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Intersecciones en antropología

versión On-line ISSN 1850-373X

Intersecciones antropol. vol.18 no.3 Olavarría dic. 2017

 

ARTÍCULOS

Objetos y paisajes multisensoriales del Holoceno tardío inicial en el centro de Argentina (ca. 3900 años AP). Acerca de un contexto arqueomalacológico de las Sierras de Córdoba

 

Sebastián Pastor, Sandra Gordillo y Luis Tissera

Centro de Investigación y Transferencia de Catamarca (CITCA)-Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Prado 366, (4700) San Fernando del Valle de Catamarca, Argentina. E-mail: pastorvcp@yahoo.com.ar
Centro de Investigaciones en Ciencias de la Tierra (CICTERRA)-CONICET. Av. Vélez Sarsfield 1699, (5016) Córdoba, Argentina. E-mail: sandra.gordillo@unc.edu.ar
Reserva Cultural-Natural Cerro Colorado, Agencia Córdoba Cultura. Bv. Chacabuco 737, (5000) Córdoba, Argentina. E-mail: luistissera@gmail.com

Recibido 07 de febrero 2017.
Aceptado 18 de septiembre 2017


RESUMEN

Se presentan los resultados de la investigación de un contexto arqueomalacológico procedente del valle de Punilla (Córdoba, Argentina) y asignado cronológicamente al Holoceno tardío inicial (ca. 3900 años AP). Este fue detectado en un espacio restringido dentro de un sitio arqueológico definido como un campamento a cielo abierto, en parte utilizado para las prácticas funerarias. Se trata de un depósito intencional formado por 97 cuentas de caracol de tamaño grande, confeccionadas con ejemplares adultos de Megalobulimus lorentzianus, una especie terrestre disponible en el medio local. De acuerdo con la interpretación propuesta, se trataría de objetos multisensoriales, con particulares cualidades visuales y sonoras, y utilizados como parte de una indumentaria de carácter ritual. El contexto está relacionado con los procesos del Holoceno tardío inicial en la región, definido como una época de cambios socioculturales para los cazadores-recolectores, con un papel activo ascendente de la materialidad en la creación de nuevas identidades y roles personales.

Palabras clave: Cuentas de caracol; Objetos sonoros; Indumentaria ritual; Roles personales emergentes.

ABSTRACT

Late holocene multisensory objects and landscapes in central Argentina, c. 3900 BP: an archaeomalacological context from the Sierras de C órdoba

The results of an investigation of an initial Late Holocene (c. 3900 years BP) archaeomalacological context from Punilla valley (Córdoba, Argentina) are presented in this paper. The context was discovered in a restricted space at an archaeological site defined as an open air base camp, which was partly used for funerary practices. The context consists of the intentional deposition of 97 large snail beads made up of adult specimens of Megalobulimus lorentzianus, a locally available terrestrial species. The beads are interpreted as multisensory objects with particular visual and auditory qualities, and used as part of ritual clothing. The context is linked to the social processes of the initial late Holocene in the region, defined as a time of socio-cultural change for local hunter-gatherers, including the increased role of materials in the active creation of new identities and personal roles.

Keywords: Snail beads; Sound objects; Ritual clothing; Emerging personal roles.


 

INTRODUCCIÓN

En esta contribución se presenta un contexto malacológico procedente de la localidad arqueológica San Roque (valle de Punilla, Córdoba), asignado cronológicamente al Holoceno tardío inicial (ca. 3900 años AP). Dicho contexto –formado por un depósito intencional de numerosas cuentas de caracoles terrestres de tamaño grande– se vincula con un espacio funerario dentro de un asentamiento de tipo residencial, que habría sido ocupado en forma repetida por grupos cazadores-recolectores entre el Holoceno medio y el Holoceno tardío inicial (ca. 8000-2000 años AP). En innumerables contextos arqueológicos de diversas cronologías y localizaciones, tanto a nivel global como del ámbito sudamericano, se registraron conjuntos malacológicos formados por especímenes de variadas especies de moluscos, con muy diferentes significados socioculturales. Sin embargo, se trata mayoritariamente de restos de alimentación, por un lado (Mannino y Thomas 2001; Gernet y Birckolz 2011; Zubimendi 2012; Aparicio et al. 2015; Olguín et al. 2015, entre muchos otros); y de adornos y ornamentos, por otro (Bar-Yosef Mayer 1997; Cimino et al. 2004; Guinea 2006; Bonomo 2007; Leonardt 2016, entre muchos otros). Los materiales registrados en el centro de Argentina corresponden casi siempre a la segunda alternativa, a partir del aprovechamiento de la especie local Megalobulimus lorentzianus, preferida por sus cualidades tecnológicas para la confección de cuentas y otros adornos, por ejemplo, por la posibilidad de una fractura controlada (Serrano 1945; Berberián 1984). También se registraron ornamentos elaborados con moluscos de especies no locales, originarios de las tierras bajas orientales y del litoral atlántico, como almejas nacaradas (e.g., Anodontites sp., Diplodon sp.) y caracoles marinos Urosalpinx rushi (González 1943; Serrano 1945; Rivero et al. 2008-2009).
Los materiales analizados en esta contribución presentan características notables, como su cronología y las técnicas poco comunes de confección de las cuentas, que les habrían conferido especiales cualidades visuales y auditivas. Se subraya, en tal sentido, la importancia de este contexto arqueomalacológico para abordar interrogantes relativos a la construcción de los paisajes socioculturales en la región centro de Argentina a inicios del Holoceno tardío. A partir de datos contextuales y del análisis de los objetos, se plantea la hipótesis de que las cuentas se usaron sujetas a diferentes partes del cuerpo y/o que formaron parte de una indumentaria utilizada en performances rituales. En tal sentido, las piezas son definidas como objetos multisensoriales, con especiales características visuales (e.g., contraste cromático entre la concha y el peristoma, aplicación de pigmentos), y asimismo, un carácter de instrumentos idiófonos, capaces de producir sonidos por el entrechoque. Desde esta perspectiva, se discute su posible significado en la configuración de los paisajes socioculturales de la época, con una activa participación de la materialidad en la creación de nuevas identidades, posiciones y roles personales emergentes.
Se parte del supuesto de que la eficacia sonora de objetos definidos como ornamentos debe ser igualmente valorada que su aspecto visual. Los adornos que son audibles, además de visibles, operan simultáneamente en ambos niveles de comunicación y, por lo tanto, permiten reforzar sus mensajes a través de una doble experiencia sensorial (Kolotourou 2007). La discusión busca comprender la presencia de este tipo de contextos en relación con la problemática general del Holoceno tardío inicial, definido como una época de cambios e innovación para los cazadores-recolectores de las sierras del centro de Argentina (provincias de Córdoba y San Luis; González 1960; Rivero et al. 2007-2008; Rivero et al. 2008-2009).

ASPECTOS CONTEXTUALES

El material analizado procede de la localidad arqueológica San Roque, junto a las costas del lago artificial del mismo nombre, en el fondo del valle de Punilla (provincia de Córdoba, Argentina, Figura 1). Se trata de una localidad clave para la arqueología de Córdoba, conocida desde los inicios de la disciplina a fines del siglo XIX, y aportante de series de materiales que fueron objeto de diversas publicaciones científicas (Outes 1911; Frenguelli 1921; Magnín 1937; Furt 1943; Serrano 1945; Pérez Ares 1972-1973; Pastor 1999), y/o que nutren los fondos de diversos repositorios provinciales y nacionales. Entre ellos se cuentan el Museo de Antropología de la Universidad Nacional de Córdoba, el Museo de La Plata, el Museo Jesuítico Nacional (Jesús María) y, en especial, el Museo Arqueológico "Numba Charava" de Villa Carlos Paz, que cuenta con las mayores colecciones. El sitio específico de procedencia (SR-MI-S8) se ubica en la margen oeste del lago, próximo a la localidad de Villa Parque Siquiman (Figura 1). Antiguamente, este espacio correspondía a un entorno a cielo abierto sobre una terraza cercana al cauce del río Cosquín, que aseguraba un abundante acceso al recurso hídrico, además del desarrollo de especies con frutos comestibles, entre ellas, los algarrobos (Prosopis spp.) y el chañar (Geoffroea decorticans). Los restos arqueológicos superficiales, distribuidos en un área cercana a una hectárea, sugieren repetidas instalaciones de campamentos por parte de grupos cazadores-recolectores holocénicos. Entre estos materiales se cuentan artefactos líticos tallados, así como elaborados mediante técnicas de abrasión o de pulido; en particular, instrumentos de molienda activos y pasivos. También se identifican restos óseos de vertebrados, como camélidos (Lama sp.), placas de armadillos (Chaetophractus sp., Dasypus sp.) y cáscaras de huevos de ñandú (Rhea spp.), que formaron parte de la alimentación de los antiguos habitantes del lugar.


Figura 1.
Ubicación de la localidad arqueológica San Roque y del sitio de procedencia del contexto malacológico, en el sector central de las sierras de Córdoba.

La completa ausencia de restos cerámicos sugiere que estas ocupaciones corresponden a momentos anteriores a ca. 2000 años AP, fecha aproximada de introducción de esta tecnología en el área. Esta apreciación se ratifica por el diseño de las puntas de proyectil recuperadas en recolecciones superficiales, pertenecientes a los tipos "Ayampitín" (con vigencia durante el Holoceno medio, ca. 8000-4200 años AP), e "Intihuasi II-III" (del Holoceno tardío inicial, ca. 4200-2000 años AP). Esta asignación cronológica también se confirma por la datación radiocarbónica obtenida a partir de una de las cuentas de caracol (ver infra). Los materiales arqueomalacológicos quedaron expuestos en el borde de una pequeña barranca, durante dos momentos de bajante de las aguas del lago ocurridos en los inviernos de 2009 y 2013. Proceden de un espacio restringido, de unos 2 m2, que sugiere su pertenencia a un único depósito conservado en posición primaria. Asimismo, en el entorno adyacente, en un área de menos de 50 m2, se reconocieron vestigios de cinco enterratorios que no pudieron ser intervenidos por el grado de deterioro de los restos, en un punto habitualmente cubierto por las aguas. El uso de carácter doméstico y funerario de un mismo espacio por parte de grupos cazadores-recolectores se verifica desde el Holoceno tardío inicial (ca. 4200-2000 años AP), con continuidad hasta el Holoceno tardío final (ca. 2000-300 años AP), cuando las comunidades originarias locales introdujeron prácticas hortícolas a pequeña escala (Berberián 1984; Pastor 2008; Fabra et al. 2009; Pastor y Berberián 2014).
En la bajante del año 2009 practicamos personalmente la recolección de algunas cuentas, mientras que la intervención de 2013 fue llevada a cabo en forma asistemática por un vecino, quien recogió la mayoría de las piezas para luego cederlas al Museo Arqueológico "Numba Charava" de Villa Carlos Paz, donde actualmente se resguarda la totalidad del conjunto. Esta circunstancia impide conocer algunas características originales del depósito y de la disposición de las cuentas. Sin embargo, el vecino que efectuó la segunda intervención nos indicó que varios de estos objetos se encontraron de a pares, enfrentados por la boca y formando un semicírculo (Figura 2a).


Figura 2
. a) Reconstrucción de la disposición original de las cuentas; b) artefactos con una y dos perforaciones.

DESCRIPCIÓN DEL MATERIAL

El análisis basado en los caracteres conquiliológicos preservados, así como en las áreas de distribución (Doering 1876; Hylton-Scott 1939; Bequaert 1948; Beltramino 2014), señala que la especie biológica utilizada para la fabricación de los artefactos fue el gasterópodo terrestre Megalobulimus lorentzianus (Doering 1876), también conocido en la literatura con los antiguos nombres de Borus oblongus, Strophocheilus oblongus o Megalobulimus oblongus. Se trata del caracol nativo de mayor tamaño de Córdoba, con una distribución que se extiende desde esta provincia argentina hasta el sur de Bolivia.
Se caracteriza por la concha oval oblonga, de pared gruesa y sólida. La coloración es blanquecina, opaca, con estrías perpendiculares a la sutura. El peristoma es vidrioso, con una coloración rosada purpúrea de intensidad variable, y en el extremo columelar se continúa con el callo para cubrir la perforación umbilical (Figura 3a). El material analizado, consistente con esta descripción de la especie, incluye gran parte de la concha, desprovista de la espira, y de una pequeña porción de la última vuelta (Figura 3b). La pérdida de color, particularmente del peristoma, se debe a cambios conquiliológicos sucedidos a lo largo del tiempo, que a su vez dependen y varían según las condiciones y el ambiente de depositación. Para cada pieza recuperada se consideraron: 1) el peso (establecido con una balanza digital portátil de 0,01 gr de precisión); 2) el tamaño de la abertura de la concha (medido en mm con un calibre digital); 3) la cantidad, posición y tamaño de las perforaciones intencionales (para cuya medición se utilizó una lupa estereoscópica); y 4) los vestigios de la aplicación de pigmentos. Asimismo, se calculó el tamaño de los ejemplares usados como materia prima, a partir del tamaño de la abertura de la concha preservado. Para ello se realizó la correlación entre la abertura y la altura de la concha, con base en ejemplares actuales procedentes de la provincia de Córdoba.


Figura 3.
a) concha de un ejemplar de M. lorentzianus actual en vista ventral (izquierda) y lateral (derecha), e indicación de sus partes; b) reconstrucción del espécimen utilizado como materia prima. Obsérvese que se confecciona con una gran parte de la última vuelta del caracol. El borde superior coincide con la sutura de la concha, ubicada entre la última y la penúltima vuelta.

Como valoración de las cualidades sonoras de las cuentas, se compararon registros obtenidos de un conjunto de 10 piezas atadas con un hilo y colocadas enfrentadas, a modo de sonajas, con el instrumento de percusión andino conocido como chajcha, formado por pezuñas de cabras cosidas y unidas a un trozo de tela. Ambos instrumentos se ejecutaron en forma alternada, a intervalos equivalentes, y fueron captados a un metro de distancia con un grabador RODE iXY con dos cápsulas condenser cardioide de 1/2" (soporte WAV 24-bit, 96kHz). Luego se tomaron registros a nueve metros, para estimar el valor de caída en decibeles (dB) en función de la distancia, así como la capacidad audible de los dos instrumentos.
En la Tabla 1 se resumen las medidas y valores obtenidos con base en 97 cuentas recuperadas, divididas en dos subgrupos según la presencia o ausencia de una segunda perforación. Del total de piezas, 84 (86,6%) presentaron una perforación localizada en la última vuelta, próxima a la abertura, mientras que las restantes 13 (13,4%) muestran una segunda perforación sobre el peristoma (Figura 2b). Dado que el peristoma se desarrolla luego de que el individuo alcanza la madurez sexual (a los tres años, aproximadamente), y en virtud de que los elementos recuperados presentan siempre esta característica morfológica, se puede determinar que todos los ejemplares utilizados eran individuos adultos. En cuanto a la abertura y estimación del tamaño de los ejemplares utilizados, esta dio valores promedio de 42,03 y 42,62 mm, respectivamente, para las cuentas con perforación simple y doble. Esta medida fue utilizada para ponderar la altura de la concha (y), para lo cual se estableció previamente la relación (y = 1,5642x + 5,0739) entre ambas variables en ejemplares actuales. Al aplicarse para el largo preservado de la abertura de las piezas arqueológicas se obtuvo que los ejemplares habrían tenido un tamaño muy variable, entre 50 y 77,9 mm de largo, con una frecuencia mayor de especímenes de entre 72 y 74 mm (Figura 4).

Tabla 1. Caracterización de los artefactos malacológicos.


Figura 4.
Tamaño ponderado (en mm) de los especímenes de M. lorentzianus utilizados para la fabricación de los artefactos, tomando como referencia el tamaño de la abertura, medido en cada elemento.

La perforación principal se caracteriza por un contorno subcircular y bordes irregulares (Figura 2b). En algunos casos, se observan desprendimientos de la capa más externa de la concha, posiblemente causados por la percusión con un instrumento punzante durante el proceso de confección (Tata et al. 2014). Los diámetros promedio, medidos en paralelo y perpendicular respecto del peristoma, resultaron, respectivamente, 5,4 mm y 5,2 mm en las piezas con una perforación; y 6,2 mm y 6,3 mm en las de dos perforaciones. Entre estas últimas, la posición y técnica de ejecución del segundo orificio es diferente. Estos se ubican en una posición central sobre el peristoma y son bicóncavos (Figura 2b). Este efecto sugiere la aplicación de técnicas rotativas, mediante un objeto punzante desde ambos lados. En algunos ejemplares se observaron pequeñas rajaduras, provocadas por la presión ejercida durante la confección de estas perforaciones. Los diámetros promedio de este tipo de perforaciones (medidos en cuatro ejemplares) resultaron 1,1 mm en el centro, 2,3 mm del lado externo y 1,9 mm del interno.
Un 59,8% de las cuentas (n = 58) presentan vestigios de pigmento rojo, en forma de una banda contigua, paralela y de un ancho similar al peristoma. Aunque los estudios composicionales se encuentran en curso, resultados preliminares sugieren una mezcla pigmentaria formada por componentes orgánicos e inorgánicos. En términos de intensidad de sonido, las cuentas de Megalobulimus
lorentzianus mostraron características similares a la chajcha de pezuñas de cabra (Figura 5). Sin embargo, el valor de caída (medido a 9 m de distancia) fue mayor en el caso del material malacológico (-21 dB) frente a la chajcha (-15 dB), lo que indica que el primero, por sus componentes mayoritariamente agudos, tiende a perder audibilidad a menor distancia. Se obtuvo una datación radiocarbónica por AMS a partir de una muestra extraída de una de las cuentas. El resultado es 3921 ± 28 AP (AA108462; ä13C = -9.6‰). Las fechas calendáricas calibradas son 2469-2211 cal. AC (calibrado a 2 sigma con el programa OxCal 4.2; Bronk Ramsey 2001). Cabe destacar que estudios recientes demostraron la confiabilidad de muestras de valvas de moluscos terrestres del género Megalobulimus para fechar contextos arqueológicos sudamericanos, puesto que reflejan las proporciones isotópicas del carbono atmosférico (Macario et al. 2016).


Figura 5.
Comparación de los registros sonoros del instrumento de M. lorentzianus y la chajcha, tomados en decibelios a un metro de distancia.

MARCOS DE REFERENCIA ARQUEOLÓGICOS Y ETNOGRÁFICOS PARA LA INTERPRETACIÓN DEL CONTEXTO

Se han desarrollado dos perspectivas para el análisis de objetos prehistóricos con cualidades sonoras. La primera, enmarcada en la arqueomusicología, estudia la evolución de la música y de los instrumentos que participaron en dicho proceso (Olsen y Sheehy 2007; Van Keer 2010). Aquí, el concepto de música puede ser discutido de un modo similar a como ocurre con el concepto de "arte" en el caso del arte rupestre. En tal sentido, la dicotomía entre música y no-música para definir los sonidos antropogénicos intencionales resulta una construcción puramente moderna (Kolltveit 2012). Este criterio occidental de música se vincula siempre a un sonido armónico, sin incluir otras manifestaciones como el traqueteo o el tintineo de objetos. La segunda perspectiva, que incluye novedosos aportes sobre arqueoacústica, se enfoca en la sonoridad y su significado cultural, con prescindencia de clasificaciones musicales para los diferentes objetos sonoros (Till 2014). En diversos contextos arqueológicos se propuso el posible empleo de elementos sonoros adheridos al cuerpo o a las vestimentas. Estos fueron frecuentes en Asia y Europa, en particular, durante la Edad del Bronce (Tamm 2013; Rainio y Mannermaa 2014). Para América precolombina se pueden citar, entre otros, los sonajeros de cerámica de Río Viejo (México; Alcina Franch 1958; King y Sánchez 2011) y de cobre en el oriente mexicano (Anawalt 1992; Hosler 1994). También se destacan las esculturas mesoamericanas que representan cencerros unidos al cuerpo o a la vestimenta (Vokes 1988).
En Sudamérica sobresalen las hileras de campanitas de cobre provenientes de entierros de la zona de Coquimbo, en el Norte Chico de Chile (Castillo 1984). Asimismo, existen datos etnográficos sobre instrumentos idiófonos, usados como parte de vestimentas para fiestas y rituales. Con respecto a los mojos del oriente boliviano, Métraux señala que "las mujeres también llevaban gruesos collares, brazaletes y colgantes de perlas y, durante las fiestas, se cubrían los hombros con un chal o cuello de red, hecho de tubos metálicos y cuentas, de los que colgaban campanas, medallas y cruces" (1942: 65). Los hombres utilizaban sonajeros unidos a los tobillos y a la cintura, confeccionados con cáscaras de frutos (Thevetia sp.) y pezuñas de venados (1942: 71-72). Según el mismo autor, los anuis, jabutis y arikapus del Matto Grosso occidental (Brasil) consideraban a los sonajeros de calabaza como objetos sagrados, y creían que estaban tan cargados de poder mágico que sólo los chamanes podían manipularlos.
La parte más sagrada era una piedra verde que se colocaba en el interior de la calabaza junto con semillas ordinarias (Métraux 1942: 149). En estos últimos ejemplos se observa un acceso diferenciado para los objetos sonoros. Por un lado, ornamentos de uso irrestricto para todas las personas, como los adornos corporales para la danza; y por otro, elementos de manipulación restringida, como los objetos mágicos de uso exclusivo del chamán. Con respecto al material malacológico, en la mayoría de las sociedades preindustriales, los moluscos y artefactos de valva adoptaron diversos usos y significados culturales. En el área mediterránea y el Medio Oriente, por ejemplo, fue extendida su utilización como elementos apotropaicos (amuletos para repeler o revertir la mala suerte; Carannante 2010; Tamm 2013), mientras que en numerosos contextos arqueológicos y etnográficos de todo el mundo sirvieron como moneda de cambio, contenedores, vasos, espátulas, cucharas, herramientas de corte, anzuelos, adornos corporales, así como también para producir sonidos. En este último grupo se destacan los instrumentos aerófonos fabricados con caracoles Strombus sp., usados para eventos rituales entre distintas sociedades mesoamericanas y andinas, como las caracolas del antiguo México y los pututus de Chavín de Huántar (Novella 1991; Lumbreras 1993; Rick y Lubman 2002). Diversas especies de gasterópodos, bivalvos y univalvos perforados intencionalmente fueron relacionadas con instrumentos idiófonos, capaces de producir sonidos por su entrechoque. Estos artefactos, suspendidos del cuello, brazos o piernas, e incluso atados a las vestimentas, pudieron acompañar el movimiento de sus usuarios en danzas rituales. Según Feld (1988), los sonajeros hechos de mejillones y usados por los kalulis de Papúa-Nueva Guinea no sólo acompañan la performance del danzante, sino que más bien producen música de percusión al ser accionados por el cuerpo.
También para América precolombina se propuso el uso de artefactos malacológicos como idiófonos de entrechoque. En el sitio Chengue (Parque Tairona, Colombia) se habrían utilizado especímenes de Cipraecassis testiculus y Oliva sp. (Dever 2007). Entre las sociedades hohokam del desierto de Sonora (México) se registró el uso de caracoles Conus sp. perforados, a modo de campanitas, que acompañaban entierros del período Clásico (ca. 1200 AD; Bayman 2002). Una vez fijados a la vestimenta, estos artefactos seguían el movimiento de la persona produciendo sonidos. Entre los hopi y zuni de Arizona y Nuevo México existían artefactos de concha que emitían sonidos similares al de un sonajero de calabaza. Entre los hohokam, estos cencerros eran llevados como parte de trajes rituales, como todavía ocurre entre algunos nativos norteamericanos (Bayman 2002).

DISCUSIÓN

A través de la portación de vestimentas, pinturas y tatuajes corporales, así como de la ornamentación personal, los individuos y grupos del pasado pudieron negociar sus roles en la sociedad, el vínculo con otros grupos y la posición con respecto al mundo espiritual. Los atributos de la vestimenta permiten, por ejemplo, decodificar posiciones y roles sociales. Esta información o conocimiento proviene de las propiedades materiales de los atuendos y adornos, que son percibidas visualmente (Hansen 2004; Lee 2015; VanPool et al. 2017). Sin embargo, ciertos elementos pueden alentar otras respuestas sensoriales, vinculadas a la textura, los olores y la audición (Eicher y Roach-Higgins 1992). En numerosos contextos históricos se ha atribuido un poder sobrenatural al sonido emitido por sonajeros y cascabeles, en tanto fuerzas capaces de proteger o potenciar. De este modo, los objetos sonoros pudieron adquirir formas culturales específicas y convertirse en valiosos accesorios de la vestimenta personal, así como de la parafernalia utilizada para actividades de culto y danzas rituales (Kolotourou 2007). Como sostiene esta autora, al seguir los movimientos de su portador se podía oír el entrechoque de los cencerros, incluso cuando aquel no era visto, lo cual evocaba un aspecto sobrenatural y la calidad divina finalmente apegada a los ornamentos mismos. Mediante el sonido inmaterial permitido por la sustancia física del adorno, el portador podía negociar su relación con dioses y humanos, para asegurar la protección y el control de fuerzas que están más allá (Kolotourou 2007).
Los caracoles Megalobulimus poseen características (entre otras, sensoriales) que fueron apreciadas por las sociedades del pasado (Serrano 1945; Téllez 1997; De Feo 2012; Ortiz y Vargas Rodríguez 2015; Soto Rodríguez 2015). Por un lado, se cuentan los atributos visuales que aportan su tamaño y textura estriada, más la coloración vítreo-rojiza del peristoma. Estos aspectos fueron enfatizados con la aplicación de mezclas pigmentarias. Por otro lado, se suman las propiedades acústicas, vinculadas a su capacidad de emitir sonidos por el entrechoque de dos o más conchas. Adicionalmente, desde una perspectiva tecnológica, estos caracoles ofrecen ventajas por la posibilidad de ser formatizados, ya que permiten una fractura controlada durante el proceso de manufactura. Se sostiene la importancia del contexto investigado para un abordaje de los paisajes sociales y sonoros hacia inicios del Holoceno tardío en la región. Dicho período fue definido como una época de acentuadas transformaciones e innovación para los cazadores-recolectores locales. Entre ellas se identifican: 1) cambios en la organización de la tecnología, la subsistencia y la movilidad; 2) un incremento de la densidad demográfica; 3) nuevas formas de construcción de los vínculos comunitarios y de demarcación del paisaje; 4) la activación de redes de larga distancia, por medio de las cuales circulaban materias primas, objetos, personas e información; y finalmente, 5) formas novedosas de creación de roles y posiciones personales emergentes (González 1960; Rivero et al. 2007-2008; Rivero et al. 2008-2009; Pastor 2008; Fabra et al. 2009; Medina et al. 2012; Pastor et al. 2012, 2017; Recalde et al. 2017).
El contexto arqueomalacológico de San Roque se relaciona con este último proceso. A partir de las características sensoriales únicas de estos objetos, se pudo configurar una parafernalia visual y sonora para la producción de ambientes rituales. Las grandes cuentas de caracol, dispuestas en forma adecuada y atadas a collares, cinturones y brazaletes, o cosidas a la vestimenta, habrían sido el sustento de performances capaces de impresionar a hipotéticos auditorios. El carácter infrecuente de este tipo de contexto sugiere un uso restringido para pocos individuos. Sólo se conoce un hallazgo similar en la zona de Almafuerte (piedemonte de las Sierras Chicas), formado por numerosas cuentas de caracol en un depósito primario, así como cuentas aisladas procedentes del valle de Calamuchita y de la laguna Mar Chiquita. Los atuendos sonoros pudieron ser utilizados por chamanes o ritualistas en eventos especiales, en los que no sólo se creaba una particular ambientación, sino también nuevos roles reconocidos socialmente y asumidos por individuos específicos. Si se consideran las cualidades visuales, junto con la caída en la intensidad del sonido del entrechoque de los caracoles con la distancia, se puede hipotetizar sobre un espacio ritual restringido para la ejecución de las performances, así como un número limitado de espectadores situados en posiciones cercanas, que permitían captar los diversos estímulos sensoriales. Por su parte, la integración de las cuentas en un espacio funerario pudo significar un vínculo directo con alguna persona difunta, o con difuntos particulares, lo que quizás indicaría que no eran objetos ampliamente compartidos por toda la comunidad. Probablemente, su portador o portadores en vida seguían siendo los agentes autorizados para poseerlos y continuar danzando desde el otro mundo. En su carácter de objetos multisensoriales (sonoros y visuales), así como de entes mediadores con otros planos espirituales, las cuentas de Megalobulimus lorentzianus habrían aportado a la creación de nuevos roles y posiciones sociales, construidas y negociadas en el terreno colectivo.

CONSIDERACIONES FINALES

Más allá de sus limitaciones, relacionadas con la recuperación mediante técnicas asistemáticas, el contexto arqueomalacológico analizado ofrece una oportunidad para indagar sobre los paisajes sociales y sonoros del Holoceno tardío inicial, un período poco conocido en la región central de Argentina. A pesar del carácter hipotético de algunas expectativas, diferentes informaciones independientes señalan los nuevos roles de la materialidad durante esta época, con consecuencias sobre la demarcación y significación de los paisajes, así como en la creación de identidades y posiciones sociales, tanto colectivas como ejercidas a nivel individual (Pastor et al. 2017).
Aquí se señala la potencialidad de la línea arqueomalacológica para profundizar sobre estos problemas. En dicho abordaje será importante ponderar otras cualidades sensoriales de los objetos de ornamentación, además de su aspecto visual, como puede ocurrir con la sonoridad. También el análisis de las condiciones de acceso a los objetos aportará claves sobre los antiguos paisajes sociales, por ejemplo, mediante redes de intercambio que permitieron la circulación de ornamentos acabados de valvas/conchas de moluscos, tanto de especies locales (Megalobulimus lorentzianus) como no locales (Anodontites sp., Diplodon sp., Urosalpinx sp.). Por último, se reconoce la importancia de articular la investigación en arqueomalacología con otras líneas centrales, como el estudio de contextos funerarios y de arte rupestre que formaron parte de la innovación cultural del Holoceno tardío inicial en la región.

Agradecimientos

Se deja constancia de nuestro reconocimiento al Museo Arqueológico "Numba Charava", de Villa Carlos Paz y a su directora, Silvia Ledda, por permitirnos estudiar la colección de objetos malacológicos. Álvaro Artero colaboró con la realización de las mediciones acústicas. La investigación fue financiada por el CONICET y la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica, esta última a través de un subsidio otorgado al primer autor (PICT 2012-1614).

REFERENCIAS CITADAS

1. Alcina Franch, J. 1958 Las ‘‘pintaderas’’ mejicanas y sus relaciones. Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid.

2. Anawalt, P. 1992 Ancient Cultural Contacts between Ecuador, West Mexico, and the American Southwest: Clothing Similarities. Latin American Antiquity 3 (2): 114-129.         [ Links ]

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