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Comechingonia

versión On-line ISSN 1851-0027

Comechingonia vol.20 no.1 Córdoba jun. 2016

 

DOSSIER

Estudios sobre salud y enfermedad en poblaciones históricas urbanas de Mendoza (Argentina). Nuevos aportes para el estudio bioarqueológico del templo La Caridad

Studies on health and disease in historic urban populations from Mendoza (Argentina). New contributions for bioarchaeological study of La Caridad temple

 

Daniela Mansegosa1

1 CONICET. Centro de Investigaciones Ruinas de San Francisco (Área Fundacional de Mendoza). Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Cuyo. Parque Universitario, (5500) Mendoza, Argentina, mansegosad@yahoo.com.ar

Presentado: 30/05/2016
Aceptado: 17/06/2016


Resumen

En este trabajo se presentan los resultados de los estudios bioarqueológicos de 34 individuos inhumados en el templo La Caridad, recuperados durante la segunda temporada de excavaciones realizada durante los años 2009-2010. Dicho templo se encuentra ubicado en el Área Fundacional de Mendoza y corresponde a los siglos XVII-XIX. Se analizaron diferentes indicadores de salud y nutrición. Con esta información se discuten aspectos referidos a enfermedades y estrés metabólico, su prevalencia  por sexo y grupos de edad. El conjunto analizado muestra altos porcentajes de mortalidad  infantil,  evidencias de hipoplasias de esmalte dental, hiperostosis porótica y criba orbitalia, así como procesos infecciosos en todos los grupos de edad, con mayor prevalencia entre los individuos subadultos. También se observaron traumas en algunos individuos adultos que afectaban las manos y la columna vertebral.

Palabras clave: Poblaciones coloniales; Patologías; Nutrición; Estrés.

Abstract

This paper presents the results of studies bioarchaeological 34 individuals buried in the temple La Caridad, recovered during the second season of excavations carried out during the years 2009-2010 are presented. This temple is located in the Mendoza Foundational Area and corresponds to the XVII-XIX centuries. Different health and nutrition indicators were analyzed. With this information aspects  related  to diseases and metabolic stress, its prevalence by sex and age groups are discussed.
The group analyzed shows high rates of infant mortality, evidence of dental enamel hypoplasia, porotic hyperostosis and orbitalia screen and infections in all age groups with the highest prevalence among sub-adults. Traumas were also seen in some adult individuals affecting hands and spine.

Keywords: Colonial populations; Pathologies; Nutrition; Stress.


 

Introducción y antecedentes

En el Área Fundacional de Mendoza (Argentina) se han excavado cinco templos católicos coloniales (Figura 1). Dichas intervenciones fueron realizadas por el Centro de Investigaciones Ruinas de San Francisco (CIRSF) desde el año 1995 (Chiavazza et al. 2015). En cada uno de estos templos se han recuperado restos óseos humanos los cuales constituyen una fuente de información relevante para aportar al conocimiento sobre la salud y la enfermedad en un momento acotado espacial y temporalmente, del contacto interétnico.


Figura 1
. Templos católicos excavados en el Área Fundacional de Mendoza.
Caso de estudio: LC (La Caridad). Referencias: LC, La Caridad; SF, San Francisco; SD, Santo Domingo; SA, San Agustín; LM, La Merced.

Las primeras investigaciones se han desarrollado en el templo San Francisco. Éstas permitieron realizar una primera aproximación al estudio de la funebria y de las condiciones de vida de las poblaciones históricas mendocinas. A partir del análisis de la localización, forma de inhumación y de la presencia de ajuar se identificaron sectores de entierro con distinto estatus, ya que en el interior del templo el total de los entierros fueron realizados en ataúd y  presentaban ajuar (evidencias de clavazones), mientras que en el exterior sólo la mitad de los individuos fueron inhumados en ataúd y predomina la ausencia de ajuar (Chiavazza 2005). Desde el punto de vista de las condiciones de salud de estos individuos también se observaron diferencias de acuerdo con el sector de entierro. Los inhumados en el interior registraron menores porcentajes de estrés metabólico (hipoplasias del esmalte dental e hiperostosis porótica), menor cantidad de traumas y de procesos patológicos que los inhumados en el exterior (Chiavazza 2005; Mansegosa 2015).
Posteriormente, las investigaciones se orientaron hacia el punto arqueológico La Caridad, caso de estudio del presente trabajo. Se trata de otro templo colonial ubicado en el Área Fundacional de Mendoza. El mismo ha sido intervenido arqueológicamente mediante dos excavaciones realizadas por el CIRSF: la primera en el año 2008 y la segunda durante 2009-2010. La amplia superficie excavada permitió la recuperación de una importante cantidad de conjuntos óseos humanos, entre otros materiales, correspondientes a los siglos XVII-XIX. Los primeros análisis se efectuaron sobre una muestra más pequeña, recuperada en la primera excavación, correspondiente a cuatro individuos articulados y 18 desarticulados.  Estos estudios permitieron evaluar aspectos tafonómicos (Mansegosa 2010), paleodemográficos (Mansegosa et al. 2015) e indicadores de salud, dieta y nutrición (Mansegosa 2015; Mansegosa y Chiavazza 2010).
El objetivo general de este trabajo consiste en explorar las condiciones de salud y nutrición de las muestras correspondientes a entierros primarios recuperados en el templo La Caridad (Figura 1) durante la segunda temporada de excavaciones arqueológicas (2009-2010). Para ello se analizará la presencia de diversos indicadores de salud  (hipoplasias de esmalte dental, hiperostosis porótica, procesos infecciosos y traumas). Además, se establecerán comparaciones entre grupos de edad y sexo, con el fin de evaluar el estado nutricional y el grado de prevalencia  de diferentes procesos patológicos.
A continuación se sintetizan tres puntos que permiten mostrar los antecedentes y generar expectativas a nivel bioarqueológico. Por un lado, se presenta la información historiográfica referida a las enfermedades coloniales registradas en Mendoza durante el período XVI-XIX y su correlato bioarqueológico. Por otro, la información histórica referida a  la  Hermandad  de  la  Caridad  y  a  la  administración  de  la  muerte1. Y  por último, los antecedentes de las investigaciones bioarqueológicas efectuadas en la muestra recuperada en la primera excavación arqueológica.

Las enfermedades coloniales y su registro biológico
Numerosos trabajos historiográficos han registrado el impacto de las enfermedades infecciosas y el intercambio de agentes patógenos a partir del contacto entre las poblaciones nativas y europeas. Los descensos demográficos y el deterioro en la salud de las poblaciones, fue cada vez mayor hasta la implementación de vacunas y políticas de higiene y salud pública durante el siglo XIX, a partir de lo cual la situación fue cambiando paulatinamente. La irrupción europea produjo cambios en las biocenosis autóctonas al introducir agentes patógenos exóticos. Las consecuencias de este proceso, según algunos autores, fueron más dramáticas para los amerindios que para los europeos debido principalmente, a la falta de anticuerpos específicos en los primeros (Campillo 2001; Verano y Ubelaker 1992).
A partir de estudios históricos americanos se ha documentado una serie de enfermedades infecciosas propias de la colonización (Campillo 2001), tales como viruela, cólera, difteria, rubéola, sarampión, sífilis y tuberculosis, aunque cabe señalar que las dos últimas poseen un origen muy discutido, ya que se han registrado lesiones atribuibles a dichas patologías en esqueletos de tiempos prehispánicos (Arriaza et al. 1995; Arrieta et al. 2014; Bastida et al. 2011; Steinbock 1976, entre otros).
Los estudios históricos sobre las enfermedades en el norte de Mendoza, para los siglos XVI-XVIII, son escasos y la información es ambigua. La mayor parte de los trabajos están enfocados, principalmente, en las enfermedades infecto-contagiosas endémicas de los siglos XIX y XX (Figueroa 2007). Sin embargo, existen  menciones de algunas enfermedades desde el siglo XVI en adelante. Entre ellas destaca la viruela, la cual fue una de las enfermedades infecto-contagiosas europeas más tempranas y frecuentes en la región, que generó importantes epidemias con alta mortalidad (Semorile et al. 1988). Las crónicas de sacerdotes mencionan que esta enfermedad era muy frecuente, extremadamente contagiosa y causante de altas mortalidades. Según éstos afectaba con mayor virulencia a nativos que a europeos y africanos (Semorile et al. 1988). En este sentido Semorile et al. (1988), en base a las actas parroquiales señala años con mayor número de defunciones que otros. Estas fluctuaciones en la mortalidad son interpretadas como resultado de una causa agregada, probablemente brotes epidémicos de viruela.
Junto a esta enfermedad, otras que causaron gran impacto en la población de la ciudad de Mendoza, según Coni (1897: 493), fueron la difteria y la tuberculosis. Ambas son enfermedades infecciosas bacterianas,  que provocaron alta mortalidad en todos los grupos poblacionales. En cuanto a la tuberculosis, existe un dato que aporta un higienista que relaciona la lactancia de niños con leche de vacas infectadas. De acuerdo con esto, el contagio se lograba a partir de este alimento, con lo cual se contraía la enfermedad y era propagada al resto de la familia (Lemos 1897: 68).
Otra enfermedad que afectó a la ciudad de Mendoza desde épocas muy tempranas fue la fiebre tifoidea. No puede establecerse con precisión cuándo comienzan a darse los primeros casos, pero sabemos que en Chile se dio a partir de 1554 (Olea Normandin 2000), y debido a las constantes migraciones con este vecino país el contagio puede haberse producido por esta vía. Por otra parte, entre las enfermedades del sistema respiratorio, las más frecuentes eran la neumonía, bronco-neumonía y bronquitis, las cuales afectaron constantemente a la población y a todos los grupos etarios de forma similar (Lemos 1897).
Además también se menciona la presencia de casos de lepra y sífilis (Semorile et al. 1988). En cuanto a la lepra, sabemos que fue poco frecuente en Mendoza y los primeros casos se remontan a fines del siglo XVIII. La medida tomada fue aislar a los enfermos y a sus familiares a varias leguas del resto de la población (Semorile et al. 1988: 449). En lo que respecta a la sífilis, Coni (1897: 229) menciona que las mujeres contagiadas de sífilis eran detenidas y obligadas a lavar la ropa de los enfermos del hospital San Antonio. Esto da cuenta del estigma social asociado con esta enfermedad y de las acciones sociales de la época que condenaban y aislaban a determinadas personas vinculadas con la prostitución. Se mencionan que entre 1860 y 1896 hubo 105 defunciones por sífilis, de los cuales 55 corresponden a infantes (Coni 1897: 229). Esto hace suponer que dichos casos corresponden a sífilis congénita, es decir, infantiles que nacen con la enfermedad transmitida a través de placenta de la madre infectada.
A este respecto, es importante tener en cuenta que la malnutrición y específicamente la carencia de micronutrientes, tales como el hierro, vitamina B12 o  D, aumentan el riesgo de contraer enfermedades infecciosas, debido a sus efectos sobre el sistema inmunitario. Junto con el hacinamiento, la mala alimentación contribuye al fuerte vínculo observado entre la tuberculosis y la pobreza (González 2004: 193). Además, suponemos que las enfermedades se propagaron fácilmente debido a las condiciones de mala higiene e insalubridad de las aguas y la gran cantidad de basurales que propiciaban el desarrollo de estas enfermedades (Lemos 1897: 168).  
Asimismo, la presencia de enfermedades previas o un estado de malnutrición, producen una diversidad de respuestas a nivel individual que pueden facilitar o inhibir otras acciones estresantes (Bush y Zvelevil 1991; Wood et al. 1992) ya que están en interacción  con  características  biológicas  del  individuo  (edad,  sexo,  condición  genética, fisiología y competencia inmune), así como también con su modo de vida, posición estamental, condiciones laborales y otros factores socio-económicos que inciden en el mantenimiento de la salud, tales como el acceso a cuidados terapéuticos. Desde esta posición, se considera a las patologías como un problema social, y no como un fenómeno aislado de índole exclusivamente biológica (Fregeiro Morador 2006).
Además, dada las desigualdades socioeconómicas que estructuraban las relaciones sociales de las poblaciones del norte de Mendoza durante el período colonial-republicano2, resulta necesario tener en cuenta su impacto en la salud según los distintos sectores sociales. En este sentido, entendemos que la organización socio-económica y el acceso a los recursos pueden fomentar o inhibir procesos biológicos como la desnutrición y la enfermedad, generando distribuciones desiguales de indicadores de estrés, procesos patológicos y traumas (Armelagos y Van Gerven 2003; Leatherman y Goodman 1997; Peck 2013).

El rol social de la iglesia de La Caridad
El punto arqueológico La Caridad fue construido en el siglo XVII y destruido en el siglo XIX por el terremoto del año 1861. Perteneció sucesivamente a las órdenes de San Francisco y La Caridad y es una estructura de entierro que contiene entierros primarios y secundarios. Es importante destacar que el templo desde que lo toma la Orden de La Caridad en el año 1798, tiene como principal destino asegurar el entierro a los sectores humildes de la sociedad urbana. Este es de hecho uno de los primeros artículos en el reglamento de la Orden.
Se ha discutido acerca del rol de la iglesia como herramienta unificadora de ideologías dentro de un contexto de las sociedades americanas que se caracterizaban por ser multiétnicas y pluriculturales, de esta manera, se contribuía a lograr un control más efectivo en el proceso de colonización y consolidación colonial (Houtart 1989). A este respecto, Chiavazza (2008) plantea que la esfera de las creencias y de los valores son elementos que componen la esfera superestructural, la cual interactúa dialécticamente con las condiciones materiales de la vida produciendo cambio social, por lo cual  la iglesia opera como un auxilio ideológico (moral) del establecimiento de un estado expansivo, como el español a partir del  siglo XVI. Este rol ideológico actuó en dos etapas de la expansión del colonialismo: por un lado, durante la exploración del territorio, lo cual permitió conocer y obtener información sobre las condiciones ambientales y humanas, y por otro, durante la colonización, que supuso la implantación de un dominio sobre la tierra (propiedad privada) y la disposición de sus habitantes como mano de obra (encomienda) (Chiavazza 2008).
En este contexto, la iglesia, como administradora de la muerte, reproducía en esta esfera las desigualdades sociales, debido a que los muertos eran enterrados en espacios sacros (interior y exterior del templo), lo cual dependía del canon que la familia del difunto otorgaba a la orden. Era más caro ser enterrado en el interior del edifico que en el exterior. Por lo tanto, las condiciones materiales de vida y su origen estamentario se ve reflejado en las condiciones materiales del entierro, como el lugar de sepultura, tipo de inhumación (en cajón, mortaja o directo) y la presencia de ajuar (Arnay y Pérez Álvarez 2002; Arnay y Torres1995; Chiavazza 2005; De la Penna 1996, 1998; Galvao 1995).
La cofradía de La Caridad, a diferencia de las otras órdenes religiosas, era la encargada de otorgar una “buena muerte” a aquellas personas pobres que no poseían condiciones materiales para pagar cánones altos, y a los ajusticiados que no podían ser enterrados en otras iglesias (Verdaguer 1931). Es por esto que se espera encontrar diferencias en relación a otros templos (principalmente con los entierros del interior), en las condiciones de vida, salud y nutrición de los individuos.

El registro bioarqueológico de La Caridad
Hasta el momento se han excavado un total de 48 cuadrículas, las cuales están distribuidas en un rectángulo de 6x8 metros, correspondiente al sector interior del templo. En la Figura 2 se observan las cuadrículas excavadas, con distinción de las de la primera temporada de excavaciones (2008) y las de la segunda (2009-2010).


Figura 2. Superficie excavada del punto arqueológico La Caridad.

El registro bioarqueológico hallado presentaba tres formas de inhumación. Por un lado, los entierros primarios. Si bien en este tipo de entierro los individuos presentaban sus huesos en posición anatómica, algunos elementos se encontraban ausentes debido a la perturbación producida para enterrar otro cuerpo. Por otro, conjuntos desarticulados, los cuales consistían en  agrupamientos de huesos sin relación anatómica, muy próximos entre sí (a veces superpuestos), que corresponden a uno o más individuos, que fueron removidos, posiblemente con el objetivo recuperar el espacio de inhumación para la depositación de otros cuerpos, siendo reducidos y colocados agrupados al costado del nuevo entierro. Y por último, elementos desagregados, los cuales correspondían a los esqueletos alterados, mezclados con el sedimento utilizado para el relleno de la fosa de inhumación del entierro más tardío (Mansegosa y Chiavazza 2010) (Figura 3).


Figura 3. Conjuntos óseos articulados y desarticulados del templo La Caridad.

Se interpreta que los restos desarticulados y desagregados son más antiguos que los articulados. Estas modalidades reflejan una situación de reutilización de la misma estructura de entierro durante varias generaciones.
Los estudios realizados en la muestra recuperada durante la primera intervención, han aportado evidencias vinculadas con los procesos de formación de muestras de restos óseos humanos, contribuyendo al logro de una mayor comprensión de las prácticas mortuorias. Asimismo, se relevaron indicadores paleopatológicos, estableciendo una caracterización del estado de salud de estas poblaciones (Mansegosa 2010). Mediante las primeras excavaciones se abrieron 11 cuadrículas, las cuales formaban dos grupos: uno en forma de T y otro consistente en un rectángulo (Figura 2). Sobre la base de los materiales recuperados se calculó un NMI de 22, teniendo en cuenta los entierros primarios (n=4; 18.2%) y desarticulados (n= 18; 81.8%). En dichas investigaciones se registraron, entre subadultos procesos infecciosos, hipoplasias del esmalte dental e hiperostosis porótica en bajas frecuencias. Además, se registraron altos porcentajes de individuos subadultos, principalmente perinatos y menores de cinco años (n=12; 54.5%), población vulnerable a enfermedades respiratorias y gastrointestinales. Esta elevada mortalidad infantil fue interpretada en relación con los registros históricos de enfermedades infecciosas endémicas tales como la viruela, fiebre tifoidea, difteria, entre otras (Mansegosa y Chiavazza 2010). Resulta necesario tener en cuenta que las bajas frecuencias de lesiones esqueletales no permiten descartar la existencia de problemas de estrés metabólico o enfermedades infecciosas, ya que éstas pueden haber sido lo suficientemente fulminantes como para no dejar registro al no llegar a comprometer a las estructuras óseas (Mansegosa y Chiavazza 2010). Por otro lado, los casos de adultos con hipoplasias del esmalte e hiperostosis porótica fueron interpretados como individuos sobrevivientes a tales episodios y, por lo tanto, los más resistentes (Mansegosa y Chiavazza 2010). En cuanto a los traumas, los casos hallados fueron escasos y no pudieron atribuirse directamente a violencia interpersonal, ya que se podrían haber efectuado durante el desarrollo de las actividades cotidianas. Respecto de la osteoartrosis, se piensa que las tareas impuestas para el desarrollo de una economía extractiva y las tareas vinculadas al crecimiento urbano implicaron esfuerzos físicos que impactaron en la salud de las poblaciones. De esta manera, se plantea que las enfermedades infecciosas, deficiencias nutricionales y labores de trabajo desarrolladas durante el contacto europeo y en épocas posteriores, generaron situaciones de estrés que incidieron en la morbilidad y mortalidad de las poblaciones, principalmente de las personas más pobres y oprimidas (Mansegosa y Chiavazza 2010).
En este trabajo se propone dar continuidad a esta línea de investigación, a partir de la ampliación de la muestra de esqueletos recuperados durante las últimas intervenciones arqueológicas en dicho templo. Las investigaciones previas nos permitieron generar algunas expectativas generales acerca de la salud de las poblaciones que habitaron el norte de Mendoza durante tiempos históricos y resultaron orientadoras para el estudio de la salud a partir del registro bioarqueológico: 1) a partir de los procesos de interacción ocurridos desde siglo XVI se produjeron cambios del estado nutricional de los individuos, los cuales se vincularían con la introducción de nuevos alimentos y la formación de una nueva estructura social estamentaria, que supone un acceso diferencial a los recursos alimenticios; 2) con la llegada de nuevas poblaciones al territorio también llegaron nuevas enfermedades, las cuales  impactaron sobre el estado nutricional y en la salud de las poblaciones, generando importantes   descensos   demográficos.   Asimismo,   la   nueva   organización  del  espacio (consolidación de la ciudad) llevó a un aumento de la densidad demográfica en el área urbana, lo que habría llevado a una mayor proliferación de enfermedades; y 3) el cambio en los modos de producción, que supone el paso de una economía extractiva a una productora,  tuvo un correlato en las exigencias laborales derivadas de las actividades agro-ganaderas, lo cual se evidenciaría a partir de la presencia de lesiones traumáticas y de tipo osteoartríticas.

Materiales y métodos

La muestra proveniente del punto arqueológico La Caridad está compuesta por un total de 34 individuos correspondientes a entierros primarios. Se realizaron las estimaciones del sexo y edad en cada uno y se registraron diversos indicadores de salud.
La asignación sexual en los individuos adultos se realizó por medio del análisis de múltiples indicadores óseos, siguiendo los métodos propuestos por Buikstra y Ubelaker (1994) en base a las variables dimórficas craneales (proyección de la cresta nucal, tamaño del proceso mastoides, espesor del margen supraorbital y proyección de la eminencia mentoniana) y de la pelvis (arco ventral, concavidad subpúbica, rama isquiopúbica, ángulo de la escotadura ciática mayor). Cuando estos elementos no estaban disponibles por cuestiones de conservación o ausencia por remoción, se tomaron en consideración otros elementos diagnósticos tales como el húmero y el fémur. Para esto se relevó el diámetro vertical de la cabeza del húmero y el diámetro máximo de la cabeza del fémur siguiendo la metodología de Buikstra y Ubelaker (1994). El instrumental usado fue un calibre digital con dos milímetros de precisión. Luego para asignar el sexo a partir de dicha variable se comparó la medida obtenida con los valores discriminantes propuestos por Pearson (1919, en Bass 1995) para el fémur y por Stewart (1970, en Byers 2002) para el húmero.
Las edades se estimaron mediante el análisis de los cambios degenerativos de la superficie auricular del ilion (Lovejoy et al. 1985; Meindl y Lovejoy 1989) y de la sínfisis púbica (Brooks y Suchey 1990; Todd 1921). Ante la ausencia de dichos indicadores, se consideró el grado de cierre de las suturas craneales (Meindl y Lovejoy 1985).
En los individuos subadultos el sexo se estimó en base a una combinación técnica desarrollada por Luna y Aranda (2005), siguiendo a Weaver (1980), Schutkowski (1993), Molleson et al. (1998) y Loth y Henneberg (2001). Consiste en el relevamiento de variables discretas del ilion (ángulo de la escotadura ciática, curvatura de la cresta ilíaca, elevación de la superficie auricular y el criterio del arco) y de la mandíbula (prominencia del mentón, eversión de la región goniana,  forma del arco dental y del cuerpo mandibular). La edad en subadultos se calculó a partir de indicadores dentarios y óseos.  Para el primer indicador se relevó la secuencia de formación y erupción dental (Ubelaker 1989). Para el segundo se relevaron por un lado, datos cualitativos a partir del grado de formación y fusión de centros secundarios y terciarios de osificación en huesos largos y vértebras (Bass 1995; Buikstra y Ublelaker 1994; Scheuer y Black 2004), y por otro, variables métricas (longitudes de los huesos largos de las extremidades y clavículas), siguiendo las técnicas e instrumental de medición recomendado en Buikstra y Ubelaker (1994). Los cálculos de las edades según los datos continuos se establecieron a partir de los parámetros resumidos por Scheuer y Black (2004).
Cuando no se pudo estimar el sexo o la edad, por ausencia o mala conservación de las estructuras diagnósticas se estableció como indeterminado. Para comparar los porcentajes de mortalidad según la edad de muerte los individuos se agruparon en diferentes categorías: infantil (0-3.9 años), niño (4-12.9 años), juvenil (13-19.9 años), adulto joven (20-34.9 años), adulto medio (35-50 años) y adulto mayor (>50 años) (Buikstra y Ubelaker 1994).
En cada individuo se evaluaron los siguientes indicadores de salud y nutrición:

a) Indicadores de estrés metabólico sistémico:
a.1) Hipoplasias de Esmalte Dental: dado que estas lesiones pueden ser el resultado de factores diversos, como condiciones de nutrición deficiente, diversos estados infecciosos y sus relaciones sinérgicas, constituyen indicadores inespecíficos de estrés metabólico sufrido por un individuo durante el período  en el que se formó el esmalte de los dientes (Goodman y Rose 1991; Hillson 1996). Se analizaron todas las piezas dentales, tanto del maxilar superior como de la mandíbula. Las hipoplasias fueron analizadas siguiendo la metodología propuesta por Barrientos (1999). Las observaciones se realizaron de forma macroscópica y con una lupa de hasta 4X con iluminación oblicua.
a.2) Hiperostosis porótica-cribra orbitalia: se trata de lesiones óseas cribiformes dispuestas de forma simétrica respecto del plano sagital del cráneo y en el techo de las órbitas (Ángel 1966). Se produciría por la deficiencia de hierro y de vitamina B12, por problemas en la dieta debido a la falta de ingesta de proteína animal, o por pérdida de nutrientes debido a enfermedades diarreicas o parasitarias (Hershkovitz et al. 1997; McIlvaine 2015; Oxenham y Cavill 2010). El relevamiento de lesiones se realizó de forma macroscópica, distinguiéndose entre activas e inactivas según los criterios de Mensforth (1991).

b) Procesos Infecciosos: en cada individuo, todos los elementos fueron examinados macroscópicamente y con el empleo de una lupa de hasta 400X. Las lesiones fueron descriptas según la morfología, localización y distribución (Aufderheide y Rodríguez-Martín  1998;  Ortner  2003).  En  todos los casos,  se discriminó  la forma básica de la lesión, según las categorías descriptivas utilizadas por Ortner y Putschar (1985): a) pérdida anormal de hueso (destrucción osteolítica, DO); b) ganancia anormal de hueso (producción osteoblástica, PO), la cual puede comprometer sólo la superficie externa (PO1) o presentar alteraciones más profundas (PO2); y c) combinación de ambas manifestaciones. Asimismo, la lesión se puede presentar activa o remodelada (inactiva) al momento de la muerte (Ortner 2003). En relación a la distribución, se siguió la subdivisión que realiza Campillo (2001) en: a) lesión que afecta a un solo hueso, posibles de estudiar sólo cuando se dispone del esqueleto completo, lo cual permite excluir de aquí a patologías sistémicas; b) varias lesiones que afectan a un solo hueso, en donde se debería discernir si las lesiones son iguales, parecidas o distintas; la finalidad en este caso es determinar su correlación, es decir, si son fruto de uno o más agentes y también si corresponden a un mismo momento o no; y por ultimo c) afección de varios huesos, donde dependiendo de si son semejantes o distintas permitirá diagnosticar alguna enfermedad sistémica, y también posee valor diagnóstico si las lesiones afectan a huesos contiguos o no (Campillo 2001).

c) Traumas y enfermedades degenerativas: los traumas pueden afectar al organismo de diferentes maneras. Pueden generar la fractura parcial o completa de los huesos, provocar el desplazamiento o dislocación anormal de los huesos, inducir la disrupción nerviosa o del suministro de sangre, o afectar la forma o contorno de los huesos (Ortner y Pustchar 1985). El análisis se realizó en cada elemento óseo de manera macroscópica. En cuanto a las enfermedades degenerativas se analizó la presencia de nódulos de Schmorl. Se trata de herniaciones del núcleo pulposo de los discos intervertebrales dentro de los cuerpos vertebrales adyacentes. La lesión se caracteriza por ser una depresión redondeada o en forma de riñón, con márgenes escleróticos suaves o rugosos (Williams et al. 2007).

Los datos obtenidos del relevamiento de los indicadores expuestos fueron calculados en términos de prevalencias, tanto a nivel de cada unidad anatómica como a nivel del individuo. Luego se calcularon las prevalencias por grupos de edad y sexo, con el fin de establecer comparaciones.

Resultados

Perfil de mortalidad de la muestra
A partir de los análisis de los indicadores morfológicos de sexo y edad, se determinó que 15 individuos eran subadultos (44.11 %), de los cuales cuatro resultaron femeninos, tres masculinos y ocho indeterminados. Los adultos eran 19 individuos (55.88 %), de los cuales seis son femeninos, 12 masculinos y un indeterminado. En la Tabla 1 y Figura 4 se detalla la distribución de la muestra de acuerdo con los grupos de edad y sexo.

Tabla 1. Composición de la muestra por edad y sexo.


Figura 4. Perfil de mortalidad de la muestra de La Caridad (excavación 2009-2010).

Los individuos infantiles son los más representados (n= 11), correspondiendo al 32.35% del total de la muestra. En el caso de los niños, las frecuencias son más bajas (n=4; 11.76%); por otro lado, no se registró ningún individuo juvenil, siendo probablemente este grupo poblacional el de menor riesgo de muerte. Dentro del grupo de los adultos, la categoría más representada es la de adulto medio (n=5; 14.7%), mientras que los adultos jóvenes (n=1; 2.94%) y mayores (n=3; 8.82%) están menos representados. Sin embargo en el 29.41% (n=10) de los individuos adultos no pudo establecerse la edad, debido al mal estado de conservación de las estructuras diagnósticas.
Dividiendo la muestra en adultos y subadultos la distribución según el sexo muestra que en el grupo de individuos subadultos, compuesto de un total de 15 esqueletos, cuatro (26.66%) son femeninos y tres (20%) masculinos, mientras que esqueletos sin identificación de sexo son ocho (53.33%). Por otro lado, en el grupo de individuos adultos, sólo en uno (5.55%) no pudo establecerse el sexo, los masculinos son 12 (66.66%) y superan ampliamente a los femeninos que son seis (33.33%); esta diferencia puede deberse a distintos factores: 1) problema de muestreo, ya que no se ha excavado el 100% de la estructura de inhumación; 2) error en la determinación sexual; 3) tendencia a la inhumación de individuos masculinos en el sector del templo excavado o en el templo en general; 4) diferencias en la representación de los sexos dentro de la población, o en un sector de la población, en este caso del sector de individuos de menos recursos socio-económicos. En futuros estudios se incluirá información documental de los registros de entierros de la orden de La Caridad, se relevará la cantidad de individuos inhumados según el sexo y edad, de esta manera se podrá aportar al entendimiento de las frecuencias de individuos inhumados.
La distribución de los sexos según los grupos de edad muestra que en los infantiles hay una cantidad importante de individuos de sexo desconocido (n=5; 14.7%), ya que la conservación de estructuras diagnósticas fue baja, en el resto de los infantiles, cuatro (11.8%) son femeninos y dos masculinos (5.88%). En el grupo de los niños, sólo fue identificado el sexo de un niño masculino (2.94%), mientras que el resto es indeterminado (n=3; 8.82%). Por otro lado, sólo un individuo fue identificado como adulto joven y es de sexo masculino (2.94%), los adultos medios poseen una distribución sexual similar ya que se identificaron tres masculinos (8.9%) y dos femeninos (5.88%), igualmente sucede en el grupo de los adultos mayores donde dos son masculinos (5.88%) y uno femenino (2.94%). La diferencia más marcada está en los adultos con edad desconocida, donde los masculinos (n=8; 23.52%) superan a los femeninos (n=1; 2.94%).

Indicadores de salud
Las frecuencias de los indicadores de salud fueron calculadas dividiendo la muestra en dos grupos, adultos y subadultos, con el objetivo de comparar la prevalencia de patologías, marcas de estrés metabólico, lesiones traumáticas, etc.

a) Indicadores de estrés metabólico-sistémico
Hipoplasias de esmalte dental (HED):
Sólo 15 individuos presentaban dientes, de los cuales 11 (73.33%) registraron al menos un diente con HED y ocho individuos (53.33%) presentaron hipoplasias simétricas correspondientes a procesos sistémicos. Los resultados se presentan en la Tabla 2. Entre los distintos individuos afectados por lesiones simétricas, los porcentajes de dientes afectados varían entre 33.33% y 100%. Entre los subadultos, sólo uno (25%) registró HED, las cuales eran simétricas, y entre los adultos 10 (90.9%) tenían HED y siete (63.63%) presentaron eventos simétricos de estos individuos dos eran masculinos, tres femeninos y dos de sexo indeterminado.

Tabla 2. Muestra de dientes observados y con HED.

Referencias. F: femenino, M: masculino, I: indeterminado; Dent: dentición, Perm: permanente, Dec: decidua; DHDE/DO: Dientes con hipoplasia de esmalte/dientes observados, DCH: dientes con al menos una línea de hipoplasias; DHS: dientes con hipoplasias simétricas (origen sistémico), NMEDC: Número mínimo de eventos de detención de crecimiento.

Resulta evidente la existencia de niveles moderados a altos de trastornos metabólicos, al menos de naturaleza aguda, sufridos durante los primeros años del período de crecimiento y desarrollo posnatal, el número mínimo de eventos de detención de crecimiento (en adelante NMEDC) indica de dos a cinco eventos disruptivos en la formación del esmalte, por lo que interpretamos que tales trastornos fueron recurrentes a lo largo del tiempo.

Hiperostosis porótica (HP) y cribra orbitalia (CO):
En la Tabla 3 se muestran los resultados del análisis de HP-CO. Se registraron lesiones en el 40% (4/10) de los individuos adultos que estaban en condiciones de ser analizados, de los cuales tres estaban remodeladas y una activa. En todos los casos se trataba de mayores de 45 años de edad, tres masculinos y uno femenino. En los subadultos el 50% (3/6) manifestaron lesiones de tipo activas, dentro de este grupo los afectados son infantiles de dos meses a dos años, uno es femenino y el resto indeterminado.

Tabla 3. Individuos con cráneo, presencia/ausencia de HP-CO.

b) Procesos infecciosos:
Los resultados obtenidos se hallan expresados en la Tabla 4. Del total de la muestra analizada, ocho individuos (23.52%) mostraron algún tipo de evidencia de proceso infeccioso/inflamatorio. Las lesiones registradas corresponden a los tres tipos de manifestaciones posibles (Ortner y Putschar 1985): a) pérdida anormal de hueso (proceso osteolítico), b) ganancia anormal de hueso (proceso osteoblástico), y c) combinación de ambas manifestaciones.

Tabla 4. Total de individuos con lesiones subperiósticas y elementos afectados.

Referencias: PO, producción osteoblástica; PO1, producción osteoblástica que afecta la superficie externa ; DO, destrucción osteolítica; i, izquierdo; d, derecho.

Como se observa en la Tabla 4, del total de los individuos subadultos, cuatro (26.66%) presentaron evidencias de lesiones. En tres individuos (LC6, LC13 y LC37) se detectaron evidencias de lesiones subperiosticas simétricas (porosidades activas) en las diáfisis de huesos largos, principalmente tibias. Estos patrones se establecieron como procesos infecciosos sistémicos inespecíficos. El individuo LC11 presenta lesiones en los huesos largos, cráneo y mandíbulas que forman una capa de hueso nuevo con mucha porosidad sobre la superficie cortical. Este tipo de patrón se relaciona con las lesiones provocadas por hiperostosis cortical infantil (enfermedad de Caffey) (Delgado y Arrascue 2004; Waldron 2009). Si bien la etiología es desconocida, se han reportado casos de hiperostosis cortical congénita (familiar), aunque también se han hallado casos aislados. Se considera un proceso inflamatorio que al inicio produce inflamación del periostio y de los tejidos adyacentes. Cuando la inflamación pasa, el periostio queda engrosado y se forma hueso inmaduro periostal (Delgado y Arrascue 2004: 1).
Del total de individuos adultos observados, sólo cuatro (21.05%) presentaron algún tipo de lesión subperióstica atribuible a procesos infecciosos. Los individuos LC28 y LC32 presentan periostitis en más de un hueso largo, en ambos las lesiones estaban remodeladas y fueron interpretados como procesos infecciosos sistémicos inespecíficos. El individuo LC23 estaba muy mal conservado e incompleto, por lo que los procesos de proliferativos hallados en uno de sus huesos largos no pudieron ser evaluados en otros elementos, de esta manera no podemos establecer si se trata de un proceso infeccioso sistémico o local.
En la tabla 5 se muestran por tipo de hueso, las frecuencias de elementos afectados y los porcentajes. En subadultos, la tibia es el elemento más afectado, le sigue el fémur y el peroné, mientras que en adultos el peroné y la tibia son los que se encuentran con mayor frecuencia afectados, seguidos por el fémur.

Tabla 5. Distribución de las lesiones por tipo de hueso, en subadultos y adultos.

Referencias: CL/EO: elementos con lesiones/ elementos observados.

c) Traumas y enfermedades degenerativas:
Del total de la muestra, 12 individuos adultos (63.15%) mostraron algún tipo de lesión traumática. En la tabla 6 se detalla las evidencias registradas en cada individuo.

Tabla 6. Individuos con traumas. Distribución y tipo de lesiones.

Se registraron tres individuos (uno femenino y dos masculinos) con fracturas remodeladas en alguna de las costillas. Este tipo de lesiones pueden corresponder a accidentes ocurridos durante el desarrollo de las actividades cotidianas. Por otro lado se hallaron cinco individuos con lesiones en los cuerpos vertebrales (dos femeninos y tres masculinos), los cuales fueron interpretados como nódulos de Schmorl. Otros cinco individuos (dos femeninos y tres masculinos) presentaron algún tipo de fractura en alguno de los huesos de las manos, en muchos casos mal fusionada, ya que el callo formado por la remodelación estaba desplazado del eje del hueso. El individuo LC 41 (adulto medio femenino), presenta un caso de osteocondritis disecante en la cavidad glenóidea de la escápula izquierda (Figura 5). Este tipo de lesión es resultado del desprendimiento del hueso subcondral articular (Schenck y Goodnight 1996). Se han propuesto diversas etiologías entre ellas procesos inflamatorios, necrosis, factores genéticos, siendo los traumas repetitivos la causa más aceptada (Edmonds y Polousky 2013). Estos dos tipos de lesiones traumáticas pueden ser interpretadas como el resultado de las tareas de trabajo productivo desarrolladas, siendo importante destacar que uno de los individuos que presentan lesiones en la columna vertebral es un adulto joven masculino (LC28).


Figura 5. Individuo LC 41. Osteocondritis disecante en la cavidad glenoidea de la escápula izquierda.

Integración de los bioindicadores de morbilidad
En la tabla 7 se sintetiza la información, se presenta por individuo, el sexo, la edad y se indica la presencia de cada uno de los indicadores analizados. En la muestra investigada existe una relación entre la presencia de HED, HP-CO y PI, es decir que los agentes que producen estos indicadores se retroalimentan sinérgicamente y en la mayoría de los casos, se trata de respuestas inespecíficas producidas por múltiples agentes estresores. Las enfermedades infecciosas tienen relación con los indicadores de estrés metabólico sistémico (hipoplasias de esmalte dental e hiperostosis porótica), ya que estos procesos pueden estar actuando de manera sinérgica en el organismo. Los indicadores de estrés metabólico señalan la acción de agentes estresantes sobre el organismo y las respuestas del individuo a tales estímulos, entre los cuales pueden estar implicados una nutrición deficiente, cambios en la dieta, anemias, enfermedades infecciosas (v.g. presencia de parásitos en el organismo), así como diversos tipos de estrés psicosocial (violencia, marginalización, imposición de modos de vida, etc.; Schneiderman et al. 2005). Todos estos factores estresantes que actúan dejando marcas en los huesos (HP-CO) y dientes (HED), disminuyen la capacidad de respuesta del sistema inmunológico y de esta manera facilitarían el contagio de enfermedades infecciosas. A la inversa, las enfermedades infecciosas disminuyen las defensas del organismo y la capacidad de respuesta y adaptación a ciertas condiciones estresantes, por lo que las manifestaciones de procesos de estrés metabólico van a ser más frecuentes (Goodman y Armelagos 1989; Goodman y Martin 2002; Goodman et al. 1984).

Tabla 7 . Presencia/ausencia de indicadores analizados en la muestra.

Referencias: HED, hipoplasias de esmalte dental; HP-CO, hiperostosis porótica-cribra orbitalia; PI, procesos infecciosos; T, traumas; E, excluído del análisis (ausencia o mala conservación de elementos); X, análisis realizado ausencia de la condición; ü, condición presente.

Los individuos subadultos con HED en piezas deciduas, con señales de HP-CO activa y con evidencias de PI también activos, muestran que son individuos que estuvieron bajo situaciones de estrés durante un período de tiempo sostenido mostrando cierta resistencia como para que se manifiesten estas lesiones. Por otra parte, los individuos subadultos con ausencia de estos indicadores pueden interpretarse como: a) personas que no sufrieron situaciones de estrés y murieron por otra causa; b) que estuvieron frente a las mismas situaciones pero no ofrecieron respuesta fisiológica, ya que murieron rápidamente, o que no tuvieron acceso a los cuidados necesarios y tratamientos terapéuticos suficientes para superar la enfermedad; o c) que los procesos fueron más severos y fulminantes.
En el caso de los adultos, las frecuencias de individuos con HED son altas, las mismas son generadas durante el proceso de desarrollo y erupción de la dentición permanente, por lo tanto, indican situaciones de estrés sufridas durante la niñez y adolescencia. Por otro lado, los individuos con HP-CO muestran frecuencias más bajas y en todos los casos las lesiones se encontraban remodeladas, es decir, que fueron situaciones de estrés sufridas y superadas en un momento anterior a la muerte. Probablemente estos individuos sean sobrevivientes a las condiciones de estrés sufridas durante la infancia y adolescencia, así mismo muestran evidencias de PI, en algunos casos remodeladas, es decir superadas y en otros activas, por lo que determinadas infecciones probablemente podían contraerse en cualquier etapa de la vida.
En cuanto a los procesos infecciosos resulta difícil hacer diagnósticos más específicos acerca del agente etiológico de las lesiones observadas, ya que en la mayoría de los casos se trata de reacciones subperiósticas inespecíficas, sumado al estado de integridad parcial de muchos esqueletos y de la baja frecuencia de conservación de los elementos afectados. Sin embargo, puede interpretarse que dichas personas sufrieron infecciones diversas y respondieron durante un tiempo a dichas enfermedades, en algunos casos fueron superadas (lesiones remodeladas) y en otros casos murieron con la enfermedad en proceso (lesiones activas).
Con respecto a los traumas en los infantiles la frecuencia es baja, mientras que en adultos es más alta. La mayoría de los casos corresponden a nódulos de Schmorl, los cuales están relacionados con cambios degenerativos articulares asociados a daños por fatiga y estrés sobre la columna vertebral (Schmorl y Junghans 1971), aunque también se ha propuesto la incidencia de otros factores como procesos degenerativos y metabólicos (González-Reimers et al. 2002; Zhang et al. 2010).  En este caso, las causas serían diversas, accidentes ocurridos durante las actividades cotidianas, otros casos pueden ser atribuidos a las exigencias laborales, lo cual debe ser relacionado con otros indicadores (v.g. osteoartrosis, marcadores óseos de estrés ocupacional). 

Consideraciones finales

La acción de diferentes agentes estresores infecciosos, nutricionales y mecánicos afectaron profundamente a las poblaciones que habitaron el norte de Mendoza durante fines del siglo XVIII y hasta mediados del XIX. En el templo La Caridad, de donde proviene la muestra analizada, se enterraba principalmente a aquellas personas de los estamentos más pobres (Chiavazza et al. 2015), por lo tanto los resultados obtenidos contribuyen a caracterizar el estado de salud y nutrición de un determinado sector de la sociedad.
Las prevalencias y distribución de HED, HP-CO y PI registrados, tanto en subadultos como en adultos, marcan la posibilidad de que hayan padecido de forma generalizada episodios de estrés sistémico, principalmente durante los primeros años de vida.
Los casos de adultos con HED e HP-CO conformarían el registro de los individuos sobrevivientes a tales episodios. La presencia de dos o tres líneas de HED en algunos dientes caninos e incisivos, respectivamente, indicaría la supervivencia de dichos individuos a más de un episodio de estrés.
Por su parte, la alta proporción relativa de individuos infantes en la muestra analizada, algunos de ellos con manifestaciones óseas de procesos infecciosos sistémicos, podrían corresponderse con aquellos que no sobrevivieron a episodios de esta naturaleza. En este sentido, cabe destacar la mayor vulnerabilidad a déficits nutricionales y distintos procesos patológicos entre ellos más comúnmente las enfermedades respiratorias y gastrointestinales, durante los primeros años de vida. Desde la etnohistoria se han registrado para el norte de Mendoza la incidencia de enfermedades infecciosas endémicas, tales como viruela, cólera y mal de chagas (Figueroa 2007; Semorile et al. 1988), aunque estas enfermedades generalmente no dejan marcas en el tejido óseo. Sin embargo, no puede descartarse que hayan contribuido al patrón de mortalidad observado. En este sentido, la evidencia encontrada apoya la expectativa planteada que supone que  la vida urbana y la consolidación de la ciudad habrían llevado a una mayor proliferación de enfermedades y consecuentemente, el contagio de enfermedades infecciosas.
De esta manera, las observaciones realizadas en esta muestra podrían estar alertando sobre la naturaleza generalizada de tales episodios en los primeros años de vida de los individuos de la población en estudio, y sobre la heterogeneidad individual en la capacidad de sobrevivir, así como también sobre los cuidados terapéuticos recibidos por parte del enfermo.
En cuanto a las enfermedades infecciosas en adultos, la mayoría de los casos fueron atribuidos a infecciones no inespecíficas. Si bien existe una gradación en el nivel de especificidad, algunas enfermedades permiten ser precisamente diagnosticadas mediante la evaluación de las lesiones esqueletales (tuberculosis, lepra, sífilis), porque se producen cambios específicos patognómicos, existen ciertos patógenos (estafilococos y estreptococos) que sólo dejan cambios generalizados en la forma de reacciones subperiósticas e inflamación ósea, y otros (un virus) nunca dejan señales a nivel óseo, aunque pueden producir la muerte (Bush 1991).
En cuanto a la incidencia de los traumas, las frecuencias son altas y mayores a la muestra del período anterior. Estas lesiones han sido asignadas a múltiples agentes, entre los cuales están las lesiones producto de las tareas laborales demandadas por el paso de un modo de producción extractivo a uno productor (agro-ganadero), a partir del cual las demandas laborales, probablemente, habrían sido intensificadas a lo largo del tiempo. Dicha información deberá ser profundizada y ampliada a partir de estudios de marcadores óseos de actividad y osteoartrosis.
En síntesis, los resultados obtenidos a partir del análisis de la muestra de individuos articulados del templo La Caridad, representan las tendencias de salud y nutrición de un sector de la sociedad colonial del norte de Mendoza, de las personas de estamentos más humildes.

Agradecimientos: este trabajo fue desarrollado en el marco de un proyecto de beca doctoral, financiado por el CONICET. Se agradece a los integrantes del Centro de Investigaciones Ruinas de San Francisco por el trabajo en las excavaciones arqueológicas. A Gustavo Barrientos y Horacio Chiavazza por las correcciones y valiosos aportes. A los evaluadores que ayudaron a mejorar este trabajo.

Notas

1 Se refiere al tratamiento de las órdenes religiosas respecto a los cuerpos. Estos recibían misas y entierros diferenciados dependiendo de los cánones que donaban sus familiares a las iglesias (Chiavazza 2005, 2008; Chiavazza et al. 2015).

2 En un primer momento las relaciones socio-económicas estaban reguladas por el sistema de encomiendas y la mano de obra esclava, luego este se trasformó a la modalidad de la papeleta de conchabo dentro de una economía agro-ganadera.

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