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Revista argentina de cardiología

versión On-line ISSN 1850-3748

Rev. argent. cardiol. v.75 n.5 Buenos Aires sep./oct. 2007

 

El día después

Aún retumba en mis oídos el murmullo de los más de diez mil concurrentes a nuestro XXXIV Congreso Argentino de Cardiología, que ya es un clásico y una marca registrada que nos permite encarar el próximo XVI Congreso Mundial de Cardiología en mayo de 2008 con la autoridad que da la experiencia y el haber superado el dictamen del juez más estricto, que es el paso del tiempo.
Cuando esta carta llegue a sus manos, tal vez hayan pasado casi dos meses y muchas cosas se habrán olvidado. Hoy, el día posterior al Congreso, con la memoria reciente, escribo estas líneas para destacar algunas cosas y reflexionar sobre otras.
Deseo destacar la participación del Dr. Valentín Fuster. Si afirmo que nos deslumbró con sus conferencias sobre la fisiopatología de la aterosclerosis, seguramente no se inmutarán, porque es característico que lo haga, y aunque siempre aprendemos de sus investigaciones, este deslumbramiento dejó de ser novedad. Pienso que lo más impactante fue la lección de vida que dio en su exposición con el CONAREC; debo decir que la mayoría que lo escuchamos éramos ex residentes de muchos años, y no porque hayan concurrido pocos residentes, sino simplemente porque somos mayoría.
Creo que el mensaje más destacado fue el de tener que entender para qué somos buenos y no para lo que creemos ser buenos. Es probable que no podamos dilucidar por nosotros mismos esta cuestión y debamos buscar ayuda en alguien externo (un mentor) que nos oriente, pues en determinados momentos de nuestra carrera estamos muy vulnerables a equivocarnos y a creer que son los otros los que están errados sobre nuestras cualidades.
Tal vez ésta sea la causa principal de fracaso y frustración en la mayoría de los médicos jóvenes que terminan su formación.
Otra observación muy atinada es que la misión principal de los cardiólogos (y esto se aplica a cualquier especialidad de la medicina) es atender pacientes. Esto significa contención emocional, entender el entorno en el que se desarrolla el individuo, hacer el diagnóstico de su dolencia, indicar su tratamiento y, finalmente, el seguimiento longitudinal en el tiempo que va a crear un lazo afectivo médico-paciente, que favorece la adherencia a cualquier indicación o tratamiento, basado en la confianza mutua.
En otra instancia, el médico también puede dedicarse a la enseñanza, es decir, a transmitir a sus colegas su experiencia y conocimiento teórico, y aquí se llamará docencia. En la mayoría de los casos, y tal vez la más importante, ésta no se da en los claustros, sino en el terreno, al lado del paciente, siempre mucho más importante y efectiva, pero menos reconocida en los ámbitos académicos.
Por último, puede ser un investigador, pero este espacio sólo debe estar reservado para los creativos, que son los que pueden aportar desde la originalidad y la real necesidad y no simplemente la repetición de experiencias ya realizadas; como ven, esto queda reservado para unos pocos dotados de esta habilidad. Hoy existe una abundancia de "seudoinvestigadores" que le hacen mucho mal a la ciencia, crean confusión y, en la mayoría de los casos, sólo persiguen fines económicos.
Si las circunstancias se dan correctamente, el médico asistencial debe estar muy bien reconocido y remunerado acorde a su sapiencia y dedicación.
Pero la historia no se está escribiendo así y es por ello que la Sociedad Argentina de Cardiología, desde su Área Políticas de Salud y con la intervención de todas las demás Áreas y la participación de todos sus miembros, está encolumnada en la batalla de la jerarquización del acto médico. El camino para que todo este proceso alguna vez se vea cumplido es largo y difícil. Debemos dar una dura pelea en todos los ámbitos que sea necesario para lograrlo, pero estoy absolutamente convencido de que cuando se lleva adelante una empresa como la que encaramos, con total convicción y dedicación, el bien al final triunfa.
Tal vez éste pueda parecerles un relato disgregado, pero fue adrede.
Para finalizar, debo señalar que el Congreso tuvo una gran difusión de prensa, sobre todo de la cantidad de participantes (más de diez mil); ello fue mérito del Presidente del Comité Científico, Dr. Eduardo Mele, del Coordinador General, Dr. Jorge Belardi, y de todos los miembros del Comité Científico y Organizador, a quienes deseo felicitar y agradecer por la brillante tarea realizada.

Dr. Osvaldo H. Masoli

Presidente de la Sociedad Argentina de Cardiología

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