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Revista argentina de cardiología

versión On-line ISSN 1850-3748

Rev. argent. cardiol. vol.85 no.3 Ciudad Autónoma de Buenos Aires jun. 2017

 

Ilustración

LUIS PEREYRA
(Artista plástico argentino contemporáneo)

 

Todo en este mundo exterior, frío e indolente, está previsto que deba suceder sobre reglas y códigos preestablecidos. Lejos del espíritu, de la emoción, del sentimiento. Ejercer el acto de liberarse de las condiciones que impone la sociedad con su acción contraria a lo natural y a la costumbre de la conciencia implica el riesgo de ser marginado, tan solo por violar preceptos estipulados por ella. Sostener la autonomía del pensamiento genuino es ser apartado del escenario que erige la masa social. Luis Pereyra se rebela ante un mundo estructurado y con su arte nos lleva a la duda, a la ilusión, a las imaginaciones. Va conformando en sus obras a dibujo o color, pluralidades que llegan desde el universo que lo rodea, porque entiende que en cada ente se refugia el arché, principio fundamental que nos integra a una esencia.

Con esta pluralidad el artista va construyendo un mundo humanístico en que no desdeña ninguna espiritualidad o materia que le entrega su visión del universo del hombre. El humanismo tiene la esperanza de que el mundo pueda caminar hacia el hombre a pesar de la historia construida que lo ha transformado en una utopía. Por lo tanto, solo nos queda amar la desesperanza para mantener la utopía del humanismo. Si se alcanzara ese humanismo ¿cuántas cosas perderían su sentido? Por ejemplo, la propia historia del hombre, el que se encuentra ahora en deslindar el bien del mal de acuerdo a sus intereses, cada vez más intrincados. En esta elección se siente justificado a costa de la inau-tenticidad del prójimo. ¿Con el humanismo perdería la placidez de la contienda diaria?, ¿es posible esta transformación en paz?, ¿o su posible planificación entronizaría a nuevos poderes? Seguramente el propio accionar ancestral del hombre invalidaría el progreso humanista. Esto lo acerca a una aporía. El hombre no puede salir de su realidad, una mezcla de instinto y razón interesada.

En un humanismo la libertad crecería por la desaparición de la sospecha hacia el prójimo. La acumulación material carecería de sentido y el hombre sería más pleno porque sabría "qué es lo que puede ser". Sabría entender que el poder de un hombre sobre otro en cualquiera de sus aspectos no lo justifica. Para eso tendría que pertenecer a un orden justo pero sobre todo confiable. Quizás esto sea un utopismo [teoría que no llega a la acción] y nunca se podrá salir de la teoría. Este humanismo tendría una ética estoica rayana a una religión sin dioses. Implicaría ser un hombre con otra historia y una conformación psíquica derivada de una cultura hacia el "otro". Construiría una humanidad sin clases sociales. Aquí cabe la pregunta ¿en qué se destaca una clase de otra que no sea en el fondo básico una diferencia económico-cultural? Y esta diferencia ¿tiene algún sentido no solo visto desde el sentido de la existencia, sino también desde el aprovechamiento inconsistente del prójimo? Entonces en este análisis hallamos la insustancialidad de las clases sociales que terminan evitando el humanismo para llevar las diferencias a límites infranqueables.


"Hechicero 2"
Dibujo - Lápiz sobre papel, 35 × 50 cm, 1990

 

Obviamente, a nivel de los recursos económicos, la distribución, de acuerdo a la voluntad y capacidad de cada individuo, debe partir desde necesidades básicas donde se respete la dignidad y la libertad del prójimo, principio esencial del humanismo. Esto permitiría alcanzar el desarrollo espiritual del ser humano. No puede haber un auténtico humanismo si el hombre está sujeto a una disputa por su supervivencia. También implica esta posición un estado diferente en que la resolución material del problema humano no alcanza si no se plantea un cambio cultural sobre el conocimiento de base instintiva del ser. Hallar la verdadera conjunción de que la existencia se encuentra en relación con la capacidad de la conciencia es el punto fundamental para modelar el impulso instintivo tranquilizar al instinto es la etapa coadyuvante a una posibilidad digna de vida que constituye la matriz para alcanzar un humanismo.


"Batalla medieval"
Dibujo - Tinta sobre papel, 25 × 35 cm, 2009

 

Utilizar la conducta convencional es inmiscuirse en el mundo vulgar que hace a la materia, al egoísmo y a la soberbia. En cambio, el pensamiento humanístico no colisiona con el prójimo. Lejos de la ira, construye la intimidad del ser. Lo que se intenta construir tiene la armonía de caminar hacia la esencia que nos debería definir con nuestras sinceras limitaciones. Certificar la existencia individual, identificar al sujeto. Hay desnaturalización de la raza humana en relación con entender la situación existencial y exonerar lo que es salvable de su condición desesperada. Sin embargo, el hombre se acota desde el principio de su vigencia con miedos y premoniciones que lo dejan divorciado del propio conocimiento. La sociedad para combatir la impronta animal ubica al ser en el camino de semidiós, alejándose de la libertad de espíritu, sin que esta decisión asegure la adquisición de un estado que lo dignifique. Solo lo arroja a la degradación. El hombre disfraza los rezagos ancestrales provenientes de la corruptibilidad de la carne con el fin de mantener la vigencia material dentro de normas y códigos sociales establecidos. Es la hipocresía su gran aliada, la que evita ser esculpido por las normas del espíritu y la meditación. Lo formal de la sociedad es mantener una situación con sus intereses que diluya al individuo. Entonces el hombre no imagina ni sueña, porque los actos más genuinos de su ser, las utopías, son adjetivadas de irrealidades. Solo quedan al acecho de su propia conflagración.

Se debe llegar al hombre que yace en nuestro interior desnudo, desprovisto del condicionamiento de lo externo, de la hipocresía de la conducta y del egoísmo de los genes. La meta es el espíritu, el "yo", herrumbrar los escombros de la crónica que nos aconteció, dejar de ser ente descartable del universo para elevarse por encima de la materia. Subir a la cima con el pulso del corazón. Salvar al individuo de la sociedad-masa. Hay un mundo vigente y opaco que en realidad aloja las miserias del hombre, que se erige sobre su despojo evitando la transparencia del ser. Se debe llegar al hombre oculto arrancándole la máscara de la mentira, del engaño. Este mundo que se constituyó es un absurdo, una quimera, un fraude, y aún pretende estar en paz con sus miedos devolviendo fantasías a la esencia del ser.

Hay que pensar cómo se pueden cambiar las cosas. ¿Por persuasión o imposición? La imposición por la fuerza sería más instinto, la persuasión a esta altura del hombre es todavía utopismo. En las actuales circunstancias los hombres se han acostumbrado a vivir en la iniquidad. Aquellos que se dan al prójimo serán devorados por el resto. No poder salir de esta conciencia limitada hace que el humanismo sea una aporía. Y esto por el momento no nos permite estar en un mundo mejor. Hoy se intenta hacerlo sacrificando al prójimo, porque no se enseña la relatividad de la conciencia y la codicia hace que los recursos siempre estén en nuevas disputas por más que pudiese alcanzar para todos los hombres, en un porcentaje justo para una vida efímera. Luis Pereyra entiende que la materialidad sola no explica al hombre. Hay también una esencia, un "arché", que disecciona en cada una de sus obras intentando llegar a que el observador entienda que el humanismo es afianzar el fervor al prójimo.

Cada obra de Luis Pereyra parece rezar: no intento analizar el pensamiento ajeno, solo inmiscuirme en el mío. En su laberinto, deslindando los jeroglíficos que me persiguieron. Me costó llegar hasta este instante con autenticidad. Durante toda la vida tuve temor del mundo que somete con su rigor. Esto me inhibió y luego se constituyó en desobediencia y rebelión. Mi pensamiento bulle, confronta con lo formal al indagar en su hondura. Intenta no ser condicionado por la razón para acercarse al ser esencial. Es inevitable la colisión con las contradicciones, mi primera compañera en esto de sentirme humano. No asumirlas es entregarme a este mundo confuso en que se encarna la existencia desde la lógica impuesta por el poder.

Jorge C. Trainini

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