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Comechingonia

versión On-line ISSN 1851-0027

Comechingonia vol.20 no.2 Córdoba dic. 2016

 

  

PRIMEROS RESULTADOS DE LAS EXCAVACIONES ESTRATIGRÁFICAS EN OYOLA 7 (SIERRA DE EL ALTO-ANCASTI, PROVINCIA DE CATAMARCA, ARGENTINA).

 

FIRST RESULTS OF THE STRATIGRAPHIC EXCAVATIONS IN OYOLA 7 (EL ALTO-ANCASTI HILLS, PROVINCE OF CATAMARCA, ARGENTINA).

 

Marcos Gastaldi1, Lucas Gheco2, Enrique Moreno3, Gabriela Granizo4, Maximiliano Ahumada5, Débora Egea6 y Marcos Quesada7

1 IDACOR-CONICET. Museo de Antropología, Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Nacional de Córdoba. Av. H. Yrigoyen 174, (5000) Córdoba, Argentina, mrgastaldi@gmail.com;
2 CITCA-CONICET - Escuela de Arqueología, Universidad Nacional de Catamarca. Prado 366, (4700) Catamarca, Argentina, gheco@hotmail.com;
3 CITCA-CONICET - Escuela de Arqueología, Universidad Nacional de Catamarca. Prado 366, (4700) Catamarca, Argentina, enalmor@gmail.com;
4 CITCA-CONICET - Escuela de Arqueología, Universidad Nacional de Catamarca. Prado 366, (4700) Catamarca, Argentina, gabigranizo@yahoo.com.ar;
5 CITCA-CONICET - Escuela de Arqueología, Universidad Nacional de Catamarca. Prado 366, (4700) Catamarca, Argentina, maximilianoahumada@hotmail.com;
2 CITCA-CONICET - Escuela de Arqueología, Universidad Nacional de Catamarca. Prado 366, (4700) Catamarca, Argentina, deb_egea@hotmail.com;
2 CITCA-CONICET - Escuela de Arqueología, Universidad Nacional de Catamarca. Prado 366, (4700) Catamarca, Argentina, mkesada@yahoo.com.ar

Presentado: 02/11/2016 - Aceptado: 09/12/2016


Resumen

En este artículo se presentan los resultados de las excavaciones estratigráficas del piso de una de las cuevas más importantes con arte rupestre del sitio arqueológico de Oyola, emplazado en la sierra de El Alto-Ancasti, Catamarca. Las excavaciones fueron desarrolladas siguiendo los principios de estratigrafía arqueológica propuestos por E. C. Harris. La reconstrucción de la matriz estratigráfica nos permitió reconocer una gran variedad de acciones y prácticas realizadas en el alero rocoso, además de pintar las paredes. Entre ellas resaltan la realización de fogones en distintos sectores de la cueva. En este artículo se describen los rasgos más importantes de la estratigrafía, se presentan los materiales recuperados y los fechados obtenidos que ubican algunas de las actividades de esta cueva en la segunda mitad del primer milenio d.C., aunque tenemos elementos para sostener que se habrían desarrollado ocupaciones anteriores y posteriores a esas fechas.

Palabras clave: arte rupestre, Matrix Harris, prácticas sociales, Noroeste de Argentina

Abstract

This article presents the results of the stratigraphic excavations of the floor of one of the most important caves with rock art from the archaeological site of Oyola, located in the mountain range of El Alto-Ancasti, Catamarca. The excavations were developed following the principles of archaeological stratigraphy proposed by E. C. Harris. The reconstruction of the stratigraphic matrix allowed us to recognize a great variety of actions and practices carried out in the rocky outpost, in addition to painting the walls. Among them stand out the realization of fires in different sectors of the cave. This article describes the most important features of stratigraphy. We present the recovered and dated materials that locate some of the activities of this cave in the second half of the first millennium AD, although we have elements to suggest that occupations had been developed before and after those dates.

Keywords: rock art, Matrix Harris, social practices, Northwest Argentina


 

Introducción

El sitio arqueológico de Oyola se ubica en proximidades de la localidad homónima, en la ladera oriental de la sierra de El Alto-Ancasti de la provincia de Catamarca, en el noroeste de Argentina. Las primeras noticias de este sitio provienen de un conjunto de descripciones de Amalia Gramajo y Hugo Martínez Moreno (1978, 1982), quienes, a mediados del siglo pasado, documentaron ocho abrigos rocosos con arte rupestre en el interior de un batolito o plutón granítico circular de 2,5 km de diámetro. Las cuevas y aleros se disponen en la base de grandes rocas de granito inmersas en un espeso bosque serrano, que domina el paisaje próximo al poblado actual de Oyola.

 

Desde el año 2009 desarrollamos tareas de investigación arqueológica en este sitio. A partir de estos trabajos, hemos documentado 30 nuevos abrigos con pinturas y grabados que, junto a los ocho descriptos por los investigadores mencionados, suman un total de 38 cuevas y aleros con arte rupestre, aunque no descartamos que existan otros aún no localizados1.

 

En las cuevas de Oyola se registró una gran diversidad de motivos en colores blancos, rojos y negros, entre los que se destacan las figuras antropomorfas, de camélidos, felinos, punteados y circulares, entre otros. En general las pinturas rupestres de Oyola, al igual que gran  parte  del  arte  rupestre  de  toda  la  sierra  de  El Alto-Ancasti, fueron atribuidas a la cultura de La Aguada, fundamentalmente en base a ciertas similitudes estilísticas entre los motivos rupestres y la iconografía de diversos objetos muebles de esta cultura: cerámica, placas metálicas, etc. (Gordillo et al. 2000; Gramajo 2001; Gramajo y Martínez Moreno 1982). Esta adscripción resultó útil para ubicar temporalmente a las pinturas y grabados rupestres en relación al Período Medio, momento histórico donde Aguada se expande a gran parte del noroeste argentino (segunda mitad del primer milenio de la era cristiana, 500-1100 d.C.). Pero también esta asociación habilitó la extrapolación de todo un conjunto de aspectos políticos, económicos e ideológicos dentro de los cuáles se interpretó el arte rupestre de Oyola, y en general de los abrigos con pinturas y grabados de las serranías orientales de Catamarca, fundamentalmente como espacios destinados a actividades rituales, mágicas o chamánicas.

 

Sin embargo, a partir de diferentes líneas de evidencia (como los análisis químicos de las mezclas pigmentarias, las superposiciones entre figuras y la diversidad estilística de los motivos en el sitio y dentro de cada abrigo), hemos detectado un conjunto de indicios que nos permiten pensar que estas cuevas con arte rupestre, lejos de ser un conjunto homogéneo y correspondiente a un único momento, son el resultado de múltiples eventos de confección de motivos en un lapso que, sospechamos, puede remontarse a varios siglos anteriores y posteriores a la cultura Aguada (Gheco 2012; Quesada y Gheco 2010, 2015). De este modo, sostenemos que los abrigos con arte de este sitio pueden ser entendidos como el resultado de un proceso de agregado de motivos en el tiempo, como obras abiertas o montajes policrónicos en constante transformación (incluso en la actualidad), que probablemente modificaron y resignificaron los paneles en cada momento (Gheco et al. 2013; Quesada y Gheco 2015).  Las excavaciones estratigráficas y el análisis de los materiales que presentamos en este trabajo constituyen otra línea de evidencia que, sumada a los análisis físico químicos de los compuestos pigmentarios, el estudio micro-estratigráfico de los paneles con pinturas y el estudios de las superposiciones de motivos (Tascon et al. 2016), permiten caracterizar con mayor precisión estas extensas historias de formación, uso y transformaciones de los abrigos con arte rupestre de Oyola. Pero, además, nos sitúan ante los indicios concretos de otras prácticas sociales que acompañaron y fueron parte indispensable de estos procesos históricos.

 

En este trabajo se presentan los resultados preliminares de dos temporadas de excavaciones estratigráficas (Enero-Febrero de 2014 y 2015) de una de las cuevas con arte rupestre del sitio arqueológico de Oyola, en la ladera oriental de la sierra de El Alto-Ancasti, Catamarca. Estas excavaciones fueron desarrolladas siguiendo los principios de estratigrafía definidos por E. C. Harris (1991), a partir de cuyos resultados intentamos interpretar la historia de múltiples actividades realizadas en este abrigo rocoso.

 

La reconstrucción de la matriz estratigráfica de la excavación de la cueva nos permitió reconocer una gran variedad de acciones realizadas en diferentes momentos históricos en el abrigo rocoso, además del pintado de motivos rupestres en las paredes del mismo. En base a estos resultados se puede inferir una historia, extensa en términos cronológicos, de sucesivas ocupaciones o momentos de mayor intensidad en el uso de la cueva, situación que permite complejizar la visión tradicional de estos espacios con arte rupestre, en general asociados a un período histórico específico o a una cultura en particular a partir de las atribuciones estilísticas de los motivos parietales. Además, nos permiten precisar el tipo de acciones y actividades realizadas en estos lugares, tradicionalmente interpretados como espacios rituales vinculados con al reproducción ideológica y simbólica de la cultura Aguada.

 

En este artículo presentamos una primera descripción de la secuencia estratigráfica del piso de esta cueva, focalizándonos en los diversos tipos de unidades estratigráficas registradas. Además se analizan los materiales recuperados en los estratos excavados, así como los fechados obtenidos en distintas unidades estratigráficas que permiten poner en contexto cronológico a estos resultados.

 

La cueva Oyola 7

 

Este abrigo se dispone en la base de una gran roca de granito, ubicada en el sector más elevado de una de las numerosas lomas que caracterizan el paisaje de la zona. La cueva posee dos accesos en sus extremos este y oeste. Al oeste, la entrada posee una escasa altura, de no más de un metro de alto, y se abre a un gran playón pétreo formado por una roca granítica desde donde pueden obtenerse amplias visuales del paisaje circundante (Figura 1, izquierda). La boca hacia el oeste, si bien es más amplia, su acceso es más complejo debido a la existencia de grandes rocas y mucha vegetación. Su interior posee un tamaño aproximado de 14 m de largo, 4 m de ancho y 1,6 m de alto, lo cual la convierte en una de las cuevas más grandes de la localidad de Oyola.

 

En el sector oriental, el piso de la cueva está casi completamente formado por la roca base. En esta parte del abrigo se localizaron dos morteros excavados en la misma roca: uno muy pequeño y de escasa profundidad, y otro sobre la línea de goteo del lado oriental, que es de gran tamaño y muy profundo (casi 0,50 m). El resto del piso de la cueva hacia el oeste es plano y se observa un fuerte proceso de sedimentación.

 

Los relevamientos realizados permitieron documentar 77 motivos rupestres en las paredes y techos del abrigo, confeccionados en colores blancos, negros y rojos. Esta cifra constituye un número mínimo de figuras en el abrigo, dado que es posible que otras se encuentren muy deterioradas, lo cual vuelve difícil su observación. Para facilitar su estudio, los motivos se agruparon en 11 paneles.

 

 


Figura 1. Izquierda: vista exterior del acceso oeste de Oyola 7.
Derecha: trabajos de excavación en el interior del abrigo.

 

No nos detendremos en las características particulares de estos motivos, en tanto ya ha sido realizada en extensas descripciones presentadas en otros trabajos (Gheco 2012; Quesada y Gheco 2015). Sin embargo, vale destacar que, a partir del análisis de las superposiciones entre motivos, se detectaron solo 15 casos, lo cual exhibe una baja proporción de estos contactos entre figuras considerando el elevado número de pinturas documentadas en la cueva, al mismo tiempo que permite entrever cierta diacronía en la ejecución de estos motivos.

 

La presencia de un piso con depósitos sedimentarios estratificados posibles de ser excavados, sumado a estudios químicos y estilísticos realizados sobre las pinturas del abrigo, nos impulsó a seleccionar esta cueva para desarrollar los trabajos cuyos resultados parciales presentamos a continuación.

 

Secuencia estratigráfica reconstruida de Oyola 7

 

Para la excavación de la cueva 7 se siguieron los principios de estratigrafía arqueológica delineados por Harris (1991). Para el registro y la descripción de las unidades estratigráficas se utilizó la propuesta realizada por el M.O.L.A.S. (Harris et al. 1993; Spense Craig 1994). En este método de excavación por unidad estratigráfica (Bibby 1993; Carandini 1997; Harris 1991; Roskams 2003), las unidades fundamentales de análisis son las matrices donde se hallan las inclusiones arqueológicas. En este sentido, cada unidad estratigráfica es considerada como un evento único de depositación que representa una acción o un conjunto de ellas (Carandini 1997: 56-57). Según este punto de vista, el significado de cada unidad estratigráfica se construye en función de, por un lado, las propias características del estrato identificado, y por el otro lado, según las relaciones estratigráficas que mantiene con el resto de las unidades.

 


Figura 2. Matriz de Harris de la excavación de Oyola 7, según los ciclos estratigráficos definidos.

 

Las inclusiones que contiene cada unidad estratigráfica permiten describirla con mayor precisión, pero no intervienen en la definición de la posición estratigráfica. El objetivo principal de este método es reconstruir una secuencia de estratigrafía arqueológica, interpretándose las unidades al momento de su recuperación durante la excavación (Carandini 1997; Gastaldi 2012; Harris 1991; Roskams 2003). Al hablar de unidades estratigráficas nos referimos al conjunto de eventos que forman la vida sedimentaria de un depósito, es decir, la estratificación original de un sitio arqueológico2

 

A partir de esta metodología, en la cueva Oyola 7 se excavó un área de 35 m2 (casi toda la superficie con piso excavable del abrigo; Figura 1 derecha y Figura 3). Hasta el momento, la secuencia estratigráfica recuperada arrojó 114 unidades estratigráficas (Figura 2). En algunos sectores aún no se llegó al piso estéril o la roca base de la cueva. 

 

           
Figura 3. Planta general de la excavación de Oyola 7.

 

La estratigrafía de Oyola 7

 

A partir de los trabajos de excavación del suelo de Oyola 7 fueron definidas 114 unidades estratigráficas -U.E.- diferentes, de las cuales 80 corresponden a estratos horizontales, 30 a elementos interfaciales verticales (pozos) y cuatro a rocas. Según las características sedimentarias y de las inclusiones registradas, los estratos horizontales  pueden  ser  clasificados  en  cuatro  subconjuntos  que  interpretamos  como:  estratos  de depósitos de limpieza, rellenos de pozos, fogones y estratos cobertores. Los primeros corresponden a acumulaciones sedimentarias asociadas a actividades de limpieza de la cueva y se localizan en los sectores periféricos del interior del abrigo y cercanos a las paredes. En general se caracterizan por poseer un elevado número de materiales recuperados (óseos, líticos y cerámicos) y, en varios casos, poseen una matriz sedimentaria compuesta fundamentalmente por cenizas (p.e. U.E. 2, 10, 11, 17 y 31).

 

Por otro lado, se identificaron como rellenos de pozos aquellos estratos horizontales que rellenan cortes intencionales (elementos interfaciales) de la matriz estratigráfica de la cueva. En base a las características de estos rellenos, es posible esbozar una clasificación de los estratos en dos tipos. El primer grupo lo integran rellenos de pozos de sedimentos oscuros y grano grueso, compactos y relativamente homogéneos, que presentan una apariencia de mayor contenido orgánico por su coloración, humedad y textura, y donde fueron registrados pocos hallazgos culturales (p.e. U.E. 13, 14, 21, 26, 33, 38 y 39). Por lo general, estos rellenos se asocian a pozos pequeños y regulares, de morfología circular en la cúspide y desarrollo vertical. El segundo grupo lo integran rellenos de sedimentos de grano fino, en ocasiones mayoritariamente de cenizas, y con un elevado número de materiales arqueológicos, por lo general situados en pozos de mayor tamaño y paredes irregulares (U.E. 80, 90, 91) (Figura 4). Estos últimos pueden ser considerados como pozos de vertederos, en general los materiales poseen huellas de uso en otros contexto, como es la existencia de fragmentos óseos calcinados, o fragmentos cerámicos que no remontan entre sí, pero en las paredes se aprecian  marcas de uso como es carbonizaciones o abrasiones que indican que fueron acumulados en un contexto secundario al de su uso primario.

 

Del mismo modo, también fueron documentados 12 estratos horizontales que, por sus características morfológicas, inclusiones y alteraciones sedimentarias, pueden ser interpretados como fogones (U.E. 1, 6, 7, 23, 34, 46, 56, 60, 74, 85, 111 y 112). Estas U.E. poseen remanentes de carbón y cenizas, y en algunos casos se vinculan a sedimentos rubefaccionados por la acción térmica. En términos espaciales, estos fogones se localizaron en distintos lugares, principalmente contra las paredes internas de la cueva y en diferentes niveles estratigráficos, lo cual permite advertir que fueron ejecutados en diferentes momentos de la historia de ocupaciones del abrigo (Figura 5).

 

Por último, designamos como estratos cobertores a aquellas unidades estratigráficas que poseen una amplia extensión en el suelo de la cueva y una composición de sedimentos de grano fino (U.E. 3, 18, 20, 24, 55, 57, 58, 63, 70, 76, 98). Las características de estos sedimentos, sumada a la extensión de las U.E., permiten plantear que estos estratos indican momentos de menor intensidad en la estratigrafía del abrigo, quizás vinculados a una disminución  en las actividades realizadas en su interior, cuando por aporte fluvial y eólico se conformaron estratos amplios que cubrieron una diversidad de U.E. previas y, luego, sirvieron como superficies para las futuras actividades. En este marco, el elevado número de hallazgos detectados en estos estratos debe interpretarse como materiales correspondientes a momentos previos a la formación de este estrato, aunque algunos materiales también pueden conectarse a objetos infiltrados (sensu Harris 1991) de los estratos superiores.

 


Figura 4. Elemento interfaciales verticales. Imágenes parte de arriba pozos de vertedero.
Imágenes de abajo pozos pequeños no asociables a vertederos.

 

Esta clase de estratos de grandes superficies, recurrentes en la historia estratigráfica de la cueva, conforman "pisos" donde se desarrollaron las distintas acciones en cada momento, entre ellas el cavado de pozos para arrojar desechos, la ejecución de los fogones y otras tantas actividades que describiremos en los próximos párrafos. Si nos atenemos a las propuestas de Harris (1991), estos grandes estratos horizontales conforman lo que se conoce como interfaces de período, es decir nos muestran un conjunto de interfaces de unidades estratigráficas de uso relativamente coetáneo. Por lo tanto, la presencia de estos estratos cobertores en distintos momentos de la secuencia estratigráfica de la cueva nos permite segmentar esta historia en varios ciclos estratigráficos, que indican momentos de mayor intensidad en el uso del abrigo, donde se observa la producción de una variedad de cuencas y acciones que modifican la estratigrafía, separados por períodos de menor uso o formación de nuevos estratos, justamente cuando se conformaron estas amplias superficies cobertoras.

 


Figura 5. Planta combinada que exhibe la ubicación espacial de los fogones definidos a lo largo de la estratigrafía de Oyola 7.

 

Hasta el momento fueron identificados cinco ciclos estratigráficos en la historia de Oyola 7, que son designados con números correlativos desde el más moderno y superficial (Ciclo 1) al último excavado por el momento (Ciclo 5). A continuación se describen brevemente los rasgos generales de cada uno.

 

Ciclo estratigráfico 5

 

Se trata del momento más antiguo excavado hasta hoy en Oyola 7. Como consecuencia del carácter inacabado de estos trabajos, resulta difícil establecer con precisión el inicio de este ciclo, dado que algunos de los estratos que lo componen han sido parcialmente excavados. Sin embargo, de modo tentativo se puede plantear que este ciclo se inició con la formación de un conjunto de estratos horizontales cobertores que pueden considerarse (sensu  Harris  1991)  equivalentes  entre  sí  (U.E. 70, 79, 97, 100, 104, 105, 106, 107 y 108), en momentos de menor intensidad en las actividades de la cueva, que cubrieron una antigua superficie de acción a partir de los aportes sedimentarios arrastrados por el viento y el agua y, a la vez, conformaron un nuevo piso para posteriores ocupaciones3. En este sentido, el elevado número de hallazgos detectados debe asociarse, fundamentalmente, a las prácticas sociales ejecutadas en el ciclo superior, aunque algunos materiales pueden corresponder a infiltraciones de materiales de este ciclo. Entre ellos se destacan varios desechos de talla de cuarzo, tiestos cerámicos sin decoración y algunos fragmentos óseos.

 

Luego de la formación de estos estratos cobertores, la superficie resultante fue cortada a partir de la realización de cuatro pozos (U.E. 93, 95, 96 y 102) de formas irregulares y grandes, excepto la U.E. 93 cuya morfología es más pequeña, regular y circular. Los rellenos de los pozos más grandes se caracterizan por un elevado número de hallazgos cerámicos, líticos y óseos, lo que puede interpretarse como posibles vertederos de actividades de barrido de la cueva. Más allá de las características particulares de dichos materiales, que serán comentadas más adelante, es interesante advertir que en estos pozos fueron localizados varios fragmentos cerámicos pequeños con decoración pintada o grabada que pueden vincularse con la cerámica asignada a Aguada. Sin embargo, como veremos, el hallazgo de tiestos decorados es excepcional en toda la estratigrafía de la cueva.

 

Con posterioridad al relleno de estos pozos se conformaron otros estratos horizontales amplios, que cubrieron gran parte del piso de la cueva (U.E. 76 y 89). Sus características sedimentarias y extensión nos inclinan a pensar que se trata de nuevos estratos cobertores formados, fundamentalmente, por el aporte de los agentes naturales de depositación. De este modo, estas U.E. marcan el fin de este ciclo, pero los materiales hallados deben conectarse con las actividades realizadas en momentos previos, quizás en simultáneo a la ejecución de los pozos descriptos. Además de varios tiestos cerámicos sin decoración y algunos fragmentos óseos muy pequeños, se destacan varios materiales líticos que interpretamos como los desechos de las últimas etapas de la manufactura de artefactos en cuarzo.

 

Ciclo estratigráfico 4

 

Aún no conocemos la distancia temporal que separa las actividades del ciclo anterior con las detectadas luego de la formación de la superficie de los estratos cobertores U.E. 76 y 89. Este nuevo ciclo estratigráfico se inicia con la ejecución de un pozo (U.E. 87) y de un fogón (U.E. 85). En el fogón hallamos restos de cenizas, carbones y algunos fragmentos cerámicos no decorados y líticos asociados. Este último estrato corresponde al evento de combustión más antiguo registrado hasta el momento en el abrigo.

A continuación del fogón, e inmediatamente por encima de él, se detectó un estrato (U.E. 77) de características muy particulares que lo distinguen del restos de las U.E. localizadas en la cueva. Se trata de una capa sedimentaria de grano muy fino y compacto, de color blanco amarillento o crema, que colorea al ser frotado contra una superficie. Este estrato posee lados rectos y una morfología similar a un trapecio, en cuyo interior se observan como inclusiones varios fragmentos cerámicos pequeños. Sobre esta capa se ejecutó un nuevo fogón (U.E. 74), quizás como parte de la misma acción que involucró el primer fuego y el estrato intermedio blanquecino (Figura 6).

 


Figura 6. Vista en planta del fogón U.E. 74, superpuesto al estrato U.E. 77 y al fogón U.E. 85.

 

 

Superpuesto al fogón U.E. 74 detectamos un estrato horizontal compuesto fundamentalmente por cenizas. Su formación se habría producido en relativa sincronía con la constitución de otro estrato ceniciento similar cercano a la pared sur de la cueva. Es probable que estas capas sean el resultado del barrido de los restos de los fuegos más antiguos.

 

Por encima de todos estos estratos se dispusieron cuatro unidades estratigráficas horizontales de amplia extensión en la cueva (U.E. 55, 57, 58 y 63), lo cual nos permite designarlas como estratos cobertores. Su formación, en momentos de menor alteración de la estratigrafía de la cueva, marca el fin del cuarto ciclo, pero gran parte de los materiales hallados en su interior corresponden a diferentes actividades ejecutadas con relativa contemporaneidad a los fogones descriptos. Se destaca el elevado número de hallazgos en estas U.E., que representan respectivamente, el 25% y el 30% del total de los materiales cerámicos y líticos localizados en la cueva. Si bien priman los tiestos cerámicos sin decoración, fueron hallados algunos fragmentos pintados y pulidos. Pero, más allá del tratamiento superficial, se aprecia cierta heterogeneidad en las pastas cerámicas y en el tamaño probable de las vasijas en cuestión, lo que podría conectarse a una diversidad semejante de prácticas sociales vinculadas a estos materiales. Los materiales líticos, manufacturados en cuarzo, muestran la presencia de una punta de proyectil, raspadores, cortantes, raederas, muescas y de desechos de talla vinculados a las etapas de formatización final de estos instrumentos.

 

En estos estratos también fueron detectados varios fragmentos de cáscaras de huevo, posibles de ser atribuidos a Rheidae, y un pequeño objeto de metal cuya coloración nos hace sospechar que podría tratarse de un artefacto de bronce. Por último, también se localizaron varios fragmentos óseos asignados a Camelidae y distintos pigmentos que podrían corresponder a los relictos en el suelo de las pinturas parietales4.

 

A partir de los restos de carbón hallados en estos estratos cobertores, fueron obtenidos dos fechados radiocarbónicos: 1260 ± 90 años AP (LP-3183) y 1230 ± 70 años AP (LP-3181). Estas dataciones son las primeras de Oyola 7.

 

Ciclo estratigráfico 3

 

La interfacie o superficie conformada sobre los estratos cobertores (U.E. 55, 57, 58 y 63) sirvió de piso sobre el cual fueron realizadas las actividades asignadas a este ciclo. Entre ellas, se destaca el cavado de varios pozos en distintos sectores de la cueva. Algunos presentan una forma pequeña y circular, como las U.E. 15, 16, 42 y 62, pero otros poseen mayores dimensiones e irregularidades, como las U.E. 19 y 37. Las formas cónicas de los cortes en las bases de algunos pozos y la disposición vertical de las paredes nos hacen pensar que, al menos la U.E. 41 y 62, podrían tratarse de huellas de postes o estacas. Otros, como las U.E. 49, 50 y 65, fueron interpretados como las marcas dejadas por la extracción de tres rocas.

 

Con cierta contemporaneidad a la formación de los pozos y sus rellenos, se prepararon dos fogones en diferentes sectores de la cueva: uno contra la pared norte, próximo al acceso oeste (U.E. 46=60), y otro cercano a la pared sur (U.E. 56) (Figura 7). El primero fue delimitado con las tres rocas mencionadas en el párrafo anterior, dos de las cuáles se introdujeron contra la pared de la cueva. Luego de ejecutarse el fuego, las rocas fueron retiradas, quedando expuestos los negativos de hollín que exhiben sus contornos sobre la pared del abrigo.

 


Figura 7. Vista en planta de las U.E. 13, 14, 21, 27, 36, 38, 39, 40, 42, 46, 51, 52, 56, 61, 66 y 114.

 

Tiempo después de estos eventos de combustión, comenzaron a formarse varios estratos horizontales compuestos, mayoritariamente, por cenizas (U.E. 25 y 31). En su interior recuperamos un elevado número de fragmentos cerámicos, líticos y óseos, lo cual nos permite pensar que se trata de estratos de depósito o vertedero resultantes de las tareas de barrido de la cueva.

El fin del tercer ciclo está marcado por la conformación de otro conjunto de estratos horizontales cobertores (U.E. 24 y 18). Entre los materiales hallados como inclusiones en estos estratos, se destacan algunos instrumentos (cortantes, raspadores, raederas y punta de proyectil) y lascas líticas, fragmentos cerámicos sin decoración y restos óseos atribuidos a camélidos con huellas de termoalteración.

 

Ciclo estratigráfico 2

 

La interfacie o superficie conformada por encima de las U.E. 18 y 24 sirvió de base para la ejecución de diversas actividades realizadas con posterioridad al fin del ciclo anterior, aunque no sabemos la distancia temporal que separa ambos eventos. Sobre este piso se ejecutaron dos nuevos eventos de combustión, uno cercano al acceso oeste (U.E. 34) y otro en el sector medio de la cueva, próximo a la pared norte (U.E. 23). Del mismo modo, también se conformaron dos nuevos estratos horizontales de cenizas (U.E. 11 y 12), quizás depósitos sedimentarios resultantes del barrido de los relictos de los fogones más antiguos. Pero también puede ser el caso que las cenizas de uno de ellos (U.E. 11) correspondan a otros dos fogones (U.E. 111 y 112) que localizamos justo por encima de esta unidad estratigráfica.

 

Con posterioridad, detectamos la constitución de otros estratos horizontales, algunos compuestos fundamentalmente por cenizas (U.E. 17), y otros asociados, quizás, al proceso de ingreso de partículas sedimentarias producto de agentes naturales (U.E. 8 y 29). Estos últimos corresponden a lo que definimos como estratos cobertores y marcan una disminución en la intensidad de creación de unidades estratigráficas, indicando una menor cantidad de actividades desarrolladas en el abrigo con respecto a momentos anteriores. Por ese motivo, creemos que marcan el fin de este ciclo estratigráfico. Sin embargo, al igual que en los casos anteriores, en estos estratos hallamos un elevado número de restos culturales (como desechos de talla lítica, raspadores en cuarzo, algunos tiestos cerámicos sin decoración y fragmentos óseos). Estas inclusiones culturales provienen, con probabilidad, de las superficies expuestas antes de la formación de los estratos cobertores, que luego fueron paulatinamente recubiertas por el aporte sedimentario de diferentes agentes naturales, conformando a estos últimos.

 

Ciclo estratigráfico 1

 

Se trata del primer conjunto de estratos que excavamos en la cueva, luego de retirar una espesa capa de estiércol de cabra. Aunque, sin dudas, las visitas al abrigo continuaron hasta la actualidad, estos estratos corresponden a las actividades más modernas cuyas evidencias registramos en la estratigrafía del suelo de la cueva.

 

Luego de la interfacie superior a los estratos cobertores U.E. 8 y 29, observamos la formación de un amplio estrato horizontal compuesto por una elevada proporción de cenizas y varios hallazgos culturales. La disposición desordenada de los materiales, sus inclinaciones y buzamientos, nos permiten sospechar que esta U.E. se vincula al barrido del piso del abrigo, quizás de los fogones que detectamos en el ciclo anterior o de algún otro evento de combustión del cual no perduraron las evidencias físicas. Entre los materiales recuperados se destacan varios fragmentos cerámicos sin decoración, de tamaño mayor a los hallados en los estratos más antiguos. Según los estudios preliminares, estos tiestos corresponderían a vasijas de tamaños cercanos a los 30-35 cm de diámetro, mayores al promedio para el resto de las U.E., más próximas a los 14-18 cm. Además, también se localizaron fragmentos óseos carbonizados y restos de carbón.

 

Por encima de la capa de cenizas anterior, hallamos los restos de tres pequeños fogones (U.E. 1, 6 y 7) dispuestos en el sector central de la cueva, próximos a la pared sur (Figura 8). No conocemos si fueron ejecutados en simultáneo o con algún tiempo de separación entre sí. Sus huellas materiales descansan sobre la pared cercana en forma de una espesa capa negra de hollín que se infrapone a diversos motivos rupestres pintados en color blanco (Tascón et al. 2016). Ya que se trata de los únicos fogones excavados en esta parte de la cueva, sostenemos que el hallazgo de la capa de hollín en la pared y su relación estratigráfica con las pinturas rupestres (todas dispuestas por encima del hollín) puede resultar de gran utilidad para establecer una fecha mínima de los motivos parietales.

 

Posteriormente, la formación de un nuevo estrato cobertor que alcanzó casi la totalidad de la cueva (U.E. 3) indica una etapa de menor intensidad en las actividades en el abrigo o, al menos, en la alteración de los sedimentos del suelo. El grosor, extensión y características sedimentológicas de esta capa, así como la gran cantidad de materiales culturales recuperados, habilita a pensar que se trató de un período de tiempo relativamente largo que fue interrumpido recién por la formación de un nuevo estrato asociado a la cría de cabras en el poblado actual de Oyola.

 

Los materiales hallados en las unidades estratigráficas de Oyola 7

 

En esta sección describiremos las inclusiones culturales que poseían las diversas U.E. identificadas que nos permitirán precisar más el origen de estas unidades y comparar el tipo de materiales que poseen a lo largo de la matriz descripta con anterioridad. En total se recuperaron 809 hallazgos. Principalmente la muestra se compone de material lítico (419 hallazgos), le siguen en cantidad los fragmentos cerámicos (270 hallazgos) y los fragmentos óseos (117 hallazgos). También se hallaron tres fragmentos de metal y varios fragmentos pequeños de cáscaras de huevo.

 


Figura 8. Planta compuesta en la que se observa a la derecha y en color rojo las U.E. 1, 6 y 7.

 

Material óseo

 

El conjunto óseo de Oyola 7 es bastante escueto y fragmentario. Recuperamos 117 fragmentos, que presentan porcentajes de meteorización altos, ubicándose principalmente en el estadio 3, seguido de los estadios 2 y 4 (Figura 9).

 

Se observa además una alta presencia de fragmentos termoalterados, que alcanza el 20% del conjunto, lo que estaría vinculado con la presencia de los numerosos fogones encendidos en el interior de la cueva.

 

El NISP es relativamente bajo, pudiéndose identificar sólo 34 especímenes que corresponden al 30% del conjunto, con un claro predominio de Camelidae como el taxón mayormente representado, además de sólo cuatro fragmentos de roedor, uno de ave y dos de Bos taurus. Del conjunto correspondiente a Camelidae se observa un mayor porcentaje de costillas, cráneo, molares y vértebras, pero todos los especímenes identificados se encuentran fracturados, salvo cuatro pequeños tarsianos y carpianos que se conservan completos. En lo que se refiere al tratamiento de estos materiales, sólo se observa un fragmento de costilla con huellas de corte.

 

      
Figura 9. Estadios de meteorización de los restos óseos hallados en Oyola 7.

 

Considerando los diferentes momentos de mayor y menor intensidad de uso de la cueva 7 de Oyola, no hemos podido diferenciar patrones significativos en lo que se refiere a  meteorización o termoalteración en los conjuntos. Es por ello que creemos que una vez abandonada la cueva, la misma podría haber sido utilizada por animales en busca de refugio, que por el pisoteo y la incorporación de otros agentes de deterioro, generaron la considerable destrucción de los restos óseos recuperados (Figura 10).

 

       
Figura 10. Estadios de meteorización de los restos óseos hallados en Oyola 7, según los ciclos estratigráficos e interfacies definidas.

 

En resumen, el conjunto faunístico de Oyola 7 exhibe varias cuestiones relevantes que aportan a la interpretación sobre los diferentes eventos de ocupación y abandono de la cueva. En primer lugar, notamos la representación de especímenes afectados por la meteorización de manera constante a lo largo de los diferentes momentos de la historia estratigráfica de la cueva. Esto puede deberse principalmente a la utilización de la cueva como refugio de animales y por ende al pisoteo del mismo. De igual manera, la presencia de pequeños fragmentos óseos en los estratos cobertores, puede ser causa del pisoteo y la migración de los mismos desde los pozos o los estratos que demarcan los momentos de mayor intensidad de ocupación. Asociado a lo anterior, además de la meteorización, prácticamente la totalidad de los restos óseos se encuentran fragmentados, situación que podría explicarse tanto por la meteorización, como por el pisoteo e incluso, por la termoalteración presente en el conjunto faunístico, que alcanza al 20% del conjunto. La exposición a fuentes de calor aumenta considerablemente las posibilidades de fragmentación de los especímenes óseos. Incluso se podría pensar que la escasa cantidad de restos óseos recuperados, así como su tamaño y alta frecuencia de fragmentación, se podría vincular con tareas de limpieza del área de ocupación y con la ejecución de los diversos eventos de combustión registrados en la cueva. Es decir, previo a la utilización más intensa de la cueva se podrían haber activado la limpieza y remoción de sedimentos del suelo para la preparación de fogones y pozos, lo que implicaría la destrucción y extracción de materiales de ocupaciones previas.

 

En términos taxonómicos, la información es bastante escueta, pero resalta la importancia de los camélidos como principal recurso explotado, aspecto ya anticipado en otros sitios del área (Ahumada y Moreno 2015-2016).

 

Material ítico

 

La muestra de artefactos líticos de Oyola 7 está compuesta por un total de 419 especímenes, para cuyo análisis recurrimos a la propuesta técnico-morfológica y morfológica-funcional de Aschero (1975, 1983) y Aschero y Hocsman (2004).

 

El cuarzo es prácticamente la única materia prima utilizada, concentrando el 93% del conjunto, mientras que la cuarcita y la filita representan el 1% cada una. A su vez, el 5% está confeccionado en una materia prima aún no identificada. El cuarzo se encuentra presente localmente, por lo que es de simple obtención pero de difícil manufactura, debido a su alta dureza y su baja calidad para la talla (Egea 2015). El 74% (n=308) del conjunto corresponde a desechos de talla, conformando los instrumentos el 26% (n=111)

Los desechos de talla registrados en Oyola 7 fueron obtenidos mediante talla directa. El tamaño predominante es pequeño (71%) y mediano pequeño (19,5%), siendo los tipos de lasca principalmente angulares (36%) y no diferenciadas (38%). El porcentaje de fragmentación de los desechos es alto (68%), predominando las lascas fracturadas con talón (n=112) y lascas fracturadas sin talón (n=100), mientras que sólo se registraron 67 lascas enteras. Además registramos 29 desechos indiferenciados. Los tipos de talones predominantes corresponden a talones lisos (66,5%), seguidos de talones puntiformes (10%) y filiformes (9,5%). Los talones indiferenciados, lisos naturales y facetados se presentan en porcentajes menores al 8%.

 

Los instrumentos registrados presentan una manufactura simple. Fueron principalmente obtenidos por medio de microretoque o retoque marginal (95%) sobre una de las caras de las piezas (unifacial), exceptuando el caso de seis instrumentos, dos de los cuales son puntas de proyectil (Figura 11.2). Los tipos de lascas utilizadas como formas base comprenden mayoritariamente lascas no diferenciadas (n=44), angulares (n=40), de arista (n=14) y planas (n=13). Además, el 40% de los instrumentos se hallan fracturados. En cuanto a los tamaños, el 55% del conjunto instrumental presenta un tamaño pequeño, seguido de los medianos pequeños (32%). Vale remarcar que se recuperaron 111 instrumentos, pero al ser algunos de ellos dobles, registramos un total de 121 filos.

 

La manufactura simple contrasta con una alta diversidad de tipos de filos. Entre ellos predominan los cortantes (n=67) y raspadores (n=26). También registramos muescas (n=18), raederas (n=8) y puntas de proyectil (n=2). Estas últimas presentan características de diseño comparables con ejemplares asignados en otros contextos al primer milenio de la era (Escola 2000; Hocsman 2006; Moreno 2005). Esta variabilidad de filos líticos se vincularía con la posibilidad de resolver distintas necesidades por parte de los ocupantes de la cueva, vinculados al corte, el raspado e incluso la cacería, resolviendo rápidamente, a través del uso de una materia prima cercana pero efectiva al momento de su utilización.

 

Evaluando los diferentes ciclos estratigráficos de la cueva, los materiales líticos presentan una distribución semejante en lo que se refiere a las variables analizadas. En primera instancia, evaluamos la presencia de desechos e instrumentos en relación a estos eventos de ocupación. En este sentido, observamos que la relación entre estas variables se mantiene relativamente constante a lo largo del tiempo y compartiendo la media registrada para el conjunto total (74% desechos y 26% instrumentos). Solamente el ciclo estratigráfico 1 presenta una distancia más pequeña entre ambos factores, alcanzando el 35% de instrumentos, mientras que los estratos cobertores ubicados entre el primer y segundo ciclo estratigráfico presenta  una relación inversa, ya que los desechos alcanzan prácticamente el 80% de la muestra. Luego, en los eventos de ocupaciones y abandonos se observa una relación semejante al promedio del conjunto. Lo mismo sucede al evaluar un aspecto que registramos como relevante en el conjunto general, que es el tamaño de los desechos. Considerando la presencia de las últimas etapas de manufactura en el interior de la cueva, la mayor parte de los desechos presentan tamaño pequeño y mediano pequeño. Nuevamente en todos los eventos estratigráficos las frecuencias son muy semejantes, observándose algunas distorsiones, que no implicarían una interpretación diferente de la presencia de etapas más tempranas de manufactura de instrumentos como, por ejemplo, la extracción de formas base de nódulos o núcleos. Situación semejante muestran los tamaños de los instrumentos, los que habrían ingresado a la cueva ya finalizados o en las últimas etapas de manufactura, pudiéndose realizar estas etapas en el interior de la cueva.

 

Los tamaños más representados en todos los casos son los pequeños y medianos pequeños. Solamente se observa una tendencia de aumento de los medianos pequeños y disminución de los pequeños en el ciclo estratigráfico 3, observado también en los desechos. Potencialmente podríamos pensar en la presencia de algunas actividades de preparación de formas base en este momento en relación a otros eventos, lo que explicaría esta variabilidad.

Finalmente, uno de los aspectos más llamativos del conjunto lítico de Oyola 7 es la alta variabilidad de tipos de filos identificados, lo que se vincularía con la realización de  distintas actividades que requieren filos activos. Al evaluar los distintos momentos de ocupación de la cueva, notamos algunas variaciones en los tipos de instrumentos presentes, predominando siempre los cortantes y cuchillos, pero variando la presencia de raspadores, raederas y puntas de proyectil en cantidades diferentes en estos eventos. Posiblemente esto podría vincularse con la realización de distintas prácticas en el interior de la cueva en las cuales fue necesaria la participación de filos como raspadores, vinculados a la explotación de cueros frente a otros tipos de instrumentos en otros ciclos estratigráficos.

 

Resalta la presencia de distintos tipos de filos en los diferentes momentos de ocupación de la cueva, observándose más de tres tipos y mayoritariamente cuatro en cada ciclo estratigráfico, salvo en el caso del ciclo estratigráfico 4. De igual manera, observamos una gran cantidad de instrumentos dobles o compuestos, es decir que presentan más de un filo preparado con la misma o distinta funcionalidad.

 

En general el material lítico, al igual que el conjunto óseo, muestra ciertas evidencias que nos hacen pensar en tareas de limpieza del espacio interior de la cueva y de eventos de ocupación muy acotados, donde se habrían realizado actividades muy específicas y cortas que no generaron un cúmulo de materiales considerable, como es el caso de otros sitios investigados en el área (Ahumada y Moreno 2015-2016; Moreno 2015).

 

Material cerámico

 

Se analizó la totalidad del conjunto de fragmentos cerámicos recuperados en las dos campañas de excavación de la cueva Oyola 7. Se trata de una muestra total de 270 fragmentos. Según las características macroscópicas, se pudo reconocer la existencia de 18 grupos o familias de vasijas que comparten diversas características como el tipo de pasta, tratamiento de la superficie y decoración (Granizo 2001; Orton et al. 1997).

 


Figura 11. 1) ejemplos de fragmentos cerámicos decorados; 2) punta de proyectil de cuarzo recuperada en U.E. 57; 3) objeto de metal recuperado en U.E. 88; 4) objeto de metal recuperado en U.E. 58.

 

En términos generales, se observa una escasa proporción de cerámica decorada, a razón de 92% (n=247) sin decoración sobre el 8% (n=23) decorada. Los tiestos de este último grupo se caracterizan por presentarse en fragmentos muy pequeños, representativos de diámetros reducidos de vasijas. En su mayoría se trata de decoración pintada o, en algunos casos, decoración incisa y grabada (Figura 11.1). No se observa cerámica asignable a Aguada Portezuelo,  muy  frecuente  en  otros  sitios  de  la  zona,  y  tampoco se observan restos de figurinas ni de pipas, como también aparecen moderadamente en El Taco 19. El grupo decorado de mayor frecuencia corresponde a una cerámica negra pulida (Grupo 6). Las unidades estratigráficas con mayor recurrencia de cerámica decorada son la U.E. 63 (n= 8), 10 (n=2) y 91 (n=2). También se recuperó en la U.E. 90 un fragmento correspondiente a un grupo asimilable a Aguada inciso reticulado (Grupo 5) y a Aguada Pintado y Pulido (Grupo 4). Algunos tiestos grises con punteados incisos poseen similitudes con lo que Serrano (1976) señala como cerámica de las sierras cordobesas.

 

Observamos un muy bajo porcentaje de fragmentos con restos de pintura. Sólo 14 fragmentos poseen una superficie interna rosada gruesa, como un engobe, pero que es necesario analizar en detalle.

 

Comparando el conjunto cerámico de Oyola 7 con el conjunto proveniente de una unidad doméstica como El Taco 19, excavado por nuestro equipo también en la sierra de El Alto-Ancasti, se puede afirmar que, por lo reducido de la muestra (n= 270) contra 4000 fragmentos de El Taco, se observa un alto grado de diversidad en familias de vasijas, ya que en ambos hay 18 grupos caracterizados. Comparativamente, en la cueva con arte rupestre hay más cerámica sin decoración que decorada. En Oyola 7 no hay restos de figurinas o de pipas, tampoco hay formas completas de vasijas y es difícil reconstruirlas por el alto grado de fragmentación. Los tamaños promedios son medianos 12 a 18 cm diámetro, salvo los fragmentos asignados al Grupo 1 de Oyola 7, cuyas piezas habrían tenido un tamaño aproximado a 35 cm de diámetro.

 

Otros materiales

 

Existen otros materiales hallados en menor frecuencia durante la excavación de Oyola 7, pero cuya presencia debe ser destacada. En primer lugar, nos referimos a tres objetos metálicos identificados como inclusiones de las U.E. 3, 57 y 88. Uno de ellos, correspondiente a la U.E. 3, se asemeja a un cuchillo de hierro oxidado de aspecto relativamente moderno, lo cual concuerda con su ubicación estratigráfica. Los otros dos, en cambio, se disponen en estratos más antiguos, U.E. 58 y 88, y por lo tanto pueden asignarse a los momentos prehispánicos. El primero presenta una forma circular de 1,5 cm de diámetro, con un apéndice triangular de 0,5 cm (Figura 11.4). Su grosor no supera los 2 mm y, si bien desconocemos su composición metálica, pensamos que por su coloración levemente verdosa podría tratarse de bronce. El segundo caso, hallado en la U.E. 88, presenta una forma cilíndrica de 1,5 cm de alto y 1 cm de diámetro, con un diseño de líneas paralelas grabadas en el sentido del eje mayor (Figura 11.3). El corte irregular en uno de sus lados nos permite pensar que se trata de una pieza fracturada.

 

En segundo término, es importante señalar el hallazgo de varios fragmentos de cáscara de huevo recuperados de la U.E. 63. A partir de consultas a especialistas, es probable que estos materiales correspondan a especímenes de Rheidae (suris).

 

En tercer lugar, debemos mencionar el hallazgo de diversos relictos de pigmentos en la matriz estratigráfica de la cueva. Por el momento no podemos asegurar que se trata de las mismas mezclas pigmentarias con las cuales fueron ejecutados los motivos rupestres, pero la ubicación de gran parte de estos pigmentos en sectores próximos a las paredes pintadas y su localización mayoritaria en las superficies de los estratos cobertores, es decir, en los pisos de las diversas ocupaciones de la cueva, nos hacen sostener esta hipótesis. Futuras comparaciones físico-químicas entre estos pigmentos y muestras extraídas de las pinturas parietales podrán aclarar estas cuestiones.

 

A modo de conclusión: vinculaciones entre estratigrafía, materiales y pinturas

 

En términos generales, la excavación y reconstrucción de la matriz estratigráfica y el análisis de los materiales hallados nos permitieron aportar a una comprensión más profunda de la formación cultural de estos espacios pocos conocidos hasta el momento.

 

En primer lugar, pudimos ajustar mejor las hipótesis que se desarrollaron en otros artículos, que tuvieron sólo en cuenta los tipos de motivos pintados y sus superposiciones, así como el tipo de mezclas pigmentarias utilizadas. En dichas investigaciones se postuló que las paredes pintadas y grabadas en los abrigos de Oyola podían ser interpretadas como obras abiertas en constante ejecución, producidas a partir del agregado de nuevos motivos a lo largo de una historia, quizás extensa en términos cronológicos (Quesada y Gheco 2015). Ahora bien, la definición de cada uno de estos ciclos estratigráficos, con mayor o menor intensidad de acciones estratigráficas, expone todo un conjunto de otras prácticas sociales que acompañaron a cada uno de los eventos de pintado de los motivos rupestres y reafirma la hipótesis de una historia extensa de uso de la cueva, a lo largo de la cual, se fueron pintando los diferentes paneles. El hallazgo de posibles restos de pigmentos correspondientes a las pinturas parietales en diferentes estratos del piso, fundamentalmente en aquellos que hemos definido como cobertores, sería otra evidencia en este sentido.

 

En segundo lugar, el planteo de una historia extensa de ocupación de la cueva se ve apoyada cuando vinculamos los fechados radicarbonicos, la matriz estratigráfica sedimentaria y la de los paneles pintados. A nivel cronológico se obtuvieron dos fechas radiocarbónicas del ciclo estratigráfico 4, que lo ubican alrededor del 800 d.C. (Período de Integración Regional). Si tenemos en cuenta que por debajo de este ciclo se identificó otro (ciclo 5) y que aún falta terminar  de excavar la cueva, es probable que existan otros eventos de ocupación y pintado de mayor antiguedad a los identificados hasta ahora. Del mismo modo, hemos definido otros tres ciclos estratigráficos que exponen los relictos de actividades desarrolladas en momentos más recientes a esos fechados, y que podrían vincularse con cierto repertorio de figuras rupestres cuyos diseños pueden ser atribuidos a momentos más bien tardíos. Por lo tanto, aunque sólo contamos con las dataciones antedichas, los resultados de excavación avalan nuestra hipótesis inicial de una historia larga de diferentes eventos de ocupación y pintado de la cueva.

 

En tercer lugar, cuando se comparan los estratos que se identificaron en cada uno de los ciclos, se observa que en toda la secuencia estratigráfica se exhibe un patrón recurrente de actividades, fundamentalmente asociadas a la ejecución de fogones realizados en proximidades a las paredes del abrigo. Se trata de fogones más bien restringidos, en algunos casos delimitados con piedras e, incluso, vinculados a huellas de postes o estacas, quizás para colgar o sostener algo sobre el fuego. Si bien la localización de estos eventos de combustión es, generalmente, contra las paredes internas de la cueva, podemos apreciar que no se mantiene un mismo lugar para la ejecución de estos fuegos sino que, al parecer, se eligieron sectores diferentes en cada ciclo estratigráfico. A su vez, a nivel intra-ciclo estrtigráfico, los fogones se asociaron a otros rasgos estratigráficos como los estratos horizontales que corresponden a la limpieza de los fuegos más antiguos y también a elementos interfaciales verticales (pozos). Algunos de estos pozos parecen corresponder a vertederos de materiales, en ocasiones con varios rellenos distintos que podrían indicar que permanecieron abiertos por un lapso. Otros pozos de formas cilíndricas, regulares y más pequeñas, poseen otro tipo de relleno de mayor homogeneidad, que casi no presenta inclusiones arqueológicas ni cenizas. Esto los diferencia de los que definimos como vertederos. Hasta el momento no se pudo determinar el origen del contenido. En uno de estos pozos tubulares (U.E. 32) fue localizada una de las puntas de proyectil que se hallaron en la cueva y en otro pozo de similares características se localizó un astrágalo óseo, comúnmente conocido como taba. Es por esta razón que, quizás, estas U.E. estén indicando eventos específicos de excavación y entierro de objetos y otros materiales particulares.

 

En cuarto lugar, cuando se observan y analizan las inclusiones arqueológicas halladas, encontramos a lo largo de la secuencia patrones semejantes de tipos de materiales usados, aunque esta similitud también incluye algunos leves cambios. A nivel de material óseo, podemos indicar que predominan en toda la estratigrafía los restos de camélido. Las partes representadas nos señalan que, al interior de la cueva, sólo se trasladaba una parte del animal, dado que se observan únicamente huesos de patas, costilla y columna vertebral. Es de notar que son sectores que poseen poca carne. Un porcentaje alto de estos huesos evidencia marcas de termoalteración, por lo cual es probable que hayan participado de los eventos de fuego. Por otra parte, al analizar el material lítico se encuentra que predominan las etapas finales de formatización de instrumentos en cuarzo (materia prima que se halla muy cercana a la cueva), con un alto porcentaje de instrumentos de filos cortantes. Estos filos, a su vez, presentan una gran variabilidad, lo que estaría indicando la preparación de filos para ser utilizados en actividades diferentes. En cuanto al material cerámico, detectamos un patrón recurrente que contrasta con los recintos excavados por fuera del abrigo, como Oyola 31 y Oyola 50, y también con otros sitios en la sierra, como El Taco 19 (Moreno 2015; Moreno y Sentinelli 2014). Dentro de la cueva existen muy pocos fragmentos con decoración (8%; n=23, total de la muestra=270), ya sea pintada, modelada o incisa, todos correspondientes a recipientes pequeños. El resto del material (92%; n=247) no posee decoración, aunque presenta diferencias suficientes para la definición de, cuanto menos, 18 grupos de vasijas distintas. La mayoría del material no remonta, lo cual indica prácticas de limpieza que extraen parte del material fuera del abrigo. A nivel de las marcas de uso, las vasijas presentan huellas de carbonización, por lo que también habrían participado en los eventos de combustión, quizás en tareas de cocción. Se encontraron diámetros máximos de boca de unos 35 cm y paredes gruesas que podría indicar el ingreso al lugar de vasijas globulares de gran tamaño.

 

En quinto lugar, un aspecto muy interesante que comenzamos a indagar a partir de la excavación y del análisis de la matriz de la cueva, es la posibilidad de correlacionar estratigráficamente los eventos de combustión con los paneles pintados. En toda la parte inferior de las paredes del abrigo se observan manchas de color negro intenso que, antes de comenzar la excavación, presumíamos que se trataba de una pátina producida a partir del deterioro de la roca granítica. Luego de haber excavado la zona, pudimos observar la correlación entre los eventos de fuego y los sectores ennegrecidos de la pared, por lo que comenzamos a sospechar que se podría tratar de hollín producto de dichos eventos de combustión. Esta hipótesis fue comprobada a partir del análisis químico mediante micro-espectroscopia Raman de pequeñas muestras extraídas de las paredes (Tascon et al. 2016). Estas capas de hollín se encuentran interdigitadas con las pinturas rupestres, en ocasiones en situaciones de infraposición, y en otros casos, de superposición. Este hallazgo abrió una nueva línea de evidencias para secuenciar motivos que no poseen superposiciones entre sí, ni de los cuales se poseen fechados, a partir de la posición estratigráfica de la capa de hollín y su relación con los fogones detectados en la excavación del suelo.

 

En base a todos los puntos reseñados, podemos señalar que las tareas de excavación desarrolladas en este abrigo permiten comenzar a indagar en una historia mucho más extensa y compleja de producción y uso de los espacios con arte rupestre en la sierra del El Alto-Ancasti. Estos trabajos nos enfrentan a una variedad mayor de prácticas que acompañaron a los eventos de pintado en esta cueva, actividades que, lejos de pertenecer a un  único  momento  histórico  (como  el  Período  Medio  o  de  Integración  Regional)  se relacionaron a diferentes contextos cronológicos, probablemente asociadas a cambiantes condiciones políticas y económicas, lo cual revela una mayor diversidad y largo término en estos procesos de construcción de los abrigos pintados. Como señala Carandini "Los hechos y las cosas de la vida, nuestro primer objetivo de indagación, son en sí mismo inertes y opacos como las piedras, pero mientras la escritura literaria puede dar un toque final de liviandad, también la reconstrucción histórica, que no es una reproducción, sino una reinvención verosímil y formal de la realidad, pueda aportar ligereza a la gravedad." (1997:4). Creemos que la reconstrucción pormenorizada y en detalle de la historia estratigráfica de la cueva Oyola 7 es un aporte en esta dirección.

 

Agradecimientos: en primer lugar, agradecemos a los pobladores de Villismán y Oyola por su cobijo y amistad durante la realización de las distintas estancias de campo. Principalmente a Rodolfo Orquera, Sergio Pereyra y Marcos Orquera. También queremos agradecer a quienes participaron de las diferentes campañas de excavación, poniéndole entusiasmo y amistad al trabajo de campo: Soledad Meléndez, Carlos Barot, Veronica Zucarelli, Antonela Nagel, Fernando Marte, Matías Rando, Henrik Lindskoug, Sebastián Pastor, Irene Let, Carla Montú, Marcia Vergara, Eugenia Ahets Etcheberry, Julieta Skoropad, Paola Vargas, Sofía Quiroga, Eduardo Hernann, Marina Vega, Mariana Ávila, Diego Gerardi, Soraya López, Daiana Amaya, Guadalupe Flores, Luciana Moreyra, Yamile Ramos Jalil y Alejandra Monge. Las campañas se ejecutaron en el marco de diversos proyectos financiados por la Secretaría de Ciencia y Técnica de la Universidad Nacional de Catamarca, la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica, la National Geographic Society y el Fondo Nacional de las Artes.

 

Notas

1-  El batolito donde se disponen los abrigos con arte rupestre aún no fue prospectado en su totalidad.

2- Cuatro clases de unidades pueden ser identificadas según Harris (1991): los estratos horizontales son aquellos que tienden, en diferentes grados, a la horizontalidad, como pueden ser los pisos de ocupación, los rellenos de pozos, los derrumbes o las depresiones. Los estratos verticales hacen referencia exclusiva a acciones humanas de estratificación, que "...complican el modelo de estratificación arqueológica y su proceso de excavación e interpretación..." (Harris 1991: 77). Tal es el caso de los muros o empalizadas. Las interfacies equivalen a las superficies espaciales totales de los estratos, y marcan el límite de su constitución, por lo que conforman un elemento de suma importancia a la hora de distinguir las distintas unidades estratigráficas. Cabe aclarar que, en su registro durante la excavación, no se diferencian de sus respectivos estratos horizontales o verticales, puesto que poseen las mismas relaciones estratigráficas. Los elementos interfaciales representan una acción negativa y destructiva de la estratificación y se clasifican en dos clases: los elementos interfaciales horizontales son generalmente invisibles, por el hecho de constituir, por ejemplo, una acción de limpieza de la ocupación anterior al momento de reocupar un recinto. Los elementos interfaciales verticales, por su parte, son aquellos cortes producidos por extracción y excavación de pozos y depresiones en el sedimento.  Aunque  poco  usuales,  las  interfacies  de período indican un período de uso común de estratos, interfacies y elementos interfaciales, mientras que las interfacies de destrucción hacen referencia a aquellos niveles y áreas de destrucción de estratos sometidos a excavación y remoción.

3- Las unidades estratigráficas que presentamos como equivalentes fueron identificadas como unidades diferentes durante los trabajos de campo. Sin embargo, con posterioridad, en el laboratorio se las redefinió como partes de una misma unidad debido a su descripción, composición, ubicación topográfica e inclusiones arqueológicas.

4- La atribución de estos pigmentos a las mezclas pigmentarias con que fueron realizadas las pinturas rupestres se encuentra en ejecución a partir de diferentes técnicas de análisis químicos.

 

 

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