enfatiza la percepción próxima de las actividades, por lo que las prácticas desarrolladas en un sector del asentamiento eran percibidas por todos los habitantes. En este sentido, al incluir las torres-chullpas en los diagramas de percepción y circulación, se aprecia que estas se encuentran dispuestas de manera tal que son encontradas a intervalos regulares (Figura 2). Por lo tanto, las torres, en tanto corporización de los ancestros, se estarían situando en el paisaje cotidiano de los habitantes.
Entonces, la arquitectura, los patrones de circulación y encuentro del sitio, junto con una homogeneidad de las diferentes materialidades que componen el paisaje, estarían apuntando a un proceso de incorporación a través de habitar el paisaje (sensu Ingold 2000) donde la presencia constante de los ancestros estaría relacionando el presente con un pasado mítico. De esta manera, el paisaje de CV operaba como un paisaje ancestral, ya que construía de manera corporal y no discursiva una relación entre las colectividades sociales y los ancestros (Vaquer et al. 2010). Los recintos sin deflector podrían haber funcionado como patios, lugares de actividades al aire libre donde los habitantes se relacionaban cotidianamente al realizar sus actividades. Podemos sostener, entonces, que las características sintácticas y perceptivas de CV serían coherentes con un tipo de solidaridad social que enfatiza una representación del espacio en términos homogéneos, carente de límites y diferencias. No sólo es posible circular libremente por el asentamiento, sino que también se perciben los sonidos, los olores y se visualiza todo lo que está pasando en el poblado. En este sentido, se conforma un taskscape (Ingold 2000) donde el movimiento corporal y la temporalidad de la experiencia se encuentran relacionados con la circulación en un espacio común e indiferenciado. La experiencia de realizar actividades y circular por el asentamiento enfatiza la inclusión y la igualdad, es decir, la experiencia de lo corporativo. Y también es una experiencia que enfatiza la continuidad, ya que los espacios exteriores no imponen límites físicos para la circulación. Ahora bien, una vez definido el paisaje como una estructura de recursividad: ¿qué ocurrió al nivel de las prácticas? Dicho de otro modo, ¿de qué manera podemos interpretar efectivamente el rango de actividades llevadas a cabo en los recintos no techados? Por tratarse del material más abundante, nuestra interpretación se va a centrar en el conjunto cerámico recuperado y su relación con la evidencia restante.

Análisis de la cerámica recuperada en las excavaciones
Una de las maneras de interpretar la relación entre los agentes sociales y la materialidad es a través de las características de performance de los objetos. La cerámica fue una de las evidencias más trabajadas dentro de este enfoque (Schiffer 1999; Skibo 2012). Como guía metodológica para el análisis de la cerámica, utilizamos la propuesta de Menacho (2007) en su análisis etnoarqueológico de los conjuntos cerámicos utilizados por los pastores de Rinconada (Provincia de Jujuy). A partir de los atributos funcionales y de las categorías formales propuestas por Menacho (2007), interpretamos las posibles funciones del conjunto cerámico de CV, teniendo en cuenta sus características propias. La base para la comparación fue que ambos conjuntos corresponden a sociedades que habitan en la Puna, y presentan una economía mixta entre agricultura y ganadería, por lo que esperamos una cierta correspondencia entre las categorías formales y las actividades realizadas en ambos contextos. La tipología fue confeccionada a partir de los atributos morfológico-funcionales de las piezas. Se consideraron: i) la forma o perfil de las vasijas; ii) los atributos dimensionales; iii) las propiedades formales que rigen la función (características de performance): transportabilidad, unidades de consumo, receptividad, proporción alto/ancho y los atributos morfológicos con función específica; iv) el uso, a partir de las trayectorias funcionales y el contexto social de uso; v) las alteraciones o huellas asociadas al uso; y vi) el tratamiento de superficie y la decoración. A partir de estas características, se definieron una serie de estilos cerámicos, que en su conjunto constituyen un componente cerámico, entendiendo este último como toda la cerámica utilizada en una región durante un momento temporal determinado. Así, podemos caracterizar al componente cerámico Lípez Tardío a partir de los estilos definidos en la Tabla 2.

Tabla 2. Estilos definidos para el componente cerámico Lípez Tardío.

Con respecto a la decoración y al tratamiento de la superficie, la categoría mayoritaria es el Alisado, ya que la cerámica pulida no decorada es escasa en el registro. A su vez, reconocimos dos tipos de cerámica decorada de manufactura local. A diferencia de Nielsen y Berberián (2008), no vamos a considerar a la cerámica Cruz Vinto como parte del grupo Mallku. Las últimas evidencias apuntan a que estos estilos cerámicos que en algunos contextos aparecen asociados son, en realidad, sucesivos en el tiempo, y el Cruz Vinto es ligeramente más temprano que el Mallku. Nos referimos al estilo Mallku Bicolor, subsumiendo en él todas las variaciones de colores, ya que como observan Arellano y Berberián (1981), los motivos representados no varían. Esta cerámica se caracteriza por patrones decorativos en forma de guirnaldas, compuestas por líneas onduladas o semicírculos. El segundo estilo decorado es el Cruz Vinto, con categorías formales similares al Mallku Bicolor, pero con motivos decorativos ligeramente diferentes. La cerámica Cruz Vinto se caracteriza por la presencia de bandas decorativas que conforman guirnaldas con patrones en forma de "chevrones" o "V" repetidas (Figura 3). Esta decoración, en el caso de las piezas abiertas, puede estar presente tanto en el interior como en el exterior de estas. Otra diferencia es que la cerámica Cruz Vinto tiene una pasta ligeramente menos compacta que la Mallku Bicolor, y presenta menos variedades de color. En general, se encuentran decoradas en negro sobre fondo rojo. Una variedad del estilo es el Cruz Vinto Alisado, en el cual los motivos son pintados sobre el fondo alisado de la pieza. Tanto el estilo Mallku Bicolor como el Cruz Vinto se encuentran mayoritariamente representados por escudillas hemisféricas simples, aunque también hay ejemplos de cántaros compuestos pequeños.


Figura 3.
Escudillas estilo Cruz Vinto recuperadas en la excavación.

Resultados del análisis cerámico
En los cinco recintos recuperamos un total de 2560 fragmentos cerámicos. Las proporciones por estilo fueron las siguientes: el Alisado fue el predominante, con un 92% de la muestra (2360: 2560); el estilo Cruz Vinto, con un 4% (110: 2560); y finalmente, el 2% restante (90: 2560), por los estilos Negro sobre Rojo (46: 2560), Mallku Bicolor (24: 2560), Yura (19: 2560) y Cruz Vinto Alisado (1: 2560). Con respecto a la forma inferida a partir del tratamiento de superficie de los fragmentos basado en la accesibilidad del interior de las piezas (fragmentos con la cara interna sin tratamiento corresponden a piezas cerradas; mientras que los que poseen tratamiento de superficie corresponden a piezas abiertas), el 78% de la muestra (2000: 2560) correspondió a formas cerradas; y el 22% restante (560: 2560), a formas abiertas.

1. Fragmentos diagnósticos
Dentro de la muestra diferenciamos los fragmentos diagnósticos que permitieron interpretar las formas de las piezas. En este caso, los diagnósticos fueron bordes y bases. El total de fragmentos diagnósticos fue de 117. Los fragmentos de bordes fueron un 90% del subconjunto (105: 117), mientras que los fragmentos de base correspondieron al 10% restante (12: 117). Dentro de estos últimos, a dos de los fragmentos no fue posible
adscribirles forma. Los tipos de bordes representados fueron directos entrantes con un 53% (54: 102); evertidos con un 45% (46: 102); y evertidos horizontales, con el 2% (2: 102). A los cinco restantes no fue posible adscribirles tipo. Los fragmentos de base correspondieron en su totalidad a bases planas-cóncavas, unidas al cuerpo en forma angular, y en dos casos, donde se remontaron las bases en su totalidad, presentaron improntas de cestería. A partir de los fragmentos diagnósticos y los remontajes, definimos el conjunto de piezas cerámicas presentes en los recintos excavados. Para el total de la muestra, y sobre los fragmentos diagnósticos, la proporción entre piezas abiertas y cerradas fue del 49% (57: 117) para las piezas abiertas; 43% (51: 117) para las cerradas; y el 8% restante (9: 117), para piezas indeterminadas. Vemos entonces que, teniendo en cuenta los fragmentos diagnósticos, las piezas abiertas predominan en el conjunto, a la inversa que si tomamos la totalidad de los fragmentos. Esto puede deberse a que las piezas cerradas son de mayor tamaño y por lo tanto producen una mayor cantidad de fragmentos al romperse. En consecuencia, el análisis de los fragmentos diagnósticos brinda una perspectiva más acotada de la composición del conjunto. Con respecto al número mínimo de piezas, reconocimos un total de 38 (Tabla 2). El conjunto definido a partir del número mínimo de piezas se encuentra representado en su mayoría por piezas abiertas, particularmente escudillas. La proporción fue la siguiente, considerando el número mínimo de piezas: las piezas abiertas representaron el 66% (25: 38) del conjunto; mientras que las piezas cerradas, el 34% (13: 38).

2. Distribución de las piezas y asociaciones
Otra de las tareas que nos propusimos fue el análisis de la distribución de las piezas respecto de las unidades arquitectónicas asociadas. Los resultados para el total del conjunto se presentan en la Tabla 3.

Tabla 3. Conjunto recuperado en las excavaciones de los recintos con sus características de performance. Los diámetros y alturas están expresados en cm, el volumen, en cm3.

Referencias: 1) Contexto, 2) Estilo, 3) Forma, 4) Diámetro abertura, 5) Diámetro máximo, 6) Receptividad, 7) Altura, 8) Volumen.

3. Características de performance
El conjunto cerámico se encuentra compuesto en su mayoría por escudillas. El valor de la media del volumen fue de 1,25 litros, situándose el valor máximo en 1,91 litros, y el mínimo, en 0,75 litros (n = 9). Con respecto a los atributos propuestos por Menacho (2007), estas piezas poseen una alta transportabilidad y una alta receptividad, que permite manipular el contenido. La unidad de consumo es la porción individual (comparar con la forma plato de Menacho 2007: 155).

No detectamos evidencia de huellas de uso y desgaste ni de atributos morfológicos relevantes. Dentro de los contenedores pudimos determinar la presencia de un cántaro compuesto con un volumen de 23 litros (UA 17 R1). De acuerdo con el análisis etnográfico de Menacho (2007), estas piezas con rangos de volumen similares son utilizadas en tareas relacionadas con la preparación de chicha, o en el almacenaje de sólidos, aprovechando su baja receptividad. También son utilizados para hervir líquidos, debido a que sus propiedades formales disminuyen el riesgo de volcado y mantienen el calor. En el caso de la pieza recuperada en la excavación, existe evidencia de quemado en la base y parte del cuerpo, lo cual puede relacionarse con una exposición al fuego. Además, se encontró asociada a los restos de una pata de camélido con evidencia de haber sido hervida, lo que nos inclina a pensar que el cántaro fue utilizado para su cocción.
Con respecto al resto del conjunto, estuvo compuesto por 15 escudillas y un cuenco. En estas piezas no fue posible determinar el volumen, pero sigue siendo la forma dominante del conjunto. Las piezas cerradas fueron seis cántaros compuestos con diámetros de abertura entre los 22 cm y los 32 cm, cuatro contenedores indeterminados, una botella pequeña y una vasija de boca ancha. Esta última corresponde a la forma de virque propuesta por Menacho (2007), y se utiliza etnográficamente para la elaboración de chicha y para contener agua (Figura 4).


Figura 4.
Conjunto de piezas reconstruido a partir de los fragmentos diagnósticos.

De la cerámica a la práctica
De acuerdo con la propuesta metodológica esbozada, las características de performance del conjunto cerámico son elecciones de diseño que posibilitan que las piezas que componen el conjunto participen en un rango determinado de actividades. En consecuencia, la muestra puede distribuirse entre dos funcionalidades básicas: contener y cocinar; y servir y consumir. Considerando la totalidad del conjunto recuperado en las excavaciones, la principal función representada es la de servir/consumir, debido a la presencia mayoritaria de escudillas. A partir de dicha representación, podemos considerar que las actividades desarrolladas en los recintos excavados fue principalmente el consumo de alimentos y/o bebidas. Ahora bien, dentro de los cinco recintos excavados no se reconoció la presencia de estructuras de combustión, que en el norte de Lípez corresponden a fogones en cubeta con tres piedras para sostener las ollas (Nielsen 2001). Tampoco presentaron deflector, estructura que, como se mencionó anteriormente, tiene como función canalizar la circulación del humo de los fogones. Por lo tanto, los recintos excavados no eran el lugar donde se realizaba la cocción de los alimentos y/o de las bebidas consumidas. Esto sugiere una división de las actividades domésticas: la preparación de los alimentos era realizada en un tipo de recinto (los que Nielsen identifica como viviendas), mientras que el consumo se realizaría en otros, que tienen como características arquitectónicas salientes la ausencia de deflector y la falta de techo. Podemos considerar, entonces, a los recintos excavados como una suerte de patios donde se realizaban actividades de consumo. Recordemos que en la UA 17 R1 se recuperó un cántaro compuesto con evidencias de quemado en la base asociado a un conjunto de huesos de camélido (Pieza 1, ver Tabla 4). El análisis de este último determinó
que los huesos habrían sido hervidos. Sin embargo, no detectamos estructura de combustión en el recinto. Por lo tanto, el hervido de los huesos se realizó en otro recinto (posiblemente el R2 de la misma UA que posee deflector) y luego fue llevado al recinto excavado para ser consumido. Una segunda actividad inferida a partir del conjunto es el almacenaje o el transporte de alimentos y bebidas, representada por los contenedores recuperados en la excavación. Con respecto a la distribución espacial de las actividades, existen algunas regularidades a partir de los subconjuntos recuperados en los recintos. En las unidades adyacentes a la plaza, por ejemplo, predominaron las escudillas de estilo Cruz Vinto sobre el resto del conjunto (UA 36 R1 y UA 37 R5). Si consideramos que este estilo fue el "estilo emblemático" de los habitantes del asentamiento (Nielsen 2007), entonces nos resulta coherente encontrarlo cerca de la plaza. Si bien las excavaciones no permitieron determinar las actividades realizadas en este espacio central, las plazas son los lugares donde se realizaban las ceremonias a los ancestros en los asentamientos principales o llactas (Nielsen 2006a). Por ende, si se realizaron ceremonias en la plaza de Cruz Vinto, estas incluían el consumo de alimentos o bebidas en escudillas decoradas en este estilo. En los demás sectores excavados estuvieron presentes, junto con las escudillas, principalmente contenedores (por ejemplo, UA 68 R1-Piezas 29, 30, 31, 32 y 38), por lo que las actividades desarrolladas combinaron el consumo con el almacenamiento y el transporte.

Tabla 4. Elementos recuperados en las excavaciones y sus asociaciones.

Referencias: SG: sílice gris; OB: obsidiana, AN: andesita, NID: No identificado.

CONCLUSIONES: PAISAJE, PRÁCTICAS Y ESTRUCTURA

A modo de síntesis y cierre, presentamos en esta sección las interpretaciones de la relación entre prácticas y estructura a partir del paisaje. Vimos que una serie de elementos del paisaje apuntaban a la estructuración de un "paisaje corporativo", compuesto por una lógica basada en la ancestralidad. Junto con la presencia de los ancestros, las materialidades interpretadas mostraron también una situación en la que las diferencias entre los grupos eran negadas, lo cual enfatizaba su homogeneidad. En consecuencia, los recursos estructurales con los que contaban los agentes para la práctica se articulaban en torno al campo de la ancestralidad y la igualdad de los grupos. Del lado de las prácticas interpretamos, a partir de los resultados de los análisis cerámicos, un énfasis en el consumo dentro de los recintos excavados. Incluso, es posible proponer que la cocción de los alimentos y bebidas consumidos se realizaba en los recintos no techados, por lo que el consumo era una práctica pública o semiprivada. Los análisis de percepción y restricciones mostraron que los recintos en los cuales se realizaban estas prácticas eran física y perceptiblemente accesibles a todos los habitantes del asentamiento, por lo que el consumo, si bien circunscripto espacialmente, era compartido de alguna manera por los ocupantes. Es en este compartir, en la accesibilidad de las prácticas donde consideramos que se produce y reproduce el habitus corporativo. No solamente estas prácticas se realizaban en recintos no techados, fácilmente perceptibles, sino que también se realizaban ante la presencia de los ancestros en forma de las torres-chullpas.
Por lo tanto, la lógica identificada en la estructuración del paisaje era producida y reproducida en las prácticas cotidianas desarrolladas por los ocupantes: la ancestralidad y la homogeneidad de los grupos. Consideramos que la operación de este discurso material, de manera corporal y no discursiva, disciplinó sujetos corporativos, categorías de "personas" diferentes a los individuos occidentales, que obtenían parte de su persona a través de la participación en el grupo. Este punto es coherente con la etnografía de la región
Andina, donde el ayllu o grupo de parentesco es el propietario de los recursos, y para acceder a ellos es necesario ser parte de él (Sendón 2005). No se trata de trasladar mecánicamente el ayllu andino actual al pasado, sino de marcar que una estructura de este tipo podría haber existido desde el PDR o incluso antes. En este punto, es necesario aclarar que la organización corporativa no implica la ausencia de jerarquías, sino que opera sobre los grupos y no sobre los individuos. El resultado de la disciplina corporal sería la conformación de personas corporativas, que constituiría uno de los mecanismos que suprimiría la acumulación de capital individual según Blanton et al. (1996). Otro efecto de esta relación con la materialidad sería situar el orden social basado en los ancestros y en los grupos de parentesco en una temporalidad "fuera del tiempo". Los ancestros se encuentran relacionados con los mitos de creación, por lo que habitar y realizar actividades en un espacio estructurado de acuerdo con principios míticos los ubicaría en el tiempo mítico, el tiempo originario de la creación. En consecuencia, el orden social que resulta de este dispositivo también es presentado como parte del tiempo mítico de la creación, y por lo tanto, inalterable. La continuidad de la estructura de la vivienda en el norte de Lípez a través de la conquista inka y española da testimonio de la fuerza de este dispositivo de disciplinamiento (Nielsen 2001; Vaquer 2013b).
Para finalizar, queremos aclarar que lo presentado en este trabajo responde a una interpretación de la cultura material a partir de un marco teórico que enfatiza las continuidades entre el pasado en el presente (Vaquer 2012, 2013a). Esto implica que toda interpretación sobre el pasado tiene efectos prácticos concretos en el presente, en la cotidianidad de las comunidades relacionadas con los sitios arqueológicos, en las vidas de los arqueólogos y arqueólogas, e incluso de los turistas que visitan eventualmente las zonas en las que trabajamos. Teniendo en cuenta todo esto, y considerando que el conocimiento que generamos debe ser una herramienta de crítica social, la interpretación que ofrecemos se pregunta por la conformación de las relaciones de poder a partir de la materialidad. Consideramos que esta pregunta no debe faltar en ningún trabajo arqueológico que pretenda aportar algo para modificar la realidad.

Agradecimientos

Los trabajos de campo en Cruz Vinto fueron realizados en el marco de un convenio con el Viceministerio de Cultura de Bolivia. A la Honorable Alcaldía Municipal y a la Comunidad de Colcha "K", por apoyar los trabajos realizados en Cruz Vinto. A toda la gente que participó de los trabajos de campo y laboratorio. Al CONICET y a la ANPCyT por el financiamiento. Queremos agradecer también a los tres evaluadores que aportaron sugerencias para mejorar considerablemente el trabajo.

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