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Revista argentina de cardiología

On-line version ISSN 1850-3748

Rev. argent. cardiol. vol.84 no.6 Ciudad Autónoma de Buenos Aires Dec. 2016

 

Ilustración

ANDRÉS BOZZO
(Artista plástico argentino contemporáneo)

 

Andrés Bozzo expresa con su creación una reacción al mundo suntuoso y prometido que plantea el mundo actual. Nos trae la convicción de que el intelectual y el artista independiente han caducado ante el poder refugiado en la información que ilusiona con una civilización de la que excluye permanentemente a la mayoría para convalidar sus objetivos materiales. También sabe que su denuncia es enfrentarse a una marea humana temerosa e ignorante de sus destinos y que, ante una situación emocional de dolor, de manera inconsciente acelera su propia degradación para beneficios del poder. Hoy se refleja enfáticamente la premonición de Foucault con el panóptico de Jeremy Bentham, el que permite desde el centro de la información donde se ampara el poder disimulado tener a su disposición la vigilancia de la sociedad hasta en su propia intimidad.

Nuestra época no restablece el reino de "la antigua buena moral", sino que se libra de ella. Moral que no encuentra ya su modelo ni en las morales religiosas tradicionales ni en las modernas, las del deber rigorista y categórico. Este período del deber laico se ha cerrado (posmodernidad). Disolvió su forma religiosa, la del deber mismo, dando origen a la segunda secularización: época del posdeber. Este momento humano descree del deber, desvaloriza el ideal de abnegación, sus deseos son inmediatos, ejerce pasión por el ego y la felicidad intimista, materialista; no tiene incentivos para el deber. Hoy el hombre se halla unido al ego. ¿Cómo designar una cultura en la que la promoción de los derechos subjetivos hace caer en el vacío al deber desgarrador, en la que el modelo es invasivo y la exigencia de entrega no consta en ninguna parte?

No es el laxismo y la espiral diabólica de los derechos subjetivos lo que avanza, es el desarrollo paralelo de dos maneras antiéticas de remitirse a los valores, dos modos contrarios de regular el estado social individualista: 1) lógica ligera, dialogada, liberal y pragmática; 2) disposiciones maniqueas, más doctrinales que realistas, con más rigorismo que humanismo, más represión que prevención. El individualismo gana terreno y toma dos rostros antagónicos: 1) integrado y autónomo, gestionario y móvil; 2) perdedor, sin porvenir para los desheredados del sistema.

Las humanidades que el hombre utilizó de argamasa entre ciencias y filosofía se fueron diluyendo como si el cuerpo y el alma constituyesen entes separados que no se uniesen en esa sombra del misterio, en la que el hombre pueda prescindir de la filosofía y de lo metafísico sin consecuencias. Es la ciencia la que relega de lo filosófico en la declamación de un significado existencial que nunca podrá alcanzar como así tampoco la fe pueda llegar a lo absoluto. Solo se trata, desde la conciencia humana, de hallar una comprensión que acerque la relatividad del conocimiento y de la fe, a una conducta que haga de la realidad existencial un acto de dignidad a ese estado de conciencia. El arte suele ser un atajo a esta precariedad habitual de un hombre aun sin humanismo. El artista es una búsqueda individual de llegar a fusionar su idea con el humanismo, en una actitud de un solo idioma que derribe la torre de Babel.

El hombre pierde progresivamente su identidad en manos de una sociedad materialista basada en la inmediatez, en el pequeño relato, en lo efímero. Foucault y Derrida anunciaron la muerte del hombre, así como Nietzsché lo hizo anteriormente con Dios. Replegada la religiosidad humana como una arista del ansiado humanismo, la usurpación del estado espiritual por movimientos decididamente interesados no precisamente en el respeto y la dignidad del hombre y la desaparición de salvaguardar el alma a través del diálogo filosófico hace pensar ¿no alimentó estas circunstancias la declamada muerte del hombre por los posestructuralistas?

Quizás un lenitivo a toda la angustia existencial que el hombre fue acumulando en su historia y que, ante el cariz de la posmodernidad que lo encierra con su materialidad, haya sido esa procacidad de que se vuelque a los vicios y a las perversiones. La consigna es olvidarse del ser-hombre, solazarse con el ser-instintivo. En este espacio es lógico pensar que lo filosófico-metafísico pierde su lugar, así como la ciencia ignora la sombra que invariablemente se le adelanta. Y que en realidad no es divisible de ella, como el cuerpo no lo es del alma. En este tránsito de alejarse del humanismo, lo comunica-cional ha sido la gran contribución del materialismo. Y esto es engañoso. No se puede estar en contra de lo que en una forma de red social puede informar, educar; pero su uso tiene un fundamento de búsqueda de poder. De más materialismo. De más positivismo. De un sistema que busca poder a través del uso del hombre, tergiversación de la verdad, intereses comerciales en donde el individuo descree de su identidad. Se diluye como tal y mimetiza en un modelo humano mecánico e interesado en el poder y el éxito mediático. En donde la emoción ya no pertenece a la identidad del que la expresa, sino que intenta usar colonias de hombres automatizados. Lo íntimo -hasta la emotividad- queda oculto en aras de un proyecto de unos pocos amos. El humanismo es lo contrario. No da lugar a la marginación de nadie. Hoy el pensamiento íntimo es saqueado por un sistema que vigila a través de lo comunicacional apoderándose de la libertad humana y de sus decisiones con las manipulaciones que se entrometen en la psiquis.


"La Argentina en la cuerda floja del circo" Tinta, intervención digital, 2001

Esta situación de divorcio de la sociedad actual con el humanismo por parte de esta civilización ¿estará incentivada por el desencantamiento del hombre con las religiones? Seguramente juega aquí el tenor de la ciencia que con su materialismo se ha separado de la metafísica, ejerciendo sobre esta la necesidad de que pertenezca a un orden metodológico, diseñado por el mismo hombre. Con este procedimiento se intenta ignorar lo insuficiente de la ciencia humana para alcanzar el sentido existencial y la necesidad que se tuvo desde que el primer hombre se preguntara quién es. En este punto la razón y la fe concluyen en un sitio cuya metafísica le da un sentido a la existencia. Y este es un asunto íntimo y respetable de cada individuo. El conocimiento tomado como un recurso de interés materialista ha llevado a esta posición en que el hombre es tironeado entre su cuerpo y su alma y en un momento de la civilización en que los numerosos hombres anónimos no pueden desarrollarse por la ejecución de otros pocos hombres. Evidente es la retirada de las religiones a ámbitos más restringidos, en donde el hombre encuentra un refugio más allá de la razón material para su existencia. En realidad, al perderse la condena social basada en una moral religiosa o estoica que establecía la cultura, se ha transformado a la ética en un sofisma, en una ética indolora, se dejó paso a las conquistas materiales efímeras explotadas por lo comunicacional. El mundo perdió su carácter religioso en la conducta diaria. Y esto es lo que importa, entender la religión como una posición moral ante el prójimo y lo natural. Esta conducta se fue diluyendo hasta transformar la intelectualidad y la ética en indoloras, donde importa lo material y la inmediatez, a través de comportamientos que mientras sean ocultos no se consideran inmorales.

Bozzo, en su obra que va construyendo con las realidades que llegan a sus sentidos y tamiza con su vocación de artista independiente, refleja todos estos aspectos analizados. Su puesta es valiente. Sorprende gratamente la abdicación a todo riesgo de una crítica en momentos en que la libertad del individuo se ha replegado. La verdad es de este mundo porque está impuesta desde el poder. Se centra en la forma de discurso científico por las instituciones que la producen, en una constante incitación económica y política, en la inmensa difusión y consumo de aparatos políticos y económicos (universidad, corporaciones, medios de comunicación, instituciones, partidos políticos, gobiernos, movimientos sociales, etc.).

Esto lleva a un combate por la verdad. Al ser de los hombres y superar su racionalidad no es revelada. No se opone a la falsedad. En esta contienda se la logra con el poder, con la conquista. "La verdad es la verdad del régimen" (Foucault). Hay sistemas de poder que crean verdades, que la producen, que la utilizan, que se sirven de ella. Se batalla por poseer esa verdad que satisface todo tipo de necesidades desde las más espirituales hasta las materiales. La ecuación que se busca es verdad/poder.

No se trata de tener una ideología inapelable. No se trata de cambiar la conciencia. Se trata de cambiar los regímenes de producción de la verdad. Se trata de separar el poder de la verdad de las hegemonías culturales, sociales, económicas, políticas. ¿Pero no la estaríamos poniendo dentro de otras fuerzas tan hegemónicas como ellas? Se trata entonces de cambiar el régimen político, económico e institucional de producción de la verdad.

Jorge C. Trainini

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