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Intersecciones en antropología

versão On-line ISSN 1850-373X

Intersecciones antropol. vol.18 no.2 Olavarría ago. 2017

 

ARTÍCULOS

La arquitectura de Abra de Minas, un sitio con evidencias tardías/incaicas en la puna de Salta, Argentina

 

Federico I. Coloca

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Instituto de Arqueología. Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. 25 de mayo 217, 3º piso (1002), Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. E-mail: fedeigco@hotmail.com

Recibido 10 de octubre 2016.
Aceptado 17 de enero 2017


RESUMEN

Se presenta la evidencia arquitectónica de Abra de Minas, sitio localizado en la cuenca del salar de Ratones, puna de Salta, Argentina, a una altura que supera los 4200 msnm. Abra de Minas sobresale por una gran cantidad de estructuras arquitectónicas. A su vez, el sitio cuenta con una alta representación de material arqueológico recuperado tanto en contextos de superficie como en capa. Dentro de este conjunto artefactual se destaca la alta concentración de cerámica de filiación incaica, como también de otras asociadas con contextos tardíos del Noroeste argentino. Los fechados realizados hasta el momento presentan una cronología de entre fines del siglo VII DC y mediados del XV DC. Por ser una primera aproximación al estudio arquitectónico del sitio, se decidió llevar a cabo un análisis de la distribución espacial y la morfología de los recintos (diseño de plantas, tamaño y superficie), como también una descripción de los materiales y de las técnicas utilizadas en la construcción de dichas estructuras. Si bien se encuentran evidencias que indican una utilización del territorio desde momentos anteriores, las características morfológicas y constructivas de la arquitectura de Abra de Minas indican un dominio efectivo del sector por parte el Imperio incaico.

Palabras clave: Arquitectura; Abra de Minas; Puna de Salta; Incas.

ABSTRACT

The architecture of abra de minas, a site with late/inca evidence in the Salta puna, Argentina.

The architectural evidence of Abra de Minas site, located at an altitude of over 4200 meters above sea level in Salar de Ratones Basin, the Salta puna, Argentina, is introduced. Abra de Minas is distinguished by a large number of architectural structures. In addition, the site has a wealth of archaeological material recovered from surface and stratigraphic contexts. Within the artifactual set the high concentration of ceramics, both Inca and that associated with later occupations of northwestern Argentina, stand out. The radiocarbon dates carried out to date confirm an occupation between the end of the eight century and mid-fifteenth century AD. As this was the first architectural study of the site, the spatial distribution and morphology of the enclosures (plant design, size, etc.) were analyzed and the materials and construction techniques of the structures described. Although there is prior evidence of occupation at the site, the morphological and construction characteristics of the architecture of Abra de Minas indicate an effective domination of the sector by the Inca empire.

Keywords: Architecture; Abra de Minas; Puna of Salta; Incas.


 

INTRODUCCIÓN

Se encuentra comúnmente aceptado que a partir del décimo siglo de nuestra era, el Noroeste argentino fue escenario de un proceso que sobrellevó cambios en la organización social, política y económica de las poblaciones humanas. Estos cambios se vieron reflejados, entre otras evidencias, en los patrones de los asentamientos y en la tendencia hacia poblados aglomerados y construcciones defensivas. De esta manera, las particularidades en la arquitectura de estos momentos habrían respondido a diversos intereses geopolíticos que envolvieron un alto grado de conflicto social (Tarragó 2000; Albeck 2001; Nielsen 2007, entre muchos otros). Este proceso se habría visto interrumpido por la introducción del Imperio incaico, el cual dominó el área a partir del siglo XV (Raffino 1981).
Sin embargo, dichos rasgos no serían aplicables para describir todas las ocupaciones en el Noroeste argentino. Este es el caso, por ejemplo, de las tierras altas de la puna, donde los procesos sociales presentaron singularidades respecto de los desarrollados en valles y quebradas; y sus instalaciones, salvo algunas excepciones, han sido asociadas con aldeas dispersas entre campos de cultivo (Ruiz y Albeck 1997). El sector puneño constituyó una zona de intercambio económico, ideológico y social entre sociedades que habitaban los diferentes ambientes que la circundaban, lo cual perduró hasta la llegada de los incas (Albeck 2001). Por su parte, el Imperio tenía la costumbre de instalar asentamientos en lugares poco ocupados y separados de los centros poblacionales locales, pero con rasgos ventajosos para la comunicación, la movilidad y el control; y la Puna argentina cumplía estos requisitos (Morris 1973; Raffino 1981; Hyslop 1990; Acuto 1999; Vitry et al. 2007). Dentro de dicho contexto, el objetivo de este trabajo es contribuir a un mayor conocimiento de las poblaciones tardías que habitaron las tierras altas del Noroeste argentino, como también aportar al estudio
de las estrategias de ocupación y dominación del área por parte del Tawantinsuyu. Para tal fin se presenta el análisis de la arquitectura del sitio Abra de Minas, asentamiento con evidencias tardías/incaicas (ca. 900- 1500 DC) ubicado en la cuenca del salar de Ratones, en la puna de Salta (Figura 1). Para el Noroeste argentino, el estudio referido a las construcciones prehispánicas ha desarrollado abordajes bastante eclécticos (e.g., Madrazzo y Otonello 1966; Tarragó 1990; Nielsen 1995; Nastri 1997-1998; Taboada y Angiorama 2004; Cremonte et al. 2005; Gordillo 2005; Wynveldt 2005; Spengler 2008; Vaquer 2009, entre otros). En líneas generales, los estudios de la arquitectura arqueológica se han centrado principalmente en dos aristas: una, relacionada con los elementos formales de las estructuras, y la otra, con los semánticos. Los primeros dirigen el estudio tanto hacia los códigos técnicos vinculados con los procedimientos y materiales utilizados en la construcción, como también a los códigos sintácticos, o sea, las formas de plantas de las construcciones y su articulación (Nastri 2001; Vaquer y Nielsen 2011). Por su parte, los estudios sobre los códigos semánticos que envuelven los espacios edificados apuntan a desentrañar los significados primarios y secundarios, “ideologías de habitación” y tipos sociológicos y funcionales (Nastri 2001).


Figura 1.
Ubicación del sitio Abra de Minas.

Por lo general, en un primer abordaje sobre la arquitectura de un sitio arqueológico se contempla el análisis tanto de los aspectos referidos a las técnicas constructivas como de los asociados a los rasgos sintácticos. De esta manera, se apunta a realizar una descripción de los atributos que constituyen las unidades constructivas, a partir de las cuales será posible definir, mediante su mutua vinculación o diferenciación, distintas clases de edificaciones y la red edilicia en su marco espacial. Dicha estructura o traza se encontrará definida por una determinada articulación de los diferentes conjuntos arquitectónicos con características particulares. Sobre esa base, se puedan desarrollar interpretaciones relacionadas con las lógicas que estructuraron el espacio y la arquitectura en un sitio arqueológico (Nastri 2001; Vaquer y Nielsen 2011). El análisis que se presenta a continuación contempla los aspectos referidos a las técnicas constructivas, como también a las formas de las plantas y la articulación de las estructuras (Nastri 2001). A partir de los resultados obtenidos se discute una interpretación del patrón arquitectónico y su relación con la planificación y organización del asentamiento que pueda ayudarnos a comprender la naturaleza de la ocupación del sitio para momentos tardíos/incaicos.

ABRA DE MINAS Y SU ARQUITECTURA

Abra de Minas se localiza a 4250 msnm, al este del salar de Ratones y al noreste del cerro del mismo nombre. Su emplazamiento se relaciona con la presencia de una vega ubicada en un abra, apta para el pastoreo. El sitio se destaca por la presencia de 92 estructuras distribuidas dentro de las irregularidades topográficas de un terreno con leve pendiente con dirección este-oeste, que generan diferencias tanto en la altitud de los conjuntos de recintos, como en su disposición y construcción.
Las citas acerca de Abra de Minas en la bibliografía son escasas. Raffino (1969) lo describe brevemente como un sitio incaico a la vera de un camino estatal, caracterizado por presentar patrones de recintos perimetrales compuestos (RPC) y por encontrarse asociado a corrales, a explotaciones mineras y a una cueva con arte rupestre. Dicha cueva, denominada Cueva Inca Viejo, se encuentra directamente asociada a Abra de Minas, y ambos sitios están siendo estudiados de forma integrada, ya que presentan información complementaria para la comprensión de la ocupación en el área (López y Coloca 2015; López et al. 2015). La investigación sistemática en Abra de Minas comenzó en el año 2013, en el marco de proyectos arqueológicos en la región. Hasta el momento, se han realizado distintas tareas de investigación. Se desarrollaron prospecciones sistemáticas a partir de 10 transectas trazadas regularmente a lo largo del sitio en dirección este-oeste. Estas prospecciones permitieron calcular las dimensiones aproximadas del sitio en 15.000 m². Asimismo, los datos recabados reflejaron una alta densidad de material en superficie (superior a 0,5 artefactos por metro cuadrado) (López y Coloca 2015). Por otra parte, se realizaron excavaciones en distintos recintos que arrojaron cierta homogeneidad. Se evidenciaron dos capas con material arqueológico: la primera de limo fino (capa A) y la segunda de limo arcilloso, más compacta (capa B). Una capa de grava marca el final de la estratigrafía. En todos los casos, las cuadrículas se plantearon en torno a los muros (Figura 2), y alcanzaron una profundidad máxima de entre 1 m y 1,20 m desde la superficie (López y Coloca 2015). Se han obtenido diferentes fechados radiocarbónicos provenientes de distintas estructuras excavadas (Figura 2). Los primeros resultados circunscribían la ocupación de Abra de Minas entre el siglo XIV DC y mediados del XV DC, con la excepción de una datación vinculada a un posible uso del sitio en épocas históricas (López y Coloca 2015). Sin embargo, nuevos fechados recientes arrojaron edades más antiguas (Tabla 1). Estos datos pueden asociarse a presencias tempranas en el sector, el cual incrementó su recurrencia en épocas tardías, para culminar con una fuerte presencia imperial (entre fines del siglo XIV y mediados del XV DC).


Figura 2.
Planta del sitio Abra de Minas.

Tabla 1. Cronología radiocarbónica de Abra de Minas y Cueva Inca Viejo (* Fechados publicados López y Coloca [2015])

Dentro del conjunto artefactual se destaca una gran cantidad de cerámica, proveniente tanto de contextos de superficie como de capa. En líneas generales, se reconocen dos grupos principales: la cerámica decorada y la tosca. Haciendo una breve referencia al primer grupo, se puede resaltar que, en su mayoría, se registran decoraciones de color negro sobre rojo y, en menor medida, policromas. Dentro de los fragmentos asignables, la cerámica incaica representa la mayor parte (más del 80%), con presencia recurrente en todas las unidades excavadas y en la superficie del sitio. Los motivos principales corresponden a estilos claramente incaicos, entre los que predominan la decoración geométrica (rombos, triángulos, reticulados, entre otros) y la fitomorfa, particularmente los “helechos”. A su vez, se determinó la presencia de distintas formas estatales a partir de los fragmentos diagnósticos como aríbalos, platos y ollas en pedestal. Finalmente, en menor proporción se reconoció cerámica relacionada con diferentes contextos tardíos preincaicos del Noroeste argentino (López y Coloca 2015). Cabe destacar que el sitio fue reocupado en épocas históricas y continúa siendo utilizado hasta la actualidad como puesto temporal para pastoreo. En algunas de estas ocupaciones, por lo menos desde mediados de siglo XX, ciertas estructuras fueron reutilizadas y modificadas para funcionar como lugares de reparo y como corrales.

Cuestiones metodológicas en el análisis arquitectónico
En cuanto al análisis arquitectónico de Abra de Minas, el primer paso fue realizar la planimetría, a partir de la cual se pudiera observar la distribución y conexión de la arquitectura y así llegar a determinar la relación sintáctica de las estructuras (Figura 2). Para el mapeo y trazado de la planta de las estructuras se utilizaron teodolito y nivel óptico, cinta métrica, Posicionador Geográfico Satelital (GPS) e imágenes satelitales.
Para la descripción formal se emplearon las variables de morfología, dimensiones y superficies de las plantas. Por otra parte, se registraron las conexiones existentes entre los recintos, lo que sirvió para la identificación de cada conjunto particular. Utilizamos aquí el término “recinto” como un espacio contiguo sin segmentación interna y comprendido dentro de determinados límites, con aberturas o sin ellas. Por su parte, un conjunto refiere a la unión de dos o más recintos por medianeras y/o murallas (Wynveldt 2005). Un recinto se considera aislado cuando no presenta contigüidad con otros recintos. Los conjuntos se definieron basándose en la tipología desarrollada por Madrazo y Ottonello (1966) y Nastri (1997-1998). Ante la existencia de divisiones internas, se realizó una nueva segmentación en subconjuntos, los cuales refieren a recintos pertenecientes a un mismo conjunto, pero sin conexiones directas, o sea, separados (de otro subconjunto) por medio de una pared sin aberturas. Los conjuntos y subconjuntos se identifican en la planta del sitio (Figura 2) siguiendo el criterio utilizado por Wynveldt (2005). A los conjuntos se les asignaron letras mayúsculas (A, B, C, etc.); a los subconjuntos, números romanos (I, II, III, etc.); y a los recintos, números arábigos (1, 2, 3, etcétera). En una segunda instancia se relevaron y registraron las características constructivas de cada uno de los muros hallados en el sitio. El relevamiento de los elementos específicos de la construcción arquitectónica se llevó adelante mediante la confección de una ficha basada en los criterios de Magadán (1988). Principalmente nos enfocamos en la materia prima y en las técnicas constructivas empleadas, considerando las siguientes variables: tipo de muro, ancho de muro, tipo de mampuesto, tamaño de mampuesto, formatización de mampuesto, colocación de mampuesto, presencia de mortero. Mediante la presencia de homogeneidad/heterogeneidad de las técnicas utilizadas en la confección de los muros, y de la inversión realizada en la conformación y mantenimiento del sitio, se buscó determinar la existencia de un patrón constructivo. Estos datos, junto con las características morfológicas, la conexión de los recintos y la asociación de los conjuntos, pueden ayudarnos a entrever la presencia de algún patrón arquitectónico en el asentamiento.

RESULTADOS

La muestra comprende un total de 92 estructuras arquitectónicas, que incluyen 242 muros, la gran mayoría de los cuales se encuentran bastante derruidos y en baja altura (Figura 3A). Las construcciones encierran una superficie intramuros total de 2456,8 m2 y se encuentran emplazadas en distintos niveles dentro de una topografía con pendiente este-oeste. Dicha pendiente marca una diferencia de 17 m de altura entre el sector superior y el inferior del sitio, con zonas de mayor inclinación y otras más niveladas. En cuanto a la organización estructural, se destacan 13 conjuntos arquitectónicos conformados por varios recintos que comparten muros. Dentro de dichos conjuntos se identificó la presencia de estructuras complejas compuestas y de recintos perimetrales compuestos o RPC, uno de los cuales se encuentra asociado a un mortero múltiple (Figuras 2 y 3D). Por otra parte, se registraron dos conjuntos asociados (formados por dos recintos) y 11 recintos simples. Las plantas más recurrentes dentro del sitio son las de formas rectangulares (40,2%) y cuadrangulares (27,2%). En menor cantidad se hallan las estructuras circulares (10,8%) y elípticas (9,8%). Estas formas se encuentran tanto aisladas como adosadas a conjuntos mayores. Finalmente, aparecen algunas pocas formas irregulares (10,8%). Las superficies de los recintos varían entre los 1,6 m2 hasta los 480 m2; más del 80% de ellas se concentran en medidas medias que van de los 4 m2 a los 26 m2. La técnica constructiva más utilizada en el sitio fue la de dobles hileras, que se observa en el 83,4% de los casos. Muy pocos presentaron alguna clase de relleno (4,1%). Por su parte, se registró una baja proporción de muros simples y mixtos (6,7%). Si bien todos los muros simples fueron utilizados para estructuras de planta circular, algunos recintos de estas formas fueron construidos con muros dobles y mixtos.


Figura 3.
A: Vista general de estructuras de Abra de Minas. B: Muro del recinto 48, donde se aprecian diferentes técnicas asociadas a dos momentos constructivos. C: Muro excavado en RPC. D: Mortero múltiple asociado a RPC.

Por motivo de los desmoronamientos, del número total de muros relevados (n = 242) fue posible medir el ancho de 167, y los restantes 75 fueron incluidos bajo la categoría de anchos indeterminados. Las medidas de anchura más frecuentes oscilaron entre los 60 cm y 70 cm, que conforman casi el 80% de la muestra. Estas medidas corresponden a los muros dobles, y su regularidad es notoria, tanto en los diferentes conjuntos arquitectónicos como en los recintos simples. Los muros con medidas entre 50 cm y 60 cm (13%) también corresponden en su gran mayoría al tipo doble, y pocos casos, a mixtos. Por debajo del ancho de 50 cm, y en baja proporción (3,6%), se registraron sólo muros simples y mixtos. Por su parte, los pocos muros que presentan anchos mayores a 70 cm (2,4%) son del tipo doble o doble con relleno. Respecto del tamaño de los bloques o mampuestos que conforman los muros, en todos los casos, la combinación más frecuente es la de rocas grandes, medianas y pequeñas, o bien sólo grandes y medianas (Magadán 1988: 6). En más del 90% de los casos se evidenció canteo en los mampuestos y/o acomodo de estos. Por otra parte, en más del 40% de estos muros se pudieron reconocer rastros de argamasa en las juntas. Dicho porcentaje se puede considerar elevado si se evalúa el estado de derrumbe de gran cantidad de los muros, lo cual hace suponer que la falta de mortero podría también estar asociada a un bajo estado de conservación. En cuanto a la disposición de los recintos, parecería estar determinada o por lo menos influida por la topografía, ya que la mayoría de las estructuras se hallan en la zona más nivelada, en la parte central del asentamiento. Por otra parte, las irregularidades del terreno en otros sectores del sitio fueron resueltas mediante la práctica del aterrazado, lo que permitió la construcción de estructuras en zonas con mayor pendiente. Dicha técnica constructiva fue llevada a cabo en algunos recintos y/o conjuntos a partir de la disposición de un muro perpendicular a la pendiente, destinado a funcionar como contención. De esta manera, mediante el relleno con tierra se pudo mantener el interior del recinto nivelado. Hasta ahora no se evidenció el uso de terraplenes cavados en la tierra. En la zona central, la más nivelada del sitio, se reconoce una concentración de estructuras en torno al conjunto compuesto asociado F. Este conjunto presenta ciertas particularidades, relacionadas con su posible confección en épocas históricas. Según nos describieron los pastores locales, el recinto 47 habría sido construido en épocas modernas para ser utilizado como corral. Por su parte, el recinto 48 conservaría su forma y gran parte de sus muros originales, con la salvedad del muro este (compartido con el recinto 47), en el cual se observa una disrupción constructiva, evidenciada en la utilización de diferentes técnicas (Figura 3B).
Finalmente, se destaca el hallazgo de una plataforma cuadrangular al noreste del sitio, la cual se encuentra vinculada a un muro doble aislado (Figura 4). Ambas construcciones se ubican en el sector de la vega asociada a Abra de Minas. La plataforma presenta unas medidas de 3,35 m de ancho, 3,03 m de largo y 0,75 m de altura máxima. Dicha altura se halla sobre el muro oeste, el de mayor superficie visible, y es producto de una construcción destinada a la nivelación para contrarrestar la pendiente del terreno (Figura 4A y B). Su arquitectura se caracteriza por la confección de muros dobles y un piso de rocas. Los mampuestos de los muros son de tamaños medianos y pequeños, y fueron canteados y acomodados. En su interior se evidencia una división en el vértice noreste, de 1,74
m de lado, que sobresale 0,10 m respecto del resto de la plataforma (Figura 4C).


Figura 4.
A: Vista frontal de plataforma. B: vista perfil sur de plataforma. C: División interna de la plataforma, con evidencia de piso. D: Muro ubicado en la vega al este de la plataforma.

Por su parte, el muro aislado ubicado al este de la plataforma tiene una extensión de 5,20 m de largo y 0,41 m de ancho, y se orienta en diagonal con respecto al eje y al sentido de la caída de la vega (Figura 4D). Su distancia a la plataforma es de 5,60 m en uno de sus extremos y de 7,27 m en el otro, y fue construido con mampuestos canteados y acomodados, de tamaños grandes y medianos. Por sus medidas, ubicación y disposición, se puede pensar que dicho muro fue construido con el propósito de encauzar el agua de la vega para evitar que alcanzara la plataforma.

Inferencias sobre el patrón arquitectónico de Abra de Minas
La distribución arquitectónica que se encuentra en Abra de Minas puede interpretarse en parte si se consideran las características funcionales atribuidas comúnmente a las diferentes unidades constructivas encontradas. En primer lugar, los conjuntos complejos compuestos han sido interpretados como unidades de vivienda compuestas, las cuales representarían la unidad mínima de residencia, con un espacio más grande y articulador que habría funcionado como patio (espacio semiprivado), donde se habrían realizado actividades de producción doméstica (Tarragó 1990; Nastri 1997-1998). En cuanto a los RPC, también se les atribuyen funciones residenciales, estructurados bajo cánones imperiales (Raffino 1981). De esta manera, considerando los conjuntos compuestos complejos y RPC de Abra de Minas, y basándonos en los tamaños, formas y divisiones internas, estimamos que, de los recintos del sitio, al menos 51 de ellos pudieron haberse utilizado como espacios habitacionales. Por su parte, las unidades simples de tamaños medianos a pequeños han sido comúnmente interpretadas como locus de actividades especiales (e.g., almacenaje, enterratorio, etc.), de carácter público o comunitario (Tarragó 1990).
De los recintos simples encontrados en Abra de Minas, al menos cuatro de ellos pudieron haber funcionado como enterratorio. Según lo revelado por los pastores de la zona, las cuatro unidades circulares pequeñas ubicadas en la zona más elevada del sitio (Figura 2, recintos 87, 88, 89 y 90) habrían contenido inhumaciones dentro de vasijas, que fueron retiradas hace muchos años. Dicha historia explicaría la destrucción y la remoción encontradas en estas estructuras. Por otro lado, la descripción original de Raffino (1969) destaca la asociación del sitio con un “cementerio”. Con base en estas informaciones, y a falta de otro tipo de evidencia, es que mantenemos como hipótesis que dichos recintos hayan sido utilizados para enterratorios. En lo referido a la distribución y asociación de las estructuras instaladas en Abra de Minas, planteamos que el asentamiento puede ser dividido en tres partes o zonas estructurales. Por un lado, se encuentra una agrupación formada por los conjuntos compuestos complejos A, B, C, D, E, G y H, en el sector de mayor nivelación, relacionados asimismo con los recintos compuestos asociados F e I, y los simples 23, 24, 25, 26 y 34 (Figura 2). Esta concentración se extiende hacia el oeste, con la construcción de un RPC (conjunto J) y de otro conjunto compuesto complejo, el K, que es el más occidental del sitio. Por otro lado, en el sector sur, por fuera de dicha concentración central, se ubicaría un conjunto RPC (conjunto L), asociado al mortero comunal. Por último, hacia el este, en la zona más elevada del terreno, se halla el conjunto compuesto complejo M, el cual se vincula con las cuatro cistas (recintos 87, 88, 89 y 90) y con el recinto simple 91, posiblemente un corral. A su vez, es posible destacar dos conjuntos por estar ubicados estratégicamente en cuanto a la ventaja visual que presentan. Estos son el conjunto D y el conjunto K. El primero se emplaza en el borde de la pendiente con vista a la vega y al camino norte de entrada al abra. El conjunto K, por su parte, se halla en el sector oeste del sitio, el de menor cota y el más cercano al camino que atraviesa el abra, y ostenta una visión a distancia de la ruta del sur. En cuanto al conjunto compuesto asociado F, emplazado en la zona central del sitio, y sobre la base de sus características detalladas arriba, podemos aventurar alguna interpretación. Por la forma rectangular alargada, y las grandes dimensiones (20 m × 6 m), es probable que el recinto 48 se haya constituido originariamente como una kallanka, una construcción rectangular sin división interna típica del Imperio incaico (Raffino 1981; Hyslop 1990). A su vez, el espacio donde se encuentra actualmente el recinto 47 cuyo tamaño es de aproximadamente 30 metros de diámetro, en torno al cual se ubican las demás construccionespudo haber funcionado como una plaza comunal central, asociada a la kallanka.
Finalmente, la plataforma con el muro asociado, ubicados en el sector de la vega, nos han llevado a diferentes reflexiones. La razón por la cual se ha decidido construir esta estructura en el centro mismo de la vega es una incógnita. Lo cierto es que parecería tener cierta importancia si se considera que sus constructores levantaron un muro cuya función habría sido resguardar la plataforma de la corriente de agua proveniente de la pendiente de la vega, hacia el este. La plataforma puede ser vista desde la zona norte del sitio, donde se encuentra el conjunto D, pero su principal campo visual se destina al segmento más bajo de la quebrada, sobre la vega misma o sus flancos. Por lo tanto, su ubicación y construcción hacen suponer una función ritual y/o de importancia comunal. En definitiva, cualquiera haya sido su finalidad, la característica más evidente es su carácter público.

DISCUSIÓN

Abra de Minas se caracteriza por una fuerte presencia incaica, la cual se ve reflejada en diferentes líneas de evidencia. En lo que se refiere a la arquitectura del sitio, se han encontrado una conjunción de rasgos que determinan una filiación estatal. Los conjuntos RPC son los primeros que se destacan a simple vista. Este tipo de edificación comúnmente se considera suficiente para identificar la presencia directa del Estado inca (Raffino 1981; Williams et al. 2005). Por su parte, las técnicas constructivas utilizadas en la manufactura de las estructuras responden, en su gran mayoría, a características propiamente imperiales. Entre ellas se destacan principalmente la confección de muros dobles, con canteado y acomodo de los mampuestos, y mortero o argamasa en las juntas (Raffino 1981). Asimismo, en los sectores excavados se logró determinar la existencia de cimientos de piedra socavados en el nivel estéril, técnica que fue poco frecuente en los sitios tardíos locales, donde las construcciones comúnmente fueron de tipo aéreas (Albeck y Zaburlín 2008). Por último, al emplazarse el sitio sobre un terreno irregular y con pendiente, la construcción en determinados sectores requirió de la nivelación por medio del aterrazado, práctica muy común para el Imperio (Raffino 1981).
En lo relativo a la distribución espacial, las estructuras parecerían haber estado determinadas en cierta medida por la topografía. De esta manera, puede conjeturarse una construcción aparentemente organizada en torno a la zona central del terreno, la más nivelada dentro de la pendiente natural que predomina en el sitio. Por otra parte, se destaca la presencia de una agrupación de estructuras hacia el este (conjunto M, las cistas y recinto 91), zona que se encuentra separada del resto y que posee una posición privilegiada en cuanto a la circulación y al control visual de todo el poblado. Dicha segregación indicaría que, si bien en los métodos constructivos se halla cierta homogeneidad en cuanto a la calidad y energía depositada, la arquitectura del sitio puede reflejar una organización espacial diferencial de los conjuntos que conforman el asentamiento. Por otra parte, como vimos, fueron ocupados diferentes puntos visualmente estratégicos, cuyas ventajas en el control del terreno facilitarían la defensa y habrían hecho innecesaria la presencia de un muro perimetral. De esta manera, y considerando la funcionalidad habitacional de los conjuntos compuestos complejos, se puede plantear la ocupación de una cantidad considerable de personas viviendo en el sitio, la gran mayoría de las cuales se habrían agrupado en el sector central descripto más arriba. También puede plantearse la hipótesis de la presencia de jerarquización entre sus ocupantes. Por ejemplo, los RPC habrían sido conjuntos de residencia de individuos directamente relacionados con el Imperio. Por otra parte, el conjunto ubicado en el sector más alto (conjunto M), con la mejor visibilidad del sitio, y acceso directo, podría vincularse con ocupantes de mayor estatus, tal vez encargados de la dirección y organización del asentamiento. Por su parte, el resto de los recintos habitacionales pudieron haberse destinado para pobladores de menor jerarquía, posiblemente mitmaqkuna o mitayos locales. En cuanto a las motivaciones que pudo tener el Imperio incaico para instalarse en Abra de Minas, se debe considerar que, si bien los factores geomorfológicos y climáticos jugaban un papel importante, bajo el dominio estatal la distribución regional se determinaba principalmente por cuestiones estratégicas y económicas (Raffino 1981). El sector donde se encuentra emplazado el poblado constituye una vía segura de circulación por un ambiente desértico como el de la Puna Salada, con camino hacia el sector centro-sur del área valliserrana del Noroeste argentino, la Puna septentrional y meridional, y el sector sur de Atacama o el Alto Loa. Respecto de ello, Abra de Minas y Cueva Inca Viejo contienen evidencia de haber mantenido vínculos con otras regiones, tanto en momentos estatales como anteriores (López y Coloca 2015; López et al. 2015). En este sentido, el poblado se encontraba en un punto geográfico que el Estado pudo considerar estratégico, ya que desde allí es posible controlar el tránsito hacia diferentes regiones. Otro aspecto a tener en cuenta es el tipo de ocupación que el Imperio emplazó en el lugar y su posible cercanía con zonas de importancia, ya sea en términos productivos, por la explotación minera y agroganadera, como políticos, mediante el dominio de sectores de importancia para las poblaciones locales. Al respecto, es posible que, al momento de la llegada del Imperio, la zona haya estado vinculada con el sector central del valle Calchaquí, donde se han registrado evidencias de ocupaciones con cronologías desde el Formativo hasta épocas históricas, como por ejemplo, las instalaciones agrícolas de las quebradas de Tacuil y Gualfín (ca. 60 km del salar de Ratones) (Baldini et al. 2004; Cremonte y Williams 2007). Asimismo, Williams y colaboradores (2014) describieron sitios en los valles de Brealito y Luracatao con ocupaciones asociadas a momentos tardíos, previos y posteriores a la llegada incaica. Estas evidencias (construcciones de tipo conglomerado, recintos aislados, aleros con arte rupestre y extensas superficies de cultivo) se encuentran a ca. 34 km de distancia de Abra de Minas.
De esta manera, es posible suponer que Abra de Minas estuviera articulado con dichas ocupaciones del valle medio Calchaquí, por lo menos desde momentos tardíos, y que posteriormente, bajo el dominio incaico, se haya conformado como un nodo dentro de una red de instalaciones estatales, evidentemente vinculadas a la red vial. Como dijimos, en general, la naturaleza de los asentamientos estatales estaba asociada con diversas estrategias. Se ha sostenido que los incas habitaron ciertos espacios exclusivamente por razones prácticas, pero también ocuparon otros lugares con fuerte carga simbólica, comúnmente vinculados con los antepasados locales, por delicados procesos de exhibición de poder (Williams et al. 2005). Por esta razón, se encuentran emplazamientos estatales en sectores donde podían explotar el empleo de promontorios rocosos y/o relacionados con cerros de importancia (Hyslop 1990). Determinar la importancia que estos lugares geográficos pudieron tener para la población local no sólo económicamente, sino también desde un dominio simbólico/religiosoayuda a comprender los motivos y las estrategias de dominación incaicas en esta región.
En este sentido, toma relevancia la presencia cercana de la Cueva Inca Viejo y su asociación con Abra de Minas. La cueva contiene una variedad de indicadores de prácticas rituales, que habrían sido realizadas desde momentos tardíos previos a la llegada del Estado, pero también bajo su presencia (ver López et al. 2015). El interés imperial en la cueva se refleja principalmente en su preocupación por restringir el acceso mediante la construcción de la plataforma ubicada en su entrada (Figura 5). Asimismo, la ubicación misma de Abra de
Minas permitiría ejercer un control sobre el camino que conduce a ella. Al respecto, el poblado expresa una clara intención de visibilidad por parte de sus constructores, e impone una arquitectura a un nivel que denota la construcción de una geografía política y cultural. Este control se habría asociado con un aspecto de la dominación simbólica de la región por parte del Estado. El hallazgo de la plataforma en el sector de la vega puede reforzar la idea de un dominio simbólico implementado por el Imperio mediante la propiciación de festividades y el control de determinados rituales (Williams et al. 2005). Finalmente, respecto de la arquitectura de momentos previos al Tawantinsuyu, pensamos que su escasa evidencia en Abra de Minas puede deberse al tipo de ocupación que allí se emplazó, posiblemente vinculado a instalaciones pequeñas y/o de corta duración. La presencia de la vega podría constituir un lugar propicio para el paraje de pastores y grupos caravaneros que dejaron la evidencia del tráfico macrorregional en la cueva desde tiempos preincas (López et al. 2015).


Figura 5.
Acceso de la Cueva Inca Viejo. A: Camino con evidencia de muros de contención. B: Muro y plataforma en la entrada a la cueva.

CONCLUSIONES

En el marco regional de la Puna, Abra de Minas se destaca por la cantidad de estructuras desplegadas. En términos generales, podemos sostener que la arquitectura del sitio indica un dominio efectivo del lugar por parte del Tawantinsuyu. Dicha afirmación se sustenta en la observación del manejo de técnicas constructivas específicas, como el aterrazado o la formatización de los mampuestos, que evidencian la participación de especialistas conocedores de la arquitectura imperial. Estas prácticas, a su vez, denotan una alta inversión de energía y hacen reflexionar sobre la relevancia que pudo tener este sector de la puna salteña para la expansión incaica en el Noroeste argentino, más aún considerando el papel que el Imperio le daba a la arquitectura, la cual constituía un elemento privilegiado para organizar su mundo, apropiar territorios, señalar su dominio e integrar poblaciones. Este aspecto de las construcciones estatales ha sido destacado por numerosos investigadores (e.g., Raffino 1981; Hyslop 1990; Williams 2000; entre otros). Por otra parte, debemos resaltar la relevancia que pudo tener la Cueva Inca Viejo para la dominación del sector por parte del Tawantinsuyu. En este sentido, si bien la vega pudo haber facilitado la ocupación de pastores y/o caravaneros, creemos que la presencia de la Cueva Inca Viejo debió haber sido determinante en la importancia del sector dentro del tráfico macrorregional desde tiempos previos a la llegada imperial. Dicho valor se refleja en la diversidad de materiales relacionados con actividades rituales y de caravaneo detectados en la cueva (López et al. 2015).
En cualquier caso, Abra de Minas presenta evidencias de ocupaciones humanas recurrentes desde momentos preincaicos hasta tiempos históricos, lo cual refleja su importancia como lugar de uso persistente (Schlanger 1992). Considerando los diferentes datos presentados, sostenemos que el sitio debió conformar un lugar de importancia para las poblaciones tardías que lo ocuparon de forma sucesiva, por su utilidad para el pastoreo y/o paraje dentro de una red de intercambio interregional, pero también por ser un lugar con una fuerte carga simbólica, donde se realizaban prácticas rituales. Posteriormente, los incas se apropiaron efectiva y simbólicamente de este espacio, y pasaron a controlar el tráfico macrorregional preexistente y la comunicación entre la puna y otras regiones. Asimismo, no se debe descartar la importancia minera de la Puna de Salta, por ejemplo, para la extracción de bienes suntuarios como la turquesa, roca muy apreciada por el Imperio. Hasta el momento no se han encontrado evidencias de explotación de otros minerales en el sector. El avance de la investigación permitirá profundizar en relación con este punto. En consecuencia, el Estado inca pudo haber considerado el sitio como lugar estratégico mediante el cual podía facilitarse un dominio desde el plano económico, mediante el control del tráfico caravanero y/o explotación minera; político, mediante el control del tránsito y la comunicación entre distintas regiones; sociocultural, introduciendo artefactos y tradiciones incaicas; y simbólico, por medio del control de prácticas rituales y la propiciación de festividades vinculadas con la Cueva Inca Viejo.
Para finalizar, creemos que Abra de Minas, junto con la Cueva Inca Viejo, puede realizar un importante aporte a la discusión sobre los procesos desarrollados en las tierras altas del Noroeste argentino durante contextos tardíos prehispánicos. En particular, consideramos que la información obtenida puede contribuir a seguir esclareciendo las diferentes maneras (vinculadas a determinadas estrategias) en que el Imperio incaico ocupó el territorio del Collasuyu, como también a desentrañar la naturaleza de las relaciones que establecieron con las poblaciones locales.

Agradecimientos

A CONICET. A Gabriel López y Eugenia Turk por sus lecturas y correcciones. A Sonia Araya, Juan Pablo Orsi y Silvina Seguí por su ayuda en la investigación.

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