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Revista argentina de cardiología

versión On-line ISSN 1850-3748

Rev. argent. cardiol. vol.79 no.4 Ciudad Autónoma de Buenos Aires ago. 2011

 

ARTÍCULO DE OPINIÓN

El crecimiento de las publicaciones biomédicas argentinas y un tiempo mejor para la investigación

Growth in Biomedical Publications in Argentina. A Better Time for Investigation

 

Raúl A. BorracciMTSAC

MTSAC Miembro Titular de la Sociedad Argentina de Cardiología

 

Más allá de los anuncios y las cifras oficiales sobre la inversión aplicable a la investigación en la Argentina, la productividad científica medida como el número de publicaciones biomédicas nacionales aparecidas en Medline sugiere un crecimiento significativo a partir de 2005. Tras un período de estancamiento entre 2002 y 2005, el número de artículos biomédicos, tanto clínicos como de investigación básica y aplicada, retomó la tendencia de ascenso que ya tenía desde antes de 1995 y hasta la crisis económica de 2001-2002 (información elaborada a partir de datos de Pubmed/ Medline, www.pubmed.com):

Aún más, la pendiente (slope) de crecimiento a partir de 2005 superó la tendencia observada previamente a 2002. Esta situación parece ser todavía más interesante cuando comparamos estas tendencias con México y Chile, dos de los países latinoamericanos que lideran la región en términos de número de publicaciones biomédicas (véase recuadro dentro de la figura). En comparación con estos dos países, desde 2005 la Argentina aumentó el 56% la cantidad de artículos, mientras que México y Chile lo hicieron el 31% y el 30%, respectivamente. Pero esta comparación sería engañosa si no consideráramos que en el mismo período Brasil creció un 88% y esta tendencia viene de hace más tiempo. Esta diferencia no sólo debe adjudicarse a la escasez de recursos económicos locales, sino también al reducido número de graduados que decide dedicarse a la investigación, al perfil curricular de las universidades que forman casi exclusivamente médicos asistenciales y que fomentan la preferencia por la actividad profesional en desmedro de las carreras académicas y al ínfimo número de profesionales que alcanza un doctorado en su formación de posgrado (menos del 1% para el país). En el caso de la Universidad de Buenos Aires, el número total de médicos que alcanzaron un doctorado en los últimos 5 años fue de apenas 232 y su distribución a través del tiempo (datos suministrados por la Comisión de Doctorado de la UBA) fue la siguiente:

Retomando el tema de las publicaciones, y en cuanto al tipo de artículo, su composición no varió sustancialmente entre 2005 y 2010. Así, las publicaciones que incluyeron sólo investigaciones en seres humanos correspondieron al 38% de todos los artículos y la composición promedio de éstos para los 6 años fue la siguiente: ensayos clínicos aleatorizados 3%, no aleatorizados 7%, presentaciones de casos clínicos 13%, revisiones 17% y otro tipo de artículos 60%. En esta distribución se destaca la escasa proporción de ensayos clínicos y la tasa alta de revisiones y presentaciones de casos. Por su parte, los ensayos clínicos en fases I a III nunca superaron la decena de artículos en cada año. Como se verá más adelante, la mayoría de estos ensayos en la Argentina se desarrollan de la mano de la industria farmacéutica, en general como incorporación de pacientes y sin participación relevante en las publicaciones.
Como un parámetro adicional asociado con el crecimiento de las publicaciones, se podría analizar la situación del principal ente nacional de promoción de la investigación. Como se observa en el siguiente gráfico, la cantidad de investigadores y becarios asociados al CONICET también creció a partir de 2004-2005, con un incremento más pronunciado en el número de becarios (información elaborada a partir de los datos del CONICET, www.conicet.gov.ar):

De la figura se desprende además un período estable sin crecimiento entre 2000 y 2004. En lo que se refiere al ámbito de la medicina y las ciencias biológicas, la distribución del número de investigadores y becarios para cada rama en 2010 fue la siguiente: ciencias médicas 1.391, biología 2.148, bioquímica 824 y veterinaria 245. Esto significa que algo más de un tercio del plantel de investigadores del CONICET trabaja en el área de las ciencias biológicas o de la salud.
Comparto el concepto de que "llenar protocolos de la industria no es hacer investigación", ya que los involucrados no participan en la concepción de la idea ni en el diseño ni en el análisis de los datos. Sin embargo, la proliferación de ensayos clínicos subsidiados por los laboratorios de especialidades medicinales congrega a una masa de jóvenes médicos asistentes, que se entrenan en la tarea de la recolección concienzuda de los datos, aprenden a manejar bases informáticas y protocolos, se introducen en el tema de los diseños y de la aleatorización, y además ganan dinero. En la actualidad hay cerca de 1.000 ensayos clínicos en curso autorizados por la ANMAT que abarcan casi todas las áreas de la medicina (el 11% corresponde al área temática de la cardiología o enfermedades cardiovasculares). La cantidad de estos protocolos ingresados año por año desde 2006 se muestra a continuación (información elaborada a partir de los datos de www.anmat.gov.ar):

En este caso, la distribución de frecuencias no sigue la pauta de crecimiento observada en las figuras anteriores. Aunque algunos de estos protocolos son de carácter exclusivamente local, es evidente la disociación existente entre la investigación genuina revelada por el crecimiento del número de publicaciones e investigadores ligados al CONICET y la simple incorporación de centros asistenciales para reclutar pacientes en los ensayos clínicos de la industria. La pregunta que resta formular es si este contingente de jóvenes seudoinvestigadores empleados en los estudios farmacológicos son sustraídos de las escasas vocaciones para la ciencia.
Es bien conocido que la historia de la ciencia suele ir acompañada de los criterios de la historia política de cada país. Sin embargo, algunas de estas tendencias observadas en los últimos años podrían interpretarse como un tiempo mejor para la investigación científica en nuestro país. Y bajo una visión que interprete la ciencia desarrollada localmente como un atributo fundamental de autonomía e independencia, podríamos revivir en el futuro próximo el entusiasmo de un nuevo proyecto nacional de "gran ciencia".

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