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Comechingonia

versão On-line ISSN 1851-0027

Comechingonia vol.20 no.2 Córdoba dez. 2016

 

PAISAJE Y EXPERIENCIA EN OYOLA A FINALES DEL PRIMER MILENIO D.C. (DPTO. EL ALTO, CATAMARCA).

LANDSCAPE AND EXPERIENCE IN OYOLA AT THE END OF THE FIRST MILLENNIUM AD (DEPARTMENT EL ALTO, CATAMARCA).

 

Marcos Quesada1, Verónica Zuccarelli Freire2, Lucas Gheco3, Marcos Gastaldi4, Sofía Boscatto5 y Enrique Moreno6

1 CITCA-CONICET, Escuela de Arqueología, Universidad Nacional de Catamarca. Prado 366, (4700) Catamarca, Argentina, mkesada@yahoo.com.ar;
2 CITCA-CONICET. Prado 366, (4700) Catamarca, Argentina, veronicazuccarelli@gmail.com;
3 CITCA-CONICET. Prado 366, (4700) Catamarca, Argentina, gheco@hotmail.com;
4 IDACOR-CONICET, Museo de Antropología, FFyH, Universidad Nacional de Córdoba. Av. H. Yrigoyen 174, (5000) Córdoba, Argentina, mrgastaldi@gmail.com;
5 Escuela de Arqueología, Universidad Nacional de Catamarca. Av. Máximo Victoria 55, (4700) Catamarca, Argentina, sofib_1802@hotmail.com;
6 CITCA-CONICET, Escuela de Arqueología, Universidad Nacional de Catamarca. Prado 366, (4700) Catamarca, Argentina, enalmor@gmail.com

Presentado: 01/11/2016 - Aceptado: 09/12/2016


Resumen

A lo largo de varias décadas de investigaciones arqueológicas, la sierra de El Alto-Ancasti, en el extremo oriental de la provincia de Catamarca (Argentina), fue reconocida por albergar gran cantidad de abrigos pétreos con pinturas y grabados prehispánicos. Sin descuidar la importancia de estas cuevas y aleros, en este trabajo nos concentramos en caracterizar y contrastar dos paisajes diferentes y complementarios: uno asociado a los abrigos con arte rupestre, nucleados en el sector conocido como Cerro de Oyola, y otro aldeano y agrícola, dispuesto en las áreas más bajas adyacentes. En este marco, se describen los diferentes aspectos del registro arqueológico que conforman cada uno de estos espacios, como estructuras de vivienda, terrazas agrícolas, artefactos de molienda y ciertos contrastes en los conjuntos de arte rupestre detectados en cada lugar. Para finalizar se plantean algunas diferencias en los modos materiales de construir estos paisajes. que podrían corresponder a formas diversas, articuladas e interdependientes de habitarlos.

Palabras clave: experiencia del espacio, sierra de El Alto-Ancasti, Arqueología del Paisaje, paisajes campesinos

Abstract

Through many decades of archaeological research, the mountain of El Alto-Ancasti, in the eastern side of the Catamarca province (Argentina), have been recognized by the great number of rock shelters with prehispanic paints and engraves. Without neglect the importance of these caves and shelters, in this work we concentrate in characterizing and contrasting two different and complementary landscapes: one associated with the shelters with rock art, nucleated in the area known as Cerro de Oyola, and another villager and agricultural, arranged in the adjacent lower space. In this context, we describe the different aspects of the archaeological record that constitute each of these spaces, such as housing structures, agricultural terraces, milling artifacts and certain contrasts in the rock art assemblages detected in each place. Finally, we argue that there are some differences in the material ways of constructing these landscapes that could correspond to diverse, articulated and interdependent ways of inhabiting them.

Keywords: space experience, mountain of El Alto-Ancasti, Landscape Archaeology, peasant landscapes


 

Introducción

En uno de los primeros trabajos en los cuales encaramos, aún con una base empírica limitada, el estudio de los ordenamientos espaciales de los sitios con arte rupestre de la sierra de El Alto-Ancasti (Quesada y Gheco 2011), propusimos que ciertos conjuntos de abrigos, cuya lógica espacial caracterizamos bajo la denominación de Modalidad 1, no habrían estado destinados a la realización de prácticas más o menos cotidianas vinculadas a la producción agrícola-pastoril ni a la reproducción doméstica. Arriesgamos, en cambio, que se trataría de espacios ocupados a lo largo de un lapso temporal muy prolongado, pero mediante eventos de baja duración e intensidad. Más específicamente, propusimos que podrían haber sido ámbitos destinados a la realización de ciertas formas rituales que, como los ritos de paso, requerían de una fase de separación de la experiencia habitual o cotidiana según la clásica caracterización de Víctor Turner (1999 [1967]). Esta Modalidad 1 incluía sitios como Oyola, La Tunita, Campo de las Piedras, entre otros conjuntos, que se caracterizan por estar constituidos por numerosos abrigos y cuevas, algunos pintados y otros no, más o menos próximos entre sí. La base sobre la cual argumentamos era principalmente la ausencia de estructuras orientadas a las actividades productivas y domésticas en los mismos lugares ocupados por los abrigos pintados. De hecho, excepto por algunas posibles pircas muy rudimentarias que sellan entradas secundarias a algunas cuevas, alineaciones de piedras que contribuyen a nivelar el piso de otras y algunos morteros, no hay allí otros acondicionamientos materiales, salvo, por supuesto, las magníficas figuras pintadas. De esta propuesta derivaba lógicamente la idea de que debía haber otros espacios, distintos a los de la Modalidad 1, donde se realizaban actividades diferentes vinculadas a la producción agropastoril y la vivienda.

Es justo reconocer que no fuimos los primeros en aventurar o, al menos sospechar, que algunos sitios de la Modalidad 1 no fueron ámbitos residenciales ni productivos. Al comentar sobre los hallazgos realizados en sus excavaciones en Oyola durante la década de 1960, Amalia Gramajo (2001) señalaba lo magro de los resultados (unos pocos fragmentos de alfarería) y destacaba el contraste entre la escasez de material en los abrigos con arte rupestre de Oyola en relación a las "zonas bajas y aledañas, en los barreales, tierras utilizadas para agricultura" (2001: 28), donde, en cambio, los lugareños sí recuperaban abundante y diverso material arqueológico: cerámica Aguada pintada, objetos de metal, manos de morteros, bolas, hachas pequeñas y medianas, etc. Sin embargo, pese a haber notado las referidas diferencias en la distribución de los materiales arqueológicos entre el área de cuevas pintadas y los sectores adyacentes, Gramajo lo atribuyó a cuestiones más bien tafonómicas antes que a diferencias en los modos de vivir los distintos ámbitos: la ausencia de materiales en las cuevas podría ser producto de la constante remoción de los delgados estratos por parte de animales silvestres y majadas de ganado menor.

 

Para el caso de Campo de las Piedras, Ángel Segura propuso una visión diferente. Al referirse a una de las cuevas de este sitio indicó: "en los alrededores no hay señales de habitación, ni de sembradíos, ni nada que nos haga presumir que haya estado habitado" (1970: 16) para añadir luego, respecto a otra de las cuevas, que "en los alrededores de ella no hay señales de viviendas, de cultivos, de paredes, fogones, etc.; tampoco se encontró trozos de cerámica, artefactos de piedra, etc." (p.18). Según Segura, entonces, y más cerca de nuestra posición, la ausencia de evidencias de actividades productivas y domésticas en los abrigos de Campo de las Piedras no era un problema de conservación, sino que realmente ese tipo de actividades no habían tomado lugar allí y, por ello, jamás se habían conformado paisajes acordes a éstas.

 

Vale destacar que para la época en que Gramajo y Segura llevaron adelante sus investigaciones había realmente pocos datos de cómo serían, en la sierra de El Alto-Ancasti, los paisajes destinados a la vivienda y a la producción agropastoril, definidos en realidad por su ausencia. Pese a los trabajos pioneros de Ardissone (1945) y Difrieri (1945), en los cuales se describen algunos elementos que podrían corresponder a esos paisajes (terrazas agrícolas y morteros), la principal atención estaba puesta en los notables conjuntos rupestres cuya calidad artística continuaría capturando las miradas de los investigadores por muchos años, al punto que la arqueología de estas serranías fue, fundamentalmente, una arqueología del arte rupestre. También es importante destacar aquí que los marcos de interpretación del arte rupestre estuvieron definidos por los límites del panel, lo que daba lugar a descripciones más o menos detalladas de los motivos, o por procesos de interacción de gran escala, lo que habilitaba que los conjuntos rupestres pudieran ser interpretados, mediante comparaciones estilísticas, como marcadores de límites político-culturales o centros de integración regional (De la Fuente 1990; De la Fuente et al. 1983).

 

Las excavaciones de Omar Barrionuevo en Nanahuasi (1972) inauguraron un nuevo interés por conocer contextos de vida diferentes a los paisajes rupestres y, sin pretender establecer una línea genealógica, desde entonces otras investigaciones han venido indagando en los espacios domésticos y productivos de las serranías de El Alto-Ancasti (Dlugosz 2005; Gordillo 2009, 2011; Nazar 2003; Nazar et al. 2013; Quesada et al. 2012). A partir de estos estudios se conocen diversos aspectos de la historia local de esta zona y de la formación de importantes paisajes campesinos correspondientes a distintos momentos del primer milenio d.C. Pero, más importante para este trabajo, estos descubrimientos nos obligan a repensar el arte rupestre en su vinculación con las poblaciones que habitaron estos espacios. Puesto en otros términos, a reconocer aquellos paisajes más cotidianos, ausentes hasta el momento en los estudios de los sitios con arte rupestre.

 

Antes que nosotros, Dlugosz (2005) planteó que, si bien pueden ser entendidos como parte de una vasta red de interacciones de escala regional, los sitios con arte rupestre, y su función religiosa, debieron haber estado relacionados con los sitios residenciales conocidos hasta el momento en las sierras, destacando en particular la cercanía entre los espacios de vivienda estudiados por él (Los Pedraza y Los Corpitos), con los de arte rupestre de Oyola y Los Albarracines (aproximadamente a 12 y 6,5 km, respectivamente). Vamos a coincidir con las apreciaciones de Dlugosz en cuanto a la vinculación de los poblados locales con los sitios de arte rupestre. Sin embargo, vamos a indicar, al menos para el caso de Oyola, que la proximidad entre ambos ámbitos de la vida en las sierras es mucho mayor, aunque no integrados totalmente en términos espaciales. En otras palabras, que si bien los ámbitos de vivienda y producción son adyacentes y próximos a los conjuntos rupestres, conforman espacios de prácticas y experiencias diferentes.

 

Valiéndonos de nueva información resultante de prospecciones y excavaciones que llevamos adelante en los últimos años, nuestra intención en este trabajo es comenzar a caracterizar ambos paisajes y también sus vinculaciones. 

 

Oyola

 

Simplificando excesivamente la geología de las sierras de El Alto-Ancasti, puede decirse que están conformadas por un basamento metamórfico (formación Ancasti) intruído por un número de plutones, batolitos y stocks de composición granítica de tamaños diversos (Aceñolaza et al. 1983). La importancia de estos cuerpos graníticos para este trabajo radica en que, en su superficie, los procesos erosivos han liberado bloques (muchos de los cuales han rodado de su posición original) y excavado en ellos cuevas y aleros en los cuales se elaboraron motivos rupestres. Las cuevas pintadas de Oyola se ubican en uno de estos cuerpos graníticos,  del mismo modo que sitios como La Tunita, Campo de las Piedras y La Toma se disponen sobre las superficies de otros de estos cuerpos intrusivos. El batolito de Oyola aparece relativamente aislado entre rocas metamórficas, conformando un área relativamente elevada a la que suele referirse como Cerro de Oyola. Tiene una forma ovalada, con una longitud mayor de 3,26 km en sentido aproximado N-S y de 2,52 en sentido E-O (Figura 1). Visto desde el oeste, el borde del plutón es imperceptible en términos del relieve mientras que, desde las demás direcciones cardinales, define un marcado escalón. El flanco este del cerro está recorrido por arroyos, siendo el más importante el de Oyola, que separa al plutón de un ámbito metamórfico, en términos litológicos, de lomadas suaves y menor altura, recortadas por numerosas pequeñas quebradas.


Figura 1. Mapa con la ubicación del batolito de Oyola y los conjuntos habitacionales, de arte rupestre, de morteros y terrazas.

 

Nuestro interés primario al iniciar las investigaciones en Oyola estuvo centrado en el arte rupestre, sobre el cual teníamos algún grado de conocimiento por las investigaciones, ya mencionadas, de Amalia Gramajo. De allí que nuestras recorridas iniciales fueron exclusivamente en el Cerro de Oyola y estuvieron destinadas a localizar los conjuntos rupestres registrados y, eventualmente, a detectar otros no conocidos hasta entonces. Ambas  expectativas  fueron  satisfechas  ya  que,  en  sucesivas  campañas  de prospección, logramos reconocer los ocho abrigos documentados por Gramajo y, además, localizar otros 27. Sin embargo, al tiempo que aumentaba nuestro inventario de conjuntos rupestres, se iba haciendo cada vez más evidente la ausencia de elementos constitutivos de los paisajes campesinos como los que, a la sazón, ya habíamos registrado en otros sectores de las sierras como El Taco (Quesada et al. 2012).  

 

Inspirados en las observaciones de Gramajo en cuanto a que en los sectores bajos y adyacentes al Cerro de Oyola se habían recuperado materiales arqueológicos de diversa índole, conjeturamos que podrían haber sido estos sectores los destinados a las prácticas más cotidianas vinculadas a la producción y reproducción doméstica. Con tal idea en mente, en 2013 realizamos recorridas no sistemáticas por algunas cañadas y lomadas detectando un número de terrazas agrícolas construidas con muros de piedra, organizadas en grupos o aisladas, en el interior de las quebradas atravesando los cauces. El hallazgo de este tipo de estructuras, ausentes en el Cerro de Oyola, nos impulsó a planificar prospecciones más sistemáticas con el objetivo de caracterizar cualitativa y cuantitativamente el paisaje arqueológico en este otro sector adyacente al Cerro de Oyola.

 

La intención inicial fue aplicar un sistema de prospección de cobertura total mediante transectas paralelas separadas a distancias regulares, de modo que los resultados pudieran, además, ser comparados estadísticamente con los de El Taco, donde habíamos aplicado esa técnica. Sin embargo, por las características de la vegetación local, ello no fue posible. Tanto el Cerro de Oyola como los sectores adyacentes constituyen un ámbito de transición entre el bosque montano, representado por bosquecillos de ejemplares muy desarrollados de cebil y nogal criollo, entre otras especies de gran porte, y el bosque chaqueño serrano, representado por especies arbóreas como el tala y el yuchán y también por un tupido estrato arbustivo de especies espinosas como el churqui y el garabato. En este sector predomina la última comunidad vegetal, mientras que la primera se dispone a modo de parches, principalmente en relieves abruptos. En cualquiera de los dos ámbitos fitogeográficos, pero principalmente en el último, la vegetación impone serias dificultades a la accesibilidad y la visibilidad de las evidencias arqueológicas. Tales condiciones naturales tuvieron, al menos, dos consecuencias sobre la metodología de prospección. Por un lado, que al haber sectores intransitables no se pudo emplear un diseño de prospección de cobertura total como el implementado en los espacios de pastizales de la cumbre donde se ubica El Taco y, por otro lado, que resulta muy probable que en el registro obtenido estén subrepresentados los elementos de menor obstrusividad, particularmente los hallazgos aislados y los rasgos arquitectónicos mal conservados y/o con cobertura vegetal. Con todo, creemos haber logrado un registro suficiente como para caracterizar el modo de construcción del paisaje tanto en el Cerro de Oyola como en el sector adyacente o, al menos, para ponerlos en contraste.

 

Dadas estas circunstancias, el diseño de prospección involucró el análisis visual de imágenes de Google Earth y su complementación con análisis espaciales sobre los MDE (Modelo Digital de Elevación), donde se seleccionaron quebradas con potencial localización de terrazas de cultivo. Este diseño ideal fue cotejado de acuerdo a las condiciones del terreno y se seleccionaron las quebradas que ofrecían posibilidades de acceso y tránsito abarcando una superficie de 2,4 km2. Es importante indicar que también en el Cerro de Oyola se seleccionaron quebradas para prospectar en busca de terrazas agrícolas. Por otra parte, se recorrieron los costados de los caminos, senderos y huellas generadas por el tránsito del ganado. Adicionalmente, se consultó a los pobladores locales sobre la existencia de vestigios arqueológicos1.

 

Los sectores adyacentes al Cerro de Oyola

 

Las prospecciones fuera del Cerro de Oyola dieron como resultado un importante número de unidades de registro que pueden ser ordenadas en, al menos, cuatro categorías: unidades de viviendas, terrazas agrícolas, conjuntos de arte rupestre y morteros fijos. A continuación caracterizamos cada una de ellas.

 

Viviendas: detectamos siete conjuntos arquitectónicos con materiales arqueológicos vinculados, que podrían ser interpretados como viviendas en función de su comparación con otros sitios de características similares conocidos en las sierras (Dlugosz 2005; Gordillo 2011; Quesada et al. 2012; entre otros.).  Es importante indicar las condiciones de hallazgo de estos sitios. A Oyola 41, 44, 50 y 51 accedimos guiados por pobladores locales acostumbrados a recorrer el monte a pie o montados durante la realización de actividades de cría de ganado. Oyola 41, 42, 44 y 50 habían sido, además, impactados por la construcción de los caminos a Iloga y Albigasta, lo que puso al descubierto materiales y estructuras. Oyola 40 es atravesado por una senda de ganado muy transitada, mientras que Oyola 43 fue detectado en la cabecera de una quebrada mientras registrábamos terrazas agrícolas. Sospechamos, entonces, que esta categoría de sitio se halla subrepresentada en la muestra por las condiciones de visibilidad y transitabilidad señaladas. De tal manera, conocemos principalmente aquellos casos que fueron impactados por los caminos y sendas, y secundariamente otros dos casos cubiertos por el monte.

 

Los sitios Oyola 40 son sitios que se presentan compuestos por tramos de muros muy deteriorados y cubiertos por monte espinoso o bosquecillos de diversas especies, por lo que, en general, no se ha podido definir con precisión su forma en planta. En los senderos de ganado y caminos se encuentran abundantes fragmentos líticos y tiestos cerámicos. Como en los otros casos descritos hasta aquí, los conjuntos arquitectónicos se emplazan en explanadas  elevadas  y  en  las  proximidades del Cerro de Oyola. En cuanto a la asociación con morteros, en Oyola 41 y 42 observamos morteros móviles fragmentados, así como también morteros fijos en afloramientos rocosos próximos. En estos sitios de habitación se ha registrado abundante material lítico tallado y fragmentos de cerámica, incluyendo algunos con diseños grabados similares a la cerámica Ambato negra-gris grabada y fragmentos de cerámica Ambato tricolor (Gastaldi 2010). Por su parte, Oyola 43 se destaca por estar localizado en una explanada ubicada en la cabecera de una cañada con numerosas terrazas agrícolas, donde se pudieron observar alineaciones de lajas clavadas muy cubiertas por la vegetación. Los restos de Oyola 44 también se ubican sobre una pequeña explanada en cuya superficie sólo se puede observar una formación monticular, aunque baja, con algunas rocas dispersas que pudieron haber sido parte de muros. Se pudo registrar una abundante dispersión de materiales arqueológicos. Quien nos hizo conocer el lugar nos indicó que allí se habría extraído un mortero y hachas de piedra. Aún no se realizó una recolección de material superficial. 

 

Los sitios Oyola 50 y 51 son los mejor conservados. El primero es un conjunto arquitectónico conformado por importantes muros de roca, que alcanzan el metro de ancho. El sitio fue impactado por el camino de acceso a la finca Los Nogales que lo atravesó por la mitad. A los costados del camino pueden verse acumulaciones de rocas que debieron formar parte de los muros y un cimiento de muro es visible aún en su traza. A un lado del camino se registró un recinto cuadrangular muy cubierto de vegetación, pero con muros potentes aún bien conservados. Una serie de alineaciones de rocas forman parte del conjunto arquitectónico (Figura 2). Hay abundante material arqueológico lítico y cerámico en la superficie, incluyendo fragmentos afines a Ambato negro-gris grabado. Recientemente comenzamos a excavar un sector del recinto mejor conservado en este conjunto. Si bien aún no hemos alcanzado a retirar los depósitos sedimentarios correspondientes a momentos posteriores al abandono definitivo, sí quedaron al descubierto detalles de la arquitectura y albañilería que son de importancia para caracterizar la modalidad de ocupación. En primer lugar, se destaca el grado de inversión de trabajo tanto en el volumen de material utilizado en la construcción de los muros, como en el cuidado en la técnica constructiva empleada. Se trata de muros de dos paños construidos con bloques seleccionados según un tamaño relativamente uniforme. Estos fueron dispuestos seleccionando caras planas para conformar el lienzo que da al interior del recinto. Dos técnicas particulares informan de un interés en la estabilidad estructural de los muros. Por un lado, más claramente en el muro sur, pudimos notar que en el ángulo y luego a trechos regulares, que los mampuestos más pequeños fueron estabilizados con grandes piedras clavadas que actuaban a modo de columnas o más bien pilastras (Figura 3). La otra técnica consiste en colocar algunos bloques alargados atravesados al eje longitudinal del muro de manera tal que actúen trabando los dos paños que los componen evitando así que se separen2. Los materiales recuperados proceden, como ya se indicó, de depósitos secundarios (derrumbes de muros, material reingresado desde el exterior del recinto, etc.).

 

   
Figura 2. Croquis de Oyola 50.

 

   
Figura 3. Vista de la pared Sur de Oyola 50.

 

Finalmente, el sitio Oyola 51 también se dispone sobre una explanada elevada y se trata de un conjunto arquitectónico bien conservado, aunque al parecer marcadamente sepultado. En superficie puede observarse un amplio recinto rectangular de unos 15 x 10 m orientado hacia el norte. Los muros son de unos 0,9 a 1 m de ancho. Una serie de lajas en posición vertical y alineadas en dirección este-oeste, podría indicar la existencia de una división en el interior de este gran recinto. A partir de los ángulos de la pared norte se desprenden dos muros hacia el norte y este (Figura 4). En el interior del recinto se observó una pequeña estructura subcircular de unos 1,5 m de diámetro que ya había sido excavada. En el perfil de la excavación se halló un fragmento de cerámica tricolor.

 

    
Figura 4. Croquis de Oyola 51.

 

 

En términos de localización, las viviendas tienden a ubicarse en espacios topográficos elevados en relación a los arroyos circundantes, tal como sucede en los sectores serranos de pastizales, por ejemplo en El Taco (Quesada et al. 2012) y Rodeo de los Indios (Gordillo 2011).

 

La arquitectura de las viviendas mejor conservadas y visibles (Oyola 50 y 51) informa de plantas cuadrangulares construidas con potentes muros de piedra de hasta 1 m de ancho. En varias viviendas registramos una técnica constructiva muy común en otros conjuntos habitacionales, bien documentados de las sierras de El Alto-Ancasti y los faldeos de Ambato. Nos referimos al empleo de grandes lajas clavadas en posición vertical, formando parte del cuerpo inferior de los muros en sitios como los de El Taco (Quesada et al. 2012), Rodeo de los Indios (Gordillo 2011), Los Corpitos y Los Pedraza (Dlugosz 2005), entre otros.        

 

Morteros fijos: en cuatro casos detectamos morteros elaborados en grandes rocas inamovibles. Dos se vinculan, por proximidad, a la vivienda Oyola 41, donde además hallamos algunos fragmentos de conanas fracturadas y manos de moler. Un tercero se dispone próximo a Oyola 42, como ya indicamos. Finalmente, Oyola 45 es un mortero fijo que no aparece vinculado a ninguna vivienda, aunque es posible que, intensificando la prospección en su entorno, logremos localizar alguna allí.

 

En todos los casos se trata de morteros de percusión, con cavidades cilíndricas o cónicas relativamente profundas (‚10 cm) y diámetros de entre 10 y 15 cm. El número de cavidades en cada roca fluctúa entre dos y cuatro. 

 

Parcelas de cultivo: durante las prospecciones se han detectado y relevado un total de 100 terrazas agrícolas en un radio de 3 km del Cerro de Oyola (Figura 1). Estas estructuras resultan, por lo general, poco visibles dada la profusa vegetación y, puesto que una de las funciones agronómicas de esta tecnología es retener el sedimento, también se encuentran muy sepultadas, lo cual dificulta su localización. Ello sugiere la posibilidad de que, al igual que las viviendas, también esta categoría de estructuras esté sub-representada en la muestra.

 

Se trata de muros de piedra construidos en el interior de quebradas que descienden de las dorsales topográficas hacia los colectores principales. Estos muros se disponen perpendicularmente a las bajadas de cauce de extremo a extremo, apoyando sus bases directamente en la roca madre. Suelen adoptar forma de arcos amplios, abiertos en sentido de la pendiente. En ocasiones las hemos hallado aisladas de otras unidades similares, pero lo más común es que se agrupen de manera escalonada en conjuntos de hasta 12 terrazas a lo largo de una quebrada. Sospechamos que las terrazas aisladas son, en realidad, las únicas visibles de conjuntos muy cubiertos por la vegetación, sedimentos o que fueron destruidos por la erosión. Pueden alcanzar hasta 15 m de longitud y es muy frecuente que, para su construcción, se hayan movilizado bloques rocosos de gran tamaño (Figura 5). Las características constructivas y de localización de las terrazas agrícolas son similares a aquellas relevadas en otros sectores de las sierras, como El Taco (Quesada et al. 2012) y, al igual que allí, también aparecen en estrecha relación con los sitios habitacionales. Como en El Taco, es muy probable que la extensión de los terrenos de cultivo no se haya limitado sólo a las quebradas con terrazas agrícolas, sino que también haya involucrado el uso, aunque sin aterrazamientos duraderos, de las explanadas con cubierta sedimentaria donde actualmente los campesinos de la zona desarrollan los cultivos.

 

Se realizaron calicatas con el fin de extraer muestras para análisis paleobotánicos, sedimentológicos y para el registro de las técnicas constructivas, con el fin de evaluar posibles cultivos y dinámicas agroecológicas en la región.

 

              
Figura 5: calicata realizada en una terraza de Oyola.

 

Cabe destacar que en la formación granítica del Cerro de Oyola, donde se han identificado la mayoría de los abrigos con arte rupestre, no se han detectado hasta el momento estructuras para el cultivo a pesar de que, durante la prospección, detectamos terrenos aptos para su instalación.

 

Arte rupestre: fuera del Cerro de Oyola detectamos un abrigo y dos bloques rocosos con arte rupestre: Oyola 36, 37 y 39. En el primer caso, se trata de un alero poco profundo pero de gran altura conformado en una roca metamórfica del tipo migmatita o gneiss. Pese a la amplitud de la pared disponible, sólo se observan dos pequeños motivos muy desleídos pintados en color blanco/crema y rojo. En los otros dos casos, Oyola 37 y 38, se trata de motivos grabados en surco profundo sobre las superficies relativamente planas y horizontales de grandes rocas aflorantes entre la densa vegetación (Oyola 37) o en lo alto de una lomada (Oyola 39). En ambos bloques se destacan como únicos motivos hoyuelos de diversos tamaños, con diámetros que oscilan entre los 4 y 10 cm., en ocasiones alineados en conjuntos de cuatro o cinco (Figura 6).

 


Figura 6. Grabados de hoyuelos en Oyola 37.

 

Cerro de Oyola

 

En las diversas lomadas del batolito de Oyola fueron documentados 35 abrigos con arte rupestre. Estas oquedades, en ocasiones formando cuevas y otras veces aleros, se disponen en las bases de las grandes rocas de granito que caracterizan el paisaje de este sector. Sin embargo, no todos los abrigos fueron pintados o grabados ya que, al parecer, existió cierta selección de determinadas oquedades con características particulares. En otros trabajos hemos explorado esta posible selección como una forma de aproximarnos a las experiencias espaciales estructuradas y estructurantes del accionar asociado a la observación y al desplazamiento en los abrigos con arte rupestre (Quesada y Gheco 2011).

 

Si bien en esta oportunidad no nos concentraremos en la descripción detallada de estas cuestiones, es importante señalar que la mayor parte de los abrigos pintados y grabados en el sitio corresponden a oquedades pequeñas dispuestas en los sectores superiores de las lomadas, con accesos restringidos y, en ocasiones, bastante ocultos entre la vegetación y otras rocas. Los espacios interiores de estas oquedades configuran espacios de observación y acción relativamente íntimos, donde sólo pueden permanecer de manera simultánea no más de cinco o seis personas, el movimiento corporal está bastante restringido, y los motivos no pueden ser vistos desde el exterior. Sin embargo, también existen otras cuevas y aleros cuyas características espaciales se apartan de esta descripción y, por el contrario, presentan un gran tamaño interior, se disponen en los sectores inferiores de las lomadas del batolito o bien sus pinturas y grabados pueden ser divisados a la distancia. Por lo tanto, si bien existen algunas tendencias en la estructuración de estos espacios a partir de la confección de los motivos y de la selección de las oquedades donde realizarlos, debemos subrayar la diversidad y complejidad de estos paisajes.

 

Como pudimos advertir luego de varios años de estudios, los abrigos con arte rupestre del Cerro de Oyola son el resultado de la estratificación de distintos eventos de pintado sucedidos a lo largo del tiempo3, quizás bajo lógicas culturales disímiles, en un constante proceso de agregado de nuevas figuras y de reinterpretación de los motivos más antiguos (Gheco 2012; Gheco y Quesada 2012; Gheco et al. 2013; Quesada y Gheco 2010, 2015; etc.). Por lo tanto, es de esperar que, en el marco de estos procesos históricos, no sólo se hayan transformado una y otra vez los mismos abrigos, sino que, en determinadas circunstancias, también se hayan seleccionado nuevas oquedades con características espaciales diferentes, quizás para la ejecución de otras actividades.

 

Una descripción detallada de cada una de las cuevas y aleros de este sitio y sus prolíficos repertorios pictóricos puede ser visitada en los diversos artículos y tesis citadas. En esta oportunidad, por el contrario, queremos concentrarnos en algunos aspectos que han recibido menos atención en esos trabajos, dado que no se refieren a los motivos parietales propiamente dichos sino a otros acondicionamientos materiales presentes en el Cerro de Oyola, tales como pequeños muros de rocas y morteros, frecuentemente vinculados a estos abrigos.

 

Muros de cerramiento: en tres abrigos del sitio (Oyola 1, 3 y 35) se advierten pequeñas pircas de piedras dispuestas en algunas aberturas secundarias de las cuevas (Figura 7). Estos muros impiden el ingreso por estas oquedades y, al mismo tiempo imposibilitan, por ese acceso, la visualización de los motivos rupestres y el ingreso de luz natural desde el exterior de las cuevas. Cabe destacar que, en todos los casos, se trata de abrigos de tamaño interior reducido, donde sólo pueden permanecer en simultáneo no más de cuatro o cinco personas observando las pinturas. En estas circunstancias, los muros parecen reforzar el carácter íntimo y oscuro de estos espacios.

 


Figura 7. Muro de cerramiento en uno de los accesos a Oyola 35.

 

Muros de nivelación del terreno: a diferencia de los anteriores, estos muros poseen una mayor extensión y potencia, además de una funcionalidad distinta. Fueron detectados en dos abrigos, Oyola 5 y 34, en el interior o sobre las líneas de goteo de las cuevas. En estos casos se trata de pircas de rocas más grandes que sirven para evitar la erosión de los sedimentos de la ondulada topografía de estos abrigos y, de tal forma, establecer planos horizontales que permiten nivelar el suelo interno a las cuevas. Ambas cuevas resaltan en el sitio de Oyola por su gran tamaño interior, donde pueden permanecer unas 20 personas a la vez. En interesante notar que estos muros parecen haber sido un complemento material a la selección de grandes abrigos pétreos para la producción de espacios amplios de acción y movimiento, quizás lugares de reunión y danza, contrapuestos a los entornos íntimos generados en las otras cuevas del sitio.

 

Artefactos de molienda: en el interior de varios de los abrigos de Oyola hemos documentado morteros fijos tallados sobre las rocas bases. En términos generales, estos artefactos pueden ser clasificados en tres grupos. En primer lugar, algunos morteros someros poseen un tamaño pequeño, de no más de 10 cm de diámetro en su boca y hasta 5 cm de profundidad. Éstos fueron localizados en Oyola 3, 7 y 30. Por el contrario, existen otros morteros de forma cilíndrica o cónica con fondo cóncavo, de tamaño mayor, con profundidades (hasta 30 cm) iguales o mayores que el diámetro de las bocas (entre 10 y 20 cm) (Figura 8). Morteros de este tipo fueron documentados en Oyola 6, 7 y 25, pero también los hemos hallado al aire libre en cercanías a Oyola 10, Oyola 31 y Oyola 27. En la única cueva donde hemos relevado ambos tipos de morteros es en Oyola 7. Un tercer tipo de artefacto de molienda registrado en el Cerro de Oyola corresponde a conanas elaboradas en la superficie de grandes rocas de granito. Se presentan como superficies pulidas, ligeramente cóncavas y de forma oval, con unos 30 cm de dimensión máxima4. A diferencia de los otros morteros, accionados por percusión o presión, estos habrían sido operados por fricción del mismo modo que las conanas. Los casos registrados se agrupan en una gran explanada pétrea dispuesta en el exterior de la cueva Oyola 7 y, por lo tanto, en proximidades de Oyola 31, que describimos a continuación.

 

Estructuras de habitación: el único conjunto de estructuras a cielo abierto detectado en el Cerro de Oyola es Oyola 31. Al momento de su hallazgo, ésta se presentaba como una formación monticular de baja altura de unos 12 metros de diámetro en cuya superficie asomaban algunos bloques de granito de hasta 50 cm de dimensión máxima y dos lajas de esquisto en posición vertical. Tanto los bloques como las lajas mostraban un grado de alineación que sugería la existencia de estructuras arquitectónicas sepultadas. Tal conjunto de evidencias se ubica en una explanada con cubierta sedimentaria a unos 50 metros de Oyola 7 y a menos de 100 metros de Oyola 6, 26 y 31, todas cuevas con arte rupestre (Figura 1).

 


Figura 8: mortero localizado en el interior de Oyola 7.

 

Puesto que la posible existencia de estructuras arquitectónicas en el Cerro de Oyola, y tan próximamente vinculadas a las cuevas pintadas, contradecía nuestra hipótesis planteada al comienzo de este trabajo, decidimos realizar excavaciones en Oyola 31 a fin de conocer de qué tipo de estructura se trataba5. Como se muestra en la Figura 9, al dejar al descubierto otros bloques de roca, la excavación reveló una mayor continuidad de las alineaciones. Éstas no llegan a ser verdaderos muros sino más bien hiladas simples y sólo ocasionalmente observamos algún mampuesto apilado sobre otro. Adoptan la forma de arcos muy abiertos y, excepto un caso en el cual uno de los arcos se superpone estratigráficamente a otro, apoyan directamente sobre la roca de base que se encontraba a poca profundidad o sobre rellenos de pozos excavados en la roca.

 

Las lajas en posición vertical que asomaban en la superficie resultaron ser dos conanas, una entera y la otra fragmentada. Al parecer, estas hileras de piedras conformaban una suerte de zócalos con función estructural que contribuían a sostener empalizadas de postes que generaban cerramientos de material perecedero. En un caso, muy próximo al perfil oriental de la excavación, una de estas alineaciones (que se diferencia de las demás por estar constituida de bloques pequeños de roca calcárea de tonalidad clara) es acompañada por una serie de agujeros de poste excavados en la blanda roca de base6. Otros dos casos en el ángulo noroeste de la excavación muestran secciones de doble hilera de bloques que pudieron haber sido empleados para apuntalar a uno y otro lado de la empalizada.

 


Figura 9: Croquis de Oyola 31. Los sectores blancos corresponden a la roca de base.

 

 

La planta de las estructuras que forman Oyola 31 no es del todo clara y ello podría ser explicado por una serie de razones no excluyentes. La primera es que, al parecer, el área de excavación no abarcó completamente ninguna estructura sino partes de varias. En segundo lugar, la misma técnica constructiva es bastante expeditiva y además con una alta proporción de materiales perecederos, por ello sólo conocemos un porcentaje pequeño de los rasgos arquitectónicos originales. En tercer lugar, se ubican en un sector donde crecen abundantes árboles, algunos de gran porte, y es probable que sus raíces y troncos hayan movido algunas piedras de su posición original desde el momento del abandono hace unos 12 siglos. La cuarta razón, que es la más importante desde el punto de vista histórico, es que es posible que haya habido varios eventos de construcción y, por lo tanto, que algunos bloques, y quizá postes, hayan sido reutilizados, lo cual implica la destrucción de las estructuras anteriores, de donde estos fueron tomados. La superposición estratigráfica muy clara de las dos alineaciones en el sector oriental de la excavación, informa que estos eventos sucesivos de construcción efectivamente ocurrieron. La posición no alineada de algunos agujeros de poste podría ser evidencia adicional de los cambios en la disposición de las estructuras en los diferentes eventos de construcción.

 

Ahora bien, aunque podrían tratarse de construcciones de carácter temporario y sujetas a continuas reconstrucciones y reconfiguraciones, la vida en su interior incluía una serie de acciones que dejaron registro estratigráfico. Una serie de grandes pozos, frecuentemente truncados por otros pozos posteriores, fueron rellenados con sedimentos que incluían abundantes materiales arqueológicos. Otros tuvieron rellenos que indican actividades más definidas, como las de preparación de alimentos que están representadas en un fogón que ocupaba un pozo no muy profundo [Unidad estratigráfica (U.E.) 79] en el ángulo suroeste de la excavación. A un lado del fogón, apoyando contra el fondo del pozo que lo contiene, se depositaron grandes trozos de una vasija tiznada apilando cuidadosamente los fragmentos uno sobre otros. Además del fogón, una serie de pozos, de diversos tamaños, formas y contenidos dan cuenta de prácticas acaecidas en Oyola 31. Por ejemplo, el relleno [U.E. 40] del pozo [U.E. 41] da cuenta de un evento de depositación de fragmentos medianos de cuarzo sin evidencia de talla. Cerca del ángulo noroeste de la excavación, un pequeño pozo contenía los restos mal conservados de un individuo perinato [U.E. 85] mientras que el pozo [U.E. 167] contenía un conjunto de ítems óseos, líticos y cerámicos cuidadosamente ordenados en torno a una mano de moler. Independientemente del significado cultural de estos eventos estratigráficos (lo cual no es motivo de este trabajo) es importante notar que, pese a la expeditividad de las estructuras, la vida allí incluía acciones de gran significación. Por otra parte, la complejidad estratigráfica y la abundancia y diversidad del material arqueológico recuperado indica que en los periodos en los cuales Oyola 31 era habitado, tal ocupación tenía cierta intensidad.  

 

Discusión: paisajes y experiencias en Oyola

 

Antes de proceder a cualquier tipo de comparación debemos realizar algunas consideraciones en relación, al menos, a dos aspectos: cronología e intensidad de prospección. Ello es importante a la hora de comprender qué es lo que estamos comparando al contrastar el registro del Cerro de Oyola con el de sus adyacencias: ¿modos simultáneos de habitar en Oyola? ¿Momentos diferentes de la historia del paisaje? ¿Distintas calidades de registro de prospección?

 

Con respecto a la primera cuestión, vamos a indicar cuáles son los elementos de valor cronológico con los que contamos y cuál es su grado de resolución. Antes, nunca está de más recordar que la ampliación de las escalas espaciales conlleva el sacrificio de la resolución temporal. No obstante, algunos datos procedentes de dataciones radiocarbónicas y de comparación de conjuntos o estilos cerámicos y modos arquitectónicos con contextos de edad conocida pueden aclarar algo en relación a este aspecto. En primer lugar, contamos con una fecha de 1150 ± 30 años AP correspondiente a una muestra procedente del fogón de Oyola  31.  Esta  datación  también  puede servirnos para ubicar temporalmente el conjunto cerámico recuperado allí. Se trata de un conjunto muy particular, pues casi no están representadas las cerámicas decoradas características de ese momento en la región y, más específicamente, de otros sitios contemporáneos de las serranías, como Rodeo de los Indios (Gordillo 2011) y El Taco 19 (Granizo y Barot 2013), que han sido datados entre los siglos VII y VIII d.C. En estos últimos están presentes varios estilos Aguada grabados y pintados, entre ellos Portezuelo, Ambato negro-gris grabado, Tricolor (Alumbrera/Ambato/ Cortaderas), etc., algunos de los cuales también fueron recuperados en las excavaciones de Los Corpitos (Dlugosz 2005) y, muy importante destacarlo, en Oyola 50 y como material de superficie en Oyola 42, 41 y 51. Es decir, en los sitios de vivienda de las áreas adyacentes al Cerro de Oyola. También en la excavación de la Cueva Oyola 1 se recuperó cerámica Aguada, en este caso un fragmento bien característico del estilo negro-gris grabado. En cambio, las cerámicas decoradas del conjunto de Oyola 31 corresponden a piezas marrones pulidas, con abundante mica en la superficie y decoración incisa en surcos anchos y punteados rítmicos7. Estas cerámicas resultan muy similares a las que Serrano (1976[1958]) denominó "cerámicas de las sierras de Córdoba"8.

 

Muy minoritariamente aparecen en Oyola 31 otras cerámicas que pueden ser vinculadas al estilo Sunchituyoj9 y al Tricolor (Alumbrera/Ambato/Cortaderas). Aquellas cerámicas marrones incisas fueron definidas localmente como "Grupo 8" (Gastaldi et al. 2016; Granizo y Vargas 2015) al ser hallados unos pocos fragmentos en las excavaciones de la Cueva 7 de Oyola, a corta distancia de Oyola 31. En tal contexto, muestras procedentes de las mismas unidades estratigráficas de las cuales procedía la cerámica del Grupo 8 arrojaron fechas de 1260 ± 90 años AP (LP-3183) y 1230 ± 70 años AP (LP-3181). Unos pocos fragmentos de cerámica asignada a este mismo grupo también fueron recuperados en las excavaciones de Oyola 50, donde predominan las cerámicas "Aguada".

 

Resumiendo el análisis anterior, podemos decir que hay dos conjuntos de cerámica bien distintivos en Oyola. Por un lado, la cerámica Grupo 8, predominante en Oyola 31, datada entre 1260 ± 90 y 1150 ± 30 en la cueva Oyola 7 y Oyola 31, respectivamente. Por otro lado, las cerámicas características de los conjuntos Aguada, predominantes en Oyola 50 y presentes en otras viviendas de las áreas adyacentes al Cerro de Oyola y en la cueva Oyola 1, datadas entre 1210 ± 80 años AP y 1390 ± 70 años AP, siendo este último el rango de las cinco dataciones obtenidas en El Taco 19. Las similitudes de la arquitectura de Oyola 50 y 51 con la de El Taco y Rodeo de los Indios podría ser evidencia adicional de la relativa contemporaneidad indicada por los conjuntos cerámicos compartidos. De acuerdo a los rangos temporales indicados por estos fechados, los conjuntos cerámicos Aguada podrían ser, al menos parcialmente, contemporáneos con los del Grupo 8, aunque también algo más tardíos.  La  aparición,  aunque  de  carácter  muy  minoritario  de  fragmentos del conjunto Grupo 8 en Oyola 50 y Tricolor en Oyola 31 podría apoyar la hipótesis de, al menos una parcial contemporaneidad en las ocupaciones. Resulta claro, sin embargo, que tendremos que alimentar esta discusión con nuevas dataciones. 

 

Con respecto al segundo punto en discusión, debemos indicar que la intensidad de la prospección no fue la misma en el Cerro de Oyola que en los sectores adyacentes. De hecho, fue mayor en el cerro debido a las numerosas campañas que nos llevaron allí en busca de cuevas pintadas. Ello implica que el registro en este sector es más preciso y, por lo tanto, que las ausencias de elementos detectados en el otro sector podrían deberse más a que nunca los hubo que a problemas de muestreo y, por ende, que tales diferencias no deben ser consideradas un artefacto del método de prospección.

 

La más evidente diferencia es la total ausencia en el Cerro de Oyola de estructuras aterrazadas destinadas a la agricultura. Vale reiterar que allí no fueron detectadas en las frecuentes recorridas dirigidas a la localización de cuevas con arte rupestre ni en las prospecciones orientadas a la detección de este tipo de estructuras. En tal situación, podemos afirmar que es altamente probable que en el Cerro de Oyola no se practicara agricultura o, al menos, no con la tecnología de terrazas tan frecuente en los sectores adyacentes.

 

De igual modo, el Cerro de Oyola tampoco parece haber sido un ámbito destinado a la vivienda o, cuanto menos, no con la misma intensidad y/o modalidad con que estaba habitado su entorno. Ya hemos advertido que el número de siete viviendas registradas en las áreas aledañas al cerro es un número mínimo, resultante de las dificultades de tránsito y visibilidad. Las mismas dificultades están presentes en el Cerro de Oyola, sin embargo, allí hemos detectado sólo a Oyola 31. Aun así, resulta claro que, aunque Oyola 31 puede ser interpretado como una, o mejor dicho, varias estructuras de vivienda, probablemente sucesivas y en parte superpuestas, el modo de hacerlas y habitarlas se diferencia bastante del modo en que lo eran las viviendas de las áreas adyacentes al Cerro de Oyola, donde las técnicas constructivas son muy elaboradas. Allí las casas han sido construidas con muros robustos, anchos y elevados, que manifiestan pretensión de permanencia. Ello es evidente no solo por la elección de materiales duraderos (piedra) sino también en la selección de los mampuestos para elaborar la traba, y en la colocación de grandes rocas clavadas para apoyo de las paredes a modo de columnas o pilastras. En estas viviendas la estabilidad estructural es un elemento del diseño. Por otra parte, la albañilería supone una estética que se manifiesta, primero, en la selección de bloques de tamaño más o menos uniforme, y luego, en la disposición de las caras planas de las piedras hacia el exterior de los muros para lograr lienzos parejos. No se trata de meras subdivisiones del espacio sino de verdaderos límites materiales fijos y cuidadosamente elaborados. Tales límites replican, como puede observarse en los casos mejor visibles o conservados, una espacialidad bien definida basada en la linealidad de los muros y ortogonalidad de los recintos.

 

En el Cerro de Oyola, en cambio, parece haber imperado una lógica bastante diferente. El único registro de viviendas obtenido allí, Oyola 31, no muestra la imagen de estabilidad y durabilidad que muestran las viviendas de las áreas adyacentes. En cambio, se destaca una marcada fluidez y transitoriedad en la arquitectura. En primer lugar, es notable la dificultad para definir la extensión de cada vivienda. Ya hemos indicado las causas probables, y quizá concurrentes, de tal apariencia, pero conviene ahora retomar algunos aspectos para dimensionar los contrastes con aquella otra arquitectura. En primer lugar, que la construcción de las paredes haya involucrado materiales perecederos, como los postes de madera, supone ya una renuncia a la durabilidad como condición o fin del diseño. Es cierto que algunas maderas locales pueden tener vidas útiles prolongadas, sin embargo, ésta no es comparable a la de la piedra ya que, en pocos años, la humedad (combinada con el clima cálido) y los insectos acaban por destruirlas. Los componentes de la arquitectura construidos con piedra no parecen haber cumplido función de cerramiento, sino apenas una mínima función estructural como soporte de los postes de madera. No puede notarse un criterio de selección de los bloques que conforman estas alineaciones o suerte de zócalos pues varían notablemente en cuanto a su tamaño. En general, salvo las dos conanas elaboradas en bloques de esquisto, se utilizaron rocas de granito disponibles en el entorno inmediato. Por otra parte, si bien los bloques tabulares parecen haber sido puestos en posición vertical, no parece haber habido interés en ubicar una cara más pareja hacia el lienzo exterior y visible, ni mantener un nivel parejo en el borde superior de estos zócalos. Esta técnica constructiva poco elaborada podría vincularse a una expectativa de uso eventual o poco prolongado. Ya indicamos que la gran cantidad de agujeros de poste detectados en la excavación, frecuentemente no alineados entre sí, podría ser prueba de cierta frecuencia de reconstrucción y reconfiguración de las estructuras. La superposición estratigráfica de dos de las alineaciones o zócalos es, en cambio, un indicador bastante claro de ese tipo de eventos. Entonces, mientras que otras evidencias como la cantidad de material, la formalización del fogón, la presencia de "escondrijos" y un enterratorio en estas viviendas puede dar cuenta de una cierta intensidad de uso, la expeditividad de las técnicas de construcción, la baja formalización de los espacios y las evidencias de reconstrucción y transformación de las plantas de las estructuras informan que estas podrían haber sido áreas de habitación más bien transitorias. La arquitectura de los espacios de habitación del Cerro de Oyola distan de transmitir esa imagen, cierta o aparente, de estabilidad y ordenamiento presente en la arquitectura de las áreas adyacentes.

 

Los morteros fijos están presentes tanto en el Cerro de Oyola como en sus adyacencias. Deberíamos imaginar que en ambos casos aparecen subrepresentados pues se trata de elementos de baja obstrusividad. Sin embargo, hay algunas diferencias que conviene destacar ya que podrían ser significativas. En primer lugar, hay una mayor variedad tipológica  presente  en el Cerro de Oyola. A los morteros cilíndricos o cónicos profundos se le agregan los morteros someros y las conanas fijas. En las áreas adyacentes, en cambio, sólo registramos los morteros cilíndricos profundos. Desconocemos aún los motivos de la diversidad de artefactos de molienda en el Cerro de Oyola y, en contraste, la presencia de sólo un tipo de artefacto de molienda fijo en las áreas adyacentes. Una hipótesis al respecto es que haya habido en el Cerro de Oyola actividades de molienda que solo se realizaban allí y, en tal caso, es la preparación de las mezclas pigmentarias la más evidente. Quizá a ese fin estaban destinados los morteros someros, cuyo tamaño indicaría el procesamiento de relativamente pequeñas cantidades de materia. Por otra parte, esta categoría de mortero sólo se halla en los abrigos y por ello parecen haber estado vinculados más estrechamente a las actividades realizadas allí, siendo la más ostensible la elaboración de las pinturas. Los morteros cilíndricos o cónicos profundos también se hallan en las cuevas, pero además al aire libre a cierta distancia de éstas. Por su tamaño habrían estado destinados al procesamiento de mayores volúmenes, quizá granos o frutos destinados al consumo o a la elaboración de bebidas fermentadas. Con respecto a las conanas fijas, por el momento no podemos aventurar ninguna hipótesis funcional. Sin embargo, es llamativo que esta tecnología reconocida para las sierras de Córdoba aparezca espacialmente vinculada al conjunto habitacional (Oyola 31) donde, además, predominan las cerámicas del Grupo 8 afines a las reconocidas para esa misma región. Reiteramos que esas cerámicas no habían sido reportadas antes en las sierras de El Alto-Ancasti10, como tampoco esa tecnología de molienda. Por otra parte, en las zonas adyacentes, donde no hay prácticamente pinturas ni cerámicas grupo 8, pero sí producción agrícola y recursos de recolección, sólo encontramos morteros cilíndricos o cónicos profundos.

 

Por último, resta analizar la distribución de otro de los elementos destacados de los paisajes de Oyola: el arte rupestre. Si bien este elemento está presente tanto en el Cerro de Oyola como en sus adyacencias, las diferencias cuantitativas y cualitativas son notables. En primer lugar, resulta claro que los abrigos con pinturas son más abundantes en el Cerro de Oyola, con un número de 35, mientras que por fuera sólo detectamos tres casos. De estos sólo uno, Oyola 36, es comparable a los del cerro en cuanto a técnica (pintura) y motivos representados. Sin embargo, el conjunto pictórico es del todo reducido en comparación con los del Cerro de Oyola, apenas un camélido y otro motivo indefinido. Los otros dos sitios, Oyola 37 y 39, corresponden a una modalidad de arte rupestre que no está en absoluto presente en el Cerro de Oyola11. Se trata de conjuntos de hoyuelos en rocas horizontales cuya morfología, técnica de confección (grabados de surco profundo) y disposición espacial son, en cambio, similares a los documentados en otros sitios como Puesto La Mesada y Rastro del Avestruz (Quesada et al. 2014). Al igual que en dichos sitios, los grabados de Oyola 37 y 39 se disponen próximos a terrazas de cultivo y estructuras habitacionales, en paisajes del todo diferentes a lo observado en el Cerro de Oyola.

 

Conclusiones

 

De acuerdo al recorrido comparativo que vinimos haciendo hasta aquí, resulta claro que, aunque próximos y vinculados en la práctica, los paisajes de Oyola suponen diferencias que se originan en las experiencias del habitar, por y para las cuales fueron constituidos. Pero en sí, ambos ámbitos distintos de la experiencia no conforman dos paisajes diferentes. Más bien, se pueden pensar de forma articulada e interdependiente, atendiendo a que, como se ha señalado en la antropología desde que Levi-Strauss escribiera Las estructuras elementales del parentesco (1969[1949]), nada se define por sí mismo, sino por contraste y en relación a otra cosa. En tal sentido, se tratarían entonces de ámbitos diferentes de la experiencia que se articulan y contrastan en el tránsito de un paisaje a otro. De este modo, los contrastes que marcaremos a continuación entre el Cerro de Oyola y las áreas adyacentes no deben ser considerados como diferencias intrínsecas a cada ámbito sino que, sostenemos, hay que pensarlos como puntos de fuga que permiten definir la particular experiencia que cada uno, en relación al otro, articularon para los habitantes de Oyola en su vinculación cotidiana o eventual con ellos.

 

En el caso de las áreas adyacentes al Cerro de Oyola se trata de un paisaje aldeano que involucró la fijación de importantes volúmenes de trabajo tanto en la arquitectura agrícola como en la residencial, y que resultó en ambos casos en una marcación y división permanente del espacio y un vínculo a largo plazo con el territorio. En el Cerro de Oyola, en cambio, no se verifica la existencia de prácticas agrícolas, al menos, en estructuras permanentes. De igual modo, las estructuras de vivienda muestran un carácter provisorio, fluido y transformable, cuya permanencia dependía más de las sucesivas reconstrucciones que de una estabilidad intrínseca. Es más importante aún señalar que, sea por la expeditividad de las técnicas constructivas, sea por el carácter perecedero del material empleado para los cerramientos, se trata de una arquitectura que puede ser, como efectivamente lo fue, rápidamente consumida por el tiempo y por el monte. Apenas unas rocas aflorantes sobre una mínima elevación del suelo no alcanzan a marcar el espacio de la manera ostensible en que lo hacen las casas y las parcelas de aquel otro paisaje aldeano.   

 

La marcación, entonces, parece ser un elemento principal de la distinción entre lo hallado en el Cerro de Oyola por un lado, y en los sectores adyacentes por el otro. Es fácilmente advertible que en este último, existe un paisaje que se despliega en el espacio y se muestra sin restricciones. Incluso, el arte rupestre más característico de este sector, el grabado en surco profundo, se dispone al aire libre, sin la proscripción a las miradas posibles que imponen los abrigos rocosos. En el Cerro de Oyola, al contrario, el paisaje se repliega hacia el interior oscuro de las cuevas. Las pocas estructuras allí, aparte de Oyola 31, se encuentran precisamente acondicionando estos espacios interiores, algunas de ellas incluso contribuyendo a un mayor cerramiento. También a las cuevas está confinado el empleo de los morteros someros y, claro está, la observación de las pinturas rupestres, quizás los elementos materiales más perdurables y destacados en este paisaje aunque, como veremos, esta constancia tenga sus límites. Así la experiencia desplegada en el Cerro de Oyola limita e invisibiliza las acciones realizadas sobre el espacio, situación que es enfatizada en el paisaje aldeano adyacente. En este sentido, la posibilidad de apropiación material del Cerro de Oyola por parte de grupos particulares o colectividades específicas, queda oculta en las cámaras oscuras de las cuevas pintadas.

 

Al respecto, en un trabajo anterior (Quesada y Gheco 2015) señalamos que, aunque los conjuntos rupestres de las cuevas de Oyola son el resultado de agregados en el tiempo, la poca frecuencia de superposiciones, similitud cromática de los agregados y, en general, vinculaciones temáticas, disimulaban esa diacronía creando la sensación de un tiempo inmóvil, prístino, atemporal, en definitiva. En este punto, la baja marcación del espacio exterior de las cuevas y el carácter efímero de las estructuras de vivienda parecen ser coherentes con este modelo de tiempo toda vez que producen un sentido de ausencia, de primigenia, de inmovilidad. En contraste, en las zonas aledañas parece haberse producido la conformación de un paisaje diametralmente opuesto, uno que lograba estabilizar las prácticas de producción y reproducción, de carácter eminentemente cíclico (el día de trabajo, los ciclos vitales y agrícolas, etc.) de modo reiterado en espacios localizados, es decir, un paisaje que produce cotidianeidad.

 

Para finalizar, sostenemos que esta discusión no debe restringirse a las diferentes marcaciones y experiencias del espacio que produjeron cada uno de estos paisajes en las trayectorias de vida de sus moradores sino, más bien, debe incluir las formas particulares y articuladas de la construcción material de lo local, de un sentido de lugar que ambos espacios sociales contrastantes llegaron a producir y reproducir. Creemos que con estas reflexiones hemos iniciado una senda en ese sentido.

 

Agradecimientos: queremos expresar nuestro profundo agradecimiento a los pobladores de las localidades de Oyola y Vilismán, quienes nos brindaron su amable e imprescindible colaboración durante los trabajos de campo. Además, agradecemos a los numerosos investigadores y estudiantes que participaron en las diversas temporadas de prospección y excavaciones. Los comentarios y sugerencias de los dos evaluadores de este artículo fueron de gran ayuda para enriquecer los datos presentados. La ejecución de esta investigación fue posible gracias al financiamiento de la Secretaría de Ciencia y Técnica de la Universidad Nacional de Catamarca y la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica.

Notas

1. La localización de estos conjuntos habitacionales fue posible gracias a la indicación de Marcos Díaz.

2. Fue Oseas Flores quien identificó este interesante rasgo constructivo.

3. Hasta el momento no contamos con fechados absolutos de las pinturas rupestres de Oyola. Sin embargo, las dataciones obtenidas de los materiales recuperados en la excavación de Oyola 7 pueden brindarnos algunas pistas al respecto: 1260 ± 90 años AP (LP-3183) y 1230 ± 70 años AP (LP-3181).

4. Le debemos a Sebastián Pastor el hallazgo de estos artefactos de molienda que a nosotros se nos habían pasado desapercibidos pese a que se encontraban en un espacio que recorrimos con frecuencia. Según Pastor y Berberián (2007) estas conanas sobre rocas fijas son comunes en ciertos ámbitos del sector central de las Sierras de Córdoba.

5. Un análisis pormenorizado de la estratigrafía y materiales recuperados está en proceso. Aquí nos limitaremos a proporcionar información suficiente para comprender las características estructurales y modalidades de ocupación de este sitio.

6. En este sector el granito que conforma la roca de base se halla fuertemente alterado por procesos físico-químicos, por tal motivo es fácil de excavar incluso con instrumentos relativamente blandos como palos, por ejemplo.

7. El análisis detallado de las cerámicas de Oyola 31 aún está en proceso. Aquí señalamos algunas características generales que permiten sostener que se trata de conjuntos diferentes a los de los demás sitios conocidos hasta el momento en las sierras de El Alto-Ancasti. 

8. Sebastián Pastor también reconoce similitudes marcadas entre estas cerámicas y las estudiadas por él en algunos contextos de las sierras de Córdoba, como el valle de Punilla (comunicación personal, noviembre de 2015).

9. En Oyola 31 se recuperó además una figurina de arcilla modelada con fuertes similitudes a las "estatuillas de la divinidad chacosantiagueña", procedentes de Santiago del Estero, publicadas por los hermanos Wagner (Wagner y Wagner 1934: lámina XXVII) y al mismo tiempo muy diferente a las figurinas Aguada características de la región valliserrana.

10. Roque Gómez (1970) menciona la presencia de "cerámicas cordobesas" en algunos conjuntos recuperados en sitios de Santiago del Estero, aunque les asigna el carácter de "intrusivas".

11. En verdad la técnica del grabado en surco profundo y hoyuelos está ausente de absolutamente todos los sitios con pinturas en abrigos rocosos de las sierras de El Alto-Ancasti conocidos hasta el momento. La técnica de grabado presente en éstos es por piqueteado o raspado superficial de la pátina de la roca. 

 

 

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