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Intersecciones en antropología

versión On-line ISSN 1850-373X

Intersecciones antropol. vol.17  supl.1 Olavarría mayo 2016

 

ARTÍCULOS

Nuevos estudios de la colección bioarqueológica de los sitios Arroyo Malo, El Cerrillo y Arroyo Sarandí (Delta del Paraná)

 

Ma. Agustina Ramos van Raap y Mariano Bonomo

Ma. Agustina Ramos Van Raap. Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), División Arqueología, Facultad de Ciencias Naturales y Museo, Universidad Nacional de La Plata. Anexo Museo, Av. 122 y 60 (1900), La Plata. E-mail: magustina_rvr@hotmail.com
Mariano Bonomo. CONICET, División Arqueología, Facultad de Ciencias Naturales y Museo, Universidad Nacional de La Plata. Museo de La Plata, Paseo del Bosque s/nº (1900), La Plata. E-mail: mbonomo@fcnym.unlp.edu.ar

Recibido 25 de junio 2014.
Aceptado 12 de agosto 2015


RESUMEN

Se presentan los resultados del reanálisis de la colección bioarqueológica generada en 1925 por Samuel Kirkland Lothrop durante sus trabajos de campo en el Delta del río Paraná. A partir del estudio con métodos actuales de los entierros humanos de los sitios arqueológicos Arroyo Malo, El Cerrillo y Arroyo Sarandí -actualmente depositados en el Museo de La Plata- se generaron nuevos datos sobre el número mínimo de individuos y la estructura sexo-etaria de la muestra. Además, utilizando diversas fuentes (publicaciones, dibujos del diario de campo y fotografías de archivo), se pudieron reconstruir las variadas modalidades de inhumación presentes en los tres sitios. En el asentamiento guaraní Arroyo Malo se distinguieron entierros secundarios en urna y un entierro primario directo en tierra. El Cerrillo y Arroyo Sarandí se asemejan por la presencia de entierros primarios, paquetes secundarios, acumulaciones óseas, huesos aislados y esqueletos con gran parte de su cuerpo articulado pero con algunos huesos reubicados intencionalmente fuera de su posición anatómica. Estos resultados complementan nuestros estudios sobre los conjuntos artefactuales recuperados en estos mismos sitios por Lothrop, lo cual, a su vez, nos permite entender el contexto cultural en el que se desarrollaron estas prácticas mortuorias.

Palabras clave: Cuenca del Plata; Holoceno tardío; Samuel Lothrop; Modalidades de inhumación.

ABSTRACT

New bioarchaeological studies of the collection from the sites arroyo Malo, El Cerrillo and arroyo Sarandí (Paraná delta).

The results of the reanalysis of the bioarchaeological collection generated in 1925 by Samuel Kirkland Lothrop during his fieldwork in the Parana Delta are presented. Through the application of modern methods on human remains from Arroyo Malo, El Cerrillo and Arroyo Sarandí archaeological sites -currently deposited in La Plata Museum- new data is produced about the minimum number of individuals and the age-sex structure of the sample. In addition, using other sources (publications, drawings of the field notebook and photographs) we were able to reconstruct the multiple burial practices of the three sites. In the Arroyo Malo Guaraní settlement secondary burials in urns and a primary burial in the ground were identified. El Cerrillo and Arroyo Sarandí sites show some similarities on the presence of primary burials, secondary funerary packages, bone accumulations, isolated bones and skeletons in large part articulated with some bones that were intentionally relocated from their anatomic position. These results complement our studies on artifactual assemblages recovered in these same sites by Lothrop, which, in turn, allows us to understand the cultural context in which these mortuary practices were developed.

Keywords: La Plata Basin; Late Holocene; Samuel Lothrop; Burial practices.


 

INTRODUCCIÓN

En 1925, el Museum of American Indian de Nueva York y el Museo de La Plata realizaron una expedición arqueológica conjunta al Delta del Paraná que fue dirigida por el norteamericano Samuel Lothrop (Bonomo y Farro 2014). Los trabajos comenzaron en el sitio arqueológico Arroyo Malo (S34°18´ y O58°41´; para la ubicación de los sitios véase Bonomo 2013: figura 1), localizado en el albardón de la margen derecha del arroyo homónimo. A principios del mismo año, Pablo Gaggero, docente y estudiante del doctorado en el museo platense, había sido comisionado para detener la depredación de este sitio e iniciar su excavación. Además de la extracción previa de varias urnas por los lugareños, el sitio había sido alterado por la acción del arado y las raíces de los árboles. Durante los trabajos de campo, Gaggero halló numerosos fragmentos cerámicos y varios fondos de urnas junto a huesos humanos, que fueron llevados al museo en 19 cajones que sumaron una totalidad de 430 kg de peso1. Luego los trabajos fueron ampliados por Lothrop (1932), quien recuperó cuatro entierros en urna y vasijas asociadas a huesos humanos (no especificó el número de individuos). Para Lothrop (1932), Arroyo Malo era un asentamiento guaraní localizado en la porción meridional de la distribución geográfica de estas poblaciones en América del Sur. La ocupación del sitio fue contemporánea con la presencia de los europeos en el Río de La Plata, tal como lo indica su emplazamiento en un área del delta formada en momentos históricos y el hallazgo de objetos traídos desde Europa (e.g., cuenta Nueva Cádiz, ornamento de vidrio, fragmentos de bellarmina y mayólicas hispánicas) atribuibles en su mayoría al siglo XVI (Bonomo 2013). Además, recientemente se obtuvo una datación radiocarbónica sobre hueso humano de un entierro en urna del sitio Arroyo Malo que arrojó una edad de 442 ± 45 años AP (Bonomo et al. 2015: 63) y cuya calibración (Calib 7.0.4; SHCal 13; 1 sigma; Stuiver et al. 2013) va de 1443 a 1614 años AD. Las tareas de campo de Lothrop continuaron en El Cerrillo (S34°1´ y O58°41´), un montículo sobre albardón de la margen derecha del río Paraná Guazú. En 1905 Luis María Torres (1911) había excavado 420 m2 en este mismo sitio, y lo había denominado Túmulo I del Paraná Guazú (Figura 1). Dos décadas después, y sin conocer en un principio los trabajos de Torres en el sitio, Lothrop lo llamó El Cerrillo. Allí abrió una superficie de 335 m2 que, según el plano del área de excavación (1932: 148), estaba a continuación de la zona trabajada por Torres y restringida a un sector de la pendiente del montículo. Tomando en consideración lo publicado por Torres (1911) y Lothrop (1932), en las dos excavaciones se recuperaron materiales cerámicos, líticos y faunísticos y más de 60 esqueletos humanos, 23 de ellos hallados por Lothrop. Para este sitio se obtuvo un fechado radiocarbónico sobre hueso humano de 576 ± 42 años AP (Bonomo et al. 2011: 312). El último sitio al que se dirigió Lothrop fue Arroyo Sarandí (S34°23´ y O58°39´), emplazado en la margen derecha de dicho arroyo, a solo 2 km al sur del río Lujan (límite meridional del Delta del Paraná). Está constituido por una fina capa de desechos, en cuyos extremos norte y sur sobresalían dos elevaciones erosionadas por el arado y el pisoteo del ganado (Lothrop 1932: 164). En la elevación del norte (túmulo B) se registró un entierro en 80 m2 excavados, mientras que en la del sur (túmulo A) se encontraron 41 en 225 m2. Los fechados radiocarbónicos sobre huesos humanos muestran dos eventos inhumatorios: uno en 1290 ± 40 AP (Loponte 2008: 277) y otro más tardío de 688 ± 42 años AP (Bonomo et al. 2011: 312). Para Lothrop (1932), la ocupación de El Cerrillo podía atribuirse a las poblaciones indígenas chaná-mbeguá o chána; mientras que la de Arroyo Sarandí, a los querandíes.


Figura 1
. Maqueta del Túmulo I del Paraná Guazú, realizada en 1918 y expuesta actualmente en el Museo de La Plata. Nótese que, si bien están representados 21 entierros primarios, en realidad los esqueletos no estaban completos (Torres 1911: 185).

En este artículo se dan a conocer los resultados del reanálisis de los elementos óseos y dentales humanos correspondientes a la colección osteológica de los sitios Arroyo Malo, El Cerrillo y Arroyo Sarandí, depositada en la División Antropología del Museo de La Plata. En la primera parte, se caracteriza el estado general de preservación y la estructura sexo-etaria de los conjuntos bioarqueológicos. En una segunda instancia, se analizan las prácticas mortuorias presentes en los tres sitios, focalizándose en las modalidades de inhumación y su asociación espacial. Por último, se contextualizan regionalmente estas distintas formas de enterrar a los muertos, fundamentalmente a partir de otros ejemplos del curso medio e inferior del Paraná.

MATERIALES Y MÉTODOS

La colección Lothrop de la División Antropología del Museo de La Plata a la que se tuvo acceso para su consulta y análisis corresponde a los números de inventario 6439-6460, 7599 y 7729-7735 de El Cerrillo y 6463-6493 y 7658-7659 de Arroyo Sarandí. Es importante aclarar que en la colección no se encontró todo el material inventariado en el libro de entrada ni todo el conjunto bioarqueológico mencionado por Lothrop (1932) para estos dos sitios. Esto se debe probablemente a pérdidas ocurridas durante su recuperación, manipulación y almacenaje a lo largo de los años. A su vez, en el análisis también fueron incluidos 19 cráneos correspondientes a los entierros registrados por Torres (1911) en el Túmulo I del Paraná Guazú, depositados en la misma institución (números de inventario 27-46). Con respecto a los entierros de Arroyo Malo, en la colección analizada (números de inventario 6397-6411) sólo se encuentran aquellos hallados por Pablo Gaggero. Al igual que en los otros sitios, no pudieron ser localizados algunos números de inventario del libro de entrada de la División Antropología (que pueden identificar tanto a un elemento como a un conjunto de ellos). El análisis bioarqueológico consistió, en primer lugar, en obtener una aproximación general de la muestra atendiendo a los elementos representados, su grado de completitud y estado de preservación. Fue relevada también la presencia de termoalteración y de ocre sobre los huesos. En segundo lugar, se cuantificó el número mínimo de individuos y la abundancia anatómica (NME, MAU y MAU%) y se estimó la estructura sexo-etaria de la muestra. Para la determinación del sexo, se consideraron características del cráneo (cresta nucal, apófisis mastoidea, margen supraorbital, glabela y eminencia mentoniana) y de la pelvis (escotadura ciática, arco ventral, concavidad subpúbica y aspecto medial de la rama isquiopúbica). Para la estimación de edad en adultos se observaron los rasgos de la sínfisis púbica en pelvis; y en subadultos, la erupción dental y el estado de fusión de la cresta illíaca y de las epífisis de los huesos largos) (Buikstra y Ubelaker 1994; Ubelaker 1999; White y Folkens 2005; Schaefer et al. 2009). La unidad de análisis fue el elemento y no el esqueleto completo, ya que algunos números de inventario están conformados por elementos óseos de dos o tres individuos.
Para la caracterización de las modalidades inhumatorias, se consideraron entierros primarios, entierros secundarios (paquetes funerarios simples y múltiples), acumulaciones óseas, huesos aislados2 e indeterminados por falta de información o por dificultades en su análisis (Ubelaker 1999; Sprague 2005; White y Folkens 2005). Además de contar con las publicaciones de Lothrop (1932) y Torres (1911), se consultó el diario de campo de Lothrop, donde están dibujados con bastante detalle la mayoría de los entierros, acompañados por breves descripciones de cada contexto. También se utilizaron fotografías tomadas durante las excavaciones de El Cerrillo y Arroyo Sarandí. El diario de campo y parte de las fotografías fueron relevados en el 2010 por uno de los autores (MB) en el archivo del Peabody Museum of Archaeology and Ethnology de Harvard University (Cambridge) (Lothrop Papers#996-27, Field Notebook, Folder 9: Argentina), mientras que otras fotografías fueron brindadas por el National Museum of American Indian, Smithsonian Institution (Washington DC) (números de catálogo N10455- 10487). Este material fue muy valioso y sirvió para elaborar las figuras del presente artículo que ejemplifican algunas de las modalidades de inhumación identificadas en los sitios.

RESULTADOS DEL ANÁLISIS BIOARQUEOLÓGICO

En los conjuntos bioarqueológicos analizados predominan ampliamente los elementos poscraneales. La colección de Arroyo Malo está conformada por 68 elementos óseos -todos poscraneales- y un diente (Figura 2a). El 26,1% (n = 18) del conjunto presenta leves indicios de termoalteración; en su mayoría se trata de huesos largos (húmero, cúbito, fémur y tibia) que poseen un alto grado de completitud (entre el 75 y 100% del elemento presente) y corresponden tanto a individuos adultos (n = 13 elementos) como subadultos (n = 3). La acción del fuego no afectó la totalidad de estos elementos, sino sus porciones proximales o distales en el caso de los huesos largos3. La totalidad del conjunto óseo tiene pigmentos rojizos adheridos; entre ellos, se distinguen siete huesos totalmente cubiertos con gran cantidad de esta sustancia colorante. Con respecto a la estructura sexo-etaria, fue calculado un NMI de cinco individuos. A partir de los húmeros se distinguieron dos infantes de entre 2-7 años de edad según el estado de fusión de las epífisis proximales y el tamaño de los elementos. A partir de los cúbitos se discriminaron tres adultos, de los cuales no pudieron realizarse estimaciones de edad más precisas ni determinación de sexo por la ausencia de pelvis y cráneo. El conjunto analizado de El Cerrillo/Túmulo I del Paraná Guazú consiste en 241 especímenes (tres de ellos son dientes), siendo el cráneo junto con algunos huesos largos (húmero, radio, cúbito y fémur) los elementos con MAU% alto (Figura 2b). En un trabajo previo (Ramos van Raap 2014) el análisis del conjunto bioarqueológico del sitio fue realizado considerando conjuntamente las colecciones Torres y Lothrop. Al analizar de forma separada estas dos colecciones se estimó un NMI de 19 individuos para la colección Torres: uno de ellos corresponde a un adolescente-adulto joven femenino de 18-21 años -determinado a partir del estado de erupción en el que se encontraba el tercer molar (el segundo molar estaba totalmente erupcionado)-; 16 corresponden a individuos adultos (tres femeninos, un probable femenino, ocho masculinos y cuatro probables masculinos); los dos restantes -dada la fragmentación en la que se encontraba el cráneo- son indeterminados. Con respecto a la colección Lothrop, se estima un NMI de nueve individuos a partir de los fémures derechos; ocho de ellos son adultos y el restante -de acuerdo con el estado de fusión de las epífisis- es un individuo de 18-21 años. A partir del análisis del estado de fusión de algunos elementos poscraneales (epífisis de húmeros, sínfisis púbica y cresta ilíaca) y de las características de los coxales, pudo estimarse con mayor precisión la edad de al menos tres individuos y el sexo de dos de ellos. Los resultados arrojaron rangos etarios de entre 21-23 años y de 27-35 y 30-39 años para dos individuos, probablemente masculinos4. No se registraron elementos termoalterados; sí tres huesos (una clavícula y dos vértebras cervicales) presentaban una pequeña tinción con pigmento rojizo.


Figura 2
. MAU% de los tres conjuntos bioarqueológicos analizados: a) Arroyo Malo, b) El Cerrillo y c) Arroyo Sarandí.

En la colección de Arroyo Sarandí se analizaron 331 elementos (21 son dentales), entre los que también predominan los elementos poscraneales (78,5%). Las mandíbulas son los huesos con mayor frecuencia (Figura 2c) y es a partir de ellas que se estimó un NMI de 17, cantidad mucho menor a los 42 esqueletos referidos por Lothrop (1932). Entre estos individuos determinados, se identificó un subadulto (< a 18 años de edad) por la ausencia del alveolo del tercer molar; un adolescenteadulto joven de 18-21 años a partir del estado de erupción en el que se encontraba el tercer molar (el segundo molar estaba totalmente erupcionado); y 14 adultos. Mediante el análisis del resto de los elementos óseos poscraneales que componen esta muestra se registraron algunos huesos largos (húmero, cúbito y radio) sin las epífisis fusionadas y un coxal fragmentado donde se observa la cresta ilíaca sin fusionar, que podrían ser asignados al individuo subadulto. También se observaron huesos largos con líneas de fusión en las epífisis y una sínfisis púbica que serían coincidentes con el individuo de 18-21 años. En este caso, el coxal estaba casi completo y pudo determinarse como masculino. Por último, entre el grupo de los adultos, pudo determinarse que al menos uno de ellos sería masculino, con una edad de entre 27-39 años según las características de un coxal5. No fueron encontradas evidencias de termoalteración ni pigmento sobre los elementos de este conjunto.

MODALIDADES DE INHUMACIÓN

En la publicación de 1932, Lothrop expone que en Arroyo Malo encontró entierros humanos secundarios en urnas y elementos óseos asociados a vasijas y demás fragmentos cerámicos (1932: 128-131). Para los 23 entierros de El Cerrillo menciona que sólo cuatro estaban completos y articulados, mientras que otros no tenían algunos huesos en posición anatómica; el resto son entierros desarticulados e incompletos (Lothrop 1932: 150-151). En cuanto a Arroyo Sarandí, aclara que de los 41 entierros de la elevación sur, 17 son primarios -seis de ellos, completos-, 17 son secundarios, dos pertenecen a infantes y cinco se encontraban fragmentados. En este trabajo, la consulta de las fuentes inéditas ya mencionadas (véase Materiales y métodos) permitió conocer con mayor precisión estas distintas modalidades inhumatorias. Antes de la descripción de los tipos de entierro diferenciados por nosotros en cada uno de los sitios, es necesario hacer una serie de aclaraciones que afectaron los resultados alcanzados en el presente estudio: 1) en los dibujos y fotografías se observaron inhumaciones secundarias, y algunas de ellas parecen estar constituidas por más de un individuo. Por ello, el número de individuos enterrados en el sitio sería mayor a lo estimado por Lothrop, quien en su diario de campo enumera los hallazgos como esqueletos y no como entierros; 2) no fue posible corresponder los números de "esqueletos" dados por Lothrop con el inventario de la colección6. Esto impidió cruzar nuestros datos con los tipos de entierro y las determinaciones sexoetarias hechas por el investigador norteamericano al mismo tiempo que conducía sus excavaciones (Lothrop no detalló los criterios utilizados para tales determinaciones); 3) en el diario de campo hay tres entierros de El Cerrillo (nº 6, 19 y 25)7 que no se contabilizan luego en la monografía de 1932. Esta omisión podría deberse a problemas de preservación; 4) para el caso de Arroyo Sarandí sólo se contó con fotografías y dibujos de 30 de los 42 "esqueletos" registrados, y en el diario figuran dos entierros distintos con el n° 38, por lo que se sumaría otra inhumación más. Pese a estas dificultades por las particularidades de las colecciones analizadas y sus registros, se ha logrado obtener nueva información que enriquece el conocimiento que se tenía sobre los entierros humanos de los sitios del Delta del Paraná trabajados por Lothrop.
Con su arribo tardío a la cuenca inferior del Plata, los guaraníes trajeron consigo la práctica de los entierros humanos en urna. Según los dibujos del diario de campo, durante la excavación de Lothrop en Arroyo Malo se hallaron seis entierros (Tablas 1 y 2). Cuatro de ellos son secundarios en urna (urnas n° 4, 5, 15 y 61). El quinto es un entierro primario directo en tierra y en posición decúbito lateral derecho, encontrado próximo a una vasija. El sexto consiste en algunos dientes y fragmentos de una mandíbula hallados de manera dispersa junto con varios fragmentos de cerámica. Estos dos últimos fueron denominados por Lothrop (1932: 129, 131) como "sherd-burials", en los cuales los huesos humanos eran acompañados por grandes fragmentos de alfarería, pigmento rojo y artefactos líticos. Con respecto a los entierros en urna, en la Figura 3 pueden observarse un cráneo, dos huesos largos y un
recipiente en el interior de una de ellas (urna nº 15). Otra urna (n° 4) contenía los huesos de un infante, mal preservados. Las urnas eran yapepós (ollas, en guaraní) y cambuchís (cántaros), tapados con contenedores más chicos o con fragmentos grandes de vasijas. Estaban acompañadas por entre una y cinco vasijas más pequeñas -dispuestas dentro o alrededor de ellas-; en su interior tenían pigmentos rojos y restos de alimentos (Lothrop 1932; Bonomo 2013).

Tabla 1. Entierros primarios de El Cerrillo, Arroyo Sarandí y Arroyo Malo. Los indeterminados ("indet.") hacen referencia a aquellos entierros en los que la disposición del esqueleto no pudo establecerse.

Tabla 2. Paquetes funerarios, acumulaciones óseas, huesos dispersos, esqueletos con reacomodación de huesos y entierros en urnas en El Cerrillo, Arroyo Sarandí y Arroyo Malo.


Figura 3
. Dibujo de la urna nº 15 hallada por Lothrop en Arroyo Malo.

En El Cerrillo y Arroyo Sarandí, las modalidades inhumatorias que se distinguieron son similares entre sí. Por un lado, se registraron 27 entierros primarios entre los dos sitios, tanto en forma completa/ casi completa como incompleta; las porciones anatómicas ausentes en estos últimos casos son variadas (cráneo, elementos del torso, brazos y piernas). En cuanto a la disposición de los individuos, fueron colocados en decúbito ventral y en decúbito dorsal (Tabla 1), mayoritariamente con los brazos extendidos a los costados del cuerpo, aunque algunos tenían una de las manos sobre la pelvis. En Arroyo Sarandí se distinguen, entre los entierros primarios, el esqueleto de un infante que descansa sobre el brazo izquierdo de un individuo femenino en posición decúbito dorsal (n° 25 y 34; Figura 4) y un esqueleto incompleto (huesos de los miembros inferiores ausentes) en posición decúbito ventral, que tiene sobre la pelvis el cráneo de otro individuo (n° 26). Además de estos entierros primarios, fueron relevadas otras formas de inhumación (Tabla 2). Dentro de los entierros secundarios, se distinguieron dos paquetes funerarios en El Cerrillo (n° 16 y 23), formados cada uno por huesos largos y un cráneo. En Arroyo Sarandí se identificó un posible paquete funerario (n° 18) compuesto por cráneo, mandíbula, pelvis, huesos largos y fragmentos indeterminados, acerca de los cuales no es posible discriminar si corresponden a uno o más individuos. También se registraron en los dos sitios cuatro acumulaciones óseas. En el caso de las dos presentes en El Cerrillo, una consiste en varios huesos largos, una pelvis y otros especímenes que no han podido ser identificados (n° 5; Figura 5a); la otra (n° 27) está formada por huesos largos localizados sobre el lado derecho de un entierro primario. Las dos acumulaciones óseas de Arroyo Sarandí, distinguidas en un dibujo y una fotografía (Lothrop 1932: figura 51c, 166), están compuestas por varios huesos largos. Por otro lado, en El Cerrillo, unos pocos huesos largos sin articular -asociados espacialmente con otro entierro- fueron considerados como huesos dispersos (n° 2). En Arroyo Sarandí se registraron dos casos similares: uno es un cráneo aislado (n° 40); mientras que el otro está conformado por fragmentos de huesos largos, cráneo, mandíbulas y ambos coxales articulados (n° 39) (Tabla 2).


Figura 4
. Entierro primario de un individuo adulto (nº 25) junto con el de un infante (nº 34), hallado en Arroyo Sara
ndí.

Algunos entierros no pudieron ser asignados a alguna de las modalidades inhumatorias descriptas anteriormente. Se trata de esqueletos con gran parte de su cuerpo articulado, pero con algunos huesos removidos de manera intencional de su posición anatómica, tal como lo explica Lothrop para el caso de El Cerrillo (1932: 150). En la Figura 5b se representa el esqueleto n° 10 de El Cerrillo, en posición decúbito ventral con el cráneo reubicado al lado del húmero derecho; nótese además el reacomodamiento de los huesos del brazo izquierdo. Otro entierro (n° 4) de este sitio (Figura 5a) consiste en un esqueleto extendido en posición decúbito dorsal, con el cráneo sobre la pelvis y los huesos de los miembros superiores acomodados uno al lado del otro. El tercer entierro con estas características (n° 1) es un esqueleto incompleto que tiene el cráneo reubicado sobre las porciones distales de las piernas. En Arroyo Sarandí se observó también un esqueleto incompleto (n° 19) con el cráneo sobre la pelvis y otro esqueleto incompleto (n° 6) con el cráneo ubicado al lado de la cadera (Figura 5c). La orientación y asociación espacial de los entierros en El Cerrillo y Arroyo Sarandí es un punto interesante al cual referirse, ya que ofrece datos sobre el uso del espacio inhumatorio en estos asentamientos. Según el diario de campo de Lothrop, en El Cerrillo domina la disposición de los esqueletos siguiendo una dirección E-O (cráneo-pies) entre los entierros primarios y los que han sufrido alguna modificación de sus huesos, a excepción de dos esqueletos con una orientación N-S (n° 17 y 26) y otro S-N (n° 13). La distribución de todos los tipos de entierros en los 335 m2 excavados respeta un patrón horizontal, pues parecen estar ubicados a una misma profundidad. Además, en general se ubican a poca distancia entre sí, no hay superposición entre ellos, y en algunos casos se observa una asociación más estrecha (Lothrop 1932: lámina XIb); como por ejemplo, las dos acumulaciones óseas (n° 5 y 27) que están asociadas cada una a otro entierro (n° 4 y 22 respectivamente) (Figura 5c).


Figura 5
. Esqueletos parcialmente articulados con reacomodación de elementos óseos: a) Entierro nº 4 de El Cerrillo junto con una acumulación ósea (nº 5), b) Entierro nº 10 de El Cerrillo y c) Entierro nº 6 de Arroyo Sarandí. La diferencia de color en las figuras a) y c) responde a distintos entierros.

En comparación con El Cerrillo, en la elevación sur de Arroyo Sarandí hay una mayor densidad de entierros por superficie (n = 41 en 225 m2). Si bien para Arroyo Sarandí no se cuenta con fotografías o dibujos que permitan visualizar toda el área de inhumación, en ningún caso se describe la superposición de contextos mortuorios y puede notarse cierta proximidad entre algunos de ellos (Lothrop 1932: 166). No hay una clara tendencia en cuanto a la orientación que tienen los entierros primarios y los esqueletos en los que fueron reubicados algunos huesos fuera de su posición anatómica: uno se orienta E-O; tres, O-E; uno, N-S; dos, S-N; y dos, SE-NO. Por último, es necesario describir algunos de los contextos que caracterizaban a los entierros. Según Lothrop (1932: 151), las inhumaciones en El Cerrillo implicaban una previa preparación del lugar elegido: con posterioridad a un posible "fogón" se depositaba una capa de alimentos (e.g., pescados y moluscos) y sobre ellos volvía a encenderse fuego para finalmente, una vez consumido este, colocar el cadáver. Según las notas tomadas en el campo, este acondicionamiento del lugar se asociaba con las inhumaciones primarias (n° 18, 21 y 22), con los paquetes funerarios (n° 16) y con los esqueletos articulados con algunos huesos reubicados (n° 1 y 10). Asimismo se detalla la presencia de restos de "comida" junto a dos entierros primarios (n° 7 y 13) y "traces of red point just under the body" (Lothrop 1932: 151) (n° 7, 10, 11, 13 y 21). Junto con el esqueleto nº 22 (entierro primario incompleto), Lothrop describe en su diario el hallazgo de instrumentos óseos (siete raspadores y seis punzones, uno de ellos realizado sobre un hueso de pescado). Por su parte, en un entierro primario (n° 8) de Arroyo Sarandí halló cuentas de valvas de gasterópodos marinos "around the neck of a woman" (Lothrop 1932: 167) (véase también Bonomo 2013).

DISCUSIÓN Y CONSIDERACIONES FINALES

A partir del análisis de las colecciones osteológicas y de su registro de campo se han obtenido datos nuevos, más precisos y contextualizados de los entierros humanos de los tres sitios excavados por Lothrop hace ya 90 años. Lo primero que se visualiza es que estamos ante sociedades que desarrollaron distintos rituales funerarios, los cuales quedaron plasmados en formas particulares de inhumar a sus muertos. En este sentido sobresalen los entierros en urna del sitio guaraní Arroyo Malo. Para estos entierros secundarios se seleccionaron sólo algunos huesos humanos, frecuentemente el cráneo y huesos largos. Fueron introducidos sin sus partes blandas y pintados de rojo, en vasijas lisas, policromas o corrugadas que pasaron a desempeñar la función de urnas. Este tipo de tratamiento, junto con el acompañamiento con pequeños recipientes y alimentos, dan cuenta de las actividades rituales que se llevaron a cabo con los individuos muertos antes de su entierro final. En cada una de estas urnas se incluyeron, según el diario de campo, huesos de un sólo individuo. Sin embargo, la presencia de entierros múltiples (de infantes y de adultos) en urnas fue reconocida por Vignati (1941) no sólo para Arroyo Malo sino también para Arroyo Fredes. En este último sitio, un asentamiento guaraní del Delta del Paraná, Gaggero8 halló tres claras inhumaciones en urna que tenían en su interior los elementos óseos de hasta tres individuos juntos. Otro sitio guaraní muy próximo a Arroyo Malo es Arroyo La Glorieta, donde Antonio Castro9 halló en 1926 siete entierros en urna, de las cuales se destaca una de ellas que, además de huesos humanos, contenía cuentas de collar y restos faunísticos. En Arroyo Fredes y Arroyo La Glorieta se repite la elección de determinados huesos de uno o varios individuos, el uso generalizado de pigmento rojo para colorear los huesos y el empleo de urnas con o sin tapa. Los contados entierros en urnas de estos tres sitios guaraníes parecen mostrar que sólo una parte de la población que vivió en ellos era inhumada de acuerdo con esta modalidad. Además de las inhumaciones en urna, en Arroyo Malo han sido detectados dos entierros en los que los huesos estaban en contacto directo con la tierra. Esta práctica no era exclusiva de este sitio, ya que fueron identificados entierros directos en tierra en otros asentamientos guaraníes del área, como Ensenada del Bellaco (J. C. Castro, comunicación personal 2014) y Arroyo Fredes. En el caso de este último sitio, si bien no se conoce con certeza si los entierros primarios recientemente detectados son guaraníes (Loponte y Acosta 2013), Gaggero8 halló en contacto con la arena del albardón del sitio varios entierros pintados de rojo (sobre todo, acumulaciones de huesos largos y cráneos de distintos individuos y algunos elementos aislados) junto a vasijas, grandes tiestos, restos faunísticos y artefactos líticos. Debajo de una pequeña vasija pintada de blanco con diseños rojos halló un cráneo junto al que se dispusieron dos adornos personales: un tembetá y un collar elaborado con 31 dientes de nutria. Lo observado en estos contextos meridionales se repite en sitios guaraníes más distantes, como los de los estados brasileños de Rio Grande do Sul y Paraná, en los que se hallaron entierros primarios directos en tierra con recipientes y fragmentos cerámicos que cubrían distintas partes de los individuos, sobre todo la cabeza (Noelli 1993; Neumann 2008 y bibliografía allí citada). Incluso se han registrado entierros primarios en tierra con el cráneo separado del esqueleto y depositado dentro de una vasija con tapa, puesta en cercanías del esqueleto (Pestana 2007). La modalidad del entierro directo en tierra ha sido explicada como una práctica alternativa al empleo de urnas en la que se priorizó más la protección de la región de la cabeza del individuo (Rizzardo y Schmitz 2015) o bien como unidades anatómicas en proceso de descomposición natural de sus tejidos blandos antes de la disposición definitiva dentro de una urna (Noelli 1993; Prous 2011).
Desde por lo menos cinco siglos antes de la llegada de los guaraníes al área (Bonomo et al. 2015) ya se empleaban variadas modalidades inhumatorias, tal como lo muestra el registro mortuorio de El Cerrillo, Arroyo Sarandí y también de otros sitios del Delta del Paraná. En El Cerrillo y Arroyo Sarandí predominan los entierros primarios dispuestos con una posición extendida en decúbito ventral y dorsal. Para otros individuos enterrados en estos mismos asentamientos no se mantuvo la integridad de los cuerpos. Con sus restos físicos se siguieron otros procedimientos, que incluyeron el entierro, la exhumación y el reentierro definitivo en paquetes funerarios. Además de las acumulaciones óseas y los huesos aislados -respecto de cuya disposición se desconoce si hubo o no intencionalidad-, se observaron inhumaciones de esqueletos en las que el cráneo fue recurrentemente reubicado sobre o al costado de la pelvis. Por otra parte, algunos de los entierros estaban asociados a restos de cenizas, alimentos, pigmento rojo e instrumentos óseos (El Cerrillo), mientras que otro fue dispuesto con un collar elaborado con moluscos marinos (Arroyo Sarandí). Estas múltiples modalidades de preparación y manipulación de los cuerpos de varios individuos para su inhumación en un mismo lugar también coexistieron en otros sitios de la región, especialmente del curso medio e inferior del río Paraná (Torres 1903, 1911; Gatto 1939; González 1947; Gaspary 1950; Schmitz et al. 1972; Ceruti et al. 1980; Echegoy 1994; Cornero y Cocco 1995; Cornero 1999, 2009; Mazza 2010; Scabuzzo y Ramos van Raap 2013, entre otros). Parte de los distintos tipos de entierro hallados en esta región fueron pintados de rojo y acompañados por adornos (collares, pendientes, adornos de metal) y restos faunísticos, con frecuencia, cráneos y dientes de cánidos y félidos. Estos objetos serían pertenencias de los muertos u ofrendas de los vivos dejadas durante los rituales funerarios. Entre los entierros secundarios se destacan los paquetes funerarios simples y múltiples, formados en algunos casos por los huesos de individuos de distinto sexo y edad (subadultos y adultos). Al igual que en El Cerrillo y Arroyo Sarandí, en el sitio Laguna de Los Gansos 2 (Delta Superior; Bonomo et al. 2014) recientemente se ha hallado un esqueleto incompleto con el cráneo relocalizado sobre la cintura pélvica (Scabuzzo y Politis 2013). Es de destacar esta modalidad inhumatoria, ya que se diferencia de los otros tipos de entierros que suelen ser identificados más recurrentemente en la región.
Parece haber un sustrato común de prácticas funerarias, pero también existen diferencias culturales que no deben ser homogeneizadas. Estas diferencias quizás expliquen por qué en El Cerrillo y Arroyo Sarandí no hemos observado entierros primarios en decúbito lateral extendidos y flexionados o conjuntos de huesos humanos termoalterados, tal como se ha registrado por ejemplo en las islas del Delta Medio y Superior del Paraná (González 1947; Gaspary 1950; Scabuzzo y Ramos van Raap 2013), en montículos asignados a la entidad arqueológica Goya-Malabrigo (2000 AP-siglo XVII; Ceruti 2003; Politis y Bonomo 2012). La pregunta clásica es a qué se deben estas diferencias de tratamiento de los cuerpos, si a distinciones de posición social, identidades de género, edad y/o contingencias de la muerte. En el caso de Goya-Malabrigo se destaca el tratamiento especial dado a los cuerpos de determinados individuos, como es el caso de uno de los entierros secundarios del sitio La Palmera II (Ceruti 2013), acompañado por un variado ajuar (cuentas de collar de valvas, puntas de hueso, apéndices zoomorfos y una plaqueta de cobre), con posibles ofrendas (una mano articulada y varias falanges) y cubierto por bloques de arenisca y tosca. Este complejo entierro parece reflejar diferencias según el estatus que la persona tuvo durante su vida (Carr 1995; McHug 1999), tal como lo describen algunas crónicas del siglo XVI (ver Bonomo et al. 2011). La mayoría de estos sitios del curso medio e inferior del río Paraná consiste en asentamientos con entierros muy próximos al área específica de ocupación. La ubicación inmediata de estos espacios funerarios respecto de aquellos donde se desarrollaron actividades domésticas a diario seguramente actuó como una reminiscencia constante de los que se murieron, lo cual permitiría reafirmar gradualmente la memoria social y la relación con los antepasados (Nilsson Stutz 2014). En este sentido, la presencia de paquetes funerarios en varios de estos sitios podría implicar el traslado de determinadas personas fallecidas a nuevos lugares de ocupación y/o actuar también como marcadores territoriales (Goldstein 1995; Romero et al. 2004; Budja 2010). Sin dudas, nuevos estudios comparativos y las investigaciones venideras permitirán comprender mejor las implicancias sociales que tenían estas prácticas mortuorias para los indígenas que vivieron en estas latitudes.

Agradecimientos

Al Dr. Mariano del Papa por su ayuda durante la consulta de la colección; a Samanta Faiat por la confección de las figuras 3 a 5; a Bruno Pianzola por la fotografía de la Figura 1 y a la Dra. Clara Scabuzzo por la lectura crítica del manuscrito. Además, queremos agradecer a los evaluadores anónimos que han mejorado el trabajo con sus comentarios y sugerencias. Este estudio se enmarca en el proyecto PICT 0665 (ANPCyT) y el análisis de la colección osteológica se realizó con una beca CIN otorgada a uno de los autores (MARvR) en 2011. Todo lo aquí expresado es de pura responsabilidad de los autores.

NOTAS

1 Informe elevado por Pablo Gaggero a L. Ma. Torres sobre expedición al Delta del Paraná, Arroyo Malo, La Plata, 5 de marzo de 1925, División Antropología MLP catálogo Nº 1925-6397/6416.

2 Las acumulaciones óseas y los huesos aislados no fueron considerados dentro de los entierros secundarios, ya que se desconoce el origen y la intencionalidad de su disposición y dispersión en el área de los entierros. En el caso específico de las acumulaciones óseas, no queda claro si corresponden a un tipo de entierro secundario particular o a procesos de remoción y acumulación al despejar un sector para la depositación de nuevos entierros.

3 Será necesario realizar un análisis más profundo de los elementos óseos termoalterados con el fin de evaluar esta variable en relación con las prácticas mortuorias.

4 Si bien no se identificaron individuos subadultos en la colección osteológica de El Cerrillo, Lothrop menciona en su diario que uno de los entierros (paquete funerario n°16) correspondería a un niño; y otros tres, a individuos adolescentes (acumulación ósea n° 5, primario incompleto n° 21 y posible primario n° 8).

5 Para Arroyo Sarandí, en algunos casos se detalla en el diario de campo la edad y el sexo de los individuos: al menos dos infantes habrían sido enterrados junto con individuos adultos (uno es el de la Figura 4, el otro no ha podido ser recuperado en el campo); y se mencionan siete individuos masculinos y cinco femeninos entre los esqueletos hallados.

6 Si bien algunos números de inventario de la colección de El Cerrillo y Arroyo Sarandí están acompañados por etiquetas con el número de "esqueleto" al que pertenecería ese conjunto de huesos, existen varias discrepancias al comparar esto con la publicación de Lothrop (1932) y los datos relevados en su diario de campo. Se observan discrepancias entre las modalidades de entierro, los elementos representados y los números mínimos de individuos. Por ejemplo, los números de inventario 6445, 6450, 6451, 6453, 6465, 6468 y 6483 están constituidos por huesos de dos o tres individuos, pero en el diario de campo, para el mismo número de "esqueleto" se muestra un único individuo en un entierro primario.

7 Sobre el entierro n° 6, Lothrop menciona "so badly hashed that it was taken up at once". El entierro n° 19 estaba formado por una pelvis, dos fémures y otros huesos que fueron luego encontrados por debajo de aquellos. El entierro n° 25 consistía en dos huesos de los miembros inferiores y un fragmento de mandíbula.

8 Informe elevado por Pablo Gaggero a L. Ma. Torres sobre expedición al Delta del Paraná, Arroyo Fredes, La Plata, 8 de julio de 1921, Museo de La Plata.

9 Informe de Antonio Castro sobre expedición al Delta del Paraná, Arroyo La Glorieta, La Plata, 1926, Museo de La Plata.

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