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Comechingonia

versão On-line ISSN 1851-0027

Comechingonia vol.24 no.3 Córdoba dez. 2020

 

Dossier

Arquitectura bajo cota cero: pozos y poceros de buenos aires en los siglos XVIII y XIX

UNDERGROUND ARCHITECTURE: WELLS AND WELLS MAKERS OF BUENOS AIRES IN THE XVIII AND XIX CENTURIES

Ana Igareta1 

Florencia Chechi2 

1CONICET, Equipo de Arqueología Histórica HiTePAC, FAU - División Arqueología, MLP, FCNyM - UNLP. Calle 47 n° 162 y 117 (B1900GGD), La Plata, Argentina.

1Email: aigareta@gmail.com

2Equipo de Arqueología Histórica, HiTePAC, FAU- UNLP. Calle 47 n° 162 y 117 (B1900GGD), La Plata, Argentina. Email: fmchechi@hotmail.com

Resumen

Durante los trabajos de relevamiento y rescate arqueológico realizados en el sitio Moreno 550 de la ciudad de Buenos Aires se identificaron en estratigrafía restos arquitectónicos pertenecientes a una secuencia de edificios construidos entre fines del siglo XVIII y principios del XX.Dichos restos incluían secciones de cimientos de diversas características y en muy mal estado de conservación pero también numerosas estructuras subterráneas-pozos y cisternas- que, por el contrario, conservaban casi intactas sus características originales. Un análisis comparativo de sus rasgos permitió establecer que éstas eran el resultado de dos prácticas constructivas diferentes, una de origen colonial que se extendió hasta mediados del siglo XIX y otra de rasgos más modernos que caracterizó la segunda mitad de dicho siglo. El objetivo del presente trabajo fue comenzar a indagar el contexto en que se construyeron las estructuras más antiguas, las condiciones en que trabajaron los poceros que las ejecutaron e intentar una reflexión sobre el rol jugado por mano de obra esclava en el desarrollo del componente más básico de la arquitectura de la ciudad: los pozos de obtención de agua y descarte de desechos.

Palabras clave: arqueología urbana; estructuras subterráneas; prácticas constructivas; mano de obra; poceros

ABSTRACT

During the archaeological survey and rescue work carried out at Moreno 550 site on Buenos Aires city, architectural remains belonging to a sequence of buildings constructed between the late 18th and early 20th centuries were identified in stratigraphy. These remains included sections of foundations of various characteristics and in very poor condition and numerous buried structures -wells and cisterns- that, on the contrary, retained their original characteristics almost intact. A comparative analysis of its features allowed establishing that these were the result of two different constructive practices, one of colonial origin that extended until the mid-nineteenth century and another of more modern features that characterized the second half of that century. The objective of the present work was to begin to investigate the context in which the oldest structures were built, the conditions in which the sinkers that executed them worked and try to reflect on the role played by slave labor in the development of the most basic component of the city's architecture, water wells and waste disposal.

Key words: urban archaeology; underground structures,building practices; workforce; wells makers

Introducción

En el mes de marzo de 2018 iniciamos en el sitio Moreno 550 de la ciudad de Buenos Aires un trabajo de relevamiento y rescate del material y estructuras arqueológicas hallados durante la excavación para la construcción de un edificio con dos subsuelos. Inicialmente fuimos convocados para intervenir los restos deuna cisterna de ladrillo de notables dimensiones que se encontró en medio del terreno (8 m de diámetro externo y 3 m de altura conservada), pero la actividad se extendió luego al resto del sitio, a medida que otros rasgos arquitectónicos fueron detectados durante los movimientos de suelos de la obra1.

Al momento de comenzar la intervención arqueológica, la superficie de aproximadamente 1500 m2del sitio se hallaba cubierta por una moderna losa de hormigón, sin presencia de restos conservados por encima del nivel de cero actual. La remoción progresiva de dicha losa permitió observar que, en algunos sectores del lote y casi inmediatamente por debajo de ésta, se extendían los cimientos de los muros de ladrillo que, en diversas épocas, existieron en el lugar.Asociadas a dichos cimientosdetectamos varias estructuras subterráneas incluyendo dos cisternas, cuatro pozos de balde, cinco pozos ciegos, una letrina, tres pozos de basura con material arqueológico y una olla de descarte (Figura 1). A diferencia de los cimientos, que se hallaban en un estado de conservación que oscilaba entre regular y malo, lamayor parte de las estructuras enterradas se hallaban en buen estado, lo que permitió relevar sus características, estimar su función y recuperar los restos mueble que se depositaron en su interior en sus diversos contextos de uso2.

El hallazgo de pozos ciegos, pozos de agua, pozos de basura y cisternas es un hecho recurrente en la arqueología urbana de Buenos Aires (Schávelzon 1991, 1992a, 2005; Weisselet al. 2001; Zorzi 2012), por lo que sus rasgos y tipologías son bien conocidas al igual que los procesos de utilización, reutilización y rellenado de los que fueron objeto (Schávelzon 2018). En Moreno 550 la extensa superficie del lote hizo posible la excavación casi simultánea de 16 de estas estructuras y las diferencias observadas entre los restos más antiguos y los más recientes fueron consistentes con el desarrollo de dos procesos distintos, el primero iniciado a mediados del siglo XVIII y atribuible a una práctica constructiva de origen colonial y el segundo a una más moderna, propia de la segunda mitad del siglo XIX. Pero lo que atrajo nuestro interés no fueron las variaciones físicas entre ambos conjuntos sino las diferencias implicadas en el proceso constructivo de cada uno. El objetivo del presente análisis se orientó entonces a definir el contexto en que fueron realizadas las estructuras más antiguas, las acciones concretas involucradas en su excavación y las condiciones de trabajo de los individuos que las ejecutaron. En vez de enfocarnos en quienes habitaron el sitio hasta mediados del 1800 -por otra parte amplios protagonistas del relato histórico- buscamos indagar en la tarea de quienes construyeron los pozos que les proveyeron de agua potable y les permitieron deshacerse de basura y aguas servidas, sencillas pero imprescindibles estructuras domésticas que mantuvieron a la ciudad funcionando por siglos.

Figura 1: Planta general del sitio Moreno 550 con detalle de cada una de las estructuras subterráneas detectadas durante los trabajos arqueológicos. (Dibujo Arq. F. Chechi). 

Breve detalle de la ocupación del sitio

El análisis de la documentacióny la cartografía históricadisponible permitió estimar que a mediados del siglo XVIII la manzana comprendida entre las actuales calles Belgrano, Perú, Moreno y Bolívar era propiedad del Obispado de Buenos Aires (Bellin 1764)3. El solar de la esquina de Moreno y Bolívar se hallaba ocupado por la vivienda principal, mientras que en el cuarto de manzana que corresponde a la esquina de Moreno y Perú se hallaban las dependencias de servicio, no disponiéndose de precisiones sobre las características físicas de ambos conjuntos. En el año 1778 el terreno figura como propiedad de la familia Arguibel, cuya hija Teodora se casa en 1783 con Juan Ignacio Ezcurra y el matrimonio se instala en el lugar (Faivre y Tartarini 2018:6). Tampoco para este momento hemos hallado datos documentales que den cuenta de los rasgos del o de los edificios entonces construidos.Nuevas estructuras fueron levantándose en el sitio para alojar a los herederos de Ezcurra, incluyendo a Encarnación y su marido, Juan Manuel de Rosas, quienes se instalan en el lugar luego de su casamiento en 1813. Diversos cronistas indican quedurante su administración Rosas utilizó informalmente su vivienda como casa de gobiernoaunque no hay documentos que indiquen que ésta sufrió modificaciones arquitectónicas significativas para cumplir con tal propósito.

Luego de la batalla de Caseros, las nuevas autoridades decidieron que la propiedadsiguiera siendo utilizada como Casa de Gobierno y así ocurrió hasta que en los primeros años de la década de 1880 se convirtió en sede del Palacio de Correos, función que cumplió hasta casi el final de ese siglo (Taullard1927:309).

Hasta ahora no fue posible hallar documentos que brinden detalles confiables sobre cómo fue transformándose la arquitectura del sitio entre los siglos XVIII y XIX o quécaracterísticas tenían sus construcciones en un determinado momento; el único plano parcial conocido del lote corresponde al año 1883 y muestra las características que tenía entonces el edificio que los herederos de Ezcurra reclamaban como propio, pero no brinda mayor información sobre su historia constructiva4. El análisis de los restos de cimientos y de las estructuras subterráneas detectadas durante el trabajo arqueológico dio cuenta de sucesivas ampliaciones, remodelaciones y agregados ocurridos a lo largo de casi 100 años en diversos sectores (Igareta 2019) pero sin que fuera posible elaborar una cronología constructiva sistemática para todo el sitio.

Para principios del siglo XXla documentación histórica conservada es más abundante y muestra el terreno de Moreno 550 ocupado por dos edificios: en el sector este, abarcando la mayor parte de la superficie del lote actual, se construye un inquilinato5, mientras que sobre el lateral oeste se ubica un taller de cristalería6.Tanto el inquilinato como el taller permanecieron en pie -con sucesivas e importantes transformaciones- hasta 1980, cuando se aprobó su demolición para dar lugar a la construcción de la losa de hormigón utilizada como base del estacionamiento que funcionó en el sitio hasta el siglo XXI (Faivre y Tartarini 2018:9). El trabajo en el terreno no permitió detectar por debajo de esta losa ninguna sección de restos conservados de pisos de baldosas, piedra o apisonado, lo que implica que tal demolición literalmente se extendió hasta el basamento de los muros. Sólo sus cimientos y las construcciones subterráneas se conservaron, aunque para estas últimas ello significó la remoción de los brocales que pudieran aún hallarse en su sitio y la destrucción del remate de la cúpula de ambas cisternas.

Pozos

Tipológicamente, las estructuras subterráneas detectadas en el sitio corresponden a:pozos ciegos (perforacionesde escaso diámetro cuya estructura solo quedaba definida por la excavación que les dio origen y que carecían de cualquier tipo de revestimiento interno); pozos de balde, letrinas y pozos de basura cuadrados y rectangulares (perforacionesde diámetro medio cuya superficie interna se hallaba parcialmente revestida en su sección superior por ladrillos)y cisternas (pozos de mayor diámetro íntegramente revestidos con ladrillos y con baldosas en su base).

Los pozos de balde servían para la extracción de agua de napa, mientras que las cisternas se utilizaban para colectar y almacenar agua de lluvia, y podían ser también rellenadas con agua traída del río. Los pozos de agua y los utilizados para el descarte de residuos comparten la característica de hallarse revestidos ocasionalmente en los primeros metros de su sección superior, mientras que la superficie del resto de la perforación permanece expuesta para favorecer la absorción y drenaje de líquidos. Los pozos se excavaban habitualmente en los patios o sectores posteriores de las viviendas, en espacios sin construir, mientras que los basureros y letrinas lo más alejados posible del cuerpo principal de la casa.

Estimar la antigüedad de las dos cisternas fue sencillo, tanto por la buena conservación de los materiales empleados como por la presencia de un exiguo pero diagnóstico conjunto de restos arqueológicos en su interior. En ambos casos se trató de estructuras realizadas con ladrillos enteros de 35 x 16 x 5 cm, junta de mortero de barro y cal y baldosas de origen francés, lo que indica que fueron construidas en algún momento entre las décadas de 1860 y 1880 cuando funcionaban en el sitio dependencias estatales. De igual modo, las características de aquellos que contaban con un recubrimiento parcial conservado -cuatro pozos de balde,tres pozos de basura y una letrina-nos permitieron ubicar su construcción entre las últimas décadas del siglo XVIII y las primeras del XIX, con ladrillos cuyas medidas promedioeran de 40 x 18 x 6 cm7. Aunque se ha probado que las dimensiones de los ladrillos distan mucho de ser un indicador cronológico absoluto (Schávelzon 1991:183) y en dos de los pozos se observó la utilización de ladrillos de diferentes tamaños, el material recuperado del interior de basureros y letrinasresultó consistente con la cronología propuesta. En el caso de tres de los pozos de balde, que carecían de relleno arqueológico, su ubicación por debajo de los cimientos de muros que se construyeron sobre ellos, probó que las perforaciones eran rasgos más antiguos que las paredes que los cubrieron (Figura 2).

Asignar cronológicamente los pozos ciegos fue significativamente más complejo, particularmente en aquellos casos en que no se recuperó material arqueológico en su interior que proporcionara referencias temporales. La mencionada escasez de documentación gráfica y escrita hizo imposible relacionar su ubicación con la de los patios de las sucesivas construcciones que existieron en el sitio y solo nos permitió generar una propuesta hipotética general.

Figura 2: Vista de una de las áreas intervenidas del sitio en la que se observa cómo el trazado de uno de los muros de un recinto se extendió por encima de un pozo de balde más antiguo (Fotografía EAM550). 

Trabajos previos han permitido estimar que la primera napa de agua utilizada para consumo en Buenos Aires durante los siglos XVII y XVIII se hallaba a unos 6 a 7 m por debajo de la superficie actual, mientras que la segunda napa utilizada durante el XIX se ubicaba entre los 7 y 20 m (Schávelzon 2005:135). La profundidad de los pozos ciegos en la ciudad, en cambio, ha sido estimada entre los 3 y 8 m (López Coda en Schávelzon 1992b:165). El trabajo realizado en el sitio permitió comprobar que los pozos hallados en Moreno 550 se extendían por debajo de los 8 m bajo la superficie actual, siendo ese el límite máximo que alcanzó la intervención, pero pudiendo observarse que en todos los casos el registro de las estructuras continuaba en profundidad (Figura 3).

Figura 3: Vistas de la excavación arqueológica de dos de los pozos de agua del siglo XVIII detectados. (Izquierda) Comienzo de la intervención en el AI; (Derecha) A 2 m de profundidad en el AII; obsérvese sobre el lateral los pequeños huecos utilizados por quienes construyeron el pozo para entrar y salir (Fotografías EAM550). 

El riesgo implicado en la excavación arqueológica de los pozos -que obligó a utilizar una metodología de apertura lateral a partir de los 2,50 m(Chechi 2020)-nos llevó a reflexionar acerca de las dificultades implicadas en su excavación original y las condiciones en que trabajaron los individuos que las ejecutaron (Figura 4). Durante todo el periodo colonial y hasta entrado el siglo XIX los pozos se excavaron íntegramente con herramientas manuales, avanzando en el sedimento extremadamente duro y compacto que caracteriza el suelo de Buenos Aires y que agota las puntas de metal, obligando a su reemplazo periódico o a aplicar cada vez más fuerza para seguir perforando. De acuerdo a nuestro cálculo basado en la información publicada para otros sitios, eldiámetro interno de los pozos relevados en la ciudad oscila entre 0,86 m (el equivalente a una vara)y 1,5 m, aunque el diámetro promedio de los hallados en Moreno 550 fue de 1,06 m8. El espacio interno de los pozos solo permitía la tarea de un individuo por vez, que no podía estirar sus brazos por completo hacia los lados y que se veía obligado a permanecer en cuclillas cuando removía el sedimento bajo sus pies, porque si se sentaba no quedaba superficie libre para trabajar. La exigua superficie libre no hacía posible acumular grandes cantidades de tierra suelta, por lo que debía ser permanentemente extraídapor alguien que se encontrabaarriba a nivel del suelo mediante baldes o recipientes semejantes, lo que generabaun movimiento constante sobre la cabeza de quien excavaba. Al avanzar en profundidad, entrar y salir del pozo se hacía cada vez más difícil y el operador se veía obligado a utilizar pequeños huecos perforados en los laterales de la estructura a modo de escalones (existen docenas de ejemplos en la ciudad en que se han hallado conservadas estas oquedades, incluyendo las de Moreno 550). A partir de los 5 m de profundidad, el aire se enrarecía y respirar se hacíaprogresivamente más difícil por la falta de circulación, y a ello se sumabael incremento de temperatura y humedad que experimenta cualquier espacio pequeño con escasa ventilación cuando una persona desarrolla una actividad física intensa en su interior (Figura 5).

Figura 4: Vista del inicio de la excavación de uno de los pozos ciegos hallados; obsérvese la semejanza en el diámetro con los pozos de agua pese a la ausencia de revestimiento. (Fotografías EAM550). 

La repetición de este procedimiento, tecnológicamente simple pero agotador para quien lo ejecutaba, aseguró la provisión de agua y el descarte de residuos sólidos y líquidos de los sucesivos ocupantes de la propiedad; pero, a diferencia de éstos, cuya biografía se encuentra registrada al detalle, no fue posible hallar datos de quienes construyeron las vitales estructuras.

Figura 5: Corte esquemático de un pozo de 10 m de profundidad con representación a escala de un individuo de 1,60 m de altura (Dibujo Arq. F. Chechi). 

Poceros

No solo para Moreno 550 escasean los estudios históricos que den cuenta de quiénes realizaron las construcciones en el sitio durante los siglos XVIII y XIX; este tipo de análisis es exiguo para toda la arquitectura doméstica del periodo colonial en Buenos Aires. La mayor parte de lostextos que se han ocupado del tema suelen enfocarse en las características de los edificios entonces construidos -generalmente templos y edificios públicos- y la tecnología empleada para ello, o destacan la participación de ciertos individuos con conocimientos arquitectónicos -con frecuencia religiosos o militares- en su diseño y edificación (Domínguez 1948;Furlong Cardiff 1946; Gutiérrez 2000; Kronfuss 1920; Peña 1987; Torre Revello 1952). La presencia de pozos como parte de las imprescindibles estructuras de servicio casi nunca aparece mencionada; solo ocasionalmente al revisar la arquitectura de un edificio se señala la ubicación de algún aljibe, pero jamás la de una letrina (aunque con extremada frecuencias ambos eran construidos a escasos metros de distancia, lo que generó la rápida contaminación de las primeras napas freáticas y eventualmente la proliferación de diversas epidemias). Pocos trabajos (Moreno 1995) indagan o mencionan siquiera a quienes conformaron la mano de obra que se encargó de la ejecución, y así los trabajos indican que las viviendas “se hacían” o “eran construidas” con determinadas características, “empleando” ciertos materiales bajo la guía de algún entendido en la materia, pero sin dedicar mayor atención alos sujetos involucrados en la tarea.

La caracterización e identificación de la mano de obra que se hizo cargo de gran parte de las tareas constructivas en el Buenos Aires colonial ha ido surgiendo de otro tipo de análisis, orientado a indagar en el rol que tuvieron los esclavos -en su mayoría africanos y afrodescendientes- en el desarrollo de la vida social y económica de la ciudad (Andrews 1980;Goldberg 1995a, 1995b; Schávelzon2003; Studer 1984;entre otros). Tales investigacionesevidenciaron la participación de esclavos y libertos como albañiles y peones en las obras de edificación que se realizaban entonces en la ciudad y de su progresiva incorporación como artesanos a otras tareas relacionadas con la actividad constructiva. Aunque la revisión bibliográfica revisada no nos permitió detectar menciones específicas a su desempeño en la excavación de pozos o tareas relacionadas, es plausible suponer que esta insalubre actividad constructiva también fue llevada a cabo por esclavos y libertos (Schávelzon 2005:136) y por otros individuos que conformaban los grupos más pobres de la ciudad.

Diversas crónicas de la época mencionan que los esclavos que se desempeñaban como albañiles eran con frecuencia alquilados a terceros por sus amos, como medio para incrementar sus ingresos (González 2006:24). En el Río de la Plata, tal situación permitíaademás que esclavos que trabajaran más de lo exigido por el jornal que debían entregar a sus dueños recibieran y acumularan un peculio,algo que no ocurría en otras colonias, aunque resultaineludible preguntarse en qué condiciones obtenían tal remuneración y cuáles eran sus posibilidades de exigirlo o negociarlo.

Uno de los primeros registros sistemáticos de los habitantes de Buenos Aires y de sus oficios, el Padrón de la ciudad de Buenos Aireslevantado en 1778, no brinda datos sobre las tareas realizadas por los esclavos más que en unos pocos casos (de hecho sólo se registran en detalle las ocupaciones de los españoles, Socolow 2009:19). Pero entre esos pocos casos se indica que negros y mulatos se desempeñaban como albañiles, aunque sin que se precise qué tipo de tareas incluía tal actividad. También aparecen registrados como albañiles varias docenas de españoles, nuevamente sin otro detalle sobre los trabajos que realizaban.

El Censo Municipal de 1810 (Padrón 1810-1811) señala una diferencia significativa en el relevamiento de las labores de la mano de obra de construcción: aparece entonces la categoría de poseroseparada de la de albañil, los que siguen reportando como artesanos (Andrews 1980:257), aunque sin información sobre qué individuos desarrollaban cada tarea. En cambio, el Padrón de habitantesde Buenos Aires de 1827proporciona muchos más detalles que el anterior, ya que en él se releva el status legal de los individuos (libre, esclavo, liberto) y su color de piel; curiosamente,esta categoría solo incluíacomo opciones “Blanco, Pardo, Moreno ó Indio”, aunque al completar los datos los censistas utilizaron la palabra “Negro” para identificar a parte de la población. Además, en el ítem “Empleo ú oficio”se registraba la actividad de cada individuo y poseronuevamente aparece como una ocupación diferenciada de la de albañil. La información relevada en la ciudadpermite establecer que los poceros eran individuos adultosde entre 29 y 49 años, de sexo masculino, que al igual que los albañiles y carretilleros servían como mano de obra para la construcción y cuyo nombre y apellido se registra por primera vez pormenorizadamente (Figura 6). Al menos cinco de los poceros entonces censados no eran esclavos sino que aparecen registrados como individuoslibres, cuatro de ellos blancos y uno pardo. Consideramos este dato particularmente relevante ya que indica que para ese entonces la tarea de poceros era desarrollada también por trabajadores no esclavos, lo que marca un cambio con respecto a las décadas anteriores.

Figura 6: Una de las páginas del padrón de 1827 en el que aparece registrado H(ombre) / D. Manuel Días / Chile / B(lanco) / (Libre) / 29 (años) / C(asado) / 15 (años de residencia) / …./ Posero (AGN - Sala X-00000242). 

En este punto resulta importante recordar que desde mediados del siglo XVIII y hasta fines del XIX los sucesivos dueños del lote de Moreno 550 formaron parte del sector más acomodado de la ciudad. El registro arqueológico recuperado muestra la presencia en el sitio de unimportante número de individuos de bajos recursos que el registro documental -padrones de la campaña y la ciudad levantados en diversos momentos del siglo XIX- identifica como esclavos y criados libres y libertos. Y si bien con la información disponible resulta imposible establecer si fueron algunos de estos individuos los responsables de la excavación de los pozos hallados en el sitio u otros alquilados o contratados por los dueños de la propiedad para tal actividad, no caben dudas de que ellos son los responsables de la construcción de estas estructuras.

La abolición de la esclavitud decretada en 1853 y aceptada por el estado de Buenos Aires en 1860 modificó las condiciones de trabajo de la mano de obra esclava en la ciudad, incluyendo lasde quienes se desempeñaban en tareas de construcción. Pero el cambio fue un proceso gradual y complejo que,en la práctica, mantuvo por largo tiempo a la población afro bajo controles y restricciones que continuaron impactando en su vida cotidianay limitando su participación efectiva en diversos espacios sociales (Candioti 2016). Solo lentamente tal “estado de disminución civil” como lo definió Crespi (2010:34)fue desarticulándose, y los antiguos esclavos y sus descendientes se incorporaron de diversas formas a las esferas laborales entonces definidas en el marco del proceso de consolidación del estado nacional.

El Primer Censo Nacional -realizado en 1869 y publicado en 1872- indica que 61 habitantes deBuenos Airestenían la profesión de poceros, lo que demuestra que para ese entonces la insalubre tarea no solo era realizada por hombres libres sino que había pasado de ser considerada unoficio auna actividad calificada.Aunque cabe especular con que las condiciones de trabajo de tales individuos no se diferenciaban significativamente de las aquellasde los esclavos dedicados a la tarea unas décadas antes, el hecho de que la mismafuera desde entonces realizada a cambio de un salario (incluso un mal salario) evidencia un cambioen el rol social de los individuos que la ejecutaban. Y no resulta un dato menor que para entonces el uso de los pozos de agua hubiera caído e desuso, al popularizarse (entre quienes podían pagarlas) la construcción de cisternas. Su excavación de superficies mucho más anchas ysignificativamente menos profundas que las de aquellos, lo que implicó una práctica completamente diferente por parte de la mano de obra responsable de su ejecución.

Consideraciones finales

Benedet afirma que hasta 1850 la arquitectura de Buenos Aires mantuvo criterios estéticos y constructivos que se originaron en tiempos coloniales (2012:8).El análisis de las estructuras subterráneas detectadas en Moreno 550 nos lleva a coincidir con dicha afirmación y a proponer que, en parte, ello se relaciona con el mantenimiento de prácticas sustentadas en la disponibilidad de una mano de obra esclava que se ocupaba de la ejecución de las obras más insalubres. A mediados del siglo XIX la obligada adopción de criterios higienistas y la incorporación de nociones de arquitectura moderna llegadas desde Europa comenzó a modificar la materialidad de la ciudad (Paiva 2000), pero resulta imprescindible preguntarse si dicho cambio no se dio también como resultado de la progresiva desaparición de los esclavos como constructores (Guzmán 2012:9). En tal sentido, es posible proponer que larealización de perforaciones menos profundas y estrechas-que las excavadas con anterioridad- se relacionó con la incorporación de individuos no esclavizados a la labor de poceros y que, incluso de modo limitado, éstos buscaron generar mejores condiciones de trabajo para sí mismos, algo que habría resultado impracticable para sus predecesores.

Si bien lo presentado aquí constituye apenas una primera propuesta en tal sentido, estimamos que el análisis realizado sirve como punto de partida para el desarrollo de otras indagaciones que avancen en el estudio de los procesos constructivos coloniales y en la identificación de sus protagonistas.

Agradecimientos: El equipo arqueológico que participó en todas las instancias del trabajo desarrollado en Moreno 550 estuvo integrado por Melina Bednarz, Yamila Bessa, Vanina Castillón, Ezequiel Galichini, Romina Giambelluca, Diego Gonnet, Matías Hernández, Julieta Penesis, AnalíaQuaranta, Yesica Redi, Ramiro Sumavil y Nicolás Urruchurtu, a todos ellos nuestro agradecimiento.

Notas

1 Desde el año 2003 se encuentra en vigencia la Ley 25.743 de Protección del patrimonio arqueológico y paleontológico argentino. La Dirección General de Patrimonio, Museos y Casco Histórico del Ministerio de Cultura de la Ciudad o el organismo que a futuro la reemplace, es el órgano de aplicación de la ley en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y repositorio de los objetos e información recuperados en sitios de su jurisdicción. La intervención conjunta de la Justicia, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y el reconocimiento de una infracción por parte de la empresa constructora motivó la contratación de un equipo interdisciplinario de profesionales para continuar las excavaciones y proyectar el museo de sitio que funcionará en el lugar. La Gerencia Operativa de Patrimonio supervisó la intervención, solicitando el registro y documentación de la totalidad de las estructuras descubiertas y custodiando la correcta extracción y traslado de los objetos recuperados.

2 Por decisión de la autoridad de aplicación, solo una de las dos cisternas fue conservada mientras que la otra fue desarticulada para permitir el avance de la obra, al igual que los otros restos de construcciones históricas; en razón de ello, nuestra intervención priorizó la obtención de información arquitectónica.

3Una copia de toda planimetría histórica del terreno reunida durante su propia investigación nos fue desinteresadamente enviada por el Arq. Jorge Tartarni; a él, nuestro agradecido recuerdo.

4Plano de las casas de los herederos de Da Encarnación Ezcurra. Piso bajo. Buenos Ayres Diciembre 12/83.

5Plano conforme a la obra hecha. 20 de febrero de 1903. Sr Dn Juan Ortiz de Rosas y sucesión de Dña Manuela Rosas de terreno Calle Moreno 550-66. Solicitud 5883, y Plano de modificación. 1960. Solicitud 5883. Propiedad del señor Marcelo Saint. Calle Moreno 550_66.

6Plano definitivo. 10 de agosto de 1899. Solicitud 1493. SraEzcura de Rosas. Calle Moreno 568-600 y Perú 308-600 y Taller de biselado y tallado de cristales. 29 de enero de 1937. Plano de modificación. Solicitud 1493. Casa existente. Propiedad de Luis Borghi y Francisco Cipullo. Calle Moreno 568_70_72.

7La obtención de las dimensiones exactas de los ladrillos resultó imposible en algunas de las estructuras debido al mal estado de conservación del material, por lo que los promedios se elaboraron con las medidas de aquellas unidades que sí pudieron ser relevadas.

8Si bien parece haber existido una tendencia general al incremento de diámetro con el correr de los siglos, se trata de una tendencia y no de un patrón sistemático definido.

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Recibido: 01 de Marzo de 2020; Aprobado: 01 de Mayo de 2020

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