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Comechingonia

versión On-line ISSN 1851-0027

Comechingonia vol.14 no.1 Córdoba ene./jun. 2011

 

ARTÍCULOS ORIGINALES

Prácticas murtuorias en las poblaciones tempranas del Valle del Río San Francisco ( Prov. de Jujuy, Argentin)

 

Gabriela Ortiz1 y Luis Nieva2

1 CONICET-CREA-FHyCs-Unju, yolatordo@hotmail.com
2 CREA-FHyCs-Unju

Presentado el: 24/09/2010
Aceptado 16/05/2011

 


Resumen

A partir de los nuevos hallazgos realizados en la región pedemontana de la provincia de Jujuy en los últimos 15 años, se discuten las particulares condiciones de inhumación y las prácticas mortuorias asociadas con los grupos adscriptos a la llamada Tradición San Francisco (800 a.C.- 400 d.C). Aunque aún escasas y parciales, estas nuevas evidencias nos permiten discutir algunas de las modalidades en relación a las prácticas mortuorias llevadas a cabo por estas poblaciones tradicionalmente consideradas como agroalfareras y que hoy están siendo pensadas como sociedades cazadoras, recolectoras y pescadoras.

Palabras claves: Prácticas Mortuorias; Región Pedemontana; Tradición San Francisco.

Abstract

From Jujuy province foothill region new findings of the last fifteen years, the inhumation and mortuary practices particular conditions linked to the so called San Francisco Tradition (800 b. C.- 400 AD) are discussed. Although still scarce and partial, this new evidence allow to discuss some modes related to mortuary practices carried out by this populations, traditionally considered as agricultural societies and today reconsidered as hunting, gathering and fishing societies.

Key Words: Mortuary practices; Foothill region; San Francisco Tradition.


 

Introducción

En relación a los hallazgos de restos humanos inhumados en la región sur del valle del río San Francisco, es muy poca la información con la que se cuenta. A pesar de que los primeros hallazgos provienen de principios de siglo XX (Nordenskiöld 1903, Boman 1908), dadas las particulares condiciones de preservación en ambientes subtropicales, los restos óseos humanos son escasos y algunos poco aptos para ser analizados. Esa particularidad sumado al hecho de las limitadas investigaciones sistemáticas llevadas a cabo en la región, resultaron en un exiguo conocimiento acerca de las formas de inhumación realizadas por estas poblaciones. La literatura arqueológica se refiere en general a la práctica de entierros de párvulos en urnas, frente al entierro directo de adultos (Dougherty 1975). Sin embargo el avance de las investigaciones ha puesto al descubierto nuevas modalidades de tratamientos mortuorios desconocidos hasta hace al menos una década atrás (Ortiz 2010).

Si realizamos un recuento de la cantidad de restos humanos conocidos en una región tan amplia y al parecer densamente poblada, contabilizamos en más de 100 años de investigaciones, 36 individuos (ver tabla 1). Podemos observar que no sólo la muestra es extremadamente reducida para realizar inferencias sobre patrones de prácticas mortuorias, sino también que la diversidad observada en las formas de disposición de los restos y las condiciones contextuales asociadas a ellos se presentan en varios casos como casos singulares. Así, cada contexto es diferente y a veces único, lo que permite reflexionar acerca del peligro de realizar generalizaciones a la hora de explicar los comportamientos sociales asociados con la muerte y el tratamiento de los restos humanos para un momento dado y una población en particular.

Tabla 1. Cantidad de hallazgos de restos óseos humanos reportados o conocidos en un siglo de investigaciones en la región, con indicación de procedencia, forma de entierro y contexto asociado de cada uno.(Ver "Referencias" en tabla 1-cont).

Tabla 1(cont.). Cantidad de hallazgos de restos óseos humanos reportados o conocidos en un siglo de investigaciones en la región, con indicación de procedencia, forma de entierro y contexto asociado de cada uno. Referencias: (a) en los casos publicados por otros investigadores no se especifican los criterios para la determinación de la edad o se trata de terminología antigua utilizada en la época, por lo cual los datos consignados son transcriptos textualmente tal como figuran en los trabajos citados. Tipo de entierro: P (primario) S (secundario); Posición de entierro: SF (sedente flexionado); S (sedente) DDE (decúbito dorsal extendido); DLF (decúbito lateral flexionado); DLA (decúbito lateral"arqueado"); DLIF (decúbito lateral izquierdo flexionado); DLDE (decúbito lateral derecho extendido); DDE (decúbito dorsal extendido); Edad: Inf. (infantil);) Juv. (juvenil); Ad. (adulto); Sexo: F (femenino), M (masculino); ND (no determinado)

 

En esta oportunidad presentamos toda la información disponible hasta el momento haciendo especial hincapié en el sitio Pozo de la Chola recientemente investigado, integrando estos datos con otros obtenidos en sitios coetáneos de la región. El objetivo es comparar toda la información conocida, delineando un estado de la cuestión y explorando críticamente las posibilidades de interpretación en relación a las conductas mortuorias de las poblaciones tempranas del valle del río San Francisco.

Arqueología de la región San Francisco

La llamada región arqueológica del río San Francisco abarca desde la confluencia de los ríos Grande y Lavayén (a partir de aquí el río toma el nombre de San Francisco), y sigue su curso de sur a norte con el aporte de muchos afluente. El valle de San Francisco está flanqueado por las serranías de Zapla y Zenta al O y por las Sierras de Santa Bárbara al E. Toda la región se encuentra surcada por numerosos cursos de agua de diferente envergadura y estacionalidad, siendo los más importantes de acuerdo a su caudal y permanencia, los ríos Grande, Lavayén y San Francisco. A ambas márgenes de los dos últimos especialmente y en sus afluentes, fueron detectados desde principios del siglo XX una gran cantidad de sitios arqueológicos (figura 1).


Figura 1. Mapa de la región pedemontana de Jujuy con indicación de la localización de los sitios arqueológicos. El rectángulo delimita el valle de San Francisco.

El abordaje de la problemática arqueológica, se remonta a fines del siglo pasado cuando la llamada expedición sueca recorrió el valle del río San Francisco y el flanco occidental de la Sierra de Santa Bárbara (Nordenskiöld 1903, Boman 1908). Desde entonces, otros investigadores se ocuparon del problema, algunos con mayor intensidad y otros solo con excursiones periódicas puntuales (Serrano 1962; Dougherty 1975; Pellissero 1988-89; Fernández Distel 1988-89; 1994; Ortiz 1993, 1998, 2001, 2003, 2007, 2010). Sin embargo a más de un siglo de iniciadas las investigaciones, el estado aún incipiente de su conocimiento se refleja principalmente en la mayoría de las obras de síntesis, incluso las publicadas en las últimas dos décadas, en donde en general sólo se hace una pequeña mención descriptiva sobre la arqueología de esta región destacándose fundamentalmente dos o tres rasgos considerados como "típicos" de acuerdo a la información proporcionada por Dougherty en su tesis doctoral (Otonello y Lorandi 1987; Perez 2000; Albeck 2000; Olivera 2001).

Se ha asumido desde al menos la década de los 70' que estos grupos estaban en posesión del conocimiento y manejo de plantas domésticas, motivo por lo cual fueron asumidos como grupos agroalfareros (Dougherty 1975; Nuñez et al. 1975; González y Pérez 1985; Garay de Fumagalli y Cremonte 2002, Muscio 2004, entre otros). Sin embargo y como ya lo dejó establecido Dougherty (1974), la base de la economía de estos grupos parecía estar basada en la caza, la pesca y la recolección. En los últimos años uno de nosotros ha venido planteando que existen motivos e indicios suficientes para empezar a pensar en estas sociedades bajo otros términos (Ortiz 2007). Al estado actual de las investigaciones estas sociedades se perfilan como grupos con una estrategia económica mixta. Se trata de sociedades con soluciones económicas exitosas de larga duración basadas en una explotación óptima y diversificada de los numerosos recursos que ofrece el ambiente (Ortiz 2007). Por ser una región con importantes fuentes de recursos silvestres entre los que se incluyen los peces; se debería considerar a estos grupos como sociedades principalmente extractoras con producción de vegetales cultivados a escala doméstica. Los primeros estudios sobre restos óseos humanos así como análisis de microrestos de vasijas cerámicas estarían apoyando esta última interpretación (Seldes y Ortiz 2009, Ortiz y Heit 2010)

Los sitios conocidos para el sector medio y alto del valle corresponden todos a ocupaciones tempranas con una cronología establecida a partir de 20 fechados radiocarbónicos realizados por diferentes investigadores, desde el 800 a.C al 400 d.C (ver resumen y resultado de las calibraciones en Ortiz 2003). Los sitios que parecen haber sido ocupados en forma prolongada están generalmente ubicados en las proximidades de cauces de agua de régimen permanente, y de los 40 sitios registrados hasta el momento 38 están ubicados a la vera de cursos de agua modernos o de paleocauces (figura 1), lo que evidencia una clara orientación fluvial en la modalidad de asentamiento (Ortiz 2007, 2010).

Modalidades mortuorias en Pozo de la Chola

El sitio Pozo de la Chola se encuentra ubicado a la vera del cauce actual del río San Francisco (24°06´56´´ lat. S. y 64° 42´59´´ long. O) sobre una terraza fluvial de 2 mts de potencia promedio (figura 1 y 3). Un rescate realizado por personal del área Arqueología de la dirección de cultura de la provincia de Jujuy 1 y uno de nosotros (G.O), permitió la exhumación de dos individuos adultos. Las investigaciones sistemáticas empezaron a partir del año 2009 y contamos con datos de dos campañas arqueológicas realizadas en el sitio hasta el momento. De acuerdo a la información proporcionada por pobladores locales, la dimensión del yacimiento era mucho mayor de lo que se observa en la actualidad ya que gran parte del sitio fue arrasado por las aguas del río durante una creciente estacional hace más de 15 años. Los restos arqueológicos se presentan parcialmente expuestos en un extenso perfil en la terraza del río con una extensión observable de 300 metros. Las dimensiones completas del sitio son difíciles de establecer ya que se encuentra cubierto por un sotobosque residual sin ningún tipo de evidencia en superficie. Hasta el momento se excavó una extensión total de 50 mts2. En el lugar fueron recuperados además de los dos entierros del rescate realizado en el año 2008, los restos parciales de un individuo adulto con modalidad de entierro primario extendido, parte de un entierro secundario parcialmente quemado, y restos parciales correspondientes a dos juveniles, y un adulto (ver tabla 1). Fragmentos de dos de los juveniles y huesos de pies del adulto han sido alterados por combustión y se encontraron en el interior de un gran fogón; mientras los restos del otro juvenil fueron exhumados asociados a un piso de ocupación sin evidencia de entierro. Este último también muestra señales de exposición parcial al calor. Todos los huesos humanos, tanto los provenientes de los entierros como aquellos recuperados sobre los pisos con desechos domésticos, están dispuestos en diferentes niveles y asociados a locaciones con evidencias de ocupaciones residenciales. Los entierros primarios parecen haber sido colocados por debajo de los pisos de ocupación tanto de áreas abiertas (posibles patios)3 como en el interior de las unidades residenciales. Los restos parciales de huesos sueltos están asociados con basura y desechos de facto en lo que se interpreta como un posible piso de unidad doméstica.

La potencia de la ocupación es variable de acuerdo a los diferentes sectores, llegando en algunas unidades hasta 1,40 m de profundidad y en otras hasta los 0,80 m hasta alcanzar el nivel estéril. Dos dataciones de este sitio realizadas sobre muestras de carbón vegetal de distintos niveles de excavación y unidades de proveniencia, dieron fechas coherentes estadísticamente lo que habla de un solo momento de ocupación. Las dataciones lo ubican a comienzos de la Era Cristiana. Uno de las fechados procede del nivel 3, de la cuadrícula 12, con una edad de 2030 ± 80 años aP (LP- 2217) [88 AC:77 AC] [56 AC:128 AD] y el fechado de 2030 ± 50 años aP (LP- 2248), [40 AC:74 AD]), fue obtenido de una muestra tomada en el nivel 5 de una de las cubetas con carbón.

A continuación se caracterizan los hallazgos óseos humanos encontrados en el sitio, previa descripción de la unidad de proveniencia. Para la estimación de edad de cada uno de los individuos, se siguieron las propuestas de Bass (1995) para adultos, Fazekas y Kosa (1978) para perinatos, y Scheuer y Black (2000) en el caso de juveniles. El sexo se determinó a partir de los estándares de Buikstra y Ubelaker (1994). Los tipos de las posiciones de entierro fueron tomados de Romano (1974).

Entierro 1

Fue recuperado en la unidad de excavación correspondiente a la cuadrícula A-3, nivel 3 (figura 2). Se trata de los restos parciales de un individuo adulto de sexo indeterminado, enterrado en lo que parece ser una fosa cavada directamente sobre el piso de ocupación, ya que ésta solo se hace perceptible por la diferencia en la compactación y textura del sedimento de relleno. Se trata de un entierro primario extendido con la mano derecha colocada sobre la pelvis. No se encuentra completo ya que parte del esqueleto fue arrastrado cuando las aguas del río San Francisco invadieron este sector destruyendo parte del sitio. Restos óseos que suponemos pertenecen a este mismo individuo fueron levantados en la base de la terraza justo debajo de donde se localiza el entierro y se encontraron parcialmente enterrados en el lodo arrastrado desde arriba. Corresponden a fragmentos de costillas y un húmero. No encontramos ninguna evidencia de ajuar asociado con el entierro al menos en el sector conservado de la inhumación.


Figura 2. Planta de excavación del sitio Pozo de la Chola. Se ilustra la procedencia de los restos humanos termoalterados y las pipas de cerámica exhumadas

Restos óseos humanos asociados a una estructura de combustión

En las cuadrículas A2 y Aa2 fueron recuperados diferentes restos óseos humanos exhumados del interior de fogones de forma casi cónica ¨tipo cubeta¨ (figura 2). Este gran fogón que comienza a aparecer a partir del nivel 1 (0,20 m), se amplía en el nivel inferior y en la cuadrícula adyacente constituyendo lo que parece ser un gran fogón profundo a cielo abierto (tal vez localizado en un sector de patio), y se reduce en extensión en los niveles inferiores llegando hasta una profundidad de 1,40 m (figura 2) por lo que parece tratarse de dos fogones distintos superpuestos espacialmente y posiblemente uno mayor a la profundidad del nivel 3. Fragmentos pertenecientes al cuello de una misma vasija fueron recuperados a diferentes profundidades de las cuadrículas A1 y A2 (nivel 3, 4 y 5) e incluso en el interior del fogón por lo que podemos asumir que éste fue construido, limpiado y utilizado tal vez en diferentes momentos. Refuerza esta interpretación un fechado obtenido sobre carbón vegetal del nivel 5 de la cubeta más profunda (a 0,90 m de profundidad) cuya antigüedad es estadísticamente comparable con el fechado obtenido en la cuadrícula A12 de la planta de excavación a una profundidad de 0,70 m sobre un piso con desechos de basura de facto asociados posiblemente a actividades domésticas. Los restos óseos pertenecen a individuos de diferentes edades (infantil, juvenil y adulto). Los huesos corresponden a trozos dispersos de cráneo, del pie, fragmentos de huesos largos y una hemimandíbula derecha. En el nivel 5 adyacente al fogón fueron exhumados los restos de un entierro secundario consistente en parte de un cráneo y un fémur colocado encima de este. En este caso corresponden a un mínimo de dos individuos, uno juvenil (cráneo) y un adulto (fémur). Preliminarmente se puede decir que los huesos no fueron expuestos a temperaturas mayores a 800 ºC ya que a esta temperatura el hueso comienza a agrietarse y deformarse, asimismo el color de los huesos de la muestra varía desde el amarillo, pasando por el café, hasta el negro lo que indicaría temperaturas en el rango de los 100 a 500 ºC (Krenzer 2006). Algunos huesos de animales estaban asociados con los restos humanos2 y tres tiestos estaban colocados encima del entierro secundario.

Es interesante destacar que los hallazgos correspondientes a diferentes partes de pipas de cerámica provienen de los niveles superiores espacialmente adyacentes a la localización de este gran fogón por lo que es necesario considerar esta recurrencia (figura 2). Hasta el momento no hemos registrado pipas de fumar en ninguno de los otros sectores de la excavación.

Huesos humanos provenientes de los pisos de ocupación sin evidencia de entierro

En la cuadrícula A2, nivel 3, se recuperaron restos parciales de un individuo infantil4. Aunque la asignación de sexo en individuos subadultos es cuestionada por algunos especialistas, sobretodo si es establecida a partir de un solo indicador, proponemos tentativamente que podría tratarse de un individuo masculino porque presenta el mentón pronunciado, ancho y angulado y la superficie externa de la región gonial ligeramente evertida y sobresaliente (Krenzer 2006) (figura 4a). Los restos corresponden a partes de la calota craneana, la mandíbula, algunos fragmentos de costillas y un hueso largo incompleto. Se encontraban en asociación con huesos de fauna (roedores y un diente quemado de camélido) y espacialmente muy próximos al fogón donde se encontraron los otros restos humanos quemados. Algunos de ellos muestran claras señales de haber sufrido exposición al calor o fuego (dos molares sueltos y fragmentos de costillas).

Entierro A

Fue exhumado durante las tareas de rescate realizadas en el 2008. Estaba a una distancia lineal de 200 mts. del sector que estamos excavando sistemáticamente desde el año 2009. Se trata de un individuo de sexo masculino inhumado en forma primaria y en posición extendida, con el rostro en dirección Este y la mano izquierda colocada sobre el vientre. El lado derecho del cuerpo no se encontró pues fue evidentemente arrastrado en la destrucción parcial de la terraza en alguna crecida del río. No se encontró ninguna evidencia de ajuar al menos en el sector excavado asociado al entierro. Con anterioridad a las tareas de rescate, los alrededores del lugar donde estaba depositado el esqueleto habían sido excavados por aficionados en busca de cerámica para acrecentar la colección del museo Municipal de la ciudad de San Pedro de Jujuy. La observación de los materiales llevados al museo incluyen restos fragmentados de diferentes tipos de vasijas, entre ellas un cuello con un modelado zoomorfo y decoración incisa gruesa.


Figura 3. Vista general actual del sitio Pozo de la Chola. Fotografía tomada desde la rivera del río San Francisco.

Otros restos parciales que corresponderían al menos a dos individuos adultos fueron recuperados por los aficionados que excavaron parcialmente alrededor del entierro y habrían sido levantados de la base de la terraza y muy próximo al lugar donde se exhumó el individuo A. De acuerdo a la información proporcionada por los que registraron el hallazgo, estos restos se encontraban todos juntos y superpuestos como "si hubieran caído de arriba" (Nora Ruiz com. pers., refiriéndose al perfil de la terraza). Es posible que pertenezcan a otros individuos inhumados en la proximidad del entierro A. Se trata de fragmentos de un cráneo y dos huesos largos, y es probable que efectivamente hayan provenido de la base de la terraza ya que la coloración de algunos es extremadamente blanca, siendo este el color que adquieren cuando son expuestos durante algún tiempo directamente a la luz solar. Dos huesos correspondientes a las extremidades inferiores (fémur) se encuentran quemados. La calota craneana presenta un posible agujero de impacto (Figura 4b).


Figura 4: a) mandíbula infantil termoalterada; b) calota craneana de individuo adulto con posible orificio de impacto

Entierro B

A 150 metros del entierro A en dirección Norte por la misma terraza fluvial, se desenterró un esqueleto correspondiente a un individuo adulto de sexo masculino, colocado en posición sedente flexionado, con la cabeza mirando hacia el Sur (figura 2). Se encontraba espacialmente próximo a los restos parciales de lo que suponemos pudo corresponder a otro entierro del cual solo se conservaron los huesos de ambos pies, y a solo un metro de la cubeta con carbón de donde proceden los huesos humanos quemados. A la altura del esternón se recuperó una pipa de cerámica fracturada pero no podemos afirmar que se trate de una pieza colocada a la manera de ajuar ya que el movimiento de material desde las unidades superiores es considerable (tal lo ilustrado por los restos de la vasija encontrada en los niveles superiores de la cuadrícula A1, A2 e incluida en el interior de la cubeta de carbón). Además se trata de un artefacto roto y se encuentra ausente el hornillo. Dado que se registran algunos elementos intrusivos modernos en los niveles de excavación asociados con los pisos superiores (como vidrio, loza y huesos de vaca), este único fragmento asociado al entierro puede ser explicado como un proceso de desplazamiento de material migrado de más arriba.

Antecedentes arqueológicos sobre prácticas mortuorias en el valle de San Francisco

Las primeras noticias sobre el hallazgo de restos humanos en la región fueron dadas a conocer por la expedición sueca que recorrió el valle de San Francisco a principios del siglo XX. Uno de los hallazgos más importantes fue un cementerio con entierros en urnas, localizado en las barrancas del Arroyo del Medio, en la localidad de El Quemado (Boman 1908). En esa oportunidad se exhumaron cinco urnas funerarias con decoración modelada, en donde habían sido enterrados niños de corta edad. Sin embargo la cantidad de estas vasijas parece haber sido muy numerosa ya que los lugareños les contaron a los suecos, que el río había arrastrado varias más. Un esqueleto de adulto fue también encontrado enterrado por debajo de las urnas, pero según la interpretación de los investigadores suecos, este único entierro de adulto no "impide clasificar este cementerio de Arroyo del Medio como un cementerio especial para niños de corta edad, enterrados en urnas características" (Boman 1908: 833). Informan además el hallazgo de seis inhumaciones directas, en un sitio al que denominan Asentamiento 6 (Nordenskiöld 1903 y Boman 1908).

La segunda mención sobre hallazgos de restos óseos humanos fue dada a conocer por Dougherty quien excava en el sitio de Palpalá (PA I) dos entierros, pertenecientes a dos adultos (un hombre y una mujer). Uno de los esqueletos había sido rodeado por un círculo de piedras y parece haber estado expuesto a la acción del fuego (Dougherty 1975). En ambos casos se trataba de entierros directos sin ajuar asociado.

En el año 1997 personal del área de Antropología de la provincia de Jujuy llevan a cabo un rescate arqueológico en el sitio El Sunchal informando que se exhumaron al menos 3 individuos adultos y restos correspondientes a niños, sin especificar la cantidad de individuos que pudieran haber estado representados en la muestra. Solamente dicen que los restos humanos presentaban marcada deformación craneana y que el material arqueológico asociado en el sitio pertenece al estilo San Francisco. Un fechado sobre carbón vegetal lo ubica en los siglos anteriores a la Era Cristiana (2501±179 AP: INGEIS 1423) (Lucas et al. 1997).

Durante los trabajos de prospección llevados a cabo en el año 1999, fueron observados en el sitio de Media Luna, restos humanos asociados a una estructura con evidencia de combustión (Ortiz 1999). La excavación resultó en el rescate de restos parciales de al menos 3 individuos adultos que habían sido colocados en el interior de una estructura tipo "horno" y que hoy estamos considerando puede tratarse de un "tostadero" de leguminosas (Ortiz 2007). Esta estructura había sido afectada por una acequia de riego que expuso en perfil tanto los contornos de la misma como los restos óseos. Estos estaban depositados sobre una capa de carbón muy potente, que suele encontrarse en la base.

En el sitio de Aguas Negras se exhumó en el año 1999, un entierro primario de un niño en posición decúbito lateral derecho con marcada deformación craneana, sin ajuar asociado, por debajo de lo que se supone era el piso de ocupación en un área con basura primaria. La edad estimada de este individuo es de unos 5±3 años (Seldes y Ortiz 2009). Una mandíbula aislada perteneciente a otro individuo juvenil (con una edad estimada de 4±11años) fue recuperada en superficie en otro sector del sitio que presentaba abundante concentración de desechos considerados domésticos.

Otros restos óseos fueron exhumados por aficionados en el año 2000, en la localidad de Fraile Pintado. De acuerdo a los datos proporcionados por los que desenterraron los huesos se trataba de entierros directos. Restos parciales de lo que corresponde a un mínimo de 3 individuos adultos nos fueron entregados para su análisis (Seldes y Ortiz 2009), pero se desconocen las asociaciones contextuales del hallazgo.

Por su parte, los entierros exhumados en el sitio El Fuerte (Dougherty et al. 2003) corresponden a dos individuos. Estaban ubicados próximos a un sector con hileras de piedras y parece tratarse de entierros primarios sin acompañamiento mortuorio de acuerdo al gráfico incluido en la publicación, sin mayores aclaraciones respecto a las características y asociaciones de estos restos humanos (Dougherty et al 2003).

Niels Fock, quien recorrió el cauce antiguo del río Bermejo en el año 1958, describe el hallazgo de dos entierros en el sitio Lomas de Olmedo. Uno de ellos corresponde al entierro primario de un adulto y el otro a un perinato de aproximadamente 8 meses en el interior de una urna (Fock 1962). Por el estilo de la cerámica fueron adscriptos a la tradición San Francisco. Se trata en este caso del hallazgo más distante de la región considerada nuclear y podría representar la expansión más oriental de la tradición San Francisco hacia los confines del Chaco de acuerdo a la interpretación de este investigador (Fock 1962).

Un último entierro proviene de la excavación realizada por un particular en la finca de su propiedad (Finca Santa María- Arroyo del Medio). Todo el material encontrado en este sitio es adscripto a la tradición San Francisco (cerámica, hachas líticas pulidas, pipas de cerámica). Se trata de un individuo de aproximadamente 18 años, de sexo masculino. Presentaba una marcada deformación craneana de tipo circular erecta (Seldes y Ortiz 2009).

Consideraciones finales. Discusión

Es recomendable tomar algunas precauciones al ocuparse de los tratamientos funerarios. En efecto es poco frecuente encontrar un tratamiento uniforme para todos los muertos de una cultura dada, variando mucho su destino en función de edad, sexo, status social, lugar de deceso y forma de morir (Chaumeil 1992a). El hecho de disponer de un cuerpo condiciona lacelebración del ritual funerario en sí y la clase de relación que se va a establecer con el individuo muerto (Chaumeil 1992b).

Aún cuando son pocos los sitios excavados sistemáticamente hasta el presente y considerando el hecho de que muchos de ellos han sido destruidos totalmente tanto por agentes naturales como por agentes antrópicos modernos, es significativo resaltar que hemos registrado una variedad de prácticas asociadas con el trato de los difuntos. Esto abre un espectro de interpretaciones respecto a la conducta mortuoria de las poblaciones pedemontanas del valle de San Francisco, algunas de ellas no registradas hasta ahora en los antecedentes de investigación en la región. Al momento podemos explorar diferentes interpretaciones en función de los datos existentes en términos de prácticas y comportamientos vinculados con la muerte.

De acuerdo a los casos descriptos en la bibliografía, así como dos casos registrados por nuestro propio trabajo de campo y dos hallazgos realizados por aficionados, podemos observar que el entierro era generalmente realizado sin una inversión importante en la preparación del contexto mortorio, comúnmente en las proximidades de las áreas de habitación y en el interior de los sitios residenciales, predominando como lugares de inhumación las áreas de basureros o cercanas a sectores con basura de facto o primaria, vinculadas a posibles áreas de actividad doméstica. Esta forma de disponer de los muertos ha podido ser observada tanto en adultos como para individuos juveniles por ejemplo el de Aguas Negras (Ortiz 1999). Esto sin embargo no implica necesariamente una simplicidad en relación a las conductas mortuorias, ya que la mayor inversión en el ritual funerario puede ser desplegado durante la preparación previa a la inhumación o con posterioridad a ella (Levy Strauss 1997, Chaumeil 1992a y b, 1998). Por el contrario algunos párvulos fueron inhumados en urnas, de acuerdo al hallazgo realizado por la expedición sueca a principios del siglo XX y el dato proporcionado por Fock (1962) para el sitio Lomas de Olmedo. En el caso del cementerio de párvulos de Arroyo del Medio cada niño fue depositado en una vasija aparentemente manufacturada para ese fin no existiendo dos de iguales características en lo que a la decoración se refiere, y a cada urna le correspondió una respectiva tapa consistente en una escudilla. Además debe considerarse el hecho de que fueron depositados en un área espacialmente discriminada para la funebria (cementerio) y cuatro de los niños merecieron la deferencia de tener bienes materiales asociados a la manera de acompañamiento mortuorio.

En relación a la acción de depositar elementos materiales como ajuar observamos que de los 34 individuos relevados de acuerdo al cálculo de MNI (número mínimos de individuos) (tabla 1), solo 7 presentaron acompañamiento mortuorio, y de estos últimos, 4 corresponden a perinatos e infantiles en urnas (Boman 1908), y solo 3 a adultos (grafico 1).


Figura 5. % de entierros con presencia de bienes materiales colocados como acompañamiento mortuorio

 

La diferencia entre aquellos casos que presentan elementos acompañando a los difuntos versus los que no lo tienen, muestra una fuerte tendencia hacia la ausencia de acompañamiento mortuorio. Aunque es posible que los restos materiales asociados con el entierro pudieron haber sido confeccionados con materiales perecederos los cuales no se preservaron (por ejemplo textiles, semillas, cueros, etc.), esto no explica la escasez de otro tipo de artefactos en las tumbas. Aquellos bienes que han sido registrados en los sitios y que asumimos como producto del intercambio (anillos de metal y puntas de obsidiana) no han formado parte del ajuar de los individuos y su lugar de aparición corresponde invariablemente a sectores con evidencias de actividades domésticas, por lo que podemos suponer que estaban en posesión y uso por parte de los vivos. En el caso de los adultos del asentamiento 6 (Nordenskiöld 1903) y el entierro de Arroyo El Quemado, un único elemento fue colocado como acompañamiento funerario en cada caso (ver tabla 1). Es interesante destacar que uno de estos corresponde a un hueso humano perforado colocado a la altura de la boca "parecido a una pipa" (Nordenskiöld 1903: 26)

Entre los datos presentados en conjunto para toda la región considerada, incluido el dato proporcionado por Fock (1962) para la región del Chaco salteño, podemos distinguir dos formas de tratar a los muertos: prácticas que incluyen la preparación del contexto funerario y aquellas que no lo incluyen.

1) Entre las primeras podemos mencionar:
a) entierros primarios individuales sin alteraciones antrópicas, en sitios habitacionales, de adultos o subadultos, en general sin ajuar asociado (ya han sido mencionados los tres casos que constituyen la excepción a la ausencia de ajuar) (Aguas Negras; Asentamiento 6; El Fuerte; Lomas de Olmedo, Pozo de la Chola, Palpalá (PA I)); Finca Santa Maria-Arroyo del Medio)
b) entierros primarios individuales de adultos termoalterados, en sitios habitacionales, sin presencia de ajuar (Pozo de la Chola y Palpalá PA I)
c) entierros en urnas, individuales, en cementerios, de perinatos e infantiles con escaso ajuar (particularmente cuentas de collar y valvas de moluscos) (Arroyo del Medio)
d) Entierros secundarios colectivos en el interior de estructuras con evidencia de combustión (horno) sin presencia de ajuar (Media Luna)

2) Sin preparación de contexto funerario:
a) en el interior de las unidades residenciales formando parte de los contextos domésticos (sitios de Aguas Negras y Pozo de la Chola) con y sin alteraciones térmicas
b) en el interior de fogones y con alteraciones térmicas (Pozo de la Chola)

Una de las cosas sobre las cuales queremos llamar la atención, es la relación de diferentes prácticas relacionadas con el trato de los muertos y la asociación con el fuego o estructuras que lo contuvieron.

Las urnas de Arroyo del Medio tenían restos de carbón en el interior. Los investigadores suecos hablan de una "cremación incompleta" aunque no se especifica sobre la base de que indicadores u observaciones fue asumida la existencia de tal práctica (Boman 1908). Por otro lado uno de los entierros dados a conocer por Dougherty en el sitio de Palpalá tenía restos de tierra quemada en derredor por lo cual este investigador asume que fue "incinerado luego de ser colocado sobre el suelo y antes de ser cubierto con basura" (Dougherty 1975: 52).

El entierro colectivo de Media Luna estaba en asociación con una potente capa de carbón que se encontraba en la base de la estructura tipo horno que contenía en su interior los restos de 3 individuos adultos (Seldes y Ortiz 1999). Aunque en la bibliografía clásica este tipo de rasgos es asumido como "horno", estamos planteando que puede tratarse de tostadores de leguminosas y posibles silos de almacenamiento de semillas o frutos silvestres, al igual que otros ejemplos registrados en contextos arqueológicos del NOA y en contextos etnográficos (Nordenskiöld 1912, Laguens 1993). Si esta fue su función es interesante que se hubiera realizado el entierro de varios individuos en el interior de uno de estos "tostaderos", no solo por su vínculo con una actividad relacionada con el procesamiento de alimentos, sino también por la acción de "cocción" o "secado" que se realizaría en el interior.

Por último los restos parciales de individuos expuestos al calor o fuego como los registrados en el sitio de Pozo de la Chola, así como el entierro secundario parcialmente quemado de este mismo sitio, puede estar alertándonos acerca de ciertas prácticas funerarias donde la noción de "cocción" como transformación, pudiera estar siendo una recurrencia no suficientemente ponderada hasta ahora.

Acerca de las interpretaciones en relación a las prácticas funerarias de las tierras bajas de América del sur, Boman realizó una interesante observación sobre estas recurrencias en lo que se refiere al entierro en urnas y la idea de "brasas acompañando los cuerpos" (Boman 1908: 273). La incineración parcial de los difuntos parece haber constituido una práctica ritual funeraria en algunos casos puntuales no estando presente en la totalidad de casos relevados. En relación a esta forma de trato de los difuntos Chaumeil considera que la práctica del "cocinado" del cadáver podría estar estrechamente emparentada con ideas relacionadas a la preservación de la memoria de los muertos y lejos de tratarse de una forma de destrucción de los restos implicaría mas bien lo contrario, es decir la conservación de ellos, ya que el fuego ayuda a acelerar la disolución de las partes blandas para llegar a los restos (Chaumeil 1992a). Aunque los análisis específicos sobre los restos humanos quemados de Pozo de la Chola se encuentran en curso, es conveniente aclarar que aún en el caso de detectarse marcas de corte, fracturas sobre huesos frescos o descarne, esto no implica necesariamente prácticas de antropofagia. Una posibilidad podría ser rituales funerarios que involucran la exposición al fuego. Si bien no se puede descartar el consumo de carne de humanos, esta interpretación debería ser apoyada por diferentes líneas de evidencia.

En relación a la preservación de los difuntos, hay que tener en cuenta otra de las práctica mortuorias registrada; la que se corresponde con la presencia de restos parciales de individuos sin entierro. Uno de los casos corresponde a los restos de un individuo infantil y se encontró colocado sobre un piso con evidencia de enseres y actividades domésticas. En el caso de comprobarse en el futuro que este comportamiento mortuorio es practicado sólo con algunos individuos se podría pensar entonces que se trata de reliquias dada la voluntad expresa de la conservación de alguno de los difuntos en los ámbitos cotidianos de la vida doméstica. En el otro caso registrado se trataba de los restos parciales de al menos dos individuos y no estaban asociados con el sector interpretado como doméstico. A pesar de la diferencia de contexto entre ambos, se trata en los dos casos de restos incompletos quemados.

Hasta ahora no contamos con evidencia que apoye o sugiera diferencias de estatus intragrupo. Tanto el acceso a los recursos, de acuerdo al análisis bioantropológico realizado hasta el momento (Seldes y Ortiz 2009), como el acompañamiento mortuorio, sugieren grupos con una marcada igualdad. Sin embargo la diversidad en las prácticas funerarias invitan a reflexionar sobre otros espacios donde la persona social y su lugar en el grupo pudo ser determinada por la forma en que era percibido y tratado en la muerte.

Esperamos que a medida que avancen las investigaciones poder acrecentar los datos disponibles sobre esta problemática de manera de comenzar a discutir sobre bases sólidas y confiables fenómenos sociales en situaciones históricas y culturales particulares.

Agradecimientos

Este trabajo forma parte de las investigaciones financiadas por CONICET (PIP 11420090100180) dirigido por uno de nosotros y parcialmente de un proyecto Secter (UNJu) del cual participa como investigadora asistente la primera autora. A los alumnos de la UNJu que participaron de las tareas de excavación en Pozo de la Chola, Facundo Zamora, Natalia Flores, Natalia Batallanes, José Luis Tolaba y Pablo Mamaní. A Beatriz Ventura por la lectura y correcciones del texto original. A los directivos de la Empresa Ingenio La Esperanza quienes dieron la autorizaron para trabajar con total libertad en terrenos de su propiedad. Finalmente queremos agradecer a dos evaluadores anónimos cuyas atinadas observaciones permitieron mejorar la versión original del trabajo.

Notas

1 El rescate fue practicado con posterioridad a la publicación en un diario oficial del hallazgo del sitio arqueológico. Intervinieron personal del área Arqueología de la dirección de Turismo y Cultura de la provincia de Jujuy (Lic. Humberto Mamaní) y alumnos de la carrera de Licenciatura en Antropología de la UNJu.

2 Los restos de fauna corresponden a roedores, placas de edentados, y una vértebra de silúrido. Tanto las placas como la vértebra se encuentran quemados.

3 Cuando hablamos de plaza, nos referimos a la posible existencia de grandes áreas o sectores abiertos que se encuentran principalmente en el centro de los sitios de residencia y que funcionan como lugares de reunión pública para la realización de numerosas actividades de diversos tipos. Estos espacios abiertos de uso comunitario suelen ser el centro de la vida social y de las actividades de reproducción social de los individuos de una misma población. En estos espacios se baila, se bebe y come en conjunto con otros individuos, se llevan a cabo reuniones comunitarias o intragrupales, se desarrollan los rituales, las ceremonias, se fuma e incluso se exhiben trofeos de guerra (Nordenskiöld 1910, Descola 2005; Levy Strauss 1997; Heckenberger et al. 2003)

4 La categoría infantil comprende la franja de los 4 meses a los 10 años de edad (Scheuer y Black 2000)

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