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Comechingonia

versão On-line ISSN 1851-0027

Comechingonia vol.20 no.2 Córdoba dez. 2016

 

DOSSIER 

UNA HISTORIA LOCAL DE LOS LÍMITES ENTRE MUNDOS: ARQUEOLOGÍA DE LA SIERRA DE EL ALTO-ANCASTI, PROVINCIA DE CATAMARCA.

A LOCAL HISTORY OF THE LIMITS BETWEEN WORLDS: ARCHAEOLOGY OF THE EL ALTO-ANCASTI HILLS, PROVINCE OF CATAMARCA. 

 

Luciana Eguia1 y Lucas Gheco2

1 Instituto de Arqueología, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. 25 de Mayo 217, 3° piso, (1002) Buenos Aires, Argentina, lucianaeguia@gmail.com;
2 Centro de Investigación y Transferencia de Catamarca (CITCA-CONICET), Universidad Nacional de Catamarca. Prado 366, (4700) Catamarca, Argentina, gheco@hotmail.com

Presentado: 30/11/2016 - Aceptado: 09/12/2016

 

 

En tanto frontera entre áreas culturales, zona de transición o ámbito de obtención de recursos  exóticos y ejecución de actividades especiales, la historia arqueológica de la sierra de El Alto-Ancasti (provincia de Catamarca, Argentina) ha sido comprendida por muchos años en términos de un espacio liminal entre “mundos” distintos, en ocasiones bajo la oposición entre lo andino y lo chaco-santiagueño, otras veces según la dicotomía entre las tierras altas y bajas. Más allá de las diversas formas que ha adoptado esta interpretación, en la mayoría de los casos produjo una visión algo alejada de los procesos históricos particulares acaecidos en la zona y propició una aproximación distante con eje en los centros nucleares ubicados, fundamentalmente, en los valles del centro-oeste catamarqueño. Esta situación puede ser ilustrada con cierta claridad al retomar una de las primeras noticias académicas sobre la arqueología de la zona, cuando Ardissone (1945) destacó la importancia del hallazgo de andenes próximos a la localidad de Ancasti como indicadores de la extensión de la cultura andina. A pesar del carácter precursor de estas observaciones, pasaron varias décadas hasta que las investigaciones arqueológicas comenzaron a comprender las particularidades de estos conjuntos de terrazas agrícolas y, sobre todo, las formas de vida campesina que construyeron, transformaron y fueron producidas por estos paisajes (Quesada et al. 2012; Zuccarelli 2013, 2014; etc.).

Lejos de pretender soslayar el valor de los estudios inaugurales en la arqueología de las serranías orientales de Catamarca, nos interesa destacar el cambio de perspectiva teórica que motivó no solo el surgimiento de nuevos interrogantes y enfoques sino también la búsqueda de formas alternativas de interacción entre equipos de trabajo. En concordancia con una reorientación teórica mundial en la arqueología del nuevo milenio que propone a las prácticas sociales como el eje del cambio social o cultural, resulta cada vez más significativo el conocimiento de los procesos históricos particulares que dieron forma y transformaron a las personas y sus mundos (Pauketat 2001; Pauketat y Alt 2003). Estos cambios teóricos provocaron profundas transformaciones en los estudios arqueológicos, cuyos principales desarrollos proyectaron el surgimiento de una multiplicidad de enfoques teórico-metodológicos como la Arqueología del Paisaje, de la Práctica, de la Agencia e, incluso, algunas arqueologías de la Memoria. En particular, en la sierra de El Alto-Ancasti estas transformaciones se tradujeron en estudios que comenzaron a privilegiar la investigación de los contextos particulares y los paisajes locales, sin descuidar su posible conexión con fenómenos de mayor amplitud. De esta manera, se iniciaron estudios exhaustivos de numerosos sitios a lo largo de la sierra (Los Corpitos, Ampolla, Rodeo de los Indios, El Taco, Oyola, Guayamba 2, entre otros) cuyos resultados exhibieron las evidencias de poblados permanentes y relativamente autosuficientes, contrario a la interpretación de la zona como un espacio liminal, de paso o marginal.

 

En el marco de estas nuevas discusiones y con el impulso que, a partir del 2008, tomaron los trabajos en el área resultó necesario incorporar otras formas de vinculación entre los equipos de trabajo dedicados a las investigaciones en la sierra, en ocasiones con asiento en instituciones muy alejadas entre sí (UNCa, UBA, UNT, etc.). Los congresos nacionales y regionales, con elevados números de expositores y estrictos límites de tiempo para las ponencias, desalentaban las necesarias discusiones sobre los problemas específicos que debían afrontarse en El Alto-Ancasti. Por lo tanto, sin negar la importancia de tales eventos científicos, fue necesario idear otra forma de reunir a los investigadores que trabajan en la zona. De este modo surgió el I Taller de Arqueología de la Sierra de Ancasti y zonas aledañas (TASA 2013), realizado en Tapso (Catamarca) en diciembre de 2013. Entre sus múltiples características, esta reunión tuvo como objetivo incluir el máximo de asistentes posible, alentar la participación de estudiantes, impulsar el debate sin límites estrictos de tiempo, permitir la exposición de trabajos en progreso y promover el establecimiento de lazos de cooperación entre equipos. En este primer evento se realizaron 16 ponencias y asistieron investigadores de Catamarca, Buenos Aires y Córdoba.

Dos años después, en la localidad de Anquincila (Catamarca), fue desarrollado el II Taller de Arqueología de la Sierra de Ancasti y zonas aledañas (TASA 2015) con asistentes de Catamarca, Buenos   Aires,  Córdoba,  Tucumán,  Jujuy  y La  Rioja.  En  esta ocasión,  se expusieron 23 ponencias que giraron en torno a tres ejes temáticos consensuados entre los participantes: paisajes arqueológicos, arte rupestre y contextos y materialidades. Los temas tratados fueron diversos, pero en muchos casos guardaban correspondencia con lo presentado en el primer taller, dando continuidad a los eventos y permitiendo discutir los avances realizados.

Los siete artículos que componen este dossier son fruto de este último taller y en cada uno de ellos, se abordan uno o varios de los ejes temáticos mencionados. Todas las contribuciones incorporadas constituyen un significativo avance sobre conocimiento del área y nos invitan a la reflexión sobre el lugar de la sierra El Alto-Ancasti en las investigaciones arqueológicas del NOA.

El primer trabajo de este dossier corresponde a Marcos Quesada, Verónica Zuccarelli, Lucas Gheco, Marcos Gastaldi, Sofía Boscatto y Enrique Moreno. En continuidad con la labor que vienen realizando en la localidad de Oyola (Dpto. El Alto) desde hace casi una década, en este trabajo los autores proponen integrar la información obtenida en dos sectores diferentes que, en su contraste e interacción, dan forma al paisaje de la zona: el sector del Cerro de Oyola y las áreas bajas contiguas. El registro arqueológico documentado es diferente en cada caso, lo cual permite a los autores plantear una serie de interrogantes: ¿hubo modos simultáneos y diferentes de habitar estos espacios relativamente próximos pero distintos?, o ¿son momentos distintos de la historia del paisaje? En trabajos anteriores los investigadores propusieron que los abrigos con arte rupestre del Cerro de Oyola pueden ser comprendidos como el resultado de la estratificación de eventos de pintado a lo largo del tiempo, quizás producidos por lógicas culturales diferentes (Quesada y Gheco 2015). En esta oportunidad, los autores suman evidencias obtenidas en los últimos relevamientos y describen, en el mismo sector del Cerro de Oyola, el hallazgo de muros de cerramiento, artefactos de molienda y un único conjunto de estructuras de habitación, Oyola 31. Con respecto a este último, se caracteriza por una técnica constructiva expeditiva y con alta proporción de materiales perecederos. A partir de la excavación estratigráfica se pudo observar que estás estructuras podrían haber sido de carácter temporario y sujetas a continuas reconstrucciones. Con respecto al otro sector, el de las áreas bajas contiguas fuera del cerro, allí se relevó un gran número de unidades que se agruparon en varias categorías: viviendas, terrazas agrícolas, conjuntos con arte  rupestre y morteros fijos. Las viviendas, a diferencia de las del cerro, son de planta cuadrangular con muros potentes de piedra. En cuando al arte rupestre, en este sector se observa una predominancia casi exclusiva de grabados en surco profundo sobre grandes rocas horizontales, situación contraria a la descripta en el cerro.

En ambos sectores del paisaje de Oyola parecen haber operado dos lógicas diferentes. En el caso de las áreas adyacentes al Cerro de Oyola se trata de un paisaje aldeano, con una mayor inversión en estructuras de producción agrícola y de habitación perdurables. En cambio, en el Cerro de Oyola probablemente no se practicaba la agricultura, o al menos no se han registrado evidencias de ello, y el ámbito destinado a la vivienda no posee la misma estabilidad y durabilidad. A partir de estas características, los autores proponen que aunque próximos y vinculados en la práctica, ambos sectores de Oyola suponen diferencias en las experiencias de habitar, por y para las que fueron constituidos. Sin embargo, estos diferentes ámbitos no conforman paisajes diferentes, sino que se articulan y contrastan en el tránsito de uno a otro. 

 

En el segundo trabajo, Luciana Eguia, Carolina Prieto e Ignacio Gerola describen los resultados de las excavaciones desarrolladas en el sitio de habitación Guayamba 2, próximo a la localidad actual homónima del Dpto. El Alto. De este modo, continúan y profundizan la reconfiguración teórica surgida en los últimos años en los estudios arqueológicos ejecutados en la sierra de El Alto-Ancasti, centrada en la investigación de los procesos históricos locales antes que en la interpretación de dichos materiales en base a los modelos de centro-periferia que presentaron la historia arqueológica del área como un espacio marginal y dependiente de otras zonas. Luego de analizar los hallazgos cerámicos, óseos y líticos obtenidos en la excavación del sitio, los autores concluyen que la evidencia recuperada contrasta con la idea de un espacio periférico, de ocupaciones esporádicas y dependiente de núcleos políticos distantes. Por el contrario, el asentamiento registrado es coherente con las interpretaciones que proponen desarrollos locales autónomos en estas serranías, donde se habrían conformado comunidades permanentes con economías diversificadas y autosuficientes.

 

En el trabajo de Marcos Gastaldi, Lucas Gheco, Enrique Moreno, Gabriela Granizo, Maximiliano Ahumada, Débora Egea y Marcos Quesada se profundiza y complementa la información obtenida desde el año 2009, a través del estudio del arte rupestre de los abrigos de Oyola con nuevas líneas de evidencias. A partir de la excavación de la cueva Oyola 7, y la posterior reconstrucción de la secuencia estratigráfica y análisis de los diversos materiales recuperados, los autores proponen una gran diversidad de acciones y prácticas que tuvieron lugar en este alero rocoso en la segunda mitad del primer milenio d.C. En concordancia con la postura que considera los abrigos de arte como obras abiertas, resultado de un proceso de múltiples eventos de agregado de motivos, la evidencia resultante de la excavación aboga también por una historia extensa en términos cronológicos, con sucesivas ocupaciones de diferente intensidad. Este trabajo complejiza la visión de los procesos de construcción y uso de los abrigos con arte rupestre de Oyola, ya que nos enfrenta con una gran variedad de prácticas que acompañaron los eventos de pintado.

 

Aunque en la historia de las investigaciones arqueológicas desarrolladas en las serranías de El Alto-Ancasti el arte rupestre ha sido uno de los elementos más estudiados, aún persisten amplios sectores sin relevamientos exhaustivos, especialmente en el sector Norte (Dptos. El Alto y Santa Rosa). En parte para subsanar este problema y, sobre todo, para avanzar en la comprensión del rol activo de los abrigos con arte rupestre en la generación, estructuración, jerarquización y simbolización del paisaje, a lo largo del cuarto artículo del Dossier Sebastián Bocelli describe y clasifica las figuras del sitio La Aguadita, en la jurisdicción de Tapso. Dicha investigación constituye uno de los primeros estudios en detalle de las pinturas rupestres de este sector y es desarrollada en tres escalas espaciales: motivo, panel y sitio. A través de la caracterización de cada uno de estos niveles analíticos, el autor concluye que no se presentan los motivos típicos asignados a la cultura La Aguada (a la cual fueron adscriptos la mayoría de los sitios con arte rupestre de la sierra) y que la diversidad en los motivos, sumada a las superposiciones registradas, parecen indicar diferentes ejecuciones de las figuras de este sitio a lo largo del tiempo, quizás como resultado de la reutilización del abrigo.

 

El quinto trabajo de este dossier, realizado por Pablo Mercolli y Constanza Taboada,  representa uno de los primeros antecedentes de estudios arqueofaunísticos realizados en el Departamento Santa Rosa (Pcia. de Catamarca). En este trabajo los autores abordan el análisis de la explotación de especies animales en las comunidades que habitaron el sitio residencial “El Pobladito de Ampolla”. Este sitio tiene fechados correspondientes a los cuatro primeros siglos de la Era Cristiana. A través del análisis de los restos arqueofaunísticos recuperados detectaron la presencia de diversas especies de fauna silvestre. Entre ellas se destaca la fuerte presencia de caracoles, los cuales pudieron ser usados tanto para el consumo como la confección de objetos. Entre los mamíferos, los camélidos son los más abundantes y en menor medida los roedores. Por lo tanto, los autores proponen que los pobladores del sitio optaron por una estrategia generalista en relación a la explotación de especies animales. Asimismo, destacan la importancia del estudio del área ya no necesariamente como una zona de transición sino como un área estratégica de residencia y explotación.

 

El sexto trabajo, de Carlos Nazar y Guillermo De la Fuente, se propone avanzar en el estudio de la alfarería Aguada Portezuelo a partir del análisis morfológico y estilístico de una extensa muestra fragmentaria reunida en diversos sitios arqueológicos del valle de Catamarca (La Viñita, Barrio 9 de Julio, Pozo El Mistol) y la ladera oriental de El Alto-Ancasti (Puesto La Bebida). Esta muestra es complementada con el estudio de algunas piezas enteras o con alto grado de integridad pertenecientes al Museo Adán Quiroga (Catamarca), a las colecciones Ervin Petek y Polti-Tejada, y a la Dirección de Antropología de   Catamarca.   En   base   al   estudio  de  distintas  variables,  los  autores  proponen  una clasificación de los fragmentos cerámicos en cinco grupos, compuestos cada uno por diversos sub-grupos. Esta clasificación, según los autores, permite advertir la complejidad de las elecciones tecnológicas implicadas en el proceso de manufactura de la cerámica Portezuelo y constituye un primer paso hacia la comprensión de las sociedades del valle de Catamarca y zonas vecinas durante el Período Medio.

 

También se están desarrollando en el área investigaciones desde la perspectiva de la Arqueología Histórica, es el caso del trabajo de Ana Meléndez sobre la Mina Dal, un emprendimiento minero que funcionó entre los años 1930 y 1990. En su trabajo aborda los cambios que se produjeron a lo largo del tiempo en el funcionamiento de la mina y el impacto que esto tuvo en la forma de vida de la comunidad. A la autora le interesa destacar principalmente como, a pesar de la introducción de una forma de producción propiamente industrial, las modalidades productivas campesinas arraigadas en los pobladores de la mina generaron una resistencia que logró imponerse en ciertos aspectos. Para ello pone énfasis en la agencia de las comunidades campesinas y en cómo se desarrolló el día a día en el emprendimiento minero. Para caracterizar estas diferentes lógicas recurre al registro arquitectónico de la mina, la reconstrucción del proceso productivo y también a la historia oral de los trabajadores mineros y sus familias.

 

Para finalizar queremos agradecer a todos los colegas y estudiantes que participaron en ambos talleres. La discusión y reflexión conjunta que tuvo lugar en cada uno de ellos enriquecieron los trabajos que aquí se presentan y las investigaciones que están en curso. En noviembre de 2017 tendrá lugar la tercera edición del taller en Cerro Colorado, Córdoba, donde esperamos mantener el espíritu de interacción y cooperación que han tenido los anteriores. Por último, no queremos cerrar esta introducción sin dedicar unas palabras a la memoria de Pedro Salminci, quien presentó junto a Gabriela Sabatini y Pablo Cahiza el trabajo "La arquitectura residencial del período medio (ca. 400-900 d.C.) en la localidad de Anillaco, sierras de Velasco, La Rioja” durante el 2° TASA.

 

Bibliografía citada

Ardissone, R. 1945 Las pircas de Ancasti. Contribución al conocimiento de los restos de andenes en el noroeste de la Argentina. GAEA Anales de la Sociedad Argentina de Estudios Geográficos 2(7): 383-416.

Pauketat, T. 2001 Practice and history in archaeology: an emerging paradigm. Anthropological Theory 1(1): 73-98.

Pauketat, T. y S. Alt 2003 Mounds, memory, and contested Mississippian history. En Archaeologies of Memory, R. Van Dyke y S. Alcock (eds.), pp. 151-179. Blackwell Publishers, Oxford.

Quesada, M.; Gastaldi, M. y M. Granizo 2012 Construcción de periferias y producción de lo local en las cumbres del Alto-Ancasti. Relaciones de la Sociedad Argentina de Antropología XXXVII(2): 435-456.

Quesada, M. y L. Gheco 2015 Tiempos, cuevas y pinturas. Reflexiones sobre la policronía del arte rupestre prehispánico de Oyola (Provincia de Catamarca-Argentina). Relaciones de la Sociedad Argentina de Antropología XL(2): 455-476.

Zuccarelli Freire, V. 2013 Paisajes de producción y reproducción en El Alto-Ancasti durante el período de Integración Regional (ca. 600-1100/1200): usos del GIS en la arqueología de los paisajes agrarios. Arqueología 19(1): 203-205.

Zuccarelli Freire, V. 2014 Primeras aproximaciones al paisaje agrario del norte de la sierra El Alto-Ancasti: un análisis multi-escalar. Arqueología 20(1): 115-142.

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