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Intersecciones en antropología

On-line version ISSN 1850-373X

Intersecciones antropol. vol.17 no.1 Olavarría Mar. 2016

 

ARTÍCULOS

Expresión material de la interacción entre indígenas y criollos en un sitio funerario del siglo XIX de Norpatagonia (Chimpay, Río Negro)

 

Luciano Prates, Alejandro Serna, Emiliano Mange e Ingrid de Jong

Luciano Prates. Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Facultad de Ciencias Naturales y Museo (FCNyM). Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Edificio Anexo Museo, Oficina 124, Avenida 122 y 60 (1900), La Plata. E-mail: lprates@fcnym.unlp.edu.ar
Alejandro Serna. CONICET. FCNyM, UNLP. Edificio Anexo Museo Oficina 128, Avenida 122 y 60 (1900), La Plata. E-mail: aserna@fcnym.unlp.edu.ar
Emiliano Mange. Investigaciones Arqueológicas y Paleontológicas del Cuaternario Pampeano. CONICET. Avda. Del Valle 5737 (CP B7400JWI), Olavarría. E-mail: emilianomange@gmail.com
Ingrid de Jong. CONICET, Instituto de Ciencias Antropológicas, Universidad de Buenos Aires (UBA). FCNyM, UNLP. Facultad de Filosofía y Letras, UBA. Puán 480 4º piso of. 416 (1406), Buenos Aires. E-mail: ildejong@hotmail.com

Recibido 21 de mayo 2014.
Aceptado 1° de octubre 2014


RESUMEN

En este trabajo se presentan los resultados del análisis de un contexto funerario de fines del siglo XIX, procedente de la localidad de Chimpay (noreste de Patagonia, Argentina). En el sitio se hallaron restos humanos de dos individuos adultos, un hombre y una mujer, con un abundante y diverso acompañamiento funerario que incluía prendas, accesorios y otros materiales dejados junto a los cuerpos como ofrenda. El foco principal del trabajo está puesto en el estudio de estos materiales asociados a los cuerpos, algunos típicamente indígenas, y otros, característicos de la sociedad hispano-criolla. Sobre la base de esto se concluye que las personas enterradas tenían una posición social y/o política de jerarquía. El hombre posiblemente se haya desempeñado como interlocutor indígena frente a las autoridades del gobierno nacional y, para ello, habría recibido algún cargo militar.

Palabras clave: Entierro humano; Chimpay-Norpatagonia; Siglo XIX.

ABSTRACT

Material expression of the interaction between indians and creoles in a funerary site from the xix century of north Patagonia (Chimpay, Río Negro).

The result of the analysis of a funerary archaeological context of the late 19th Century from Chimpay (Northeast Patagonia, Argentina) is presented in this paper. Human remains of two individuals, one female and one male, along with a diverse and profuse funerary goods −including clothing, accessories, and several materials placed next to the bodies as funerary offerings- were found. This paper focuses on the analysis of this set of associated materials, which includes both Hispanic and native goods. On the basis of this analysis, it is proposed that both individuals buried at the site were politically and/or socially influential persons. Moreover, it is proposed that the male could have served as an aboriginal interlocutor, and military officer, in the context of interactions between native peoples and the national government.

Keywords: Human burial; Chimpay-Northern Patagonia; Late 19th Century.


 

INTRODUCCIÓN

La cuenca del río Negro constituyó un área de intensa dinámica social a lo largo de toda su historia ocupacional (Prates 2008), y especialmente desde el comienzo del proceso de contacto hispano-indígena en el siglo XVI hasta fines del siglo XIX, cuando se produjo la expansión territorial del Estado argentino (Nacuzzi 1998; Mandrini 2002, 2008; Bechis 2008). A lo largo de este período, funcionó como una importante vía de movilidad y de comercio que conectó áreas y parcialidades indígenas diversas, desde la región pampeana hasta la Araucanía. Con la fundación del fuerte “Nuestra Señora del Carmen” (1779), esta vía se volvió aún más activa y se cerró el cuadrante “Buenos Aires-Concepción-Valparaíso-Patagones”, que rodeaba la extensa región “arauco-pampeana-norpatagónica” (Palermo 1999; Bechis 2008), y se conformó el área principal de este sistema suprarregional de interacción social. La isla Grande de Choele Choel, en el valle medio del río Negro, constituyó un punto de referencia importante que funcionó como uno de los principales nodos en la organización de los desplazamientos indígenas y de las rastrilladas1 que comunicaban la región pampeana con la Araucanía. Diversas fuentes de los siglos XVIII y XIX (Bejarano 1873; Villarino [1780-1783] 1972; Moreno, F. P. [1879] 1997) sitúan a Choele Choel como punto estratégico en las rutas o rastrilladas utilizadas por diferentes parcialidades indígenas que transportaban la hacienda obtenida en las fronteras de Buenos Aires hacia la cordillera2. Si bien no hay registro de que las islas hayan formado parte de la territorialidad de un cacique o parcialidad en particular, fueron un lugar de intenso tránsito compartido por distintos grupos indígenas (Nacuzzi 1998). Especialmente la isla Grande, que ofrecía abundantes pastos, agua y leña, así como protección ante las crecidas del río, constituyó un espacio de ocupación frecuente a lo largo de estos siglos de dominio indígena en la región (Zeballos [1881] 2005). Hacia mediados del siglo XIX, era un punto de paso para huilliches y pehuenches que habitaban la zona del Caleufú, tehuelches del sur patagónico y grupos de Salinas Grandes, en el este de la actual provincia de La Pampa, quienes recorrían con ganado la “rastrillada de los chilenos” hacia los pasos cordilleranos del centro-sur del actual Neuquén. También constituía el punto de paso de contingentes muluches o arribanos y de comerciantes valdivianos, quienes cruzaban la cordillera para comerciar con las poblaciones huilliches, ranqueles y salineras (Musters [1871] 1997; Cox [1863] 1999; Bechis 2008; Vezub 2009).
Para ese entonces, estas agrupaciones indígenas también mantenían intensas relaciones diplomáticas y comerciales con distintas jurisdicciones fronterizas. Durante la década de 1860, el Estado argentino había ofrecido la firma de tratados de paz a los caciques de mayor prestigio, y esta práctica se mantendría en forma selectiva durante la siguiente década, en paralelo con la planificación de la extensión del dominio estatal sobre estas regiones (de Jong 2011). Los caciques principales se constituían como representantes indígenas e interlocutores diplomáticos de estas relaciones, y en ellos recaía la responsabilidad del cumplimiento de los compromisos acordados y la comunicación con los agentes del Estado. Distinguidos en su jerarquía por este rol diplomático, era frecuente que solicitaran y recibieran elementos que marcaban la alianza con el Estado nacional, como regalos, sueldos, títulos militares, sables y uniformes del ejército argentino (Levaggi 2000). Estos elementos, junto con otros de factura criolla que se habían incorporado al consumo indígena (entre otros, yerba, harina, bebidas alcohólicas, tabaco, papel y vestimentas), llegaban a las tolderías a través de distintas vías, como el comercio cotidiano en las localidades de frontera (Carmen de Patagones, Bahía Blanca, Azul, entre otras) y la entrega periódica de raciones, aunque también podían ser obtenidos en combate o en el ataque a fortines y estancias. La centralidad de la isla de Choele Choel en el flujo de ganados y de personas a nivel regional comenzó a ser conocida por los hispano-criollos desde las primeras exploraciones del río Negro realizadas por los pilotos Basilio Villarino y Nicolás Descalzi, e incentivó diversos intentos de ocupación por parte de los gobiernos republicanos. Entre ellos cuentan la ocupación de la isla por el general Ángel Pacheco, en el marco de la Campaña al Desierto realizada por Juan Manuel de Rosas en 1833 y el envío de tropas por el presidente Bartolomé Mitre en 1868, acciones que encontraron una fuerte resistencia indígena (Levaggi 2000). El Estado argentino concretó finalmente la ocupación de esta zona en 1879, en el marco de la “Conquista del Desierto”, y así se dio inicio a una nueva etapa en el poblamiento de Choele Choel (Walther 1980; Zeballos 2004 [1879]).
Además de las primeras instalaciones criollas, se asentó por unos años en la zona el cacique Namuncurá, quien recibió en 1884 el permiso del gobernador Lorenzo Vintter para instalarse en Chimpay, 25 km río arriba de la isla Grande de Choele Choel. Los lanceros de la tribu pasaron a formar parte del ejército integrando el Escuadrón de Indios de Namuncurá, que figura prestando servicios en Viedma hacia 1885. Otro Escuadrón de Indios Auxiliares revistaba en el mismo año en Choele Choel, aunque probablemente sus fuerzas provinieran de indios amigos instalados en la frontera de Buenos Aires desde décadas anteriores3. Desde Chimpay -localidad que posteriormente se volvería célebre por haber nacido allí Ceferino Namuncurá- el cacique insistía reiteradamente por el reconocimiento de la propiedad de las tierras ocupadas por la tribu. Finalmente, en 1892 y con la ayuda del padre salesiano Domingo Milanesio, Namuncurá y 76 familias de su tribu se trasladaron a San Ignacio, cerca del río Aluminé, en Junín de los Andes, donde les fueron otorgadas tierras de acuerdo con la Ley 3092 del 24 de agosto de 1894 (Hux 2004).
Aunque el contacto entre las sociedades indígenas e hispano-criollas en toda esta región ha sido estudiado en profundidad desde la historia y la etnohistoria (Nacuzzi 1998; Mandrini 2002; Villar y Jiménez 2003; Bechis 2008; Vezub 2009; de Jong 2011, entre otros), los correlatos arqueológicos directos de este complejo proceso no han sido hasta ahora un foco de atención relevante para las investigaciones. En este artículo damos a conocer los primeros resultados del estudio del sitio Chimpay, ubicado en el valle medio del río Negro, próximo a la localidad homónima; un contexto funerario en el que las esferas del mundo indígena y de la sociedad criolla se encuentran claramente vinculadas. Los objetivos de este trabajo son dar a conocer las características principales del sitio, inferir su cronología, evaluar las condiciones y contexto de su formación y, de esta manera, aportar a la comprensión de los complejos procesos sociales ocurridos en el área durante el siglo XIX.

DESCRIPCIÓN GENERAL DEL SITIO

El sitio arqueológico Chimpay4 se encuentra en el sector norte del valle del río Negro (provincia de Río Negro), a ca. 1.000 m al NNO del cauce actual del río (39°11’11.28”S y 66°7’42.12”O). Está ubicado sobre la planicie aluvial moderna, aproximadamente a 2,6 km al SE de la localidad homónima (Figura 1). El hallazgo se produjo accidentalmente durante la nivelación del terreno con fines agropecuarios y, a raíz de esto, la Secretaría de Cultura de la Provincia de Río Negro solicitó la realización de tareas de rescate. Estas tareas se llevaron a cabo en julio de 2008, inmediatamente después de la denuncia del hallazgo y con la colaboración del director del Museo Paleontológico de Lamarque, Daniel Cabaza.


Figura 1
. Ubicación del sitio arqueológico Chimpay y otros mencionados en el texto. Se muestran también las dos principales vías de transporte de ganado del siglo XIX.

El sitio está constituido por un entierro humano doble con los individuos dispuestos en posición extendida y en forma paralela; ambos con un abundante acompañamiento funerario que incluye indumentaria y accesorios (elementos que pertenecieron a la vestimenta o al adorno corporal) y objetos dejados como ofrenda junto a los cuerpos (diversos elementos utilitarios o de consumo). Aunque la preservación e integridad del sitio son muy buenas, muchos de estos objetos fueron removidos de su posición original durante la nivelación del terreno. Las excavaciones se realizaron en una superficie de 12 m2 (3 × 4 m) y una profundidad máxima de 35 cm, hasta dejar expuestos los restos óseos y los objetos asociados.

MATERIALES RECUPERADOS

Los restos óseos humanos
Los restos humanos recuperados en el sitio corresponden a dos individuos dispuestos paralelamente, a una distancia de 1,6 m y con sus cráneos orientados hacia el OSO. Teniendo en cuenta el volumen de sedimento removido por las máquinas antes de la excavación del sitio, se calculó que se habrían encontrado sepultados a un metro de profundidad, aproximadamente. El individuo 1 corresponde a un entierro primario, dispuesto en posición decúbito dorsal extendida con los miembros superiores e inferiores situados paralelamente al tronco. El cráneo no presenta evidencias de deformación artificial y la mayor parte del sector izquierdo de la bóveda y del esqueleto facial se encuentran ausentes. Pese a estas pérdidas
posdepositacionales ocasionadas por la acción de la pala mecánica, la mayor parte de las piezas dentales se encuentra en posición oclusal. El esqueleto poscraneal está prácticamente completo; faltan el radio izquierdo y algunas falanges. A partir del análisis sexo-etáreo basado en la observación macroscópica de la pelvis y del cráneo (Buikstra y Ubelaker 1994; White y Folkens 2005) se concluyó que se trata de un individuo masculino de entre 25 y 35 años al momento de su muerte. A partir de la configuración morfológica dental (dientes en forma de pala y doble pala en grados extremos y surcos de interrupción; Scott y Turner 2000) se estimó la pertenencia de este individuo a una población de origen amerindio (Serna et al. 2016).
El individuo 2 también corresponde a un entierro primario, pero en posición decúbito ventral extendido, con los miembros superiores dispuestos paralelamente al tronco y los inferiores levemente flexionados. El cráneo está completo y no muestra evidencias de deformación artificial. Presenta en el maxilar una pérdida dental antemortem total, mientras que la mandíbula exhibe pérdidas ante y postmortem; sólo conserva tres dientes en posición oclusal. El poscráneo está completo, con excepción de algunas falanges. A través del análisis morfoscópico de la pelvis y del cráneo (Buikstra y Ubelaker 1994; White y Folkens 2005), se estimó que se trata de un individuo de sexo femenino y que su edad, al momento de la muerte, era de entre 40 y 49 años (Serna et al. 2016).

Acompañamiento funerario del individuo 1
Asociados a los restos del individuo 1 se registraron dos tipos de acompañamiento funerario: indumentaria y accesorios (botones, hebillas de metal, letras metálicas, etc.) y objetos depositados junto al cuerpo (botellas de vidrio, costillar de oveja, etc.) (Figura 2). La presencia de numerosos botones en la región torácica, de dos hebillas en la región de las muñecas y de una correa de cuero sobre el cráneo sugiere que formaban parte de la vestimenta del individuo al momento de ser inhumado. La ubicación del resto de los materiales indica que fueron depositados dentro de la fosa luego de la colocación del cuerpo. De las tres botellas halladas, sólo una está entera y fue depositada pocos centímetros a la izquierda del cráneo, por encima del hombro. Las otras, cuya fractura se produjo al momento del hallazgo, se encontraban en la misma posición pero sobre el lado derecho del cráneo. Los restos de metal se encontraban dispersos alrededor del cuerpo, y el costillar ubicado lateralmente, en contacto con la diáfisis de la tibia izquierda. A continuación se describen en detalle los materiales que acompañaban al individuo 1.


Figura 2
. Esquema del contexto desde una vista en planta. En detalle se observan un botón militar argentino y un prendedor, ambos asociados al individuo 1, y una tortera lítica asociada al individuo 2.

Botones: se recuperaron en total 17 botones metálicos con un mismo diseño, siete grandes de 2,3 cm de diámetro y 10 pequeños de 1,5 cm de diámetro; además se registró un botón azul, de un material indeterminado similar al plástico5, y uno de madera, incompleto. Los botones de metal son de forma convexa y el anverso presenta una impresión del escudo nacional argentino rodeado de laureles (Figura 2); algunos poseen restos de tela adheridos sobre esa cara. Estos botones son conocidos como “botones de la patria” (Ministerio de Guerra y Marina 1870: 380) y constituían el tipo estándar utilizado en las chaquetas y los dolmanes de la tropa argentina durante las campañas militares al área entre 1879 y 1885 (Leoni 2009; Tapia et al. 2010).
Hebillas: se recuperaron dos hebillas cuadrangulares de correaje de 30 mm de lado, de un hebijón, muy deterioradas por la corrosión (Figura 3). Su morfología y dimensiones permiten atribuirlas a bandoleras para armas de fuego y/o sable (Ministerio de Ejército s.f). Piezas similares se han hallado en contextos militares, tales como el Fortín General Paz (Leoni 2009).


Figura 3
. Algunos de los objetos asociados al individuo 1: A) botellas; B) letras metálicas; C) recipiente metálico; D) fragmentos de cucharas; E) hebillas.

Trozo de correa de cuero: se recuperó un fragmento de correa de cuero de 25 cm de largo con ranura para el pasaje de un botón o hebijón. Teniendo en cuenta que fue hallado junto a la parte superior del cráneo, es posible que haya sido parte del kepí, que usualmente portaba un pequeño cinturón en la base de la corona (véase Ministerio de Ejército s.f.: LAM.14).
Letras: se recuperaron dos letras (“G” y “N”) de 2,2 cm de alto, recortadas sobre una placa delgada de metal (Figura 3). Si se asume que ninguna otra letra de este tipo formó parte del conjunto, lo cual es razonable considerando la escasa perturbación posdepositacional sufrida y el excelente estado de preservación que presentan, es probable que hayan constituido iniciales de una sigla portadas en el uniforme militar. Aunque por lo general la nomenclatura para denominar a las unidades militares era numérica (Luqui-Lagleyze 1995; Ministerio de Ejército s.f.), algunos uniformes podían portar iniciales tales como: “L.M.” (Legión Militar), “L.V.” (Legión Voluntaria) o “C.M.” (Cuerpo Médico) (Luqui-Lagleyze 1995). Las iniciales “G.N.” asociadas al individuo 1 podrían indicar pertenencia a la “Guardia Nacional”, partícipe de las campañas militares de la última parte del siglo XIX contra las poblaciones indígenas pampeanopatagónicas (Udaondo 1922).
Botellas: se hallaron tres botellas de vidrio completas dispuestas junto al cráneo del individuo 1; dos de ellas fracturadas por la maquinaria agrícola (Figura 3). Presentan base cuadrada, cuello corto, hombro plano redondeado y cuerpo tronco-piramidal invertido de cuatro caras planas. Estos rasgos son distintivos de las típicas botellas cuadradas o de ginebra, realizadas en molde profundo (Schávelzon 1991; Moreno, P. 1997), y conocidas con el nombre de “limetas” en las zonas de frontera (Gómez Romero 1999). Dos de ellas son de color verde oliva oscuro y presentan inscripciones en relieve: “V. HOYTEMA & C” (ingresadas al país desde 1850, Schávelzon 1991) y “JÜRGEN PETERS” (fabricadas desde 1860, Tapia y Pineau 2007), que indican procedencia holandesa. La restante carece de inscripciones pero su color verde claro sugiere un origen inglés u holandés (Moreno 1994).
Los objetos de vidrio, de fabricación industrial y principalmente importados, se hicieron comunes en
las sociedades coloniales de América, principalmente en la segunda mitad del siglo XIX (Schávelzon 1991). Si bien es posible conocer el período de fabricación de las botellas, es difícil precisar su fecha de uso debido a que frecuentemente eran rellenadas (Moreno, P. 1997). Botellas similares a las halladas en Chimpay fueron comunes en el siglo XIX, especialmente de marca Van Hoytema & Co., importada a partir de 1850 desde Holanda (Schávelzon 1991). Además, algunos de sus rasgos permiten precisar un rango probable de fabricación: a) la ausencia de marcas de pontil y costuras indica que fueron sujetadas mediante un artefacto llamado snap case, utilizado a partir de 1840 (Jones y Sullivan 1989; Moreno, P. 1997); b) el pico uniforme de listón grueso indica que fue fabricada con pinza de vidriero (lipping tool), procedimiento usado entre 1830 y 1900 (Jones y Sullivan 1989; Schávelzon 1991; Moreno, P. 1997); c) la base de vértices biselados del ejemplar de marca Van Hoytema & Co. y el corrugado longitudinal que recorre todo el cuerpo de la botella verde claro indican posterioridad a 1860 (Society for Historical Archaeology 2014).
Fragmentos de metal: se recuperaron numerosos fragmentos de metal (n = 41), que en su mayoría (n = 37) no pudieron ser determinados debido a su avanzado estado de corrosión. Entre los pocos que permitieron algún tipo de identificación se encuentran un asa de recipiente semicircular de 13 cm de alto y 10 cm de ancho, un recipiente similar a una pequeña olla de hierro de 11,5 cm de alto y 9 cm diámetro, y dos fragmentos de cucharas de 9 y 13 cm de largo y 4,5 cm de ancho, ambas sin parte del mango (Figura 3).
Prendedor: se recuperó un prendedor confeccionado a partir de una moneda de dos centímetros de diámetro deteriorada por la oxidación. En el anverso pueden reconocerse la inscripción incompleta “CAROLUS · IIII · DEI · GRATIA · 1799”, en referencia al rey Carlos IV de España (1748-1819) (Vilaplana Persiva 1997; Beltrán Lloris 2009), impresa en su perímetro, y un busto mirando hacia la derecha, en el centro. Sobre esta figura se añadió un pequeño aro de metal para su uso como prendedor. En el reverso se observa, sobre el perímetro, “HISPAN · ET IND · REX” (Vilaplana Persiva 1997; Beltrán Lloris 2009); y en el centro, un escudo coronado de cinco compartimentos, uno pequeño central donde se ubican tres flores de lis, y en los restantes -de mayor tamaño- se alternan torres y leones (Figura 2). A partir de su comparación con catálogos (Vilaplana Persiva 1997; Beltrán Lloris 2009), la pieza puede asignarse a un “real de a ocho” español de 1799, moneda usualmente producida en México, Lima y Potosí durante los reinados de Carlos IV y su predecesor. Creada durante el siglo XIV en Castilla, es considerada una de las primeras divisas con validez y circulación a escala global (Europa, Asia y América) desde el siglo XVI al XVIII (García Guerra 2006).
Restos faunísticos: se recuperó un costillar articulado con 13 costillas, lo que sugiere que, al momento del entierro, estaba cubierto por tejidos blandos. Fue determinado como correspondiente a un artiodáctilo pequeño, probablemente una oveja (Ovis aries).

Acompañamiento funerario del individuo 2
El individuo 2 presenta un acompañamiento muy diverso, que no fue recuperado in situ en su totalidad porque una parte había sido retirada del lugar al momento del hallazgo del sitio. Según la descripción realizada por los operarios que retiraron los materiales, con excepción de algunos accesorios corporales que portaba la mujer cuando fue enterrada (aros, pulseras y tobilleras), todos estaban depositados junto al cráneo, del lado izquierdo (Figura 2), posiblemente dentro de algún contenedor de material perecible. A continuación se describe en detalle el acompañamiento funerario del individuo 2.
Navaja: mide unos 10 cm de largo -en posición cerrada-, 2 cm de ancho y 1,5 cm de espesor. Debido a la corrosión y a que un gran número de cuentas -que estaban dentro del mismo contenedor y en contacto con la navaja- se encuentra adherido a uno de sus laterales, no es posible la apertura de la/s hojas/s para identificar marcas de manufactura. La pieza presenta sólo una de las cachas, en la que se distingue una cubierta desgastada de nácar y un remache en cada extremo (Figura 4). Sus dimensiones y morfología (e.g., ausencia de espiga -frecuente en navajas de barbero del siglo XIX- y presencia de doble hendidura) sugieren que corresponde a una navaja cortaplumas de dos hojas, similar a los “Swiss Army Knife” producidos por la Asociación Suiza de Cuchilleros a fines del siglo XIX, o a alguno de los modelos de manufactura inglesa de la época (Martínez del Peral Fortón 1973).


Figura 4
. Algunos de los objetos asociados al individuo 2: A) jarro de loza; B) apliques hemiesféricos de cobre; C) navaja; D) restos de textil; E) cuentas vítreas; F) aros trapezoidales.

Implementos de costura: están representados por una aguja de 9 cm de largo, ojo circular y punta cónica con un mayor pulido en una de sus caras; y tres dedales iguales, de 1,8 cm de alto y 1,6 cm de diámetro en su parte inferior, todos con una cubierta verdosa atribuible a óxido de cobre. A principios del siglo XIX el Correo de Comercio (1970) indicaba que “cosas de costura”, entre ellas “agujas surtidas, el millar a 20 reales”, estaban ingresando al país desde España. Respecto de los dedales, Schávelzon señala que en contextos domiciliarios porteños de los siglos XVIII y XIX se han hallado “tanto de plata como de cobre […] tienen una altura de entre 1,5 y 2,1 cm y un diámetro que va de los 1,3 a 2 cm y aparentemente son todos ingleses aunque tal vez alguno sea norteamericano” (1991: 149). Un aspecto interesante de los implementos de costura es que constituían un bien de uso frecuente que los indígenas podían obtener a partir de diversos intercambios en la frontera. Moreno F. P. ([1879] 1997: 123) también se refiere al uso de “cascabeles” y “dedales metálicos” por una machi en los toldos de Sayhueque.
Jarro de loza: se recuperó un jarro entero de color blanco, de 9 cm de diámetro y 12 cm de altura, con pequeñas manchas posdepositacionales de óxido de hierro (Figura 4). Debido a que no presenta motivos decorados ni sello de manufactura, no fue posible determinar con precisión el lugar, la fecha ni el lote de fabricación. Aun así, se puede señalar que se trata de un jarro de cerveza con asa de loza Whiteware, posiblemente inglés. Durante buena parte del siglo XIX fueron comunes en la Argentina pero bastante raros ya hacia finales del mismo siglo (D. Schávelzon, comunicación personal 2013). De acuerdo con la ausencia de sellos e inscripciones sobre la loza es razonable asignar a la pieza una cronología de manufactura de mediados del siglo XIX, posiblemente anterior a 1862, momento en el que se empieza a usar la marca comercial (Trademark) (Schávelzon 2001: 196). La porcelana, el cristal y la loza constituían símbolos de prestigio en la sociedad urbana en la Argentina del siglo XIX (Schávelzon 1991: 42).
Adornos de cobre: se registraron tres tipos diferentes de adornos o accesorios de cobre, o de aleaciones de cobre: a) una placa delgada triangular equilátera de latón de seis centímetros de lado con perforaciones pequeñas perimetrales que sugieren que el objeto se habría fijado mediante costura (accesorios similares fueron registrados en otros contextos poshispánicos con entierros humanos de los siglos XVII y XVIII, Debenedetti 1911; Hajduk y Biset 1996); b) dos aros con un cuerpo trapezoidal (de 5 cm de ancho por 3,5 cm de alto) y un palillo o filamento en arco formando parte de la misma pieza en uno de los vértices superiores del cuerpo (Figura 4); este tipo de zarcillo es un diseño típico mapuche conocido como “upul” (Joseph 1930); y c) un gran número (n = 485) de casquetes o cúpulas (hemiesferas cóncavas) de 0,5 a 1,8 cm de diámetro, con dos perforaciones para la fijación -una a cada lado de la base-, que fueron registradas junto al cráneo (Figura 4). Estas piezas también habrían formado parte de un adorno mapuche (lloven), que era utilizado alrededor de la cabeza y conformado por largas cintas de género o de cuero recubierto por cúpulas de cobre (Joseph 1930).
Cuentas: se registraron más de 7000 cuentas de vidrio de diversas formas y colores (redondas, cilíndricas y elipsoidales; rojas, azules y blancas)6 (Figura 4), y unas 300 cuentas de cobre. Exceptuando unas pocas cuentas vítreas halladas alrededor de los tobillos, todas formaban parte del conjunto de materiales depositados junto a la cabeza (Figura 2). Algunas conservaban restos de cuerda, lo que indica que formaban parte de algún accesorio colgante. Entre las de vidrio, que no presentan alteraciones posdepositacionales, predominan las rojas redondas y las azules, cilíndricas y redondas. Este y otros tipos similares de cuentas han sido registrados en varios sitios del oeste de Norpatagonia (Hajduk 1991).
Tortera: se halló una tortera lítica confeccionada sobre una roca sedimentaria de grano fino y de color blanco-grisáceo. Se trata de un cuerpo discoidal a hemisférico, de 4,5 a 4,7 cm de diámetro en su cara plana y de 1,8 cm de altura, con una abertura circular de 12 mm de diámetro en el centro. Sobre su
cara plana aparece grabada una serie de líneas incisas subparalelas que conforman un patrón decorativo de formas triangulares enfrentadas (Figura 2), interrumpidas en parte de los bordes por desprendimientos superficiales. Aunque en la práctica de la textilería es usado como contrapeso del huso para mejorar su giro, diversos autores han planteado que las torteras tenían connotaciones de tipo “mágico” en el ámbito indígena patagónico (Casamiquela 1988; Barreto 1992).
Textil: se recuperaron tres pequeños fragmentos de tejido policromo rojo y negro de unos 2-3 cm de diámetro. Si bien se observan líneas y superficies coloreadas (Figura 4), no es posible distinguir claramente los motivos. También se hallaron restos de tela de color rojo adheridos a uno de los aros. Si bien en este trabajo no se realizaron análisis para determinar el tipo de fibra de los textiles, los tejidos, especialmente los de lana de oveja, constituían objetos de prestigio ostentados por los caciques y negociados entre ellos y con la población blanca (Garavaglia 2002).
Restos faunísticos: se registraron numerosos huesos de microvertebrados (NISP = 45), muchos de ellos fragmentados, asignados a un mamífero y a un ave de pequeño tamaño. Los primeros fueron determinados como de Thylamys pallidior (Mammalia: Didelphimorphia), un marsupial presente en el valle del río Negro conocido como comadreja enana (Pardiñas et al. 2003). Los restos de ave fueron determinados como de Veniliornis sp., de la familia de los “pájaros carpinteros” (Aves: Picidae); V. mixtus es la única especie presente en el área (V. Ojeda, comunicación personal 2014). Por otro lado, se halló una valva de tamaño grande de almeja de agua dulce (Diplodon chilensis), que exhibe parte del periostraco y una fractura terminal (se le estimó un largo de 9 cm, completa).
Otros hallazgos: se hallaron numerosos fragmentos de resina blanca translúcida (15 g), y un fragmento rectangular (2 × 3 cm) de mica (moscovita).

DISCUSIÓN

El sitio Chimpay representa un correlato directo del complejo proceso de expansión del Estado sobre las poblaciones indígenas en el norte de la Patagonia. Esto se refleja en la coexistencia de materiales indígenas e hispano-criollos en un tiempo, espacio y contexto social único y preciso, y también en que estos materiales aparecen integrados en una práctica social concreta. Sobre la base del estudio de los restos humanos se concluyó que los individuos enterrados en el sitio son un hombre de unos 25 a 35 años de edad y una mujer de 40 a 49 años; ambos pertenecientes a poblaciones indígenas. Esto último fue inferido, en el caso del hombre, por la variedad e intensidad de la expresión de ciertos atributos morfológicos dentales (dientes en forma de pala y doble pala en grados extremos y surcos de interrupción; para mayores referencias véase Serna et al. 2016). Y, en la mujer, por la fuerte connotación indígena de varios de los elementos depositados junto a sus restos como acompañamiento funerario; principalmente algunos adornos de cobre y la tortera, tradicionalmente asociados con los grupos de filiación mapuche que ocuparon parte de la región pampeano-norpatagónica y la Araucanía durante los siglos XVIII y XIX (Bechis 2008; Mandrini 2008, entre otros). Más allá de las características del contexto en su totalidad, varios indicadores puntuales sugieren que los cuerpos fueron inhumados durante la misma ceremonia de entierro y, por lo tanto, podrían definirse como un entierro doble. Entre ellos pueden mencionarse su alineación y disposición contigua y paralela, y la ausencia de otros cuerpos en las inmediaciones. Si bien no se dispone de información cronológica absoluta, varios indicadores contextuales sugieren que se trata de un entierro de la segunda mitad del siglo XIX, posiblemente posterior al año 1870. Esto se infiere puntualmente de las botellas dejadas como ajuar junto al hombre, que serían posteriores a 1860, y de los botones del uniforme militar, que fueron elaborados al menos una década más adelante. Posiblemente se trate de un contexto contemporáneo o inmediatamente posterior a la expedición militar al río Negro del general Julio A. Roca en 1879.
Entre los aspectos más destacables del contexto debe mencionarse la presencia de un variado y complejo acompañamiento funerario. En el caso del hombre, este ajuar constituye un indicador de que se trataba de una persona con cierto rango político y/o militar. En primer lugar, vestía un uniforme militar al momento del entierro. Estos uniformes eran provistos con frecuencia por el Estado nacional a los líderes indígenas de mayor rango (véase Bechis 2004), quienes habían recibido cargos militares oficiales en el marco de tratados de paz firmados con el gobierno y que, generalmente, eran solicitados por los caciques principales en el marco de dichos acuerdos (véanse por ejemplo cartas de los caciques Manuel Namuncurá y Vicente Pinseñ a Nicolás Lavalle y Adolfo Alsina, respectivamente, Levaggi 2000; Pavez Ojeda 2008: 664 y 675). En la segunda mitad del siglo XIX, estos uniformes eran utilizados por los caciques principales y la oficialidad militar indígena -caciquillos y capitanejos- en situaciones de importancia festiva o diplomática. Fue frecuente su uso también entre los mandos jerárquicos de los "indios amigos" instalados entre las décadas de 1860 y 1870 en las fronteras de Buenos Aires, que actuaban bajo el mando de sus caciques, quienes a su vez recibían títulos en el Ejército o en la Guardia Nacional (Hux 2009; de Jong 2010, 2011). Al momento de la muerte generalmente eran enterrados vistiendo esta indumentaria, como muestran los ejemplos conocidos de algunos caciques como Calfucurá (Zeballos [1879] 2004: 283-287), Pichihuincá (Zeballos [1881] 2005), Mariano Rosas (Zeballos [1879] 2004: 331) e Ignacio Coliqueo (Hux 2009). Asociado al individuo 1 se registraron además dos hebillas que pueden atribuirse a una bandolera de carabina o sable7, un pequeño accesorio de un sombrero militar (kepí), varias botellas y un costillar de oveja, dejados junto al cuerpo como ofrenda funeraria. El sable no sólo constituía un arma importante para la pelea cuerpo a cuerpo sino también un símbolo de mando militar; el kepí era también una prenda utilizada principalmente por individuos de alto rango (véase, por ejemplo, Bechis 2004). La presencia de las botellas de ginebra y del costillar sugieren que fueron ofrecidas para acompañar al difunto, práctica registrada con frecuencia por cronistas (entre otros, Moreno F. P. [1879] 1997; Avendaño 2000; Zeballos [1879] 2004) y observada en algunos sitios arqueológicos del período de contacto hispano-indígena (e.g., Hajduk 1991; Hajduk y Biset 1996; Oliva y Lisboa 2006). Entre las poblaciones mapuche del área arauco-pampeana del siglo XIX, la muerte se concebía como el inicio de un viaje hacia el Alhué mapu, o “país de las almas” (Moreno F. P. [1879] 1997; Avendaño 2000), viaje para el cual el fallecido necesitaría disponer de alimentos y vestimenta, las armas o herramientas que utilizaba en vida y sus prendas de plata (Guinnard 2004; Zeballos ([1881] 2005)8. Cuando además tenían cargos políticos de alto rango, a una buena provisión de bebidas se agregaban sables o espadas y las ricas prendas de plata que conformaban el emprendado de sus cabalgaduras, como fue registrado en los entierros de los caciques Calfucurá9 y Mariano Rosas10 (Zeballos [1879] 2004). En este caso, la ausencia de otros objetos de alto valor comercial, más allá del prendedor de plata, posiblemente se deba a la pobreza en que se encontraban a fines del siglo XIX los indígenas de la Araucanía y las pampas, reflejada con frecuencia en la disminución de los ajuares en las sepulturas de esta época (Flores Chávez 2013) y en el abandono de la práctica de sacrificar caballos sobre las sepulturas (Barbará [1879] 1999).
En el caso de la mujer, la situación es similar. Fue registrado un acompañamiento funerario abundante y diverso, incluso mayor que el del hombre. Aun teniendo en cuenta la complejidad de los contextos funerarios y de los procesos sociohistóricos de ese momento, posiblemente se tratara de una persona con una posición social de jerarquía (Coña 1984; Flores Chávez 2013). En la cabeza habría portado un “lloven” con gran cantidad de apliques (cúpulas) de cobre (Figura 4). Además de la prenda ornamentada, la mujer fue sepultada portando varios accesorios: una pulsera con cuentas de cobre y un aplique de cobre triangular posiblemente cosido, dos tobilleras de cuentas y dos aros trapezoidales de latón, adorno típico de grupos de filiación mapuche. Tanto las cuentas de las tobilleras como las de los collares depositados en la bolsa junto a la cabeza11 habrían sido bienes con alto valor simbólico (Tapia y Pineau 2011); más allá de su valor de cambio, la abundancia en que aparecen (N > 7000) podrían constituir un indicador de prestigio. Como en el caso del hombre, la ausencia de objetos de alto valor comercial, como accesorios de plata, podría vincularse -entre otras cosas- con la situación de marginalidad en que se encontraban los indígenas de la Araucanía en ese momento (Flores Chávez 2013). Más allá de los correlatos directos de jerarquía social registrados en ambos entierros, hay varios indicadores de posición y rol social de los grupos de género. La mujer fue enterrada con varios elementos vinculados con labores cotidianas ligadas a la esfera femenina: agujas, dedales y un contrapeso de huso (tortera)12. Lo más relevante de esto es que, si se asume que pudo tener cierta posición de privilegio, ello no le implicó escindirse de su rol como parte del sistema de división del trabajo según la identidad de género, como cualquier otra mujer de su grupo social. Varios autores han observado y discutido sobre el rol de la mujer en la estructura social de las jefaturas mapuches de los siglos XVIII y XIX, definida por una marcada asimetría de género basada en una organización fuertemente patriarcal (Latchman 1924; Cerda 1993; Goicovich 2003).
Esta organización, de hegemonía masculina, tenía uno de sus principales fundamentos en la guerra como componente esencial de la organización social y política. El hombre tenía el monopolio de la guerra y todo lo vinculado a ella, y la mujer adquiría una posición más vinculada con el ámbito doméstico, siempre al servicio del estatus masculino y, en muchos casos, como productora de objetos de prestigio (Goicovich 2003: 174). Esta capacidad de producir objetos de valor no sólo les confería una posición de prestigio, sino que las convertía en actores sociales clave como reproductoras de la estructura social (Goicovich 2003). Si bien la posición de entierro (boca arriba el hombre y boca abajo la mujer) podría ser un correlato de esta organización fuertemente patriarcal13, la evidencia de otros sitios con contextos arqueológicos similares, aunque con algunas diferencias cronológicas, muestra una disposición diferente. En los sitios Gascón 1 (Oliva et al. 2001), Caepe Malal 1 (Hajduk y Biset 1996) y Rebolledo Arriba (Hajduk 1981-1982), que presentan contextos similares en muchos aspectos al de Chimpay, se registraron individuos femeninos y masculinos en posición decúbito dorsal. Por otro lado, debe destacarse que en todos estos sitios y en otros de la provincia de Neuquén (Hajduk y Biset 1996), los cuerpos fueron depositados en forma extendida, con la cabeza hacia el poniente. Según el excautivo Avendaño (2000: 136), lo hacían para encaminar a los muertos hacia el Alhué mapu, que se halla en esa dirección.

CONSIDERACIONES FINALES

A lo largo de este trabajo hemos dado a conocer los aspectos principales del sitio arqueológico Chimpay, que por varios motivos es especialmente relevante para el estudio de la expansión del Estado nacional sobre las poblaciones indígenas de Norpatagonia. En el sitio fueron sepultados los restos de un hombre y una mujer indígenas a finales de siglo XIX, probablemente entre las décadas de 1870 y 1890. Si esta cronología es correcta, es posible también que la ceremonia de entierro se haya realizado en el contexto del núcleo de población instalado en el lugar bajo el mando del cacique Manuel Namuncurá entre 1884 y 1892 y de la presencia del Escuadrón de Indios Auxiliares que prestaba servicios militares en Choele Choel para estos años. El hombre habría sido un personaje con cierta jerarquía política y social, posiblemente un cacique o capitanejo al que el Estado argentino habría otorgado un cargo militar en el marco de su labor diplomática en el período de fronteras, o que hubiera revestido como oficial de la Guardia Nacional en los escuadrones de indios auxiliares durante las operaciones militares iniciadas en la zona en 1879. Junto al hombre fue sepultada una mujer, cuyo contexto podría sugerir también una posición social de prestigio. El registro del material hallado es una muestra de la complejidad de las interacciones entre indígenas y criollos, con numerosos intercambios y con apropiación y resignificación de materiales hispano-criollos por parte de las sociedades indígenas, como consecuencia de varios siglos de contacto. Los símbolos de militarización occidental -como el vestuario y las armas del ejército nacional- fueron centrales en las representaciones de jerarquía y prestigio de los dirigentes indígenas. No sólo se volvieron comunes durante el siglo XIX entre los indios amigos, sino que adquirieron gran relevancia en la interacción diplomática con los indios independientes e instrumentaron las prácticas estatales de incorporación de los indios sometidos a la estructura militar en el contexto de la “Conquista del Desierto”. La escasez de bienes de alto valor comercial en el acompañamiento funerario de ambos cuerpos, a pesar de los indicadores de prestigio, pudo estar condicionada por la situación de extrema pobreza y opresión en que se encontraban las poblaciones indígenas a fines del siglo XIX.
Entre los muchos aspectos relevantes que aún están pendientes de estudio pueden mencionarse, en primer lugar, la determinación de la existencia de algún vínculo de parentesco concreto entre el hombre y la mujer enterrados en el sitio. En segundo lugar, definir los contextos precisos en que se produjeron las muertes y la ceremonia de entierro. Y, por último, evaluar líneas de evidencias tendientes a la identificación de la genealogía de las personas enterradas, lo cual podría tener significativo valor simbólico para los descendientes actuales de las poblaciones indígenas de la Araucanía y Norpatagonia. Para dar respuesta a estos interrogantes, es necesario profundizar el estudio arqueológico, etnohistórico y biológico del sitio.

Agradecimientos

Nuestro agradecimiento al Museo Paleontológico Municipal de Lamarque, en especial a su director, Daniel Cabaza, por su apoyo constante durante todo el proceso de investigación. Al Sr. Tranquilo Zaccaria, propietario del Establecimiento Alcarpa SA, por su desinteresada colaboración, y a Gerónimo Bosio por su participación en la excavación del sitio. A Leonardo Sierra por el auxilio en la confección del mapa. A Fernando Fernández, Mariana Picasso, María Susana Seijas y Valeria Ojeda por la ayuda en la determinación de los microvertebrados. A Vanesa Bagaloni, Ana Igareta, Adam Hajduk, Daniel Schávelzon y dos evaluadores anónimos por los comentarios y aporte de material bibliográfico, y a Samanta V. Faiad por la composición de la Figura 2. Queremos agradecer especialmente a Antonia Peronja por su constante colaboración antes y después de los trabajos de campo, por el aporte de valiosa información, y por su rápida y oportuna intervención desde la Secretaría de Cultura de la Provincia de Río Negro para que el sitio pudiera ser rescatado. Estas investigaciones fueron realizadas con fondos de código PICT-2012-0242 y PIP-CONICET Nº 338/10.

NOTAS

1 Estas rastrilladas atravesaban las pampas y permitían acceder a los pasos cordilleranos. Una de las principales, denominada “Rastrillada de los chilenos”, unía la frontera de Buenos Aires con los ríos Colorado y Negro, y la conectaba con los pasos ubicados en el centro-sur del Neuquén. Otros caminos vinculaban las fronteras del norte de la región pampeana, atravesaban el Chadileuvú y luego se orientaban hacia el río Colorado y los valles de la cordillera (Rojas Lagarde 2004, Figura 1).

2 Desde la segunda mitad del siglo XVIII, el comercio había constituido el eje principal en las relaciones entre indígenas y pobladores hispano-criollos del Río de la Plata. El intercambio de productos constituyó una actividad conveniente a ambas partes, pero la desaparición del ganado cimarrón, el cambio hacia la ganadería extensiva y la ocupación de tierras indígenas incrementaron el conflicto desde 1820. En este contexto, los malones se hicieron verdaderas empresas económicas (Mandrini 2008).

3 Ambos datos surgen de las listas de racionamiento de indios entregadas por el ejército en la línea interior de las pampas y sobre el río Negro, publicada en el Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados del Congreso Nacional de 1885. El Escuadrón de Namuncurá en Viedma estaba integrado por un oficial indio, 144 indios y 99 miembros de familia; mientras que el Escuadrón de Indios Auxiliares de Choele Choel, por cuatro oficiales indios, 160 indios y 168 de familia (en Mases 2002: 146-147).

4 Zeballos hace referencia a “Chimpay” en enero de 1880 y sostiene que significa “campamento” ([1879] 2004). El diccionario de Esteban Erize provee otros significados: “Doblez, según Rosas, y sitio para alojar, según Olascoaga. Chimpay es vocablo quechua que Middendorf traduce como ‘pasar al otro lado, vadear’” (Erize 1960: 115).

5 Es necesario realizar estudios específicos para determinar con precisión el material con que fue fabricado el botón. A finales del siglo XIX y principios del XX sólo se conocían unos pocos tipos antiguos de plásticos, como la parkesina y el celuloide (Mossman 1997).

6 Debido a la cantidad y diversidad de las cuentas, sólo presentaremos aquí una descripción general. El estudio en profundidad de estos materiales aún no fue realizado.

7 Si bien con la denuncia del hallazgo no se reportó la presencia de un sable o fusil, la aparición de la hebilla de bandolera no permite descartar que el cuerpo haya estado inicialmente acompañado por algún tipo de arma.

8 Dice Zeballos refiriéndose a la práctica de profanar tumbas de los soldados del ejército durante las campañas militares: “la excavación de sepulturas araucanas es provechosa: los muertos llevan a la otra vida todas sus prendas de plata” ([1881] 2005: 238).

9 A fines de 1878 la expedición comandada por el coronel Nicolás Levalle que buscaba apresar a Namuncurá encuentra la tumba de Calfucurá (Zeballos [1879] 2004). Vestía uniforme militar, y junto al cuerpo se hallaron su caballo, dos espadas rotas, una dragona de oro y unas veinte botellas de bebidas variadas. Además de las botas que calzaba le fue colocado un segundo par idéntico junto a los pies. “Caballo, armas y bebidas: todo para el viaje de la otra vida, lo que revela que estos indios, como casi todos los indígenas, conservan una noción oscura de la inmortalidad del alma” (Zeballos [1879] 2004: 286).

10 Zeballos relata en 1879 las referencias que le diera el coronel Racedo, cuando en 1878 mandó a excavar la sepultura de Mariano Rosas, en Leuvucó: “La cabeza reposaba en el recado, con cabezadas y un estribo de plata: a la derecha, a lo largo del cuerpo, tenía su espada, de vaina de suela, muy deteriorada, con pasadores de plata: y cerca del hombro, una damajuana llena de agua. A la izquierda tenían envueltas en unos trapos, unas costillas de vaca, como restos de un asado, y un mate con yerba y bombilla de plata; y sobre el pecho, en el sitio y posición en que los cristianos ponen un crucifijo a sus muertos, tenía el General una botella de anís” (2004: 330-331).

11 Cuentas similares a las de Chimpay fueron halladas en sitios arqueológicos similares y ubicados en las rastrilladas o rutas que comunicaban la región pampeana con la Araucanía: Amalia (Mazzanti 1999), Gascón 1 (Oliva et al. 2001), Caepe Malal 1 (Hajduk 1991; Hajduk y Biset 1996), Cementerio Rebolledo Arriba (Hajduk 1981-1982).

12 En una descripción del entierro de una mujer indígena, Santiago Avendaño hace referencia a que el cadáver de la mujer fue introducido en la fosa, vestido con sus prendas de gala, sus cuentas, la cara pintada y con todo su “atavío” como acompañamiento. Este atavío, en el caso relatado, estaba integrado por “maletas con ovillos de hilo; una piedra de afilar […] un cuchillo grande, varias mantas, etc.” (Avendaño 2000: 134).

13 Entre la documentación del período encontramos el relato de Avendaño sobre el entierro del cacique ranquel Painé, en 1845, quien fue introducido en la fosa “vestido con lo mejor, puestas a su lado sus espuelas de plata, su montura bien envuelta, unidas a ella sus estribos de plata, su llochocón [chapeado], etc. La esposa fue muerta de un bolazo en la frente y colocada inmediatamente en la fosa al lado izquierdo de su marido” (Hux 2004: 99).

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