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Revista argentina de cardiología

versión On-line ISSN 1850-3748

Rev. argent. cardiol. v.75 n.3 Buenos Aires mayo/jun. 2007

 

Dr. Jorge Adolfo Albertal
Un Maestro ... mi Maestro

Pareciera que al fallecer el hombre las sociedades enaltecieran sus virtudes y casi hacen desaparecer sus defectos. Es penoso que no sea al revés. Que durante la vida la sociedad enalteciera las virtudes del hombre y que la rivalidad establecida por una sociedad mediocre (como diría José Ingenieros) lo dejara marchar con su creatividad. Pienso que esto debería suceder con aquellas personas que nacen con la genialidad de desarrollar y crear.

Hace muy poco tiempo ha desaparecido uno de los hombres más importantes de la cardiología y la cirugía cardiovascular de nuestro país, el Dr. Jorge Albertal, uno de los pioneros, junto con otros, en el desarrollo de la cirugía cardiovascular en la Argentina y no sólo esto, sino en colocarla en los mejores niveles de reconocimiento internacional.
No sé si por manejar un perfil más bajo o por faltarle ese carisma de los líderes pareciera que fue un colega más, pero lo cierto es que no podemos dejar de reconocer su tremendo y fecundo trabajo en el desarrollo de la cardiocirugía, de las técnicas quirúrgicas, optimizando sus resultados, como también su preocupación por los cirujanos, a los que trató de agrupar en una sociedad de iguales y con enaltecido rigor científico.
Tengo el honor de haber sido su primer residente de Cirugía Cardíaca y por lo tanto el derecho arrogante de conocerlo sobre todo profesionalmente, aunque en la convivencia diaria de varios años también de conocer al hombre.
Del currículum se necesitaría analizar muchas hojas y tiempo para recorrerlas. Pero si analizamos la trayectoria podríamos tener una idea y saber cuán importante es con quién uno ha transitado una vida dedicada a la cirugía cardiovascular. Fue residente del Dr. D. T. Harken (Estados Unidos) con quien creó el primer balón de contrapulsación aórtica. Con John W. Kirklin en la Clínica Mayo (Estados Unidos) desarrolló las cánulas para perfusión coronaria intraoperatoria en los reemplazos valvulares aórticos. Ya a su regreso a la Argentina transitó por el Hospital de Niños "Dr. Ricardo Gutiérrez", el Hospital Italiano y la Academia Nacional de Medicina.
En la Academia Nacional de Medicina, en el famoso Instituto de Cardiología "Hermenegilda Pombo de Rodríguez" desarrolló el programa de cirugía cardíaca del adulto con los resultados por todos conocidos. En este instituto, más conocido como "El Pombo", operábamos los reemplazos valvulares aórticos con corazón latiendo (antes de la era de la cardioplejía con frío): colocábamos cánulas especiales desarrolladas por el propio Albertal (en los Estados Unidos) y perfundíamos sangre con rollers individuales con flujo y presión programados para coronaria derecha e izquierda simultáneamente (con resultados extraordinarios); nunca vimos un stone heart (que era un fantasma cuando se operaba con paro anóxico en pacientes de grado IV). Los resultados y los seguimientos pueden cotejarse en las publicaciones y sin duda alguna en los archivos de las instituciones que él logró desarrollar, entre ellas el Instituto Cardiovascular de Buenos Aires que hoy es una de las instituciones de mayor reconocimiento dentro de la cardiología y la cirugía cardiovascular.
Lo vi trasnocharse cuando organizaba el Colegio Argentino de Cirujanos Cardiovasculares (CACCV) convocando a nuestros líderes, como los doctores René Favaloro, Patricio Wellch, Tulio Samper, Miguel A. De Lucas, Eliseo Segura, y a otros tantos más jóvenes que hoy están, no tan jóvenes, pero por suerte están.
Lo vi trasnocharse cuando dedicaba tiempo extra como Presidente de la Sociedad Argentina de Cardiología (la Sociedad de Cardiología más antigua del continente), tratando de mantener lo más importante de una sociedad médica, el rigor científico, que hoy sigue siendo su bastión más importante.
No lo vi pero me contaron que también restó horas a su descanso para proyectar y coordinar el ESMUCICA, el más importante trabajo de cirugía cardiovascular multicéntrico que se haya realizado en la Argentina.
Demostró una gran solidaridad para con todos los residentes, tanto de Cardiología como de Nefrología; a todos les abrió puertas para perfeccionarse en el exterior y también les abrió puertas a los que regresaban al país.
Aun siendo un capitalino innato y con un punto final fuerte, conservador, trató de que el colegio fuera ecuánime y que el interior siempre estuviera representado. Aun ya retirado de la actividad quirúrgica trató de participar en lo que más amaba, el Colegio de Cirujanos Cardiovasculares.
Serían innumerables las anécdotas, situaciones médicas y quirúrgicas para hacer referencia a su personalidad y trayectoria profesional, pero me conformo para despedir a mi Maestro…, al Dr. Jorge Albertal, con una muy importante, al menos para mí: fue la de ver su rostro orgulloso cuando, al terminar mi residencia, le dije que la manualidad quirúrgica es innata en cada individuo y viene con él. Pero lo que más le agradecía era que "me hubiera enseñado una disciplina de trabajo y una metodología científica".

Dr. Carlos E. ÁlvarezMTSAC

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