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Revista argentina de cardiología

versión On-line ISSN 1850-3748

Rev. argent. cardiol. vol.87 no.1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires feb. 2019

 

Ilustración

PONCIANO CÁRDENAS (artista plástico boliviano, contemporáneo)

Jorge Carlos Trainini1 

1rac

Ponciano Cárdenas es un orfebre con una misión que le llevó toda su existencia. Su legado es una constante proclama para que el pueblo latinoamericano no yazca olvidado por las dominaciones e intentos permanentes que han querido arrebatarle su verdadera naturaleza. Aún en su obra la lucha prosigue, entre el toro invasor y el cóndor (Obra de tapa), símbolo de una raza legítima de estas tierras andinas de América aborigen. En “el lugar de los lagos”, llamado Cochabamba, fue su origen un 25 de agosto de 1927.

No hubo posibilidad de indecisiones para el artista plástico que llevaba en su origen. A los siete años solía treparse al muro del linde del prado, en las afueras de la ciudad donde vivían. Desde allí observaba a los vecinos toros de lidia del campo lindante que luego modelaba con la arcilla que recolectaba en el río Rocha. De ese barro con que su madre trascendía, más allá del valle que habitaban, para aliviar los males sobre la piel de la gente que la consultaban por sus dotes de chamán. Esos toros de barro fueron sus primeras obras plásticas. Representaron uno de sus sellos imborrables. Pinturas y esculturas esparcieron a esos toros tempranamente en el arte del artista en carácter de un símbolo de dominación española, pero también en la valoración de la fuerza animal, de una presencia imponente y esforzada. Ponciano Cárdenas jamás dejó de valorar esa posición combativa del animal, a la que el hombre también lo incitó, exacerbando esa voluntad instintiva de no ser jamás dominado

Presente desde su más temprana infancia, Ponciano halla en el toro un símbolo de su arte. El maestro lo aclara: “Hallé en los toros formas plásticas no solo de cómo ataca o cómo se mueve, sino en la fuerza interior que le anima”. También plasma la lucha entre el toro y el cóndor según la costumbre imperante en el altiplano. Se amarra el cóndor al lomo del toro. Las garras y el pico del ave terminan por matar al cuadrúpedo. El artista va más allá del rito y desde entonces el toro, símbolo de la ocupación extranjera, lidia con el cóndor custodio de las alturas andinas. Esta costumbre del hombre del altiplano se repite en una fiesta anual en que el toro intenta liberarse del ave sujeta a su lomo.

“La realidad del arte es ser siempre uno mismo”. Esta es la consigna en el camino de Ponciano Cárdenas. En el hallamos una identidad americanista consecuente con su origen. La defensa de un pueblo que había erigido una civilización antes que la espada del conquistador avanzara por esta tierra virgen. Que aún resiste con sus ritos y su arte Uno de ellos es Ponciano, el que impone a sus alumnos el mandato de “siempre hacer”. El que sigue haciendo lidiar al cóndor y a los hijos de Atahualpa contra el símbolo del toro bajo esos soles inmensos de energía sudamericana.

“Lucha de razas” 

Los seres humanos en algún momento de sus vidas suelen huir de los espejos que los reflejan. Son los sueños incumplidos los que asustan con imágenes oníricas que giran turbulentas tal cual lo hacen los pájaros al despertar. En las alturas ellos giran en círculos perfectos, los hombres se acurrucan en la intimidad de la tierra. Todos pasan por esas experiencias de hallar excusas para evadirse de las realidades, las cuales son desechadas de la mente con cualquier pretexto. Pon-ciano Cárdenas tiene construida su personalidad con unas pocas palabras que repite invariablemente: “Yo vine con el sueño cumplido”. No necesita evadirse del espejo que le da su talla de artista. En esta sentencia que tiene la fuerza de un dictum se funda su legado cuando reclama que “lo más importante de un artista es su identidad”. En Ponciano esta frase nunca fue una declamación. Se constituyó en una fortaleza que le permitió transitar un periodo del arte latinoamericano que fue dejando aislado a los cultores de su defensa. Es cierto que el arte no tiene fronteras, pero también ellas existen en el concepto que Latinoamérica tiene posiciones que defender en su cultura, de enorme valor para no perder lo que reclama Ponciano Cárdenas: la identidad. Lo extranjerizante hizo retroceder a todo ese movimiento de la plástica latinoamericana que debía no solo conservar, sino también exhumar una cultura pre-hispánica. En esa convicción Ponciano se mantuvo incólume. Nunca cesó de llevar el “sueño cumplido” a sus soles, toros, cóndores y hombres autóctonos, los que conservaron no solo la esencia de su historia originaria, sino esa belleza que destila la armonía de los cromos y las formas.

La pintura de Ponciano Cárdenas es audaz. Se introduce en esa historia dolorosa de América Latina que el poder intenta olvidar. Sus personajes son Cristos terrenales, vigentes que delatan aún esa inocencia que tienen la infancia de los pueblos. Esa virginidad espiritual que permitió que la civilización llamada conquistadora los vaciara de sus riquezas y atentara contra su cultura milenaria. Ponciano entonces pinta con el inconfundible riesgo de ser marginado por los herederos de la conquista. Entonces sus obras son penetrantes y sagaces, con una intensidad que sus personajes se permiten salir de los lienzos planos para adquirir el volumen del espacio. Los cobija la energía de los soles inconfundibles que persiguieron al artista desde su nacimiento y que se vuelven llama viva en el mismo color. Aquí están ante nuestra mirada. Nos rodean con sus ritos y sus danzas. Son los que han amado esta tierra por encima de todas sus vicisitudes. El efecto de las obras de Ponciano es capaz de silenciar cualquier otra manifestación artística que se le oponga. Gozan de un magnetismo sublime. Irradian la luminosidad de lo genuino, de la naturaleza, de lo existencial. Ante esa mirada toda otra visión parece retroceder, se vuelve fatua. En Cárdenas hay una sujeción en su obra a un poder de atracción que subyuga al transmitir los valores ancestrales americanos que intentaron ser vaciados desde el inicio de la conquista. Estos elementos de su pintura quedan exaltados entre el color frondoso volcado a las energías cósmicas y el contraste con la palidez de los personajes que adquieren la sabiduría ocre de la tierra. Entonces la audacia de la obra se vuelve de una belleza que atrapa.

- ¿Ponciano, siempre estuvo su pintura tan influida por los azules?

- Yo creo que el cromatismo de los azules es un recurso que utilicé para darle mayor vibración a las tierras, porque en realidad mis colores son tierra. El azul lo usé como un complementario, así como también hago con el verde. En realidad el color de mi obra gira más a través de los cálidos, de las tierras y de la línea del naranja. El azul está como elemento de vibración. También eso es un poco, digamos, inconsciente. Ahora por más que use colores azules o verdes, mi pintura termina siendo siempre dolorosa. A veces a uno le piden que pinte con verdes, azules, amarillos, para dar alegría, y en realidad ésta no se da con el color,

sino en la obra misma, o sea, se halla en el contenido. Usó amarillos y sin embargo, si se mira en profundidad, no es alegre. Igual sucede con Vincent van Gogh (1853-1890). Es el hombre el que está ahí, no es el color. El arte es también misterio, Uno hace sus vivencias, ahora si son alegres o son tristes implican otras cuestiones. Ningún hacedor de arte maneja esa parte. Se puede manejar la técnica, la palabra, lo que sea, sin embargo por ahí una palabra o una imagen de alegría, termina siendo un llanto porque es el contenido el que decide en el arte.

- ¿Cómo ve el arte en el futuro? ¿Seguirá siendo el artista libre o estará condicionado por la economía, por la política o por otro tipo de situaciones que no hacen a su verdadera sensibilidad sino a condiciones externas, incluso a las de supervivencia?

Luego de una pausa su voz pequeña se hizo convincente. -Yo creo que el verdadero artista, inclusive a pesar de él mismo, de la situación económica, religiosa o política, sigue reflejando su mundo interior. O sea que al hombre pueden condicionarlo la política, la economía, un sinfín de cosas, pero esto no le sucede al auténtico artista, no lo esclaviza, sino sería su suicidio artístico. Tomemos a Goya como ejemplo. Pintó a todo el reinado de España y sin embargo en el último momento de su obra te muestra la “época negra”, lo que realmente sentía, o sea ahí se evidencia lo que es el artista. En el fondo todos los artistas se expresan igual a los de la cueva de Altamira

En esta tierra americana de verde de humedales aún perdura su gente en una silenciosa batalla de supervivencia para respirar una historia que el conquistador quiso olvidar. Todavía se puede percibir el alerta de las civilizaciones prehispánicas ante la depredación sin pausa del extranjero. El centro mediterráneo de Suda-mérica quizás sea el último bastión de la defensa de sus sueños, de sus ritos y de la comunión del hombre con la tierra. Ponciano Cárdenas rescata al sujeto. A ese ser arrojado a la existencia, dotado con la conciencia mayor de la naturaleza. En su arte logra la convergencia de los entes que componen el cosmos junto a la presencia de la conciencia. Profundiza este concepto para integrar su obra en donde el sujeto se halla presente en el proceso deconstructivo del cosmos, mostrando en un mismo espacio caos/orden, arte/existencia, figura/metafísica. Para ello trabaja en lo que el “ser-hombre”, desde los tiempos más primitivos intentó darle a su presencia: armonía y belleza, percepciones que constituyen la abstracción de su imaginación y que le permiten sobreponerse a su cansancio existencial. La búsqueda de Cárdenas se transforma en un refugio para el sujeto en este mundo posmoderno, en que el subjetivismo ha muerto. Entonces su arte se aparta de la razón instrumental, patrimonio del poder, para poder incorporar en el espacio-tiempo a la palabra, a los afectos, a la diversidad. Y esto constituye un soplo de aliento pues no se puede hablar de circunstancias sin sujeto y de este sin tener en cuenta el proceso histórico que lo contiene. Por eso en su obra se halla el relato de su crónica, de los objetos que aparecen y desaparecen en continuidad, tal cual sucede en cada ente de la naturaleza con su propio tiempo.

REFERENCIAS

Jorge Carlos Trainini. PONCIANO CÁRDENAS (artista plástico boliviano, contemporáneo). Rac. 201887: 1-2 [ Links ]

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