IN MEMORIAM

Carta póstuma al Dr. Gianni Corrado

Hola Gianni,
Me toca a mí escribirte esta carta en la que no puedo resumir todo lo que quisiera decir.
Es difícil condensar cuarenta años de amistad en una sola página.
Además, no seré original porque creo representar a muchos otros que desde afecto podrían decirte cosas parecidas.
En las décadas que pasaron desde que nos conocimos no vi en vos cualidades que me fueran desconocidas. Lo novedoso es que nunca conocí a nadie en quien todas ellas convivieran en la misma persona. No sé cuál fue la más notoria, porque es imposible ser simultáneamente padre, hijo, cónyuge, amigo, etc., pero siento que te destacaste en todos esos roles.
Desde mi posición de amigo, resalto que no he conocido a nadie que haya enriquecido tanto como vos lo hiciste el preciado e invaluable capital humano de la amistad.
Hubo un tiempo en que fuiste enigma; tu actitud me generaba cierta ambivalencia. Para entonces creía en la sentencia de José Martí: "Triste es no tener amigos, pero más triste es no tener enemigos…" No te conocí enemigos; sin embargo, no estabas en el grupo de los intrascendentes. Por el contrario, fuiste una referencia para muchos y, aunque te lo digo demasiado tarde, también lo fuiste para mí.
Hoy creo que Martí se debió haber equivocado.
Por los comentarios y el cariño que te profesan tus pacientes, a los que brindaste mucho más que recetas para el cuerpo, sospecho que honraste la profesión médica.
Actualmente, cuando atiendo a alguno de ellos, lo primero que les advierto es que aunque me esmere no podré reemplazarte en todo.
Quisiera decirte muchas cosas más, pero destaco el recuerdo del momento en que juntos parafraseábamos a Chaplin diciendo: "… la vida es una obra de teatro que no permite ensayos y, por eso, hay que vivirla intensamente… antes de que caiga el telón y la pieza termine sin aplausos".
Gianni, querido amigo, me cuesta ver con nitidez lo que estoy escribiendo, porque alguna lágrima me enturbia la visión, pero tengo claro lo que quiero que sepas: viviste intensamente y honraste la vida, pero cuando cayó tu telón, te despedimos aplaudiendo.

Dr. Norberto Vulcano^MTSAC