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Comechingonia

versão On-line ISSN 1851-0027

Comechingonia vol.16 no.1 Córdoba jan,/jun. 2012

 

RESEÑAS

Reseña de: Arqueología de ciudades Americanas del siglo, (H. Chiavazza Y C. N. Ceruti, Editores), Facultad de filosofía y letras, Universidad nacional de Cuyo, Mendoza. ISBN 978-950-774-173-9.

 

Daniel Schávelzon

Centro de Arqueología Urbana, Universidad de Buenos Aires y CONICET. E-mail: dschav@fadu.uba.ar

Introducción
Albert Einstein decía que "Dios no juega a los dados". Y sin dudas los que de una u otra forma trabajamos con el pasado, sabemos que nada se da por casualidad, es más, que ésta no existe. Y no puede existir porque su aceptación implicaría tirar por la borda todo pensamiento científi co: si los efectos tienen una causa, si hay leyes para el mundo de lo material, la casualidad no puede entrar en el cálculo. Es cierto que la New Age o los que mal interpretan la física de los Cuantos pueden decirnos que no es así, pero no lo han probado, y quizás las leyes que gobiernan la física del Caos sean buen ejemplo y que por eso esas teorías vienen de la física y no de las matemáticas. El libro que queremos reseñar, Arqueología de ciudades americanas del siglo XVI, expresa exactamente eso: las cosas llegan cuando el momento histórico lo hace posible.
La arqueología de las ciudades en América Latina se inició hace mucho tiempo, más de un siglo pero las condiciones históricas del desarrollo mismo de la arqueología hacían imposible su continuidad y su reconocimiento (Igareta y Schávelzon, 2011); era un campo del conocimiento que se creaba para explicar el pasado prehispánico, no el colonial o menos aun el del presente. Así, los trabajos fundantes que cubrían desde el descubrir Esteco en 1895 hasta los de Zapata Gollán en Cayastá se fueron diluyendo. Valga que pese a todos los años y esfuerzos en ese sitio la primera interpretación de la ciudad como tal se hizo en 2004 (Calvo 2004). La ciudad podía ser un sitio para excavar los restos precolombinos que estaban debajo, lo moderno era sólo una molestia que borraba lo importante. Es más, la llegada en la década de 1960 de las teorías arqueológicas que hacían hincapié en el estricto rigor de la metodología, ni siquiera podían imaginar algo como excavar bajo una ciudad moderna. Era obviamente más seguro y simple buscar un sitio marginal, olvidado, sin alterar, a enfrentar los tremendos procesos de transformación que implicaba la modernidad. Y ni hablar de estudiar la ciudad misma pese a que eran la herencia, el resultado del fenómeno civilizador por excelencia desde la antigüedad más remota; buscábamos ciudades precolombinas pero no otras, no entraban en el paradigma del papel del arqueólogo.
Hubo que esperar mucho en la Argentina para que se mirara hacia otros países y que se produjeran los cambios necesarios para que este territorio del conocimiento se abriera. Y el momento llegó con una obra sustancial, fundante: los dos enormes tomos de Presencia hispánica en la arqueología argentina (E. Morresi y R. Gutiérrez, compiladores) de 1983. Se estaban colocando juntos cuatro áreas del conocimiento que tenía entidad propia: la historia urbana, la historia de la arquitectura, la historia documental y la arqueología. Era un momento de enorme signifi - cación porque al releerlo confi rmamos que casi no hay trabajo realmente interdisciplinario, es un conjunto de estudios puestos juntos en que algunos usan materiales del otro terreno, que se atreven a explorar esos caminos, pero no surge una mirada nueva; el campo estaba abonado pero no comenzaba. A tal grado no fue así que tuvieron que pasar años para que la obra fuese reconocida por su valor al grado de ser hoy una rara pieza de biblioteca usada y citada por todos. Quizás el que se haya publicado en Resistencia (Chaco) como resultado de la muerte de Morresi que no lo había podido editar y por un arquitecto historiador exilado de la dictadura, ayude a explicar la situación.
El otro camino que se venía abonando era el del trabajo de interdisciplina con historiadores del urbanismo que se habían formado en el exterior, aunque trabajaran o publicaran aquí. El primero fue Jorge E. Hardoy cuya tesis en Harvard de historia urbana fue dirigida por Gordon Willey y publicada como Ciudades precolombinas (Hardoy 1964 y 1973). Fue el primer libro de su tipo -con la doble mirada arqueológica y urbana- en el continente, pero impactó más en la historia de la arquitectura que en la arqueología, al menos en este país. Luego junto con Richard Schaedel hicieron una larga serie de simposios en los Congresos Internacionales de Americanistas que por años hacían recorridos de las ciudades desde tiempos prehispánicos hasta la actualidad (Hardoy y Schaedel 1975, como ejemplo de la serie); sin tapujos de estar todos juntos y tratar de entender el fenómeno como un continuo, como un problema a trabajar en conjunto. Era la década de 1970 ya estaban unidos especialistas de toda América Latina pero que vivían y trabajaban apoyados y produciendo para el mundo exterior, aquí eran perseguidos o prohibidos. Nuevamente con la muerte de Hardoy se perdió gran parte del camino recorrido y los libros son rarezas, que si bien formaron una generación -me incluyo- también lo vimos desde el exterior (Hardoy 1991). La Argentina de esos años estaba vedada para estos estudios.
Había que esperar la segunda mitad de la década de 1980 para que la arqueología de las ciudades, latente en el país y ya hecha en los vecinos, tomara cuerpo, se pudiera expresar, fuese aceptada como un terreno de trabajo con sus especifi cidades y sus métodos, sus necesidades y sus problemas. Se necesitaba el retorno a la democracia y la posibilidad de que los avances en la búsqueda de la memoria, de la identidad, del patrimonio, se pudieran materializar. Más aun cuando, como todo campo nuevo, tenía necesariamente que estar formado por el cruce de miradas lo que jamás iba a desarrollarse desde adentro en esas condiciones, por eso tenía necesariamente que llegar desde afuera. La interdisciplina necesaria para que exista no se la podía ir a buscar, no era factible repetir la idea antigua de que hubiera "ciencias auxiliares"; o se sumaba o se restaba. Y la posibilidad de excavar en las ciudades coloniales e históricas, ya sin la presión de la dictadura, desató el tema, le dio cuerpo, comenzó a existir, a polemizarse, a discutir; y si se peleaba por métodos, técnicas y participantes era porque existía. No resulta casual que en Buenos Aires hayamos comenzado con un edificio que generaba preguntas acerca de la búsqueda "de lo nacional" en el siglo XIX; creíamos que era ejemplo de una intencionalidad arquitectónica y paisajística de índole nacionalista en 1840, lo que se quería recuperar como objetivo del trabajo. Hoy podemos pensar diferente, o no haber notado que estábamos haciendo arqueología de jardines, tema que no existía, pero la necesidad de construir una identidad pos-dictadura era obvia aunque era difícil de ver en ese momento (Schávelzon y Ramos 2009).
Una generación más tarde ya había congresos nacionales aquí y en muchos otros países de la región, centro históricos excavados -de uno de ellos surge este libro-, legislación, proyectos reconocidos por instituciones académicas y muchos libros publicados. Y la Argentina se había ubicado en un lugar importante en el contexto del continente, con sus propias problemáticas, sin duda muy diferentes a las de México o Perú, y por suerte para la ciencia que la diversidad existe.
El libro que estamos reseñando cumple así un nuevo papel historiográfi co que lo trasciende: poner en estado de situación un tema que existe en todo el continente y que a nadie se le ocurriría ya discutirlo, ni aquí ni en otro sitio; es el momento y lugar adecuado. Está presente México, Cuba, Brasil, Chile y Bolivia además de Argentina, lo que para un primer tomo es impresionante. Los temas son variados, los problemas diferentes, el volumen de trabajo distinto, la experiencia de los autores también, y eso es realmente un estado de situación. Es un volumen que recupera una tradición y se proyecta para adelante, un libro del que todos esperamos su continuidad, que puede ser una herramienta importante en la construcción del conocimiento en la materia a escala continental: de abrir y ya no de cerrar temas de estudio, generar espacios y no limitarlos, buscar interdisciplinas y no mantener rígidas las ramas del árbol crecido. Son cuatrocientas ilustradas páginas que los interesados en el tema devoramos con un placer acumulado desde hace años.

Bibliografía citada

1. Calvo, L. M. 2004 La construcción de una ciudad hispanoamericana, Santa Fe la Vieja entre 1573 y 1660, Universidad Nacional del Litoral, Rosario.         [ Links ]

2. Hardoy, J. 1964 Ciudades precolombinas, Infinito, Buenos Aires.         [ Links ]

3. Hardoy, J. 1973 Precolumbian cities, Ch. Walker& Co., New York        [ Links ]

4. Hardoy, J. 1991 Cartografía urbana colonial de América Latina, Grupo Editor Latinoamericano, Buenos Aires.         [ Links ]

5. Hardoy, J. E. y R. Schaedel ( Compiladores ) 1975 Las Ciudades de América Latina y sus áreas de influencia a través de la historia, Ediciones SIAP, Buenos Aires.         [ Links ]

6. Igareta, A. y D. Schávelzon 2011 Empezando por el principio: pioneros de la arqueología histórica. en: Anuario de Arqueología no, 3, pp. 9-24, Universidad Nacional de Rosario, Rosario.         [ Links ]

7. Schávelzon, D. y J. Ramos 2009 El Caserón de Rosas, historia y arqueología del paisaje de Palermo, Ediciones Corregidor, Buenos Aires,         [ Links ].

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