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Revista argentina de cardiología

versión On-line ISSN 1850-3748

Rev. argent. cardiol. vol.90 no.6 Ciudad Autónoma de Buenos Aires  2022  Epub 01-Nov-2022

http://dx.doi.org/10.7775/rac.es.v90.i6.20572 

Editorial

¡La imagen no es la enfermedad!

The image is not the disease!

JORGE LOWENSTEINMTSAC 

MTSACMiembro Titular de la Sociedad Argentina de Cardiología

El arte conceptual nace al final de los años sesenta del pasado siglo y se basa en que la idea surgida de la interpretación del observador es el fundamento más importante que transmite la propia obra de arte. Es así que, en la serie “La traición de las imágenes” surge la pintura denominada “Esto no es una pipa” del genial artista surrealista belga René Magritte (1898-1967), la cual puede ser considerada la precursora del arte conceptual (Figura 1). En esta obra lo que se aprecia no es una pipa, sino solamente la imagen de una pipa, alegaba el autor cuando se le preguntaba del porqué del título de su creación.

Fig. 1 Esto no es una pipa”. René Magritte, 1928-1929 

La respuesta esgrimida por el artista era sorpresiva, pero también razonable, ya que no se le puede a la pipa poner tabaco, tampoco fumarla, solamente es la representación visual de ella.

La misma situación se suscita con una imagen en los procedimientos cardiológicos. Si observamos una válvula mitral patológica la retratamos con técnicas de ultrasonido color, en 2 y 4 dimensiones, con transiluminación o con resonancia nuclear magnética. De esta manera logramos obtener las mejores imágenes e información sobre esta válvula.

Podremos entonces afirmar que es una válvula con diferentes grados de anomalía, pero esa información solamente tiene valor si conocemos el contexto del paciente; su edad, sus antecedentes, los síntomas, el estado de fragilidad, las enfermedades concomitantes, su repercusión sobre su organismo. Es decir, su propia biografía.

El arte conceptual desarrollado por Magritte nos enseña que toda representación visual pictórica o fotográfica suele estar divorciada de la realidad, siendo esta de carácter no objetivo en la física cuántica actual. En nuestra especialidad la imagen puede confirmar una probabilidad diagnóstica, pero es solo parte constituyente de la enfermedad, nada nos dice de los síntomas de las sensaciones, de las emociones, de los temores del paciente. De su integridad.

La imagen obtenida de la válvula representa un aspecto limitado de la enfermedad; pero su interpretación nos obliga a pensar en el contexto del paciente y todos los diagnósticos diferenciales. En una complejidad psico-orgánica-social.

Nuestros sentidos adolecen de la perfección requerida, por eso las herramientas diagnósticas nos conducen a una mejor resolución temporal y espacial. Sin embargo, las imágenes ostentan también su grado de subjetividad y deben pasar por el ojo para su interpretación. Al decir del poeta: “El ojo ve lo que la mente sabe”.

La tecnología más sofisticada de imágenes es incapaz de revelar todos los misterios de la enfermedad cuando no se la acompaña de un profundo conocimiento de la historia clínica y de un contacto directo con el paciente, para investigar en profundidad sus síntomas, realizar un meticuloso examen físico y escuchar todas sus inquietudes (Figura 2). Lo expresaba Laín Entralgo con absoluta precisión al conceptualizar que el diagnóstico se inicia con la misma observación visual sobre el paciente.

Fig. 2 El paciente es el principio y el fin del arte médico 

La enfermedad es mucho más que un buen diagnóstico por visualización de imágenes. No podemos olvidarnos del contexto socio cultural en el ser sufriente. La mayoría de los pacientes no están descriptos en las guías y es la experiencia, el juicio clínico, lo que debe predominar para intentar curarlo de cuerpo y alma, o al menos consolarlo siempre con un halo de esperanza.

La realidad médica cotidiana nos ha confirmado el legado de René Magritte, ya que puede ser diferente de la visión que tenemos de una imagen. La tecnología ayuda en gran proporción al diagnóstico, no hay dudas, pero sin un uso racional puede desvirtuarse su utilidad. Muchas veces su costo prohibitivo y su difícil acceso hacen necesario que los médicos adoptemos una asistencia médica más humanizada al servicio del paciente.

Valentín Fuster al respecto se pregunta ¿es la inteligencia artificial y el mundo digital el futuro?

Es probable que la inteligencia artificial pueda hacer mejores diagnósticos que un experto. Sin embargo, solo un tercio de la población va a tener acceso a esta tecnología, que debería ser equitativo y ético. No podemos dejar de promulgar que con el mirar al paciente se aprende mucho más que con la observación de las imágenes o con la simpleza de apretar teclas.

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