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Comechingonia

versión On-line ISSN 1851-0027

Comechingonia vol.21 no.1 Córdoba jun. 2017

 

DOSSIER

HISTORIAS LOCALES Y SIGNOS DE ÉPOCA: SUJETOS, OBJETOS Y PRÁCTICAS DURANTE EL PRIMER MILENIO AD EN EL NOROESTE ARGENTINO.

LOCAL HISTORIES AND EPOCH SIGNS: PEOPLE, OBJECTS, AND PRACTICES DURING THE FIRST MILLENNIUM AD IN NORTHWEST ARGENTINA.

 

Romina Spano1 y Julián Salazar2

1Museo Etnográfico J. B. Ambrosetti, Universidad de Buenos Aires. Moreno 350, (1091) Buenos Aires, Argentina, romina.spano@gmail.com;
2CEH-CONICET, Universidad Nacional de Córdoba. M. C. del Corro 308, (5000) Córdoba, Argentina, jjsalba@hotmail.com

Presentado: 26/05/2017 - Aceptado: 29/06/2017


 

Introducción

El primer milenio AD constituye para la arqueología del noroeste argentino (NOA) un largo periodo marcado por transformaciones sustanciales en la vida humana. Consolidación de la vida aldeana, diversificación tecnológica, intensificación productiva, complejización de identidades, emergencia de desigualdades, ampliación de la escala de los     colectivos,     integración,     entre     otros,     fueron     fenómenos     recurrentemente problematizados e incorporados en distintos marcos interpretativos y en intensos debates desde mediados del siglo XX.

En consecuencia, discutir Formativo (Núñez Regueiro 1974; Olivera 2001; Tarragó 1999), Período Temprano (González 1963; Muscio 2009), Modo de Vida Comunitario Agrocéntrico (Delfino et al. 2009) u otras denominaciones, no es transitar un terreno llano y amable, sino que implica poner en tensión supuestos cristalizados, muchas veces sustentados por criterios de autoridad.

Este dossier se originó en el contexto del Simposio homónimo desarrollado en el marco del XIX Congreso Nacional de Arqueología Argentina, celebrado en San Miguel de Tucumán en agosto de 2016. Nos interesaba entonces propiciar un espacio de intercambio de experiencias desde distintas perspectivas, áreas geográficas y temporalidades, con una constante que es el juego entre lo que llamamos “historias locales” y “signos de época”: lo particular y lo general, la micro escala y la visión macro, los datos que surgen de las investigaciones propias y los supuestos y conocimientos generados por colegas contemporáneos o de otros tiempos, incluyendo los actores sociales que participaron en tanto agentes de los procesos estudiados.

La propuesta aspiraba a generar un espacio de socialización de experiencias de investigación sobre las comunidades que habitaron el NOA en este segmento temporal, en tanto instancia necesaria del proceso colectivo de producción de conocimiento en el que estamos inmersos, con el deseo de contribuir a la circulación de información e interpretaciones vertidas , y en última instancia, a un intercambio de ideas que resultara un insumo para nutrir, evaluar o relativizar los planteos que concebimos desde las áreas en las cuales los participantes desarrollamos nuestros estudios.

Los trabajos presentados en el simposio, y su versión en formato de artículos aquí compilados, han caminado por distintas sendas que permiten profundizar las reflexiones críticas sobre las categorías teóricas que utilizamos para interpretar los procesos históricos vividos por las sociedades aldeanas tempranas del NOA, rescatar la práctica de los actantes que constituyeron los colectivos sociales, explorar las múltiples historias locales que acaecieron en el pasado, acceder a un panorama de las distintas expresiones materiales del periodo y, eventualmente, revisar las construcciones cronológicas tradicionales a la luz tanto de nuevos aportes empíricos como de la revisión teórica de los presupuestos conceptuales que las sostenían.

Primer milenio AD: sujetos, objetos y prácticas

Las características distintivas de las sociedades que, desde las disciplinas humanísticas, son consideradas signos de época, constituyen interpretaciones de hechos, clasificadas y sistematizadas en base a parámetros arbitrarios que varían según los paradigmas y corrientes teóricas en auge. Es así como se erigen categorías analíticas que adquieren un peso y dinámica propios. Sin dudas este ha sido el caso del concepto de Formativo o Agroalfarero Temprano en arqueología.

Las sociedades que habitaron piedemontes, valles, quebradas y bolsones puneños del NOA durante el primer milenio AD articularon estructuras sociales, económicas, políticas y religiosas que posibilitaron incorporar a numerosos y diversos agentes en la vida aldeana. Algunos indicadores arqueológicos compartidos por gran cantidad de ellas (i.e. patrones de asentamiento con distintos grados de sedentarismo, evidencias de producción agropastoril y nuevas tecnologías, como la cerámica) han sido la base para la propuesta de una serie de categorías teóricas universalistas, que constituyen distintas versiones y actualizaciones del concepto de “Formativo”, cuya aspiración era dar cuenta del sistema adaptativo o de la estructura social subyacente a sus diversas manifestaciones en casos particulares.

La discusión de supuestos instalados académicamente, a su vez, conlleva cierta incomodidad al momento de interpretar los contextos arqueológicos por fuera de los límites de la definición tradicional y “segura” del Formativo (v.g. Núñez Regueiro 1974; Olivera 2001). Aquella serie de atributos que décadas atrás hubo de adquirir la forma conceptual de “paquete de rasgos” que debían poseer las poblaciones formativas puede re-pensarse como una multiplicidad de situaciones locales, enlazadas por semejantes estrategias, tecnologías y fisonomías de la materialidad.

En los últimos tres lustros, la diversificación de los proyectos de investigación (e.g. Caria 2004; De Feo 2014; Delfino et al. 2009; Korstanje 2005; Ledesma y Subelza 2014; Leoni y Hernández Llosas 2015; Muscio 2009; Oliszewski 2011; Olivera et al. 2015; Ortiz et al. 2015; Palamarczuk et al. 2007; Quesada et al. 2012; Ratto et al. 2015; Salazar y Franco Salvi 2015; Spano et al. 2015; Scattolin 2007), tanto en términos de áreas de estudio analizadas como de perspectivas teóricas involucradas, ha permitido comenzar a deconstruir críticamente las categorías tradicionalmente propuestas, fundamentalmente en lo que respecta a la utilización de modelos subsuncionistas, la consecuente reducción analítica de la diversidad de procesos sociales involucrados en distintos espacios, y la variación de sujetos y agentes históricos vinculados en las dinámicas de los colectivos.

Esta multiplicidad de investigaciones posibilitó un acrecentamiento del registro arqueológico conocido para el lapso involucrado, producto de las distintas situaciones particulares. Esperamos que este dossier constituya una contribución más a esta compleja discusión tanto por la empiria de los casos de estudio, que emana de espacios tradicionalmente considerados marginales para el desarrollo de la vida aldeana y agrícola, como por las variadas perspectivas y enfoques teóricos aplicados al análisis de los mismos.

Las contribuciones del dossier: historias locales…

Un recorrido transversal sobre los artículos del dossier nos permite identificar la recurrencia de tres tópicos:

• el paisaje como marco teórico-práctico para el tratamiento de las historias locales. . la unidad doméstica o la comunidad como niveles de agregación de la práctica dominantes.

. el protagonismo de la región valliserrana.

A continuación veremos las particularidades de cada contribución.

El trabajo de Costas, que abre el dossier, posee dos particularidades. La primera es la formación académica de la autora, la Historia del Arte. La segunda se relaciona con la índole de la base empírica de la propuesta: a diferencia del resto de los trabajos, que de un modo u otro presentan información arqueológica o etnográfica a partir de registros propios, en este caso se trata de piezas de colecciones (Colección Cancillería Argentina, Instituto de Arqueología y Museo de la Universidad Nacional de Tucumán y Museo Histórico Provincial “Julio Marc“), a las cuales la autora tuvo acceso de primera mano.

El objeto de estudio son las imágenes de las clásicamente llamadas “cabezas trofeo” del Noroeste Argentino, para abordar una temática transitada en la arqueología surandina: la representación del ancestro en distintos soportes materiales y su vinculación con el mundo ritual y funerario. La autora realiza una síntesis de antecedentes de investigaciones arqueológicas sobre el tema y pone en juego el análisis iconográfico de las piezas relevadas: morteros y hachas de piedra, pipas y recipientes cerámicos. Si bien se trata de un trabajo preliminar, el propósito de contribuir a los abordajes interdisciplinarios en el estudio de la representación visual, y la elección de integrar un dossier de una revista especializada en arqueología como marco de difusión, no dejan de contener cierta audacia en tiempos de creciente especialización disciplinar, así como una invitación a revisar o reafirmar nociones largamente recorridas en la literatura. Por otra parte, el acceso directo a las colecciones de museos suele ser un camino con escollos, por lo cual el trabajo ofrece un corpus documental y visual valioso.

Álvarez Larrain, Spano y Grimoldi reflexionan sobre las prácticas relacionadas al evento de la muerte temprana en la Mesada de Andalhuala Banda, en el valle de Yocavil. A partir de los hallazgos excepcionales de entierros de infantes en urnas en contextos residenciales de los sitios Soria 2 y Soria 3, las autoras proponen una original y provocativa interpretación sobre la identidad social de los difuntos, la materialidad que constituye el entorno de los entierros y la significancia de la muerte de infantes para la reproducción de las sociedades aldeanas tempranas.

Siguiendo la propuesta de Browne Ribeiro (2010) y Tringham (1994), se presenta una aproximación a la intencionalidad y los significados desde la perspectiva de las personas actuantes en base a la evidencia arqueológica. La piedra angular de la reflexión es la imbricación material entre lo doméstico y lo funerario que se registra recurrentemente en los sitios tempranos de la localidad, los que a su vez demuestran una compleja historia ocupacional en la cual se suceden uso residencial, abandono y entierro de infantes.

Esta particular relación entre personas, tiempos y materialidades lleva a generar una serie de preguntas que se abordan a través de tres ejes fundamentales: los actores, los eventos y los lugares. En una lectura que incluye una relación balanceada y recursiva entre empiria y reflexión teórica, evento local y estructuras amplias, este trabajo expone una serie de fenómenos sustanciales para la constitución y reproducción del mundo social en el temprano, especialmente la casa, la vida y la muerte.

El trabajo de Cahiza, García Lorca, Iniesta y Garate se aproxima a un eje fundamental para comprender a las sociedades del primer milenio: la escala de las unidades sociales constituidas en el proceso de consolidación de la vida aldeana. Específicamente problematizan el surgimiento de mecanismos comunitarios de reproducción e interacción a partir del caso de El Chañarcito, sitio emplazado en el piedemonte oriental de la Sierra de Velasco.

En el contexto de un paisaje social integrado por arquitectura doméstica y comunitaria de diferentes categorías, tamaño y complejidad, campos aterrazados y artefactos de molienda, construido y habitado entre 300 y 800 d.C., El Chañarcito se destaca por su configuración espacial y su relación con el resto de los asentamientos. Partiendo de la conceptualización de comunidad propuesta por Yaeger y Canuto (2000), los autores construyen su objeto de estudio a partir de la estructuración del espacio público y el consumo diferencial de objetos cerámicos y recursos faunísticos. Además del claro y novedoso planteo teórico, se preocupan por diseñar herramientas metodológicas específicas para aproximarse al registro arqueológico, lo cual redunda en una sólida interpretación, tanto del caso puntual como del contexto social en el cual se articuló.

Sabatini y Garate nos acercan otra historia local para el área de la sierra de Velasco, en este caso a través del estudio de la estructuración de los espacios domésticos del sitio Uchuquita. Se presentan los resultados de los relevamientos planimétricos y de las excavaciones realizadas: arquitectura, cerámica y restos faunísticos. Se caracterizan los conjuntos de las series de alfarería ordinaria y fina, cuantificando los fragmentos por el método de Número Mínimo de Vasijas, y se efectúa el análisis arqueofaunístico logrando reconocer patrones de uso y consumo de animales. Este corpus de información se complementa con el empleo de la técnica geoestadística de interpolación Kriging, mediante el cual se evalúa la distribución espacial de los materiales, a fin de intentar una aproximación a las prácticas desarrolladas en las unidades residenciales.

Se trata de un aporte valioso en cuanto a la provisión de datos inéditos sobre la ocupación aldeana temprana del área, y, considerado en conjunto con el artículo de Cahiza y colegas, un material basal para la construcción de una narración arqueológica sobre las comunidades agropastoriles de la sierra de Velasco.

El artículo de Molar y Salazar nos muestra comparativamente dos asentamientos aldeanos del piedemonte tucumano: La Bolsa 1, en el valle de Tafí, conocido en profundidad como resultado de varios años de investigación, y Mortero Quebrado, en la cuenca alta del río Anfama, el cual ha comenzado a ser objeto de estudio sistemático por parte de este equipo recientemente. Los datos presentados se estructuran bajo el recorrido de tres ejes, que a la vez corresponden a distintas escalas de interacción de los agentes: configuración del paisaje, vivienda y prácticas alimentarias. De manera muy pertinente, la descripción de las materialidades de los sitios se ofrece en una suerte de diálogo a lo largo del escrito. Es decir, no se trata de una mera enumeración de las diferencias y semejanzas reconocidas en cuanto a rasgos arquitectónicos, organización del espacio habitado y evidencias de los contextos de producción de alimentos (alfarería, instrumental lítico, restos vegetales), sino que el recorrido posee como “nota de fondo” el interés de los autores por rastrear las lógicas que dichas divergencias y similitudes expresan. Las escalas espaciales bajo cuya lente se evalúan los casos de estudio, lejos de equipararse a cantidades de unidades de superficie, integran elementos relativos a la experiencia humana tales como las percepciones de los sujetos, las trayectorias históricas de los lugares y las actividades que componen la cotidianidad.

Diseño de ámbitos residenciales, objetos significativos, parentesco, vivos y ancestros, son los elementos que se articulan en el análisis con el propósito de comprender las relaciones entre estructuras sociales y prácticas, así como el rol activo y mediador de la materialidad. Este esquema de interpretación, que cuenta con el sostén empírico de una larga trayectoria de investigaciones en el valle de Tafí, suma aquí con la inclusión de Mortero Quebrado el desafío de poner en juego evidencia obtenida en un ámbito de estudio incipiente como lo es el bosque montano de las yungas de la cuenca de Anfama. Una “nueva” y prometedora historia local.

El relato arqueológico sobre la ocupación humana del primer milenio de la era en la sierra de El Alto-Ancasti, Catamarca, fue construido entre pinturas, cuevas y jaguares. Dicho de otro modo, este ámbito fue conceptualizado en tanto espacio ritual asociado al denominado “fenómeno Aguada”, y abordado en el marco de una mirada regional. El trabajo de Moreno y Ahumada incluido en este volumen dirige el foco hacia una unidad doméstica de las tierras altas de la sierra como escala de análisis -la denominada ET19 -, y en el estudio de los materiales líticos y faunísticos hallados en la misma como líneas de evidencia, en tanto vías de aproximación y comprensión de la configuración local del paisaje campesino.

El artículo, por un lado, provee de nuevos datos empíricos sobre un área de estudio con escasez de investigaciones específicas. Por otro, puestos en juego con información contextual, fundamentalmente en relación a fuentes de materias primas y al aprovechamiento de los recursos animales, dichos datos son interpretados en términos de prácticas cotidianas y reproducción agropastoril en la serranía, proponiendo de este modo la construcción de una historia local más allá del lugar de periferia en el cual quedó instalada conceptualmente la zona de El Alto-Ancasti, interpretada habitualmente en relación a centros político-económico-religiosos.

El trabajo de Di Lullo constituye un esfuerzo por reflexionar las estrategias de los pastores de camélidos desde la práctica y experiencia de agentes extrapuneños. Repensando un aspecto económico fundamental de las sociedades del primer milenio, el pastoreo, la autora destaca el problema de haber proyectado repetidamente los modelos etnográficos construidos en las tierras altas andinas al resto de los pisos ecológicos, donde las prácticas sociales y las especificidades ambientales variaron.

La propuesta para superar esta limitación se basa fundamentalmente en la aproximación a las experiencias de pastores locales recientes. En este trabajo, que transcurre incipientemente dicha senda, se presentan diversas reflexiones generadas a partir de dos entrevistas realizadas a Don Sabino Fidel Chicho Díaz, un pastor que habitó la Quebrada de los Corrales, al igual que varias generaciones de su familia. A partir de estos encuentros se propone una serie de puntos en común y divergencias entre el pastoreo puneño y el caso particular de las prácticas de las familias que habitaron este lugar hasta que fueron expulsados por la última dictadura militar que sufrió nuestro país. Las preguntas que se formulan constituyen un marco de investigación a futuro sumamente productivo, el cual tiene la potencialidad de reproducirse en torno al diálogo entre lecturas etnográficas y registro arqueológico.

Oliszewski propone un análisis integral del patrón Tafí, un modo de configuración muy particular del espacio residencial que se registra durante el primer milenio en un área específica que comprende al extremo norte del Aconquija, la porción meridional de las Cumbres Calchaquíes, la Quebrada de los Corrales, el Valle de Tafí y la Ciénega.

Ubicando su punto de observación en la localidad arqueológica a la cual ha destinado varios años de su carrera, la autora ofrece una reflexión integral del patrón Tafí y sus implicancias sociales, mediante una síntesis analítica que reúne una cantidad importante de aportes heterogéneos de diversos autores, generados en las últimas cuatro décadas. Esta tarea constituyó un desafío que la arqueología regional necesitaba encarar y que aún presenta múltiples potencialidades.

Dos ejes fundamentales en torno a los cuales gira el trabajo son la duración y las implicancias sociales del modo de asentamiento. En cuanto a los aspectos temporales, el trabajo destaca la particularidad, ya propuesta de manera incipiente en algunas reflexiones locales, de la continuidad que se observa en la reproducción del patrón Tafí a lo largo de casi todo el primer milenio, lo que distingue a estas trayectorias de las observadas en regiones próximas, donde distintos rasgos de la materialidad fueron variando con ritmos mucho más acelerados. En segundo lugar el aporte invita a pensar en los vínculos sociales tejidos a través de la materialidad, los cuales desde su perspectiva posibilitan concebir un mundo social amplio que involucra a todos estos espacios.

…Y signos de época

Visto en su conjunto, el dossier se trata de una suerte de “colección” o compilado de historias locales que ofrece un abanico de situaciones posibles desde el Valle de Tafí hasta la Sierra de Velasco, resultando una puesta al día sobre los estudios de las sociedades agropastoriles tempranas. Estas historias se encuentran enlazadas entre sí, a su vez, por los elementos que habitualmente han caracterizado a estos colectivos, tales como la estabilidad en el tiempo del espacio residencial, la producción de alimentos y de tecnologías, la modificación del entorno mediante arquitecturas perdurables, entre otros.

Como referimos en el acápite anterior, vemos al menos tres recurrencias en los artículos presentados.

La primera es un concepto de paisaje como categoría teórico-práctica para el tratamiento de las historias locales en tanto producto social, entendido como una trama de prácticas, lugares y seres vivos enlazados en el tiempo (Ingold 1993), el cual constituye una tendencia ya consolidada en los últimos lustros (Haber 2006). Este carácter dinámico del paisaje, por un lado constituye un cristal a través del cual se observan e integran los espacios construidos por las personas, el entorno físico y la mediación simbólica por la cual se percibe y se entiende el mundo que nos rodea; es decir, se trata de un espacio humanizado. Y por otro lado, resulta una perspectiva que se imbrica con la medida de alcance para la observación del espacio que utilizan los autores, independientemente de la escala empleada en cada caso.

En segundo lugar, identificamos que las unidades de análisis enfatizadas como el ámbito en el cual se toman decisiones y se resuelven problemas han sido, en la mayoría de las contribuciones, la unidad doméstica, pensada como segmento social relativamente autónomo, o la comunidad, considerada como colectivo mayor constituido por grupos no necesariamente continuos en el espacio. Ya sea en uno u otro caso, lo que se evidencia es la preocupación por rescatar las prácticas situadas de los actantes que constituyeron los colectivos sociales durante el primer milenio de la era como eje de la reproducción social en todos sus aspectos - superando la visión reduccionista del “agricultor formativo” como un sujeto social que desarrolla su existencia en función de la mera adaptación -, y teniendo en consideración a la vida comunitaria, las negociaciones y los conflictos políticos, así como la construcción histórica y contextual de categorías de personas sociales, sujetos y objetos.

Estos dos temas que circulan por las producciones del dossier cumplen con creces las expectativas que nos planteamos al momento de iniciar esta convocatoria, cuyos objetivos incluían la prosecución de la reflexión crítica acerca de las categorías teórico-prácticas utilizadas para interpretar los procesos históricos vividos por las sociedades aldeanas tempranas del NOA, y explorar la multiplicidad de historias locales, tanto en aspectos referidos a las condiciones objetivas como a las estrategias y prácticas que permitieron articular cuestiones como las modalidades de aprovisionamiento de alimentos, las relaciones sociales, las estructuras políticas y la esfera trascendental.

Encontramos, por último, que la totalidad de los artículos - incluso el de Costas, cuya referencia arqueológica para la interpretación de las piezas de colecciones son los sitios Alamito y La Rinconada- se centran en el espacio de la región valliserrana del NOA, aunque de todos modos el trabajo de Molar y Salazar incluye en su estudio comparativo a Mortero Quebrado, que técnicamente se encuentra emplazado en la zona de Yungas. La Quebrada de Los Corrales, los valles de Tafí, Yocavil y Ambato, así como las sierras de El Alto-Ancasti y de Velasco, son los espacios incluidos, y cuyos investigadores se sintieron interpelados por la propuesta del dossier.

No creemos que sea mera casualidad que los intereses declarados en la convocatoria hayan coincidido con la agenda de problemáticas que inspiran la investigación en el área referida. Resulta una muestra muy reducida y sesgada como para posibilitar una interpretación acabada de esta eventualidad, así como de la “ausencia” de las otras dos grandes regiones del NOA. Lo que podemos aventurar es que este compilado resultó, sin que nos lo hayamos propuesto, una suerte de “estado de la cuestión” de la arqueología valliserrana del primer milenio de la era, en cuanto a marcos teóricos en circulación, problemáticas consideradas de interés, tipos y escalas de abordaje.

A modo de cierre, podemos decir que el corpus que aquí se presenta nos brinda una imagen del bloque temporal que nos convoca en la que coexisten una multiplicidad de situaciones locales, enlazadas por semejantes estrategias, tecnologías y fisonomías de la materialidad. En este rico y complejo escenario, echamos a rodar nuestras propias historias locales.

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