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Intersecciones en antropología

versión On-line ISSN 1850-373X

Intersecciones antropol. vol.18 no.3 Olavarría dic. 2017

 

ARTÍCULOS

Introducción al estudio de los artefactos compuestos del primer milenio DC en El Infiernillo, Tucumán

 

Cecilia Mercuri

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Instituto en Ciencias Sociales y Humanidades (ICSOH). Avenida Bolivia 5150 (4400), Salta. E-mail: ce_mercuri@yahoo.com.ar

Recibido 20 de octubre 2016.
Aceptado 09 de febrero 2017


RESUMEN

En el área de la quebrada de Los Corrales, en el abra de El Infiernillo, Tucumán, se vienen llevando a cabo tareas de relevamiento arqueológico desde 2005. Se detectaron numerosas estructuras agrícolas, pastoriles y residenciales, las cuales se agrupan principalmente en el sector meridional de la quebrada, en un área denominada Puesto Viejo. En un análisis anterior del material lítico de la Estructura 1 de Puesto Viejo 2 (la cual posee fechados en torno al 1000 de la Era), notamos una llamativa frecuencia de artefactos compuestos. Asimismo, detectamos que estos instrumentos se distribuían de modo particular en la estructura excavada, lo que mostraría diferencias en el uso de los espacios domésticos. En este trabajo indagamos en diferencias en el material lítico de las unidades RC y R4 en función de descubrir patrones que aclaren el panorama en cuanto a diversas actividades realizadas y que, a su vez, nos permitan hipotetizar acerca del rol de los artefactos compuestos en las sociedades agropastoriles tempranas. Los resultados muestran diferencias entre los conjuntos analizados, que indicarían diversidad de actividades contemporáneas y un probable rol en tareas relacionadas con el procesamiento en el marco de una sociedad productora de alimentos.

Palabras clave: Artefactos líticos compuestos; Sociedades agropastoriles; El Infiernillo; Primer milenio de la Era cristiana.

ABSTRACT

An introduction to the analysis of composite artifacts from first millenium AD El Infiernillo, Tucumán

Archaeological survey has been carried out in the area of Los Corrales river ravine, El Infiernillo, Tucumán, since 2005. Numerous agricultural, pastoral, and residential structures have been detected. The latter concentrate mainly in the southern portion of the ravine, in Puesto Viejo sector. In a previous analysis of lithic material from Structure 1 in Puesto Viejo 2 (which has been dated to 2000 BP) a frequency and distribution of composite artifacts was noted that may show differences in the use of domestic space. In this paper, differences in lithic material from RC and R4 assemblages are examined with the aim of discovering patterns that may enable the diversity of activities to be understood and a hypothesis regarding the role of composite artifacts in early agropastoral societies to be formulated. Results show differences between the assemblages analysed that may be due to contemporary activities and the probable role of the assemblage in processing tasks related to a food producer society.

Keywords: Composite lithic artifacts; Agropastoral societies; El Infiernillo; First Millenia of the era.


 

A Eduardo P. Mauri

INTRODUCCIÓN

Este trabajo se enmarca en las investigaciones arqueológicas relativas al material lítico perteneciente al período Formativo de diversas áreas del NOA llevadas a cabo desde 2012 (Mercuri 2012). En este caso, el área de estudio es la quebrada del río Los Corrales, la cual se localiza sobre el abra de El Infiernillo, en la provincia de Tucumán, Argentina (Figura 1). Esta ha sido relevada sistemáticamente desde 2005 por Oliszewski y equipo de trabajo (Oliszewski et al. 2008), que detectaron numerosas estructuras agrícolas, pastoriles y residenciales y, al menos, dos cuevas con ocupaciones prehispánicas: Cueva de Los Corrales 1 y 2 (Caria et al. 2010; Oliszewski 2011).


Figura 1.
Área de estudio.

El uso del espacio en la quebrada de Los Corrales presenta características particulares, ya que los sectores donde se emplazaron las estructuras productivas (agrícolas y pastoriles) se encuentran totalmente separados de aquellos donde se instalaron las estructuras residenciales (Di Lullo 2010; Oliszewski et al. 2010; Oliszewski 2011; Di Lullo 2012). Las estructuras de producción agrícola (andenes) y la mayoría de los corrales (simples y compuestos) cubren un área de 160 hectáreas y se ubican sobre laderas con depósitos loéssicos (Caria et al. 2009 y 2010), mientras que las estructuras residenciales se agrupan en el área meridional de la quebrada, en ambas márgenes del curso superior del río Los Corrales, en un sector denominado Puesto Viejo. Para su estudio, esta área ha sido dividida en dos: Puesto Viejo 1 (PV1), en la margen oeste; y Puesto Viejo 2 (PV2), en la margen este (Di Lullo 2010; Oliszewski et al. 2010; Di Lullo 2012). En términos generales, los recintos habitacionales de Puesto Viejo se caracterizan como estructuras de piedra subcirculares compuestas (Di Lullo 2010, 2012), cuyo diseño arquitectónico se asemeja al denominado "patrón margarita" típico del valle de Tafí (Berberián y Nielsen 1988), a unos pocos kilómetros del área de estudio. En superficie, asociados a estas estructuras, se ha registrado gran cantidad de materiales arqueológicos, como tiestos cerámicos, artefactos líticos y material óseo, mayormente de camélidos (Gramajo Bühler 2009; Srur 2009; Martínez et al. 2011; Oliszewski 2011; Muntaner 2012; Martínez et al. 2013; Mercuri y Mauri 2013; Srur y Oliszewski 2013; Mercuri y Mauri 2015a).
En función de profundizar conocimientos, en el año 2008 se realizó la excavación de una estructura (Estructura 1) en PV2, de la cual se obtuvieron fechados en torno al 0 de la Era cristiana. En este trabajo complementamos algunos resultados del análisis del material lítico de esta estructura, ya que en un primer estudio (Mercuri y Mauri 2013, 2015a) se detectó una frecuencia de artefactos compuestos que no habíamos registrado en casi ninguna bibliografía publicada sobre conjuntos líticos adscribibles al primer milenio de la Era cristiana en el área (cf. Videla 2011; Caria y Gómez Augier 2015, Salazar y Franco Salvi 2015; Montegú 2016). Existe una referencia en Somonte (2007), quien releva una importante representatividad de artefactos dobles y compuestos para conjuntos de sociedades agropastoriles de Amaicha del Valle, Tucumán. En este artículo nos proponemos indagar en las diferencias relativas a los artefactos compuestos de dos unidades de excavación en función de descubrir patrones referidos a diversas actividades realizadas. Esto nos permitirá hipotetizar acerca del uso y rol de los artefactos compuestos en las sociedades agropastoriles.

CASO DE ESTUDIO Y ANTECEDENTES

La estructura 1 (de aquí en más, E1) está emplazada en el sector medio de PV2. Se halla conformada por un recinto o patio central de ca. 15 m de diámetro y cuatro de menor tamaño (3-5 m de diámetro), adosados (Figura 2). La técnica constructiva utilizada en la fabricación de la estructura del "patio" y de los recintos es similar. Ambos están confeccionados con muros de piedra simple aglomerados en una matriz más fina, que conforman un espesor de unos 60 cm en promedio. En el año 2008 se realizaron excavaciones estratigráficas. En el recinto central (de aquí en adelante, RC) se excavaron cinco cuadrículas de 1 × 1 m y se llevó a cabo un sondeo estratigráfico en uno de los recintos adosados (recinto 4, en adelante R4), donde se excavaron cuatro cuadrículas de 1 × 1 m (Figura 2).


Figura 2.
PV2, Estructura 1. Tomado de Oliszewski et al. (2013).

Estratigráficamente, el RC presenta una mayor complejidad (en el sentido de cantidad de episodios), ya que se han registrado tres eventos ocupacionales, mientras que en R4 se ha identificado uno (Caria y Oliszewski 2013). En el RC se evidencia una ocupación inicial en un piso situado a 180-190 cm de profundidad, en el cual se hallaron concentraciones de carbones, fragmentos de marlo de maíz y restos óseos de camélido. Una datación radiocarbónica realizada sobre carbón vegetal situó esta ocupación en 1710 ± 30 años AP (UGAMS# 05795) (Caria y Oliszewski 2013). A esta le siguió una ocupación intermedia, evidenciada por la presencia de una estructura de combustión cerrada situada entre 130 y 170 cm deprofundidad, asociada a grandes cantidades de ceniza y carbón, junto con distintas evidencias, como restos óseos, desechos y artefactos líticos, fragmentos cerámicos y macrorrestos arqueobotánicos termoalterados (Caria y Oliszewski 2013). Finalmente, una última ocupación con un piso consolidado a 80-100 cm de profundidad, en el cual se registraron en posición horizontal fragmentos cerámicos, material lítico, restos óseos de camélido y concentraciones de ceniza y espículas de carbón con semillas carbonizadas (Caria y Oliszewski 2013). A los 40 y 60 cm de profundidad se registra una capa continua de concreciones blanquecinas con alto contenido de ceniza volcánica (Caria y Oliszewski 2013).
Por otro lado, en el R4 se registró, entre 80 y 60 cm de profundidad, un posible piso de ocupación evidenciado por la presencia de sedimento consolidado en asociación con una lente de ceniza, cuentas, fragmentos cerámicos, lascas y fragmentos óseos de camélido, chañar, algarrobo y maíz termoalterados. A modo de hipótesis, Oliszewski y colaboradores (2010) propusieron que podría tratarse del área periférica de un fogón destinado a tareas de cocina. El abordaje desde diversas vías de análisis, tales como estudios de porosidad de suelos y observaciones de campo al excavar el muro que conecta RC con R4, cuya base se encuentra a un mismo nivel, permitió determinar que, hacia ca. 1750 años AP, se habrían construido el RC y el R4 contemporáneamente (Caria y Oliszewski 2013). A lo largo del muro en su posición vertical, se observa una articulación entre las piedras que lo conforman. Sin embargo, si bien ambos recintos fueron ocupados al mismo tiempo, el RC presenta un diseño semisubterráneo, mientras que R4 presenta un diseño de un sólo nivel de piso superficial. El bajo grado de porosidad en los niveles ocupacionales apoya la hipótesis de una ocupación inicial intensa, donde se habrían llevado a cabo actividades diferenciales en los recintos (Caria y Oliszewski 2013). En este artículo nos enfocamos principalmente en el nivel de ocupación inicial, que presenta una mayor abundancia artefactual y en el cual se visualiza la correlación entre ambas unidades excavadas. Se recuperó desde material lítico y cerámico hasta arqueobotánico y óseo. Los fragmentos cerámicos hallados son todos asignables al primer milenio DC (Gramajo Bühler 2009) y se distribuyen principalmente en los primeros niveles y en la estructura de combustión. Los restos arqueobotánicos evidencian la presencia de plantas alimenticias tanto silvestres (algarrobo y chañar) como domésticas (maíz) que, termoalteradas y asociadas a fragmentos óseos de camélido, se interpretan como desechos de consumo (Oliszewski 2009; Srur y Oliszewski 2013). Estas evidencias nos permiten proponer que muy probablemente se trate de una unidad doméstica en la cual se habrían llevado a cabo diversas actividades cotidianas, entre las cuales el consumo y descarte de recursos alimenticios tuvo un papel principal (cf. Srur y Oliszewski 2013).
Como ya mencionamos anteriormente, en un primer análisis del material lítico (proveniente del contexto descrito más arriba) notamos una frecuencia de artefactos compuestos que no habíamos detectado en otros conjuntos de la época, al menos en la mayoría de los trabajos publicados (Videla 2011; Mercuri y Mauri 2013, 2015a; Caria y Gómez Augier, 2015; Salazar y Franco Salvi 2015; Montegú, 2016). Los artefactos compuestos suelen estar asociados al manejo de materias primas costosas (por su disponibilidad, P. Escola, comunicación personal 2016) y por su carácter de transportabilidad a sociedades altamente móviles (Nelson 1991; Matarrese 2016; Messineo et al. 2016, entre otros). Entonces, cabe preguntarse ¿cómo se insertan esta clase de artefactos en sociedades agropastoriles plenas, y qué rol habrían jugado en ellas? Ahora bien, no obstante ser mencionadas en la lista de clases artefactuales en diversas publicaciones (e.g., Massigoge y Pal 2011; Moreno 2015, entre muchos otros), no existe un análisis particular de esta clase de artefactos en sociedades agropastoriles. En tal sentido, en este trabajo nos proponemos indagar en las diferencias relativas a los artefactos compuestos de las unidades RC y R4 en función de descubrir patrones referidos a diversas actividades contemporáneas realizadas. Esto nos permitirá generar ideas acerca del uso y el rol de los artefactos compuestos en las sociedades agropastoriles.

MATERIALES Y MÉTODOS

El material que analizamos aquí proviene, como se dijo, de los recintos RC y R4 de la Estructura 1 del sitio PV2, nivel de ocupación inicial (ver supra), ya que lo que nos interesa en este caso es explorar la diversidad en relación con posibles actividades contemporáneas llevadas a cabo en las unidades excavadas a partir de los artefactos compuestos. La muestra total analizada se compone de 816 artefactos: 638 piezas en el RC y 178 en el R4. Para su análisis, dividimos la muestra en lascas, artefactos formatizados, núcleos y desechos no diferenciados (Mercuri y Mauri 2015a).
Se utilizó principalmente la propuesta de Aschero (1975 y 1983) para la descripción tecnomorfológica y morfológico-funcional. La determinación de materias primas se realizó a ojo desnudo con la ayuda de una colección de referencia. Esta colección se conformó anteriormente mediante trabajo de campo y laboratorio con la ayuda del geólogo Dr. Jorge González y la Dra. Carolina Somonte. A partir del análisis de este conjunto, discriminamos los artefactos compuestos (n = 11). De acuerdo con Aschero (1975: 71), este grupo comprende piezas que presentan dos o más especímenes morfológicos pertenecientes a grupos diferentes, en una misma unidad (dos formas de filos, de puntas, etc.). Dado que se asumen como unidades morfológicas, deben entrar como tales al nivel comparativo (Aschero 1975: 71). No deben confundirse con los instrumentos dobles, los cuales presentan formas repetidas de filos, puntas, etc. Entonces, definimos como compuestos a aquellos artefactos líticos que poseen más de un filo o punta activa, dejando de lado para su definición la existencia o no de formatizaciones de enmangue o dorsos de prensión, es decir, filos pasivos. Como notan diversos autores (cf. Lurie 1989; Escola 2000; Somonte 2007), si bien en principio estos instrumentos no representan formas estandarizadas ni poseen alto grado de modificación, por lo que presentarían una baja especialización, se advierte que no se puede descartar el hecho de que la especialización en un instrumento también puede estar definida por la presencia de formas discretas de bordes que lo inhiben de ser utilizados en otra tarea que la específica (e.g., muescas de tamaños particulares).

RESULTADOS

En primer lugar, se determinó que en los dos conjuntos analizados no existe variación en cuanto a materias primas y que predomina ampliamente el cuarzo sobre la andesita (Figura 3). De las 638 piezas analizadas en RC, un 68% son de cuarzo, 32% de andesita y un espécimen es de obsidiana (cuyo porcentaje no tiene incidencia en el total). Por otro lado, de los 178 elementos examinados en R4, un 75% son de cuarzo, mientras que un 25% están confeccionados con andesita. Estas dos rocas son locales, de consecución inmediata y alta disponibilidad (Mercuri y Mauri 2015a). Cuando analizamos la distribución de materias primas en artefactos formatizados, la proporción se invierte en el conjunto de RC, pero se mantiene en el de R4 (Figura 4). Así, de los artefactos formatizados en RC (n = 22), un 73% están confeccionados con andesita, mientras que sólo un 27% son de cuarzo. En oposición, en R4, los artefactos formatizados (n = 23) están realizados mayormente sobre cuarzo (74%) y un 26% de los instrumentos se confeccionaron con andesita. Otra diferencia destacable que había sido detectada anteriormente se relaciona con la presencia de núcleos en RC y no en R4. Se trata de tres piezas, dos de cuarzo y una de andesita (para más datos, Mercuri y Mauri 2015a).


Figura 3.
Proporción de materias primas en los conjuntos.


Figura 4.
Distribución de clases artefactuales en RC y R4.

Si a esto último sumamos que en RC el porcentaje de instrumentos es de 3,4%, mientras que en R4 es del 13%, es interesante considerar una vinculación de este con un espacio principalmente de uso más que de manufactura de instrumentos. En relación con los artefactos compuestos, se trata de 11 piezas, cuatro en RC y siete en R4. Si bien el porcentaje en relación con el conjunto de artefactos formatizados es relativamente semejante (23% en RC y 35% en R4), se observan diferencias. En lo que respecta a la materia prima, en RC, los artefactos compuestos están confeccionados exclusivamente con andesita (Figura 5); mientras que en R4 hay tanto de cuarzo como de andesita (dos y cinco artefactos, respectivamente, Figura 5). Esta última materia prima, en R4, fue utilizada casi exclusivamente en la confección de artefactos compuestos (cf. Mercuri y Mauri 2015a).


Figura 5.
Distribución de artefactos formatizados en RC y R4.

En la Tabla 1 se observan los grupos/subgrupos tipológicos de los instrumentos. En relación con los artefactos compuestos, se registra un patrón: por un lado, en RC existe un predominio de filos de cortante, seguido por las puntas (ya sea entre muescas o burilante). Por otro lado, en R4, es notable la tendencia hacia las muescas; la mayor parte de las veces, combinadas con algún filo natural con rastros complementarios (FNRC), filos no regularizados y puntas. En relación con las muescas (artefacto con una o más concavidades, pero nunca adyacentes, producidas por retoque), el ancho de las bocas ronda entre los 5 y 7 mm, y la profundidad, entre 2 y 4 mm (para más detalle sobre el tema ver Pincin et al. 2011). Asimismo, a pesar de la mayor diversidad relativa de materias primas en R4, no se observan patrones discriminantes en este sentido, ya que en ambas rocas se evidencian las mismas clases artefactuales. En suma, el análisis de los artefactos compuestos permitió determinar que, si bien los conjuntos presentan similitudes, se evidencian características distintivas en cuanto a frecuencias, materias primas y grupos tipológicos.

Tabla 1. Grupos y subgrupos tipológicos de los conjuntos analizados según materia prima. Tomado y modificado de Mercuri y Mauri (2015a).

DISCUSIÓN Y PALABRAS FINALES

El subconjunto analizado de los artefactos compuestos de dos unidades de excavación de la estructura 1, en PV2, presenta características comunes y particularidades relacionadas con cada unidad de hallazgo. En primer lugar, respecto de las materias primas, si bien en el conjunto total de artefactos existe cierta tendencia al predominio del cuarzo (ver más arriba), esto no sucede específicamente con los artefactos compuestos, los cuales están mayormente confeccionados con andesita. Ahora bien, hay ciertas características de las rocas utilizadas que nos hacen pensar en la selección de determinada materia prima para fines específicos. Es decir, la andesita presenta propiedades de dureza, tenacidad y textura homogénea que la hacen particularmente dúctil. Asimismo, también resultan artefactos duraderos, ya que los filos formatizados (y los no formatizados también) tienen mayor probabilidad de tener una vida útil proporcionalmente larga, sin necesidad de retoques constantes, y menor propensión a las fracturas. Por otra parte, el cuarzo presenta una textura menos homogénea, una tendencia a mayor fragilidad y una mayor dureza. Estas características hacen que su talla no siempre tenga buenos resultados, en tanto pueden generarse charnelas y planos de debilidad. La mayor fragilidad no inhibe que los filos obtenidos en cuarzo sean más filosos que los de la andesita (J. Funes y E. Mauri, comunicación personal 2010). Otro factor importante a tener en cuenta en esta evaluación es el tamaño de las formas base. Si bien ambas rocas están disponibles localmente y en relativa abundancia (Cruz et al. 2009), los nódulos de andesita son de mayor tamaño y disponibilidad, y presentan mejores plataformas y aristas para iniciar la talla de artefactos. Por su parte, el cuarzo se presenta en vetas con mucha variedad en cuanto a textura y fractura, lo cual incide en la búsqueda de material de calidad para la confección de artefactos. En este sentido, la elección de la andesita cobra significado, ya que si el objetivo es confeccionar artefactos que sean aptos para múltiples tareas (aclaramos que estas pueden o no estar relacionadas entre sí), lo óptimo es hacerlos con una materia prima adecuada, en este caso versátil y durable, como la andesita. Ahora bien, ¿a qué responde la sobrerrepresentación de cuarzo en la muestra analizada? Tal vez esto se deba a una mayor eficiencia de los filos, pero este aspecto debería ser explorado en profundidad.
En cuanto a las clases artefactuales presentes en cada conjunto, se hacen evidentes dos patrones claros. Por un lado, RC, con un predominio de filos dedicados a tareas de corte. Entre estos encontramos tanto cuchillos como cortantes, asociados a muescas, puntas u otros filos indistintamente. Por otro, el conjunto de R4 muestra una clara predominancia de muescas, asociadas a otras muescas, puntas o filos de corte. La alta frecuencia de muescas, en un principio, nos hizo pensar si no se relacionaba con un rasgo natural de la fractura de la roca. Sin embargo, testeos efectuados sobre las andesitas presentes en Los Corrales dieron resultados poco significativos en lo que respecta a la formación natural de muescas (J. Funes y E. Mauri, comunicación personal 2010). En este sentido, también contamos con la evidencia proporcionada por los artefactos de cuarzo, ya que se registran muescas en esta materia prima. Así, en R4, no se observa selección de una roca particular para los artefactos compuestos. Ahora bien, esto puede relacionarse, como se desarrolló más arriba, con la clase de tareas a las cuales estaban dirigidos los instrumentos. En este caso, tal vez no se requiriera que estos fueran tan duraderos como los artefactos de RC, sino que tuvieran muescas (probablemente, de distintas texturas) disponibles. En principio, a partir de este análisis introductorio a los artefactos compuestos (ya que se precisaría profundizar el estudio mediante otras vías analíticas), podemos apoyar la hipótesis de Caria y Oliszewski (2013) en relación con las diversas actividades llevadas a cabo en los recintos (ver supra). Posiblemente no sólo se trataría de diferencias en el uso, sino también en cuanto a la manufactura de los instrumentos. Las diferencias en cuanto al porcentaje que representa esta clase de artefactos en cada conjunto es un indicio de esto; en R4 se presentan en una mayor proporción que en RC. A partir del análisis de restos faunísticos y arqueobotánicos, Srur y Oliszewski (2013) proponen que probablemente el RC se trataría de una unidad doméstica en la cual se habrían llevado a cabo diversas actividades cotidianas, entre las cuales el consumo y descarte de recursos alimenticios tuvo un papel principal. La alta frecuencia de artefactos de corte diversificados, en principio, apoyaría esta hipótesis de tareas poco específicas, pero que pueden estar relacionadas con el consumo de recursos faunísticos y vegetales.
En relación con el conjunto de R4 (más, si tenemos en cuenta que los artefactos simples son una muesca, una punta burilante, un artefacto de formatización sumaria y dos fragmentos de artefactos formatizados) (cf. Mercuri y Mauri 2015a; Tabla 1), en un primer momento pensamos en actividades posiblemente relacionadas con la formatización y regularización de astiles, más que con las tareas de cocina planteadas por Oliszewski (ver más arriba). Sin embargo, la ausencia de puntas de proyectil, sumada al ancho de las bocas de las muescas, sugiere una probable vinculación con actividades de producción
de tientos y/o cueros o de alisado de huesos que podrían servir como husos, punzones, retocadores o incluso herramientas relacionadas con actividades de alfarería. No obstante, ambas labores no son excluyentes, de modo que podrían haber sido implementadas contemporáneamente.
Si pensamos que los filos que remiten a tareas de corte son más versátiles o menos especializados que las muescas, se puede hipotetizar una mayor diversidad en cuanto a las tareas que se habrían llevado a cabo en RC respecto de las realizadas en R4. Esto adquiere sentido si pensamos que RC podría haber sido un espacio de uso común (ver planta en Figura 2), donde se realizaran actividades, por ejemplo, de procesamiento de alimentos (tanto animales como vegetales). Por otra parte, en los artefactos de R4 se observa, además de cierta especialización hacia muescas y puntas destacadas, un predominio general del cuarzo. Ahora bien, dado que no parece ser consecuencia de la función primaria de los instrumentos, la elección de esta materia prima, ¿podría deberse a cuestiones asociadas a la identidad de un grupo particular? Las puntas de proyectil registradas para el primer milenio en El Infiernillo son casi exclusivamente de cuarzo (cf. Martínez et al. 2011; Martínez et al. 2013; Mercuri y Mauri 2015a y b). Sin embargo, en El Infiernillo no se registra evidencia asociada a situaciones de conflicto, como serían, por ejemplo, signos de trauma en los cuerpos o estructuras defensivas (N. Oliszewski, comunicación personal 2016); sumado esto a que el conjunto analizado de R4 no nos remite a actividades relacionadas con sistemas de armas (aunque no se niega su presencia), por el momento podría pensarse en grupos más vinculados a tareas domésticas que a violencia intergrupal (ver discusión al respecto, para momentos posteriores, en Vilches 2016).
En suma, en este trabajo indagamos en las diferencias relativas a los artefactos compuestos recuperados en dos sectores de la Estructura 1 de PV2 en función no sólo de descubrir patrones que aclaren el panorama en cuanto a la diversidad de actividades contemporáneas realizadas, sino también para formular hipótesis acerca de su rol en las sociedades agropastoriles. Entonces, la información presentada en este artículo no es dada únicamente para ampliar el conocimiento de este sitio en particular, sino como un modo de hacer una pequeña contribución a la comprensión de las sociedades agropastoriles tempranas.

Agradecimientos

Agradezco principalmente a Nurit Oliszewski y Jorge Martínez. Especialmente al equipo de investigación de El Infiernillo, en particular a Jorge Funes. A Caro Somonte y al geólogo Jorge González. A Ceci Castellanos por su lectura crítica, el procesamiento de imágenes y el apoyo moral. A CONICET, al ICSOH y a la Facultad de Ciencias Naturales e Instituto Miguel Lillo, de Tucumán, por permitirnos desarrollar estos estudios. A los evaluadores por sus invalorables aportes. A Luigi por las ideas en torno a la eficacia de ciertos artefactos. A todos aquellos que de un modo u otro se hayan visto involucrados en esta investigación. No obstante, todo lo aquí vertido es de mi entera responsabilidad.

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