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Comechingonia

versión On-line ISSN 1851-0027

Comechingonia vol.21 no.1 Córdoba jun. 2017

 

DOSSIER

ESTUDIO COMPARATIVO DE DOS SITIOS ALDEANOS DEL PRIMER MILENIO D.C. EN TUCUMÁN, ARGENTINA.

COMPARATIVE STUDY OF TWO VILLAGE SITES OF THE FIRST MILLENNIUM AD IN TUCUMÁN, ARGENTINA.

 

Julián Salazar1 y Rocío Molar2

1CEH-CONICET, UNC. M. C. del Corro 308, (5000) Córdoba, Argentina, jjsalba@hotmail.com;
2
CEH-CONICET, UNC. M. C. del Corro 308, (5000) Córdoba, Argentina, rocim@hotmail.com

Presentado: 31/12/2016 - Aceptado: 30/03/2017


Resumen

En este trabajo realizamos una comparación de los entornos materiales construidos en dos asentamientos del primer milenio d.C. ubicados en el piedemonte meridional y oriental de las Cumbres Calchaquíes. Estos casos son el de La Bolsa 1, en el sector norte del valle de Tafí, y Mortero Quebrado, en la cuenca alta del río Anfama. Nos interesa particularmente caracterizar las similitudes y diferencias en diversos aspectos y escalas de las estructuras objetivas y prácticas de agentes que se materializan a través de la articulación del paisaje, la dinámica de escenarios domésticos y las prácticas alimentarias.

Palabras clave: arqueología comparativa, paisaje, alimentación, espacios domésticos

Abstract

This paper presents a comparative framework in order to address the material built environments in two settlements of first millennium of the Christian Era, located in the southern and oriental piedmont of the Cumbres Calchaquíes. The two case studied are La Bolsa 1, in the northern Tafí Valley, and Mortero Quebrado, in the high basin of the Anfama river. The approach is aimed at characterizing similarities and differences in different features and scales of the objective structures and practices of agents, materialized through: landscape, households and food.

Keywords: comparative archaeology, landscape, food, household


 

Comparative analysis is the only way to identify regularities in human behavior, and it is also the only way to identify unique features of human societies
(Smith y Peregrine 2012: 4).

Introducción

La arqueología de las sociedades aldeanas tempranas ha tendido de manera predominante y hasta épocas recientes a construir categorías explicativas de gran alcance (v.g. Formativo sensu Núñez Regueiro [1974] o sensu Olivera [2001]), tendientes a priorizar explicaciones generales dentro de las cuales se fusionan particularidades, variaciones y divergencias que constituyen aspectos estructurantes de las prácticas humanas y, por tanto, son relevantes para el análisis de la dinámica social.

En los últimos lustros, diversos planteos han hecho hincapié en la dificultad de aplicar modelos subsuncionistas para entender los procesos sociales articulados en el NOA durante el primer milenio d.C., rescatando la diversidad de trayectorias y experiencias que se evidencian en los distintos casos de estudio (entre otros, Delfino et al. 2015; Franco Salvi et al. 2009; Muscio 2009). Esta misma ha sido, en parte, nuestra estrategia para superar las problemáticas planteadas por aquellas propuestas (Salazar et al. 2015).

Sin embargo, la consecuencia de estas posturas que han tenido la virtud de mostrar la enorme variabilidad que ofrece el registro arqueológico en sectores previamente no estudiados o considerados marginales, ha redundado en cierta fragmentación del objeto de estudio que parece impedir pensar en trayectorias compartidas, tendencias de larga duración y sobre todo en la articulación de distintas escalas ambientales, económicas y sociales. Retomando esta última idea, consideramos relevante el desarrollo de investigaciones comparativas que, a través del análisis de ciertas variables contrastables en distintos casos, permitan comprender la variación de experiencias vividas, estrategias desarrolladas y estructuras condicionantes de la acción. Como señalan Smith y Peregrine (2012), la comparación es la única vía para identificar tanto regularidades como particularidades de la práctica humana.

En efecto, la perspectiva comparativa para identificar patrones compartidos y divergencias, ha sido un eje que recorre la arqueología argentina enfocada en las sociedades del primer milenio desde su constitución como objeto de estudio, en el marco de la arqueología normativa. Por ejemplo, en base a la similitud de cerámicas con baño rojo y algunas características del trabajo escultórico en piedra, González (1963) propuso la existencia del "Horizonte monocromo rojo" el cual habría tenido origen en una difusión cultural hacia el NOA procedente del sector nuclear del altiplano boliviano.

Estudio comparativo de dos sitios aldeanos del primer milenio d.C. en Tucumán...                                    125

Si bien las comparaciones de rasgos materiales similares fueron decisivas para proponer mecanismos de difusión cultural entre ámbitos nucleares y periferias, también fueron una clave para ponerlos en crítica. El aporte de Núñez Regueiro y Tarragó (1972) sentó las bases, en los inicios de la década de 1970, para la arqueología que se avecinaba. Justamente la comparación de los asentamientos tempranos del valle de Tafí e Ingenio del Arenal, próximo al valle Yocavil, junto a sus conjuntos cerámicos, permitió a los autores poner en tensión la adecuación de las expectativas de la arqueología normativa con los métodos utilizados para abordar los fenómenos bajo estudio, especialmente la "aculturación" y distintos tipos de contacto cultural.

La preocupación por abordar, en un entorno comparativo inclusivo, la divergencia de experiencias de un conjunto amplio de casos ha sido productivamente retomada por Scattolin en diversas publicaciones enfocadas en la arqueología de las sociedades "precalchaquíes" de los valles de Tafí, Yocavil, El Cajón, Piedemonte Oriental (Scattolin 2006, 2010). Una de las principales consecuencias de su planteo es el reconocimiento de estos espacios como partes de un área fuertemente integrada, que se constituye como una unidad de análisis espacial con un fuerte asidero en la variabilidad del registro arqueológico, y que permite ir superando las tradicionales divisiones culturales del NOA. En relación a esto, otra consecuencia fue la propuesta de periodificación que acentuó las dinámicas locales en contraposición a la extrapolación de fases desde otros ámbitos (Scattolin 2006). Asimismo, implicó el reconocimiento de ciertos "principios de organización" (Scattolin 2010: 45), en los cuales se interpretó la paulatina construcción de paisajes con cargas simbólicas, las cuales se convirtieron en capitales que en un ámbito de competición se conservan como recursos acumulados activos.

Caria y Gómez Augier (2015) realizaron un provocativo estudio comparado de las ocupaciones del valle Yocavil y de la cuenca de Tapia-Trancas. El elemento más relevante de esta propuesta ha sido rescatar las tendencias ambientales regionales, las múltiples variantes de configuraciones espaciales tanto productivas como residenciales y la articulación entre las poblaciones de estos dos espacios ambientalmente "contrastados", reconociendo la relevancia de las cuencas pedemontanas orientales. Esta idea con respecto a los colectivos asentados en el valle de Ambato, que también ya recorría el planteo de Quesada et al. (2012) sobre las ocupaciones del Ancasti, resulta fundamental para nuestro estudio en tanto teje hilos en locaciones comparables a las aquí presentadas.

En este trabajo realizamos una comparación de los entornos materiales construidos en dos asentamientos del primer milenio ubicados en dos puntos diferenciados del piedemonte de las Cumbres Calchaquíes. Estos casos son el de La Bolsa 1 (LB1), en el sector norte del valle de Tafí hacia el sur oeste de dicha cadena, y Mortero Quebrado (MQ), en la cuenca alta del río Anfama, en la vertiente oriental de la misma.

Nos interesa particularmente caracterizar las similitudes y diferencias en diversos aspectos y escalas de las estructuras objetivas y prácticas de agentes que incluyen: articulación del paisaje, construcción de escenarios domésticos y prácticas alimentarias. Consideramos que estos tres aspectos no agotan la multiplicidad de fenómenos relacionales que podemos abordar desde la materialidad pero son tres vías mutuamente complementarias que permiten responder algunos interrogantes que consideramos de relevancia ¿Existen ciertos principios estructuradores de la práctica que compartan los casos bajo análisis? Si existieran, ¿qué claves interpretativas nos ofrecen dichos principios sobre las experiencias de las personas? ¿Cómo podemos explicar los mecanismos que posibilitaron su reproducción? ¿Cuál es la participación de la materialidad en esa reproducción? ¿Qué claves interpretativas nos ofrecen esos mecanismos para comprender los procesos sociales en distintas escalas?

El enfoque comparativo

La comprensión de fenómenos sociales particulares a partir de su contextualización en marcos comparativos más amplios es una práctica fundamental para la construcción del pensamiento arqueológico y, en efecto, es el modo en que se realizan inferencias más allá de que se efectúen de modo explícito o no. Quizás las investigaciones que más han explorado esta línea son las que propusieron comparaciones de una gran cantidad y heterogeneidad de variables en escalas transculturales muy amplias. Este es el caso de los estudios estadísticos de rasgos culturales que en la búsqueda de regularidades en el "comportamiento" o la organización de los sistemas (v.g. Kohler 2011) han invisibilizado las dinámicas singulares inherentes a distintos colectivos y las experiencias particulares dentro de ellos. Sin embargo, las reflexiones comparativas también permiten trabajar con escalas más acotadas enfocadas en la comprensión de las particularidades históricas a través de los contrastes que pueden distinguirse en pocos casos.

El enfoque que aplicamos puede caracterizarse como intensivo (sensu Caramani 2009) en tanto solo incorpora en su muestra comparativa dos casos de estudio y tiene por objetivo comprender más acabadamente el contexto en el cual se articulan las prácticas humanas. Por otra parte prioriza el acceso a datos de primera mano obtenidos mediante trabajos realizados por nuestro equipo.

Con este planteamiento intentamos realizar una comparación de tres aspectos específicos que consideramos relevantes y que fueron arbitrariamente definidos considerando nuestra perspectiva performativa de la estructuración social y los datos que teníamos a nuestra disposición: paisaje, espacio doméstico y cocina. En ese sentido nuestra propuesta se construye a través de la preocupación por comprender las relaciones recursivas entre estructuras sociales y prácticas y, especialmente por las múltiples mediaciones que protagonizan los diversos materiales que constituyen los colectivos bajo análisis. Paralelamente estos tres rasgos constituyen categorías arbitrarias que corresponden escalas anidadas entre sí y que se aplican como herramientas heurísticas para dar cuenta de prácticas que se incluyen mutuamente.

La configuración del paisaje

Los paisajes arqueológicos pueden entenderse como palimpsestos (Bailey 2007; Olivier 2000) sintéticos que involucran una multiplicidad de variables, tanto condiciones objetivas para la acción como las formas físicas y recursos disponibles, o estructuras sociales y políticas, como percepciones subjetivas que hacen a las mentalidades y las maneras de entender las relaciones entre los humanos y su entorno tanto natural como cosmológico (Bender 2001; Hodder 2000, 2004). Constituyen una clave fundamental para entender la lógica de las prácticas mediante las cuales los paisajes fueron creados y habitados a través del tiempo, no solo en su calidad de "evidencia" de las acciones humanas sino también como articuladores y reproductores de las mismas.

Los entornos domésticos

Los entornos domésticos permiten aproximarnos a las prácticas cotidianas de la gente a través de la identificación de áreas de actividad, pero también habilitan la reflexión sobre los modos en que estas prácticas son articuladas en escenarios cotidianos habitados durante largos periodos de tiempo. Estos ámbitos son los que posibilitan que las predisposiciones para la acción sean reproducidas en cadenas de larga duración que dan sentido a las trayectorias históricas de los grupos humanos que habitan las estructuras residenciales (Hendon 2010; Scattolin et al. 2009).

Prácticas alimenticias

La alimentación es una práctica elemental debido a que corresponde a una necesidad humana básica. Sin embargo, su rol excede el sentido físico y biológico, y se constituye en una actividad esencial para la socialización de los sujetos, que mediante la transmisión de ideas, costumbres y normas respecto a cómo cocinar, dónde hacerlo, qué y cómo comer, van adquiriendo y transformando los principios estructurantes del grupo del cual son parte. De esta manera las actividades relacionadas a la preparación y consumo de alimentos se convierten en parte constitutiva tanto de la identidad colectiva como individual. De acuerdo a sus posibilidades y costumbres cada grupo elige qué recursos utilizar y cómo prepararlos. El resultado de la relación entre múltiples variables como disponibilidad, planificación, preferencia y elección, será lo que finalmente defina las características particulares de las prácticas alimentarias de cada grupo (Smith 2012).

Los casos de estudio y sus contextos

El valle de Tafí forma una depresión tectónica que divide al sistema orográfico de altas cumbres constituido por las Cumbres Calchaquíes y la Sierra de Aconquija, en el noroeste de la provincia de Tucumán (Figura 1) (Gutiérrez y Mon 2004). Su posición con respecto a dicho sistema orográfico, le da una ubicación ecotonal entre los dos grandes espacios ambientales en que podría dividirse el Noroeste Argentino: el sector húmedo y bajo de las yungas, y el sector árido o semiárido que engloba a la Puna, su borde y los valles que tienen cabeceras en ella.

Esta cuenca fue habitada durante el primer milenio por una multiplicidad de colectivos humanos que transformaron sensiblemente el paisaje. Los amplios conos que se encuentran en el piedemonte de las Cumbres Calchaquíes, del Cerro Muñoz y del Nuñorco, como los del Río La Puerta, del Río Blanco o Casas Viejas respectivamente, fueron intensamente ocupados con cientos de unidades residenciales, estructuras de cultivo y corrales para el manejo de camélidos.

Si bien el valle de Tafí constituye uno de los espacios con mayor tradición arqueológica del NOA (Berberián y Nielsen 1988a; González y Núñez Regueiro 1960; Salazar et al. 2015; Sampietro y Vattuone 2005; Tartusi y Núñez Regueiro 1993) las dinámicas específicas de crecimiento de estos asentamientos aún requiere de investigaciones más profundas que generen bases empíricas más sólidas. No obstante podemos asumir, en base a distintos indicadores cronológicos relativos y absolutos, que los mismos se fueron configurando paulatinamente en un largo periodo comprendido entre unos siglos antes del comienzo de la era cristiana y el 1000 d.C., momento en el cual fueron abandonados (Franco Salvi et al. 2014; Oliszewski 2017).

El sitio La Bolsa 1 se ubica en el sector norte del valle de Tafí y abarca unas 50 ha, en las que se encuentran distribuidas unidades residenciales, corrales, áreas de molienda extramuros y un complejo sistema de estructuras agrícolas. En este trabajo se ha considerado el sector occidental superior del sitio, donde se localiza la mayor concentración y diversidad de estructuras. El sector medio e inferior está conformado casi exclusivamente por estructuras de producción agrícola mientras que en las cotas superiores, se observan grandes recintos circulares o subcirculares posiblemente destinados al manejo de camélidos.

Los fechados radiocarbónicos realizados muestran una ocupación continua del sitio, desde el 200 a.C. hasta el 800 d.C. El fechado más antiguo corresponde a un navicular izquierdo de Camelidae, proveniente de una estructura para el manejo del agua, el cual fue datado en 2110±66 AP, calibrada con 68,2 % de confianza entre 350-320 a.C. y 210-40 a.C. y con un 95,4% de probabilidades entre el 360 y 270 a.C. y entre el 260 a.C. y 30 d.C. En cuanto al fechado más reciente, proviene de vegetal carbonizado recolectado en un rasgo de combustión sin estructura en el piso de un recinto de una unidad residencial (Unidad 14), que fue datado en 1258±38 AP, calibrado con el 68% de probabilidades entre 680 y 780 d.C. (Salazar y Franco Salvi 2009).

En síntesis, el sitio LB1 conforma fundamentalmente un asentamiento aldeano con una serie de reocupaciones esporádicas en el segundo milenio, sobre todo en el período histórico, cuando se constituyó como un espacio de manejo de ganado bovino.

Anfama se emplaza en la vertiente oriental de las Cumbres Calchaquíes (entre 1300 y 3000 msnm) en el departamento Tafí Viejo, Noroeste de la Provincia de Tucumán (Figura 1). Esta localidad forma parte de la ecoregión de las Yungas, específicamente de su piso más elevado: el bosque montano. Esta franja altitudinal, lindante con los pastizales de neblina hacia arriba y con la selva montana hacia abajo, muestra la mayor heterogeneidad estructural dentro de las yungas. La topografía es muy escarpada, combinando quebradas muy profundas, con estrechas zonas de cumbres las cuales son levemente planas y dan asiento a la mayoría de las estructuras arqueológicas identificadas. En algunos sectores, especialmente en aquellos próximos a los fondos de la cuenca, se extienden terrenos de menores pendientes con mayor depositación de sedimentos.

Habitada en la actualidad por unas 46 familias, no ha sido investigada de manera sistemática pese a la gran cantidad de evidencia arqueológica presente en superficie y a pesar de estar en un espacio neurálgico que vincula al valle de Tafí con las yungas a través de La Ciénega. El único registro que existía al momento de iniciar nuestras investigaciones era un trabajo realizado por Adán Quiroga (1899), consistente en la descripción de algunas estructuras y esculturas arqueológicas reconocidas en una breve visita a este lugar. Las prospecciones arqueológicas realizadas nos permitieron identificar unas 90 estructuras distribuidas en 10 sitios. Si bien la gran mayoría de ocupaciones registradas hasta la actualidad parecen consistir en estructuras residenciales, los patrones reconocidos distan mucho de corresponder a una sola estrategia de construcción. Los atributos del registro material identificado tanto en superficie como en excavaciones muestran un marcado predominio de las ocupaciones del primer milenio tanto en sectores de cumbre como en fondos de cuenca (Salazar et al. 2016). Sin embargo, aún con menor visibilidad, se observan instalaciones discretas correspondientes al Período de Desarrollos Regionales, evidenciadas, entre otras cosas, por cerámicas de estilo Santamariano y Famabalasto Negro Inciso.

El sitio Mortero Quebrado se ubica al Noroeste de la localidad de Anfama, a 2400 msnm. En un sector de cumbre del cerro, se encuentran distribuidas unidades residenciales y numerosas evidencias en superficie, que dan origen al nombre del sitio. Si bien no se observan fragmentos de cerámica, son notorios los instrumentos de molienda pasivos, todos hechos en un granito muy claro que se distinguen sobre las rocas esquistosas y oscuras de las construcciones. También se destacan bloques de piedra decorados, tanto en bajo relieve como tallas en busto.

El único fechado radiocarbónico con el que contamos, fue realizado sobre un fragmento de carbón vegetal, y dio como resultado una datación de 1725±20 AP (AA107302, cal. 253-290 y 336-414 AD con un 95,4% de confianza). Esto se condice con la secuencia cronológica establecida mediante indicadores relativos, que permiten inferir que estas ocupaciones pertenecen a momentos previos al año 1000 d.C. Este es el caso de los estilos arquitectónicos y los grupos cerámicos obtenidos en las excavaciones, preponderantemente ordinarios y con escasa decoración, similares a los presentes en este período en el valle de Tafí, la Quebrada de Los Corrales y La Ciénega (Cremonte 2003; Franco Salvi et al. 2014; Oliszewski 2011).

Paisaje

LB1 constituye una instalación formada por 22 unidades residenciales emplazadas sobre un glacis cubierto cuya pendiente promedio es del 10%, presentando algunos sectores con pendientes del 15% y amplios planos, menores al 8%. Estos conjuntos arquitectónicos, cuya construcción asegura que las mismas permanezcan aún hasta la actualidad como núcleos constructivos destacados, se conforman de varios recintos circulares adosados a un patio central también circular, a los cuales volveremos en el próximo apartado. Además de las unidades residenciales, las 50 ha están cubiertas por un complejo sistema de estructuras agrícolas entre las cuales se destacan un canal para el manejo del agua, aterrazamientos, montículos de despedre, muros de contención del suelo, cuadros de cultivo y áreas de molienda extramuros. Si bien la instalación se caracteriza por una alta concentración de estructuras, es importante destacar que los espacios entre las mismas, de entre 2 y 30 metros, aseguran un claro distanciamiento entre una vivienda y otra (Figura 2).


Figura 1. Ubicación de los sitios analizados en el Sur de las Cumbres Calchaquíes.

El sitio MQ, por su parte, involucra siete unidades residenciales distribuidas a lo largo de un filo en zona de cumbre, el cual posibilita la ocupación humana en un sector donde los espacios medianamente planos son escasos. Los conglomerados también involucran una serie de recintos circulares en torno a un patio central de grandes dimensiones, hasta dos veces más extensos que los registrados en LB1. Su distribución es más dispersa, ya que las distancias máximas que separan a las unidades entre sí llegan a los 200 metros. Contrariamente al caso de LB1, no se registran estructuras con otras funcionalidades, siendo notable, especialmente, la ausencia de construcciones destinadas a la producción agrícola o pastoril (Figura 3).

Los paisajes aldeanos del primer milenio en el valle de Tafí y en la cuenca superior del río Anfama, entonces, nos muestran que la unidad espacial principal, aquella que aparece como la característica fundamental que construye paisajes habitados, es la vivienda. Los conglomerados residenciales se enarbolan como los rasgos arqueológicos más visibles en las dos áreas de estudio y consecuentemente son las estructuras que mayor inversión de trabajo parecen haber involucrado. La distribución de estas unidades muestra en ambos casos una tendencia al distanciamiento, siendo cada uno de los complejos residenciales una unidad en sí misma, separada del resto.


Figura 2. Plano de planta LB1 y detalle de Unidad Residencial U14 vista desde el exterior.

Si bien no contamos con un claro panorama cronológico sobre la dinámica de crecimiento de los asentamientos podemos inferir que este proceso no se dio de manera planificada ni respondió a dinámicas que reconocieran lugares centrales como plazas, montículos o algún otro tipo de lugar jerarquizado. Contrariamente los patrones de asentamiento muestran un incremento celular de las unidades residenciales (que a su vez poseen sus propias dinámicas de crecimiento) y una ausencia notable de este tipo de escenarios, que paralelamente son muy frecuentes en otros valles del NOA en la misma época (Gordillo 2004).

Los espacios extramuros muestran algunas particularidades sobre la construcción de dichas esferas separadas entre sí. Después de realizar estudios sintácticos del paisaje aldeano de LB1, definimos una muestra de espacios convexos y axiales (sensu Hillier y Hanson 1984) a partir de lo cual identificamos una serie de ámbitos extramuros que podrían mostrar evidencias materiales de la interacción entre habitantes de distintas unidades residenciales, de acuerdo a sus índices de axialidad y de acceso a espacios intramuros. De esta forma realizamos un muestreo en el área extramuros ubicada entre las unidades U10 (excavada por Berberián en la década del 90) y U12, excavando nueve cuadrículas de 1,5 x 1,5 m.


Figura 3. Plano de Planta de MQ y detalle de Unidad Residencial MQ U4, vista desde MQ U3.

Al fondo se observa el cerro Cabra Horco.

Los resultados de estas excavaciones mostraron una vez más la diferencia de construcción e intervención del entorno entre los espacios internos de las viviendas (cuidadosamente construidos y mantenidos) frente a los ámbitos externos y sobre todo los ámbitos intermedios entre viviendas. Lejos de constituirse como escenarios planificados y abiertos, los mismos aparecen completamente llenos de rocas, sin ninguna organización. Solo en una cuadrícula se identificó una concentración de desechos secundarios que interpretamos como basurero y que tendrían correlación con las prácticas de mantenimiento de pisos internos que inferimos a partir de excavaciones en espacios domésticos (Figura 4).

 


Figura 4. Extramuros U10-U12. Se pueden apreciar las excavaciones realizadas en 1995 por Berberián en LB1 U10 y el muestreo del área extramuros realizado por nosotros en 2013. En el detalle, fotografía de la Cuadrícula A3, donde se detectó una concentración de desechos interpretada como basurero.

La materialidad asociada a las viviendas permite indicar que en ambos espacios hay una insistencia en el uso de mediadores materiales que identifican los espacios residenciales, y que pueden remitir al parentesco. En el caso de Tafí es un elemento poco novedoso marcar la injerencia de menhires-huancas en la articulación del paisaje aldeano (García Azcárate 2000; Lazzari et al. 2015). En Anfama y especialmente en Mortero Quebrado se han hallado numerosas tallas líticas zoo y antropomorfas, todas en proximidad o formando parte de las viviendas. Algunas con combinaciones de pequeñas cavidades circulares y una talla en busto representando un camélido. Esta última fue ubicada en el muro externo de uno de los recintos adosados de la unidad MQ-U5, lo cual permitiría pensar en que la misma se ubicaba allí para ser percibida desde el exterior.

Un interesante contrapunto se genera cuando se compara la intervención en el paisaje de las estructuras productivas, pastoriles (corrales) y agrícolas (montículos de despedre, aterrazamientos y canchones). En el sector norte del valle de Tafí, las mismas juegan un rol fundamental no solo por la evidente habilitación del sustento material de la vida, sino también por la casi imperceptible, pero a la vez infranqueable, determinación de los movimientos en los sitios. Las estructuras agrícolas fueron barreras materiales que se interpusieron entre las distintas viviendas incrementando aún más el distanciamiento espacial de las mismas (Franco Salvi 2012).

Paralelamente en Anfama en general, y en Mortero Quebrado en particular, no hemos localizado aún ningún dispositivo que permita inferir su uso como diseño productivo. Este punto genera la necesidad de resolver diversos interrogantes sobre la subsistencia de sus habitantes, especialmente el caso del abastecimiento de productos cultivados como maíz y zapallo, que aparecen en el registro carbonizados o en forma de microrrestos (almidones y fitolitos), adheridos a restos cerámicos e instrumentos de molienda, lo cual evidencia su utilización en la preparación de alimentos. Sin embargo, la ausencia de estructuras productivas dificulta pensar en las áreas donde fueron cultivados estos productos.

Este punto ya ha sido planteado para entornos del piedemonte oriental de Cumbres Calchaquíes (Caria y Gómez Augier 2015) y puede explicarse por la variación de estrategias de subsistencia y por la práctica de una agricultura sin uso de estructuras. En efecto, aún en la actualidad, los espacios agrícolas de las comunidades que habitan la zona se constituyen exclusivamente a partir de la limpieza de una parcela en espacios de pendientes importantes sin ningún dispositivo de contención o aterrazamiento.

Finalmente, también podemos encontrar que en LB1 no hay una clara preocupación por generar cuencas de intervisibilidad entre las viviendas cercanas, las cuales van construyéndose en los espacios libres luego de una leve nivelación del suelo. Mientras que en MQ, donde las áreas de pendientes no tan pronunciadas son realmente escasas, parecería que las viviendas se construyen no solo en pos de aprovechar los suelos relativamente nivelados, sino también buscando que cada unidad tenga conexión visual con al menos una de las viviendas vecinas y, en varios casos, con más de una. La intención de construir lazos de vecindad cuando la topografía impide la propincuidad también ha sido planteada en ámbitos de laderas orientales de espacios serranos del Ancasti (Quesada et al. 2012) y resulta una idea que permitiría explicar la variación de las articulaciones materiales de relaciones en contextos aldeanos tempranos.

Vivienda

El punto más claramente común que hay entre los dos sitios, es el modo de diseñar los espacios de vivienda. Cada una de las unidades residenciales se constituye de varios recintos de forma circular o subcircular con una estructuración del espacio que involucra un gran recinto central o patio al cual se adosan múltiples habitaciones, también circulares pero de menores dimensiones.

La construcción de los conjuntos arquitectónicos remite a las residencias erigidas y habitadas durante el primer milenio de la era en el valle de Tafí y regiones aledañas (Berberián y Nielsen 1988b; Di Lullo 2012). Aunque aún falta excavar más intensivamente en MQ podemos inferir a partir de los vestigios visibles en superficie que las entradas desde el exterior en los dos casos son monopolizadas por estas estructuras centrales, las cuales deben ser atravesadas para acceder a cualquier otro punto de la vivienda.

En su interior el uso de los espacios residenciales parece estar sumamente pautado. Las áreas de actividad identificadas en las excavaciones de ambos contextos aparecen como ámbitos planificados, constantemente mantenidos a través de actividades de limpieza, las cuales generan superficies de pisos con pocos materiales y desechos de facto y reducen la superposición de niveles ocupacionales.

Las particularidades constructivas de los muros son un poco divergentes, aunque consideramos que con distintos materiales se intenta hacer algo similar: generar un lienzo lo más regular posible hacia adentro y un aspecto de solidez y gran visibilidad hacia afuera.

Esto nos lleva a pensar en cierta manera compartida de configurar el espacio doméstico que a su vez interviene en una modalidad de incorporar y reproducir predisposiciones para la acción de los habitantes de esos conglomerados. Esas predisposiciones habrían hecho fuerte hincapié en la relevancia de ciertos lugares jerarquizados al interior de los espacios residenciales que, al menos en Tafí, eran monopolizados por estructuras que referenciaban o contenían el cuerpo de los ancestros. En el caso de la Unidad U14 de LB1 (Figura 5), identificamos una cista la cual evidenciaba dos niveles superpuestos que contenían restos de entierros humanos acompañados de piezas cerámicas. Este hallazgo nos es excepcional para los contextos domésticos del primer milenio, sino que se repite en todas las viviendas excavadas hasta la actualidad y fechadas en el primer milenio de la era.

Si bien en Anfama aún no hemos excavado patios en su totalidad, resulta sugestivo el hallazgo sistemático de bloques líticos decorados en asociación a espacios domésticos. Las excavaciones realizadas en MQ-U2 (Figura 6) nos permitieron identificar un conjunto de rocas grabadas y talladas en bulto en el interior de un recinto adosado, interpretado como área de procesamiento de alimentos. Cinco de ellas consisten en bloques con cavidades hemiesféricas esculpidas en bajo relieve, mientras que dos restantes presentan tallas en bulto y perforaciones que las asemejan a algún tipo de motivo zooantropomorfo. Si bien su interpretación contextual aún requiere bases empíricas mucho más abarcativas, podemos pensar que las tallas refieren a algún tipo de veneración del cuerpo de ancestros.


Figura 5. LB1 U14, estructura residencial del sitio LB1. Abajo, detalle de muros y puertas de R1.

 


Figura 6. MQ U2, estructura residencial del sitio MQ. Arriba se puede observar el plano de planta del conglomerado con la ortofotografía del área excavada en el Recinto R34. Abajo, detalle de puerta y muros del R34.

Cocina

Las áreas de procesamiento y cocción de alimentos se dan en ambos casos en espacios análogos, esto es en uno de los recintos menores adosados al patio central, en los cuales se encuentran materialidades que permiten definirlos como cocinas y que también tienen ciertos puntos en común. Tanto en la U2 de MQ, como en la U14 de LB1, las actividades relacionadas a la preparación de alimentos tienen lugar en torno a fogones que se convierten en puntos neurálgicos a partir de los cuales se desarrollaron las actividades cotidianas y que restringen o habilitan la circulación y permanencia. Si bien el diseño de estos últimos varía en cada caso, la constitución del conjunto de artefactos destinados al procesamiento permite ver gestos similares articulados en la cocina.

En la U14, las prácticas culinarias realizadas tuvieron lugar en los recintos R4 y R6, en torno a fogones ubicados en el centro. El fogón del R6 tiene la particularidad de contar con un dispositivo especial para cocer alimentos formado por tres rocas largas ovaladas incrustadas en el piso, dispuestas en forma de triángulo, que permite suspender recipientes sobre el fuego. Este dispositivo era cerrado a su vez por una hilera de rocas más pequeñas que formaban un perímetro elíptico. Esta particular estructura de combustión se repite en otros sitios del período en espacios considerablemente distantes (Calo et al. 2012; Korstanje 2007). En torno a este rasgo se identificaron fragmentos cerámicos pertenecientes a escudillas y ollas de diversos tamaños, algunos de los cuales fueron raspados y las muestras analizadas con el objetivo de identificar microrrestos vegetales (Korstanje y Babot 2007; Piperno 2006). Los análisis fueron realizados en el Laboratorio de Estudios Materiales de la Historia (FFYH, UNC) por la coautora de este artículo, y arrojaron como resultado la presencia de maíz (Zea mays) y zapallo (Cucurbita sp.). Además, se recuperaron en este espacio un cuchillo de pizarra, manos de moler y un mortero muy pequeño que, por su tamaño, estaría indicando la molienda de pequeñas cantidades de alimento, probablemente como parte del procesamiento final.

En ambos recintos se encontraron manos de moler y molinos pequeños, en los cuales se identificaron microrrestos de maíz (Zea Mays). Asimismo se hallaron conjuntos cerámicos que habrían pertenecido a ollas grandes, cuyas paredes renegridas nos indican su sometimiento al fuego (Figura 7).

En el recinto R34 (U2- MQ), los artefactos hallados son similares a los de la U14. Cerca del fogón, compuesto por sedimento termoalterado, en cubeta y sin estructura, se encontraron manos de moler y molinos planos pequeños. Aquí también se identificaron restos cerámicos con las paredes carbonizadas, algunos de grandes dimensiones, que corresponden a ollas de siluetas simples y restringidas con cuello y bordes evertidos. Los microrrestos obtenidos del raspado de estos fragmentos cerámicos fueron almidones identificados con maíz (Zea Mays) y poroto tarwi (Lupinis mutabilis Sweet), y silicofitolitos de zapallo (Cucurbita sp.) (Figura 8).

 


Figura 7. Contexto de Producción de Alimentos dentro de LB-1 U14. A. Fogón con estructura. B. Olla de gran tamaño, con las paredes renegridas por sometimiento al fuego. C. Cuchillo de pizarra. D. Fitolito de maíz (Zea Mays). E. Fitolito de zapallo (Cucurbita sp.) (Escala 10µm). F. Molino. G. Mano de moler.

Algunas reflexiones

En esta comparación, que aún se encuentra en su etapa inicial, hemos presentado datos novedosos sobre áreas conocidas y desconocidas del NOA en busca de establecer si existen principios similares en la articulación de la práctica en el contexto de las aldeas tempranas. Las variaciones registradas en tres escalas diferentes y anidadas entre sí, consideradas en dos sitios que, en principio, reproducen el "patrón Tafí" y están relativamente próximos, lleva a plantearnos la existencia de diferencias en los entornos materiales que a su vez habrían generado particularidades sustanciales en la articulación de estructuras y habitus. Las interacciones entre los habitantes de los asentamientos de Tafí, si bien sus residencias estaban muy próximas, se encuentran condicionadas por diversas materialidades y por cuencas visuales que restringen la intervisibilidad. Mientras, en Anfama, la distancia intensificada por la topografía escarpada era reducida por la búsqueda de intervisibilidad entre los conjuntos residenciales. Esta particularidad quizás pone de relieve la necesidad de intensificar los lazos de vecindad que las características topográficas dificultan.


Figura 8. Contexto de producción de alimentos dentro de MQ U2. A. Fogón en cubeta. B. Molino plano. C. Mano de moler. D. Granos de almidón de poroto tarwi (Lupinis mutabilis Sweet). E. Silicofitolito de zapallo (Cucurbita sp.). F. Granos de almidón de maíz (Zea Mays) (Escala 10µm).

Sin embargo, también podemos ver algunos puntos en común, sobre todo referidos a la incidencia de las referencias al parentesco como articuladoras del mundo social que aparentemente habría sido una fuerte tendencia en diversos espacios del NOA durante el primer milenio d.C. Si bien en Tafí este punto ha sido suficientemente ilustrado por todas las intervenciones realizadas en espacios domésticos hasta momentos recientes, en Anfama aún solo contamos con indicios sugestivos y que en el futuro deberán ser revisados a la luz de nueva evidencia. Dicha incidencia, que procede de una tradición gestada varios milenios antes por grupos de cazadores recolectores en un contexto de incremento significativo de territorialidad (Aschero 2007), puede pensarse como un modo de legitimar los vínculos de apropiación sobre ciertos lugares o recursos valorados, pero a su vez nos indica la fuerza de los colectivos que se articularon en torno a ellos. A su vez, esa misma incidencia permitiría explicar la tendencia a la dispersión de residencias y sobre todo a la construcción de las mismas como ámbitos aislados entre sí. Hemos definido esta modalidad de configuración y distribución de rasgos materiales como paisaje centrífugo y continuo (López Lillo y Salazar 2015), intentando dar cuenta de las lógicas que darían sentido a su construcción que se relacionan con la reproducción de colectivos que pretenden algún grado de autonomía.

Retomando nuestros interrogantes ¿Qué aspectos pueden explicar la reproducción de esas lógicas? Consideramos que son los procesos continuos y duraderos de vinculación de actividades cotidianas y materialidad los que posibilitan que esas lógicas sean sólidas, que sean efectivas y que se mantenga a largo plazo.

Las viviendas orientan, restringen, habilitan, muestran y ocultan y lo que están mostrando es la presencia de ancestros, en torno a los cuales se organiza todo el resto de la vida. Esas referencias no son compartidas con otros colectivos sino que están centradas en cada unidad residencial y este es un punto fuertemente compartido.

También encontramos que las áreas de cocción son muy similares en ambos casos, al igual que las materialidades y productos utilizados. Es de destacar la intervención de los fogones, su centralidad en el espacio físico y la restricción de circulación y de utilización del espacio que eso genera. Pero estas estructuras no sólo limitan, sino que también habilitan encuentros cotidianos durante los momentos de cocción, consumo e incluso en la búsqueda de una fuente de calefacción. Esos encuentros habrían posibilitado la construcción y el fortalecimiento de los vínculos al interior de los grupos en el consumo compartido y cotidiano del alimento, que no implica solo un acto de ingesta sino también la transmisión y la transformación de normas, gestos y hábitos propios de cada estructura social.

En síntesis, la comparación de ambos casos de estudio a través de los aspectos señalados, permite proponer que durante el primer milenio la estructuración de las prácticas humanas se articulaba, por un lado, en torno a diseños muy específicos de ámbitos residenciales que se constituían en el centro de la vida cotidiana y en organizadores de las actividades diarias. Por otro lado, también fueron articuladores de la cotidianeidad diversos objetos que enfatizaban los vínculos entre vivos y difuntos, construyendo colectivos humanos definidos por relaciones domésticas con fuertes pretensiones de autonomía tanto material como simbólica.

 

Agradecimientos: este estudio fue posible gracias al apoyo y colaboración de E. Berberián, V. Franco Salvi, M. López, J. López Lillo, S. Chiavassa Arias, G. Moyano, F. Franco, J. Montegú, A. Vázquez Fiorani, D. Carrasco y P. Páez. Agradecemos especialmente a las Comunidades Indígenas Diaguita de Tafí y Anfama. El proyecto fue financiado por SECyT (Secretaría de Ciencia y Técnica, Universidad Nacional de Córdoba), CONICET, Koeki Zaidan Hojin Toyota Zaidan (^Mffl&A b 3 ^Mffl) The Toyota Foundation [TYTID: D16-R-0718] y National Geographic Society [W464-16].

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