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Comechingonia

versión On-line ISSN 1851-0027

Comechingonia vol.15 no.1 Córdoba jul./dic. 2011

 

ARTÍCULOS

Variabilidad y dispersión de los diseños de camélidos en el occidente de Córdoba (Argentina). Circulación de información, reproducción social y construcciones territoriales prehispánicas.

 

M. Andrea Recalde1 y Sebastián Pastor2

1CONICET. Universidad Nacional de Córdoba. recaldema@yahoo.com.ar
2CONICET. Centro de Estudios Históricos "Prof. Carlos S. A. Segreti". pastorvcp@yahoo.com.ar

Presentado el: 15/07/2011 - Aceptado 28/10/2011

 


Resumen

Este trabajo tiene por objetivo establecer una comparación regional de las figuras de camélidos documentadas en 49 sitios con arte rupestre, distribuidos en diferentes áreas del sector occidental de las Sierras de Córdoba (sobre ambas vertientes del cordón de Serrezuela, las sierras y valle de Guasapampa y la sección sur del valle de Traslasierra). En el marco de un repertorio que refleja una significativa variabilidad, las figuras de estos artiodáctilos tienen una importante representatividad en el total de motivos y temas identificados. No obstante, lejos de mostrar diseños homogéneos, es factible distinguir siete cánones constructivos disímiles. El análisis comparativo ha permitido determinar diversos patrones de circulación y replicación de estos cánones en el paisaje, así como las prácticas sociales que activaban y sustentaban dicha transmisión, entendiendo que la presencia de determinados diseños en el repertorio local es un indicador de los vínculos y lazos entre los grupos que ocuparon las diferentes áreas del occidente cordobés durante el período prehispánico tardío (ca. 1500-350 AP).

Palabras claves: Arte rupestre; Diseños de camélidos; Circulación de información.

Abstract

The aim of this work is to establish a regional analysis of distribution of camelids motifs, documented in 49 rock art sites along different areas of western Córdoba Hills (Serrezuela hills, Guasapampa hills and valley, and south Traslasierra valley). The figure of this animal is important among all motifs and themes identified in the region. However is possible to defi ne seven types or designs that are differentially distributed between the areas included in the study. In this context, our research has allowed to identify the patterns of circulation of these design in the landscape and, in the same way, defi nite the social practices which activate and supported this transmission. So the presence of some camelids designs in the local rock art is an indicator of links and ties between the groups that occupying different areas in western Córdoba during the late pre-hispanic period (ca. 1500-350).

Keywords: Rock art; Camelids designs; Data circulation.


 

Introducción

Dentro del sector central de las Sierras de Córdoba, el extenso valle de Traslasierra (figura 1), entre el cordón central (Sierra de Achala y Cumbres de Gaspar) y el occidental (Sierras de Altautina, de Pocho, Guasapampa y Serrezuela) concentra la mayoría de sitios con arte rupestre documentados hasta el momento en la región, 80 sobre un total de 92 (Argüello de Dorsch y Berberián 1985; Gardner 1931; Murra 1965; Pastor 2009, 2010; Pastor y Recalde 2009; Raggio 1979; Recalde 2005, 2006, 2009; Romero y Uanini 1978; Romero et al. 1973; Serrano 1945). La ejecución de la mayoría de los paneles, salvo unas pocas excepciones dispersas, es asignada al período tardío (ca. 1500-350 AP). Estas expresiones se presentan en forma concentrada en algunas áreas como el sur del valle de Guasapampa y el occidente de la sierra de Serrezuela, o de manera dispersa en otras como el norte de Guasapampa, el oriente de Serrezuela y el sur de Traslasierra. En vastos espacios sólo hemos detectado sitios con arte puntuales (oriente de la sierra de Guasapampa, sur de las sierras de Pocho), mientras que en otros, no menos extensos, este tipo de manifestaciones están ausentes por completo (especialmente en la vertiente oeste de las sierras de Pocho y en torno a los antiguos paisajes agrícolas).


Figura 1. Ubicación de las áreas trabajadas en Traslasierra

Un análisis detallado de la información ha permitido detectar una significativa variedad de motivos. Sin embargo, los camélidos conforman un elemento común y recurrente en la mayoría de las áreas y paneles, constituyendo la figura estructurante en más de un 80% de los temas identificados. Nuestro objetivo es comparar este elemento común dentro del universo iconográfico del occidente cordobés, en tanto figuras simbólicamente sensibles (Aschero 1996) para identificar de qué manera se definieron, desarrollaron y perpetuaron los vínculos sociales. Entendemos que delimitar su dispersión en el tiempo y espacio autoriza a concebir estas semejanzas como información que circula y es diferencialmente compartida por los distintos grupos y unidades sociales. En otras palabras, comprender la estandarización de este motivo en particular (Martel y Aschero 2007) es una vía de análisis válida para indagar acerca de la manera en que estas antiguas sociedades objetivaron sus vínculos e interacciones en el curso de la apropiación de estos paisajes serranos.

En tal sentido, es válido atender a los mecanismos sociales que pusieron en marcha o que interfirieron en esta circulación de información, particularmente en un contexto de intensificación económica y de incremento de las tensiones y reclamos territoriales, que en esta época comenzaron a contar con expresiones materiales concretas (Medina 2008; Pastor 2007, 2010; Pastor y Berberián 2007; Pastor et al. 2011; Rivero et al. 2010). Por lo tanto, también es importante dar cuenta de las variaciones de diseño que muestran estas representaciones, ya que lejos de mostrar modos uniformes de resolución, presentan una significativa variabilidad dentro y entre las áreas. Consideramos que esta diversidad, reflejada en cánones constructivos disímiles (sensu Aschero 1996), constituye una medida que permite delimitar la especificidad y las expresiones locales, así como determinar aquellos diseños de amplia replicación, compartidos y significados por y entre las unidades sociales a un nivel regional.

En este marco surgen interrogantes en torno a determinar en qué medida la distancia espacial constituyó un factor de peso respecto de la afinidad o de las diferencias interáreas (Tabla 1). En el caso concreto del occidente de Córdoba, ¿es esperable que las áreas cercanas muestren una mayor afinidad o cantidad de elementos compartidos, considerando la circulación de determinados cánones de camélidos, en virtud de las asiduas vinculaciones entre los grupos que las ocuparon? O, en misma línea, ¿la mayor distancia se tradujo en la adopción de cánones disímiles, que constituirían el reflejo de una escasa interacción efectiva o incluso de interacciones teñidas de cierto grado de conflictividad? Debemos apuntar a identificar cómo y de qué manera circularon estos elementos o cánones compartidos, dando cuenta de los diversos vínculos e interacciones sociales al interior de cada área y en lasn relaciones externas interáreas.

Tabla 1. Interdistancias entre las áreas analizadas. TS: Traslasierra Sur; GS: Guasapampa Sur; CC: Cerco de la Cueva; Amp.: Ampiza; LN: Lomas Negras; VP: Virgen de la Peña.

En este sentido, para comenzar un camino hacia la resolución de estas preguntas, entendemos que el arte rupestre, y fundamentalmente la continuidad en la ejecución de un tipo de figura en un determinando período de tiempo y espacio, implicó para las personas que ocuparon estos paisajes una constante apelación a la memoria social, es decir a la activación y la continuidad a largo plazo de determinados vínculos y relaciones sociales, por medio de prácticas y materialidades concretas (Hastorf 2003).

Los camélidos en el contexto del arte rupestre del occidente de Córdoba

Las investigaciones arqueológicas desarrolladas desde hace más de 10 años en el extenso valle de Traslasierra, en el occidente cordobés, han comprometido distintas líneas de estudio concretadas en sus diferentes sectores (Medina et al. 2011; Pastor 2007, 2009, 2010; Recalde 2006, 2008-09, 2009; Rivero et al. 2010). El presente análisis se restringe a un tipo de motivo rupestre particular, los camélidos, teniendo en cuenta la variabilidad existente a nivel de los diseños y sus patrones de circulación en el espacio. Se considera la situación de determinadas áreas dentro del valle, y se excluyen los resultados obtenidos en otras que no contienen arte rupestre, o que cuentan con expresiones correspondientes a otras modalidades estilísticas (que no utilizan este tipo de figuras) y/o donde se registraron muy pocos ejemplares (v.g. menos de 10).

En su mayoría, las áreas consideradas se ubican en las serranías noroccidentales (Pocho, Guasapampa, Serrezuela), y en sus piedemontes, quebradas y valles interiores. En primer lugar se cuenta un sector restringido de 20 km2 en el piedemonte oriental de las sierras de Pocho, en la sección sur del valle de Guasapampa (figura 1), donde documentamos una concentración de sitios con arte rupestre (n = 36) en siete subáreas (Charquina, Barranca Honda, Yaco Pampa, Cerco de Otto, La Pampita, Cerco de la Cueva y Cerco Rodríguez, esta última no considerada en el presente estudio por no contener motivos de camélidos). Este sector se distingue por su accidentada topografía, por la escasez hídrica (restringida a arroyos estacionales y al curso intermitente del río Guasapampa, en el fondo de valle), por su riqueza forestal, con diversas especies que aportan frutos comestibles (algarrobos -Prosopis spp.-, chañar -Geoffroea decorticans-, mistol -Zizyphus mistol-, etc.), y recursos faunísticos limitados a especies generalmente pequeñas y de hábitos solitarios (armadillos -Euprhactinae- , roedores -Caviinae, Ctenomys sp.-, corzuelas -Mazama sp.-, etc.).

El arte rupestre se encuentra en pequeños abrigos rocosos con evidencias estratigráficas indicativas de su utilización como campamentos transitorios para múltiples propósitos como pernoctar, preparar y consumir alimentos y elaborar y reparar herramientas (además de aquellas prácticas relacionadas con la ejecución y observación de las imágenes). Diferentes informaciones señalan eventos repetidos de abandono y reocupación de los refugios que ocurrieron a lo largo del período tardío (ca. 1400-400 de acuerdo a las dataciones obtenidas). Además, estas ocupaciones tendieron a concentrarse en la temporada estival, como lo indican algunos recursos consumidos in situ, con disponibilidad acotada a esta época del año: lagartos (Tupinambis sp.), frutos de algarrobo y chañar y, en forma masiva, huevos de ñandú (Rhea spp.) (Recalde 2008-09, 2009).

El emplazamiento de los soportes en el interior de los refugios confiere una baja visibilidad a las imágenes, en particular en el caso de los tafones (figura 2), para todo aquel que desconozca su ubicación. La técnica mayoritaria corresponde a las pinturas, con empleo de diversos colores como el blanco, negro, rojo, anaranjado y amarillo. En cuanto al repertorio iconográfico se registra la mayor variedad de motivos, con diversas figuras zoomorfas como ñandúes, cérvidos, cánidos y saurios, motivos fitomorfos (cactáceas), antropomorfos y no figurativos (figuras 2 y 3). Sin embargo, los camélidos son claramente las figuras predominantes, con un 61.5 % del total de motivos, y un rol protagónico en gran parte de las composiciones, constituyendo el elemento estructurante de la mayoría de las asociaciones temáticas identificadas en el área (Recalde 2009).


Figura 2. Tipo de soporte predominante en Guasapampa sur y detalle del panel


Figura 3. Diversidad iconográfica documentada en Guasapampa Sur

Un segundo sector corresponde a ambas vertientes del cordón de Serrezuela y al extremo norte del valle de Guasapampa (áreas de Virgen de la Peña, Lomas Negras y Ampiza; (figura 1). Se trata de entornos pedemontanos de baja altitud (menos de 400 msnm), en la transición con el ambiente de las Salinas Grandes. En comparación con otros microambientes serranos, aquí se constata la mínima disponibilidad hídrica, restringida a pozos naturales de paredes rocosas, ubicados en medio de los cauces, que retienen por algún tiempo el agua de lluvias. Además de su riqueza forestal, desde esta base pedemontana (sustentada por sus aguadas estacionales) fue posible el acceso a la planicie semi-desértica que circunda a las salinas, donde se podían obtener recursos complementarios como sal, guanacos (Lama guanicoe), ñandúes y sus huevos.

Los soportes elegidos para la ejecución de las imágenes se ubican dentro de aleros de diferentes dimensiones, en pequeñas oquedades, frentes rocosos y bloques a cielo abierto. Generalmente, estas posiciones confieren una alta visibilidad al arte, que puede ser apreciado sin dificultades hasta unos 10 o 20 metros, y en ocasiones a distancias bastante mayores. Los materiales arqueológicos asociados a nivel superficial (útiles de molienda, fragmentos cerámicos, instrumentos y desechos líticos), indican que otras actividades de procesamiento y consumo ocurrían en conjunción con la producción y observación de las imágenes. También sugieren, por consideraciones estilísticas y ergológicas, que los eventos ocupacionales, estacionales y de corta duración, aunque recurrentes a lo largo del tiempo, tendieron a concentrarse en el período tardío. En la mayoría de los casos se trata de sitios pequeños, cuya utilización podría ser asociada a una escala doméstica de participación (figura 4). Otros sitios de considerable tamaño, con numerosos equipos de molienda dispuestos para uso potencialmente simultáneo por un nutrido grupo de ocupantes, tienden a concentrarse en la vertiente occidental de la sierra de Serrezuela (área de Lomas Negras), especialmente en torno a las aguadas principales (figuras 5). Por último se cuenta un grupo de paneles en soportes rocosos sin ninguna asociación con otros materiales arqueológicos, generalmente vinculados a vías de tránsito en lomadas o fondos de quebradas, cercanos al acceso a determinadas aguadas (Pastor 2009, 2010).


Figura 4. Cajones del Igno 3 (sitio de escala doméstica)


Figura 5. Diseño de planta de un sitio de interacción grupal (El Cajón)

A diferencia del primer sector, las técnicas más frecuentes para la producción de las imágenes corresponden a los grabados, en general a través del raspado de la superficie rocosa, y con menor frecuencia por incisiones lineales finas, surcos abradidos de diversas profundidades y mediante el picado y pulido. Respecto de los motivos representados, las figuras de camélidos sólo se integran en una cierta cantidad de composiciones, que comprenden aproximadamente la mitad de los paneles documentados (figuras 4). A diferencia del sur de Guasapampa, estas figuras son acompañadas por una menor variedad de animales como felinos, cánidos y en ocasiones únicas un lagarto y un ñandú. También se cuentan motivos antropomorfos y no figurativos. En el caso de otros paneles, los motivos exclusivos o más importantes corresponden a no figurativos (cuadrangulares, circulares, lineales) y/o antropomorfos destacados por sus aditamentos (tocados, vestimentas, objetos portados en las manos, etc.). Estos últimos paneles no son tenidos en cuenta en esta oportunidad por no incluir figuras de camélidos.

Finalmente, tomaremos la información de tres sitios o localidades en la sección sur del valle de Traslasierra: Cerro San José, Achalita y La Quebrada (figura 1; Recalde 2005, 2006).

Todos ellos se encuentran en las inmediaciones de los antiguos paisajes agrícolas, aunque no asociados directamente a los sitios habitacionales y productivos, sino a entornos boscosos donde podían obtenerse diversos recursos silvestres chaqueños (Cerro San José y Achalita), o en los primeros contrafuertes de las Sierras Grandes (La Quebrada), en la transición con el microambiente de pastizales de altura, por entonces el principal "cazadero" de guanacos y venados de las pampas (Ozotoceros bezoarticus).

Este último sitio comprende diversos testimonios arqueológicos como dos aleros con arte rupestre, un tercer alero sin estas expresiones pero con depósitos estratificados (perturbados por saqueos) y cuatro morteros fijos en bloques a cielo abierto. Estos materiales dan cuenta de diversas actividades, probablemente llevadas a cabo por grupos con bajo nivel de inclusión, como unidades familiares. El arte incluye imágenes grabadas, excepto un motivo pintado, emplazado en puntos con alta visibilidad.

La localidad arqueológica Cerro San José comprende bloques a cielo abierto con útiles de molienda y expresiones de arte rupestre en dos abrigos y un frente rocoso. Sólo las representaciones de uno de los abrigos, un tafón denominado Cerro San José 1, incluye la figura de un camélido. Este tafón cuenta con tres paneles con imágenes mayoritariamente pintadas, en posiciones de visibilidad restringida y en un caso "oculto" (las figuras sólo pueden ser apreciadas sobre el techo, en posición recostada con la espalda sobre el piso). No se conservan depósitos estratificados pero sí una conana fija en el piso, que permite suponer que determinadas actividades de procesamiento y consumo eran llevadas a cabo en el interior del refugio, a una escala doméstica de participación (Recalde 2006).

El contexto de la última localidad considerada, Achalita, es diferente. Se cuentan numerosos testimonios en un sector en torno a una juntura de arroyos, incluyendo numerosos instrumentos de molienda fijos, espesos depósitos estratificados en puntos a cielo abierto, con altas densidades de residuos, además de 10 aleros con representaciones rupestres grabadas. En la mayoría de los casos las imágenes son altamente visibles, algunas desde considerables distancias (v.g. más de 100 m). Otros paneles se distinguen por su posición en altura, en puntos de difícil acceso (aunque confiriendo realce y visibilidad a las representaciones; figura 6). La información obtenida a partir de sondeos da cuenta de eventos de ocupación concentrados en el período tardío, de carácter estacional, y relacionados con el procesamiento y consumo de una diversidad de recursos silvestres (Recalde 2006; Rivero et al. 2010). La localidad muestra similitudes con otros lugares de importancia "pública" en la región, y en cuanto al contexto de producción del arte rupestre, se aproxima a situaciones reconocidas en las serranías noroccidentales, especialmente en el norte de Guasapampa y Serrezuela (Pastor 2007, 2009).


Figura 6. Emplazamiento de los paneles en Achalita y detalle de lo representado

En síntesis, según podemos observar, las figuras de camélidos tuvieron una sensible importancia y una elevada frecuencia de replicación en el arte rupestre del occidente de Córdoba, en particular en determinadas áreas y bajo los parámetros de ciertas modalidades estilísticas (sensu Aschero 2007). Esto se aprecia, efectivamente, en la alta proporción en la que aparecen representados estos animales frente a otros tipos de motivos, y también en su rol protagónico en la integración de más del 80 % de las asociaciones temáticas reconocidas. Sin embargo, el diseño de estas figuras dista de ser uniforme, pudiéndose distinguir siete cánones generales (sensu Aschero 1996), algunos de ellos con diversos patrones constructivos (figura 7). Ofrecemos a continuación una breve descripción de cada uno.


Figura 7. Tipo de cánones identificados en Traslasierra

El canon A se caracteriza por un esquema constructivo que parte de un cuerpo con forma elíptica, al que se agregan el cuello, cabeza, extremidades y cola. En general el diseño respeta las proporciones entre el cuerpo y las extremidades. Se muestra de perfil no absoluto (con indicación de dos orejas y generalmente cuatro patas). Se diferencian cuatro patrones constructivos principales, a partir de variaciones en el grosor del cuello y cuerpo, el número de extremidades representadas o en la condición estática o dinámica de las figuras.

El canon B parte de un esquema donde sobresalen los cuerpos alargados, que no respetan las proporciones del referente objetivo. Las patas, aunque están bien diferenciadas y separadas, no guardan relación con el cuerpo y, en el caso de las delanteras, se insertan en el pecho de animal.

El canon C se caracteriza por un cuerpo más cuadrangular que los anteriores, definido a partir de trazos rectos. La inserción de las patas y cuello está en relación directa con el referente objetivo. Las figuras suelen combinar dos planos, con el cuerpo y las extremidades de perfil absoluto (sólo se indican dos patas), y la cabeza de tres cuartos perfil, ya que se representan las dos orejas. Otros patrones constructivos se diferencian por la disposición de los planos de ejecución y por las proporciones y grosor de las extremidades y cuerpo.

El canon D no respeta las proporciones del referente real y se caracteriza por un trazado lineal, en el cual cola, cuerpo, cuello y cabeza conforman un todo. Están presentes las cuatro extremidades, aunque distribuidas de manera aleatoria, así como las dos orejas, lo cual indica que sólo el cuerpo del camélido está de perfil.

Los restantes diseños se distinguen por su baja frecuencia de replicación. El canon E se reconoce como una expresión esquemática del animal, ya que su cuerpo está formado por un círculo al cual se agregan las extremidades y cuello mediante trazos lineales. El F se diferencia por una resolución sumamente esquemática, en el cual cola, cuerpo, cuello y cabeza se componen por un único trazo en forma de U y sólo se indican tres patas. El canon G corresponde a un único motivo de Lomas Negras afín al canon C, sólo que en lugar de la cola, se representó otra cabeza idéntica a la primera (bicápite).

Patrones en la distribución de los diseños o cánones constructivos

La tabla 2 informa sobre la frecuencia de representación de los cánones o diseños constructivos de los camélidos, en cada una de las áreas o unidades espaciales consideradas. Un supuesto que manejamos en este trabajo, y que intervendrá en el proceso de análisis e interpretación, acepta que las similitudes y diferencias en estas frecuencias de representación pueden aportar indicios sobre el grado de diversidad y/o de coherencia interna dentro de un área, así como sus afinidades o diferencias con áreas vecinas o alejadas. De este modo, es posible delinear hipótesis acerca de posibles unidades territoriales, esferas de interacción, vinculaciones a larga distancia o estrategias de identificación, que pueden ser exploradas sumando otras variables e informaciones, como los contextos de producción del arte rupestre, o los materiales superficiales o provenientes de depósitos estratificados.

Tabla 2. Frecuencia de representación de los cánones por unidad espacial.

La medida utilizada para estimar el grado de afinidad o de disimilitud entre las áreas es la suma de las diferencias porcentuales en la representación de cada canon, donde los valores bajos indican un mayor grado de conexión y numerosos elementos compartidos, mientras que los valores altos señalan lo contrario, una escasa vinculación entre las unidades espaciales comparadas. Los resultados obtenidos de la comparación interáreas, en términos de relaciones bilaterales, son expuestos en la tabla 3.

Tabla 3. Similitudes y diferencias interáreas, a partir de la suma de las diferencias porcentuales en la frecuencia de representación de cada canon (expresada en relaciones bilaterales).

Se detectan diversas situaciones que pueden ser enmarcadas dentro de las expectativas de dos hipótesis generales. La primera de ellas, que calificaríamos como "económica", asume articulaciones entre la afinidad y la distancia espacial. Así, las relaciones de mayor afinidad se darían entre áreas cercanas y las de menor similitud entre sectores alejados. Dentro de este esquema, se observan estrechas afinidades entre las subáreas del sur de Guasapampa (Charquina, Barranca Honda, Yaco Pampa, Cerco de Otto y La Pampita), excepto Cerco de la Cueva, sugiriendo que estos sectores constituían un tipo de unidad territorial con alto grado de interacción e información compartida entre sus ocupantes.

También se aprecian relaciones cercanas entre las subáreas de Lomas Negras (Los Pilones, Sacha Cabra, Cerco Quemado y Cajones del Igno), en el occidente de Serrezuela, y en menor medida con el área de Ampiza, en el extremo norte del valle de Guasapampa. Estas áreas formarían un segundo núcleo o unidad territorial, con escasa vinculación con el núcleo del sur de Guasapampa (situación también enmarcada en las expectativas de la primera hipótesis). Las restantes situaciones dentro de esta lógica involucran a unidades espaciales discretas, de reducida extensión y distantes entre sí, que de acuerdo a las expectativas muestran muy poca afinidad (Virgen de la Peña con Cerco de la Cueva y Virgen de la Peña con Traslasierra sur).

Una segunda hipótesis general plantea niveles de afinidad independientes de la distancia. Tendríamos por un lado las situaciones de desconexión (o de poca conexión) entre áreas cercanas, y por otro la existencia de afinidades estrechas entre zonas distantes. El primer caso, el de áreas cercanas y no obstante poco afines (indicando escasa interacción y circulación de datos entre sus ocupantes) incluye a Cerco de la Cueva, poco relacionada con las subáreas vecinas del sur de Guasapampa (i.e. núcleo 1). También se cuenta el área de Virgen de la Peña, en el oriente de Serrezuela, que muestra una baja conexión con las áreas adyacentes de Lomas Negras y Ampiza (i.e. núcleo 2).

Dentro de las serranías noroccidentales, las afinidades a distancia tienden a vincular a los núcleos 1 y 2 con los territorios disímiles o discontinuos dentro del área de dispersión del otro núcleo y viceversa: la sección sur de Guasapampa (núcleo 1) muestra similitudes con el área de Virgen de la Peña (disímil en el "territorio" del núcleo 2), en tanto que las áreas de Lomas Negras y Ampiza (núcleo 2) se aproximan notoriamente a la subárea de Cerco de la Cueva (disímil y en las inmediaciones del núcleo 1).

Por último, tenemos las relaciones establecidas desde la sección sur de Traslasierra, que dentro de la escala espacial utilizada, corresponderían en todos los casos a vínculos de larga distancia. Fuera de la relación, o más precisamente la ausencia de relación con Virgen de la Peña (una situación ajustada a las expectativas de la primera hipótesis), con todas las unidades espaciales restantes se establecieron vínculos de afinidad, es decir, situaciones enmarcadas en la segunda hipótesis, más allá de las diferencias internas existentes, por ejemplo, en el sur de Guasapampa (entre el núcleo 1 y Cerco de la Cueva), o a mayor escala, entre los "núcleos territoriales" 1 y 2. Tanto éste como otros patrones y tendencias que derivan del análisis de estos datos serán evaluados y discutidos en la próxima sección.

Discusión

En efecto, los resultados sugieren distintas tendencias y patrones en las vinculaciones interáreas, que acompañan a las similitudes y diferencias en el diseño de un motivo rupestre en particular, los camélidos. Esto requiere y justifica un desarrollo interpretativo, que intentamos a continuación, sumando datos contextuales más amplios, que incluyen el marco de la producción del arte rupestre y las diversas prácticas y escalas de participación asociadas a la ocupación de los diferentes lugares y paisajes.

Un primer caso es el del llamado "núcleo 1", extendido por buena parte de la sección sur del valle de Guasapampa (figura 8). Se trata de un área caracterizada por una marcada concentración de sitios con arte, a la que describimos como un tipo de unidad territorial, social y políticamente integrada. Dentro de la misma, a nivel del arte rupestre, y en concreto del repertorio iconográfico, apreciamos significativas similitudes y diferencias. Estas últimas se manifiestan en motivos o tipos de diseños únicos, limitados a paneles y sitios puntuales, o de circulación restringida entre ciertas localidades y subáreas. Las similitudes derivan de los elementos de amplia circulación (tipos de motivos, cánones o diseños, temas), que en el caso concreto de las figuras de camélidos, se expresan en una alta afinidad por la replicación repetida de determinados cánones. Esta relativa uniformidad se ve acrecentada si se consideran los contextos de producción del arte, que son siempre muy homogéneos. Los grupos que ocuparon el área en tiempos tardíos, y que produjeron estas imágenes, compartían mucho respecto de las formas de construir y significar el paisaje, y de llevar a cabo en el mismo determinadas prácticas económicas, políticas o rituales. Con su regular asociación con pequeños refugios de uso transitorio, con condiciones de visibilidad restringida, la producción de este arte ha sido ligada a los procesos que permitían la integración, reproducción y diferenciación de grupos domésticos o familiares, y de sus sentidos de identidad y pertenencia. Estas prácticas, dirigidas hacia el seno de los grupos mínimos de interacción, y de algún modo negadas u omitidas hacia el exterior, en el espacio abierto y en el trato con otras personas (pertenecientes o no a la propia formación política), son interpretadas como testimonios de la construcción de un paisaje social "abierto", sin imposiciones de límites o restricciones para la circulación o el acceso a los recursos (Recalde 2009).


Figura 8. Ubicación de los Núcleos o Unidades territoriales.

Otra situación es la del "núcleo 2", que abarca el occidente de Serrezuela y el extremo norte del valle de Guasapampa (áreas de Lomas Negras y Ampiza, figura 8). También observamos una conjunción de elementos singularizantes (motivos, cánones, temas), ya sean únicos o de circulación restringida, y otros con una amplia dispersión, compartidos y repetidamente replicados dentro del área y aún fuera de ella. Además de estos elementos iconográficos comunes, la coherencia de este segundo sector también se advierte considerando más ampliamente los contextos de producción de las imágenes, que muestran una acentuada uniformidad interna, y a la vez oposición con los parámetros dominantes en el "núcleo 1". Estas tendencias favorecen su especificación y delimitación como otra unidad territorial diferenciada, pero construida sobre la base de otras relaciones políticas y sociales. Las prácticas asociadas a la producción de este arte, emplazado en posiciones visibles en sitios de escala doméstica, pero también en vías de tránsito y en determinados hitos geográficos que a su vez fueron lugares de importancia "pública", ocupados repetidamente por colectivos sociales inclusivos, de nivel comunitario, hablan de la construcción de sentidos y significados no limitados al interior de los grupos familiares. Por el contrario, estos abarcaban a todos aquellos que accedían y circulaban por el paisaje, ya sean propios (miembros del mismo grupo de parentesco, de la misma comunidad) o también extraños. Sobresale el empleo y replicación de un universo iconográfi co diferenciado, donde se destacan diversos motivos antropomorfos con aditamentos (tocados cefálicos, vestimentas, objetos en las manos), que restringen el protagonismo de los camélidos, propio de otras modalidades estilísticas. Podríamos plantear como hipótesis que estos motivos y sus asociaciones temáticas formaban parte de otros "relatos", centrados en figuras humanas que bien pudieron constituir referentes de determinados grupos, de sus autoridades, ancestros u otras entidades tutelares, apuntando al establecimiento de límites y restricciones territoriales, y esto de parte de unos grupos más inclusivos que simples unidades familiares (v.g. linajes, comunidades), frente a otros (Pastor 2009, 2010).

Los "núcleos" 1 y 2 son muy diferentes y en un punto pueden ser concebidos como construcciones paisajísticas y territoriales mutuamente excluyentes. Los contrastes comprenden ampliamente a los contextos de producción, los criterios de elección de los soportes, su visibilidad, las temáticas y aún las técnicas empleadas para la ejecución de las imágenes. Además, de acuerdo a los resultados expuestos en la tabla 2, existió una escasa circulación efectiva de información entre ambos sectores. Sin embargo, la desconexión no fue absoluta, hubo una porción compartida del repertorio iconográfico, si bien ésta fue menor. A pesar de las notables diferencias, esto último habla de la existencia de relaciones entre los grupos que ocuparon ambos entornos, aún tratándose de vínculos negados o de oposición.

Tanto las diferencias internas, como las pautas de vinculación externa, tienden a socavar la uniformidad y la coherencia de los núcleos. No obstante, estos contrastes sólo alcanzan hasta cierto punto y no impiden su reconocimiento como unidades diversas. La situación es distinta en el caso de determinados espacios discretos, asociados al área de distribución de cada "núcleo territorial". A pesar de su cercanía, estos espacios muestran patrones muy diferenciados que justifican su tratamiento como unidades separadas. Estas comprenden a la subárea de Cerco de la Cueva, disociada del núcleo 1, y al área de Virgen de la Peña, cercana aunque muy poco conectada al núcleo 2 (figura 8). Si los sectores sur y norte de las serranías noroccidentales de Córdoba (áreas principales de la distribución de los núcleos 1 y 2), fueron algún tipo de unidades políticas y territoriales, su coherencia y continuidad espacial se habrían visto interrumpidas por estas áreas menores que muestran comportamientos autónomos. La información provista por ésta y también por otras materialidades arqueológicas de época prehispánica, así como el panorama que devuelven las primeras fuentes escritas del tiempo de la conquista, permiten pensar en territorios indígenas espacialmente discontinuos, imbricados entre las diferentes unidades políticas y de parentesco, en particular fuera de los paisajes agrícolas, como era el caso de estos microambientes serranos áridos de la transición con el Chaco Seco.

La subárea de Cerco de la Cueva, vecina al núcleo 1, muestra notorias similitudes con aquel, con una determinada iconografía en común (incluyendo a los camélidos y otros tipos de motivos) e idénticos contextos de producción. Sin embargo, las diferencias también son acentuadas, y se traducen en el alto valor que podemos observar en la tabla 2, señalando la existencia de una importante reserva de información que no era compartida. Estos contrastes también se extienden a las respectivas pautas de vinculación externa. A diferencia del núcleo 1, Cerco de la Cueva no muestra una mayor afi nidad con el área de Virgen de la Peña (de la cual está casi desconectado), sino con el núcleo 2, con quien registra el valor indicativo de la mayor afinidad a distancia a nivel regional (tabla 2). Estas características obligan a un tratamiento separado para Cerco de la Cueva, que pudo constituir una segunda unidad territorial dentro del sur de Guasapampa, más pequeña y algo separada del núcleo 1. Podríamos concebirla como una suerte de enclave ocupado por grupos también habituados al territorio del núcleo 2, que lograban apropiarse de este sector restringido del sur de Guasapampa (un área mayormente ocupada por otros grupos), aunque respetando los parámetros impuestos por estos últimos respecto de la construcción del paisaje y la delimitación de las relaciones sociales, traducidos en unos específicos contextos compartidos para la producción del arte rupestre.

Por su parte, el área de Virgen de la Peña, en el oriente de Serrezuela, se muestra como una pequeña unidad territorial casi desconectada del núcleo 2 (occidente de Serrezuela y extremo norte de Guasapampa), así como del resto de la sección norte del valle y sierra de Guasapampa, donde primaban otros contextos para la producción del arte rupestre y también otros repertorios iconográficos (Pastor 2010; Pastor y Recalde 2009). Sus mayores vinculaciones se dieron con el núcleo 1, situación que se extiende a los mismos contextos de producción. En este sentido, la desconexión entre Virgen de la Peña y el vecino núcleo 2 es mayor que la que se constata entre Cerco de la Cueva y el núcleo 1. Si el arte rupestre del núcleo 2, y sus expresiones extendidas por el resto de la sección norte de Guasapampa, fueron materialidades con una participación activa en el proceso de demarcación y "cerramiento" de un determinado territorio, este proceso encontró su límite y discontinuidad en áreas como Virgen de la Peña, también como el núcleo 1 y como los extensos sectores que no contienen arte rupestre y que se extienden, por ejemplo, por el occidente de las sierras de Pocho (en el límite con la planicie). En estas últimas áreas primaría la construcción de territorios más bien "abiertos" (aunque diferencialmente apropiados y significados), sin imposiciones efectivas de límites a la circulación y la explotación de recursos por parte de unos grupos frente a otros.

Por último, tenemos el caso de la sección sur del valle de Traslasierra, que contiene sitios dispersos con arte rupestre, localizados en los límites de los paisajes agrícolas o en sus inmediaciones (además de los tres sitios o localidades incluidos en este trabajo, también se documentaron otros dos paneles sin representaciones de camélidos en los sitios Cuesta de la Iguana y Piedra Pintada). Respecto de las serranías noroccidentales, esta área podría ser concebida como una unidad territorial autónoma, distante, estableciendo con cada uno de sus sectores diversas vinculaciones de larga distancia (entre 40 y 100 km). Tal como se observa en otros espacios serranos, a nivel del arte rupestre, este núcleo territorial también se presenta como una unidad internamente diversa, con una apreciable variabilidad a nivel del repertorio iconográfico y en los contextos de producción.

Teniendo en cuenta las importantes distancias desde el sur de Traslasierra, podríamos plantearnos si sus ocupantes tuvieron una interacción directa, cara a cara, con las personas y grupos que accedían estacionalmente a las serranías noroccidentales, descartando por el momento que fueran ellos mismos. Si nos limitamos al mínimo grado de relación con el área de Virgen de la Peña pensaríamos que, en efecto, existieron pocos contactos, con una escasa información compartida, de manera concomitante con la distancia espacial. Pero esto no ocurre del mismo modo con las restantes áreas o "unidades territoriales" (núcleos 1, 2 y Cerco de la Cueva), con las cuales se aprecia una notable afinidad, a pesar de la distancia y aún de las diferencias internas entre los grupos noroccidentales.

Comprensiblemente, se imponen interrogantes acerca del significado y de los mecanismos de reproducción que permitieron esta amplia circulación de determinados diseños rupestres, abiertamente compartidos por los diferentes grupos tardíos de Traslasierra, más allá de la distancia. Como vimos, dentro de la microrregión noroccidental, determinadas semejanzas a nivel de motivos, tipos de diseño o temas son concebidas como información que circulaba irrestrictamente entre sus ocupantes, más allá de las particularidades locales que también existieron y que confieren un tono específico, singular, a cada composición rupestre y al lugar que la contiene. Este interjuego entre elementos más y menos compartidos, o de mayor y menor circulación, nos advierte sobre estrategias de identificación y diferenciación de los grupos locales, incluso a nivel de unidades familiares, que al mismo tiempo se articularon con su participación en redes de interacción más extensas, que aseguraban el mantenimiento de vínculos sociales a larga distancia.

Sujetos hipotéticos habituados al territorio del sur de Traslasierra, y trasladados luego hacia las serranías noroccidentales, o viceversa, hallarían en el nuevo contexto una cierta "familiaridad" e "inteligibilidad". Planteamos que, en el seno de estas vinculaciones de larga distancia, pudieron primar las estrategias de identificación, más allá de las particularidades locales o de las divisiones internas de las formaciones políticas o de las colectividades que se apropiaban de determinados territorios.

Pero prácticamente, ¿cómo se pudieron transmitir estas informaciones, y llegar a producirse los patrones que hoy reconocemos? Hemos apuntado que, durante el período tardío, la escala doméstica de participación fue fundamental para efectivizar la producción económica, a través de la movilidad residencial y la ocupación efectiva de los diversos microambientes serranos, poco distantes entre sí, aunque provistos de recursos silvestres complementarios, o con diversa disponibilidad temporo-espacial, así como posibilidades para la agricultura. La escala doméstica también fue un contexto clave para la reproducción de las prácticas y sentidos asociados a la ejecución del arte rupestre, con sus elementos compartidos y también aquellos particularizantes. Aún cuando estos contextos domésticos de participación debieron favorecer la transmisión de determinadas informaciones comunes, así como la limitación de otras al seno de cada grupo particular, podemos suponer que la tendencia local se habría visto incrementada si, paralelamente, no hubieran existido otros ámbitos y mecanismos de interacción social y de circulación de la información.

Ya nos referimos a los sitios de participación a escala extra-doméstica, emplazados en todos los microambientes serranos y fuertemente ligados al procesamiento y consumo colectivo de alimentos y bebidas, implicando diversos recursos silvestres obtenidos en el entorno inmediato o trasladados desde ciertas distancias (en la línea de las "juntas y borracheras" del período colonial temprano) (Castro Olañeta 2002; Pastor 2007, 2009). A pesar que todos ellos se distinguen por presentar numerosos equipos de molienda en soportes rocosos fijos, varían sus emplazamientos en posiciones a cielo abierto, en las márgenes de ríos y arroyos (en el caso de los paisajes agrícolas y forestales circundantes), en grandes aleros y cuevas (en los pastizales de altura) o en torno a las principales aguadas estacionales (en las serranías noroccidentales). También se diferencian por la ausencia o presencia de arte rupestre, y eventualmente por sus características. En el caso del sur de Traslasierra, el sitio Achalita, como tipo de contexto, es del todo similar a distintos lugares de importancia pública del occidente de Serrezuela y del norte de Guasapampa (i.e. núcleo 2 y adyacencias; sitios El Cajón, Cajones del Igno 1 o Las Mazas 1). Todos ellos coinciden en su asociación a aguadas, las evidencias de molienda colectiva y la presencia de bloques y aleros con arte rupestre, con imágenes grabadas en posiciones de visibilidad media o alta, y un repertorio parcialmente compartido, con la replicación de determinados diseños de camélidos (básicamente los cánones A y C) y antropomorfos sintéticos con aditamentos (cabezas con tocados). La participación colectiva en estos contextos, donde debieron interactuar personas con diversas pertenencias y acceso a diferentes territorios específicos, pudo constituir un "caldo de cultivo" para que ocurrieran estas copias y replicaciones en el paisaje que aún podemos observar a nivel arqueológico. Dicho de otro modo, estos contextos de participación colectiva aseguraron la continuidad temporo-espacial de las relaciones sociales, de parentesco y alianza política, dentro del extenso valle de Traslasierra, así como la circulación efectiva de información, lo cual se tradujo en unos patrones específicos de localidad y de vinculación a distancia, que pueden ser advertidos a través del análisis del arte rupestre.

Conclusiones

Las imágenes de camélidos constituyeron un elemento de amplia circulación y fueron compartidas por los grupos que ocuparon diferentes áreas y paisajes. Claramente, estas figuras fueron importantes dentro del universo simbólico de las sociedades indígenas del oeste cordobés en tiempos prehispánicos tardíos. Es significativo destacar que las mismas fueron ejecutadas a considerable distancia de los paisajes abiertos donde habitaron los guanacos, en los pastizales de altura o en ciertas áreas de la planicie occidental (ca. 20-60 km). Entendemos que, más allá de la importancia económica y simbólica de estos animales, la ejecución de las representaciones denota la activación y refuerzo de ciertos vínculos históricos de filiación, parentesco o vecindad entre los grupos que ocuparon las diferentes áreas, permitiendo la reproducción de significados y de determinadas maneras de hacer las cosas, entre ellas la forma de ejecutar estas figuras. Los lazos sociales eran afirmados y reforzados con la realización de actividades comunitarias, así como en contextos de interacción doméstica.

Por su parte, las notables diferencias en el diseño de las figuras, con diversos cánones constructivos, permiten apreciar las particularidades locales y/o grupales. Estas últimas también se manifiestan, en los distintos paneles, en las asociaciones con otros tipos de motivos, y en general en los disímiles contextos de producción (en cuanto a las condiciones de visibilidad, la existencia o no de otras actividades asociadas a la producción de las imágenes, las escalas de interacción social, etc.).

El análisis de diversas variables asociadas a la producción del arte rupestre, entre ellas la circulación de determinados cánones de camélidos, nos ha permitido identificar una variedad de respuestas sociales, políticas y económicas, objetivadas por los grupos que ocuparon los diferentes núcleos o unidades territoriales. No obstante, la reiteración de figuras estandarizadas (como determinados diseños de camélidos) a lo largo del período tardío y de diferentes paisajes del occidente de Córdoba, nos permite reconocer la existencia de vínculos y lazos sociales que eran sostenidos en diferentes contextos de interacción, aún a pesar de la distancia espacial o de las tensiones sociales. Estos ámbitos de participación estaban relacionados, básicamente, con la ocupación estacional (estival) de paisajes adyacentes a las áreas agrícolas, fuera de los entornos más cotidianos, por parte de grupos familiares dispersos que, sólo en algunas áreas y lugares particulares (Achalita, Lomas Negras), solían agruparse para realizar celebraciones y rituales ligados a la recolección y la cacería.

Como se puede apreciar, los resultados del análisis de la circulación de los diseños de camélidos permiten plantear hipótesis relativas a la objetivación de las prácticas sociales involucradas en su estandarización y diferenciación. Estas hipótesis constituyen líneas de indagación que buscamos robustecer con la contemplación de otros datos, incluso con la aplicación de la misma metodología para el tratamiento de otros tipos de motivo.

Agradecimientos

Este trabajo se integra al proyecto "Condiciones de posibilidad de la reproducción social en sociedades prehispánicas y coloniales tempranas en las Sierras Pampeanas (República Argentina)", dirigido por Eduardo E. Berberián y que cuenta con un subsidio otorgado por CONICET (PIP 112-200801-02678).

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